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Japón

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LA LABORIOSIDAD y unanimidad de objetivos son dos de las características que sacaron a Japón de la devastación de la II Guerra Mundial, y lo llevaron a ocupar su actual lugar como uno de los gigantes industriales del mundo. Hoy día, a esta nación de 125 millones de habitantes se la conoce tanto por las marcas de sus cámaras, automóviles y electrodomésticos como por las flores de los cerezos, las azaleas y el Fujiyama, monte nevado de 3.776 metros [12.388 pies] de altitud.

Sin embargo, más impresionante aún es el progreso teocrático que hubo después de la guerra. En 1951 asistieron a una asamblea celebrada en Tokio unos cuarenta misioneros graduados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower y alrededor de doscientos publicadores nipones. N. H. Knorr, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, dijo que anhelaba el día en que hubiera tantos proclamadores del Reino japoneses que fuera difícil descubrir entre ellos a los misioneros. Ese día no tardó mucho. Con Jesucristo como el fundamento, les tomó diez años a los misioneros, colaboradores de Dios, reunir el primer millar de publicadores japoneses. No obstante, en 1992, como promedio mil personas se hicieron nuevos publicadores todos los meses (compárese con 1 Corintios 3:9-11). La cantidad total de ministros del Reino de Dios que residen en el archipiélago japonés ha alcanzado un máximo de 220.663, y ha habido un nuevo máximo todos los meses durante más de dieciocho años. Lo ocurrido es un capítulo emocionante del cumplimiento de Isaías 60:8, 9, que dice: “¿Quiénes son estos que vienen volando justamente como una nube, y como palomas a los agujeros de su palomar? Pues en mí las islas mismas seguirán esperando”.

El Anuario para 1973 refirió parte de la historia de los primeros años de la obra en Japón, hasta el año 1972, cuando había unos catorce mil publicadores, cifra que incluía a los más de tres mil hermanos que estaban en el servicio de precursor, que se hallaba en rápida expansión. A continuación repasaremos esta historia y la ampliaremos en veinticinco años.

Las primeras semillas de la verdad del Reino

¿Cómo se sembraron las semillas, que han producido una cosecha espiritual tan abundante, en esta tierra tradicionalmente budista y sintoísta? En 1911, C. T. Russell, a la sazón presidente de la Sociedad Watch Tower, realizó una gira de reconocimiento por Japón. Informó que los misioneros de la cristiandad estaban bastante desanimados y que la población en general manifestaba poco interés sincero en la religión. Creía, sin embargo, que lo que las personas necesitaban era el “Evangelio del Reino”. Se nombró representante de la Sociedad en Oriente al estadounidense R. R. Hollister. Se tradujeron tratados y libros, entre ellos El Plan Divino de las Edades, y se distribuyeron millones de ejemplares, labor que realizaron principalmente trabajadores nativos contratados. En 1926, la Sociedad envió a Japón como su representante a Junzo Akashi, estadounidense de extracción japonesa. A principios de 1927 se abrió en Kobe una sucursal, que aquel mismo año se trasladó a Tokio. Para 1938 había aumentado a 110 la cantidad de repartidores que distribuían las revistas y los libros. Ahora bien, por todo el país se estaba avivando el nacionalismo religioso fanático, que condujo directamente a la II Guerra Mundial. El 21 de junio de 1939, se detuvo y encarceló de una sola vez a 130 miembros de la Todaisha (“Asociación El Faro”, nombre por el que se conocía entonces a la organización de los Testigos de Jehová de Japón), lo cual asestó el golpe de gracia a la obra organizada durante los años de la guerra.

Lamentablemente, la presión indujo a la apostasía al superintendente de la sucursal. A excepción de unas pocas personas que permanecieron leales, como las familias Ishii y Miura, la mayoría de los miembros de la Todaisha le siguieron y dejaron el servicio de Jehová. El fracaso de este grupo puede atribuirse también a que siguieron a un hombre: Junzo Akashi. Este adoptó la costumbre tradicional japonesa de la poligamia, aunque ya tenía esposa. Ella continuó sirviendo fielmente de precursora durante más de cuarenta años en Nueva York, donde algunos hermanos de la Congregación West Manhattan todavía la recuerdan con cariño como la hermana Ogawachi. Cuando los misioneros de Galaad entraron en Japón después de la guerra, encontraron un grupo grande de la Todaisha en Osaka. Sus integrantes cobraban por los bautismos y, lo que es peor, habían imitado el modo de vivir sumamente inmoral de Akashi. Como no quisieron renunciar a su estilo de vida, hubo que expulsar a treinta de ellos para mantener la pureza de la congregación.

Los que permanecieron fieles

Considere, en cambio, el caso de Jizo y Matsue Ishii, dos de los primeros repartidores japoneses. Recorrieron todo el país entre los años 1929 y 1939. En junio de 1939 los detuvieron y los encarcelaron en Sendai. Matsue aún recuerda el primer año que pasó incomunicada en una celda pequeña, mugrienta e infestada de pulgas. No se le permitió ni ducharse ni bañarse, y la estaban consumiendo las chinches. Se quedó en 30 kilos [70 libras]; solo era piel y huesos, y estuvo a punto de morir. Al ser trasladada a otra prisión, se recuperó un poco; su liberación tuvo lugar hacia finales de 1944. A su esposo lo trataron de manera parecida. Tiempo después demostró su integridad nuevamente cuando rechazó las transfusiones de sangre (Hech. 21:25). Murió a los 71 años de edad. Matsue sigue siendo una fiel Testigo hasta el presente. Ella comenta: “La mayoría de los hermanos de antes de la guerra que sobresalían en aptitudes e inteligencia, abandonaron la organización de Dios cuando se vieron sometidos a gran presión. [...] Los que siguieron fieles no tenían aptitudes especiales ni destacaban. Ciertamente todos debemos confiar siempre en Jehová con todo el corazón” (Pro. 3:5).

Otra pareja fiel fueron Katsuo y Hagino Miura, que empezaron el servicio de repartidor en 1931. También los arrestaron en 1939, en Hiroshima. Se negaron a dar culto al emperador y respaldar el militarismo japonés. Katsuo fue víctima de palizas brutales, y sufrió encarcelamiento hasta que una bomba atómica destruyó la prisión en agosto de 1945. Aunque solo tenía 38 años, su salud estaba destrozada. Cuando salió libre, parecía un viejo. Regresó a Ishinomori, en el norte, donde Hagino, que ya llevaba un tiempo libre, estaba criando a su pequeño, Tsutomu.

¿Cómo volvió a encontrar Katsuo la organización de Jehová? El principal periódico de Japón, el Asahi, supo que cinco jóvenes misioneras de la Watch Tower habían llegado a Osaka para vivir al estilo japonés en una casa nipona. Los periodistas las visitaron y redactaron un magnífico reportaje ilustrado en el que comparaban a las cinco hermanas a ángeles que, como flores de cerezo, habían bajado flotando del cielo. El artículo también facilitaba la dirección del hogar misional. A cientos de kilómetros al norte, Katsuo encontró por casualidad el artículo. De inmediato volvió a ponerse en contacto con la organización y se hizo precursor. Sirvió fielmente hasta su muerte, en 1957.

Miyo Idei, de 92 años de edad, todavía sirve en la ciudad nipona de Kobe. Ha aguantado muchas dificultades durante los sesenta y cinco años que lleva en la verdad. Su emocionante biografía se publicó en La Atalaya del 1 de septiembre de 1991.

“Los del 49”

Las condiciones para predicar eran mucho más favorables después de la II Guerra Mundial. No obstante, en 1947 Junzo Akashi notificó a las oficinas de la Sociedad Watch Tower de Brooklyn (Nueva York) que ya no estaba de acuerdo con las enseñanzas bíblicas. El hermano Knorr hizo inmediatamente un llamamiento a Hawai, para que algunos voluntarios hawaianos de origen japonés fueran a la clase 11 de la Escuela de Galaad, a fin de recibir preparación misional. El superintendente de la sucursal de Hawai, que había sido secretario de J. F. Rutherford a principios de los años veinte, imploró: “Pero, hermano Knorr, ¿y los hermanos Haslett?”. Así que también se invitó a Don Haslett y a su esposa, Mabel, aunque tenían casi 50 años de edad. En Galaad, Shinichi Tohara y Elsie Tanigawa enseñaron japonés a más de veinte estudiantes.

Durante 1949, “los hawaianos” —Don y Mabel Haslett; Jerry y Yoshi Toma; Shinichi y Masako Tohara, junto con sus tres hijos, y Elsie Tanigawa— empezaron a servir en su asignación en la ciudad de Tokio, que aún se hallaba en ruinas por los bombardeos. Aquel mismo año les siguió el grupo de australianos, compuesto por Adrian Thompson, Percy e Ilma Iszlaub y Lloyd y Melba Barry, a quienes asignaron a Kobe, ciudad devastada por la guerra. A estos primeros misioneros de Japón se les llegó a llamar “los del 49”. Seis de ellos murieron en sus asignaciones, “con las botas puestas”, como suele decirse, y otros ocho continúan sirviendo de tiempo completo en Japón y en Brooklyn (Nueva York). En 1949 también informaron las horas dedicadas al servicio del Reino ocho publicadores del país.

Crecimiento en Tokio

El grupo hawaiano progresó extraordinariamente en Tokio. Yoshi Toma recuerda que en aquel año posbélico, predicaron el territorio “de refugio en refugio”. Ella dice: “La población era pobre y luchaba por recuperarse de los estragos de la guerra. La comida estaba racionada, y Don Haslett se ponía en la fila con los vecinos para recibir su repollo”. Los amos de casa eran corteses y bondadosos, y escuchaban pacientemente las presentaciones que, con dificultad, decían en japonés los misioneros. Estos también tuvieron que aprender a quitarse los zapatos al entrar en las casas. Luego pasaban al cuarto contiguo, que estaba más elevado. Pero como los techos eran bajos, a Don Haslett le quedaron muchas cicatrices de los golpes que se dio en la cabeza a causa de su estatura. En un año o dos, “los hawaianos” pusieron un fundamento sólido en Tokio, que ahora tiene 139 congregaciones.

En cuanto a “los del 49”, los Testigos ungidos Don y Mabel Haslett dieron un ejemplo maravilloso en el campo, aunque se hallaban entrados en años. Cuando Don murió, en 1966, los seis hermanos que introdujeron el ataúd en el Salón del Reino para el funeral eran jóvenes a quienes él había llevado a la verdad, y que entonces formaban parte de los diecinueve miembros que componían la familia Betel de Japón, en Tokio.

Mabel sobrevivió a Don ocho años. Cuando tenía más de 70 años se le desarrolló cáncer de colon. En uno de los principales hospitales de Tokio, en Toranomon, accedieron amablemente a operarle sin sangre, con la condición de que ingresara en el hospital con dos semanas de antelación. El primer día que pasó allí, un médico joven la visitó en su cama, curioso por saber la razón de que no aceptase la sangre. La visita derivó en varias buenas conversaciones bíblicas todos los días anteriores a la operación. Dada la gravedad del caso, participaron cuatro médicos. Cuando Mabel recuperó el conocimiento, exclamó: “¡Ese maldito Adán!”. Sin duda un comentario adecuado. Mabel estuvo en la unidad de cuidados intensivos solo un día, mientras que otros cuatro pacientes a los que se había practicado la misma intervención, pero con transfusiones de sangre, pasaron allí varios días. ¿Y qué fue del joven médico? Más tarde dijo a Mabel: ‘Usted no lo sabía, pero en el quirófano hubo cinco médicos. Estuve allí también para cerciorarme de que no le pusieran sangre’. El doctor Tominaga prosiguió con su estudio de la Biblia en Yokohama. Hoy día, él, su padre y sus respectivas esposas son miembros activos de la congregación. ¡Qué fantástico fruto de la estancia en el hospital!

Mabel continuó su servicio misional en el hogar misional de Tokio Mita. Cuando tenía 78 años, reapareció el cáncer y estuvo confinada en cama. No obstante, una tarde, cuando los misioneros regresaron a casa y le contaron las magníficas experiencias que habían tenido en la campaña de distribución de Noticias del Reino, Mabel insistió en que la vistieran y la llevaran a distribuir el tratado. Solo tuvo fuerzas para visitar tres casas cercanas, las mismas tres en las que había dado testimonio por primera vez cuando llegó a Japón. Varias semanas después terminó su carrera terrestre y pasó a su asignación celestial (compárese con Lucas 22:28, 29).

Expansión en Kobe

También en Kobe se vio pronto el crecimiento. La primera asamblea verdaderamente teocrática de Japón se celebró en los terrenos del espacioso hogar misional, del 30 de diciembre de 1949 al 1 de enero de 1950. La concurrencia ascendió a 101 personas en la Reunión Pública del domingo, que tuvo lugar en el auditorio de la escuela de Tarumi (Kobe). Tres personas se bautizaron en los grandes baños públicos de Tarumi.

Adrian Thompson (conocido como Tommy), del grupo de misioneros de Kobe, adquirió un extraordinario dominio del japonés, y en 1951 recibió el nombramiento de superintendente de circuito, el primero de Japón. Tiempo después llegó a ser el primer superintendente de distrito. Contribuyó en gran manera a sentar una base sólida para el crecimiento que se avecinaba. El hermano Thompson era hijo de una precursora de Nueva Zelanda fiel por muchos años. Él había ganado renombre como uno de los mejores jugadores de rugby, pero cuando estalló la II Guerra Mundial, renunció a la gloria deportiva, se bautizó como Testigo y emprendió el servicio de tiempo completo en Australia. Aunque murió en 1977, se le recordará durante mucho tiempo por su inagotable energía y su “insistencia en devoción exclusiva” a Jehová (Núm. 25:11).

Les tomó tiempo a los misioneros acostumbrarse a los hogares, la cultura y el idioma de Japón, pero su interés principal era dar a conocer al prójimo la verdad bíblica. Tiger (Percy) Iszlaub, un hombre extravertido de Queensland (Australia), recuerda: “Dirigíamos muchos estudios de la Biblia. Yo tenía 36, e Ilma y los demás tenían más o menos la misma cantidad. Los estudiantes iban al hogar misional a estudiar, algunos todos los días. Se dirigían estudios bíblicos en todas las habitaciones de la casa, tres o más cada noche. Abríamos las publicaciones que íbamos a estudiar en inglés y japonés. Para ayudar a los estudiantes, contábamos las líneas que había hasta donde se encontraba la respuesta. Íbamos despacio, pero era sorprendente cómo comprendían con simplemente leer los textos y compararlos con las publicaciones. Y hoy están en la verdad”.

En los primeros tiempos, los misioneros contaban con pocas publicaciones del Reino para predicar. En Kobe apareció una caja de antes de la guerra de la edición japonesa de Luz, tomo 2, pero la gente decía: “Preferiría leer primero el tomo uno”. Sin embargo, uno de los primeros japoneses de Kobe que entró en la verdad, se interesó en ella al leer el tomo 2, y con el tiempo maduró hasta llegar a ser superintendente de circuito. Poco después se utilizó la información del libro “Sea Dios veraz”. Unos cuantos estudiantes hicieron sus propias traducciones de algunos capítulos del libro, que se reprodujeron en multicopista y se prestaron a los misioneros para que las utilizaran en otros estudios de la Biblia. Pero algunas de aquellas traducciones eran cuestionables. Ilma Iszlaub se sorprendió al encontrar ‘interpretaciones de la señora Ilma Iszlaub’ insertadas en notas al pie de la página de una de esas traducciones.

Unos diez años después, Percy tuvo una extraordinaria experiencia en la ciudad de Fukuoka. Kimihiro Nakata, un violento recluso del corredor de la muerte al que se había condenado por matar a dos hombres, pidió un estudio de la Biblia, y fue Percy quien le ayudó. Como consecuencia, Kimihiro se despojó por completo de la “vieja personalidad”. Se bautizó en la cárcel, y fue, en palabras de Percy, ‘uno de los publicadores del Reino más celosos que había conocido’ (Efe. 4:22-24). Estudió braille y transcribió a ese idioma el libro “Sea Dios veraz”, el folleto “Estas buenas nuevas del reino” y artículos de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Aquellas publicaciones se distribuyeron por diversas partes de Japón, entre ellas escuelas para invidentes. Ahora bien, a primeras horas del 10 de junio de 1959, un automóvil de la policía se detuvo en el hogar misional. Kimihiro había pedido que Percy estuviera presente en su ejecución esa mañana, a lo que él accedió. En el lugar de ejecución conversaron brevemente y, al final, cantaron juntos un cántico del Reino. Kimihiro dijo a Percy: “¿Por qué tiemblas, Percy? Soy yo quien debería estar nervioso”. Sus últimas palabras antes de que lo colgaran fueron: “Hoy tengo plena confianza en Jehová, en el sacrificio redentor y en la esperanza de la resurrección. Dormiré por un poco de tiempo, y si es la voluntad de Jehová, te veré en el Paraíso”. Envió sus más afectuosos saludos para los hermanos de todo el mundo. Kimihiro murió para satisfacer la justicia, pues dio vida por vida, pero no como un criminal empedernido y sin esperanza, sino como un fiel siervo de Jehová, dedicado y bautizado (compárese con Hechos 25:11).

Tras luchar contra el cáncer por unos diez años, Ilma Iszlaub murió en el Hogar Betel de Ebina (Japón) el 29 de enero de 1988. Después del fallecimiento de su esposa, Percy, que era miembro de la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, asistió varias veces a la reunión anual de la Sociedad, y en una de las últimas dio un magnífico informe sobre Japón; él también murió, en 1996.

A pesar de la barrera lingüística, Melba Barry comenzó un estudio de la Biblia el primer día que salió al servicio del campo en Kobe, a finales de 1949. De aquel estudio salieron dos nuevas publicadoras, una de las cuales, Miyo Takagi, hizo el precursorado por varias décadas. Tiempo después, ella le dijo a Melba que le había impresionado ver a dos misioneras cruzar un barrizal para visitarla. Hoy día, cuarenta y ocho años después, Miyo se desplaza en silla de ruedas para continuar efectuando su ministerio. En menos de tres años, Melba ayudó a unas siete personas a aceptar la verdad antes de que la asignaran al servicio misional en Tokio. Estas personas han perseverado a lo largo de los años, y felizmente sobrevivieron al gran terremoto de Kobe de 1995.

Más misioneros al campo

A principios de 1950, cinco hermanas de la clase 11 de Galaad que no habían conseguido el visado para entrar en Nueva Caledonia, recibieron una nueva asignación en Kobe. Entre ellas estaban Lois Dyer, que ha sido precursora por sesenta y siete años, y Molly Heron. Han sido compañeras durante los pasados cuarenta y nueve años, y actualmente sirven en el hogar misional de Tokio Mita. La biografía de Lois apareció en La Atalaya del 1 de noviembre de 1980.

Molly Heron recuerda: “El hogar de Kobe era amplio, de modo que celebramos allí la Conmemoración seis meses después de haber llegado los primeros misioneros. Acudieron unas ciento ochenta personas, que llenaron el comedor y el pasillo, y hasta hubo algunos que escucharon el discurso, traducido al japonés, a través de las ventanas”. Como en aquella reunión se hizo un anuncio sobre el servicio del campo, unas treinta y cinco personas se presentaron a la mañana siguiente (domingo) para participar en la predicación. El hermano Barry cuenta: “Cada misionero tuvo que llevarse a las puertas a tres o cuatro recién interesados, y como los misioneros aún no hablábamos el idioma con fluidez, los amos de casa se volvían a nuestros compañeros japoneses y conversaban con ellos. Nunca supimos qué dijeron estas personas recién interesadas a los amos de casa”.

A finales de junio de 1950 estalló la guerra de Corea. Como es lógico, los misioneros de Japón deseaban saber cómo les iba a los ocho misioneros de su clase que servían en aquel país. No tuvieron que esperar mucho. A los dos días de declararse la guerra, cuando algunos de los misioneros de Kobe regresaban a casa en un tren de cercanías, llegó a la estación al mismo tiempo que ellos un tren que venía en dirección contraria. Una vez que los dos trenes partieron, los misioneros de Kobe vieron a los ocho misioneros de Corea de pie en el otro andén. ¡Qué reunión más feliz! Los misioneros de Corea habían conseguido salir del país en el último avión que evacuó a civiles. El hogar de Kobe aumentó entonces de diez a dieciocho misioneros. El territorio de aquella ciudad, en gran parte en ruinas, recibió un testimonio muy completo.

Al poco tiempo, Scott y Alice Counts fueron al hogar de Tokio, pero en octubre los ocho misioneros coreanos se mudaron a un nuevo hogar que se abrió en Nagoya. Del grupo de Corea, solo regresaron a ese país cuando lo permitieron las circunstancias Don Steele y su esposa, Earlene.

Los campos estaban maduros para la siega

Grace y Gladys Gregory formaron parte del grupo que abrió el hogar de Nagoya. Hallaron el territorio maduro para la siega. En abril de 1951, Grace encontró a Isamu Sugiura, de 18 años, que trabajaba para un vendedor de pianos. Gladys recuerda: “La madre de Isamu lo había criado en una secta sintoísta, en la que le habían enseñado que Japón era la shinshu (la tierra de los dioses) y que el kamikaze (el viento divino) protegería a Japón y le ayudaría a ganar la guerra. Sin embargo, su fe en los dioses japoneses se desvaneció cuando Japón se rindió y él sufrió las terribles condiciones económicas y la escasez de alimentos ocasionadas por la contienda. Su padre murió de desnutrición al año siguiente de finalizar la guerra. El joven Isamu abrazó la esperanza de un paraíso terrestre y se bautizó en una asamblea de circuito en octubre de 1951”.

A ella asistieron unos cincuenta misioneros y alrededor de doscientos cincuenta japoneses. A Isamu le impresionó profundamente el que los misioneros se relacionaran con libertad y sin prejuicio con los japoneses, aunque la II Guerra Mundial había acabado solo seis años antes. Tras cuarenta y cinco años de rendir un servicio de toda alma, que incluyó la Escuela de Galaad y la obra de circuito y de distrito, el hermano Sugiura trabaja actualmente en el Betel de Ebina como parte del Comité de Sucursal.

Gladys Gregory recuerda que visitaba a una mujer que había sido budista de nombre, pero que luego había acudido a las iglesias de la cristiandad, si bien las había abandonado desilusionada. Le decepcionó que los pastores no pudieran explicarle claramente quién es Dios y por qué ellos no utilizaban su nombre personal si aparecía casi siete mil veces en la Biblia que ella tenía (la Bungotai, una versión clásica antigua). En lugar de responder a sus muchas preguntas, los ministros le habían dicho que ‘sencillamente creyera’. Se hizo con un ejemplar de La Atalaya (que se publicaba mensualmente en japonés desde mayo de 1951) que Gladys había colocado a su vecina de al lado. Impresionada por lo que leyó, buscó a Gladys, quien más tarde contó lo siguiente con relación a esta experiencia: “Las respuestas bíblicas a sus preguntas le llegaron al corazón. Inmediatamente fue al Estudio de Libro de Congregación, donde escuchó los anuncios sobre la salida al servicio del campo al día siguiente, y expresó su deseo de ir también. Tratamos de que se tomara las cosas con más calma diciéndole que primero tenía que estudiar un poco, pero ella dijo: ‘Está bien, estudiaré, pero también quiero ir al servicio del campo’. Así lo hizo, y el primer mes dedicó más de cincuenta horas. En menos de un año se había bautizado y había comenzado el precursorado, y tiempo después fue una productiva precursora especial. Con 80 años de edad, todavía sirve de precursora”.

Jehová lo hizo crecer

Las cinco misioneras asignadas a Osaka en 1951 estaban encantadas de que muchas personas fueran directamente al hogar misional para estudiar con ellas. Pero a aquellas nuevas misioneras se les hacía difícil distinguir un japonés de otro. Lena Winteler, de Suiza, dice: “Cuando llegaban las personas, salíamos las cinco en grupo y dejábamos que ellas se dirigieran a la hermana que le daba el estudio”. Las misioneras trataban de imitar la costumbre japonesa, así que colocaban en fila unas zapatillas para que se las pusieran quienes iban a la casa; pero no sabían la diferencia entre las zapatillas para invitados y las zapatillas para el baño. Un día, una estudiante llevó aparte a Lena y le dijo: “Nosotros no sacamos las zapatillas del baño a los invitados”. Las misioneras aprendieron poco a poco.

De vez en cuando, los misioneros de Kobe visitaban Osaka para ayudar un poco a las cinco misioneras solteras que estaban allí. En aquel entonces solo había unos cuantos publicadores en toda Osaka. En una ocasión, Lloyd Barry fue con algunas misioneras de Osaka a una ópera al aire libre en un gran estadio de béisbol de Koshien. Allí se comentó: ‘¿No sería maravilloso que algún día llenáramos este estadio con una asamblea?’. Parecía imposible.

Hacia finales de 1994, sin embargo, se invitó al hermano Barry, actualmente miembro del Cuerpo Gobernante, con sede en Brooklyn, para que diera el discurso de dedicación del Salón de Asambleas recién construido de Hyogo, que utilizarían 52 congregaciones de los alrededores de Kobe. Fue una reunión muy agradable, a la que asistieron algunos de los primeros publicadores japoneses de Osaka. Se programó una asamblea mucho mayor para el día siguiente. ¿Y dónde iba a celebrarse? Nada menos que en el Estadio de Béisbol de Koshien. Se reunieron más de cuarenta mil personas, un grupo muy disciplinado. Muchas otras personas acudieron también a otros 40 lugares por todo Japón, conectados por línea telefónica. Así que el total presente ascendió a más de doscientos cincuenta y cuatro mil, una cantidad superior a la que hubo en la gran asamblea de Nueva York de 1958. ¡De qué manera tan maravillosa lo ha ‘hecho crecer’ Jehová en Japón! (1 Cor. 3:6, 7.)

A principios de 1951 se abrió un hogar misional en Yokohama. Esta ciudad también resultó ser un campo muy fructífero. El primer siervo del hogar, Gordon Dearn, ahora viudo, continúa trabajando de tiempo completo en la sucursal de Tokio, en Ebina. Actualmente hay 114 congregaciones en Yokohama, y sigue la expansión, pues los hermanos de la ciudad han continuado la obra donde la dejaron los misioneros.

En 1952 también se abrió un hogar misional en la ciudad de Kyoto. A dicha ciudad se trasladó a misioneros de Osaka y Kobe para que se unieran al celoso grupo de nuevos misioneros que había allí. En abril de 1954, Lois Dyer y Molly Heron también recibieron un cambio de asignación de Kobe a Kyoto.

En Kyoto hay unos mil templos, casi uno en cada esquina. A fin de no dañarlos, la ciudad no había sido bombardeada durante la guerra. Lois recuerda: “Mientras estábamos allí, conocimos a Shozo Mima, un vendedor de comestibles al por mayor que se recuperaba en su casa de una larga enfermedad. Aunque era un ferviente budista, me dijo que deseaba conocer al Dios verdadero. Fue muy fácil comenzar un estudio de la Biblia con él. Tiempo después también estudiaron su esposa y sus hijas, y toda la familia entró en la verdad. Shozo, un hombre agradable, llegó a ser una columna espiritual de la congregación de Kyoto”.

Margrit Winteler, de Suiza, se reunió con su hermana mayor, Lena, en Kyoto. Se dio cuenta de que en aquella nueva asignación tenía que acostumbrarse tanto a lo que no se decía como a lo que se decía. Por ejemplo, un hombre que esperaba que su esposa tomara la decisión de aceptar o no la publicación, puede que sencillamente moviera el dedo meñique para indicar que ella no estaba en casa. La esposa, por otra parte, tal vez levantaba el pulgar, que representaba al marido, y dijese que él no estaba en casa. Margrit llegó a darse cuenta de que cuando los habitantes de Kyoto se limitaban a mirar las revistas que se les ofrecían y a pasar cuidadosamente una página tras otra, en realidad las estaban rechazando mediante el lenguaje gestual, y querían que ella se diera cuenta sin tener que decirle no. Pero no todas las respuestas, fueran de palabra o con gestos, eran negativas, ni mucho menos. Hoy día hay 39 prósperas congregaciones de los testigos de Jehová en Kyoto.

Se enfrentaron a inviernos fríos y un nuevo idioma

Cuando en 1953 llegaron a Japón más misioneros procedentes de Hawai, entre ellos Adeline Nako y su compañera, Lillian Samson, se les asignó a la fría ciudad septentrional de Sendai. Las temperaturas nocturnas descendían hasta los cinco grados bajo cero [23°F]. Don y Mabel Haslett habían abierto el nuevo hogar misional en aquella ciudad el anterior mes de octubre, y se habían reunido con ellos Shinichi y Masako Tohara. Para los hawaianos, que se habían criado en los trópicos, los fríos inviernos de Sendai constituyeron un reto. Se les llegó a conocer como los “hawaianos frescos congelados”.

Lillian recuerda: “Por primera vez en la vida aprendimos a cortar madera para la cocina. Como solo hacía calor en la cocina, tratábamos de calentar las camas con un yutanpo, un calentador de cama japonés hecho de metal. Durante el día comprábamos ishi-yakiimo (batatas asadas sobre piedras), las metíamos en los bolsillos para calentarnos las manos y luego las comíamos al mediodía”.

No obstante, no solo les dio problemas el frío. Los misioneros pasaron por situaciones incómodas hasta que aprendieron a leer los caracteres japoneses. Adeline aún no ha olvidado el día en que apretó una alarma de incendios pensando que se trataba de un timbre, porque no sabía leer japonés. La gente salió en tropel de sus apartamentos para ver qué había ocurrido. Se llevó una buena reprimenda por ese error.

Entre los recuerdos de aquellos misioneros, sin embargo, hay mucho más que las experiencias personales de sus primeros años en Japón. Para ellos, los muchos miles de hermanos japoneses y las vivencias que compartieron ocupan un lugar en su “álbum familiar”. Le invitamos a examinar las páginas de ese álbum al repasar otros acontecimientos que han contribuido al crecimiento de la sociedad teocrática en Japón.

Los precursores especiales abren campos nuevos

La labor de los precursores especiales ha sido un factor importante en la divulgación del mensaje del Reino hasta los rincones más lejanos del país. Algunos de ellos fueron preparados personalmente por los misioneros, y manifestaron el mismo fervor por Jehová que estos. Paralelamente a la obra misional, a estos precursores especiales japoneses se les envió a las poblaciones más pequeñas. Aunque muchos de los primeros precursores especiales llevaban poco tiempo bautizados cuando se les nombró, han demostrado una devoción y un aguante excepcionales.

Hisako Wakui recibió el nombramiento tras llevar bautizada solo un año y cuatro meses. Ella y su compañera, Takako Sato, sirven juntas de precursoras especiales desde 1957. Entre las dos han ayudado a hacerse Testigos bautizados a más de ochenta personas en los nueve lugares donde han estado asignadas.

Con respecto a los resultados de la bendición de Jehová sobre una de las primeras personas que estudió con ella, Hisako cuenta: “Aunque era muy devota de su religión, dijo: ‘Si se trata de un estudio de la Biblia, puedo hacerlo todos los días’. Cuando aprendió que Dios se llama Jehová y que es el Padre de Jesús, abandonó la Iglesia, y al poco tiempo salió al servicio del campo”. Su ardor no disminuyó cuando se trasladó a una región muy fría donde no había ninguna congregación. En la actualidad, su esposo y sus cuatro hijos están en la verdad. Los tres varones son ancianos, y la hija, precursora especial.

Cuando Hisako y Takako estuvieron en Tsuru, en la prefectura de Yamanashi, descubrieron que el crecimiento era muy lento. Solo asistían a las reuniones cuatro o cinco personas. El superintendente de circuito pensó que tal vez debería dárseles otra asignación en un territorio más fructífero, pero a las hermanas no les entusiasmaba mucho la idea de dejar Tsuru. Tenían la firme convicción de que si Jehová las había enviado a aquel lugar, era porque allí debía de haber ovejas. Así que el superintendente de circuito les dijo: “Si este fin de semana acuden dieciocho personas al discurso público, transmitiré a la Sociedad su deseo de quedarse en esta asignación”. Las precursoras hicieron todo lo que permite la Biblia para que las personas fueran a la reunión del domingo. Sorprendentemente, la asistencia fue de diecinueve. La semana siguiente volvieron a ir cuatro o cinco personas, pero las precursoras continuaron su trabajo en el territorio. Hoy en día, la congregación de Tsuru cuenta con un magnífico grupo de publicadores y un hermoso Salón del Reino.

Kazuko Kobayashi es otra precursora especial que lleva cuarenta años abriendo nuevos territorios. Cuando la conoció Pauline Green, una misionera de Kyoto, Kazuko estaba buscando sentido a la vida. Pauline le mostró Eclesiastés 12:13, y Kazuko quedó satisfecha. Llegó a la conclusión de que la vida de los misioneros era la que más se ajustaba al ideal cristiano, de modo que se puso esa vida como objetivo. Cuando la nombraron precursora especial, solo llevaba bautizada tres años. No tardó en sentir la amorosa mano protectora de Jehová en su servicio especial, y vio buenos resultados. Kazuko también comprendió cómo se sienten los habitantes de los pueblos: el temor al qué dirán influye en sus decisiones. ¿Cómo resolvió este problema? Ella dice: “Procuré hacerme su amiga. Amo a las personas, y dondequiera que iba trataba de recordar que Jehová también las ama. Así me fue fácil hacer amistades”.

En marzo de 1971, la sucursal envió nuevos precursores especiales a predicar en territorios aislados. Un caso típico fue el de dos hermanas que acababan de salir de la adolescencia: Akemi Idei (actualmente Ohara), hija adoptiva de Miyo Idei, y Kazuko Yoshioka (ahora Tokumori), a las que se asignó a la ciudad de Kaga, en el centro de Japón. Hasta entonces habían servido bajo el “manto” protector de sus padres y sus congregaciones. “Las circunstancias eran distintas entonces —recuerda Kazuko—. Éramos las únicas personas que proclamaban las buenas nuevas en el territorio al que se nos había asignado.” A fin de romper el hielo entre la población, que desconfiaba de los extraños, ensayaban introducciones en el dialecto del lugar, imitando fielmente la entonación de la zona. Entre los que aceptaron la verdad estuvieron tres jóvenes de un equipo de atletismo en pista. Kazuko cuenta que cuando los tres comenzaron a salir al ministerio del campo, se le hizo difícil seguirles. Habían sido corredores de fondo, y literalmente iban corriendo de una casa de labranza a la siguiente.

Con la predicación de los celosos precursores especiales en territorios que anteriormente no estaban asignados, aumentó la cantidad de congregaciones y grupos aislados, que en enero de 1976 llegó al millar.

Qué sucedió en Okinawa

La obra también progresaba en las islas de Okinawa. Estas islas, que tenían una población de 1.200.000 personas, quedaron bajo la administración estadounidense después de la II Guerra Mundial. Los habitantes de Okinawa son por naturaleza tranquilos, pacientes, afectuosos y amigables. Los hermanos de estas islas manifiestan, asimismo, aguante y entusiasmo por la verdad.

Okinawa se asignó a la sucursal de Japón, y en 1953 Lloyd Barry, por entonces superintendente de la sucursal de Tokio, hizo su primera visita. Allí lo recibieron cuatro hermanos, todos ellos filipinos que trabajaban en la reconstrucción del país, e inmediatamente lo llevaron en automóvil a un centro correccional del ejército de Estados Unidos, donde estaban detenidos tres soldados. Aquellos jóvenes se habían puesto de parte de la verdad bíblica, pero no tenían mucho tacto y eran extremistas. Por ejemplo, no dejaban dormir al personal de las instalaciones, pues cantaban cánticos del Reino hasta muy entrada la noche. Se les ayudó a ser más equilibrados. (Haciendo un inciso, el capellán de la prisión comentó que, a su modo de ver, para el Reino de Cristo todavía faltaban mil años.) Tiempo después, uno de estos jóvenes sirvió en la familia Betel de Brooklyn; los tres llegaron a ser siervos responsables en la congregación cristiana. Durante aquella visita se celebró una reunión en un cobertizo prefabricado, donde se congregaron más de un centenar de isleños.

A aquella reunión asistió Yoshi Higa, originaria de Okinawa, donde existe la costumbre de depositar los restos mortales en una cueva grande cuya entrada tiene forma de matriz, lo que indica que vuelven al lugar de donde proceden. Yoshi se había refugiado en una de esas cuevas durante la horrible batalla de Okinawa, en la II Guerra Mundial. Al mirar los restos humanos que había allí, se convenció de que los difuntos estaban realmente muertos. Cuando estudió la Biblia, enseguida aceptó la enseñanza sobre el estado de los muertos y la maravillosa esperanza de la resurrección.

Yoshi llegó a ser la primera publicadora y la primera precursora de Okinawa. En la radio local tenían muchos deseos de emitir programas bíblicos, pero los clérigos de la cristiandad eran muy descuidados en facilitarlos. En cambio, la emisora vio que Yoshi estaba muy dispuesta a llenar ese vacío. Durante varios meses leyó artículos de la revista La Atalaya.

Al poco tiempo fue posible organizar una asamblea de circuito para la docena de nuevos publicadores de las islas; Adrian Thompson y Lloyd Barry se turnaron para presentar en japonés las distintas secciones del programa. La obra creció rápidamente, y la cantidad de publicadores y precursores aumentó a pasos agigantados.

Yoshi Higa emprendió el precursorado en mayo de 1954. A lo largo de los cuarenta y tres años que ha servido fielmente de precursora, ha ayudado a más de cincuenta personas a aprender la verdad, y muchas de sus primeras “cartas de recomendación” procedieron de la iglesia de Shuri (2 Cor. 3:1-3). Continúa siendo precursora en Ginowan.

Otra Testigo muy entusiasta es Mitsuko Tomoyori, una hermana viuda que en 1957 comenzó a servir de precursora con su hija Masako en Shuri, la antigua capital de Okinawa. Todavía le brillan los ojos cuando narra historias de los pasados cuarenta años de precursorado y cuenta anécdotas sobre las muchas personas a las que ha ayudado a abrazar la verdad que lleva a vida eterna.

En 1965, la Sociedad Watch Tower abrió una sucursal en Okinawa, de la cual fue superintendente Shinichi Tohara, un misionero hawaiano cuyos ascendientes eran de Okinawa. La sucursal continuó existiendo incluso después que se traspasó el control de las islas al gobierno japonés, en 1972. Cuando entró en vigor la administración mediante comités de sucursal, en febrero de 1976, se nombró para servir en el comité de Okinawa a Shinichi Tohara, al misionero australiano James Linton y a Chukichi Une, graduado de Galaad originario de Okinawa.

Se necesita perseverancia

Durante el año de servicio de 1976, se asignó a precursores especiales a otras islas que estaban bajo la sucursal de Okinawa, con el objeto de expandir la predicación de las buenas nuevas. En algunas islas la respuesta fue buena, pero en otras tomó muchos años vencer la tradición, la superstición y los fuertes lazos familiares. Los precursores especiales asignados a esas islas necesitaron mucha perseverancia. Pese a que había muchas casas vacías, con frecuencia les resultaba casi imposible encontrar alojamiento debido al recelo hacia los extraños. A veces, solo estaba disponible una casa en la que alguien se había suicidado, pero por causa de la superstición del lugar, no era posible utilizarla para celebrar las reuniones.

Pese a todo, con mucha constancia, los precursores comenzaron a ver el fruto. En la isla de Tokuno Shima, una familia asistió al discurso público de la visita del superintendente de circuito. El padre era aficionado a un deporte de la isla: las peleas de toros, en las que se enfrenta un toro contra otro para determinar cuál embiste con más fuerza. Era propietario de un toro de primera clase adiestrado para las competiciones. Pero su interés en la Biblia se despertó gracias a su hija, con quien los testigos de Jehová habían hablado en Japón. La familia aceptó un estudio de la Biblia, y él, su esposa, su hija y tres de sus hijos se hicieron Testigos dedicados. También entraron en la verdad dos familias vecinas. Este grupo se convirtió en un hervidero de actividad. Actualmente hay en esta pequeña isla una congregación de 49 publicadores y dieciséis precursores.

En la distante isla meridional de Ishigaki, a los publicadores les sorprendió que un famoso boxeador joven los buscara para pedirles un estudio de la Biblia. Había estudiado anteriormente en Yokohama, pero le había asustado afrontar la responsabilidad que señalaba la verdad bíblica. Con el fin de eludirla, había huido a Iriomote, una isla poco poblada donde estaba convencido de que no habría ningún testigo de Jehová. Sin embargo, enseguida se encontró unas publicaciones de la Sociedad Watch Tower, y se quedó atónito al darse cuenta de que los testigos de Jehová también habían predicado allí. Llegó a la conclusión de que no había manera de escapar de delante de Jehová (compárese con Jonás 1:3). Se valió de la dirección de un publicador, escrita en una de las publicaciones, para tratar de encontrar a los Testigos de la cercana isla de Ishigaki. En poco tiempo ya era un Testigo dedicado y un precursor entusiasta.

Después de la visita de zona de Milton Henschel, en septiembre de 1980, Okinawa volvió a estar bajo la sucursal japonesa. Los matrimonios Tohara y Une siguieron en el servicio de tiempo completo en Okinawa, y el hermano y la hermana Linton regresaron a la obra de distrito en las islas mayores de Japón.

Los superintendentes viajantes realizan un cometido importante

Gracias a su espíritu abnegado, los superintendentes viajantes y sus esposas han contribuido de muchos modos al crecimiento y la madurez de las congregaciones japonesas. Su servicio edifica las congregaciones. Los hermanos se dan cuenta de que estos hombres y mujeres han dejado ‘casas y madre y padre por causa de las buenas nuevas’ (Mar. 10:29).

Cuando los superintendentes de circuito visitaban las congregaciones en los primeros tiempos, había muy pocos alojamientos que les permitieran llevar una vida privada. Pero el que aceptaran con alegría el alojamiento que estuviera disponible les hizo ganarse el cariño de los hermanos. Keiichi Yoshida recuerda con humor una ocasión reciente, en 1983, en que él y su esposa se quedaron con un hermano soltero y su familia, que no era creyente, en una casa de labor grande en el sector norte de Honshu. Él cuenta: “La familia nos dio una calurosa bienvenida y nos mostró nuestra habitación: un cuarto con un gran altar budista. Cuando íbamos a acostarnos, el abuelo se presentó sin previo aviso en ropa de dormir, abrió la puerta corredera y, sin mediar palabra, tocó la campana del altar, encendió el incienso, dijo sus rezos y se retiró por el otro lado de la habitación. Le siguieron otros miembros de la familia. Pasamos toda la semana con la emoción de no saber cuándo o por dónde llegarían las visitas al altar. Pero disfrutamos de una agradable semana con esta familia amable y hospitalaria”.

Los superintendentes viajantes, actualmente 209, llevan un promedio de veinte años en el servicio de tiempo completo. La mayoría de ellos fueron antes precursores especiales, experiencia que les permite preparar bien a los hermanos en la predicación de casa en casa. Su entusiasmo por el servicio del campo ha contribuido mucho al magnífico espíritu de precursor que existe en Japón.

Algunos de estos superintendentes de circuito han motivado a ciertas personas y a familias enteras a mudarse a zonas donde hay mayor necesidad de Testigos del Reino. Otros han prestado atención especial a los cónyuges no creyentes, lo que ha resultado en que algunos se hayan hecho Testigos bautizados. También han ayudado a los jóvenes a trazarse metas espirituales interesándose de forma especial en cada uno de ellos y dándoles un buen ejemplo.

Continúa la participación de los misioneros

Para los años setenta, se asignó a los misioneros a poblaciones más pequeñas. En esos lugares las personas solían ser más conservadoras y amantes de las tradiciones, por lo que la obra de hacer discípulos adelantaba más despacio. En los lugares donde había congregaciones, los misioneros ayudaban a los hermanos a adquirir experiencia dejándoles asumir la dirección. Akita, Gifu, Kofu, Kawaguchi, Kochi, Nagano, Wakayama y Yamagata fueron algunas de las ciudades donde sirvieron.

Procuraban ayudar con paciencia a los Testigos locales a reconocer la sabiduría de aceptar todo lo que encierra la verdad bíblica (Heb. 6:1). Masao Fujimaki, superintendente presidente de la congregación de Kofu, recuerda una anécdota que ocurrió cuando la congregación estudiaba el libro Cómo lograr felicidad en su vida familiar. A un hermano de edad se le hacía difícil comprender el mandato de que el esposo expresara abiertamente su cariño a su mujer. Dijo: “Claro está, esto es imposible para los que nos criamos antes de la guerra”. Richard Bailey, uno de los misioneros de la congregación, bondadosamente le ayudó en privado diciéndole: ‘Las verdades que estudiamos deben trascender las nacionalidades y la edad; son de aplicación universal, y siempre nos benefician. Si damos poca importancia a un aspecto de la verdad, puede que nos envalentonemos y rechacemos otros aún más importantes’ (Luc. 16:10). El hermano captó el punto, y después de esa conversación se le vio sentado feliz con su esposa, una experiencia nueva para ambos.

A los hermanos del país les benefició de otras formas relacionarse con los misioneros. Una hermana dijo lo siguiente: “Eran felices y sabían servir a Dios con gozo. También aprendí de ellos la importancia de aferrarse a los principios basados en el amor, en lugar de hacer reglas” (Deu. 10:12; Hech. 13:52).

Los misioneros contribuyeron a que se grabara con fuerza en el ánimo de muchos hermanos el sentimiento de pertenencia a una hermandad mundial. Kazuko Sato, que había estudiado en Tokio con Melba Barry, recuerda cómo recibió fuerzas mientras servía de precursora en una zona rural en la que había mucha animosidad religiosa. Como se sentía sola, escribió a los misioneros de su anterior congregación: “Estoy predicando totalmente sola”. Como respuesta, recibió una carta con mensajes de varios misioneros, algunos de ellos escritos con mucho cuidado en caracteres fonéticos japoneses, que decían: “Kazuko, no estás sola. Escucha, y desde el otro lado de los manzanos te llegará el sonido de pisadas: las pisadas de los celosos y fieles hermanos de todo el mundo” (compárese con Revelación 7:9, 10).

En este momento continúan sirviendo 41 misioneros en cinco casas misionales: en Yamagata, Iwaki, Toyama y las dos de Tokio. Además, otros nueve son superintendentes viajantes, y nueve trabajan en el Betel de Ebina. Todos ellos han dado un magnífico ejemplo de lealtad a Jehová y a su organización. De palabra y obra, han contribuido a que los testigos de Jehová de Japón ‘ensanchen’ sus miras y profundicen su comprensión de la verdad (2 Cor. 6:13; Efe. 3:18).

Actividades estivales para cubrir territorios no asignados

También hubo otros Testigos que participaron en divulgar las buenas nuevas por las ciudades y los pueblos distantes. En 1971 se invitó a los precursores regulares a trabajar durante los meses de verano en territorios no asignados. Luego, en 1974 se introdujo el precursorado especial temporal durante los tres meses estivales. Se destinó anualmente a veinticinco zonas a 50 precursores especiales temporales, quienes distribuyeron muchas publicaciones.

Para 1980, solo quedaban unos siete millones ochocientas mil personas en territorios no atendidos por ninguna congregación de Japón. De modo que en lugar de enviar precursores especiales temporales, la sucursal invitó a las congregaciones, a grupos de precursores regulares y a familias a trabajar durante los meses de verano en estos territorios no asignados. Esta resultó ser una idea agradable para los Testigos japoneses, que se sienten más cómodos haciendo todo en equipo.

Los resultados fueron alentadores. En 1986, un publicador que trabajaba un territorio no asignado se acercó a una casa en una montaña del pueblo de Miwa, en la prefectura de Ibaraki, donde lo recibió un ama de casa con los libros Cómo lograr felicidad en su vida familiar y Mi libro de historias bíblicas en las manos. Se había quedado con ellos en una ocasión anterior y los había leído muchas veces. Aunque había buscado una Biblia por las librerías, no la había encontrado, y por ello estaba encantada cuando escuchó que una familia cristiana se iba a mudar al pueblo. Enseguida se comenzó un estudio bíblico, y ahora toda la familia está en la verdad.

Poco a poco se asignaron a las congregaciones cercanas las ciudades y pueblos restantes.

Instrucción especializada para los ancianos

Al extenderse la predicación de las buenas nuevas, también aumentaron la cantidad y el tamaño de las congregaciones. Muchas veces solo había un hermano capacitado, tal vez dos, para llevar la delantera en una congregación. Pocos habían recibido preparación en cuestiones de congregación. Pero después que el 1 de octubre de 1972 se introdujo el sistema de ancianos, se invitó a los que estaban recién nombrados a la sucursal de Numazu, donde recibieron dos semanas de instrucción especializada.

Esta escuela constituyó todo un hito. Los instructores trataron de ayudar a los hermanos a ver la importancia de manifestar amor sincero y de ser equilibrados y razonables con sus compañeros Testigos (2 Cor. 1:24). Destacaron asimismo la importancia de cuidar de la espiritualidad de la propia familia (1 Tim. 3:4; 5:8). Este punto normalmente no se recalcaba en las casas orientales.

Los hermanos estaban ansiosos de llevarse de la escuela toda la instrucción que pudieran. Sin embargo, muchos tendían a aprender las cosas de memoria, como habían hecho en sus años de formación académica. Takashi Abe, uno de los instructores, recuerda: “Los hermanos se quedaban levantados hasta altas horas de la noche afanándose por pasar a limpio las notas de las clases del día. Procuramos disuadirles de tomar muchas notas y fijar reglas, y los instamos, más bien, a valerse del raciocinio y aplicar los principios bíblicos” (Rom. 12:1; Heb. 5:14).

Muchos hermanos hicieron grandes sacrificios para asistir a aquella escuela. Algunos viajaron desde la nevosa Hokkaido, a 1.300 kilómetros [800 millas] al norte, y otros, desde la subtropical Okinawa, a 1.800 kilómetros [1.100 millas] al sur. También había quienes se encaraban a la perspectiva de tener que buscar un nuevo empleo cuando regresaran con sus familias. En 1977 se celebraron sesiones de la escuela de dos días en diversas localidades de todo el país, lo que facilitó mucho la asistencia de los hermanos.

Cómo se enfrentaron a la oposición familiar

Convertirse al cristianismo en Japón no carece de desafíos. “Sobre todo en los territorios rurales, los nuevos sufren mucha oposición de los familiares que viven en la localidad —dice Hiroko Eto, que ha sido precursor durante treinta y siete años—. Los parientes se avergüenzan de tener un familiar que se diferencie del resto de la comunidad, y el temor al hombre es muy intenso.”

La madre de Hiroko, Yuriko Eto, amaba la Biblia incluso antes de entrar en contacto con los testigos de Jehová. Pero en 1954, cuando estos la ayudaron a apreciar que el propósito de Dios no solo incluía llevar al cielo a un rebaño pequeño de cristianos fieles, sino hacer de la Tierra un paraíso lleno de siervos felices de Jehová, ardía en deseos de llevar estas buenas nuevas al prójimo. Ella y sus hijos han ayudado a muchas personas a vencer el temor al hombre a fin de ganar la aprobación de Jehová.

Hiroko tuvo la siguiente experiencia al tratar de ayudar a una mujer sincera. Un ama de casa que comenzó a estudiar se enfrentó al antagonismo de su suegra, con quien ella y su marido vivían. Como no quería turbar la paz familiar, la señora dejó de estudiar. “La esperaba en la carretera y la animaba a ser amable con su suegra —dice Hiroko— y a demostrar con el ejemplo los beneficios de estudiar la Biblia. La mujer planteó con tacto a su esposo preguntas sobre lo que estaba estudiando, y este paulatinamente se interesó. Al principio él le dijo: ‘Es imposible ser cristiano en un pueblo como este’. No obstante, el amor a Jehová los ayudó a vencer mucha oposición.” Actualmente, ellos y su hijo mayor están bautizados. El esposo, que es siervo ministerial, dirige el Estudio de Libro de Congregación en su casa, y su madre sorprendió a todos yendo a la reunión en la que él presentó su primer discurso público.

Muchas veces son los cónyuges quienes se oponen. Algunos esposos lo hacen por celos o porque han crecido en un entorno machista. Cuando Keiko Ichimaru, que estaba recién casada, comenzó a estudiar la Biblia, a principios de los setenta, su esposo, Hiroyuki, se opuso de forma tajante y le dijo que no fuera a las reuniones. “No podía aceptar la idea de que la religión me relegara a un segundo plano”, comentó más tarde Hiroyuki. Keiko amaba a su marido, así que le pidió con tacto que comprobara si lo que ella estudiaba era bueno. Él decidió estudiar la Biblia por su cuenta, pero no la entendió. Finalmente preguntó a su mujer si podía sentarse en el estudio. Ambos llegaron a ser Testigos bautizados. Con el tiempo, Hiroyuki se hizo precursor regular, y actualmente es anciano.

Cuando se inició la proclamación del Reino en Chikugo, en 1971, Mayuki Sakamoto fue una de las primeras personas que aceptaron el mensaje de la Biblia. Su marido, Toyota, se opuso cuando ella y su hijo comenzaron a asistir a las reuniones en una ciudad vecina. Resuelto a detenerla, Toyota intensificó la oposición, que continuó durante catorce años, incluso después que ella se bautizó, en 1973. En una ocasión le apuntó con un arma y gritó: “Te mataré si no lo dejas”. Su respuesta calmada intrigó a Toyota. Se preguntó qué la hacía ser tan firme.

Mientras pasaba todo eso, Mayuki trató de demostrar amor a su esposo. Nunca desistió en su empeño de ayudarle a aprender la verdad (1 Ped. 3:1, 2). Un día, enojado porque su mujer y su hijo hacían el precursorado mientras él trabajaba, Toyota fue al lugar de empleo y renunció. Esta era una medida seria, pues para los japoneses su trabajo es casi sagrado. Toyota esperaba que su esposa y su hijo se compadecieran de él. Pero cuando fue a casa y se lo comunicó, ellos dieron palmadas de alegría. Eso le hizo pensar, y no tardó mucho en ponerse a estudiar. Con el tiempo emprendió el servicio de precursor con ellos, y hoy es anciano cristiano.

A comienzos de la década de los setenta, los hombres que iban a las reuniones por primera vez solían comentar que solo había mujeres y niños. Pero desde entonces han progresado muy bien espiritualmente decenas de miles de varones. Hoy la organización cuenta con una sólida infraestructura de hombres maduros espiritualmente que se ocupan de las necesidades organizativas. Entre ellos hay algunos que estaban opuestos en los años setenta.

Los precursores van a la escuela

Debido al elevado porcentaje de precursores (del 25 al 30%) que había en las congregaciones en los años setenta, muchos hermanos estaban matriculados para asistir a la Escuela del Servicio de Precursor, que en Japón comenzó en enero de 1978. Esta escuela ha contribuido de manera importante a la madurez de las congregaciones.

Primero se invitó a los precursores especiales, los misioneros y los superintendentes viajantes junto con sus esposas. Shigeru Yoshioka, uno de los primeros instructores, recuerda: “Fue una gran ayuda tener a aquellos precursores experimentados en las primeras clases, pues transmitimos a las siguientes lo que aprendimos de los comentarios y las experiencias de estos hermanos maduros”.

A partir de febrero de 1980, la Escuela del Servicio de Precursor se celebró en cada circuito. Los instructores fueron los superintendentes de circuito y otros hermanos maduros que ya habían asistido al curso. En los ocho años posteriores a la inauguración de la escuela hubo, como promedio, un aumento anual del 22% en la cantidad de precursores regulares, mientras que en el caso de los publicadores fue de un 12%. Hoy día, la mayoría de los circuitos tienen al menos dos clases de precursores al año, con entre veinticinco y treinta estudiantes.

La mayoría de los precursores que asisten a la escuela son bastante nuevos en la verdad, pero gracias a ella adquieren confianza y se hacen competentes en el ministerio, además de que aprenden lecciones inapreciables sobre el vivir cristiano. Un precursor se expresó de este modo: “Hasta ahora, el servicio, la educación de los hijos, la personalidad cristiana y el conocimiento bíblico eran conceptos que tenía mezclados. Gracias a este curso de diez días, sin embargo, logré ordenarlos todos en su debido lugar”. Para septiembre de 1997 se habían celebrado 3.650 clases, a las que habían asistido 87.158 precursores.

Han respondido personas de todo tipo

La variopinta estructura de la organización teocrática de Japón la componen personas de muy diversos antecedentes. Toshiaki Niwa es un apacible anciano de la congregación de Yokohama. Pero al final de la II Guerra Mundial aprendió a pilotar un Ohka, un planeador propulsado por cohetes, para lanzar un ataque suicida contra las naves de Estados Unidos. Ese servicio se veía como una prueba de devoción al emperador. Pero la guerra terminó antes de que él tuviera la oportunidad de morir por su país. Tiempo después, su esposa estudió la Biblia con los testigos de Jehová. Cuando Toshiaki aprendió que los Testigos habían mantenido estricta neutralidad durante la guerra, también se interesó. En 1977 comenzó a proclamar junto con su esposa el mensaje de paz de la Biblia.

También en el mundo del espectáculo hemos encontrado a personas dispuestas a cambiar su modo de vida para ser alabadores de Jehová. Yoshihiro Nagasaki había formado una banda de jazz tradicional con varios amigos de la universidad. Pidieron a su maestro de jazz que dirigiera la banda. Se trataba de Yoshimasa Kasai, uno de los músicos de jazz más relevantes de Japón, que para entonces había entrado en contacto con Trummy Young, un trompetista de Hawai que estaba de visita. “Desde aquel mismo día comenzaron las lecciones, pero no de música, sino de la verdad —recuerda Yoshihiro, que ahora sirve en el Comité de Sucursal—. No, no estábamos interesados lo más mínimo, pero como él era tan entusiasta y no queríamos perderlo como director de la banda, lo escuchamos.” Hasta concordaron en estudiar. Para Yoshihiro, el momento clave lo constituyó la asistencia a una asamblea de circuito en abril de 1966. Durante esta, una estudiante de escuela superior a quien él conocía lo invitó a acompañarla al servicio del campo. Ella daba testimonio de la Biblia y él entregaba hojas sueltas a los amos de casa. “Por primera vez la verdad cobró sentido para mí”, recuerda. Después de la asamblea, salió al servicio todos los días y progresó rápidamente. Cuatro de los seis componentes de la banda son hoy Testigos activos.

Shinji Sato era sacerdote del famoso Santuario de Izumo, en la prefectura de Shimane, uno de los santuarios sintoístas más famosos de Japón. También era instructor de la secta Izumo Oyashirokyo. Aunque había sido sacerdote sintoísta por casi veinte años, le había decepcionado la injusticia y la falta de amor de los sacerdotes. Llegó a darse cuenta de que los dioses sintoístas no ofrecían salvación, y emprendió la búsqueda del Dios verdadero. Comenzó a leer la Biblia, pero seguía teniendo muchas preguntas.

Fue entonces cuando encontró en la calle a un conocido del que sabía que era testigo de Jehová. Así que le formuló algunas preguntas sobre las características que a su juicio distinguirían a la religión verdadera: “¿Es su religión apolítica? ¿Es una organización no lucrativa? ¿Vienen sus enseñanzas de Dios y no de los hombres? ¿Practican lo que predican las personas que trabajan en las oficinas centrales?”. Luego preguntó: “Si su organización reúne estas condiciones, ¿sería tan amable de enseñarme la Biblia?”. ¡Qué alivio sintió cuando por fin se libró de Babilonia la Grande! (Rev. 18:4.) Dice: “Ahora que soy testigo de Jehová y enseño el camino del Dios verdadero, me siento tal como dice Proverbios: ‘La bendición de Jehová... eso es lo que enriquece, y él no añade dolor con ella’” (Pro 10:22).

Artistas y músicos famosos, un escritor de historietas, un luchador de sumo y ciclistas profesionales: todos han renunciado a su fama anterior. Algunos profesionales, como médicos, un calígrafo célebre y abogados, han visto la luz de la verdad y están utilizando sus conocimientos para fomentar los intereses del Reino. Antiguos pistoleros, matones, policías y políticos moran juntos en paz con sus hermanos espirituales (Isa 11:6-9). Monjes budistas, sacerdotes sintoístas y hasta la fundadora de su propia religión han salido de Babilonia la Grande (Rev. 18:2). Maestros de escuela, importantes empresarios japoneses y obreros con diversos oficios trabajan juntos en proyectos teocráticos. La organización de Jehová ha crecido hasta incluir a todo tipo de personas, a las que se ha ayudado a ‘vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad’ (Efe. 4:24).

Un espíritu de precursor entusiasta

Pese a que el territorio mengua y la indiferencia religiosa aumenta, el servicio de precursor sigue despertando un enorme entusiasmo. En la primavera, cuando muchos precursores auxiliares se unen a los regulares, la cantidad total asciende a más del 50% de los publicadores. En marzo de 1997, 108.737 sirvieron de precursores.

Muchas veces se plantea esta pregunta: “¿Por qué hay tantos precursores en Japón?”. Parece que se debe a varios factores. El fundamento del crecimiento posbélico nipón lo pusieron misioneros celosos, y los estudiantes agradecidos tratan de imitar a quienes les enseñan (Luc. 6:40). Como consecuencia, se pasó a la siguiente generación de discípulos un legado de celo por el ministerio. Además, las casas japonesas suelen ser bastante modestas, por lo que su mantenimiento consume poco tiempo, y en general se lleva, por tradición, una vida sencilla. Estas circunstancias facilitan más a las amas de casa dar prioridad a los intereses espirituales (Mat. 6:22, 33). Por otro lado, en Japón el clima es normalmente benigno, y las condiciones políticas y económicas del país han sido favorables.

Otros factores parecen ser los antecedentes culturales y la idiosincrasia nacional. Por norma general, los japoneses obedecen las instrucciones, son receptivos al estímulo que reciben del grupo y muy laboriosos. Shinichi Tohara, un estadounidense de ascendencia japonesa que vino al país con los primeros misioneros de la posguerra, dijo al mencionar este punto: ‘Los kamikazes morían por el emperador al dirigir su avión contra los barcos de guerra enemigos. Dado que los japoneses son tan fieles a los amos humanos, ¿qué harán si encuentran al Dios verdadero, Jehová?’. En efecto, las solicitudes para el servicio de precursor evidencian un vivo deseo de agradar a Jehová.

Padres que son precursores

¿Quiénes hacen el precursorado? Principalmente son hermanas, la mayoría casadas y con hijos. Y muchas carecen de apoyo espiritual, pues sus esposos y familiares no son creyentes.

“Cuando comencé el precursorado, mi hija pequeña solo tenía unos meses —dice Mutsuko, de Fujisawa, que lleva de precursora más de veinte años—. Mi marido, que trabajaba en un banco, normalmente no llegaba a casa hasta que nosotras habíamos vuelto de las reuniones de la noche. Aunque tenía que esforzarme mucho, quería seguir siendo precursora.” Recibió su recompensa cuando sus tres hijos comenzaron a servir de precursores junto con ella una vez que se graduaron de la escuela superior. Tras muchos años de oposición y, más tarde, indiferencia, su esposo también decidió cambiar. Qué alegre estaba Mutsuko cuando escuchó a su hijo presentar la primera parte de un discurso público en la congregación, seguido de su esposo, que lo completó.

Los padres que son precursores también ejercen una magnífica influencia. Hisataka sabía que su padre había dejado su puesto de maestro de proceso de datos para ser precursor. Cuando Hisataka disfrutaba de sus vacaciones estivales de la escuela elemental, su padre lo invitó a acompañarlo durante su trabajo, que consistía en repartir leche de madrugada. “Cuando los maravillosos tonos naranjas teñían el cielo oriental —recuerda Hisataka—, papá me hablaba de sus sentimientos más íntimos, acerca de lo gratificante que es servir a Jehová de toda alma. Verle trabajar gozoso para Jehová me motivó más de lo que lo hubieran hecho las palabras.” Hisataka es hoy miembro de la familia Betel de Ebina.

Salvados del karoshi

“Si se muere por trabajar, entre en una empresa japonesa”, han dicho algunos en broma. Eso se debe a que el padre de familia de término medio vive entregado a su empleo, al que dedica innumerables horas. Sin embargo, muchos padres que en un tiempo trabajaban hasta el punto de ponerse en peligro de sufrir karoshi (muerte por exceso de trabajo), están dedicados ahora, no a una compañía del mundo, sino a Jehová Dios, y son precursores junto con su familia.

Shunji, de la región de Kobe, que trabajaba para una importante empresa de construcción, dice: “Actuaba movido por el compromiso con mi empresa y el deseo de triunfar. Cuando el trabajo quedaba lejos de casa, regresaba a ver a la familia como mucho los fines de semana”. ¿Qué lo cambió todo? Contesta: “El miedo a morir, pues me preocupaba lo que pudiera ocurrirle a mi familia si yo fallecía. Me intrigaba saber por qué a mi esposa y a mi hijo siempre les alegraba tanto ir a predicar”. Cuando Shunji ayudó a la congregación local con unos detalles técnicos de la construcción del Salón del Reino, un anciano lo animó a estudiar la Biblia. Así lo hizo, y ahora comparte el gozo del precursorado regular con su familia. También disfruta sirviendo en el Comité Regional de Construcción.

Los cabezas de familia han de tener verdadera fe y abnegación para dejar lo que se ha considerado un empleo seguro de por vida y aceptar empleos de media jornada algo inestables, con el fin de tener el tiempo necesario para el ministerio de precursor. El padre de Mitsunobu, de Chiba, cambió de trabajo. Iba por las oficinas de la gran empresa en la que había trabajado, y en donde sus anteriores compañeros habían ascendido a puestos directivos, recogiendo papel usado para reciclarlo. Con verdadera gratitud, Mitsunobu dice: “Cuánto agradezco a mis padres que me enseñaran a apreciar que el servicio de precursor es un tesoro, y así me ayudaran a convertirlo en mi carrera”. Los que realizan esos cambios en la vida están convencidos de que los beneficios económicos solo son temporales, mientras que los tesoros espirituales tienen un valor mucho mayor (Mat. 6:19-21).

Cuídese para vivir más

Algunos hermanos que anhelan dar el máximo en el servicio de Jehová también han superado graves problemas de salud. “En el mejor de los casos, vivirá para ver crecer a su hijo. Nunca trabaje demasiado y cuídese todo lo posible para vivir más.” Así le habló a Yaeko Ono el médico que le diagnosticó un problema de corazón. Su hijo tenía entonces tres años. “¿Cómo puedo vivir el resto de mi vida sin arrepentirme de nada?”, se preguntaba mientras volvía a casa del hospital. Cuando llegó, se había resuelto a ser precursora. Sus parientes se preocuparon al enterarse, pero ella no cambió de opinión. Dice: ‘Comencé el precursorado en septiembre de 1978. Entonces no sabía que estaba embarazada. Mi madre enfermó gravemente y yo empeoré. No obstante, las palabras de Jesús me animaron: “Con fe del tamaño de un grano de mostaza puede transferirse una montaña” (Mat. 17:20). Decidí dar el máximo posible’.

Pasados diecisiete años, Yaeko dijo: “Siento que Jehová me ha consolado entre sus brazos”. En ocasiones los problemas casi la aplastaron, pero ella recordaba las bendiciones de Jehová, lo cual la ayudaba a perseverar. Influido por su celo, su marido empezó a estudiar. Y ella se llevó la mayor alegría de su vida cuando, en respuesta a sus fervientes oraciones, su esposo llegó a ser su compañero de precursorado.

Este es el calibre de los precursores de Japón. Podrían mencionarse muchos ejemplos más: el hermano paralítico del cuello hacia abajo que fue una fuente constante de estímulo pues servía de precursor, principalmente por carta; la hermana que nació con el cambio de siglo y que fue precursora los últimos trece años de su vida, hasta 1994, en una zona donde nieva mucho, y el anciano invidente que se mudó a una población para servir de precursor y ayudar a una pequeña congregación. Aunque todos ellos, al igual que los fieles testigos de la antigüedad, tenían debilidades físicas, “fueron hechos poderosos” por Dios para hacer Su voluntad (Heb. 11:32-34).

La Traducción del Nuevo Mundo en japonés

En todo el mundo, los testigos de Jehová se caracterizan por utilizar la Biblia en el ministerio público. Los publicadores nipones deseaban de todo corazón una Biblia en japonés moderno que fuera fiel y fácil de leer. A muchos les costaba entender la versión clásica. A pesar de sus hermosas expresiones y el uso uniforme del nombre sagrado de Dios, a quienes se habían educado después de la guerra les resultaba difícil comprender su anticuada sintaxis. Por lo tanto, en enero de 1970, los hermanos de la sucursal se alegraron muchísimo de recibir una carta de la sede mundial en la que se autorizaba la traducción al japonés de la sección griega de la Traducción del Nuevo Mundo.

Tres años después, en la Asamblea Internacional “Victoria Divina” de Osaka, una multitud de 31.263 personas aplaudió con alegría desbordante cuando Lyman Swingle, del Cuerpo Gobernante, presentó la edición en japonés de la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas. Durante los nueve años posteriores a su presentación, se distribuyeron 1.140.000 ejemplares, unas setenta y cinco veces la cantidad de publicadores que había cuando se publicó por primera vez. Se editó en Estados Unidos, pero no faltaba mucho para que se imprimiera y encuadernara en las instalaciones de Japón.

¿Podrían ser mejores los lugares de reunión?

Al seguir multiplicándose la cantidad de congregaciones por todo Japón, cada vez se hacía más patente la necesidad acuciante de lugares de reunión adecuados. Antes de los años setenta, muy pocas congregaciones eran propietarias de los locales donde se reunían. De hecho, solo se dedicaron nueve Salones del Reino en los años sesenta. La mayoría de las congregaciones se reunían en salones públicos alquilados o en hogares particulares.

Ai Nakamura, una hermana de Hirosaki, recuerda lo incómodas que eran aquellas “reuniones portátiles”: “Hacia 1963, todos los fines de semana alquilábamos el salón cultural de la ciudad, y los días que estaba cerrado, la congregación, compuesta de unas quince personas, venía a las reuniones a mi casa. Cada vez que teníamos reunión, todos colaborábamos llevando las revistas, las demás publicaciones, el atril portátil, etc.”. Los salones alquilados solían tener un intenso olor a tabaco, así como lemas y símbolos religiosos o políticos. Nada de eso encajaba con el carácter espiritual de las reuniones de los Testigos.

Molly Heron y Lois Dyer recuerdan el salón que alquilaron para las reuniones en Kyoto. Se trataba de una habitación de tatami (estera gruesa de paja) que estaba en la segunda planta de un almacén y que tenía a ambos lados otras habitaciones. En un lado se daban lecciones de samisen, un instrumento de cuerda japonés; en el otro, unos hombres jugaban al go, un juego de fichas nipón. “Con todo aquel bullicio tratábamos de dirigir el Estudio de La Atalaya. Eso era lo que había en aquellos días”, dice Lois Dyer. Dado que no teníamos lugares de reunión permanentes, como los demás grupos religiosos, las personas se inclinaban a pensar que éramos simplemente una secta insignificante y pasajera.

Pero para mediados de los setenta, ante la creciente cantidad de nuevas congregaciones, los hermanos estaban buscando edificios que pudieran emplearse como Salones del Reino. Para julio de 1974, las 646 congregaciones utilizaban casi doscientos Salones del Reino por todo el país. Ciento treinta y cuatro de estos se dedicaron durante un solo año de servicio, 1974.

Aunque los hermanos no disponían de mucho dinero, su inventiva no conocía límites. Por ejemplo, en la isla de Kyushu, la Congregación Kitakyushu Wakamatsu construyó un Salón del Reino de 130 metros cuadrados [1.400 pies cuadrados] en un terreno que facilitó uno de los publicadores. Los hermanos consiguieron sin costo maderas usadas y tejas de cinco casas que se estaban derribando. También obtuvieron madera gratis procedente de un baño público que ya no se utilizaba. Los únicos materiales de construcción que compraron fueron los que iban a estar a la vista cuando se terminara el salón. Adquirieron gratis las sillas de un cine cercano que había cerrado, las volvieron a pintar y las instalaron en el salón. Tras seis meses trabajando de firme, tenían un magnífico Salón del Reino.

Debido a que los precios de los terrenos eran exorbitantes, algunos Testigos que tenían propiedades en las zonas urbanas derribaron sus casas y las volvieron a construir con un Salón del Reino en la planta de abajo y la residencia arriba.

La sucursal en obras para mantenerse al día

Igual que a los niños se les queda constantemente pequeña la ropa, también ha sido necesario ampliar repetidas veces las instalaciones que utiliza la sucursal de Japón, a fin de atender el crecimiento en la cantidad de Testigos. En 1971 se habían preparado los planos de una fábrica de tres plantas y un Hogar Betel de cinco plantas que iban a construirse en Numazu, con una vista despejada del hermoso monte Fuji.

Al comienzo, la principal finalidad de los edificios de la fábrica era imprimir la edición japonesa de La Atalaya y ¡Despertad! En este sentido, fue un hito la tirada del número especial de ¡Despertad! del 8 de octubre de 1972 en la rotativa de 40 toneladas Tokyo Kikai, recién instalada. Fue la primera revista que produjeron los hermanos en nuestra imprenta de Numazu. Pero el personal de la sala de máquinas tenía mucho que aprender. En ocasiones los hermanos se preguntaban si algún día lograrían que la prensa funcionase como es debido. “Por aquel entonces —dijo uno de los que trabajaban en la prensa—, algunas letras se entintaban tanto que casi podían leerse al tacto.” Otros caracteres eran apenas perceptibles o poco uniformes. No obstante, a medida que los hermanos fueron adquiriendo experiencia, la calidad de la impresión mejoró de día en día y la cantidad de revistas colocadas en el ministerio del campo aumentó.

Cuando el hermano Knorr habló en el programa de dedicación de las instalaciones de la sucursal de Numazu, en 1973, los invitados se reunieron en la tercera planta de la nueva fábrica, que estaba vacía. Con relación al uso que se daría a esa planta, el hermano Knorr dijo: “Este lugar vacío representa su fe. Creemos que se necesitará en uno o dos años. La organización de Dios está avanzando, y lo hace muy deprisa”.

Como predijo el hermano Knorr, pronto se utilizó ese espacio. Para 1974 se necesitaban dos edificios más, uno para almacén y otro para alojar a los trabajadores. “Fue la primera construcción que emprendieron por sí solos los Testigos de Japón —dice Toshio Honma—. Nos preocupaba un poco si habría suficientes trabajadores experimentados. Dios nos bendijo con personas como Tadazo Fukayama, un supervisor de obras con más de treinta años de experiencia en una importante empresa constructora.”

Tras haber realizado durante años un trabajo que le alejaba de su hogar, Tadazo acababa de dejar el empleo para pasar más tiempo con su familia. Por ello, no sabía qué hacer cuando se le pidió que pensara en la posibilidad de ir a Numazu para supervisar la expansión de Betel. ¿Tendría que dejar otra vez a su familia? “No”, fue la respuesta de la sucursal. También se invitaba a su esposa y a sus dos hijos, de 18 y 20 años.

Aunque los edificios que se levantaron en ese entonces eran relativamente pequeños comparados con los que habrían de construirse más tarde, esta obra confirió a los hermanos experiencia y la confianza en que, con la ayuda de Jehová, podrían emprender incluso obras mayores.

Los hermanos japoneses asumen mayores responsabilidades

En abril de 1975, Lloyd Barry, que había sido el superintendente de la sucursal desde 1952, dejó Japón para servir en el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová. Había participado con ardor en la obra durante una etapa en que la organización teocrática había pasado de ocho publicadores, en 1949, a más de treinta mil proclamadores del Reino celosos. A su marcha, la supervisión de la sucursal se confió a Toshio Honma, un hermano originario de Japón que había sido superintendente de la fábrica.

Con respecto a las aptitudes del hermano Honma, su ayudante en la fábrica dijo: “Toshio no era de los que se cruzan de brazos y esperan a que alguien les diga qué hacer en todo momento. Cuando se le daba un trabajo y se le decía: ‘Esta es la dirección que llevamos’, él se ponía manos a la obra. Era un buen organizador y sabía motivar a las personas”.

En febrero de 1976 hubo otro cambio de organización. Al mismo tiempo que en las restantes sucursales del mundo, en Japón la supervisión dejó de ser responsabilidad de un solo hermano, el superintendente de sucursal, y pasó a un comité. Los primeros cinco ancianos a los que se nombró fueron Toshio Honma, el coordinador; Masataro Oda; Shigeo Ikehata; Kiichiro Tanaka, y James Mantz. Los hermanos japoneses aceptaron sin reparos este nuevo sistema, pues estaban muy familiarizados con la idea de tomar decisiones en grupo y buscar el consenso. Uno de los miembros del comité comentó más tarde: “Con el Comité de Sucursal, los hermanos ven como representantes de la organización a un grupo de hermanos maduros, lo que resulta en que se dirija su atención a la organización de Dios, en lugar de a una persona”. Cuando ha de tomarse una decisión importante, este sistema permite que la analicen un grupo de hombres espirituales con antecedentes diversos, y que todos ellos busquen la dirección del espíritu santo y de la Palabra de Dios.

En enero de 1983 llegó a ser coordinador Masataro Oda, que trabajaba en Betel desde febrero de 1960. Sustituyó al hermano Honma, que en ese momento tenía que mantener a un hijo de dos años. Otros hermanos que han servido en el Comité de Sucursal desde entonces por diversos períodos son Ryosuke Fujimoto, Percy Iszlaub, Isamu Sugiura, Yoshihiro Nagasaki, Makoto Nakajima, Kenji Mimura y Richard Bailey. Actualmente lo constituyen siete hermanos. Al extenderse la obra, cada uno de ellos ha aportado su talento para el adelanto de los intereses del Reino de Dios en esta parte del campo mundial.

“Cuando miramos atrás —comenta el hermano Oda—, vemos la sabiduría de Dios en que exista un comité. Desde que en 1976 se instauró este sistema, la obra ha crecido tanto que ningún hombre solo podría atenderla. Jehová dio sabiduría al Cuerpo Gobernante para que delegara la responsabilidad en muchos hermanos, lo que ha permitido que la obra siga su curso sin obstáculos.”

Los hermanos del país organizan las asambleas

Del mismo modo, en los años setenta comenzó a traspasarse a los Testigos del país la responsabilidad de organizar las asambleas. Uno de los primeros superintendentes de distrito japoneses que sirvió de superintendente de asamblea fue Takashi Abe. Adquirió una experiencia valiosa colaborando con los misioneros, como Percy Iszlaub. Este había sido el superintendente de la Asamblea Internacional “Paz en la Tierra”, celebrada en 1969 en el Velódromo Tokio Korakuen. Dos años después, el hermano Abe fue el superintendente de la asamblea nacional celebrada en ese mismo estadio. Gracias a la experiencia que había adquirido en la asamblea de 1969, todo funcionó sin contratiempos. Pero iba a recibir mayores responsabilidades.

En 1973, la Sociedad nombró al hermano Abe superintendente de la Asamblea Internacional “Victoria Divina”, de cinco días de duración, que se celebraría en Osaka. Se preveían unos treinta mil asambleístas, entre ellos 400 visitantes extranjeros. ¿Cómo reaccionó él? Recuerda: “Cuando recibí la carta de nombramiento, me puse muy enfermo y guardé cama varios días, sin poder sentarme siquiera. No hacía más que pensar en el reto que suponía organizar todos los departamentos de la asamblea. Me alegré mucho cuando la Sociedad me envió, unos pocos meses antes de la asamblea, el folleto Organización de Convención. Se solucionaron muchos problemas siguiendo los procedimientos basados en la Biblia”.

Uno de los desafíos inmediatos era encargarse de obtener suficientes asientos para todos. La asamblea iba a celebrarse en la plaza del Festival, en el parque conmemorativo de la Exposición de Osaka (1970), pero en esa explanada no había ni asientos ni plataforma. Se pidió a las congregaciones de los alrededores información sobre sillas plegables que pudieran alquilarse para la asamblea. Se estableció contacto con todos los directores de escuela de una ciudad. También se preguntó al presidente de la mayor fábrica de electrodomésticos de Japón si su empresa estaría dispuesta a alquilar sillas para la asamblea. Un representante de la empresa se reunió con el superintendente de asamblea para hablar de ese asunto. Aunque la empresa no disponía de un excedente de sillas plegables que pudiera alquilar, con gusto donó dinero para que se alquilaran 5.000 sillas. Pero aún se necesitaban más. ¿Cuál fue la solución? Hacer bancos con la madera del andamiaje alquilado a una empresa de construcción. Se terminaron unos pocos días antes de la asamblea, en la que un auditorio de 31.263 personas escuchó el discurso público. Debido a que la cantidad de personas era cada vez mayor, fue la última vez que todos los testigos de Jehová de Japón y Okinawa se reunieron en una sola asamblea.

Cinco miembros del Cuerpo Gobernante y el superintendente de la fábrica de la central mundial de Brooklyn, asistieron a la asamblea y estimularon a los presentes. Hubo asambleístas de Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Guatemala, Hawai, Nigeria, Nueva Zelanda y Papua Nueva Guinea, lo que hizo que la asamblea fuera verdaderamente internacional.

Tras la asamblea de Osaka, un mayor número de hermanos del país asumió la organización de las asambleas, lo cual facilitó a los hermanos equilibrar los preparativos de las asambleas con sus demás obligaciones. También, permitió que los superintendentes viajantes se concentrasen en su asignación, en lugar de dedicar meses de trabajo a las asambleas.

Las asambleas internacionales “Fe Victoriosa”, de 1978

La cuarta asamblea internacional que iba a celebrarse en Japón era la asamblea de cinco días “Fe Victoriosa”, de 1978. En esta ocasión cuatro sedes acomodarían a todas las personas. La asamblea principal, celebrada en Osaka, tuvo una asistencia máxima de 31.785 personas, entre ellas más de doscientos representantes de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Suiza y otros países de Europa, Asia y América del Sur. Estuvieron presentes para participar en el programa tres miembros del Cuerpo Gobernante.

A lo largo de los años se había cultivado un magnífico espíritu de colaboración. Los hermanos habían llegado al pleno convencimiento de que con la ayuda de Jehová podían encargarse incluso de importantes asignaciones teocráticas.

Una bolera se transforma en un Salón de Asambleas

Se hizo patente que, además de Salones del Reino, los hermanos necesitaban mayores instalaciones para las asambleas cuya disponibilidad estuviese garantizada. Para principios de los setenta, muchos centros públicos no se alquilaban a los grupos religiosos, y los contratos para utilizar los gimnasios podían cancelarse en el último minuto, debido a que los acontecimientos deportivos del lugar tenían prioridad. Hirofumi Morohashi, quien durante muchos años fue superintendente de asamblea en el área metropolitana de Tokio, recuerda un incidente en particular que impulsó a los hermanos a iniciar la búsqueda de su propio Salón de Asambleas. Dice: “En 1974 entregamos un depósito de 200.000 yenes [700 dólares (E.U.A.)] para celebrar la asamblea de circuito en un salón de un parque de atracciones de la ciudad de Oyama. Posteriormente, el parque de atracciones quebró. Nos resultó muy difícil recuperar el depósito y encontrar otro lugar para la asamblea”. En aquellas fechas, Percy Iszlaub les mostró fotografías de una antigua fábrica de tejidos de Australia que había sido transformada en un hermoso Salón de Asambleas. Los hermanos de Tokio comprendieron que era el momento de que ellos intentaran algo parecido.

Localizaron una bolera en desuso en Higashi-Matsuyama, a las afueras de Tokio. El propietario del edificio no conocía a los testigos de Jehová, por lo que escribió a una familia con la que se había quedado en Estados Unidos y le preguntó sobre ellos. Recibió una respuesta muy favorable; le dijeron que los testigos de Jehová eran el grupo religioso más digno de confianza de Estados Unidos. A partir de entonces todo prosiguió sin contratiempos, y se firmó el contrato.

Así, en diciembre de 1976 se terminó el primer Salón de Asambleas de Japón. Mientras tanto, otra importante obra de construcción se había puesto en marcha.

Jehová dirige los pasos

Cuando se dedicó la ampliación del complejo de Numazu, en 1977, había más de cuarenta mil publicadores. Se indicó a la sucursal que buscara un terreno que fuera un 300% mayor que el de Numazu. Se encontró una antigua fábrica textil en Ebina, a medio camino entre Numazu y Tokio, con una propiedad de unas 7 hectáreas, un 1.600% mayor que la de Numazu. ¿Aprobaría el Cuerpo Gobernante dar ese paso en un país donde los precios de los terrenos son exorbitantes? Su adquisición costaría el doble de lo que pagó Estados Unidos a Rusia cuando le compró Alaska, en 1867. Durante un tiempo no hubo respuesta de las oficinas centrales. “Entonces, vinieron inesperadamente de Nueva York el hermano Barry y Max Larson, superintendente de la fábrica de Brooklyn, para examinar el terreno, y se nos concedió la aprobación —dice Toshio Honma—. Cuando pensamos en los aumentos que hemos tenido en los pasados veinte años, agradecemos a Jehová que nos guiara a comprar esta enorme propiedad.”

En enero de 1979 se comenzó la construcción de una fábrica de dos plantas, un edificio de oficinas, tres edificios de viviendas con 161 habitaciones para los betelitas, un Salón del Reino y dos pequeños edificios para talleres. Fue una de las mayores obras de construcción realizada por los testigos de Jehová en el mundo hasta entonces.

Muchos padres de familia con conocimientos de construcción dejaron sus empleos y se mudaron con sus familias a Ebina o a las ciudades de alrededor para colaborar en las obras. Uno de ellos fue Yoshiaki Nishio. Cuando recibió la primera invitación para trabajar de fontanero, acababa de trasladarse a una pequeña ciudad de la isla de Shikoku a fin de servir donde había mayor necesidad. Puesto que tenía tres hijos pequeños, estaba desempleado y no disponía de mucho dinero, al principio dijo que no. Pero cuando recibió la tercera invitación por correo urgente, pensó que Jehová le estaba diciendo que fuera. Habló de ello con su esposa, quien se ofreció a sostener a la familia en su ausencia. “Cuando llegué a Betel, me di cuenta por primera vez de que estábamos invitados los cinco. Fue increíble”, recuerda Yoshiaki. Los tres hijos crecieron y se hicieron precursores, y uno de ellos forma parte actualmente de la familia Betel de Ebina.

“Vez tras vez vimos a Jehová abrirnos las puertas en asuntos relacionados con la construcción —recuerda James Mantz, superintendente del Comité de Construcción—. Se levantaron ante nosotros barreras que parecían infranqueables. Algunas leyes para el control de la contaminación que tenía la prefectura de Kanagawa eran las más estrictas del país. Se nos dijo que no desaguáramos ni una gota de las aguas residuales en el canal que atravesaba el terreno. Pero Jehová nos abrió el camino. La anterior fábrica que estaba en la propiedad enfriaba sus máquinas con agua procedente de tres manantiales. El agua iba a un canal, y se utilizaba para regar las cosechas de los vecinos. Cuando estos oyeron que se iba a cortar su suministro de agua, se presentaron en las oficinas municipales para quejarse: ‘Nuestras cosechas dependen del agua que viene de esa propiedad’. Así que los funcionarios municipales revocaron su decisión y fijaron una cantidad mínima de agua que teníamos que verter al canal todos los días para abastecer a los agricultores. Además de las aguas residuales purificadas que iban al canal, teníamos que bombear agua de nuestros manantiales a fin de satisfacer las necesidades de los cultivadores.”

Los edificios terminados se dedicaron a Jehová el 15 de mayo de 1982, estando presente Frederick Franz, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower. Lloyd Barry y su esposa, Melba, también estuvieron presentes y participaron en el programa de dedicación. Cuando el hermano Barry entrevistó a catorce graduados de la clase 11 de Galaad que fueron enviados a Japón junto con él, el auditorio percibió su profundo amor a los hermanos japoneses.

Se progresa en cantidad y calidad

La cantidad de publicadores siguió aumentando, y también la demanda de publicaciones. Antes, incluso, de la dedicación de las instalaciones de Ebina, en octubre de 1979 la Sociedad adquirió su primera prensa offset de bobina. Pesaba 75 toneladas, medía 20 metros [64 pies] de largo y producía 300 revistas por minuto a todo color. ¿Resultaría suficiente para nosotros?

“En 1981 —recuerda el hermano Mantz— recibimos la visita de zona del hermano Jaracz. Observó que había dos turnos en la rotativa, y recomendó que solicitáramos la adquisición de una segunda. Dudamos en pedirla porque creíamos que era más económico arreglárnoslas con una sola. Sin embargo, menos de un mes después recibimos instrucciones de Brooklyn de pedir una segunda prensa rotativa offset. Entonces no sabíamos lo que nos esperaba. Pero cuando se nos entregó, en mayo del año siguiente, tuvimos que comenzar inmediatamente a producir la edición completa de la Traducción del Nuevo Mundo en japonés para presentarla en las asambleas de distrito solo dos meses después. También se presentó en aquellas asambleas el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. De modo que una vez más vimos la mano de Jehová dirigiendo los asuntos. Hubiera sido imposible imprimir las revistas, la Biblia y el libro en una sola prensa.”

En 1984 se instaló una tercera rotativa, una Mitsubishi de gran potencia. Tenía dos bobinas y cuatro unidades de color, además de una unidad extra de negro; podía producir 1.000 revistas por minuto. En aquel entonces era la prensa más rápida del país, por lo que se convirtió en el tema de conversación de los impresores no Testigos. A Ichiki Matsunaga, que había recibido preparación especial para manejarla, le emocionaba verla funcionar a la máxima velocidad. “Pero —dijo— es aún más emocionante contemplar la extraordinaria velocidad a la que se estará difundiendo el mensaje impreso.”

¿Cómo se podría afrontar de forma eficaz la avalancha de 60.000 revistas por hora? Andando el tiempo, los hermanos del taller mecánico diseñaron y fabricaron una cinta transportadora eléctrica que llevaba las revistas desde la rotativa a través de la unidad de prensado hidráulica y la guillotina trilateral, hasta el lugar de empaquetado. El hermano que supervisa el proceso dice: “La prensa consume cada veinte minutos una bobina de papel de media tonelada, y al otro lado del tren de producción se empaquetan las revistas directamente en cajas etiquetadas, listas para su envío”. En menos de cinco minutos, el papel sale de la bobina, pasa por la rotativa y la guillotina, y llega hasta las cajas. Este sistema en cadena reduce la cantidad de trabajadores y ahorra mucho espacio de almacén.

La gran calidad de impresión que hace posible esta maquinaria, junto con las mejoras en las ilustraciones y la calidad del papel, incrementaron enormemente el atractivo de las revistas. Los publicadores las ofrecieron con entusiasmo en el ministerio del campo.

“Una multitud de especialistas”

Con el fin de ir a la par con el cambio a la impresión offset, la Sociedad emprendió la informatización de los trabajos de preprensa. ¿Había Testigos japoneses con suficiente formación técnica que pudieran ofrecerse para acometer este cambio? Sí. Yasuo Ishii, uno de los pioneros en el campo de la informática en Japón, se había convertido en siervo dedicado de Jehová y había dado a conocer su fe a sus colegas. Como consecuencia, seis ingenieros de sistemas y programadores expertos se habían hecho Testigos bautizados. Todo este grupo aceptó la invitación para participar en esta empresa de la Sociedad, algunos como betelitas y otros como trabajadores externos. Recordando lo ocurrido, Toshio Honma, el coordinador del Comité de Sucursal en aquel entonces, dijo: “Jehová tenía una multitud de especialistas preparada para el mismo momento en que se necesitaran”.

En cuanto a la computadora que habría de usarse, las oficinas de Brooklyn habían recomendado arrendar el modelo 4341 de unidad central de IBM, a punto de salir al mercado. La sucursal de la Sociedad en Japón era, por sorteo, la segunda que recibiría una, la unidad central más avanzada que existía. Sin embargo, el representante de la empresa en Japón pensó que sería mejor entregársela a uno de sus clientes habituales, que contaba con los recursos para realizar los programas. Sin dilación, los cinco hermanos y la hermana que realizaban nuestro trabajo prepararon las especificaciones de las singulares necesidades de la Sociedad. Tras ver esas detalladas especificaciones, la empresa no tuvo reparos en incluir nuestro pedido en el primer envío de este nuevo modelo.

Bajo la competente dirección de estos especialistas, se enseñó programación a 40 jóvenes serviciales, tanto hermanos como hermanas. El objetivo era preparar un sistema totalmente automatizado para la composición de las publicaciones japonesas de la Sociedad. El sistema recibió el nombre de SCRIPT (siglas en inglés de sistema de reproducción de caracteres mediante fotocomposición). En menos de dos años estaba listo para que se probara. La primera publicación que se editó con este sistema fue el libro de 192 páginas “Venga tu reino”.

Para 1987, la capacidad de las computadoras personales del mundo había avanzado al grado de satisfacer las exigencias propias de la escritura japonesa. De modo que cuando la fotocomponedora conectada al sistema SCRIPT se estropeó, se cambió al sistema de fotocomposición de la Sociedad, que era más barato. Las características especializadas que los hermanos habían creado para el sistema SCRIPT, que comprendía un “alfabeto” japonés de unos ocho mil complejos caracteres, se integraron entonces en el sistema MEPS. Varios de los programadores que trabajaron con el sistema japonés colaboran ahora en otros países para apoyar las labores de publicación mundial de la Sociedad.

Los comienzos de un nuevo departamento

La imprenta de la Sociedad de Brooklyn había suministrado a Japón durante casi treinta años los libros que necesitaba para distribuir en el campo. Pero cuando la construcción de la nueva fábrica de Ebina estaba en marcha, en 1978, se tomó la decisión de que la sucursal de Japón produjera sus propios libros.

Cuando el presidente de una importante empresa de adhesivos supo de nuestros proyectos, nos visitó. Al enterarse de que teníamos la intención de fabricar nuestro propio pegamento, se ofreció para conseguirnos las materias primas y la maquinaria que necesitaríamos. O si lo preferíamos, consideraría un placer hacernos el pegamento a sus expensas. ¿Por qué? Unos cuantos años antes había ido a Estados Unidos a una exposición de maquinaria de impresión y encuadernación en Chicago. Allí, él y sus acompañantes conocieron a unos hermanos del Betel de Brooklyn, quienes los invitaron a visitar la imprenta de la Sociedad Watchtower en Nueva York. A todo el grupo le impresionó mucho la totalidad de las actividades, y en especial la bondad de los hermanos y su arduo trabajo. Por ello quería ayudarnos del modo que le fuera posible. Resultó que era más barato encargarle a él el pegamento que hacerlo nosotros. Gracias a él también establecimos contacto con otros proveedores de materiales, lo que se ha traducido en ahorros sustanciales.

Muchos fabricantes de máquinas colaboraron de un modo parecido. Cuando unos representantes de un fabricante de guillotinas y alzadoras fueron a Ebina a redactar un contrato, les impresionó sobremanera todo lo que vieron en la zona de construcción, especialmente los laboriosos voluntarios. Como consecuencia, ofrecieron rebajar el precio de sus máquinas en 1.000.000 de yenes (10.000 dólares [E.U.A.]).

¿Quién prepararía a los hermanos?

En la fábrica no había nadie con experiencia en la encuadernación de libros. A Robert Pobuda lo habían invitado a Brooklyn para que recibiera preparación durante seis semanas y consiguiera documentación para enseñar a los hermanos de Japón. Se tradujo la información al japonés y se llevó a cabo un curso de encuadernación, que se complementó con la ayuda de profesionales de empresas comerciales que fueron a enseñar a los hermanos a utilizar los materiales de encuadernación. También organizamos visitas a los talleres de encuadernación comerciales para observar cómo trabajaban.

En cierta ocasión, tras visitar uno de ellos, se invitó a los hermanos a la oficina del presidente. “¿Saben por qué les dejé venir? —preguntó—. Normalmente nunca permitimos a nadie de fuera de la fábrica que vea el taller, pero una semana antes de que ustedes pidieran permiso para hacer la visita, una Testigo llamó a mi puerta y me ofreció las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Me impresionaron sus modales y lo que leí en las revistas.” Aceptó más publicaciones, incluidas suscripciones a La Atalaya y ¡Despertad!, y se ofreció a ayudarnos a preparar a varios hermanos durante un mes en su fábrica.

Desde entonces, los hermanos del taller de encuadernación han seguido mejorando sus aptitudes y profundizando su conocimiento a lo largo de los años. Hasta las empresas de encuadernación comerciales han enviado a sus trabajadores a visitar nuestra fábrica. Siempre se quedan admirados de la limpieza y la atención que se presta a los detalles. James Mantz, que fue superintendente de la fábrica, recuerda: “A una empresa de encuadernación se le dio permiso para grabar un vídeo mientras sus representantes seguían la ruta habitual de la visita. Su idea era utilizar la filmación para preparar a sus trabajadores. La empresa tenía la misma maquinaria que nosotros y hacía un trabajo parecido, pero deseaba poner a los betelitas como modelos por su actitud ante el trabajo, patente en la felicidad que reflejaban sus rostros mientras trabajaban, y por la eficacia en el trabajo”. El hermano Mantz también recuerda el asombro de un ejecutivo que visitó la imprenta de la Sociedad, quien dijo: “Los jóvenes japoneses sufren de lo que ellos llaman el síndrome de las tres kas: kiken, kitanai y kitsui”, lo que significa: peligroso, sucio y difícil. Si el trabajo tiene alguna de estas características, a la mayoría de ellos no les interesa. Pero no ocurre así en la fábrica de Ebina.

Se ha manifestado un interés particular en el taller de encuadernación de lujo. El taller de Ebina se ha convertido en una de las principales fuentes de información sobre encuadernación de lujo en Japón. Allí se fabrican en serie Biblias con tapas de piel.

Editamos la Traducción del Nuevo Mundo completa

El cambio a la impresión offset, la creación del taller de encuadernación y la invención del sistema SCRIPT pusieron el fundamento para producir la Traducción del Nuevo Mundo completa.

En 1975 llegó el permiso para proceder a la traducción de las Escrituras Hebreas de la Traducción del Nuevo Mundo. Sería una labor de equipo. Se nombró a tres traductores para realizar la obra. ¿Qué podría hacerse a fin de mantener bastante uniformidad entre los traductores? Se elaboraron y repartieron entre ellos listas extensas y detalladas de traducciones, junto con documentación sobre nombres propios, animales, plantas, minerales, colores, enfermedades y artículos como herramientas, ropa, comida y ofrendas de sacrificios. También hubo que estudiar atentamente y añadir a la lista cientos de grupos de sinónimos y frases importantes. Posteriormente, a los traductores de la Biblia al japonés se les invitó a hablar de su experiencia con quienes preparaban un sistema de apoyo para la traducción de la Biblia en la sede mundial. Sus sugerencias se incorporaron a los métodos que ahora emplean los traductores de la Biblia por todo el mundo.

La Traducción del Nuevo Mundo completa en japonés se imprimió y encuadernó en nuestro complejo de Ebina. Con el fin de confeccionar las 136.000 Biblias que se necesitaban para su presentación en las diecisiete asambleas de distrito “Verdad del Reino”, de 1982, el Departamento de Artes Gráficas, la sala de máquinas y el taller de encuadernación funcionaron veinticuatro horas al día. Algunos hermanos trabajaron en turnos de doce a dieciséis horas. Les alentaba tener presente que realizaban un trabajo parecido al que Esdras, ‘un hábil copista de la ley de Dios’, había hecho en la antigüedad. Pero mientras la labor de Esdras fue manual, ellos se valían de prensas offset de bobinas de alta velocidad para imprimir en japonés. Como recordatorio de que debían imitar a este hábil copista, colocaron las palabras de Esdras 7:6 en un lado de la prensa.

Ese año, todos los hermanos del taller de encuadernación asistieron a la última asamblea en Fukushima. Acabaron la última Biblia que se necesitaba para la presentación justo ocho minutos antes del final del último día laboral antes de la asamblea. Shigeru Yoshioka, que estaba entonces en el taller de encuadernación, recuerda: “Estábamos agotados, pero cuando vimos las lágrimas de alegría en las caras de los hermanos que recibían la tan esperada Traducción del Nuevo Mundo completa, sentimos que había merecido la pena el esfuerzo”.

Como la traducción de la Biblia al japonés estaba en formato computarizado, no fue difícil sacarla en diversos formatos. Desde que se terminó, en 1982, se han producido casi tres millones de ejemplares de todas las ediciones de la Traducción del Nuevo Mundo en japonés.

Más ampliaciones a fin de tener espacio para el crecimiento

Al igual que les ocurre a los adolescentes, que crecen deprisa, la organización teocrática de Japón enseguida dejó pequeñas las instalaciones de la sucursal. En febrero de 1984 se anunció una nueva expansión, en este caso un edificio de seis plantas para ampliar la fábrica y un edificio de viviendas de ocho plantas, ambos con sótanos. La nueva fábrica iba a tener un espacio de casi 22.500 metros cuadrados [243.000 pies cuadrados], el doble de la fábrica original de Ebina. El nuevo edificio de viviendas tendría 128 habitaciones para alojar a los voluntarios de Betel.

La construcción de los nuevos edificios comenzó en septiembre de 1984 y finalizó en febrero de 1988. Durante este período, la cantidad de publicadores pasó de los cien mil, y ha continuado aumentando. Estas obras no solo prepararían a la sucursal para atender las crecientes necesidades del campo japonés, sino también para ayudar a otros países con sus trabajos de impresión. El 13 de mayo de 1989, los nuevos edificios se dedicaron a Jehová, quien dio el aumento que hizo necesarias las instalaciones.

Anteponen la atención a la familia a otros intereses

En ocasiones, los medios de comunicación del país han convertido a los testigos de Jehová en centro de la atención pública. Una campaña periodística de 1986 dio a conocer cuánto se preocupan ellos por sus hijos. El rotativo Mainichi Daily News publicó el siguiente titular: “Un importante ejecutivo de la JNR renuncia para estar con su familia”. En Japón, cuando los padres de adolescentes reciben un traslado, se enfrentan a un dilema, aunque el cambio implique un ascenso. Los traslados se deciden independientemente de la situación familiar. Muchas veces, quienes tienen hijos en la escuela superior no quieren plantearse que toda la familia cambie de ciudad, por lo que lo normal es que acepten el traslado y dejen a la familia. A esta situación se le llama en japonés tanshinfunin. El artículo del periódico decía que a Takeshi Tamura, un testigo de Jehová, lo habían nombrado director general de la agencia de Kyushu de los Ferrocarriles Nacionales Japoneses (siglas en inglés, JNR). No obstante, él prefirió dimitir a aceptar ese prestigioso puesto y tener que alejarse de su familia. “Cualquiera puede ser director general, pero yo soy el único padre de mis hijos”, comentó el hermano Tamura según uno de los periódicos.

La gente estaba perpleja, ya que hacía algún tiempo se había presentado en los medios informativos un cruel retrato de los testigos de Jehová, en el que los acusaban de estar dispuestos a dejar morir a sus hijos; pero entonces aparecía un hombre que por estar con su familia, tenía el valor de renunciar a un puesto por el que la mayoría de los empleados de la JNR darían cualquier cosa. Los reporteros de televisión fueron por las casas, y también entrevistaron a los hombres de negocios del tanshinfunin que bajaban del tren para pasar el fin de semana con su familia. Los periodistas preguntaban cuál era su opinión sobre la decisión del hermano Tamura. Un comentario frecuente fue este: ‘Admiro su decisión. Me gustaría tener el coraje para hacer lo mismo’.

El hermano Tamura recuerda lo ocurrido y dice: “No sé cómo consiguió la información el Mainichi. Por lo general, cuando se filtra este tipo de noticias, la empresa cambia a propósito a todo el personal, simplemente para demostrar que no era verdadera. Pero en esta ocasión ocurrió tal como lo publicaron los medios de comunicación. Jehová debió estar detrás. Gracias a la cobertura que recibió el caso, los japoneses se dieron cuenta de que los testigos de Jehová se preocupan de sus familias”. Hoy en día, el hermano Tamura y su familia son evangelizadores de tiempo completo. Él es superintendente presidente de su congregación, y su hijo trabaja como betelita temporal.

El progreso en Okinawa

Tras la integración de Okinawa en la sucursal de Japón, la obra siguió progresando bien en ese territorio, donde las antiguas tradiciones aún tienen gran arraigo entre la población. La edad no fue obstáculo para que Kiku Sunagawa, de 70 años, emprendiera el precursorado. Durante años había estado esclavizada a la yuta (médium) de su localidad. Pero la impresionó en lo más hondo aprender en las Escrituras que el Dios verdadero tiene un nombre y que puede leer el corazón. Inmediatamente destruyó todo lo que poseía relacionado con la yuta. Después decidió aprender a leer, para así llegar a conocer mejor la voluntad de Dios. La hermana con la que estudiaba la ayudó con paciencia. La señora se bautizó en 1981, y al año siguiente se hizo precursora.

Aunque Kiku había sido analfabeta, después enseñó a leer y escribir a un señor de edad avanzada, esposo de una estudiante de la Biblia, a fin de que él y su mujer progresaran juntos y llegaran al punto de bautizarse. Este agradecido matrimonio donó a la Congregación Akamichi un terreno adecuado para construir un magnífico Salón del Reino. El trabajo de Kiku recibió más bendiciones cuando sus dos hermanas pequeñas también se libraron de la influencia de la yuta para servir al Dios verdadero, Jehová.

En 1989, una pareja de edad de Hamamatsu aceptó la asignación de dar testimonio en la pequeña isla de Aguni Jima, a unos 60 kilómetros [40 millas] de la costa de Okinawa. Con la venta de sus anillos de boda, reunieron a duras penas el dinero necesario para viajar a aquella retirada isla. Dedicaron veinte días a visitar las 600 casas que allí había. Cierto día en que caminaban junto a una cerca de piedra bajo el ardiente sol estival, dos niñas les ofrecieron agua de su cantimplora. La amabilidad de las niñas les indujo a visitar a los padres. Cuando se presentaron como testigos de Jehová, los padres los abrazaron afectuosamente. Este matrimonio no había visto a ningún testigo de Jehová desde que había salido de Okinawa, ocho meses antes. Se concertó un estudio de la Biblia por correo, que algún tiempo después se pasó a la congregación de Naha (Okinawa). Los padres y la hija mayor se bautizaron en 1993. Están ayudando a muchas personas de esa apartada isla a aprender la verdad.

En 1980, cuando Okinawa volvió a estar bajo la sucursal de Japón, había 958 publicadores en las veintidós congregaciones de la isla de Okinawa y las islas vecinas. Hoy día, más de dos mil seiscientos proclamadores del Reino están activos en la prefectura de Okinawa.

Los Comités Regionales de Construcción son de ayuda

Durante varias décadas, las congregaciones habían construido los Salones del Reino valiéndose de la experiencia y los recursos que tenían a su alcance, pero había problemas estructurales, legales y de otros tipos. Por lo general no se prestaba mucha atención a la combinación de colores. La mayor parte de la fuerza laboral la constituían voluntarios sin formación, y llevaba mucho tiempo acabar las obras. Los meses, e incluso años, que tomaban algunas de ellas ponían en peligro la espiritualidad de la congregación, en especial la de quienes trabajaban en la construcción. Era el momento oportuno de analizar la posibilidad de utilizar las técnicas de construcción rápida empleadas en Estados Unidos.

El primer Comité Regional de Construcción se formó en la región de Tokio en septiembre de 1990. Posteriormente se formaron otros siete para cubrir otras zonas del país. En marzo de 1991 se levantó en Nakaminato (prefectura de Ibaraki) el primer Salón del Reino de Japón de construcción rápida. Aunque un fuerte vendaval azotó la zona el segundo día y ocasionó un retraso temporal, se terminó el salón, de 120 butacas, en solo cuatro días.

Desde entonces, los primeros ocho Comités Regionales de Construcción del país han pasado a ser once, y todos los años colaboran en la construcción de entre ochenta y cien Salones del Reino, algunos dobles y otros con la planta baja dedicada a estacionamientos, pues los terrenos están muy caros. El Comité Regional de Construcción de Okinawa tuvo que modificar los diseños de los edificios para que soportasen los tifones, que azotan con frecuencia las islas.

Un día antes de la fecha fijada para el comienzo de las obras de construcción rápida de la Congregación Kochinda (Okinawa), falleció el hermano que había donado el terreno. El funeral se programó para las cuatro de la tarde del siguiente domingo, en un Salón del Reino que aún no estaba construido. Como el hermano era muy conocido en la zona, se anunció su funeral en los medios informativos. Pero las personas solo veían en el solar los cimientos de hormigón, así que preguntaban: “¿De verdad van a levantar un edificio a tiempo para el funeral?”. Así fue, y muchas personas, incluso de los círculos legales y políticos, se reunieron para escuchar el discurso de funeral.

Actualmente hay 1.796 Salones del Reino por todo Japón y Okinawa, de los cuales 511 se han construido o reformado con el método de construcción rápida. Estos salones constituyen un testimonio elocuente de la presencia de los testigos de Jehová y le dan merecida alabanza al Dios a quien estos adoran.

Salones de Asambleas por todo el país

Todo lo anterior es válido en cuanto a los Salones de Asambleas, donde se celebran las asambleas de circuito y los días especiales de asamblea. A partir de los años ochenta, se construyeron sucesivamente los Salones de Asambleas en Kansai, Ebina, Chiba, Tokai, Hyogo, Gumma, Hokkaido y Tochigi. En 1997 se terminó un noveno Salón de Asambleas en Kyushu.

La conducta ejemplar de los entregados hermanos muchas veces cambió la actitud de algunos vecinos que al principio no veían con buenos ojos las obras. Durante la construcción del Salón de Asambleas de Tokai, cerca de Nagoya, un vecino se opuso con tenacidad a las obras y trató de organizar una campaña para detenerlas. Iba a diario al terreno para ver lo que se hacía. Cierto día se presentó con una sierra en la mano. Cuando el hermano encargado de las obras le preguntó cuál era su intención, le contestó: “He observado lo que han estado haciendo hasta ahora, y parece que el bosquecillo de bambú les impide el paso. Déjeme trabajar de voluntario hoy”. Y se puso a colaborar.

En 1995, los hermanos construían el Salón de Asambleas de Hokkaido, en la isla más septentrional, sin disponer de muchos fondos. Así que se alegraron de conseguir 2.000 butacas gratis. ¿Qué había ocurrido? Durante las obras, un terremoto de gran magnitud sacudió Kobe y las ciudades vecinas, a consecuencia del cual muchos edificios quedaron inutilizables. Uno de ellos fue el Kobe Kokusai Kaikan con su hermosa sala de conciertos. Cuando se tomó la decisión de demolerlo, se presentó un reportaje de televisión en el que salieron los músicos despidiéndose de la sala. Cuando los Testigos que realizaban labores de socorro en Kobe vieron el programa, se pusieron en contacto con los encargados del edificio a fin de conseguir su permiso para llevarse las butacas y enviarlas al Salón de Asambleas de Hokkaido. Una tercera parte de las 2.000 sillas estaban intactas, y las restantes podrían utilizarse tras volverlas a tapizar. A la empresa encargada de la demolición le alegró que se las hubiesen llevado.

A partir de la construcción de los Salones de Asambleas de Tochigi y Hokkaido, en 1995, los hermanos y hermanas que llenaban los requisitos para colaborar con los Comités Regionales de Construcción de Salones del Reino, también trabajaron en los Salones de Asambleas. Los hermanos agradecen mucho estos salones, que les permiten relacionarse durante estas reuniones grandes. Perciben que estos estupendos edificios son una prueba más de la abundante bendición de Jehová sobre su empeño por rendirle un sacrificio de alabanza digno.

Lugares adecuados donde celebrar las asambleas de distrito

Durante los años ochenta, la mayoría de las grandes asambleas de distrito se celebraron en estadios descubiertos, lo cual implicaba aguantar el calor y la humedad extremos del verano, así como hacer frente a los tifones, que empiezan a azotar Japón más o menos en la temporada de las asambleas de verano.

En 1983 se programó una asamblea de distrito para más de veinte mil personas los días 18 a 21 de agosto en las plazas de la Vegetación, del parque conmemorativo de la Exposición Universal de Osaka. Como parte de los preparativos, el domingo día 14 los voluntarios levantaron dos enormes tiendas de campaña. Sin embargo, se dirigía directamente a Osaka un tifón con vientos que alcanzaban los 160 kilómetros por hora [100 millas por hora]. Los hermanos decidieron desmontar las tiendas para evitar peligros. “Las oficinas centrales de la asamblea parecían una estación meteorológica, pues los hermanos seguían con atención la trayectoria del tifón”, dice Shogo Nakagawa, el superintendente de asamblea.

“El día 16 fue un día de oración. Si queríamos que la asamblea diera comienzo con puntualidad, los hermanos debían proceder a armar las tiendas a las cinco de la mañana del 17 de agosto. El periódico de la tarde del día 16 decía: ‘Se espera una tormenta en los alrededores de Osaka’. Para que pudiéramos levantar las tiendas según el programa, el tifón tenía que moverse más deprisa y girar a la derecha, y el cielo debía despejarse por el oeste. Eso fue exactamente lo que ocurrió. A las cuatro de la mañana del día 17 llovía torrencialmente en el sur de Osaka, pero no en los alrededores de la sede de la asamblea. Se volvieron a montar las tiendas, a tiempo para que a la una y veinte de la tarde del jueves día 18 comenzara la asamblea, como estaba programado.”

No obstante, poco a poco hubo disponibles salas y estadios cubiertos con capacidad para más de diez mil personas. En los años noventa, los testigos de Jehová comenzamos a alquilar estos recintos climatizados. Una de las mayores reuniones celebradas en un local cubierto tuvo lugar en el Estadio de la Cúpula de Tokio en 1992. La asistencia total a la Asamblea de Distrito “Portadores de Luz” fue de 39.905 personas. Como el estadio estaba en el centro de Tokio, la asamblea fue un buen testimonio para los observadores. Un hombre que trabajaba cerca de allí admitió ante una precursora que visitó su casa que él y sus compañeros de trabajo habían criticado a los Testigos. Pero tras observar a los asistentes a la asamblea, se disculpó y dijo: “Ahora que he cambiado de opinión, leeré estas revistas con mi esposa”.

Se acoge a los evacuados

En la década de los ochenta se puso a prueba la capacidad de los hermanos para satisfacer otra necesidad. Igual que los cristianos del siglo primero tuvieron ocasión de demostrar la profundidad de su amor ayudando a sus compañeros de creencia necesitados de Judea, en los últimos años a los testigos de Jehová nipones se les han presentado oportunidades de manifestar las cualidades cristianas en tiempos de desastres (Hech. 11:28, 29; Rom. 15:26). El modo como lo han hecho es una prueba más del cumplimiento de las palabras de Jesús: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35).

El primer caso en que se emprendieron labores de socorro de gran envergadura ocurrió tras la erupción del monte Mihara, ocurrida el 21 de noviembre de 1986 en la isla de Izu Oshima. A las cuatro y diecisiete de la tarde, Jiro Nishimura, anciano de la única congregación de la isla, sintió una fuerte explosión. “Cuando salí —contó el hermano Nishimura—, había una nube en forma de hongo sobre el monte Mihara, como la de la explosión de una bomba atómica.” En menos de una hora, 80 terremotos sacudieron la isla. Aquella noche se evacuó a más de diez mil personas.

Pocas horas después de la erupción, se nombraron comités de socorro en la península de Izu y en Tokio para atender a los Testigos evacuados. Tras darse la orden de abandonar la isla, Yoshio Nakamura y otros hermanos de las congregaciones de Tokio, fueron a toda prisa a los muelles a las dos de la mañana para ayudar a los hermanos de la congregación de Izu Oshima. Uno de los evacuados dijo más tarde: “Cuando bajamos del barco, vimos un letrero que decía: ‘testigos de Jehová’. [...] A mi esposa se le llenaron los ojos de lágrimas, pues se sintió muy aliviada al ver que los hermanos habían ido a buscarnos al muelle”.

Erupción en Shimabara

No habían transcurrido aún cinco años, cuando en junio de 1991 entró en erupción el monte Fugen, en la península de Shimabara, cerca de Nagasaki, y perecieron más de cuarenta personas. Una Testigo y sus hijos cuya casa estaba en el camino de una corriente de gas y cenizas sobrecalentadas, escaparon por muy poco. Hubo que evacuar a treinta de los cuarenta y dos publicadores de la congregación de Shimabara. La congregación ya no pudo volver a utilizar su Salón del Reino, pues se encontraba en la zona de peligro. Se informó a las congregaciones de todo el país de las necesidades que tenían los hermanos damnificados, y se abrió una cuenta bancaria para recaudar fondos para ellos. La respuesta fue inmediata, y tan entusiasta, que el banco se vio desbordado. De hecho, pidió que se suspendieran temporalmente los envíos de dinero mientras trataban de ponerse al día con su tramitación. Menos de un mes después, el Comité de Socorro pidió a las congregaciones que dejaran de enviar dinero, pues ya se había recibido más de lo necesario. Además de atender a los que habían perdido el trabajo y el hogar, las donaciones permitieron conseguir un nuevo Salón del Reino para la congregación de Shimabara y otro para la de Arie, que acababa de formarse y a la que pertenecían la mitad de los refugiados.

Las labores de ayuda y el amor e interés que manifestaron las más de tres mil cartas recibidas, conmovieron profundamente a los Testigos damnificados. Como consecuencia, en abril del año siguiente, los veintiocho publicadores de la congregación de Shimabara y los veinte miembros bautizados de la congregación de Arie hicieron el precursorado auxiliar. Fue una prueba de su gratitud a Jehová.

Se necesita asistencia legal

A Satanás, claro está, no le complace la labor unida de los siervos de Jehová. Como en otros países, ha tratado de levantar barreras que impidan el progreso del pueblo de Jehová, por lo que a veces ha habido que llevar algunos casos a los tribunales (compárese con Hechos 25:11).

A fin de encargarse de las situaciones que requerían asesoramiento legal, a principios de los ochenta comenzó a funcionar en la sucursal un departamento jurídico. En 1991, un abogado joven y su esposa se ofrecieron para servir a tiempo completo en la sucursal. Tras consultar con colegas suyos que eran hermanos, preparó una amplia y útil documentación para los cuerpos de ancianos sobre el alquiler y la propiedad de los Salones del Reino, la manera debida de actuar en los casos de violencia contra el pueblo de Jehová y qué pasos prudentes dar en los pleitos por divorcio y custodia de los hijos. Además, se dio a la sucursal el asesoramiento necesario en cuanto a cómo proceder cuando cambian las leyes sobre publicación y exportación de obras bíblicas, y asuntos parecidos.

La conciencia religiosa en los tribunales

Un caso notable llevado a los tribunales fue el de Kunihito Kobayashi, de 16 años, que estaba matriculado en la Escuela Politécnica Municipal de Kobe. (En Japón, las escuelas politécnicas ofrecen un plan de estudios quinquenal no obligatorio que comprende los tres años de escuela superior.) Algunas escuelas tenían la costumbre de suspender o expulsar a los estudiantes que no tomaban parte en los ejercicios de artes marciales, y así se les negaba el derecho a la educación. Cuando Lloyd Barry visitó la sucursal en calidad de superintendente de zona en diciembre de 1986, recomendó que se escogiera a un hermano ejemplar con ese problema, preferiblemente el hijo de un anciano, y que se presentara en los tribunales una demanda contra su expulsión.

En 1990, Kunihito Kobayashi y otros cuatro condiscípulos se negaron a hacer los ejercicios de kendo (modalidad de esgrima japonesa), en armonía con el mandamiento de Isaías 2:4 de ‘batir las espadas en rejas de arado y no aprender más la guerra’. Como consecuencia, no pasaron de curso. Aunque Kunihito era el mejor de la clase, fue expulsado de la escuela tiempo después por no haber aprobado la educación física dos años seguidos. Kunihito y otros cuatro alumnos demandaron a la escuela por su actuación, alegando que había violado sus derechos constitucionales a la libertad de religión y a la educación. Tras varias apelaciones, fue el caso de Kunihito el que finalmente llegó al Tribunal Supremo. El 8 de marzo de 1996, todos los jueces de la Sala Segunda del Tribunal Supremo se pronunciaron unánimemente a su favor, y declararon que la escuela había cometido un error al forzarlo a elegir entre su religión y su formación académica. Fue la primera ocasión en que el Tribunal se pronunció sobre un caso en el que se contraponía la libertad de religión a la competencia de una escuela a establecer su programa de estudios. El nuevo director reunió a todo el alumnado, admitió la equivocación de la escuela en este caso y pidió que ‘dieran una cordial bienvenida al señor Kobayashi como su compañero’. En abril de 1996, cuatro años después de su expulsión, el hermano Kobayashi, entonces de 21 años de edad, reanudó sus estudios.

La decisión se divulgó extensamente por todo el país, y los testigos de Jehová se alegraron de que volviera a informarse a la opinión pública sobre el nombre y los caminos justos de Jehová, y de que se diera un testimonio favorable (Mat. 10:18).

El respeto a la ley de Dios sobre la sangre

Aunque es muy conocido el interés de los testigos de Jehová en la vida de su prójimo, ha sido preciso realizar un esfuerzo ingente para vencer los prejuicios profundamente arraigados contra el hecho de que los Testigos respeten la santidad de la sangre (Gén. 9:4; Hech. 15:28, 29). Con anterioridad a la década de los ochenta, la sucursal disponía de una lista de hospitales y facultativos que habían operado sin sangre. Pero no se trataba de una lista de médicos que cooperaran, pues algunos accedían de mala gana a realizar las intervenciones quirúrgicas sin sangre.

¿Podría hacerse algo más por los Testigos que necesitaban los nombres de médicos dispuestos a operar sin sangre? Akihiro Uotani, que llegó a ocuparse directamente de satisfacer esta necesidad, recuerda: “Estábamos frustrados, pues muchas veces no sabíamos qué hacer con las llamadas desesperadas a la Sociedad para pedir los nombres de profesionales dispuestos a operar sin sangre”. A principios de 1989 llegaron a Japón rumores de que en Estados Unidos se estaban celebrando seminarios del Comité de Enlace con los Hospitales. Interesada en el tema, la sucursal escribió una carta en la que se inquiría al respecto de la sede mundial de Brooklyn. Algún tiempo después, en noviembre de aquel año, se recibió una carta de los Servicios de Información de Hospitales, de Brooklyn, en la que se comunicaba a la sucursal que el Comité de Publicación había aprobado la celebración de un seminario de los comités de enlace de Japón en marzo de 1990. Sería uno de los primeros fuera de Estados Unidos.

Además de los 91 miembros recién nombrados de los Comités de Enlace con los Hospitales, acudirían 111 superintendentes viajantes, 25 Testigos médicos de Japón, 44 hermanos de la República de Corea y 3 instructores de Brooklyn. El seminario se presentaría en inglés y se traduciría al coreano y al japonés.

“Los instructores recalcaron repetidas veces durante el seminario la necesidad de ‘educar a los médicos’ —recuerda el hermano Uotani—. Algunos expresaron serias dudas en cuanto a que en Japón los médicos aceptaran las entrevistas y visitas educativas a los hospitales, sobre todo teniendo en cuenta que la población tradicionalmente aceptaba sin cuestionarlo todo tratamiento que administraran los médicos, quienes no estaban dispuestos a discutir lo que hacían con profanos en la materia. Sin embargo, después del curso, los tres instructores formaron equipos de miembros de los comités de enlace y visitaron los hospitales del área metropolitana de Tokio, con resultados muy buenos.”

Se educa a los medios informativos y a los médicos

Dado que en la prensa habían aparecido algunos reportajes tendenciosos y datos inexactos, se pensó que debía procurarse educar a los medios informativos, así como a los médicos, con respecto a nuestra postura ante la sangre. De modo que en septiembre de 1990, tras la publicación del folleto ¿Cómo puede salvarle la vida la sangre?, la sucursal emprendió una campaña para reunirse con los redactores de artículos de medicina para los rotativos nacionales y locales. Los resultados fueron muy positivos. Algunos periodistas, impresionados por lo que se les enseñó, hasta se ofrecieron a escribir un reportaje sobre los médicos que realizan intervenciones quirúrgicas sin sangre.

Otro beneficio de esta campaña fue que los periodistas de temas científicos de los principales periódicos nacionales, informaron al Comité de Enlace con los Hospitales de Osaka de que la Comisión de Ética del Centro Nacional de Enfermedades Circulatorias iba a hablar sobre qué hacer en los casos de los Testigos. De inmediato se envió una carta, en la que se solicitaba una entrevista con el director del centro. A aquella reunión asistieron tanto este como el vicepresidente de la Comisión de Ética. Como consecuencia, el 22 de abril de 1991 se adoptó la decisión de respetar el derecho de los Testigos a rechazar las transfusiones de sangre.

Tras este magnífico comienzo, se estableció contacto con los comités de ética de otros hospitales, con efectos parecidos. Cuando el Comité de Ética de las maternidades y los hospitales de Tokio elaboraba unas directrices sobre cómo actuar cuando se rechazan transfusiones de sangre por motivos religiosos, se invitó a participar a un representante de los Servicios de Información de Hospitales de la sucursal y a algunos miembros de los comités de enlace de Tokio. Esta comisión de trece miembros recomendó a los dieciséis hospitales que dirige la administración metropolitana que respeten la voluntad de los pacientes adultos que pidan un tratamiento sin sangre, aunque los médicos lo estimen necesario. “En el caso de que llegue al hospital un paciente inconsciente, pero con un documento en su poder que certifique que no acepta las transfusiones, el médico debe dar prioridad a esa decisión”, informó el Mainichi Shimbun. Además, dijo que ‘en el caso de los jóvenes que tuvieran edad para asistir a la escuela superior, se respetaría su voluntad en cuanto a las transfusiones como si fueran adultos’.

Incluso los hospitales que habían puesto oficialmente letreros que decían “No se admiten testigos de Jehová” han cambiado de actitud y están dispuestos a atender a los Testigos y a utilizar tratamientos sin sangre. En la actualidad hay una lista de más de quince mil nombres de médicos dispuestos a cooperar. Algunos doctores hasta se ofenden si el comité de enlace local los pasa por alto. En octubre de 1995, el Hospital Shin-Tokyo, de Matsudo, comenzó un programa de tratamiento sin sangre que respeta completamente la postura de los Testigos. Así que se ha avanzado bastante en este asunto fundamental.

Amor y organización

Como predijo Jesucristo, los grandes terremotos no dejan de sacudir un lugar tras otro en estos últimos días (Mat. 24:3, 7). Uno de ellos estremeció Kobe y sus alrededores el martes 17 de enero de 1995. Como consecuencia de este sismo, de 7,2 grados en la escala de Richter, 5.000 personas perdieron la vida y miles más quedaron sin hogar. De los 9.000 Testigos que vivían en la zona afectada, perdieron la vida 13 Testigos bautizados y 2 publicadores no bautizados. A Hiroshi y Kazu Kaneko, un matrimonio de precursores especiales que servía en la Congregación Nishinomiya Centro, los encontraron aquella mañana bajo los escombros de un viejo apartamento. Tomó más de cuatro horas sacar al hermano Kaneko, pero su esposa, Kazu, había muerto aplastada. Por haber estado bajo el peso de los escombros durante mucho tiempo, los riñones de Hiroshi dejaron de funcionar, y su estado fue crítico durante muchos días. “Se me quedó muy grabado lo inútiles que son las posesiones materiales —dijo Hiroshi—. En cambio, me di cuenta de la importancia de las cualidades internas, como la fe y la esperanza, las cuales nos ayudan a superar las peores circunstancias que podamos afrontar.”

Movidos por el amor intenso a sus hermanos, los Testigos enseguida tomaron medidas para ayudarlos. Afortunadamente, los circuitos de Kobe se habían organizado de tal forma que atravesaban la ciudad de norte a sur. Como el terremoto sacudió la zona a lo largo de la costa, de este a oeste, en todos los circuitos había congregaciones que no habían sentido sus efectos y que podían ayudar a las damnificadas. Los ancianos de las congregaciones cercanas no afectadas tomaron la iniciativa en organizar las labores de socorro. Un día después del primer temblor, un convoy de dieciséis motocicletas repartió comida y agua a las congregaciones del centro de Kobe.

Los superintendentes de circuito habilitaron de inmediato centros de socorro temporales para atender a los Testigos de la zona devastada. La sucursal designó seis Salones del Reino que no habían sido destruidos como almacenes para las ayudas. “En menos de cinco horas estaban repletos —recuerda Yoshihiro Nagasaki, miembro del Comité de Sucursal que fue a la zona siniestrada montado en la parte de atrás de la motocicleta de otro Testigo—. Tuvimos que pedir a los hermanos que desviaran los suministros de socorro a los Salones de Asambleas cercanos.” Los centros de ayuda se abrieron en los lugares donde los representantes de las congregaciones de Kobe pudieran tomar los artículos necesitados, que luego los ancianos distribuían entre los hermanos de su congregación.

La Biblia anima a los cristianos a “[obrar] lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con [ellos] en la fe” (Gál. 6:10). Los Testigos compartieron gustosamente con sus vecinos lo que habían recibido. Dos días después del terremoto, un anciano que se percató de que los suministros de socorro eran suficientes para los Testigos, pero que el resto de la población pasaba mucha necesidad, envió rápidamente dos furgonetas llenas de alimentos a un centro de refugiados de la ciudad.

Se presta más ayuda

También se atendieron las necesidades espirituales y emocionales. Se hicieron sin demora preparativos para continuar celebrando las reuniones. Una congregación se reunió en un parque el mismo día del terremoto. Al domingo siguiente, la mayoría de las congregaciones de la zona llevaron a cabo su habitual Estudio de La Atalaya. A fin de dar apoyo moral y espiritual a los damnificados, se envió a los cinco circuitos afectados a siete superintendentes de circuito, que se sumaron a los que visitaban las congregaciones normalmente. Estos ancianos hicieron visitas especiales para fortalecer a los hermanos y ayudarles a mantener en primer lugar en su vida los intereses del Reino a pesar del desastre acaecido.

Diez Salones del Reino habían quedado inutilizables, y los hogares de la mayoría de los hermanos estaban total o parcialmente destruidos. Cada uno de los once Comités Regionales de Construcción organizó equipos de unos veintiún trabajadores para reparar las casas dañadas. Un equipo de socorro compuesto por Testigos de Estados Unidos se pagó el viaje para colaborar en las labores de reconstrucción. Cuando estos equipos terminaron el trabajo, habían reparado 1.023 casas y habían retirado los escombros de otras cuatro que habían quedado destruidas. Hermanos abnegados de todo el país reconstruyeron cinco Salones del Reino y repararon otros cuatro.

A los familiares no creyentes se les trató con la misma bondad que a los creyentes. Una hermana cuyo cónyuge no era Testigo perdió al segundo de sus cuatro hijos en el terremoto. La familia se quedó durante una semana en el Salón del Reino junto con otros 70 Testigos. Al observar el interés de los hermanos y la ayuda práctica que prestaban, el esposo fue cobrando aprecio por la organización de Jehová. Un día visitó el centro de socorro de Suita, donde vio a muchos hermanos trabajar de firme por el bien de desconocidos. Le embargó la emoción y no pudo contener las lágrimas. Aquel mismo día aceptó un estudio de la Biblia.

Se hace frente de modo constructivo a los cambios

La situación de Japón ha cambiado con el paso de los años. Para finales de marzo de 1992, cuarenta y tres años después de la llegada del primer grupo de misioneros, en 1949, todo el territorio asignado a la sucursal de Japón recibía regularmente el mensaje de las buenas nuevas del Reino. Ahora bien, la actitud y las circunstancias de la población también han cambiado, lo cual ha exigido flexibilidad de parte de los testigos de Jehová.

Rodney Kealoha, un misionero que estuvo en la obra viajante durante mucho tiempo, comentó: “Hace veinticinco años [en los setenta], los japoneses eran muy corteses y amigables. Cuando los Testigos los visitaban, escuchaban aunque no estuvieran interesados”. Las personas dedicaban tiempo a leer y, en general, respetaban mucho la moralidad y el orden social. Sin embargo, poco a poco la creciente prosperidad material ha ido llenándolos de distracciones. Las amas de casa se fueron integrando en la fuerza laboral del país. Durante el día se hallaba a menos personas en casa, y las que estaban con frecuencia se encontraban demasiado ocupadas para mantener conversaciones largas sobre temas religiosos, y tampoco estaban dispuestas a aceptar publicaciones, pues les parecía que no tendrían tiempo de leerlas.

Se construyeron edificios de apartamentos con muchas medidas de seguridad y casas con intercomunicadores. Los publicadores que los atendían se vieron obligados a adaptarse y a exponer su mensaje por los intercomunicadores. Aprendieron a volver a visitar a quienes simplemente eran amables y educados. A Hiroko, una precursora que servía en Sapporo, la rechazó por el intercomunicador una mujer que le dijo que era sintoísta. Pero la hermana estaba convencida de que la voz jovial y el trato cortés de la señora revelaban que tenía un buen corazón, por lo que volvió a visitarla. Poco a poco entablaron amistad por el intercomunicador. Tras haber hablado diez meses de ese modo, la mujer terminó por recibir a la hermana con estas palabras: “Espere un minuto, por favor”, tras lo cual salió a la puerta y la invitó a su casa. La conversación sobre una cuestión familiar desembocó enseguida en un estudio de la Biblia y más tarde en el bautismo. Esta nueva hermana, hoy precursora, realmente tenía un buen corazón.

Dado que muchos vecinos raras veces están en casa durante el día, Nuestro Ministerio del Reino recomendó que se saliera más a dar testimonio al anochecer y por la calle. Los publicadores respondieron de inmediato con entusiasmo. Al poco tiempo se les veía mostrando las revistas La Atalaya y ¡Despertad! por las calles de todo Japón, sobre todo en los alrededores de las concurridas estaciones de tren.

Un caso típico fue el de una hermana de las cercanías de Yokohama. Aunque su trabajo era de jornada completa, deseaba ser precursora auxiliar. Un anciano le recomendó que todos los días, antes de ir a su empleo, predicara de seis a ocho de la mañana por la calle cerca de la estación de ferrocarril. Tras vencer su propia timidez y las burlas iniciales de algunas personas que viajaban a sus empleos, consiguió unas cuarenta rutas de revistas con personas a las que les gustaba recibirlas. Entre ellas estaban quienes iban a su trabajo, empleados de la estación y tenderos de las cercanías. Distribuía un promedio de doscientas treinta y cinco revistas al mes, en un territorio en el que los precursores por lo general dejaban unas treinta. Además, comentando brevemente unos puntos bíblicos con las personas cada día, logró comenzar seis estudios bíblicos, uno de ellos con un policía.

Otros publicadores pusieron en práctica las sugerencias sobre la predicación por teléfono, a fin de acceder a quienes viven en edificios con muchas medidas de seguridad. La persistencia y la exposición de un tema atrayente han abierto el camino para comenzar muchos estudios bíblicos. Una hermana que daba testimonio por teléfono preguntó a una mujer si se había parado a pensar en lo que el futuro les depararía a ella y a su familia, a lo que la señora contestó que sí. Decepcionada por la incapacidad de los demás para ayudar al prójimo, su salud se había resentido, y como consecuencia se había recluido en su casa. Pero el interés sincero de la Testigo la indujo a aceptar su invitación de encontrarse con ella en un supermercado cercano. Cuando se le mostró el índice del libro Vida familiar, aceptó sin dilación un estudio de la Biblia.

La participación activa en el campo, aunada a la madurez de las congregaciones, ha resultado en un crecimiento constante y prolongado. La serie actual de máximos consecutivos en la cantidad de publicadores se inició en enero de 1979 y ha continuado sin interrupción por más de dieciocho años. Durante finales de los años ochenta y principios de los noventa, la cantidad de publicadores aumentó en Japón un promedio de más de diez mil al año. Para marzo de 1995 había 200.000 proclamadores del Reino en el país. Para agosto de 1997 eran 220.663 publicadores en 3.785 congregaciones, mientras que en agosto de 1972 habían sido 14.199 publicadores en 320 congregaciones. Ahora bien, cada vez hay más publicadores cuyo idioma materno no es el japonés.

Ayuda para los grupos extranjeros

Como consecuencia de la fortaleza de la economía japonesa, emigraron al país muchos trabajadores que hablaban otros idiomas, entre ellos testigos de Jehová. Japón ya no es un país donde la práctica totalidad de la población tiene el japonés como lengua materna. ¿Cómo podría ayudarse espiritualmente a quienes hablan otros idiomas?

Antes de la década de los ochenta, la población de habla extranjera era relativamente escasa. En Misawa, Tachikawa y Okinawa se habían formado pequeños grupos aislados o congregaciones, para provecho de las esposas y los hijos de los militares de Estados Unidos, así como de otras personas interesadas.

El mayor de estos grupos fue el que atendía las bases estadounidenses de Okinawa. En 1968, Karl y Evalyn Emerson, que habían sido misioneros en Corea, se mudaron con su hijo pequeño para ayudar a la población anglohablante de Okinawa. Bill y Mary Ives y Wayne y Penny Frazee, de las clases 40 y 52 de Galaad, se les unieron para trabajar en este fructífero campo. A Wayne, que conducía un pequeño y destartalado automóvil de 360 centímetros cúbicos por la extensa Base Aérea de Kadena, le fue bien en particular con los reclutas, pues había servido en la milicia. Durante los quince años que estuvieron en Okinawa, Wayne y Penny ayudaron entre los dos a unas cien personas a llegar al bautismo. Tan efectivo fue su ministerio, que el comandante de la base les pidió que predicaran en otro lugar. ¿Por qué? “Se están llevando a mis mejores hombres”, se quejó.

Aunque en la congregación se vivía un constante ir y venir de gente al destinarse al personal a otras bases militares, han asistido a las reuniones miles de personas, y se ha ayudado a cientos a ponerse de parte de Jehová. La mayoría le siguieron sirviendo tras regresar a Estados Unidos. Algunos llegaron a ser ancianos y siervos ministeriales. Uno de ellos, Nick Simonelli, asistió tiempo después a la clase 93 de Galaad, siguiendo los pasos de quien le había dirigido el estudio. Hoy sirve con su esposa en Ecuador.

El territorio de habla inglesa en Japón

Hacia finales de los años setenta, tras la guerra de Vietnam, los grupos de habla inglesa de Japón se disolvieron poco a poco. Pero a principios de los ochenta, James Mantz, hijo, se percató de que alrededor de la Base Aeronaval de Atsugi, a solo quince minutos de Betel en automóvil, vivían muchos anglohablantes, por lo que invitó a sus padres, que residían en California (E.U.A.), para que fueran a Oriente a ayudar (compárese con Hechos 16:9). Así que en marzo de 1981, James Mantz, padre, y su esposa, Ruth, de 62 y 59 años respectivamente, se mudaron a Sagamihara, cerca de la base de Atsugi. “Nuestro territorio comprendía cualquier lugar donde encontráramos a personas que hablaran inglés”, recuerda Ruth. “Cuando Ruth predicaba por la calle, muchas veces paraba a los soldados americanos jóvenes que iban en bicicleta, extendiendo las manos para mostrarles las revistas”, recuerda un miembro de la familia Betel de Ebina. Lamentablemente, James Mantz, padre, falleció poco después de llegar a Japón, pero Ruth se quedó en la zona y ayudó a bastante gente a entrar en la verdad. El pequeño grupo inglés de Sagamihara se convirtió en congregación en octubre de 1985.

Como la economía japonesa prosperó durante los años ochenta, la cantidad de extranjeros aumentó de forma espectacular. Muchos miles de filipinos, suramericanos, africanos, chinos y coreanos emigraron en tropel al país en busca de trabajo. La Sociedad adoptó medidas para dar ayuda espiritual a estos trabajadores extranjeros. Se asignó a precursores japoneses que hablaban inglés, incluidos muchos hermanos que servían en Betel, para que prestaran su ayuda. “Cuando la Sociedad tomó la iniciativa en este campo —comentó un hermano que estuvo en la congregación inglesa durante muchos años—, enseguida llegó el aumento.” Para el 1 de septiembre de 1997 había dieciocho congregaciones de habla inglesa, que constituían un circuito independiente.

Ayuda para los brasileños

Una gran cantidad de nipones cuyos padres o abuelos habían emigrado a Brasil regresaron a Japón para trabajar, pero no entendían ni japonés ni inglés. En 1986, Kazuyuki y Nanako Kiritani, un matrimonio de ex misioneros que habían servido en Brasil, se mudaron a Yokohama, donde había unas cuantas hermanas y algunos estudiantes de la Biblia que hablaban portugués. Este pequeño grupo comenzó a celebrar en dicho idioma el Estudio de La Atalaya y la Escuela del Ministerio Teocrático abreviada una vez al mes.

En la primavera de 1991, la Sociedad invitó a tres ancianos brasileños que vivían en Tokio, Nagoya y Toyohashi, además de al hermano Kiritani, a hablar sobre el progreso en el campo portugués. En agosto de 1991 se formaron cuatro grupos en este idioma. La sucursal había conseguido que varios betelitas con buena disposición recibieran clases de portugués en Betel. Estos hermanos aprendieron el idioma con entusiasmo y se convirtieron en parte del fundamento de los grupos portugueses. Los grupos recién formados se hicieron congregaciones en poco tiempo, y en menos de seis años había veintiuna congregaciones de habla portuguesa, que también formaban su propio circuito.

Se abre el campo en español

En septiembre de 1987 se celebró la primera reunión en español para ayudar a ocho hermanas que hasta entonces habían pertenecido a un grupo portugués. Quedó a cargo del grupo Louis Delgado, un hermano soltero del Perú. Por aquel entonces, algunas hermanas viajaban seis horas para asistir a las reuniones en español, pero la ayuda espiritual que recibían hacía que mereciera la pena. Por causa de la barrera lingüística, algunas mujeres que se habían casado con ciudadanos japoneses a fin de conseguir seguridad económica, tenían problemas matrimoniales, y tampoco encontraban fácil expresar sus sentimientos a los ancianos de las congregaciones japonesas.

El ministerio del campo también constituía un reto para el grupo de habla española. A fin de organizar los territorios, fueron a cada una de las veintinueve estaciones de la línea férrea de Yamanote, que serpentea por el centro de Tokio, buscando nombres españoles en las puertas de las casas. Aunque esta labor fue agotadora y consumió mucho tiempo, les permitió tener territorio bien definido en que trabajar.

Por el día, grupos de hermanas visitaban zonas en las que vivían muchas colombianas, que trabajaban en bares que por lo general dirigía la yakuza, la mafia japonesa. Cuando parecía que una mujer progresaba espiritualmente, la yakuza intervenía y la trasladaba a otro lugar. Una de tales estudiantes, sin embargo, adelantó hasta el punto de comprender que debía cambiar de trabajo para agradar a Jehová, lo cual implicaba huir y esconderse de la yakuza. Con la ayuda de quien estudiaba con ella, con el tiempo le fue posible regresar a su país.

Así, cuando a comienzos de los noventa llegaron a Japón muchos trabajadores procedentes de Perú, Argentina, Paraguay, Bolivia y otros países, Jehová disponía de un pequeño grupo hispanohablante preparado para atender sus necesidades espirituales. En 1991 se comenzó a impartir un curso de español para los betelitas que estaban dispuestos a ayudar en este campo. En menos de un año, algunos ya pronunciaban discursos públicos. En 1993 se formó la primera congregación de habla española en el área metropolitana de Tokio. Para 1997 había trece prósperas congregaciones de habla española. Componen un circuito de habla extranjera aparte.

Se ayuda a las personas procedentes de Asia

También entraron en tropel en Japón una importante cantidad de chinos, entre ellos miles de estudiantes, así como los descendientes de los niños japoneses a los que se dejó en China al final de la II Guerra Mundial. Se calculaba que residían en Japón más de trescientos mil chinos, doscientos mil de ellos en el gran Tokio. Los hermanos alzaban sus ojos y miraban el campo chino, blanco para la siega, ‘pero los obreros eran pocos’ (Mat. 9:37; Juan 4:35).

Masayuki Yamamoto y su esposa, Masako, habían servido de misioneros en Taiwan durante ocho años. Por otro lado, en 1992 aprendieron chino unos cuantos betelitas que estaban dispuestos a ayudar a ese sector de la población. Sin dilación, Masayuki se puso en contacto con los que hablaban algo del idioma, y se formó un grupo de veintiocho publicadores, la mayoría precursores japoneses con muchos deseos de ayudar a las personas interesadas de habla china, si bien aún les costaba expresarse en ese idioma. El entusiasmo de los Testigos japoneses conmovió a los chinos. Un hermano dio el libro El hombre más grande de todos los tiempos a una joven que estudiaba en su misma escuela. Ella leyó el libro en una semana, lo cual la indujo a comenzar a asistir a todas las reuniones. Estaba asombrada de ver a tantos japoneses estudiar chino con la única intención de dar a conocer las buenas nuevas a la población que habla ese idioma. Ella y su hermano menor progresaron rápidamente, y en menos de un año se bautizaron. Aun antes de bautizarse, la joven dirigía sus propios estudios bíblicos.

En mayo de 1993 se celebró la primera asamblea de circuito en chino. Asistieron 399 personas y se bautizaron ocho. Al poco tiempo había cinco congregaciones en chino mandarín y un grupo de estudio de libro en chino en una congregación japonesa.

Otros idiomas

A finales de la década de los ochenta comenzaron a estudiar la Biblia Penn Pitorest y su esposa, Phiksang. Ambos eran refugiados de Camboya y habían perdido a sus padres en las matanzas ocurridas en su país natal. Progresaron lentamente porque casi no había publicaciones para estudiar en camboyano, pero terminaron bautizándose. Como les preocupaban las necesidades espirituales de otros refugiados de Camboya, procuraron dirigir estudios bíblicos con ellos. En poco tiempo se formó un grupo camboyano. Recibieron más ayuda en 1994, cuando se inició la publicación de la revista La Atalaya en su idioma. Más tarde, diez hermanos de Betel se pusieron a estudiar camboyano y fueron asignados a las reuniones en ese idioma.

Aunque el mayor grupo de habla extranjera que hay en Japón es el coreano, la mayoría de los que lo componen entienden japonés, por lo que durante años no tuvieron congregaciones aparte. Sin embargo, con el tiempo se hizo notar que a los coreanos que vivían en Japón les resultaría más fácil captar la verdad si estudiaban en su idioma materno, lo cual desembocó en la formación de un grupo cerca de Betel en abril de 1996 y, posteriormente, de otro grupo en la ciudad de Itami (prefectura de Hyogo).

Tampoco debe pasarse por alto a las congregaciones en lenguaje de señas. Muchos voluntarios serviciales han aprendido lenguaje de señas japonés a fin de ayudar a los audioimpedidos por todo el país. Aunque la Sociedad organiza la interpretación al lenguaje de señas en determinadas asambleas de distrito desde 1982, el trabajo coordinado para ayudar a quienes tienen dificultades auditivas comenzó en 1992, cuando se formaron congregaciones en este idioma en las ciudades de Fukuoka y Kumamoto. También se han preparado vídeos en lenguaje de señas. Actualmente hay en todo Japón once congregaciones y nueve grupos más pequeños muy ocupados en ayudar a los sordos.

De modo que los testigos de Jehová de Japón han hecho un magnífico trabajo para tratar de llegar a los muchos grupos de personas que hablan otros idiomas en el país, y ayudarles a beneficiarse de las buenas nuevas en el idioma que comprenden mejor.

Entusiasmo por una nueva escuela

En 1993 se presentó una nueva y emocionante oportunidad ante los ancianos y siervos ministeriales solteros del país: la posibilidad de aumentar su servicio tanto dentro como fuera de Japón. Se envió de Estados Unidos a James Hinderer y David Biegler, dos hermanos con décadas de experiencia como superintendentes viajantes, para dirigir la primera clase de la Escuela de Entrenamiento Ministerial en Japón. Asimismo estuvieron presentes en el curso, impartido en inglés, siete observadores de Japón, la República de Corea y las Filipinas, a los que se estaba preparando para servir de instructores en sus respectivos países.

Hablando sobre cómo se beneficiaron, uno de los estudiantes de la primera clase dijo: “A muchos, creo yo, se nos hacía difícil razonar por nosotros mismos y tomar decisiones aplicando los principios bíblicos pertinentes. Nos sentíamos más cómodos teniendo reglas. Pero durante la escuela se planteaban con frecuencia dos preguntas: ‘¿por qué?’ y ‘¿cómo?’, mediante las cuales se nos enseñó a reflexionar en las razones subyacentes de los hechos y las respuestas”. Se hace eco de este comentario otro estudiante de la escuela, que recuerda lo que ocurrió cuando uno de los instructores recomendó que el siervo ministerial encargado de las revistas preparara una presentación de los últimos números y la comentara con los publicadores. La pregunta que formuló al respecto uno de los estudiantes dio lugar a una admirable aclaración sobre la diferencia entre justicia y bondad. El instructor explicó: “La justicia cumple las instrucciones escritas, pero la bondad va más allá de lo que se exige, a fin de hacer el bien al prójimo. No solo tenemos que ser justos, sino también buenos, y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para el provecho de los miembros de la congregación, sin necesidad de contar con un código escrito”.

Por lo general, los hermanos solteros de Japón no sienten prisa por casarse. Los que asistieron a las primeras dieciocho clases tenían, como promedio, 29 años de edad, llevaban una media de trece años en la verdad y de ocho en el servicio a tiempo completo. Para agosto de 1997, se habían graduado de las treinta y tres clases de la Escuela de Entrenamiento Ministerial más de setecientos noventa estudiantes, y otros miles esperaban asistir. Una vez graduados, algunos recibieron asignaciones en el circuito, el precursorado especial y la obra misional (Sal. 110:3).

Las congregaciones enseguida sienten los beneficios de que estos ancianos y siervos ministeriales bien preparados trabajen con ellas. Un anciano comentó lo siguiente sobre la buena influencia de un graduado en su congregación: “La congregación se ha vuelto mucho más animada y feliz. Aumentó el espíritu de precursor, y todos los miembros de la congregación han llegado a entender mejor la importancia de hacer las cosas siguiendo los procedimientos teocráticos. Se intensificó el entusiasmo de los jóvenes por las cuestiones espirituales, y muchos se han apuntado a la Escuela del Ministerio Teocrático”. Así, se han fortalecido y edificado las congregaciones.

Se envían representantes a las asambleas en el extranjero

A lo largo de los años, los testigos de Jehová de Japón han tenido muchas oportunidades de ‘ensancharse’ en su amor a la hermandad internacional (2 Cor. 6:13). Cuando se hizo más asequible viajar al extranjero, la Sociedad invitó a la sucursal nipona a enviar representantes a las asambleas internacionales especiales de Europa, África, Asia, América del Norte y del Sur, Hawai y Nueva Zelanda.

La cantidad de representantes que respondieron a la invitación aumentó con el paso de los años, y no era insólito encontrar un gran número de precursores y otros ministros de tiempo completo entre los asambleístas. En 1996, cuando se celebraron asambleas especiales en la República Checa y en Hungría, hubo 1.114 ministros de tiempo completo entre los 1.320 representantes de Japón.

Lo que los representantes nipones vieron y escucharon en esas asambleas especiales les hizo ampliar sus miras y les dio un nuevo impulso para servir a Jehová de todo corazón. Shigeo Ikehata, que visitó la República de Corea, Hong Kong, las Filipinas y Taiwan con ocasión de las asambleas internacionales de 1978, dice: “Me impresionó profundamente el vínculo de amor que existía entre los hermanos y las hermanas de los países extranjeros. Ver por mí mismo que a los testigos de Jehová los une el lenguaje puro, ha influido en especial en la gratitud que siento por los privilegios de servicio, así como en el contenido de mis oraciones”.

Visitar países en los que los siervos de Jehová soportaron intensa persecución y escuchar directamente sus experiencias motivó a los representantes a imitar su celo. En 1992 Misako Oda viajó a la primera asamblea internacional que se celebró en la antigua Unión Soviética, en San Petersburgo. Ella recuerda: “Durante el cántico de apertura del primer día de la asamblea, una hermana rusa sentada a mi lado se echó a llorar. Levanté la vista y vi a muchas otras hermanas rusas con lágrimas en los ojos, incapaces de acabar el cántico. Agradecí de corazón a Jehová su bondad inmerecida al permitirme a mí, que no he sufrido una persecución como la de aquellos hermanos, estar con ellos y compartir ese momento histórico de la victoria de Jehová y de mis fieles hermanos”.

Una precursora joven, Seiko Namba (actualmente Nakajima), recuerda bien la asamblea de Buenos Aires de 1990. Dice: “Los hermanos y hermanas de Argentina me enseñaron a manifestar el amor y el agradecimiento, así como la importancia de demostrar a los demás esas emociones. Una hermana de edad me abrazó cuando nos íbamos y me dio un regalo. Estaba llorando y decía una y otra vez: ‘Hasta luego en el Paraíso’. Cuando volví a Japón, traté de expresar el mismo amor y la misma bondad a las personas de mi congregación y del territorio”. Relacionarse con los hermanos latinoamericanos ayudó también a otros representantes nipones, por lo general tímidos y reservados, a mostrar su amor de manera más abierta.

A lo largo de los años, la sucursal de Japón ha tenido el privilegio de enviar a miles de representantes a las asambleas especiales de otros países. La impresionante respuesta que se recibe cuando se mandan las invitaciones a las congregaciones, indica el gran entusiasmo y gratitud que sienten los hermanos por esta oportunidad de estar con su familia cristiana internacional.

Se participa en satisfacer la necesidad mundial

Constituye un extraordinario privilegio colaborar de diversas maneras con la hermandad internacional. Como la sucursal de Japón ha adquirido una valiosa experiencia en la impresión, puede ayudar a las sucursales vecinas con sus publicaciones. Actualmente, en la imprenta de Ebina se producen todos los meses más de nueve millones de ejemplares de La Atalaya y ¡Despertad! en diez idiomas.

Actualmente la sucursal nipona imprime a todo color libros, Biblias y folletos grandes y pequeños en veintiséis idiomas, entre ellos chino, cingalés, letón, tai, tamil (para Sri Lanka) y once idiomas de las Filipinas. Las rotativas de alta velocidad permiten a la fábrica atender con rapidez las necesidades del campo. En septiembre de 1993, por ejemplo, se enviaron a Japón los materiales para imprimir la edición especial de la Biblia en tagalo, esperada por mucho tiempo, que incorpora la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas. A mediados de octubre se habían impreso y enviado 70.000 Biblias en tagalo, justo a tiempo para su presentación en las asambleas de distrito de diciembre. Poco después salieron las Biblias en cebuano e iloko. También en la imprenta de Ebina se encuadernan actualmente Biblias de lujo en portugués y español.

Tras crearse en 1989 en la sede mundial el Departamento de Servicios de Traducción, se invitó a la sucursal de Japón a participar en dar ayuda a los traductores de toda Asia y el Pacífico. Allí vive más de la mitad de la población mundial, pero muchas de esas personas, que hablan multitud de idiomas, aún no tienen acceso a las publicaciones de la Sociedad Watch Tower. Los hermanos japoneses que saben traducir y utilizar las computadoras han tenido el privilegio de visitar la India, Paquistán, Sri Lanka, Nepal, el Líbano, Malaysia, Tailandia, Camboya, Indonesia, Myanmar, las islas Salomón, Guam y otros países, a fin de colaborar en la localización, preparación y organización de los equipos de traductores, además de instalar los programas informáticos que la Sociedad ha preparado para facilitar el trabajo de traducción.

Estímulo mutuo

Tampoco ha de pasarse por alto a los 76 hermanos y hermanas japoneses que, imitando a los misioneros que sirven en su país, han aceptado con entusiasmo asignaciones para fomentar los intereses del Reino en otras nueve naciones. En este grupo están incluidos trece graduados de la Escuela de Entrenamiento Ministerial. Los países a los que se les ha asignado son Brasil (7), Camboya (1), Guam (2), Malaysia (2), Nigeria (1), Papua Nueva Guinea (11), Paraguay (8), islas Salomón (5) y Taiwan (39). Las cartas que han enviado estos hermanos desde sus asignaciones indican que han logrado hacer frente a nuevos idiomas, costumbres y comidas, y a las enfermedades tropicales, y también que han estado dispuestos a servir en zonas primitivas, a veces sin agua corriente, gas ni electricidad, en contraste con la prosperidad del Japón actual. Han llegado a amar a los hermanos del país y han aprendido a sentir contentamiento cristiano. Les llena de alegría fomentar los intereses del Reino de este modo.

Cuando volvió a ser necesario ampliar el complejo de la sucursal debido al aumento de la teocracia en Japón, se emprendieron los trabajos con la colaboración internacional. Las obras incluyen levantar dos edificios de viviendas iguales, de trece plantas, y un edificio de servicios de cinco pisos. En 1994 se encargó al estadounidense Frank Lee la supervisión de las obras. Steve Givins, un siervo internacional de Estados Unidos, también forma parte del comité de construcción. Han llegado más de cuarenta y nueve voluntarios de Australia, Canadá, Costa Rica, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Inglaterra, Italia, Luxemburgo y Nueva Zelanda para tomar parte en el trabajo. Todos ellos han sacrificado con gusto una vida más estable en sus países de origen, a fin de poner a disposición de los hermanos del extranjero su experiencia y habilidades, así como para promover los intereses del Reino.

También ha sido sobresaliente la respuesta de los hermanos de Japón, pues más de cuatro mil seiscientos voluntarios, con conocimientos de construcción y sin ellos, han enviado solicitudes para trabajar. La mayoría han de hacer grandes cambios para ayudar en la construcción, incluso en los casos en que van por poco tiempo, pues deben dejar su empleo y a su familia. Pero sienten que su empeño es abundantemente recompensado.

Siguen celosos pese a la edad avanzada

El crecimiento de esta gran muchedumbre de alabadores de Jehová en Japón se inició con la llegada de los misioneros de la clase 11 de Galaad en 1949 y 1950. Luego llegaron más, entre ellos algunos de la clase 7 y otros hermanos de clases posteriores. Cincuenta y nueve siguen en el servicio a tiempo completo en el país. Algunos tienen entre 70 y 90 años, pero aún participan con entusiasmo en el ministerio. Lois Dyer dijo tras sesenta y cuatro años de resuelto servicio a tiempo completo: “Oro de continuo con confianza, como hizo elocuentemente David: ‘Justamente cuando mi poder está fallando, [...] aun hasta la vejez y canicie, oh Dios, no me dejes’” (Sal. 71:9, 18). Jehová no ha abandonado a estos siervos leales que han dedicado la mayor parte de su vida al fiel servicio al Reino. Una hermana de la familia misional se expresó de este modo: “La organización de Jehová es como una madre que nos arropa con una manta de abrigo y nos abraza”.

Veintiuno de estos hermanos veteranos viven hoy en el hogar misional de Tokio Mita. El edificio original de Tokio que albergó la sucursal se ha restaurado por completo para alojar a estos misioneros de edad avanzada. Conforman una familia de misioneros excepcional. El promedio de edad es de 74 años, con cincuenta años de media en la verdad. Ocho de ellos asistieron a la clase 11 de Galaad. Entre todos han dado mucho testimonio a lo largo de los años, y han ayudado a 567 personas a aprender la verdad. Aunque varios miembros de la familia pasan de 80 años y padecen graves problemas de salud, no están en absoluto ociosos. Durante el año de servicio de 1997 dedicaron, como promedio, cuarenta horas mensuales al servicio del campo, y colocaron un total de 17.291 revistas y cientos de libros en su territorio, que está muy trabajado. Estos hermanos, que tantos años llevan sirviendo a Jehová, cuentan con la honra de su congregación y el respeto de sus vecinos.

Ruth Ulrich, que ya tiene 87 años, ha pasado sesenta y ocho de ellos en el servicio de precursor y la obra misional. Dice: “Ha fortalecido mi fe ver a todas estas personas salir de las religiones paganas, entrar en la verdad y convertirse de verdad en nuestros hermanos”.

Al mirar el “álbum familiar” que nos cuenta la historia actual de los testigos de Jehová de Japón, hemos conocido a muchos de estos celosos siervos de Jehová. Pero ellos solo son unos pocos de los más de doscientos veinte mil japoneses que proclaman las buenas nuevas del Reino de Dios. Los misioneros están profundamente satisfechos de los logros de sus hijos y nietos espirituales, hasta la tercera y la cuarta generación. También esperan con intenso interés el papel que Jehová les tiene reservado tanto durante los días finales de este sistema como en el maravilloso nuevo mundo, ya tan cercano.

[Ilustración de la página 66 (completa)]

[Ilustraciones de la página 71]

Publicadores japoneses leales de antes de la guerra: 1) Jizo y Matsue Ishii. 2) Miyo Idei. 3) Katsuo y Hagino Miura

[Ilustraciones de las páginas 72 y 73]

Algunos misioneros que comenzaron a servir en Japón en 1949 y 1950: 1) Don y Mabel Haslett. 2) Lloyd y Melba Barry. 3) Jerry y Yoshi Toma. 4) Elsie Tanigawa. 5, 6) Percy e Ilma Iszlaub. 7) Norrine Thompson (de soltera Miller). 8) Adrian Thompson. 9) Lois Dyer. 10) Molly Heron. 11) Shinichi y Masako Tohara

[Ilustración de la página 79]

N. H. Knorr (arriba a la izquierda) se dirige a una asamblea en 1951 en el hogar misional de Kobe

[Ilustración de la página 81]

Grace (arriba) y Gladys Gregory, de la clase 11 de la Escuela de Galaad

[Ilustración de la página 82]

Margrit Winteler (derecha, clase 23 de Galaad) se reunió en Japón con su hermana Lena (clase 15)

[Ilustración de la página 88]

Don Haslett y Lloyd Barry en el Hogar Betel de Tokio, 1953

[Ilustraciones de la página 89]

Hermanas japonesas que llevan cuarenta años en el precursorado especial (de izquierda a derecha): Takako Sato, Hisako Wakui y Kazuko Kobayashi

[Ilustración de la página 90]

Sucursal de Okinawa, 1979

[Ilustración de la página 95]

Salen a predicar en invierno en Hokkaido

[Ilustraciones de la página 95]

Parte superior: Adeline Nako

Parte inferior: Lillian Samson

[Ilustración de la página 99]

Yuriko Eto

[Ilustración de la página 102]

Una feliz familia de precursores sale al servicio del campo

[Ilustraciones de la página 110]

Sucursal de Tokio, 1949-1962

Sucursal de Tokio, 1963-1973

El complejo de la sucursal de Numazu, 1972-1982

[Ilustración de la página 115]

Toshio Honma, superintendente de sucursal a mediados de los setenta

[Ilustración de la página 116]

El Comité de Sucursal en 1997 (de izquierda a derecha): Richard Bailey, Shigeo Ikehata, Isamu Sugiura, Masataro Oda, Makoto Nakajima, Yoshihiro Nagasaki y Kenji Mimura

[Ilustración de la página 124]

James Mantz participó en la supervisión de la fábrica (en la foto con su esposa, Sarah)

[Ilustraciones de la página 132]

Salones de Asambleas: Hyogo, Ebina y Kansai

[Ilustración de la página 139]

Kunihito Kobayashi

[Ilustración de la página 142]

Kobe tras el terremoto de 1995

[Ilustración de la página 150]

Masayuki y Masako Yamamoto

[Ilustraciones de la página 156]

Representantes japoneses en asambleas en el extranjero: 1) Kenia. 2) República Sudafricana. 3) Rusia

[Ilustraciones de la página 158]

Sucursal y Hogar Betel de Ebina; en el recuadro se ven las ampliaciones que se realizaban en 1997