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Informe mundial

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ÁFRICA

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Estudios bíblicos: 1.769.182

¿Sabía usted que las buenas nuevas se están predicando en el Sahara? Por ejemplo, en una localidad minera del norte de Níger vive Nafissatou, de 17 años. En cierta ocasión, algunos compañeros de clase se pusieron a hablar de pornografía, por lo que ella se apartó del grupo. Una estudiante la siguió y le preguntó qué le pasaba, a lo que ella contestó que no le gustaban esas conversaciones. Al principio, la chica se burló diciendo que por solo ver pornografía no le iba a pasar nada malo. Nafissatou le explicó que se trataba de un asunto serio, pues es algo que Dios no aprueba. Luego sacó de su mochila el libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas y le mostró un pasaje sobre los peligros que encierra. Acto seguido sacó la Biblia y le leyó 2 Corintios 7:1. La chica admitió que los videos inmorales le despertaban intensos sentimientos que no lograba explicar, y le pidió un libro Los jóvenes preguntan. Nafissatou se lo dio y más tarde dijo: “Cuando la volví a encontrar, estaba sola, así que le pregunté dónde estaban sus amistades, a lo que respondió: ‘Este libro es mi amigo’. Comenzó a estudiar la Biblia conmigo y asistió a la Conmemoración”.

Hace más de quince años, una señora de Tanzania estudiaba la Biblia con una misionera. Como su familia se oponía, no acabó de declararse a favor de la verdad, así que se descontinuó el curso que había seguido por años. No obstante, sus dos hijas pequeñas habían estado escuchando a escondidas. Al cumplir 18 años, la mayor se mudó a otra casa. Sin dilación, se dirigió a un Salón del Reino, pidió un estudio y progresó rápidamente hasta el bautismo, y lo mismo hizo su hermana menor. Animada por la firmeza con que ambas habían abrazado la verdad, la madre reanudó el estudio y esta vez no permitió que volviera a frenarla el miedo, de modo que en mayo de 2004 simbolizó su dedicación en una asamblea de circuito.

Cuando las congregaciones obedecen el mandato de “cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación”, tienen garantizada la bendición de Jehová (Sant. 1:27). Este es el caso de la congregación donde se reunía Mapolo, publicadora bautizada de Lesoto que criaba a sus cuatro hijos sin la ayuda de un cónyuge. Consciente de que sufría una enfermedad terminal, preparó a los niños para que se valieran por sí mismos. Les dio lecciones bíblicas, los llevó a las reuniones y les enseñó a hacer escobas para venderlas por las carreteras. Tras su muerte, en 1998, los huérfanos quedaron al cuidado de su abuela. La misionera que había ayudado a la madre a llegar al bautismo consiguió que una oficina de bienestar social les sufragara los gastos escolares. Otros Testigos les regalaron ropa. Al morir la abuela, un hermano de la congregación continuó el estudio bíblico con ellos y asumió el pago del alquiler. Los cuatro asisten con asiduidad a las reuniones. Dos ya son publicadores no bautizados, y el mayor, Rantso, que tiene 20 años, se bautizó en marzo de 2004 en una asamblea de circuito junto con su primo Retselisitsoe, a quien él había enseñado la verdad. Rantso está muy agradecido por todas las atenciones que han recibido a lo largo de los años él y sus hermanos.

Un misionero que sirve en Camerún relata la siguiente experiencia: “Todas las semanas, cuando daba lecciones bíblicas a un joven, oía a alguien entonando himnos religiosos en la casa. Le pregunté al estudiante quién era el misterioso cantor, y me dijo que se trataba de su hermano Stephen, que es invidente. Comencé a darle lecciones de la Biblia con la grabación del folleto ¿Qué exige Dios de nosotros? Nos trazamos la meta de aprender un versículo en cada lección. Stephen tiene muy buena memoria, así que se aprendió muchos. Ya asiste a las reuniones y a menudo ofrece comentarios. Hace poco tuvo su primera asignación en la Escuela del Ministerio Teocrático: la lectura de la Biblia. Como no sabe braille, la memorizó por completo. Tengo muchas ganas de sacarlo a predicar. Uno de sus textos favoritos es Isaías 35:5: ‘Los ojos de los ciegos serán abiertos’. Está contentísimo de haber abierto los ojos en sentido espiritual, y ahora se dedica a cantar alabanzas a Jehová, agradecido por la perspectiva de, en un futuro, ver literalmente”.

En Liberia, país desgarrado por la guerra, una señora llamada Nancy se acercó a una Testigo y le pidió un estudio bíblico. El pastor de su iglesia le había dicho que Dios mandaría a los testigos de Jehová al infierno porque eran cristianos falsos. Sin embargo, ella vivía cerca de algunos y había notado que siempre que cesaban los disparos, los ancianos de la congregación se aseguraban de que sus hermanos estuvieran bien. Además, había observado que los Testigos aprovechaban los momentos de calma para predicar. Y también había quedado muy impresionada, al igual que muchos lugareños, al ver que el primer vehículo que cruzó la línea de combate provenía de la sucursal y estaba cargado con provisiones de primera necesidad donadas por los Testigos de Francia y Bélgica. Por ello dijo: “Creo que ustedes tienen la verdad”. Actualmente progresa bien en su estudio de la Biblia.

Un joven llegó a un pueblo de Uganda para hacer unos trabajos de albañilería en la casa donde los hermanos celebraban las reuniones. Uno de los precursores aprovechó para darle testimonio. Aunque al albañil le gustó lo que oyó, tuvo que regresar enseguida a su aldea, que se halla monte arriba. Como allí no había Testigos, el precursor le explicó dónde quedaba el Salón del Reino más cercano. A fin de buscar a los hermanos, el joven bajó en bicicleta unos 30 kilómetros [20 millas] por senderos estrechos. Como no halló a nadie en el salón, metió por debajo de la puerta una nota en la que pedía un curso bíblico. El precursor que fue más tarde a verlo a la aldea tuvo la grata sorpresa de encontrarse con unas doscientas personas deseosas de oír el mensaje bíblico, muchas de ellas interesadas de verdad en estudiar la Biblia. Ahora ya se celebran reuniones en ese lugar apartado.

Al atardecer, los 600 habitantes de una aldea del sudeste de Nigeria divisaron en el cielo una luz brillante que se reflejaba en el río y que parecía dirigirse hacia ellos, de modo que salieron huyendo. Muchos creyeron que era la destrucción proclamada por los Testigos, de modo que corrieron al Salón del Reino diciendo: “El Armagedón no va a acabar con este edificio”. Finalmente, a eso de las diez de la noche se dieron cuenta de que la luz venía de un gran incendio forestal. Cuando los hermanos les preguntaron por qué no habían acudido a las iglesias cercanas, un señor contestó: “Esas iglesias no valen. Su Armagedón no destruirá el Salón del Reino, pero a ellas sí”.

Una hermana que vive en un campo de refugiados de Guinea y es precursora regular nos cuenta: “En la predicación de casa en casa me encontré con una niña de ocho años que estaba incapacitada. Me contó que sus padres cerraban la puerta y la dejaban sola todo el día. Le aclaré que quería ser amiga suya. Cuando le pregunté qué le gustaría que hiciera Dios, respondió que la curara para poder caminar. Le mostré en la Biblia Isaías 35:5, 6 y le expliqué que Jehová prometía que los cojos andarían. Luego saqué el folleto ¡Disfrute para siempre de la vida en la Tierra! y le enseñé la ilustración de Jesús sanando enfermos. También le dije que ella disfrutaría de esas bendiciones si estudiaba la Biblia y hacía lo que Jehová le pedía. Aceptó estudiar las Escrituras con el folleto Disfrute, que ya hemos terminado, y estamos a punto de acabar el folleto Podemos ser amigos de Dios. A las tres semanas de iniciar el estudio me dijo que deseaba asistir a las reuniones. Como está discapacitada, paso a buscarla y la cargo sobre la espalda. Le gusta tanto reunirse, que se enoja conmigo y hasta se echa a llorar si no voy por ella”.

AMÉRICA

Países: 56

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Estudios bíblicos: 3.089.453

Marie, que vive en Guadalupe, nos cuenta: “En la playa del hotel donde trabajo, varios clientes me avisaron de una ropa y zapatos que llevaban abandonados dos días sobre una roca. Los recogí con la idea de encontrar alguna información sobre el dueño, y hallé un monedero con 1.067 euros [1.372 dólares]. Algunos de los observadores me instaban a que tomara parte del dinero y repartiera el resto con ellos, pero de inmediato les dije que era testigo de Jehová y que mi conciencia me impulsaba a ser honrada. Así que llevé todo a la recepción del hotel. Los empleados también se asombraron de que no me hubiera quedado con el dinero, y de nuevo expliqué mi postura. Al volver a la playa, algunas personas me estaban esperando porque querían saber más sobre mis creencias. Utilizando la Biblia, me puse a darles testimonio. Hubo una señora que aseguró: ‘Cuando necesite trabajadores, solo contrataré a testigos de Jehová’”. Posteriormente se encontró a la persona a la que pertenecían las prendas, y la policía felicitó a la hermana por su honradez.

Antonio es un betelita de México que aprovecha toda oportunidad para hablar con la gente de la verdad. Hace poco, mientras viajaba en el transporte público a una reunión de congregación, entregó un tratado a un muchacho y una señora joven bien vestidos, lo que dio paso a una amena conversación. “Cuando llegué a mi parada, me despedí de ellos —relata Antonio—, pero, para mi sorpresa, quisieron bajarse conmigo para seguir hablando, aunque no era su parada. Cuando nos bajamos, conversamos un poco más, y me volví a despedir. Entonces me preguntaron: ‘¿Adónde vas?’. ‘A una reunión con mi congregación’, contesté. Se miraron uno al otro y me dijeron: ‘¿Podemos ir contigo?’. ‘¡Claro que sí!’, respondí.” Tanto la señora, que es abogada, como su sobrino, que es estudiante universitario, habían escuchado el mensaje de la verdad años atrás, pero no siguieron estudiando por la oposición de la familia. Mientras se dirigían a la reunión con Antonio, expresaron cuánto les gustaría ver a la persona que les había hablado de la Biblia por primera vez. ¡Qué agradable sorpresa fue encontrarla allí! Estaban encantados de haber asistido, y muy deseosos de estudiar la Palabra de Dios. “Fue Jehová quien nos guió hasta aquí, y de ahora en adelante, vamos a seguir viniendo”, dijo ella. Se concretaron los planes para un curso bíblico, el cual se celebra dos veces por semana.

Jacqueline, esposa de un superintendente de circuito de Haití, acompañaba a una hermana precursora en la predicación cuando vieron a una joven llorando, sola y sentada al lado de la carretera. Ellas se acercaron y le preguntaron qué la angustiaba tanto. La joven no quiso responder al principio, pero ante la amable insistencia, repuso: “Ya hice lo que quería hacer”. Jacqueline, comprendiendo al instante que la chica había tomado veneno, se lo preguntó, y ella asintió con la cabeza. Las hermanas la llevaron deprisa al hospital para que recibiera tratamiento. La precursora fue a visitarla a la siguiente semana para animarla, y se inició un curso bíblico con ella.

Cuando pagaba en la caja de un supermercado de Paraguay, Lourdes se estremeció al enterarse de que su billete era falso. La cajera llamó enseguida al personal de seguridad, y Lourdes e Ingrid —su hijita de cinco años— fueron llevadas a un pequeño cuarto hasta que llegara la policía. El gerente y el guardia de seguridad le exigieron a la hermana que les dijera de dónde había sacado el billete, pero ella no se acordaba y, aparte, les aclaró que no sabía que era falso. Molesta, Ingrid miró al gerente y al guardia, y les dijo: “Ustedes nos están tratando como ladronas. Mi mamá no es una ladrona. Somos testigos de Jehová y no decimos mentiras”. El gerente le preguntó a Lourdes si era Testigo, y ella contestó que sí. Una llamada a la sucursal de los testigos de Jehová convenció por fin a aquellos hombres de que Lourdes sí era una hermana. Se disculparon con madre e hija por los inconvenientes y las dejaron ir. La pequeña Ingrid dijo después que lo peor de todo fue que no pudieron comprar la bolsa de palomitas de maíz que tanto quería.

Mientras predicaba, un hermano de Costa Rica decidió hablarle también a su vecino católico, aunque con un poco de temor porque al hombre no le agradaban los Testigos; incluso había llegado a insultarlos. Para su sorpresa, el vecino lo hizo pasar a la casa y le explicó la razón de su cambio de actitud. Le contó que un amigo suyo lo había invitado a asistir a una iglesia evangélica en una población distante. Una vez allí, le pidieron que diera su “testimonio”, y lo único que él dijo fue que era católico. Aquello no les gustó y le ordenaron que se saliera, y a su amigo le advirtieron que corría el peligro de condenarse por tener amistad con un católico. El hombre salió del templo, pero como era un sitio desconocido y lejos de su hogar, se preguntaba dónde pasaría la noche. Tocó en una casa, les explicó lo ocurrido, y la familia lo invitó a entrar. Le dieron de comer, le ofrecieron donde pasar la noche... y también le predicaron. Así es: eran testigos de Jehová, y ¡cómo impresionó a este hombre ver que los Testigos de veras aman al prójimo! En la actualidad estudia la Biblia con los hermanos.

Una hermana de Trinidad escribe: “Mientras predicaba en las calles, se me acercó una mujer y me pidió las últimas revistas. Le entregué varios ejemplares y también le ofrecí un curso bíblico gratuito en su hogar. Ella dijo que había estudiado antes, pero que se acababa de mudar por la zona. Le pedí su nombre y dirección, pero rehusó dármelos, diciendo que si en verdad servía al Dios verdadero, él me indicaría dónde vivía ella. Al día siguiente, durante el ministerio de casa en casa, toqué en una puerta y salió la misma señora. Al vernos a mi compañera y a mí, se rió asombrada y preguntó: ‘¿Cómo me encontró tan pronto?’. Le pregunté si recordaba lo que me había dicho el día anterior. Nos invitó a pasar, e iniciamos el estudio. Ahora es una publicadora no bautizada”.

ASIA Y ORIENTE MEDIO

Países: 47

Habitantes: 3.971.703.969

Publicadores: 574.927

Estudios bíblicos: 444.717

Ghanshyam es un precursor regular en Nepal a quien su trabajo de taxista lo pone en contacto con personas de todo tipo. Aunque la mayoría de los pasajeros llevan prisa —incluso de noche— y tienen poco tiempo para hablar, procura entablar conversación con ellos. Siempre que puede, les entrega un tratado pertinente y la dirección del Salón del Reino más cercano. Muchos quedan muy agradecidos, y cinco estudian la Biblia con él.

En Taiwan, el esposo de una hermana la amedrentaba con su vozarrón, sobre todo cuando ella se disponía a ir a las reuniones cristianas. Cierto día sufrió un derrame cerebral que lo dejó paralítico y confinado en un hospital. Su esposa cuidó pacientemente de él y con habilidad se valió del período de rehabilitación para ayudarle a captar la verdad bíblica. Le dijo: “Necesitas trabajar el cerebro, así que te voy a dar unos datos y tú trata de recordarlos, ¿de acuerdo?”. Él sabía que tenía que ejercitar la mente, de modo que aceptó. La hermana utilizó varios folletos para enseñarle algunas verdades fundamentales, como el nombre de Dios y sus cualidades, así como el tema de la Biblia. Además, muchos hermanos fueron a verlo y se mostraron amables con él, lo que le impresionó tanto que aceptó estudiar la Biblia cuando regresó a su hogar. Ha empezado a asistir a las reuniones en su silla de ruedas, y ahora emplea su vozarrón para dar comentarios.

Rohana, precursor especial que sirve en una zona rural de Sri Lanka, afrontaba la oposición de un conductor de ciclotaxi (triciclo con compartimiento para dos pasajeros). Cada vez que este veía al hermano en el ministerio, le gritaba insultos. Una vez hasta lo amenazó con apuñalarlo si no dejaba de predicar en el barrio, pero Rohana le respondió con amabilidad. Tiempo después, aquel hombre sufrió un accidente grave y quedó hospitalizado. Rohana fue a visitarlo y le llevó un regalo. Cuando el hombre lo vio entrar, comenzó a llorar y a pedirle perdón por lo mal que se había portado. “Señor, por la forma como lo he tratado, lo lógico es que me hubiera golpeado con un palo en vez de venir desde tan lejos para consolarme”, dijo el hombre. Ya ha salido del hospital y sigue trabajando con su ciclotaxi, pero ahora es un asiduo lector de nuestras revistas.

Un sinfín de extranjeros llegan a Hong Kong para trabajar en el servicio doméstico. Entre ellos figuraba una mujer que había comenzado a estudiar el folleto ¿Qué exige Dios de nosotros? en las Filipinas y deseaba seguir con el curso bíblico. No sabía cómo encontrar a los Testigos, así que pidió a Dios que la guiara. En su día libre decidió cruzar la bahía en dirección al distrito comercial y el parque central, donde se reúnen muchos filipinos los fines de semana. Buscó, pero no encontró a nadie que pareciera testigo de Jehová, a pesar de que ellos solían predicar en el parque esos mismos días. Lo que sí vio fue un folleto Exige en una papelera del parque. Lo recogió y notó que tenía escrito un número telefónico. Resultó ser el de la publicadora que había entregado el folleto. La señora tuvo la agradable sorpresa de enterarse de que la hermana trabajaba en el mismo complejo residencial que ella. Retomó su estudio bíblico y ya asiste a las reuniones.

Un superintendente de circuito y otro anciano de la República de Corea realizaron una visita de pastoreo en el momento justo. Fueron a ver a una hermana que llevaba inactiva diez años. Su esposo, a pesar de ser ateo, había decidido asistir a la iglesia después de una operación quirúrgica. Durante la visita, los hermanos lo conocieron y, tras una amigable conversación, le dejaron el folleto Exige. El anciano animaba a la hermana cada vez que le daba clases bíblicas a su esposo. De hecho, este aceptó una invitación para acudir a la asamblea de distrito y, desde entonces, dejó de ir a la iglesia para asistir a nuestras reuniones. La hermana también progresó y pidió que se visitara a sus cuatro hijos, que vivían en otra ciudad. El resultado es que se bautizaron primero el marido de la hermana, su hija mayor y su esposo, y su hija menor, y luego su hijo mayor y su esposa, lo que hace un total de seis nuevos Testigos.

A Yuki, una estudiante de secundaria de Japón, no le resultaba fácil decir a sus compañeros que era testigo de Jehová. Consciente de que debía dar testimonio, vio que tendría que tomar la iniciativa, pues sus condiscípulos nunca hablaban de religión. Así que decidió demostrarles que oraba antes de las comidas. Toda la mañana estuvo pidiéndole a Dios que le diera valor. Entonces, a la hora del almuerzo, en vez de hacer una oración rápida para que nadie se diera cuenta, inclinó la cabeza y la hizo un poco más extensa. Al terminar, una compañera le preguntó si se encontraba bien. Con todo, Yuki no pudo predicarle. Se sintió muy mal y pidió perdón a Jehová; también volvió a rogarle que le diera valor. Al día siguiente, después de la oración, su compañera le preguntó de nuevo cómo estaba, y ella pensó: “Ha llegado el momento”. Así que le dijo que era testigo de Jehová. Al principio su amiga se sorprendió, pero enseguida la bombardeó con preguntas como estas: “¿Por qué oras? ¿Cuál es el nombre de Dios? ¿Quién fue Jesús?”. Yuki quedó encantada.

En Kupang (Indonesia) se conocía a Glenn por borracho, drogadicto y matón a sueldo. Vivía con sus padres cuando fueron a su casa dos testigos de Jehová y les hablaron de la Biblia. Aquel hombre no tardó en aceptar un curso bíblico y, con muchísimo empeño, fue librándose de sus vicios. Un día, cierto comerciante le adelantó una gran suma de dinero para que le diera una paliza a un individuo. Aunque se lo pensó dos veces, Glenn decidió no aceptar más trabajos de ese tipo. Devolvió el dinero y rechazó el encargo. Más adelante, cuando entró en la tienda de otro comerciante, este creyó, atemorizado, que lo iba a golpear. Pero él logró convencerlo de que estaba estudiando la Biblia y llevaba una vida pacífica. Además de aceptar un curso bíblico, el tendero lo empleó en su comercio. De hecho, fue a la asamblea de distrito del año pasado, en la cual se bautizó Glenn.

EUROPA

Países: 46

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Estudios bíblicos: 733.728

Tras el fallecimiento de Jacoba, una hermana de 88 años de edad, la policía local de un pueblo de los Países Bajos envió una carta oficial a los familiares. Durante muchos años, Jacoba les había llevado fielmente las revistas. La carta decía, en parte: “Era muy especial para nosotros. Solía visitarnos en la comisaría, y nos encantaba tomar una taza de té con ella. Admirábamos su valor, pues, a pesar de su edad avanzada, viajaba en bicicleta —lloviera o tronara— y visitaba a las personas para hablarles de sus creencias. La vamos a extrañar muchísimo”.

De Suiza nos llega esta experiencia. Una familia de testigos de Jehová que se iban de vacaciones le entregaron las llaves de su apartamento al hijo de otra familia de Testigos y le pidieron que mientras estuvieran de viaje, alimentara a los peces del acuario. Cuando el joven fue al apartamento por primera vez, tuvo problemas para abrir la puerta. Una vecina que vive enfrente oyó el ruido y se asomó por la puerta. Como vio al muchacho tratando de entrar, pensó que era un ladrón y llamó a la policía. Cuando el joven terminó su tarea, salió y se encontró con dos agentes armados. “¿Qué haces aquí?”, preguntaron. “No he hecho nada más que dar de comer a los peces, como se me encargó”, contestó él. Los policías no le creyeron. Entonces él explicó: “Soy testigo de Jehová, y también lo es la familia que vive aquí. Me pidieron que les hiciera este favor durante su ausencia, y por eso me entregaron sus llaves”. Los agentes no estaban convencidos y querían llevarlo a la comisaría. “Un momento —dijo el joven—. Mis amigos anotaron el número de su celular en este papel; pueden llamarlos ahora mismo y preguntarles si les estoy diciendo la verdad o no.” Ellos llamaron al número y corroboraron la historia del muchacho. Entonces se disculparon y se marcharon. Cuando la familia regresó de las vacaciones, se comunicaron con la vecina, la cual llevaba poco tiempo viviendo allí. Le dieron las gracias por haberse preocupado. Luego le explicaron que, al igual que ellos, el joven es testigo de Jehová y que es digno de toda confianza. Como ella no sabía mucho acerca de los testigos de Jehová, la conversación se prolongó, y ella terminó aceptando un estudio bíblico.

Al predicar de casa en casa en Italia, una hermana tuvo la oportunidad de hablar con una joven que combina su apretada agenda profesional con la tarea de ser madre. Como había intentado en vano verla de nuevo en muchas ocasiones, decidió llamarla por teléfono. Fue entonces cuando la joven le explicó que no tenía tiempo para hablar de la Biblia. La hermana le dijo: “En diez o quince minutos puedes aprender algo nuevo, incluso por teléfono”. “Bueno, si es por teléfono, de acuerdo”, respondió la joven. Hace poco, la hermana le entregó el libro El conocimiento que lleva a vida eterna y empezó el estudio por teléfono. Normalmente lo conduce los sábados por las mañanas, pero los diez o quince minutos originales se han extendido ahora a treinta.

Angela forma parte del creciente número de publicadores de Gran Bretaña que han aceptado el desafío de dar testimonio a los muchos extranjeros que viven allí. Al visitar un establecimiento chino de comida para llevar, uno de los trabajadores le hizo una señal para que se fuera. Sin embargo, cuando se marchaba, una mujer salió corriendo de la parte trasera del establecimiento, mencionando el nombre de Dios en chino. Después de esa primera conversación, Angela empezó a dejarle las revistas regularmente. Aunque a la mujer le gustaban las publicaciones, encontraba difícil aceptar que Dios creó el universo, pues creía que todo era producto de la casualidad.

Dado que la señora preparaba rollitos de primavera en el restaurante, Angela le preguntó cuántos ingredientes usaba para elaborarlos, y ella respondió: “Cinco”. Entonces le recomendó que la próxima vez los lanzara al aire para ver cuántos rollitos se formaban por sí mismos. Cuando Angela fue al establecimiento la semana siguiente, la mujer le presentó un rollito de primavera recién hecho y le dijo que ahora aceptaba que Dios era el Creador del universo. Se empezó un estudio bíblico, y la señora está aprendiendo bien las verdades de la Palabra de Dios.

En Alemania, los ecologistas suelen organizar protestas cuando se transportan en tren los residuos radiactivos de las plantas nucleares. Por eso, estos transportes cuentan con mucha protección policial a lo largo de las vías para que nada impida el tránsito del ferrocarril. En noviembre de 2003, uno de estos convoyes pasó cerca de donde Gudrun servía de precursora. “Me imaginé que los policías estarían sentados esperando muchas horas —explicó ella—, así que decidí abordarlos y ofrecerles algo de leer.” Gudrun dice que fueron muy amables y le permitieron presentar las revistas La Atalaya y ¡Despertad!, que llevaba en una cesta de mimbre. Un grupo de Baviera hasta tomó una foto de ella ofreciéndoles la revista ¡Despertad! cuando se acercó a su vehículo. En dos días, Gudrun viajó más de 120 kilómetros [70 millas] y habló con más de cien policías. Distribuyó 184 revistas. “¡Es una experiencia que jamás olvidaré!”, exclamó con entusiasmo.

Después de salir de trabajar, Ana María, de España, se dirigió a la parada de autobús y, mientras esperaba, se puso a leer algunos anuncios que había colgados. Uno de ellos captó de inmediato su atención, pues decía: “Necesito comunicarme con los testigos de Jehová urgentemente para continuar recibiendo mi estudio bíblico”. Ana María llamó al número telefónico tan pronto como pudo e hizo planes para encontrarse con la señora, que se llamaba Felicitas. Acababa de llegar de Ecuador, donde había estudiado la Biblia dos años. Se reanudó el estudio enseguida, y Felicitas y su hijo están asistiendo a las reuniones desde entonces. Agradecen que su progreso espiritual no se viera interrumpido por mucho tiempo.

Una mujer de Bulgaria se unió a su nieto en estudiar la Biblia con los Testigos. Le fascinó aprender que el nombre de Dios es Jehová. Puesto que su Biblia no usaba el nombre divino, decidió ir a la librería y comprar una que sí lo incluyera. El comerciante le preguntó qué buscaba. Cuando se lo dijo, él se puso a gritarle: “¡Usted pertenece a esa secta!”. En ese momento entró un sacerdote, y el señor le preguntó: “¿Cuál es el nombre de Dios?”. El clérigo respondió: “Jehová, por supuesto. Ahora, deja de gritar a esta mujer”. El librero se quedó sorprendido. La señora y tres miembros de su familia están progresando muy bien en sentido espiritual.

Una familia de Rusia sufrió la terrible pérdida de su querido hijo. La víspera del funeral, la madre utilizó los números del directorio telefónico de su hijo para llamar a todos sus amigos. Entre estos estaba el número de una familia de testigos de Jehová, a quien la madre también invitó al funeral. Los Testigos no conocían a los padres, pero decidieron aprovechar la oportunidad para consolar a la familia. El hermano le habló al padre acerca de la esperanza de la resurrección y le entregó el folleto Cuando muere un ser querido. Dos días después lo visitó. El señor dijo: “El folleto nos impresionó. Hemos decido dedicar tiempo a estudiar la Biblia”. Su esposa ya se ha matriculado en la Escuela del Ministerio Teocrático y está preparándose para ser publicadora no bautizada.

OCEANÍA

Países: 30

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Publicadores: 94.087

Estudios bíblicos: 48.307

Olena, de Hawai, se bautizó con tan solo 12 años, en diciembre de 2003. A diferencia de otros jóvenes que únicamente piensan en divertirse, ella tiene firmes metas espirituales. “Me encantó participar en el precursorado auxiliar en marzo y mayo, así como predicar con los precursores y las personas mayores —relata Olena—. Por ejemplo, los sábados por la tarde tuve el privilegio de acompañar a una ex misionera a sus revisitas y estudios bíblicos en chino. El idioma me pareció muy interesante. Mi principal meta es ser precursora regular en una congregación de habla extranjera. Para alcanzarla, salgo a predicar los miércoles después de la escuela, y también los sábados y los domingos. Además, me he propuesto ser precursora auxiliar siempre que pueda.” ¿Qué otras cosas piensa que le ayudarán a alcanzar sus metas? Ella misma responde: “Tengo que salvaguardar mi corazón, y para ello he de demostrar por mis actos que agradar a Jehová es importante para mí. Estar en compañía de quienes lo aman como yo me ayudará a permanecer en la senda de la justicia. Al dedicar más tiempo a Su servicio, paso menos tiempo con personas que tienen actitudes mundanas, lo que evita que adopte la idea de que la felicidad se consigue con los bienes materiales o la inmoralidad”.

En las islas Salomón es común que la gente entregue uno o dos de sus hijos a algún pariente para que los críe. Sin embargo, al aprender lo que Jehová espera de los padres, una pareja reclamó a su hija, Deborah, que para entonces ya era adolescente. ¿Qué pasó cuando la joven se vio de repente en un hogar de Testigos, con su apretado horario de reuniones, predicación y estudio bíblico de familia? Deborah recuerda: “Ya en mi primera reunión sentí que todos estaban contentos de que hubiera asistido. Esperaba ver clérigos con sus hábitos, pero no había ninguno. Parecía que todos participaban en las reuniones, hasta los más pequeños”. En poco tiempo, ella estaba haciendo lo mismo. Algo que también la impresiona es la forma en que su padre les enseña a ella y a sus hermanos. “Papá nos guía para que meditemos sobre los ejemplos de personajes bíblicos —señala—, y eso me sirve de gran ayuda cuando tengo algún problema.” Deborah ya es publicadora no bautizada y agradece mucho que la verdad de la Palabra de Dios impulsara a sus padres a traerla de vuelta a casa y ponerla en el camino a la vida.

Algunas regiones de Papua Nueva Guinea son montañosas y albergan muchos pueblos inaccesibles por carretera y en ocasiones aislados de la civilización. Sin embargo, las buenas nuevas del Reino han encontrado el modo de penetrar incluso en esas zonas. Un hombre llamado Leanna asistió a una reunión en la capital, Port Moresby. Los hermanos se sorprendieron al enterarse de que era un jefe de un pueblo remoto de las montañas cuyos habitantes no tienen acceso a las comodidades modernas. Leanna había caminado cinco días por el monte para llegar a la carretera, y desde allí había viajado en camión hasta la capital. Explicó que hacía unos cuatro años, en una visita a la ciudad, se encontró en la calle con un hermano que le entregó una revista La Atalaya. Leanna se la llevó a su pueblo y, después de leerla, se puso a enseñar a la gente del lugar lo que había aprendido. Así lo hizo todos los domingos durante varios años, en los que protegió cuidadosamente la revista con un forro de plástico. Los vecinos terminaron convenciéndolo de que buscara a los editores, así que regresó a la ciudad y localizó a los hermanos, quienes le ofrecieron un estudio bíblico. Leanna se quedó un par de semanas con una familia de Testigos y estudió todo el folleto Exige. Cuando se le dijo que había una congregación en una ciudad no muy lejana de su pueblo, exclamó entusiasmado: “¡Qué bien! ¡Solo hay que caminar dos días!”. Provisto de una bolsa llena de publicaciones y de un mayor entendimiento de la verdad de la Palabra de Dios, emprendió el largo viaje de regreso. En un futuro cercano se visitará la zona para darles a sus habitantes la oportunidad de adquirir conocimiento exacto de la Biblia.

Una hermana que trabaja en el Departamento de Traducción de los testigos de Jehová en la nación insular de Kiribati relata esta experiencia: “Una mañana puse en el bolso una revista La Atalaya que hablaba del infierno y me propuse ofrecerla pese a tratarse de un número atrasado. Mi acompañante y yo nos presentamos a un señor y, tras mostrarle brevemente lo que dice la Biblia sobre el infierno, le ofrecimos la revista. Él bajó la cabeza y se quedó callado bastante tiempo, así que le pregunté si le pasaba algo. Cuando levantó la cabeza, noté que estaba llorando. Nos dijo que el tema de la revista lo había conmovido, pues su hijo había muerto hacía tan solo unas semanas, y él y su esposa aún lloraban su pérdida. Ambos no habían dejado de pedirle a Dios que les iluminara el corazón, pues creían que su hijo estaba quemándose en el infierno. Al escuchar lo que enseña realmente la Biblia sobre el estado de los muertos, el señor se sorprendió y se alegró mucho. En la siguiente visita se inició un estudio bíblico. A menudo comenta que le oraba a Dios que le mostrara la verdad y que ansiaba encontrar una religión que en realidad enseñara la Biblia. Ha empezado a asistir a las reuniones y se prepara bien para dar respuestas sinceras en el Estudio de La Atalaya”.

Más de sesenta mil personas asistieron en diciembre de 2003 a la mayor asamblea que los testigos de Jehová han celebrado en Australia hasta la fecha. A su regreso de la asamblea de Sydney, una niña de seis años llamada Alyscea estaba ansiosa por mostrar a sus compañeros de clase el nuevo libro Aprendamos del Gran Maestro. Cuando su madre fue a buscarla por la tarde, se sorprendió al ver que las palabras “Demos gloria a Dios” ocupaban toda la pizarra. Aquella mañana, Alyscea había presentado un informe de la asamblea a tres maestras y veinticuatro alumnos. Todos quedaron encantados con el nuevo libro y el animado repaso en el que Alyscea explicó algunos puntos sobresalientes del programa. Las palabras “Demos gloria a Dios” permanecieron en la pizarra todo el día.

[Ilustración de la página 43]

Nafissatou (Níger)

[Ilustración de la página 43]

Rantso (el segundo desde la derecha) con sus hermanos y su primo (Lesoto)

[Ilustración de la página 48]

Marie (Guadalupe)

[Ilustración de la página 48]

Antonio (México)

[Ilustración de la página 52]

Ghanshyam (Nepal)

[Ilustración de la página 56]

Jacoba (Países Bajos)

[Ilustración de la página 58]

Angela (Gran Bretaña)

[Ilustración de la página 61]

Olena (Hawai)