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Tahití

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Las islas de la Polinesia Francesa, como Tahití, Mooréa y Bora Bora, parecen desde el aire joyas engarzadas en las inmensas aguas azul turquesa del océano Pacífico. Sus opalescentes lagunas, engalanadas con corales e innumerables peces de vistosos colores, dan paso a playas doradas o de color negro volcánico, donde la brisa acaricia las palmeras cargadas de cocos. Las escarpadas montañas del interior, ataviadas de verde y coronadas de nubes, hacen de cada paisaje el motivo de una postal.

No es de extrañar que escritores y artistas hayan calificado estas islas de paraíso terrenal. Una impresión similar debieron de llevarse los primeros navegantes que las vieron y poblaron hace tal vez mil años o más. Aquellos intrépidos pioneros, cuyas raíces al parecer se hallan en el sudeste asiático, se cuentan entre los antepasados de los que actualmente conocemos como polinesios. Con el transcurso de los siglos, fueron extendiendo sus dominios hasta los millares de islas y atolones más alejados del Pacífico.

Lo que hoy llamamos Polinesia, nombre que significa “muchas islas”, cubre una superficie que forma un triángulo imaginario cuyos vértices lo componen Hawai al norte, la isla de Pascua al sudeste y Nueva Zelanda al sudoeste. Este relato se centra solo en una parte: la Polinesia Francesa, cuya isla principal es Tahití. * La Polinesia Francesa consta de cinco archipiélagos: las islas Tubuai (Australes), las islas Gambier, las islas Marquesas, las islas de la Sociedad y las islas Tuamotú. No fue sino hasta el siglo XVI cuando los exploradores europeos descubrieron este lugar del Pacífico.

Llegan los europeos

En 1595, el español Álvaro de Mendaña de Neira descubrió algunas de las islas Marquesas. En 1606, Pedro Fernández de Quirós, que había estado a las órdenes de Mendaña de Neira, descubrió parte del archipiélago de Tuamotú. En 1722, el explorador holandés Jacob Roggeveen descubrió Bora Bora, Makatea y Maupiti. En 1767, el capitán Samuel Wallis, a bordo del buque de guerra británico Dolphin, desembarcó en Tahití, la isla más grande de la Polinesia Francesa. Lo mismo hizo al siguiente año el capitán francés Louis-Antoine Bougainville.

El libro Cook & Omai—The Cult of the South Seas (Cook y Omai: el culto de los mares del Sur) afirma que Bougainville, impresionado por la belleza de Tahití y asombrado por el carácter afectuoso de sus habitantes, llamó a la isla “Nouvelle Cythère [Nueva Citera], en honor a Citera, isla del Peloponeso cerca de la cual, según se afirmaba, Afrodita [la diosa del amor y la belleza] había surgido del mar”. Entre 1769 y 1777, el explorador británico James Cook visitó Tahití en cuatro ocasiones. Llamó islas de la Sociedad al archipiélago donde se halla Tahití.

Tras los exploradores llegaron los misioneros. Los que tuvieron más éxito fueron los de la Sociedad Misionera de Londres, institución respaldada por los protestantes. Dos de sus misioneros, Henry Nott y John Davies, se entregaron a la gigantesca tarea de elaborar un método de escritura para el tahitiano y luego traducir la Biblia a ese idioma. Hasta el día de hoy, en la Polinesia Francesa está muy difundido el uso de la Biblia en tahitiano, especialmente en las muchas islas donde predomina el protestantismo. También tuvieron éxito los misioneros adventistas, católicos y mormones. La Iglesia Católica, por ejemplo, se ha arraigado con fuerza en las islas Marquesas, las Gambier y en las Tuamotú orientales.

¿Cómo es que estos cinco archipiélagos terminaron siendo territorio francés? A partir de 1880, Francia fue anexionándose estas islas, que formaron una nueva colonia francesa. Papeete (Tahití) se convirtió en la capital, y se concedió a los habitantes de aquel territorio la ciudadanía francesa. En 1946, Francia declaró estas islas territorio de ultramar, el cual adoptó el nombre de Polinesia Francesa en 1957.

Llega el mensaje del Reino

El primer Testigo que visitó Tahití fue Sydney Shepherd, quien llegó en 1931. Sydney pasó dos años navegando entre diversas islas del Pacífico para predicar a sus habitantes. Posteriormente le sucedió el neozelandés Frank Dewar. Aunque estos hermanos no pudieron quedarse mucho tiempo, distribuyeron una gran cantidad de publicaciones. De hecho, unas dos décadas después, Leonard (Len) Helberg, superintendente de circuito australiano, relató lo siguiente: “Cierto día, estando en Papeete, el siervo de congregación que iba conmigo detuvo el automóvil para recoger a un conocido, un estadounidense de edad avanzada que vivía en la montaña. Cuando el señor se enteró de que yo era Testigo, dijo: ‘¡Ah, sí!, recuerdo que uno de ustedes vino por aquí hace años y me dejó un montón de libros del juez Rutherford’. Este fue uno de los muchos vestigios de la labor que efectuaron los precursores que nos precedieron. En este caso tuvo que tratarse de Sydney Shepherd o de Frank Dewar”.

Entre los primeros proclamadores del Reino que dieron un testimonio más cabal en la Polinesia Francesa cabe mencionar a Jean-Marie y Jeanne Félix, un matrimonio que aprendió la verdad en Argelia (en aquel tiempo una colonia francesa) y se bautizó en 1953. En 1955 se invitó a los publicadores del Reino a servir donde hubiera más necesidad de predicadores, como por ejemplo la Polinesia Francesa. En respuesta a la invitación, los Félix se mudaron a Tahití en 1956 con Jean-Marc, su hijo pequeño. No obstante, Jean-Marie, que era ingeniero, no logró encontrar empleo, así que se trasladó con su familia a Makatea —isla de las Tuamotú ubicada a 230 kilómetros [140 millas] al nordeste de Tahití—, donde encontró trabajo en una empresa de fosfatos.

Nada más llegar, esta familia comenzó a predicar a sus vecinos y a los compañeros de trabajo de Jean-Marie. Jeanne escribe: “Los isleños respetaban mucho las Escrituras, escuchaban con atención el mensaje del Reino y eran aplicados en su estudio de la Biblia, lo cual nos animaba mucho. El clero, sin embargo, dejó bien claro que nuestra presencia no le era grata. Llegó al punto de advertir a los feligreses de los ‘falsos profetas’ que había entre ellos, diciéndoles que no debían hablar con nosotros, ni siquiera pasar por delante de nuestra casa”.

Pero con el tiempo la mayor parte de la gente cambió de opinión respecto a este matrimonio cristiano. Muchos isleños llegaron a sentir un gran respeto por Jean-Marie y Jeanne porque, a diferencia de algunos europeos que vivían en Makatea, ellos no menospreciaban a los polinesios.

Con todo, hacía falta valor para seguir con la obra, pues el director de la empresa de fosfatos podía despedir a un empleado en cualquier momento. Además, los dos gendarmes de la isla se presentaban a veces en casa de los Félix para hacer preguntas sobre su actividad. Pero poco a poco, estos dos policías franceses se dieron cuenta de que Jean-Marie y Jeanne no suponían ninguna amenaza, así que terminaron siendo más amigables.

El primer estudiante de la Biblia que progresó espiritualmente fue Maui Piirai, un polinesio compañero de trabajo de Jean-Marie. A medida que la verdad penetraba en su corazón, fue haciendo grandes cambios en su vida. Por ejemplo, dejó de fumar y de beber en exceso y se casó con la mujer con la que llevaba viviendo quince años. Maui se bautizó en octubre de 1958, y fue el primer polinesio del territorio que dedicó su vida a Jehová. Como es natural, él también se puso a predicar las buenas nuevas, lo cual provocó la furia del clero. Un pastor incluso trató de que lo despidieran de su empleo, pero no lo consiguió, pues Maui se había labrado una excelente reputación en su lugar de trabajo.

La segunda persona de Makatea en responder a la Palabra de Dios fue Germaine Amaru, una maestra que oyó de la verdad mediante uno de sus alumnos, Jean-Marc, el hijo de los Félix. Con solo siete años, Jean-Marc dejó tan impresionada a la maestra con su conocimiento bíblico, que la señora llamó a sus padres y comenzó a estudiar la Biblia con ellos. Pero eso no es todo: más tarde Germaine ayudó a una colega suya llamada Monique Sage y a su esposo, Roger, a conocer a Jehová.

Otros que también comenzaron a estudiar con los Félix y Maui Piirai fueron Manuari Tefaatau, un joven diácono de la Iglesia Protestante de Makatea, y su amigo Arai Terii. Al principio, los dos siguieron asistiendo a su iglesia, pero hablaban con los demás feligreses de lo que dice la Biblia en cuanto a la Trinidad, el infierno de fuego, la inmortalidad del alma y otras enseñanzas. Como es de suponer, se formó todo un revuelo en la comunidad protestante. Sin embargo, al igual que ocurrió con los bereanos de la antigüedad, muchas personas sinceras examinaron a fondo su Biblia para ver si lo que se les decía era cierto (Hech. 17:10-12).

Huelga decir que todo esto no le hizo ni pizca de gracia al pastor. Es más, amenazó con expulsar a cualquiera que siguiera escuchando a los Testigos. Algunos cedieron ante tal amenaza, pero otros progresaron espiritualmente y dejaron la iglesia. Entre ellos estuvieron Manuari, Arai, Moea (la esposa de Maui Piirai) y Taina Rataro, a quien se mencionará más adelante en este relato.

Al principio, el creciente grupo de publicadores y de estudiantes de la Biblia se reunía en casa del matrimonio Félix, donde Jean-Marie daba discursos en francés y Maui Piirai los traducía al tahitiano. En 1959, cuando los Félix se marcharon de Makatea, el grupo comenzó a reunirse en casa de Maui, que ya era un hermano bautizado. ¿Qué les pareció a Jean-Marie y a Jeanne el servicio que efectuaron en las islas? Jeanne, que ahora es viuda y vive en Italia, habla también por su difunto esposo al decir: “No nos arrepentimos de nada. De hecho, los mejores recuerdos de nuestra vida de casados son los tiempos que servimos en Makatea”.

Las buenas nuevas llegan a Tahití

En 1955, justo antes de que los Félix llegaran a Makatea, la sucursal de Australia había encomendado a Len Helberg que iniciara la obra de circuito en el Pacífico sur. Su asignación abarcaba millones de kilómetros cuadrados: desde Nueva Caledonia hasta la Polinesia Francesa. Sin embargo, en este inmenso territorio había menos de noventa publicadores y ninguno de ellos vivía en Tahití. Len tenía tres objetivos principales: visitar todas las congregaciones y grupos cada seis meses; contactar con todo publicador y persona interesada que estuvieran aislados, y abrir nuevos territorios donde fuera posible valiéndose de la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción.

En diciembre de 1956, Len desembarcó en Tahití por primera vez y se quedó allí dos meses. Aunque había estudiado francés en la escuela, lo había olvidado casi por completo, así que comenzó trabajando el territorio de negocios con la idea de encontrar a personas que hablaran inglés. Allí conoció a uno de los hombres más pudientes de Tahití, quien le escuchó con mucho interés y lo invitó a regresar. Al sábado siguiente, después de almorzar con Len, el señor lo invitó a ir a su casa, llevándolo en su automóvil con chofer. Len escribe: “A media tarde, para mi sorpresa, el caballero agarró una caracola y comenzó a tocarla como si fuera una trompeta, lo cual, como me di cuenta después, era una forma de convocar a todos los dignatarios del pueblo para que acudieran a la sala de reuniones contigua a su casa.

”Vinieron como una docena de personas, entre ellas el alcalde, el jefe de la policía y varios diáconos de la Iglesia Protestante. Mi anfitrión, tras presentarme como representante de los testigos de Jehová, ‘una nueva religión en las islas’, anunció: ‘Ahora el señor Helberg contestará cualquier pregunta bíblica que tengan’. Pude responder a todas las interrogantes que se plantearon.” Aquello se repitió todos los sábados durante los siguientes dos meses. Aunque aquel hombre acaudalado nunca aceptó la verdad, hizo los preparativos para que Len proyectara la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción en un hospital para leprosos, acto al que asistieron 120 personas.

¿Respondió alguien al mensaje del Reino? El hermano Helberg recuerda: “El día de Navidad de 1956, mientras predicaba de casa en casa en la región de Arue, llegué al hogar de una familia de apellido Micheli, quienes aceptaron enseguida el mensaje”. Los Micheli conocían las revistas La Atalaya y ¡Despertad! por un pariente de Estados Unidos que les había enviado varias suscripciones. Posteriormente, la hija de los Micheli, Irene, y su esposo aceptaron la verdad. Len también comenzó un estudio bíblico a un señor de apellido Garnier, lo cual llevó a que otros parientes suyos aceptaran la verdad. Cuando se formó la Congregación Papeete en 1959, los Micheli y los Garnier estuvieron entre sus primeros integrantes.

Cuando el hermano Helberg fue a Galaad en 1957, la sucursal de Australia pidió al superintendente de circuito Paul Evans y a su esposa, Frances, que visitaran Tahití. En su breve estancia distribuyeron más de setenta biblias y libros, y suscribieron a muchas personas a La Atalaya y ¡Despertad! El hermano Evans escribió: “En Tahití hay personas con suficiente conocimiento bíblico y mucho interés que esperan con ansia empezar a predicar bajo la dirección de la organización”. ¿Se les daría el apoyo y la dirección que necesitaban?

Una hermana tahitiana regresa a su tierra

Agnès, una joven tahitiana, partió en 1936 hacia Estados Unidos para casarse con un norteamericano llamado Earl Schenck. Con el tiempo, este matrimonio conoció a los testigos de Jehová, aceptó la verdad y en 1954 se bautizó en San Diego (California). En 1957, ellos y sus amigos Clyde y Ann Neill estaban juntos en una asamblea de distrito celebrada en Los Ángeles, cuando Nathan Knorr, de la sede mundial, mencionó varios lugares en los que había más necesidad de evangelizadores. Uno de ellos era Tahití.

El hermano Neill relata: “Agnès se levantó de un salto y comenzó a llorar emocionada. Me volví a ella y a Earl y les dije que haría cuanto estuviera en mi mano para que ellos y su hijo de 11 años pudieran ir a Tahití. Al oír aquello, Earl, que estaba discapacitado, también comenzó a llorar. Había vivido diecisiete años en el Pacífico sur, trabajando de artista y de escritor, y anhelaba regresar. Además, su esposa, Agnès, aún conservaba la ciudadanía francesa.

”Después de mucha oración, Ann y yo tomamos la decisión de irnos también a Tahití con nuestros hijos de doce, ocho y tres años de edad. Nuestros amigos David y Lynne Carano y su hijo, David, decidieron venir con nosotros. Así que después de asistir a la asamblea internacional de Nueva York en 1958, nos embarcamos rumbo a Tahití.

”La sucursal de Estados Unidos nos había dado los nombres de algunas personas interesadas, así que nada más llegar, fuimos a visitarlas. Agnès, que había llegado antes que nosotros, ya había comenzado a trabajar de firme en el ministerio. Como ni Ann ni yo hablábamos francés ni tahitiano, solíamos ir a predicar con Agnès siempre que podíamos. Cuando no íbamos con ella, nos llevábamos un ejemplar en inglés y otro en francés del libro ‘Sea Dios veraz’, la publicación con la que dirigíamos estudios bíblicos en aquellos tiempos.”

Gracias a aquella labor y al trabajo inicial del hermano Helberg y el matrimonio Evans, en solo unas cuantas semanas, diecisiete personas comenzaron a estudiar la Palabra de Dios. Clyde recuerda: “Un estudiante memorable fue el ex ministro protestante Teratua Vaitape, que había perdido su puesto por cuestionar muchas doctrinas de su iglesia. Teratua vivía con su familia en una diminuta casa de una sola habitación sin agua ni luz. Me dijo que había aprendido más de la Biblia en cuatro semanas de estudio con nosotros que en los cuatro años que fue al seminario y los siete que ejerció de clérigo”.

Clyde prosigue: “Después de llevar unas semanas en la isla, la gente empezó a oír de nosotros por ‘radio coco’ [es decir, de boca en boca]. Aquello fue muy positivo, pues los tahitianos son amigables y aman la Biblia”.

Al principio, el pequeño grupo de publicadores celebraba las reuniones en casa de los Schenck, donde solo acudían dos personas interesadas. “Pero no pasó mucho tiempo —recuerda el hermano Neill— antes de que contáramos regularmente con quince asistentes. Una de nuestras estudiantes había ayudado a Len Helberg cuando se le averió la bicicleta frente a su casa dos o tres años atrás. Len le había dado algunas publicaciones, así que esta señora se alegró mucho cuando se enteró de que practicábamos la misma religión que él. Ella vivía bastante lejos, así que cuando la visitábamos, nos preparaba algo de comer: casi siempre un delicioso pescado fresco cocinado sobre un barril de acero.”

Antes de que los Neill y los Carano se fueran en diciembre de 1958, Clyde tuvo a su cargo el segundo discurso de bautismo que se pronunció en la Polinesia Francesa (el primero había sido en la isla de Makatea en octubre, cuando se bautizó Maui Piirai). Asistieron 60 personas y se bautizaron ocho, entre los que se contaban el hijo de los Neill, Steven, y Auguste Temanaha, un tahitiano que posteriormente contribuiría a formar una congregación en la isla de Huahine.

Un período de consolidación

A petición de la sucursal de Fiji, John Hubler y su esposa, Ellen, se trasladaron de Australia a Tahití en 1959 para ayudar a la joven Congregación Papeete, donde John fue siervo de congregación los siete meses que Ellen y él pudieron quedarse en Tahití. Como John había nacido en Suiza, hablaba francés con fluidez. Ellen también lo hablaba, pues había servido unos años en Nueva Caledonia junto con su esposo. Los Hubler proporcionaron a los nuevos publicadores la capacitación que tanto necesitaban para el ministerio de casa en casa, pues la mayoría solo predicaba informalmente.

En 1960, John y Ellen comenzaron la obra de circuito. Su territorio era la Polinesia Francesa, lo que les permitió seguir ayudando a los publicadores locales. “En 1961 —dice John— me invitaron a asistir a la Escuela de Galaad y, tras graduarme, me nombraron superintendente de circuito de todas las islas de habla francesa del Pacífico.”

Primer Salón del Reino

“Durante nuestra segunda visita a Tahití —dice el hermano Hubler— tuve el privilegio de iniciar un estudio bíblico con una señora que había sido maestra de escuela: Marcelle Anahoa. En aquel tiempo estábamos buscando desesperadamente un terreno para construir un Salón del Reino. Pero había dos obstáculos: primero, que al parecer nadie tenía una propiedad de la que pudiera prescindir; y segundo, que la congregación no tenía muchos recursos. Aun así, seguimos buscando, con la confianza de que Jehová dirigiría los asuntos.

”Cierto día, mientras le dirigía el estudio a Marcelle, le conté de la situación. ‘Quiero mostrarle algo’, mencionó ella. Me llevó afuera y dijo: ‘¿Ve este terreno? Pues es mío. Pensaba construir unos apartamentos, pero ahora que estoy aprendiendo la verdad he cambiado de opinión y quisiera donar la mitad para el Salón del Reino’. Al oír aquello, hice en silencio una sentida oración para darle las gracias a Jehová.”

En 1962, en cuanto se pusieron en orden las cuestiones legales para la construcción, la Congregación Papeete edificó su primer Salón del Reino. Tenía un diseño sencillo, típico de las islas, con laterales abiertos y techo de hojas de pándano. El único problema era que a las gallinas del vecindario les gustaba anidar en los asientos y posarse en las vigas, de modo que al llegar al salón, los hermanos encontraban en el suelo y en el mobiliario huevos y otras señales menos agradables de estos ocupantes plumados. En cualquier caso, el lugar resultó adecuado hasta que los hermanos construyeron un edificio más grande y permanente.

Se resuelven las incertidumbres legales

En aquellos tiempos, los hermanos no estaban seguros de cuál era la situación legal de los testigos de Jehová en la Polinesia Francesa. En Francia, la revista La Atalaya estaba prohibida desde 1952, pero no se había proscrito la obra en sí. ¿Pasaría lo mismo en este territorio francés? Entretanto, el número de publicadores había ido en aumento y la gente iba percatándose cada vez más de la presencia de los testigos de Jehová. De hecho, a finales de 1959, la policía se presentó en una reunión para ver qué se hacía allí.

Por tal razón, se aconsejó a los hermanos que establecieran una asociación legal, pues una inscripción oficial despejaría las dudas y acabaría con cualquier sospecha. ¡Qué contentos se sintieron los hermanos cuando, el 2 de abril de 1960, se les confirmó que estaban inscritos oficialmente como la Asociación de los Testigos de Jehová!

No obstante, en Francia seguía prohibida La Atalaya. Creyendo que esa prohibición también estaba en vigor en la Polinesia Francesa, los hermanos recibían los artículos de La Atalaya en una revista llamada La Sentinelle (El centinela), que se les enviaba desde Suiza. En una ocasión, la policía reveló al entonces presidente de la asociación legal, Michel Gelas, que estaban al tanto de que La Sentinelle era una sustitución de La Atalaya. Aun así, no pusieron trabas al envío de la revista. Los hermanos descubrirían la razón en 1975, cuando se revocó la prohibición de La Atalaya en Francia.

Cuando aquello ocurrió, los hermanos de Tahití solicitaron permiso para recibir dicha publicación. Fue entonces cuando se enteraron de que la prohibición no había llegado a publicarse en el Boletín Oficial de la Polinesia Francesa. Así que muchos se sorprendieron al constatar que La Atalaya nunca había estado prohibida en este territorio.

Por otro lado, las autoridades eran muy estrictas a la hora de conceder y extender visados. Así que por regla general, los que no tenían la nacionalidad francesa, como Clyde y Ann Neill, mencionados anteriormente, solo podían quedarse unos meses. Lo mismo ocurría con los Hubler, solo que, como John era miembro de la asociación legal y la ley francesa permitía que en la junta directiva hubiera un extranjero, no tenía tantos problemas para obtener visados.

Esta circunstancia le fue a John de gran ayuda en su labor de superintendente de circuito. Un día, el jefe de la policía lo llamó a su despacho con la intención de averiguar por qué visitaba las islas con tanta frecuencia, a lo que John le explicó que, como miembro de la asociación, tenía que asistir a las reuniones de la junta. El inspector quedó satisfecho con la explicación, si bien aquella no fue la única vez que John tuvo que comparecer ante él.

A partir de 1963, muchos polinesios, entre quienes se contaba al menos un destacado pastor protestante, comenzaron a manifestar su indignación por las pruebas de armamento nuclear que se llevaban a cabo en el Pacífico. Un apóstata aprovechó la ocasión para quejarse a la policía diciendo que el hermano Hubler era uno de los instigadores, lo cual, por supuesto, no era cierto. Sin embargo, John tuvo que presentarse una vez más ante aquel inspector. En lugar de denunciar a su acusador, John explicó amablemente nuestra postura neutral basada en la Biblia y nuestro respeto por las autoridades (Rom. 13:1). También le entregó algunas publicaciones. Al final, el oficial llegó a la conclusión acertada de que había personas que estaban tratando de perjudicar a los Testigos.

Con el tiempo, los Hubler ya no pudieron obtener más visados, así que regresaron a Australia, donde siguieron en el servicio de viajante hasta que, en 1993, se vieron obligados a dejarlo por motivos de salud.

Durante su estancia en las islas, los Hubler vieron a muchas personas hacer cambios drásticos en su vida a fin de agradar a Jehová. Un caso fue el de una señora de 74 años que tenía catorce hijos, todos ilegítimos. “La llamábamos mamá Roro —dice John—. Cuando aprendió la verdad, se casó con el hombre con el que vivía y se encargó de inscribir en el registro a cada uno de sus hijos, aunque tenían distintos padres. Para registrarlos, el alcalde tuvo que juntar dos formularios y hacer uno largo. Mamá Roro insistió en que todo se hiciera como Jehová manda.” Después de bautizarse, esta hermana fiel comenzó a servir de precursora y se hizo muy hábil en la distribución de revistas. Hasta acompañaba a otros publicadores cuando iban a predicar a islas lejanas.

La Biblia en tahitiano: una bendición

En la década de 1960 era común encontrarse con personas que solo hablaban tahitiano. Gracias al trabajo de los traductores Henry Nott y John Davies, la Biblia estuvo disponible en ese idioma a partir de 1835. * Una de sus características más notables es que usa el nombre divino en tahitiano, Iehova, por todo el texto, incluso en las Escrituras Griegas Cristianas.

La Biblia en tahitiano, muy difundida en la zona, ha permitido a muchos isleños alcanzar un conocimiento exacto de la verdad. Uno de ellos fue Taina Rataro, nacido en 1927. Taina formó parte de aquel primer grupo de estudiantes de la Biblia de Makatea. Aunque al principio no sabía leer ni escribir tahitiano, su lengua natal, se aplicó mucho y progresó rápidamente. Se matriculó en la Escuela del Ministerio Teocrático y más tarde fue nombrado siervo ministerial.

Elisabeth Avae, de 78 años, nació en la apartada Rimatara, una de las islas Tubuai, a unos 600 kilómetros [400 millas] de Tahití. En la década de 1960, no entendía ni una palabra de francés, pero sabía leer y escribir tahitiano. Después de casarse, se mudó junto con su esposo a Papeete, donde conoció la verdad bíblica gracias a su hija mayor, Marguerite, que había comenzado a asistir a las reuniones cristianas. Así que Elisabeth también comenzó a asistir llevando a sus otros nueve hijos pese a la implacable oposición de su esposo, que le tiraba toda la ropa a la calle mientras ella estaba en las reuniones.

En aquel entonces, las reuniones se celebraban en francés, y algunas secciones se traducían al tahitiano de vez en cuando. Elisabeth se nutría espiritualmente del programa siguiendo los textos en su Biblia en tahitiano. La hermana que le daba las clases bíblicas utilizó el folleto “Estas buenas nuevas del reino” y se lo traducía verbalmente del francés al tahitiano mientras Elisabeth leía los textos en su Biblia. De esta forma progresó muy bien y se bautizó en 1965. A su vez, ella estudió con otras personas que solo hablaban tahitiano. También enseñó la verdad a sus hijos, seis de los cuales dedicaron su vida a Jehová, y a varios nietos, algunos de los cuales crió ella misma.

Una nieta suya, Diana Tautu, lleva sirviendo doce años de traductora en la sucursal de Tahití. Ella dice: “Agradezco que mi abuela me ayudara a dominar el tahitiano. Ahora tengo el privilegio de desempeñar una pequeña parte en ayudar al prójimo a recibir el vivificante alimento espiritual en su lengua nativa”.

Los chinos llegan a conocer a Jehová

En la década de 1960, alrededor del diez por ciento de los habitantes de Tahití eran chinos. La primera persona china que aceptó la verdad fue Clarisse Lygan, en aquel tiempo una adolescente. Dado que su familia era pobre, ella cooperaba económicamente trabajando todos los miércoles, día en que no había clases. Conoció la verdad debido a que trabajaba para una familia de Testigos, y aunque tuvo intensa oposición de parte de sus padres, se bautizó a los 18 años en 1962.

Alexandre y Arlette Ly Kwai y Ky Sing Lygan estuvieron también entre los primeros chinos que sirvieron a Jehová en Tahití. Cierto día, Alexandre, que era taxista, conoció a Jim y Charmian Walker —un matrimonio de Testigos que había venido de Nueva Zelanda en 1961 para apoyar la obra— y les dijo que quería estudiar inglés. Charmian relata: “Como en aquel tiempo yo era precursora, Jim le dijo a Alexandre que yo podría encargarme de enseñarle, a lo que él aceptó. La clase consistía en una lección de inglés de treinta minutos y una lección bíblica de otra media hora con el libro De paraíso perdido a paraíso recobrado”.

Entretanto, el hermano de Alexandre, Ky Sing, también conoció la verdad. En aquel tiempo, ambos se acababan de convertir al catolicismo y asistían a un curso sobre esta religión. Así que inevitablemente comenzaron a ver diferencias entre las enseñanzas de la Biblia y las de la Iglesia. Al final del curso, el sacerdote preguntó a la clase, de unos cien estudiantes, si tenían alguna pregunta. Alexandre levantó la mano y pidió pruebas bíblicas de que el alma es inmortal. “Ya sé de dónde viene esa pregunta —replicó el cura—. Estás hablando con los testigos de Jehová, ¿no es cierto?” Acto seguido lo ridiculizó delante de la clase.

Este incidente les confirmó que la Iglesia Católica no tiene la verdad. Finalmente, ellos y sus esposas dedicaron su vida a Jehová, y posteriormente ambos hermanos llegaron a ser ancianos de congregación. Alexandre incluso sirvió un tiempo en el Comité de Sucursal de Tahití. Posteriormente, a fin de apoyar la obra del Reino, él y su esposa se mudaron a Raiatea, una de las islas de la Sociedad, y después a Bora Bora, donde Alexandre sirvió fielmente hasta su muerte.

Una vida cambia de rumbo en el mar

En 1966, Antonio Lanza trabajaba de técnico en una fábrica de televisores de Milán (Italia), y su empresa solicitó un voluntario para encargarse durante tres años del servicio postventa en Tahití. Antonio aceptó el puesto y decidió dejar en Italia a su esposa, Anna, y sus dos hijos pequeños. Ella pasó varias semanas llorando y tratando de persuadir a su esposo para que cambiara de parecer, pero no logró nada.

La travesía desde Marsella (Francia) hasta Papeete duraba treinta días. Antonio era una persona abierta que gustaba de conversar, pero casi todos los pasajeros hablaban francés, idioma que él no entendía. Al segundo día de viaje, sin embargo, conoció a dos monjas italianas, quienes debido a sus rituales diarios disponían de poco tiempo para charlar. No obstante, le dijeron a Antonio que en el barco había una mujer francesa que hablaba italiano. Se trataba de Lilian Selam, una Testigo que se dirigía con sus hijos a Tahití para unirse a su esposo, que había conseguido empleo allí.

Antonio encontró a Lilian y se puso a hablar con ella. Lilian, a su vez, le dio una publicación bíblica en italiano. A partir de ese momento tuvieron muchas conversaciones espirituales, en una de las cuales Lilian le recordó a Antonio la situación moralmente peligrosa en la que se colocaba al dejar a su esposa y sus hijos mientras él trabajaba en Tahití durante tres años. También, al leerle pasajes bíblicos como Efesios 5:28, 29 y Marcos 10:7-9, le mostró que para Dios, el matrimonio es sagrado.

Antonio tomó en serio estos consejos y comenzó a arrepentirse de su decisión. Cuando el barco hizo escala en Panamá, escribió a su esposa diciéndole que tan pronto como reuniera el dinero, pagaría el vuelo a Tahití para ella y los niños. Luego le escribió de nuevo, esta vez para decirle que fuera adonde el cura a pedirle una Biblia y que se la trajera. ¿Qué le pareció aquello al sacerdote? Este le dijo a Anna que su esposo debía de haberse trastornado para querer leer un libro tan complicado.

Seis meses después de su llegada a Tahití, la familia de Antonio se reunió con él. El día después del reencuentro, Anna, que era muy religiosa, le pidió a Antonio que los llevara a la iglesia para agradecer a Dios el reencuentro. “Está bien —dijo Antonio—, iremos a la iglesia.” Pero en vez de llevar a su familia a la iglesia católica, los llevó al Salón del Reino. La sorpresa de Ana, claro, fue mayúscula, pero disfrutó del programa e incluso accedió a estudiar la Biblia. ¿Quién fue su maestra? Pues Lilian Selam, la hermana que le había dado testimonio a Antonio en el barco.

Antonio planeaba pasar tres años solo en Tahití, pero ya lleva treinta y cinco, y con su familia. Ahora Antonio, Anna y sus cuatro hijos están unidos en la adoración verdadera y él sirve de anciano de congregación.

Familias que sirven donde se necesitan predicadores

A lo largo de los años, muchos hermanos se han ido mudando a algunas islas remotas de esta zona para ayudar donde ha habido más necesidad de publicadores del Reino. Entre ellos cabe mencionar a los Mara, los Haamarurai y los Terii, así como a Ato Lacour, el único de su familia en la verdad. La familia Mara —Vaieretiai, Marie-Medeleine y sus cinco hijos— se trasladaron de Tahití a Raiatea. Un matrimonio de precursores especiales que había estado sirviendo allí acababa de recibir otra asignación y solo quedaban en la isla dos hermanas y unos cuantos publicadores no bautizados.

Inicialmente, Vaieretiai trabajaba esculpiendo la madera y posteriormente el coral, lo que le permitía mudarse sin cambiar de empleo. Siendo el único anciano, se hizo cargo del grupito de Raiatea durante cinco años, hasta que llegó otro hermano capacitado. Después se mudó con su familia a Tahaa, donde estuvo cuatro años.

Para la familia Mara no fue fácil mantenerse económicamente en estas islas. “Tenía que viajar a Tahití a vender mis esculturas —dice Vaieretiai—. A veces no tenía dinero ni para el vuelo, así que le pedía al encargado de la pequeña aerolínea que me fiara el boleto, que prometía pagarle al regresar. Aunque en ocasiones nos vimos en apuros económicos, nunca nos faltó lo necesario.” El ejemplo de abnegación de Vaieretiai y Marie-Medeleine supuso una buena influencia para su hija Jeanne, que ya lleva veintiséis años en el servicio de tiempo completo y forma parte de la familia Betel de Tahití.

En 1969, Ato Lacour se mudó con su familia a Rurutu, una de las islas Tubuai, pues había solicitado un traslado allí en su empleo. Hacía apenas tres años que se había bautizado, era el único miembro de su familia en la verdad y también el único publicador de aquellas islas. Al día siguiente de haber llegado, salió a predicar. En su diario escribió: “He comenzado a predicar: completamente solo. No es nada fácil. Aquí Babilonia la Grande está afianzada con fuerza”.

Pero en poco tiempo encontró a personas interesadas en las buenas nuevas, y se formó un grupo. Al principio se reunían en la sala de estar de los Lacour. Ato dice: “Al ser miembros de una religión nueva en la isla, la gente empezó a llamar a nuestro grupo ‘la religión de Lacour’. Pero Jehová ‘siguió haciéndolo crecer’, y en 1976, nuestro grupo se convirtió en congregación” (1 Cor. 3:6). Antes de la muerte del hermano Lacour, acaecida en el año 2000, varios miembros de su familia, incluida su esposa, Perena, se le habían unido en la adoración verdadera.

Rudolphe y Narcisse Haamarurai se mudaron a Bora Bora. Para ello, Rudolphe tuvo que renunciar a su empleo de supervisor en la compañía eléctrica de Tahití y trabajar en Bora Bora recolectando cocos y preparando copra. No encontró otra clase de empleo en los siguientes dos años. Pero Jehová los bendijo abundantemente a él y a su esposa, porque con el tiempo se formó una congregación en la isla que se reunió en casa de los Haamarurai por más de veinticinco años. Finalmente, en el año 2000 se trasladaron a un nuevo Salón del Reino, ubicado junto a una pintoresca laguna.

Taaroa y Catherine Terii, que aún tenían a su cuidado a siete de sus quince hijos, se mudaron al pequeño atolón de Maupiti, también en el archipiélago de la Sociedad. Cuando llegaron en 1977, eran los únicos publicadores. Vivían en un motu: un islote con vegetación junto a la laguna. Su alimento consistía principalmente en pescado y coco rallado. La familia también pescaba mariscos y los vendían. Cuando los Terii salían a predicar, tenían que vadear la laguna hasta la isla principal con cuidado de no pisar ningún pez con barbas venenosas.

En 1980, Taaroa y Catherine fueron asignados a Bora Bora, pero esta vez como precursores especiales. Después de haber disfrutado de dicho privilegio durante cinco años, sirvieron otros quince de precursores regulares. Entre sus primeros estudiantes de la Biblia figura un matrimonio que aguantó mucha oposición por causa de las buenas nuevas. A continuación se relata la historia de esta familia.

Bebés espirituales enfrentan pruebas

Edmond (Apo) y Vahinerii Rai fueron las primeras personas de Bora Bora que estudiaron la Biblia con los Terii y aceptaron la verdad. Los Rai vivían en una casa que pertenecía a la madre de Edmond. Llevaban estudiando unos seis meses cuando la madre de Edmond, influida por el pastor de su iglesia, los echó de la vivienda. Así que el matrimonio y su pequeño de dos años se vieron obligados a vivir en una choza en el campo. El pastor también convenció al patrono de Edmond para que lo despidiera. De hecho, llegó al punto de decirle a otros empresarios que no lo contrataran, así que durante ocho meses, la pequeña familia sobrevivió mayormente de la pesca.

Cierto día, una señora que deseaba construirse una casa se puso en contacto con el antiguo jefe de Edmond. La mujer tenía en gran estima el trabajo de Edmond y quería que fuera él quien trabajara en la casa. Cuando se enteró de que lo habían despedido por su relación con los testigos de Jehová, le dijo al contratista que solo le daría ese trabajo si empleaba a Edmond. Así fue como este recuperó su trabajo. Entretanto, su madre moderó su actitud y lo invitó nuevamente para que él y su esposa, Vahinerii, volvieran a su casa. Actualmente, Edmond sirve de anciano en la Congregación Bora Bora.

Las buenas nuevas se arraigan en Huahine

Auguste Temanaha, quien formó parte del grupo original de estudiantes de la Biblia bautizados en Tahití en 1958, decidió mudarse a Estados Unidos poco después de su bautismo. Sin embargo, a finales de los años sesenta regresó con su esposa, Stella, y sus tres hijos, y montó un negocio. En 1971, gracias al estímulo del superintendente de circuito y al ejemplo de la familia Mara, mencionada anteriormente, los Temanaha vendieron su próspero negocio y se trasladaron a la isla de Huahine, a poco más de 160 kilómetros [100 millas] de Tahití.

En aquel tiempo había en la isla una hermana y unas cuantas personas interesadas, cuyo único contacto con la organización de Jehová habían sido las visitas esporádicas de precursores y del superintendente de circuito. Así que se alegraron mucho al recibir a los Temanaha. Auguste organizó de inmediato las reuniones, que comenzaron a celebrarse en la cocina de su casa con una asistencia de unas veinte personas.

Aunque al principio Auguste no encontraba empleo, tanto él como su familia se mantuvieron ocupados en el ministerio, confiando en que Jehová les proveería lo necesario. Y así fue. Por ejemplo, cuando después de predicar regresaban a su automóvil, que Auguste estacionaba en el territorio, solían encontrarlo cargado de víveres. Nunca supieron quién los dejaba, aunque creen que eran las personas bondadosas del territorio que sabían de su situación. Aquello continuó por algunas semanas, hasta que su condición económica mejoró.

En vista del celo y el aguante de hermanos como los Temanaha y muchos otros, así como de la disposición amable de los isleños, no sorprende que hoy Huahine cuente con una próspera congregación. De hecho, la isla tiene 1 publicador por cada 53 habitantes. Y en los últimos años han asistido a la Conmemoración nada menos que 1 de cada 12 personas.

Hay muchas otras familias de Testigos que han demostrado esa misma abnegación. Por ejemplo, Jean-Paul y Christiane Lassalle se trasladaron en 1988 a las islas Marquesas, donde permanecieron dos años. Jean-Paul había sido directivo de la administración de la seguridad social en Tahití, pero renunció a este prestigioso cargo para ampliar su ministerio. En 1994, los Lassalle se mudaron de nuevo, esta vez a Rangiroa, en las Tuamotú, donde estuvieron tres años. Hoy Jean-Paul sirve fielmente en Francia.

No hace mucho, Colson Deane, después de jubilarse de su empleo de director auxiliar de una prisión de Tahití, se mudó con su esposa, Lina, a Tubuai, en las islas Australes. Ambos sirven de precursores y son una bendición para la pequeña congregación de aquella isla, donde todavía hay mucha necesidad de ancianos.

Llegan familias de Francia para ayudar

Algunas familias vinieron desde Francia para ayudar con la obra, como por ejemplo los Sicari: Francis, Jeannette y sus dos hijas de seis y nueve años. “Estábamos buscando una oportunidad de ensanchar nuestro ministerio —dice Francis—, cuando leímos en el Anuario de los testigos de Jehová para 1971 la invitación que se hacía a los publicadores para servir en el Pacífico sur.” Aunque hubo amigos y parientes que trataron de disuadirlos, los Sicari aceptaron el reto y llegaron a Papeete en abril de 1972.

Como Francis era anciano, su presencia contribuyó a la formación de una segunda congregación en Tahití, en el municipio de Punaauia. Junto con Jean-Pierre Francine, que en aquel entonces era el superintendente presidente de la otra congregación, Francis tuvo el privilegio de formar parte del primer Comité de Sucursal de Tahití en 1976, año en que se instituyeron dichos comités. Sirvió en ese puesto por doce años.

¿Estaban justificados los temores de los amigos y parientes de la familia Sicari? “Contrario a lo que nos dijeron, la mudanza tuvo un efecto positivo en nuestras hijas —dice Francis—. De hecho, entre los cuatro ya llevamos un total de ciento cinco años en el servicio de tiempo completo y hemos tenido muchas bendiciones, tal como promete Jehová (Mal. 3:10).”

En 1981, la sucursal de Francia anunció en su edición de Nuestro Servicio del Reino que hacían falta ancianos en la isla de Mooréa, ubicada a treinta minutos de Papeete en transbordador. Respondieron dos matrimonios, entre ellos Alain y Eileen Raffaelli. Esta pareja ayudó a formar la congregación de Mooréa, donde sirvieron ocho años. Alain también formó parte del Comité de Sucursal desde 1987 hasta 1994.

Debido a la urgente necesidad de ancianos, la sucursal de Francia invitó en 1997 a hermanos jubilados a mudarse a islas lejanas para ayudar durante dos años o más. Gérard Balza, coordinador del Comité de Sucursal de Tahití, dice: “Esperábamos que respondieran dos o tres matrimonios, así que nos sorprendimos cuando se ofrecieron once. Dos de aquellas parejas decidieron quedarse indefinidamente. Gracias a su madurez espiritual y experiencia, estos hermanos y hermanas han sido de gran apoyo para nuestros publicadores. Y aun sin ser misioneros, han probado la vida misional y los desafíos de vivir en una isla remota”.

Se establece la sucursal

Con el progreso de la obra en el Pacífico, se efectuaron cambios en la organización. Australia se había encargado de la obra en la Polinesia Francesa hasta 1958, año en que Fiji, que está mucho más cerca, asumió la supervisión. En 1975 se produjo otro cambio cuando Nathan Knorr y Frederick W. Franz, de la sede mundial, visitaron Tahití. Pronunciaron discursos animadores ante un auditorio de más de setecientas personas, y el hermano Knorr presentó un programa de diapositivas a unas quinientas personas en un Salón del Reino.

Después, el hermano Knorr se reunió con los ancianos y les propuso abrir una sucursal en Tahití, proyecto que entusiasmó a los hermanos. Alain Jamet, un superintendente de circuito que hablaba inglés, fue nombrado superintendente de sucursal. El cambio se hizo efectivo el 1 de abril de ese mismo año, lo cual supuso un gran avance, pues aunque Fiji estaba más cerca que Australia, seguía existiendo la barrera del idioma. Pero ahora los hermanos de la Polinesia Francesa podrían comunicarse sin ninguna traba con su nueva sucursal.

Como había menos de trescientos publicadores por todo el territorio, la sucursal era pequeña. De hecho, constaba de solo una habitación contigua al Salón del Reino de Papeete. A un lado había un escritorio y al otro un suministro de publicaciones. Al principio, la labor del superintendente de la sucursal era a tiempo parcial, lo que permitía que Alain y su esposa, Mary-Ann, siguieran en la obra de circuito y predicaran en islas lejanas donde no había publicadores.

La predicación en los archipiélagos de Tuamotú y Gambier

Una vez establecida la sucursal en Tahití, se empezó a hacer hincapié en llevar las buenas nuevas a las islas más lejanas. En algunos casos, los hermanos se organizaban en grupos para desplazarse hasta allí. Axel Chang, que sirvió un tiempo en el Comité de Sucursal, recuerda cuando un grupo de veinte hermanos y hermanas fletaron un avión y viajaron a Rangiroa, el mayor atolón de las Tuamotú: “Después de predicar a todos los habitantes, hicimos preparativos para presentar un discurso público. El alcalde nos permitió usar un local cubierto. Al principio parecía que nosotros seríamos los únicos asistentes. Pensamos que tal vez la gente tenía miedo de sus guías religiosos. Pero una vez comenzado el discurso, fue entrando gente hasta que por fin el local se llenó”.

El hermano Chang prosigue: “Durante el discurso vimos al cura montado en su bicicleta pedaleando con furia en dirección a nuestro lugar de reunión. Al acercarse, aminoró la marcha, tratando por todos los medios de ver quién de sus feligreses estaba presente. Aquella escena se repitió varias veces, lo cual nos hizo mucha gracia”.

En 1988, Alain Raffaelli organizó una gira de predicación en las islas Gambier. Este archipiélago, en el que predomina el catolicismo, es el más pequeño y apartado de la Polinesia Francesa, y está ubicado a más de 1.600 kilómetros [1.000 millas] de Tahití. La única vez que se había predicado en estas islas había sido en 1979, cuando Alain Jamet pasó allí tres días.

Los hermanos fueron a hablar primero con el alcalde para explicarle su labor y para solicitarle un lugar donde celebrar la Reunión Pública. Él les ofreció el salón de bodas de la isla y se disculpó por no poder acompañarlos a invitar a la gente, pues estaba en medio de una campaña electoral. Por supuesto, los hermanos lo excusaron. Al discurso asistieron treinta personas, incluidos el alcalde y el gendarme local.

Durante la conferencia, que trataba sobre lo que sucede cuando uno muere, Alain mencionó que el infierno bíblico no es otra cosa que el sepulcro y que Cristo mismo estuvo allí. “¡Eso no puede ser!”, gritó alguien del auditorio. Alain mencionó que en el credo de los apóstoles dice que Cristo “descendió a los infiernos”. Aquella respuesta sorprendió a los concurrentes, porque hasta ese momento no se habían dado cuenta del significado de las palabras que llevaban años rezando sin pensar. Una familia que asistió a aquella reunión ahora está en la verdad.

Los superintendentes viajantes solían aprovechar las semanas que no visitaban ninguna congregación para servir de precursores en lugares donde no había publicadores. Este era el caso de Mauri y Mélanie Mercier, una pareja tahitiana. Ellos fueron los primeros en predicar las buenas nuevas en varios atolones de las Tuamotú, a saber: Ahe, Anaa, Hao, Manihi, Takapoto y Takaroa. Cuando era posible, Mauri también pronunciaba discursos públicos o presentaba diapositivas. “La mayoría de los isleños eran amigables —recuerda—, a excepción de los habitantes de Anaa, que era un bastión del catolicismo. Una vez, en plena presentación de diapositivas, algunos comenzaron a gritarnos, y otros querían golpearnos. Finalmente, para nuestro alivio, logramos que se tranquilizaran.”

Llegan misioneros a las islas

A partir de 1978 se envió a algunos misioneros de Francia a las islas más lejanas. En agosto llegaron Michel y Babette Muller, que fueron asignados a Nuku Hiva, la isla más grande y poblada de las Marquesas. Otros hermanos habían visitado en alguna ocasión aquel archipiélago, en el que predominaba el catolicismo, pero ninguno había logrado quedarse. Como no había carreteras, Michel y Babette se desplazaban a pie o a caballo, y los lugareños solían dejarles algún lugar donde dormir. Cierta noche durmieron sobre una capa de granos de café que estaban secándose.

Antes de comenzar la obra de circuito, los Muller se quedaron dieciocho meses en las Marquesas, donde muchas personas agradecieron sus visitas y aceptaron las publicaciones. De hecho, entre los dos distribuyeron en un año 1.000 ejemplares del libro Historias bíblicas. Gracias a la labor de estos magníficos misioneros, así como a la de los precursores y publicadores en general, la obra avanzó mucho no solo en las Marquesas, sino en todo el territorio de la sucursal. De hecho, los registros muestran 69 máximos consecutivos en la cantidad de publicadores.

Por supuesto, todas estas personas nuevas necesitaban capacitación. Pero no siempre había suficientes hermanos con experiencia para darles atención individual. Así que para solventar el problema, los Muller salían con dos publicadores nuevos a la vez: uno acompañaba a Michel o a Babette a la casa mientras el otro esperaba en el camino a que le llegara el turno. Los Muller sirven ahora de misioneros en Benín (África).

La predicación “puso a prueba nuestro conocimiento de las Escrituras”

En febrero de 1982 llegaron a la Polinesia Francesa los misioneros Christian y Juliette Belotti. Comenzaron participando en la obra de circuito y después sirvieron cinco años de precursores en la isla de Raiatea, algunas regiones de la cual solo eran accesibles en canoa. Ahora bien, predicar allí ponía a prueba algo más que la habilidad con el remo. “También puso a prueba nuestro conocimiento de las Escrituras —dice Christian—, pues los lugareños solían hacernos preguntas profundas, como el significado de las bestias del Apocalipsis o cómo saben los ungidos que van al cielo.”

Como sucede en la mayoría de las comunidades pequeñas, en Raiatea todo el mundo se conoce. “Así que cuando un publicador se hacía inactivo —dice Christian—, no era raro que un amo de casa nos dijera: ‘Hace tiempo que no veo a fulanito. ¿Se ha enfriado?’, o ‘Fulanito necesita ayuda. Parece que no está bien espiritualmente’.” Para cuando los Belotti se marcharon de Raiatea, casi en cada fare (“casa” en tahitiano) alguien había estudiado con los testigos de Jehová.

Desde Raiatea, su base de operaciones, los Belotti fueron también a la isla de Maupiti. En cierta ocasión pidieron que se enviara una remesa de libros directamente a esa isla, pero el envío no llegó a tiempo. Sin desanimarse, Christian y Juliette se pusieron a visitar a los isleños mostrándoles sus propios ejemplares de los libros que hubieran querido ofrecerles. Casi treinta familias los solicitaron, convencidos de que los recibirían. Cuando por fin llegaron, una persona interesada se ofreció amablemente para distribuirlos.

La siguiente asignación de los Belotti fue Rangiroa, en las Tuamotú, donde eran los únicos Testigos. Luego se les asignó a la Guayana Francesa y finalmente a la República Democrática del Congo, donde el hermano Belotti sirve en el Comité de Sucursal.

“Jehová te capacitará”

En abril de 1985 llegaron de Francia Frédéric y Urminda Lucas, y se les asignó a la isla de Tahaa, donde solo había tres publicadores. Las primeras dos semanas fueron bastante difíciles para este joven matrimonio. Celebraban las reuniones en la sala de su propia casa y eran los únicos que asistían. Cuando entonaban los cánticos del Reino, se echaban a llorar; pero no se desanimaron.

En la isla no había ni electricidad ni teléfono, pero Frédéric y Urminda tenían un walkie-talkie con el que se comunicaban con los misioneros de la cercana Raiatea; eso sí, solo cuando podían establecer contacto. También tenían un pequeño refrigerador que enchufaban al generador de un vecino. “Normalmente —cuenta Frédéric—, el generador funcionaba de seis de la tarde a diez de la noche. Un día al llegar a casa descubrimos que los tomates estaban congelados, duros como una piedra. El vecino había decidido ver un encuentro deportivo por televisión y había activado el generador mucho antes.”

Los Lucas también tuvieron que aprender tahitiano. Como bien sabe cualquiera que ha aprendido otro idioma, los principiantes pasan apuros. Por ejemplo, Frédéric recuerda que una vez iba de casa en casa convencido de que estaba diciendo “el espíritu santo”, varua mo’a. Pero no había dominado la difícil pronunciación de mo’a, de modo que lo que en realidad había estado diciendo era “el espíritu pollo”.

Cuando este matrimonio llegó a Tahaa, Frédéric —que a la sazón tenía 23 años y era siervo ministerial— le dijo a Alain Jamet, el coordinador de la sucursal en aquel entonces, que no se sentía preparado para asumir las responsabilidades que se le confiaban. “No te preocupes —respondió Alain—. Jehová te capacitará.” Y así fue. Cinco años después, para cuando los Lucas se fueron a Burkina Faso, su siguiente asignación, el grupito de Tahaa tenía su propio Salón del Reino y se había convertido en una congregación de catorce publicadores. Además, Frédéric ya servía de anciano.

¡Qué feliz se sintió este matrimonio de no haberse dejado vencer por el desánimo al comienzo! “Aquellos fueron los mejores años de nuestra juventud —dijeron hace poco—. Aprendimos a ser pacientes y a confiar plenamente en Jehová, no en nuestra propia capacidad. Cuando nos desanimábamos, la oración nos reanimaba. Hicimos de Jehová nuestro refugio, y él nunca nos falló. Sí, fue él quien nos capacitó.”

Misioneros solteros con asignaciones difíciles

Entre los hermanos que fueron a ayudar a la Polinesia Francesa se cuentan también algunos misioneros solteros procedentes de Francia. Dos de los primeros fueron Georges Bourgeonnier y Marc Montet. Ambos sirvieron en la sucursal y fueron superintendentes viajantes. El circuito de Marc abarcaba las islas Tubuai (Australes), Gambier, Marquesas y Tuamotú. En muchos atolones tuvo que predicar solo; en otras localidades trabajó con los precursores especiales del lugar. Donde podía, pronunciaba discursos públicos, a los que, en algunas islas, asistía casi toda la población. Después de casarse, Marc continuó sirviendo un tiempo de superintendente viajante. Actualmente, él y su esposa, Jessica, están en la Congregación Bora Bora, donde Marc sirve de anciano y precursor.

En febrero de 1986 llegaron de Francia Philippe Couzinet y Patrick Lemassif, quienes fueron asignados a las Marquesas. A diferencia de las demás islas de la Polinesia Francesa, las Marquesas no están bordeadas por arrecifes de coral. Sus altos acantilados se precipitan casi verticalmente a las turquesas aguas del Pacífico, donde reciben el fuerte embate de las olas. Entre cordilleras escarpadas se ven valles estrechos y fértiles con arroyos y cascadas: el hogar perfecto para la gran cantidad de cabras, caballos y reses salvajes que deambulan por esas islas.

A lo largo de los años, las Marquesas habían recibido las visitas esporádicas de precursores y publicadores. Los Muller, por ejemplo, pasaron dieciocho meses en Nuku Hiva entre 1978 y 1979. Pero no se dio un testimonio cabal en todo el archipiélago hasta que llegaron Philippe y Patrick. El progreso, sin embargo, no se dejó ver de inmediato, pues el catolicismo estaba muy arraigado y la gente tenía miedo de los sacerdotes. De hecho, los curas instigaron algunas amenazas contra los dos hermanos. Además, prosperaba un movimiento carismático católico que alimentaba el fanatismo y provocó algunos incidentes desagradables en la comunidad.

Al principio, Patrick y Philippe trabajaron juntos, pero una vez que conocieron mejor el territorio, se separaron: uno se quedaba en el hogar misional de Hiva Oa, donde dirigía las reuniones, mientras que el otro se iba varias semanas a visitar en barco otras islas. Con el tiempo vieron que sería más práctico y efectivo separarse del todo: Patrick abarcaría las islas del norte y Philippe las del sur.

A fin de ayudar a estos dos misioneros, la sucursal asignó a dos precursores especiales de Tahití para que trabajaran con ellos. Se trataba de Pascal Pater —que ahora sirve de anciano de congregación— y Michel Bustamante —que ahora es superintendente de circuito—: dos jóvenes entusiastas y contentos de ofrecer a Jehová todas sus fuerzas (Pro. 20:29). Y las necesitarían, pues predicar en las Marquesas no era para gente delicada ni miedosa. No había carreteras, sino caminos pedregosos, y muchas veces embarrados, que recorrían estrechos y profundos valles que llevaban hasta las casas y comunidades aisladas. La única manera de llegar a algunos de estos lugares era con una pequeña motocicleta todoterreno.

Philippe recuerda una ocasión en la que iba con su motocicleta por un camino estrecho cuando se encontró de frente con una manada de reses salvajes que se dirigían en estampida hacia él asustadas por otro vehículo. Sin escapatoria, pues a un lado estaba el precipicio y al otro la ladera rocosa de la montaña, recurrió a la única opción que tenía: detener la motocicleta y apretujarse con ella contra la roca. Las bestias pasaron por su lado, dejándole temblando pero ileso.

“Para mí —dice Michel Bustamante—, la asignación era como una aventura, aunque pasamos nuestros sustos, especialmente al estar solos en algunas islas. En cierta ocasión estuve todo el día predicando en un territorio bastante lejano, así que, al terminar, traté de hallar hospedaje en alguna aldea cercana. Pero como no encontré nada, tuve que emprender la caminata hacia mi bungaló, que se hallaba en un valle profundo y oscuro. Para entonces ya estaba anocheciendo, y con la oscuridad de la noche parecía que los imponentes acantilados iban a caer sobre mí. Me puse a pensar en el espiritismo que se practicaba en la isla y en los demonios que debían de merodear por ahí. Todo aquello me produjo un ataque de ansiedad, de modo que comencé a orar y a entonar cánticos del Reino que mencionaban varias veces el nombre de Jehová. Cuando por fin llegué a casa, cerré la puerta, abrí la Biblia y me puse a leerla. Poco a poco empecé a calmarme.”

Después de tres años de arduo trabajo, los hermanos se alegraron mucho cuando Jean-Loius Peterano aceptó la verdad, pues era el primer estudiante de la Biblia de las Marquesas que lo hacía. El cura visitó a este joven para hacerle “regresar al rebaño”, y en su esfuerzo por “salvarlo” afirmó que Jehová era un nombre acuñado por los testigos de Jehová. De modo que Jean-Louis citó el Salmo 83:18 de la Biblia de Crampon, una versión católica francesa de 1905 que usa el nombre divino. Sin saber qué decir, el sacerdote se marchó y no volvió más. Aquella fue seguramente la primera vez que un habitante de las Marquesas derrotaba a un cura en el terreno teológico usando una Biblia católica. Posteriormente, hasta la secretaria particular del obispo dejó la Iglesia y aceptó la verdad.

En Hiva Oa, los misioneros hablaron con Jean y Nadine Oberlin, un matrimonio europeo que, al igual que el famoso pintor francés Paul Gauguin, había venido a las Marquesas para retirarse de la civilización. Vivían en un lugar casi inaccesible y llevaban una vida sencilla, libre de todos los adelantos modernos. Después de estudiar tres años y hacer muchos cambios, se bautizaron.

Cuando Philippe Couzinet y Patrick Lemassif llegaron a las Marquesas en 1986, solo había un publicador en todo el archipiélago. Ocho años después, cuando a Philippe —que se marchó después de Patrick— lo asignaron a Camerún, había ya 36 publicadores (1 por cada 210 habitantes) y tres congregaciones, una en cada una de las tres islas principales: Hiva Oa, Nuku Hiva y Ua Pou.

Llegan los últimos misioneros

En noviembre de 1990 llegaron los últimos misioneros de Francia: Serge y Marie-Louise Gollin, que también fueron asignados a las Marquesas, donde han fortalecido mucho a las congregaciones. Los Gollin han aprendido el marquesiano y, por increíble que parezca, han logrado visitar a todas las familias de las seis islas habitadas.

Desde Hiva Oa, donde Serge es el único anciano, salen regularmente a otras islas, incluidas dos que no tienen ningún publicador. En su primera visita a Fatu Hiva, Serge se sorprendió al ver la cooperación del diácono católico y del protestante. Al final de sus servicios religiosos, ambos anunciaron el discurso público de media hora que pronunciaría Serge en la escuela local e invitaron a la gente a asistir. Es más, el diácono protestante se presentó y tradujo el discurso de Serge al marquesiano, que en aquel tiempo Serge aún no hablaba con tanta fluidez.

A fin de ayudar a los asistentes a encontrar los textos en su Biblia, Serge los escribió en una pizarra. También hizo las oraciones, a las que todos respondieron con un sonoro “amén”. Al día siguiente, los Gollin dejaron publicaciones en manos de cada familia de Fatu Hiva. A partir de entonces han tenido un recibimiento muy cordial cada vez que han visitado esta isla de casi seiscientos habitantes.

La verdad bíblica entra en la prisión

Tal como ha sido el caso en muchos países, un buen número de reclusos de la Polinesia Francesa ha llegado a conocer la verdad de la Biblia. Un ejemplo lo tenemos en Alexandre Tetiarahi, que de joven se hizo delincuente y pasó siete años en prisión. Se escapó por lo menos seis veces, así que lo apodaron Papillón, como el protagonista de la famosa novela de un fugitivo.

En uno de sus escondites en Raiatea, Alexandre encontró una Biblia y un ejemplar del libro ‘Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta’. Leyó el libro varias veces y también leyó la Biblia de principio a fin. Convencido de que había hallado la verdad, la conciencia comenzó a molestarle. ¿Qué haría?

Aunque aún no se había comunicado personalmente con los testigos de Jehová —los editores del libro—, Alexandre se entregó a la policía, y fue enviado nuevamente a la cárcel de Tahití, donde el hermano Colson Deane trabajaba de guarda. Al poco de llegar, Alexandre oyó al hermano Colson dando testimonio a un colega y reconoció al instante aquellas enseñanzas, así que se dirigió a Colson en privado para preguntarle si podía tener más información.

El hermano Deane obtuvo permiso del director de la prisión para estudiar con Alexandre en su celda. Poco después ya había varios reclusos más que también querían estudiar, así que el director le permitió a Colson estudiar con ellos durante su receso del mediodía. Posteriormente se determinó que sería mejor que otros dos ancianos se encargaran de los interesados. Durante varios años se presentó cada semana una conferencia bíblica ante un auditorio de entre treinta y cincuenta reclusos, seguido de un curso personalizado para quienes lo deseaban.

Alexandre progresó mucho, lo cual no pasó desapercibido a los funcionarios de la prisión. De modo que a este especialista en fugas se le concedió permiso especial para asistir, bajo la supervisión del hermano Deane, a su primera asamblea de distrito, donde se bautizó. Tiempo después se le puso en libertad y continúa sirviendo a Jehová.

Asambleas internacionales en Tahití

En 1969, Tahití celebró su primera asamblea internacional. En aquel tiempo solo había 124 publicadores en las islas. Así que es fácil imaginar lo contentos que estuvieron de recibir a 210 asambleístas de dieciséis países, entre ellos a Frederick W. Franz, el primer miembro del Cuerpo Gobernante que visitaba Tahití. Con una asistencia máxima de 610 personas, la asamblea fue un verdadero estímulo para los hermanos, lo que contribuyó al aumento del 15% en la cantidad de publicadores al año siguiente. En 1978, Tahití también fue sede de una de las asambleas internacionales “Fe Victoriosa”, a la que asistieron 985 personas.

Traducción al tahitiano

Con el incremento de publicadores, también aumentó el trabajo en la sucursal, sobre todo en lo relacionado a la traducción de publicaciones bíblicas al tahitiano, la principal lengua polinesia. Aun antes de que se abriera la sucursal, algunos publicadores de mayor edad que tenían buen dominio del tahitiano dedicaban parte de su tiempo a traducir algunas publicaciones, normalmente del francés. Por ejemplo, a partir de 1963 comenzaron a traducir el Ministerio del Reino. Para 1971 terminaron el libro La verdad que lleva a vida eterna en tahitiano.

El establecimiento de la sucursal en Tahití en 1975 dio más ímpetu a la traducción. Muchos de los traductores más nuevos conocían el inglés, que se enseña en la escuela, así que podrían trabajar directamente con el texto original en inglés en vez de utilizar la traducción francesa. A partir de 1976, la sucursal comenzó a traducir al tahitiano La Atalaya como edición quincenal y por un tiempo también la revista ¡Despertad! Asimismo, se tradujeron los libros “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa”, Razonamiento a partir de las Escrituras y el cancionero completo. Ningún otro grupo ha editado tantas publicaciones en tahitiano como los testigos de Jehová.

Durante los pasados treinta años, sin embargo, el tahitiano y otros idiomas polinesios han ido cediendo terreno al francés. Una razón es que este idioma, al ser una lengua de gran alcance, se emplea tanto en los medios informativos como en el sistema educativo, desde la escuela hasta la universidad.

Con todo, muchos polinesios consideran el tahitiano parte de su identidad cultural, y por ello los hermanos suelen predicar en ese idioma. Y de las veintiséis congregaciones del territorio de la sucursal, cinco son tahitianas, lo que representa el 20% de los publicadores. De modo que aún hay una demanda considerable de publicaciones en dicha lengua.

Se inicia un intenso programa de construcción

La pequeña habitación contigua al Salón del Reino de Papeete sirvió de sucursal desde 1975 hasta 1983, año en que se construyó una nueva sucursal en el municipio de Paea, a unos 25 kilómetros [15 millas] de Papeete. El nuevo edificio de Betel, construido en su totalidad por hermanos del lugar, tenía cuatro habitaciones para los betelitas, tres oficinas, un almacén de publicaciones y un Salón del Reino. El 15 de abril de 1983, Lloyd Barry, del Cuerpo Gobernante, dedicó las nuevas instalaciones ante un auditorio de 700 personas.

Pero hasta esa sucursal se quedó pequeña al cabo de poco tiempo. Así que el Cuerpo Gobernante aprobó una construcción de mayor envergadura —que incluiría un Salón de Asambleas— en Tohautu, una región semirural cerca del istmo que une las dos partes de la isla. Las obras las realizó un equipo de hermanos de Australia, Canadá, Estados Unidos, Francia y Nueva Zelanda, quienes contaron, por supuesto, con el apoyo de los publicadores de la isla. Milton G. Henschel, del Cuerpo Gobernante, dedicó las nuevas instalaciones el 11 de diciembre de 1993.

Para ese mismo tiempo se dio inicio a un intenso programa de construcción de Salones del Reino. Bajo la supervisión del Comité Regional de Construcción, los hermanos edificaron dieciséis nuevos salones en menos de diez años, de manera que ahora casi todas las congregaciones tienen su propio Salón del Reino.

Cambios en la sucursal y más capacitación

En 1995, Alain Jamet, que llevaba casi veinte años como coordinador del Comité de Sucursal, se vio obligado a dejar esta labor debido a obligaciones familiares. No obstante, siguió formando parte del comité de la sucursal y sirviendo de superintendente de distrito a tiempo parcial. En septiembre de aquel año, el Cuerpo Gobernante asignó a Tahití a Gérard y Dominique Balza, de la familia Betel de Francia. Gérard fue nombrado coordinador del Comité de Sucursal.

El tercer miembro de dicho comité es Luc Granger. Él y su esposa, Rébecca, se mudaron a Tahití en 1991 para servir donde había más necesidad. Tras un breve período en el precursorado especial, participaron en la obra de circuito y de distrito antes de ser asignados a la sucursal en 1995.

En mayo de 1997, la sucursal de Tahití celebró su primer curso de la Escuela de Entrenamiento Ministerial. Buena parte de los veinte estudiantes que asistieron han recibido privilegios especiales de servicio. Por ejemplo, Félix Temarii es ahora uno de los dos superintendentes de circuito de las islas. Gérard Balza dice: “Pedimos en oración que más hermanos se esfuercen por reunir los requisitos y se ofrezcan para que podamos celebrar otro curso. Es innegable que aún hay mucha necesidad en bastantes islas, algunas de las cuales no tienen hasta el día de hoy ni un solo publicador. En otras se necesitan hermanos capacitados que puedan asumir responsabilidades de congregación. Y los habitantes de 58 islas, un 7% de la población, rara vez tienen ocasión de escuchar las buenas nuevas. En algunos casos, la necesidad pudiera satisfacerse con matrimonios jubilados y espiritualmente maduros de nacionalidad francesa. Si estuvieran dispuestos a ofrecerse, aunque solo fuera por dos años, a la sucursal le encantaría contar con su ayuda”.

Desafíos en una sociedad cambiante

Tahití está experimentando un auge económico, así como un rápido crecimiento urbano y secularización, lo cual ha contribuido a que mucha gente de otras islas se traslade a Tahití. La prosperidad material ha propiciado el materialismo, el consumismo y la búsqueda de placeres.

Lamentablemente, algunos siervos de Jehová han sucumbido a estas sutiles presiones. Para los jóvenes en particular es un desafío dar prioridad a los intereses espirituales y permanecer castos. Pese a todo, sigue viéndose la bendición de Jehová, pues el territorio tiene ahora 1 publicador de las buenas nuevas por cada 141 habitantes.

Esto prueba que muchas personas de la Polinesia Francesa han llegado a valorar un paraíso mucho más hermoso: el espiritual, que es propiedad exclusiva del pueblo que lleva el nombre de Dios (Juan 6:44; Hech. 15:14). Dicho paraíso es el predecesor de un paraíso literal que pronto cubrirá toda la Tierra y estará libre del dolor, el lamento e incluso la muerte, males que han afligido a todas las generaciones de seres humanos sin importar su lugar de residencia (Job 14:1; Rev. 21:3, 4).

Los antiguos polinesios demostraron mucho valor, impresionantes dotes de navegación y fe en que, más allá del horizonte, hallarían tierra, tal vez incluso una tierra mejor, y no quedaron decepcionados. Igualmente hoy, los siervos leales de Jehová, como los que se mencionan en este relato, siguen esforzándose por alcanzar un premio muy superior que Jehová ha colocado ante ellos. Tampoco quedarán decepcionados. Sí, con más precisión que cualquier estrella, sin equivocación alguna, Jehová dirigirá a todos los que confían en él al Paraíso terrestre, ya tan cercano (Sal. 73:23, 24; Luc. 23:43).

[Notas]

^ párr. 4 Aunque esta narración tiene que ver con toda la Polinesia Francesa, se titula “Tahití” porque esta isla es el centro neurálgico de la región, y su nombre es más conocido para muchos. No obstante, cuando en el relato se haga alusión a “Tahití”, es con referencia a la isla en sí.

^ párr. 54 En La Atalaya del 1 de julio de 2003, págs. 26-29, aparece la historia de la Biblia en tahitiano.

[Recuadro de la página 72]

Información general

Territorio: Aunque están esparcidas por 5.000.000 de kilómetros cuadrados [1.9 millones de millas cuadradas] de mar, las 130 islas de la Polinesia Francesa tienen una superficie total de 4.000 kilómetros cuadrados [1.550 millas cuadradas]. Forman cinco archipiélagos: Tubuai (Australes), Gambier, Marquesas, Sociedad y Tuamotú. El 85% de la población vive en las catorce islas de la Sociedad.

Población: La mayoría de los habitantes son polinesios o tienen ascendencia polinesia, aunque hay una minoría de chinos, europeos y estadounidenses.

Idioma: Los idiomas principales son el tahitiano y el francés, siendo este último el idioma oficial y el empleado en el comercio.

Recursos económicos: La economía se basa principalmente en la administración y en el sector de servicios, que incluye el turismo. El resto de la población activa trabaja en la agricultura, la industria y el cultivo de perlas. Las perlas constituyen el 80% de las exportaciones.

Alimentación: Estas islas dependen en buena medida de productos importados, aunque se cultivan bananas, cocos, lechugas, mandioca, papayas, piñas, sandías, taros y tomates. También se consume pescado, ostras, camarones y carne de res, de cabra y de cerdo.

Clima: El clima es tropical —caluroso y húmedo—, aunque varía un poco de un archipiélago a otro. La estación lluviosa (verano) dura de noviembre a abril. En el centro de Tahití pueden llegar a caer hasta 9.000 milímetros [30 pies] de lluvia al año.

[Ilustraciones y recuadro de la página 74]

Islas altas, islas bajas e islotes

Todas las islas de la Polinesia Francesa son de origen volcánico y se dividen en dos categorías principales: islas altas e islas bajas. Las altas son accidentadas y montañosas, algunas de ellas con cumbres que se elevan a centenares de metros por encima del nivel del mar. Un ejemplo típico es Tahití.

A excepción de las Marquesas, todas las islas altas están rodeadas de arrecifes de coral. En muchos de estos, como por ejemplo en el de Bora Bora, pueden verse pequeños islotes con vegetación, llamados motu, que suelen atraer a los turistas.

Las islas bajas son atolones de coral que apenas emergen sobre la superficie del mar. Las islas Tuamotú son de este tipo. Por lo general, el arrecife forma un anillo que presenta en su interior una laguna de agua cristalina, algunas de las cuales son inmensas. La de Rangiroa, por ejemplo, tiene 70 kilómetros [40 millas] de largo y 20 [12 millas] en su punto más ancho.

[Ilustración y recuadro de la página 77]

De diácono a proclamador del Reino

Manuari Tefaatau

Año de nacimiento: 1913

Año de bautismo: 1959

Otros datos: Oficiaba de diácono de la Iglesia Protestante cuando conoció la verdad mediante los primeros estudiantes de la Biblia de la isla de Makatea.

Después que los Testigos Jean-Marie y Jeanne Félix llegaron a Makatea en 1956, sus primeros estudiantes de la Biblia, Maui Piirai y Germaine Amaru, me dieron testimonio. Enseguida empecé a enseñar las verdades bíblicas a los feligreses, lo cual provocó tal revuelo en la iglesia que el pastor me dijo que dejara de hablar con los testigos de Jehová.

Sin pensarlo dos veces, renuncié a la Iglesia y comencé a asistir a las reuniones, que se celebraban en casa de la familia Félix. Otros feligreses también empezaron a estudiar y a reunirse. Considero un privilegio haber formado parte de aquel primer grupito de estudiantes de la Biblia de la Polinesia Francesa.

[Ilustración y recuadro de las páginas 83 y 84]

Jehová compensó mis carencias

Leonard (Len) Helberg

Año de nacimiento: 1930

Año de bautismo: 1951

Otros datos: De soltero, dio comienzo a la obra en Tahití durante su primera asignación como superintendente de circuito. Él y su esposa, Rita, viven ahora en Australia.

En 1955, cuando la sucursal de Australia me asignó a comenzar la obra de circuito en el Pacífico sur, este inmenso territorio solo contaba con dos congregaciones, una en Fiji y la otra en Samoa, aparte de seis grupos aislados. No había ningún publicador en Tahití.

Visité la isla en diciembre de 1956 después de una travesía de seis días desde Fiji en el buque Southern Cross. Encontré hospedaje en una pensión con vista al pintoresco puerto de Papeete. A la mañana siguiente, mientras me vestía para salir al servicio del campo, vi pasar el Southern Cross frente a mi ventana, a solo unos cientos de metros. Me encontraba solo en una tierra extraña, a 3.000 kilómetros [2.000 millas] de los hermanos más cercanos y entre personas que hablaban otro idioma: el francés. Lo único que tenía era la dirección de una suscriptora de ¡Despertad!

De pronto me invadió un sentimiento de soledad tan grande, que empecé a llorar inconsolablemente. Sin poder reprimir el llanto, dije para mis adentros: “Bueno, creo que mejor considero este un día perdido. Me voy a la cama y empiezo mañana”. Después de orar mucho aquella noche, al día siguiente me levanté bastante más animado. Esa tarde encontré a la suscriptora de ¡Despertad!: una señora de Argelia. Al igual que Lidia, la mujer mencionada en Hechos, ella y su hijo de 34 años me recibieron con los brazos abiertos, e insistieron en que me quedara con ellos (Hech. 16:15). Mi sensación de soledad se desvaneció por completo. Le di las gracias a Jehová, quien sin lugar a dudas oyó mis ruegos y vio mis lágrimas.

Ahora, cuando reflexiono en el pasado, comprendo mejor lo amoroso que es nuestro Padre Jehová. Cuando nos ponemos a su disposición, compensa con creces cualquier carencia que tengamos.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 87 y 88]

Los primeros precursores

Alexis Tinorua asistía a las reuniones que organizó Len Helberg a finales de la década de 1950. Él relató: “En una ocasión, me senté a escuchar una conversación bíblica que sostuvo el hermano Helberg con unos diáconos protestantes. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que la verdad estaba en las enseñanzas de los testigos de Jehová, de modo que comencé a estudiar con ellos y me bauticé en 1960. Luego serví de precursor nueve maravillosos años. En 1965, tuve el honor de ser el primero en predicar en Huahine, una de las islas de la Sociedad. Me siento profundamente endeudado con Jehová por haberme concedido el privilegio de ayudar a ochenta personas a llegar a un conocimiento exacto de la verdad bíblica”. Alexis sirvió a Jehová hasta su muerte, acaecida en mayo de 2002.

Hélène Mapu comenzó a servir de precursora en Tahití en 1963, poco después de haber aprendido la verdad. Aunque su esposo no era Testigo, siempre la apoyó mucho. Como el trabajo de él requería navegar frecuentemente entre Tahití y Raiatea, no puso objeción a que Hélène aceptara la invitación de ser precursora especial en Raiatea, donde fue la primera en predicar las buenas nuevas. Después, Hélène se mudó otra vez a Tahití, en esta ocasión a la parte peninsular (la más pequeña de la isla, también llamada Tahiti Iti), donde ella y la hermana Mereani Tefaaroa eran las únicas Testigos. Hélène dice: “En la península encontramos mucho interés y en poco tiempo comenzamos bastantes estudios bíblicos”.

Es obvio que Jehová bendijo la labor de estas hermanas fieles, pues tiempo después se formó una congregación en aquel territorio, en el municipio de Vairao.

[Ilustración y recuadro de la página 101]

“Tú eliges: o Jehová, o yo”

Yvette Gillot

Año de nacimiento: 1932

Año de bautismo: 1968

Otros datos: Es la precursora regular que más tiempo lleva en este servicio en la Polinesia Francesa.

Cuando le comuniqué a mi esposo que quería hacerme testigo de Jehová, me dijo: “Tú eliges: o Jehová, o yo”. Traté de razonar con él, pero fue en vano. Nos abandonó a nuestros tres hijos y a mí, aunque años después regresó.

Entre tanto me las arreglé para mantener a mi familia y al mismo tiempo servir de precursora regular. Trabajaba de madrugada y después dirigía la reunión para el servicio del campo. No siempre había varones disponibles, pues a finales de la década de 1960 solo informaban cien publicadores en las islas.

Le agradezco a Jehová que me haya concedido el privilegio de ayudar a unas cincuenta personas a dedicar su vida a él, entre quienes se cuenta Richard Wong Foo, que desde 1991 sirve en la familia Betel de Tahití. Me alegra poder decir que mis dos hijos sirven de ancianos de congregación.

[Ilustración y recuadro de la página 105]

El funeral de la última princesa

Michel Gelas, anciano de Papeete, tuvo una experiencia poco común relacionada con el último miembro de la realeza tahitiana: la princesa Takau Pomaré, que falleció en 1976 a la edad de 89 años. La princesa era descendiente directa de la dinastía Pomaré, que gobernó Tahití y otras islas cercanas durante un tiempo. Aunque la princesa no había sido testigo de Jehová, su hija adoptiva, que sí lo era, le pidió a Michel que pronunciara el discurso de funeral.

Michel accedió, viendo una magnífica oportunidad de explicar la esperanza de la resurrección a un buen número de personas, entre quienes se contaban altos cargos del mundo de la política y la religión, así como varios reporteros. El día posterior al funeral, un periódico local publicó la fotografía del hermano Gelas situado detrás del ataúd pronunciando el discurso. Estuvieron presentes el gobernador, el presidente de la Polinesia, otros funcionarios del gobierno y el arzobispo católico, ataviado con su túnica blanca oficial.

[Ilustración y recuadro de las páginas 109 y 110]

Un clérigo nos presta su motocicleta y otro nos quema los libros

Jacques Inaudi

Año de nacimiento: 1944

Año de bautismo: 1965

Otros datos: Junto con su esposa, Paulette, sirvió de precursor especial en Francia y de superintendente viajante en el Pacífico.

En 1969, Paulette y yo nos despedimos de nuestros familiares y amigos de Francia, y zarpamos rumbo a Tahití, nuestra nueva asignación. A la travesía no le faltó emoción: nuestro barco comenzó a arder en medio del Pacífico, y estuvimos cuatro días yendo a la deriva. Una vez que llegamos a Tahití, me asignaron a servir de superintendente de circuito.

Nuestro circuito abarcaba Nueva Caledonia, Vanuatu y la Polinesia Francesa, que en aquel entonces contaba con una congregación y dos grupos aislados. En 1971, nuestro circuito se redujo a solo la Polinesia Francesa, lo que nos daría tiempo para visitar otras islas apartadas, en algunas de las cuales jamás se había predicado el mensaje del Reino. Paulette y yo pasamos también nueve meses en Huahine y otra temporada en la islita de Maupiti. En Huahine tuvimos el privilegio de comenzar 44 estudios bíblicos.

Para comer, me dedicaba a pescar, mayormente con arpón. Llevábamos una vida bastante modesta, pero nunca pasamos hambre; nuestras necesidades materiales siempre estuvieron cubiertas. Al predicar en la isla de Tubuai, nos llevamos la agradable sorpresa de que el pastor de una iglesia nos prestara su motocicleta. A lo mejor se compadeció de nosotros al vernos sin transporte.

En 1974 visitamos cuatro de las islas Marquesas: Hiva Oa, Nuku Hiva, Ua Huka y Ua Pou. La sucursal nos pidió que visitáramos a una hermana aislada llamada Kalina Tom Sing Vien, que se había mudado a Ua Pou en 1973 para trabajar de enfermera. Se quedó allí trece meses y fue la primera publicadora del Reino en entregar un informe de servicio del campo en las Marquesas.

A diferencia del amable pastor de Tubuai, el cura de Ua Pou se opuso a nuestra labor. De hecho, nos siguió a escondidas por el territorio, exigiendo a sus feligreses que le entregaran cualquier publicación que les hubiéramos dejado. Luego las quemó delante de la casa de Kalina, un acto que no solo nos disgustó a nosotros, sino también a muchos católicos.

Pese a tal oposición, en las Marquesas la obra siguió adelante, y para nosotros es un privilegio haber aportado nuestro granito de arena. Debido a la mala salud de Paulette, tuvimos que dejar el servicio de tiempo completo, pero estamos resueltos a seguir dando a Jehová lo mejor que tenemos.

[Recuadro de la página 113]

De visita en una isla por primera vez

Imagine que llega por primera vez a una isla o atolón lejano con la intención de pasar una semana o dos predicando a sus habitantes. Ahora bien, usted es el único Testigo del lugar, y no hay ningún hospedaje ni medio de transporte. ¿Qué haría? ¿Dónde se alojaría? Marc Montet y Jacques Inaudi, que han servido de precursores y superintendentes de circuito, han pasado por esta situación en numerosas ocasiones.

Marc dice: “Comenzaba a predicar tan pronto como salía del avión o del barco y aprovechaba para preguntar por lugares de alojamiento. No siempre era fácil para un soltero encontrar un sitio donde quedarse, pero casi siempre hallaba a alguien dispuesto a darme cama y comida. En posteriores visitas fue más fácil encontrar hospedaje porque la gente ya me conocía. Esta tarea también resultó más sencilla después de casarme, pues la gente se sentía más tranquila con un matrimonio”.

Jacques explica cómo se las arreglaba él: “Solía visitar al alcalde y le preguntaba si sabía de algún lugar donde pudiera quedarme durante mi estancia. Normalmente, sus indicaciones me ayudaban bastante. En muchas islas, las personas respetan a quienes ven como ministros religiosos y hacen cuanto pueden por ayudarlos. Así que casi siempre encontraba un lugar donde me hospedaban sin cobrarme”.

[Ilustración y recuadro de las páginas 117 y 118]

Nuestro mayor deleite es el ministerio del campo

Alain Jamet

Año de nacimiento: 1946

Año de bautismo: 1969

Otros datos: Él y su esposa, Mary-Ann, participaron en diversas facetas del servicio de tiempo completo en Francia y en la Polinesia Francesa.

Cuando tenía 13 años, mi familia se trasladó de Francia a Tahití. Después de acabar la escuela secundaria, regresé a Francia para estudiar Medicina. Allí conocí a Mary-Ann, una tahitiana que estudiaba biología, y nos casamos. En 1968 nos visitaron los testigos de Jehová y aceptamos la verdad.

Como es lógico, hablamos con nuestros padres de la esperanza que acabábamos de encontrar, pero fue en vano. También escribimos a nuestras respectivas iglesias de Tahití solicitando que borraran nuestros nombres de sus registros. La parroquia de Mary-Ann en Papeete fue aún más allá y la excomulgó públicamente. El pastor incluso invitó a mis suegros a estar presentes para la ocasión.

En 1969, nos bautizamos y emprendimos el servicio de precursor. Mientras estábamos en Marsella (Francia), me llamaron para hacer el servicio militar y pasé dos meses en prisión por mi neutralidad. Después de salir, a Mary-Ann y a mí nos asignaron a servir de precursores especiales en Marsella y en Burdeos. En 1973, y a instancias de nuestros padres que ya eran mayores, regresamos a Tahití y trabajamos un año de jornada completa como maestros de primaria.

Posteriormente, el superintendente de la sucursal de Fiji nos preguntó si pensábamos reemprender el ministerio de tiempo completo, pues se necesitaba un superintendente de circuito en la Polinesia Francesa y en Nueva Caledonia. Como la situación de nuestros padres había mejorado, aceptamos la invitación y comenzamos la obra de circuito en agosto de 1974. En 1975, durante una visita de N. H. Knorr, me invitaron a ser el primer superintendente de la sucursal de Tahití.

En 1986 nació nuestro hijo, Rauma, por lo que mi esposa dejó el servicio de tiempo completo. Felizmente, hoy día Rauma es un miembro más de la hermandad espiritual internacional. Estamos muy agradecidos por los muchos privilegios de servicio que hemos tenido hasta ahora. Pero nuestro mayor deleite sigue siendo el ministerio del campo.

[Ilustración y recuadro de las páginas 123 a 125]

Jehová cuida de sus ovejas

Michel Bustamante

Año de nacimiento: 1966

Año de bautismo: 1987

Otros datos: Junto con su esposa, Sandra, atiende uno de los dos circuitos de la Polinesia Francesa.

Nuestro circuito, que es del tamaño de Europa, abarca los cinco archipiélagos de la Polinesia Francesa. Algunas de las islas más lejanas tienen uno o dos publicadores, y, pese a estar tan aislados, los visitamos. Por ejemplo, en Takapoto, un atolón de las Tuamotú, vive una hermana muy fiel llamada Rosita. Cada semana se prepara para todas las reuniones, y su esposo, que no está en la verdad, suele sentarse con ella. Los domingos, aun cuando casi todo el mundo se va a la laguna a nadar o a pescar, Rosita se pone la ropa de reunión y estudia el artículo de La Atalaya de esa semana. También informa fielmente su actividad en el campo. De hecho, su informe, que entrega a la sucursal por teléfono, es casi siempre el primero en llegar, cosa particularmente encomiable si tenemos en cuenta que el teléfono más cercano a su islote lo tiene a una distancia de cuarenta y cinco minutos en bote.

La llegada de una avioneta siempre es un acontecimiento. Así que cuando vamos a visitar a Rosita, casi todos los que viven en los alrededores del aeródromo se acercan para ver quién ha llegado. En cierta ocasión, una señora le preguntó: “¿A quién espera?”. Rosita respondió: “A mi hermano y hermana espirituales. Vienen solo por mí, para animarme”. Pasamos tres días con Rosita, predicando juntos y dándole estímulo. Como tiene un fuerte deseo de compañerismo espiritual, es raro que nos acostemos antes de la medianoche.

En otra isla, un adventista nos vio visitando a un Testigo que era vecino suyo. Luego le confesó al hermano: “Llevo aquí siete años, y nadie de mi iglesia ha venido para animarme”. Este señor hace las veces de pastor del pequeño grupo de adventistas de la isla.

Daniel y Doris son los únicos publicadores de Raevavae, una de las islas Tubuai. Cuando por fin dimos con ellos, pues viven en un sitio muy apartado, les preguntamos si se podía organizar una reunión en su casa para aquella misma tarde. La idea les encantó, así que todos nos fuimos a invitar a la gente. Cuando llegamos a la reunión, nos esperaban fuera siete trabajadores de una plantación que acababan de terminar su jornada, algunos de ellos con sacos de taro al hombro.

“No se preocupen por su aspecto —les dijimos—, entren de todos modos.” Y eso hicieron, pero se sentaron en el suelo aunque teníamos sillas para ellos. La reunión les gustó mucho, y al terminar nos hicieron varias preguntas. Sin duda, aquella tarde fue muy animadora para nuestros hermanos, de modo que el objetivo principal de la visita se logró.

A veces resulta complicado visitar a algunos publicadores aislados porque su isla no dispone de aeródromo. En una ocasión, después de aterrizar, tuvimos que navegar dos horas en mar abierto para llegar a una isla en la que vivían dos publicadores. Por cierto, el viaje lo realizamos en una lancha motora de unos cuatro metros [12 pies] de largo, así que, como es natural, le hicimos muchas preguntas al barquero para asegurarnos de que la embarcación estaba en condiciones y que llevaba un motor de repuesto. Ir a la deriva en pleno océano Pacífico es una experiencia desagradable, por no decir más.

Al llegar a nuestro destino, estábamos empapados por el agua que nos había ido salpicando y nos dolía la espalda debido al impacto del casco contra las olas. El regreso no fue mucho mejor. Sandra cuenta: “Cuando llegamos a la isla principal aquella tarde, agarré la bicicleta para ir a predicar un rato. Pero me encontraba tan débil a causa de las sacudidas que habíamos recibido en el viaje, que al llegar a una carretera de coral perdí el control y me caí”.

En vista de todo lo anterior, puede entenderse por qué cada vez que visitamos a nuestros hermanos y hermanas aislados reflexionamos en el profundo amor que sienten por ellos Jehová y su organización. No hay duda de que pertenecemos a una familia espiritual muy especial (Juan 13:35).

[Comentario]

“Vienen solo por mí, para animarme”

[Ilustraciones y tabla de las páginas 80 y 81]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Polinesia Francesa: datos históricos

1835: Se termina la traducción de la Biblia al tahitiano.

Década de 1930: Sydney Shepherd y Frank Dewar visitan Tahití y quizá otras islas.

1940

1956: Se comienza a predicar formalmente en Makatea y Tahití.

1958: Se lleva a cabo el primer bautismo de la Polinesia Francesa: se bautizan dos personas.

1959: Se forma en Papeete la primera congregación de la Polinesia Francesa.

1960

1960: Se inscribe la Asociación de los Testigos de Jehová.

1962: Se construye en Papeete el primer Salón del Reino de las islas.

1969: Se celebra la primera asamblea internacional en Tahití.

1975: Se abre una sucursal en Tahití.

1976: Se comienza a traducir La Atalaya al tahitiano.

1980

1983: Se dedica el primer hogar Betel.

1989: Se alcanza el máximo de 1.000 publicadores.

1993: Se dedica un nuevo hogar Betel y un Salón de Asambleas contiguo.

1997: Se celebra el primer curso de la Escuela de Entrenamiento Ministerial.

2000

2004: Hay 1.746 publicadores activos en la Polinesia Francesa.

[Ilustración]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

2.000

1.000

1940 1960 1980 2000

[Mapas de la página 73]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

POLINESIA FRANCESA

POLINESIA FRANCESA

ISLAS MARQUESAS

Nuku Hiva

Ua Pou

Ua Huka

Hiva Oa

Fatu Hiva

ISLAS TUAMOTÚ

Manihi

Ahe

Rangiroa

Takaroa

Takapoto

Makatea

Anaa

Hao

ISLAS DE LA SOCIEDAD

Maupiti

Tahaa

Raiatea

Bora Bora

Huahine

Mooréa

Tahití

ISLAS TUBUAI (AUSTRALES)

Rurutu

Rimatara

Tubuai

Raevavae

ISLAS GAMBIER

MOORÉA

TAHITÍ

PAPEETE

Punaauia

Paea

Tohautu

Vairao

[Ilustraciones a toda plana de la página 66]

[Ilustración de la página 70]

Jeanne y Jean-Marie Félix fueron de los primeros en dar testimonio cabal en la Polinesia Francesa

[Ilustraciones de la página 71]

Maui Piirai fue el primer polinesio del territorio en dedicar su vida a Jehová. Lo bautizó Jean-Marie Félix en 1958

[Ilustraciones de la página 79]

Clyde y Ann Neill (abajo) se unieron a Agnès Schenck (derecha) para ayudar con la predicación en Tahití

[Ilustración de la página 85]

John y Ellen Hubler comenzaron la obra de circuito en 1960

[Ilustración de la página 86]

En 1962, la Congregación Papeete construyó su primer Salón del Reino: una edificación sencilla con laterales abiertos y techo de paja

[Ilustración de la página 89]

La Sentinelle del 15 de abril de 1965, con artículos de La Atalaya

[Ilustración de la página 92]

Taina Rataro aprendió a leer y escribir tahitiano a fin de progresar espiritualmente

[Ilustración de la página 92]

Elisabeth Avae (sentada) con su nieta, Diana Tautu

[Ilustración de la página 95]

Anna y Antonio Lanza

[Ilustración de la página 96]

Vaieretiai y Marie-Medeleine Mara

[Ilustración de la página 97]

Ato Lacour

[Ilustración de la página 98]

Rudolphe Haamarurai

[Ilustración de la página 99]

Vahinerii y Edmond Rai (izquierda) con Taaroa y Catherine Terii (derecha)

[Ilustración de la página 100]

Auguste y Stella Temanaha

[Ilustraciones de la página 102]

Izquierda: Christiane y Jean-Paul Lassalle. Derecha: Lina y Colson Deane

[Ilustración de la página 103]

Roger Sage (izquierda) interpretando al tahitiano un discurso de Francis Sicari en una asamblea de distrito en la década de 1970

[Ilustración de la página 107]

Eileen y Alain Raffaelli

[Ilustración de la página 108]

Mauri y Mélanie Mercier

[Ilustración de la página 120]

Marie-Louise y Serge Gollin sirven de misioneros en las Marquesas

[Ilustración de la página 122]

Alexandre Tetiarahi con su esposa, Elma, y sus dos hijas pequeñas, Rava (izquierda) y Riva

[Ilustración de la página 126]

El equipo de traducción al tahitiano

[Ilustración de la página 127]

La Asamblea Internacional “Paz en la Tierra” de 1969 fue la primera de este tipo en Tahití

[Ilustración de la página 128]

Este Salón del Reino de la isla de Bora Bora es el último que se ha construido en la Polinesia Francesa

[Ilustración de la página 130]

Christine y Félix Temarii

[Ilustración de la página 131]

El Comité de Sucursal, de izquierda a derecha: Alain Jamet, Gérard Balza y Luc Granger

[Ilustraciones de la página 132 y 133]

1. Sucursal de Tahití

2. Gérard Balza presentando el libro Acerquémonos a Jehová en tahitiano (julio de 2002)

3. La familia Betel de Tahití