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Ucrania

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Jesús utilizó la ilustración de la semilla sembrada en la tierra excelente para referirse a las personas que llegan a apreciar de corazón la Palabra de Dios y “llevan fruto con aguante”, es decir, siguen proclamando fielmente el mensaje de Dios pese a las dificultades y los sufrimientos (Luc. 8:11, 13, 15). En pocos lugares de la Tierra se ha visto esta situación de modo tan palpable como en Ucrania, donde los testigos de Jehová no solo han sobrevivido a la proscripción y la cruel persecución de que han sido objeto por más de cincuenta años, sino que además han aumentado.

Durante el año de servicio 2001 hubo un máximo de 120.028 publicadores en el país. De estos, más de cincuenta y seis mil han aprendido la verdad de la Biblia en los últimos cinco años. A lo largo de los pasados dos años se han distribuido más de cincuenta millones de revistas, cifra igual a la de la población nacional. Cada mes la sucursal recibe, como promedio, un millar de cartas de personas que piden más información. Todo esto habría sido inconcebible en el pasado reciente. ¡Qué victoria para la adoración pura!

Antes de pasar las páginas de la historia de Ucrania, hablemos un poco del país en sí. Además de poseer la tierra figurativa que Jesús mencionó, cuenta con un suelo muy productivo. Casi la mitad de su superficie está cubierta de chernozem, término que significa “tierra negra” y que se aplica al suelo de pradera fértil y negro propio de la zona. Ese tipo de terreno, aunado a un clima templado, ha convertido a Ucrania en una de las regiones agrícolas más productivas del mundo, entre cuyos cultivos cabe destacar la remolacha azucarera, el trigo, la cebada y el maíz. De ahí que desde tiempos remotos se conozca a Ucrania como el granero de Europa.

Tiene una superficie algo mayor que la de Francia: se extiende unos 1.300 kilómetros [800 millas] de este a oeste y cerca de 900 [550 millas] de norte a sur. Como puede verse en el mapa de la página 123, se encuentra en Europa oriental, al norte del mar Negro. La zona septentrional está poblada de bosques, y la meridional cuenta con fértiles llanuras que limitan al sur con los hermosos montes de Crimea. Al oeste se hallan las estribaciones de los elevados Cárpatos, habitados por linces, osos y bisontes.

La población de Ucrania es de 50.000.000 de habitantes, muchos de los cuales hablan ruso además de ucraniano. Son gente humilde, hospitalaria y trabajadora. Cuando invitan a alguien a su casa, le suelen servir borsch (sopa de remolacha) y varenyky (trocitos de pasta rellenos y hervidos). Luego, durante la sobremesa, es posible que le agasajen con canciones folclóricas, pues a muchos les gusta cantar y tocar instrumentos musicales.

Los ucranianos han estado bajo el influjo de diversas creencias religiosas. En el siglo X penetró en el país la Iglesia Ortodoxa Oriental. Después, el Imperio otomano introdujo el islam en el sur de la nación, y, durante la Edad Media, los aristócratas polacos propagaron el catolicismo. Pero en el siglo XX, con el régimen comunista, muchos se hicieron ateos.

En cuanto a los testigos de Jehová, hoy día se les encuentra en toda Ucrania; sin embargo, antes de la II Guerra Mundial, la mayoría de ellos vivía en la parte occidental, que entonces englobaba cuatro regiones: Volinia, Galitzia, Transcarpatia y Bucovina.

Se siembran las semillas de la verdad en Ucrania

Los Estudiantes de la Biblia, como se llamaba en aquel tiempo a los testigos de Jehová, llevan más de un siglo activos en Ucrania. En 1891, un destacado Estudiante de la Biblia llamado C. T. Russell visitó numerosos países de Europa y Oriente Medio durante su primera gira por el extranjero. De camino a la ciudad conocida entonces como Constantinopla (Turquía), se detuvo en Odesa, en el sur de Ucrania. Más adelante, en 1911, pronunció una serie de conferencias bíblicas en importantes ciudades europeas, incluida la de Lvov, en el oeste del país.

El hermano Russell llegó en tren a esta ciudad, donde se había alquilado un amplio salón, llamado Casa del Pueblo, para que el 24 de marzo diera su conferencia. Mediante grandes carteles y nueve anuncios publicados en siete periódicos locales, se invitó al público a escuchar al “famoso y honorable orador de Nueva York”, el pastor Russell, en su discurso “El sionismo en la profecía”. Se había planeado que el hermano Russell lo pronunciara dos veces aquel día. Sin embargo, un rabino judío de Estados Unidos que se oponía intensamente a la obra de Russell telegrafió a sus compañeros de Lvov un mensaje acusatorio contra los Estudiantes de la Biblia. Debido a ello, hubo quienes trataron de impedir que Russell diera su conferencia.

Al salón, que se llenó por completo tanto por la tarde como por la noche, también acudieron adversarios. Un periódico local, el Wiek Nowy, publicó: “Cuando el intérprete [de Russell] pronunció las primeras palabras, los sionistas armaron un escándalo, y con sus gritos y silbidos no dejaron hablar al misionero. El pastor Russell tuvo que abandonar el estrado. [...] La oposición fue aún mayor en la sesión de las ocho de la noche”.

Pese a lo sucedido, muchos querían saber lo que el hermano Russell iba a decir; tenían interés en su mensaje, por lo que solicitaron publicaciones bíblicas. Más adelante, el hermano Russell comentó lo siguiente sobre su visita a Lvov: “Dios es el único que sabe las medidas que tomará con relación a estas experiencias. [...] La agitación [de los judíos] tal vez lleve a algunos a realizar una investigación más profunda que la que habrían efectuado si nos hubieran oído como es debido y pacíficamente”. Aunque por el momento no hubo respuesta al mensaje, se habían sembrado semillas de la verdad, y con el tiempo se formaron muchos grupos de Estudiantes de la Biblia, no solo en Lvov, sino también en otras partes del país.

En 1912, la sucursal alemana de los Estudiantes de la Biblia publicó, en un calendario que circuló por Ucrania, un anuncio de considerable tamaño que animaba a leer los volúmenes en alemán de Estudios de las Escrituras. Debido a aquella iniciativa, llegaron a dicha sucursal unas cincuenta cartas de personas de Ucrania que solicitaban los Estudios de las Escrituras y también pedían suscribirse a la revista que hoy se conoce en español como La Atalaya. La sucursal se mantuvo en contacto con ellas hasta que estalló la I Guerra Mundial en 1914.

Tras la contienda, Ucrania quedó repartida entre cuatro naciones vecinas. La Rusia comunista se apoderó del centro y el este, e incorporó dichas regiones a la Unión Soviética. Otros tres países se anexionaron la zona occidental: Galitzia y Volinia pasaron a Polonia, Bucovina a Rumania y Transcarpatia a Checoslovaquia. Estas tres naciones concedieron cierto grado de libertad religiosa y permitieron que se siguiera llevando a cabo la predicación. Gracias a ello, en el oeste de Ucrania se sembraron muchas semillas de la verdad que llegarían a dar fruto.

Los primeros brotes

A principios del siglo XX, numerosas familias ucranianas emigraron a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Algunos de esos emigrantes leyeron nuestras publicaciones bíblicas y se las enviaron a sus parientes de Ucrania. Otras familias conocieron las enseñanzas de los Estudiantes de la Biblia, regresaron a su pueblo de origen y se pusieron a predicar a sus vecinos. Se formaron varios grupos que, con el tiempo, crecieron y se convirtieron en congregaciones. A principios de la década de 1920, unos Estudiantes de la Biblia polacos sembraron semillas de la verdad en Galitzia y Volinia, y hermanos de Rumania y Moldavia (Moldova) llevaron la verdad a Bucovina.

Se había puesto una buena base para que hubiera más aumento. La revista The Watch Tower (conocida hoy en español como La Atalaya) del 15 de diciembre de 1921 publicó: “Hace poco, algunos de nuestros hermanos visitaron [Bucovina] [...]. Como resultado de sus varias semanas de estancia se han organizado siete clases que estudian los volúmenes y ‘Sombras del Tabernáculo’. Una de ellas tiene unos setenta miembros”. En 1922, en el pueblo de Kolinkivtsi (Bucovina), Stepan Koltsa aceptó la verdad, se bautizó y empezó a predicar. Según los datos disponibles, fue el primer hermano que se bautizó en Ucrania. Con el tiempo se le unieron diez familias. En Transcarpatia se produjo un crecimiento similar. En 1925 había alrededor de cien Estudiantes de la Biblia en Velyki Luchky y las poblaciones adyacentes. Fue para entonces cuando los primeros siervos de tiempo completo empezaron a predicar en Transcarpatia y a dirigir reuniones en los hogares de los hermanos, lo que contribuyó a que muchas personas se bautizaran.

Alexei Davidjuk, Testigo desde hace muchos años, explica cómo se difundió la verdad en aquel tiempo: “En 1927, alguien llevó uno de nuestros libros al pueblo de Lankove (Volinia). Varios vecinos lo leyeron y sintieron curiosidad por saber la verdad sobre las doctrinas del infierno y del alma. Como en él aparecía la dirección de la sucursal de Łódź (Polonia), escribieron una carta en la que pedían que alguien los visitase. Un mes después llegó un hermano y organizó un grupo de estudio bíblico al que se incorporaron quince familias”.

En aquellos días era común encontrar personas que manifestaban gran entusiasmo por la verdad. La central mundial, en Brooklyn, recibió una carta de agradecimiento procedente de la región de Galitzia que decía en parte: “Los libros que ustedes publican curan muchas de las heridas de nuestra gente y conducen a la luz. [...] Les ruego que nos hagan llegar más libros de esa clase”. Otra persona interesada escribió: “He decidido pedirles que nos envíen publicaciones porque aquí no es posible conseguirlas. Un señor de nuestro pueblo recibió de ustedes unos cuantos libros, pero los vecinos se los quitaron sin siquiera darle la oportunidad de leerlos. Ahora está tratando de recuperarlos”.

Debido al gran interés que había, se estableció una sucursal en la calle Pekarska de la ciudad de Lvov. A ella llegaban de Galitzia y Volinia numerosas solicitudes de publicaciones que se remitían con regularidad a Brooklyn para su tramitación.

No hay duda de que a mediados de la década de 1920, las semillas de la verdad habían brotado en el oeste de Ucrania. Se organizaron muchos grupos, y algunos de ellos se convirtieron después en congregaciones. Aunque son pocos los registros que se conservan de aquellos años, se sabe que en 1922, 12 personas celebraron la Conmemoración en Galitzia; en 1924, The Watch Tower informó que 49 la celebraron en la ciudad de Sarata, en el sur de Ucrania; y en 1927, la asistencia a la Conmemoración en Transcarpatia fue de más de 370.

Al describir la obra en diversos países del mundo, The Watch Tower del 1 de diciembre de 1925 publicó lo siguiente: “Este año se ha enviado a los ucranianos de Europa un hermano de América; [...] se ha realizado muy buen trabajo entre los ucranianos en esa zona controlada por Polonia. La demanda de publicaciones ha sido grande, y sigue aumentando”. Varios meses después, la revista The Golden Age (actualmente ¡Despertad!) informó: “Tan solo en Galitzia ya hay veinte clases [congregaciones] [...]. Algunas de ellas han [...] organizado y celebrado reuniones entre semana; otras se reúnen solo los domingos, y unas cuantas están organizándolas. Hay esperanzas de formar más clases; solo hace falta alguien que las dirija”. Todo eso indicaba que el terreno espiritual de Ucrania era muy fértil.

Los comienzos del ministerio del campo

Vojtech Chehy, de Transcarpatia, se bautizó en 1923 y, más adelante, emprendió el ministerio de tiempo completo en las inmediaciones de Berehove. Solía ir a predicar cargado con publicaciones: un maletín en la mano, otro atado a la bicicleta y una mochila a la espalda. “Se nos asignó un territorio de veinticuatro pueblos —relata—. Éramos quince publicadores, y representaba un gran esfuerzo predicar y distribuir publicaciones en todas aquellas poblaciones dos veces al año. Cada domingo nos reuníamos a las cuatro de la madrugada en uno de los pueblos. Desde allí recorríamos de 15 a 20 kilómetros, a pie o en autobús, para emprender nuestro ministerio de casa en casa a las ocho de la mañana. Terminábamos a las dos de la tarde y entonces regresábamos a casa, muchas veces caminando. Luego, aquella misma noche, en la reunión, relatábamos con gozo nuestras experiencias. Cortábamos por los bosques y cruzábamos ríos, hiciera buen tiempo o no, pero nunca nos quejábamos. Nos sentíamos felices de servir y glorificar a nuestro Creador. La gente podía ver que los hermanos eran cristianos verdaderos, dispuestos a caminar hasta 40 kilómetros [20 millas] para asistir a las reuniones o para predicar.

”En el ministerio encontrábamos personas muy diversas. En cierta ocasión, cuando le ofrecí a una señora el folleto El Reino, la esperanza del mundo, me dijo que le gustaría aceptarlo pero que no podía darme ninguna aportación. Como yo tenía hambre, le pregunté si me lo cambiaría por un huevo cocido. Ella se quedó con el folleto, y yo me comí un huevo.”

En Navidad, la gente de Transcarpatia solía ir de casa en casa cantando villancicos. Los hermanos aprovechaban aquella costumbre y, con sus maletines llenos de publicaciones, iban también a los hogares para entonar cánticos que reflejaban su fe. A muchos les gustaba escucharlos. A menudo los invitaban a pasar y les pedían que siguieran cantando. A veces les daban dinero en señal de agradecimiento, que ellos aceptaban con gusto a cambio de publicaciones bíblicas. Así que durante la época de Navidad, el almacén de publicaciones solía quedar vacío. Tales campañas de canto duraban dos semanas, pues la Navidad de los católicos romanos no coincide con la de los católicos griegos. Ahora bien, en la segunda mitad de la década de 1920, cuando los Estudiantes de la Biblia se dieron cuenta de los orígenes paganos de la Navidad, aquellas campañas se suspendieron. Aun así, los hermanos de Transcarpatia obtenían mucho gozo de su intensiva predicación, y siguieron formándose grupos de publicadores en aquella región.

Las primeras asambleas

En mayo de 1926 se celebró, en el pueblo de Velyki Luchky, la primera asamblea de los Estudiantes de la Biblia de Transcarpatia. Hubo 150 concurrentes, y se bautizaron 20. Al año siguiente, 200 personas asistieron a la asamblea que tuvo lugar al aire libre en el parque central de Užgorod, una ciudad de la misma región. Poco después se organizaron otras en diversas poblaciones de Transcarpatia. En 1928, Lvov tuvo su primera asamblea. Más adelante también las hubo en Galitzia y Volinia.

A principios de 1932 tuvo lugar una asamblea en el pueblo de Solotvyno (Transcarpatia), en el patio de una casa donde los Estudiantes de la Biblia acostumbraban celebrar sus reuniones. Acudieron unas quinientas personas, incluidos ciertos hermanos de Alemania que ocupaban puestos de gran responsabilidad. Mykhailo Tilniak, un anciano de la congregación local, relata: “Disfrutamos muchísimo de los discursos tan bien preparados que presentaron los hermanos de Alemania y de Hungría. Con lágrimas en los ojos nos animaron a permanecer fieles bajo las pruebas venideras”. Y en efecto, al comenzar la II Guerra Mundial, sobrevinieron pruebas severas.

En 1937 se fletó un tren para ir a una gran asamblea en Praga (Checoslovaquia). Partió de Solotvyno y cruzó toda Transcarpatia, deteniéndose en cada estación para recoger asambleístas. En todos los vagones había un letrero que decía “Asamblea de los Testigos de Jehová. Praga”. Fue un testimonio tan grande para los habitantes de la zona, que quienes lo presenciaron todavía lo recuerdan.

Se construyen lugares de culto

Al irse formando los primeros grupos de Estudiantes de la Biblia, surgió la necesidad de construir sus propios lugares de culto. El primero se edificó en 1932, en el pueblo de Dibrova (Transcarpatia). Posteriormente se levantaron otros dos Salones en los pueblos vecinos de Solotvyno y Belaja Cerkov.

Aunque durante la guerra algunos de aquellos locales fueron destruidos y otros confiscados, los hermanos mantuvieron el deseo de tener sus propios Salones del Reino. En la actualidad hay ocho de ellos en Dibrova y otros dieciocho en seis poblaciones de los alrededores.

La labor de traducción

A finales del siglo XIX y principios del XX, numerosas familias ucranianas emigraron a Estados Unidos y Canadá. Algunos de aquellos emigrantes abrazaron la verdad en su nuevo país, con lo que llegaron a formarse bastantes grupos de habla ucraniana. En 1918 ya se publicó en ucraniano El Plan Divino de las Edades. No obstante, para suministrar alimento espiritual tanto a los ucranianos de Europa como a los que habían emigrado, hacía falta mucho más. A principios de la década de 1920 era obvio que se necesitaba un hermano capacitado que tradujera publicaciones regularmente. Por fin, en 1923, Emil Zarysky, que para entonces vivía en Canadá, aceptó la invitación de emprender el servicio de tiempo completo. Su principal labor era traducir publicaciones bíblicas al ucraniano. También visitaba los grupos ucranianos, polacos y eslovacos de Canadá y Estados Unidos.

Emil Zarysky había nacido cerca de la ciudad de Sokal, en el oeste de Ucrania. Se mudó con sus padres a Canadá, donde con el tiempo se casó con una joven ucraniana llamada Mariya y tuvieron cinco hijos. Ambos cumplieron con sus asignaciones teocráticas sin descuidar sus absorbentes responsabilidades familiares. En 1928, la Sociedad Watch Tower compró una casa en Winnipeg (Canadá) que se utilizó como centro de traducción al ucraniano.

En aquellos días, los hermanos predicaban de casa en casa con gramófonos portátiles en los que reproducían discursos bíblicos. El hermano Zarysky fue invitado a Brooklyn para grabar dichos discursos en ucraniano. Además, en la década de 1930, también se grabaron en la estación de radio de Winnipeg varios programas en ese idioma, de media hora de duración, que consistían en elocuentes discursos públicos presentados por Emil Zarysky y otros hermanos de experiencia. Estas disertaciones iban acompañadas de corales (composiciones musicales armonizadas a cuatro voces) procedentes del cancionero publicado en 1928. Centenares de radioyentes escribieron y llamaron para dar las gracias.

Emil y Mariya Zarysky cumplieron fielmente con su asignación de traductores durante cuarenta años. A lo largo de ese período se tradujeron al ucraniano todos los números de La Atalaya. En 1964 se nombró superintendente de traducción a Maurice Saranchuk, quien junto con Anne, su esposa, había estado ayudando al hermano Zarysky por varios años.

Llega ayuda espiritual

Aunque algunos publicadores celosos habían sembrado y regado por su cuenta las semillas de la verdad por toda Ucrania, no fue sino hasta 1927 cuando se comenzó a predicar de manera organizada, primero en Transcarpatia y después en Galitzia. Anteriormente se habían distribuido multitud de libros y folletos en rumano, húngaro, polaco y ucraniano, pero no se conservaban informes de la predicación. Los grupos aislados empezaron a organizarse en congregaciones, y los hermanos comenzaron a predicar con regularidad de casa en casa. En aquellos años se distribuyeron muchas publicaciones bíblicas. En 1927 se abrió el primer almacén de publicaciones en Ucrania, en la ciudad de Užgorod (Transcarpatia). En 1928, la sucursal de Magdeburgo (Alemania) recibió la asignación de atender a las congregaciones y a los repartidores (evangelizadores de tiempo completo) del territorio de Transcarpatia, que en aquel entonces formaba parte de Checoslovaquia.

En 1930 se estableció una sucursal en la ciudad de Berehove, cerca de Užgorod, para supervisar la obra en Transcarpatia, y Vojtech Chehy sirvió de superintendente de dicha sucursal. Aquellas medidas dieron un gran ímpetu a la predicación.

Varios hermanos de las sucursales de Praga y Magdeburgo manifestaron gran abnegación, pues recorrían a menudo largas distancias hasta los Cárpatos para llevar las buenas nuevas del Reino de Dios a las partes más remotas de esa hermosa región. Uno de aquellos cristianos celosos, Adolf Fitzke, de la sucursal de Magdeburgo, fue enviado a predicar por las inmediaciones de Rakhov, en los Cárpatos. Hasta el día de hoy, muchos Testigos del lugar recuerdan con cariño a aquel hermano fiel, modesto y adaptable. En el año 2001 había cuatro congregaciones en esa zona.

Durante la década de 1930 se proyectó en numerosas ciudades y aldeas de Transcarpatia el “Foto-Drama de la Creación”, un programa de ocho horas en el que se sincronizaban diapositivas y películas con comentarios bíblicos grabados en discos. A fin de ayudar a los hermanos locales con la presentación, se envió a Erich Frost, de Alemania. Antes del programa, los hermanos invitaban al público mediante hojas sueltas y carteles, y la respuesta era muy buena. En Berehove acudieron tantas personas, que más de mil tuvieron que esperar en la calle. Al ver aquella multitud, la policía temió que se alterara el orden público y que no pudieran controlar la situación. Por ello se plantearon la posibilidad de cancelar la proyección, aunque finalmente decidieron no hacerlo. Una vez terminado el programa, muchos que deseaban ver de nuevo el “Foto-Drama” entregaron su nombre y dirección. Al percibir aquel interés, los líderes religiosos de la localidad recurrieron a todo medio posible para impedir la predicación de las buenas nuevas, pero Jehová Dios siguió bendiciendo la obra y dándole prosperidad.

Durante las décadas de 1920 y 1930, las regiones de Volinia y Galitzia se encontraban bajo la supervisión de la sucursal polaca, ubicada en Łódź. En 1932, los hermanos de Polonia centraron su atención en esos territorios visitando a todos los suscriptores de la revista La Atalaya, tras recibir sus direcciones de Brooklyn.

Wilhelm Scheider, el entonces superintendente de la sucursal de Polonia, dijo: “Los ucranianos aceptaban la verdad con gran entusiasmo. En las ciudades y pueblos de Galitzia surgían de la noche a la mañana grupos de personas interesadas. A veces, estos se hacían tan grandes que abarcaban comunidades enteras”.

La mayoría de los hermanos eran pobres, pero hacían muchos sacrificios para conseguir publicaciones y discos que les ayudaran a predicar y a progresar en sentido espiritual. Mykola Volochii, de Galitzia, que se bautizó en 1936, vendió uno de sus dos caballos para comprar un gramófono. ¡Imagínese lo que suponía para un agricultor desprenderse de un caballo! Aunque tenía cuatro hijos, calculó que podía mantenerlos con uno solo. Muchas personas llegaron a conocer y servir a Jehová gracias a los discursos bíblicos y los cánticos del Reino en ucraniano que se reprodujeron en aquel gramófono.

Wilhelm Scheider comentó lo siguiente sobre el gran aumento de publicadores que se produjo en Galitzia y Volinia durante la década de 1930: “En 1928 llegamos a tener 300 publicadores en Polonia, pero en 1939 ya había más de mil cien, y la mitad de ellos eran ucranianos, aunque en su territorio (Galitzia y Volinia), la predicación había empezado mucho después”.

En vista del gran aumento, Ludwik Kinicki, de la sucursal de Polonia, fue enviado a Galitzia y Volinia en calidad de superintendente viajante para ayudar con la predicación. Su familia, que procedía de Chortkiv (Galitzia), había emigrado a principios del siglo XX a Estados Unidos, donde el hermano Kinicki aprendió la verdad. Con el tiempo regresó a su tierra para ayudar a las personas sinceras de aquel lugar. Hay muchos hermanos que jamás olvidarán la ayuda espiritual que recibieron de este entusiasta siervo de Dios. Cuando en el otoño de 1936 se proscribió la edición polaca de The Golden Age (La edad de oro) y se sentenció a su editor a un año de prisión, el hermano Kinicki recibió el nombramiento de editor de la revista Nowy Dzień (El nuevo día), que empezó a publicarse en lugar de The Golden Age. En 1944 fue arrestado por la Gestapo y recluido en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen, donde murió fiel a Jehová.

Dios atrae a todo tipo de personas

A principios de la década de 1920, un Estudiante de la Biblia llamado Rola regresó a Zolotoy Potok (Galitzia), su ciudad de origen, y, con la Biblia, empezó a predicar las buenas nuevas. La gente decía que estaba loco porque había destruido todas sus imágenes religiosas. El sacerdote, deseoso de detener su predicación, acudió a un policía y le dijo: “Si hace algo para que Rola no pueda andar, le daré un litro de whisky”. El policía respondió que él no estaba ahí para golpear a la gente. Posteriormente, Rola empezó a recibir paquetes de publicaciones procedentes de hermanos de Estados Unidos. El sacerdote volvió a abordar al agente y le dijo que había llegado a la oficina de correos un paquete de publicaciones comunistas. Al día siguiente, el policía se dirigió a la oficina postal y esperó para ver quién lo recogía. Cuando comprobó que se trataba de Rola, se lo llevó a la comisaría y llamó también al sacerdote, quien se puso a gritar diciendo que los libros eran del Diablo. A fin de determinar si contenían enseñanzas comunistas, el agente envió algunos al juzgado y se quedó con los demás. Los leyó, y se dio cuenta de que contenían la verdad. Poco después, tanto él como su esposa empezaron a asistir a las reuniones; con el tiempo se bautizó y llegó a ser un publicador muy celoso. De modo que, en su afán por detener la obra de hacer discípulos, el sacerdote contribuyó sin darse cuenta a que Ludwik Rodak abrazara la verdad.

Más o menos por ese tiempo, un sacerdote católico griego de Lvov se trasladó a Estados Unidos acompañado de su esposa. Poco después, ella falleció. Profundamente apenado, quiso saber adónde había ido su alma. Consiguió la dirección de unos espiritistas de Nueva York, pero al acudir al lugar donde se reunían, se equivocó de piso y entró a una reunión de los Estudiantes de la Biblia. Allí aprendió la verdad sobre el estado de los muertos. Más adelante se bautizó y trabajó por un tiempo en la imprenta del Betel de Brooklyn. Después regresó a Galitzia y continuó predicando las buenas nuevas con celo.

Un rayo de luz en el este de Ucrania

Como hemos visto, los comienzos de la predicación en Ucrania tuvieron lugar mayormente en la región occidental. ¿Cómo llegó la verdad al resto del país? ¿Produciría ese terreno espiritual con la misma abundancia que lo había hecho el oeste?

A principios del siglo XX, el hermano Trumpi, originario de Suiza, fue a trabajar de ingeniero en una región de minas de carbón del este de Ucrania. Se le considera el primer Estudiante de la Biblia en aquella zona. Gracias a su predicación durante la década de 1920, se formó un grupo de estudio de la Biblia en el pueblo de Liubymivskyi Post, cerca de la ciudad de Járkov.

En 1927, otro hermano de Europa occidental, también ingeniero, se mudó a Kalynivka para trabajar en una mina de carbón. Llevó una maleta llena de publicaciones bíblicas y las distribuyó entre unos cuantos bautistas que manifestaron mucho interés en la esperanza del Reino. Al cabo de un tiempo, cuando este hermano regresó a su país, dejó establecido un pequeño grupo de Estudiantes de la Biblia. The Watch Tower de 1927 informó que dieciocho personas se reunieron en Kalynivka para celebrar la Conmemoración. En el pueblo vecino de Yepifanivka asistieron once, y otras treinta la celebraron ese año en Liubymivskyi Post.

Los hermanos de la central de Brooklyn estaban muy pendientes de lo que sucedía en la Unión Soviética y trataban de establecer legalmente la predicación del Reino. Con ese objetivo en mira, en 1928 llegó a la URSS un hermano canadiense llamado George Young. Durante su estancia visitó Járkov, en el este de Ucrania, donde organizó una pequeña asamblea de tres días para el grupo que había allí. Posteriormente se vio obligado a marcharse del país debido a la oposición de las autoridades, pero se enteró de que también había grupos en Kiev y Odesa.

El hermano Young informó a la central de Brooklyn de la situación que existía en la Unión Soviética. De acuerdo con su recomendación, un ucraniano llamado Danyil Starukhin fue nombrado representante de los Estudiantes de la Biblia no solo en Ucrania, sino también en toda la URSS. Varios años antes de la visita de George Young, el hermano Starukhin había defendido la Biblia en un debate con Anatolij Lunačarskij, quien ocupaba en aquel tiempo el cargo de comisario de Instrucción Pública. En una carta dirigida a J. F. Rutherford, de la central de Brooklyn, el hermano Young escribió: “Danyil Starukhin es celoso y activo. A la edad de 15 años discutió con un sacerdote sobre la Biblia. Este se enojó tanto, que tomó su cruz y lo golpeó en la cabeza con tal fuerza, que lo dejó tendido en el suelo, inconsciente. Todavía tiene la cicatriz. Danyil habría muerto ahorcado, pero al ser menor de edad, lo sentenciaron solo a cuatro meses de prisión”. Aunque el hermano Starukhin trató de inscribir a la congregación local y obtener un permiso oficial para imprimir publicaciones bíblicas en Ucrania, las autoridades soviéticas no se lo permitieron.

A finales de la década de 1920 y durante la de 1930, las autoridades soviéticas promovieron fervientemente el ateísmo. La religión era objeto de burla, y a los que predicaban se les consideraba “enemigos de la madre patria”. Además, tras las abundantes cosechas de 1932, los comunistas confiscaron todos los comestibles de la población rural de Ucrania, lo que provocó una hambruna que segó la vida de más de seis millones de personas.

Los informes indican que, durante aquellos tiempos difíciles, los grupitos de siervos de Jehová mantuvieron su integridad pese a no tener ningún contacto con hermanos del extranjero. Algunos pasaron muchos años en prisión debido a su fe. La familia Trumpi, la familia Hauser, Danyil Starukhin, Andrii Savenko y la hermana Shapovalova son solo unos cuantos ejemplos de todos aquellos que mantuvieron integridad. Estamos seguros de que Jehová no ‘olvidará la obra que hicieron ni el amor que mostraron para con su nombre’ (Heb. 6:10).

Tiempo de pruebas severas

Cuando terminaba la década de 1930, se produjeron grandes cambios en las fronteras de muchos países de la Europa oriental. La Alemania nazi y la URSS expandieron su esfera de influencia para abarcar naciones menos poderosas.

En marzo de 1939, Hungría ocupó Transcarpatia con el apoyo de la Alemania nazi. Se proscribió la actividad de los testigos de Jehová, y los Salones del Reino fueron clausurados. Las autoridades maltrataron brutalmente a los hermanos y enviaron a un gran número de ellos a prisión. La mayoría de los Testigos de los pueblos ucranianos de Velykyi Bychkiv y Kobyletska Poliana fueron encarcelados.

Cuando los soviéticos llegaron a las regiones de Galitzia y Volinia, en 1939, se cerraron las fronteras occidentales de Ucrania y se perdió el contacto con la sucursal de Polonia. Al empezar la II Guerra Mundial, la organización pasó a la clandestinidad. Los hermanos se reunían en grupos pequeños llamados círculos, y continuaron llevando a cabo su ministerio, aunque con más cautela.

Posteriormente, los ejércitos nazis invadieron Ucrania. Durante la ocupación alemana, el clero empezó a agitar a las masas contra el pueblo de Jehová. En Galitzia se desencadenó una encarnizada persecución. La gente rompía las ventanas de las casas de los testigos de Jehová, y muchos de ellos sufrieron crueles palizas. En invierno, a algunos hermanos se les obligó a estar de pie en agua fría durante horas por no hacer la señal de la cruz. Algunas hermanas recibieron 50 varazos. Varios Testigos perdieron la vida por mantener su integridad. Por ejemplo, la Gestapo ejecutó a un evangelizador de tiempo completo de los Cárpatos llamado Illia Hovuchak. Un sacerdote católico lo había entregado debido a su celosa predicación del Reino de Dios. Aunque fue un tiempo de pruebas severas, los siervos de Jehová siguieron manteniéndose firmes.

Los Testigos se ayudaban unos a otros pese al peligro que muchas veces suponía. En la ciudad de Stanislav (llamada ahora Ivano-Frankovsk), una señora de origen judío y sus dos hijas se hicieron Testigos. Vivían en un gueto. Cuando los hermanos se enteraron de que los nazis planeaban ejecutar a todos los judíos de la ciudad, no solo organizaron la huida de las tres hermanas, sino que, a riesgo de sus propias vidas, las escondieron hasta que acabó la guerra.

Durante la II Guerra Mundial, los hermanos del oeste de Ucrania perdieron temporalmente el contacto con la organización y no estaban seguros del proceder que debían seguir. Algunos pensaban que el comienzo de la II Guerra Mundial marcaba el inicio del Armagedón, creencia que provocó desacuerdos por algún tiempo.

Brotan semillas en el campo de batalla

Aquel conflicto bélico supuso mucho sufrimiento y una gran ruina para Ucrania. El país se convirtió en un inmenso campo de batalla durante tres años. A medida que el frente se desplazaba por el territorio, primero hacia el este y luego de nuevo hacia el oeste, muchos pueblos y ciudades quedaron completamente arrasados. Durante aquellos años perdieron la vida unos diez millones de ucranianos, de los cuales cinco millones y medio eran civiles. Debido a los horrores de la guerra, muchos habían perdido la ilusión de vivir y ya no respetaban los principios morales. Sin embargo, aun bajo tales circunstancias, algunos aprendieron la verdad.

En 1942 llamaron a filas a Mykhailo Dan, un joven de Transcarpatia que antes de la II Guerra Mundial escuchaba con gusto a los testigos de Jehová. Durante unos ejercicios de instrucción, un sacerdote católico distribuyó entre los soldados un folleto religioso que ofrecía la promesa de vida celestial a todo aquel que diera muerte a por lo menos un comunista. Aquello desconcertó al joven soldado. Además, a lo largo del conflicto, vio a un ministro religioso matando gente, lo que contribuyó a que se convenciera de que los testigos de Jehová tenían la verdad. Después de la guerra regresó a casa, localizó a los Testigos y, a finales de 1945, se bautizó.

Posteriormente, el hermano Dan aguantó las atrocidades de las prisiones soviéticas. Tras su liberación fue nombrado anciano y en la actualidad es el superintendente presidente de una de las congregaciones de Transcarpatia. Aludiendo al folleto mencionado antes, dice con ironía: “No maté a ningún comunista. Así que no espero recibir la vida celestial, pero sí anhelo vivir para siempre en la Tierra convertida en un paraíso”.

La tierra fértil produce fruto en los campos de concentración

Como se mencionó al principio, la tierra fértil tiene la capacidad de producir extraordinarias cosechas. De ahí que durante la ocupación nazi se llevaran a Alemania vagones y vagones llenos de la fértil tierra negra del centro de Ucrania.

Otros vagones de carga, no obstante, transportaban lo que después también llegó a ser, por decirlo así, terreno fértil. Unos dos millones y medio de hombres y mujeres jóvenes fueron llevados a Alemania para realizar trabajos forzados, y una cantidad considerable de ellos acabó en campos de concentración. Allí conocieron a Testigos alemanes que habían sido recluidos por su neutralidad cristiana y que, aun en semejantes condiciones, no cesaban de predicar las buenas nuevas, tanto de palabra como mediante su conducta. Una mujer que estuvo presa recuerda: “Las Testigos eran diferentes del resto de las reclusas. Eran amigables y optimistas. Su conducta demostraba que tenían algo muy importante que decir a las demás prisioneras”. Durante aquellos años, muchos ucranianos aprendieron la verdad de Testigos alemanes que estuvieron recluidos con ellos en los campos de concentración.

Anastasiya Kazak conoció la verdad en el campo de concentración alemán de Stutthof. A finales de la guerra, varios centenares de prisioneros, entre ellos Anastasiya y otros catorce Testigos, fueron transportados en una barcaza hasta Dinamarca, donde los hermanos daneses los recogieron y atendieron sus necesidades físicas y espirituales. Aquel mismo año, a la edad de 19 años, Anastasiya se bautizó en la asamblea de Copenhague y regresó al este de Ucrania, su región de origen, donde sembró con celo semillas de la verdad. Más adelante, debido a su labor evangelizadora, la hermana Kazak pasó otros once años en prisión.

“Sea que sufran tribulación, oposición o cualquier otro problema, no se den nunca por vencidos. Sigan pidiendo ayuda a Jehová —aconseja ella a los jóvenes—. He comprobado que él nunca abandona a los que le sirven.” (Sal. 94:14.)

Los sufrimientos de la guerra

La guerra es dura y cruel, fuente de penurias, sufrimientos y muerte tanto para soldados como para civiles. Los testigos de Jehová no están exentos de sus nefastas consecuencias, pues viven en el mundo, aunque no son parte de él (Juan 17:15, 16). Mantienen una estricta neutralidad en cuestiones políticas, igual que su Caudillo, Jesucristo. Esta postura los ha distinguido como cristianos verdaderos no solo en Ucrania, sino también en otras partes de la Tierra. Y tal como la humanidad honra a sus héroes de guerra —vivos y muertos—, Jehová honra a aquellos que, con valor, le son leales (1 Sam. 2:30).

A finales de 1944, las tropas soviéticas volvieron a tomar el oeste de Ucrania e instituyeron el servicio militar obligatorio. Al mismo tiempo, grupos de la resistencia (partisanos) luchaban contra los alemanes y los soviéticos, y presionaban a los habitantes del oeste del país para que se les unieran. Todo aquello resultó en nuevas pruebas para la neutralidad de los siervos de Jehová. Varios hermanos fueron ejecutados por negarse a combatir.

Ivan Maksymiuk y su hijo Mykhailo aprendieron la verdad de Illia Hovuchak. Al no querer tomar las armas durante la guerra, los partisanos los detuvieron y ordenaron a Ivan que diera muerte a un soldado soviético que habían capturado un tiempo antes. Aunque le prometieron ponerlo en libertad si lo hacía, el hermano Maksymiuk rehusó matarlo, y ellos lo asesinaron con sadismo. Hicieron lo mismo con su hijo Mykhailo, y con Yurii Freyuk y su hijo, Mykola, de 17 años.

Otros hermanos fueron ajusticiados por no querer alistarse en el ejército soviético (Isa. 2:4). A otros los sentenciaron a diez años de prisión. Los hermanos tenían muy pocas posibilidades de sobrevivir en la cárcel, pues en Ucrania, durante la posguerra, hasta los que gozaban de libertad pasaban hambre. En 1944, Mykhailo Dasevich fue encarcelado debido a su postura neutral, pero los seis meses de investigación previos a su ingreso en la prisión para cumplir una sentencia de diez años lo habían dejado totalmente exhausto. Cuando los médicos del centro penitenciario le prescribieron una “dieta alta en calorías”, la cocina empezó a añadir una cucharadita de aceite a su ración de papilla —la única comida que le daban—. El hermano Dasevich sobrevivió y sirvió veintitrés años en el Comité del País de la URSS y posteriormente en el de Ucrania.

En 1944, siete hermanos de una congregación de Bucovina se negaron a hacer el servicio militar y recibieron una sentencia de entre tres y cuatro años de prisión cada uno. Cuatro de ellos murieron de hambre en la cárcel. Aquel mismo año, cinco hermanos de una congregación cercana fueron sentenciados a diez años de reclusión en un campo de prisioneros de Siberia. Solo regresó uno, los demás murieron allí.

El 1947 Yearbook (Anuario 1947) publicó lo siguiente al respecto: “En 1944, cuando el monstruo nazi fue empujado hacia el oeste, se movilizó a toda persona [...] de la región occidental de Ucrania para que Rusia ganara la guerra. Como siempre, nuestros hermanos se mantuvieron neutrales y no violaron el pacto eterno, aunque varios perdieron la vida por ser fieles al Señor, y a otros —esta vez la cifra superó con creces el millar— se les llevó de nuevo hacia el este, a las vastas llanuras del inmenso continente”.

Pese a semejante deportación, los testigos de Jehová siguieron aumentando. En 1946 asistieron a la Conmemoración en el oeste de Ucrania 5.218 personas, de las que cuatro eran cristianos ungidos.

Alivio temporal

Cuando terminó la II Guerra Mundial, los hermanos —que habían permanecido leales a Dios tras aguantar tantas penalidades— predicaron un vibrante mensaje de esperanza y ánimo a los que regresaban del campo de batalla. Tanto soldados como prisioneros de guerra volvían a casa desilusionados, pero con deseos de hallar algo que diera sentido a su vida. De ahí que muchos abrazaran con gozo la verdad bíblica. Por ejemplo, a finales de 1945, en el pueblo de Belaja Cerkov (Transcarpatia), 51 personas se bautizaron en el río Tisza. Al concluir el año, la congregación ya contaba con 150 publicadores.

En aquel tiempo, los ucranianos y los polacos del oeste de Ucrania y el este de Polonia se odiaban de tal manera que formaron bandas para atacarse. En algunos casos exterminaron aldeas enteras en las que vivían personas de la otra nacionalidad. Por desgracia, algunos hermanos fallecieron en dichas masacres.

Posteriormente, debido a un acuerdo entre la Unión Soviética y Polonia, fueron devueltos a sus respectivos países de origen unos ochocientos mil polacos del oeste de Ucrania y unos quinientos mil ucranianos del este de Polonia. Entre ellos había muchos Testigos, incluso congregaciones enteras. Los hermanos recibieron nuevas asignaciones teocráticas, y todos vieron la situación como una oportunidad de predicar en nuevos territorios. El 1947 Yearbook comentó: “Todo este ir y venir ha contribuido a la rápida diseminación de la verdad en zonas a las que en circunstancias normales habría costado mucho llegar. De modo que incluso estas desdichas han contribuido a la glorificación del nombre de Dios”.

Cuando se cerraron las fronteras occidentales de Ucrania, los hermanos tomaron medidas para organizar las actividades de los testigos de Jehová en Ucrania y el resto de la URSS. Con anterioridad, Pavlo Ziatek había sido nombrado siervo del país para toda la Unión Soviética, incluida Ucrania. Más adelante se asignó a dos celosos Testigos, Stanislav Burak y Petro Tokar, para ayudarlo. Vivían escondidos en la casa de una hermana de Lvov, e imprimían publicaciones bíblicas con el fin de abastecer de alimento espiritual a toda la URSS. Se traían desde Polonia, pese al gran riesgo implicado, y se traducían e imprimían en la ciudad. De vez en cuando, algunos hermanos y hermanas conseguían permiso para viajar a Polonia con el fin de visitar a sus parientes y, de regreso, entraban clandestinamente las publicaciones en Ucrania. Un maquinista las estuvo introduciendo en el país durante un tiempo, metidas en una caja de metal oculta en la caldera de su locomotora de vapor.

A finales de 1945, cuando el hermano Ziatek fue detenido y sentenciado a diez años de prisión, el hermano Burak ocupó su lugar como siervo del país.

Se reanuda la persecución

En junio de 1947, en Lvov, un Testigo que llevaba publicaciones para los hermanos fue detenido en la calle. Los servicios de seguridad le prometieron inscribir oficialmente nuestra organización si les proporcionaba las direcciones de los Testigos a los que entregaba publicaciones con regularidad. Él, confiadamente, les dio las direcciones de casi treinta hermanos, incluida la del hermano Burak, el siervo del país en aquel tiempo, y todos ellos fueron detenidos. Luego, se arrepintió de corazón por lo que había hecho y reconoció que había depositado una confianza injustificada en los servicios de seguridad.

Los detenidos fueron trasladados a una prisión de Kiev para proseguir con las investigaciones y audiencias judiciales. Poco después, el hermano Burak falleció en la cárcel. No obstante, antes de su arresto logró ponerse en contacto con el siervo de distrito, Mykola Tsyba, de la región de Volinia, y dejó en sus manos la supervisión de la obra en Ucrania y el resto de la Unión Soviética.

Aquella fue la primera vez que los servicios de seguridad soviéticos detuvieron de un solo golpe a tantos hermanos que ocupaban puestos de responsabilidad y que trabajaban en las imprentas clandestinas. Para los funcionarios de la URSS, nuestras publicaciones eran antisoviéticas. Se acusaba falsamente a los Testigos de atentar contra el orden establecido del país, y a muchos los sentenciaron a muerte, aunque luego les conmutaron la pena por veinticinco años de reclusión en campos de prisioneros.

La condena debían cumplirla en Siberia. Cuando preguntaron a un abogado la razón por la que se les enviaba tan lejos, este les respondió en broma: “Probablemente tengan que predicar acerca de su Dios allí”. ¡Qué ciertas resultaron ser aquellas palabras!

De 1947 a 1951 se detuvo a muchos hermanos que ocupaban puestos de responsabilidad. A los Testigos se les detenía, no solo por imprimir publicaciones, sino también por no hacer el servicio militar, no votar en las elecciones y no afiliar a sus hijos a la Asociación de Pioneros ni al Komsomol (Unión de las Juventudes Comunistas). El solo hecho de que alguien fuera testigo de Jehová era razón suficiente para encarcelarlo. En los juicios solían comparecer personas que daban falsos testimonios, quienes por regla general eran vecinos o compañeros de trabajo que habían sido intimidados o sobornados por los servicios de seguridad.

A veces había funcionarios que eran amables, aunque no lo demostraban abiertamente. Las autoridades detuvieron a Ivan Symchuk y lo mantuvieron incomunicado por seis meses. En la celda, el silencio era absoluto, ni siquiera se oía el ruido de la calle. Cuando lo sacaron para procesarlo, el investigador le ayudó diciéndole lo que debía responder: “No mencione nada sobre dónde obtenían las máquinas de escribir y las publicaciones ni quiénes se las proporcionaban. No responda a esas preguntas”. Y cuando lo llevaban a los interrogatorios, lo animaba: “Ivan, no se rinda. No se rinda”.

En algunos pueblos no se permitía que los testigos de Jehová tuvieran cortinas en sus ventanas. De esa manera, los vecinos y la policía podían ver fácilmente si leían publicaciones bíblicas o celebraban reuniones. A pesar de ello, los hermanos encontraban maneras de alimentarse en sentido espiritual. A veces, la “plataforma” para el conductor del Estudio de La Atalaya era muy particular. El hermano que conducía y leía La Atalaya se situaba debajo de una mesa cubierta con un mantel que llegaba hasta el suelo, y el “auditorio”, sentado alrededor de la mesa, escuchaba con atención y comentaba. Nadie sospechaba que se estuviera celebrando una reunión religiosa.

Testimonio en los tribunales

Mykhailo Dan, mencionado anteriormente, fue detenido a finales de 1948. Estaba casado, tenía un hijo de un año y su esposa se encontraba embarazada. Durante el juicio, el fiscal pidió que lo sentenciaran a veinticinco años de prisión. En su última declaración dirigida a los jueces, el hermano Dan utilizó las palabras de Jeremías 26:14, 15: “Aquí estoy en la mano de ustedes. Hagan conmigo según lo que sea bueno y según lo que sea recto a los ojos de ustedes. Solo que deben saber sin falta que, si me dan muerte, es sangre inocente la que están poniendo sobre ustedes mismos y sobre esta ciudad y sobre sus habitantes, porque en verdad Jehová sí me envió a ustedes para hablar a oídos de ustedes todas estas palabras”. Aquella advertencia tuvo efecto en los jueces, pues cuando terminaron de deliberar, lo sentenciaron a diez años de prisión y cinco años de exilio en los territorios más distantes de Rusia.

Al oír que lo habían declarado culpable de traicionar a la patria, el hermano Dan dijo a los jueces: “Nací en Ucrania bajo el gobierno checoslovaco y luego viví bajo el régimen húngaro; ahora ha entrado en nuestro territorio la Unión Soviética, y yo soy de nacionalidad rumana. ¿A qué patria he traicionado?”. Por supuesto, la pregunta quedó sin responder. Después del juicio, recibió la feliz noticia de que su esposa había dado a luz una niña. Aquello le ayudó a aguantar todas las humillaciones de las prisiones y los campos del este de Rusia. A finales de la década de 1940, muchos de los Testigos de Ucrania, Moldavia y Belarús murieron de hambre en las prisiones soviéticas. El propio hermano Dan perdió 25 kilos [50 libras].

La persecución también afecta a las hermanas de Ucrania

El régimen soviético no se limitó a perseguir e imponer largas condenas a los Testigos varones: las hermanas también fueron víctimas de las mismas crueldades. Por ejemplo, Mariya Tomilko aprendió la verdad durante la II Guerra Mundial en el campo de concentración de Ravensbrück. Cuando finalmente pudo regresar a Ucrania, emprendió la predicación en la ciudad de Dnepropetrovsk, actividad por la que, en 1948, la sentenciaron a veinticinco años de reclusión en un campo de prisioneros.

Otra hermana, condenada a veinte años en uno de dichos campos, recuerda: “Durante la investigación judicial me encerraron en la misma celda con muchas delincuentes, pero yo no les tuve miedo y les prediqué. Para mi sorpresa, me escucharon con atención. La celda estaba atestada. Todas dormíamos en el suelo, como sardinas en lata. La única forma de darse la vuelta por la noche era haciéndolo todas a la vez cuando una lo pedía”.

En 1949, un pastor bautista de la ciudad de Zaporožje denunció a cinco hermanas en las oficinas locales de los servicios de seguridad, tras lo cual fueron detenidas, acusadas de hacer propaganda antisoviética. Las sentenciaron a veinticinco años de reclusión en campos de prisioneros y confiscaron todas sus propiedades. Estuvieron siete años en el extremo norte de Rusia hasta que se les concedió una amnistía. Una de ellas, Lydia Kurdas, recuerda: “Solo se nos permitía escribir a la familia dos cartas al año, y las sometían a una estricta censura. Durante todo aquel tiempo no tuvimos ninguna publicación”. Aun así, permanecieron fieles a Jehová y siguieron predicando las buenas nuevas del Reino.

Ayuda para los hermanos de Moldavia

Incluso en aquellas circunstancias tan difíciles, los Testigos se demostraban amor. Ante la hambruna que le sobrevino en 1947 al país vecino de Moldavia (Moldova), los hermanos ucranianos, a pesar de su pobreza, respondieron de inmediato a las necesidades de sus compañeros moldavos y les mandaron harina. Los Testigos del oeste de Ucrania invitaron a algunos cristianos moldavos a vivir con ellos.

Un hermano que residía en Moldavia en aquel tiempo recuerda: “Al ser huérfano, el gobierno me tenía que dar todos los días 200 gramos [7 onzas] de pan. Pero como no pertenecía a la Asociación de Pioneros, me los negaban. Qué alegría nos dio cuando los hermanos del oeste de Ucrania nos enviaron harina suficiente para que cada publicador recibiera cuatro kilos [9 libras]”.

La lucha por conseguir la inscripción oficial en la URSS

En 1949, tres ancianos de la región de Volinia —Mykola Pyatokha, Ilya Babijchuk y Mykhailo Chumak— solicitaron la legalización de nuestra obra. Poco después, el hermano Chumak fue detenido. Mykola Pyatokha, uno de los dos hermanos restantes, recuerda que cuando enviaron la primera solicitud a Moscú, no recibieron respuesta. Por ello presentaron una segunda solicitud, la cual fue transferida a Kiev. Las autoridades recibieron a los hermanos y les dijeron que a menos que los testigos de Jehová cooperaran con el gobierno, no se les legalizaría. Como es lógico, los hermanos no quisieron transigir en cuanto a su neutralidad. Poco después, estos dos ancianos también fueron detenidos y sentenciados a veinticinco años de reclusión en campos de prisioneros.

Un memorando especial remitido por Moscú a las autoridades de Volinia decía que la “secta” religiosa de los testigos de Jehová era “un movimiento marcadamente antisoviético y no cumpl[ía] las condiciones para la inscripción”. El director local de la Oficina de Asuntos Religiosos recibió la orden de espiar a los testigos de Jehová e informar a los servicios de seguridad del Estado.

Los líderes religiosos colaboran con las autoridades

En 1949, un pastor bautista de Transcarpatia se quejó a las autoridades de que los Testigos estaban convirtiendo a sus fieles. Debido a ello, Mykhailo Tilniak, anciano de la congregación local, fue detenido y sentenciado a diez años de prisión. Su esposa se quedó sola al cargo de dos hijos pequeños.

El comportamiento de los líderes religiosos ayudó a la gente sincera a entender y apreciar la obra de los testigos de Jehová. En 1950, una niña bautista de Transcarpatia llamada Vasylyna Biben se enteró de que el pastor de su iglesia había denunciado a las autoridades la actividad de dos Testigos de su comunidad. Ambos fueron detenidos y sentenciados a seis años de prisión. Al salir en libertad, regresaron a su casa sin manifestar animosidad alguna contra el pastor. Vasylyna se dio cuenta de que aquellas personas amaban de verdad a su prójimo. Impresionada, estudió la Biblia con los Testigos y se bautizó. Ella dice: “Le estoy agradecida a Jehová por haber encontrado el camino que lleva a la vida eterna”.

Deportados a Rusia

Las verdades bíblicas que proclamaban los testigos de Jehová eran incompatibles con la ideología atea del régimen comunista. Las publicaciones que imprimían y distribuían clandestinamente, gracias a su buena organización, promovían el Reino de Dios. Además, los Testigos difundían las enseñanzas bíblicas entre sus vecinos y parientes. Por ello, de 1947 a 1950, las autoridades detuvieron a más de mil Testigos. Pero en vista de que el número de hermanos seguía aumentando, en 1951 urdieron secretamente un plan con el que esperaban aplastar al pueblo de Dios: deportarían a los Testigos restantes a 5.000 kilómetros [3.000 millas] de allí, a Rusia, a las partes más remotas de Siberia.

El 8 de abril de 1951, más de seis mil cien Testigos fueron deportados del oeste de Ucrania a Siberia. Por la mañana temprano, llegaron camiones de soldados a la casa de cada familia de Testigos, y les dieron tan solo dos horas para empaquetar sus pertenencias antes de emprender el viaje. Solo podían llevarse los objetos de valor y efectos personales. Todos los que se encontraban en la casa fueron deportados: hombres, mujeres y niños. No se eximió a nadie por razones de edad avanzada ni de mala salud. Con gran rapidez, en un solo día, los metieron en vagones de carga y los enviaron a su destino.

Los que no se hallaban en sus hogares en aquel momento se quedaron, y las autoridades no los buscaron. Algunos solicitaron oficialmente que los deportaran junto a sus familias, pero no les contestaron ni les comunicaron el paradero de sus seres queridos.

En total se deportó a unos nueve mil quinientos Testigos de seis repúblicas: Ucrania, Moldavia, el oeste de Belarús, Lituania, Letonia y Estonia. Se les trasladó bajo vigilancia militar en vagones de carga a los que la gente llamaba establos, pues normalmente se utilizaban para transportar ganado.

Ninguno de ellos sabía adónde se les llevaba. Durante su largo viaje, oraron, entonaron cánticos y se ayudaron unos a otros. Algunos, para identificarse, colgaron en la parte exterior de los vagones letreros de tela que decían “Somos testigos de Jehová de Volinia” o “Somos testigos de Jehová de Lvov”. Al detenerse en las estaciones a lo largo del camino, vieron trenes con letreros parecidos de otras partes del oeste de Ucrania, lo cual les ayudó a darse cuenta de que no eran los únicos Testigos a quienes se estaba deportando. Aquellos “telegramas” fortalecieron a los hermanos durante las dos o tres semanas de viaje hasta Siberia.

Las autoridades pretendían que los testigos de Jehová jamás salieran de Siberia; querían que fuera un exilio permanente. Aunque los hermanos no estaban presos, tenían que presentarse regularmente a las oficinas de inscripción locales. Los que no lo hacían eran sentenciados a varios años de prisión.

Al llegar, a algunos los hicieron bajar del tren en pleno bosque y les dieron hachas para talar árboles con los que construir sus viviendas y ganarse el sustento. En muchos casos, a fin de sobrevivir a los primeros inviernos, tuvieron que construir refugios rudimentarios cavados en la tierra y techados con hierba.

Hryhorii Melnyk, que actualmente sirve de anciano en Crimea, recuerda: “Tras la detención de mi hermana en 1947, las autoridades solían someterme a interrogatorios en los que me golpeaban con palos. Varias veces me obligaron a permanecer de pie junto a una pared durante dieciséis horas. Querían obligarme a declarar contra mi hermana mayor, que era Testigo. Yo tenía 16 años. Como no accedí, las autoridades locales me miraban con malos ojos y deseaban librarse de mí.

”Finalmente, en 1951, me deportaron a Siberia con mis dos hermanos y mi hermana menores, a pesar de que éramos huérfanos. Nuestros padres ya habían muerto, y nuestros dos hermanos mayores se encontraban cumpliendo condenas de diez años de prisión. Así que a los 20 años ya había asumido la responsabilidad de cuidar de mis tres hermanos menores.

”Me acuerdo muchas veces de los dos primeros años en Siberia, cuando lo único que teníamos para subsistir eran papas y té. Bebíamos el té en platos de sopa, pues en aquel tiempo las tazas eran un lujo. Pero en sentido espiritual me encontraba muy bien. A los pocos días de llegar empecé a conducir reuniones públicas. Luego también comenzamos a celebrar lo que ahora se conoce como la Escuela del Ministerio Teocrático. No me resultaba fácil cumplir con tales responsabilidades, pues para mantener a mis hermanos menores tenía que hacer trabajos que requerían un extenuante esfuerzo físico.” Pese a las muchas dificultades que pasaron, los hermanos Melnyk se mantuvieron fieles a Jehová y su organización.

Con el fin de impedir la comunicación entre la gente de la localidad y los Testigos que pronto llegarían, las autoridades siberianas esparcieron el rumor de que se acercaban unos caníbales. Eso explica lo que les sucedió a unos hermanos que, al llegar, se vieron obligados a esperar unos días hasta que les asignaran vivienda en los pueblos de la zona. Mientras tanto, se sentaron al aire libre, a la orilla del río Chulim, entonces congelado. Debido a la gran cantidad de nieve que todavía quedaba en el suelo, pese a estar a mediados de abril, encendieron una fogata para calentarse y se pusieron a cantar, orar y relatar experiencias de sus viajes. Para su sorpresa, ninguno de los lugareños se les acercó. Y no solo eso, sino que cerraron todas las puertas y ventanas para impedirles entrar en sus casas. Al tercer día, los aldeanos más valientes, provistos de hachas, los abordaron. Al conversar con los hermanos, les explicaron que al principio pensaban que eran caníbales, pero que se habían dado cuenta de que no era cierto.

En 1951, las autoridades también iban a deportar a los Testigos de Transcarpatia. Incluso llevaron hasta allí vagones de carga vacíos. Pero, por alguna razón desconocida, se cancelaron los planes, lo cual permitió que, durante la proscripción, Transcarpatia llegara a ser una de las principales regiones productoras de publicaciones para toda la Unión Soviética.

La unidad continúa

Dado que la mayoría de los hermanos habían sido deportados a Siberia, muchos de los que se quedaron perdieron el contacto con la organización. Por ejemplo, Mariya Hrechyna, de Černovcy, pasó más de seis años sin saber nada de la organización ni de sus compañeros cristianos. Sin embargo, siguió confiando en Jehová y continuó fiel. Además, dado que la mayoría de los hermanos estaban presos o habían sido deportados, desde 1951 hasta mediados de la década de 1960 se hizo necesario que las hermanas llevaran la delantera en muchas congregaciones.

Mykhailo Dasevich, testigo presencial de aquellos sucesos, recuerda: “La deportación a Siberia no me afectó directamente porque cuando se prepararon las listas de los que iban a ser deportados, yo todavía estaba encarcelado en Rusia. Cuando regresé a Ucrania, la mayoría de los Testigos de la región donde yo vivía fueron enviados a Siberia. De modo que tuve que buscar a los hermanos aislados que habían perdido contacto con la organización y juntarlos en grupos de estudio de libro y congregaciones. Por decirlo así, empecé a desempeñar la función de superintendente de circuito, aunque nadie me había nombrado. Cada mes visitaba a todas las congregaciones, recogía los informes y pasaba de una congregación a otra las publicaciones que todavía poseíamos. Como apenas había varones, el trabajo de los siervos de congregación solía recaer en las hermanas, y en algunas zonas, estas incluso desempeñaban la función de siervos de circuito. Por razones de seguridad, las reuniones de siervos de congregación del circuito las celebrábamos de noche en algún cementerio. Dado que, por lo general, la gente tenía cierto temor a los muertos, estábamos seguros de que nadie iría allí a molestarnos. Normalmente hablábamos muy bajo durante aquellas reuniones, pero una vez levantamos un poco la voz y dos hombres que pasaban cerca del cementerio huyeron corriendo a toda velocidad. Debieron de pensar que habían oído hablar a los muertos”.

Tras la deportación de 1951, Mykola Tsyba, el siervo del país en aquel tiempo, continuó imprimiendo publicaciones bíblicas clandestinamente en un búnker. En 1952, los servicios de seguridad descubrieron dónde estaba y lo encarcelaron. El hermano Tsyba pasó muchos años en prisión y permaneció fiel hasta el día de su muerte, acaecida en 1978. Otros varios hermanos que colaboraron con él también fueron detenidos.

Durante aquellos años, los Testigos no tenían ningún contacto con el extranjero, por lo que no podían recibir las publicaciones a su debido tiempo. Una vez, ciertos hermanos consiguieron un montón de revistas La Atalaya en rumano de los años 1945 a 1949, las cuales se tradujeron al ucraniano y al ruso.

Los Testigos de Ucrania que no habían sido deportados ni encarcelados se interesaron mucho por sus compañeros cristianos privados de libertad. Hicieron todo lo posible por confeccionar una lista de los que estaban en prisión a fin de enviarles ropa de abrigo, comida y publicaciones. Por ejemplo, los testigos de Jehová de Transcarpatia se mantuvieron en contacto con los que se hallaban recluidos en 54 campos de prisioneros de toda la Unión Soviética. Muchas congregaciones tenían una caja de contribuciones adicional “Para las buenas esperanzas”. El dinero en ella depositado se utilizaba para ayudar a los que estaban presos. Las afectuosas cartas de agradecimiento y los informes del ministerio que llegaban de los campos y las prisiones infundían mucho ánimo a los fieles y abnegados hermanos que estaban en libertad.

Las circunstancias mejoran

Tras la muerte del dirigente soviético Josif Stalin, la actitud hacia los Testigos mejoró. En 1953 se proclamó una amnistía en la URSS que permitió que algunos salieran en libertad. Después, al formarse la Comisión Estatal, se revisaron las sentencias que se habían dictado. Gracias a ello, muchos hermanos fueron puestos en libertad y a otros se les redujo la condena.

En los años siguientes, la mayoría de los Testigos presos fueron liberados. Pero la amnistía no abarcaba a los que habían sido deportados en 1951. Cabe señalar que en algunos campos y prisiones hubo mucho crecimiento: eran más los que se habían hecho testigos de Jehová allí que los que habían entrado siendo Testigos. Aquello animó a los hermanos y los convenció de que, sin duda alguna, Jehová los había bendecido por mantenerse firmes durante aquel tiempo.

Muchos hermanos pudieron regresar a sus casas cuando recibieron la libertad, e hicieron todo lo posible por localizar a los que habían perdido el contacto con la organización. Volodymyr Volobuyev, que vivía en la región de Dónetzk, recuerda: “Hasta 1958, año en que volvieron a detenerme, pude localizar y ayudar a unos ciento sesenta Testigos que habían estado separados de la organización”.

Las amnistías no dieron más libertad para predicar. Muchos hermanos salieron libres pero poco después fueron sentenciados de nuevo a largas condenas de prisión. Por ejemplo, con la amnistía de marzo de 1955, Mariya Tomilko, de Dnepropetrovsk, salió libre tras solo ocho de los veinticinco años de prisión que había recibido como pena. Pero tres años después la volvieron a sentenciar a diez años de prisión y cinco de exilio. ¿Por qué? Según la resolución del tribunal, “conservaba y leía publicaciones y artículos manuscritos sobre temas jehovistas” y “participaba de forma activa en difundir las creencias jehovistas entre sus vecinos”. Siete años después, físicamente discapacitada, fue puesta en libertad. La hermana Tomilko aguantó todo tipo de pruebas y continúa fiel hasta el día de hoy.

El amor nunca falla

Las autoridades hicieron lo posible por separar a las familias de testigos de Jehová. Muchas veces ponían a los hermanos ante la disyuntiva de elegir entre Dios y su familia. Pero en la mayoría de los casos, aquellos cristianos se mantuvieron leales a Jehová aun bajo las pruebas más severas.

Hanna Bokoch, de Transcarpatia, cuyo esposo, Nutsu, fue detenido por su celosa predicación, recuerda: “Durante su estancia en prisión, mi marido aguantó viles humillaciones en numerosas ocasiones. Lo tuvieron seis meses incomunicado en una celda en la que no había cama, solo tenía una silla. Lo golpearon brutalmente y le hicieron pasar hambre. En unos pocos meses adelgazó muchísimo, llegó a los 36 kilos [80 libras], la mitad de lo que solía pesar”.

Su fiel esposa quedó sola con su hijita. Las autoridades presionaron al hermano Bokoch para que abandonara su fe y colaborara con ellos. Le dijeron que escogiera entre su familia o la muerte. Pero él no renegó de sus creencias y continuó fiel a Jehová y su organización. Pasó once años en diversas prisiones y, cuando salió en libertad, siguió efectuando su labor cristiana como anciano y más tarde como superintendente de circuito hasta su muerte, acaecida en 1988. Un texto que solía darle fuerzas era el Salmo 91:2: “Ciertamente diré a Jehová: ‘Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré’”.

Otro ejemplo sobresaliente de aguante lo tenemos en Yurii Popsha, superintendente viajante de Transcarpatia. A los diez días de haberse casado, lo detuvieron. En lugar de irse de luna de miel, pasó diez años en prisión en Mordvinia (Rusia). Su fiel esposa, Mariya, lo visitó catorce veces, pese a que el viaje implicaba recorrer 1.500 kilómetros [900 millas] de ida y otros tantos de vuelta. Actualmente, el hermano Popsha sirve de anciano en una de las congregaciones de Transcarpatia con el apoyo fiel y amoroso de su querida Mariya.

Cabe destacar también el caso de Oleksii y Lydia Kurdas, matrimonio que vivía en la ciudad de Zaporožje. En marzo de 1958, diecisiete días después de nacerles su hija, Halyna, ambos fueron detenidos junto con otros catorce hermanos de la zona. El hermano Kurdas fue sentenciado a veinticinco años de reclusión en campos de prisioneros, y su esposa recibió una condena de diez años. Por si fuera poco, los separaron. A él lo enviaron a los campos de Mordvinia, y a ella, con su hija recién nacida, a Siberia.

La hermana Kurdas describe así las tres semanas de viaje en tren desde Ucrania hasta Siberia: “Fue terrible. En una celda para dos nos metieron a mi niña y a mí, a Nadiya Vyshniak con su bebé nacido unos días antes en prisión durante el período de investigación, y a otras dos hermanas. Colocamos a los bebés en la litera de abajo, y nosotras hicimos todo el recorrido sentadas en la de arriba, con las piernas encogidas. Como único sustento recibimos pan, arenque salado y agua, y las raciones eran solo para cuatro prisioneros adultos. No nos dieron nada para los bebés.

”Cuando llegamos a nuestro destino, a Halyna y a mí nos instalaron en el hospital de la prisión, donde conocí a varias hermanas. Les dije que el investigador me había amenazado con quitarme a mi hija y enviarla a un orfanato. Las hermanas se las arreglaron de alguna manera para explicar mi situación a los Testigos de las congregaciones de Siberia, pues poco después se presentó en el hospital del campo una joven de 18 años llamada Tamara Buriak (ahora Ravliuk) a la que jamás había visto, y dijo que venía a recoger a Halyna. Me resultó muy doloroso dejar a mi querida hijita en manos de una completa desconocida, aunque fuera mi hermana espiritual. Pero me sentí mucho más tranquila cuando las Testigos del campo me hablaron de la lealtad de la familia Buriak. Halyna tenía cinco meses y dieciocho días cuando se la entregué a Tamara. ¡Y pasaron siete años antes de volver a ver a mi hija!

”En 1959, la URSS decretó una nueva amnistía para las mujeres con hijos menores de siete años. Pero las autoridades carcelarias me dijeron que para beneficiarme de ella debía renunciar a mi fe. Como no lo hice, tuve que permanecer en el campo de prisioneros.”

El hermano Kurdas salió en libertad en 1968, a la edad de 43 años. Estuvo preso por la verdad un total de quince años, ocho de ellos en una prisión especial de régimen cerrado. Finalmente regresó a Ucrania, al lado de su esposa y su hija. Por fin estaban los tres juntos de nuevo. Al ver a su padre, Halyna se le sentó en las rodillas y dijo: “Papá, he estado muchos años sin poder sentarme en tus rodillas, así que voy a recuperar el tiempo perdido”.

La familia Kurdas tuvo que irse trasladando de un lugar a otro porque cuando fijaban su residencia, las autoridades del lugar los obligaban a marcharse. Primero vivieron en el este de Ucrania, luego en el oeste de Georgia y en la Ciscaucasia. Por último se trasladaron a Járkov, donde todavía residen. Halyna está casada, y toda la familia sigue fiel, sirviendo felizmente a su Dios, Jehová.

Un sobresaliente ejemplo de fe

A veces, las severas pruebas de fe duraban meses, años y hasta décadas. Ese fue el caso de Yurii Kopos, nacido y criado cerca de la hermosa ciudad de Just, en Transcarpatia. Se hizo testigo de Jehová en 1938, a los 25 años. En 1940, durante la II Guerra Mundial, fue sentenciado a ocho meses de prisión por no alistarse en un ejército húngaro que apoyaba al régimen nazi. Como en aquel tiempo no era legal en Transcarpatia ejecutar a los objetores de conciencia, a los hermanos se les enviaba a las líneas de batalla en las que la ley nazi sí permitía tales ejecuciones. En 1942, el hermano Kopos y otros prisioneros, entre ellos veintiún Testigos, fueron enviados al frente situado cerca de Stalingrado (Rusia) para que los ejecutaran. Pero a poco de llegar, el ejército soviético empezó a atacar y capturó tanto a los soldados alemanes como a los hermanos. Estos últimos acabaron en un campo de prisioneros soviético, donde permanecieron confinados hasta 1946, cuando los pusieron en libertad.

El hermano Kopos regresó a su casa y continuó activo en la predicación. Precisamente por dar testimonio, en 1950, las autoridades soviéticas lo sentenciaron a veinticinco años de reclusión en un campo de prisioneros. No obstante, gracias a una amnistía, salió en libertad al cabo de seis años.

Para entonces, ya con 44 años, había decidido casarse con la hermana Hanna Shyshko, que también acababa de salir de prisión tras cumplir, en su caso, una condena de diez años. Presentaron la solicitud para inscribir su matrimonio en el Registro Civil, pero la noche antes de la boda los detuvieron de nuevo y los sentenciaron a diez años de confinamiento en un campo de prisioneros. Pese a las muchas dificultades que tuvieron que afrontar, ambos sobrevivieron y su amor permaneció intacto, aguantó todas las cosas, incluidos diez años de espera para contraer matrimonio (1 Cor. 13:7). En 1967, cuando salieron en libertad, por fin se casaron.

Pero ahí no acabó todo. En 1973, el hermano Kopos, que ya contaba 60 años, volvió a ser detenido y sentenciado a cinco años de reclusión en un campo de prisioneros y otros cinco de exilio. Esta última condena la cumplió con Hanna, su esposa. Los enviaron a Siberia, a 5.000 kilómetros [3.000 millas] de Just, su ciudad natal, a una aislada región a la que no se podía acceder ni por carretera ni por ferrocarril, sino solo por avión. En 1983, ambos regresaron a Just. Hanna falleció en 1989, y él continuó sirviendo fielmente a Jehová hasta su muerte, acaecida en 1997. El hermano Kopos estuvo veintisiete años preso y cinco en el exilio, un total de treinta y dos años privado de libertad.

Este hombre modesto y dócil pasó casi la tercera parte del siglo XX en prisiones y campos de trabajos forzados de la Unión Soviética. Su extraordinario ejemplo de fe demuestra claramente que nadie puede quebrantar la integridad de los siervos leales de Dios.

Escisión temporal

Satanás el Diablo, el enemigo de la humanidad, utiliza muchos métodos para atacar a los que practican la adoración verdadera. Además de los maltratos, trata de sembrar dudas y provocar disensiones entre los hermanos, algo que se evidenció en el caso de los Testigos ucranianos.

Durante la década de 1950, los testigos de Jehová fueron objeto de un hostigamiento implacable. Las autoridades efectuaban continuos registros para averiguar dónde se imprimían las publicaciones. Como a los hermanos con puestos de responsabilidad se les detenía constantemente, había que reemplazarlos una y otra vez, en ocasiones incluso cada pocos meses.

Al ver que ni deportaciones ni encarcelamientos ni violencia física ni torturas podían silenciar a los testigos de Jehová, los servicios de seguridad emplearon nuevas tácticas. Trataron de escindir a la organización desde dentro, sembrando la desconfianza entre los hermanos.

A mediados de la década de 1950 dejaron de detener a los Testigos activos y a los hermanos responsables, y empezaron a espiarlos. Los hacían comparecer en sus oficinas con frecuencia, y les prometían dinero y un buen puesto de trabajo a cambio de su colaboración. En caso contrario, sufrirían humillaciones y acabarían en prisión. Unos pocos, movidos por el temor o la codicia y carentes de fe en Dios, transigieron. Permanecieron en la organización e iban informando de las actividades de los testigos de Jehová a las autoridades, al tiempo que acataban sumisamente sus órdenes para conseguir que hermanos inocentes parecieran traidores a los ojos de los miembros fieles de las congregaciones. Todo aquello creó un espíritu de desconfianza entre muchos hermanos.

Pavlo Ziatek, un hermano humilde y celoso, sufrió mucho a causa de la desconfianza y las sospechas infundadas de que fue objeto. Pasó un buen número de años en campos de prisioneros y dedicó su vida entera al servicio de Jehová.

A mediados de la década de 1940, el hermano Ziatek, siervo del país en aquel entonces, fue detenido, y pasó diez años en una prisión del oeste de Ucrania. En 1956 salió en libertad y en 1957 reemprendió su labor como siervo del país. El hermano Ziatek, otros cuatro hermanos de Ucrania y cuatro de Siberia componían el Comité del País, cuya responsabilidad era supervisar la predicación del Reino en toda la URSS.

Pero en vista de las enormes distancias que los separaban y la constante persecución, no les era posible mantener una buena comunicación ni reunirse con regularidad. Con el tiempo corrieron rumores y chismes sobre el hermano Ziatek y los demás miembros del comité. Se decía que el hermano Ziatek estaba colaborando con los servicios de seguridad, que se había construido una gran casa con los fondos destinados a fomentar la predicación y que lo habían visto con uniforme militar. Todas las acusaciones eran falsas. Así y todo, se hizo un álbum con aquellos informes y se envió a los superintendentes de distrito y circuito de Siberia.

En marzo de 1959, algunos superintendentes de circuito de Siberia dejaron de enviar sus informes del servicio del campo al Comité del País. Los que se separaron lo hicieron sin consultar con la sede mundial. Además, no siguieron las instrucciones de los hermanos locales nombrados para supervisar la obra. Aquella situación provocó entre los testigos de Jehová de la URSS una escisión que duró varios años.

Los hermanos separados persuadieron a otros superintendentes de circuito para que adoptaran la misma postura, y a raíz de ello, los informes mensuales del servicio del campo de algunos circuitos empezaron a enviarse a los que se habían separado en lugar de al Comité del País. Sin embargo, como la mayor parte de los Testigos desconocían que sus informes no habían llegado al Comité del País, la actividad de las congregaciones no se vio afectada. El hermano Ziatek hizo varios viajes a Siberia y finalmente consiguió que unos cuantos circuitos volvieran a enviar sus informes al Comité del País.

El retorno a la organización teocrática

El 1 de enero de 1961, cuando regresaba de uno de sus viajes a Siberia, el hermano Ziatek fue detenido en el tren. Recibió otra sentencia de diez años de prisión, esta vez en un campo de prisioneros “especial” de Mordvinia (Rusia). ¿Qué tenía de “especial” aquel campo?

El confinamiento en campos de prisioneros daba a los hermanos la oportunidad de predicar a otros reclusos, muchos de los cuales llegaron a ser Testigos. Las autoridades, molestas por ello, decidieron juntar en un mismo campo a los Testigos destacados para que no pudieran predicar. A finales de la década de 1950 trasladaron a más de cuatrocientos hermanos y unas cien hermanas de diversos campos de prisioneros de la URSS a dos campos de Mordvinia. Entre ellos había hermanos del Comité del País y también superintendentes de circuito y distrito que se habían separado del conducto de comunicación que Jehová utilizaba. Cuando aquellos Testigos vieron que el hermano Ziatek también estaba preso, se dieron cuenta de que no había razón para creer que hubiera estado colaborando con los servicios de seguridad.

Mientras tanto, en vista de la detención del hermano Ziatek, se decidió que Ivan Pashkovskyi ocupara su lugar como siervo del país. A mediados de 1961, este se reunió con los hermanos que dirigían la obra en Polonia, les habló de las divisiones que existían entre los hermanos de la URSS y pidió que Nathan H. Knorr, de la sede mundial, situada en Brooklyn, escribiera una carta en la que indicara que el hermano Ziatek contaba con el apoyo de la organización. En 1962, el hermano Pashkovskyi recibió una copia de dicha carta, dirigida a los testigos de Jehová de la URSS y fechada el 18 de mayo de 1962, que en parte decía: “Las noticias que me llegan de vez en cuando indican que los hermanos de la URSS continúan manteniendo su firme deseo de ser siervos fieles de Jehová Dios. Pero a algunos de ustedes les ha resultado difícil mantener la unidad con sus hermanos. Creo que el problema radica en los deficientes servicios de comunicaciones y en las mentiras que deliberadamente han hecho circular quienes se oponen a Jehová Dios. Por ello les escribo con el fin de hacerles saber que la Sociedad reconoce al hermano Pavlo Ziatek y a sus colaboradores como los superintendentes cristianos responsables de la obra en la URSS. Hemos de evitar tanto las transigencias como las opiniones extremistas. Debemos ser sensatos, razonables, adaptables y también firmes en los principios divinos”.

Aquella carta y el hecho de que el hermano Ziatek estuviera condenado a diez años de prisión contribuyeron a unir al pueblo de Jehová en la URSS. Muchos hermanos separados que se hallaban en cárceles y campos de prisioneros empezaron a volver a la organización. Comprendieron que el hermano Ziatek no era un traidor y, además, que contaba con el pleno apoyo de la sede mundial. Al escribir a sus familiares y amigos, estos Testigos confinados animaban a los ancianos de sus respectivas congregaciones a ponerse en contacto con los que se habían mantenido fieles y empezar a informar su actividad en el servicio. Durante el transcurso de los siguientes diez años, la mayoría de los hermanos separados siguieron este consejo, aunque, como veremos, no fue fácil conseguir la unificación.

Pruebas de lealtad en los campos de prisioneros

La vida en los campos era muy dura. Así y todo, gracias a su espiritualidad, los Testigos solían arreglárselas mejor que los demás presos. Tenían publicaciones y estaban en contacto con cristianos maduros. Todo ello contribuía a su ánimo y progreso espiritual. En uno de los campos, las hermanas enterraban algunas publicaciones tan bien, que nadie las localizó. En cierta ocasión, un inspector dijo que para limpiar el campo de toda “publicación antisoviética” habría que excavar hasta dos metros de profundidad y cerner la tierra. Las hermanas estudiaban las revistas tan a fondo que aún ahora, cincuenta años más tarde, algunas todavía son capaces de recitar pasajes de aquellas Atalayas.

Tanto hermanos como hermanas se mantuvieron leales a Jehová y no quebrantaron los principios bíblicos, pese a las dificultades que atravesaban. Mariya Hrechyna, que pasó cinco años en campos de prisioneros por predicar, cuenta: “Cuando recibimos La Atalaya con el artículo ‘Inocencia por respetar la santidad de la sangre’, decidimos no ir al comedor cuando servían carne, pues no solía estar debidamente desangrada. El encargado de nuestro campo se enteró de la razón por la que los Testigos no íbamos a comer ciertos días, y decidió obligarnos a renunciar a nuestros principios. Mandó que se sirviera carne todos los días para desayunar, comer y cenar. Estuvimos dos semanas alimentándonos solo de pan, pero confiábamos plenamente en Jehová, pues estábamos seguros de que él lo ve todo y sabe cuánto tiempo podemos aguantar. A finales de la segunda semana de subsistir con semejante ‘nutrición’, el encargado cambió de parecer y empezó a servirnos verduras, leche y hasta un poco de mantequilla. Vimos que Jehová realmente nos cuida”.

Ayuda para aguantar

A diferencia de otros prisioneros, los hermanos mantuvieron una actitud de optimismo y confianza ante la vida que les permitió aguantar las calamidades de las prisiones soviéticas.

El hermano Oleksii Kurdas, quien pasó muchos años en diversas prisiones, relata: “Lo que me ayudó a aguantar fue la profunda fe en Jehová y su Reino, la actividad teocrática dentro de la prisión, la oración constante y la convicción de que mi manera de obrar complacía a Jehová. Además, me mantuve ocupado. El aburrimiento es uno de los peores enemigos en todas las prisiones: puede destrozar la personalidad y provocar enfermedades mentales. Por eso traté de mantenerme ocupado con asuntos teocráticos. También solicitaba de la biblioteca de la cárcel libros de historia universal, geografía y biología, y trataba de localizar en ellos las partes que apoyaban mi manera de ver la vida. Aquello fortalecía mi fe”.

En 1962, Serhii Ravliuk pasó tres meses incomunicado. No podía hablar con nadie, ni siquiera con los guardias de la prisión. Para no perder el juicio, empezó a traer a la memoria todos los textos bíblicos que sabía. Logró recordar más de mil versículos y los fue escribiendo en pedacitos de papel con una mina de lápiz que escondía en una hendidura del suelo. También recordó más de cien títulos de artículos de La Atalaya que había estudiado en el pasado y calculó la fecha de la Conmemoración para los siguientes veinte años. Todo aquello le ayudó a conservar su salud mental y espiritual. El hermano Ravliuk mantuvo su fe en Jehová viva y fuerte.

“Servicios” prestados por algunos guardias

Pese a las medidas que tomaban los servicios de seguridad, nuestras publicaciones cruzaban todas las barreras e incluso llegaban a manos de los Testigos encarcelados. Los guardias lo sabían y de vez en cuando inspeccionaban todas las celdas con tal meticulosidad que no descuidaban ni la más mínima rendija. Además, en su afán por encontrar publicaciones, trasladaban a los presos de una celda a otra continuamente. En tales ocasiones, los registraban con detenimiento, y si les encontraban alguna publicación, la confiscaban. ¿Qué hacían los hermanos para no quedarse sin ellas?

Normalmente las escondían en las almohadas, los colchones, los zapatos y bajo la ropa. En algunos campos copiaban a mano los números de La Atalaya en una letra diminuta, y cuando los trasladaban de una celda a otra, a veces envolvían con plástico la revista en miniatura y la escondían bajo la lengua. Así podían conservar su escaso alimento espiritual y seguir beneficiándose de él.

Vasyl Bunha pasó muchos años en prisión por la verdad. En cierta ocasión, él y su compañero de celda, Petro Tokar, colocaron un doble fondo en una caja de herramientas de carpintería y escondieron en él los originales de algunas publicaciones que habían logrado introducir clandestinamente en la prisión. Ambos eran carpinteros, y cuando tenían que efectuar algún trabajo como tales dentro de la prisión, se les entregaba la caja. Una vez en sus manos, retiraban la revista que iban a copiar y, al terminar la jornada de trabajo, volvían a colocarla en el doble fondo. Para evitar que las sierras, los formones y demás herramientas cayeran en manos de los prisioneros y estos las utilizasen como armas, el encargado de la prisión cerraba la caja con tres llaves y la guardaba tras dos puertas, también bajo llave. De ahí que durante los registros efectuados para localizar publicaciones bíblicas, a los guardias no se les ocurriese mirar en la caja de herramientas que el encargado guardaba entre sus pertenencias.

Al hermano Bunha se le ocurrió otro lugar donde esconder los originales de las publicaciones. Como tenía mala vista, le dejaban poseer varios pares de gafas. Ahora bien, dado que a los presos solo se les permitía tener en su poder un par a la vez, los demás se guardaban en un lugar cerrado, y podían solicitarlos a medida que les hacían falta. El hermano Bunha hizo unos estuches especiales para sus gafas y escondió en ellos los originales de las publicaciones en miniatura. Cuando era necesario hacer copias de las revistas, solo tenía que pedir a los guardias que le trajeran otras gafas.

Hubo situaciones en las que parecía que solo los ángeles podían impedir que las publicaciones cayeran en manos de los guardias. El hermano Bunha recuerda la ocasión en que Cheslav Kazlauskas llevó veinte pastillas de jabón a la prisión, diez de las cuales ocultaban publicaciones en su interior. El guardia perforó las diez que mejor le parecieron, y ni una sola contenía publicaciones.

La constante labor de unificación

A partir de 1963, los hermanos del Comité del País pudieron enviar a Brooklyn los informes del servicio del campo con regularidad. También se consiguió que los hermanos recibieran las publicaciones en microfilme. En aquellas fechas había catorce circuitos en toda la URSS, cuatro de ellos en Ucrania. Con el tiempo llegaron a formarse siete distritos en este país, los cuales, por razones de seguridad, se identificaban con un nombre de mujer. El distrito del este de Ucrania se llamaba Alla; el de Volinia, Ustina; el de Galitzia, Lyuba, y los tres de Transcarpatia, Katya, Kristina y Masha, respectivamente.

Mientras tanto, el KGB (Comité de Seguridad del Estado) seguía tratando de quebrantar la unidad de los Testigos. El jefe de una de las oficinas del KGB escribió a su superior: “A fin de intensificar la escisión de la secta, nos estamos dedicando a reprimir la actividad hostil de los líderes jehovistas, a desacreditarlos a los ojos de sus correligionarios y a sembrar desconfianza entre ellos. Las agencias del KGB tomaron medidas que contribuyeron a separar a dicha secta en dos grupos opuestos. Uno, compuesto de los seguidores del líder jehovista Ziatek, que actualmente se halla en prisión, y el otro, de los partidarios de la llamada oposición. Estas circunstancias han creado las condiciones ideales y han sentado las bases para producir la disensión ideológica entre los miembros comunes y para fomentar la división de las unidades de la organización”. A continuación, la carta admitía que los esfuerzos del KGB estaban tropezando con dificultades: “Los líderes jehovistas más reaccionarios están tratando de contrarrestar nuestros actos, procurando por todos los medios consolidar las unidades de la organización”. En efecto, los hermanos seguían con su labor de unificación, y Jehová bendecía sus esfuerzos.

El KGB entregó a los hermanos separados una carta falsa, supuestamente escrita por el hermano Knorr, que se distribuyó por toda la URSS. Apoyaba la idea de formar una organización de testigos de Jehová independiente, y como ejemplo de que tal escisión era permisible, se citaba el caso de la separación entre Abrahán y Lot.

Los hermanos fieles enviaron una copia de dicha carta a Brooklyn y en 1971 recibieron la respuesta: era totalmente falsa. El hermano Knorr escribió a los que todavía estaban separados del resto del pueblo de Dios: “El único conducto de comunicación que la Sociedad utiliza es el de los superintendentes nombrados de su país. Aparte de ellos, no hay persona alguna autorizada para llevar la delantera entre ustedes [...]. Los siervos verdaderos de Jehová constituyen un grupo unido. Por ello espero y pido a Dios que todos ustedes regresen a la unidad de la congregación cristiana bajo los superintendentes nombrados y que podamos participar unidamente en dar el testimonio”.

Aquella carta ayudó mucho a unir a los hermanos. Pero algunos de los que se habían separado seguían tratando de ponerse en contacto por su cuenta con la sede mundial, pues desconfiaban del conducto de comunicación existente. Así que decidieron hacer una prueba. Enviaron un billete de diez rublos a la central de Brooklyn y pidieron que lo partieran en dos y devolvieran las dos mitades a Ucrania: una por correo a los hermanos separados, y la otra por el conducto que la sede mundial hubiese decidido utilizar.

Así lo hicieron. Una mitad la enviaron por correo y la otra mediante un mensajero que la entregó al Comité del País. Este, a su vez, se la dio a los hermanos responsables de Transcarpatia que fueron a reunirse con los hermanos separados. Sin embargo, algunos de ellos, convencidos de que el Comité del País estaba confabulado con los servicios de seguridad, seguían recelosos.

De todas maneras, la mayoría de los hermanos separados regresaron a la organización. Los esfuerzos de Satanás y del KGB por crear disensiones a fin de acabar con los testigos de Jehová de la URSS fracasaron. El pueblo de Jehová aumentó, se fortaleció y continuó llevando a cabo con diligencia la labor de unificación y de predicación de la verdad en nuevos territorios.

Vasyl Kalin dijo: “Utilizaban muchos métodos para tratar de reprimir nuestro deseo de llevar una vida cristiana. Pero nosotros seguíamos predicando a los demás deportados. Estaban allí por diversas razones y diversos delitos, y muchos de ellos se interesaron en nuestro mensaje. Hubo bastantes que acabaron haciéndose Testigos aun sabiendo que éramos objeto de persecución tanto por parte de los servicios de seguridad del Estado como por parte de la administración local”.

La vida de los cristianos bajo proscripción

Analicemos ahora, de forma breve y general, cómo era la actividad cristiana durante las primeras décadas de la proscripción. Los testigos de Jehová estuvieron proscritos en toda Ucrania desde 1939, pero la predicación y las actividades de congregación siguieron adelante. De todas formas, los hermanos tenían que ser muy cautos al dar testimonio. Por ejemplo, cuando visitaban a las personas, no les decían de entrada que eran testigos de Jehová, y solían dirigir los estudios bíblicos utilizando únicamente la Biblia. Muchos aprendieron la verdad de ese modo.

Las reuniones de congregación se celebraban con las mismas precauciones. En muchos lugares, los hermanos se reunían varias veces a la semana, a primeras o últimas horas de la noche. Para no ser descubiertos, cubrían las ventanas con una tela gruesa y estudiaban a la luz de una lámpara de petróleo. Por lo general, cada congregación recibía una sola revista La Atalaya escrita a mano, aunque, con el tiempo, empezaron a recibir revistas impresas en multicopistas. Para el Estudio de La Atalaya, los hermanos solían reunirse en apartamentos particulares dos veces a la semana. El KGB no cejaba en su determinación de localizar los lugares de reunión de los testigos de Jehová a fin de penar a los hermanos responsables.

Los Testigos también aprovechaban las bodas y los funerales para reunirse y animarse unos a otros con discursos bíblicos bien preparados. En las bodas, muchos jóvenes, tanto hermanos como hermanas, leían poemas sobre temas de las Escrituras e interpretaban dramas bíblicos ataviados con trajes de época. Todo aquello daba un buen testimonio a los numerosos concurrentes no Testigos.

Durante las décadas de 1940 y 1950 se detuvo y encarceló a muchos hermanos por el solo hecho de estar presentes en tales reuniones. Pero en la década de 1960, la situación cambió. Cuando se descubría una reunión, los servicios de seguridad hacían una lista de todos los presentes y al dueño de la casa le imponían una multa equivalente a la mitad de su sueldo mensual. A veces, sin embargo, llevaban el asunto a extremos absurdos. Por ejemplo, cierto día Mykola Kostiuk y su esposa fueron a visitar a su hijo. Al momento llegó la policía e hizo una lista de “todos los presentes”. Posteriormente, el hijo del hermano Kostiuk recibió una multa por celebrar una “reunión ilegal de jehovistas”. La familia Kostiuk reclamó, pues no estaban celebrando ninguna reunión, y les anularon la multa.

La Conmemoración

Aunque no era fácil tener que afrontar tantos problemas de continuo, los hermanos no se desanimaban y seguían reuniéndose. La ocasión que más dificultades planteaba era la Conmemoración, pues el KGB siempre sabía la fecha aproximada y se mantenía sumamente vigilante aquellos días. Estaban convencidos de que si no perdían de vista a los Testigos, descubrirían los lugares donde se iba a celebrar la Conmemoración y podrían “conocer” a los nuevos miembros.

Como los hermanos sabían sus tácticas, el día de la Conmemoración extremaban las precauciones. Escogían lugares escondidos y no comunicaban de antemano ni la fecha ni el lugar a las personas interesadas. Llegado el día, los Testigos las recogían en su casa y las llevaban directamente al lugar de reunión.

Una vez, los Testigos de Transcarpatia celebraron la Conmemoración en el sótano de la casa de una hermana. Como estaba inundado, nadie pensaba que fueran a reunirse allí, con agua hasta las rodillas. Pero los hermanos construyeron una plataforma sobre el nivel del agua y dejaron el sótano presentable para la ocasión. Pese a tener que sentarse con las piernas encogidas y a poca distancia del techo, celebraron felices la Conmemoración sin que nadie los molestara.

En otra ocasión, durante la década de 1980, una familia cristiana salió de su casa por la mañana temprano el día de la Conmemoración y, al anochecer, se reunieron con otros hermanos en un bosque. Como llovía a cántaros, todos los presentes tuvieron que agruparse bajo los paraguas para celebrar la Conmemoración alumbrándose con velas. Tan pronto como terminaron con oración, se dispersaron. Cuando la familia mencionada al principio llegó a su casa, vieron que las puertas del patio estaban abiertas. Era obvio que la policía o los servicios de seguridad habían estado buscándolos. Aunque estaban cansados y empapados, se alegraron de haber salido de la casa por la mañana y así haber podido asistir a la Conmemoración sin tener que enfrentarse con las autoridades.

En Kiev era sumamente difícil encontrar un lugar seguro para la Conmemoración. Un año decidieron celebrarla sobre ruedas. Como un hermano trabajaba de conductor para una empresa de transporte, fletaron un autobús. Tras recoger a los pasajeros, todos testigos de Jehová, salieron de la ciudad y se detuvieron en el claro de un bosque. Una vez allí, sin bajar del autobús, los hermanos colocaron una mesita para los emblemas y sacaron la comida que llevaban. De pronto apareció la policía, pero no los molestó pues daba la impresión de que simplemente estaban cenando en el autobús después de un día de trabajo.

En otras partes de Ucrania, la policía hacía redadas en las casas de los hermanos el día de la Conmemoración. Tan pronto como se ponía el Sol, aparecían vehículos con tres o cuatro policías frente a los hogares de los Testigos para comprobar si se encontraban en casa o se estaban preparando para una reunión religiosa. Los hermanos, precavidos, se ponían ropa de trabajo sobre la de vestir y seguían haciendo sus tareas domésticas habituales. De esa forma parecía que no pensaban salir ni asistir a ninguna celebración religiosa. Tan pronto como se iba la policía, se quitaban la ropa vieja y ya estaban listos para ir a la Conmemoración. Las autoridades se sentían satisfechas de haber cumplido con su trabajo, y los hermanos celebraban la Conmemoración en paz.

Dónde escondían las publicaciones

Recordemos que a finales de la década de 1940, a los testigos de Jehová se les sentenciaba a veinticinco años de prisión por el solo hecho de tener publicaciones bíblicas en su casa. Tras la muerte de Stalin, en 1953, las sentencias por poseer publicaciones se redujeron a diez años de prisión. Posteriormente se castigaba con multas la posesión de dichas publicaciones, las cuales se confiscaban y destruían. De ahí que durante la proscripción, los hermanos idearan maneras de esconder las publicaciones en lugares seguros.

Algunos las guardaban en la casa de sus familiares o vecinos no Testigos; otros las enterraban en su jardín dentro de recipientes de metal o de bolsas de plástico. Vasyl Guzo, un anciano de Transcarpatia, recuerda que en la década de 1960 tenía su “biblioteca teocrática” en un bosque de los Cárpatos. Colocaba sus publicaciones en recipientes para la leche, que luego enterraba de modo que las tapas quedaran a nivel del suelo.

Un hermano que pasó dieciséis años en prisión por su actividad cristiana relata: “Escondíamos las publicaciones en todo lugar posible: en búnkeres, en el suelo, en paredes de edificios, en cajas de doble fondo, en casetas de perro con doble piso, en escobas y en rodillos de amasar que estaban huecos (donde solíamos guardar además los informes del servicio del campo). También utilizábamos otros escondites: pozos, inodoros, puertas, tejados y montones de leña cortada”.

Imprentas subterráneas

Pese a la atenta mirada de los espías comunistas y de las autoridades, el alimento espiritual seguía distribuyéndose a los que tenían hambre y sed de justicia. Los enemigos de la verdad no consiguieron impedir que nuestras publicaciones entraran en la URSS, y tuvieron que admitirlo. A finales de 1959, el periódico Gudok, de los ferroviarios soviéticos, llegó a afirmar que los testigos de Jehová utilizaban globos para introducir publicaciones bíblicas en la Unión Soviética.

Obviamente, nuestras publicaciones no entraban en Ucrania por esa vía. Se reproducían localmente en casas particulares. Con el tiempo, los hermanos descubrieron que el lugar más seguro y práctico para imprimir publicaciones era un búnker bien camuflado. Así que empezaron a construir ese tipo de refugios en sótanos y en el monte.

En la década de 1960 construyeron uno en el este de Ucrania que estaba provisto de ventilación y electricidad. Habían camuflado tan bien la entrada, que en cierta ocasión unos policías pasaron el día entero sobre él agujereando el suelo con varas de metal, sin localizarlo.

En otra ocasión, una imprenta secreta se encontraba bajo estrecha vigilancia. Los servicios de seguridad sospechaban que en cierta casa se imprimían publicaciones, y querían atrapar a los que lo hacían. Los hermanos no sabían cómo introducir papel en la casa y luego sacar las publicaciones sin ser descubiertos. Finalmente encontraron la manera. Un Testigo envolvía un montón de hojas de papel en una manta de bebé y entraba en la casa como si llevara una criatura en brazos. Una vez dentro, dejaba el papel, colocaba en la manta las revistas recién impresas y salía de la casa con su “bebé”. Los agentes del KGB veían al hermano entrar y salir, pero no sospechaban nada.

Las congregaciones de Dónetzk, Crimea, Moscú y Leningrado (ahora San Petersburgo) recibían publicaciones impresas en ese búnker. En la ciudad de Novovolynsk (Volinia), unos cuantos hermanos jóvenes construyeron uno similar. Era tal su empeño por mantener secreta la ubicación de su búnker, que no permitieron que lo viera nadie hasta nueve años después de haberse legalizado nuestra obra en Ucrania.

Había otra imprenta de ese tipo en plena cordillera de los Cárpatos. Desde un arroyo cercano traían agua a través de una manguera con el objeto de accionar un pequeño generador con el que producían electricidad solo para tener luz, pues la prensa funcionaba haciendo girar una manivela. En aquel búnker se imprimieron tantas publicaciones, que cuando el KGB se dio cuenta, se puso a buscar la imprenta. La policía excavó mucho terreno para localizar el búnker. Hasta recorrieron las montañas haciéndose pasar por geólogos.

Cuando todo indicaba que las autoridades estaban a punto de encontrarlo, Ivan Dziabko se ofreció para supervisar los trabajos de impresión que allí se realizaban, pues al no estar casado, no dejaría hijos desatendidos si lo detenían. A finales del verano de 1963, el búnker fue descubierto y el hermano Dziabko fue ejecutado de inmediato cerca del lugar. Las autoridades locales estaban contentísimas y enseñaban gratuitamente a adultos y niños “el lugar desde el que los testigos de Jehová se comunicaban con América mediante un radiotransmisor”. Aunque era una acusación falsa, aquel lamentable incidente fue un testimonio para los habitantes de la localidad, y muchos empezaron a manifestar interés en nuestro mensaje. Actualmente hay más de veinte congregaciones en esa zona de los Cárpatos.

El valor de la educación que dan los padres

Aparte de la confiscación de publicaciones, las multas, los encarcelamientos, las torturas y las ejecuciones, algunos Testigos sufrieron la desgarradora experiencia de que les quitaran los hijos. Lydia Perepiolkina vivía en el este de Ucrania y tenía cuatro hijos. En 1964, su esposo, funcionario del Ministerio del Interior, presentó una demanda de divorcio contra ella por ser Testigo. El tribunal retiró a la hermana Perepiolkina la custodia de sus hijos, entregó los gemelos de siete años —un niño y una niña— al marido, quien se los llevó al oeste de Ucrania, a 1.000 kilómetros [600 millas] de distancia, y decretó que los otros dos hijos fuesen enviados a un orfanato. Cuando se le concedió la oportunidad de expresarse, Lydia dijo: “Estoy convencida de que Jehová tiene el poder de devolverme a mis hijos”.

Después del juicio, nuestra hermana pudo palpar la guía de Jehová y su cuidado. Por alguna razón, las autoridades no enviaron a los otros dos niños al orfanato y permitieron que se quedaran con ella. Lydia viajó siete años seguidos, durante sus vacaciones, hasta la ciudad donde vivían sus hijos gemelos, y aunque su ex esposo no le dejaba verlos, ella no se daba por vencida. Pasaba la noche en la estación de ferrocarril, y a la mañana siguiente, cuando sus hijos se dirigían a la escuela, salía a su encuentro y aprovechaba aquellos valiosos momentos para hablarles de Jehová.

A lo largo de los años, Lydia fue ‘sembrando con lágrimas’, fielmente, en el corazón de sus hijos y, con el tiempo, ‘segó con clamor gozoso’ (Sal. 126:5). Cuando los gemelos cumplieron 14 años, decidieron irse a vivir con su madre. Lydia se esforzó mucho por enseñar la verdad a sus cuatro hijos, y, si bien dos de ellos optaron por seguir otro camino, ella y los gemelos sirven lealmente a Jehová.

Cambios para bien

En junio de 1965, el Tribunal Supremo de Ucrania decretó que las publicaciones de los testigos de Jehová eran de naturaleza religiosa, no antisoviética. Si bien aquella decisión atañía solo a un caso judicial concreto, influyó en otros fallos que se dictaron después en toda Ucrania. Las autoridades dejaron de detener a los ciudadanos por leer publicaciones bíblicas, aunque siguieron encarcelando a los Testigos por predicar.

A finales de 1965 se produjo otro cambio importante. El gobierno de la URSS promulgó un decreto que concedía libertad a todos los Testigos que habían sido deportados a Siberia en 1951. Se les permitía viajar libremente por toda la Unión Soviética, pero no podían reclamar ni las casas ni el ganado ni las demás posesiones que les habían sido confiscadas. Además, debido a ciertas complicaciones en los trámites de inscripción, solo unos pocos lograron regresar a sus anteriores lugares de residencia.

Un buen número de los hermanos que en 1951 habían sido deportados a Siberia se establecieron en Kazajstán, Kirguizistán, Georgia, Ciscaucasia y otras partes de la URSS. Otros se mudaron al este y el sur de Ucrania, y llevaron las semillas de la verdad a aquellas regiones.

Firmes ante la presión

Aunque los cambios antes mencionados fueron para bien, el KGB no había cambiado de actitud hacia los testigos de Jehová. Utilizaban diversas tácticas con el fin de intimidarlos para que renegaran de su fe. Por ejemplo, iban a buscar a un hermano a su lugar de trabajo y lo retenían detenido unos días en una oficina del KGB o en un hotel. Durante ese período, tres o cuatro agentes lo reprendían, interrogaban, adulaban y amenazaban, haciéndolo por turnos a fin de impedir que el hermano durmiera. Después lo dejaban en libertad, solo para volver a detenerlo uno o dos días más tarde y someterlo al mismo maltrato. A las hermanas también las presionaban así, aunque no tan a menudo.

El KGB citaba a los Testigos vez tras vez y los coaccionaba para que abandonaran su fe con la esperanza de conseguir nuevos colaboradores dentro de la organización. Cuando no transigían, recurría a la presión moral y emocional. Por ejemplo, Mykhailo Tilniak, que sirvió muchos años de superintendente de circuito en Transcarpatia, recuerda: “En cierta ocasión, los agentes, vestidos de militares, conversaron conmigo en un tono sumamente benévolo y positivo. Incluso me invitaron a comer con ellos en un restaurante cercano. Pero yo les sonreí, dejé sobre la mesa 50 rublos (aproximadamente la mitad del sueldo de un mes) y les dije que podían ir a comer sin mí”. El hermano Tilniak sabía muy bien que su intención era fotografiarlo comiendo y bebiendo junto a personas con uniforme militar para luego utilizar aquellas fotos como “pruebas” de que había transigido, y sembrar así la desconfianza entre los hermanos.

Muchos tuvieron que aguantar esa presión por décadas. Bela Meysar, de Transcarpatia, fue uno de ellos. En 1956 lo detuvieron por primera vez, y, siendo joven e inexperto, firmó sin darse cuenta ciertas declaraciones sobre nuestra obra que resultaron en que algunos hermanos fueran citados por los servicios de seguridad. El hermano Meysar comprendió después el error que había cometido y rogó a Jehová que no se condenara a ninguno de aquellos hermanos. Al final no se les detuvo, pero él sí recibió una sentencia de ocho años de prisión.

Al regresar a su casa, lo mantuvieron confinado en el pueblo por dos años, y tuvo que presentarse en la comisaría todos los lunes. En 1968, por negarse a recibir instrucción militar, fue sentenciado a un año de prisión. Al salir, volvió a su casa y continuó sirviendo con celo a Jehová. En 1975, a los 47 años, lo sentenciaron nuevamente.

Tras cumplir su condena de cinco años de prisión, lo deportaron cinco años más a la República Socialista Soviética de Yakutia, una región a la que solo se podía acceder por avión. Durante el vuelo, los soldados jóvenes que lo escoltaban le preguntaron: “Oiga, ¿cómo es que a su edad es un delincuente tan peligroso?”. El hermano Meysar les explicó la vida que llevaba y dio un buen testimonio sobre el propósito de Dios para la Tierra.

Cuando llegó a su destino, las autoridades del lugar le tenían miedo, pues en los documentos figuraba como un “delincuente sumamente peligroso”. Pero a los pocos días, al ver la buena conducta cristiana del hermano Meysar, dijeron al agente del KGB: “Si tienen más delincuentes como este, mándenlos aquí, por favor”.

El hermano Meysar regresó a su casa en 1985 a los 57 años de edad. Durante los veintiún años que estuvo privado de libertad, Regina, su fiel esposa, residía en su domicilio, en Transcarpatia, y lo visitaba con frecuencia pese a la larga distancia y los considerables gastos implicados. Sumando todos sus viajes, Regina recorrió más de 140.000 kilómetros [85.000 millas] para ver a su esposo.

Dado que aun después de su liberación, los agentes de la policía y el KGB seguían presentándose a menudo en la casa del hermano Meysar, en el pueblo de Rakoshin, cierto día ocurrió algo gracioso. A principios de la década de 1990, Theodore Jaracz, del Cuerpo Gobernante, se encontraba en Užgorod (Transcarpatia) junto con hermanos del Comité del País. De regreso a Lvov decidieron hacer una breve visita al hermano Meysar. Una hermana que vivía cerca vio a nueve hombres bajarse de tres automóviles que se habían detenido frente al humilde hogar del hermano. Asustadísima, corrió a la casa de otro Testigo y, jadeando, le dijo que había llegado el KGB para detener al hermano Meysar de nuevo. ¡Cuánto se alegró al enterarse de lo equivocada que estaba!

Mejoras y cambios en la organización

En 1971, Mykhaylo Dasevich fue nombrado siervo del país. En aquellas fechas, el Comité del País estaba formado por tres hermanos del oeste de Ucrania, dos de Rusia y uno de Kazajstán. Los seis servían también de superintendentes viajantes y, además, trabajaban para mantener a sus familias. Los territorios que supervisaban los hermanos del oeste de Ucrania quedaban bastante lejos de su domicilio. Stepan Kozhemba viajaba a Transcarpatia; Alexei Davidjuk visitaba la parte restante del oeste de Ucrania y también Estonia, Letonia y Lituania; y el hermano Dasevich se desplazaba al este de Ucrania, a la Ciscaucasia, a Moldavia y a la región occidental y central de Rusia. Los miembros del Comité del País visitaban con regularidad estos territorios para reunirse con los superintendentes de circuito y distrito, animar a los Testigos del lugar y recoger los informes del servicio.

Los miembros del comité también se ponían en contacto con los mensajeros que, haciéndose pasar por turistas, traían publicaciones y correspondencia del extranjero. Desde finales de la década de 1960 hasta 1991, año en que llegó la libertad de religión, nuestros adversarios nunca pudieron impedir la entrada y salida de correo.

En 1972, el Cuerpo Gobernante dispuso que las recomendaciones para los nombramientos de ancianos se pusieran por escrito. Algunos hermanos vacilaban en hacerlo por temor a que las listas cayeran en manos de la policía. Lo cierto es que hasta entonces, ninguna congregación contaba con ese tipo de lista. La mayoría de los hermanos ni siquiera conocían el apellido de los demás miembros de la congregación. Al principio fueron pocos los recomendados para servir de ancianos, pues casi nadie quería que su nombre constara en una lista. Pero con el tiempo, al ver que no había repercusiones negativas, algunos cambiaron de opinión, fueron recomendados y asumieron fielmente su responsabilidad como ancianos de congregación.

La protección de Jehová durante los registros

Cierta mañana se presentó la policía en el domicilio de Vasyl y Nadiya Bunha. En esos momentos solo estaban en la casa la esposa y el niño de cuatro años, que se hallaba durmiendo. Al oír llamar a la puerta con tanto estruendo, la hermana se dio cuenta de que se trataba de la policía y rápidamente metió en el horno los informes del servicio del campo y otros papeles relacionados con la predicación. Tan pronto como abrió, los policías corrieron hacia el horno, rescataron de las llamas los informes y los extendieron con cuidado sobre un periódico encima de la mesa, pues todavía podía leerse lo que había escrito. Cuando terminaron de registrar la casa, prosiguieron su búsqueda en el granero, acompañados de la hermana Bunha. Entonces el niño se despertó y, extrañado de que hubiera papeles quemados sobre la mesa, los tiró al cubo de la basura y volvió a acostarse. Cuando los policías regresaron y vieron que sus frágiles “pruebas materiales” habían desaparecido, quedaron consternados, sin saber qué hacer.

En 1969, estando en casa el hermano Bunha, la policía volvió a registrar su domicilio. En esa ocasión encontraron el informe del servicio del campo de la congregación, pero cometieron el descuido de dejarlo sobre la mesa, y el hermano Bunha aprovechó la oportunidad para destruirlo. Por aquella acción pasó quince días en la cárcel. Después, como los servicios de seguridad lo obligaron a mudarse, vivió y predicó un tiempo en Georgia y Daguestán. Posteriormente regresó a Ucrania, donde continuó fiel hasta su muerte, acaecida en 1999.

“Viajes misionales” organizados por los servicios de seguridad

En las décadas de 1960 y 1970 se obligó a muchos hermanos activos a mudarse de un lugar a otro. La razón era que las autoridades locales no querían reconocer ante Kiev que las medidas antirreligiosas adoptadas en sus distritos habían fracasado. De sus investigaciones, sabían que el número de testigos de Jehová aumentaba de año en año. Pero como en sus informes a Kiev pretendían demostrar que no era así, decidieron obligar a los hermanos a marcharse de la zona para mantener las cifras más o menos estables.

El hecho de que los Testigos, mayormente hermanos que llevaban la delantera, se desplazaran de un territorio a otro sirvió para diseminar semillas de la verdad. En realidad, las autoridades estaban “animando” a aquellos hermanos y hermanas celosos a mudarse a lugares “de mayor necesidad”, como decimos ahora. Con el tiempo, como fruto de su predicación, se formaron nuevas congregaciones.

Por ejemplo, cuando expulsaron a Ivan Malitskyi de su tierra, la región de Ternopol, este decidió trasladarse a Crimea, donde vivían muy pocos hermanos. En 1969 solo había allí una congregación, pero actualmente ya hay más de sesenta. Ivan Malitskyi continúa sirviendo de anciano en una de ellas.

Los últimos años de la proscripción

En 1982, tras un cambio de líderes políticos en la URSS, Ucrania se vio barrida por otra ola de persecución que duró dos años. Esta, por lo visto, se llevó a cabo sin la autorización de los nuevos dirigentes soviéticos, quienes solo habían exigido a las repúblicas una serie de cambios y reformas. Pero las autoridades de algunas partes de Ucrania trataron de demostrar su afán de obedecer privando de libertad a unos cuantos Testigos destacados. Si bien esa ola de persecución no afectó a la mayoría de los hermanos, algunos sí sufrieron emocional y físicamente.

En 1983, Ivan Migali, un anciano cristiano de 58 años que residía en Transcarpatia, fue sentenciado a cuatro años de prisión y se le confiscaron todos sus bienes. Al registrar su casa, los servicios de seguridad encontraron 70 de nuestras revistas. Además, este hombre humilde y amante de la paz era conocido en la comunidad como predicador de la Biblia. En otras palabras, lo detuvieron por el simple hecho de poseer publicaciones bíblicas y predicar.

En 1983 y 1984 se produjeron en el este de Ucrania una serie de juicios colectivos. Muchos Testigos estuvieron privados de libertad entre cuatro y cinco años. La mayoría de ellos, sin embargo, no tuvieron que cumplir su condena en las gélidas regiones de Siberia o Kazajstán, sino en la misma Ucrania. Algunos siguieron siendo objeto de persecución incluso dentro de la prisión. Se les acusaba falsamente de infringir las reglas del centro penitenciario a fin de aumentarles la condena.

Varios encargados de prisiones llegaron a enviar a los hermanos a hospitales psiquiátricos soviéticos con la intención de que perdieran la razón y dejaran de adorar a Dios. Pero el espíritu de Jehová los sostuvo, y permanecieron leales a Jehová y su organización.

El triunfo de la teocracia

Durante la segunda mitad de la década de 1980 disminuyó un poco la oposición a la adoración pura. El número de publicadores aumentó, y las congregaciones dispusieron de más publicaciones para los hermanos. Algunos Testigos, cuando iban al extranjero a visitar a sus familiares, traían de vuelta revistas y libros. Para muchos hermanos, particularmente los que habían estado en campos de prisioneros soviéticos, era la primera vez que tenían en las manos una publicación bíblica original. Incluso algunos jamás pensaron que vivirían para ver el día en que un ejemplar original de La Atalaya cruzara la cortina de hierro (el telón de acero).

Después de contender con los testigos de Jehová por muchos años, las autoridades finalmente empezaron a ablandarse e invitaron a los hermanos a reunirse con representantes civiles de las oficinas locales de Asuntos Religiosos. En algunos casos, incluso estaban dispuestos a entrevistarse con los testigos de Jehová de Brooklyn, la sede mundial. Pero al principio, los hermanos temían que les estuvieran tendiendo una trampa, y es comprensible. No obstante, era obvio que los tiempos estaban cambiando para el pueblo de Jehová. En 1987, las autoridades empezaron a poner en libertad a los Testigos encarcelados. Poco después, varios hermanos intentaron asistir a la asamblea de distrito que se celebraría en 1988 en la vecina Polonia. En los documentos que presentaron indicaron que iban a visitar a amigos y parientes. ¡Qué sorpresa tan grande la suya cuando se les concedió el permiso para cruzar la frontera! Los generosos hermanos polacos entregaron Biblias y demás publicaciones a sus invitados de Ucrania, y estos pudieron llevárselas a su país, pues aunque los registraron en la frontera, la mayoría de los aduaneros no se las confiscaron.

Los Testigos de Polonia demostraron su gran hospitalidad invitando a un número mucho mayor de hermanos ucranianos para el año siguiente. De modo que en 1989, miles de ellos asistieron discretamente a tres asambleas internacionales celebradas en Polonia y, al regresar a Ucrania, se llevaron más publicaciones. Aquel mismo año, gracias a un acuerdo con la Oficina de Asuntos Religiosos, se dio permiso a los testigos de Jehová para recibir por correo publicaciones religiosas del extranjero, aunque cada envío solo podía contener dos ejemplares de una misma publicación. Los hermanos de Alemania empezaron a enviar paquetes de libros y revistas con regularidad. Ya no había que copiar las revistas clandestinamente en búnkeres o a altas horas de la noche en el sótano de alguna casa: ahora los Testigos de Ucrania las recibían legalmente a través de la oficina de correos de su localidad. ¡Parecía un sueño! La reacción de muchos hermanos veteranos se asemejó a la de los judíos que regresaron a Jerusalén del exilio: “Nos pusimos como los que estaban soñando” (Sal. 126:1). Y aquello no era más que el comienzo de un hermoso “sueño”.

La asamblea de Varsovia

En 1989, Brooklyn recomendó al Comité del País que iniciara negociaciones con las autoridades para legalizar nuestro ministerio público. Además, Milton Henschel y Theodore Jaracz, del Betel de Brooklyn, visitaron a los Testigos de Ucrania. Al año siguiente, el gobierno concedió autorización oficial a miles de testigos de Jehová para asistir a la asamblea de Polonia. A los hermanos les brillaban los ojos cuando presentaron sus documentos para viajar y declararon, con orgullo, que la razón de su viaje a Polonia no era visitar amigos y parientes, sino asistir a la asamblea de los testigos de Jehová.

La asamblea de Varsovia fue muy especial para los Testigos ucranianos. Por las mejillas les corrían lágrimas de alegría: alegría de reunirse con sus hermanos cristianos, alegría de recibir sus propias publicaciones en cuatro colores y en su lengua materna, y alegría de tener la libertad de congregarse. Los hermanos polacos los recibieron con gran cariño y hospitalidad, y cubrieron todas sus necesidades.

En esta asamblea de Varsovia se reunieron por primera vez muchos Testigos que habían estado presos. Más de cien ex prisioneros del campo “especial” de Mordvinia —donde se confinó a centenares de Testigos— se encontraron de nuevo en aquella ocasión. Muchos de ellos simplemente se miraban y lloraban de alegría. Un Testigo de Moldavia no reconoció a Bela Meysar, pese a que habían pasado cinco años en la misma celda. ¿Cómo era posible? Emocionado, le dijo: “Te recuerdo con el uniforme de rayas, y ahora te veo vestido con traje y corbata”.

¡Por fin se concede la libertad religiosa!

A finales de 1990, las instituciones judiciales empezaron a exonerar a algunos testigos de Jehová y a devolverles sus derechos y privilegios. Al mismo tiempo, el Comité del País asignó a una serie de hermanos para que representaran a los testigos de Jehová en las reuniones que se celebrarían con las autoridades estatales, y a Willi Pohl, de la sucursal de Alemania, se le nombró superintendente de dicho grupo.

Tras largas reuniones con las autoridades, tanto en Moscú como en Kiev, los Testigos recibieron su tan esperada libertad. La organización religiosa de los testigos de Jehová fue inscrita oficialmente en Ucrania el 28 de febrero de 1991. Fue la primera inscripción de ese tipo en toda la URSS. Un mes después, el 27 de marzo de 1991, también se registró en la Federación Rusa. De modo que, tras más de cincuenta años de proscripción y persecución, los testigos de Jehová obtuvieron por fin libertad religiosa. Poco después, a finales de 1991, la Unión Soviética desapareció y Ucrania anunció su independencia.

La tierra buena produce en abundancia

En 1939 había, en lo que ahora es Ucrania, unos mil publicadores del Reino de Dios que sembraban las semillas de la verdad en terreno fértil: el corazón de la gente. Durante los cincuenta y dos años de proscripción, los hermanos sufrieron los horrores de la II Guerra Mundial, fueron deportados a Siberia, recibieron fuertes palizas, fueron torturados y hasta ejecutados. Sin embargo, durante todo ese tiempo, “la tierra excelente” produjo de a veinticinco por uno (Mat. 13:23). En 1991, Ucrania contaba con 25.448 publicadores agrupados en 258 congregaciones, y las demás repúblicas de la ex Unión Soviética tenían 20.000 publicadores, la mayoría de los cuales habían aprendido la verdad de Testigos ucranianos.

Pero dado que la tierra necesitaba ser “abonada”, una vez legalizada nuestra obra, se hicieron los preparativos para recibir envíos de publicaciones bíblicas procedentes de Selters (Alemania). El primero llegó el 17 de abril de 1991.

Los hermanos organizaron un pequeño almacén en Lvov desde donde distribuían las publicaciones por camión, ferrocarril y hasta avión a los hermanos de Ucrania, Rusia, Kazajstán y otros países de la ex Unión Soviética. Aquello fomentó el crecimiento espiritual. Járkov, ciudad de 2.000.000 de habitantes, tenía a principios de 1991 una sola congregación, compuesta de 670 publicadores. Unos meses más tarde, esta ya se había convertido en ocho congregaciones. En la actualidad, esa capital cuenta con más de cuarenta congregaciones.

Aunque la URSS se desintegró en 1991, el Comité del País siguió atendiendo las quince repúblicas de la antigua Unión Soviética hasta 1993. Ese año se celebró una reunión con miembros del Cuerpo Gobernante en la que se decidió formar dos comités: uno para Ucrania, y otro para Rusia y las otras trece repúblicas de la ex Unión Soviética. Además de Mykhaylo Dasevich, Alexei Davidjuk, Stepan Kozhemba y Ananii Hrohul, se nombró a otros tres hermanos para componer el Comité del País de Ucrania: Stepan Hlinskyi, Stepan Mykevych y Roman Yurkevych.

A continuación, con el fin de satisfacer la creciente demanda de publicaciones en ucraniano, se vio necesario organizar un equipo de traducción. Hasta entonces, como se dijo anteriormente, dos hermanos de Canadá —Emil Zarysky y Maurice Saranchuk— efectuaban dicha labor con la ayuda de sus respectivas esposas. Aquel pequeño grupo de trabajadores dedicados tradujo muchas publicaciones. Pero a partir de 1991 empezó a funcionar en Alemania un equipo de traducción al ucraniano más grande. En 1998 se trasladaron a Polonia, donde siguieron trabajando hasta que finalmente se establecieron en Ucrania.

Asambleas de distrito

Después de una reunión con los hermanos de Lvov en 1990, el hermano Jaracz examinó el estadio municipal y dijo: “Podemos utilizarlo para la asamblea de distrito del año próximo”. Los hermanos le sonrieron, creyéndolo imposible, pues nuestra organización todavía no se había inscrito oficialmente y los Testigos no habían planificado jamás una asamblea. No obstante, precisamente al año siguiente, la organización fue registrada, y en agosto de 1991 se celebró en ese estadio en particular la asamblea de distrito con una asistencia de 17.531 personas y 1.316 bautizados. Para las labores de organización recibieron la ayuda de hermanos polacos.

Para aquel mismo mes de agosto estaba prevista otra asamblea en Odesa. Pero debido a los disturbios políticos que hubo en Rusia al principio de la semana de la asamblea, las autoridades locales comunicaron a los hermanos que no podían celebrarla. Estos siguieron solicitándoles permiso y continuaron con los preparativos finales, cifrando plena confianza en Jehová. Por fin, se citó a los hermanos responsables para el jueves con el fin de comunicarles la decisión final. Aquella tarde se les concedió autorización para celebrar la asamblea.

Fue extraordinario, realmente hermoso, ver reunidas aquel fin de semana 12.115 personas y que 1.943 se bautizaran. Dos días después, los hermanos visitaron de nuevo a las autoridades municipales y les dieron las gracias por haber permitido que se llevara a cabo la asamblea. Regalaron el libro El hombre más grande de todos los tiempos al presidente del Comité Ejecutivo de la ciudad, quien les dijo: “No estuve en la asamblea, pero estoy al corriente de todo lo que se hizo. Nunca había visto nada mejor que esto. Les prometo que siempre que necesiten permiso para celebrar sus reuniones estaré dispuesto a concedérselo”. Desde entonces, los hermanos han tenido asambleas de distrito con regularidad en la bella ciudad de Odesa.

Una asamblea internacional fuera de lo común

Otra ocasión memorable fue la Asamblea de Distrito “Enseñanza Divina” celebrada en Kiev en agosto de 1993. El número de asistentes —64.714— fue el mayor que jamás había habido en Ucrania, y entre ellos se contaban miles de representantes de más de treinta países. Las intervenciones en inglés se tradujeron simultáneamente a dieciséis idiomas.

¡Qué emocionante fue ver levantarse a los hermanos de cinco secciones completas del estadio y oírles responder a las dos preguntas formuladas en el discurso de bautismo! Durante las siguientes dos horas y media se bautizaron en seis piscinas 7.402 personas, la mayor cantidad de bautizados en una sola asamblea a lo largo de la historia moderna del pueblo de Dios. Fue una ocasión sobresaliente que los testigos de Jehová siempre guardarán en su memoria como un tesoro.

¿Cómo se logró organizar una asamblea tan grande en una ciudad que solo contaba con once congregaciones? El Departamento de Alojamiento recibió la ayuda de los hermanos de Polonia, tal como en años anteriores. Contrataron el mayor número posible de hoteles y residencias de estudiantes, y hasta alquilaron algunos barcos.

Lo más complicado fue alquilar el estadio, pues además de utilizarse para competiciones deportivas, los fines de semana se convertía en un enorme mercado, y jamás se había concedido permiso a nadie para cerrar aquel mercado. Sin embargo, esa vez se concedió.

Hasta las autoridades municipales formaron un comité especial para ayudar a los hermanos en los preparativos. En él figuraban el jefe de policía y los encargados del sector de transporte, de turismo y de otros servicios municipales. Para facilitar los desplazamientos de los asambleístas por la ciudad, se adoptó un método singular: los Testigos abonaron de antemano en la misma asamblea las tarifas de transporte público, de modo que quien llevara una tarjeta de solapa de la asamblea no tenía que pagar al momento de subir al metro, tranvía o autobús para ir y venir del Estadio Republicano (ahora Estadio Olímpico) —uno de los más grandes de Europa oriental—. Además, a fin de que los asambleístas pudieran comprar alimentos para el día siguiente sin pérdida de tiempo, se abrieron otras panaderías en las inmediaciones del estadio.

Asombrado por el orden que se observó, el jefe de policía dijo: “Todas las cosas que han hecho y su buena conducta me han impresionado aún más que su predicación. La gente tal vez olvide lo que oyó, pero nunca olvidará lo que vio”.

Varias mujeres que trabajaban en una estación de metro cercana fueron a la oficina de administración de la asamblea para agradecer la buena conducta de los asistentes y dijeron: “Hemos trabajado en este mismo lugar durante muchas competiciones deportivas y reuniones políticas, pero esta es la primera vez que hemos visto personas tan educadas y felices que se hayan interesado en nosotras. Todas nos saludaban. No estamos acostumbradas a que nos salude la gente que acude al estadio”.

Las congregaciones de Kiev se mantuvieron ocupadas después de la asamblea, pues recibieron unas dos mil quinientas direcciones de personas interesadas que deseaban aprender más. En la actualidad hay más de cincuenta congregaciones de fervorosos Testigos en Kiev.

A un grupo de hermanos que viajaba a la asamblea les robaron todo lo que llevaban. No obstante, como estaban resueltos a enriquecerse en sentido espiritual, decidieron proseguir su viaje a Kiev, y llegaron a su destino solo con la ropa que llevaban puesta. Por otro lado, varios Testigos de la antigua Checoslovaquia trajeron ropa de más por si alguien la precisaba. Cuando la situación llegó a oídos de la administración de la asamblea, los hermanos necesitados recibieron enseguida la ropa que les hacía falta.

Ayuda para progresar

Esos ejemplos de amor altruista no fueron casos aislados. En 1991, el Cuerpo Gobernante invitó a varias sucursales de Europa occidental a donar alimento y ropa para sus hermanos de Europa oriental. Los Testigos agradecieron la oportunidad que se les brindaba, y su generosidad superó todas las expectativas. Muchos regalaron alimento y ropa usada, y otros, hasta prendas nuevas que compraron con ese propósito. Las sucursales de Europa occidental juntaron cajas, maletas y bolsas llenas de artículos de primera necesidad. Alemania, Austria, Dinamarca, Italia, los Países Bajos, Suecia y Suiza enviaron toneladas de alimento y ropa a Lvov en convoyes de camiones. Hasta hubo hermanos que donaron sus camiones para que los Testigos de Europa oriental los utilizaran en la obra del Reino. En las fronteras, las autoridades fueron muy amables y agilizaron al máximo la expedición de los documentos necesarios para entregar los envíos.

Los Testigos que llevaron la mercancía quedaron impresionados con el trato que recibieron. Los conductores de un convoy procedente de los Países Bajos informaron lo siguiente: “Se presentó un grupo de 140 hermanos para descargar los camiones. Antes de empezar la tarea, estos hermanos humildes demostraron su confianza en Jehová orando unidamente. Al terminar de descargar, se congregaron de nuevo para orar y dar las gracias a Jehová. Después de que disfrutamos de la hospitalidad de los hermanos, que compartieron con generosidad lo poco que tenían, estos nos escoltaron hasta la carretera principal, donde hicieron una oración antes de despedirnos.

”Durante el largo viaje a casa, tuvimos mucho en qué reflexionar: la hospitalidad de los hermanos de Alemania y Polonia y la de nuestros hermanos de Lvov, su fe fuerte y su actitud piadosa, su hospitalidad al suministrarnos alojamiento y comida cuando ellos mismos se hallaban en necesidad, su unidad y apego, y su gratitud. También pensábamos en los hermanos de nuestro país, que habían dado tan generosamente.”

Un conductor de Dinamarca dijo: “Descubrimos que trajimos más de lo que llevamos. El amor y el espíritu abnegado de nuestros hermanos ucranianos fortalecieron inmensamente nuestra fe”.

Muchos de los artículos donados se enviaron a Moldavia, los países bálticos, Kazajstán, Rusia y otros lugares donde también existía mucha necesidad. Algunos cargamentos se mandaron en contenedores a Siberia y Jabárovsk, a más de 7.000 kilómetros [4.300 millas] hacia el este. Quienes recibieron aquella ayuda escribieron cartas de profunda gratitud realmente conmovedoras, animadoras y unificadoras. Puede decirse que todos experimentaron la veracidad de las palabras de Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hech. 20:35).

A finales de 1998 se produjo una catástrofe en Transcarpatia. Según fuentes oficiales, 6.754 casas se inundaron y 895 quedaron totalmente destruidas por avalanchas de lodo. Treinta y siete de estas últimas pertenecían a Testigos. La sucursal de Lvov envió de inmediato a la zona un camión lleno de alimento, agua, jabón, camas y mantas. Después, los hermanos de Alemania y Canadá enviaron ropa y enseres domésticos. Desde Eslovaquia, Hungría, Polonia y la República Checa se suministró comida y materiales de construcción para reedificar las viviendas destruidas. Muchos hermanos de la localidad también colaboraron en las labores de reconstrucción y ayudaron a los damnificados, tanto Testigos como no Testigos, con alimentos, ropa y leña. Limpiaron patios y campos, y repararon viviendas de los que no compartían su fe.

Ayuda espiritual

Ahora bien, la ayuda material no fue el único tipo de asistencia que se prestó. Como los Testigos ucranianos habían estado más de cincuenta años bajo proscripción, no sabían organizar la obra en un ambiente de libertad. Por eso, en 1992 se asignó a unos hermanos de la sucursal de Alemania para que los ayudasen. Su trabajo sentó las bases para las labores que más tarde se desempeñarían en Betel. Después, Alemania, Canadá y Estados Unidos enviaron otros hermanos para ayudar a supervisar la obra de hacer discípulos.

En el campo también había mucha necesidad de cristianos con experiencia. Polonia envió bastantes graduados de la Escuela de Entrenamiento Ministerial para atender primero a las congregaciones y después a los circuitos y distritos del país. De Canadá y Estados Unidos llegaron algunos matrimonios que actualmente están en la obra de circuito. También hay hermanos de Eslovaquia, Hungría, Italia y la República Checa que sirven de superintendentes de circuito. Toda esa ayuda ha contribuido a que las congregaciones se amolden a las normas de la Biblia y las apliquen en muchos aspectos del ministerio.

Aprecio por las publicaciones bíblicas

La segunda mitad de la década de 1990 se destacó por una serie de campañas especiales. Después de la distribución del tratado Noticias del Reino núm. 35 en 1997, cerca de diez mil personas enviaron el cupón para solicitar el folleto ¿Qué exige Dios de nosotros? o que alguien las visitase.

Hay mucha gente que aprecia nuestras publicaciones. Un caso digno de mencionarse es el de una maternidad: cuando los hermanos visitaron dicho centro, el personal les solicitó que todas las semanas les llevaran doce libros El secreto de la felicidad familiar. La razón era que a cada pareja de nuevos padres les querían entregar uno junto con el certificado de nacimiento.

Durante los últimos años, muchos han llegado a conocer nuestras revistas y a apreciarlas. Por ejemplo, ciertos hermanos que predicaban en un parque ofrecieron la revista ¡Despertad! a un señor. Este la aceptó, les dio las gracias y preguntó: “¿Cuánto cuesta?”.

“Nuestra obra se sufraga mediante donaciones voluntarias”, le explicaron. El hombre les dio un billete de una hrivna —que en aquel tiempo equivalía a 54 centavos de dólar—, se sentó en un banco y se puso a leerla. Los hermanos continuaron dando testimonio en el parque, y en menos de quince minutos, el señor se les acercó y les dio otra hrivna por la revista. Después volvió a sentarse y siguió leyendo mientras los hermanos continuaban predicando. Al cabo de un rato los abordó de nuevo, les dio otra hrivna y les dijo que había encontrado tan interesante la revista que deseaba leerla con regularidad.

La educación adecuada acelera el crecimiento

Tras recibir el reconocimiento oficial, la obra siguió adelante a pasos agigantados, aunque no sin ciertas dificultades. Al principio, a algunos les costaba participar en el ministerio de casa en casa, pues durante más de medio siglo, toda la predicación se había efectuado informalmente. Pero con la ayuda del espíritu de Jehová, los hermanos se adaptaron bien a lo que para ellos era una nueva manera de predicar.

También se logró organizar las cinco reuniones semanales en cada congregación, lo cual ha sido fundamental para unir a los publicadores e impulsarlos a prepararse para mayor actividad. Los hermanos aprendieron enseguida y progresaron en muchos aspectos de su ministerio. Con las nuevas escuelas, los Testigos de Ucrania recibieron una educación adecuada. Por ejemplo, en 1991 se estableció la Escuela del Ministerio Teocrático en todas las congregaciones con el fin de preparar a los Testigos para la predicación. Desde 1992, la Escuela del Ministerio del Reino, para los ancianos y siervos ministeriales, ha ayudado en gran manera a los hermanos a llevar la delantera en el servicio del campo, así como en la labor de enseñar a la congregación y pastorear al rebaño.

En 1996 se instituyó en Ucrania la Escuela del Servicio de Precursor. Durante los primeros cinco años asistieron a este curso de dos semanas más de siete mil cuatrocientos precursores regulares. ¿Qué beneficios les reportó? Una precursora escribió: “Me sentí feliz de ser como barro en las manos de Jehová y de que él me moldeara mediante esta escuela”. Otra dijo: “Después de la escuela de precursores, empecé a ‘resplandecer’”. Una clase escribió: “La escuela ha resultado ser una verdadera bendición para todos los asistentes. Nos ha impelido a manifestar profundo interés en las personas”. Este curso ha tenido mucho que ver con los 57 máximos mensuales consecutivos que ha habido en la cantidad de precursores regulares.

En vista de la difícil situación económica, muchos se preguntan cómo se las arreglan los precursores para cubrir sus necesidades. Un precursor que es siervo ministerial y tiene tres hijos que mantener dice: “Mi esposa y yo pensamos juntos lo que necesitamos, y solo compramos los artículos realmente imprescindibles para vivir. Llevamos una vida modesta y confiamos en Jehová. Al tener la actitud adecuada, nosotros mismos nos sorprendemos a veces de lo poco que precisamos para subsistir”.

En 1999 se introdujo la Escuela de Entrenamiento Ministerial. El primer año asistieron casi un centenar de hermanos. Para muchos fue un gran desafío asistir a este curso de dos meses en medio de las difíciles condiciones económicas reinantes. Pero es evidente que Jehová ha acudido en su ayuda.

Un hermano que recibió la invitación para asistir a dicha escuela servía de precursor regular en un territorio lejano. Él y su compañero de precursorado habían ahorrado suficiente dinero para comprar la comida y el carbón que necesitarían durante el invierno. Pero cuando llegó la invitación, tuvieron que decidir si compraban el carbón o el billete de tren para que el primero asistiera a la escuela. Hablaron del asunto y decidieron que la escuela tenía prioridad. Poco después de tomar esa decisión, el precursor invitado recibió un regalo de su hermana, que vive en otro país: el dinero suficiente para pagarse el viaje. Al terminar el curso, fue nombrado precursor especial.

Estos programas docentes han preparado al pueblo de Jehová para ser más eficientes tanto en el servicio del campo como en la congregación. Los publicadores aprenden a predicar de forma más eficaz, y los ancianos y siervos ministeriales, a ser una mayor fuente de ánimo en sus congregaciones. Como resultado, ‘las congregaciones continúan haciéndose firmes en la fe y aumentando en número’ (Hech. 16:5).

El rápido aumento ha requerido cambios

Durante los años transcurridos desde la inscripción oficial, el número de testigos de Jehová en Ucrania se ha incrementado más de cuatro veces. En muchas partes del país se ha producido un aumento extraordinario y también ha habido una gran necesidad de ancianos capacitados. Las congregaciones suelen dividirse tan pronto como se dispone de un segundo anciano. Algunas han llegado a tener hasta 500 publicadores. Ese aumento tan rápido ha requerido cambios administrativos.

Hasta la década de 1960, Ucrania supervisó la obra con la ayuda de la sucursal de Polonia, y después, de la de Alemania. Pero en septiembre de 1998 llegó a tener su propia sucursal bajo la supervisión de la sede mundial, situada en Brooklyn, y se formó un Comité de Sucursal para administrar los asuntos de organización.

El rápido crecimiento también creó la necesidad de ampliar las instalaciones de la sucursal. Desde 1991, Lvov se había utilizado como centro de distribución de publicaciones para las quince repúblicas de la ex Unión Soviética. Al año siguiente llegaron dos matrimonios de la sucursal de Alemania y abrieron una pequeña oficina en Lvov. Un año después se compró una casa y se habilitó para que en ella sirvieran a tiempo completo varios hermanos efectuando labores de oficina. A principios de 1995, el número de voluntarios que trabajaban en la oficina de Ucrania había aumentado tanto, que se vio necesario trasladarse de nuevo, esta vez a un complejo de seis Salones del Reino compartidos por diecisiete congregaciones. Durante todo ese tiempo, los Testigos se preguntaban cuándo y dónde construirían su propio Betel.

La construcción de la sucursal y de Salones del Reino

Ya en 1992, los hermanos empezaron a buscar un terreno en el que edificar la sucursal. Pasaron varios años examinando los que pudieran ser adecuados, mientras oraban al respecto, con la confianza de que al debido tiempo hallarían un lugar conveniente.

A principios de 1998 encontraron un terreno en un pintoresco pinar de las inmediaciones de Briukhovychi, pequeña población situada a cinco kilómetros [3 millas] al norte de Lvov. Cerca de aquel lugar, en el mismo bosque, dos congregaciones habían celebrado sus reuniones durante la proscripción. Un hermano comentó: “Nunca me imaginé que diez años después de nuestra última reunión en el bosque volvería a tener la oportunidad de reunirme en el mismo pinar, pero en circunstancias totalmente distintas: en el terreno para nuestra nueva sucursal”.

A finales de 1998 llegaron los primeros siervos internacionales. Los hermanos de la Oficina Regional de Ingeniería de Selters (Alemania) empezaron a trabajar febrilmente en los planos. A principios de enero de 1999, tras recibir la aprobación oficial, comenzaron las obras. En el terreno trabajaban más de doscientos cincuenta voluntarios de veintidós nacionalidades, y los fines de semana contaban con la colaboración de otros doscientos cincuenta hermanos ucranianos.

Muchos se sintieron sumamente agradecidos por el privilegio de trabajar allí. Congregaciones enteras de Testigos alquilaron autobuses para ir a Briukhovychi los fines de semana como voluntarios. La mayoría de ellos viajaban toda la noche para llegar al lugar por la mañana y trabajar todo el día con ahínco. Al terminar la jornada, volvían a pasar toda la noche en el autobús de regreso a su casa. Estaban agotados, pero felices y contentos, deseosos de repetir la experiencia. Un grupo de veinte hermanos viajó treinta y cuatro horas en tren desde Luhansk, en el este de Ucrania, para trabajar ocho horas en la construcción de Betel. Por aquellas ocho horas, cada hermano se tomó dos días libres de su trabajo y gastó más de la mitad del sueldo de un mes en los billetes de tren. Su abnegación animó a todos los miembros del equipo de construcción y de la familia Betel. Las obras adelantaron deprisa, y la sucursal se dedicó el 19 de mayo de 2001. Acudieron representantes de treinta y cinco países, y para las dos reuniones especiales del día siguiente hubo una asistencia total de 72.023. En Lvov, Theodore Jaracz se dirigió a una multitud de 30.881 personas, y en Kiev, Gerrit Lösch habló a un auditorio de 41.142.

¿Y qué puede decirse de los Salones del Reino? Ucrania no dispuso de Salones del Reino oficiales desde 1939, cuando se destruyeron varios salones de Transcarpatia, hasta 1993, año en que, en tan solo ocho meses, se construyó un hermoso complejo de cuatro Salones del Reino en el pueblo de Dibrova (Transcarpatia). Poco después se edificaron otros seis salones en otras partes de Ucrania.

En vista del gran aumento en el número de publicadores, la necesidad de Salones del Reino era inmensa. Sin embargo, debido a los complicados procedimientos legales, la inflación y el costo cada vez mayor de los materiales de construcción, en la década de 1990 solo se construyeron 110 salones. Seguían necesitándose centenares más. Por eso, en el año 2000, se instituyó un nuevo programa de construcción de Salones del Reino que ya está ayudando a satisfacer las necesidades.

¡Adelante con la cosecha!

En septiembre de 2001 había en Ucrania 120.028 testigos de Jehová en 1.183 congregaciones, atendidas por 39 superintendentes de circuito. Las semillas de la verdad que se han sembrado a lo largo de los años han producido una cosecha abundante y de calidad. En algunas familias hay cinco generaciones de testigos de Jehová. Esto demuestra que “la tierra” es sin duda excelente. “Después de oír la palabra con un corazón excelente y bueno”, muchos “la retienen”. Con el paso de los años, unos hermanos ‘plantaron’ las semillas, a menudo con lágrimas, y otros ‘regaron’ la tierra fértil. Pero es Jehová quien lo hace crecer, y hasta el día de hoy, sus fieles Testigos de Ucrania “llevan fruto con aguante” (Luc. 8:15; 1 Cor. 3:6).

En algunos territorios, la proporción de Testigos por habitantes es extraordinaria. Por ejemplo, en ocho pueblos de habla rumana de la región de Transcarpatia hay 59 congregaciones agrupadas en tres circuitos.

Los esfuerzos de los adversarios religiosos y seglares por desarraigar a los testigos de Jehová de Ucrania mediante el exilio y la intensa persecución no tuvieron éxito. El corazón de muchas personas de esta tierra resultó fértil para las semillas de la verdad de la Biblia. Hoy día, los testigos de Jehová están recogiendo una abundante cosecha.

El profeta Amós predijo un tiempo en que “el arador realmente alcanzará al cosechador” (Amós 9:13). Es decir, que con la bendición de Jehová, la tierra será tan fértil que mientras aún esté en progreso la cosecha, llegará el momento de arar para la siguiente siembra. Los testigos de Jehová en Ucrania han palpado la veracidad de esta profecía. Y tienen motivos para esperar aún más crecimiento, pues a la Conmemoración del año 2001 asistieron más de un cuarto de millón de personas.

En Amós 9:15, Jehová promete: “Ciertamente los plantaré sobre su suelo, y ya no serán desarraigados de su suelo que les he dado”. El pueblo de Dios sigue sembrando semillas de la verdad y recogiendo abundantes cosechas a la espera del día en que Jehová cumplirá esta promesa por completo. Mientras llega ese día, cuando alzamos los ojos y miramos los campos, vemos que efectivamente están blancos para la siega (Juan 4:35).

[Comentario de la página 140]

“Danyil habría muerto ahorcado, pero al ser menor de edad, lo sentenciaron solo a cuatro meses de prisión”

[Comentario de la página 145]

“Las Testigos eran diferentes del resto de las reclusas. [...] Su conducta demostraba que tenían algo muy importante que decir a las demás prisioneras”

[Comentario de la página 166]

El 8 de abril de 1951, más de seis mil cien Testigos fueron deportados del oeste de Ucrania a Siberia

[Comentario de la página 174]

“El trabajo de los siervos de congregación solía recaer en las hermanas, y en algunas zonas, estas incluso desempeñaban la función de siervos de circuito”

[Comentario de la página 183]

En lugar de irse de luna de miel, pasó diez años en prisión

[Comentario de la página 184]

“Me resultó muy doloroso dejar a mi querida hijita en manos de una completa desconocida”

[Comentario de la página 193]

Al ver que ni deportaciones ni encarcelamientos ni violencia física ni torturas podían silenciar a los testigos de Jehová, los servicios de seguridad emplearon nuevas tácticas

[Comentario de la página 207]

El KGB entregó a los hermanos separados una carta falsa, supuestamente escrita por el hermano Knorr

[Comentario de la página 212]

El KGB siempre sabía la fecha aproximada de la Conmemoración y se mantenía sumamente vigilante aquellos días

[Comentario de la página 231]

Era la primera vez que tenían en las manos una publicación bíblica original

[Comentario de la página 238]

“Todas las cosas que han hecho y su buena conducta me han impresionado aún más que su predicación. La gente [...] nunca olvidará lo que vio”

[Comentario de la página 241]

“El amor y el espíritu abnegado de nuestros hermanos ucranianos fortalecieron inmensamente nuestra fe”

[Comentario de la página 249]

Por aquellas ocho horas, cada hermano se tomó dos días libres de su trabajo y gastó más de la mitad del sueldo de un mes en los billetes de tren

[Ilustraciones y recuadro de la página 124]

Traducciones de la Biblia en el transcurso de los siglos

Los ucranianos utilizaron por bastante tiempo la versión de la Biblia en eslavo eclesiástico que se había traducido en el siglo IX. Pero al ir evolucionando el idioma, esta versión fue revisándose. A finales del siglo XV, el arzobispo Genadio supervisó una revisión completa de las Escrituras en esa lengua. Esta dio paso a otra revisión de la que surgió la primera Biblia en eslavo impresa. Dicha traducción, conocida como la Biblia Ostrog, se imprimió en Ucrania en 1581. Las autoridades en la materia siguen considerándola hoy día como un magnífico ejemplo del arte de la impresión. Ha servido de base para traducciones posteriores de la Biblia al ucraniano y al ruso.

[Ilustraciones]

Ivan Fedorov imprimió la Biblia Ostrog en Ucrania en 1581

[Ilustración y recuadro de la página 141]

Entrevista con Vasyl Kalin

Año de nacimiento: 1947

Año de bautismo: 1965

Reseña biográfica: De 1951 a 1965 estuvo deportado. De 1974 a 1991 imprimió publicaciones mediante un procedimiento fotomecánico. Desde 1993 sirve en la sucursal de Rusia.

Mi padre vivió bajo diversos tipos de gobierno y diferentes autoridades. Por ejemplo, cuando los alemanes ocuparon el oeste de Ucrania, lo golpearon porque pensaban que era comunista. ¿La razón? El sacerdote les había dicho que los testigos de Jehová eran comunistas porque no iban a la iglesia. Luego llegó el régimen soviético, y mi padre, al igual que muchos otros, volvió a ser objeto de opresión. Esta vez lo acusaron de ser un espía al servicio de Estados Unidos. ¿Por qué? Porque las creencias de los testigos de Jehová diferían de lo que enseñaba la religión que prevalecía entonces. Ese fue el motivo por el que lo deportaron, junto con su familia, a Siberia, donde vivió hasta el día de su muerte.

[Ilustración y recuadro de las páginas 147 a 151]

Entrevista con Ivan Lytvak

Año de nacimiento: 1922

Año de bautismo: 1942

Reseña biográfica: De 1944 a 1946 estuvo recluido en prisión, y de 1947 a 1953, en campos de trabajos forzados del extremo norte de Rusia.

En 1947 me detuvieron porque no participaba en la política. Me encerraron en una prisión de máxima seguridad de la ciudad ucraniana de Luck, donde tuve que permanecer sentado con la espalda erguida, las manos sobre las rodillas y sin poder estirar las piernas, durante tres meses. Un hombre con una chaqueta negra me interrogaba; quería que le dijera quiénes llevaban la delantera en la obra, porque sabía que yo tenía esa información. Pero me negué a revelársela.

El 5 de mayo de 1947, el tribunal militar me sentenció a diez años de reclusión en campos remotos de máxima seguridad. Dado que era joven, me incluyeron en lo que denominaban la primera categoría, compuesta íntegramente por jóvenes, tanto Testigos como no Testigos. Nos transportaron en vagones de ganado a la ciudad de Vorkutá, en el extremo norte de Rusia, desde donde, metidos en un barco de vapor, viajamos durante cuatro días hasta el estrecho de Kara.

Había poca vida en aquella zona, todo era tundra y abedules enanos. Una vez allí, aún tuvimos que caminar cuatro días y cuatro noches, menos mal que éramos jóvenes. Nos dieron mendrugos de pan, carne de reno ahumada, tazones y mantas. Llovía mucho y las mantas se empaparon tanto, que no podíamos cargar con ellas. A fin de que pesaran menos, las retorcíamos entre dos para escurrir el agua.

Finalmente llegamos a nuestro destino. Yo me había estado diciendo: “Solo un poco más, y tendré un techo, un techo donde guarecerme”. No obstante, lo único que había ante nuestros ojos era un campo cubierto de una gruesa capa de musgo. Los guardias dijeron: “Instálense. Hemos llegado”.

Algunos prisioneros lloraban, otros maldecían al gobierno, pero yo nunca maldije a nadie. Oré en silencio: “Jehová, Dios mío, tú eres mi refugio y mi baluarte. Sé mi refugio aquí también”.

Como no había alambrada, colocaron una soga alrededor del campamento, y apostaron centinelas que solían pasar todo el tiempo leyendo y nos decían que si nos acercábamos a menos de dos metros, nos dispararían. Dormimos sobre el musgo bajo una lluvia torrencial. Me desperté durante la noche, miré a los 1.500 que estábamos allí y vi el vapor que subía de la multitud. Por la mañana me di cuenta de que tenía todo el costado dentro de un charco, pues el musgo se había empapado de agua. No teníamos nada para comer. Nos mandaron construir un aeródromo para el avión que nos traería alimento. Los guardias contaban con un tractor especial (de neumáticos enormes para no quedarse atascado) que transportaba provisiones para ellos, pero nosotros no recibíamos nada.

En tres días y tres noches retiramos el musgo para que el avión pudiera aterrizar. Por fin, una avioneta trajo harina. La mezclaban con agua hervida, y eso era lo que comíamos.

El trabajo era agotador. También construimos una carretera y tendimos una vía de ferrocarril. Éramos como una cinta transportadora humana que acarreaba piedras pesadas. Durante el invierno, siempre estaba oscuro y hacía mucho frío.

Dormíamos a la intemperie, a cielo abierto, y llovía a cántaros. Así que estábamos empapados, hambrientos y congelados; pero éramos jóvenes y nos quedaba algo de energía. Los guardias decían que no nos preocupáramos porque pronto tendríamos techo. Finalmente llegó un tractor militar con lonas para cubrir a 400 prisioneros. Las extendimos e improvisamos con ellas unas tiendas de campaña, aunque todavía teníamos que dormir sobre el musgo. Entonces recogimos hierba y la colocamos en el piso; finalmente esta se pudrió formando compost, de modo que acabamos durmiendo sobre compost.

Luego vinieron piojos de todos los tamaños que nos comían vivos. No solo nos invadieron el cuerpo, sino también la ropa. Era terrible. Cuando regresábamos del trabajo y nos acostábamos, nos devoraban; no podíamos dejar de rascarnos. Seguían picándonos durante toda la noche. Cuando se lo informamos al capataz, este nos prometió: “Pronto acabaremos con ellos”.

Tuvimos que esperar a que el tiempo se caldeara un poco, pues estábamos a 30 °C bajo cero. Por fin se suavizaron ligeramente las temperaturas, y trajeron una unidad de desinfección portátil. Pero todavía estábamos a 20 °C bajo cero y la lona se hallaba toda rasgada. “Desvístanse —nos ordenaron—. Van a lavarse mientras desinfectamos la ropa.”

Así que nos desnudamos por completo a 20 °C bajo cero en una tienda llena de agujeros. Nos trajeron unas tablas para que las utilizáramos de piso. Sentado sobre ellas, me miré el cuerpo. ¡Qué espanto! Miré al hombre que estaba a mi lado. Se veía igual que yo. Nos habíamos quedado en los huesos, totalmente consumidos; parecíamos esqueletos. No me quedaban fuerzas ni para subir a un vagón de carga. Estaba exhausto. Así y todo, seguían clasificándome dentro de la primera categoría, la de los obreros jóvenes y sanos.

Dado que muchos hombres jóvenes como yo morían, pensaba que también yo moriría pronto. Le rogué a Jehová que me ayudara, pues no veía ninguna salida. Algunos prisioneros que no eran Testigos dejaban adrede que se les congelara una mano o una pierna y entonces se la amputaban para librarse de los trabajos forzados. Era espantoso, horrible.

Un día estaba cerca del puesto de un centinela y vi a un médico al que había hablado acerca del Reino de Dios mientras nos transportaban juntos tras ser detenidos. A él lo habían amnistiado. Me acerqué, lo observé, y, en efecto, parecía que estaba libre. Grité su nombre (Sasha, si mal no recuerdo). Me miró y preguntó: “Ivan, ¿eres tú?”. Al oírlo me puse a llorar como un niño. “Ve a la enfermería ahora mismo”, me dijo.

Una vez allí me pasaron de la primera categoría a la tercera. Aunque seguía en el campo, me enviaron a la zona de los que necesitaban descanso. El comandante dijo: “Yo no te invité. Viniste tú. Pórtate bien y cumple con tu trabajo”. Así que poco a poco empecé a acostumbrarme a vivir allí. Al menos, ya no tuve que volver a hacer aquel trabajo agotador.

El 16 de agosto de 1953 me pusieron en libertad y me autorizaron a ir a donde quisiera. Lo primero que hice fue dirigirme al bosque para agradecer a Jehová su protección. Me adentré en la arboleda, me arrodillé y di gracias a Jehová por haberme conservado con vida y darme la oportunidad de seguir participando en la obra de glorificar su santo nombre.

[Comentario]

“Solo un poco más, y tendré un techo, un techo donde guarecerme”

[Comentario]

Me adentré en la arboleda, me arrodillé y di gracias a Jehová por haberme conservado con vida

[Ilustración y recuadro de las páginas 155 y 156]

Entrevista con Volodymyr Levchuk

Año de nacimiento: 1930

Año de bautismo: 1954

Reseña biográfica: De 1946 a 1954 estuvo en prisión por sus actividades políticas. Conoció a los testigos de Jehová en uno de los campos de trabajos forzados de Mordvinia.

En 1946, por ser partidario del nacionalismo ucraniano, los comunistas me sentenciaron a quince años de confinamiento en un campo de prisioneros en el que también había testigos de Jehová. Estos me predicaron, y enseguida reconocí la verdad. Como no teníamos Biblia, pues estábamos en un campo de máxima seguridad, me puse a buscar pedacitos de papel y, cuando reuní unos cuantos, hice una libreta. Pedía a los hermanos que me dijeran los textos que recordasen y dónde se hallaban en la Biblia, y los anotaba. Hacía lo mismo con todos los Testigos que iban llegando. Y si alguien podía aportarme algún detalle de cierta profecía bíblica, también lo anotaba. Recopilé varios textos y los fui utilizando en mi predicación.

Cuando comencé a predicar, había un buen número de reclusos jóvenes. Pero yo era el menor, pues solo tenía 16 años. “Hemos sufrido en vano —les decía—. Tanto nosotros como otras muchas personas hemos arriesgado la vida inútilmente. Ninguna ideología política nos conducirá a nada bueno. Tienen que ponerse de parte del Reino de Dios.” Luego les citaba los versículos que me había aprendido de mi libreta. Tenía muy buena memoria. Convencía enseguida a mis compañeros, y estos empezaban a acudir a nosotros, los testigos de Jehová, y llegaban a ser nuestros hermanos.

[Ilustración y recuadro de la página 157]

Castigos impuestos a los testigos de Jehová

Exilio interno. Se enviaba a los deportados a una región remota, generalmente a Siberia, donde tenían que vivir y trabajar. No podían marcharse de allí. Una vez a la semana o al mes debían presentarse ante la policía local.

Establecimientos penitenciarios. Se encerraba en una misma celda a un grupo de entre tres y diez presos. Dos o tres veces al día se les daba comida. Una vez al día o a la semana se les permitía caminar por el patio de la prisión. No trabajaban.

Campos de prisioneros. La gran mayoría estaban en Siberia. Centenares de prisioneros vivían juntos en barracones, cada uno de los cuales solía albergar entre 20 y 100 reclusos. Trabajaban un mínimo de ocho horas diarias en el recinto del campo o en algún otro lugar. Era un trabajo duro que consistía en construir fábricas, tender líneas de ferrocarril o talar árboles. Hacían el trayecto de ida y vuelta escoltados por guardias. Cuando estaban dentro del campo, podían circular libremente después de la jornada laboral.

[Ilustración]

Siberia (Rusia, 1953): hijos de Testigos ucranianos deportados cortan leña en pedazos pequeños para hacer fuego

[Ilustración y recuadro de las páginas 161 y 162]

Entrevista con Fyodor Kalin

Año de nacimiento: 1931

Año de bautismo: 1950

Reseña biográfica: De 1951 a 1965 estuvo deportado, y de 1962 a 1965, en prisión.

Cuando me encontraba en la cárcel al tiempo que se examinaba mi caso, Jehová hizo algo que para mí fue como un milagro. El investigador y el fiscal estaban sentados uno al lado del otro. Entonces vino el jefe del KGB (Comité de Seguridad del Estado) con un papel y le indicó al investigador: “¡Entréguele esto! ¡Que lea lo que sus hermanos de Estados Unidos se traen entre manos!”.

Cuando me dio la hoja, me di cuenta de que se trataba de la resolución adoptada en una asamblea. La leí una vez, y volví a leerla detenidamente. El fiscal se estaba impacientando. “¡Señor Kalin! —dijo—. ¿Se la está aprendiendo de memoria?”

“La primera vez solo le eché un vistazo. Quiero captar bien el sentido”, le respondí, llorando de gozo por dentro. Cuando terminé de leerla, se la devolví y agregué: “Les estoy muy agradecido, pero sobre todo doy gracias a Jehová Dios por haberlos inducido a hacer esto. Hoy, tras leer este documento, mi fe se ha fortalecido mucho. Concuerdo con estos Testigos, y alabaré libremente el nombre de Dios. Hablaré de Él en la cárcel, en el campo de prisioneros y dondequiera que me halle. Esta es mi misión.

”Por mucho que me torturen, no me harán callar. En esta resolución, los Testigos no dicen que estén dispuestos a provocar ningún tipo de sublevación, sino que están resueltos a servir a Jehová pase lo que pase, incluso bajo la más cruel persecución, sabiendo que él los ayudará a continuar fieles. Le pido a Jehová Dios que me fortalezca en esta época difícil para mantenerme firme en la fe.

”No me harán flaquear. Esta resolución me ha fortalecido muchísimo. Si en este momento me pusieran contra el paredón para fusilarme, no titubearía. Jehová tiene el poder de salvar a los suyos ahora, o mediante la resurrección.”

Percibí que los investigadores estaban decepcionados. Habían cometido un gran error, y lo sabían. Su intención era debilitar mi fe, y sin embargo, sucedió todo lo contrario.

[Ilustración y recuadro de las páginas 167 a 169]

Entrevista con Mariya Popovych

Año de nacimiento: 1932

Año de bautismo: 1948

Reseña biográfica: Estuvo seis años recluida en prisiones y campos de trabajos forzados. Ayudó a más de diez personas a aprender la verdad.

Cuando me detuvieron, el 27 de abril de 1950, me encontraba en el quinto mes de embarazo. El 18 de julio me sentenciaron, junto con otras dos hermanas y cuatro hermanos, a diez años de reclusión por predicar, por hablar de la verdad. Mi hijo nació el 13 de agosto.

La prisión no me desanimó. Había aprendido en la Palabra de Dios, la Biblia, que quien sufra por ser cristiano, no por ser asesino ni ladrón, será feliz. Y yo era feliz, sentía gozo en mi interior. Incluso cuando me incomunicaron, caminaba por la celda y cantaba.

Un soldado abrió la ventanilla y me preguntó: “¿Cómo puedes cantar en estas circunstancias?”.

Le respondí: “Me siento feliz porque no he hecho mal a nadie”. Se limitó a cerrar la ventanilla. No me golpearon.

“Renuncia a tu fe. Mira la situación en que te encuentras”, me decían, refiriéndose al hecho de que había tenido que dar a luz en la prisión. Pero estaba feliz porque me habían encarcelado por tener fe en la Palabra de Dios. Pensar en ello me hacía sentir bien. Sabía que no era una delincuente y que la firme confianza en Jehová me ayudaba a aguantar. Por eso nunca perdí mi felicidad.

Más adelante, mientras trabajaba en el campo de trabajos forzados, se me congelaron las manos, y me llevaron al hospital. La doctora se encariñó conmigo y me dijo: “No tienes buena salud. ¿Por qué no vienes a trabajar para mí?”.

Por supuesto, al director del campo no le gustó la idea. “¿Por qué quiere que esta mujer le ayude? Escoja a una de otro grupo”, objetó.

Ella respondió: “No necesito a otra. Lo que necesito en mi hospital es gente buena y honrada. Y ella trabajará aquí. Estoy segura de que no robará nada ni consumirá drogas”.

Confiaban en nosotros. Respetaban mucho a los que teníamos fe. Sabían la clase de personas que éramos, y aquello fue una ventaja.

Finalmente, la doctora convenció al director, aunque él no quería desprenderse de mí porque era buena aserrando madera. Los siervos de Jehová éramos siempre honrados y concienzudos, dondequiera que trabajáramos.

Nota: El hijo de Mariya nació en la cárcel de Vinnica (Ucrania). Permaneció dos años en el orfanato de la prisión hasta que la familia lo envió junto a su padre, que había sido deportado a Siberia. Cuando la hermana Popovych salió en libertad, su hijo ya tenía seis años.

[Comentario]

“Me siento feliz porque no he hecho mal a nadie”

[Ilustración y recuadro de la página 175]

Entrevista con Mariya Fedun

Año de nacimiento: 1939

Año de bautismo: 1958

Reseña biográfica: De 1951 a 1965 estuvo deportada.

Después de instalarnos en el tren, calmarnos un poco y ponernos en marcha, ¿qué más podíamos hacer? Nos pusimos a entonar cánticos del cancionero, todos los que sabíamos de memoria.

Al principio solo oíamos las voces de nuestro vagón; pero más adelante, cuando nos deteníamos para ceder el paso a otros ferrocarriles, descubrimos que también había hermanos en algunos de ellos, pues los oíamos cantar. Unos venían de Moldavia y otros, de Bucovina (Rumania). Eran muchos los trenes que circulaban, y en diversos puntos se iban rebasando unos a otros. Nos dimos cuenta de que todas aquellas voces eran de nuestros hermanos.

Recordábamos bastantes cánticos; otros muchos se compusieron allí mismo. Nos daban ánimo y nos ayudaban a mantener la actitud apropiada. Eran cánticos que realmente dirigían nuestra atención a Jehová.

[Ilustración y recuadro de la página 177]

Entrevista con Lydia Stashchyshyn

Año de nacimiento: 1960

Año de bautismo: 1979

Reseña biográfica: Hija de Mariya Pylypiv, cuya entrevista aparece en las páginas 208 y 209.

Cuando era niña, mi abuelo servía de anciano en la congregación. Cada día, cuando se levantaba por la mañana, se lavaba y oraba. Luego abría la Biblia, y todos nos sentábamos juntos para leer el texto diario y el capítulo entero. Mi abuelo solía pedirme que llevara documentos importantes —envueltos o en una bolsa— a otro anciano que vivía en las afueras de la ciudad. Para llegar a su casa, tenía que subir una cuesta. La detestaba, era empinada y costaba mucho subirla. Yo replicaba: “Abuelo, no quiero ir. Por favor, ¿puedo quedarme?”.

Pero él insistía: “No, tienes que ir. Lleva los documentos”.

“¡No lo haré! ¡No lo haré!”, decía para mis adentros. Sin embargo, luego recapacitaba y pensaba: “Tengo que ir porque puede que sea algo importante”. Siempre tenía eso presente. No quería ir, pero iba. Sabía que no había nadie más para hacerlo. Sucedía muy a menudo. Era mi tarea, mi responsabilidad.

[Ilustración y recuadro de las páginas 178 y 179]

Entrevista con Pavlo Rurak

Año de nacimiento: 1928

Año de bautismo: 1945

Reseña biográfica: Pasó quince años en prisiones y campos de prisioneros. Hoy día sirve de superintendente presidente en la ciudad de Artemovsk, en el este de Ucrania.

En 1952 me encontraba confinado en un campo de Karaganda (URSS) sumamente estricto. Éramos diez en aquel campo. Las horas transcurrían tan lentamente, que la situación se nos hacía difícil. Aunque no habíamos perdido el gozo ni la esperanza, carecíamos de alimento espiritual. Al terminar el trabajo, nos reuníamos y hablábamos, tratando de recordar lo que habíamos aprendido en el pasado mediante “el esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45-47).

Decidí escribir a mi hermana para explicarle nuestra situación y decirle que no teníamos alimento espiritual. Como a los prisioneros no se nos permitía enviar ese tipo de cartas, no fue fácil hacérsela llegar, pero con el tiempo la recibió. Enseguida me mandó por correo un paquete en el que había incluido un poco de pan tostado y un Nuevo Testamento.

Las normas eran muy estrictas, y las autoridades no siempre entregaban los paquetes a los prisioneros. Muchas veces destrozaban el contenido. Lo registraban todo detenidamente. Por ejemplo, inspeccionaban las latas para ver si había algo oculto en un doble fondo o en los lados. Hasta examinaban los panecillos secos.

Cierto día vi mi nombre en la lista del correo. Estaba contentísimo, aunque no me imaginaba que mi hermana hubiera puesto dentro el Nuevo Testamento. El inspector de turno era el más rígido, tanto es así que los prisioneros lo apodaban el Exaltado. Cuando llegué para recoger mi paquete, me preguntó: “¿De quién espera usted un envío?”. Tras darle la dirección de mi hermana, tomó una pequeña palanca y abrió la caja.

Tan pronto como quitó la tapa, vi el Nuevo Testamento colocado entre uno de los laterales y la comida. Solo tuve tiempo para rogar en silencio: “Jehová, dámelo”.

Para mi sorpresa, el inspector dijo: “¡Deprisa, llévese la caja!”. Sin poder creer lo que había sucedido, la tapé y la llevé a los barracones. Una vez allí, saqué el Nuevo Testamento y lo metí dentro de mi colchón.

Cuando les dije a los hermanos que había recibido un Nuevo Testamento, no podían creerlo. Era un milagro de Jehová. Nos estaba sustentando espiritualmente porque en nuestra situación era imposible conseguir nada. Le dimos las gracias a nuestro Padre celestial, Jehová, por su misericordia y cuidado. Enseguida empezamos a leer y a fortalecernos en sentido espiritual. ¡Qué agradecidos le estábamos a Jehová por aquello!

[Ilustración y recuadro de las páginas 180 y 181]

Entrevista con Lydia Bzovi

Año de nacimiento: 1937

Año de bautismo: 1955

Reseña biográfica: De 1949 a 1965 estuvo deportada.

Durante la adolescencia me resultó muy doloroso que papá no estuviera con nosotros. Amábamos a nuestro padre, como la mayoría de los niños. No pude despedirme de él. Ivan y yo no lo vimos partir porque estábamos cosechando mijo.

Cuando regresamos a casa, mamá nos dijo que lo habían detenido. Me sobrevino una sensación de vacío, de dolor. Pero no sentí miedo ni odio. Era algo que esperábamos. Siempre se nos recordaban las palabras de Jesús: “Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán” (Juan 15:20). Aprendimos este texto a muy tierna edad. Lo sabíamos tan bien como el padrenuestro. Además reconocíamos que al no ser parte del mundo, el mundo no nos amaría, y que las autoridades obraban de aquella manera por ignorancia.

Bajo el régimen rumano en Moldavia, el caso de papá pudo defenderse en los tribunales, y a nosotros nos permitieron presenciar el juicio. Fue un día muy feliz para la familia.

Mi padre dio un magnífico testimonio. Nadie estaba interesado en los cargos presentados por el fiscal; todos escucharon boquiabiertos cuando papá hizo su declaración. Habló durante una hora y cuarenta minutos en defensa de la verdad. Su testimonio fue muy claro y comprensible. A los funcionarios del juzgado se les saltaban las lágrimas.

Estábamos orgullosos de que papá hubiera podido prestar declaración en el juicio y defender la verdad públicamente. No nos sentíamos abatidos.

Nota: En 1943, las autoridades alemanas detuvieron a los padres de la hermana Bzovi y los sentenciaron a veinticinco años de prisión por supuesta colaboración con los soviéticos. En menos de un año llegaron las tropas soviéticas y los liberaron. A continuación, las propias autoridades soviéticas detuvieron a su padre. En total, este cabeza de familia pasó veinte años en diversas prisiones.

[Comentario]

Amábamos a nuestro padre, como la mayoría de los niños. No pude despedirme de él

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 186 a 189]

Entrevista con Tamara Ravliuk

Año de nacimiento: 1940

Año de bautismo: 1958

Reseña biográfica: Fue deportada en 1951. Ayudó a unas cien personas a aprender la verdad.

Esta es la historia de Halyna. En 1958, diecisiete días después de su nacimiento, sus padres fueron detenidos. A ella la enviaron con su madre a un campo de prisioneros de Siberia, donde las dejaron permanecer juntas durante los cinco meses que esta pudo amamantarla. Después, la madre tuvo que ir a trabajar, y a Halyna se la llevaron al asilo. Los hermanos escribieron una carta a nuestra congregación —vivíamos en Tomsk, una provincia cercana— en la que preguntaban si alguien podría sacar a la niña del asilo y cuidarla hasta que los padres salieran en libertad. Como es lógico, cuando se leía la carta, todos suspirábamos de pena, pues era triste, trágico, que una criatura tan pequeña se encontrara en semejante situación.

Nos dieron tiempo para pensarlo. Pasó una semana, pero nadie se ofreció. Eran días difíciles para todos. A la siguiente semana, mi hermano mayor dijo a mamá: “Recojamos a esa niñita”.

Pero ella replicó: “¿Qué estás diciendo, Vasia? Yo ya soy mayor y estoy enferma. Tú sabes que criar a un niño es una gran responsabilidad. No se trata de un animal. No es una vaca, una novilla. Es un bebé. Y además, de otras personas”.

Mi hermano respondió: “Precisamente por eso deberíamos recogerla, mamá, porque no es un animal. Imagínate a una criatura en esas condiciones, en un campo de prisioneros. Todavía es tan pequeña, tan indefensa. ¿Y si llega un día en que se nos diga: ‘Estuve enfermo, en prisión, pasé hambre, y ustedes no me ayudaron’?”.

Mamá dijo: “Sí. Es posible, pero es una gran responsabilidad hacerse cargo de una criatura ajena. ¿Y si le sucede algo mientras está con nosotros?”.

Él insistió: “¿Y si le sucede algo estando allí?”. Entonces, señalándome a mí, dijo: “Tamara puede viajar libremente y traer a la niña. Todos trabajaremos para mantenerla”.

Reflexionamos, hablamos y finalmente decidimos que yo iría. Así que me dirigí a los campos de Maríinsk con el fin de recogerla. Los hermanos me entregaron publicaciones para que las llevara y también una cámara para tomar una fotografía de la madre, pues no la conocíamos. No me permitieron entrar la cámara, pero logré pasar las publicaciones. Compré una olla, las coloqué dentro, y encima puse aceite. Cuando crucé la entrada, el guardia no comprobó si había algo debajo del aceite.

Conocí a la madre, Lydia Kurdas, y hasta pasé la noche en el campo porque había que preparar los documentos para sacar a la niña. Al día siguiente me llevé a Halyna a mi casa. Cuando llegué, tenía cinco meses y unos días. Aunque todos la cuidamos con mucho esmero, enfermó gravemente. Vinieron los médicos, pero no encontraron lo que tenía.

Pensando que era hija mía, me apremiaron diciendo: “¿Qué clase de madre eres? ¿Por qué no la amamantas?”. No nos atrevíamos a revelar su procedencia, y no sabíamos qué hacer. Yo solo lloraba en silencio. Los médicos me regañaron, y a mamá le gritaron diciendo que yo era demasiado joven para estar casada, que yo misma necesitaba leche todavía. Tenía 18 años.

Halyna estaba tan enferma que hasta le costaba respirar. Me acurruqué debajo de las escaleras y oré: “Jehová Dios, Jehová Dios, si esta niñita tiene que morir, toma mi vida a cambio de la suya”.

La criatura empezó a jadear ante los ojos de los médicos. Delante de mí y de mi madre, ellos dijeron: “No hay nada que hacer, no sobrevivirá, no sobrevivirá”. Mamá lloraba. Yo oraba. Pero la niña sobrevivió. Estuvo con nosotros siete años, hasta que su madre salió en libertad, y en todo ese tiempo no volvió a enfermarse ni una sola vez.

Actualmente, Halyna vive en Járkov (Ucrania). Es nuestra hermana y sirve de precursora regular.

[Comentario]

“Jehová Dios, Jehová Dios, si esta niñita tiene que morir, toma mi vida a cambio de la suya”

[Ilustración]

De izquierda a derecha: Tamara Ravliuk (antes Buriak), Serhii Ravliuk, Halyna Kurdas, Mykhailo Buriak y Mariya Buriak

[Ilustración]

De izquierda a derecha: Serhii y Tamara Ravliuk, Mykola y Halyna Kuibida (antes Kurdas), Oleksii y Lydia Kurdas

[Recuadro de la página 192]

Informe de un superintendente de circuito (1958)

“Para que se hagan una idea de las dificultades que atraviesan los hermanos, les diré que prácticamente cada uno es espiado por unos diez miembros de una organización de juventudes comunistas. Además, hay vecinos traidores, falsos hermanos, multitud de policías, sentencias judiciales de hasta veinticinco años de reclusión en campos o prisiones, deportaciones a Siberia, toda una vida de trabajos forzados, así como detenciones, a veces larguísimas, en celdas oscuras. A todo esto se expone el que dice unas palabras sobre el Reino de Dios.

”De todas formas, los publicadores son intrépidos. Su amor por Jehová Dios no tiene límites, su actitud es similar a la de los ángeles, y no piensan abandonar la lucha. Saben que la obra es de Jehová y que debe seguir adelante hasta el fin victorioso. Los hermanos saben por quién mantienen integridad. Se sienten felices de sufrir por Jehová.”

[Ilustración y recuadro de las páginas 199 a 201]

Entrevista con Serhii Ravliuk

Año de nacimiento: 1936

Año de bautismo: 1952

Reseña biográfica: Pasó dieciséis años en prisiones y campos de prisioneros. Se vio obligado a cambiar de residencia siete veces. Ayudó a unas ciento cincuenta personas a aprender la verdad. En las páginas 186 a 189 aparece la entrevista con su esposa, Tamara. Serhii sirve actualmente de anciano en la Congregación Rohan, cerca de la ciudad de Járkov.

Viví siete años en Mordvinia. Aunque era un campo de máxima seguridad, durante el tiempo que estuve allí se distribuyeron muchas publicaciones. Había guardias que se llevaban algunas a su casa, las leían y luego se las pasaban a sus familiares.

A veces me abordaba un guardia durante el segundo turno de trabajo.

—¿Tienes algo, Serhii? —me decía.

—¿Qué desea? —respondía yo.

—Solo algo para leer.

—¿Va a haber un registro mañana?

—Sí, habrá uno en la quinta unidad.

—Comprendo. En tal litera, bajo una toalla, habrá una Atalaya. Puede tomarla.

Cuando se llevaba a cabo el registro, él se quedaba con el ejemplar de La Atalaya. Los demás guardias no encontraban ninguna publicación porque nosotros sabíamos de antemano que habría un registro. Así era como algunos de ellos nos ayudaban. La verdad les atraía, pero tenían miedo de perder su empleo. Durante los muchos años que los hermanos estuvieron allí confinados, los guardias vieron cómo vivíamos. Cualquier persona racional se daba cuenta de que no éramos delincuentes. Por eso apoyaban nuestra obra hasta cierto grado, pero no podían decir nada porque si se les creía partidarios de los testigos de Jehová, perderían su puesto de trabajo. De todas formas, algunos aceptaban publicaciones y las leían. Aquello ayudaba a aliviar el ardor de la persecución.

En 1966 éramos unos trescientos hermanos en Mordvinia. Los administradores sabían la fecha de la Conmemoración y decidieron impedir que la celebráramos. “Ya estudian su Atalaya —dijeron—. Vamos a acabar con la Conmemoración. No van a poder hacer nada.”

Los miembros de las diversas unidades de guardias tenían que quedarse en sus puestos hasta oír la señal de que había pasado el peligro. Estaban todos: los vigilantes, el personal administrativo y el comandante del campo.

Así que salimos todos al campo donde acudíamos diariamente, por la mañana y por la tarde, para que se pasara lista. Luego, reunidos por congregaciones o grupos, paseamos por allí. En cada grupo había un hermano que, al tiempo que caminaba, iba pronunciando el discurso, y los demás escuchaban.

Como no disponíamos de emblemas, solo tuvimos el discurso. En aquel tiempo no había ningún ungido en el campo. Para las nueve y media de la noche ya habíamos terminado: todos los grupos habían celebrado la Conmemoración caminando.

Para el cántico, sin embargo, queríamos estar todos los hermanos juntos. Así que nos reunimos al lado de los baños, que se encontraban en la esquina más alejada del control de la entrada. Imagínese 300 hombres, de noche, en la taiga, y que de 80 a 100 de ellos se pongan a cantar. ¡Qué eco se produjo! Recuerdo que entonamos el cántico 25, titulado “Morí por ustedes”, del viejo cancionero. Todos lo sabíamos de memoria. A veces hasta los soldados que estaban en las torres nos gritaban: “¡Por favor, canten el número 25!”.

Aquella noche, cuando empezamos a cantar, todo el personal vino corriendo de sus oficinas para hacernos callar. Pero al llegar, no consiguieron interrumpirnos porque los hermanos que no cantaban se habían agrupado en círculo en torno de los que cantaban, de modo que los guardias solo corrieron alrededor nuestro desesperadamente hasta que terminamos el cántico. Una vez concluido, todos nos dispersamos, y los guardias no supieron quiénes cantaron y quiénes no. No pudieron incomunicarnos a todos.

[Ilustración y recuadro de las páginas 203 y 204]

Entrevista con Victor Popovych

Año de nacimiento: 1950

Año de bautismo: 1967

Reseña biográfica: Nació en prisión. En las páginas 167 a 169 aparece la entrevista con su madre, Mariya Popovych. Fue detenido en 1970 y pasó cuatro años encarcelado por difundir su fe. Durante tres días de audiencias, 35 personas declararon que el hermano Popovych les había predicado.

La situación en la que se encontraban los testigos de Jehová no debe verse únicamente en el ámbito de las relaciones humanas. La persecución del pueblo de Dios no puede achacarse totalmente a las autoridades. La mayoría de los funcionarios solo estaban cumpliendo con su trabajo. Cuando el gobierno cambió, ellos cambiaron de bando, pero nosotros seguimos siendo los mismos. La Biblia ponía de manifiesto cuál era la verdadera fuente de nuestras dificultades.

No nos veíamos como simples víctimas inocentes de hombres opresivos. Lo que nos ayudó a aguantar fue entender con claridad la cuestión que se planteó en el jardín de Edén y que aún no se había zanjado: la del derecho de Dios a gobernar. Sabíamos que teníamos la oportunidad de ponernos de parte de la gobernación de Jehová. Defendíamos una cuestión que no solo estaba vinculada a los intereses personales de los seres humanos, sino también a los del Soberano del universo. Conocer la gran trascendencia de las verdaderas cuestiones implicadas nos hizo fuertes y nos ayudó a mantenernos íntegros aun bajo las circunstancias más extremas. Mirábamos más allá de lo estrictamente humano.

[Comentario]

La persecución del pueblo de Dios no puede achacarse totalmente a las autoridades

[Ilustración y recuadro de las páginas 208 y 209]

Entrevista con Mariya Pylypiv

Año de nacimiento: 1934

Año de bautismo: 1952

Reseña biográfica: En 1951 fue a visitar a su hermana, que había sido deportada a Siberia. Aprendió la verdad en Siberia y se casó con un hermano allí confinado.

Cuando murió mi padre, vinieron muchos policías a casa, tanto municipales como del distrito. Nos advirtieron que no querían cánticos ni oraciones, pero les respondimos que no había ninguna ley que prohibiera orar. Preguntaron cuándo se celebraría el funeral, se lo dijimos, y se marcharon.

Los hermanos llegaron temprano. Aunque estaba prohibido reunirse, se permitía hacerlo en el caso de un funeral. Empezamos enseguida porque sabíamos que la policía se presentaría de un momento a otro. Tan pronto como uno de los hermanos comenzó a orar, llegó un camión lleno de policías. El hermano terminó la oración, y nos dirigimos al cementerio.

La policía nos siguió, nos dejó entrar en el cementerio y cuando el hermano hizo otra oración, trataron de arrestarlo. Pero las hermanas habíamos decidido que no íbamos a permitirlo. Como había muchos agentes, formamos un círculo alrededor del hermano. Amparándose en el desorden que se produjo, una de nosotras lo sacó del cementerio y lo condujo por entre las casas hasta el pueblo. De pronto pasó por allí un conocido en su auto, se detuvo y recogió al hermano. La policía lo buscó por todas partes y, al no hallarlo, se fue.

Las hermanas solíamos proteger a los hermanos. Normalmente sucede al revés, pero en aquel tiempo tenía que ser así. Las hermanas debíamos proteger a los hermanos. Hubo muchas situaciones como aquella.

[Comentario]

En aquel tiempo tenía que ser así. Las hermanas debíamos proteger a los hermanos

[Ilustración y recuadro de las páginas 220 y 221]

Entrevista con Petro Vlasiuk

Año de nacimiento: 1924

Año de bautismo: 1945

Reseña biográfica: De 1951 a 1965 estuvo deportado. Poco después de que el hermano Vlasiuk fuera llevado al exilio, su hijo enfermó y murió. Al año siguiente, su esposa también falleció tras dar a luz otro hijo. El hermano Vlasiuk se quedó al cuidado del recién nacido. En 1953 volvió a casarse, y su segunda esposa le ayudó a atender al niño.

Yo estuve entre los ucranianos que fueron deportados a Siberia en 1951. No nos sentíamos atemorizados; Jehová infundía tanto ánimo en nosotros, que no perdimos la fe, como podía verse por nuestra forma de hablar. Nadie hubiera optado jamás por trasladarse a aquel territorio a predicar. Pero Jehová Dios obviamente permitió que el gobierno nos llevara allí. Con el tiempo, las autoridades reconocieron: “Hemos cometido un gran error”.

—¿A qué se refieren? —preguntaron los hermanos.

—A que los trajimos aquí, y ¡ahora están convirtiendo a esta gente también!

—Aún van a cometer otro error más —respondieron los hermanos.

Su segundo gran error fue prohibirnos regresar a Ucrania cuando, debido a una amnistía, nos concedieron la libertad. Podíamos ir a donde quisiéramos, menos regresar a nuestra región de origen. Luego se dieron cuenta de que no había sido un paso acertado, pues debido a aquella medida, las buenas nuevas se diseminaron por toda Rusia.

[Ilustración y recuadro de la página 227]

Entrevista con Anna Vovchuk

Año de nacimiento: 1940

Año de bautismo: 1959

Reseña biográfica: De 1951 a 1965 estuvo deportada. Tenía 10 años cuando la exiliaron a Siberia. De 1957 a 1980 imprimió publicaciones bíblicas en la clandestinidad.

El KGB trataba muchas veces de que identificáramos a los hermanos y, con ese fin, nos enseñaban fotografías. Yo respondía: “Para ustedes, no sé nada, no conozco a nadie”. Siempre les respondíamos igual. Más adelante, poco después de casarme, iba un día caminando hacia Angarsk, cuando me encontré con el jefe del KGB de dicha ciudad. Él me había citado muchas veces para interrogarme, y me conocía bien.

—Tú me habías dicho que no conocías a Stepan Vovchuk. ¿Y cómo es que ahora estás casada con él? —me preguntó.

—¿No fue usted quien me lo presentó con sus fotografías? —respondí.

—¡Vaya! ¡Siempre tenemos la culpa nosotros! —dijo, dando una palmada.

Los dos nos reímos. Aquella fue una ocasión muy feliz para mí.

[Ilustración y recuadro de las páginas 229 y 230]

Entrevista con Sofiya Vovchuk

Año de nacimiento: 1944

Año de bautismo: 1964

Reseña biográfica: De 1951 a 1965 estuvo deportada. Tenía siete años cuando la exiliaron a Siberia con su madre, su hermana y su hermano.

Cuando nos llevaron a Siberia, nos dijeron que nunca saldríamos de allí. Jamás imaginamos que se nos concedería la libertad. Cuando leíamos en La Atalaya que se celebraban asambleas en otros países, pedíamos a Jehová que, aunque solo fuera una vez en la vida, pudiéramos tener la oportunidad de asistir también a una asamblea. Y, naturalmente, Jehová nos bendijo. En 1989 asistimos a la asamblea internacional de los testigos de Jehová en Polonia. No hay palabras para describir el inmenso placer, la alegría, de estar allí.

Los hermanos polacos nos recibieron con los brazos abiertos. Estuvimos cuatro días. Por fin asistíamos a una asamblea. Fue un verdadero deleite aprender más de Jehová y recibir instrucción de la Palabra de Dios. Nos sentíamos sumamente felices. Contábamos nuestras experiencias a todos. Aunque había personas de tantas nacionalidades, eran nuestros hermanos. Al pasear por el estadio, se respiraba un hermoso ambiente de paz. Después de tantos años de proscripción, nos parecía que ya estábamos en el nuevo mundo. No se oían palabrotas y todo se veía limpio y precioso. Al terminar el programa, no nos marchamos enseguida; nos quedamos con los hermanos y hablamos. También había intérpretes por si no comprendíamos el idioma. Pero aun cuando no nos entendíamos, nos besábamos. Estábamos felices.

[Ilustración y recuadro de la página 243 y 244]

Entrevista con Roman Yurkevych

Año de nacimiento: 1956

Año de bautismo: 1973

Reseña biográfica: Pasó seis años en campos de prisioneros por su neutralidad. Desde 1993 forma parte del Comité de Sucursal de Ucrania.

La verdad impulsa a las personas a ayudar al prójimo. Este es un hecho que palpamos de manera especial en 1998, cuando a causa de las graves inundaciones que hubo en Transcarpatia, centenares, sí, centenares de personas perdieron, en una sola noche, su casa y todas sus pertenencias.

No habían pasado dos días cuando llegó un grupo de hermanos a la zona siniestrada y formó comités de socorro. Estos determinaron la ayuda que se daría a cada familia y a cada pueblo. Las dos poblaciones más afectadas fueron Vary y Vyshkove. Bastaron dos o tres días para decidir el tipo de socorro que recibiría cada familia y quiénes lo prestarían. Los hermanos se presentaron en camiones y empezaron a limpiar con palas el lodazal.

Al ver que hasta entregaron madera seca a los damnificados, la gente se quedó atónita. Las personas que no eran Testigos estaban asombradas. El corresponsal de un periódico abordó a una hermana de Vyshkove que se encontraba en el lugar donde un equipo de hermanos estaba sacando lodo y le preguntó: “¿Conoce a estas personas?”.

Ella respondió: “No las conozco bien porque hablamos diferentes idiomas: rumano, húngaro, ucraniano y ruso. Pero lo que sí sé es que son mis hermanos y hermanas, y me están ayudando”.

En el plazo de dos o tres días, los Testigos enviaron ayuda, atendieron a las familias damnificadas y las trasladaron a otras zonas. Medio año después, prácticamente todas las casas de los Testigos habían sido reconstruidas, y estos fueron los primeros habitantes de la zona siniestrada que regresaron para ocupar sus nuevas viviendas.

[Tabla de la página 254]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Precursores regulares en Ucrania (1990-2001)

10.000

8.000

6.000

4.000

2.000

0

1990 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2001

[Tabla de la página 254]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Testigos de Jehová en Ucrania * (1939-2001)

120.000

100.000

80.000

60.000

40.000

20.000

0

1939 1946 1974 1986 1990 1992 1994 1996 1998 2001

[Nota]

^ párr. 582 Los años 1939 a 1990 contienen cifras aproximadas

[Ilustración y mapa de la página 123]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

UCRANIA

VOLINIA

GALITZIA

Lvov

TRANSCARPATIA

BUCOVINA

KIEV

Járkov

Dnepropetrovsk

Luhansk

Zaporožje

Dónetzk

Odesa

CRIMEA

MAR NEGRO

TURQUÍA

BULGARIA

RUMANIA

MOLDOVA

POLONIA

BELARÚS

RUSIA

[Ilustraciones a toda plana de la página 118]

[Ilustración de la página 127]

Vojtech Chehy

[Ilustración de la página 129]

La primera asamblea de Borislav (Galitzia, agosto de 1932)

[Ilustración de la página 130]

Asamblea de Solotvyno (Transcarpatia, 1932)

[Ilustración de la página 132]

Emil y Mariya Zarysky cumplieron fielmente con su asignación de traductores durante cuarenta años

[Ilustración de la página 133]

En esta casa de Užgorod estuvo el primer almacén de publicaciones de Ucrania desde 1927 hasta 1931

[Ilustración de la página 134]

Grupo listo para ir a predicar en autobús a las inmediaciones de Rakhov, en los Cárpatos (1935); entre ellos Vojtech Chehy (1)

[Ilustración de la página 135]

Disco antiguo con la conferencia “La religión y la cristiandad” en ucraniano

[Ilustración de la página 136]

La Congregación Kosmach en 1938. Mykola Volochii (1) vendió uno de sus dos caballos para comprar un gramófono

[Ilustración de la página 137]

Ludwik Kinicki, a quien muchos recuerdan con cariño como un entusiasta siervo de Dios, murió fiel a Jehová en un campo de concentración nazi

[Ilustraciones de la página 142]

Illia Hovuchak (arriba, a la izquierda), a quien se ve aquí con Onufrii Rylchuk dirigiéndose a predicar en las montañas y (a la derecha) con su esposa, Paraska, fue ejecutado por la Gestapo tras ser entregado por un sacerdote católico

[Ilustración de la página 146]

Anastasiya Kazak (1) con otros Testigos del campo de concentración de Stutthof

[Ilustraciones de la página 153]

Ivan Maksymiuk (arriba con Yevdokiya, su esposa) y su hijo Mykhailo (a la derecha) se negaron a quebrantar su integridad

[Ilustración de la página 158]

Antiguas publicaciones bíblicas en ucraniano

[Ilustración de la página 170]

A los 20 años, Hryhorii Melnyk ya había asumido la responsabilidad de cuidar de sus tres hermanos menores

[Ilustración de la página 176]

Mariya Tomilko aguantó quince años de prisión y continúa fiel

[Ilustración de la página 182]

Nutsu Bokoch en 1960, durante una breve reunión con su hija en la prisión

[Ilustraciones de la página 185]

Lydia y Oleksii Kurdas (arriba), detenidos y confinados por separado en campos de prisioneros cuando su hija, Halyna, tenía solo diecisiete días; Halyna Kurdas a los tres años de edad (derecha), fotografía tomada en 1961 mientras sus padres todavía estaban en prisión

[Ilustración de la página 191]

La noche antes de su boda, Hanna Shyshko y Yurii Kopos fueron detenidos y sentenciados a diez años de confinamiento en un campo de prisioneros. Se casaron diez años después

[Ilustración de la página 191]

Yurii Kopos pasó casi un tercio de siglo en prisiones y campos de trabajos forzados de la Unión Soviética

[Ilustración de la página 194]

Pavlo Ziatek dedicó su vida entera al servicio de Jehová

[Ilustración de la página 196]

Carta de Nathan H. Knorr a los hermanos de la URSS, fechada el 18 de mayo de 1962

[Ilustración de la página 214]

En búnkeres como este, de la región oriental de Ucrania, se imprimían publicaciones para Ucrania y otras partes de la Unión Soviética

[Ilustración de la página 216]

Parte superior: monte arbolado en plena cordillera de los Cárpatos, donde Ivan Dziabko supervisaba los trabajos de imprenta realizados en un búnker

[Ilustración de la página 216]

Arriba: Mykhailo Dioloh, sentado junto a lo que había sido la entrada del búnker al que llevaba papel para Ivan Dziabko

[Ilustración de la página 216]

Derecha: Ivan Dziabko

[Ilustración de la página 223]

Durante los veintiún años que Bela Meysar estuvo en prisión, Regina, su fiel esposa, recorrió un total de más de 140.000 kilómetros para visitarlo con frecuencia

[Ilustración de la página 224]

Mykhaylo Dasevich fue nombrado siervo del país en 1971

[Ilustración de la página 233]

La inscripción oficial de los testigos de Jehová en Ucrania, el 28 de febrero de 1991, fue la primera de ese tipo en toda la URSS

[Ilustraciones de la página 237]

En la asamblea internacional celebrada en Kiev en 1993 se bautizaron 7.402 personas, la mayor cantidad de bautizados en una sola asamblea a lo largo de la historia moderna del pueblo de Dios

[Ilustración de la página 246]

Graduación de la primera clase de la Escuela de Entrenamiento Ministerial, en Lvov, a principios de 1999

[Ilustración de la página 251]

Arriba: complejo de Salones del Reino donde sirvió la familia Betel de 1995 a 2001

[Ilustración de la página 251]

Centro: casa utilizada por la familia Betel de 1994 a 1995

[Ilustración de la página 251]

Abajo: Salón del Reino de Nadvornaya, el primero que se construyó con el nuevo programa de construcción de Salones del Reino instituido en Ucrania

[Ilustraciones de las páginas 252 y 253]

1-3. Sucursal de Ucrania, recientemente dedicada

[Ilustración de la página 252]

4. Comité de Sucursal, de izquierda a derecha: (sentados) Stepan Hlinskyi, Stepan Mykevych; (de pie) Andrii Semkovych, Roman Yurkevych, John Didur y Jürgen Keck

[Ilustración de la página 253]

5. Theodore Jaracz discursando en la dedicación de la sucursal de Ucrania (19 de mayo de 2001)