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Paraguay

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Paraguay

PARAGUAY es un país situado en el corazón de América del Sur, que no tiene salida al mar. ¿Qué quiere decir su nombre? Hay diversas opiniones, pero una común es que significa “río que nace en el mar”. Los indios de la zona creían que ciertas lagunas de los pantanos brasileños, donde nace el río Paraguay, eran tan extensas como el mar. El río Paraguay atraviesa el país de norte a sur y lo divide en dos. Al este del río hay onduladas colinas, campos fértiles de tierra rojiza y bosques densos. Al oeste se encuentra el Chaco, una región escasamente poblada cubierta por una sabana de arbustos espinosos y amplios pantanos habitados por enjambres de insectos y una gran variedad de pájaros tropicales de vistosos colores.

En Paraguay, la tecnología moderna contrasta con la vida más sencilla de los que labran los campos. Los aviones de reacción y los satélites de comunicación han abierto las puertas del país al conocimiento del mundo. Los altos edificios definen el perfil de Asunción, la capital. En la frontera oriental, en el río Paraná, se encuentra Itaipú, la planta hidroeléctrica que tiene la capacidad de generar más energía que cualquier otra planta del mundo.

Tal vez usted piense que Paraguay es un país hispanohablante, pero no siempre lo fue ni lo es del todo actualmente. Los primeros habitantes fueron los indios guaraníes. Más o menos en 1520, los exploradores portugueses bajo el mando de Alejo García se convirtieron en los primeros hombres blancos que entraron en el país. Durante la siguiente década, los españoles empezaron a establecerse en la zona que se conoce hoy como Asunción. El país permaneció bajo el dominio de España hasta 1811, pero el idioma guaraní nunca fue reemplazado por el de los conquistadores. Como resultado, el guaraní, un bello y melodioso idioma, es la lengua materna de la mayoría de los paraguayos hoy día, y es reconocida, junto con el español, como uno de los idiomas oficiales.

Unas décadas después de la llegada de los exploradores europeos, los jesuitas empezaron a convertir a los guaraníes al catolicismo. En ese tiempo los guaraníes no tenían ninguna imagen ni templo. Pero los jesuitas fundaron una red de asentamientos llamados reducciones, para enseñarles los ritos e himnos católicos y también diversos oficios. Los jesuitas utilizaban parte de lo recaudado por la labor de los indios para suministrarles a ellos los artículos de primera necesidad, pero también se valieron de este sistema para conseguir riquezas y poder. Muchos terratenientes españoles envidiaban a los jesuitas, por lo que se quejaron al rey español Carlos III de su creciente poder. Esta queja que presentaron los colonizadores católicos, no los guaraníes, fue un factor importante que contribuyó a que en 1767 España expulsara a los jesuitas del Imperio español. Pero el catolicismo que habían enseñado siguió influyendo en la vida de los guaraníes, quienes adoptaron una forma externa del catolicismo, mientras que, en muchos casos, también se aferraban a algunas de sus creencias nativas. Esto creó un ambiente propicio para la superstición. Dado que los guaraníes aceptaron el catolicismo, el clero católico ejerció una fuerte influencia en su vida.

Esa herencia religiosa no produjo paz en el país. La guerra ha afectado en gran manera la historia de Paraguay, y ha dejado cicatrices profundas en la vida de la gente. Desde 1864 hasta 1870, bajo el mando de Francisco Solano López, Paraguay guerreó contra Brasil, Argentina y Uruguay. Las consecuencias fueron desastrosas. Según los datos disponibles, es posible que la población del país al principio de la guerra fuera de un millón de personas o más. Cuando terminó la guerra, había unos doscientos veinte mil habitantes, de los cuales por lo menos ciento noventa mil eran mujeres y niños. Después estallaron otras guerras. Una de ellas se debió a una disputa con Bolivia sobre la posesión del Chaco, y otras fueron a consecuencia de los disturbios políticos. No debe sorprendernos, entonces, que quienes deseaban dominar a otras personas en Paraguay por lo general recurrieran a la fuerza física para lograr su objetivo.

Fue a este país al que se llevaron las buenas nuevas del Reino de Jehová; primero, antes de 1914, mediante tratados bíblicos enviados por correo, y luego, personalmente desde 1925 en adelante. De esta manera empezó a suministrarse agua de otro río, no del río Paraguay ni del Paraná, sino de “un río de agua de vida”, que también estaba disponible por toda la Tierra (Rev. 22:1).

Llega la verdad del Reino

J. F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, pidió a Juan Muñiz que se mudara de España a la Argentina para organizar y ensanchar la obra de predicar las buenas nuevas en esa zona de la Tierra. Llegó a Buenos Aires el 12 de septiembre de 1924, y poco después viajó a Uruguay y a Paraguay para difundir el mensaje del Reino. Se sembraron las semillas de la verdad bíblica, pero hubo poco progreso.

En 1932, Paraguay se involucró en otra guerra, esta vez contra Bolivia. La guerra diezmó de nuevo la mano de obra masculina de la nación. Tuvo efectos adversos en la economía del país y en la seguridad de los que llegaban del extranjero para predicar las buenas nuevas del Reino. No obstante, en 1934, en plena guerra, la sucursal argentina envió a tres testigos de Jehová a Paraguay para que invitaran a las personas de corazón sincero a tomar gratis el “agua de la vida”. Eran los hermanos Martonfi, Koros y Rebacz (Rev. 22:17).

Acalorada oposición del clero

“En octubre de aquel año —escribió el hermano Rebacz— estábamos listos para partir hacia el interior. Llevábamos dos cajas de publicaciones y una maleta cada uno. Viajamos en tren desde Asunción hasta Paraguarí, y desde allí, como no había ningún medio de transporte, caminamos hasta nuestro primer destino, Carapeguá, a unos 30 kilómetros de distancia. Esa noche dormimos en el suelo con las publicaciones al lado de la cabeza. Cuando empezamos a predicar al día siguiente, el sacerdote del pueblo visitó a las personas para decirles que no nos escucharan. Después, él y un compañero viajaron a caballo al pueblo vecino para decir a la gente que no nos prestara atención y que nos echara del pueblo, lo cual intentaron hacer algunos.”

Debido a la presión del sacerdote, se distribuyeron pocas publicaciones bíblicas, y hubo personas que hasta devolvieron las que habían aceptado. De Carapeguá los Testigos caminaron de un pueblo a otro: Quiindy, Caapucú, Villa Florida y San Miguel. Para llegar a San Juan Bautista, caminaron todo el día hasta la medianoche, durmieron en el campo y luego, temprano por la mañana, siguieron caminando. Una vez en el pueblo, visitaron primero a la policía para explicar lo que estaban haciendo. Estos hombres recibieron a los Testigos con respeto. Luego los hermanos pasaron todo el día en el ministerio público.

A la mañana siguiente, el hermano Martonfi se llevó una sorpresa cuando salió de la casita que habían alquilado. Llamó al hermano Rebacz, que aún estaba dentro, y le dijo: “Hoy tenemos algo nuevo”. La gente había roto las publicaciones que ellos habían distribuido el día anterior y las había esparcido alrededor de la casita. En algunos de los pedazos de papel se habían escrito insultos, vulgaridades y amenazas de que no saldrían vivos del pueblo.

Mientras desayunaban, llegó la policía y los arrestó. ¿Por qué habían cambiado de actitud? El hermano Rebacz explicó después: “Cuando preguntamos por qué nos arrestaban, nos mostraron un periódico en el que se nos acusaba de ser espías bolivianos que se hacían pasar por evangelizadores. El director del periódico era el principal sacerdote del distrito”.

De regreso a Asunción

A ambos Testigos los enviaron presos a Asunción. Fue un largo viaje a pie. Un guardia armado los acompañaba en todo momento mientras viajaban de una comisaría a otra. En el camino, algunas personas los insultaron y les arrojaron basura. Pero los policías los trataron con respeto y hasta dijeron que la acusación de espionaje era ridícula. A veces el policía que iba a caballo cargaba las maletas de los hermanos. Uno de ellos incluso dejó que el hermano Martonfi se montara en su caballo, mientras él caminaba y escuchaba lo que el hermano Rebacz le decía sobre el Reino de Dios.

Sin embargo, los hermanos recibieron un trato severo cuando se les entregó al ejército en Quiindy. Se les puso en una cárcel militar por catorce días; se les ordenó que se sentaran en sillas de madera y que no se acostaran ni se pusieran de pie; se les insultó, y se les azotó con un látigo. Luego, en Paraguarí, se les llevó esposados a la estación de tren bajo la custodia de doce soldados con bayonetas. Allí los entregaron de nuevo a la policía para que los llevaran hasta Asunción.

Las condiciones en la prisión de la capital también fueron difíciles, pero los hermanos utilizaron la Biblia que aún tenían y dieron testimonio a los demás prisioneros. Al cabo de una semana en esta prisión, por fin los llevaron a la oficina del jefe de policía. El ministro del Interior, el coronel Rivarola, también estaba presente. (Después se supo que cuando al coronel Rivarola se le informó de las acusaciones lanzadas contra nuestros hermanos en el periódico de San Juan Bautista, despachó telegramas a los jefes militares para cerciorarse de que los hermanos fueran devueltos a la capital con vida.) “Ambos lamentaron lo ocurrido —comentó el hermano Rebacz—. Dijeron que aunque Paraguay era un país católico, había libertad religiosa y estábamos autorizados para seguir predicando de casa en casa como lo habíamos hecho, pero que por nuestra propia seguridad, debíamos permanecer en la capital.”

Cuando el hermano Muñiz, que estaba en Buenos Aires, se enteró de lo que había ocurrido, dio instrucciones a los hermanos de que regresaran a la Argentina hasta que finalizara la guerra. Esta terminó el año siguiente. Sin embargo, el hermano Koros, que no había estado con los dos Testigos que fueron arrestados, permaneció en Asunción.

Primeros frutos de Paraguay

Por aquel entonces, uno de los precursores habló con un señor que le pidió publicaciones en árabe para su suegro, un inmigrante del Líbano. De esta manera, Julián Hadad recibió un libro que apreció muchísimo. Como estaba convencido de que había encontrado la verdad, empezó a enseñársela a sus hijos. También solicitó por escrito a la Sociedad publicaciones para distribuirlas a sus vecinos. Unos años después, un precursor encontró a Julián en San Juan Nepomuceno y le dio más ayuda espiritual. En 1940, los Hadad se bautizaron y se convirtieron en los primeros publicadores bautizados naturales de Paraguay. Desde entonces, Julián, uno de sus hijos y varios nietos han tenido el privilegio de participar en el servicio de precursor. Julián lo hizo hasta poco antes de su muerte, a la edad de 77 años.

Mientras tanto, la guerra del Chaco había impulsado a Juan José Brizuela a meditar seriamente sobre el propósito de la vida. Los bolivianos lo habían herido y tomado prisionero. Como prisionero de guerra, había visto a viudas llorar por sus hijos huérfanos y había observado a los sacerdotes católicos bendecir a los soldados bolivianos. Recordó que él y otros soldados paraguayos habían recibido una bendición similar. Pensó: “Algo anda mal. Si Dios existe, no puede obrar de esta forma. Pues bien, si de verdad existe, lo voy a buscar hasta encontrarlo”.

Cuando terminó la guerra, Julián Hadad encontró a Juan José en Carmen del Paraná. Con la Biblia, Julián le ayudó a hallar respuestas satisfactorias a sus preguntas. Como dijo el apóstol Pablo hace mucho, Dios ha hecho posible que los seres humanos lo ‘busquen a tientas’ y ‘verdaderamente lo hallen’ (Hech. 17:27). Juan José enseguida se dio cuenta de que había encontrado al Dios verdadero, Jehová (Deu. 4:35; Sal. 83:18). Se bautizó en 1945, y su esposa, Jóvita, en 1946.

Entretanto, las verdades bíblicas se estaban dando a conocer en un quiosco de verduras de un mercado de San Lorenzo. La persona que predicaba no era testigo de Jehová, sino una señora que había mostrado interés en lo que enseñaban los Testigos. Aunque era analfabeta, Sebastiana Vazquez escuchó con interés. A fin de progresar en sentido espiritual, aprendió a leer, y en 1942 se bautizó como testigo de Jehová.

Pruebas de fe para un grupo pequeño

La primera congregación, o compañía, como se llamaba en ese tiempo, se organizó en Paraguay en 1939. Había únicamente dos publicadores, pero eran evangelizadores celosos. Dedicaron 847 horas al servicio del campo y distribuyeron 1.740 libros y folletos durante ese año de servicio. Celebraban las reuniones en un hogar particular ubicado en lo que se conoce hoy como avenida Gaspar Rodríguez de Francia (anteriormente Amambay), entre las calles Antequera y Tacuarí de Asunción. Solo asistían cinco o seis personas a esas reuniones en una habitación que medía unos cuatro metros de ancho por cuatro de largo. Este lugar cumplió su propósito hasta 1944.

Al año siguiente, los hermanos empezaron a utilizar dos aparatos eléctricos reproductores de sonido para transmitir grabaciones de discursos breves sobre diversos temas bíblicos. El clero se enojó tanto que pidió al gobierno que prohibiera toda otra actividad de los testigos de Jehová. Pero los Testigos persistieron. Es obvio que los claros discursos bíblicos que se presentaron surtieron efecto. Durante los siguientes dos años, se dio buen uso a esas grabaciones en varios idiomas para llegar a las comunidades de inmigrantes polacos, rusos, alemanes y ucranianos que se habían establecido en el sur del país.

La familia Golasik, que vivía en una colonia polaca y ucraniana cerca de Encarnación, figuró entre las primeras personas que aceptaron la verdad en esa zona. Al poco tiempo, Roberto Golasik, equipado con un gramófono y algunas publicaciones, empezó a visitar a caballo las diversas colonias para dar testimonio. Al principio se celebraban las reuniones una vez al mes; luego, dos veces al mes, y más tarde, una vez a la semana. En ocasiones asistían personas de cinco diferentes idiomas, pero todas estaban aprendiendo poco a poco el lenguaje puro de la verdad bíblica (Sof. 3:9).

Lamentablemente, no todos los que participaron en dar testimonio en aquel entonces permanecieron en el camino angosto que conduce a la vida. El superintendente del almacén de publicaciones de la Sociedad en Asunción empezó a promover sus opiniones personales. Cuando se separó de la organización de Jehová, otros también abandonaron el servicio de Jehová. El número de proclamadores del Reino bajó de 33 en 1943 a 8 en 1944. ¿Qué sucedería entonces? Jehová bendijo a los que demostraron ser Testigos leales, y la organización empezó a crecer de nuevo (Sal. 37:28).

Los misioneros aprenden las costumbres locales

Movida por su interés amoroso en el bienestar del rebaño en Paraguay, la sucursal argentina envió a Gwaenydd Hughes para supervisar la obra. Cuando se le invitó a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, en 1945, se hicieron planes para enviar al país a Ieuan Davies y su esposa, Delia. Pero debido a la demora en conseguir los documentos necesarios para viajar, llegó primero Hollis Smith, graduado de la escuela de Galaad, quien recibió a los hermanos Davies cuando arribaron a Asunción en una embarcación a fines de 1945. Unos días después, Albert y Angeline Lang, graduados de Galaad también, llegaron en avión. Posteriormente más misioneros fueron asignados allí. Se alquiló un hogar suficientemente grande para alojar a los misioneros y que también servía de lugar de reunión para la congregación local. Todos los misioneros estaban deseosos de servir, pero por supuesto, tenían que familiarizarse con el modo de vivir de la población.

Descubrieron que la gente era muy religiosa, aunque carecía de conocimiento bíblico. Cada pueblo tenía un “santo” patrono, que por lo general se identificaba con la “Virgen María”.

Al irse familiarizando con las costumbres de la gente, los misioneros encontraron que muchas de estas eran atrayentes. En el mercado veían abundantes frutas y verduras, así como a mujeres que llevaban con equilibrio sobre la cabeza cargas pesadas en canastas grandes. En las tiendas había un encaje hecho a mano conocido como ñandutí, tan delicado y fino que se parecía a una telaraña. También se dieron cuenta enseguida de que la gente empezaba a trabajar temprano por la mañana, y al mediodía todo se cerraba para tomar una siesta durante las horas más calurosas del día. Cuando los misioneros fueron a los hogares de las personas para comunicarles el mensaje del Reino, aprendieron que tenían que dar unas palmadas desde la verja y entrar en el patio solo cuando el amo de casa los invitara. No pudieron menos que sentir la amabilidad, la sencillez y el calor de los paraguayos. Pero también tenían que aprender a comunicarse con ellos en su propio idioma, no solo el español, sino también el guaraní.

En abril de 1946, poco después de la llegada de los misioneros, los hermanos Davies fueron asignados nuevamente a la Argentina. Pablo Ozorio Reyes, que solo llevaba unos meses asistiendo a las reuniones, fue nombrado conductor del Estudio de La Atalaya, aunque todavía no estaba bautizado. ¿Por qué se le nombró tan pronto? Porque sabía hablar el idioma y había progresado espiritualmente. Pero afrontó dificultades. El hermano Ozorio escribió más tarde: “Al poco tiempo de ser nombrado conductor del Estudio de La Atalaya, tuve que corregir un comentario equivocado que alguien había ofrecido. El que hizo el comentario se enfureció y me desafió a pelear con él allí mismo. Por supuesto, no lo hice, y un misionero ayudó a tranquilizarlo. No hay nada mejor que tener una responsabilidad que nos ayude a madurar”. Lamentablemente, con el tiempo esta persona de temperamento explosivo abandonó el servicio de Jehová.

Se edifica la organización

Antes de que terminara el año 1946, fue necesario conseguir unas instalaciones más amplias que fueran el centro de las actividades teocráticas. Habían llegado seis misioneros más: William y Fern Schillinger, y otros cuatro. Se alquiló una casa con un patio grande en la avenida Mariscal López. Estaba ubicada justo enfrente del Ministerio de Defensa. El rótulo grande que anunciaba “Salón del Reino” se colocó en la verja delantera para que lo vieran todos los que tuvieran relación con el departamento militar del gobierno.

El 1 de septiembre de aquel año, la Sociedad estableció una sucursal en Paraguay, y el edificio que se acababa de alquilar se utilizó con ese fin. Gracias a las mejoras en la organización, aumentó la intensidad del testimonio que se estaba dando, pero también aumentó la oposición. Parece que el clero estaba utilizando el confesionario para obtener información y atemorizar a la gente, con el fin de disuadir a los carteros católicos de entregar las publicaciones de la Sociedad Watch Tower.

En noviembre, el hermano Hughes viajó de la Argentina a Paraguay para visitar y fortalecer a las cuatro pequeñas congregaciones de allí. Había asistido a la escuela de Galaad y a la Asamblea Teocrática Naciones Alegres, una asamblea internacional celebrada en Cleveland (Ohio, E.U.A.). En ella se presentó el programa en veinte idiomas, y el último día 80.000 personas abarrotaron el estadio para escuchar los discursos. De modo que el hermano Hughes tenía mucho de qué hablar con los hermanos. Y ellos necesitaban que se les fortaleciera para seguir sirviendo ante la adversidad.

En medio de la revolución

A principios de 1947 estalló una revolución en el país. Las tropas gubernamentales colocaron ametralladoras en la acera enfrente del hogar misional. Tras un día de combates, se recuperó cierta medida de estabilidad. Pero el 7 de marzo, la situación se agravó de nuevo. Se peleaba abiertamente en las calles. Se declaró la ley marcial. Los rebeldes asaltaron el cuartel de la policía en el centro de Asunción.

El general que estaba al mando pensó que los rebeldes también atacarían al cuartel general principal, de modo que se apoderó del hogar misional para que lo utilizara el ejército y dio a los hermanos tres días para desocupar el edificio. Como los hermanos solicitaron más tiempo, se lo extendieron a diez días. En medio de una revolución y durante un tiempo de gran escasez de viviendas, los hermanos empezaron su propia campaña: operación búsqueda de una casa. Parece que Jehová quería que las autoridades paraguayas no olvidaran que los Testigos estaban presentes. La única casa adecuada y disponible estaba justo al lado de la casa presidencial, en la calle donde se encontraban muchas embajadas.

En una carta con fecha del 26 de marzo de 1947, el siervo de la sucursal escribió lo siguiente respecto a la revolución: “La situación aquí es peor cada día. Mientras escribo esta carta, me parece que un avión está bombardeando el aeropuerto, a unos kilómetros de donde me encuentro. Una batería antiaérea ataca al avión. Hay centenares de soldados alrededor de la casa presidencial, y el ruido de sus armas es aterrador. El aire está cargado del humo producido por la pólvora, y el olor es detestable. Las fuerzas revolucionarias están aproximándose a la ciudad; podemos oír el ruido continuo de las armas y las bombas [...]. La situación alimentaria empeora diariamente”.

Las fuerzas revolucionarias estaban ya a diez manzanas del hogar misional cuando las tropas del gobierno empezaron a obligarlas a retroceder. Durante este tiempo, los hermanos siguieron dando testimonio al mayor grado posible. La revolución continuó durante unos seis meses, y resultó ser una verdadera prueba, especialmente para los hermanos locales. Las autoridades los trataron severamente por mantener la neutralidad cristiana.

No abandonan el reunirse

Tras la revolución, el país empezó a volver a la normalidad, y algunas personas que habían huido a la Argentina regresaron. Los hermanos hicieron planes para celebrar la primera asamblea en Paraguay del 4 al 6 de junio de 1948. Pero el Diablo siguió causando agitación en el país. El 3 de junio hubo un golpe militar, y el presidente y su gabinete fueron llevados presos. Había mucha confusión en la capital. ¿Qué ocurriría con la asamblea?

Los hermanos no podían conseguir un lugar adecuado donde celebrar la asamblea, pero Jehová lo proveyó. El anterior hogar misional, frente al cuartel general del ejército, estaba vacío, y el dueño se lo alquiló a los hermanos para su asamblea. Estaba fuera del centro de la ciudad, donde reinaba el caos. El programa podría presentarse en el patio, y los asambleístas de otras ciudades podrían alojarse en el edificio. Los que asistieron se saludaron con apretones de manos, al estilo paraguayo. Más de cien personas escucharon el discurso “El gozo venidero de toda la humanidad”. ¡Qué oportuno fue ese discurso para los paraguayos!

La policía contuvo a la muchedumbre

Desde que los testigos de Jehová empezaron su obra de educación bíblica en Paraguay, con frecuencia han afrontado la oposición del clero religioso. En 1948, el superintendente de circuito planeaba presentar un discurso público en la plaza que estaba justo enfrente de la iglesia católica, en el centro del pueblo de Yuty, en el sur del país. El cura del pueblo instó a las personas a que impidieran la presentación del discurso, y dijo que los Testigos iban a dividir la Iglesia y a quitarles su religión. Antes de que empezara el discurso, se juntó una muchedumbre frente a la iglesia. Cuando las personas allí reunidas vieron a ocho testigos de Jehová en la plaza al otro lado de la calle, empezaron a gritar: “¡Abajo con los protestantes! ¡Abajo con los protestantes!”. Aunque mucha gente quería oír el discurso, temía ir a la plaza debido a la muchedumbre.

La policía colocó una ametralladora enfrente del gentío y dijo que dispararía si alguien cruzaba la línea. Esto contuvo a la muchedumbre hasta que los hermanos salieron a salvo de la zona. Ahora bien, como los hermanos habían dado publicidad al discurso durante toda la semana, estaban resueltos a dar a los interesados una oportunidad de oírlo, así que un Testigo ofreció su hogar con ese fin. Después del discurso llegó otro grupo que también quería oírlo, de modo que el superintendente de circuito lo presentó dos veces ese día. Se estaba viendo claramente el fruto opuesto de dos formas de adoración en Yuty.

Intentan expulsar del país a los misioneros

Oficialmente, Paraguay por lo general ha demostrado tolerancia religiosa, a pesar de que hasta 1992 la religión católica era la que contaba con la aprobación del gobierno. Los problemas normalmente se han presentado en las zonas rurales y a consecuencia de la instigación de los sacerdotes locales y sus apoyadores fanáticos. Sin embargo, a principios de 1950 se intentó expulsar oficialmente del país a los misioneros de la Sociedad Watch Tower.

Una nueva ley exigía que todos los inmigrantes se registraran en el Departamento de Tierras y presentaran prueba de su ocupación. Sin embargo, cuando los misioneros intentaron registrarse, les dijeron que no podían hacerlo porque estaban en el país ilegalmente y que, por lo tanto, debían ser arrestados. Parece que las autoridades habían recibido informes falsos sobre la naturaleza de su obra.

Aunque algunos funcionarios se mostraban favorables a los hermanos, sus esfuerzos y los de la embajada estadounidense parecían chocar contra una pared. En América Latina, lo que importa muchas veces no es quién se es, sino a quién se conoce. Los hermanos conocían a una persona favorable a ellos que trabajaba en la oficina del presidente. Mediante ella, invitaron al secretario personal del presidente a una comida en el hogar misional. La invitación se aceptó con agradecimiento.

Esta reunión dio a los hermanos la oportunidad de hablar de la verdadera naturaleza de la obra misional y cómo beneficiaba al país. También se comentó el problema del registro, y el secretario del presidente mostró mucho interés. Como consecuencia, el 15 de junio de 1950 se registró el primer misionero como inmigrante, con el derecho legal de permanecer en el país para continuar su obra de educación bíblica.

Un día difícil en una zona rural

Ser superintendente de circuito en aquellos días presentaba desafíos especiales. Había que viajar muchas horas y, en algunos casos, aguantar oposición violenta. Lloyd Gummeson, graduado de la Escuela de Galaad, empezó a servir de superintendente de circuito de tiempo completo en 1952. Después de que visitó a una congregación al norte de Yuty, informó lo que sucedió. Como se había predicado recientemente el territorio cercano, se hicieron planes para dar testimonio en un pueblo lejano. Un grupo de seis hermanos y cuatro hermanas partieron para ese territorio a las cuatro de la mañana. Todos caminaron, con excepción de una hermana que llevaba a un bebé de un año de edad. Llegaron a las once de la mañana, se dividieron en dos grupos y empezaron a predicar.

‘Tan solo una hora después, a las doce del mediodía, estábamos sentados en una casa de techo de paja dando testimonio a una familia interesada —dijo el hermano Gummeson—, cuando el comisario y un soldado de 16 años de edad entraron y nos apuntaron con sus armas. Dijo con firmeza a la familia que nos devolvieran las publicaciones y nos ordenó que los acompañáramos a la comisaría. Cuando llegamos, los demás publicadores ya estaban allí. Traté de razonar con el comisario, pero este no hablaba español, solo guaraní. Él estaba tan enojado que tenía los ojos enrojecidos y nos ordenó que saliéramos del pueblo y que nunca volviéramos.

’Después de caminar como un kilómetro, nos sentamos a almorzar debajo de un árbol. De repente el grupo se puso de pie y empezó a correr. Miré a mi alrededor y vi al comisario y a un soldado que venían a caballo con látigos largos. Decidí que era mejor permanecer con el grupo, de modo que eché a correr también. Al cruzar un arroyo de un salto, se me cayeron las gafas. Cuando me agaché para recogerlas, recibí un fuerte latigazo en la espalda. Luego el comisario intentó hacer que el caballo pasara por encima de mí, pero como sabía algo de caballos, agité mi maletín de un lado a otro enfrente del animal, y no se me acercó.

’Entretanto, el comisario azotó repetidas veces a otros tres hermanos y luego trató de pasar con el caballo por encima de una precursora de 70 años de edad. Por fin, los dos regresaron al pueblo, y nosotros seguimos caminando. Aunque algunos tenían marcas rojizas oscuras en la espalda, nadie resultó gravemente herido, y ninguno sintió dolor. Llegamos a casa a las ocho de la noche: habíamos caminado por dieciséis horas.’

A pesar de tales incidentes ocurridos en algunos de los pueblos más pequeños y las aldeas, la obra de proclamar el Reino siguió prosperando.

Un cambio de gobierno

El año 1954 resultó ser crítico en la vida política del país. El gobierno de don Federico Chávez fue derrocado. El 11 de julio, el general Alfredo Stroessner fue elegido presidente, lo que constituyó el comienzo de un régimen militar que duró más de treinta y cuatro años. ¿Cómo afectó a la obra de los testigos de Jehová?

Se programó una asamblea de distrito de cuatro días del 25 al 28 de noviembre de ese año. Como se había impuesto la ley marcial en el país, los hermanos necesitaban un permiso de la policía para celebrar una reunión. ¿Presentaría esto un problema? Los hermanos ya habían dado los pasos para alquilar un auditorio. Pero cuando fueron a conseguir el permiso para reunirse, les dijeron que no podían celebrar la asamblea. ¿Por qué no? Un policía admitió que los sacerdotes estaban presionándolos. Los hermanos visitaron a las autoridades muchas veces y razonaron bastante con ellas, hasta que por fin les dijeron que, aunque no les darían el permiso, harían la vista gorda durante los días de la asamblea. Los hermanos discretamente se abstuvieron de anunciar la asamblea mediante invitaciones impresas o en los periódicos. Invitaron a las personas verbalmente. La asamblea se celebró sin contratiempos.

Continúa la oposición religiosa

El clero católico siguió esforzándose por poner fin a la obra de los testigos de Jehová. A finales de 1955 se hicieron planes para celebrar una asamblea de circuito pequeña en Piribebuy, a 72 kilómetros [43 millas] al este de la capital. El primer día de la asamblea, al anochecer, el párroco dirigió a una muchedumbre armada con palos y machetes para interrumpir la reunión. Un profesor intervino, y la muchedumbre se retiró a la calle. Allí pasó la noche gritando y tirando piedras y petardos.

La oposición religiosa se hizo sentir de nuevo el 1 de marzo de 1957 en el pueblo de Itá, al sudeste de la capital. Mucho antes, los hermanos habían seguido el procedimiento legal para celebrar la asamblea de circuito allí. Obtuvieron el permiso para ello de las autoridades municipales de Itá y de la policía de la capital. Sin embargo, cuando los hermanos empezaron a llegar a Itá para asistir a la asamblea, observaron que algo andaba mal. Parecía un pueblo fantasma. Las calles estaban desiertas; las ventanas y las puertas estaban cerradas, incluso las contraventanas. ¿Por qué?

El párroco había jurado que esta asamblea no se celebraría, e hizo cuanto pudo por cumplir su promesa. Hasta se las arregló para que un avión esparciera miles de folletos por la región. Estos contenían el siguiente mensaje: “El viernes 1 de marzo de 1957 a las cinco y media de la tarde, habrá frente a la iglesia una gran concentración de todos los cristianos católicos de la ciudad y los distritos. [...] A las seis y media los católicos harán una enorme manifestación de repudio contra los ‘testigos (falsos) de Jehová’. Los herejes protestantes no tienen el derecho de celebrar ninguna asamblea en Itá”.

Cuando los hermanos se enteraron de los planes del sacerdote Ayala, decidieron que sería mejor celebrar la asamblea en el hogar de un hermano, en vez de hacerlo en las instalaciones al aire libre que se habían alquilado. En el hogar estarían mejor protegidos en caso de un ataque.

Imagínese la escena: en el hogar del hermano, unos sesenta cristianos amantes de la paz estaban reunidos para estudiar la Palabra de Dios. A dos manzanas, una muchedumbre de más de mil personas, cuyo número aumentaba constantemente, escuchaba la diatriba del sacerdote y su instigación a la violencia.

No toda la multitud aprobaba las acciones del sacerdote. Solano Gamarra, subteniente de las Fuerzas Aéreas Paraguayas, trató de calmar al sacerdote. Habló también con los ayudantes de este, pero tampoco escucharon. Uno de ellos estaba tan furioso que le dio un golpe al teniente y le partió el labio. Ante esto, las personas se volvieron como lobos contra el teniente, dándole golpes y abriéndole heridas en el cuero cabelludo. Le arrancaron la camisa y la colocaron en un palo para quemarla. Gamarra huyó para salvar su vida.

La muchedumbre, sedienta de sangre, se dirigió entonces hacia la asamblea, gritando: “¡Abajo con Jehová! ¡Que muera Jehová!”. Al acercarse al hogar donde se celebraba la asamblea, desapareció la poca protección policial que había. Desde adentro, los hermanos cerraron con barricadas la puerta de la casa. Algunos de los alborotadores intentaron entrar por el patio trasero a través de la propiedad de un vecino, pero este fue firme y no permitió que pasaran. El vecino no había olvidado que cuando estuvo enfermo, el Testigo cuyo hogar estaba bajo ataque lo había tratado con mucha bondad. Mientras tanto, los hermanos confiaron en Jehová y continuaron su reunión como mejor pudieron. Por razones de seguridad, todos pasaron la noche en la casa. Al día siguiente llegó la notificación del cuartel general de la policía de Asunción de que se había cancelado el permiso de celebrar la asamblea, a fin de proteger a los Testigos y en vista de que la policía local no podía controlar a la muchedumbre. Se fletó un autobús, y los alegres asambleístas partieron de allí cantando mientras se dirigían hacia la sucursal y hogar misional de Asunción para celebrar el resto de la asamblea. Su fe había sido sometida a prueba, y esto los fortaleció espiritualmente.

Reconocimiento legal

Después del ataque de la muchedumbre en Itá, la sucursal, en imitación del apóstol Pablo, tomó medidas para “establecer legalmente las buenas nuevas” en Paraguay (Fili. 1:7; Hech. 16:35-39). Estos pasos dieron buenos resultados. Después de reunir todos los requisitos legales, el 14 de octubre de 1957 se reconoció a la Sociedad Watch Tower Bible and Tract como una entidad legal, autorizada para representar a los testigos de Jehová del país. Este reconocimiento se publicó en los periódicos como un decreto presidencial. Dicho paso ha demostrado ser muy útil a la hora de comprar propiedades, y ha hecho posible que los misioneros obtengan su residencia permanente.

Su primera película

De 1954 a 1961, las películas de la Sociedad desempeñaron un papel valioso en ayudar al público a familiarizarse con la organización de Jehová. Estas se presentaron en gran parte de la región oriental del país. Más de setenta mil personas asistieron a las proyecciones de dichas películas en un período de cinco años.

Era toda una aventura transportar el generador y el resto del equipo necesario para presentar las películas en las zonas rurales. Muchas veces la proyección se hacía en canchas de fútbol, y se preparaba el equipo antes de que oscureciera. Luego se hacía un anuncio por el altavoz para invitar al público. A veces había vándalos que tiraban piedras. La cantidad de asistentes variaba. En General Artigas había una congregación de menos de veinte publicadores que se reunían a ocho kilómetros [5 millas] del pueblo, pero una noche se reunieron como mil trescientas personas para ver la película. No era extraño oír a las personas reírse de alegría durante los primeros minutos de la película cuando veían cambiar las escenas. Después de todo, en muchos casos era la primera vez que la gente de esos lugares veía una película.

Las películas dieron a los hermanos locales y al público una mejor idea de la magnitud de la obra que efectúan los testigos de Jehová por todo el mundo.

Los misioneros dan libremente de sí mismos

Al aumentar la cantidad de publicadores, los misioneros coordinaron sus esfuerzos para ayudarlos a progresar a la madurez. Los buenos resultados se manifestaron cuando en 1953 los misioneros tuvieron el privilegio de asistir a la Asamblea “Sociedad del Nuevo Mundo” en la ciudad de Nueva York. Mientras ellos estuvieron en esa asamblea, los hermanos de Paraguay tuvieron que encargarse de la superintendencia de la congregación de Asunción. Se alcanzaron nuevos máximos en diversas facetas del servicio del campo. Fue tan excelente la labor de los hermanos locales, que cuando regresaron los misioneros, les pidieron que continuaran encargándose de las asignaciones. Estos cambios hicieron posible que los misioneros sirvieran en otros lugares.

Había mucho trabajo para los misioneros. Cuando Werner Appenzeller llevaba unos cuatro meses en el país y sabía hablar un poco de español, se le asignó que atendiera el circuito de Encarnación. La mayoría de las carreteras no estaban pavimentadas, y por lo general se viajaba a pie o a caballo. Solo había 100 publicadores en el circuito, pero el ánimo y la instrucción contribuirían a su progreso espiritual. Unos años después, Ladislao Golasik, oriundo de ese lugar e hijo de Robert Golasik, fue nombrado superintendente de circuito.

Para finales de 1961, los misioneros graduados de la Escuela de Galaad habían estado trabajando en Paraguay por quince años. Para entonces había 411 Testigos en el país, organizados en veintidós congregaciones. Estos habían dedicado más de quinientas noventa y cuatro mil horas a la predicación de las buenas nuevas en el país. Los misioneros servían entonces en cinco hogares misionales, ubicados en Asunción, Encarnación, Villarrica, Coronel Oviedo y Pedro Juan Caballero. Desde estas ciudades, viajaban para predicar en las zonas vecinas. Hasta 1961, 50 misioneros habían participado en la obra en Paraguay. A causa de enfermedades u otras razones, veintinueve de ellos habían tenido que regresar a su país de origen. Pero todos contribuyeron de diversas maneras a dar adelanto a los intereses del Reino en Paraguay. En diciembre de 1961 llegaron al país Elmer y Mary Pysh, graduados del primer curso de diez meses de Galaad.

Construyen sus propios lugares de reunión

Por aquel entonces, los hermanos de Asunción construyeron y dedicaron un Salón del Reino, el primero de Paraguay que pertenecía a los hermanos. Era un excelente edificio de ladrillo y cemento que acomodaba a más de doscientas personas. Ver a hombres, mujeres y niños trabajar juntos excavando, mezclando cemento, puliendo ladrillos, pintando y limpiando resultó en un gran testimonio para la comunidad. Fue obvio para el público que estas personas eran trabajadores diligentes.

En Vacay, una zona rural en el sur del país, eran tantas las personas que se reunían con el grupo pequeño de Testigos (aún no era una congregación), que estos decidieron que también necesitaban un Salón del Reino. Pero no tenían dinero. ¿Cómo lo conseguirían? Llegaron a un acuerdo con un talador: ellos, como grupo, talarían los árboles de un terreno a cambio de materiales de construcción y dinero. Cuando se terminó el salón, cuatro familias interesadas que vivían lejos de este, vendieron sus granjas y se mudaron más cerca del Salón del Reino para no perderse ninguna reunión.

Más tarde, también se construyeron instalaciones para celebrar asambleas. En diversas ocasiones, los hermanos habían utilizado el Club Martín Pescador, la Universidad Nacional y el Colegio Americano. A principios de los años setenta se donó un terreno donde pudieron edificar su propio Salón de Asambleas, el cual se construyó poco a poco durante varios años.

Se provee una sucursal adecuada

A causa del aumento de la actividad y las consiguientes bendiciones de Jehová, también fue necesario conseguir una sucursal más adecuada. A través de los años se habían alquilado varias casas con ese propósito. Pero en 1962, Nathan Knorr, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, dio instrucciones de comprar un terreno en una de las mejores zonas de la ciudad con la intención de construir una sucursal y hogar misional que incluyera un Salón del Reino. El terreno que se consiguió estaba en una de las avenidas principales de la capital, a dos manzanas del principal estadio deportivo de Paraguay. Una vez que se prepararon los planos y se consiguieron los permisos municipales, se empezó la construcción en enero de 1965, y en diez meses las obras estaban terminadas. A principios de 1966, los hermanos disfrutaron de tener con ellos, durante una de sus visitas de zona, al hermano Knorr para la dedicación de los nuevos edificios.

La ubicación de la sucursal permitió que muchos miles de habitantes de Asunción fueran conscientes todos los días de la presencia de los testigos de Jehová. Y mientras viajaban hacia los encuentros deportivos, a miles más se les recordaba que Jehová tiene a sus Testigos en Paraguay.

Una nueva administración

Como ocurrió en las demás sucursales de la Sociedad por todo el mundo, el 1 de febrero de 1976 empezó a funcionar un Comité de Sucursal en Paraguay, que reemplazó al sistema anterior, que consistía en tener un único superintendente de sucursal. Durante los treinta años anteriores, Albert Lang, William Schillinger, Max Lloyd, Lloyd Gummeson, Harry Kays y Elmer Pysh sirvieron de superintendentes de la sucursal durante períodos de diversa duración. Todos ellos hicieron una valiosa aportación a la obra del Reino. Ahora entraba en vigor un nuevo sistema, que consistía en que un comité de hombres maduros colaborara en supervisar la labor de los testigos de Jehová del país.

El primer coordinador del Comité de Sucursal fue Elmer Pysh, y a Charles Miller y a Isaac Gavilán se les asignó a formar parte del comité. Los hermanos Pysh y Miller eran graduados de Galaad. El hermano Gavilán, un paraguayo, había estado trece años en el servicio de tiempo completo en Paraguay.

Otra ola de oposición oficial

En todo el mundo, los testigos de Jehová son neutrales respecto a los asuntos políticos. Toman a pecho lo que Jesús dijo a sus seguidores: “Ustedes no son parte del mundo” (Juan 15:19). Como tienen presente el consejo bíblico “guárdense de los ídolos”, tampoco participan en ceremonias nacionalistas, que consideran idolátricas (1 Juan 5:21). Puede que a primera vista los funcionarios del gobierno, cuya vida está entregada al sistema político y que ven el nacionalismo como un medio de unir al pueblo, encuentren difícil de entender la postura de los testigos de Jehová. Saben que otras confesiones religiosas, incluso el clero, no vacilan en participar en la política y en las ceremonias nacionalistas. A menudo, el clero aprovecha esta situación para sembrar en los funcionarios gubernamentales semillas de sospecha respecto a los testigos de Jehová.

En una carta con fecha del 31 de octubre de 1974, el entonces director general de Cultos, el doctor Manfredo Ramírez Russo, solicitó información respecto a las creencias y la organización de los testigos de Jehová. El 25 de febrero de 1976 se emitió un decreto gubernamental que exigía que en “todas las instituciones educativas” se “izara la bandera y se cantara el himno nacional diariamente”. En el número del 3 al 17 de septiembre de la publicación religiosa El Sendero, apareció un artículo sensacionalista y difamatorio a toda página titulado: “Los testigos de Jehová”. El 14 de marzo de 1977, en el periódico oficial del partido político del gobierno, Patria, también se presentó un artículo difamatorio, titulado: “Fanatismo”.

Entretanto, se convocó a unos representantes de las oficinas centrales de los testigos de Jehová a una entrevista con el director general de Cultos. Después de dicha reunión se preparó un resumen de las creencias de los testigos de Jehová, enfocado específicamente en su postura respecto a la bandera, el himno nacional y el servicio militar. Unos días después, un policía, Obdulio Argüello Britez, fue a la sucursal de Asunción y solicitó información sobre la asamblea que los testigos de Jehová habían celebrado del 6 al 9 de enero de ese año. Poco después, la procuradora general del estado, la doctora Clotilde Jiménez Benítez, entrevistó a unos representantes de la Sociedad y les preguntó sobre los mismos temas que se habían comentado anteriormente en la Oficina de la Administración de Cultos.

Después de esta cadena de sucesos, en 1978, se empezó a expulsar de la escuela a los hijos de los testigos de Jehová que rehusaban cantar el himno nacional, y no se les permitía matricularse en otra escuela. Pero eso no fue todo.

Qué significó la proscripción

El 3 de enero de 1979 estalló por fin la “bomba”. Se publicó un decreto que anulaba la situación legal de la Sociedad Watch Tower, que representaba a los testigos de Jehová.

Los titulares que anunciaban el decreto conmocionaron a Testigos y no Testigos por igual. Casi todos los medios de comunicación mostraron interés en este caso. Algunos favorecieron la acción; otros la condenaron. El periódico ABC mencionó que el decreto era “una violación de un derecho humano fundamental, consagrado por el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”.

Cuando el Comité de Sucursal se enteró de la proscripción, sin conocer aún los límites de esta, organizó inmediatamente los asuntos a fin de que la labor de la sucursal se atendiera en otros lugares. “Nunca hemos considerado esta proscripción como una persecución religiosa”, declaró el ministro de Educación y Culto, doctor Raúl Peña. No obstante, se obligó a los testigos de Jehová a reunirse en grupos pequeños en hogares particulares. Se impusieron restricciones a su obra de predicar, aunque esto no afectó el celo y el valor de la mayoría de los hermanos. Para beneficiarse de las asambleas cristianas, por algún tiempo tuvieron que arreglárselas para asistir a las asambleas en otros países.

¿Cómo empezó esta serie de sucesos? ¿Había actuado el doctor Manfredo Ramírez Russo únicamente en su calidad de funcionario del gobierno? Es interesante que en el periódico Última Hora, de Asunción, del 25 de agosto de 1981, apareció una fotografía de Manfredo Ramírez Russo y monseñor José Mees mirándose afectuosamente. El epígrafe decía: “Al director de Culto del Ministerio de Educación, Manfredo Ramírez Russo, le fue impuesta la condecoración ‘San Gregorio Magno’, por el nuncio apostólico de Su Santidad, monseñor José Mees, en reconocimiento a servicios prestados a la Iglesia Católica”.

Después de que se impuso la proscripción, los testigos de Jehová fueron arrestados en muchos lugares. Los detenían cuando los encontraban celebrando reuniones en grupos pequeños en hogares particulares, cuando llevaban el mensaje bíblico de esperanza a los hogares de sus vecinos y cuando conducían estudios bíblicos con personas interesadas.

Del 8 al 11 de octubre de 1981 se encarceló a nueve hermanos en Encarnación. Cuando Antonio Pereira, un anciano local que no había sido arrestado, solicitó hablar con el jefe de policía, Julio Antonio Martínez, para cerciorarse del bienestar de los hermanos encarcelados, el jefe de policía ordenó que lo arrestaran y lo recluyeran en una celda de máxima seguridad. Mientras tanto, Joseph Zillner, de una congregación vecina, fue a casa de la madre del primer hermano que fue encarcelado para averiguar lo que sucedía. Parece ser que alguien avisó a la policía, y en diez minutos esta lo conducía hasta la cárcel de Encarnación.

Se avivan las llamas de la persecución

Unos años después de imponerse la proscripción, las autoridades dejaron de arrestar a los Testigos. Poco a poco los hermanos empezaron a utilizar sus Salones del Reino y a celebrar asambleas pequeñas. Sin embargo, estas actividades se vieron interrumpidas repentinamente en 1984, cuando un periódico local anunció que cuatro estudiantes testigos de Jehová habían sido expulsados del Centro de Entrenamiento Vocacional de Asunción porque se negaron a cantar el himno nacional. Este incidente avivó las llamas de una campaña contra los Testigos aún más intensa que la anterior. Como consecuencia, casi todos los hijos en edad escolar de los testigos de Jehová fueron expulsados de las escuelas y muchos de ellos nunca pudieron regresar.

Del 2 al 5 de mayo de ese año aparecieron en el periódico Hoy una serie de artículos difamatorios que había redactado el sacerdote católico Antonio Colón. Ese mismo año prestó juramento un nuevo ministro de Educación y Culto, que siguió la misma política de su predecesor. Después de que hizo una declaración sumamente nacionalista, las escuelas no quisieron matricular a la mayoría de los hijos de los testigos de Jehová para el siguiente año. Se presentó una apelación ante un tribunal en favor de diez estudiantes —seis habían sido expulsados y a cuatro se les había negado la matrícula—, en la que se señalaba el derecho de los testigos de Jehová a que sus hijos recibieran una educación en las escuelas del país, sin tener que abandonar su fe o renunciar a los dictados de su conciencia. El tribunal falló a favor de los Testigos. Pero el Ministerio de Educación y Culto apeló al Tribunal Supremo.

Este asunto acaparó la atención del público durante 1985. Algunos columnistas defendieron la postura de los testigos de Jehová, mientras que los círculos oficiales seguían atacándolos. El 23 de julio de 1985, mientras continuaba la controversia, la sede mundial de los testigos de Jehová envió una carta al presidente de Paraguay.

En vista del fallo favorable del tribunal inferior en el caso de los niños en edad escolar, la sucursal animó a las congregaciones a volver a utilizar más abiertamente los Salones del Reino. Este paso obligaría a las autoridades a adoptar una postura más definida: o se ponían en contra de nosotros o nos concedían más libertad.

El 21 de marzo de 1986, se llamó a la comisaría al coordinador del Comité de Sucursal. “Están utilizando sus lugares de reunión de nuevo, y no tienen permiso para hacerlo”, le advirtieron. El hermano Gavilán respondió: “Permítanme recordarles que se cuestionó la constitucionalidad del decreto que anuló nuestro reconocimiento legal. En este momento el Tribunal Supremo lo está analizando, y aún no ha emitido un fallo. Dado que un recurso de inconstitucionalidad suspende ese decreto, desde un punto de vista legal tenemos el derecho de efectuar nuestras actividades hasta que el Tribunal emita el fallo final”. “No soy abogado —contestó el policía—, de modo que no puedo rebatir ese argumento. Así que tráigame una lista de sus lugares de reunión, y veremos qué sucede.” Así terminó la entrevista. Se entregó la información solicitada, junto con la documentación legal correspondiente. No volvieron a cerrar los Salones del Reino.

No obstante, el 26 de febrero de 1987, el Tribunal Supremo, presidido por el doctor Luis María Argaña, falló en contra de los testigos de Jehová en el caso de los niños en edad escolar. Muchos de los intelectuales consideraron que este fallo era una decisión política, y no fueron pocos los que la condenaron. ¿Cómo afectó la obra de los testigos de Jehová?

Continúan predicando las buenas nuevas

La obra de proclamar el Reino no cesó durante aquellos años difíciles. En enero de 1984, la sucursal inició una campaña para predicar en los territorios aislados con la ayuda de precursores especiales temporeros. Treinta precursores participaron en el programa el primer año. Se visitaron 75 pueblos. En catorce de ellos las autoridades no permitieron que los hermanos predicaran, pero en otros lugares, cuando explicaron a las autoridades el valor de esta obra espiritual, estas les ofrecieron protección y, en algunos casos, ¡un lugar donde dormir en la comisaría!

Gracias a esta labor, se encontró a muchas personas interesadas. Después de que los precursores entregaron el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra a una mujer que vivía a 200 kilómetros [125 millas] de Asunción, esta escribió a la sucursal y solicitó más ayuda. Cuando un matrimonio de Testigos la visitó, ella, con lágrimas en los ojos, alzó la vista al cielo y dio gracias a Jehová. Pese a la oposición de sus familiares, llegó a ser una fiel sierva de Jehová que da testimonio a sus vecinos y conocidos.

Se organizaron nuevos grupos de publicadores y nuevas congregaciones en estos territorios anteriormente aislados. La campaña de precursores especiales temporeros se ha llevado a cabo todos los años hasta el momento presente, con resultados maravillosos.

Disminuye la presión

En los círculos oficiales se conocía mejor a los testigos de Jehová y sus actividades. Los hermanos siguieron esforzándose por ayudar a las autoridades a tener un concepto más claro de la obra de los testigos de Jehová, hasta que por fin recibieron la aprobación verbal para celebrar una asamblea pública el 21 y 22 de marzo de 1987 en el Salón de Asambleas de los testigos de Jehová.

¡Qué día tan gozoso para los hermanos! Con lágrimas en los ojos, se abrazaron unos a otros. Después de nueve años de presión, tensión, incertidumbre y persecución directa, fue la primera vez que pudieron reunirse para adorar a Jehová libremente en Paraguay. Se invitó a hermanos de la Argentina, Brasil y Uruguay a esta ocasión especial. Fue el golpe de gracia a la influencia de la proscripción.

Reciben reconocimiento legal de nuevo

Paraguay atravesaba tiempos de cambio. Se intensificaba la tensión política. Por fin, durante la noche del 2 de febrero de 1989, se oyó el sonido de armamento pesado en Asunción. Era un golpe de estado. El gobierno militar de Alfredo Stroessner fue derrocado al día siguiente.

Sin pérdida de tiempo, los hermanos procuraron obtener de nuevo el reconocimiento legal. Finalmente, se aprobó la solicitud el 8 de agosto de 1991. ¡Qué día más feliz para el pueblo de Jehová en Paraguay!

El 20 de junio de 1992 entró en vigor una nueva constitución, en la que se incluyeron artículos importantes sobre los derechos humanos, como la libertad de reunión, el derecho a la objeción de conciencia, la libertad de culto e ideología y la eliminación de una religión estatal. Estos y otros pasos progresivos suministraron un grato alivio.

¡Adelante con la obra!

Aún quedaba mucho trabajo por hacer en lo que se refiere a la predicación de las buenas nuevas en Paraguay. En 1979, cuando se impuso la proscripción, había 1.541 proclamadores del Reino en el país. El año en que volvieron a tener reconocimiento legal, 3.760 informaron su actividad. Hoy hay más de seis mil doscientos proclamadores. Pero la proporción de publicadores por habitantes es aún de 1 por cada 817. ¿Qué más puede hacerse para llegar a estas personas?

Todos los años se envía a precursores especiales para dar testimonio en los pueblos donde no hay congregaciones. Dado que el 49% de la población vive en zonas rurales, la sucursal preparó en 1987 un camión con los artículos básicos a fin de que sirviera de casa remolque para los precursores especiales. Se ha utilizado por los últimos diez años para llegar a los territorios rurales que no están asignados a ninguna congregación ni a los precursores especiales temporeros. De esta manera, las aguas de vida están llegando a zonas muy extensas del país.

Se han hecho esfuerzos especiales por predicar a las personas que viven a lo largo de los ríos. En muchos casos, el único medio de comunicación que tienen con el mundo es por barco. Por eso, en 1992 la Sociedad terminó de construir un barco con espacio para cuatro tripulantes. Empezaron una campaña sistemática para buscar a la orilla de los ríos a las personas mansas como ovejas. El nombre del barco es, apropiadamente, El Pionero.

“Al atravesar el río Paraguay —escribe el hermano encargado del grupo—, llegamos a Puerto Fonciere, a 483 kilómetros [300 millas] de Asunción, y empezamos a predicar de casa en casa. Mientras conversábamos con una anciana, mencionamos que Dios había dicho que acabaría con toda la maldad, y que los testigos de Jehová estábamos avisando a la gente de que Dios lo haría mediante su Reino. La anciana interrumpió la conversación y, dirigiéndose a su nieta, le dijo que llamara a su abuelo porque había llegado ‘su gente’. Poco después se acercó el abuelo, que tenía más de 70 años. Estaba sudando, pues había estado trabajando en su granja. Nos saludó amablemente, y con los ojos llenos de lágrimas, dio gracias a Dios porque finalmente habíamos llegado. Dijo que nos había estado esperando por algún tiempo. Como estábamos un poco perplejos, le pedimos una explicación. Respondió que un capitán del ejército de la isla Peña Hermosa le había dado una Biblia y el libro Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta. El capitán había marcado varios textos bíblicos, como Salmo 37:10, 11 y Salmo 83:18, y le había dicho que algún día los testigos de Jehová irían a su hogar para hablarle más de los propósitos de Jehová. Se empezó un estudio bíblico enseguida.”

Hasta ahora la embarcación ha recorrido por lo menos dos veces todo el territorio que está a la orilla del río Paraguay, desde la frontera boliviana, al norte, hasta la frontera argentina, al sur, una distancia de 1.260 kilómetros [785 millas].

Obreros celosos que participan en la siega

Cuando Jesús dio instrucciones a sus discípulos del siglo primero, les instó: “Rueguen al Amo de la mies que envíe obreros a su siega” (Mat. 9:38). Los testigos de Jehová de hoy día han tomado a pecho esas palabras, y el Amo ciertamente ha enviado muchos obreros celosos al campo para participar en la siega espiritual en Paraguay.

Desde 1945 hasta la actualidad, 191 misioneros han servido en Paraguay. Sesenta de ellos han estado en el país por diez años o más (incluidos veintidós que sirven de misioneros pero que no son graduados de Galaad), y actualmente hay 84 misioneros. En la región oriental del país, donde han concentrado su actividad, hay 61 congregaciones progresivas.

A fin de dar testimonio en Paraguay, donde la proporción de Testigos por habitantes es aún de 1 por cada 817, las sucursales vecinas asignaron a algunos precursores especiales a este país. También se han mudado a Paraguay Testigos de muchos países. Han venido de lugares como Alemania, Argentina, Austria, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Dinamarca, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Inglaterra, Italia, Luxemburgo, Suecia, Suiza y Uruguay. Han empleado sus recursos y aptitudes de muchas maneras para dar adelanto a la proclamación del Reino. Algunos han servido en las ciudades; otros efectúan su ministerio en los pueblos y las aldeas, donde las condiciones de vida son bastante primitivas. La mayoría de ellos son precursores. Algunos han colaborado en la construcción de la sucursal y de Salones del Reino.

A través de los años, Paraguay ha recibido a inmigrantes de diversas nacionalidades. Alemanes, polacos, rusos, ucranianos, japoneses y coreanos se han establecido en diferentes partes del país. Los misioneros y otros Testigos que se han trasladado a Paraguay han dado un testimonio a estas personas también.

¿Qué puede decirse de los que hablan guaraní? El 90% de la población habla este idioma. Una encuesta reciente reveló que el 37% de los paraguayos habla únicamente guaraní. Los Testigos locales efectúan la mayor parte del trabajo entre estas personas, y se alegran de tener folletos en guaraní para ayudarles a cumplir su labor.

Algunos de los Testigos paraguayos han participado en el ministerio de tiempo completo por muchos años. Durante los treinta y seis años que Edulfina de Yinde ha sido precursora especial, ha ayudado a 78 personas a dedicarse y bautizarse. Ella y su esposo se alegran de que haya cinco prósperas congregaciones donde ellos sirvieron. María Chávez también ha ayudado a muchas personas durante sus treinta y nueve años de precursora especial.

Miles de hermanos que no son precursores siguen sirviendo con celo a Jehová. Muchos de ellos caminan largas distancias para asistir a las reuniones y para dar un testimonio cabal en su territorio rural. Con frecuencia, parten de casa antes del amanecer para ir al territorio, y llevan consigo suficiente “sopa paraguaya” (una comida seca) o tal vez tortillas y mandioca (yuca). Como a las siete de la mañana están listos para empezar a predicar, y continúan hasta que casi se pone el Sol. Llegan a casa cansados, pero alegres de haber dado de sí mismos con el fin de hablar al prójimo sobre Jehová y su maravilloso propósito.

Los sedientos ‘toman gratis el agua de la vida’

Como se predijo en las Escrituras, se está invitando a cualquiera que desee a ‘tomar gratis el agua de la vida’ (Rev. 22:17). Miles de paraguayos han aceptado esa invitación.

Una de ellos es Herenia. Ella se crió en el seno del catolicismo, y creía fervorosamente en las tradiciones de la Iglesia y en las supersticiones religiosas. Tenía mucho temor a los muertos y al infierno. Creía en los agüeros, y el pánico se apoderaba de ella cuando veía u oía algo que interpretaba como un mal agüero. Vivió en temor por veinte años. Luego, en 1985 empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Mientras progresaba el estudio, las aguas de la verdad la alentaron muchísimo y despertaron en ella el deseo de vivir para siempre en el Paraíso que se predijo en la Palabra de Dios.

En 1996, una mujer llamada Isabel, de la ciudad de Carapeguá, también probó el agua de la vida. Sin embargo, lo que vio en el libro El conocimiento que lleva a vida eterna no concordaba con sus creencias, de modo que pidió a los Testigos que no la volvieran a visitar. Pero leyó el libro por su propia cuenta y habló a sus vecinos acerca de él, de modo que cuando se encontró con un Testigo de nuevo, ya había cuatro familias deseosas de aprender más. La mayoría de estas personas perdieron el interés cuando el predicador pentecostal las presionó, pero se dio un buen testimonio, y la primera mujer y una vecina han seguido beneficiándose de las verdades dadoras de vida.

Cuando se ofrecieron por primera vez las aguas de la verdad a Dionisio y a Ana, ellos, como muchas otras personas, vivían juntos sin casarse, y lo habían hecho por veinte años. Dionisio y su hija mayor empezaron a estudiar con los testigos de Jehová en 1986; Ana y las otras dos hijas se opusieron. Ella rogaba al Testigo que dejara de hablar con Dionisio, amenazó con matar al Testigo, dijo que llamaría a la policía y consultó a una monja católica. Luego apeló ante el tribunal de menores sobre la base de que el estudio bíblico pondría en peligro a su hija mayor. Cuando la juez se enteró de que Dionisio, en efecto, mantenía bien a la familia, recomendó que Ana examinara la Biblia junto con él. Esta se quejó diciendo que su amiga, la monja, le había advertido que los Testigos hacen cosas inmorales en sus reuniones. La juez la tranquilizó y le dijo: “Nosotros los católicos decimos que conocemos la Biblia, pero en realidad no sabemos nada. Los testigos de Jehová estudian la Biblia. Sugiero que usted la examine también”. Entonces recomendó a Ana que se casara con Dionisio.

Sorprendida, Ana visitó a la monja de nuevo y le pidió que estudiara la Biblia con ellos. Ella le contestó que no era necesario. Además, instó a Ana a que no se casara con Dionisio, aunque anteriormente, cuando él no quería que ni se le hablara del tema, la monja había dicho muchas veces a Ana que debía casarse con él. Poco después, el padre de Ana enfermó de gravedad. Los Testigos locales prestaron mucha ayuda a la familia. Eso dio un giro decisivo a la vida de Ana. Empezó a estudiar y se casó con Dionisio. Ahora, casi diez años más tarde, Dionisio es anciano y toda su familia sirve a Jehová con celo.

La persistencia amorosa ha llegado al corazón de muchas personas de Paraguay. En los alrededores de San Lorenzo, por ejemplo, había solo una congregación en 1982. A pesar de la proscripción, muchos publicadores sirvieron de precursores; como resultado, el territorio de la congregación, que incluía algunas ciudades cercanas, empezó a abarcarse regularmente. Jehová bendijo el celo de los hermanos. Ahora hay nueve congregaciones en esa zona. Werner Appenzeller y su esposa, Alice, dicen que el incremento que vieron cuando sirvieron allí produjo en ellos el mayor gozo que han sentido durante sus cuarenta años de servicio en Paraguay.

El aumento continúa, no solo en una zona, sino en todo el país. En 1996 se dedicó una excelente nueva sucursal a unos 10 kilómetros [6 millas] de Asunción. Hay Salones del Reino en muchas partes del país, donde se celebran regularmente reuniones para impartir instrucción bíblica. Los testigos de Jehová continúan visitando a las personas en sus hogares y hablando con ellas en las calles. Invitan con celo a gente de toda clase a ‘tomar gratis el agua de la vida’.

[Ilustración de la página 210 (completa)]

[Ilustración de la página 213]

Juan Muñiz participó en introducir el mensaje del Reino en Paraguay

[Ilustración de la página 217]

Julián Hadad, uno de los primeros que aceptaron la verdad bíblica en Paraguay

[Ilustración de la página 218]

Jóvita Brizuela, bautizada en 1946, todavía es precursora especial

[Ilustración de la página 218]

Sebastiana Vazquez ha servido a Jehová desde 1942

[Ilustración de la página 222]

William Schillinger fue misionero en Paraguay por cuarenta años, hasta su muerte

[Ilustración de la página 230]

Werner Appenzeller y su esposa, Alice, misioneros en Paraguay por cuarenta años

[Ilustración de la página 233]

Orgullosos de su Salón del Reino (en Asunción), el primero que construyeron los Testigos de Paraguay y que pertenecía a ellos

[Ilustraciones de la página 235]

Salón de Asambleas de los Testigos de Jehová

[Ilustración de la página 237]

Dando testimonio a un cosechador de caña de azúcar de Villarrica

[Ilustración de la página 243]

Salón del Reino de Fernando de la Mora (Norte)

[Ilustración de la página 243]

Salón del Reino de Vista Alegre (Norte), Asunción

[Ilustraciones de las páginas 244 y 245]

Trabajadores celosos de muchos países han ido a Paraguay para dar testimonio: 1) Canadá. 2) Austria. 3) Francia. 4) Brasil. 5) Corea. 6) Estados Unidos. 7) Bélgica. 8) Japón. 9) Alemania

[Ilustración de la página 246]

La embarcación “El Pionero” en el río Paraguay

[Ilustraciones de la página 251]

El Hogar Betel y la sucursal de Paraguay, cerca de Asunción, y los que sirven allí

[Ilustraciones de la página 252]

Comité de Sucursal (de arriba abajo): Charles Miller, Wilhelm Kasten e Isaac Gavilán