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República Democrática del Congo

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‘Somos como granos de maíz africano en un saco. Allá donde se nos esparce, llega la lluvia y nos multiplicamos.’ Estas palabras las pronunció hace más de cincuenta años un fiel testigo de Jehová que había sufrido mucho a manos de las autoridades del antiguo Congo Belga. La siguiente sección muestra que la bendición de Jehová, al igual que una refrescante lluvia, ha producido un asombroso aumento en la cantidad de proclamadores del Reino en esta parte del mundo.

La República Democrática del Congo se halla en el África ecuatorial, en pleno corazón del continente. a Gran parte del territorio está tapizado de extensos y exuberantes bosques que, junto con las sabanas, albergan una espectacular variedad de fauna y flora. Este país de abundantes recursos naturales lleva tiempo atrayendo la atención de otras naciones y siendo objeto de invasiones y escenario de guerras civiles.

En 1885 se creó el Estado Libre del Congo, que pasó a ser propiedad personal de su nuevo soberano, el rey Leopoldo II de Bélgica. El pueblo, sin embargo, de libre no tenía nada, pues a fin de recolectar marfil y caucho, los hombres del rey dispensaron un trato brutal a la población, a la que obligaron a realizar trabajos forzados. Tal fue la indignación que suscitaron sus métodos entre los países vecinos de Bélgica, que el monarca se vio finalmente obligado a ceder ante la presión. Así, el Estado Libre del Congo desapareció en 1908 y se convirtió en el Congo Belga, colonia controlada por el Parlamento de Bélgica hasta 1960, año en que se proclamó la independencia.

Los congoleños son un pueblo muy religioso. Por todas partes hay iglesias, seminarios y escuelas teológicas. No es extraño encontrarse con personas que recitan de memoria multitud de versículos bíblicos. No obstante, como en muchos otros lugares, aquí no ha sido fácil establecer el cristianismo verdadero, sobre todo porque durante un tiempo se confundía a los testigos de Jehová con un movimiento religioso llamado Kitawala.

Problema de identidad

El término Kitawala procede de un vocablo swahili que significa “dominar, dirigir o gobernar”. Como su nombre indica, este movimiento promovía una causa política, en particular, la independencia del dominio belga. Algunos de sus miembros pensaron que la mejor forma de lograrla era al amparo de la religión. Lamentablemente, sus partidarios adquirían, estudiaban y distribuían las publicaciones de los testigos de Jehová y en sus lugares de reunión exhibían un rótulo que decía “Watch Tower”. Mucho antes de que los Testigos se establecieran, el “movimiento Watch Tower” ganó popularidad en la provincia de Katanga, al sudeste del país. Durante décadas, la gente pensó que los adeptos de este grupo eran testigos de Jehová, algo totalmente falso.

Sus miembros torcían las enseñanzas bíblicas para apoyar sus opiniones políticas, costumbres supersticiosas y estilos de vida inmorales. Se negaban a pagar impuestos y se oponían al gobierno colonial, contra quien algunos tomaron las armas. No sorprende, pues, que las autoridades belgas declararan ilegal este movimiento.

En 1956, un periódico publicó un artículo escrito por un comisario de un distrito del Congo Belga que arroja luz sobre el origen del Kitawala. Al parecer, Tomo Nyirenda, natural de Nyasalandia (actual Malaui) y residente en Rhodesia del Norte (actual Zambia), recibió formación religiosa de alguien que había estado en contacto con los Estudiantes de la Biblia —conocidos hoy como testigos de Jehová— de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). El artículo decía: “[Nyirenda] entró en Katanga en 1925 [...] y se autoproclamó Muana Lesa, ‘Hijo de Dios’. Se valió del terror ancestral del pueblo a los embrujamientos para prometer a sus seguidores que no solo se librarían de los hechiceros, sino también de todos los impuestos y las leyes de las autoridades estatales y eclesiásticas. A quienes no aceptaran sus normas se les declararía brujos, se les golpearía hasta dejarlos inconscientes y entonces se les ahogaría durante su ‘bautismo’. (En cierta ocasión se recuperaron 55 cadáveres de un río.) Cuando fue denunciado por el jefe de una aldea, Tomo huyó a Rhodesia, donde las autoridades —que lo buscaban por asesinato— lo arrestaron, juzgaron y ahorcaron”.

Según el gobierno belga, las incursiones del supuesto Muana Lesa en Katanga de 1923 a 1925 marcaron el inicio del Kitawala en el territorio nacional. Aún tendrían que pasar varias décadas antes que se permitiera a los testigos de Jehová entrar y quedarse en el país.

Para comprender bien este problema de identidad, hay que saber que en África existen miles de iglesias independientes. John S. Mbiti, experto en religiones africanas, escribió: “Una de las grandes dificultades a las que se enfrenta el cristianismo en África es la gran cantidad de confesiones, divisiones, sectas y grupos de la Iglesia. Muchos de ellos vienen de otros países, pero otros se originan de cristianos africanos que, entre muchas razones, no quieren seguir bajo el dominio de misioneros extranjeros, tienen ansias de poder y desean que su religión refleje la cultura y los problemas africanos”.

Por este motivo hay tantas iglesias independientes, la mayoría de las cuales se separaron de las religiones establecidas o adoptaron algunas de sus enseñanzas. Aunque en este sentido el movimiento Kitawala no era el único, su presencia ofreció a la cristiandad la excusa perfecta para impedir la entrada de los testigos de Jehová. Los guías religiosos conocían bien la diferencia entre el Kitawala y los Testigos, pero confundieron intencionadamente a la opinión pública afirmando que ambos grupos eran lo mismo.

Las iglesias disfrutaban de una posición muy aventajada para difundir tal mentira. A principios del siglo XX, las religiones de la cristiandad, en especial la católica, gozaban de gran poder e influencia en el Congo Belga. Los testigos de Jehová, en cambio, no tenían reconocimiento legal, situación que al clero de la cristiandad le convenía mantener. Este trató de conservar celosamente a sus feligreses y evitar la intromisión de los Testigos.

Con deliberada intención se culpaba al Kitawala, llamado a menudo “movimiento Watch Tower”, de los levantamientos, revueltas y luchas tribales entre los pueblos nativos. Las autoridades llegaron a aborrecer el nombre Watch Tower, lo que causó muchas dificultades a quienes deseaban servir a Jehová.

Durante las décadas que precedieron a la independencia, los testigos de Jehová del extranjero enviaron multitud de cartas a las autoridades explicándoles que la Sociedad Watch Tower Bible and Tract no tenía ninguna vinculación con el movimiento Watch Tower. Con todo, durante muchos años, los funcionarios gubernamentales no lo creyeron así y por ello, los repetidos intentos de enviar Testigos al país no fructificaron.

Como no se permitía la entrada a los Testigos, no se sabe mucho sobre los hermanos congoleños. Aun así, los informes de las sucursales vecinas nos dan una idea aproximada de los impresionantes acontecimientos que tuvieron lugar durante aquellos difíciles comienzos. Repasemos la siguiente compilación de treinta años de la historia del Congo, que incluye varios extractos de tales informes, así como algunos comentarios.

Diario del Congo. Extractos de los informes de 1930 a 1960

1930: Han llegado cartas del Congo Belga en las que se solicitan publicaciones.

1932: Esperamos que en un futuro sea posible predicar en el Congo Belga y en otros lugares de África central que todavía no han recibido testimonio.

A partir de mayo de 1932, la sucursal de los testigos de Jehová de Sudáfrica solicitó numerosos permisos a las autoridades belgas para enviar al Congo ministros de tiempo completo, pero fueron denegados. Sin embargo, debido a la migración entre el Congo Belga y Rhodesia del Norte, algunos hermanos rodesianos entraron al país vecino durante breves períodos.

1945: Hay que ser valiente para representar a Dios y a su reino teocrático en [el Congo Belga]. No solo pesa una total proscripción sobre la obra y las publicaciones, sino que los congoleños que se relacionan con nosotros se exponen a ser deportados a un distrito donde pasarán varios años en semirreclusión. Aquí [en Rhodesia del Norte] casi nunca recibimos las cartas del Congo, y las que se envían de vuelta parece que tampoco llegan a su destino. Aun así, [...] se está haciendo lo posible por ayudar a nuestros compañeros que trabajan para el Reino en esta nación dominada por el clero.

1948: Dos publicadores del Reino del territorio han enviado varios informes a la sucursal de Bruselas. Esperamos que este vasto territorio se abra algún día y escuche el evangelio del Reino.

1949: Hace años que resulta sumamente difícil predicar en este territorio dominado por el catolicismo. En el pasado, los sacerdotes castigaban a los testigos de Jehová obligándolos a comerse un terrón de sal sin agua. Los métodos actuales se parecen más a los de la Inquisición española; ellos quieren que sea el gobierno quien ejecute las medidas opresivas. Los publicadores africanos han pasado muchos años encarcelados con sentencias indefinidas debido a su predicación. Lo que es peor, los envían a un campo de concentración especial situado en Kasaji, a [500] kilómetros de Élisabethville [actual Lubumbashi], donde trabajan aislados en pequeñas parcelas, a veces sin sus familias. [...] En este aislamiento, que puede prolongarse hasta diez años, no suele haber el mínimo atisbo de libertad o justicia, a menos que transijan.

Por ello se trabaja en la clandestinidad; las reuniones se celebran en lugares secretos que se cambian por temor a los arrestos. Gran parte de la predicación consiste en visitar a simpatizantes y a sus amigos, aunque no han cesado los problemas. A los Testigos los arrestan y los envían de inmediato al campo de Kasaji.

Por esa época, Llewelyn Phillips, de la sucursal de Rhodesia del Norte, viajó al Congo Belga para interceder por los hermanos perseguidos. El gobernador general y otros funcionarios escucharon su exposición, en la que explicó la naturaleza de la obra de predicar el Reino y la diferencia entre nuestras creencias y las del Kitawala. El gobernador, conocedor de la gran influencia de la Iglesia Católica en el país, preguntó pensativo: “¿Qué será de mí si les ayudo?”.

1950: El año pasado fue el más difícil, pues nuestros hermanos del Congo Belga experimentaron muchas dificultades. Al principio del año de servicio no llegaban al territorio todos los libros y las cartas, y la comunicación era casi inexistente. Más adelante, el 12 de enero, el gobernador general declaró ilegal a la Sociedad y decidió sancionar con dos meses de cárcel y una multa de 2.000 francos a cualquiera que fuera miembro de la Sociedad, se reuniera en su nombre o le diera algún tipo de apoyo. Esta decisión, que fue acogida con júbilo por la prensa católica, dio paso a numerosos arrestos. Se utilizaron las listas confiscadas el año anterior a un ex siervo [de congregación] de Élisabethville para localizar a cientos de hermanos y otras personas vinculadas a la Sociedad, tras lo cual fueron detenidos tanto ellos como sus esposas. Los hermanos de Rhodesia del Norte fueron expulsados del país tras cumplir sus condenas, y se envió a los Testigos congoleños al campo de concentración de Kasaji, a 500 kilómetros de Élisabethville, donde todavía queda un grupo. Algunos de los hermanos deportados recibieron una mísera ración de comida y se les obligó a caminar los últimos 30 kilómetros del recorrido, desde Sakania hasta la frontera con Rhodesia.

Recientemente han aumentado las filas de la policía secreta, y la presencia de una Biblia basta para que sospechen de que su dueño es testigo de Jehová.

Nos acabamos de enterar de que dos hermanas europeas del distrito de Élisabethville han sido sentenciadas a cuarenta y cinco días de cárcel por predicar y poseer La Atalaya. Les han otorgado una condena condicional (que deja en suspenso la ejecución de la pena) según la cual durante tres años deben mantener buena conducta, es decir, no trabajar para el Señor. Cada día se exponen a la deportación.

1951: Se han publicado muchos artículos en los periódicos y revistas belgas vinculando a los testigos de Jehová y a la Sociedad Watch Tower a un movimiento fanático del país llamado Kitawala. Como las leyes belgas exigen a la prensa que publique las cartas de los lectores, nos hemos valido de este derecho para que se divulguen nuestras respuestas y defender así la obra del Reino ante tales calumnias.

La obra de la Sociedad Watch Tower está proscrita en el Congo Belga desde el [12] de enero de 1949. Los verdaderos testigos de Jehová han sufrido por culpa de estos falsos informes. Se ha escrito al ministro de las colonias protestando por la situación y se han adjuntado suficientes pruebas que demuestran que los testigos de Jehová y la Sociedad Watch Tower no tienen nada que ver con el grupo subversivo Kitawala, pero no ha habido respuesta alguna.

Se ha tratado de suprimir la ‘predicación de la Palabra’ en el Congo Belga mediante la tergiversación, la persecución, las multas, las palizas, los encarcelamientos y la deportación.

1952: ¡En África central también hay una cortina de hierro (telón de acero)! En lo relativo a los testigos de Jehová, esta cortina se extiende por la frontera del Congo Belga. Sigue proscrita la predicación en este territorio predominantemente católico.

Los pocos informes que salen del país relatan la deportación, el encarcelamiento, las palizas y otras penalidades de los publicadores africanos. En algunos lugares parece que está aumentando la crueldad. A los hermanos congoleños se les envía a campos de trabajo si se les atrapa predicando o con publicaciones de la Watchtower. Hasta tener la Biblia se toma como indicativo de que su dueño es testigo de Jehová.

Las casas de los hermanos están bajo constante vigilancia y las registran a menudo. Así lo expresó un hermano: “[La policía del Congo Belga] no descansa a causa nuestra; su único objetivo es encontrarnos. La situación se ha puesto más difícil”.

Llegó a esta sucursal un informe aislado de la actividad de treinta publicadores durante el mes de agosto en el que se citaba de 1 Tesalonicenses 5:25: “Hermanos, continúen orando por nosotros” (NW).

Como mencionamos antes, varios Testigos africanos de Rhodesia del Norte entraron al Congo. Sin embargo, cuando los apresaron, fueron encarcelados y posteriormente deportados. Aunque la mayoría cumplió breves penas de prisión, algunos pasaron varios años en campos de trabajo. Cierto hermano estuvo casi cinco años en varias prisiones congoleñas. Sus captores lo golpeaban con frecuencia y, según le decían, solo lo liberarían si dejaba de predicar.

Fue en 1952 cuando este fiel hermano dijo: ‘Somos como granos de maíz africano en un saco. Allá donde se nos esparce, llega la lluvia y nos multiplicamos’. La sucursal de los testigos de Jehová de Rhodesia del Norte escribió al respecto: “No cabe duda de que los ‘granos de maíz africano’ se están diseminando por el Congo a pesar, o más bien, a causa de la persecución. En cierta ocasión, la sucursal de Lusaka recibió informes de varios centenares de personas que se reunían con los Testigos en la región de Kolwezi. No obstante, parece ser que están llevándose a los hermanos a otras partes del país”. Dicho traslado favoreció la expansión de la obra de hacer discípulos.

Mientras los hermanos seguían trabajando en el sudeste del país, la verdad llegó a Léopoldville (actual Kinshasa). Los hermanos de Brazzaville habían progresado rápidamente en sentido espiritual y enseñaban la verdad con celo. Algunos de ellos comenzaron a cruzar el río Congo en transbordador para predicar en Léopoldville. En 1952, Victor Kubakani y su esposa se convirtieron en los primeros Testigos que se bautizaron en Kinshasa. Al poco tiempo se formó una congregación.

1953: Los informes indican que hay 250 hermanos predicando en diferentes partes del país, aunque es probable que el número sea mucho mayor. La obra de dar testimonio, que se limita a hacer revisitas y dirigir estudios bíblicos, se realiza con muy pocas publicaciones o sin ellas, pues los hermanos nunca saben cuándo las autoridades van a registrar sus hogares. Un hermano que fue delatado por uno de sus “amigos” por tener un par de folletos pasó dos meses en la prisión Central de Élisabethville.

1954: La proscripción total de la Sociedad y las actividades de los testigos de Jehová sigue vigente en el Congo Belga [...]. Los hermanos fieles encarcelados predican a los demás presos, quienes con pequeños trozos de lápiz toman notas en pedazos de papel para consultar la Biblia que la prisión les ha prestado. Sin duda debido a esta predicación, en algunas cárceles se ha separado a los Testigos de los demás internos.

Tanto las actividades de los testigos de Jehová como las del movimiento Kitawala fueron proscritas. Las autoridades confiscaron las publicaciones que llegaban al país. Algunas partidas que no se detectaron fueron interceptadas por miembros del Kitawala, quienes las utilizaron para promover su causa. Los testigos de Jehová y los miembros del Kitawala fueron arrestados, golpeados y conducidos a campos de concentración. No obstante, Jesús declaró: “Por sus frutos los reconocerán” (Mat. 7:16). El gobierno colonial observó la magnífica conducta de los hermanos y comenzó a darse cuenta de la diferencia entre ambos grupos.

1955: Aunque no parece que la proscripción vaya a desaparecer pronto, no ha disminuido el celo de quienes aman y sirven a Jehová. Los numerosos encarcelamientos y deportaciones del año pasado no los han hecho desistir.

En las actuales circunstancias es imposible predicar de casa en casa, por eso solo se hacen revisitas y se dirigen estudios bíblicos a domicilio. Una congregación ha escrito diciendo que a los publicadores también les gustaría declarar públicamente las buenas nuevas, aunque, como ellos señalan, ‘no saben si Jehová les permitirá predicar de casa en casa en su país antes de la batalla de Armagedón’.

1957: Todo parece indicar que durante el año pasado, la obra ha llamado la atención más que nunca, sobre todo a periodistas y a funcionarios del gobierno. El pasado mes de noviembre, el hermano [Milton G.] Henschel visitó Léopoldville para hablar personalmente con las autoridades del gobierno del Congo Belga y solicitar la anulación de la proscripción que pesa sobre la Sociedad y los testigos de Jehová. A este primer contacto le siguieron otros en Léopoldville, Nueva York y Bruselas. Tiempo después, a un experto en asuntos africanos venido de Bélgica que visitó la sucursal de Rhodesia del Norte, se le dio una explicación detallada de nuestra labor y el mensaje que difundimos.

Pero la proscripción todavía sigue vigente, y los hermanos experimentan muchas dificultades. La asistencia a la Conmemoración fue de 216 personas, reunidas en grupos pequeños.

1958: Durante el año pasado, el mensaje del Reino se proclamó con mayor intensidad pese a los encarcelamientos y a la proscripción de la predicación de las buenas nuevas.

1959: Aunque la proscripción no se ha levantado, por primera vez se ha obtenido una autorización verbal de las autoridades para celebrar reuniones de congregación. Hasta la fecha, solo se congregaban grupos pequeños para estudiar la Biblia en casas particulares. Por eso, los hermanos comenzaron a preparar la que sería su primera reunión de congregación organizada: la Conmemoración. Las cinco [congregaciones] de Léopoldville tuvieron una asistencia de 1.019 personas. Los observadores quedaron maravillados no solo por las reuniones, sino por el espíritu alegre y el cariño fraternal que manifestaron los hermanos. Muchos de ellos se dieron cuenta de la gran diferencia que existe con otras religiones, pues vieron cómo se ‘mostraban amor unos a otros’.

Aunque no fue posible enviar misioneros al país, el 10 de junio de 1958 se firmó un decreto de tolerancia que permitía a los testigos de Jehová “congregarse en centros de reunión”. Los hermanos estaban entusiasmados debido a que podían reunirse en libertad. A veces, algunos agentes de seguridad asistían a las reuniones y elogiaban a los hermanos por el orden y su buena conducta.

También hubo más cambios positivos. Hasta 1956, todas las escuelas contaban con el respaldo de las organizaciones religiosas. Pero en aquel año, un nuevo ministro de la colonia, más liberal, creó escuelas estatales y fomentó una actitud más tolerante hacia las minorías. La confusión del movimiento Kitawala con los testigos de Jehová fue desapareciendo paulatinamente a medida que las autoridades percibían la diferencia entre ambos grupos. Una refrescante llovizna había caído sobre las jóvenes plantas diseminadas. Gente de todo lugar estaba poniéndose de parte de Jehová.

Por aquella época, un jefe detuvo a varios Testigos y los llevó ante el administrador de la región para juzgarlos. Cuando este le preguntó qué mal habían cometido, el jefe no supo qué responder, de modo que el administrador lo reprendió, liberó a los hermanos y ordenó que los acompañaran a su casa.

1960: La obra en el Congo Belga experimentó un gran progreso el año pasado. Pese a las dificultades del país y al hecho de que todavía existe una proscripción legal, los hermanos celebraron reuniones regulares en Salones del Reino.

Para el tiempo de la Conmemoración sucedió algo extraordinario en la capital, Léopoldville. Las seis [congregaciones] de la ciudad decidieron organizar juntas un discurso público el domingo, el cual contó con una gran asistencia: 1.417 personas. Uno de los [superintendentes] escribió: “Fue un momento muy feliz, pues era la primera vez que preparábamos algo parecido. Los ángeles de Jehová acamparon alrededor de nosotros”.

Este diario, confeccionado con informes de las sucursales vecinas, nos da una idea general de las actividades que se llevaron a cabo en el país durante treinta años. Veamos qué ocurrió a partir de entonces.

Se aproxima la independencia

Al final de la década de 1950, en los ámbitos oficiales se toleraba la predicación del Reino —supervisada por la sucursal de Rhodesia del Norte—, aunque la obra no contaba con reconocimiento legal. Aun así, siguieron surgiendo nuevos problemas e incertidumbres. El nacionalismo estaba en auge, lo mismo que la resistencia al poder colonial. En enero de 1959 se saquearon y quemaron varios comercios en Léopoldville. También se atacaron iglesias, cuyas imágenes fueron arrojadas a la calle. Debido a tales sucesos se convocó una conferencia entre los funcionarios belgas y los representantes de los partidos políticos congoleños, en la que fijaron una fecha para la independencia: el 30 de junio de 1960. Como es natural, ningún testigo de Jehová participó en los disturbios.

Por todo el país surgían partidos políticos, cuyos miembros solían basar su unidad en su relación tribal más que en sus convicciones políticas. Estos grupos ejercieron una enorme presión sobre los hermanos para que compraran la tarjeta de afiliación al partido. Pierre Mafwa, que se había bautizado el año anterior, contó: “Al pasar por el viejo aeropuerto de Léopoldville de camino a casa cierto sábado del mes de junio de 1960, se me acercó un hombre empuñando una espada y me preguntó: ‘¿Dónde está su tarjeta?’. Como no respondí, me golpeó en la cara con su arma y me hizo un corte en la nariz. Empezó a golpearme con la espada, así que traté de escapar, pero me caí. Oré a Jehová y le pedí que se acordara de mí en la resurrección y que pudiera volver a ver a mi esposa y mis seis hijos. Tras esta breve oración escuché varios disparos de rifle. Unos soldados habían derribado a mi futuro verdugo disparándole en las rodillas. Un policía me llevó al hospital para recibir tratamiento. La lectura de textos bíblicos me resultó de gran estímulo”.

Llegan los primeros misioneros, y se abre una sucursal

Como se ha mencionado, los continuos esfuerzos por enviar representantes de los testigos de Jehová no habían fructificado. Sin embargo, la situación política estaba cambiando, y fue posible enviar a Ernest Heuse, hijo.

El hermano Heuse era un belga alto y fornido, de cabello negro y ondulado. Aunque era intrépido, sabía que la vida no sería fácil ni para él, ni para su esposa, Hélène, ni para su hija de 11 años, Danielle. Lo que Ernest había vivido antes de llegar al Congo le resultaría muy útil para lo que le aguardaba. En 1947 había comenzado a servir en el Betel de Bruselas. Un año más tarde se casó y lo nombraron precursor junto con su esposa. Posteriormente, lo asignaron a visitar a abogados y funcionarios con un folleto especial que analizaba las diferencias entre el Kitawala y los testigos de Jehová. Con el tiempo fue nombrado superintendente de circuito.

Ernest intentó varias veces conseguir el permiso de entrada al país; hasta envió una carta al rey de Bélgica. Pero siempre le denegaban su solicitud. Por si fuera poco, lo declararon persona no grata.

Pero no se rindió, sino que viajó a África para entrar al Congo a través de los países vecinos, algo que no logró. Por fin consiguió un visado para viajar a Brazzaville, capital de la República del Congo, desde donde cruzó el río en transbordador hasta Léopoldville. Su llegada suscitó una discusión entre los agentes fronterizos, pues como su nombre aparecía en la lista de personas no gratas, algunos no querían dejarlo entrar. Al final, Cyrille Adoula, un funcionario que tiempo después llegó a ser primer ministro, dijo que si el anterior gobierno colonial había denegado vez tras vez las solicitudes de entrada de Heuse, este debía ser bien recibido. Así que le concedieron un visado temporal y, más tarde, la residencia. Por fin, en mayo de 1961, los testigos de Jehová contaban con un representante que supervisara la obra de hacer discípulos en el país.

Ernest mandó buscar a Hélène y Danielle, y para septiembre, su hija ya estaba matriculada en una escuela de Léopoldville. El 8 de junio de 1962 se estableció en la capital la primera sucursal. La oficina y la residencia estaban en un apartamento situado en la tercera planta de un edificio de la avenida Van Eetvelde (actual avenida du Marché). Debido al poco espacio, las publicaciones se guardaban en un depósito. Aunque no era lo ideal, fue la mejor solución en vista de la gran escasez de viviendas.

El hermano Heuse se puso a trabajar de inmediato. Tomó prestado de la sucursal de Brazzaville un proyector y la película La felicidad de la Sociedad del Nuevo Mundo y la pasó ante las congregaciones de Léopoldville y ante algunas autoridades. A los hermanos y las personas interesadas les sorprendió ver a una hermandad internacional de Testigos que vivían en paz y felicidad. Les impresionó que un hermano negro bautizara a europeos. El alcalde de la capital disfrutó tanto que dijo: “Hay que fomentar esta obra [la de los testigos de Jehová] al grado que sea posible”. A las primeras cuatro sesiones asistieron 1.294 personas.

Los hermanos estaban entusiasmados porque por fin contaban con alguien que los ayudara, después de haber esperado tantos años. Hasta entonces solo conocían a los Testigos europeos por nombre. Algunos se preguntaban si existían de verdad, pues las autoridades belgas afirmaban que no había testigos de Jehová en Bélgica. Los hermanos estaban felices de tener consigo a Ernest Heuse.

El desafío de poner en práctica la verdad

Había muchísimo trabajo que hacer para ayudar a los hermanos a aplicar la verdad en su vida. Por ejemplo, existían rivalidades tribales, y algunos ancianos no se hablaban entre sí. Si se expulsaba a alguien de una congregación dominada por cierta tribu, tal vez lo recibieran los ancianos de otra congregación compuesta principalmente de miembros de su misma tribu. Las decisiones de una congregación no se acataban en otras. Las costumbres tribales dominaban la vida cotidiana y llegaron a influir en las congregaciones.

Las tradiciones también generaron otros problemas. En algunos lugares, la relación entre cónyuges se basaba en lealtades tribales. Por lo general, no había una relación estrecha entre marido y mujer; más bien, el matrimonio solía verse como un asunto de la tribu. Si sus miembros no aprobaban la unión, obligaban al hombre a despedir a su esposa y buscar otra a gusto de la comunidad.

Cuando el esposo moría, las consecuencias podían ser desastrosas. Muchas veces, la familia del difunto se llevaba todas las pertenencias de la casa, dejando a la esposa y a los hijos en la indigencia. En algunas tribus se consideraba al esposo responsable de la muerte de su esposa, y la familia de esta le imponía una multa.

Y estos no eran los únicos problemas. Hasta el día de hoy, muchos congoleños no creen que la gente fallezca por causas naturales. Por consiguiente, en los funerales se realizan ceremonias que supuestamente identifican al culpable de la muerte. Además, entre otras muchas prácticas, hay quienes se afeitan el cabello. En algunas comunidades, cuando fallece un hombre, la viuda debe “purificarse” teniendo relaciones sexuales con un miembro del clan. En los entierros suele hablarse al fallecido, práctica que refleja la creencia de que la persona tiene un alma o espíritu que sigue vivo. En vista de estas costumbres tan arraigadas, es fácil imaginar los problemas que afrontaron quienes deseaban practicar la adoración pura. Algunos afirmaban ser cristianos verdaderos, pero no solo no habían abandonado dichas prácticas por completo, sino que trataron de introducirlas en la congregación cristiana.

Se necesitaban superintendentes valientes y rectos para enderezar los asuntos. Quienes amaban a Jehová estuvieron dispuestos a aprender de ellos y efectuar los cambios oportunos. No resultó fácil derrumbar las ideas fuertemente atrincheradas de aquellos que creían conocer la verdad. Sin embargo, la mayor dificultad era que la gente confundía a los testigos de Jehová con el Kitawala.

Cuando se difundió la noticia por todo el país de que se había abierto una sucursal, muchos grupos de hermanos escribieron solicitando ser reconocidos como congregaciones, algo que también hicieron los grupos Kitawala. Un informe señaló: “Algunas personas recorrían 2.300 kilómetros con largas listas de nombres para ser reconocidos como testigos de Jehová. Las listas solían estar escritas en hojas de 70 centímetros de ancho por 90 de largo y en ocasiones incluían a todos los habitantes de dos o tres aldeas”.

Antes de reconocer a personas o a grupos como testigos de Jehová, fue necesario determinar quiénes eran los verdaderos cristianos y quiénes pertenecían al Kitawala. Por ello, Ernest Heuse comisionó a hermanos maduros para que investigaran, proceso que duró varios años. Veamos algunas experiencias de estos siervos fieles.

Enfrentamiento con el Kitawala

En 1960, Pontien Mukanga, hermano de complexión menuda y de genio apacible, se convirtió en el primer superintendente de circuito en el país. Tras recibir preparación en la República del Congo, visitó las congregaciones de Léopoldville y algunos grupos aislados de las cercanías. Sin embargo, aún le esperaba una asignación más difícil: el Kitawala.

Uno de sus primeros destinos fue Kisangani (antigua Stanleyville), a más de 1.600 kilómetros de la capital. ¿Por qué allí? Un europeo que encontró el hermano Heuse en el servicio del campo le mostró una fotografía tomada en Stanleyville justo después de la independencia. En ella se veía un gran rótulo frente a la estación del ferrocarril con una Biblia abierta y la siguiente inscripción: “Watch Tower Bible and Tract Society. International Bible Students Association. Religión Kitawala congoleña. Viva Patrice E. Lumumba. Viva Antoine Gizenga. Viva el gobierno del M.N.C.”. Era evidente que el Kitawala de Kisangani utilizaba ilegítimamente los nombres de las corporaciones legales de los testigos de Jehová.

¿Había Testigos verdaderos en ese lugar? Se envió al hermano Mukanga a fin de averiguarlo. El único nombre con que contaba la sucursal era Samuel Tshikaka, quien tras escuchar la verdad en Bumba había regresado a Kisangani en 1957. Él no tenía ninguna relación con los grupos Kitawala y ayudó con gusto al hermano Mukanga, quien escribió: “Fui con Samuel a investigar a los que utilizaban el nombre Watch Tower. Visitamos a su pastor, quien nos habló de su grupo. Descubrimos que aunque usaban la Biblia, todos creían en la inmortalidad del alma y enseñaban a amarse mediante el intercambio de esposas.

”Poco después de mi llegada, la policía intentó arrestar a los miembros del Kitawala de la ciudad, pero estos ofrecieron resistencia. La policía envió soldados y más refuerzos. Murieron muchos del grupo Kitawala. Al día siguiente llegó por el río una barca con cadáveres y heridos en la que estaba el secretario del pastor, quien recordó mi visita dos días atrás. Me acusó falsamente de traicionarlos a las autoridades y me hizo responsable de las muertes. Ordenó a sus amigos que no me dejaran escapar, pero pude huir antes de que me mataran.”

Los periódicos de Bélgica informaron de este incidente con el titular: “Lucha entre los testigos de Jehová y la policía”. No obstante, las autoridades congoleñas, que conocían la diferencia entre el Kitawala y los Testigos, dieron un informe exacto. Ni un solo rotativo del Congo acusó a los Testigos de participar en el incidente.

¿Y qué fue de Samuel? Todavía sigue en la verdad. En la actualidad es anciano de la Congregación Tshopo-Est, de Kisangani, ciudad que cuenta con 1.536 publicadores distribuidos en veintidós congregaciones. Su hijo, Lotomo, sirve de superintendente de circuito, al igual que lo hacía Pontien Mukanga unos cuarenta años atrás.

Un superintendente de circuito que corrigió los asuntos

François Danda fue otro superintendente de circuito que se esforzó por establecer la diferencia entre los Testigos y el Kitawala. “Fueron tiempos difíciles —explica—, pues había mucha confusión. El grupo Kitawala siempre colocaba letreros con el nombre ‘Watch Tower’ en sus lugares de reunión. Claro, en la página de los editores de todas nuestras publicaciones aparecía el nombre ‘Watch Tower’. Supongamos que un lector de nuestras publicaciones que buscara al pueblo de Dios se encontrara con un lugar de reunión con el rótulo ‘Salón del Reino de los Testigos de Jehová’ en el idioma local y otro con el letrero ‘Watch Tower’. ¿En cuál de ellos entraría? Es fácil ver la gran confusión que había.

”A numerosos hermanos les faltaba conocimiento exacto, y no había muchas publicaciones. Las congregaciones solían mezclar la verdad con las enseñanzas del Kitawala, sobre todo en lo relativo a la santidad del matrimonio. En una ciudad pensaban que 1 Pedro 2:17, que exhorta a tener ‘amor a toda la asociación de hermanos’, significaba que los hermanos podían tener relaciones sexuales con cualquier hermana. Si una hermana se quedaba embarazada de un hermano en la fe, el esposo aceptaba el hijo como propio. Al igual que en el siglo primero, ‘los indoctos e inconstantes’ torcían las Escrituras (2 Ped. 3:16).

”Pronuncié varios discursos bíblicos muy directos sobre las normas de Jehová, entre ellas las relacionadas con el matrimonio. Dije que ciertos asuntos debían corregirse con paciencia, poco a poco, pero en lo que concernía al intercambio de esposas, esto tenía que cambiar de inmediato. Felizmente, los hermanos entendieron el punto de vista bíblico y lo aceptaron. En aquella ciudad, incluso algunos miembros del Kitawala abrazaron la verdad.”

Los esfuerzos de los hermanos Mukanga y Danda, y de muchos como ellos, dejaron claro a la gente que los Testigos eran diferentes del Kitawala. Hoy día nadie relaciona a este movimiento con la Watch Tower. Y aunque el Kitawala sigue presente en el país, tiene menos prominencia o poder que en el pasado. De hecho, en algunas zonas es totalmente desconocido.

Las mejoras en la organización se traducen en aumentos

Al final del año de servicio 1962 había más de dos mil publicadores sirviendo a Jehová con celo en el país. Sin embargo, pocos hermanos satisfacían los requisitos bíblicos para ser superintendentes. Uno de los problemas era el analfabetismo, sobre todo entre las personas mayores. Otro gran obstáculo lo constituían las costumbres y tradiciones, pues debido a ellas, muchos tardaban en conformarse a las justas normas de Dios. Además, cualquiera que hubiera tenido alguna relación con el Kitawala debía esperar varios años antes de recibir privilegios de servicio.

Sin embargo, la eficaz instrucción bíblica y el espíritu de Jehová ayudaron poco a poco a los hermanos a reunir los requisitos para ocupar puestos de superintendencia en la congregación. Por todo el país, superintendentes de circuito y precursores animosos hicieron una gran labor fortaleciendo y capacitando a los hermanos. En aquel tiempo, varios superintendentes de circuito y precursores especiales que habían recibido preparación en Zambia entraron a Katanga y al sur de Kasai, regiones que habían vivido una guerra civil.

Tras la independencia, años de tolerancia religiosa

Como se mencionó antes, en 1958, el gobierno emitió un decreto que otorgó a los hermanos cierto grado de libertad religiosa. A principios de la década de 1960, estos siguieron solicitando el reconocimiento oficial. No pedían subvenciones estatales ni otra clase de ayuda económica, solo el reconocimiento legal, pues así podrían predicar las buenas nuevas sin acoso alguno. La situación era urgente ya que en muchos sitios las autoridades del lugar organizaban ataques contra los hermanos, en los que quemaban los centros de reunión y golpeaban, arrestaban y encarcelaban a los publicadores. Cuando estos protestaban ante el Ministerio de Justicia, siempre recibían la misma respuesta: “Lo sentimos, pero como carecen de reconocimiento legal, no podemos hacer nada por ustedes”.

A este problema se sumaba la caótica situación que se vivía en el interior del país. En determinadas zonas no se reconocía la autoridad del gobierno central. En algunas regiones, una sola carta de la sucursal bastaba para liberar a los hermanos de la prisión, pero en los lugares donde había una férrea oposición se podía hacer muy poco para protegerlos de la persecución y el encarcelamiento.

En Kinshasa no hubo mucha oposición. Hasta 1964, las únicas reuniones grandes que se habían organizado en la ciudad eran bodas y funerales. Pero aquel año, la sucursal planeó dos asambleas de circuito, una experiencia nueva para la gran mayoría. Se convocaron reuniones especiales para explicar cómo presentar los discursos y organizar los diferentes departamentos.

Los hermanos, entusiasmados, hablaban con todo el mundo sobre la asamblea, de modo que la noticia del evento llegó a oídos del gobernador de lo que por ese entonces era la provincia de Léopoldville. Como no le gustaban los testigos de Jehová, preparó una carta dirigida a las autoridades de la ciudad en la que se ordenaba el arresto de cualquier Testigo que predicara o asistiera a una reunión religiosa. No obstante, la persona a la que se mandó mimeografiar la carta resultó ser un hermano. En el taller no quedaba mucho papel para imprimir, y él sabía que en las tiendas de la capital tampoco había, así que cuando el supervisor quiso ver el trabajo, el hermano le enseñó las estanterías vacías: no había papel para el encargo.

Mientras tanto, los publicadores no dejaban de orar con fervor sobre el asunto. ¿Qué ocurrió? De improviso, las autoridades nacionales decidieron crear algunas provincias nuevas y eliminaron la que gobernaba el opositor. En el transcurso de la historia, muchos individuos han tratado de oprimir o acabar con el pueblo de Dios, pero tales intentos se han visto frustrados (Isa. 54:17).

Llegan más misioneros

Durante la década de 1960, la organización aprovechó la oportunidad de enviar misioneros al Congo, y se estableció un pequeño hogar misional en Kinshasa. En marzo de 1964 llegaron Julian y Madeleine Kissel, una pareja de misioneros canadienses que todavía hoy —cuarenta años después— siguen sirviendo fielmente con la familia Betel de Kinshasa.

Algunos misioneros que llegaron a finales de los años sesenta residen ahora en otros países. En 1965, Stanley y Bertha Boggus fueron asignados al Congo tras su servicio en Haití. El hermano Boggus, que era superintendente viajante, regresó a Estados Unidos en 1971 por problemas de salud. Hacia finales de 1965, Michael y Barbara Pottage se sumaron a las filas de los misioneros del país. En la actualidad forman parte de la familia Betel de Gran Bretaña. William y Ann Smith llegaron al Congo en 1966 y predicaron mayormente en Katanga hasta que, debido a la proscripción, fueron reasignados a Kenia en 1986. Un hermano de Alemania, Manfred Tonak, graduado de la clase 44 de Galaad, sirvió en calidad de superintendente viajante en el Congo. Cuando se proscribió la obra, se le envió a Kenia. Ahora es el coordinador del Comité de Sucursal de Etiopía. En 1969, Dayrell y Susanne Sharp llegaron al país tras graduarse de la clase 47 de Galaad. Cuando se les expulsó del país, los invitaron al Betel de Lusaka (Zambia), donde continúan sirviendo hasta el día de hoy. Hubo varios misioneros a los que se reasignó a otros países de África occidental, como por ejemplo, Reinhardt y Heidi Sperlich, quienes fallecieron en un trágico accidente aéreo que consternó a cuantos los conocían.

El primer hogar misional fuera de Kinshasa se abrió en 1966, en Lubumbashi, al sudeste del país. Más tarde, se abrieron otros en Kolwezi, al noroeste de Lubumbashi, y en Kananga (antigua Luluabourg), en la provincia de Kasai. La presencia de los misioneros fue un factor estabilizador que ayudó a los hermanos a conformar su vida a la verdad. En Kasai, por ejemplo, todavía existía rivalidad tribal en la congregación. En vista de que los misioneros no pertenecían a ninguna tribu, estaban en una buena posición para mediar en los problemas y ser imparciales en los casos judiciales.

Entre 1968 y 1986, más de sesenta misioneros sirvieron en diferentes partes del país. Algunos habían asistido a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, y otros, a la extensión de dicha escuela en Alemania. Además, llegaron al Congo varios precursores de habla francesa que habían sido nombrados misioneros directamente. Muchos de ellos aprendieron los idiomas nativos, y todos trabajaron arduamente para consolar a las personas con las buenas nuevas del Reino.

Salones del Reino en los años sesenta

En las grandes ciudades, las reuniones se celebraban en locales sin paredes laterales, lugares idóneos en vista del calor y la elevada humedad. El horario casi siempre se fijaba a primera hora de la mañana o por la noche, cuando hacía menos calor. Claro, siempre y cuando no lloviera. Durante la temporada de lluvias había que aplazar muchas reuniones hasta el día siguiente.

En 1962 se dedicó el primer Salón del Reino. Se construyó en Kimbanseke (Kinshasa) y lo ocupó una de las seis congregaciones que había en aquel tiempo. Desde entonces, las congregaciones congoleñas han mostrado una gran iniciativa en la construcción de Salones del Reino. No obstante, se encontraron con algunos problemas legales. A veces, un hermano donaba un solar para edificar un salón, pero no se registraba en la oficina pertinente. Cuando el hermano moría, sus familiares se apoderaban del salón y todo lo que contenía. No había manera de evitar tal acción. Cuando la obra se proscribió, las autoridades confiscaron muchos salones a fin de utilizarlos para sus intereses. Estos problemas supusieron una traba para construir más lugares de adoración.

No obstante, había Salones del Reino por todo el país, y aunque la mayoría eran edificios sencillos, todos reflejaban la fe de quienes los habían construido. Veamos la descripción que hizo un misionero de los lugares de reunión de finales de los años sesenta:

“Para llegar a un Salón del Reino de Léopoldville hay que atravesar un pasillo entre casas de cemento. Nos siguen un montón de niños hasta la entrada de un patio rodeado de un muro de hormigón. Detrás de la casa de unos hermanos se encuentra el salón, que no tiene paredes laterales. Hay algunos publicadores practicando cánticos del Reino con gran entusiasmo. ¡Escucharlos es un verdadero placer! Afortunadamente, unos árboles proporcionan sombra al auditorio de doscientos asientos. La plataforma es de cemento y tiene un techo de chapa de cinc. Si el orador es alto, tendrá que encorvarse un poco. Hay una mesa para las publicaciones y un tablero de anuncios donde se fijan las cartas de la sucursal y las asignaciones de la congregación. Los hermanos han colocado plantas al lado de la plataforma. También tienen lámparas de queroseno para celebrar reuniones de noche. Al marcharnos, los niños, que nos han esperado fuera, nos escoltan hasta la calle principal.

”Nos dirigimos al corazón del país. Al llegar a una aldea de cabañas de paja nos llama la atención el Salón del Reino. Es un local levantado sobre nueve postes y con un grueso techo de hojas. Observamos pequeñas zanjas en el suelo que van de un lado al otro de la sala. Nos sentamos en el suelo, metemos los pies en las zanjas y, para sorpresa nuestra, no resulta nada incómodo. Sobre el hermano que dirige la reunión cuelga un letrero escrito a mano en el dialecto local que dice ‘Salón del Reino’. La asistencia es de unas treinta personas, de las cuales quizá solo la mitad sean publicadores. Saben algunos cánticos del Reino, y lo que les falta de técnica musical, lo tienen de entusiasmo. Cantamos con toda el alma.

”Ahora viajamos hacia el norte. Detenemos el Land Rover cerca de una aldea y vemos un grupo de chozas de paja y, un poco más lejos, una construcción que se destaca del resto. Está hecha con gruesos postes de bambú bien atados entre sí, y el techo es de paja. La puerta y las ventanas son aberturas practicadas en las paredes. Delante de la construcción hay un sendero y una extensión de césped bien cuidado sobre la que descansa un letrero con el nombre ‘Testigos de Jehová’. Al llegar al salón, los hermanos nos reciben efusivamente. Una vez dentro, observamos que los bancos están hechos de cañas de bambú apoyadas sobre estacas verticales también de bambú. ¡Menos mal que el techo es impermeable! Si el bambú se mojara, echaría raíces y crecería rápidamente, de modo que la altura de los bancos sería mucho mayor que los 30 centímetros actuales. También hay un tablero de anuncios con la programación de las reuniones y las cartas de la sucursal. Los hermanos toman publicaciones de una mesa hecha con bambú partido por la mitad y unido con juncos.

”Salimos en dirección sur y llegamos a Katanga coincidiendo con la puesta de sol. El tiempo, mucho más fresco, nos obliga a abrigarnos un poco más. Al acercarnos al salón de otro poblado, escuchamos a los hermanos cantando. Los publicadores de las aldeas no suelen tener relojes, de modo que se fijan en el Sol para calcular la hora de la reunión. Los primeros en llegar comienzan a cantar hasta que la mayoría está presente y comienza la reunión. A la hora de sentarnos nos apiñamos en un tronco partido por la mitad que está sostenido en dos apoyos. Las publicaciones se guardan en un viejo armario, pero no por mucho tiempo, pues las cucarachas y las termitas acabarían con el papel. Al terminar la reunión, los hermanos nos enseñan el salón. Las paredes están hechas de pequeñas ramas atadas con juncos y cubiertas de arcilla. El techo, confeccionado con paja entretejida, es impermeable.”

Jehová protege a sus siervos

Como consecuencia de los continuos brotes de violencia y los conflictos civiles de la década de 1960, muchas personas perdieron la vida, entre ellas algunos siervos de Jehová. Congregarse en aquel tiempo era una muestra de fe y valor, pues las reuniones a veces se confundían con encuentros políticos. En la provincia de Ecuador, varios soldados armados se presentaron en un Salón del Reino. Enseguida se dieron cuenta de que no se trataba de un mitin político, sino de una reunión para adorar a Dios; así que se marcharon, pues, como dijeron, no estaban en contra de la religión ni de Dios.

En otra ocasión, Bernard Mayunga y otros publicadores fueron rodeados en Kisangani por un grupo de rebeldes que buscaban jefes locales para ejecutarlos. Cuando les preguntaron de qué tribu eran, Bernard contestó: “Soy testigo de Jehová”. Sorprendido por esta respuesta, el jefe de los rebeldes le pidió que le aclarara la situación. Tras escucharle explicar su postura con la Biblia, el cabecilla del grupo dijo: “Si todos fueran como ustedes, no habría guerras”. Bernard fue liberado, junto con los otros Testigos.

¡Por fin el reconocimiento legal!

Hasta 1965, el Betel del Congo estaba en un pequeño apartamento del centro de Kinshasa, pero había casi cuatro mil proclamadores del Reino y se necesitaban instalaciones más grandes. Así que tras una búsqueda minuciosa se compró una casa en la avenida des Elephants, número 764, en el distrito capitalino de Limete. El edificio, de tan solo seis años, tenía dos pisos y cuatro habitaciones. Los hermanos pusieron manos a la obra y transformaron la gran sala de estar y el comedor de la planta baja en una oficina. El garaje se destinó para los envíos y la multicopista. Más tarde, en 1972, se añadió una ampliación al edificio.

En noviembre de 1965, Joseph-Désiré Mobutu llegó al poder mediante un golpe de estado. La sucursal volvió a solicitar el reconocimiento legal, y el 9 de junio de 1966, el presidente Mobutu firmó un decreto concediéndolo. Ahora, los testigos de Jehová tendrían los mismos derechos y ventajas que las demás religiones inscritas del país. Por fin se había logrado la meta por la que se trabajaba y oraba desde 1932. Se podía predicar en libertad, celebrar grandes asambleas y comprar propiedades. No obstante, tal libertad solo duraría seis años.

Se da un gran testimonio en las asambleas

Los hermanos rebosaban de alegría por poder organizar asambleas de circuito bajo la protección de un decreto. La primera serie consistió en once asambleas con una asistencia total de 11.214 personas y 465 bautizados.

Las asambleas despertaron una enérgica reacción de parte de las iglesias locales. El clero había luchado con uñas y dientes para impedir que los testigos de Jehová obtuvieran reconocimiento legal en este fructífero territorio, que consideraba su dominio. En Gandajika (provincia de Kasai), los guías religiosos protestaron ante el alcalde, pero como este no se dejó intimidar, enviaron jóvenes al lugar de asamblea para interrumpir la reunión. Sin embargo, al llegar encontraron a una gran multitud que estaba viendo una película bíblica. Los alborotadores se calmaron y también se pusieron a verla. Quedaron impresionados. Cada vez que se cambiaba el rollo de la película, la multitud, compuesta de varios miles, gritaba: “¡Vivan los testigos de Jehová!”.

El pueblo de Jehová tenía permiso para celebrar grandes asambleas, pero ahora se necesitaba mucha preparación. Había que organizar dramas bíblicos y confeccionar el vestuario especial, además de instalar y manejar el sistema de sonido. Todas las tareas se llevaron a cabo gracias a la excelente disposición para trabajar y aprender que demostraron los voluntarios.

Viajes para servir en las asambleas de circuito

En 1964 había suficientes circuitos en el país para formar dos distritos. En 1969 se añadió el tercero en Kasai, y en 1970, el cuarto. Los caminos suponían un obstáculo para que los superintendentes de distrito y los demás hermanos llegaran al lugar de la asamblea. Para comprenderlo mejor, acompañemos a un superintendente de distrito llamado William Smith a una asamblea de circuito:

“Las fuertes lluvias habían provocado crecidas en los ríos. Íbamos rumbo a Kamina para asistir a una asamblea de circuito, a más de 320 kilómetros de distancia. Las lluvias transformaron algunos caminos en un mar de lodo, y otros sencillamente desaparecieron. Un valle se había convertido en un lago. Había automóviles, camiones y vehículos oficiales por todos lados, mientras la gente esperaba que bajara el nivel de las aguas. Muchos pensaban que tardaría unas dos semanas.

”Sabía que los hermanos estaban esperando con muchas ansias el programa de la asamblea. Algunos de ellos habían caminado durante días para estar presentes. Así que pregunté si había alguna forma de rodear el valle. Para mi sorpresa, me dijeron que los testigos de Jehová habían construido un camino secundario, pero como el terreno estaba muy blando, no iban a permitir que nadie lo usara hasta que hubiera pasado el superintendente de distrito que iba a Kamina.

”Los hermanos de dos pueblos habían trabajado más de veinticuatro horas sin parar a fin de abrir un camino que bordeara la sección inundada. No tardé en encontrar a los hermanos, así que me dispuse a pasar con el jeep por aquel camino. Una multitud se congregó para ver si era capaz de lograrlo. Pero ¡qué decepción! Avancé unos metros y enseguida me hundí en el blando terreno.

”Los hermanos empujaron, pero el vehículo no se movía. Los rostros de los hermanos eran un reflejo de su desilusión, pues todo su esfuerzo parecía en vano. No obstante, aún no se habían dado por vencidos: el superintendente de distrito tenía que llegar a la asamblea. Pensando que el nuevo camino era más peligroso que práctico, los observadores regresaron a sus vehículos. Los hermanos, en cambio, decidieron volver a intentarlo. Primero descargaron el jeep por completo: las cajas de publicaciones, el equipo de sonido, un generador y muchas cosas más. Luego cavaron y empujaron hasta que las ruedas, que no dejaban de patinar, comenzaron a mover lentamente el jeep.

”Al cabo de una hora celebraron el éxito alcanzado con gritos de alegría y cánticos del Reino. Los hermanos habían logrado lo que para los observadores sentados en sus automóviles parecía imposible. Gracias a la ardua labor de los hermanos, la asamblea se llevó a buen término. Jehová estuvo con su pueblo y los ayudó a hacer Su voluntad.”

Un nuevo régimen político introduce cambios

No resultaba fácil visitar a las personas esparcidas por miles y miles de kilómetros cuadrados de sabana y selva ecuatorial. Mientras que los misioneros predicaban en las poblaciones más grandes, los hermanos autóctonos que servían de precursores especiales abrían el territorio rural. Como gran parte de la población del campo era analfabeta, se hacía difícil formar congregaciones sólidas. Además, estaban a punto de producirse ciertos cambios en la política nacional que incidirían directamente en la vida de los hermanos.

El año 1970 marcó el comienzo del sistema político unipartidista. El único partido era el Movimiento Popular de la Revolución, o MPR (en francés, Mouvement Populaire de la Révolution). Esta formación proponía un retorno a los valores tradicionales, lo que incluía cambiar el nombre de pueblos y ciudades. Stanleyville ya se conocía como Kisangani, y Élisabethville se convirtió en Lubumbashi. En 1971, el gobierno cambió el nombre del país y de su principal río a Zaire. El franco dejaría de ser la unidad monetaria para ser sustituida por el zaire. El gobierno también obligó a los ciudadanos a cambiarse el nombre: los nombres considerados cristianos debían sustituirse por otros de origen africano. Además, se prohibieron las corbatas porque se relacionaban con los europeos. Los hermanos obedecieron con respeto las disposiciones relativas a estos asuntos (Mat. 22:21).

Según la ideología del partido, todo congoleño era automáticamente miembro activo del MPR. Para mantener un empleo, asistir a la escuela o vender en el mercado, era obligatorio tener una tarjeta política. Además, se esperaba que la gente llevara una insignia del partido, sobre todo al entrar a una oficina gubernamental. Fueron tiempos difíciles para el pueblo de Jehová, pues los hermanos perdieron sus empleos y a los niños se les expulsó de las escuelas.

Con todo, algunos funcionarios comprendieron la postura de los Testigos. El ministro del Interior le preguntó a un hermano que trabajaba para él por qué no llevaba la insignia del partido. Tras escuchar las razones bíblicas, el ministro dijo: “A ti te conocemos y no te haremos nada, pero el movimiento juvenil te lo va a poner difícil”.

Cuentan que el propio presidente Mobutu, tras recibir varias quejas sobre los testigos de Jehová, dijo a los miembros de su partido en una reunión: “Los problemas que pueda tener no me los va a causar ningún testigo de Jehová. Recuerden quién traicionó a Jesús: fue Judas, uno de sus discípulos. Si alguien me va a traicionar, será alguien que come conmigo”.

La ampliación de Betel satisface las necesidades

Nathan H. Knorr, de la sede mundial, en Brooklyn, visitó el país en enero de 1971. Uno de los asuntos tratados durante su visita fue la ampliación de las oficinas y el hogar Betel. Para 1970 había casi catorce mil publicadores en 194 congregaciones y más de doscientos grupos aislados. Debido a la creciente necesidad de publicaciones que había en el país, el depósito de la sucursal se había quedado pequeño. Por eso, todos se alegraron cuando el hermano Knorr anunció que se iban a ampliar las instalaciones. Un arquitecto trazó los planos de un moderno edificio de dos plantas que duplicaba el tamaño del que se utilizaba en aquel entonces. Contendría una oficina grande, un amplio depósito y habitaciones adicionales.

En junio de 1971 se aprobaron los planos y comenzaron las obras bajo la dirección de Don Ward, llegado de Dahomey (actualmente Benín). Con la ayuda de numerosos voluntarios de las 39 congregaciones de Kinshasa se terminó la construcción. Como veremos, el progreso en el campo y la ampliación de Betel causaron mucha irritación a las religiones de la cristiandad.

Los años setenta: tiempos que exigieron valor y cautela

En diciembre de 1971, el gobierno aprobó una ley que regulaba las muchas religiones y grupos de oración que se estaban formando por todo el territorio nacional. Según esta nueva ley, solo había tres religiones legales: la Iglesia Católica, las iglesias protestantes y la kimbanguista, una religión local. En 1972 fueron reconocidos también el islam, el judaísmo y la Iglesia Ortodoxa Griega. Muchas religiones pequeñas se agruparon bajo la denominación protestante.

Aunque la obra no estuvo totalmente proscrita entre 1971 y 1980, se impusieron ciertas restricciones, pues las actividades del pueblo de Dios no tenían el reconocimiento oficial. Pese a ello, los misioneros no recibieron ninguna orden de expulsión, y el trabajo de Betel no se vio interrumpido. Se cerró un hogar misional de Kananga, pero siguieron abiertos los de Bukavu, Kisangani, Kolwezi y Lubumbashi. A pesar de que ya no podían celebrarse grandes asambleas de distrito, en muchos lugares los hermanos se reunían en el Salón del Reino y celebraban pequeñas asambleas de circuito en locales mayores. La libertad dependía, en muchos casos, de la actitud de las autoridades del lugar. Donde había una férrea oposición, los hermanos sabían que iban a experimentar persecución y arrestos; de hecho, cientos de ellos fueron encarcelados. En cambio, cuando las autoridades tenían una disposición más favorable, las actividades religiosas se efectuaban libremente.

A pesar de las restricciones, los Testigos siguieron predicando con denuedo. En cierta ocasión, tres hermanos y una hermana fueron a predicar al mercado. Entonces llegaron dos hombres y arrestaron a uno de los hermanos cuando estaba entregando un libro a una persona interesada. Lo llevaron a la sede del partido y lo introdujeron en una habitación a la espera de su líder. Cuando este entró, vio al hermano ofreciéndole a otro hombre el libro ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación?

—¿Está haciendo propaganda aquí? —le preguntó el jefe.

—¿Qué diría si alguien le preguntara si el hombre llegó a existir por evolución, o por creación? —respondió el hermano.

Sin contestarle, el jefe miró a los hombres que habían detenido al hermano y les dijo:

—Déjenlo ir, no está haciendo nada ilegal.

El publicador regresó al mercado y reanudó su predicación. Más tarde, el jefe pasó cerca y lo vio. Señalándolo, dijo a sus compañeros: “Este hombre sí que es valiente”.

En 1974, el superintendente de la sucursal, Ernest Heuse, se vio obligado a regresar a Bélgica por recomendación médica. Hacía tiempo que padecía de enfisema, y los frecuentes episodios de paludismo contribuyeron al deterioro de su salud. La familia Heuse era muy querida, pues había hecho una contribución muy significativa a la obra. Una vez en su país, siguieron sirviendo con celo a Jehová. Ernest falleció en 1986, y su esposa, Hélène, murió ocho años después. Timothy A. Holmes, quien servía de misionero desde 1966, ocupó la superintendencia de la sucursal de Kinshasa.

Se vuelve a obtener reconocimiento legal en 1980

El 30 de abril de 1980, el presidente de la república firmó un decreto concediendo reconocimiento legal a la Asociación de los Testigos de Jehová. El interés por la verdad era mayor que nunca: 90.226 personas asistieron a la Conmemoración y se dirigían 35.000 estudios bíblicos en los hogares. También se alcanzaron nuevos máximos de publicadores y precursores. Hacían falta mejores instalaciones para atender las necesidades del campo con mayor eficacia. Por eso, los hermanos se alegraron de que el Cuerpo Gobernante aprobara la compra de un solar dos veces y medio más grande que el que tenía la sucursal entonces. No obstante, como veremos más adelante, surgieron ciertas dificultades.

Aunque hacía años que no se autorizaban grandes asambleas de distrito, ahora había libertad para celebrarlas. Así pues, en 1980 se organizaron en el país cinco asambleas de distrito “Amor Divino”. Algunos hermanos recorrieron grandes distancias; muchas familias caminaron más de 400 kilómetros. Dos precursores especiales de una región remota cubrieron más de 700 kilómetros en bicicleta durante dos semanas a través de selvas y arenales. También hubo asistentes de la República del Congo, Burundi y Ruanda.

En los años siguientes se tuvieron que organizar asambleas de distrito en más localidades. Es cierto que se disfrutaba de libertad religiosa, pero las presiones económicas estaban aumentando. Para muchos hermanos, el solo hecho de subsistir les resultaba muy difícil, pues los precios se disparaban, pero los salarios seguían igual. Como casi ningún publicador podía costearse el transporte a lugares lejanos, la sucursal organizó más asambleas en las zonas donde vivían la mayoría de los hermanos.

Viajar por el Congo es como una carrera de obstáculos: hay árboles caídos, puentes en mal estado, arena y lodo. Los representantes de la sucursal y sus esposas siempre han mostrado un espíritu abnegado cuando se les ha enviado a las asambleas. Con todo, su sacrificio es pequeño comparado con el de los fieles hermanos locales, que caminan durante días y duermen a cielo raso. Incluso hoy es habitual que recorran a pie entre 50 y 150 kilómetros para acudir a las asambleas de distrito.

Se abren más hogares misionales

El reconocimiento legal otorgado en 1980 permitió la entrada de más misioneros. En 1981 se abrió un hogar misional en Goma (provincia de Kivu). Durante los siguientes dos años se abrieron más hogares en Likasi (Katanga), Mbuji-Mayi (Kasai), Kikwit (Bandundu) y en la ciudad portuaria de Matadi (Bajo Congo). Además se reabrieron varios hogares que se habían cerrado. Por último, en 1986 se abrió otro en Isiro (Provincia Oriental), lo que hacía un total de once hogares misionales en el país, utilizados también como depósitos de literatura. Los misioneros servían de nexo entre la sucursal y el campo. Los publicadores agradecían el ánimo y la preparación que estos les impartían. El año de servicio 1981 terminó con un nuevo máximo de 25.753 publicadores. Las posibilidades de aumento eran enormes.

Sin miedo a Kimbilikiti

Kimbilikiti es el nombre de un espíritu venerado por la tribu rega, cuyos miembros viven en los espesos bosques de la zona centro oriental del país. La vida de este pueblo —compuesto en su mayoría por cazadores, agricultores y pescadores— se encuentra dominada por las creencias religiosas relacionadas con Kimbilikiti. Un manto de misterio envuelve a esta secta, y los sacerdotes ejercen gran influencia sobre los que viven en temor del espíritu.

Los testigos de Jehová de la zona no temen a Kimbilikiti porque saben que Jehová es el único Dios verdadero. Son los únicos que no se someten a las exigencias de los sacerdotes, como darles cabras y pollos para comer.

A principios de 1978, varios miembros de este grupo comenzaron a perseguir abiertamente a los Testigos. Quemaron varios Salones del Reino, echaron a algunos hermanos de sus casas y confiscaron sus pertenencias. También pronunciaron hechizos en un inútil intento de causar daño a los hermanos. En agosto de 1983 ejecutaron un macabro plan: asesinaron brutalmente a ocho Testigos cerca del pueblo de Pangi.

Este horrendo crimen sacudió a la congregación, sobre todo a las esposas y los hijos de las víctimas. La sucursal y los hermanos del lugar coordinaron enseguida la ayuda espiritual y material que debía brindarse a las familias afectadas.

Los asesinos, mientras tanto, se sentían seguros en estos remotos bosques. Sin embargo, con el tiempo fueron apresados y se celebró un juicio en el tribunal del distrito de Kindu. Estos individuos alegaron que el espíritu Kimbilikiti los había incitado a asesinar, pero el fiscal identificó a los verdaderos responsables al decir: “Ciertos [miembros de la tribu rega] que participaron tiempo atrás en los ritos del Kimbilikiti y conocen sus secretos se han hecho testigos de Jehová. Ahora han revelado sus secretos, en particular la inexistencia de Kimbilikiti. Han expuesto la falsedad de las ofrendas que supuestamente exige dicho espíritu, quien, según los testigos de Jehová, es un completo fraude organizado por los ancianos que dirigen las ceremonias”.

Se declaró culpables a los acusados, no a Kimbilikiti, y aunque se apeló la sentencia, un tribunal superior de Bukavu sostuvo la pena capital para los asesinos. Los fiscales advirtieron de las consecuencias que padecería cualquier adorador de Kimbilikiti que atacara a los testigos de Jehová. b

Desde entonces ha habido más incidentes, pero los miembros de la secta saben que no pueden ocultar nada en el bosque ni confiar en la protección de un inexistente Kimbilikiti. Mientras tanto, los testigos de Jehová continúan fielmente ayudando al prójimo a librarse de estos ritos, y Jehová ha bendecido amorosamente sus esfuerzos. En las congregaciones de la zona ya hay más de trescientos celosos publicadores que aman a Jehová sin temer a Kimbilikiti.

Se proscribe la obra

Para 1985, la obra del Reino marchaba a muy buen ritmo. Se habían comenzado las obras de la nueva sucursal en el terreno comprado en 1980 y habían llegado sesenta voluntarios extranjeros. El año de servicio terminó con un nuevo máximo de precursores y casi treinta y cinco mil publicadores en el campo. Sesenta misioneros predicaban celosamente por todo el país, y los superintendentes viajantes instruían a ancianos y precursores. Había buenas perspectivas de un formidable aumento.

Sin embargo, no todos veían con buenos ojos la prosperidad espiritual y material del pueblo de Dios. El clero influyó en los políticos para que detuvieran las actividades teocráticas. El 12 de marzo de 1986, el presidente Mobutu firmó un decreto mediante el cual se proscribió la obra de los testigos de Jehová. Al día siguiente, el locutor de la emisora nacional de radio afirmó: “Jamás volveremos a oír de los testigos de Jehová en [el Congo]”. ¡Qué equivocado estaba!

La sucursal llamó a cuatro misioneros que servían de superintendentes de distrito y los sustituyó por hermanos del país. Los misioneros, que ya no podían predicar abiertamente, se sentían como si estuvieran bajo arresto domiciliario. Y los hermanos congoleños tenían que ser muy cautelosos en el ministerio (Mat. 10:16). Lamentablemente, muchas personas dejaron de estudiar por temor. Se cerraron, e incluso se destruyeron, algunos Salones del Reino. Otros fueron confiscados por el partido político. Las reuniones tenían que celebrarse en grupos pequeños. Los hermanos eran detenidos de noche en sus casas y se les despojaba de sus pertenencias.

En la provincia de Ecuador, muchos hermanos fueron golpeados y encarcelados. Este fue el caso de un precursor especial, quien recibió una tremenda paliza y pasó tres meses en la cárcel. Todas estas acciones se debieron a la noticia que difundió la radio. Pero lo cierto es que hasta aquel momento no había ninguna ley relativa a la proscripción. Poco después del anuncio de la proscripción se presentó una apelación, pero no hubo respuesta alguna. Entonces, en junio de 1986, el presidente del país acusó en un discurso a los Testigos de ser poco patriotas y de tratar con falta de respeto a la autoridad.

¡Qué rápido había cambiado todo! El respeto del que gozaba la organización se perdió de golpe. La construcción de la nueva sucursal se paralizó, y la alegre algarabía que reinaba en el lugar de las obras dio paso al silencio. Los voluntarios extranjeros tuvieron que abandonar el país, y se vendió el equipo de construcción. Unos veinte hermanos se quedaron vigilando la propiedad.

Entonces, de repente, en una carta del jefe de seguridad fechada el 26 de junio de 1986 se ordenó la expulsión de los misioneros. Era claro que esta proscripción era muy diferente a la de 1972, en la que los misioneros pudieron permanecer en el país. ¡Qué triste era ver el Departamento de Envíos lleno de las pertenencias de estos hermanos a punto de irse! En el mes de julio salieron veintitrés misioneros, y los que estaban de vacaciones fuera jamás regresaron. Estaba por comenzar otro período de refinamiento en el Congo.

Reorganización para la clandestinidad

Si los opositores creyeron que iban a desanimar o eliminar al pueblo de Jehová, estaban muy equivocados, pues no conocían ni el poder del espíritu santo de Jehová ni la determinación de su pueblo. Un pequeño grupo de misioneros experimentados se las arreglaron para quedarse en el país. El personal de la sucursal siguió supervisando la predicación desde varias casas particulares, y la Escuela del Servicio de Precursor se continuó celebrando en hogares de todo el país.

No hubo escasez de alimento espiritual, pues no dejaron de imprimirse y distribuirse publicaciones bíblicas. La sucursal envió a las congregaciones los bosquejos de las asambleas de circuito y distrito para que se presentaran en forma de discurso. Desde 1986 hasta que se levantó la proscripción, los superintendentes de circuito reprodujeron las grabaciones de los dramas de las asambleas traducidos a las lenguas nativas. Aunque todas estas provisiones implicaron mucho trabajo, el beneficio fue enorme.

Mientras tanto, los ancianos acudieron a los representantes del gobierno para explicarles que nuestra neutralidad política no es sinónimo de subversión. De este modo, todo el mundo, hasta las máximas autoridades, llegó a conocer el nombre y el propósito de Jehová. Los siervos de Dios sobresalieron como un pueblo singular: estrictamente neutrales, pero pacíficos, no subversivos.

Disminución y aumento en la cantidad de proclamadores del Reino

El informe del servicio del campo correspondiente a 1987 reveló una disminución del 6% en la cantidad de publicadores, pues había quienes temían identificarse con una organización proscrita. En varias regiones estalló una feroz persecución.

Aun así, en ocasiones la oposición lograba precisamente lo contrario de lo que pretendía. Por ejemplo, un jefe local convocó una reunión especial para hablar en contra de los testigos de Jehová. Mostró al auditorio Mi libro de historias bíblicas y pidió que arrestaran a quienes estuvieran distribuyéndolo. Los asistentes dijeron que les gustaría examinar la obra de cerca para reconocerla. Cuando la hojearon, les gustó tanto que algunas personas solicitaron varios ejemplares a un precursor especial que vivía en otro pueblo. Este recuerda: “Comencé diez estudios bíblicos. Nunca había predicado en la aldea de aquel jefe, así que de no haber hablado en contra nuestra, estas personas tal vez no habrían conocido la verdad”.

Los hermanos se adaptaban a las nuevas circunstancias. Aunque tenían muchas limitaciones, ‘no se les apretó de modo que no pudieran moverse’ (2 Cor. 4:8). El año de servicio 1988 terminó con un aumento del 7% en la cantidad de publicadores y con 60.000 estudios bíblicos. Varios hermanos de Betel que trabajaban en el Departamento de Servicio visitaron las ciudades más importantes para infundir ánimo y reunirse con los ancianos y los superintendentes viajantes. Mientras tanto, la sucursal siguió supervisando la actividad de Burundi y la vecina República del Congo, país donde también pesaba una proscripción.

Un Testigo que era el director de una escuela de Kolwezi se negó a hacer un juramento político. Por este motivo lo golpearon brutalmente y lo llevaron a un centro escolar de Lubumbashi, de donde sus opositores pensaban que no saldría con vida. Tras explicar con calma la razón de su neutralidad, se le permitió regresar a Kolwezi, e incluso se obligó a los agresores a que se disculparan con él. Además, el hermano no solo fue readmitido en su puesto de trabajo, sino que fue nombrado inspector.

En octubre de 1988, varios jefes locales se apropiaron del terreno donde se construía la nueva sucursal de Kinshasa y confiscaron toneladas de publicaciones bíblicas. Los militares robaban cajas enteras de libros y biblias para venderlas en el mercado. Como la gente compraba las publicaciones, resultó más fácil iniciar estudios bíblicos. c

Pese a la proscripción, había 40.707 publicadores en 1989, razón por la cual los enemigos de los testigos de Jehová estaban furiosos. El entonces ministro de Justicia, un conocido aliado de la Iglesia Católica, envió a los fiscales del país una carta en la que expresaba su consternación por la incesante actividad del pueblo de Jehová e incitaba a la persecución de los Testigos y a la clausura de los Salones del Reino. Posteriormente, en un discurso pronunciado ante guías religiosos, calificó a los siervos de Jehová de “auténticos demonios”. Tal oposición generó persecución en la provincia de Bandundu, donde vivía el ministro.

Hijos de Testigos en prisión

Durante aquel período arrestaron a varios hijos de testigos de Jehová por negarse a participar en ciertas ceremonias políticas en la escuela. El padre de dos muchachos, que era precursor especial, también fue detenido y encarcelado con sus hijos. A los guardias de la prisión se les prohibió entregarles comida, pero sorprendido, uno de ellos dijo: “Damos de comer a asesinos y ladrones, ¿por qué vamos a privar de alimento a un padre y a sus dos hijos?”. Como no recibió una respuesta satisfactoria, el propio guardia les dio de comer. El padre pasó siete días en la cárcel, y los muchachos, once días. Esta prueba no los desanimó en absoluto.

Un hombre de Kikwit, que no era Testigo, fue arrestado después de que sus dos hijas y su esposa, que eran Testigos, habían sido encarceladas. Cuando los agentes descubrieron que el hombre no compartía las creencias de su esposa, le dijeron que abandonara la prisión, pero él se negó a irse sin su mujer y sus hijas. Cuando toda la familia fue puesta en libertad, el padre comenzó a estudiar la Biblia y se bautizó. Ahora es anciano de congregación.

Conflictos civiles

En septiembre de 1991 estalló en Kinshasa una revuelta militar que dio pie a un sinnúmero de saqueos y a una grave escasez de alimentos y combustible, además de un desempleo generalizado y una inflación galopante. Las sucursales de los testigos de Jehová de Sudáfrica y Francia enviaron ayuda humanitaria.

Además de encargarse de los problemas del país, la sucursal del Congo también atendió a los refugiados de las vecinas naciones de Angola y Sudán. En la parte nororiental del país, Zekaria Belemo, que en aquel entonces era superintendente viajante, visitó a un grupo de hermanos refugiados provenientes de Sudán. Como se dirigió a ellos en un limitado inglés, que se tradujo al árabe, Zekaria no sabía si los hermanos habrían entendido el discurso. Pues bien, cinco años después, dos jóvenes que visitaron Betel lo abordaron y le preguntaron: “¿Se acuerda de nosotros? Estábamos en el grupo que escuchó su discurso en el campo de refugiados. Gracias a su estímulo, comenzamos a estudiar la Biblia”. Con posterioridad, estos dos jóvenes dedicaron su vida a Jehová.

Los conflictos étnicos supusieron otro gran problema nacional. Muchos de los habitantes de Kasai se habían mudado al sur, a Katanga. Pero en 1992 y 1993, fueron expulsados de esta provincia y tuvieron que dejar empleos, posesiones y casas. Huyeron por su vida a campamentos u otros lugares donde se agruparon para estar seguros. Más de cien mil personas regresaron a sus hogares en Kasai, entre ellas unos cuatro mil testigos de Jehová. Aunque el alimento escaseaba y los hermanos de la zona disponían de pocos recursos, hicieron lo que pudieron para ayudar. Una congregación situada en la principal ruta al norte de Katanga envió a varios hermanos para buscar en cada camión que llegaba y ver si había algún Testigo. Cuando los hallaban, les daban la atención necesaria.

La sucursal de Sudáfrica envió varios camiones de comida y medicamentos para distribuir entre los hermanos de los campos de refugiados, provisión que salvó muchas vidas. El Cuerpo Gobernante también dio instrucciones a los hermanos de Kinshasa para que compraran alimentos, medicinas, azadas y palas a fin de que las familias volvieran a asentarse en Kasai y cultivaran sus campos.

Indicios de un cambio

El 24 de abril de 1990, un discurso presidencial y una conferencia de prensa supusieron un cambio en la actitud oficial para con los testigos de Jehová. Ante periodistas nacionales y extranjeros, el presidente aseguró que el gobierno sostenía todas las libertades fundamentales, entre ellas la libertad religiosa y la de expresión. Esta declaración permitió a los hermanos predicar y reunirse más abiertamente. Además, los publicadores encarcelados fueron liberados.

¿Recuerda al locutor que en 1986 había asegurado en la radio que los testigos de Jehová desaparecerían del Congo? Se demostró que estaba totalmente equivocado. Al inicio de la proscripción, en 1986, había 34.207 publicadores en el país. Al final del año de servicio 1990, había 50.677, y 156.590 personas habían asistido a la Conmemoración. Los granos de maíz africano se habían multiplicado pese a la oposición, calumnias, persecución e ira de los líderes religiosos y políticos. Cuando en 1997 se derrocó el régimen del presidente Mobutu, fue el locutor quien tuvo que huir del país, no los testigos de Jehová.

Se recupera la libertad

El decreto presidencial de 1986 había proscrito todas las actividades de los Testigos y había disuelto su corporación legal en el país. No obstante, el 8 de enero de 1993, el Tribunal Supremo de Justicia de Zaire (actual República Democrática del Congo) emitió una sentencia en el caso Testigos de Jehová contra la República de Zaire mediante la que anuló el decreto presidencial por considerarlo sin fundamento. ¡Qué alegría para los hermanos!

Esta sentencia suscitó una gran controversia, pues se basaba en una nueva constitución provisional que no contaba con el beneplácito del presidente ni de sus partidarios. Para otros, sin embargo, el fallo sentaba un precedente. Aunque los Testigos se vieron en medio de una disputa, aquella cuestión resultó en un gran testimonio para la gloria del nombre de Jehová. Decenas de periódicos publicaron artículos sobre este caso histórico. El Ministerio de Justicia informó a los gobernadores provinciales que los testigos de Jehová volvían a gozar de autorización para efectuar sus actividades religiosas. ¡Qué gran victoria para el pueblo de Jehová y la adoración verdadera!

Las dificultades de los envíos nacionales

La República Democrática del Congo es un enorme país cuya única salida al mar se encuentra en la pequeña franja costera del Bajo Congo. La mayoría de los grandes envíos llegan al puerto de Matadi. De allí a la capital, a 300 kilómetros, hay una línea férrea y una carretera pavimentada.

Varias sucursales europeas enviaron al Congo camiones con tracción en las cuatro ruedas que se han utilizado para la construcción o el transporte. En 1999, Betel abrió un depósito en Matadi que ha resultado muy práctico, pues allí se llevan las publicaciones directamente de los barcos y se guardan hasta que llega el camión de la sucursal que las transporta hasta Kinshasa.

En los años ochenta podía cruzarse el país desde Kinshasa a Lubumbashi pasando por los depósitos de los hogares misionales de Kananga y Mbuji-Mayi. El viaje que un avión realizaba en dos horas, a un camión cargado le tomaba dos semanas. Sin embargo, el estado de los caminos ha empeorado con los años hasta el punto de que se han hecho intransitables. Y aunque hay miles de kilómetros de ríos navegables, las embarcaciones que se adentran al país desde Kinshasa no son dignas de confianza. Además, en algunas zonas todavía existe cierta inestabilidad política, lo que reduce el radio de acción de los vehículos de Betel. Por consiguiente, la mejor forma de mandar las publicaciones a zonas distantes es por avión.

Otras sucursales han cooperado para enviar publicaciones. La sucursal de Camerún utiliza camiones que atraviesan la República Centroafricana hasta el norte del Congo. Las sucursales de Ruanda y Kenia se encargan de la parte este del país. Y algunas congregaciones del sur reciben sus envíos de Sudáfrica y Zambia.

La Escuela de Entrenamiento Ministerial: una bendición para la obra

En 1995 se organizó en Kinshasa la primera clase de la Escuela de Entrenamiento Ministerial. Para abril de 2003 se había preparado a más de cuatrocientos hermanos en dieciséis clases. Cinco estudiantes ya sirven de superintendentes de distrito, y más de sesenta están en la obra de circuito. A otros cincuenta se les ha nombrado precursores especiales. Todos estos hermanos han contribuido enormemente a generar entusiasmo en la predicación.

A algunos de ellos no les resultó fácil asistir a dicho curso. Cuando Georges Mutombo recibió la carta de invitación, vivía en una zona controlada por las fuerzas opuestas al gobierno. Primero tuvo que recorrer 400 kilómetros en bicicleta hasta Kamina, y de allí viajar en avión a Kinshasa, la sede de la escuela. Durante su viaje por tierra soportó tres días de lluvia y pasó por dieciséis controles militares. Al cruzar una región de mucho delito, lo persiguió un grupo de bandidos que también iban en bicicleta. La persecución terminó cuando se reventó un neumático de la bicicleta que lo seguía más de cerca. Al parecer, los perseguidores dedujeron por su apariencia que Georges era Testigo, y dijeron a gritos que no irían tras él, pues era obvio que su Dios, Jehová, lo acompañaba.

Instalaciones para atender el aumento teocrático

Desde 1965, la sucursal estuvo en la avenida des Elephants, número 764, Limete (Kinshasa). En 1991 se compró en el sector industrial de la ciudad un terreno con tres edificios grandes que habían albergado una empresa textil y, más tarde, talleres de reparación. Los hermanos los renovaron para centralizar las actividades de la sucursal. Aunque la inseguridad y la inestabilidad políticas atrasaron el proyecto, las obras de las nuevas instalaciones comenzaron en 1993, tras la llegada de los siervos internacionales. En abril de 1996, el personal de la sucursal se mudó de la avenida des Elephants al nuevo complejo. Tras la mudanza, un anciano de Betel dijo: “Ver a toda la familia junta otra vez nos trae recuerdos de la proscripción que sufrimos hace diez años. Damos gracias de corazón a Jehová Dios y a su organización visible por estos preciosos edificios”. En octubre de 1996 se alcanzó un nuevo máximo de 100.000 publicadores. Los hermanos estaban muy entusiasmados ante la expectativa de futuros aumentos.

Llegan misioneros para ayudar

En la década de 1990 se volvió a abrir la puerta para traer misioneros al país, quienes se sumarían a los siete que se quedaron durante los años de proscripción. En julio de 1995, Sébastien Johnson y su esposa, Gisela, fueron reasignados de Senegal al Congo. Pero no fueron los únicos. Llegaron más misioneros de Estados Unidos (graduados de Galaad), Bélgica, Gran Bretaña y Francia. En marzo de 1998, Christian y Juliette Belotti arribaron de la Guayana Francesa. En enero de 1999, Peter Wilhjelm y su esposa, Anna-Lise, que servían en Senegal, fueron reasignados al país. Posteriormente, llegaron otros misioneros procedentes de Camerún, Malí y Senegal.

En diciembre de 1999 se abrió un nuevo hogar misional en un barrio residencial de Kinshasa, donde actualmente viven doce misioneros. En Lubumbashi hay un hogar misional que lleva abierto sin interrupción desde 1965, y en 2003 se abrió un segundo hogar, ocupado hoy por cuatro matrimonios. También se estableció en mayo de 2002 una casa misional en Goma, al este del país, donde viven dos parejas. Los misioneros siguen siendo una bendición para este vasto y productivo campo.

Neutralidad cristiana durante la guerra

La mayoría de estos misioneros llegaron durante un período de cambios violentos. En octubre de 1996 estalló una guerra en la parte oriental del país que se extendió rápidamente a otras regiones. Con este conflicto se pretendía derrocar al presidente Mobutu. El 17 de mayo de 1997, las fuerzas de Laurent-Désiré Kabila entraron en Kinshasa, y él se proclamó presidente.

Mientras los telespectadores de todo el mundo contemplaban horribles imágenes de refugiados pobres, hambrientos y enfermos, el pueblo de Jehová siguió declarando el mensaje bíblico de esperanza y consuelo. Lamentablemente, miles de personas perdieron la vida en la guerra, entre ellas cincuenta Testigos. En la posguerra, mucha gente murió de cólera y otras enfermedades.

Por culpa de la contienda, casi nadie dispone de documentos de identidad, lo que supone un problema para los hermanos durante sus campañas de predicación, pues en los caminos abundan los controles militares. Como los publicadores de cierta congregación carecían de identificación, un anciano recomendó que mostraran en su lugar la Directriz/Exoneración médica por anticipado. En un puesto, los militares les dijeron: “Esto no es lo que pedimos. Queremos el documento nacional de identidad de cada ciudadano”.

Los hermanos respondieron: “Este es el documento que nos identifica como testigos de Jehová”. Al oír eso, los dejaron pasar.

En Kisangani, un grupo de mercenarios extranjeros que luchaban a favor de las fuerzas del gobierno apresaron a cuatro hermanos jóvenes que habían sido acusados falsamente de ser espías. Todas las mañanas, los mercenarios llevaban a diez prisioneros al monte y los ejecutaban. Cierto día subieron en un camión a dos de los hermanos y a ocho prisioneros más y se fueron. A mitad del trayecto se detuvieron, pues había un cadáver en el camino. Los mercenarios ordenaron a los hermanos que lo enterraran y siguieron adelante. Cuando terminaron, los hermanos esperaron a que regresara el camión, pues, aunque podían haber escapado, no quisieron poner en peligro la vida de los dos compañeros que quedaban en prisión. El vehículo apareció sin los ocho prisioneros, que habían sido fusilados. Al llegar a la cárcel, a todos les sorprendió ver con vida a los dos hermanos. Las fuerzas de la oposición no tardaron en tomar la ciudad y, al poco tiempo, volaron la puerta de la prisión en pedazos. Los mercenarios huyeron, y los hermanos quedaron en libertad.

Las sucursales europeas ayudan en tiempos difíciles

Desde 1996, gran parte del territorio nacional ha vivido conflictos bélicos, lo que ha desplazado a un gran número de habitantes. Miles de hermanos tuvieron que huir a los campos de refugiados de Tanzania y Zambia. A medida que el país iba cayendo bajo el control de los rebeldes, se hacía más difícil para la sucursal mantener el contacto con los hermanos de los territorios ocupados y atenderlos. Se formaron comités de socorro en las principales ciudades a fin de distribuir ayuda material. La familia Betel manifestó un espíritu abnegado al estar dispuesta a trabajar hasta bien adentrada la noche preparando la distribución de la ayuda humanitaria. Los testigos de Jehová de Bélgica, Francia y Suiza enviaron por avión toneladas de alimentos, medicinas y ropa, además de 18.500 pares de zapatos y 1.000 mantas. Las labores de socorro, que siguen en marcha, han aliviado mucho sufrimiento tanto a los testigos de Jehová como al resto de la población.

En octubre de 1998 apareció una noticia en un periódico de Kinshasa, que decía: “Numerosas congregaciones cristianas de los testigos de Jehová de varios países europeos han aunado esfuerzos para recoger más de 400 toneladas de ayuda humanitaria para la República del Congo y la República Democrática del Congo. Gracias a la cooperación de voluntarios de Francia, Inglaterra y Suiza, ya se han enviado por vía aérea 37 toneladas de arroz, leche en polvo, frijoles y galletas vitaminadas desde Ostende (Bélgica) a las oficinas centrales de los testigos de Jehová, en Kinshasa. Se espera [...] la llegada de otro avión [...] con 38 toneladas de alimentos.

”Cabe señalar que los testigos de Jehová llevan ayudando a los refugiados de África oriental desde el genocidio de Ruanda. [...] Según su portavoz, las donaciones enviadas —que superaban las 200 toneladas de comida y medicinas— sirvieron para combatir la epidemia de cólera. A raíz de aquellos incidentes de violencia, testigos de Jehová franceses y belgas enviaron varios equipos de ayuda a los campos de refugiados. Asimismo se recaudaron fondos para los necesitados de Bosnia y Europa del Este.”

La guerra no obstaculiza el progreso espiritual

En septiembre de 1998, los rebeldes atacaron el barrio de Ndjili, en Kinshasa. Durante la ofensiva, unos hermanos se refugiaron en una casa en la que se alojaba al superintendente de circuito. Este pronunció una oración en nombre de todos y leyó Isaías 28:16: “Nadie que ejerza fe será sobrecogido de pánico”. Animó al grupo a no perder la calma y a confiar en la guía de Jehová.

Algunos querían cruzar un puente para huir de Ndjili, y otros, caminar por la vía férrea. Al final decidieron quedarse donde estaban. Tres días después, las tropas del gobierno recuperaron el control de la zona. De haber elegido cualquiera de las rutas propuestas, los habría atrapado el fuego cruzado.

Un publicador de la Congregación Museka Kipuzi, de Katanga, estaba vendiendo pescado a unos militares. Tras la conversación, uno de ellos lo acusó de ser espía del partido de la oposición, de modo que lo ataron, le dieron una paliza y lo llevaron al cuartel general de la región, adonde llegaron para cuando había anochecido. Una vez allí, los soldados le dijeron al hermano que bailara para ellos, pero este respondió: “¿Cómo van a disfrutar del baile con esta oscuridad?”.

“Entonces canta”, le dijeron. El hermano entonó con todo el corazón “Arroja tu carga sobre Jehová”. Conmovidos por la letra del cántico, los militares le pidieron que lo volviera a cantar. Al terminar, uno de ellos le pidió que cantara otro cántico. Esta vez entonó “Gracias, Jehová” en kiluba, su lengua nativa. Al finalizar, sus captores lo desataron y a la mañana siguiente lo llevaron de regreso a la ciudad e hicieron algunas averiguaciones en el barrio para asegurarse de que no era un espía. Antes de marcharse, los soldados le dijeron: “Te íbamos a matar, pero ya no vas a morir. Tu religión te ha salvado la vida. Nos impresionaron los dos cánticos de ayer, no dejes de servir a tu Dios”.

La construcción de Salones del Reino reporta alabanza a Jehová

En los últimos años, el Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová ha impulsado un programa especial para ayudar a países con escasos recursos a construir Salones del Reino. Los hermanos congoleños recibieron con agrado dicho programa, pues tenían una gran necesidad de lugares de reunión. Por ejemplo, en Kinshasa había 298 congregaciones y ni siquiera veinte salones en condiciones. Hacían falta cientos de locales por todo el país. En abril de 1999 entró en vigor en Kinshasa el programa de construcción de Salones del Reino y posteriormente se extendió a las demás provincias. A principios de 2003 se habían construido 175 salones tanto en la República del Congo como en la República Democrática del Congo.

Un hombre que escuchó por primera vez a los Testigos en la década de 1950 quedó impresionado cuando presenció la construcción de un Salón del Reino frente a su vivienda. “Jamás tomé en serio a los Testigos —reconoció—, pero ahora veo el fruto de su empeño. Han construido un salón junto a la casa de mi hermano y ahora han levantado uno frente a la mía. Parece que me están siguiendo allá donde voy.” Este señor aceptó la invitación a la Conmemoración de la muerte de Cristo y a la dedicación de este nuevo Salón del Reino. En la actualidad asiste a las reuniones con regularidad.

Tres congregaciones de Matete celebraban las reuniones en un edificio en ruinas que habían comprado en 1994. Como no tenían dinero para repararlo, se utilizó en ese estado durante seis años. Al otro lado de la calle había una gran iglesia. Cuando se edificó, el pastor dijo que los testigos de Jehová pronto se irían de allí. Los vecinos se burlaban del lugar de reunión de los hermanos. Incluso cuando la congregación comenzó a hacer los ladrillos para la construcción de un nuevo Salón del Reino, algunos vecinos seguían burlándose. ¡Qué sorpresa se llevaron al ver el resultado! Ahora dicen que los Testigos tienen el edificio más bonito del barrio. Una vecina que nunca había querido conversar con los hermanos quedó tan impresionada, que fue a la obra y prometió escucharlos cuando la visitaran.

En otra construcción, una mujer se acercó a una hermana que cocinaba para los trabajadores y le preguntó:

—¿Están edificando una iglesia?

—Estamos construyendo nuestro Salón del Reino —respondió la hermana.

—Este edificio será como ustedes, que siempre van muy limpios y bien arreglados. Su iglesia se parecerá a ustedes —dijo la mujer.

Cambios en la superintendencia de la sucursal

A fin de atender las necesidades del campo, fue necesario reorganizar el Comité de Sucursal, por lo que el Cuerpo Gobernante hizo algunos cambios en mayo de 1996. El 20 de mayo, Sébastien Johnson fue nombrado coordinador del Comité de Sucursal. Él y Peter Ludwig, que se había incorporado al comité dos meses antes, formaron un Comité de Sucursal reducido para supervisar la obra. En los años siguientes se nombró a David Nawej, Christian Belotti, Benjamin Bandiwila, Peter Wilhjelm, Robert Elongo, Delphin Kavusa y Uno Nilsson. Por motivos de salud, Peter Ludwig y su esposa, Petra, tuvieron que regresar a Alemania, en cuya sucursal sirven en la actualidad.

Los miembros del Comité de Sucursal trabajan arduamente para impartir dirección teocrática por todo el país. Además, han llegado siervos de Jehová de Norteamérica, Europa y Japón para servir en calidad de misioneros, siervos internacionales y betelitas en servicio extranjero. Durante el año de servicio 2003, la familia Betel de Kinshasa superó los 250 miembros, quienes tienen una edad promedio de 34 años.

Aún queda mucho trabajo

Un profeta de la antigüedad escribió: “Bendito es el hombre físicamente capacitado que confía en Jehová, y cuya confianza Jehová ha llegado a ser” (Jer. 17:7). Pese a los continuos enfrentamientos que tienen lugar en varias partes del país, los hermanos no cesan de difundir las buenas nuevas del Reino. Aunque la guerra civil hace difícil que la sucursal pueda proporcionar ayuda espiritual a todo el país, ha sido animador ver el nuevo máximo histórico en la cantidad de publicadores: 122.857.

En estas páginas hemos relatado experiencias de siervos fieles del Congo. Es imposible nombrar a todos los hermanos que han participado en defender y establecer legalmente las buenas nuevas en este territorio. No obstante, todos ellos pueden contar con la aprobación de Jehová. El apóstol Pablo escribió a sus compañeros cristianos: “Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, por el hecho de que han servido a los santos y continúan sirviendo” (Heb. 6:10).

Todavía queda un gran trabajo por hacer. Hay territorios vírgenes y Salones del Reino por construir, y se necesita una nueva ampliación de la sucursal. Con todo, al pensar en los más de cincuenta años de actividad teocrática del Congo, concordamos con lo que dijo en 1952 aquel hermano: ‘Somos como granos de maíz africano en un saco. Allá donde se nos esparce, llega la lluvia y nos multiplicamos’. Esperamos anhelantes ver hasta qué punto nuestro Padre celestial, Jehová Dios, hará crecer la semilla del Reino (1 Cor. 3:6).

[Notas]

a A lo largo de los años también se le ha llamado Estado Libre del Congo, Congo Belga, República del Congo, Zaire y, desde 1997, República Democrática del Congo. En este relato también nos referiremos a este país con el nombre de Congo.

b Véase La Atalaya del 1 de marzo de 1985, págs. 3-10.

c El Tribunal Supremo emitió un fallo gracias al cual los hermanos recuperaron los derechos de la propiedad confiscada donde había comenzado la construcción de Betel a principios de los ochenta. Pero los militares ocuparon el terreno. Cuando ellos por fin se fueron, en el año 2000, el municipio dividió el solar en pequeñas parcelas y las vendió ilegalmente a cientos de personas que todavía las ocupan. El problema aún está por resolverse.

[Comentario de la página 229]

“Jamás volveremos a oír de los testigos de Jehová en [el Congo]”

[Comentario de la página 249]

“Te íbamos a matar, pero ya no vas a morir. Tu religión te ha salvado la vida”

[Recuadro de la página 168]

Información general

Territorio: Este país ecuatorial es seis veces más grande que la vecina República del Congo. La mayor parte de la región norteña está cubierta por un bosque ecuatorial tan denso que la luz del sol apenas logra atravesarlo. Hacia el este del territorio nacional hay una zona montañosa con volcanes activos, y al oeste hallamos una franja costera de 37 kilómetros bañada por el océano Atlántico.

Población: En sus 55.000.000 de habitantes hay representadas más de doscientas etnias africanas. El 50% de la población es católica; el 20%, protestante; un 10%, kimbanguista; y otro 10%, musulmana.

Idioma: Aunque el francés es el idioma oficial, se hablan muchas lenguas africanas. Las más importantes son el lingala, el kingwana, el swahili, el kongo y el tshiluba.

Recursos económicos: El país cuenta con una gran cantidad de recursos naturales, como petróleo, diamantes, oro, plata y uranio. Con todo, los recientes conflictos han reducido drásticamente las exportaciones y han aumentado la deuda externa. Las familias de las zonas rurales cultivan mandioca (yuca), maíz, arroz y otros alimentos para su consumo.

Fauna: Abundan los animales salvajes. En los bosques hay un sinnúmero de gorilas, babuinos y otros simios. En las zonas más abiertas se observan antílopes, leopardos, leones, rinocerontes y cebras, y en los ríos habitan cocodrilos e hipopótamos.

[Ilustración y recuadro de las páginas 173 y 174]

Buscó la verdad y la encontró

Henry Kanama, que era miembro de la Iglesia Evangélica de Luena, se dio cuenta de que su religión no tenía la verdad. En uno de sus habituales paseos por el monte, en los que solía orar y meditar, conoció a unas personas que afirmaban hablar con espíritus invisibles. Le dijeron que Dios estaba lejos, aunque no sabían dónde.

Henry comenzó a buscar al Dios verdadero. Cierto día recibió de un hombre un número de la edición francesa de ¡Despertad!, y al leerlo encontró lo que buscaba: la verdad bíblica. Así que escribió a la dirección de los testigos de Jehová que indicaba la revista y pronto inició un estudio de las Escrituras por correo. Posteriormente, Henry y su esposa, Elisabeth, junto con algunos conocidos, enviaron una carta para saber qué pasos debían dar para bautizarse. En respuesta, se les dijo que se comunicaran con la sucursal de algún país vecino, la mayoría de las cuales quedaban lejos.

El grupito, compuesto por Henry, Elisabeth, Hyppolite Banza y su esposa, Julienne, decidieron viajar a Rhodesia del Norte, aunque tendrían que aprender cibemba para ampliar su conocimiento de la verdad. De todos modos, tras calcular los gastos se mudaron, y seis meses después, en 1956, se bautizaron.

Aquel año regresaron a su país, donde comenzaron a difundir con celo las buenas nuevas. En 1961, Henry y algunos compañeros fueron arrestados y encarcelados. Los acusaron de pertenecer al movimiento Kitawala y de haber matado a un jefe local que tramaba el asesinato de otro jefe. Como es natural, tales acusaciones no pudieron probarse, y se les puso en libertad.

Henry y Elisabeth emprendieron el precursorado. Más adelante se les nombró precursores especiales y, con el tiempo, sirvieron en la obra de circuito. Aunque Henry falleció en 1991, su esposa todavía es precursora regular. Uno de sus hijos, Ilunga, está en la obra de circuito.

[Ilustraciones y recuadro de la página 178]

Albert Luyinu, un fiel Testigo

La primera vez que Albert oyó hablar de la verdad fue en 1951 por boca de un compañero de trabajo de la República del Congo llamado Simon Mampouya. Albert fue el primer congoleño en llegar a ser dentista, y debido a su prestigiosa posición social no le fue fácil permanecer firme a favor de la verdad. Él y su esposa se bautizaron tras la Conmemoración de 1954. El bautismo tuvo lugar de noche a causa de la proscripción.

De 1958 a 1996, Albert fue el representante legal de la Asociación de los Testigos de Jehová, la corporación que se utilizaba en el país. En cierta ocasión, Albert hizo de intérprete mientras el hermano Heuse pronunciaba un discurso de boda ante un auditorio de 1.800 personas. Primero se habló de los deberes de la esposa cristiana. Albert se sintió importante y orgulloso al mirar a su esposa y las demás hermanas presentes. Sin embargo, cuando se pasaron a explicar las obligaciones del esposo cristiano, se fue sintiendo cada vez más pequeño. Al final del discurso, se sintió totalmente insignificante.

[Ilustración]

Albert y Emilie Luyinu

[Ilustración y recuadro de las páginas 191 a 193]

Entrevista con Pontien Mukanga

Año de nacimiento: 1929

Año de bautismo: 1955

Otros datos: Fue el primer superintendente de circuito del país.

En 1955, un dolor de muelas me llevó al hospital. El dentista que me atendió, Albert Luyinu, me leyó Revelación 21:3, 4, que habla del tiempo en que el dolor será cosa del pasado. Le di mi dirección, y me visitó aquella noche. Progresé rápidamente en sentido espiritual y me bauticé aquel mismo año.

En 1960 me nombraron superintendente de circuito para todo el país. Mi asignación no era fácil, pues durante días o incluso semanas tenía que viajar entre la abundante carga que había en la parte trasera de los camiones que recorrían las pésimas carreteras bajo un sol ardiente. Por la noche, los mosquitos eran un suplicio. De vez en cuando se averiaba el camión, y tenía que esperar hasta que lo repararan. A veces caminaba a solas por senderos que no tenían ningún tipo de señalización, y me perdí en más de una ocasión.

Cierto día visité un pueblo del norte junto con Leon Anzapa. De allí salimos en bicicleta hacia otra población, a 120 kilómetros de distancia. Nos perdimos y tuvimos que pasar la noche en un pequeño gallinero cerrado. Nos empezaron a picar los insectos que tenían las gallinas, así que el dueño del corral encendió una pequeña fogata en el centro aunque no había ninguna ventana.

Aquella noche estalló una lucha entre el hijo del dueño y los demás aldeanos. El padre no tardó en unirse a la pelea. Sabíamos que si perdía, nos veríamos en problemas. Lo cierto es que entre los insectos, el humo y la pelea, no dormimos nada.

Antes del amanecer nos fuimos sigilosamente en nuestras bicicletas, pero a los pocos kilómetros estábamos perdidos de nuevo. Recorrimos todo el día un camino abandonado. Al final de la jornada, hambriento y exhausto, Leon se cayó de la bicicleta y se partió el labio superior al golpearse con una piedra. Sangraba mucho, pero seguimos hasta llegar a un pueblo. Al verlo, los vecinos preguntaron quién lo había lastimado. Les explicamos que se había caído de la bicicleta, pero no nos creyeron y me acusaron de golpearlo. Aquella noche tampoco pudimos dormir; Leon estaba muy dolorido, y como castigo, los aldeanos querían hacer algo para lastimarme. A la mañana siguiente reanudamos la marcha hasta llegar a un pueblo donde había algunas medicinas. Allí le pusieron un desinfectante en el labio y le cosieron la herida con seis grapas. Luego viajamos 80 kilómetros más hasta llegar a Gemena, donde dejé a Leon en un pequeño hospital. Continué mi viaje en solitario hasta reunirme con mi esposa. Juntos, seguimos río abajo, hasta llegar a Kinshasa.

La esposa de Pontien, Marie, que solía acompañarlo, murió en 1963. Pontien se volvió a casar en 1966 y siguió en la obra de circuito hasta 1969. En la actualidad continúa sirviendo a tiempo completo, como precursor regular.

[Ilustración y recuadro de las páginas 195 y 196]

Entrevista con François Danda

Año de nacimiento: 1935

Año de bautismo: 1959

Otros datos: Fue superintendente viajante de 1963 a 1986. Estuvo en Betel de 1986 a 1996. Ahora sirve de anciano y precursor especial.

Durante la visita que realicé en 1974 a la congregación de Kenge (provincia de Bandundu), unos militantes del partido del gobierno me arrestaron a mí y a seis hermanos más. La principal acusación que presentaron contra nosotros fue nuestra negativa a participar en ceremonias políticas en honor al jefe de Estado. Nos metieron en una celda sin ventanas de dos metros de ancho por dos de largo. Nadie se podía sentar ni acostar; solo podíamos apoyarnos unos contra otros. Únicamente nos dejaban salir dos veces al día. Aquella situación duró cuarenta y cinco días. Cuando mi esposa, Henriette, se enteró de lo sucedido, recorrió 290 kilómetros (desde Kinshasa) para visitarme. No obstante, solo la dejaban verme una vez por semana.

Cierto día llegó a la prisión el fiscal del estado y prepararon una ceremonia política en su honor. Nosotros fuimos los únicos que no entonamos canciones políticas ni repetimos eslóganes del partido. El fiscal se puso furioso y me ordenó que obligara a los demás hermanos a cantar. Yo le respondí que no tenía autoridad sobre ellos y que esa era su decisión. Me dieron una paliza.

Posteriormente nos hicieron subir en la parte trasera de un todoterreno. Dos soldados nos custodiaban, y el fiscal se sentó delante con el conductor. Íbamos a gran velocidad rumbo a la ciudad de Bandundu, capital de la provincia del mismo nombre. Les dije a los hermanos que se sujetaran y comencé a orar. Justo cuando terminaba la oración, el vehículo tomó una curva demasiado rápido y volcó. Fue una sorpresa comprobar que nadie había muerto, ni siquiera había resultado herido. Percibimos la protección de Jehová. Cuando levantamos el vehículo, el fiscal ordenó a los dos soldados que nos acompañaran a pie a la prisión, mientras ellos seguían adelante.

Al llegar a la cárcel, los soldados les contaron el incidente a los responsables y les suplicaron que nos dejaran libres. El director de la prisión quedó sumamente impresionado, pues, al igual que nosotros, creía que Dios nos había protegido. Los siguientes días los pasamos en una celda normal y nos permitieron pasear por el patio con los demás prisioneros. Al poco tiempo nos liberaron.

Tras veinticuatro años en la obra de circuito, a François y Henriette los invitaron a Betel. Diez años después los nombraron precursores especiales. Henriette falleció el 16 de agosto de 1998.

[Ilustración y recuadro de las páginas 200 a 202]

Entrevista con Michael Pottage

Año de nacimiento: 1939

Año de bautismo: 1956

Otros datos: Michael y su esposa, Barbara, sirvieron de misioneros en el Congo durante veintinueve años. En la actualidad están en el Betel de Gran Bretaña. Michael es anciano de una congregación de habla lingala de Londres.

Nuestro principal obstáculo fueron las barreras lingüísticas. Primero tuvimos que aprender francés, el idioma oficial del Congo. Pero además, en Katanga tuvimos que aprender swahili; en Kananga, el tshiluba, y cuando nos enviaron a Kinshasa, el lingala.

Aprender tantos idiomas redundó en muchos beneficios. En primer lugar, los hermanos enseguida simpatizaban con nosotros, pues veían nuestros esfuerzos por comunicarnos con ellos en su lengua como una muestra de amor verdadero e interés sincero por ellos. En segundo lugar, logramos un ministerio más productivo. Nos ganábamos el respeto del amo de casa, quien al oírnos hablar en su idioma, se quedaba asombrado y, complacido, se mostraba deseoso de escuchar lo que teníamos que decirle.

Hablar los idiomas nativos nos libró de situaciones peligrosas mientras viajábamos en la obra de distrito. En tiempos de crisis, las fuerzas militares y políticas solían establecer controles de carretera que eran utilizados además para extorsionar a quienes pasaran por allí, sobre todo si eran extranjeros, considerados objetivos fáciles y lucrativos. Cuando nos daban la voz de alto, saludábamos a los soldados en su idioma. Eso los dejaba sorprendidos, y nos preguntaban quiénes éramos. Cuando sabíamos más que un simple saludo y podíamos darles una explicación exacta de nuestra labor, su reacción solía ser favorable: nos pedían publicaciones y nos deseaban un buen viaje con la bendición de Dios.

El amor abnegado de nuestros hermanos africanos nos conmovía profundamente. Durante muchos años, el Congo fue un Estado con un único partido político, que se oponía enérgicamente y en ocasiones hasta con violencia a quienes permanecían neutrales, como los testigos de Jehová. Con este ambiente, viajamos en vehículos todoterreno en la obra de distrito sirviendo a los hermanos en las asambleas.

Recuerdo bien lo que ocurrió en cierta asamblea. Durante la sesión de la tarde del último día, el jefe del partido local se presentó detrás de la plataforma. Estaba borracho y empezó a decir groserías mientras insistía en que lo dejáramos salir para ordenarles a todos que compraran la tarjeta del partido. Cuando no se lo permitimos, se enfureció, nos insultó y dijo que los testigos de Jehová se oponían al gobierno y que deberían ser encarcelados. Algunos hermanos lograron persuadirlo para que se fuera. Se marchó amenazándonos a gritos con denunciarnos al administrador y con volver y quemar nuestro vehículo así como la casa de paja en la que nos alojábamos. Sabíamos que hablaba muy en serio.

Los hermanos se portaron de forma increíble. En vez de huir aterrorizados, nos rodearon y nos animaron a confiar en Jehová y dejar los asuntos en Sus manos. Luego se turnaron para vigilar la casa y el vehículo durante toda la noche. Lo que hicieron por nosotros nos llegó al corazón. No solo arriesgaron la vida para protegernos, sino que estuvieron dispuestos a afrontar el trato brutal que tal vez les esperaba tras nuestra marcha por no haber apoyado al partido. Jamás olvidaremos esta demostración de abnegado amor cristiano, junto con tantas otras expresiones conmovedoras de cariño que vivimos durante aquellos años.

[Ilustración y recuadro de las páginas 211 a 213]

Entrevista con Terence Latham

Año de nacimiento: 1945

Año de bautismo: 1964

Otros datos: Fue misionero durante doce años. Aprendió francés, lingala y swahili. En la actualidad sirve en España junto con su esposa y dos hijos.

En 1969, Raymond Knowles y yo llegamos a Kisangani en avión. La ciudad tenía entonces 230.000 habitantes y era la capital de la provincia nororiental del Congo.

El puñado de publicadores y personas interesadas que había en la zona nos dieron una afectuosa bienvenida. Nos entregaron multitud de regalos: papayas, piñas, bananas y otras frutas tropicales que jamás habíamos visto. Hasta nos dieron tortugas y pollos vivos. Samuel Tshikaka tuvo la bondad de alojarnos en su casa, aunque enseguida alquilamos un bungaló al que se vinieron a vivir Nicholas y Mary Fone, así como Paul y Marilyn Evans. ¡Qué tiempos aquellos! Juntos restauramos y pintamos aquel hogar misional, el primero de Kisangani. Había enredaderas y hierba alta por todas partes. Al hacer la limpieza, desalojamos a dos civetas del desván. Posteriormente, llegaron Peter y Ann Barnes, además de Ann Harkness, quien había llegado a ser mi esposa.

En los primeros cuatro años de predicación en Kisangani aprendimos lingala y swahili, y conocimos mejor a los hospitalarios y simpáticos habitantes de la región. Dirigíamos tantos estudios bíblicos que para atenderlos a todos teníamos que trabajar desde primera hora de la mañana hasta última hora de la noche. Durante el tiempo que pasamos en Kisangani, el grupito de publicadores creció hasta convertirse en ocho congregaciones.

En cierta ocasión, mientras viajábamos en automóvil por el camino del Ituri, vimos una aldea de pigmeos, a los que estábamos deseosos de predicar. Según algunos especialistas, los pigmeos aluden al bosque como su madre o padre porque de él obtienen alimento, ropa y protección. Para ellos se trata de un lugar sagrado con el que creen entrar en comunión mediante una ceremonia llamada molimo, en la que danzan y cantan alrededor del fuego. Se acompañan en el baile con la trompeta molimo, un largo tubo de madera con el que los hombres producen música y sonidos de animales.

Nos impresionó el campamento de este pueblo nómada, que suele permanecer en un mismo lugar solo durante un mes, aproximadamente. El poblado estaba compuesto de chozas de forma cónica construidas con hojas y árboles jóvenes. Estos refugios, que no tienen más que una abertura, pueden levantarse en menos de dos horas y albergan a unas cuantas personas acurrucadas en el suelo. Algunos niños se acercaron a tocarnos la piel y el pelo, pues jamás habían visto a nadie de raza blanca. Fue un verdadero privilegio conocer a estos amigables habitantes de la selva y poderles predicar. Nos dijeron que ya los habían visitado otros Testigos de poblaciones próximas a su campamento.

[Ilustración y recuadro de las páginas 215 y 216]

Entrevista con David Nawej

Año de nacimiento: 1955

Año de bautismo: 1974

Otros datos: Es el hermano nativo que más tiempo lleva en el Betel del Congo. Es miembro del Comité de Sucursal.

Fue para mí una sorpresa recibir en 1976 una carta de invitación a Betel. Recuerdo que en el texto aparecían subrayadas las palabras “urgente” e “inmediatamente”. Yo vivía en Kolwezi, a 2.450 kilómetros de Kinshasa y, aunque no fue fácil dejar mi hogar, quería responder como Isaías: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí” (Isa. 6:8).

Cuando llegué a Betel, me enseñaron una máquina de escribir y me preguntaron si sabía usarla. Les dije que sabía utilizar una máquina de coser, pues era sastre, pero no una de escribir. Sin embargo, puse manos a la obra y aprendí mecanografía. En aquel entonces trabajé en el Departamento de Traducción y en el de Servicio.

Posteriormente me asignaron a la sección de Correspondencia. Parte del trabajo consistía en encargarme de los cupones que la gente recortaba de las publicaciones y nos enviaba pidiendo otras publicaciones. Siempre quise saber cómo reaccionaban las personas cuando las recibían. Pues bien, sé lo que ocurrió al menos en un caso. Dos jóvenes progresaron con rapidez. Emprendieron el precursorado regular y con el tiempo, el especial. Más tarde, los invitaron a Betel, y uno de ellos acabó siendo mi compañero de habitación.

Había personas que escribían a Betel pidiendo dinero. Por ello, se preparó una carta que explicaba con tacto la naturaleza voluntaria de nuestra obra y en la que se animaba al remitente a estudiar las Escrituras. Hace algún tiempo, un hermano me mostró una de esas cartas: había aprendido la verdad gracias a ella. Años antes había escrito a la sucursal pidiendo dinero y había seguido la recomendación que recibió.

Con el tiempo me ocupé de los asuntos legales. En cierta ocasión ayudé a unos hermanos a los que acusaban de no llevar el distintivo del partido. Me armé de valor y dije a las autoridades: “¿Qué demuestra este distintivo? Acabamos de vivir una guerra civil, y todos aquellos contra quienes ustedes han luchado también llevaban distintivos. La insignia no significa nada, no indica lo que de verdad piensa la persona. Lo que cuenta es quiénes somos interiormente. Los testigos de Jehová jamás iniciaremos una guerra civil. El respeto por la ley es mucho más valioso que un distintivo”. Los hermanos fueron liberados. Jehová siempre nos ayudó en situaciones como aquella.

Llevo en Betel más de veintisiete años. Aunque tengo algunas limitaciones físicas y no he recibido mucha educación seglar, sigo esforzándome para que Jehová me utilice, pues todavía hay tareas urgentes e inmediatas que atender en la sucursal.

[Ilustración y recuadro de las páginas 219 y 220]

Entrevista con Godfrey Bint

Año de nacimiento: 1945

Año de bautismo: 1956

Otros datos: Graduado de la clase 47 de Galaad. Sirvió en el Congo diecisiete años. Actualmente es miembro del Comité de Sucursal de Ruanda. Habla inglés, francés, lingala, swahili y tshiluba.

Cierto día de 1973 salí al servicio del campo en Kananga con un hermano congoleño. Mientras conducíamos un estudio bíblico en una casa, llegaron las autoridades y nos arrestaron. Pasamos las siguientes dos semanas en prisión. Durante todo ese tiempo, mi compañero misionero, Mike Gates, nos traía comida, pues en la cárcel no nos daban nada. Por fin nos pusieron en libertad. Al cabo de tres meses, Mike y yo íbamos a tomar un avión para asistir a una asamblea internacional en Inglaterra, pero ese mismo día nos enteramos de que habían detenido a todos los hermanos de una congregación cercana. Así que decidimos ir a llevarles algo de comer. Para sorpresa nuestra, cuando solicitamos verlos, un magistrado ordenó que nos arrestaran. ¡Imagínense nuestra tristeza al oír despegar el avión mientras esperábamos el autobús que nos llevaría a la prisión!

Al llegar a la cárcel, vi a muchos internos que había conocido allí tres meses atrás. Como mi compañero —que antes me había llevado alimentos— también estaba preso, me preguntaron: “¿Quién les traerá comida ahora?”.

Les respondimos que lo harían nuestros hermanos, pero por el gesto que hicieron con la cabeza, nos dimos cuenta de que no se lo creyeron. Sabían que no había Testigos europeos cerca. Al día siguiente quedaron sorprendidos al ver a los hermanos congoleños llegar con tanta comida que la pudimos compartir con ellos. Aquella experiencia resultó en un maravilloso testimonio de nuestra hermandad internacional y el amor que nos une. Nuestros queridos hermanos nos llevaron alimento pese al riesgo que corrían de acabar entre rejas. Cinco días más tarde fuimos liberados y tomamos un avión que nos llevó a Inglaterra justo a tiempo para la asamblea.

[Ilustración y recuadro de las páginas 224 a 226]

Entrevista con Nzey Katasi Pandi

Año de nacimiento: 1945

Año de bautismo: 1971

Otros datos: De soltera trabajó con intrepidez en territorios difíciles, y cuando se casó, acompañó a su esposo en la obra de viajante de 1988 a 1996. En la actualidad está en el servicio especial de tiempo completo en Kinshasa.

Corría el año 1970. En aquel tiempo vivía en Kinshasa. Cierto día me hallaba en casa leyendo la Biblia cuando alguien llamó a mi puerta. Era un hombre con su hijo pequeño. El niño se puso a hablarme de la Biblia y me pidió que buscara en mi ejemplar Mateo 24:14. Yo me consideraba muy religiosa, pero fui incapaz de encontrar el versículo. El pequeño me ayudó, y mantuvimos una interesante conversación.

El hermano, quien vio mi interés, me invitó a la reunión del siguiente domingo, que se celebró detrás de la casa de un Testigo, pues la obra estaba proscrita. Como me gustó el discurso, me quedé para el Estudio de La Atalaya. Aquella misma tarde vinieron los hermanos a casa y comenzaron a estudiar la Biblia conmigo.

Con el tiempo me bauticé y emprendí el servicio de tiempo completo. Por medio de Nuestro Ministerio del Reino, me enteré de la gran necesidad que había en otras partes del país. Así que pregunté si podía irme a Kenge (provincia de Bandundu), y los hermanos accedieron, no sin antes advertirme de que algunos hermanos en la zona habían sido arrestados. “No pueden detenerlos a todos”, pensé, y decidí marcharme.

Llegué un día por la tarde, durante la semana de la visita del superintendente de circuito, François Danda, lo cual me alegró mucho. A la mañana siguiente fui a la reunión para el servicio del campo, pero me enteré de que habían detenido a François junto con varios publicadores. Además, el jefe de seguridad quería hablar conmigo. “Sabemos que eres testigo de Jehová —me dijo—. Puedes quedarte en Kenge si quieres, pero si te vemos pasar con tu bolso, te arrestaremos.”

Los habitantes del lugar estaban descontentos con el jefe de seguridad y sus agentes. Sabían que los Testigos no hacíamos mal a nadie. El pueblo quería que los agentes combatieran la delincuencia —pues había bastante en la zona—, no que perdieran el tiempo con nosotros. Al final, los hermanos fueron liberados.

Me nombraron precursora especial en 1975 y visité muchos pueblos y aldeas, en los que me quedaba dos o tres semanas. En poco tiempo se formaron seis grupos de personas interesadas, de modo que escribí a la sucursal para que enviaran hermanos a fin de pastorear y atender los grupos.

Luego conocí a Jean-Baptiste Pandi, que también era precursor especial. En el pasado, al hablar con los misioneros sobre el matrimonio y el servicio de tiempo completo, ellos me dijeron que si quería permanecer en esa faceta del servicio durante mucho tiempo, me resultaría más fácil si no tenía hijos. Jean-Baptiste estuvo de acuerdo, y nos casamos. La gente cree que los hijos proporcionan seguridad al envejecer, pero los tiempos han cambiado. Conozco a muchos padres totalmente decepcionados. En cambio, Jean-Baptiste y yo no hemos sufrido ninguna decepción.

Con los años, hemos visto a muchas personas abrazar la verdad. En especial, me hace muy feliz pensar en mi familia. No solo ayudé a mis padres a aceptar la verdad, sino también a mi hermana y mis cuatro hermanos.

El Salmo 68:11 dice: “Las mujeres que anuncian las buenas nuevas son un ejército grande”. Así pues, las hermanas tenemos una gran responsabilidad y debemos hacer lo que esté en nuestras manos. Estoy sumamente agradecida a Jehová por haberme permitido tomar parte en su obra.

[Recuadro de la página 240]

Traducción del alimento espiritual

Aunque el francés es la lengua oficial del Congo, el lingala es el principal idioma de Kinshasa y de la ribera del río Congo. Aunque esta lengua no cuenta con un amplio vocabulario, tiene varias locuciones de gran expresividad. Por ejemplo, el verbo arrepentirse es kobongola motema, que significa literalmente “voltear el corazón”. Otra expresión que tiene que ver con el corazón es kokitisa motema, literalmente “bajar el corazón”, es decir, “calmarse”.

Hace décadas que La Atalaya se publica en lingala. En la actualidad se traducen publicaciones a los siguientes idiomas hablados en el Congo: kiluba, kinande, kipende, kisonge, kituba, lingala, lingombe, lomongo, mashi, monokutuba, ngbaka, otetela, swahili (Congo), tshiluba y uruund.

[Recuadro de la página 247]

Celoso pese a estar discapacitado

Richard, de 20 años de edad, lleva quince años postrado en la cama por una parálisis que solo le permite mover la cabeza. Pese a su discapacidad, en enero de 1997 fue nombrado publicador no bautizado. Este joven, que predica un promedio de diez horas mensuales, da testimonio a cuantos lo visitan en su habitación, y lo hace con una voz que refleja su firme convicción. El 12 de abril de 1998 lo llevaron en camilla a un río cercano para que se bautizara. En la actualidad asiste con regularidad a las reuniones. Además, le está enseñando la verdad a un familiar, quien progresa bien y también va a las reuniones. Aunque físicamente débil, este hermano es poderoso gracias al espíritu de Dios.

[Recuadro de la página 248]

“No somos parte del mundo”

Cierto día, Esther, una muchacha de 12 años de edad, se sorprendió de que su maestro pidiera a los alumnos que cantaran uno a uno el himno nacional ante la clase. Cuando le llegó el turno, ella dijo con educación que no podía hacerlo. Esther nos cuenta lo que sucedió entonces:

“En un primer momento, el maestro se enojó bastante. Entonces le pregunté si podía cantar otra canción y como dijo que sí, canté ‘No somos parte del mundo’. Al terminar, el maestro les pidió a todos que aplaudieran.

”Después de clase, me llamó aparte y me comentó que el cántico le había gustado mucho, sobre todo la letra. También me dijo: ‘Veo que ustedes, los testigos de Jehová, están realmente separados del mundo. Tu conducta en clase así lo demuestra’.

”Una de mis compañeras también quedó muy impresionada. Empezó a hacerme preguntas, y se las fui contestando. Al final del curso tuvimos que separarnos, pero la animé a buscar a los Testigos de la zona adonde se iba a mudar. Así lo hizo y ahora es una hermana nuestra.”

[Recuadro de la página 251]

La honradez da gloria a Dios

Un hermano que trabajaba en una fábrica fue despedido junto con sus compañeros de turno porque por descuido se estropearon algunas máquinas. Al llegar a su casa y comprobar el salario que le había entregado el director, el hermano descubrió que sobraban 500 francos (poco más de un dólar). Así que decidió ir a devolver el dinero y aprovechar la oportunidad para dar testimonio. El director quedó tan impresionado por aquella muestra de honradez, que le pidió que se quedara trabajando en la empresa.

[Ilustración y tabla de las páginas 176 y 177]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

República Democrática del Congo: datos históricos

1932: Se intenta enviar testigos de Jehová al Congo.

1940

1949: Un decreto ratifica la proscripción extraoficial que pesa sobre los Testigos.

1960

1960: Se proclama la independencia y se inicia un período de tolerancia religiosa.

1962: Se abre una sucursal en Léopoldville (actual Kinshasa). Llegan los primeros misioneros.

1966: Se concede reconocimiento legal a los testigos de Jehová.

1971: Se revoca el reconocimiento legal.

1980

1980: Se vuelve a otorgar reconocimiento legal.

1986: Se proscribe a los testigos de Jehová.

1990: Se concede libertad religiosa extraoficialmente.

1993: El Tribunal Supremo anula la proscripción de 1986. Comienzan las obras de la nueva sucursal.

2000

2003: 122.857 publicadores activos.

[Ilustración]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

120.000

80.000

40.000

1940 1960 1980 2000

[Mapas de la página 169]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

SUDÁN

REPÚBLICA CENTROAFRICANA

REPÚBLICA DEL CONGO

BRAZZAVILLE

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO

Isiro

Bumba

Río Congo

Kisangani

Goma

Bukavu

Bandundu

KINSHASA

KASAI

Kenge

Kikwit

Matadi

Kananga

Mbuji-Mayi

KATANGA

Kamina

Luena

Kolwezi

Likasi

Lubumbashi

ANGOLA

ZAMBIA

[Ilustraciones a toda plana de la página 162]

[Ilustración de la página 185]

Hélène, Ernest y Danielle Heuse en Kinshasa en los años sesenta

[Ilustraciones de la página 186]

Los bautismos de las asambleas internacionales que se vieron en la película La felicidad de la Sociedad del Nuevo Mundo impresionaron a muchos congoleños

[Ilustración de la página 199]

Madeleine y Julian Kissel

[Ilustración de la página 205]

Se construyeron lugares de reunión sencillos por todo el país

[Ilustración de la página 207]

La sucursal de Kinshasa (1965)

[Ilustración de la página 208]

Asamblea en Kolwezi (1967)

[Ilustración de la página 209]

Los caminos en mal estado dificultaban los desplazamientos

[Ilustración de la página 221]

La Asamblea de Distrito “Amor Divino”, celebrada en Kinshasa en 1980, fue la primera gran asamblea después de ocho años

[Ilustración de la página 223]

Muchos hermanos caminan durante días cargando alimento y otros artículos para asistir a las asambleas

[Ilustración de la página 228]

En diciembre de 1985, tres meses antes de que sobreviniera una férrea proscripción, se celebró en Kinshasa la Asamblea de Distrito “Mantenedores de Integridad”

[Ilustración de la página 230]

Durante la proscripción, nuestros hermanos recibieron palizas brutales y fueron encarcelados

[Ilustración de la página 235]

Zekaria Belemo visita en calidad de superintendente viajante a un grupo de hermanos refugiados provenientes de Sudán

[Ilustraciones de la página 237]

Debido al estado deplorable de los caminos del país, se utilizan vehículos resistentes para transportar las publicaciones

[Ilustración de la página 238]

Primera clase de la Escuela de Entrenamiento Ministerial de la República Democrática del Congo (1995)

[Ilustración de la página 241]

Gisela y Sébastien Johnson

[Ilustración de la página 243]

En este hogar de Kinshasa viven doce misioneros

[Ilustraciones de las páginas 244 y 245]

Distribución entre los necesitados de ayuda humanitaria procedente de Europa (1998)

[Ilustraciones de la página 246]

Los superintendentes viajantes, como Ilunga Kanama (abajo a la izquierda) y Mazela Mitelezi (en el recuadro, a la izquierda), afrontan muchos peligros en las zonas desgarradas por la guerra

[Ilustraciones de las páginas 252 y 253]

1. Instalaciones del Betel de Kinshasa

2-4. Salones del Reino recién construidos

5. Un hermano colaborando en la construcción de un salón

[Ilustración de la página 254]

Comité de Sucursal, de izquierda a derecha: Peter Wilhjelm, Benjamin Bandiwila, Christian Belotti, David Nawej, Delphin Kavusa, Robert Elongo, Sébastien Johnson y Uno Nilsson