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Alemania

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ALEMANIA es un centro de actividad internacional. En un año normal recibe la visita de unos quince millones de turistas, muchos de los cuales pasan sus vacaciones en los Alpes bávaros, la Selva Negra, a las riberas del hermoso río Rin o visitando los centros culturales de las ciudades. Otras personas viajan a este país por motivos mercantiles. Alemania es una de las principales potencias económicas, y mantiene relaciones comerciales en todo el globo terráqueo. Durante bastantes años, su pujante economía atrajo a muchísimos obreros de otros países, con un efecto patente en la composición de la población de las grandes ciudades. Las consecuencias de esta migración se dejaron sentir también en el ministerio de los testigos de Jehová del país.

Mayor influencia en su ministerio han tenido los sucesos acaecidos durante la II Guerra Mundial y al final de esta. Durante la dictadura de Adolf Hitler, los Testigos fueron objeto de un ataque salvaje y prolongado. Con el beneplácito de los cleros católico y protestante, Hitler juró exterminar a los Ernste Bibelforscher (Estudiantes sinceros de la Biblia), nombre por el que entonces se conocía en el país a los testigos de Jehová. Pero ellos no abjuraron de su fe. Se mantuvieron firmes ante el despiadado ataque que se lanzó en su contra.

A los doce años de haberse proscrito a los Testigos en Alemania, Hitler y su partido político habían desaparecido, mientras que los testigos de Jehová estaban ocupados hablando a las personas sobre el Reino de Dios y su significado para la humanidad. La historia de sus experiencias durante la época nazi y sobre cómo hicieron frente a la situación sigue constituyendo la base de un testimonio que en la actualidad llega al mundo entero.

¿Cuál fue la clave de su victoria? No fue su ingenio ni, desde luego, su número. Al comienzo de la II Guerra Mundial había en toda Alemania menos de veinte mil Testigos, en comparación con el colosal régimen nazi. La explicación reside en lo que dijo hace mucho un sabio maestro de nombre Gamaliel, cuyas palabras recoge la Biblia: “Si este proyecto o esta obra proviene de hombres, será derribada; pero si proviene de Dios, no podrán derribarlos” (Hech. 5:34-39). Los testigos de Jehová alemanes se mantuvieron leales a Dios incluso amenazados de muerte, y Jehová cumplió su promesa de ‘no dejar a los que le son leales’ (Sal. 37:28).

Aprovecharon las oportunidades posbélicas

Quienes sobrevivieron a las experiencias de los años de la guerra se dieron cuenta de que había trabajo que hacer. Habían vivido sucesos que formaban parte del inequívoco cumplimiento de la profecía de Jesucristo sobre la señal de su presencia y de la conclusión del sistema de cosas. Habían estado en medio de una guerra de una magnitud sin precedentes en la historia. Habían experimentado lo que significa ser entregados a tribulación, ser traicionados, ser objeto de odio de parte de las naciones y ser asesinados. Estaban sufriendo las predichas escaseces de alimento. Las personas necesitaban que se les explicara el significado de esos sucesos. Los testigos de Jehová no habían dejado de predicar ni siquiera en los campos de concentración. Pero conocían esta profecía de Jesús: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones” (Mat. 24:3-14). Aún había más que hacer, y ellos estaban deseosos de proseguir con la obra.

En cuanto acabó la guerra, los Testigos alemanes reorganizaron la labor de proclamar el Reino. Erich Frost, liberado tras nueve años de confinamiento, dispuso de inmediato que hermanos maduros visitaran, reorganizaran y fortalecieran las congregaciones. Algunos Testigos estaban tan débiles a causa del hambre, que se desmayaban durante las reuniones, pero su resolución era estar presentes para aprovecharse del alimento espiritual. Su primer día en libertad, Gertrud Poetzinger caminó toda la jornada en dirección a Múnich con la esperanza de encontrar allí a su esposo. Pero al anochecer unas personas le suministraron bondadosamente comida y alojamiento, y se quedó con ellas levantada hasta después de la medianoche dándoles testimonio sobre los propósitos de Jehová. Cuando Konrad Franke se encontró en libertad, emprendió enseguida el servicio de precursor, aunque la única ropa que tenía al principio era el traje a rayas de la prisión.

En 1947, 15.856 Testigos participaban de nuevo públicamente en el ministerio del campo en el país, dando a conocer con valor que el Reino de Dios es la única esperanza de paz y seguridad duraderas. Jehová bendijo su entusiasta ministerio, por lo que en mayo de 1975, treinta años después del fin de la guerra, en Alemania occidental había 100.351 proclamadores del Reino activos.

Durante aquellos años no solo se dio testimonio en el campo germano. Los celosos Testigos alemanes se dieron cuenta de que su ministerio incluía a personas de muchas naciones. ¿Cómo fue posible?

El campo misional en casa

Con el fin de hacer frente a las necesidades de su boyante economía, Alemania emprendió a mediados de los años cincuenta la contratación de Gastarbeiter (trabajadores huéspedes) de otros países. Llegaron en grandes cantidades procedentes de España, Grecia, Italia, Portugal, Turquía y lo que entonces era Yugoslavia. Para 1972, la mano de obra extranjera ascendía a bastante más de dos millones cien mil personas.

Tras la marea de trabajadores huéspedes que llegaron entre las décadas de los cincuenta y los setenta, una oleada de refugiados procedentes de África y Asia barrió Alemania en los años ochenta, a los que se unieron, en los noventa, los de Europa oriental y los Balcanes. Fruto de unas leyes de asilo político entonces generosas, Alemania se convirtió en el país europeo con mayor cantidad de residentes nacidos fuera de sus fronteras.

Los testigos de Jehová consideraron que esta población constituía un magnífico territorio misional que se había desplazado a su misma casa. Dado que “Dios no es parcial” y que las personas desarraigadas de su país natal necesitan, sin duda, el consuelo que únicamente da la Palabra de Dios, los testigos de Jehová sintieron la acuciante obligación de predicar las buenas nuevas a estas personas (Hech. 10:34, 35; 2 Cor. 1:3, 4). Pero hablar con 7.500.000 extranjeros en su propio idioma no ha sido una labor sencilla.

Con la intención de dar a conocer más eficazmente la verdad bíblica a estas personas de otros países, muchos Testigos alemanes aprendieron un nuevo idioma: un magnífico testimonio de que aman de verdad al prójimo, en conformidad con lo que Jesús enseñó a sus seguidores (Mat. 22:39). Aunque a la mayoría de ellos les resultaba imposible ser misioneros en otro lugar, tenían muchos deseos de aprovechar al máximo las oportunidades que se les presentaban en su propio país. Así, para agosto de 1998, más de veintitrés mil seiscientos publicadores predicaban las buenas nuevas en 371 congregaciones y 219 grupos de habla extranjera. Por supuesto, las congregaciones en otros idiomas no se forman para segregar a quienes no conocen suficientemente bien el alemán, sino para facilitarles el aprendizaje de la verdad en su lengua materna. Muchos publicadores han acabado reconociendo que una segunda lengua puede llegar a la mente, pero para alcanzar el corazón normalmente es necesaria la materna.

Aunque en Alemania hay grupos que no están conformes con la presencia de extranjeros y por ello los maltratan, el pueblo de Jehová los acoge con verdadero amor cristiano. Entre los veinticuatro idiomas, además del alemán, en que los testigos de Jehová celebran las reuniones actualmente, están el albanés, amárico, árabe, chino, hindi, húngaro, japonés, persa, rumano, tamil, tigriña y vietnamita. Aproximadamente el diez por ciento de los 194.751 presentes en las asambleas de distrito “Enseñanza Divina” que hubo en el país en 1993, asistieron a las celebradas en lenguajes extranjeros, y la cantidad de bautizados en estas supuso casi el catorce por ciento del total.

Entre los que han respondido con aprecio al mensaje del Reino se cuenta una familia hindú que en 1983 salió de Sri Lanka a consecuencia de la guerra, y que esperaba conseguir tratamiento médico para su hijo de seis años. Lamentablemente, el niño murió, pero la familia ha llegado a conocer a Jehová, que levantará a los muertos y les concederá la oportunidad de vivir para siempre (Hech. 24:15). También tenemos el caso de una nigeriana que de adolescente luchó en la guerra de Biafra. Tras irse a Alemania, su vida cambió cuando conoció lo que Jehová enseña a las personas sobre la convivencia pacífica (Isa. 2:3, 4).

A los italianos que se han hecho testigos de Jehová en Alemania no es raro oírles el dicho “Non tutti i mali vengono per nuocere” (“No todas las desgracias resultan perjudiciales”), unas palabras muy apropiadas, sin duda. Muchos de esos italianos llegaron al país, al igual que los ciudadanos de otras naciones, huyendo de los problemas económicos, y hallaron algo más valioso que las posesiones materiales: la verdad sobre Dios y su propósito.

Otras personas se han percatado de la fervorosa labor que los Testigos realizan con estas gentes. La congregación de Halberstadt recibió esta carta: “Somos el principal centro de acogida de refugiados, y atendemos habitualmente a gente de más de cuarenta naciones. [...] Estas personas, procedentes de diversas culturas, han tenido que dejar a sus familiares, su tierra natal, su idioma y sus tradiciones. A menudo han pasado por experiencias traumáticas, y se encaran a un futuro incierto. [...] Esa es la razón por la que muchas de ellas buscan apoyo y esperanza en la religión. Agradecemos su generoso regalo [de Biblias en varios idiomas], que permitirá a estas personas hallar consuelo y confianza al leer la Biblia en su propia lengua”.

Algunos grupos en lengua extranjera

INGLÉS: Los refugiados de Nigeria, Ghana, Sri Lanka, India y otros países se benefician de la labor de las congregaciones inglesas. Uno de ellos es el ghanés Steven Kwakye. Ya en Alemania, cuando un joven de Bangladesh le dijo a Steven que trataba de rehuir a los Testigos, este le sugirió que la próxima vez se los enviara a él. De joven, Steven había hablado con un Testigo de Ghana. Ahora, sin la presión de los parientes, quería aprender más. Actualmente es anciano cristiano, y su familia sirve con él a Jehová.

TURCO: Hacía más de diez años que la esposa y los hijos de Rasim eran testigos de Jehová, pero él continuaba en la fe islámica. No obstante, se dio cuenta de que la interpretación del Corán difería tanto de una mezquita a otra, que algunos musulmanes no asistían a más mezquita que la suya. De visita en Turquía, fue tanto a una mezquita como a las reuniones de los testigos de Jehová. En esta escuchó interpretaciones del islam distintas de las que se enseñaban en Alemania. No había unidad. Pero a su regreso a Alemania dijo: “En el Salón del Reino de este país hay el mismo amor y el mismo programa que en el Salón del Reino de Turquía. Esta es la verdad”.

HINDI: En 1985, dos Testigos llamaron a la casa de Sharda Aggarwal inmediatamente después de que ella pidió en oración encontrar un dios a quien poder confiarle sus sentimientos. Su esposo tenía cáncer de pulmón. Sharda estaba abatida, y sentía que las divinidades hindúes no prestaban atención a sus oraciones. Preguntó a los Testigos si Jesús era Dios. La explicación que le dieron la convenció de que se había respondido su oración. Jehová parecía ser la clase de dios sobre la que deseaba aprender. Si bien al principio no estaba decidida a abandonar a los dioses del hinduismo por temor a ofenderlos, al poco tiempo tiró las imágenes que tenía de ellos y aceptó a Jehová como el Dios verdadero. Se bautizó en 1987. En la actualidad es precursora regular, agradecida de servir a un Dios personal en quien puede confiar. Tanto su esposo como su hijo son siervos ministeriales (Sal. 62:8).

POLACO: En 1992 se formó en Berlín una congregación polaca, y ese mismo año tuvo lugar un día especial de asamblea. Aunque este se celebraba en una parte de Alemania en la que hay muchas personas de origen polaco, nadie esperaba ver abarrotados el Salón de Asambleas, el vecino Salón del Reino y el comedor. Asistieron un total casi increíble de 2.523 personas. Algunos de los presentes eran Testigos polacos que pertenecían a congregaciones alemanas, pero que estaban encantados de ver que la obra de predicar el Reino se abría camino en el campo polaco; ellos mismos estaban muy agradecidos de escuchar las verdades bíblicas en su lengua materna.

Hasta en ruso, serbocroata y chino

RUSO: Al acabar la Guerra Fría, muchas personas que se habían criado en Rusia y hablaban ruso, pero cuyos antepasados eran alemanes, regresaron a la tierra de sus ancestros. También había miembros de las fuerzas armadas soviéticas sirviendo en lo que entonces era Alemania oriental, junto con los familiares que estaban a su cargo. Todos los seres humanos nacen con una necesidad espiritual, y la suya no se había satisfecho.

Los Schlegel son una familia de raza alemana que en 1992 dejaron la península de Crimea (Ucrania) y se fueron al país de sus antepasados. Entró en contacto con ellos una testigo de Jehová originaria de Uzbekistán que se había hecho Testigo en Alemania. Después de estudiar la Biblia, toda la familia se bautizó.

Sergej y su esposa, Zhenya, eran ateos, pero cuando se les enseñaron las respuestas bíblicas a sus preguntas, sobre todo las que tenían respecto al futuro, se quedaron asombrados. Humildemente cultivaron fe en Jehová e hicieron cambios en la vida, aunque para Sergej significó cambiar de empleo y renunciar a la pensión a la que pronto iba a tener derecho.

Marina, enfermera de un hospital militar, buscaba el sentido de la existencia. Cuando recibió el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, lo leyó inmediatamente, y enseguida se dio cuenta de que había encontrado el objeto de su búsqueda. A su regreso a Rusia, visitó y animó a otras personas que habían estudiado con los testigos de Jehová en Alemania. Al poco tiempo comenzó a dedicarse a su propósito en la vida sirviendo de precursora.

En agosto de 1998 había 31 congregaciones y 63 grupos pequeños rusos, con un total de 2.119 publicadores, un aumento del 27% sobre el año anterior.

SERBOCROATA: Johann Strecker, superintendente viajante en el campo serbocroata, dice que en la antigua Yugoslavia vivían personas de al menos dieciséis nacionalidades. “Es maravilloso ver cómo ahora las une la verdad”, señala. Cuando se invitó a Munib, un musulmán que había servido en el ejército yugoslavo por ocho años, a una reunión de los testigos de Jehová en Alemania, se encontró a croatas, serbios y personas de antecedentes musulmanes reunidos juntos en paz. Le parecía casi inconcebible. Durante un mes se limitó a observar. Una vez que se convenció de que la paz y la unidad de los Testigos es real, aceptó estudiar la Biblia. Se bautizó en 1994.

Rosanda, croata católica romana que había pasado varios años en un convento, fue a visitar a unos familiares que se habían hecho Testigos en Alemania. Después de asistir con ellos a la Escuela del Ministerio Teocrático y la Reunión de Servicio, admitió: “Tienen la verdad. Siempre me pregunté cómo predicaban el evangelio los primeros cristianos. Cuando vi en la plataforma cómo una hermana le predicaba a otra, se me cruzó por la mente la idea: ‘Exactamente así debieron hacerlo los primeros cristianos’”. En la actualidad imita el ejemplo de aquellos cristianos sirviendo de precursora.

Algunos de los Testigos germanos que aprendieron los idiomas de estos grupos para darles testimonio, posteriormente se fueron a servir a esos países cuando las circunstancias lo permitieron.

CHINO: El campo chino de Alemania se ha abierto más recientemente. “La mayoría de los chinos no han oído nunca de nosotros, y menos aún han leído la Biblia”, indica Egidius Rühle, que fue misionero en Taiwan, y añade: “Como la mayoría de los chinos ansían aprender, absorben el conocimiento como esponjas”.

El día de octubre de 1996 en que se hizo la presentación de la clase 12 de la Escuela de Entrenamiento Ministerial ante la familia Betel de Selters, resultó muy grato conocer al primer estudiante chino que asistía a la escuela en Alemania. Había aprendido la verdad en este país, y había dado testimonio a una profesora china de Geología, a la que entregó el libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación? Ella leyó todo el libro en menos de una semana. Ahora, en lugar de enseñar la evolución, dirige estudios de la Biblia a domicilio: dieciséis a finales de 1996.

Deseosos de dar a conocer lo que aprendieron

Literalmente cientos de residentes extranjeros han conocido la verdad en Alemania a lo largo de los años y han regresado a su país para seguir predicando las buenas nuevas. Muchos son ahora ancianos o siervos ministeriales, o tienen otras responsabilidades. Petros Karakaris es miembro de la familia Betel de Grecia, Mamadou Keita es misionero en Malí y Paulin Kangala, a quien muchos conocen por el nombre de Pepe, es misionero en la República Centroafricana junto con su esposa, Anke.

Desde comienzos de los años noventa, más de mil quinientos publicadores grecohablantes han vuelto a Grecia, algunos de ellos como ancianos cualificados. Otros se han ido a Suecia, Bélgica, Inglaterra y Canadá para impulsar la predicación entre la población griega de esos países. Y probablemente no haya ninguna otra nación del mundo, salvo la misma Grecia, con tantos publicadores grecohablantes como hay en Alemania.

¿Qué ocurría en Alemania oriental?

Al final de la II Guerra Mundial, Alemania fue ocupada por los ejércitos de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y la Unión Soviética, y quedó dividida en cuatro zonas de ocupación, cada una de ellas bajo la jurisdicción de una de las cuatro potencias vencedoras. (La capital, Berlín, también se dividió en cuatro sectores de ocupación.) Como la zona soviética estaba al este del país, enseguida se la llegó a conocer como zona oriental. En 1949 se devolvió la soberanía a esta parte de Alemania, que recibió el nombre de República Democrática Alemana, si bien, en realidad, la expresión zona oriental sencillamente fue sustituida por Alemania oriental. Cuando las tres zonas de ocupación restantes se convirtieron en la República Federal de Alemania, en 1955, en coherencia con el uso popular se las llegó a conocer como Alemania occidental.

Tras la caída del estado nazi, los testigos de Jehová que vivían en la zona oriental enseguida aprovecharon la oportunidad para tener reuniones públicas y salir celosamente al ministerio del campo. Para mediados de 1949, más de diecisiete mil Testigos informaban su actividad en el servicio del campo en Alemania oriental. Pero la tranquilidad que sintieron tras desplomarse el régimen nazi les duró poco. La policía volvió a disolver las reuniones de congregación. Se confiscaron las publicaciones. Se bloquearon las carreteras para impedir que los Testigos asistieran a una asamblea. Se arrestó a algunos hermanos. El 31 de agosto de 1950 se impuso una proscripción oficial. De nuevo un régimen político, esta vez el comunista, obligaba a los Testigos de Alemania oriental a pasar a la clandestinidad, y no recuperaron la libertad hasta casi cuarenta años después.

La persecución en Alemania oriental fue más dura al comienzo de la proscripción. En 1990, el periódico alemán Berliner Morgenpost informó: “Entre 1950 y 1961 [cuando se levantó el muro], los funcionarios germanos orientales detuvieron a 2.891 testigos de Jehová; a 2.202, incluidas 674 mujeres, se les llevó a juicio y se les sentenció a un total de doce mil trece años de cárcel. Treinta y siete hombres y trece mujeres murieron en prisión como consecuencia del maltrato, la enfermedad, la desnutrición o la edad avanzada. Los tribunales sentenciaron a doce hombres a cadena perpetua, pero posteriormente les redujeron la condena a quince años”.

Claro, ese fue solo el principio. La proscripción duró cuatro décadas. Hubo períodos en que la presión sobre los Testigos parecía aliviarse, pero entonces las autoridades irrumpían en los hogares y detenían a más hermanos. Aunque no se conocen las cantidades exactas, los propios datos históricos de la Sociedad indican que durante los años de la proscripción se encarceló a 4.940 Testigos de Alemania oriental en 231 lugares distintos.

Se reunían con discreción

Incluso en circunstancias tan difíciles, por lo general los testigos de Jehová se las arreglaron para conseguir publicaciones bíblicas para el estudio. Cientos de hermanos valerosos arriesgaron la libertad, y en ocasiones hasta la vida, para atender las necesidades espirituales. Las hermanas desempeñaron a menudo un papel decisivo. Antes de que se construyera el muro de Berlín, en 1961, viajaban al sector occidental de la ciudad, conseguían publicaciones en las oficinas de la Sociedad y se las llevaban. Cuando los espías germanos orientales comenzaron a vigilar la oficina para ver quién iba por las publicaciones, se detuvo a algunos correos, por lo que cambiaron de tácticas. Las hermanas que hacían de correos recogían las publicaciones en los hogares de otros Testigos berlineses y emprendían camino a casa. A pesar de que se detuvo a algunas, se las llevó a los tribunales y se las sentenció a prisión, nunca cesó por completo el flujo de suministros espirituales.

¿Les resultó posible tener reuniones cristianas en esas circunstancias? Como es lógico, al principio algunos hermanos estaban un poco preocupados. Pero se dieron cuenta de que reunirse con sus compañeros cristianos era importante para estar fuertes espiritualmente (Heb. 10:23-25). Lo organizaron de manera que se reunieran con discreción, en grupos pequeños. Por seguridad, se llamaban unos a otros solo por el nombre. Lo normal era que tuvieran las reuniones cuando había oscurecido, en lugares y días distintos. Durante el verano, no podían comenzar antes de las diez de la noche. No obstante, los hermanos no dejaron de asistir.

Si bien no podían usarse Salones del Reino, un granjero amigable de Sajonia ofreció su granero. Tenía una puerta trasera que daba a un sendero oculto por los arbustos. Durante todo un invierno se reunieron en ese granero a la luz de las velas unas veinte personas. Al poco tiempo el granjero también se hizo Testigo.

Los hermanos ponían especial empeño en organizar la celebración de la Cena del Señor. Manfred Tamme recuerda una ocasión en que suministró los emblemas a unos hermanos encarcelados: “Llené de vino un frasco de tónico para el cabello y pedí que se lo hicieran llegar a un hermano que estaba en prisión. El funcionario abrió el frasco, olió el contenido y dijo: ‘¿Se supone que esto impide que se caiga el pelo?’. ‘Bueno, al menos eso es lo que dice’, contesté. Volvió a enroscar el tapón y entregó el frasco al hermano a quien iba dirigido”.

Aprendieron a dar testimonio bajo proscripción

La predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios en Alemania oriental no se detuvo. Como la Biblia no estaba prohibida, los hermanos solían entablar conversaciones sencillamente haciendo referencia a ella. Tenían pocas publicaciones que ofrecer, o carecían totalmente de ellas, por lo que elaboraban conversaciones bíblicas con una serie de textos que trataban diversos temas. Por supuesto, era peligroso predicar. El día que salían al servicio del campo podía ser el último en libertad. Los Testigos hicieron de la oración su “compañera inseparable”, como se expresó uno de ellos, quien añadió: “Nos dio tranquilidad y serenidad. Nunca nos sentimos solos. No obstante, teníamos que estar siempre vigilantes”.

A pesar de su esfuerzo por ser cautelosos, hubo veces en que se encontraron cara a cara con la policía. En cierta ocasión en que Hermann y Margit Laube visitaban unas casas que les habían recomendado personas a las que ya conocían, vieron un uniforme de policía colgado en el perchero detrás del hombre que salió a la puerta. Margit palideció y a Hermann le latía con fuerza el corazón. Hicieron una oración en silencio. Seguramente acabarían en prisión. “¿Quiénes son ustedes?”, preguntó el hombre con brusquedad. Margit fue quien contestó: “Estoy segura de que le he visto en algún lugar, pero no puedo recordar dónde. Sí, usted es policía. Debo haberle visto de servicio”. En un tono algo más amigable, el señor replicó: “¿Son de los de Jehová?”. “Sí —contestó Hermann—, y tiene que reconocer que se necesita valor para llamar a su puerta. Estamos interesados en usted personalmente.” Entonces el policía los invitó a entrar. Tras varias visitas, se comenzó un estudio bíblico, y con el tiempo llegó a ser un hermano cristiano.

Parte de la predicación se hizo en las mismas prisiones. Wolfgang Meise estuvo internado en la cárcel de Waldheim. Cierto día recibió una carta de su esposa en la que le decía que había estado “en Berlín y le había gustado una sopa Knorr”. (Knorr es la marca de una sopa popular en Alemania.) Wolfgang aprovechó la oportunidad para explicarle a otro recluso que eso quería decir que había habido una asamblea en Berlín y que N. H. Knorr, el presidente de la Sociedad Watch Tower, había discursado en ella. El hombre no olvidó jamás el brillo en los ojos de Wolfgang, que reflejaba la alegría que sentía mientras le explicaba la carta de su esposa. Unos catorce años después, tras haberse marchado a Alemania occidental, el hombre se puso a estudiar la Biblia, y dos años más tarde se bautizó en Würzburg.

A Hildegard Seliger, que ya había pasado muchos años en los campos de concentración nazis, un tribunal comunista de Leipzig la sentenció a diez años más. Posteriormente, una guarda de la prisión de Halle le dijo que la consideraban especialmente peligrosa porque ‘hablaba de la Biblia todo el día’.

Aumento constante pese a la proscripción

El fervor de los hermanos produjo buen fruto. Horst Schramm informa de que a comienzos de los años cincuenta había veinticinco publicadores en la Congregación de Königs Wusterhausen, pero que cuando cayó el muro de Berlín, había 161, pese a que 43 se habían ido al Oeste y varios habían fallecido. De hecho, en algunas congregaciones, más del setenta por ciento de los Testigos activos en la actualidad conocieron la verdad durante la proscripción.

A modo de ejemplo, veamos el caso de la familia Chemnitz. Bernd y Waltraud aprendieron la verdad y se bautizaron siendo aún bastante jóvenes, durante los primeros días de la proscripción. Una vez que se casaron y empezaron a criar una familia, no permitieron que la proscripción les impidiera educar a sus hijos para que se convirtieran en siervos de Jehová. En la década de los ochenta, con la obra todavía proscrita, Andrea, Gabriela, Ruben y Esther siguieron el ejemplo de sus padres dedicándose a Jehová y bautizándose. Solo Matthias, el menor, se bautizó tras levantarse la proscripción. Jehová bendijo en abundancia la determinación de este matrimonio ante la oposición. Es una gran recompensa para ellos saber que hoy día sus cinco hijos forman parte de la familia Betel de Selters.

Un anciano que colaboraba en la compilación de los informes mensuales del servicio del campo para la Sociedad dice: “En los cuarenta años de proscripción, no pasó ni un solo mes sin que se informara el bautismo de alguna persona”. A continuación entra en más detalles: “Normalmente los bautismos se hacían en casas particulares y con pocas personas presentes. Después del discurso, se sumergía en una bañera a quienes se iban a bautizar. Muchas veces, era difícil sumergirlos del todo, pero pese a esas pequeñas dificultades, todos ellos aún recuerdan con alegría el día de su bautismo”.

Cuando volvió a ser posible publicar los informes del servicio del campo de Alemania oriental, fue una gran alegría saber que durante la década de los ochenta habían estado activos nada menos que 20.704 publicadores. Actualmente, claro está, ya no es necesario hacer informes separados. Durante 1990, la cantidad de publicadores de la Alemania reunificada aumentó hasta los 154.108.

Reorganización para fortalecer a la hermandad

Durante los años en que los dirigentes comunistas procuraron que los Testigos de esa parte del planeta no tuvieran contacto con sus hermanos cristianos de otros países, en todo el mundo se hicieron cambios importantes en la organización de los testigos de Jehová misma. Esos cambios, cuyo objetivo era conformarse más estrechamente a lo que la Biblia dice sobre la congregación cristiana del siglo primero, sirvieron para fortalecer a la hermandad internacional y preparar a la organización para el rápido crecimiento que vendría durante los años siguientes (compárese con Hechos 20:17, 28).

Por ello, a partir de octubre de 1972, las congregaciones dejaron de estar supervisadas por una única persona, a la que se conocía como siervo de congregación y quien se encargaba de hacer el trabajo necesario con la colaboración de unos ayudantes, y se nombraron cuerpos de ancianos para atenderlas. Para 1975 ya se habían puesto de manifiesto las buenas consecuencias de ese cambio.

Erwin Herzig, superintendente viajante por muchos años, recuerda que no a todo el mundo le complació el cambio. Sirvió para sacar a la luz “la condición de corazón de algunos siervos de congregación”, dice. Aunque la inmensa mayoría tenía corazones leales, el cambio eliminó a los pocos que eran ambiciosos y que estaban más preocupados por “destacar” que por servir a sus hermanos.

Se avecinaban más cambios. Durante los años setenta se amplió el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová y luego se reorganizó, para lo cual se dividió su trabajo entre seis comités, que empezaron sus actividades el 1 de enero de 1976. Un mes después, el 1 de febrero de 1976, se modificó la supervisión de las sucursales de todo el mundo. Dejarían de funcionar bajo la jurisdicción de un siervo de sucursal, y pasarían a estar supervisadas por un Comité de Sucursal nombrado por el Cuerpo Gobernante.

Los hermanos Frost, Franke y Kelsey habían sido siervos de la sucursal de Alemania previamente por diversos períodos. El hermano Frost había visto necesario dejar Betel por razones de salud. (Murió en 1987 a los 86 años de edad. Su biografía aparece en La Atalaya del 15 de julio de 1961.) Cuando en 1976 se formó en Alemania un Comité de Sucursal de cinco miembros, se incluyó a Konrad Franke (que durante la época nazi fue encarcelado en repetidas ocasiones) y a Richard Kelsey (graduado de Galaad que llevaba veinticinco años sirviendo en Alemania). También integraban el comité Willi Pohl (superviviente de los campos de concentración nazis que asistió a la clase número 15 de Galaad), Günter Künz (graduado de la clase 37 de Galaad) y el ex superintendente viajante Werner Rudtke.

A excepción del hermano Franke, fallecido en 1983, todos los miembros originales del comité continúan formando parte de él. (La biografía de Konrad Franke aparece en La Atalaya del 1 de enero de 1965.) Otros dos hermanos sirvieron en el comité durante un tiempo hasta su muerte: Egon Peter (de 1978 a 1989) y Wolfgang Krolop (de 1989 a 1992).

En este momento componen el Comité de Sucursal ocho hermanos. Además de los mencionados, están Edmund Anstadt (desde 1978), Peter Mitrega (desde 1989) y Eberhard Fabian y Ramon Templeton (desde 1992).

Cuando se pusieron en efecto estas modificaciones en la supervisión de la sucursal, en 1976, la familia Betel de Wiesbaden (Alemania occidental) solo tenía 187 miembros. Desde entonces, el personal ha aumentado hasta alcanzar la cifra de 1.134, en la que se incluye a personas de treinta países, lo cual refleja en cierta medida el cariz internacional de la obra en la que la sucursal tiene el privilegio de tomar parte.

Una nueva imprenta para satisfacer las crecientes necesidades

A mediados de los años setenta, las instalaciones de la sucursal de Alemania se encontraban en una zona de Wiesbaden conocida por el nombre de Kohlheck, en un tiempo un barrio residencial muy tranquilo a la orilla del bosque, pero entonces un sector de la ciudad que crecía rápidamente. La Sociedad ya había incrementado su propiedad en esta zona en trece ocasiones. Pero la cantidad de proclamadores del Reino en Alemania occidental ascendía a unos cien mil. Se necesitaba una sucursal mayor para supervisar el campo y una imprenta más amplia para producir las publicaciones bíblicas. Se estaba haciendo muy difícil conseguir más propiedad para la expansión. ¿Cómo se solventaría el problema? El Comité de Sucursal pidió la dirección de Jehová en oración.

A finales de 1977, los miembros del Comité de Sucursal recién nombrado empezaron a contemplar la posibilidad de construir un nuevo Hogar Betel en un lugar distinto. Ahora bien, ¿se necesitaba realmente? El sentir general era que el fin del viejo sistema debía estar muy próximo. No obstante, también había que tener en cuenta otro factor. Los métodos de impresión estaban cambiando, y la Sociedad se veía muy presionada para adoptarlos si quería continuar imprimiendo a gran escala durante el tiempo que le quedara a este viejo sistema. Cabe señalar que la experiencia que se adquirió al afrontar la situación que existía en la Alemania oriental durante la proscripción de los testigos de Jehová, facilitó a los hermanos de Wiesbaden hacer los cambios cuando estos fueron necesarios. ¿Cómo fue posible?

La decisión de imprimir en offset

Tras levantarse el muro de Berlín, en 1961, cada vez resultó más difícil suministrar publicaciones a los testigos de Jehová de Alemania oriental. Con objeto de facilitar esta labor, se preparó para ellos una edición especial de La Atalaya en formato pequeño con solo los artículos de estudio. Producir esta edición conllevaba componer los artículos por segunda vez. La impresión en papel extrafino era difícil, y el plegado de las hojas impresas también resultaba trabajoso. Cuando los hermanos encontraron una plegadora automática que efectuaba esa operación, descubrieron que se había fabricado en Leipzig (Alemania oriental), paradójicamente el mismo país donde los testigos de Jehová estaban proscritos y para el que estaba pensada esa edición menos llamativa de La Atalaya.

Un hermano que había aprendido a imprimir en offset antes de ir a Betel sugirió que, para simplificar el trabajo, se reprodujeran las revistas por ese medio. Podían fotografiar los artículos de estudio, reducirlos de tamaño y luego impresionarlos sobre una plancha offset. Se regaló a la sucursal una pequeña prensa offset alimentada por hojas. Con el tiempo resultó posible publicar no solo los artículos de estudio, sino toda la revista, primero en blanco y negro, y, finalmente, en colores. Del mismo modo se produjeron incluso libros de tamaño pequeño.

Cuando Nathan Knorr, por entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, visitó Wiesbaden en 1975, observó con interés la operación. “No está nada mal”, dijo tras examinar la información impresa. Al indicársele que se trataba de una edición especial para Alemania oriental y que estábamos satisfechos con el nuevo método de impresión, el hermano Knorr contestó: “Los hermanos que pasan tantas dificultades merecen lo mejor que podamos darles”, y de inmediato concedió permiso para comprar otras máquinas con las que hacer el trabajo.

Así, cuando Grant Suiter, del Cuerpo Gobernante, mencionó durante su visita de 1977 a Alemania que la Sociedad había estado mucho tiempo pensando seriamente en pasarse a la impresión offset, y que se había tomado la decisión de hacerlo a gran escala, los hermanos de Wiesbaden ya tenían cierta experiencia. Indirectamente, la proscripción de Alemania oriental les había preparado para el cambio.

De todas formas, la operación encerraba más que meramente aceptar la idea de que era necesario cambiar los métodos de impresión. El hermano Suiter explicó que harían falta prensas mayores y más pesadas. Pero, ¿dónde se ubicarían? Una cosa era soñar con tener prensas offset alimentadas por bobinas que imprimieran a colores y otra muy distinta convertir el sueño en realidad. Se analizaron varias posibilidades de ampliar más las instalaciones de Kohlheck, pero todas presentaban problemas. ¿Qué deberían hacer?

Una nueva sucursal

Se inició la búsqueda de una propiedad en otro lugar. El 30 de julio de 1978, los cincuenta mil Testigos reunidos en la asamblea de Düsseldorf y la multitud de casi sesenta mil personas congregadas en Múnich, recibieron, para su sorpresa, la noticia de que se planeaba comprar una propiedad en la que se construiría una sucursal totalmente nueva.

Durante casi un año se examinaron 123 lugares. Finalmente se escogió una propiedad situada en la cima de una colina desde la que se domina el pueblo de Selters. Con la aprobación del Cuerpo Gobernante, el 9 de marzo de 1979 se efectuó la compra. Negociaciones posteriores con dieciocho propietarios permitieron la adquisición de otras 65 parcelas adyacentes, tras lo cual se dispuso de 30 hectáreas [74 acres] para la construcción. Selters, ubicado a unos 40 kilómetros [25 millas] al norte de Wiesbaden, ofrecía un acceso fácil para el transporte por carretera, y el Aeropuerto Internacional Rhein-Main, de Frankfurt, se encontraba a menos de 65 kilómetros [40 millas] de distancia.

Estaba a punto de ponerse en marcha la mayor obra de construcción de la historia de los testigos de Jehová alemanes. ¿Éramos realmente capaces de hacer el trabajo? Rolf Neufert, del Comité de Construcción, recuerda: “Ningún hermano, salvo nuestro arquitecto, había trabajado jamás en una obra de tal envergadura. Es difícil hacerse una idea de la dificultad de la empresa. Normalmente, solo las oficinas con años de experiencia y todos los expertos necesarios emprenden obras tan grandes y complejas”. No obstante, los hermanos razonaron que si Jehová deseaba que construyeran la sucursal, también bendeciría los resultados.

Hubo que conseguir 40 diferentes permisos de obras, pero los funcionarios locales fueron muy cooperativos, lo cual se agradeció enormemente. Bueno, al principio también hubo oposición, si bien provino sobre todo del clero, que organizó reuniones para instigar a la gente a oponerse, sin que le sirviera de nada.

Testigos de todo el país se ofrecieron voluntarios para colaborar. Fue extraordinario el espíritu que manifestaron. Como promedio, todos los días había en el lugar de las obras cuatrocientos trabajadores fijos, y en todo momento se contó con unos doscientos hermanos que dedicaban sus vacaciones a trabajar en la sucursal. Durante los cuatro años que duró la construcción, ofrecieron sus servicios no menos de quince mil Testigos.

Un hermano recuerda: “Independientemente del tiempo y las dificultades, hiciera calor o frío, o incluso helara, el trabajo continuaba. A veces, justo cuando otros hubieran dejado de trabajar, nosotros no hacíamos más que comenzar”.

También llegó ayuda de otros países. A Jack y Nora Smith, y su hija Becky, de 15 años, no les pareció demasiado recorrer miles de kilómetros desde Oregón (E.U.A.). Estaban en la asamblea internacional de Múnich cuando se anunció que la Sociedad pensaba construir unas nuevas instalaciones en Alemania. “¡Qué privilegio sería trabajar en la construcción de un nuevo Betel!”, dijeron, e hicieron saber que estaban disponibles. Jack recuerda: “Mientras trabajábamos en la preasamblea de 1979, recibimos una solicitud y una invitación para ir lo antes posible. Estábamos tan emocionados, que nos resultó difícil concentrarnos en el trabajo y en la asamblea”.

A fin de alojar a los obreros, hubo que remodelar los edificios que ya había en la propiedad. Para el invierno de 1979/1980 se finalizó la primera casa. En septiembre de 1980 se pusieron los cimientos del nuevo Hogar Betel. También se emprendieron las obras de la imprenta, justo en el momento oportuno. Como la prensa offset de bobinas (de 27 metros de largo [89 pies de largo]) que pedimos en enero de 1978 iban a entregárnosla a principios de 1982, para entonces debía estar terminada la imprenta, al menos en parte.

Pudimos hacer la mayoría del trabajo nosotros mismos. Un hermano dice, todavía asombrado: “Ninguno de nosotros tenía experiencia en una construcción de esa envergadura y con una plantilla de trabajadores que cambiaba constantemente. A menudo pensamos que habíamos llegado a un punto muerto, pues ciertos trabajos debían realizarlos especialistas con los que no contábamos. Pero sucedió muchas veces que, justo en el último momento, recibíamos inesperadamente la solicitud de un hermano con los conocimientos necesarios. Los hermanos aparecían cuando se necesitaban”. Agradecieron a Jehová su dirección y bendición.

El traslado a Selters

Trasladar los muebles y las pertenencias de los aproximadamente doscientos betelitas, aparte de la maquinaria y demás material de trabajo, era una tarea enorme, demasiado para hacerla de una sola vez. Así que la familia Betel se fue a Selters gradualmente, departamento por departamento, conforme avanzaba la construcción.

Entre los primeros en mudarse estuvieron los que trabajaban en la imprenta, pues esta fue la primera sección del complejo que se terminó. Poco a poco se desmantelaron y transportaron las máquinas que había en Wiesbaden. Mientras tanto, el 19 de febrero de 1982 comenzó la impresión a todo color en la nueva rotativa offset de Selters, un buen motivo de celebración. Para mayo, la imprenta de Wiesbaden enmudeció. Después de treinta y cuatro años, se había puesto punto final a las labores de impresión allí.

El primer trabajo importante de la nueva prensa offset fue el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. Estaba programado presentar esta nueva publicación en las asambleas de distrito de 1982, y se pidió a Alemania que la imprimiera en siete idiomas. El problema era que la línea de encuadernación aún permanecía en Wiesbaden. De hecho, no se trasladó a Selters hasta un año más tarde. Por consiguiente, después que las signaturas salían de la prensa de Selters, el camión de la Sociedad las llevaba a toda prisa a Wiesbaden para su encuadernación. Pese a que esa operación supuso más trabajo, los hermanos consiguieron terminar 485.365 ejemplares del 1.348.582 que componían la primera edición, gracias a lo cual multitudes internacionales reunidas en distintos países se alegraron de recibir la nueva publicación.

Como es lógico, hubo sentimientos encontrados a la hora de trasladarse, pues Wiesbaden había sido el hogar de algunos betelitas por casi treinta y cinco años. Al poco tiempo, el Betel de Wiesbaden se dividió en secciones y se vendió a varias personas. Solo se conservó una pequeña parte de la antigua planta de encuadernación, que se remodeló para convertirla en un Salón del Reino, donde se reúnen actualmente cuatro congregaciones: dos alemanas, una inglesa y una rusa, un ejemplo típico de la unidad internacional del pueblo de Jehová.

El día de la dedicación

Tras dar los últimos toques al Betel de Selters, el 21 de abril de 1984 se celebró el programa de dedicación. Todos los que habían trabajado en la construcción tenían el pleno convencimiento de que la mano de Jehová había estado con ellos. Habían acudido a él en busca de dirección y le habían dado las gracias al desaparecer obstáculos aparentemente insalvables. Ahora veían una prueba tangible de su bendición en las instalaciones terminadas, que ya se estaban utilizando para fomentar la adoración verdadera (Sal. 127:1). Fue, sin duda, una ocasión de especial alegría.

A principios de la semana, el complejo abrió sus puertas a los visitantes. Se invitó a recorrer las instalaciones a varios funcionarios con los que la Sociedad había tratado. También se recibió a los vecinos. Un visitante indicó que había ido gracias a su pastor. Comentó que este se había quejado tantas veces de los Testigos durante los últimos años, que toda la congregación estaba cansada de oírlo. El domingo anterior había vuelto a arremeter contra ellos, y había advertido al rebaño que no aceptaran su invitación para visitar Betel el día de puertas abiertas. “Yo estaba enterado de su invitación —dijo el visitante—, pero me había olvidado de la fecha. Si el pastor no la hubiera mencionado el pasado domingo, seguramente no hubiese venido.”

Después de las visitas guiadas preliminares, llegó por fin el programa de la dedicación. Cuando a las nueve y veinte de la mañana la música señaló el comienzo del programa, ¡qué alegría dio saber que trece de los catorce componentes del Cuerpo Gobernante habían podido aceptar la invitación de estar presentes! Puesto que era imposible que asistieran todos los que de una forma u otra habían contribuido a que las obras llegaran a feliz término, se dispuso la conexión mediante hilo telefónico con otros once lugares distribuidos por todo el país. De ese modo disfrutó del programa una multitud de 97.562 personas.

Entre los presentes en Selters ese memorable día estuvieron muchos que habían demostrado su fe mientras estuvieron recluidos en los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial, junto con unos cuantos hermanos que habían sido liberados más recientemente de prisión en Alemania oriental. Dos de ellos fueron Ernst y Hildegard Seliger. El hermano Seliger había emprendido su carrera en el ministerio de tiempo completo justamente sesenta años antes, y entre él y su esposa habían pasado más de cuarenta años en prisiones y campos de concentración bajo los regímenes nazi y comunista. Tras asistir al programa de dedicación, escribieron: “¿Pueden imaginarse cómo nos hace sentirnos el que se nos haya permitido asistir a este maravilloso banquete espiritual en nuestro paraíso espiritual? De principio a fin, escuchar el maravilloso programa fue como oír una sinfonía divina de unidad y armonía teocráticas”. (Si desea conocer más detalles sobre las pruebas de fe que pasaron, vea La Atalaya del 1 de diciembre de 1975.)

‘Casas al nombre de Jehová’

La gente con frecuencia se asombra al ver a los testigos de Jehová construir Salones del Reino en pocas semanas, o quizá en días, edificar grandes Salones de Asambleas con mano de obra voluntaria y costear con donaciones voluntarias complejos de Betel que cuestan millones de dólares. El pueblo alemán ha tenido muchas oportunidades de ver directamente todas estas actividades.

El primer Salón de Asambleas de Alemania occidental se dedicó en Berlín occidental a principios de los años setenta. Después se hicieron otros, por lo que para 1986, todas las asambleas de circuito de Alemania occidental tenían lugar en Salones que pertenecían a los Testigos.

La bendición de Jehová se ha hecho patente durante el trabajo de los hermanos en estas obras. En Múnich, gracias a la colaboración de los funcionarios municipales, se obtuvo la propiedad donde construir el Salón de Asambleas a un precio muy razonable a la orilla de los hermosos jardines del parque Olímpico, separados del gigantesco Estadio Olímpico por una autopista.

Se puso especial empeño en conseguir que los gastos de maquinaria y construcción fueran los mínimos. En una central eléctrica que iba a reubicarse tenían a la venta armarios de conmutación eléctrica y una centralita de teléfonos, así que los hermanos lo compraron todo por menos del cinco por ciento de su precio original. La demolición de un complejo de edificios en el momento preciso permitió que se consiguieran a un precio módico los lavabos, los inodoros, las puertas, las ventanas y cientos de metros de conductos de agua, gas y ventilación. Los hermanos economizaron aún más fabricando ellos mismos las sillas y las mesas. Las ordenanzas municipales sobre paisajes exigían que se plantaran veintisiete tilos en la propiedad del Salón de Asambleas. Un vivero que cerraba tenía justo la cantidad requerida, todos ellos exactamente de la altura exigida, así que los hermanos los compraron a una décima parte de su precio normal. Después que el ayuntamiento de Múnich terminó de pavimentar la mayoría de las calles adoquinadas de la ciudad, pudieron conseguirse casi gratis toneladas de adoquines, que se utilizaron para pavimentar los paseos alrededor del salón y el estacionamiento contiguo.

Podrían narrarse historias parecidas de otros Salones de Asambleas de Alemania, todos ellos distintos, pero todos hermosos. Son, en verdad, como dijo Salomón del templo de Jerusalén hace más de tres mil años, “una casa al nombre de Jehová” (1 Rey. 5:5).

Además, continúa a buen ritmo la construcción de Salones del Reino para cubrir las necesidades de las 2.083 congregaciones alemanas. Actualmente hay diecisiete Comités Regionales de Construcción. Antes de que se formara el primero, en 1984, los Testigos solo eran dueños de 230 Salones en todo el país. Desde entonces hasta agosto de 1998, se han construido un promedio de 58 nuevos Salones al año, más de uno a la semana durante los pasados doce años.

Los testigos de Jehová germanos miran más allá de las fronteras nacionales también en materia de construcción. Forman parte de una familia mundial. Más de cuarenta Testigos alemanes han sido siervos internacionales, y han estado dispuestos a trabajar en la construcción en todo lugar adonde la Sociedad los haya enviado y por el tiempo que se les haya necesitado. Otros 242 han servido durante temporadas más o menos largas en las obras de construcción de otros países.

Los superintendentes viajantes pastorean el rebaño

Un factor de importancia en el estado espiritual de la organización ha sido la labor de los superintendentes viajantes, verdaderos pastores del rebaño de Dios (1 Ped. 5:1-3). Son, como los denominó el apóstol Pablo, “dádivas en hombres” (Efe. 4:8).

Tras la II Guerra Mundial, los superintendentes viajantes visitaron las congregaciones, las fortalecieron y salieron con ellas al ministerio del campo. Algunos de esos hermanos fueron Gerhard Oltmanns, Josef Scharner y Paul Wrobel, todos los cuales se habían bautizado en 1925. También estuvieron Otto Wulle y Max Sandner, que se habían bautizado en la década de los treinta.

Cuando se presentó la necesidad, se incorporó a otros hermanos al grupo de superintendentes viajantes. Desde el final de la guerra mundial hasta el presente, más de doscientos noventa hermanos han realizado esta obra en Alemania occidental, y más de cuarenta, en Alemania oriental. Estos se han entregado de verdad a fomentar los intereses del Reino. Para algunos de ellos significó dejar de ver con frecuencia a sus hijos mayores o a sus nietos. Otros se las arreglaron para atender su asignación y al mismo tiempo pasar tiempo habitualmente con sus padres mayores o enfermos.

Algunos de esos ministros viajantes han realizado esta labor agotadora pero, a la vez, gratificante durante décadas. Por ejemplo, Horst y Gertrud Kretschmer llevan sirviendo de ministros viajantes por toda Alemania desde mediados de los cincuenta. El hermano Kretschmer aún recuerda que cuando en 1950 estuvo en el Betel de Wiesbaden durante una breve temporada, Erich Frost le pasó cariñosamente la mano por el hombro y le dijo: “Horst, no te preocupes nunca. Si permaneces fiel a Jehová, él te cuidará. Yo lo he experimentado, y tú también lo experimentarás. Simplemente sé fiel”.

Desde 1998, en Alemania sirven de superintendentes de circuito o distrito 125 hermanos. Son hombres maduros con un promedio de treinta años de servicio de tiempo completo a Jehová. Sus esposas también manifiestan celo en el ministerio, y son un estímulo especial para las hermanas de las congregaciones que visitan.

Un superintendente viajante va a Brooklyn

El pueblo de Jehová de Alemania conocía bien a Martin y Gertrud Poetzinger. Ambos habían servido fielmente a Jehová antes, durante y después del Tercer Reich de Hitler. En cuanto salieron en libertad de los centros de reclusión nazis, reanudaron el servicio de tiempo completo. Visitaron los circuitos por toda Alemania como superintendentes viajantes durante más de treinta años. Miles de Testigos habían llegado a amarlos y respetarlos.

En 1959, el hermano Poetzinger asistió a la clase 32 de Galaad. Gertrud, que no sabía inglés, no lo acompañó, pero se alegró del privilegio que él recibió. Para ella no era nada nuevo estar alejada de su esposo. La persecución nazi los había separado a la fuerza durante nueve años pocos meses después de su boda. De modo que si en ese momento la organización de Jehová les pedía que se separaran voluntariamente por causa de una actividad teocrática, no iban a dudarlo, y mucho menos a quejarse.

Tampoco habían servido nunca a Jehová buscando beneficio personal. Siempre habían aceptado con gusto las asignaciones teocráticas. No obstante, se llevaron una sorpresa cuando en 1977 recibieron la invitación de pertenecer a la familia Betel de la sede mundial, en Brooklyn (Nueva York, E.U.A.). El hermano Poetzinger iba a formar parte del Cuerpo Gobernante.

Se les mandó permanecer en el Betel de Wiesbaden hasta que consiguieran la documentación de su residencia en Estados Unidos. La espera se alargó varios meses, más de lo previsto. Mientras Martin repasaba su inglés, su enérgica esposa, Gertrud, también lo estudiaba. No es sencillo para una mujer que ronda los 65 años aprender un nuevo idioma, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera por el servicio de Jehová.

Para varios miembros de la familia Betel de Wiesbaden que hablaban inglés fue un gran placer ayudar a Martin y Gertrud. Siempre que ella se disgustaba demasiado mientras estudiaba inglés, su marido le aconsejaba con bondad: “Tómatelo con calma, Gertrud, con calma”. Pero a Gertrud nunca se le había dado bien eso de ‘tomarse las cosas con calma’. Toda su vida en el servicio de Jehová se había caracterizado por su entrega sin reservas y su determinación. Ese fue el mismo espíritu con el que se aplicó en el aprendizaje del idioma, y en noviembre de 1978, en cuanto recibieron los visados de entrada permanentes, acompañó a su esposo a Brooklyn.

Aunque a la hora de su partida había sentimientos encontrados, los hermanos alemanes compartían la alegría de los Poetzinger por sus nuevos privilegios de servicio. También se sintieron profundamente conmovidos cuando, más o menos una década después, se enteraron de que el 16 de junio de 1988, Martin había finalizado su carrera terrestre a los 83 años de edad.

Tras la muerte de su esposo, Gertrud regresó a Alemania, donde sirve como parte de la familia Betel. Sigue sin ‘tomarse las cosas con calma’, y parece que nunca lo hará. Además de trabajar en su asignación de Betel, suele dedicar sus vacaciones a hacer el precursorado auxiliar. (Si desea conocer más detalles sobre los Poetzinger, vea los números de La Atalaya del 1 de junio de 1970, 1 de agosto de 1984 y 15 de septiembre de 1988.)

Las escuelas especiales contribuyen a satisfacer las necesidades en todo el mundo

Desde 1978, no mucho antes de que los Poetzinger partieran rumbo a Brooklyn, la Escuela del Servicio de Precursor, un curso de preparación práctica que dura diez días, ha servido para fortalecer a los precursores alemanes. Todos los años hay escuelas en los circuitos de todo el país. Se invita a los que han sido precursores durante al menos un año y que no han asistido previamente. Para principios de 1998 habían pasado por la escuela 16.812 precursores. Las clases se han impartido, además de en alemán, en español, francés, griego, inglés, italiano, polaco, portugués, ruso, serbocroata y turco.

Algunos asistieron a la Escuela del Servicio de Precursor pese a que sus circunstancias eran muy difíciles. El hijo de Christine Amos murió en un accidente de tráfico cuando regresaba a casa de la reunión, algo más de una semana antes de que ella fuera a la escuela. ¿Se beneficiaría del curso en esas circunstancias? ¿Cómo le iría a su esposo si se quedaba solo en casa todo ese tiempo? Pues bien, ambos decidieron que ella debía asistir, que tener la mente absorta en cuestiones espirituales resultaría para bien. A su esposo se le invitó a trabajar en Betel durante esos días. Poco después, se invitó a ambos a Selters para trabajar en la construcción. Cuando esta terminó, disfrutaron colaborando en las obras de Grecia, España y Zimbabue. Y actualmente son precursores de nuevo en Alemania.

Algunos de los que han estado en la Escuela del Servicio de Precursor han podido hacer de este servicio su carrera, una carrera que les resulta estimulante en todo momento y que les gratifica profundamente. Inge Korth, precursora desde 1958, dice: “La obra de tiempo completo me ofrece la oportunidad especial de demostrar todos los días el amor intenso que siento por Jehová y mi gratitud a él”. Waldtraut Gann, que emprendió el precursorado en 1959, añade: “El servicio de precursor es una protección en este mundo malvado. Sentir la ayuda de Jehová causa felicidad verdadera y satisfacción interna. Las posesiones materiales no pueden compararse a eso”. Martina Schaks, que sirve de precursora con su esposo, agrega: “El servicio de precursor es una ‘escuela de la vida’, pues me ayuda a cultivar ciertas cualidades, como el autodominio y la paciencia. Al servir de precursora, me siento muy cerca de Jehová y de su organización”. Para otros hermanos, dicho servicio ha resultado ser un peldaño hacia el servicio en Betel, la obra misional o la obra del circuito.

Con el fin de que los precursores germanohablantes tuvieran acceso al servicio misional y así contribuir a satisfacer la urgente necesidad de más misioneros, en 1981 se creó en Alemania una Extensión de la Escuela de Galaad. Como aún no se había finalizado el Betel de Selters, las dos primeras clases se hicieron en Wiesbaden. Tras la mudanza a Selters, hubo allí tres clases. A estas cinco clases asistieron estudiantes germanohablantes de Luxemburgo, Suiza y los Países Bajos, además de 100 estudiantes de Alemania. Tras la graduación, se envió a los hermanos a un total de veinticuatro países, entre ellos algunos de África, América Latina, Europa oriental y el Pacífico.

A mediados de los setenta, 183 siervos de tiempo completo originarios de Alemania habían asistido a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. Para finales de 1996, esta cifra había aumentado a 368, gracias en parte a la Extensión de la Escuela de Galaad. Qué gratificante es saber que, en enero de 1997, más o menos la mitad de estos estudiantes aún servían de misioneros en sus asignaciones extranjeras. Entre ellos se cuentan Paul Engler, que lleva en Tailandia desde 1954; Günter Buschbeck, que sirvió en España desde 1962 hasta que lo asignaron a Austria, en 1980; Karl Sömisch, que sirvió en Indonesia y el Oriente Medio antes de ser trasladado a Kenia; Manfred Tonak, a quien, tras servir en Kenia, se le pidió que fuera a la sucursal de Etiopía, donde había necesidad, y Margarita Königer, cuyo servicio misional durante los pasados treinta y dos años la ha llevado a Madagascar, Kenia, Benín y Burkina Faso.

Otra escuela, la de Entrenamiento Ministerial, que prepara a ancianos y siervos ministeriales solteros, se organiza regularmente en Alemania desde 1991. Junto con los hermanos alemanes, han disfrutado de la espléndida preparación que ofrece esta escuela hermanos germanohablantes de Austria, Bélgica, Dinamarca, Hungría, Luxemburgo, Países Bajos, la República Checa y Suiza. Tras la graduación, algunos estudiantes han asumido más responsabilidades, pues se les ha enviado a África, Europa oriental y otras zonas donde hay mucha necesidad.

El Hogar Betel y la imprenta de Selters mismos también han resultado ser, de hecho, una “escuela”, en la que los hermanos se han capacitado para satisfacer las necesidades que surgieron con la apertura de Europa oriental. La vida en Betel les enseñó a trabajar con todo tipo de personas y a darse cuenta de que Jehová puede efectuar su obra utilizando a gente de toda clase, pese a las imperfecciones humanas. Los hermanos que habían trabajado en el Departamento de Servicio llegaron a comprender que los problemas pueden solucionarse poniendo siempre en práctica los principios bíblicos y siguiendo con cuidado las directrices del Cuerpo Gobernante. Les enseñaron hermanos que manifestaban los frutos del espíritu, tenían una actitud equilibrada y depositaban confianza absoluta en Jehová incluso bajo tremenda presión: lecciones muy valiosas que transmitir a los hermanos de otras sucursales.

La formación y el amor permiten superar un obstáculo

Durante la década pasada, se llevó a cabo un programa mundial de educación con el fin de reforzar la postura que adoptan los testigos de Jehová de obedecer la prohibición bíblica de utilizar sangre (Hech. 15:28, 29). Eso ha implicado superar un muro de prejuicio y desinformación. En relación con ese programa, en 1990 se creó en Alemania el departamento de Servicios de Información sobre Hospitales. En noviembre de ese mismo año, asistieron a un seminario que tuvo lugar en Alemania 427 hermanos, muchos de ellos alemanes y el resto de otros nueve países. Esto fortaleció los lazos internacionales. Los ancianos agradecieron muchísimo la ayuda recibida. Un anciano de Mannheim hizo esta observación: “Se nos preparó para dejar clara nuestra postura con firmeza y el debido respeto, pero sin amedrentarnos”. Un anciano de Austria que estaba presente dijo: “Nunca había asistido a un seminario en el que se tratara información tan variada de una manera tan sencilla”.

A partir de entonces, se han celebrado más seminarios con objeto de preparar a los 55 Comités de Enlace con los Hospitales que entre tanto se han ido formando en Alemania, a fin de atender las necesidades de los Testigos con relación a los tratamientos médicos sin sangre. La labor de estos comités ha dado buenos resultados. Para agosto de 1998, más de tres mil quinientos sesenta médicos de toda Alemania habían expresado su disposición a tratar a los Testigos sin sangre. Entre ellos están una cuarta parte de los que hace varios años la revista Focus catalogó como “los mil mejores médicos de Alemania”.

En enero de 1996, los Comités de Enlace con los Hospitales se pusieron a distribuir un manual concebido especialmente para este caso: La familia. Su cuidado y protección. Tratamiento médico para testigos de Jehová. (Este hermoso manual, concebido para uso exclusivo del personal médico y los funcionarios, contiene datos sobre las alternativas médicas sin sangre disponibles. Se ha hecho un esfuerzo conjunto para entregárselo a jueces, asistentes sociales, neonatólogos y pediatras.) La mayoría de los jueces dieron las gracias, y a menudo comentaron sobre la gran calidad del manual y su utilidad. A muchos les sorprendió saber que existen numerosos tratamientos alternativos sin sangre para las personas que no aceptan transfusiones. Un juez de Nördlingen dijo: “Es exactamente lo que necesito”. Un profesor de la Universidad de Saarland utilizó información del manual como base de una exposición y del examen escrito que puso a un grupo de estudiantes que hacía un curso avanzado de derecho civil.

Dado que en la actualidad hay Comités de Enlace con los Hospitales por todo el mundo, puede haber colaboración internacional en situaciones urgentes. En los casos en que un médico ha recetado ciertos medicamentos que no se encuentran en el país del paciente, nuestra red internacional ha facilitado su obtención y envío por correo desde Alemania. Además, se ha puesto en contacto a hermanos de más de una decena de países con médicos alemanes dispuestos a colaborar, con el propósito de que reciban el tratamiento dentro de sus posibilidades económicas.

Por supuesto, los hermanos que viven en Alemania también se benefician de esa colaboración internacional. En 1995, una hermana que iba de viaje a Noruega se accidentó y fue ingresada en un hospital. Cuando se notificó lo ocurrido a su hijo, que estaba en Alemania, este enseguida pidió ayuda a Servicios de Información sobre Hospitales, desde donde se pusieron en contacto con la sucursal de Noruega. Al día siguiente visitó a la hermana una Testigo noruega que, a fin de ser de más ayuda, había conducido 130 kilómetros [80 millas] para recoger a una persona interesada que hablaba alemán. Más tarde, el hijo dio las gracias por escrito con estas palabras: “¡Qué organización! ¡Qué amor! [...] Por lo general, no es posible expresar con palabras lo que uno siente. Esto es algo verdaderamente único”.

Así, mediante la formación y el amor, se ha avanzado mucho en superar un obstáculo que antes era imponente. Pero con anterioridad a eso también se eliminó otra barrera.

Caída repentina del muro de Berlín

El mundo se asombró por lo inesperado que fue el suceso. Gente de todas partes lo siguió por televisión. En Berlín, miles de personas lo celebraron ruidosamente. Se había eliminado la barrera que separaba el Este del Oeste. Era el día 9 de noviembre de 1989.

Más de veinticinco años antes, en horas de la mañana del 13 de agosto de 1961, los berlineses se habían quedado perplejos al descubrir que los funcionarios de Berlín Este levantaban un muro que separaría el sector controlado por los comunistas del resto de la ciudad. Estaban dividiendo literalmente Berlín en dos partes, este y oeste, un reflejo de la división que existía entre la Alemania oriental y la occidental. El muro de Berlín llegó a ser tal vez el símbolo más dramático del enfrentamiento entre las dos superpotencias durante la Guerra Fría.

El 12 de junio de 1987, más de dos años antes de los sorprendentes acontecimientos de 1989, el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan exigió en un discurso pronunciado a la vista de la puerta de Brandeburgo y con el muro de Berlín a la espalda: “Señor Gorbachov, abra esta puerta. Señor Gorbachov, derribe este muro”. ¿Hubo algún indicio de que se fuera a acceder a esta petición? ¿Se trataba de algo más que de la retórica de la Guerra Fría? En realidad, no. Todavía a principios de 1989, Erich Honecker, cabeza del régimen germano oriental, dijo, como si respondiera a esa petición, que el muro ‘seguiría existiendo dentro de cincuenta e incluso cien años’.

No obstante, de manera sorprendentemente repentina se abrió la puerta de Brandeburgo y se desplomó el muro de Berlín. Un miembro de la familia Betel de Selters recuerda que la noche del jueves 9 de noviembre asistió a la reunión de la congregación, y cuando regresó a casa, encendió el televisor para ver las noticias de la noche. Incrédulo, siguió los reportajes que decían que se había abierto la frontera entre Berlín oriental y occidental. Los berlineses orientales entraban libremente en Berlín Oeste por primera vez en veintisiete años. Apenas podía creer lo que veía: automóviles que cruzaban la frontera tocando el claxon para celebrarlo, y una cantidad creciente de berlineses occidentales, algunos de ellos levantados de la cama, que se encaminaban a la frontera para alinearse a ambos lados del camino y abrazar a sus inesperados visitantes. Las lágrimas corrían abundantemente por los rostros. El muro había caído, literalmente, de la noche a la mañana.

Durante las siguientes veinticuatro horas, a muchas personas de todo el mundo les costó despegarse del televisor. Se estaba haciendo historia. ¿Qué significaría para los testigos de Jehová de Alemania? ¿Qué significaría para los testigos de Jehová en todo el mundo?

Nos visita un Trabi

A la mañana del siguiente sábado, poco antes de las ocho, un hermano de Betel de Selters que se dirigía a su trabajo se encontró con otro miembro de la familia, Karlheinz Hartkopf, quien actualmente sirve en Hungría. Emocionado, el hermano dijo: “Estoy seguro de que no tardarán en aparecer por Selters los primeros hermanos de Alemania oriental”. El hermano Hartkopf le contestó, con su habitual calma y naturalidad: “Ya están aquí”. De hecho, a primeras horas de la mañana habían llegado dos hermanos en su Trabi, un automóvil de Alemania oriental con motor de dos tiempos, y estaban estacionados fuera del portón de Betel a la espera de que comenzara la jornada laboral.

La noticia corrió rápidamente por la sucursal. Antes de que los betelitas tuvieran la oportunidad de siquiera ver y saludar a los visitantes, inesperados pero bienvenidos, ellos volvían a Alemania oriental con el automóvil lleno de publicaciones. Aunque estas aún estaban prohibidas oficialmente en el país, igual que la obra de los testigos de Jehová, la emoción del momento dio a los hermanos redoblado valor. “Tenemos que estar de regreso para la reunión mañana por la mañana”, explicaron. Imagínese la alegría de la congregación cuando estos hermanos aparecieron con cajas de publicaciones que habían escaseado mucho por tanto tiempo.

Durante las semanas siguientes, miles de germanos orientales cruzaron a raudales la frontera con Alemania occidental, muchos de ellos por primera vez en su vida. Sin duda, estaban disfrutando de una libertad de movimientos de la que habían carecido durante mucho tiempo. En la frontera, los recibían ciudadanos de Alemania occidental saludándolos con la mano. También estaban allí los testigos de Jehová dando la bienvenida a los visitantes, si bien con algo más importante que una simple manifestación externa de emoción. Distribuían libremente publicaciones bíblicas entre los visitantes del Este.

Las congregaciones de algunas ciudades fronterizas pusieron un empeño especial en hablar con los visitantes de Alemania del Este. Dado que las publicaciones de los testigos de Jehová habían estado prohibidas durante décadas, muchas personas conocían poco o nada de ellas. En lugar de ir de casa en casa, se puso de moda el servicio “de Trabi en Trabi”. Las personas anhelaban investigar todo lo que fuera nuevo, incluida la religión. En algunos casos, los publicadores se limitaban a decir: “Es probable que nunca haya leído estas dos revistas, pues han estado prohibidas en su país por casi cuarenta años”. La respuesta que se oía con frecuencia era: “Pues si estaban proscritas, deben ser buenas. Démelas”. Dos publicadores de la ciudad fronteriza de Hof colocaron cada uno hasta mil revistas al mes. Sobra decir que las congregaciones locales y vecinas enseguida agotaron sus excedentes de revistas.

Mientras tanto, los hermanos de Alemania oriental disfrutaban de la libertad que acababan de conseguir, si bien con algo de cautela al principio. Wilfried Schröter, que conoció la verdad durante la proscripción en 1972, recuerda: “Los primeros días tras la caída del muro, estábamos, lógicamente, un poco temerosos de que de repente todo se trastocara”. Menos de dos meses más tarde, asistió a una asamblea en el Salón de Asambleas de Berlín. Tiempo después comentó sobre ella: “Me sentía eufórico por poder relacionarme con tantos hermanos, se me llenaron los ojos de lágrimas cuando cantamos los cánticos del Reino, igual que a muchos otros hermanos. La alegría de experimentar una ‘asamblea en vivo’ fue inmensa”.

Manfred Tamme hizo un comentario de agradecimiento parecido. Durante la proscripción, las reuniones habían sido pequeñas y no había hecho falta equipo de sonido. Pero ahora dice: “Aunque había sido precursor especial durante más de treinta años, era la primera vez en mi vida que hablaba con un micrófono delante. Aún recuerdo lo aterrorizado que me quedé cuando escuché mi voz por los altavoces”. No obstante —dice—, “fue maravilloso estar de pronto sentado con toda la congregación en un salón alquilado”.

Y fue gratificante escuchar otros comentarios, como el que oyó Manfred unos pocos meses después. Él cuenta: “En enero de 1990 estaba en una sauna recibiendo tratamiento médico. Allí encontré a un ex agente autorizado de la Policía Nacional. Durante una amistosa conversación, me dijo: ‘Manfred, ahora me doy cuenta de que luchamos contra las personas equivocadas’”.

Alimento espiritual en abundancia

“No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová.” En todas partes, los testigos de Jehová conocen bien esta verdad fundamental que Jesucristo citó de las Escrituras Hebreas inspiradas (Mat. 4:4; Deu. 8:3). Con la ayuda amorosa de la hermandad internacional, los Testigos de Alemania oriental recibieron alimento espiritual incluso durante los años de la proscripción, si bien en pequeñas cantidades. ¡Cuánto anhelaban tener acceso a la abundancia espiritual de la que disfrutaban sus hermanos de otros países!

En cuanto cayó el muro de Berlín, los Testigos empezaron a llevarse publicaciones al Este a nivel individual. Unos cuatro meses después, el 14 de marzo de 1990, se concedió reconocimiento oficial a los testigos de Jehová en la República Democrática Alemana. La Sociedad ya podía hacer envíos directos. El 30 de marzo, un camión con 25 toneladas de alimento espiritual salió del complejo de Selters en dirección este. El 1991 Britannica Book of the Year indicó posteriormente: “En solo dos meses, la sucursal de la Sociedad Watchtower de Alemania occidental envió 275 toneladas de publicaciones bíblicas, incluidas 115.000 Biblias, únicamente a Alemania oriental”.

Más o menos por ese entonces, un hermano de Leipzig escribió a un Testigo de Alemania occidental: “Hace una semana, todavía importábamos en secreto pequeñas cantidades de alimento; dentro de poco descargaremos un camión con cuatro toneladas”.

“Recibimos tan pronto el primer envío de publicaciones —recuerda Heinz Görlach, de Chemnitz—, que apenas estábamos preparados. Después que llegó el primer envío, me costaba llegar a mi cama, pues todo el dormitorio estaba lleno de cajas. Me parecía estar durmiendo en la cámara de un tesoro.”

Los hermanos de Selters también sintieron a un grado pequeño lo que significaba la nueva situación para quienes durante tanto tiempo habían carecido de cosas que los Testigos que tienen libertad muchas veces dan por sentadas. Un superintendente de la imprenta cuenta: “Un hermano de edad vestido modestamente observaba una de nuestras prensas. El grupo con el que hacía la visita ya se había marchado, pero él se había quedado atrás, aún absorto, contemplando salir de la máquina a toda velocidad una multitud de revistas. Con lágrimas en los ojos se acercó a uno de los hermanos; era obvio que estaba profundamente conmovido. Trató de decir algo en un alemán defectuoso, pero la voz se le quebró. No obstante, comprendimos lo que significaba su sonrisa cuando del bolsillo interior de la chaqueta extrajo unas cuantas hojas de papel, nos las entregó y se marchó deprisa. ¿Qué nos había dado? Una revista La Atalaya en ruso casi ilegible que se había copiado en las hojas de un cuaderno de ejercicios de la escuela. ¿Cuánto había tomado hacer esa copia de la revista? No tenemos forma de saberlo, pero seguro que cientos de veces más de lo que necesitamos para producir una revista en la prensa”.

Los Testigos ya no tenían que arreglárselas en cada grupo de estudio con unos pocos ejemplares de las revistas impresos en letra pequeña o escritos a mano que podían tener en su poder solo unos días. Todo el mundo contaba ya con su propio ejemplar, con ilustraciones a todo color, además de con ejemplares extras para el servicio del campo.

La adaptación a rendir culto abiertamente

Contar con mayor libertad encerraba sus propios desafíos. Predicar bajo proscripción oficial exigió valor. Además, enseñó a quienes lo hicieron a confiar completamente en Jehová. No obstante, una vez que se levantó la proscripción, Ralf Schwarz, anciano cristiano de Limbach-Oberfrohna, dijo: “Debemos tener más cuidado para que no nos distraigan ni el materialismo ni las inquietudes de la vida”. Después que en octubre de 1990 la Alemania oriental se integró en la República Federal, algunas familias de Testigos del Este se mudaron a viviendas más humildes, pues subieron las rentas y no querían tener que trabajar horas extraordinarias y perderse reuniones para poder pagar el alquiler (Mat. 6:22, 24).

Los hermanos no dejaron de salir al ministerio del campo ni siquiera durante los difíciles años del régimen comunista. Hasta iban de casa en casa, claro que con discreción; por ejemplo, quizá visitaban una casa en una manzana y luego se iban a otra a llamar en otra puerta. Algunos hermanos lo hicieron incluso cuando el peligro de acabar en la cárcel era mayor. Martin Jahn, que solo tenía 11 años cuando se impuso la proscripción, mencionó algunos de los cambios a los que ahora se enfrentaban: “Hubo que rehacer todos los territorios para que los publicadores trabajaran secciones completas. Estábamos acostumbrados al viejo sistema de predicar solo en ciertas casas o ciertos pisos. Había sido la manera normal de hacerlo durante tanto tiempo, que tuvimos que ser pacientes con quienes encontraban difícil adaptarse. No tener que prestar las publicaciones, sino darlas, era nuevo para los publicadores y las personas interesadas. Puesto que estábamos acostumbrados a hacerlo del otro modo, a veces los publicadores acababan la predicación con más publicaciones en sus carteras que cuando empezaban”.

También hubo cambios en la actitud de las personas. Durante los años de la proscripción, mucha gente consideraba héroes a los testigos de Jehová porque tenían el valor de defender sus convicciones, lo cual les hizo ganarse su respeto. Cuando hubo mayor libertad, muchos recibieron a los Testigos con cierto entusiasmo. Sin embargo, esa actitud cambió transcurridos algunos años. Las personas se enfrascaron en el modo de vida propio de la economía de mercado. Algunas empezaron a considerar que las visitas de los Testigos perturbaban su paz y tranquilidad, hasta que eran molestas.

Dar testimonio bajo proscripción había exigido valor. Adaptarse a la nueva situación requirió no menos determinación. De hecho, muchos Testigos concordaron con lo que dijo un superintendente de un país de Europa occidental donde la obra había estado proscrita durante mucho tiempo: “Trabajar bajo proscripción es más fácil que hacerlo con libertad”.

La oposición no logra frenar la obra

Aunque la predicación de las buenas nuevas en Alemania oriental tomó nuevos bríos, el clero de la cristiandad se inquietó poco al principio. Sin embargo, su malestar aumentó cuando quedó patente que las personas escuchaban a los testigos de Jehová. Según el periódico Deutsches Allgemeines Sonntagsblatt, un pastor de Dresde que se creía experto en religiones afirmó que ‘los testigos de Jehová eran como el Partido Comunista’. Así que el clero ya no los acusaba de ser espías de Estados Unidos opuestos al comunismo, como había hecho durante los años cincuenta, sino que trataba de relacionarlos con los comunistas. Por supuesto, quienes sabían que los Testigos habían estado proscritos por el gobierno comunista durante cuarenta años, se dieron cuenta de que era una burda distorsión de la realidad.

¿Qué objetivo perseguía el clero? Esperaba que los testigos de Jehová volvieran a estar proscritos, como lo habían estado durante la época nazi y bajo el comunismo. Aunque los elementos religiosos, apoyados por los apóstatas, trataron de impedir que los testigos de Jehová disfrutaran de las libertades que protege la Constitución, estos aprovecharon al máximo las oportunidades de dar testimonio, como mandó Jesucristo (Mar. 13:10).

Algunas personas que aceptaron la verdad

Entre quienes respondieron al mensaje del Reino se encuentran algunas personas que habían estado completamente entregadas al viejo sistema. Egon había sido policía de la Alemania oriental durante treinta y ocho años. Cuando su esposa se puso a estudiar con los testigos de Jehová, a él no le pareció nada bien. No obstante, le impresionó la conducta amigable, amorosa y disciplinada de estos, así como los oportunos artículos de ¡Despertad! que solían llevar a su casa. En cierta ocasión en que asistió a un día especial de asamblea con su esposa, se quedó petrificado al encontrarse de frente con un hermano al que había detenido en cierta ocasión. No es difícil imaginar que se sintió incómodo, es más, culpable. Pero a pesar de lo ocurrido, se hicieron amigos. Actualmente, tanto Egon como su esposa son Testigos bautizados.

Günter había pertenecido durante diecinueve años al Servicio de Seguridad del Estado, donde alcanzó el grado de comandante. Amargado y desilusionado tras la caída del sistema para el que había trabajado tanto tiempo, entró en contacto con los Testigos por primera vez en 1991. Le impresionaron su conducta y el que le comprendieran a él y sus problemas. Se dio comienzo a un estudio bíblico, y aunque Günter era ateo, con el tiempo se convenció de la existencia de Dios. En 1993 estaba listo para bautizarse. Hoy es feliz trabajando a favor del Reino de Dios.

Otra persona que no tenía fe en Dios y que estaba completamente convencida de que el comunismo era la única esperanza de la humanidad, no tuvo reparos en infiltrarse en la organización de Jehová con el fin de pasar información sobre sus actividades al Servicio de Seguridad del Estado. Tras “bautizarse”, en 1978, vivió una mentira durante diez años. Ahora reconoce: “La conducta de los testigos de Jehová, que observé de cerca, y el estudio de los libros Creación y Apocalipsis, me convencieron de la falsedad de mucho de lo que los enemigos de los Testigos decían sobre ellos. Las pruebas de la existencia del Creador son abrumadoras”. Poco antes de la caída del muro de Berlín, tuvo que tomar una difícil decisión: encontrar una excusa para abandonar el pueblo de Jehová y seguir apoyando un sistema en el que había dejado de creer, o reconocer que era un traidor y luego tratar de ser un verdadero siervo de Jehová. Se inclinó por esta última opción. Su sincero arrepentimiento condujo a un estudio de la Biblia y a un segundo bautismo, esta vez basado en conocimiento exacto y una verdadera dedicación.

Ya podían contarlo

Tras levantarse la proscripción, los Testigos del Este pudieron hablar con más libertad de sus experiencias bajo el régimen comunista. Durante las ceremonias de dedicación de un edificio administrativo de los testigos de Jehová en Berlín, el 7 de diciembre de 1996, recordaron los sucesos pasados varios ancianos que habían contribuido decisivamente a que el rebaño de Alemania oriental se mantuviera fuerte espiritualmente.

Wolfgang Meise, Testigo desde hace cincuenta años, recordó lo ocurrido en junio de 1951, cuando contaba 20 años de edad. Se le condenó a cuatro años de prisión en un juicio organizado con fines propagandísticos al que se había dado publicidad. Cuando los sacaron de la sala a él y a varios hermanos condenados más, unos ciento cincuenta Testigos que también estaban presentes en el juicio los rodearon, les dieron la mano y se pusieron a cantar un cántico del Reino. Por todas las ventanas del tribunal asomaron quienes intentaban ver qué ocurría. Pero no era esa la impresión que las autoridades querían que quedara en la opinión pública. Ese incidente supuso el fin de los juicios de los Testigos con fines propagandísticos.

Egon Ringk recordó que durante los primeros días de la proscripción, los artículos de La Atalaya se escribían a máquina utilizando entre seis y nueve copias al carbón. “A fin de suministrar alimento espiritual a las congregaciones, un hermano de Berlín Oeste que conducía un camión entre ese sector de la ciudad y Alemania oriental, se puso a nuestra disposición. El ‘alimento’ se transfería rápidamente, en tres o cuatro segundos, durante los cuales también se pasaban de un vehículo a otro dos osos de peluche grandes del mismo tamaño. Tras llegar a casa, se ‘vaciaban’ los estómagos de los osos para sacar mensajes importantes e información sobre nuevos nombramientos.” (Compárese con Ezequiel 3:3.)

Se contaron experiencias sobre el valor de los correos que, antes de la construcción del muro, conseguían las publicaciones en Berlín occidental y las pasaban de contrabando a Alemania oriental. Por supuesto, existía la posibilidad de que algún día se cortara el acceso a Berlín Oeste. Para hablar sobre esa eventualidad, se invitó a varios hermanos de Alemania oriental a una reunión el 25 de diciembre de 1960. “Es obvio que se hizo por dirección de Jehová —dijo el hermano Meise—, pues cuando, repentinamente, el 13 de agosto de 1961 se levantó el muro, nuestra organización estaba preparada.”

Hermann Laube contó que tuvo su primer contacto con la verdad cuando era prisionero de guerra en Escocia. De vuelta a su hogar, en Alemania oriental, una vez que la proscripción entró en vigor, vio la necesidad de suministrar a los hermanos todo el alimento espiritual que fuera posible. De modo que los Testigos montaron su propia imprenta con una prensa improvisada. “Pero hasta la mejor prensa sirve de poco sin papel”, indicó el hermano Laube al recordar el día en que se le dijo que solo quedaba papel para tres números más. ¿Qué ocurriría?

El hermano Laube prosiguió: “Pocos días después, oímos a alguien tocar en el alero de la casa. Se trataba de un hermano de Bautzen que dijo: ‘Usted es impresor. Hay varios rollos de papel prensa en el basurero de Bautzen, rollos que sobraron de la planta impresora de periódicos y que piensan enterrar. ¿Podría usarlos?’”.

Los hermanos no perdieron tiempo. “Esa misma noche reunimos un grupo y nos fuimos a Bautzen. No eran solo unos cuantos rollos, sino casi dos toneladas de papel. Raya en lo increíble el que nuestros destartalados automóviles pudieran transportarlo, pero en poco tiempo nos lo habíamos llevado todo. Así que tuvimos suficiente papel para seguir imprimiendo hasta que la Sociedad se encargó de facilitarnos publicaciones de letra pequeña en papel fino.”

Las circunstancias exigían que se tuviera todo el cuidado posible para mantener en secreto la identidad de los miembros del rebaño. Rolf Hintermeyer recordó: “En cierta ocasión, tras haberme reunido con los hermanos, me capturaron y me llevaron a un edificio para interrogarme. Tenía en mi poder varias hojas de papel con direcciones y otros datos. Al llegar, subimos una escalera de caracol, lo cual me dio la oportunidad de tragarme las hojas. Pero como eran muchas, me llevó algo de tiempo. Al final de las escaleras, los funcionarios se dieron cuenta de lo que estaba haciendo y me agarraron del cuello. Yo también me puse las manos en el cuello y balbuceé: ‘Ya está, por fin las tragué’. Al oírme decir eso, me soltaron, gracias a lo cual acabé de tragarlas de verdad, pues ya eran más pequeñas y estaban húmedas”.

Horst Schleussner entró en la verdad a mediados de los años cincuenta, cuando la persecución era más dura, así que sabía de qué hablaba cuando dijo: “No hay duda de que Jehová Dios protegió amorosamente a sus siervos durante los casi cuarenta años en que estuvieron proscritos”.

Se celebra la victoria en Berlín

Pasada la época de la opresión comunista, los hermanos tenían que celebrarlo. Por encima de todo, anhelaban reunirse para expresar a Jehová públicamente su gratitud por la oportunidad que se les presentaba entonces de servirle con mayor libertad.

En cuanto cayó el muro, en noviembre de 1989, el Cuerpo Gobernante dio instrucciones de que se comenzaran los preparativos para tener una asamblea internacional en Berlín. Enseguida se formó el equipo de organizadores. La noche del 14 de marzo de 1990, el grupo tenía programada una reunión para hablar sobre los preparativos de la asamblea. Helmut Martin aún recuerda el momento en que el superintendente de asamblea nombrado, Dietrich Förster, le pidió que anunciara a los hermanos reunidos que a primeras horas de ese día se había concedido el reconocimiento legal a los testigos de Jehová de Alemania oriental. En efecto, la proscripción se había acabado oficialmente.

Como la asamblea se estaba preparando relativamente tarde, el Estadio Olímpico ya tenía ocupados todos los fines de semana, por lo que se programó que se celebrara del martes 24 al viernes 27 de julio. Cuando llegó el momento de preparar las instalaciones, los hermanos solo tuvieron un día, y después de la asamblea no les quedó más que unas horas para desmantelarlo todo.

Así, el lunes 23 de julio, ya había cientos de voluntarios en el estadio a las cinco de la mañana. Gregor Reichart, de la familia Betel de Selters, recuerda que “los hermanos de Alemania del Este se pusieron a trabajar con entusiasmo, como si lo hubieran estado haciendo durante años”. Un administrador del estadio dijo más tarde que estaba encantado de que “por primera vez se limpiaran a fondo las instalaciones”.

Unos nueve mil quinientos germanos orientales viajaron a la asamblea en trece trenes fletados, y otros llegaron en doscientos autobuses también alquilados. Un anciano cuenta que cuando contrataba uno de los trenes, le dijo a un funcionario de ferrocarriles que estaba previsto que solo de los alrededores de Dresde llegarían tres. Sorprendido, el funcionario abrió los ojos como platos y preguntó: “¿De verdad hay tantos testigos de Jehová en Alemania oriental?”.

Para quienes viajaron en los trenes fletados, la asamblea dio comienzo antes de llegar a Berlín. “Nos reunimos en la estación de ferrocarril de Chemnitz y subimos al tren reservado para nosotros —recuerda Harald Pässler, anciano de Limbach-Oberfrohna—. El viaje a Berlín fue inolvidable. Tras largos años de proscripción, durante los cuales realizamos nuestra obra en grupos pequeños en la clandestinidad, de repente era posible ver a muchos hermanos a la vez. Durante todo el viaje, nos juntamos en los diversos compartimentos y hablamos con hermanos a los que no habíamos visto por años, incluso décadas. Fue indescriptible el gozo que sentimos al reencontrarnos. Todos habíamos envejecido varios años, pero habíamos aguantado fielmente. Nos recibieron en la estación de Berlín-Lichtenberg, y mediante altavoces nos dirigieron a diversos puntos de reunión, donde los hermanos berlineses nos esperaban con grandes letreros. Fue una experiencia completamente nueva salir del anonimato. Vivimos personalmente algo que hasta entonces solo conocíamos de oídas o por las publicaciones: somos de verdad una gran hermandad internacional.”

Para muchos Testigos se trató, efectivamente, de su primera asamblea. “Todos estábamos emocionados cuando recibimos la invitación”, recuerda Wilfried Schröter. Dado que él se dedicó en 1972, durante la proscripción, comprendemos sus sentimientos. “Semanas antes de la asamblea teníamos una emoción febril. Yo, como muchos otros hermanos, nunca había vivido nada similar. Era sencillamente inconcebible el que fuéramos a ver a una hermandad internacional reunida en un enorme estadio.”

¡Cuántas veces habían anhelado los hermanos de Berlín Este atravesar los pocos kilómetros de la ciudad que los separaban del lugar donde tenían la asamblea sus hermanos! Por fin podían hacerlo.

Asistieron casi cuarenta y cinco mil hermanos de 64 países, entre ellos siete miembros del Cuerpo Gobernante, que fueron a compartir la alegría de sus hermanos cristianos de Alemania oriental en esa ocasión trascendental. En ese estadio, el Tercer Reich había tratado de aprovechar los Juegos Olímpicos de 1936 para impresionar al mundo con sus logros. Ahora retumbaban nuevamente los estruendosos aplausos en el estadio, pero esta vez no para ensalzar a algún atleta o por orgullo patriótico. Los asistentes eran miembros de una familia internacional del pueblo de Jehová verdaderamente feliz, y motivaban sus aplausos el agradecimiento a Jehová y el aprecio por las valiosas verdades de su Palabra. En esta ocasión se presentaron para inmersión en agua 1.018 personas, la mayoría de las cuales habían aprendido la verdad en Alemania del Este bajo la proscripción.

Quienes mejor podían comprender los sentimientos de los hermanos de Alemania del Este tal vez fueran los aproximadamente cuatro mil quinientos entusiastas representantes de Polonia, país colindante. También ellos habían aguantado muchos años de proscripción y hacía poco que habían tenido su primera asamblea grande en muchos años. Un Testigo polaco escribió más tarde: “Los hermanos de Polonia agradecieron enormemente el espíritu de sacrificio de sus vecinos del oeste, quienes les dieron gratis el alojamiento, la comida y el transporte a la sede de la asamblea, sin lo cual a muchos de nosotros nos hubiera resultado imposible asistir”.

Los hermanos de Alemania occidental, para quienes era normal disfrutar de las asambleas en libertad, quedaron, de todas formas, profundamente impresionados. “Daba gusto ver a varios hermanos mayores fieles —algunos de los cuales habían sido perseguidos no solo durante los cuarenta años del régimen comunista, sino también durante el Tercer Reich— sentados en la sección reservada que habían ocupado Adolf Hitler y otros jerarcas nazis”, comentó Klaus Feige, de la familia Betel de Selters. Esta sección escogida del estadio se reservó amorosamente para los hermanos mayores e impedidos. ¡Qué impresionante símbolo del Reino de Dios, triunfante ahora sobre las fuerzas políticas que habían conspirado para detener su marcha hacia la victoria final!

Se facilitan lugares de reunión

Inmediatamente después de levantarse la proscripción en Alemania oriental, se dispuso que los hermanos del país se beneficiaran del programa regular de asambleas del que disfrutan los siervos de Jehová en todo el mundo. Antes incluso de que se reorganizaran por completo los circuitos, se invitó a las congregaciones a ir a los días especiales de asamblea y a las asambleas de circuito de Alemania occidental. Al principio, la asistencia se repartía a partes iguales entre publicadores de Alemania occidental y de la oriental. De ese modo se reforzaron los vínculos de la hermandad, y se dio a los hermanos del Este la oportunidad de trabajar con los del Oeste y así aprender los procedimientos que se siguen en las asambleas.

Cuando los circuitos se organizaron, se invitó a los hermanos del Este a utilizar los Salones de Asambleas de Alemania occidental. Cinco de ellos estaban suficientemente cerca de la anterior frontera como para que fuera factible: los de Berlín, Múnich, Büchenbach, Möllbergen y Trappenkamp. De todas formas, en cuanto fue posible se iniciaron las obras de un Salón de Asambleas en Alemania oriental. Se encuentra en Glauchau, cerca de Dresde, y se dedicó el 13 de agosto de 1994. Actualmente es el mayor Salón de Asambleas de los testigos de Jehová de Alemania, pues tiene un aforo de 4.000 personas.

También se prestó atención a la construcción de Salones del Reino. Habían estado prohibidos en la República Democrática Alemana, pero ahora se necesitaban para atender a los más de veinte mil Testigos de la zona. El modo en que se efectuó la construcción provocó el asombro de otras personas.

Un periódico escribió lo siguiente sobre la construcción de un Salón del Reino en Stavenhagen: “La manera de erigir el edificio y la rapidez con que se está haciendo ya ha dejado asombrados a numerosos observadores. [...] Levantaron el edificio unos doscientos cuarenta obreros especializados de 35 oficios distintos, todos ellos testigos de Jehová voluntarios. Todo lo hicieron en un fin de semana y sin cobrar”.

Otro periódico escribió sobre un Salón construido en la ciudad de Sagard, en la isla báltica de Rügen: “Unas cincuenta personas de ambos sexos, industriosas como abejas, están preparando los cimientos del edificio. Pero no reina la confusión. El ambiente es sorprendentemente relajado y amigable. A pesar de la obvia velocidad a la que trabajan, nadie parece nervioso y nadie habla con brusquedad a otros trabajadores, como ocurre en la mayoría de las obras”.

Para finales de 1992, se habían construido siete Salones del Reino, que utilizaban dieciséis congregaciones, y estaban confeccionados los planos de unos treinta más. En 1998, más del setenta por ciento de las congregaciones de la anterior Alemania oriental ya se reunían en sus propios Salones del Reino.

Emocionantes asambleas internacionales

Cuando las restricciones oficiales iban levantándose en un país tras otro de Europa oriental, el Cuerpo Gobernante dispuso que se celebraran asambleas en esos lugares. Estas fueron ocasiones de edificación espiritual en las que se animó a los hermanos a mantener muy presente la obra que Dios ha encargado a sus siervos (Mat. 6:19-24, 31-33; 24:14). Dado que, durante años, muchos Testigos de estos lugares solo habían podido reunirse en grupos pequeños, estas asambleas les permitieron conocer a otros Testigos y recibir estímulo al ver la prueba de la bendición de Jehová sobre su aguante fiel. También se invitó a representantes de otros países, a fin de que los hermanos sintieran en mayor medida que pertenecen a una hermandad internacional. Muchos de estos representantes eran de Alemania. Hubo una buena representación de ellos en las asambleas internacionales celebradas entre 1989 y 1993 en Polonia, Hungría, Checoslovaquia y la anterior Unión Soviética.

El día antes de que diera comienzo la Asamblea Internacional “Amadores de la Libertad Piadosa” de 1991 en Praga, en la actual República Checa, el periódico Lidové noviny informó de la sobresaliente labor realizada por un grupo de unos cuarenta Testigos que instalaron “el equipo de sonido que les prestaron sus ‘hermanos de Alemania’”. Los hermanos alemanes no solo prestaron el equipo de sonido, sino que también formaron parte del grupo que lo instaló. Estaban encantados de hacer partícipes así a sus hermanos checos de su experiencia de décadas celebrando asambleas. Si bien la cantidad de representantes alemanes en las asambleas internacionales se limitaba, por regla general, a unos cientos, a la asamblea de Praga se invitó a 30.000. ¡Y qué asamblea tan maravillosa fue esta!

Dieter Kabus, que había servido de superintendente de distrito en Checoslovaquia en 1955 y asistió a esta asamblea en calidad de representante de Alemania, escribió: “Cuando se presentó la Traducción del Nuevo Mundo [que ahora se imprime en las prensas de la Sociedad], todos los presentes se levantaron del asiento y el entero estadio estalló en un aplauso espontáneo, que pareció no tener fin. Todos nos abrazamos unos a otros; miles se echaron a llorar de alegría sin ninguna vergüenza. Recordamos la época en que en un campo de prisioneros, dieciséis hermanos contábamos con una sola Biblia. Tras finalizar el programa, muchos se quedaron durante más de una hora cantando cánticos y disfrutando del maravilloso compañerismo”.

Al año siguiente, 1992, los representantes alemanes también estuvieron en la asamblea internacional de San Petersburgo (Rusia). Algunos tal vez recuerden que no faltaron contratiempos, al menos en lo que toca al alojamiento de la delegación alemana. Pero hasta esta circunstancia resultó en un testimonio. Cuando se avisó con poca antelación a un grupo de representantes que era necesario que se trasladaran de un hotel a otro, la traductora rusa del grupo, una mujer de 50 años, estaba tan impresionada por la conducta de los Testigos que exclamó: “¡Ustedes no son normales! ¡No gritan ni se molestan!”. De mayor interés para ellos fue, sin embargo, el espíritu de sus amados hermanos rusos. Tras la asamblea, un representante alemán escribió: “No puede explicarse con palabras cuánto agradecieron el programa los hermanos. No tenían Biblias ni cánticos [entonces aún había pocos en Rusia], pero escucharon expectantes y atentos lo que Jehová tenía que decirles”.

Al año siguiente, más de mil doscientos Testigos alemanes asistieron a las asambleas internacionales de Moscú (Rusia) y Kiev (Ucrania). Cuando regresaron a casa, tenían historias muy emocionantes que contar. Uno de los representantes fue Titus Teubner, superintendente viajante desde 1950, quien dijo: “Le había prometido a mi esposa que si alguna vez se abría la obra en el Este, yo sería uno de los que asistirían a la primera asamblea de Moscú”. Después de hacerlo, en 1993, dijo: “Me pareció casi un milagro poder distribuir revistas sobre el gobierno de Dios en la plaza Roja”. Otro representante escribió: “Asistimos a esta asamblea para animar a los hermanos rusos, y seguramente lo hicimos. Pero también ocurrió lo contrario. Los hermanos rusos nos animaron a nosotros de manera extraordinaria mediante su ejemplo de amor, gratitud, fidelidad y aprecio”.

Los miembros de la familia Betel de Selters no podían menos que sentirse agradecidos por el privilegio de servir a esos fieles hermanos. La gratitud por tal privilegio aumentó cuando escucharon las noticias que daban los conductores de los camiones de Betel que regresaban de entregar artículos en otros países. Estos contaban del entusiasmo con que se les acogía, la alegría que sentían los hermanos al ayudar a descargar los suministros incluso tarde en la noche y las oraciones unidas que hacían antes de decir adiós con la mano a quienes les habían llevado los suministros.

Se construye más para satisfacer necesidades urgentes

Las proscripciones se estaban levantando en un lugar tras otro de Europa oriental. Se celebraban grandes asambleas, y la predicación de las buenas nuevas se aceleraba. La demanda de publicaciones bíblicas para cubrir las necesidades de esa parte del campo aumentaba rápidamente. ¿Cómo se satisfaría? Se invitó a la sucursal alemana a tener una mayor participación en suministrarlas.

En 1988, antes de la caída del muro de Berlín, el Cuerpo Gobernante ya había autorizado la ampliación en un 50% de las instalaciones de la sucursal. Al principio, al Comité de Sucursal no se le hizo fácil ver la necesidad de tal expansión, pues solo cuatro años antes se había dedicado un complejo grande y completamente nuevo. De todas formas, los hermanos presentaron una solicitud ante los funcionarios de la administración local. El hermano Rudtke recuerda: “Cuando presentamos los planos, el concejal de urbanismo de Selters me dijo casi en un susurro: ‘Les recomiendo que construyan lo más posible, porque las autoridades no volverán a darles permiso para ampliar’. Esas palabras nos hicieron pensar”. Sorprendentemente, en pocos meses se había conseguido el permiso de los diferentes departamentos del gobierno, y la expansión del 50% propuesta en un principio había pasado a ser del 120%.

La construcción propiamente dicha dio comienzo en enero de 1991. Parece ser que no todos los hermanos estaban convencidos de que hiciera falta ampliar, como lo demuestra la lenta respuesta a los anuncios que pedían trabajadores especializados que colaboraran en las obras, así como el limitado apoyo económico. ¿Qué podía hacerse?

Seguramente, los hermanos solo necesitaban estar mejor informados, por lo que el 3 de octubre de 1991 se celebraron reuniones especiales con ciertos ancianos en todos los Salones de Asambleas de Alemania. Se explicó que la producción de libros en la sucursal alemana casi se había triplicado en la década anterior. Se había levantado la proscripción en Polonia, Hungría, Alemania oriental, Rumania, Bulgaria, Ucrania y la Unión Soviética. Se estaban enviando publicaciones a naciones muy alejadas de las fronteras alemanas, pues los publicadores de esos países suplicaban que se las mandaran. A Selters se le había pedido que desempeñara un papel importante en suministrárselas. Una vez que los hermanos vieron claramente la necesidad, su apoyo fue generoso.

En realidad, la falta de respuesta inicial resultó ventajosa. ¿Por qué? En lugar de confiar únicamente en los voluntarios de Alemania, la sucursal decidió valerse de una provisión hecha por el Cuerpo Gobernante en 1985, a saber, un programa de construcción voluntaria internacional. Antes de que finalizaran las obras en Alemania, 331 voluntarios de diecinueve países distintos habían servido junto con la familia Betel.

También muchos Testigos alemanes colaboraron en las obras, la mayoría durante sus vacaciones. Entre ellos hubo unos dos mil publicadores de la anterior Alemania del Este, la mayor parte de los cuales probablemente no soñaron jamás durante la proscripción que algún día trabajarían en Betel.

El fin de semana de la dedicación

Todos los testigos de Jehová de Alemania habían colaborado en esta obra, bien dando apoyo físico o económico, bien mediante sus oraciones. Selters era su Betel, un complejo al que se habían hecho grandes ampliaciones y que ahora ellos querían dedicar a Jehová. Por tal motivo, mucho antes de que la construcción llegara a su fin, se dispuso que toda la hermandad de Alemania y muchos invitados del extranjero se reunirían para celebrarlo.

El programa dio comienzo la mañana del sábado 14 de mayo de 1994, e hizo hincapié en que una “puerta grande que conduce a la actividad” se abría en Europa oriental (1 Cor. 16:9). Fortaleció la fe escuchar a los hermanos de esos países hablar personalmente de los magníficos aumentos de los que ya disfrutaban y las perspectivas de más crecimiento. El entusiasmo que reinó ese día entre las 3.658 personas reunidas en Selters, se prolongó hasta el domingo. Se invitó a todos los testigos de Jehová alemanes a reunirse en seis estadios alquilados para la ocasión, en Bremen, Colonia, Gelsenkirchen, Leipzig, Nuremberg y Stuttgart.

Decenas de miles de personas guardaron silencio expectantes cuando el programa comenzó simultáneamente en las seis sedes. Tras un breve repaso del programa de dedicación del sábado en Selters, los representantes extranjeros dieron más informes conmovedores. Los momentos más destacados llegaron con los discursos que presentaron tres miembros del Cuerpo Gobernante en Gelsenkirchen, Leipzig y Stuttgart, respectivamente. Para provecho de los oyentes que estaban en las otras tres sedes, los discursos se transmitieron por línea telefónica. Se animó a los 177.902 asistentes a permanecer fuertes en la fe y resistir todo intento de hacerles aflojar el paso. ¡Era el momento de tomar acción! Jehová había abierto inesperadamente la puerta a la expansión en la Europa oriental, y no debía permitirse que nada impidiera la realización de esta obra. Antes de inclinar la cabeza en agradecimiento a Jehová, los presentes unieron las voces para cantar: “Hermanos por diez millares / junto a mí están, / cada uno fiel testigo / en su integridad”. Pocas veces ha habido una manifestación mayor de la unidad y la resolución que caracterizan al pueblo de Jehová.

Aunque el magnífico fin de semana de la dedicación había concluido, la expansión continuaba. A primeras horas de la mañana siguiente, los obreros de la construcción estaban de nuevo trabajando. Debido a que la Sociedad acababa de poner en marcha un nuevo sistema de almacenamiento para evitar duplicación de trabajo y gastos innecesarios, hacía falta más espacio para acomodar los envíos en Selters.

En 1975, la sucursal de Alemania produjo 5.838.095 libros y 25.289.120 revistas. Dos décadas después, durante el año de servicio de 1998, la producción había aumentado a 12.330.998 libros, 199.668.630 revistas y 2.656.184 casetes. Este enorme incremento se debió sobre todo a la demanda de los países de Europa oriental.

Al irse levantando la proscripción en un país tras otro, Selters comenzó a enviar publicaciones a más lugares del este de Europa. De hecho, a veintiún países de Europa oriental y Asia se les mandó el 68% de la producción de publicaciones de Selters entre mayo de 1989 y agosto de 1998, esto es, 58.793 toneladas, una cantidad equivalente a una fila de 2.529 camiones, cada uno de ellos cargado con 23 toneladas de publicaciones.

Se construye, pero también se predica

Desde 1975, los testigos de Jehová han realizado muchas construcciones. Y, al igual que Noé, quien además de ser constructor, fue “predicador de justicia”, procuran mantener el equilibrio entre sus obligaciones (2 Ped. 2:5). Reconocen que la construcción es una faceta importante de la adoración verdadera en la actualidad, pero, al mismo tiempo, mantienen la vista enfocada claramente en la importancia y la urgencia de predicar las buenas nuevas.

De hecho, el Departamento de Servicio observa que la actividad extra relacionada con las obras de Selters resultó, en realidad, en un aumento en la cantidad de horas dedicadas al servicio del campo. Y, por supuesto, levantar edificios teocráticos constituyó en sí mismo un testimonio. Los Salones del Reino de construcción rápida y los Salones de Asambleas han sido motivo constante de asombro para los observadores. Los edificios que con celo y devoción construyen los testigos de Jehová contribuyen a dirigir la atención de la gente a las buenas nuevas que predican. Las personas honradas sienten curiosidad por saber cuál es la fuerza que motiva a los testigos de Jehová a actuar de un modo que no ven en otras confesiones religiosas.

¿Qué ocurrió con la propiedad de Magdeburgo?

Uno de los Salones del Reino dedicados durante este período estaba en Magdeburgo. En 1923, la Sociedad trasladó la sucursal alemana de Barmen a esa ciudad. Allí se construyó, en los años 1927 y 1928, un digno salón de asambleas con capacidad para 800 personas. El agradecimiento que los hermanos sentían por el libro de la Sociedad Watch Tower titulado El Arpa de Dios les hizo darle el nombre de Salón del Arpa. Su pared posterior se decoró con un relieve del rey David tocando ese instrumento.

En junio de 1933, los nazis confiscaron la propiedad de la Sociedad en Magdeburgo, cerraron la fábrica e izaron la esvástica en los edificios. Tras la II Guerra Mundial, se devolvió la propiedad a los Testigos, pero no por mucho tiempo. En agosto de 1950, la expropiaron los funcionarios comunistas.

En 1993, tras la reunificación alemana, se restituyó a la Sociedad una gran sección de la propiedad y se le dio una indemnización por la mayor parte del resto. En la sección que se devolvió se encontraba el antiguo Salón del Arpa. Tras varios meses de trabajos de restauración de la propiedad, Magdeburgo contó con un adecuado y necesario Salón del Reino.

“Es la tercera vez que se dedican estos edificios: la primera fue en los años veinte; luego, en 1948, y ahora, de nuevo, en 1995”, dijo Peter Konschak durante la ceremonia de dedicación. Willi Pohl, representante del Comité de Sucursal de Alemania, presentó el discurso de dedicación. De joven había servido en el Betel de Magdeburgo. De hecho, en 1947, cuando Hayden Covington, de la sede mundial, dirigió la palabra a los hermanos en ese mismo salón, el hermano Pohl fue su intérprete. “Pueden imaginarse cómo me siento dando este discurso”, confesó a los 450 invitados.

Hoy día, las diversas congregaciones de Magdeburgo que se reúnen habitualmente en el antiguo Salón del Arpa, constituyen una prueba viva de la veracidad de lo que Jehová dijo a sus siervos e Isaías puso por escrito hace más de dos mil setecientos años: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito”. O como recordó en cierta ocasión el rey Ezequías a sus hombres, “con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y para pelear nuestras batallas” (Isa. 54:17; 2 Cró. 32:8).

El Departamento de Traducción

Un aspecto importante de la obra que se realiza en la sucursal de Alemania tiene que ver con la traducción. El Departamento de Traducción al Alemán se trasladó de Berna (Suiza) a Wiesbaden en 1956. Entonces lo componían únicamente cuatro personas. Alice Berner y Erika Surber, que formaban parte de ese grupo, sirvieron allí fielmente hasta su muerte. Anny Surber, también del equipo original, aún sirve en el departamento. Este ha ido creciendo con el paso de los años, de modo que, actualmente los Testigos alemanes no solo reciben las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en su idioma al mismo tiempo que en inglés, sino también los libros, en la mayoría de los casos.

Ya en los años sesenta, en Alemania se traducían algunas publicaciones al ruso y al polaco, además de al alemán. Supervisaba ese trabajo el Departamento de Servicio Extranjero, que se encargaba de la obra en varios países donde estaba proscrita, entre ellos Alemania oriental, Polonia y la Unión Soviética.

Cuando fue factible, se invitó a Selters a algunos traductores experimentados de Polonia y a varios posibles traductores de la Unión Soviética. En Selters contaban con el material necesario, y también se encontraban en alrededores agradables en los que recibir más preparación para su trabajo. Podían beneficiarse asimismo de la experiencia de los traductores al alemán, que les ofrecían pautas útiles sobre cómo resolver problemas comunes a todos los traductores, independientemente del idioma. Los miembros de la familia Betel de Selters enseguida se encariñaron mucho con esos traductores.

Por supuesto, la preparación era temporal. Andando el tiempo, los traductores tenían que regresar a sus países de origen. Así, en 1992, tras la dedicación del nuevo Betel ubicado en las proximidades de Varsovia (Polonia) y la finalización de una obra importante, los traductores polacos que estaban en Alemania se unieron al resto del equipo de traducción en su país natal.

Antes de que los traductores polacos se fueran, comenzaron a llegar para recibir preparación otros posibles traductores, en este caso, rusos y ucranianos. Los cinco primeros llegaron a Selters el 27 de septiembre de 1991, y el resto, más tarde. En total, han venido más de treinta.

En enero de 1994, los traductores al ruso se fueron para instalarse en el Betel que se estaba construyendo en Solnechnoye, cerca de San Petersburgo. Y al momento de escribir este reportaje, los traductores ucranianos preveían para un futuro cercano su traslado al nuevo Hogar Betel proyectado para Ucrania. De vez en cuando, también han trabajado en Selters otros equipos de traducción, que se han beneficiado de la ayuda brindada. Todo ello sirve de recordatorio continuo del propósito de Jehová de reunir a personas “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”, con la perspectiva de que compongan la “nueva tierra”, el fundamento de la sociedad humana dedicada a servir al único Dios verdadero, Jehová (Rev. 7:9, 10; 2 Ped. 3:13).

Centro de seminarios internacionales

La buena ubicación de la sucursal alemana ha atraído a muchos visitantes. En Frankfurt se dice que el Aeropuerto Rhein-Main es la mayor puerta de entrada de pasajeros de la Europa continental. Como Selters está a menos de 60 kilómetros [40 millas] de ese aeropuerto, para muchos Testigos, incluso para quienes solo hacen escala, ha sido reconfortante visitar brevemente las instalaciones y disfrutar durante un rato de la hospitalidad de la familia de la sucursal.

Selters también ha resultado ser un buen centro de celebración de seminarios internacionales y reuniones de consulta entre los representantes de varias sucursales. Así, en 1992 el Comité de Publicación del Cuerpo Gobernante organizó una reunión de cuatro días entre representantes de dieciséis sucursales europeas y hermanos de Brooklyn. El objetivo era coordinar su trabajo a fin de garantizar un amplio suministro de alimento espiritual para todas las sucursales de Europa, incluidas las de países con dificultades económicas.

Antes de eso, los testigos de Jehová de Alemania ya ofrecían las publicaciones bíblicas sin costo a las personas interesadas en leerlas, lo que, sin duda, refuta la acusación de los opositores de que la Sociedad Watch Tower vende publicaciones con fines lucrativos.

Tras el seminario celebrado en Selters, este sistema se extendió por todo el continente, lo cual ha resultado de especial beneficio en Europa oriental, donde muchísimas personas ansían el alimento espiritual, pero normalmente están en apuros económicos. ¿Cómo se sufragan, entonces, los gastos de la obra mundial del Reino? Mediante donaciones no solicitadas hechas por los testigos de Jehová y otras personas agradecidas. ¿Por qué entregan esas donaciones? Hay quien lo hace porque ve el valor de dar a la mayor cantidad posible de personas la oportunidad de aprender que aplicando los principios bíblicos, su vida puede mejorar en la actualidad (Isa. 48:17; 1 Tim. 4:8). A otras personas las motiva también el deseo de contribuir de este modo a que las buenas nuevas del Reino de Dios lleguen a gente de todas las naciones, antes de que Dios ponga fin al presente sistema de cosas malvado (Mat. 24:14).

En un segundo seminario que tuvo lugar más adelante en 1992, se trató la propuesta de la sucursal de Alemania de enviar las publicaciones directamente a las congregaciones de los países europeos, en lugar de mandarlas a las sucursales para que estas las remitieran a su vez a las congregaciones, como se hacía hasta entonces. En un tercer seminario (abril de 1993), se adoptaron medidas para incluir en este sistema a seis países de Europa central. En febrero de 1994 se celebró en Viena (Austria) un seminario para los países de Europa oriental, donde se dispuso que se beneficiaran del sistema las congregaciones de otros diecinueve países.

Las ventajas son patentes. Se reducen los gastos porque no se precisa almacenar publicaciones en cada sucursal, por lo que ya no hacen falta grandes departamentos de envíos en cada país. En algunos lugares se ha eliminado la necesidad de ampliar las instalaciones de Betel existentes. Y cuando se construyen nuevos hogares Betel, ya no es preciso hacerlos tan grandes, pues el almacenamiento, empaquetado y envío se realiza en Alemania.

Mientras que en 1989 la sucursal de Alemania tenía en existencia unos dos mil artículos en 59 idiomas, en 1998 disponía de 8.900 artículos en 226 idiomas. En abril de 1998, la sucursal de Selters enviaba las publicaciones que necesitaban 742.144 publicadores de 8.857 congregaciones en 32 países.

No quedó en el pasado todo el odio a los cristianos verdaderos

La noche antes de morir, Jesucristo dijo a los apóstoles: “Porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia. [...] Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán” (Juan 15:19, 20). Por lo tanto, era de esperarse que tras la caída del Tercer Reich de Hitler, no acabara del todo la persecución de los testigos de Jehová de Alemania. Del mismo modo, cuando se levantaron las proscripciones impuestas por los regímenes comunistas, aunque hubo en general mayor libertad personal, la persecución de los testigos de Jehová no terminó, sino que, sencillamente, adoptó otras formas (2 Tim. 3:12).

Los apóstatas reemplazaron a los anteriores perseguidores del pueblo de Jehová y tomaron la porra para golpear a quienes habían sido sus compañeros cristianos (Mat. 24:48-51). A finales de los ochenta y principios de los noventa, estos apóstatas se hicieron oír más, y sus acusaciones se tornaron más numerosas y virulentas. Los productores de algunos programas de entrevistas de televisión los presentaban como “expertos” en los testigos de Jehová. No obstante, algunas personas honradas se cuestionaron si era acertado juzgar a los Testigos basándose en las declaraciones de ex miembros descontentos. Tras uno de tales programas, un joven telefoneó a las oficinas de la Sociedad en Selters y contó que el ex Testigo al que se había entrevistado le había dirigido un estudio de la Biblia hacía algunos años. El joven había dejado de estudiar por motivos personales. Pero al ver el programa de televisión y reconocer a su anterior instructor, se molestó mucho. Preguntó: “¿Cómo puede hacer tales afirmaciones? Él sabe que lo que dice sobre los Testigos no es verdad”. El resultado fue que el joven volvió a estudiar la Biblia, en esta ocasión con un anciano de la congregación de su ciudad.

Claro, muchas personas aceptan lo que oyen en la televisión o leen en los periódicos sin cuestionarlo. En vista de la frecuencia de los ataques a los testigos de Jehová por parte de los medios de comunicación, la Sociedad preparó un folleto de 32 páginas concebido especialmente para contrarrestar esta oleada de propaganda engañosa. Su título: Sus vecinos, los testigos de Jehová. ¿Quiénes son?

El folleto contiene datos objetivos tomados de una encuesta realizada en 1994 entre unos ciento cuarenta y seis mil Testigos alemanes. Los resultados refutaban fácilmente muchas de las ideas erróneas que la gente tenía sobre los Testigos. ¿Una religión de mujeres mayores? Cuatro de cada diez Testigos alemanes son hombres, y la media de edad es de 44 años. ¿Una religión compuesta de personas a las que se lava el cerebro desde niños? El 52% se hicieron Testigos de adultos. ¿Una religión que rompe las familias? El 19% de los Testigos están solteros; el 68% son casados; el 9%, viudos, y solo un 4% están divorciados, y buena parte de ellos se habían divorciado antes de hacerse Testigos. ¿Una religión que se opone a tener hijos? Casi cuatro quintas partes de los Testigos casados son padres. ¿Compuesta de personas con una capacidad mental inferior a la normal? Un tercio habla al menos un idioma extranjero, y el 69% se mantiene al tanto habitualmente de los sucesos actuales. ¿Una religión que prohíbe a sus miembros disfrutar de la vida? Cada Testigo dedica a la semana 14,2 horas a diversas formas de entretenimiento. Al mismo tiempo, da prioridad a las ocupaciones espirituales, pues pasa un promedio de 17,5 horas a la semana en actividades religiosas.

Una cuestión que recibió atención especial en el folleto tenía que ver con “el pequeño Oliver”. Poco después de nacer, en 1991, los doctores le descubrieron un pequeño orificio en el corazón. Cuando llegó el momento debido, su madre se encargó de que lo operaran, y en conformidad con sus creencias religiosas, encontró médicos dispuestos a realizar la intervención sin sangre. Pero los opositores tergiversaron la historia con el fin de desacreditar a los testigos de Jehová. Incluso después de que la operación se realizó con éxito sin transfusiones de sangre, un periódico publicó el caso en primera plana y dio a entender que, pese a la oposición de su “fanática” madre, a Oliver se le había rescatado administrándole ‘sangre salvadora’. En el folleto se refutó esta descarada falsedad.

En principio, solo se pensaba hacer llegar el folleto a quienes habían planteado preguntas sobre las falsas acusaciones contra los Testigos. Pero en 1996 se rediseñó la portada, se ofreció un estudio bíblico gratuito a domicilio en la contraportada y se distribuyeron por toda Alemania 1.800.000 ejemplares.

Se suministran datos objetivos a los medios de comunicación

Ese mismo año se adoptó otra medida para hacer frente a los persistentes esfuerzos de los opositores por utilizar los medios informativos para distorsionar la imagen de los testigos de Jehová. Se nombró a Walter Köbe presidente de un comité encargado de Servicios de Información. Él explica: “La extensa campaña lanzada por los opositores nos ha obligado a dar una respuesta supervisada, haciendo más accesible la información”. Se localizó a personas que podían hacer una buena labor de relaciones públicas, y se celebraron cursillos para prepararlas. El país se dividió en veintidós regiones convenientes, y para 1998, cientos de colaboradores preparados del servicio de información atendían esas zonas. Prestan atención especial al contacto personal con los directores de publicaciones y los periodistas.

En relación con la labor de este departamento, también se organizó la proyección pública de la videocinta Los testigos de Jehová se mantienen firmes ante el ataque nazi. El estreno mundial de la edición alemana del vídeo Se mantienen firmes fue el 6 de noviembre de 1996, en el Museo Conmemorativo del Campo de Concentración de Ravensbrück, donde estuvieron recluidos muchos testigos de Jehová. Asistieron representantes de la prensa e importantes historiadores.

Para el 1 de septiembre de 1998, un total de más de doscientas sesenta y nueve mil personas habían visto el vídeo en 331 proyecciones públicas. Entre los asistentes no solo hubo Testigos, sino también representantes de la prensa, funcionarios y público en general. Cientos de periódicos comentaron estas proyecciones en artículos que, en conjunto, tuvieron un tono positivo. Ciento setenta y seis de estas proyecciones del vídeo iban acompañadas de una exposición sobre la persecución nazi de los testigos de Jehová.

Cada vez más representantes de los medios informativos comparten el sentir del periodista que en noviembre de 1993 escribió en el periódico Meissner Zeitung: “Quienes son de la opinión de que los testigos de Jehová siguen ciega y crédulamente una enseñanza bíblica no realista, se sorprenderán al descubrir la precisión con la que han identificado a su Modelo, Jesucristo, y cómo convierten este conocimiento en una vida con propósito”.

Tras medio siglo, aún se mantienen firmes

Ha transcurrido más de medio siglo desde que se liberó de los campos de concentración a los testigos de Jehová de Alemania. Pero su historial de integridad no ha caído en el olvido. Mediante él, se sigue dando un imponente testimonio ante el mundo. Algunos de los que estuvieron en los campos de concentración por causa de su inquebrantable fe aún permanecen vivos cuando se escribe este reportaje, y son tan celosos en el servicio de Jehová ahora como lo fueron entonces. Su valiente postura da testimonio de que Jehová puede proteger a su pueblo. Escuche lo que algunos de estos supervivientes de los campos de concentración dicen en nombre de cientos como ellos, y fíjese en sus edades (de principios de 1998), que aparecen entre paréntesis:

Heinrich Dickmann (95): “En Sachsenhausen, me obligaron a presenciar la ejecución de mi hermano August frente a todo el campo. Yo tenía la oportunidad de obtener la liberación inmediata si renunciaba a mi fe. Como no quise claudicar, el comandante del campo me dijo: ‘Piénsalo de nuevo y verás cuánto te queda de vida’. Cinco meses más tarde, era él, no yo, quien estaba muerto. Mi lema fue: ‘Confía en Jehová con todo el corazón’. Aún lo es”.

Änne Dickmann (89): “Considero que [la experiencia en el campo de concentración] me preparó para mantener integridad al magnífico Creador y Dador de Vida, Jehová. Todas mis experiencias me enriquecieron la vida y me acercaron más a Dios. La fe y el amor a él es lo que me han motivado todos estos años. Nunca me obligó nadie”.

Josef Rehwald (86): “Recuerdo con satisfacción aquella época difícil de pruebas, porque, a pesar de la presión y el sufrimiento, mantuve la fe cristiana y la neutralidad. Estoy convencido de que sobreviví gracias únicamente a la ayuda del Dios Todopoderoso, Jehová. Mi convicción cristiana es ahora más fuerte que entonces, y mi deseo es seguir sin transigir del lado de Dios”.

Elfriede Löhr (87): “Cuando recuerdo lo que viví durante los ocho años de encarcelamiento bajo el régimen de Hitler, debo decir que nada fue inesperado. Estaba claro que el camino de la verdad significa, por un lado, lucha y persecución, pero por el otro, alegría y victoria. No creo que haya sido tiempo perdido”.

Maria Hombach (97): “Me da muchísima satisfacción saber que tuve el singular privilegio de demostrar mi amor y gratitud a Jehová en las circunstancias más crueles. Nadie me obligó a hacerlo. Al contrario, los que trataron de forzarme fueron nuestros enemigos, que con amenazas intentaron que obedeciéramos a Hitler más bien que a Dios. Pero no lo lograron. Al tener una buena conciencia, fui feliz incluso cuando estuve entre rejas”.

Gertrud Poetzinger (86): “Me sentenciaron a tres años y medio de reclusión en régimen de aislamiento. Cuando me devolvían a mi celda tras recibir la sentencia, el funcionario me dijo: ‘Gracias. Me ha animado a creer en Dios de nuevo. Siga siendo tan animosa, y no tendrá ningún problema en soportar estos tres años y medio’. Qué cierto fue. Durante mi aislamiento experimenté especialmente el amor de Jehová y la fuerza que él da”.

En efecto, los supervivientes de los campos de concentración siguen manteniéndose firmes. Hoy día, más de medio siglo después de su liberación, el proceder de integridad de estos Testigos aún da un testimonio ante el mundo y gloria a Jehová. ¡Qué estímulo para todos los siervos de Dios!

En Alemania aún no ha terminado la predicación de las buenas nuevas. Desde el final de la II Guerra Mundial, se han dedicado más de ochocientos millones de horas a hablar a las personas del Reino de Dios. Al mismo tiempo, el ministerio de los testigos de Jehová alemanes ha afectado la vida de personas en muchos otros países. Ellos no se ven como un grupo nacional independiente, sino como parte de la familia universal de adoradores de Jehová.

Una magnífica prueba de esta unidad internacional se vio en 1998, cuando 217.472 personas asistieron a las cinco asambleas internacionales “Andemos en el camino de Dios” que hubo en Alemania. Vinieron representantes de muchos países. Se presentó todo el programa en trece idiomas. Las asambleas recalcaron la necesidad de continuar siendo fieles y persistir en predicar las buenas nuevas. Con la ayuda de Jehová, los testigos de Jehová alemanes están decididos a seguir lealmente en el camino de Dios.

[Mapa de la página 79]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

ALEMANIA OCCIDENTAL

Hamburgo

Meckenheim

Selters

Frankfurt

Wiesbaden

Reutlingen

Múnich

ALEMANIA ORIENTAL

Berlín

Magdeburgo

Glauchau

[Ilustración a toda plana de la página 66]

[Ilustración de la página 69]

Asamblea Internacional “Reino Triunfante”, Nuremberg, 1955

[Ilustraciones de la página 73]

Los Testigos alemanes han ayudado a muchos inmigrantes a beneficiarse de la verdad bíblica

[Ilustración de la página 88]

El Betel de Wiesbaden en 1980

[Ilustración de la página 90]

Comité de Sucursal (de izquierda a derecha). Delante: Günter Künz, Edmund Anstadt, Ramon Templeton y Willi Pohl. Detrás: Eberhard Fabian, Richard Kelsey, Werner Rudtke y Peter Mitrega

[Ilustraciones de la página 95]

Algunos de los diez Salones de Asambleas que se utilizan en Alemania:

1. Glauchau.

2. Reutlingen.

3. Múnich.

4. Meckenheim.

5. Berlín

[Ilustración de la página 99]

Martin y Gertrud Poetzinger

[Ilustraciones de las páginas 100 y 101]

Las instalaciones de la sucursal de Selters

[Ilustraciones de la página 102]

Algunos hermanos alemanes que están en el servicio misional en el extranjero: 1. Manfred Tonak. 2. Margarita Königer. 3. Paul Engler. 4. Karl Sömisch. 5. Günter Buschbeck

[Ilustraciones de la página 110]

Al levantarse las proscripciones, se enviaron a Europa oriental grandes remesas de publicaciones

[Ilustraciones de la página 118]

Asamblea de Berlín, 1990

[Ilustraciones de la página 124]

El primer Salón del Reino construido en la anterior República Democrática Alemana

[Ilustraciones de las páginas 132 y 133]

Programa de dedicación: en Selters (arriba) y, posteriormente, en seis estadios por toda Alemania

[Ilustración de la página 139]

Instrumentos para contrarrestar la marea de desinformación

[Ilustración de las páginas 140 y 141]

Aunque estuvieron encerrados en campos de concentración, donde se identificaba a los testigos de Jehová mediante un triángulo púrpura, estos cristianos leales permanecieron firmes en la fe (en la fotografía aparecen en Brandeburgo en 1995)

[Ilustraciones de la página 147]

Página opuesta, en el sentido de las agujas del reloj: Heinrich Dickmann, Änne Dickmann, Gertrud Poetzinger, Maria Hombach, Josef Rehwald y Elfriede Löhr