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República del Congo

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Dentro del paquete abierto, el título “La verdad os hará libres” resplandecía sobre la portada color púrpura de un libro. Etienne estaba desconcertado. No cabía duda de que el destinatario del paquete era él, pues venía a su nombre, Etienne Nkounkou, delineante jefe de un ministerio gubernamental de Bangui (África Ecuatorial Francesa). Aun así, él no había encargado aquello, y el nombre que figuraba en el remite, Watch Tower de Suiza, no le resultaba conocido. Poco podía imaginarse que la verdad bíblica expuesta en aquel libro estaba a punto de cambiar su vida. Esa misma verdad libraría a otros miles de africanos de la religión falsa, los prejuicios tribales y el analfabetismo. Evitaría que muchos fueran arrastrados por la euforia política que estaba a punto de producirse y la posterior desilusión. Les suministraría confianza y esperanza en medio de circunstancias traumáticas. Además, motivaría a personas temerosas de Dios a poner en peligro sus vidas para ayudar a otros. La crónica de estos acontecimientos lo conmoverá y animará. Ahora bien, antes de averiguar qué pasó con Etienne, examinemos algunos datos históricos del país africano que él consideraba su hogar.

Una década antes de que Cristóbal Colón realizara su famoso viaje a las Américas en 1492, marinos portugueses bajo el mando de Diogo Cao llegaron a la desembocadura del río Congo, en África central. No sabían que aquellas aguas que chocaban contra su nave habían recorrido miles de kilómetros antes de llegar al océano.

Los portugueses fueron recibidos por los habitantes de la zona, súbditos del próspero reino del Congo. A partir de entonces, y durante varios siglos, los portugueses y otros comerciantes europeos compraron marfil y esclavos a los africanos de la costa. Los europeos no se aventuraron a penetrar en el interior hasta finales del siglo XIX. Uno de los exploradores más destacados de esta región fue Pierre Savorgnan de Brazza, oficial de la armada francesa. En 1880, Brazza firmó con un rey local un tratado por el que la ribera norte del río Congo se convertía en un protectorado francés. Tiempo después, el territorio pasó a llamarse África Ecuatorial Francesa, y su capital, Brazzaville.

En la actualidad, dicha urbe situada a orillas del río Congo es la capital y la ciudad más grande del país que hoy se conoce como República del Congo. La corriente impetuosa del río recorre, sorteando rocas y rompientes, más de 400 kilómetros hasta desembocar en el mar, en el lugar donde ancló la nave de Cao durante su viaje de exploración. Mirando al otro lado del río desde Brazzaville, se perfilan en el horizonte los edificios de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo. Ambos países han adoptado el nombre del río.

Los rápidos y cataratas impiden la navegación desde Brazzaville hasta el Atlántico. Sin embargo, un ferrocarril une esta capital con la ciudad portuaria de Pointe-Noire. La vida de la mayoría de los congoleños transcurre en torno a estos dos centros. Aunque más al norte hay algunos pueblos y ciudades costeros, la mayor parte de este país caluroso y cubierto de selvas está escasamente poblada.

La verdad comienza a hacer libres a las personas

Retomemos la historia de Etienne. Corría el año 1947 cuando le llegó el libro por correo. El mismo día que lo recibió, leyó los primeros capítulos y los comentó con un vecino. Ambos comprendieron que aquello era la verdad, así que invitaron a algunos amigos para que el siguiente domingo leyeran el libro juntos y buscaran los textos bíblicos. A los asistentes les gustó lo que aprendieron y decidieron reunirse de nuevo una semana después. En esta segunda ocasión estuvo presente un oficial de aduanas llamado Augustin Bayonne. Al igual que Etienne, era oriundo de Brazzaville, y también se convirtió en un proclamador entusiasta de la verdad que proporciona auténtica libertad.

A la semana siguiente le llegaron dos cartas a Etienne. Una era de un amigo de Camerún que, conociendo el interés de Etienne por la religión, le comunicaba que había facilitado su nombre a la sucursal suiza de la Sociedad Watch Tower. La segunda carta procedía de dicha sucursal y decía que le enviaban un libro, y que lo animaban a leerlo y compartirlo con su familia y amigos. También le suministraban una dirección en Francia donde podría conseguir más información. Fue entonces cuando Etienne supo por qué había recibido aquel libro. Enseguida comenzó a mantener correspondencia con la sucursal de los testigos de Jehová de Francia.

Pocos años después, tanto Etienne como Augustin volvieron a Brazzaville. Sin embargo, antes de su regreso, Etienne había escrito a uno de sus conocidos en Brazzaville, Timothée Miemounoua, que era director de una escuela técnica. La carta empezaba así: “Me complace informarte que el camino que seguíamos no era el de la verdad. Los testigos de Jehová tienen la verdad”. Entonces pasaba a explicarle lo que había aprendido. También le adjuntaba el libro “La verdad os hará libres”. Al igual que Etienne y Augustin, Timothée reaccionó favorablemente al mensaje de la Biblia. Fueron los tres primeros congoleños que abrazaron la verdad bíblica, y cada uno de ellos siguió ayudando a otros a hacer lo mismo.

Timothée invitaba a estudiantes internos de la escuela técnica a que asistieran a los estudios bíblicos que se celebraban por las noches. También encargó por correo más publicaciones basadas en la Biblia. El grupo comenzó a celebrar reuniones y a predicar de la mejor manera que podía. Algunos de aquellos alumnos, como Noé Mikouiza y Simon Mampouya, tuvieron con el tiempo privilegios de superintendencia en la organización de Jehová.

En 1950, Eric Cooke, un misionero que vivía en Rhodesia del Sur (en la actualidad Zimbabue), visitó los pequeños grupos de personas interesadas de Bangui y Brazzaville para animarlos. Sin embargo, había un problema: el hermano Cooke no hablaba francés. Etienne recuerda: “Con su pequeño diccionario inglés-francés en la mano, este humilde y comprensivo hermano hizo todo lo posible por explicarnos cómo predicar el Reino y el funcionamiento de la organización teocrática. La verdad es que en algunos momentos tuvimos que imaginarnos lo que intentaba decir”.

Se imponen restricciones

La visita del hermano Cooke fue muy oportuna, pues el 24 de julio de 1950 el alto comisionado del gobierno colonial impuso restricciones a la importación y circulación de cualquier publicación editada por los testigos de Jehová. Durante el siguiente año, los publicadores solo dejaron seis publicaciones en manos de las personas del África Ecuatorial Francesa; sin embargo, celebraron 468 reuniones públicas. En el Anuario de los testigos de Jehová 1952 (en inglés) se manifestaba la comprensión y compasión hacia aquellos hermanos con estas palabras: “Imagínese, si puede, que vive en un país enorme en el que solo hay 37 publicadores del mensaje del Reino diseminados por todo el territorio. Tal vez nunca haya visto a otros Testigos activos aparte de los pocos que hay en su propia ciudad. Lo único que sabe respecto a la verdad y a cómo se predica es lo que ha leído en las publicaciones y en las pocas cartas que la Sociedad ha logrado hacerle llegar. [En esta situación] se encuentran los hermanos de países africanos bajo jurisdicción francesa”.

Tiempo después, Jacques Michel viajó desde Francia para animar al grupo e impartirle más instrucción. Noé Mikouiza, uno de los alumnos de la escuela técnica, recuerda una duda que todos tenían. “¿Está prohibido beber vino?”, le preguntaron. Todas las miradas estaban fijas en el hermano Michel cuando abrió su Biblia en Salmo 104:15. Tras leer el versículo, él explicó que aunque el vino es una provisión de Dios, los cristianos no deben beber en exceso.

Los hermanos recién bautizados de Brazzaville predicaban con celo a otros. Los fines de semana solían cruzar el río en transbordador para dar testimonio en Kinshasa. En 1952 se bautizaron los primeros congoleños de la ribera sur del río. Al principio, los hermanos de Brazzaville ayudaron mucho a sus compañeros de Kinshasa, pero con el tiempo se invertirían los papeles.

En diciembre de 1954, los hermanos organizaron una asamblea en Brazzaville a la que asistieron 650 personas, de las cuales 70 se bautizaron. La verdad estaba librando de la religión falsa a cada vez más personas. Por supuesto, aquello no era del agrado de los líderes religiosos de la cristiandad, de modo que procuraron poner al gobierno en contra de los testigos de Jehová. La policía pensaba que Timothée Miemounoua era el líder de los Testigos, por lo que a menudo lo hacían presentarse en la comisaría, donde lo amenazaban y maltrataban. Pero eso no lo desanimó a él ni intimidó a los demás siervos de Jehová de Brazzaville. El interés por la verdad bíblica siguió aumentando.

Las autoridades tomaron entonces medidas más contundentes. Tanto Timothée Miemounoua como Aaron Diamonika, uno de los antiguos alumnos de la escuela técnica que había aceptado la verdad, eran empleados gubernamentales. En 1955, el gobierno los transfirió a ciudades distantes del interior del país. Timothée fue enviado a Djambala, y Aaron, a Impfondo. Ese intento de interrumpir la predicación fracasó rotundamente. Los hermanos de Brazzaville prosiguieron su labor con entusiasmo mientras Timothée y Aaron abrían territorios y formaban congregaciones en sus nuevos lugares de residencia. Ahora bien, aunque los hermanos eran celosos, anhelaban recibir ayuda desde el extranjero, anhelo que en poco tiempo se hizo realidad.

En marzo de 1956 llegaron desde Francia los cuatro primeros misioneros: Jean e Ida Seignobos junto con Claude y Simone Dupont. En enero de 1957 se abrió en Brazzaville una sucursal que se encargaría de la predicación en el África Ecuatorial Francesa. Se nombró siervo de sucursal al hermano Seignobos. Lamentablemente, su esposa Ida murió al poco tiempo en un accidente automovilístico que ocurrió mientras el matrimonio estaba visitando congregaciones de la actual República Centroafricana. Sin embargo, Jean no abandonó su asignación.

Predicación en el interior del país

Para ese entonces, Augustin Bayonne ya era superintendente de circuito. Visitaba aldeas situadas en la espesura de la selva y los campamentos de pigmeos del norte y oeste del país. Debido a que muy a menudo recorría grandes distancias, llegó a conocérsele en la región como El que está andando. Jean Seignobos, que a veces lo acompañaba, se sorprendía de que la gente que vivía en el corazón de la selva ecuatorial supiera que venían. Los tambores ya habían transmitido este mensaje: “El que está andando llega con un hombre blanco”.

Estas expediciones tuvieron muy buenos resultados. Anteriormente, la gente afirmaba que solo había testigos de Jehová en la República del Congo. La presencia del hermano Seignobos y otros misioneros, así como las proyecciones de la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción, demostraron lo contrario.

La verdad bíblica continuó esparciéndose por los poblados del interior, liberando a las personas de prácticas espiritistas y rivalidades tribales. Muchos hermanos de estas zonas eran analfabetos. Puesto que no tenían relojes, determinaban la hora de ir a las reuniones por la posición del Sol. Para calcular el tiempo que pasaban en el ministerio del campo, utilizaban palitos. Por cada persona a la que predicaban guardaban un palito dentro de un pañuelo, y cuando reunían cuatro palitos, contaban una hora. De este modo, podían rellenar el informe del servicio del campo a fin de mes. En realidad, los hermanos predicaban mucho más de lo que informaban, pues su principal tema de conversación con otros era la verdad.

Mejoras legales y cambios políticos

Recordemos que en 1950 se había restringido la importación de publicaciones editadas por los testigos de Jehová. Como hemos visto, esto no detuvo la obra de hacer discípulos. En su frustración, el clero de la cristiandad se quejó ante la autoridad administrativa del gobierno, alegando falsamente que los testigos de Jehová eran comunistas. A consecuencia de esto, un jueves de 1956, a las cinco de la mañana, se arrestó a diez hermanos. La noticia de las detenciones se difundió con rapidez y fue motivo de regocijo para los opositores religiosos. Ese mismo día se celebró el proceso en un juzgado atestado de hermanos que habían ido a presenciarlo.

Noé Mikouiza relata: “Durante el juicio, demostramos que no éramos comunistas, sino cristianos, siervos de Dios que cumplían con lo que está escrito en Mateo 24:14. El abogado defensor, que había leído nuestras publicaciones, argumentó ante el tribunal que si todas las personas fueran como los testigos de Jehová, nadie infringiría la ley. Esa misma tarde se emitió el veredicto: ‘Inocentes’. Llenos de alegría, todos nos apresuramos a llegar a casa para cambiarnos de ropa y asistir a la reunión de esa noche. La noticia de nuestra detención se había propagado por la ciudad, así que queríamos que la gente supiera que estábamos libres. En la reunión entonamos los cánticos del Reino lo más alto posible. Al oírnos, muchas personas se quedaron estupefactas, pues esperaban que estuviéramos encarcelados”.

El 15 de agosto de 1960, la República del Congo obtuvo la independencia. Mientras el clero de la cristiandad participaba activamente en las revueltas políticas que estallaron, los testigos de Jehová proseguían su labor de predicación. Ese mismo año, un total de 3.716 personas asistieron a una asamblea de circuito en Brazzaville. En el norte, la gente también acudía en masa a las congregaciones. Por ejemplo, en una región donde vivían 70 publicadores, asistían a las reuniones cerca de mil personas.

En diciembre de 1961, los Testigos se inscribieron como entidad legal con el nombre Les Témoins de Jéhovah. El reconocimiento legal supuso algunas ventajas, pero los hermanos sabían que no era sensato confiarse demasiado. El hermano Seignobos cuenta lo que ocurrió al poco tiempo: “Un alto funcionario del departamento de seguridad que se oponía a nuestra postura cristiana neutral me llamó un día y me amenazó con expulsarme del país. Dado que tenía poder para cumplir su amenaza, temí que lo hiciera. Sin embargo, al día siguiente murió de un ataque al corazón”.

La vida misional en los años sesenta

En febrero de 1963 llegaron desde Haití Fred Lukuc y Max Danyleyko. A Fred lo nombraron superintendente de circuito después de casarse. Al principio, cuando visitaba las congregaciones, le costaba averiguar quiénes eran los miembros de cada familia. Él recuerda: “No sabía quiénes eran las esposas de los ancianos, y menos todavía quiénes eran sus hijos. Los hermanos mantenían la costumbre centroafricana de que las mujeres conservaran al casarse su apellido de solteras y de que a los hijos se les diera el apellido de un pariente o amigo de la familia.

”La primera noche de la visita, en el Salón del Reino, observamos que los hermanos no se decidían a hablar con nosotros. Una vez que comenzó la reunión, nos dimos cuenta de que ocurría algo raro. Los varones y los muchachos mayores se sentaban a un lado del salón, y los niños más pequeños y las mujeres al otro. La sección de los hombres estaba bastante llena al inicio de la reunión, pero no era así con la de las mujeres. Conforme avanzaba la reunión, iban llegando hermanas que llevaban a sus pequeños detrás y cargaban con gracia sus biblias y libros sobre la cabeza.

”Subí a la plataforma para saludar a la congregación, presentarme y presentar a mi esposa. Tras darles una cálida bienvenida, hice una pausa, fijé la mirada en la sección del salón destinada a los hombres, y luego dije: ‘Hermanos, por favor, tómense diez minutos para reunirse con su esposa y sus hijos. De ahora en adelante, siéntense en familia como hacen los siervos de Jehová por todo el mundo’. Ellos accedieron de muy buena gana.”

Viajar en el transporte público también suponía un desafío. La esposa del hermano Lukuc, Leah, recuerda: “Nuestro equipaje constaba de catres pequeños, un mosquitero, un cubo, filtros de agua portátiles, ropa, libros, revistas y películas bíblicas. A fin de proyectar las películas teníamos que cargar con cables, bombillas, rollos de película, los guiones, un pequeño generador y un bidón de gasolina. Dado que llevábamos todo en camiones de transporte locales, debíamos estar en la parada a las dos de la madrugada si queríamos conseguir un asiento en la cabina. De lo contrario, teníamos que viajar sentados en la parte de atrás a pleno sol, entre animales, equipaje y muchos otros pasajeros.

”En una ocasión, después de caminar durante horas con mucho calor, llegamos a casa y descubrimos que un ejército de hormigas había invadido la pequeña choza de barro en la que nos alojábamos. Habían trepado por un cubo de agua y habían formado un puente con sus propios cuerpos para llegar hasta un diminuto bote de margarina que vaciaron por completo. Esa noche cenamos una tostada seca y media lata de sardinas cada uno. Aunque nos sentíamos agotados y un tanto desvalidos, nos acostamos escuchando los cánticos del Reino que los hermanos entonaban suavemente afuera junto al fuego. ¡Qué modo más dulce y hermoso de dormirse!”

Fieles misioneros y ancianos locales

Entre 1956 y 1977, más de veinte misioneros sirvieron en la República del Congo. Aunque su vida no siempre fue cómoda, su contribución a la obra de predicar el Reino fue muy valiosa. Por ejemplo, todos los siervos de sucursal eran además misioneros. En 1962, el hermano Seignobos regresó a Francia, de modo que se nombró a Larry Holmes para que supervisara la predicación. Cuando él y su esposa Audrey dejaron el servicio misional en 1965, el hermano Lukuc ocupó su puesto.

Muchos hermanos del país fueron también magníficos ejemplos en llevar la delantera. En 1976, cuando empezaron a funcionar los Comités de Sucursal, el Cuerpo Gobernante nombró a tres hermanos: los misioneros Jack Johansson y Palle Bjerre, y un hermano congoleño, Marcellin Ngolo.

En 1962, Augustin Bayonne —El que está andando— asistió a la clase 37 de Galaad. Tras graduarse, lo enviaron a la República Centroafricana, donde, casi quince años antes, había leído el libro “La verdad os hará libres”. Con el tiempo se casó, tuvo hijos y regresó a Brazzaville, donde ofreció su casa para celebrar reuniones cristianas. Más tarde, donó parte de un terreno de su propiedad a fin de construir un Salón del Reino.

Augustin Bayonne y Timothée Miemounoua ya han fallecido. Antes de morir, Timothée escribió un relato de algunas de sus experiencias y lo concluyó citando de Hebreos 10:39: “Nosotros no somos de la clase que se retrae para destrucción, sino de la clase que tiene fe que resulta en conservar viva el alma”. Etienne Nkounkou, una de las tres primeras personas que aceptaron la verdad en la República del Congo, en la actualidad tiene cerca de 90 años. ¡Qué excelentes ejemplos de servicio fiel han demostrado ser estos hermanos!

Una época de pruebas

En agosto de 1970, la República del Congo adoptó un gobierno de tipo comunista. Recordemos que años antes, las autoridades habían acosado a los hermanos tildándolos de comunistas. Y ahora que el nuevo régimen era comunista, ¡los criticaban por no serlo!

Aun así, durante algunos años el nuevo gobierno no puso obstáculos a la obra de los testigos de Jehová. Se celebraban abiertamente asambleas y reuniones, y se permitía la entrada al país de nuevos misioneros. Con todo, andando el tiempo, los hermanos comenzaron a sentir los efectos del régimen comunista. Primero, algunos funcionarios acusaron a los misioneros de ser espías. Luego, el 3 de enero de 1977, se proscribió oficialmente la obra de los testigos de Jehová. Los misioneros fueron expulsados del país uno tras otro hasta que solo quedaron Jack y Linda Johansson. Jack dice acerca de ese período: “Aquellos meses que pasamos solos en la sucursal probablemente fueron el período de nuestro servicio misional en el que más se sometió a prueba y se fortaleció nuestra fe. Se creía que éramos espías a sueldo de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA). Dado que se arrestaba y mataba a los enemigos del gobierno, aunque fueran líderes religiosos, sabíamos que estábamos en grave peligro. Sin embargo, sentir la mano protectora de Jehová sobre nosotros fortaleció nuestra fe”.

Noé Mikouiza solicitó al primer ministro que Jack y Linda pudieran quedarse en el país, pero su petición fue denegada y tuvieron que marcharse. Se confiscaron tanto los Salones del Reino como la sucursal, y esta se cerró. La sucursal de Francia asumió la supervisión de la predicación durante un breve período, pero posteriormente se delegó esta responsabilidad en la sucursal de Kinshasa.

Aunque los hermanos sufrieron algunas restricciones, no experimentaron la persecución intensa a la que se vieron sometidos Testigos de otros países. Sin embargo, algunos se atemorizaron y contagiaron a los demás. Aunque seguían celebrando las reuniones con regularidad, el ministerio de casa en casa prácticamente se interrumpió. Por ello, la sucursal de Kinshasa envió ancianos al otro lado del río con el propósito de animar y fortalecer a los hermanos.

Uno de ellos fue André Kitula, quien en junio de 1981 empezó a visitar las doce congregaciones de Brazzaville como superintendente de circuito. Durante su visita a la primera congregación, se percató de que los hermanos habían asistido a la Escuela del Ministerio Teocrático y a la Reunión de Servicio el martes, pero el miércoles por la mañana, ningún publicador había acudido a la reunión para el servicio del campo. André empezó a predicar solo, y un amo de casa le dijo: “Antes nos consolaban los testigos de Jehová, ¡pero ahora han desaparecido!”.

Esa misma mañana, mientras predicaba, André se encontró con un hermano que le explicó: “Hemos perdido la costumbre de predicar de casa en casa”. El hermano informó enseguida a otros publicadores de la labor de André. Por la tarde, varias hermanas acudieron a la reunión para el servicio del campo. En poco tiempo se reanudó la predicación de casa en casa en Brazzaville. Durante los tres años que André y su esposa Clémentine sirvieron allí, ningún hermano fue arrestado. Cuando los hermanos de fuera de la capital se enteraron, llegaron a la conclusión de que si sus compañeros de Brazzaville no temían ir de casa en casa, ellos tampoco tenían motivos para sentir temor.

David Nawej, quien por aquel entonces trabajaba en la sucursal de Kinshasa, explica por qué les alegraba especialmente ayudar a los hermanos de la otra orilla: “Los hermanos de Brazzaville fueron quienes introdujeron la verdad en Kinshasa. Más tarde, cuando disminuyó la actividad en Brazzaville debido a la presión del régimen comunista del país, los Testigos de Kinshasa acudimos en auxilio de nuestros hermanos. La sensatez del consejo de Eclesiastés 4:9, 10 quedó confirmada: ‘Mejores son dos que uno, porque tienen buen galardón por su duro trabajo. Pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio’. En nuestro caso, los hermanos solían decir: ‘Mejores son dos Congos que uno’”.

Siguen adelante en medio de los cambios políticos

En 1991 hubo mucha agitación y cambios en la escena política. La República del Congo pasó de un régimen de un solo partido, a otro multipartidista. Pese a que la euforia reinaba en las calles, los hermanos tenían presentes las palabras de advertencia que se encuentran en Salmo 146:3: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna”. La veracidad de esta declaración no tardaría mucho en demostrarse.

No obstante, los cambios políticos beneficiaron en ciertos aspectos a los siervos de Jehová. El 12 de noviembre de 1991, el ministro del Interior emitió un decreto por el que se levantaba la proscripción de la obra de los testigos de Jehová. Aunque se devolvieron los Salones del Reino confiscados, el antiguo edificio de la sucursal sigue ocupado hasta el día de hoy por la Guardia Presidencial. En agosto de 1992 se celebraron, en Brazzaville y Pointe-Noire, las primeras asambleas de distrito en quince años. Ese año, el número de estudios bíblicos se incrementó hasta llegar a 5.675, ¡casi cuatro veces la cifra de publicadores!

Mientras tanto, la recuperación del reconocimiento legal permitió que nuevamente entraran misioneros al país. Se nombraron precursores especiales que fueron enviados al norte, donde la mayoría de los asistentes a las reuniones eran analfabetos. En las ciudades, las congregaciones habían enseñado a leer y escribir a muchas personas, de modo que era el momento de intensificar los esfuerzos por alfabetizar las zonas rurales.

En las elecciones de 1993 se produjo otro cambio de gobierno. El descontento generalizado en las filas del partido de la oposición condujo a que se impusiera la ley marcial durante varias semanas. Los enfrentamientos armados, las huelgas, los toques de queda, los controles de carretera y el saqueo estaban a la orden del día. El estupor y la desilusión embargaban a la gente, y los problemas económicos persistían. La euforia de 1991 se había desvanecido.

Las disputas étnicas corrían paralelas a la agitación política. Las luchas tribales obligaron a algunos hermanos a huir a lugares más seguros, de modo que algunas congregaciones quedaron disueltas. Mientras tanto, los hermanos siguieron demostrando que la verdad los había liberado del odio étnico. Durante los disturbios se brindaban ayuda y protección unos a otros, sin importar sus antecedentes tribales. Muchas personas empezaron a percatarse de que solo Jehová podía proporcionarles auténtica seguridad.

La sucursal de Kinshasa suministró guía y estímulo. A finales de 1996 volvió la paz al país, y el número de publicadores llegó a 3.935. En un hogar misional de Brazzaville servían cinco misioneros. Con la llegada de dos parejas más, en abril de 1997 se abrió otra casa misional en Pointe-Noire.

En la ribera norte del río, en la República del Congo, se vivía en paz y la predicación del Reino progresaba sin complicaciones, mientras que en la vecina República Democrática del Congo estallaba un conflicto encarnizado. A medida que los combates se aproximaban a Kinshasa, los misioneros tuvieron que ser evacuados de la ciudad, y a finales de mayo ya estaban sirviendo con entusiasmo junto a sus compañeros de Brazzaville y Pointe-Noire. Nadie se imaginaba los terribles acontecimientos que se producirían tan solo unos días después.

Estalla la guerra civil

La guerra estalló de repente en Brazzaville el 5 de junio de 1997. Las fuerzas leales al presidente en el poder se enfrentaron con los partidarios de su predecesor. La artillería pesada bombardeó y arrasó la ciudad y sus alrededores. Miles de personas murieron, y había cadáveres desperdigados por todas partes. La confusión se apoderó de la ciudad: costaba distinguir entre ambos bandos de la contienda. La estabilidad de la que había disfrutado Brazzaville se vino abajo. Se suspendió el servicio de transbordadores a Kinshasa. Muchos escaparon a la selva, mientras que otros huyeron en canoa a pequeñas islas situadas en el cauce del río Congo. Algunos trataron incluso de cruzar el río para llegar a Kinshasa. Aunque había enfrentamientos en las cercanías de esta ciudad, eran leves en comparación con la violencia desatada en Brazzaville.

La guerra perjudicó a todo el mundo, incluso a los hermanos; pero la verdad marcó una gran diferencia, pues protegió las mentes y corazones de los siervos de Dios. Ellos confiaban plenamente en las palabras de Salmo 46:1, 2: “Dios es para nosotros refugio y fuerza, una ayuda que puede hallarse prontamente durante angustias. Por eso no temeremos, aunque la tierra sufra cambio y aunque las montañas caigan tambaleantes en el corazón del vasto mar”.

Muchos hermanos lograron llegar a Kinshasa, donde el Comité de Sucursal se encargó de que recibieran comida, alojamiento y atención médica. Las familias de la capital brindaron encantados amor y hospitalidad a sus compañeros de Brazzaville.

A fin de ayudar a quienes tenían dificultades para huir, algunos hermanos se quedaron en Brazzaville, entre ellos Jean Théodore Otheni y su esposa Jeanne, que era precursora regular. En agosto, un proyectil de artillería hizo impacto contra su casa e hirió de gravedad a Jeanne. Su esposo la trasladó velozmente a Kinshasa, pero era demasiado tarde. Él recuerda: “Jeanne sintió un profundo amor por su ministerio hasta el final. Me entregó su libreta de direcciones y me dijo: ‘Tienes que visitar a todos mis estudiantes de la Biblia, pues son muy importantes para mí’. La abracé y cuando volví a mirar su rostro, vi que había muerto”. Jean, al igual que muchos otros, ha seguido sirviendo a Jehová celosamente, con plena confianza en la promesa de la resurrección.

Debido a la interrupción del servicio regular de transbordadores entre las dos capitales, los dueños de pequeñas lanchas a motor ofrecían sus servicios a quienes quisieran abandonar Brazzaville. Hermanos valientes de esta ciudad como Louis-Noël Motoula, Jean-Marie Lubaki y Symphorien Bakeba se ofrecieron como voluntarios para ir a buscar a hermanos desaparecidos o ayudar a los que seguían en Brazzaville. La labor implicaba desafiar las poderosas corrientes del imponente río Congo a bordo de una pequeña lancha a fin de rastrear los islotes y riberas; también significó internarse en la zona de conflicto de Brazzaville, donde proseguían las atrocidades, y arriesgar la vida a favor de sus hermanos.

Symphorien, que tenía mucha experiencia en atravesar el río, realizó numerosos viajes durante la guerra civil, a veces con el objetivo de ayudar a los que seguían en Brazzaville. En cierta ocasión, por ejemplo, cruzó con diez sacos de arroz para unos hermanos que vivían en dicha ciudad y se hallaban relativamente seguros. Por supuesto, cruzar el río era un desafío, pero más difícil aún era lograr que el arroz llegara a su destino sin que se lo robaran. Entre los pasajeros que Symphorien llevaba en aquel viaje había un caballero de aspecto distinguido que le preguntó adónde llevaba el arroz. El hermano le explicó su labor y aprovechó la oportunidad para compartir con el hombre la esperanza bíblica. Cuando la lancha llegó a tierra, el caballero se identificó como un alto funcionario, llamó a una pareja de soldados y les ordenó vigilar el arroz hasta que Symphorien consiguiera un vehículo para llevárselo a los hermanos.

Por lo general, Symphorien cruzaba el río para ayudar a los hermanos a huir de Brazzaville, pero hubo un viaje en particular que nunca olvidará. Él cuenta: “Las corrientes del río Congo son muy fuertes, pero la mayoría de los navegantes saben cómo maniobrar las embarcaciones para no ser arrastrados río abajo hacia los traicioneros rápidos. Salimos de Brazzaville con siete hermanos y otros cinco pasajeros a bordo. Justo en medio del río, la lancha se quedó sin combustible, pero nos las arreglamos para llegar a una islita, donde pudimos atracar. Para nuestro alivio, el conductor de una pequeña lancha que pasó cerca prometió comprarnos algo de combustible en Kinshasa y regresar. Aguardamos con ansiedad una larga hora y media hasta que volvió con el combustible”.

Poco tiempo después, la sucursal de Kinshasa atendía a unos mil hermanos, además de sus familias y personas interesadas. En octubre de 1997 cesaron las hostilidades, y los refugiados iniciaron el retorno a Brazzaville.

Debido a la guerra, todos los misioneros que servían en Brazzaville y Pointe-Noire habían sido evacuados. Algunos habían regresado a sus países de origen, Gran Bretaña y Alemania, mientras que otros se habían mudado a Benín y Costa de Marfil. Cuando la situación volvió a una relativa estabilidad, algunos retornaron a sus asignaciones en la República del Congo. Además, estaba previsto que en diciembre de 1998 llegaran desde Francia tres matrimonios y un hermano soltero. Un matrimonio de misioneros experimentados que servían en la sucursal de Kinshasa, Eddy y Pamela May, fueron enviados a Brazzaville, y se abrió un nuevo hogar misional.

De nuevo la guerra civil

Al año siguiente se desató otra guerra civil en Brazzaville. De nuevo hubo miles de muertos, entre ellos varios Testigos. La mayoría de los misioneros, que acababan de llegar, fueron evacuados a hogares misionales del país vecino de Camerún. Aunque corrían rumores de que la guerra llegaría a la ciudad costera de Pointe-Noire, tres misioneros consiguieron quedarse allí. Por fin, en mayo de 1999, la guerra civil terminó.

Debido a que tantos Testigos se habían visto obligados a huir, el número de congregaciones del país descendió de 108 a 89. Brazzaville contaba entonces con 1.903 publicadores y Pointe-Noire con 1.949, distribuidos en 23 y 24 congregaciones respectivamente. Durante ambas guerras civiles, testigos de Jehová de otros lugares enviaron a sus hermanos espirituales ayuda material, que, como suele suceder, también benefició a quienes no eran Testigos.

Pese a la guerra, el hambre, las enfermedades y muchos otros problemas, los Testigos de la República del Congo dedicaron un promedio de 16,2 horas mensuales al servicio del campo. En el mes de abril de 1999, durante la última etapa de la segunda guerra civil, el 21% de los publicadores participó en algún rasgo del servicio de tiempo completo.

Felices con la verdad

Las guerras han devastado el país hasta prácticamente arruinarlo. La reconstrucción de Brazzaville prosigue, pero todavía queda mucho por hacer. Entre los proyectos de construcción más importantes están los de Salones del Reino donde las personas puedan aprender la verdad bíblica. En febrero de 2002 se dedicaron cuatro Salones del Reino, dos en Pointe-Noire y dos en Brazzaville.

En uno de estos programas de dedicación, llevado a cabo en Brazzaville, un hermano de edad avanzada relató un episodio ocurrido quince años atrás, durante la proscripción. Los hermanos habían planeado celebrar el 1 de enero una asamblea de un solo día en un solar desocupado, pensando que, con la gente enfrascada en las celebraciones de año nuevo, nadie los interrumpiría. No obstante, al finalizar el programa de la mañana, la policía apareció y disolvió la asamblea. El hermano contó: “Abandonamos el lugar de asamblea con lágrimas en los ojos. Hoy estamos reunidos en ese mismo lugar con los ojos llenos de lágrimas, pero en esta ocasión son de alegría porque estamos aquí para dedicar el Salón del Reino recién construido”. En efecto, ¡su hermoso salón nuevo se había erigido sobre aquel mismo terreno!

Han pasado ya más de cincuenta años desde que el libro “La verdad os hará libres” ayudó a Etienne Nkounkou, Augustin Bayonne y Timothée Miemounoua a aprender la verdad. Durante ese tiempo, miles de habitantes de la República del Congo han imitado su ejemplo de fe, y el hecho de que muchos más continúen haciéndolo ofrece muy buenas perspectivas para el futuro. Se están dirigiendo más de quince mil estudios de la Biblia, lo que representa tres veces y media la cifra total de publicadores. En 2003, el número de asistentes a la Conmemoración alcanzó los 21.987. Y a finales del año de servicio 2003, un total de 4.536 publicadores, incluidos 15 misioneros, seguían esforzándose con empeño por ayudar a más personas a aprender la verdad que las hará libres (Juan 8:31, 32).

[Comentario de la página 143]

Los tambores ya habían transmitido este mensaje: “El que está andando llega con un hombre blanco”

[Comentario de la página 144]

Puesto que no tenían relojes, los hermanos determinaban la hora de ir a las reuniones por la posición del Sol

[Comentario de la página 151]

“Nos acostamos escuchando los cánticos del Reino que los hermanos entonaban suavemente afuera junto al fuego. ¡Qué modo más dulce y hermoso de dormirse!”

[Recuadro de la página 140]

Información general

Territorio: La República del Congo, que supera en tamaño a países como Finlandia e Italia, está situada entre Gabón, Camerún, la República Centroafricana y la República Democrática del Congo. Una llanura costera se extiende por aproximadamente 60 kilómetros hacia el interior para luego dar paso a mesetas de más de 800 metros de altura. El resto del país se caracteriza por sus espesas selvas y grandes ríos.

Población: Cuenta con más de 3.000.000 de habitantes que pertenecen a diversas tribus; la de los pigmeos vive en lo más profundo de la selva.

Idioma: Aunque el francés es la lengua oficial, son de uso común el lingala en el norte y el monokutuba en el sur.

Recursos económicos: La agricultura de subsistencia y la pesca, en los ríos o en el mar, cubren las necesidades básicas. La abundancia de fauna en las selvas representa una importante fuente de alimento para los cazadores diestros.

Alimentación: En la mayoría de las comidas, los platos básicos son la mandioca o el arroz, que se acompañan con pescado o pollo sazonados con salsas picantes. Entre la gran variedad de frutas hay mangos, piñas, papayas, naranjas y aguacates.

Clima: Es tropical, caluroso y húmedo todo el año, con dos estaciones claramente diferenciadas: la estación lluviosa, que dura de marzo a junio, y la seca, de junio a octubre.

[Ilustraciones y tabla de las páginas 148 y 149]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

República del Congo: datos históricos

1940

1947: El libro “La verdad os hará libres” suscita las primeras muestras de interés.

1950: El misionero Eric Cooke visita Brazzaville. El gobierno impone restricciones a las publicaciones editadas por los testigos de Jehová.

1956: En marzo llegan desde Francia los primeros misioneros.

1957: En enero se abre la sucursal.

1960

1961: Los testigos se inscriben como asociación legal el 9 de diciembre, pero las restricciones relativas a las publicaciones duran un año más.

1977: Se proscribe a los testigos de Jehová. La propiedad de la sucursal se confisca y los misioneros son expulsados del país.

1980

1981: André Kitula ayuda a reanudar la predicación en Brazzaville.

1991: El ministro del Interior levanta la proscripción. Posteriormente se organizan las primeras asambleas de distrito en quince años.

1993: La agitación social y política condujo a que se impusiera la ley marcial.

1997: El 5 de junio estalla una guerra civil. Los misioneros son evacuados. La sucursal de Kinshasa se encarga de proporcionar comida, alojamiento y tratamiento médico a mil refugiados.

1999: Estalla otra guerra civil. Los misioneros son evacuados de nuevo.

2000

2002: Los primeros cuatro Salones del Reino recién construidos se dedican en febrero.

2003: Un total de 4.536 publicadores están activos en la República del Congo.

[Ilustración]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

5.000

2.500

1940 1960 1980 2000

[Mapas de la página 141]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

REPÚBLICA CENTROAFRICANA

CAMERÚN

GUINEA ECUATORIAL

GABÓN

REPÚBLICA DEL CONGO

Impfondo

Djambala

BRAZZAVILLE

Pointe-Noire

Río Congo

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO

KINSHASA

ANGOLA

[Ilustraciones a toda plana de la página 134]

[Ilustraciones de la página 138]

Miembros de uno de los primeros grupos de estudio bíblico, en 1949. De izquierda a derecha: Jean-Seth Mountsamboté, Timothée y Odile Miemounoua, y Noé Mikouiza

[Ilustración de la página 139]

Etienne Nkounkou

[Ilustración de la página 142]

Jean Seignobos viajaba al interior de la República del Congo cruzando los ríos en transbordadores a fin de visitar las congregaciones

[Ilustración de la página 147]

Fred y Leah Lukuc (centro) con la congregación que se reunía en la casa de Augustin Bayonne

[Ilustración de la página 150]

Bautismo en el océano Atlántico (Pointe-Noire)

[Ilustración de la página 152]

Augustin Bayonne —El que está andando— asistió a la clase 37 de Galaad, en 1962

[Ilustración de la página 153]

Esta edificación albergó la sucursal desde 1967 hasta 1977

[Ilustración de la página 155]

Noé Mikouiza

[Ilustraciones de la página 158]

Louis-Noël Motoula, Jean-Marie Lubaki y Symphorien Bakeba