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Moldavia

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Situada al este del gran arco que forman los montes Cárpatos, Moldavia es una fértil tierra de llanuras, valles profundos, barrancos y laderas boscosas. Sus 34.000 kilómetros cuadrados de tan variado paisaje albergan una fauna muy diversa, entre la que se hallan zorros, lobos, liebres, tejones, ciervos, armiños, turones y jabalíes.

El fértil suelo negro y el clima normalmente templado contribuyen a que haya abundantes cosechas de frutas, cereales, verduras y otros productos agrícolas. La buena irrigación y el desagüe de los terrenos están garantizados por los 2.200 manantiales y 3.000 ríos y arroyos del país, todos los cuales fluyen en dirección sur hasta el mar Negro. El río Dniéster, de rápidas aguas y navegable en casi todo su tramo moldavo, constituye la principal arteria fluvial de la república. Gran parte de su curso, o bien discurre paralelo a la frontera con Ucrania, o bien conforma dicha frontera, la cual envuelve Moldavia por el norte, este y sur. El río Prut, afluente del Danubio, sirve de frontera occidental con Rumania.

El pasado tormentoso de Moldavia

Las regiones comprendidas entre los ríos Dniéster y Prut, conocidas por siglos como Besarabia y Moldavia, están situadas en una de las principales rutas antiguas de entrada a Europa. En el primer milenio antes de la era común, el territorio formaba parte de Escitia. Más adelante llegó a estar parcialmente bajo el control del Imperio romano, pero su tormentosa historia también incluye invasiones de otros pueblos, entre ellos los godos, los hunos y los ávaros. Durante los siglos XIII y XIV, Moldavia fue vasalla de los tártaros, y en el siglo XVI quedó integrada en el Imperio otomano. El Tratado de Bucarest de 1812 obligó a los turcos a ceder Besarabia y la mitad de Moldavia a los rusos, quienes aplicaron el nombre de Besarabia a toda la región.

En 1918, Besarabia se unió a la Gran Rumania, pero volvió a ser parte de Rusia temporalmente en 1940 y de nuevo en 1944. Bajo la URSS, el territorio pasó a llamarse República Socialista Soviética de Moldavia. Finalmente, tras la caída del comunismo soviético, cortó sus lazos con Moscú y el 27 de agosto de 1991 se convirtió en la República de Moldavia (también llamada República de Moldova). * Chisinau, antes Kishinev, es la capital del Estado.

En la década de 1960, la población de Moldavia experimentó un rápido crecimiento, pero desde 1970 se ha mantenido aproximadamente en los 4.300.000 habitantes. Un buen número de moldavos trabajan en la principal industria del país, la vinícola. Los vinos moldavos, que representan un 3% de la producción mundial, gozan de gran aceptación sobre todo en Rusia y Europa oriental (véase el recuadro de la pág. 71). Sin embargo, Moldavia se ha visto enriquecida con una viña de importancia aún mayor, la cual produce el mejor fruto de todos: el de la dulce alabanza a Jehová.

“¡Una viña de vino espumante!”

Mediante el profeta Isaías, Jehová dijo que el Israel espiritual era “una viña de vino espumante”. Tal como se profetizó, esa viña figurada ha llenado “la superficie de la tierra productiva de producto”, el cual consiste en nutritivo alimento espiritual (Isa. 27:2-6). Como consecuencia, a los cristianos ungidos se les han unido millones de “otras ovejas” (Juan 10:16).

El pueblo de Jehová de Moldavia ha participado con gran entusiasmo en el cumplimiento de esa maravillosa profecía. Gracias al suministro constante de alimento espiritual por parte de la organización de Jehová, Moldavia cuenta actualmente con una proporción de 1 publicador por cada 229 habitantes. En cierto pueblo, la cuarta parte de los vecinos son testigos de Jehová.

No obstante, como veremos, ese crecimiento ha ido acompañado de durísimas pruebas. Durante casi setenta años, la monarquía rumana, los fascistas y los comunistas proscribieron, persiguieron y encarcelaron a los siervos de Dios. Pero, tal como en otros lugares, también en Moldavia Jehová ha cumplido sus palabras proféticas relativas a su simbólica “viña de vino espumante”. Mediante Isaías aseguró: “Yo, Jehová, la salvaguardo. Cada momento la regaré. Para que nadie dirija su atención contra ella, la salvaguardaré aun de noche y de día” (Isa. 27:2, 3). Reflexionemos en la historia del pueblo de Jehová de Moldavia para que su ejemplo de valor y fe refuerce nuestra decisión de seguir llevando fruto excelente para la alabanza de Jehová, sin importar los obstáculos que el enemigo, Satanás, interponga en nuestro camino.

Russell inspecciona el terreno

Los sarmientos de la vid de los que saldrán los frutos no son más que pequeños brotes al principio. Lo mismo fue cierto en el caso del crecimiento espiritual en Moldavia. Veamos cómo Jehová hizo que un delicado brote se convirtiera en la robusta y fructífera vid que existe hoy en ese país (1 Cor. 3:6). Nuestra historia nos lleva a finales del siglo XIX, cuando el Estudiante de la Biblia Charles Taze Russell visitó la región durante una gira por Europa.

En el número de septiembre de 1891 de la revista Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (La Torre del Vigía de Sión y Heraldo de la Presencia de Cristo), Russell escribió que había visitado el hogar de un abogado cristiano de origen judío llamado Joseph Rabinowitch. “Una de las experiencias más interesantes que hemos tenido hasta ahora —explicó Russell— ha sido la visita al hermano Joseph Rabinowitch en su casa de Kishinev (Rusia) [ahora Chisinau (Moldavia)]. Él y su familia, todos ellos creyentes en el Señor Jesús, nos dispensaron una calurosa acogida. [...] Vimos que conoce bien las enseñanzas de la AURORA [la serie de libros La Aurora del Milenio] y que está totalmente de acuerdo con ellas.” En sus conversaciones sobre las Escrituras, ambos coincidieron en muchos puntos, como lo indica el hecho de que Russell llamara a su amigo moldavo “hermano Rabinowitch”.

Aquel abogado y su familia estaban poniendo mucho empeño en ayudar a los judíos —que en Chisinau superaban los 50.000— a aceptar a Cristo y la esperanza mesiánica. En un anexo de su hogar y oficina había “una nueva y flamante casa de adoración con capacidad para unas ciento veinticinco personas”, indicó Russell. Rabinowitch también tenía una prensa manual nueva que utilizaba para imprimir tratados especialmente adaptados a la mentalidad judía. En 1897, seis años después, este hombre escribió una carta a Russell en la que decía: “Mi querido hermano Russell: Al finalizar este año no puedo menos que agradecerle el gran placer espiritual que me causa su inestimable revista, LA TORRE DEL VIGÍA DE SIÓN, la cual recibo periódicamente. Es para mí como el navío del mercader que trae alimento espiritual de lejos”. A pesar del amor y el celo por la verdad bíblica de este hombre de origen judío, tendrían que pasar treinta años para que la semilla del Reino arraigara con firmeza en Moldavia y empezara a dar fruto (Mat. 13:1-8, 18-23).

La I Guerra Mundial desengaña a muchos

Los drásticos cambios políticos que tuvieron lugar en Europa durante la I Guerra Mundial abonaron el terreno para que germinara la semilla del Reino en Moldavia. Una vez concluida la Gran Guerra —como se la denominó entonces—, el país rompió relaciones con Rusia, donde los comunistas habían tomado el poder, y se unió a Rumania. Muchos soldados moldavos que habían vivido los horrores de la guerra regresaron a casa desengañados. La mayoría se habían criado en la fe ortodoxa y la seguían fielmente, pero ahora empezaban a cuestionar sus enseñanzas.

Uno de tales soldados fue Ion Andronic, que regresó en 1919 a su pueblo natal de Corjeuţi. Ion empezó a interesarse en la Biblia a raíz de las conversaciones que había tenido con adventistas y bautistas mientras era prisionero de guerra. Cuando volvió a casa, se llevó una Biblia que había conseguido en el campo de prisioneros y empezó a hablar del mensaje bíblico con su familia y sus vecinos, con lo cual logró despertar también el interés de ellos.

Uno de esos vecinos fue Ilie Groza, quien había vivido en Estados Unidos durante los años del conflicto armado y había regresado a casa con un “Nuevo Testamento” adquirido en uno de sus viajes. Las familias Andronic y Groza, que eran muy allegadas, comenzaron a estudiar juntas la Palabra de Dios. También obtuvieron publicaciones editadas por los Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová.

Ioana, hija de Ilie Groza, recuerda: “Yo debía de tener unos seis años cuando mi familia consiguió por primera vez publicaciones de los Estudiantes de la Biblia. No estoy segura de cómo las obteníamos, pero sí recuerdo que mis padres y hermanos mayores comentaban con entusiasmo las claras explicaciones de las Escrituras que contenían esas publicaciones”.

Ion Andronic optó finalmente por no dedicarse a Jehová, a diferencia del resto de su familia y de la mayor parte de los Groza. “Al principio nos reuníamos solo las dos familias —dice Ioana—. Mis padres tenían cuatro hijas, y los Andronic varios chicos, además de chicas, de modo que enseguida surgió una relación amorosa, entre Vasile Andronic y mi hermana Feodolina, que terminó en boda.

”Tudor y Daria Groza, un matrimonio que era familia lejana de nosotros, se incorporó poco después a nuestro grupo de estudio bíblico. Tudor investigaba la Biblia con gran interés. En una ocasión hasta fue a la sucursal de Cluj-Napoca (Rumania) para obtener algunas publicaciones y buscar respuesta a sus numerosas preguntas bíblicas. En años posteriores, Tudor brindó mucha ayuda espiritual a nuestra pequeña congregación.

”Otros vecinos, los Iacuboi, también empezaron a asistir a las reuniones bíblicas que se celebraban en casa. Petru, el cabeza de la familia, había alojado en su hogar a un hombre que distribuía biblias, y este había despertado su interés en las Escrituras. Tras examinar las creencias bautistas por un tiempo, Petru concluyó que la verdad debía encontrarse en otro sitio. Fue entonces cuando se unió a nuestro creciente grupo de Estudiantes de la Biblia.

”Lo que estábamos aprendiendo nos impelía a comunicar con celo las buenas nuevas del Reino a todos nuestros amigos y parientes, muchos de los cuales vivían en nuestro pueblo o en otros cercanos.”

El siguiente informe, publicado el 15 de diciembre de 1921 en la edición inglesa de La Torre del Vigía, demuestra lo rápido que se difundió el mensaje del Reino por Moldavia: “Un hermano que hasta hace poco era pastor adventista escribe desde Besarabia [como se conocía entonces a Moldavia]: ‘Unas doscientas personas de este pueblo, así como de otros cercanos, han aceptado la verdad’”.

A principios de la década de 1920, en el pueblo de Şirăuţi, un fiel devoto de la Iglesia Ortodoxa llamado Ilarion Bugaian conoció la verdad. Ilarion sirvió lealmente a Jehová hasta su muerte. Otro Estudiante de la Biblia, de nombre Moise Ciobanu, regresó a la ciudad de Bălţi procedente de Alemania, país en el que había aprendido la verdad estando preso durante la I Guerra Mundial. Al poco tiempo de su llegada se formó un grupo, que llegó a ser la primera congregación de Bălţi.

Los Testigos rumanos prestan ayuda

Durante la década de 1920, la sucursal de Rumania envió hermanos capacitados a Moldavia para que “cultivaran el campo” y fortalecieran a los nuevos que se estaban relacionando con el pueblo de Dios. Entre tales primeros evangelizadores se hallaba Vasile Ciucaş, de Transilvania, que hablaba rumano y húngaro. Cuando Vasile visitaba la recién formada congregación de Corjeuţi, se hospedaba en casa de Ilie Groza y su familia. Ioana recuerda con cariño aquellas visitas: “Yo tendría unos ocho años, pero no he olvidado las visitas del hermano Ciucaş. Era una persona encantadora y siempre tenía tantas historias interesantes que contar que nadie quería irse a la cama. Mi hermana y yo nos peleábamos por sentarnos a su lado”.

Los Testigos rumanos, junto con entusiastas publicadores moldavos, siguieron difundiendo las buenas nuevas por los pueblos cercanos. En Tabani, que está a 11 kilómetros de Corjeuţi, Cazimir Cislinschii dio a conocer a los vecinos las buenas cosas que había aprendido en la Biblia. Cazimir había escuchado el mensaje del Reino mientras servía en el ejército rumano. Una de las primeras personas en responder a su predicación en Tabani fue Dumitru Gorobeţ, que demostró ser un estudiante muy diligente. Hoy en día, gracias al celo de Dumitru y hermanos como él, de los 3.270 habitantes de Tabani, 475 son testigos de Jehová.

A comienzos de la década de 1920, el mensaje del Reino también llegó al pueblo de Caracuşeni, que se encuentra a unos tres o cuatro kilómetros de Corjeuţi. Uno de los primeros habitantes de Caracuşeni en abrazar la verdad fue Vladimir Lungu, que se bautizó en 1927. Vladimir aguantó mucha persecución debido a sus creencias cristianas y murió fiel a Jehová en el año 2002. A lo largo de su vida vio aceptar la verdad a tantas personas de su pueblo que, en la actualidad, una cuarta parte de los 4.200 habitantes de Caracuşeni son Testigos.

Alexandru Mikitkov, otro hermano fiel, aprendió la verdad en 1929 en una visita a la ciudad rumana de Iaşi. Su hijo Ivan dice: “Tan pronto como regresó a nuestro pueblo, Ţaul, mi padre empezó a predicar las buenas nuevas, y poco después ya celebrábamos reuniones en casa”.

Ivan prosigue: “Mi padre se mantenía en contacto con la sucursal de Rumania, y de vez en cuando nos visitaban hermanos rumanos de experiencia. En 1931, durante una de tales visitas, mi hermana pequeña murió, lamentablemente. Como mi familia era muy conocida en el pueblo, muchos vecinos asistieron al funeral. El visitante de Rumania, el hermano Vănica, pronunció el discurso, en el cual dio un magnífico testimonio que sirvió para desmentir el rumor esparcido por el clero de que los Estudiantes de la Biblia no celebraban funerales dignos. Es más, con su discurso, que exponía claramente la esperanza de la resurrección, sembró semilla excelente en el corazón de algunos de los presentes. Poco después, estos también defenderían con firmeza la verdad bíblica.

”El estímulo espiritual del hermano Vănica tuvo gran impacto igualmente en mi familia. Por ejemplo, mi hermano mayor, Dumitru, decidió hacerse repartidor (evangelizador de tiempo completo). Puesto que deseaba ayudar a tantas personas como fuera posible, al poco tiempo se marchó de casa para predicar en zonas de Moldavia donde aún no se había llevado el mensaje. Todos en la familia apoyamos por completo su decisión, pero debo admitir que yo echaba muchísimo de menos a mi hermano mayor. Sin embargo, cuánto nos alegrábamos cuando venía a visitarnos y nos contaba las muchas experiencias interesantes que había tenido en el servicio del campo.”

Aumenta la oposición del clero

Los clérigos ortodoxos se habían opuesto a la predicación de las buenas nuevas desde el principio, pero cuando algunos de sus fieles aprendieron la verdad bíblica y se negaron a hacer la señal de la cruz y a bautizar a sus hijos, se enfurecieron.

Ioana Groza tenía unos 10 años cuando el sacerdote ortodoxo del pueblo la presionó para que actuara en contra de sus creencias. Ella recuerda: “Mi padre nos había explicado a mis hermanos y a mí que era antibíblico santiguarse, pero en la escuela, el sacerdote insistía en que lo hiciéramos. Aunque yo le tenía miedo a aquel hombre, también tenía temor de desagradar a mi padre, así que, en vez de ir a la escuela, me escondía en un granero. Varios días más tarde, mi padre lo descubrió, pero no me regañó, sino que me pidió explicaciones con calma. Cuando le expliqué que me daba miedo el sacerdote, me tomó de la mano y nos fuimos directamente a su casa.

”Con tono firme, mi padre le dijo al sacerdote: ‘Si usted fuera quien alimenta, viste y da techo a mi hija, podría decirle lo que debe hacer en cuestiones de religión. Pero como no hace ninguna de esas cosas, no va a interferir en lo que yo le enseño a ella’. Me alegra decir que de ahí en adelante y por el resto de mis días escolares me dejó tranquila.”

Los sacerdotes eran, por lo general, las personas más influyentes de la comunidad. Al igual que los dirigentes religiosos del día de Jesús, utilizaban su influencia para difamar el buen nombre de los siervos de Jehová y así lograr que sus feligreses los menospreciaran o tuvieran miedo de hablar con ellos. Una de las tácticas preferidas del clero consistía en aprovecharse de los odios políticos. Por ejemplo, en aquel entonces la gente miraba con recelo y temor la “amenaza” bolchevique que se cernía sobre el país desde el otro lado de la frontera con la Unión Soviética. De modo que los sacerdotes ortodoxos explotaban dicho temor imputando motivos políticos a los Estudiantes de la Biblia. Decían que estos se negaban a santiguarse porque eran comunistas.

No obstante, ahí no terminaban las maquinaciones de los clérigos. Estos abusaban también de su autoridad incitando a los funcionarios del gobierno a oponerse al pueblo de Dios, tal como hicieron los escribas y fariseos del tiempo de Jesús (Juan 18:28-30; 19:4-6, 12-16).

De 1918 a 1940, Moldavia estuvo bajo el dominio de Rumania, que en aquel entonces era un estado monárquico. El gobierno rumano nombró un ministro de Asuntos Religiosos, quien se doblegó ante el clero ortodoxo y se opuso a la obra de los Estudiantes de la Biblia. Este hombre hizo lo posible por proscribirlos a ellos y sus publicaciones bíblicas. Como era de esperar, los acusó de colaborar con los bolcheviques.

El desprecio oficial hacia el pueblo de Jehová llevó a que el inspector general de Moldavia enviara una orden gubernamental a cierto jefe de policía. El documento, con fecha del 25 de abril de 1925, decía: “En consonancia con la Orden Policial de Seguridad número 17274/925, me complazco en notificarle que el Ministerio del Interior ha decidido prohibir y detener la propaganda de los ‘Estudiantes Internacionales de la Biblia’, por lo que quisiéramos que tomara las medidas necesarias para lograr ese objetivo”.

Las consecuencias que tuvo tal oposición oficial en los hermanos se ponen de manifiesto en un informe enviado por la sucursal de Rumania a la sede mundial el 17 de octubre de 1927. Este decía, en resumen, que se habían prohibido las reuniones de congregación y que ‘cientos de hermanos habían tenido que comparecer ante tribunales militares y civiles’. Y añadía: ‘No se han podido celebrar muchas reuniones durante el verano, pues las congregaciones están sometidas a estrecha vigilancia por parte del servicio secreto y la policía, sobre todo en los pueblos, donde se encuentran casi todas las congregaciones. La mayor parte de las reuniones se han celebrado en los bosques, en lugares muy escondidos’.

El informe proseguía: ‘Desde marzo, la obra de los superintendentes viajantes se ha visto igualmente limitada. Ese mismo mes, el ministro del Interior dio órdenes estrictas y confidenciales de que se buscara a los repartidores y se detuviera a todos esos “propagandistas”. En poco tiempo, casi todos los repartidores fueron encarcelados. Y aunque ni nosotros ni los hermanos tenemos miedo, pues desde los comienzos de la obra en este país hemos sufrido oposición, esta vez el sistema que usan para desbaratar nuestra organización es tan concienzudo que apenas podemos movernos’.

A finales de los años veinte seguía habiendo personas y familias valerosas que abandonaban la Iglesia Ortodoxa y se ponían de parte de la verdad bíblica. Así lo demuestra una carta que el sacerdote del pueblo de Şirăuţi escribió a su superior en 1928. En ella incluía una lista de 43 nombres de adultos y niños de su parroquia, y decía: “Me complazco en adjuntarle una lista con los nombres de los miembros de la secta ‘Estudiantes de la Biblia’. Pese a su empeño, no han tenido ningún éxito. Tampoco tienen iglesia; se reúnen en casas particulares”.

En realidad, la lista de nombres del sacerdote desmentía su afirmación de que los Estudiantes de la Biblia “no [habían] tenido ningún éxito”, ya que la mayor parte de las 43 personas incluidas en ella habían sido miembros de la Iglesia Ortodoxa. Una de las niñas mencionadas en la lista era Agripina Barbuţă, que actualmente tiene más de 80 años de edad y sigue activa en el servicio de Jehová.

En vista de lo difícil que se había vuelto predicar en público, los hermanos concentraron sus esfuerzos en la predicación informal, en particular a los parientes. En aquel entonces se dedicaba mucho tiempo a visitar a los familiares, de modo que los hermanos aprovecharon esa costumbre para difundir las buenas nuevas. Obviamente, ninguna ley podía prohibir que alguien hablara con sus parientes.

Intentos de legalizar la obra

Cuando se proscribió la obra de predicar, en 1925, los hermanos de la sucursal de Cluj-Napoca (Rumania) enviaron un informe mecanografiado de 50 páginas al ministro de Asuntos Religiosos. El documento contenía una breve exposición de nuestras enseñanzas y creencias, y una petición oficial de que se levantara la proscripción. En septiembre de 1927, un hermano obtuvo una audiencia privada con el ministro en tres ocasiones distintas, y salió de la última reunión confiando en que se iba a cambiar la ley para que favoreciera la libertad de culto. Lamentablemente, el gobierno hizo caso omiso de las peticiones de los hermanos. Es más, siguió “forjando penoso afán mediante decreto”, lo que empeoró la situación para el pueblo de Jehová (Sal. 94:20; Dan. 6:5-9). Un documento oficial con fecha del 29 de mayo de 1932 decía que “todo tipo de actividad” de los Estudiantes Internacionales de la Biblia quedaba “terminantemente prohibida”.

Ahora bien, este ataque contra el pueblo de Dios en Rumania y Moldavia no presentaba las características de una campaña unificada y coordinada. Hasta cierto punto, las autoridades de cada región tomaban sus propias decisiones respecto a los Estudiantes de la Biblia. Por consiguiente, los hermanos se dirigían a dichas autoridades a fin de “defender y establecer legalmente las buenas nuevas”, al menos en su zona (Fili. 1:7).

En algunos lugares, tales intentos dieron su fruto. Así sucedió en Bucarest (Rumania) después que la sucursal se mudó de Cluj-Napoca a esa ciudad. En 1933, tras una larga lucha, la sucursal logró por fin que se inscribiera legalmente en Bucarest a la Sociedad de Biblias y Tratados de los Testigos de Jehová.

Cabe señalar que algunos jueces destacados manifestaron abiertamente su desacuerdo con las restricciones impuestas al pueblo de Dios. Por ejemplo, el 8 de mayo de 1935, el Tribunal de Apelaciones de Cluj-Napoca dictaminó con valor que la proscripción de la obra de los testigos de Jehová era anticonstitucional. La sentencia decía, además: “Los folletos confiscados [de los testigos de Jehová] fomentan el amor mutuo y la creencia en Dios y en Cristo. Por tal razón, es falsa la afirmación de que tienen un carácter subversivo; no representan ningún peligro para la seguridad del Estado”.

Se desoye la voz de la razón

No obstante, las autoridades en general siguieron oponiéndose a la obra del pueblo de Dios. Por ejemplo, el 28 de marzo de 1934, el jefe de la Oficina de Seguridad de la ciudad de Soroca (Moldavia) escribió a su superior, el inspector regional de policía de Chisinau, para notificarle que en 1927, en un pueblo cercano a Soroca había ‘solo dos familias adeptas a la secta, pero estas habían convertido a otras 33 familias’. También se quejaba de que los Testigos ‘rechazaban la Iglesia’ y sus “tradiciones y costumbres religiosas”, y que, ‘en vez de solicitar los servicios del sacerdote, rendían culto a su manera’. Concluía así su carta: “[Los Testigos] siguen haciendo nuevos conversos, lo cual representa una amenaza para el orden establecido y la seguridad del Estado”.

El 6 de mayo de 1937, los hermanos de la zona solicitaron por escrito a un alto funcionario del distrito de Soroca que se quitara a los testigos de Jehová de la lista de sectas ilegales. La respuesta oficial quedó clara en la misiva que dicho funcionario recibió del gobernador de ese mismo distrito. La carta, con fecha 15 de junio de 1937, decía: “El Ministerio de Asuntos Religiosos y Artes prohíbe la actividad de los [testigos de Jehová]. Por lo tanto, no podemos satisfacer su petición de que se les saque de la lista de sectas [ilegales], pues siguen fomentando con ahínco los intereses de esa secta”.

El 12 de julio de 1939, la revista oficial del gobierno, Monitorul Oficial, confirmó esa postura hostil al publicar que los testigos de Jehová y cualquier entidad legal que estos utilizaran estaban “terminantemente prohibidos”. Como se mencionó antes, Moldavia estaba entonces bajo la soberanía de Rumania, que era un país ortodoxo oriental gobernado por una monarquía. Por desgracia, muchos funcionarios se dejaron llevar por el prejuicio religioso y dispensaron al pueblo de Jehová un trato mucho peor que el exigido por las prohibiciones oficiales.

El trato brutal de los funcionarios

La experiencia de Dumitru Gorobeţ y Cazimir Cislinschii demuestra que el odio de funcionarios que eran ortodoxos acérrimos avivaba las llamas de la oposición a la obra de evangelizar. Dumitru y Cazimir conocieron la verdad bíblica en el pueblo de Tabani. Sus magníficas cualidades y su celo por el ministerio hicieron que enseguida fueran muy conocidos y queridos por el resto de los hermanos. Pues bien, en 1936 la policía los detuvo y los llevó a la comisaría de la ciudad de Khotin (ahora en Ucrania).

Tras golpearlos con crueldad, intentaron obligarlos a hacer la señal de la cruz. Pero ambos se mantuvieron firmes, a pesar de las sucesivas palizas. Finalmente, la policía desistió e incluso les permitió regresar a su casa. No obstante, esa no fue la última prueba que estos dos hermanos fieles sufrirían. Tanto bajo el régimen fascista como bajo el comunista, Dumitru y Cazimir aguantaron muchas más dificultades por causa de las buenas nuevas. Dumitru falleció a principios de 1976 en Tomsk (Rusia), y Cazimir, en noviembre de 1990 en Moldavia.

En la década de 1930, la sucursal de Rumania supervisaba la obra en Moldavia. Martin Magyarosi, que se había bautizado en 1922, era el siervo de sucursal entonces. La preocupación por los hermanos, sobre todo en vista de las pruebas que estaban atravesando, los impulsó a él y a su yerno, Pamfil Albu, a visitar muchas congregaciones del norte de Moldavia para fortalecer y animar al pueblo de Dios. Tales visitas fueron muy oportunas, pues Europa se convertiría pronto en el epicentro de la II Guerra Mundial, y Moldavia, posesión muy disputada por sus vecinos más poderosos, pasaría de unas manos a otras.

La II Guerra Mundial devasta Europa

El 23 de agosto de 1939, la Unión Soviética y el gobierno nazi de Alemania firmaron un pacto de no agresión. Una semana después, el 1 de septiembre, Alemania invadió Polonia, lo que dio inicio a la II Guerra Mundial. El 26 de junio de 1940, el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Vyacheslav Molotov, exigió al gobierno rumano la entrega incondicional del territorio que la Unión Soviética llamaba Besarabia. Rumania cedió a sus exigencias, y el 28 de junio de 1940 las tropas soviéticas ocuparon Moldavia. En agosto de 1940 se creó la República Socialista Soviética de Moldavia, con Chisinau como capital.

Ahora bien, el dominio soviético fue breve. El 22 de junio de 1941, Alemania violó el pacto de no agresión de 1939 e invadió Rusia. Rumania aprovechó el cambio de circunstancias para declararse a favor de Alemania y tratar de recuperar el territorio que le habían arrebatado los soviéticos.

El plan le salió bien, y el 26 de julio de 1941, el ejército rumano ya había hecho retroceder a los rusos hasta el río Dniéster. Así, tras algo más de un año de control soviético, Moldavia volvió a estar bajo dominio rumano. Esta vez, sin embargo, en Rumania ocupaba el poder un gobierno fascista de ideas muy nacionalistas encabezado por un dictador, el general Ion Antonescu. Bajo su mandato, iniciado en septiembre de 1940, no se toleraría a quienes se mantuvieran neutrales en cuestiones políticas por su lealtad al Reino de Dios.

Pruebas severas bajo el fascismo

El gobierno fascista de Antonescu, que estaba aliado con el de Hitler y las demás potencias del Eje, intentó enseguida imponer su voluntad sobre los testigos de Jehová. Sirva de ejemplo el caso de Anton Pântea, nacido en 1919. Anton, que había conocido la verdad en la adolescencia, se destacaba por su celo en la predicación de casa en casa. En varias ocasiones estuvo a punto de recibir una paliza, pero se libró apelando con valor a su derecho como ciudadano rumano de hablar sobre su fe. Sin embargo, finalmente la policía lo apresó. Unos agentes fascistas se lo llevaron a la comisaría, lo golpearon toda la noche y después, para sorpresa suya, lo dejaron marchar. El hermano Pântea tiene ahora 84 años y sigue resuelto a mantenerse fiel a Jehová.

Otro hermano que demostró su integridad fue Parfin Palamarciuc, que aprendió la verdad bíblica en Moldavia en la década de 1920. También él fue un proclamador celoso de las buenas nuevas, que con frecuencia se ausentaba de su casa varias semanas seguidas para predicar en ciudades y pueblos desde Chernovtsi hasta Lvov, en Ucrania. Como se negó a tomar las armas, en 1942 los fascistas lo detuvieron y le formaron un consejo de guerra en Chernovtsi.

El hijo de Parfin, Nicolae, contó así lo que sucedió después: “El consejo de guerra condenó a muerte a un total de cien hermanos, y la sentencia debía llevarse a cabo con prontitud. Los oficiales los reunieron a todos y escogieron a los primeros diez que iban a fusilar. A continuación les hicieron cavar sus propias tumbas ante la mirada de los noventa restantes. Antes de dispararles, los oficiales les dieron una oportunidad más de renunciar a su fe y alistarse en el ejército. Dos de ellos aceptaron la oferta; los otros ocho fueron ejecutados. Acto seguido, se escogió a diez hermanos más, pero antes de ser fusilados tenían que enterrar a los muertos.

”Mientras echaban tierra en las fosas, llegó un oficial de alto rango, que preguntó cuántos Testigos habían cambiado de opinión. Cuando le dijeron que solo dos, contestó que si debían morir ochenta para que veinte se alistaran, era más rentable enviar a los noventa y dos restantes a campos de trabajos forzados. De modo que les conmutaron la pena de muerte por veinticinco años de trabajos forzados. No obstante, cuando aún no habían transcurrido tres años, las fuerzas soviéticas fueron liberando a los Testigos de los campos rumanos conforme avanzaban. Mi padre sobrevivió a esta dura prueba y a muchas más antes de morir fiel a Jehová en 1984.”

El “delito” de no seguir el rito ortodoxo

Vasile Gherman, un hombre joven casado, fue detenido por los fascistas en diciembre de 1942, poco después de que su esposa diera a luz una niña. Le imputaron dos “delitos”: el de negarse a hacer el servicio militar y el de no haber bautizado a su hija por el rito ortodoxo. Vasile relata lo que sucedió después: “En febrero de 1943, un tribunal militar de Chernovtsi tenía que ver mi caso y el de otros sesenta y nueve hermanos fieles. Antes de que se dictara la sentencia, las autoridades nos obligaron a presenciar la ejecución de seis criminales. Estábamos seguros de que nosotros seríamos los siguientes en recibir la pena de muerte.

”Hablamos del asunto entre nosotros y nos resolvimos a permanecer firmes en la fe y a hacer todo lo posible por mantener el gozo hasta el final. Con la ayuda de Jehová, lo logramos. Cuando, tal como esperábamos, los setenta recibimos la sentencia de muerte, sentimos que estábamos sufriendo por causa de la justicia. Ninguno de nosotros se desalentó, para consternación de nuestros enemigos. Pero luego ocurrió algo sorprendente. Las autoridades ordenaron que se nos conmutara la pena de muerte por veinticinco años de trabajos forzados en el campo de Aiud (Rumania). Sin embargo, ni siquiera esta sentencia se llevó a cabo en su totalidad, pues tan solo dieciocho meses después, en agosto de 1944, el ejército soviético liberó el campo.”

En 1942, los fascistas reclutaron a unos ochocientos hombres del pueblo moldavo de Şirăuţi para el ejército del general Antonescu. Entre ellos se encontraban varios Testigos. Uno de ellos, Nicolae Anischevici, relató: “Primeramente, la policía nos ordenó que participáramos en una ceremonia religiosa. Los Testigos nos negamos y tampoco accedimos a tomar las armas. Como consecuencia, nos acusaron de comunistas y nos detuvieron. Pero antes de encerrarnos, nos permitieron explicar a todos los presentes la razón de nuestra postura neutral.

”Al día siguiente nos trasladaron a Briceni, el centro judicial del distrito. Allí nos desnudaron y nos registraron minuciosamente, tras lo cual un sacerdote de alto rango militar nos interrogó. El hombre, muy amable, se mostró comprensivo con nuestra objeción de conciencia y se encargó de que nos dieran de comer. Es más, escribió que la razón por la que nos negábamos a portar armas era nuestra creencia en Jesús.

”De Briceni nos llevaron a la comisaría de Lipkany, donde unos policías nos golpearon sin piedad hasta entrada la noche. Luego nos metieron en una celda con otros dos hermanos y, sorprendentemente, con una mujer, que resultó ser una espía. Durante varios días recibimos palizas diarias. Por fin, a mí me enviaron a Chernovtsi, donde se me formaría un consejo de guerra. Una vez allí me proporcionaron un abogado, el cual fue de gran ayuda. Aun así, mi salud se había deteriorado tanto debido al maltrato físico que las autoridades militares pensaron que podía morir. De modo que al final decidieron enviarme a casa sin sentenciarme.”

Hermanas valerosas se mantienen íntegras

Las hermanas también fueron objeto de la cólera fascista. Una de ellas fue Maria Gherman (quien no era familia de Vasile Gherman, aunque ambos estaban en la misma congregación). En 1943 se llevaron a Maria a la comisaría de Balasineshty. Ella recuerda: “La policía me detuvo porque me negaba a asistir a los servicios de la Iglesia Ortodoxa. Primero me trasladaron a Lipkany (Moldavia) y luego a Chernovtsi (Ucrania), donde me sentenciaron.

”El juez me preguntó por qué me había negado a ir a la iglesia. Le contesté que yo solo adoraba a Jehová. Por ese ‘delito’, a otras veinte hermanas y a mí nos condenaron a veinte años de prisión. A algunas nos metieron en una celda pequeña que estaba atestada, pues además de nosotras había otras treinta reclusas. Durante el día, sin embargo, a mí me enviaban a realizar labores domésticas a casas de gente rica. Debo decir que estas personas me trataron mejor que los funcionarios de la prisión; por lo menos me daban suficiente comida.

”Con el tiempo contactamos con los Testigos varones, que estaban en otra sección del complejo penitenciario. Dicho contacto fue muy beneficioso, pues pudimos ayudarles a obtener alimento tanto espiritual como material.”

Como muchos otros Testigos moldavos, estas hermanas se mantuvieron íntegras ante la ira fascista. Sin embargo, su fe iba a verse sometida a un nuevo ataque, esta vez de parte de la siguiente potencia que dominaría la región: la Rusia comunista.

La táctica soviética: la deportación

En 1944, cuando la guerra ya tocaba a su fin y Alemania iba perdiendo, diversos elementos del gobierno rumano encabezados por el rey Miguel I derrocaron el régimen de Antonescu. Rumania entonces rompió sus vínculos con las potencias del Eje y se alió con Rusia. Ese mismo año, el ejército soviético recuperó el control de la región, y Moldavia quedó nuevamente integrada en la Unión Soviética como la República Socialista Soviética de Moldavia.

Al principio, los dirigentes comunistas de Moldavia dejaron tranquilos a los testigos de Jehová. Pero el respiro fue breve. La neutralidad cristiana, que implicaba también la negativa a votar en las elecciones locales del partido, enseguida se convirtió en una cuestión candente. El sistema soviético no toleraba la neutralidad política, de modo que el gobierno decidió poner fin al problema deportando a los testigos de Jehová junto con otros “indeseables” a partir de 1949.

Cierto documento oficial exponía “la decisión del politburó del Comité Central del Partido Comunista” con respecto a quienes debían ser deportados de la República Socialista Soviética de Moldavia. Entre ellos se encontraban “anteriores terratenientes, comerciantes destacados, cómplices activos de los invasores alemanes, anteriores colaboradores de la policía alemana y rumana, miembros de partidos y organizaciones pro fascistas, miembros de la Guardia Blanca, miembros de sectas ilegales y las familias de los que pertene[cieran] a las mencionadas categorías”. Todos ellos debían ser enviados al oeste de Siberia “por tiempo indefinido”.

En 1951 comenzó una segunda campaña de deportaciones, pero esta vez se concentró únicamente en los testigos de Jehová. El propio Stalin ordenó dicha deportación, que recibió el nombre de Operación Norte. Más de setecientas veinte familias de Testigos —unas dos mil seiscientas personas— fueron enviadas de Moldavia a Tomsk, población situada a unos 4.500 kilómetros de distancia, en el oeste de Siberia.

Las instrucciones oficiales decían que debía concederse tiempo a los deportados para que recogieran sus efectos personales antes de llevarlos a los trenes. Además, los vagones tenían que estar “acondicionados para el transporte humano”. La realidad fue muy distinta.

En mitad de la noche llegaba un grupo de hasta ocho soldados y oficiales a la casa de una familia de Testigos. Los despertaban y les mostraban la orden de deportación. Entonces les daban solo unas cuantas horas para recoger todo lo que pudieran antes de llevárselos a los trenes.

Los vagones del tren resultaron ser de carga. En cada uno de ellos, las autoridades apiñaron hasta 40 personas de todas las edades para el viaje de dos semanas. No había asientos ni aislamiento térmico de ningún tipo. El retrete era un agujero en un rincón del vagón. Antes de deportar a los hermanos, los funcionarios locales tenían que anotar en un registro las posesiones de cada uno de ellos. Pero por lo general solo anotaban objetos de poco valor; los artículos más valiosos “desaparecieron”.

A pesar de todas estas injusticias y dificultades, los hermanos no perdieron nunca su gozo cristiano. Cuando en algún lugar coincidían trenes que transportaban Testigos, se oían cánticos del Reino en otros vagones. De ese modo, los hermanos de cada tren sabían que no eran los únicos a quienes se deportaba, sino que cientos de hermanos cristianos más estaban en la misma situación. Al verse y escucharse unos a otros reflejando su gozo en circunstancias tan difíciles, se animaban y se resolvían aún más a mantenerse fieles a Jehová, pasara lo que pasara (Sant. 1:2).

Fe ejemplar

Uno de los deportados moldavos en Siberia fue Ivan Mikitkov. A Ivan lo detuvieron por primera vez en 1951 y lo enviaron, junto con otros Testigos, a Tomsk. Una vez allí, le asignaron el trabajo de cortar árboles en la taiga siberiana. Aunque no estaba confinado en un campo, tenía limitada su libertad de movimiento, y la policía secreta lo vigilaba de cerca. Aun así, él y sus hermanos espirituales aprovechaban toda oportunidad para dar testimonio.

Ivan cuenta: “En este nuevo entorno tan difícil, logramos organizarnos en congregaciones e incluso empezamos a producir nuestras propias publicaciones. Andando el tiempo, algunas de las personas a quienes predicamos aceptaron la verdad y se bautizaron. No obstante, las autoridades se percataron de nuestras actividades y acabaron por enviar a varios de nosotros a campos de trabajos forzados.

”A mis compañeros Pavel Dandara, Mina Goraş y Vasile Şarban y a mí nos sentenciaron a doce años de trabajos forzados bajo supervisión estricta. Las autoridades confiaban en que con estas condenas tan severas los demás hermanos se asustarían y dejarían de predicar, pero no fue así. Sin importar adónde nos enviaran, seguíamos dando testimonio. En 1966 me liberaron tras cumplir toda mi condena, y regresé a Tomsk, donde permanecí tres años.

”En 1969 me mudé a la cuenca del Donets, donde conocí a Maria, una fiel y celosa hermana que se convirtió en mi esposa. Me detuvieron nuevamente en 1983 y esta vez recibí una sentencia doble: cinco años de prisión y otros cinco de deportación. De más está decir que esta sentencia me resultó más dura que la anterior, pues implicó separarme de mi esposa y mi hijo, quienes sufrieron muchas penalidades. Afortunadamente, no tuve que cumplir toda la condena. En 1987 me liberaron, después que Mijaíl Gorbachov fue nombrado secretario general del Partido Comunista Soviético. Me permitieron regresar a Ucrania y, más adelante, a Moldavia.

”Cuando volví a Bălţi, la segunda ciudad de Moldavia, había en ella 370 publicadores y 3 congregaciones. Hoy cuenta con más de 1.700 publicadores y 16 congregaciones.”

“¿Quieres acabar como Vasile?”

Los directores de los campos de trabajos forzados y los agentes del KGB (Comité de Seguridad del Estado soviético) recurrían a métodos crueles con el fin de debilitar la integridad de los hermanos. Constantin Ivanovici Şobe relata lo que le sucedió a su abuelo, Constantin Şobe: “En 1952, mi abuelo cumplía condena en un campo de trabajos forzados del distrito de Chita, al este del lago Baikal, en Siberia. Los oficiales del campo amenazaron con matarlos a él y a los demás Testigos si no renunciaban a su fe.

”Como los hermanos se negaron, los sacaron del campo y los agruparon cerca de un bosque. Ya estaba oscureciendo cuando se llevaron al bosque a Vasile —el mejor amigo de mi abuelo— tras anunciar que lo iban a fusilar. Los hermanos esperaron angustiados y, poco después, un par de disparos rompieron el silencio vespertino.

”Los guardias regresaron y condujeron al siguiente Testigo, mi abuelo, al bosque. Se adentraron con él unos metros hasta llegar a un claro donde se habían cavado varias sepulturas. El oficial al mando señaló a la única que ya estaba cubierta de tierra y volviéndose hacia mi abuelo le preguntó: ‘¿Quieres acabar como Vasile, o volver con tu familia como hombre libre? Tienes dos minutos para decidirte’. Mi abuelo no los necesitó, sino que inmediatamente le respondió: ‘Hace muchos años que conocía a Vasile, el hombre a quien usted ha matado. Ahora espero con ansias reunirme con él cuando resucite en el nuevo mundo. Tengo plena confianza en que yo estaré en el nuevo mundo junto con Vasile. Pero usted, ¿estará allí?’.

”Desconcertado con esa respuesta, el oficial se llevó a mi abuelo y a los demás Testigos de regreso al campo. Y resultó que mi abuelo no tuvo que esperar a la resurrección para ver a Vasile. Todo había sido un cruel montaje para quebrantar la fortaleza de los hermanos.”

La propaganda comunista causa el efecto contrario

En un intento de despertar odio y sospecha hacia los testigos de Jehová, los comunistas produjeron libros, folletos y películas que los calumniaban. Uno de tales folletos se titulaba Doble fondo, nombre que aludía al compartimiento secreto que los hermanos construían en el fondo de las maletas y bolsos a fin de ocultar publicaciones. Nicolai Voloşanovschi recuerda que el comandante de su campo trató de utilizar dicho folleto para humillarlo frente a los demás presos.

Él cuenta: “El comandante del campo reunió a todos los reclusos en un barracón y empezó a citar pasajes del folleto Doble fondo, incluidos algunos que contenían difamaciones sobre mi persona. Cuando terminó, le pedí permiso para hacer unas preguntas. Probablemente pensó que eso le daría la oportunidad de burlarse de mí, pues accedió.

”Dirigiéndome al comandante, le pregunté si recordaba la primera vez que me había interrogado, a mi llegada al campo de trabajo. Él contestó que sí. Entonces le pregunté si recordaba las preguntas que me había hecho con respecto a mi país de origen, ciudadanía, etc., mientras llenaba mis papeles de ingreso en el campo. De nuevo respondió que sí. Incluso les dijo a los reclusos cuáles habían sido mis respuestas. A continuación le pedí que dijera lo que él había escrito realmente en los formularios. El comandante admitió que había escrito algo distinto de lo que yo le había contestado. Entonces me volví a los presos y les dije: ‘Ya ven. Así mismo fue como se escribió ese folleto’. Los presos aplaudieron y el comandante salió enfurecido del barracón.”

El plan de dividir para vencer

En la década de 1960, las autoridades soviéticas, frustradas, idearon nuevos métodos con el fin de causar divisiones entre los testigos de Jehová. El libro The Sword and the Shield (La espada y el escudo), publicado en 1999, saca a la luz algunos de los documentos antes secretos del KGB que se encontraban en los archivos del gobierno. Dice en parte: “Los altos mandos del KGB que dirigían ‘la lucha contra los jehovistas’ [testigos de Jehová] se reunieron en marzo de 1959 y acordaron que la mejor estrategia era ‘seguir aplicando medidas de represión junto con medidas de desintegración’. El KGB se propuso dividir, desmoralizar y desprestigiar a los sectarios, así como detener a sus principales dirigentes imputándoles cargos falsos”.

Una de las “medidas de desintegración” fue una campaña destinada a sembrar desconfianza entre los hermanos de toda la Unión Soviética. Con ese fin, los agentes del KGB empezaron a esparcir rumores según los cuales varios hermanos destacados habían empezado a colaborar con los servicios de seguridad del Estado. Tan hábilmente disfrazaban sus mentiras, que muchos Testigos comenzaron a preguntarse en quién podían confiar.

Otro de sus ardides consistía en preparar agentes especiales para que se hicieran pasar por testigos de Jehová “activos” y trataran de obtener puestos de responsabilidad en la organización. Una vez alcanzado el objetivo, los espías mantenían bien informados a sus superiores. Además, el KGB abordó en secreto a Testigos verdaderos para intentar sobornarlos con sumas elevadas de dinero a fin de que cooperaran.

Lamentablemente, esas artimañas lograron, hasta cierto punto, dividir a los hermanos, incluidos los de Moldavia. El resultado fue que se creó un ambiente de sospecha. Algunos hermanos se apartaron de la organización y formaron un grupo disidente que llegó a conocerse como “la oposición”.

Antes de que eso sucediera, los hermanos de la Unión Soviética llamaban “el canal” a la organización de Jehová, el alimento espiritual que esta producía y los hermanos responsables que nombraba. Pero ahora los hermanos no sabían qué pensar sobre dicho canal. ¿Cómo aclararían la confusión? Sorprendentemente, lo lograron gracias al Estado soviético. En efecto, los propios conspiradores ayudaron a resolver los problemas que ellos mismos habían creado. Veamos cómo.

No tuvieron en cuenta el espíritu de Dios

A principios de la década de 1960, las autoridades soviéticas reunieron a muchos “cabecillas” Testigos de toda la nación en un campo de trabajos forzados situado a unos 150 kilómetros de la ciudad de Saransk (república de Mordvinia, en el oeste de Rusia). Anteriormente, tales hermanos estaban separados por enormes distancias, lo que dificultaba la comunicación y fomentaba los malentendidos. Pero ahora estaban todos juntos, de forma que los que pertenecían a la llamada “oposición” y los demás podían hablar cara a cara y así diferenciar lo real de lo ficticio. ¿Por qué juntaron las autoridades a todos aquellos hermanos? Al parecer, creían que de ese modo se producirían enfrentamientos entre ellos, lo cual los dividiría aún más. Pero el plan, aunque ingenioso, no tenía en cuenta el efecto unificador del espíritu de Jehová (1 Cor. 14:33).

Uno de los hermanos presos en Mordvinia fue Gheorghe Gorobeţ, quien recuerda: “Poco después de mi detención e ingreso en la penitenciaría, recluyeron con nosotros a un hermano que se había relacionado con la oposición. Cuando este vio que los hermanos responsables seguían presos, se sorprendió, pues le habían dicho que todos estaban libres como pájaros y que vivían como ricos a expensas del KGB”.

El hermano Gorobeţ prosigue: “Durante mi primer año en la prisión recluyeron por motivos religiosos a más de setecientas personas, la mayoría de ellas testigos de Jehová. Todos los hermanos trabajábamos juntos en una fábrica, lo que nos brindó la oportunidad de hablar con quienes se habían unido al grupo disidente. El resultado fue que durante 1960 y 1961 se aclararon muchos asuntos. En 1962, el Comité del País que supervisaba la obra en la Unión Soviética redactó desde el interior de ese mismo campo de trabajo una carta dirigida a todas las congregaciones de la nación, la cual contribuyó a reparar gran parte del daño causado por la campaña de mentiras del KGB”.

Identificación del canal verdadero

El hermano Gorobeţ fue liberado del campo de trabajo en junio de 1964 y regresó a Moldavia enseguida. Cuando llegó a Tabani, descubrió que muchos hermanos todavía abrigaban dudas en cuanto a quiénes estaba usando Jehová para alimentar y guiar a su pueblo. Varios Testigos leían únicamente la Biblia.

En vista de lo anterior, se formó un comité de tres hermanos espiritualmente maduros para ayudar a aclarar la situación. Una de las primeras medidas que tomaron fue visitar las congregaciones del norte de Moldavia, donde vivían la mayoría de los Testigos. La fidelidad constante de estos y otros superintendentes cristianos frente a la fuerte persecución convenció a muchos de que Jehová seguía usando la misma organización que les había enseñado la verdad.

A finales de los años sesenta, al KGB le quedó claro que la persecución y las demás tácticas no habían frenado la predicación. El libro The Sword and the Shield dice sobre la reacción de ese organismo: “Al Centro [KGB] le perturbaron los informes según los cuales, aunque estuvieran recluidos en campos de trabajo, ‘los líderes y las autoridades de la secta de Jehová no renunciaban a sus creencias subversivas y seguían llevando a cabo su obra de Jehová’. En noviembre de 1967 se reunieron en [Chisinau] los oficiales encargados de las operaciones en contra de los testigos de Jehová a fin de encontrar nuevas medidas ‘que detuvieran la obra subversiva de los sectarios’ y su ‘sublevación ideológica’”.

Hostigados por ex hermanos

Lamentablemente, hubo hermanos que se dejaron engañar por esas “nuevas medidas” y le hicieron el juego al KGB. Algunos habían sucumbido a la codicia o al temor al hombre; otros eran ex hermanos que les cobraron odio a los Testigos. Las autoridades empezaron a utilizar a tales individuos en un intento de quebrantar la integridad de los fieles. Los hermanos que habían aguantado las penalidades de la cárcel y los trabajos forzados dijeron que el hostigamiento de esos ex Testigos, algunos de los cuales se habían vuelto apóstatas, fue una de las peores pruebas que tuvieron que afrontar.

Muchos apóstatas provenían de la oposición antes mencionada. Al principio, ese grupo se componía en parte de hermanos a los que las mentiras del KGB sencillamente habían confundido. Pero entre quienes seguían en la oposición a finales de los años sesenta había varios que demostraron tener el espíritu perverso de la clase del esclavo malo. Haciendo caso omiso de la advertencia de Jesús, empezaron “a golpear a sus coesclavos” (Mat. 24:48, 49).

Ahora bien, pese a la presión continua del KGB y sus secuaces, el plan de dividir al pueblo de Dios para vencerlo fracasó. Cuando a principios de la década de 1960 varios hermanos fieles emprendieron la labor de reunificar a la organización en Moldavia, casi todos los hermanos moldavos formaban parte de la oposición. Pero en 1972, la inmensa mayoría de ellos colaboraba de nuevo lealmente con la organización de Jehová.

Un perseguidor apreciativo

Los Testigos fieles que permanecieron en Moldavia durante la era comunista siguieron predicando lo mejor que pudieron. Daban testimonio informalmente a familiares, amigos y compañeros de estudios y de trabajo, aunque con precaución, pues muchos dirigentes del partido en Moldavia eran fanáticos defensores de la ideología comunista. No obstante, no todos los comunistas despreciaban a los testigos de Jehová.

Simeon Voloşanovschi recuerda: “La policía registró nuestra casa y confiscó muchas publicaciones, las cuales el oficial al mando anotó en una lista. Más tarde, este hombre regresó con la lista y me pidió que la verificara. Mientras la repasaba, observé que faltaba una revista La Atalaya que hablaba de cómo lograr felicidad en la vida familiar. Le pregunté por la revista y, algo avergonzado, me contestó: ‘¡Ah!, es que me la llevé a casa para leerla con mi familia’. ‘¿Y les gustó lo que leyeron?’, le pregunté. ‘¡Claro que sí! ¡Nos encantó!’, respondió”.

Disminuye la oposición y continúa el aumento

Durante la década de 1970, las autoridades comunistas abandonaron su política de detener y deportar a los siervos de Jehová. Con todo, siguieron apresando y juzgando a algunos hermanos por predicar o asistir a las reuniones cristianas. Las condenas, sin embargo, eran menos severas.

Al igual que en otros lugares, en Moldavia se instituyó el sistema de ancianos en el año 1972. Gheorghe Gorobeţ recuerda: “La hermandad vio en el nuevo sistema otra prueba más de la actuación del espíritu de Jehová y lo aceptó con entusiasmo. Además, el aumento en la cantidad de hombres nombrados ayudó a las congregaciones moldavas a crecer espiritual y numéricamente”.

Para entonces, los hermanos ya habían adquirido mucha experiencia en la organización de la obra de predicar y en la impresión clandestina de las publicaciones bíblicas. Cuando se inició la oposición comunista, se imprimían publicaciones en dos puntos de Moldavia, y durante las varias décadas de persecución intensa, en ambos lugares se trabajó solo de noche. Por consiguiente, los operarios llevaban dos vidas: una diurna, realizando sus actividades normales como cualquier otro ciudadano, y otra nocturna, trabajando hasta la madrugada para producir publicaciones para las congregaciones.

La situación cambió, sin embargo, al disminuir la oposición y la vigilancia de las autoridades. Ahora se podían utilizar con mayor eficacia las imprentas clandestinas y asignar más voluntarios para la labor, lo que llevó a un aumento de la producción.

Los hermanos también mejoraron las técnicas de impresión. Por ejemplo, empezaron a usar plantillas especiales que podían prepararse con máquina de escribir. Además, modificaron las prensas para que imprimieran por ambos lados del papel simultáneamente. Todos esos adelantos aumentaron la producción aún más. Atrás quedaron los tiempos en que tenían que copiar a mano las publicaciones para el estudio de la Biblia.

Al disponer de más publicaciones, los hermanos dedicaban más tiempo al estudio personal de la Biblia, lo cual, aunado a la notable mejora de la comunicación entre ellos, ayudó a eliminar cualquier vestigio de la anterior confusión. Sin embargo, tales mejoras eran solo un anticipo de las cosas buenas que le esperaban al pueblo de Jehová en Moldavia.

Crecimiento de la adoración verdadera

Aunque en el auge de su poder el comunismo soviético era un goliat político y militar, no pudo acabar con la adoración verdadera. De hecho, con su programa de deportación, los soviéticos ayudaron sin darse cuenta a difundir las buenas nuevas a algunas de las “parte[s] más distante[s] de la tierra” (Hech. 1:8). Jehová había prometido mediante Isaías: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito [...]. Esta es la posesión hereditaria de los siervos de Jehová, y su justicia proviene de mí” (Isa. 54:17). ¡Qué ciertas han resultado ser esas palabras!

En 1985 se produjo un cambio de gobierno que hizo que la vida fuera mucho más fácil para los testigos de Jehová de la Unión Soviética. La policía secreta dejó de vigilarlos y ya no se les multó más por asistir a reuniones religiosas. Si bien los hermanos de Moldavia siguieron reuniéndose como de costumbre en grupos de diez personas o menos, empezaron a valerse de ocasiones especiales, como bodas y funerales, para celebrar pequeñas asambleas de circuito.

En el verano de 1989, la obra de evangelizar cobró ímpetu con la celebración de tres asambleas internacionales en las ciudades polacas de Chorzów (cerca de Katowice), Poznań y Varsovia, asambleas a las que asistieron cientos de representantes moldavos. Para estos hermanos fieles, acostumbrados a reunirse clandestinamente en grupos pequeños, fue muy estimulante encontrarse en medio de muchedumbres internacionales de Testigos gozosos que adoraban en unidad a Jehová.

Los hermanos moldavos recibieron otra bendición espiritual en 1991, cuando por primera vez en la historia teocrática de su país pudieron celebrar abiertamente asambleas de circuito. En el año 1992 tuvo lugar otro acontecimiento importante: una asamblea internacional en San Petersburgo (Rusia). A esta asamblea asistió una cantidad aún mayor de representantes moldavos que a las tres celebradas en Polonia en 1989. En efecto, Jehová había abierto las compuertas de los cielos y había empezado a derramar una bendición tras otra sobre sus siervos leales y apreciativos.

Curso para los superintendentes viajantes

Al haber más libertad, también aumentó la comunicación entre el Comité del País que supervisaba la obra en la Unión Soviética y los superintendentes viajantes. En diciembre de 1989, estos hermanos espiritualmente maduros, cuya cifra ascendía a 60, asistieron a un curso de capacitación en Lvov (Ucrania). Todos los presentes habían aguantado condenas en prisiones y campos de trabajos forzados, así como otros tipos de persecución, de modo que la asistencia a dicho curso les reportó gran gozo y fortaleza. Muchos de ellos ya se habían hecho buenos amigos durante aquellos tiempos difíciles.

Cuatro de los superintendentes viajantes que asistieron al curso procedían de Moldavia. A su regreso, estos hermanos transmitieron a las congregaciones los sabios consejos recibidos en Lvov, sobre todo los concernientes a la predicación. Por ejemplo, exhortaron a los hermanos a seguir predicando la Palabra de Dios discretamente, pese a las nuevas libertades de que disfrutaban (Mat. 10:16). ¿Por qué era aún preciso tener cautela? Porque, estrictamente hablando, la obra seguía proscrita.

Necesidad urgente de Salones del Reino

Desde los inicios de la predicación en Moldavia, los hermanos entendían que era necesario contar con sus propios lugares de reunión. De hecho, en 1922, los Estudiantes de la Biblia del pueblo de Corjeuţi construyeron con sus recursos un local al que llamaron “casa de reuniones” y que les fue muy útil por muchos años.

A finales de la década de 1980, cuando la oposición oficial empezó a disminuir significativamente, numerosos pueblos y ciudades tenían congregaciones con varios centenares de publicadores, que se reunían en grupos pequeños en casas particulares. ¿Había llegado el momento de comenzar a construir Salones del Reino? Para averiguarlo, los hermanos se dirigieron a las autoridades de varios pueblos.

Algunos de tales funcionarios fueron muy cooperadores. Así sucedió en Feteşti, una población de 3.150 habitantes ubicada al norte de Moldavia. En enero de 1990, los hermanos de Feteşti se reunieron con el alcalde, y este les dijo que en su pueblo podía considerarse la obra libre de restricciones oficiales. A los hermanos, aún recelosos, sus palabras les parecieron difíciles de creer. Por consiguiente, le pidieron permiso para reformar la casa de un hermano de modo que los 185 publicadores de la congregación pudieran usarla como Salón del Reino, aunque les resultara algo pequeño.

El alcalde aprobó la solicitud y los hermanos pusieron manos a la obra. No obstante, enseguida tropezaron con un serio problema. Para seguir adelante con su proyecto, debían quitar una pared, pero si lo hacían, probablemente la casa se vendría abajo. De modo que las obras se interrumpieron de súbito. ¿Qué podían hacer? Decidieron abordar de nuevo al alcalde a fin de explicarle la situación, y para su regocijo, este les autorizó la construcción de un Salón del Reino nuevo. La congregación entonces se entregó de lleno a la labor, y en solo veintisiete días terminaron el edificio.

A fin de que todos cupieran en el nuevo Salón del Reino, la Congregación Feteşti se dividió en dos. Ahora bien, en vista de que muchos de los nuevos publicadores no estaban bautizados, ¿por qué no incluir un bautismo en el programa de dedicación? Los hermanos decidieron hacerlo así, de modo que después del discurso de bautismo, todos los asistentes se desplazaron hasta un río cercano, donde 80 personas simbolizaron su dedicación a Jehová.

Pero había otras muchas congregaciones que necesitaban con urgencia un Salón del Reino. Algunas de ellas decidieron construir algo similar a lo que veían en las fotos de las publicaciones. Así pues, hicieron un fondo común y, valiéndose de grandes dosis de ingenio, se pusieron a trabajar. Y no fueron casos aislados. Entre 1990 y 1995, los hermanos construyeron más de treinta Salones del Reino, todos ellos con mano de obra y dinero locales.

Algunos Salones del Reino se utilizaron asimismo para asambleas de circuito. No obstante, la asistencia era tan numerosa que muchos tenían que escuchar el programa desde el exterior. Por lo tanto, los hermanos empezaron a pensar en la posibilidad de construir un Salón de Asambleas. Y una vez más, actuaron con rapidez. En 1992 construyeron en tan solo tres meses el primer Salón de Asambleas de Moldavia, un edificio de 800 localidades ubicado en el pueblo de Corjeuţi. Al año siguiente, utilizando de nuevo sus propios recursos y mano de obra, los Testigos construyeron en Feteşti un Salón de Asambleas con capacidad para 1.500 personas.

La construcción de todos esos edificios se realizó en un momento muy oportuno, pues con los cambios políticos y la crisis económica que se produjeron a mediados de la década de 1990, la moneda moldava sufrió una rápida devaluación. Como consecuencia, el dinero que a principios de dicha década invertían los hermanos en la construcción de un Salón del Reino completo no les bastaba unos cuantos años después ni para costear las sillas.

Construcción de Salones del Reino en el sur

A diferencia de las congregaciones del norte de Moldavia, las del sur contaban con pocos Salones del Reino. De ahí que en los años noventa, cuando la obra experimentó un rápido crecimiento, a muchas congregaciones recién formadas del sur les costara trabajo encontrar lugares de reunión adecuados. Hasta entonces habían usado escuelas públicas, pero cada vez resultaba más difícil alquilarlas.

Sin embargo, Jehová acudió de nuevo en ayuda de los hermanos mediante Su organización. Justo cuando más se necesitaba, el Cuerpo Gobernante suministró por medio del Fondo para Salones del Reino el dinero para construir salones en países como Moldavia, donde las congregaciones no disponen de muchos recursos.

Los hermanos han hecho buen uso de tales fondos. Sirva de ejemplo el caso de Chisinau. En 1999 no había ni un solo Salón del Reino en la capital. Pero en julio de 2002 ya se habían edificado diez, los cuales utilizaban 30 de las 37 congregaciones de la ciudad, y se estaban construyendo otros tres.

Por fin se les reconoce legalmente

El 27 de agosto de 1991, Moldavia se convirtió en una república independiente. Como la proscripción de la obra de los testigos de Jehová era de origen soviético, quedó invalidada. No obstante, los 4.000 Testigos que había entonces en el país todavía no estaban inscritos oficialmente como organización religiosa.

Tras recibir las debidas instrucciones del Cuerpo Gobernante, la oficina de Moldavia solicitó de inmediato el reconocimiento legal de la obra a las agencias gubernamentales pertinentes, y la nueva administración acogió bien la petición. Los trámites burocráticos se prolongaron cierto tiempo, pero el 27 de julio de 1994, la oficina por fin recibió el documento oficial de la inscripción.

Fue, sin duda, una fecha muy memorable para los testigos de Jehová de Moldavia. Después de aguantar seis décadas de proscripciones, persecución y encarcelamiento, podían adorar a Jehová y predicar las buenas nuevas libremente. También podían celebrar ya sus propias asambleas de distrito, de modo que al mes siguiente de obtener el reconocimiento legal, en agosto de 1994, los testigos de Jehová se reunieron en el estadio más grande de Chisinau para celebrar la primera asamblea de distrito del país. ¡Qué emocionados estaban los hermanos!

Ampliación de Betel

En 1995, la cantidad de publicadores del Reino ya superaba los diez mil. Aunque una oficina pequeña de Chisinau se ocupaba de ciertos aspectos de la obra en Moldavia, la supervisión general estaba a cargo de la sucursal de Rusia, situada a 2.000 kilómetros. Sin embargo, la sucursal de Rumania se hallaba a solo 500 kilómetros, y la mayoría de los moldavos hablaba rumano. De hecho, se había adoptado el rumano como idioma oficial de la república. Así pues, tras sopesar todos los factores, el Cuerpo Gobernante recomendó que la sucursal de Rumania supervisara la obra en Moldavia.

Mientras tanto, la oficina de Chisinau, que no era más que un pequeño apartamento, empezaba a estar sobrecargada de trabajo a causa del crecimiento constante. Era obvio que había llegado el momento de formar una familia Betel. Entre sus primeros miembros se contaron Ion y Iulia Rusu. El hermano Rusu había servido de superintendente de circuito sustituto de 1991 a 1994. Otro betelita, Gheorghe Gorobeţ, fue superintendente de distrito hasta que recibió la nueva asignación. Este hermano viajaba todos los días a Betel, pues vivía fuera de sus instalaciones. Guenther y Rosaria Matzura, graduados de la clase 67 de Galaad, llegaron el 1 de mayo de 1996, tras haber servido varios años en Rumania.

A medida que aumentaba la cantidad de publicadores, se necesitaban más trabajadores de Betel. Pero el espacio de que disponían era limitado. De hecho, en 1998, el hogar Betel de Moldavia estaba repartido entre cinco apartamentos de la ciudad. Por consiguiente, se empezó a buscar un lugar conveniente donde construir un solo complejo de edificios que albergara el hogar Betel. Las autoridades de Chisinau gentilmente ofrecieron a los hermanos un solar de 3.000 metros cuadrados en pleno centro de la ciudad, el cual ellos aceptaron agradecidos. Pensando en la posibilidad de ampliar las instalaciones en un futuro, compraron también una propiedad colindante.

Se contrató una empresa local para construir el armazón, y los voluntarios internacionales y los hermanos moldavos hicieron el resto del trabajo. La construcción se inició en septiembre de 1998, y solo catorce meses después, la familia Betel se mudó a su nuevo hogar, muy contenta de estar por fin todos juntos.

El programa de dedicación del nuevo Betel se celebró el 16 de septiembre de 2000 y contó con la asistencia de invitados de once países. Al día siguiente, Gerrit Lösch, del Cuerpo Gobernante, dirigió la palabra a más de diez mil personas en el estadio deportivo de la ciudad. Todos los presentes sintieron los cálidos vínculos de amor que unen al pueblo de Jehová por toda la Tierra.

La familia Betel de Moldavia se compone actualmente de veintiséis miembros. Algunos de ellos, como David y Miriam Grozescu, llegaron de otros países para servir en calidad de betelitas en servicio extranjero. Otros, como Enno Schlenzig, asistieron a la Escuela de Entrenamiento Ministerial en su país y aceptaron una asignación extranjera en Moldavia. De forma que la familia Betel, aunque de tamaño reducido, cuenta con hermanos de varias nacionalidades.

Preparación para trabajar en la cosecha

Durante las décadas de proscripciones y persecución, el pueblo de Jehová en Moldavia había dado a conocer las buenas nuevas a otras personas con discreción y, claro está, de modo informal. Pero había llegado el momento de predicar abiertamente de casa en casa y en las calles. Los hermanos, muy obedientes, empezaron a participar con diligencia en esas facetas del ministerio. La predicación en las calles, sobre todo, se volvió muy popular. Pero al ir creciendo el número de publicadores, se hizo necesario proceder con más equilibrio. Se animó a las congregaciones a concentrarse en la obra de casa en casa, y lo hicieron fielmente.

Los publicadores ahora se percataban como nunca antes del anhelo de verdadero alimento espiritual que tenían sus vecinos. Para satisfacer dicha necesidad, la organización de Jehová suministró a las congregaciones las ediciones en rumano y ruso de las revistas La Atalaya y ¡Despertad!, así como otras ayudas para el estudio bíblico. Al mismo tiempo, los publicadores se esforzaron por mejorar la calidad de su servicio poniendo en práctica las presentaciones sugeridas en Nuestro Ministerio del Reino. De igual modo, aprovecharon bien la preparación progresiva que recibían en la Escuela del Ministerio Teocrático.

Una serie de hermanos maduros y experimentados del extranjero también brindaron ayuda, especialmente en el aspecto organizativo. Como armazones que sostienen parras, o vides, llenas de fruto, estos ayudantes competentes y serviciales de otros países han proporcionado apoyo y estabilidad a las congregaciones.

Un período de rápido crecimiento

El rápido crecimiento que ha experimentado la cifra de discípulos en Moldavia se hace patente en la capital, Chisinau, cuya población asciende a 662.000 personas. En enero de 1991, antes de que los testigos de Jehová recibieran el reconocimiento oficial, en Chisinau había solo dos congregaciones con un total de 350 publicadores. Pero en enero de 2003 ya tenían 37 congregaciones con más de 3.870 publicadores. En cierta congregación, en un período de solo nueve meses hubo 101 estudiantes de la Biblia que se hicieron publicadores. Con un incremento tan veloz, no es raro que las congregaciones de la ciudad se dividan después de solo dos años, aproximadamente.

En agosto de 1993, Moldavia contaba con 6.551 publicadores. Pero en marzo de 2002, la cifra había aumentado a 18.425, lo que supone un 280% de crecimiento en nueve años. En ese mismo período, la cantidad de precursores regulares pasó de 28 a 1.232.

De vicealcalde a precursor

Entre las personas que han conocido a Jehová se cuentan muchos ex comunistas, algunos de los cuales incluso ocupaban puestos políticos. Un ejemplo de ello es Valeriu Mârza, anterior vicealcalde de Soroca, ciudad de 39.000 habitantes. Cuando se organizaban desfiles para ocasiones especiales, Valeriu estaba entre los dignatarios a quienes los participantes saludaban al pasar frente a la tribuna. Así pues, era una persona muy conocida en la ciudad.

Con el tiempo, no obstante, Valeriu empezó a estudiar la Biblia y se bautizó. ¿Cómo reaccionaban sus vecinos cuando les predicaba? “Casi todo el mundo me invitaba a pasar —dice el hermano Mârza—, y eso me brindaba excelentes oportunidades de predicar. Mi esposa y yo descubrimos que nuestra ciudad era un territorio muy fructífero.” Al poco tiempo lo nombraron precursor especial, y él y su esposa también sirvieron un año en Betel. Ahora tienen el privilegio de participar en la obra de circuito.

Los precursores brindan ayuda

Aunque Moldavia posee una de las mejores proporciones de publicador por habitantes de Europa, sigue habiendo muchos pueblos y ciudades pequeñas sin ningún Testigo. No obstante, las dificultades económicas impiden que la mayoría de los publicadores y precursores sirvan donde hay mayor necesidad. Para asegurarse de que las buenas nuevas lleguen a todo el territorio, la sucursal de Rumania ha nombrado casi cincuenta precursores especiales en Moldavia. Más de veinte de ellos se han beneficiado de la instrucción de la Escuela de Entrenamiento Ministerial, de la que se han celebrado cursos en Rumania, Rusia y Ucrania.

Estos evangelizadores diligentes están obteniendo resultados excelentes. Por ejemplo, cuando la pareja de precursores especiales Serghei y Oxana Zighel fueron asignados a Căuşani en 1995, en la población había solo un grupo de quince publicadores. Los Zighel ayudaron a los hermanos a empezar un gran número de estudios bíblicos nuevos. También manifestaron un celoso espíritu de precursor, el cual llevó a que muchos se les unieran en el servicio de tiempo completo. Ahora Căuşani tiene dos congregaciones con un total de 155 publicadores, lo que significa que en solo siete años la cifra se ha multiplicado por diez. Mientras tanto, los Zighel han emprendido la obra de circuito, con la cual pueden ayudar a muchas más congregaciones.

Libertad, pero no exenta de problemas

La gobernación humana, sin importar la forma que adopte, conlleva problemas. Bajo la monarquía rumana, la dictadura fascista y el gobierno comunista, el pueblo de Jehová de Moldavia tuvo que afrontar la oposición del clero, proscripciones, persecución y deportación. Hoy en día, los testigos de Jehová, al igual que sus vecinos, tienen que hacer frente a las dificultades económicas, que a menudo obligan a ambos padres a entrar en el mercado laboral. Para otros, el problema estriba en encontrar trabajo.

Al mismo tiempo, el materialismo y la decadencia moral han hecho sentir sus efectos en la población, lo que ha llevado a un aumento del delito y la corrupción. ¿Pueden los siervos de Jehová salir victoriosos frente a todas esas amenazas sutiles para su espiritualidad? Claro que sí. La experiencia les ha enseñado que Jehová nunca abandona a sus leales, quienes acuden a él cuando se les presentan pruebas y tentaciones (2 Tim. 3:1-5; Sant. 1:2-4).

La situación actual recuerda lo que dice el capítulo 14 de Revelación, donde se habla de dos cosechas simbólicas. Una de ellas es la de “la vid de la tierra”, una cosecha mala que, tal como se profetizó, prolifera durante estos últimos días (Rev. 14:17-20; Sal. 92:7). Pero pronto esa “vid”, junto con todo su fruto podrido, será desarraigada y arrojada “en el gran lagar de la cólera de Dios”. ¡Cuánto desean los siervos de Jehová que llegue ese día!

Mientras tanto, los cristianos ungidos y sus compañeros se regocijan por su prosperidad espiritual. En efecto, la “viña de vino espumante” de Jehová seguirá produciendo una abundancia de nutritivo alimento espiritual para atraer a las personas mansas como ovejas. ¿Por qué estamos tan seguros? Porque Jehová mismo protege su preciosa viña (Isa. 27:2-4). ¡Qué bien se ha percibido dicha protección en Moldavia! Es cierto que los ardides de Satanás —sea la persecución, la deportación, la propaganda difamatoria o los falsos hermanos— han causado dificultades al pueblo de Dios, pero nunca lo han derrotado en sentido espiritual (Isa. 54:17).

Verdaderamente, “feliz es el hombre que sigue aguantando la prueba, porque al llegar a ser aprobado recibirá la corona de la vida, que Jehová prometió a los que continúan amándolo” (Sant. 1:12). Teniendo presentes esas inestimables palabras, que la historia de los testigos de Jehová de Moldavia nos impulse a ‘continuar amando’ a Jehová, a seguir “aguantando la prueba” y a seguir “llevando mucho fruto” (Juan 15:8).

[Nota]

^ párr. 6 Siempre que el contexto lo permita, a partir de ahora utilizaremos el nombre Moldavia para referirnos a las regiones históricas de Besarabia y Moldavia. No obstante, debe tenerse en cuenta que las actuales fronteras moldavas no coinciden exactamente con las de las antiguas Besarabia y Moldavia. Por ejemplo, una sección de Besarabia pertenece hoy a Ucrania, y parte de la región de Moldavia, a Rumania.

[Ilustración y recuadro de la página 71]

Bodega de Rusia y Europa oriental

Los largos veranos y los fértiles suelos de Moldavia resultan ideales para la producción de vino, un arte con milenios de tradición. La vinicultura de la región aumentó a finales del siglo III a.E.C. gracias a los vínculos que se establecieron con los griegos, y en el siglo II E.C., a raíz de los tratos con los romanos.

En la actualidad, el vino es el principal producto agrícola de Moldavia, cuyas bodegas —cerca de ciento treinta— elaboran 140.000.000 de litros anuales. Alrededor del 90% de esta cantidad se exporta, sobre todo a Rusia y Ucrania, que reciben el 80% y el 7%, respectivamente.

[Recuadro de la página 72]

Información general

Territorio: En el centro y el norte del país se alternan mesetas de abundante vegetación con estepas, o llanuras cubiertas de hierba. En el sur predominan las tierras llanas dedicadas al cultivo.

Población: El grupo étnico moldavo constituye dos tercios de la población. Otros grupos son, en orden de mayor a menor, el ruso, el ucraniano, el gagauzo, el búlgaro y el judío. La mayoría de los habitantes de Moldavia pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Oriental.

Idioma: El rumano es el idioma oficial. Muchos moldavos hablan también ruso, sobre todo en las ciudades, lo que ha dado lugar a un bilingüismo generalizado.

Recursos económicos: Los pilares de la economía son la agricultura y la elaboración de productos alimenticios. La industria manufacturera se encuentra en fase de desarrollo.

Alimentación: Entre los cultivos del país se encuentran la vid, el trigo, el maíz, la remolacha azucarera y el girasol. La ganadería es principalmente bovina y porcina.

Clima: Las temperaturas oscilan entre los 4 °C bajo cero en enero y los 21 °C en julio. En términos generales, el clima es templado, con inviernos relativamente suaves y precipitaciones que están en torno a los 500 milímetros anuales.

[Recuadro de las páginas 83 a 85]

Ejemplos destacados de neutralidad cristiana

George Vacarciuc: En diciembre de 1942, los fascistas llamaron a filas a George, que se había criado como testigo de Jehová. Por negarse a tomar las armas, durante dieciséis días lo tuvieron encerrado en una celda totalmente a oscuras y con muy poco que comer. Cuando salió, las autoridades lo volvieron a llamar y le prometieron revocar su sentencia —que aún no le habían leído— si hacía lo que le habían ordenado. De nuevo se negó.

Por ello fue condenado a veinticinco años de prisión, pero no llegó a cumplirlos, pues el 25 de septiembre de 1944 fue liberado por las tropas soviéticas. No obstante, menos de dos meses después, los soviéticos trataron de reclutarlo. Como no estaba dispuesto a actuar en contra de su conciencia educada por la Biblia, lo sentenciaron a diez años de trabajos forzados en varios campos. Durante doce meses, su familia no supo de su paradero. El 5 de diciembre de 1949, tras haber cumplido cinco años de condena, fue liberado. George regresó a su hogar, en Corjeuţi, y fue fiel hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 1980.

Parfin Goreacioc: Parfin nació en 1900 y durante los años 1925 a 1927 se familiarizó con las enseñanzas bíblicas en el pueblo de Hlina. Él y sus hermanos Ion y Nicolae aprendieron la verdad gracias a Damian y Alexandru Roşu, los primeros Estudiantes de la Biblia de aquel lugar.

En 1933, a Parfin y a otros Testigos los arrestaron y los llevaron a la ciudad de Khotin, donde, tras interrogarlos, los multaron por predicar. En 1939, por instigación del sacerdote del pueblo, condujeron a Parfin a la comisaría de la vecina población de Ghilavăţ. Una vez allí, los agentes de policía lo ataron boca abajo a la base de madera de una cama y lo golpearon repetidamente en la planta de los pies.

Cuando los fascistas llegaron al poder, Parfin fue de nuevo detenido y encarcelado. Ese mismo año lo liberaron los soviéticos, pero ellos mismos lo volvieron a detener por negarse a realizar el servicio militar. Lo tuvieron varios meses preso en Chisinau y finalmente lo pusieron en libertad.

En 1947, los soviéticos arrestaron de nuevo a Parfin y esta vez lo sentenciaron a ocho años de exilio por predicar el Reino de Dios. En 1951, sus hijos fueron deportados a Siberia, pero no se reunieron con su padre. De hecho, nunca más lo volvieron a ver. Parfin enfermó gravemente mientras seguía deportado y en 1953 murió, habiéndose mantenido fiel hasta el fin.

Vasile Pădureţ: Nacido en 1920 en Corjeuţi, Vasile aprendió la verdad en 1941, durante la era fascista, de modo que también él sufrió a manos de los fascistas y de los soviéticos. A estos últimos les dijo con valor: “No disparé contra los bolcheviques y tampoco voy a matar fascistas”.

Por su objeción de conciencia basada en la Biblia, Vasile fue condenado a diez años de trabajos forzados en un campo soviético. Sin embargo, posteriormente le redujeron la sentencia a cinco años y pudo regresar a su casa el 5 de agosto de 1949. Cuando lo detuvieron por tercera vez, ya había comenzado la Operación Norte; así que el 1 de abril de 1951, Vasile y su familia se montaron en el vagón de carga que los conduciría a Siberia. Tras cinco años en esa región, les permitieron regresar a Corjeuţi (Moldavia). Vasile murió fiel a Jehová el 6 de julio de 2002, mientras se preparaba este informe.

[Ilustración y recuadro de las páginas 89 y 90]

“No cambiaría mi vida de servicio [...] por nada”

Ion Sava Ursoi

Año de nacimiento: 1920

Año de bautismo: 1943

Otros datos: Fue superintendente de circuito durante la era comunista.

Nací en Caracuşeni (Moldavia) y conocí la verdad antes del estallido de la II Guerra Mundial. En 1942 murió mi esposa, y cuando me hallaba en el funeral, una muchedumbre me echó del cementerio. ¿Por qué? Por haber cambiado de religión. Ese mismo año, el gobierno fascista intentó reclutarme para el ejército, pero yo me negué, pues deseaba mantenerme neutral en cuestiones políticas. Aunque fui sentenciado a muerte, posteriormente me conmutaron la pena capital por una de veinticinco años de cárcel. Me fueron trasladando de un campo de trabajo a otro hasta que, estando preso en Craiova (Rumania), llegó el ejército soviético y nos liberó.

Apenas había saboreado la libertad cuando los comunistas me volvieron a encarcelar. Esta vez me enviaron a la ciudad rusa de Kalinin. Dos años después, en 1946, me dejaron regresar a mi pueblo, donde ayudé a reorganizar la predicación. En 1951, los soviéticos me detuvieron de nuevo y en esta ocasión me deportaron junto con muchos otros Testigos a Siberia. No regresé a casa hasta 1969.

Cuando reflexiono en mi pasado, recuerdo muchas situaciones en las que Jehová me dio fuerzas para mantenerme íntegro. No cambiaría mi vida de servicio al Creador por nada en el mundo. Ahora sufro las limitaciones que imponen la vejez y la mala salud. Pero la esperanza segura de la vida en el nuevo mundo, donde mi cuerpo recuperará su vigor juvenil, hace que esté aún más resuelto a no “desist[ir] de hacer lo que es excelente” (Gál. 6:9).

[Ilustración y recuadro de las páginas 100 a 102]

Tengo mucho que cantar

Alexandra Cordon

Año de nacimiento: 1929

Año de bautismo: 1957

Otros datos: Sufrió persecución bajo el régimen soviético y en la actualidad es publicadora de congregación.

Mi amor por el canto me ayudó a descubrir la verdad y, posteriormente, a permanecer firme ante las pruebas de fe. Mi historia comienza en la década de 1940, cuando, siendo adolescente, conocí a un grupo de jóvenes del pueblo de Corjeuţi que pasaban su tiempo libre cantando cánticos del Reino y hablando de la Biblia. Las verdades espirituales que aprendí en aquellas conversaciones y mediante los cánticos me causaron un gran impacto.

Enseguida me hice publicadora de las buenas nuevas, y, como consecuencia, en 1953 me detuvieron junto con otros diez Testigos. Mientras esperaba el juicio, estuve presa en Chisinau. Para mantener la fortaleza espiritual durante mi estancia en la penitenciaría, entonaba cánticos del Reino, lo cual irritaba a uno de los carceleros.

—Estás en la cárcel —me dijo en una ocasión—. Este no es lugar para ponerse a cantar.

—He cantado toda mi vida —le contesté— y ahora no voy a dejar de hacerlo. Aunque a mí me tengan encerrada, no pueden cerrarme la boca. Mi corazón es libre y amo a Jehová, así que tengo mucho que cantar.

Me sentenciaron a veinticinco años de trabajos forzados en un campo de la ciudad de Inta, cerca del círculo polar ártico. Durante los cortos meses de verano, los demás Testigos y yo trabajábamos en los bosques cercanos, y de nuevo los cánticos del Reino, muchos de los cuales nos sabíamos de memoria, nos ayudaron a mantenernos espiritualmente fuertes y a sentirnos libres en nuestro interior. Además, los guardias de este lugar, a diferencia del de Chisinau, nos animaban a cantar.

Estuve en el campo de Inta tres años, tres meses y tres días, hasta que salí libre gracias a una amnistía. Como todavía no me permitían regresar a Moldavia, me fui a Tomsk (Rusia), donde me reuní con mi esposo, que también había estado preso. Llevábamos cuatro años separados.

Al haber estado recluida, aún no había podido simbolizar mi dedicación a Jehová mediante el bautismo. Les dije a los hermanos de Tomsk que me quería bautizar y, como varios habían expresado el mismo deseo, enseguida programaron un bautismo. Puesto que la obra estaba proscrita, decidieron celebrarlo de noche, en el lago de un bosque cercano.

A la hora acordada salimos de Tomsk y nos fuimos introduciendo en el bosque en parejas para no despertar sospechas. Cada pareja tenía que seguir a la que le precedía hasta llegar al lago. Al menos ese era el plan. Por desgracia, las dos hermanas mayores que iban delante de mi compañera y de mí se desviaron de la ruta. Nosotras las seguimos, los que teníamos detrás nos siguieron a nosotras, y así sucesivamente. Al poco rato, diez de nosotros andábamos a tropezones en la oscuridad, empapados hasta los huesos por el roce con la maleza mojada y temblando de frío. Como sabíamos que por la zona merodeaban osos y lobos, nos imaginábamos todo tipo de encuentros con ellos. Estábamos tan tensos que cualquier ruido extraño nos sobresaltaba.

Dándome cuenta de lo importante que era no ceder al pánico ni rendirse, sugerí que nos quedáramos quietos y silbáramos una melodía del Reino, con la esperanza de que los demás nos oyeran. También oramos intensamente. Es fácil imaginarse nuestra alegría cuando en medio de aquella oscuridad escuchamos a lo lejos la misma melodía. ¡Los hermanos nos habían oído! De inmediato encendieron una linterna para que pudiéramos dirigirnos hacia ellos. Poco después nos sumergimos en las gélidas aguas del lago, pero estábamos tan felices que apenas notamos el frío.

Ahora tengo 74 años y estoy de nuevo en Corjeuţi, donde conocí la verdad. A pesar de mi edad avanzada, aún tengo mucho que cantar, sobre todo para alabar a nuestro Padre celestial.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 104 a 106]

Intenté seguir el ejemplo de mis padres

Vasile Ursu

Año de nacimiento: 1927

Año de bautismo: 1941

Otros datos: Fue siervo de congregación y trabajó en la producción clandestina de publicaciones.

Mis padres, Simeon y Maria Ursu, se bautizaron en 1929. Yo era el mayor de sus cinco hijos. Durante el período fascista, los detuvieron a ambos y los sentenciaron a veinticinco años de trabajos forzados por su neutralidad. Los hermanos de la cercana congregación de Corjeuţi se encargaron de mis hermanos y de mí, así como de nuestra granja, de modo que nunca nos faltó comida. Nuestra abuela, que ya era mayor y no estaba en la verdad, también colaboró en tales cuidados. En ese entonces yo tenía 14 años.

El buen ejemplo que recibí de mis padres me impulsó a hacer todo lo posible por cuidar de la espiritualidad de mis hermanos. Con ese objetivo, los despertaba temprano todos los días para comentar juntos algún pasaje de nuestras publicaciones bíblicas. No siempre querían levantarse, pero yo no les daba otra opción, pues comprendía la importancia de tener buenos hábitos de estudio. Como resultado, cuando en 1944 nuestros padres fueron liberados mucho antes de terminar de cumplir la condena y regresaron a casa, se alegraron mucho de ver lo saludables que estábamos en sentido espiritual. ¡Qué reencuentro tan feliz tuvimos! No obstante, nuestra felicidad fue breve.

Al año siguiente, los soviéticos detuvieron a mi padre y lo recluyeron en Norilsk (Siberia), población situada más arriba del círculo polar ártico. Tres años después me casé con Emilia, una hermana dinámica y espiritual a quien conocía bien, ya que habíamos crecido prácticamente juntos. Pero solo un año después de la boda nos arrestaron a mi madre y a mí. Nos enviaron a Chisinau, donde nos sentenciaron a veinticinco años de trabajos forzados. Emilia se hizo cargo con mucho amor de mis hermanos, quienes en esta ocasión quedaban privados no solo de sus padres, sino, además, de su hermano mayor.

Con el tiempo me enviaron a las minas de carbón del infame campo de trabajo de Vorkutá, al norte del círculo polar ártico. Dos años más tarde, en 1951, Emilia, mis tres hermanos y mi hermana fueron deportados a Tomsk, en Siberia occidental. En 1955, Emilia pidió que la trasladaran a Vorkutá para estar conmigo. Allí tuvo a la primera de nuestros tres hijos, una niña a la que pusimos el nombre de Tamara.

En septiembre de 1957 se declaró una amnistía y nos liberaron, pero un mes después me volvieron a detener. Esta vez me sentenciaron a siete años en un campo de trabajo de Mordvinia, cerca de Saransk (Rusia), donde ya había muchos hermanos y más aún habrían de llegar. Nuestras esposas aprovechaban las visitas que nos hacían en el campo para introducir furtivamente un suministro constante de publicaciones, las cuales agradecíamos muchísimo. En diciembre de 1957, Emilia se mudó a Kurgan (Siberia occidental) para cuidar de nuestra hija, Tamara, que había quedado a cargo de mis suegros. Aunque eso supuso estar separados siete años, era la única manera de evitar que enviaran a Tamara a una institución estatal.

En 1964 me liberaron, pero no me permitieron regresar a mi hogar, en Moldavia. Si bien mis movimientos aún estaban oficialmente restringidos, pude reunirme con mi mujer y mi hija en Kurgan, donde serví de conductor del estudio de libro en la congregación. En 1969 nos trasladamos a Krasnodar, en el Cáucaso. Tras servir ocho años en ese lugar, nos mudamos a Chirchik (Uzbekistán), donde trabajé en la impresión clandestina. En 1984 nos permitieron por fin regresar a Moldavia y nos instalamos en Tighina, una ciudad de 160.000 habitantes con solo dieciocho publicadores. Con el paso de los años, este grupito ha crecido hasta convertirse en nueve congregaciones con casi mil publicadores y precursores.

¿Lamento haber pasado tantos años en campos de trabajos forzados y prisiones por servir al Señor? De ningún modo. Siempre tuve muy claro, aun siendo un joven de 14 años recién bautizado, que, o se ama a Dios, o se ama al mundo. Como yo había decidido servir a Jehová, no estaba dispuesto a renegar de mi fe (Sant. 4:4).

[Ilustraciones]

Izquierda: Vasile Ursu

Extremo izquierdo: Vasile con su esposa, Emilia, y su hija, Tamara

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 108 a 110]

Un niño me conmovió con una flor

Valentina Cojocaru

Año de nacimiento: 1952

Año de bautismo: 1997

Otros datos: Maestra durante el régimen soviético. Enseñaba el ateísmo en sus clases.

En 1978 trabajaba de maestra de preescolar en Feteşti (Moldavia) y era de ideología atea. En una reunión del personal docente nos pidieron que nos concentráramos en los niños Testigos a fin de inculcarles el ateísmo. La idea me pareció magnífica, de modo que empecé a buscar formas creativas de llegar al corazón de mis alumnos Testigos. Finalmente se me ocurrió un plan que, a mi juicio, era perfecto.

Les pedí a los alumnos que delimitaran dos parcelas pequeñas de terreno. En una tenían que plantar flores, regarlas y arrancar la mala hierba. Pero la otra no debían tocarla, ya que, según les dije, pertenecía a Dios. Él mismo se ocuparía de atenderla. Los chicos acogieron la tarea con entusiasmo. Plantaron las flores, las regaron y desyerbaron su terreno. Mientras tanto, “el jardín de Dios” se llenó de mala hierba, como era de esperar.

Un día de sol radiante reuní a todos los alumnos frente a las dos parcelitas. Después de elogiarlos por su buen trabajo, inicié mi argumentación, que había preparado cuidadosamente. “¿Se dieron cuenta de que Dios no ha hecho nada en su parcela? —les pregunté—. ¿Verdad que está claro que no pertenece a nadie?”

Los niños asintieron a mis palabras, tras lo cual rematé mi razonamiento diciendo: “Miren, la parcela está así porque Dios solo existe en la imaginación de la gente. De modo que, si él no existe, ¿cómo va a cuidar las flores o cualquier otra cosa?”.

Mientras hablaba, observaba la reacción de los pequeños, y me di cuenta de que uno de ellos, hijo de Testigos, se estaba inquietando cada vez más. Al final ya no pudo contenerse. Corrió hacia un campo cercano, cortó un diente de león y me lo trajo. “Si Dios no existe, ¿quién hizo crecer esta flor? —me preguntó—. Ninguno de nosotros la cuidó.” Su lógica me impactó. En mi interior reconocía que tenía razón.

A causa de mi educación comunista, tardé varios años en dar el siguiente paso: examinar la Biblia. No obstante, en 1995 me dirigí a los Testigos de mi población y les pedí un estudio. Me dio mucha alegría enterarme de que uno de mis antiguos alumnos era ahora uno de mis maestros.

Aunque debo admitir que el sistema comunista me proporcionó una buena formación, no me enseñó las lecciones más importantes de la vida. Hoy día, gracias a Jehová y a un niño valiente, puedo utilizar tanto mis conocimientos bíblicos como los académicos para ayudar a otras personas a darse cuenta de que Dios existe y de que se interesa profundamente en su creación humana.

[Ilustración y recuadro de las páginas 113 a 115]

Nacida en el exilio

Lidia Sevastian

Año de nacimiento: 1954

Año de bautismo: 1995

Otros datos: Fue criada por su madre Testigo y su padre no creyente, pero perdió el contacto con los testigos de Jehová y no lo recuperó sino hasta muchos años después.

Mi madre y mi abuela se hicieron testigos de Jehová a principios de la década de 1940. Mi padre, aunque era un buen hombre, no aceptó la verdad bíblica en aquel entonces. En 1951, mi madre tenía dos hijos y estaba embarazada de gemelos. En abril de ese año, las autoridades trataron de separar a nuestra familia. Mientras mi padre estaba en el trabajo, se llevaron a mi madre —que estaba a punto de dar a luz— y a mis hermanos mayores, y los montaron en un tren con dirección a Siberia. Pero mi madre se las arregló para enviar un mensaje a mi padre, quien se dirigió a casa rápidamente. Pese a no ser Testigo, él también se montó en el tren y se fue al exilio junto con su familia.

Durante el viaje a Siberia permitieron a mi madre quedarse por un tiempo en la ciudad de Asino para dar a luz a los gemelos. Los demás tuvieron que proseguir hasta el distrito de Tomsk, donde mi padre buscó alojamiento y fue asignado a trabajar junto con los hermanos. Unas semanas después, mi madre y sus gemelos recién nacidos se reunieron con el resto de la familia. Tristemente, los bebés murieron debido a las condiciones infrahumanas en que vivía la familia.

No obstante, en el exilio les nacieron a mis padres otros cuatro hijos, entre ellos mi hermano gemelo y yo. Durante ese tiempo, mi padre cuidó lealmente de todos nosotros. En 1957 nos permitieron por fin regresar a nuestro pueblo de origen. Mi madre siguió inculcándonos principios bíblicos en el corazón, aunque la policía secreta la tenía vigilada.

Mi padre, por su parte, se preocupaba ante todo de que recibiéramos una buena educación académica. De modo que a la edad de 16 años me fui a Chisinau para estudiar en la universidad. Posteriormente me casé y me mudé a Kazajstán, donde quedé apartada no solo de mis padres, sino también de la organización de Jehová. En 1982 regresé a Chisinau y enseguida empecé a buscar una congregación del pueblo de Jehová, pero fue en vano. Durante ocho años sentí que era la única persona en la ciudad que quería adorar a Jehová.

Un día, mientras estaba en la parada del autobús, oí a dos mujeres hablar de Jehová. Me acerqué un poco más para oírlas mejor, pero cambiaron de tema, pues pensaron que era una agente del KGB. Luego empezaron a caminar y yo las seguí. Ellas se alarmaron, como es lógico, de modo que las alcancé rápidamente y, después de un rato, logré convencerlas de mi sinceridad. Por fin se cumplía mi sueño de relacionarme con la organización de Jehová. Lo único triste fue que mi esposo se opuso a mi decisión.

Para entonces ya teníamos dos hijos. En 1992 me operaron de la columna vertebral y tuve que estar inmóvil seis meses en una cama de hospital. En esa etapa deprimente de mi vida sucedió algo maravilloso: mi hijo, Pavel, se puso de parte de Jehová y se bautizó en la asamblea internacional de Kiev, en 1993. Con el tiempo me recuperé lo suficiente como para poder caminar de nuevo, así que en 1995 yo también simbolicé mi dedicación a Jehová.

En la actualidad, muchos miembros de mi familia son Testigos, por lo cual estoy agradecida a Jehová y a mi madre, cuyo ejemplo de perseverancia siempre tuve presente. En cuanto a mi maravilloso y leal padre, tengo la satisfacción de decir que antes de morir, también él se hizo siervo de Jehová.

[Ilustración y recuadro de las páginas 117 y 118]

Nuestros sacrificios son insignificantes comparados con el de Jehová

Mihai Ursoi

Año de nacimiento: 1927

Año de bautismo: 1945

Otros datos: Perseguido tanto por los fascistas como por los comunistas.

Me hice publicador de las buenas nuevas en 1941. En 1942, con 15 años de edad, se esperaba que recibiera preparación militar en la escuela. En las paredes del aula colgaban cuadros del rey rumano Miguel I, el general Antonescu y la virgen María. Cuando los alumnos entrábamos en el aula, teníamos que inclinarnos ante tales cuadros y santiguarnos. Otros dos estudiantes y yo nos negamos a hacerlo.

Por tal razón, la policía nos golpeó cruelmente. Pasamos la noche en la escuela, y a la mañana siguiente nos mandaron a Corjeuţi, donde nos volvieron a golpear. De Corjeuţi nos llevaron a unos cuantos lugares más antes de hacernos caminar hasta un lugar a 100 kilómetros de distancia donde se nos formaría un consejo de guerra. Cuando llegamos, me sangraban los pies. Al final me enviaron a casa sin haber recibido sentencia, seguramente debido a que era muy joven.

Cuando tenía 18 años, las autoridades soviéticas me llamaron a filas. De nuevo me negué a renunciar a mi neutralidad, por lo que recibí una paliza brutal, al igual que mi amigo Gheorghe Nimenco, quien, de hecho, murió seis semanas después a consecuencia de las lesiones. En esta ocasión también me mandaron de regreso a casa, supongo que por mi edad. En 1947, los soviéticos me volvieron a detener y esta vez me amenazaron con fusilarme si me negaba a hacer el servicio militar. Pero, en lugar de matarme, me dejaron incomunicado dos meses, tras lo cual me enviaron a realizar trabajos forzados en la construcción del canal Volga-Don. Era una labor muy peligrosa que se cobró numerosas vidas. En una ocasión estuve a punto de lesionarme en un accidente en el que murieron muchos prisioneros. Después de eso me devolvieron a Moldavia.

Andando el tiempo me casé. En 1951 me deportaron junto con mi esposa, Vera, que estaba embarazada, a la taiga siberiana. Viajamos primero en tren y luego en barco hasta esa enorme región boscosa subártica, donde me pusieron a cortar árboles. Vera y yo compartíamos una cabaña con otras dieciséis familias. Afortunadamente, en 1959 nos permitieron regresar a Moldavia.

A lo largo de esos difíciles años hubo varias cosas que me fortalecieron, y lo siguen haciendo aún. Una ha sido el ejemplo de fe de mi hermano Ion (véase la pág. 89). Él fue condenado a muerte y, aun antes de saber que le conmutarían la pena, se negó a transigir. También me fortalece reflexionar en cómo Jehová siempre ha cuidado de mí y de mi esposa durante las pruebas que hemos aguantado por su nombre. Con todo, nuestros sacrificios son insignificantes en comparación con lo que Jehová hizo al enviar a su Hijo para que ofreciera su vida a fin de redimirnos. Reflexionar en esa extraordinaria dádiva me ayuda a afrontar cada día con gozo.

[Ilustración y recuadro de las páginas 121 a 123]

Sentí el tierno cuidado de Jehová

Mihailina Gheorghiţa

Año de nacimiento: 1930

Año de bautismo: 1947

Otros datos: Fue correo y traductora durante los años de la proscripción.

En 1945 aprendí la verdad y empecé a predicar con gran satisfacción las buenas nuevas en mi pueblo natal de Glodeni y en el pueblo vecino de Petrunya. Como daba testimonio en la escuela, no quisieron darme el diploma que me correspondía. Aun así, yo estaba encantada de poder utilizar mi educación académica para traducir las publicaciones bíblicas del rumano y el ucraniano al ruso.

Poco después de mi bautismo me sorprendieron traduciendo y me sentenciaron a veinticinco años de trabajos forzados en un campo de Vorkutá, al norte del círculo polar ártico, donde ya había muchas hermanas. Pese a las condiciones tan duras en que vivíamos, todas seguimos predicando. También nos las arreglamos para conseguir publicaciones. Llegamos incluso a hacer algunas copias en el campo para nuestro uso.

Un día conocí a una joven a quien las autoridades habían detenido porque pensaron que era Testigo. Yo le aconsejé que examinara la Palabra de Dios, pues Jehová tiene el poder de liberar a su pueblo, si es su voluntad. Finalmente accedió a estudiar la Biblia y llegó a ser nuestra hermana. Poco después salió en libertad del campo sin haber cumplido totalmente la condena.

Más adelante me trasladaron a Karaganda (Kazajstán), y el 5 de julio de 1956 también me liberaron a mí. Me marché a Tomsk, donde conocí a Alexandru Gheorghiţa, que había estado preso seis años por su fe. Nos casamos y los dos seguimos predicando en el vasto territorio de Siberia, conscientes de que la policía secreta aún nos vigilaba. Después nos mudamos a Irkutsk, al oeste del lago Baikal, donde continuamos produciendo publicaciones de forma clandestina. Posteriormente servimos también en Bishkek (Kirguizistán). Aunque predicábamos con mucha cautela, al final capturaron a Alexandru y lo sentenciaron a diez años de prisión.

Mientras Alexandru estaba pendiente de juicio, el fiscal me dijo que podía ir a visitarlo a la cárcel. Como normalmente no se permitía hacerlo, le pregunté por qué tenía esa consideración conmigo. “Ustedes son una pareja joven y tienen un hijo —me respondió—. Tal vez reconsideren su decisión.” Entonces le dije que hacía mucho tiempo que Alexandru y yo habíamos decidido servir a Jehová y que estábamos resueltos a serle siempre fieles. Él contestó: “Hasta su Biblia indica que un perro vivo está en mejor situación que un león muerto” (Ecl. 9:4). “Es cierto —repuse—, pero la clase de perro vivo que usted menciona no heredará el nuevo mundo de Dios.”

Alexandru cumplió su condena de diez años de cárcel y otro año más de arresto domiciliario. Tras su liberación nos mudamos a Kazajstán y luego a Uzbekistán para ayudar en la obra de predicar. En 1983 regresamos finalmente a Moldavia, felices de haber tenido el incomparable privilegio de ayudar a personas de corazón recto de muchos lugares a conocer a Jehová.

Mirando hacia atrás, reconozco que mi vida no siempre ha sido fácil. Pero lo mismo es cierto de mis vecinos no Testigos. También ellos han tenido que afrontar muchos problemas. La diferencia es que nuestro sufrimiento ha sido por causa de las buenas nuevas, así que hemos sentido el tierno cuidado de Jehová. Además, nosotros sabemos que tras las pruebas nos aguarda un futuro glorioso y eterno.

[Ilustraciones y tabla de las páginas 80 y 81]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Moldavia: datos históricos

1891: C. T. Russell visita Kishinev, Besarabia (ahora Chisinau, Moldavia).

1895

1921: El informe anual indica que han aceptado la verdad bíblica más de doscientas personas.

1922: Se construye la primera “casa de reuniones” moldava en Corjeuţi.

1925: Se prohíbe la obra de los Estudiantes de la Biblia.

1930

1940: Rumania le cede a la URSS Besarabia, que pasa a llamarse República Socialista Soviética de Moldavia.

1941: Rumania recupera Moldavia. El fascismo y la histeria de la guerra desencadenan la persecución de los Testigos.

1944: La URSS retoma Moldavia. Continúa la persecución.

1949: Los soviéticos empiezan a deportar a los testigos de Jehová y a otras personas.

1951: Stalin inicia la Operación Norte.

Década de 1960: El KGB intenta crear problemas y divisiones en el seno del pueblo de Dios.

1965

1989: Los Testigos disfrutan de mayor libertad religiosa. Representantes moldavos asisten a las asambleas de Polonia.

1991: La República Socialista Soviética de Moldavia se convierte en la República de Moldavia. Se celebran las primeras asambleas de circuito. Reciben la primera visita de zona de un representante de la sede mundial.

1994: Se inscribe legalmente a los testigos de Jehová. Se celebra la primera asamblea de distrito en Chisinau.

2000

2000: Se dedica un nuevo hogar Betel en Chisinau.

2003: Hay 18.473 publicadores activos en Moldavia.

[Ilustración]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

20.000

10.000

1895 1930 1965 2000

[Mapas de la página 73]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

UCRANIA

MOLDAVIA

Briceni

Tabani

Lipkany

Şirăuţi

Corjeuţi

Ţaul

Feteşti

Soroca

Bălţi

Petrunya

CHISINAU

Căuşani

Río Dniéster

Río Prut

RUMANIA

Iaşi

[Ilustraciones a toda plana de la página 66]

[Ilustración de la página 74]

Ilie Groza, uno de los primeros Testigos moldavos

[Ilustración de la página 75]

Tudor Groza

[Ilustración de la página 78]

Ioana Groza

[Ilustraciones de la página 92]

Parfin Palamarciuc y su hijo Nicolae

[Ilustración de la página 93]

Vasile Gherman

[Ilustración de la página 94]

Nicolae Anischevici

[Ilustración de la página 95]

Maria Gherman

[Ilustraciones de la página 96]

Vagones en los que se transportó a los Testigos a Siberia

[Ilustración de la página 98]

Ivan Mikitkov

[Ilustración de la página 99]

Constantin Şobe

[Ilustraciones de la página 107]

Nicolai Voloşanovschi y el folleto Doble fondo

[Ilustración de la página 111]

Gheorghe Gorobeţ

[Ilustración de la página 126]

Salón de Asambleas de Feteşti

[Ilustración de la página 131]

Comité del País de Moldavia (de izquierda a derecha): David Grozescu, Anatolie Cravciuc y Tiberiu Kovacs