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Belice

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ESTE pequeño y hermoso país tropical se encuentra en la costa sureste de la península de Yucatán, y está delimitado por México, Guatemala y el mar Caribe. Anteriormente conocido como Honduras Británica, Belice es un verdadero crisol de culturas, idiomas, costumbres, comidas y religiones.

Con aproximadamente trescientos mil habitantes, Belice tiene la densidad de población más baja de Centroamérica. Sus exuberantes selvas tropicales albergan hermosas aves y llamativos mamíferos, como el esquivo jaguar. En el país también se alzan muchas ruinas mayas y majestuosas montañas adornadas con imponentes palmeras e impetuosas cascadas. Una característica fascinante de este país es su inmenso sistema de cavernas, algunas de las cuales están conectadas por serpenteantes ríos cristalinos. La Barrera de Arrecifes de Belice, que se extiende por todo su litoral, contiene una espectacular variedad de corales y se encuentra salpicada de cayos, es decir, islotes llanos poblados de cocoteros y con playas de arena blanca.

HISTORIA

Los primeros pobladores de Belice fueron los caribes y los arahuacos, procedentes de Sudamérica. Se cree que siglos antes de que los europeos llegaran a lo que denominaron el Nuevo Mundo, Belice era el corazón de la civilización maya, con esplendorosos centros ceremoniales y majestuosos templos.

Las primeras tentativas europeas de colonizar Belice no están bien documentadas. Lo que sí se sabe es que España no logró subyugar a los mayas. En el siglo XVII (concretamente en 1638), unos piratas británicos se establecieron en la costa de Belice, y para mediados de ese siglo ya se habían concertado acuerdos para la explotación del palo de Campeche (árbol del que se extraía un valioso tinte).

Para la tala de caoba y palo de Campeche, los británicos consiguieron esclavos de los mercados de Estados Unidos y Jamaica, y también de África. Aunque en la industria maderera no era tan común ver negreros con látigo en mano, como sucedía en otras partes de las Américas, las condiciones de vida eran deplorables y los maltratos estaban a la orden del día. Muchos esclavos se sublevaron o se suicidaron, y otros se escaparon y establecieron comunidades independientes dentro del territorio beliceño. En 1862, Belice llegó a ser una colonia británica, y en 1981 consiguió la independencia. *

LAS SEMILLAS DE LA VERDAD EMPIEZAN A ARRAIGAR

Uno de los primeros Estudiantes Internacionales de la Biblia (ahora testigos de Jehová) que llegaron a Belice fue James Gordon, quien se había bautizado en Jamaica en 1918. Este joven de complexión delgada y voz queda partió de Jamaica en 1923 para vivir en Belice. Se estableció en un pueblo rural maya llamado Bomba, donde se casó y empezó a criar una familia. Aunque se encontraba lejos de sus hermanos cristianos, predicaba a sus amigos y vecinos.

¿Cómo llegaron las buenas nuevas del Reino al resto de esta colonia británica? En 1931, Freida Johnson, una estadounidense menuda que rondaba los 60 años, empezó a predicar sola en algunas partes de Centroamérica. Viajando a veces a caballo, visitó ciudades, pueblos y plantaciones bananeras esparcidas por la costa caribeña.

En 1933, Freida llegó a la ciudad de Belice y alquiló un cuartito a la señora Beeks. Todas las mañanas, antes de que Freida saliera, la señora la oía leer la Biblia y cantar un himno. Muchos reconocían el celo infatigable de Freida, pues, por ejemplo, ni siquiera dormía la siesta, como era costumbre en el trópico. Durante los seis meses que estuvo en Belice, despertó el interés de un panadero jamaicano llamado Thaddius Hodgeson. Y aunque ella principalmente predicaba en la ciudad de Belice, también se desplazaba a algunas zonas rurales, como el pueblo de Bomba, donde encontró al hermano James Gordon. Freida hizo una excelente labor al conseguir que los que abrazaban la verdad se conocieran y empezaran a reunirse.

MÁS PERSONAS ACEPTAN LA VERDAD

James Gordon y Thaddius Hodgeson siguieron predicando en sus respectivas zonas, y se mantenían en contacto a pesar de lo difícil que resultaba en aquellos tiempos. Ya para 1934, Thaddius escribió a la sede mundial, en Brooklyn, solicitando un aparato de reproducción de sonido y grabaciones de discursos bíblicos.

Los sábados por la noche, Thaddius reproducía discursos frente al edificio del Tribunal Supremo, en un parquecito que los soldados del cuartel militar habían utilizado para entrenar. A ese parque se le llamaba Campo de Batalla, y en eso precisamente se convirtió. En un lado, Thaddius reproducía discursos del hermano Rutherford, y en el otro tocaba la banda del Ejército de Salvación, acompañada de la retumbante tambora, o bombo, de un hombre llamado Beaumont Boman. Pero poco después Beaumont respondió al mensaje del Reino y se pasó al otro lado del “campo de batalla” para unirse a Thaddius. “Doy gracias a mi Dios, Jehová, por haber hecho que dejara aquella tambora”, dijo Beaumont.

Otro sitio idóneo para la predicación pública era un lugar conocido como Mule Park —frente al mercado—, donde se dejaban los carros tirados por mulas que transportaban mercancías hasta allí y las repartían por la ciudad. Thaddius, que era alto, moreno, bien parecido y famoso por su enérgica forma de discursar, solía predicar allí. Muchas personas sinceras, como James Hyatt y Arthur Randall (ambos de Jamaica), respondieron a las buenas nuevas a pesar del control que ejercía la cristiandad sobre los beliceños amantes de la Biblia.

En la zona norte de la ciudad de Belice, Thaddius empezó a celebrar reuniones en su panadería. Para ello tenía que empujar a un lado el mostrador e improvisar bancas colocando una tabla sobre dos sillas. En la zona sur, las reuniones se celebraban en la casa de Cora Brown. La hermana Nora Fayad recuerda que, cuando era niña, los pocos Testigos que vivían en su localidad solían reunirse en el patio de su vecino, Arthur Randall.

PREDICADORES TENACES

Muchos de aquellos primeros Testigos eran realmente incansables en la predicación. Por ejemplo, James (Jimsie) Jenkins era ciego, pero eso no impedía que caminara por toda la ciudad de Belice guiándose con su bastón. Molly Tillet cuenta que podía oírlo predicar en el mercado estando ella a dos manzanas de distancia. A James también se le recuerda por lo absorto que estaba en las reuniones: se sentaba ligeramente inclinado hacia delante apoyándose en su bastón para captar todo lo que se decía. Memorizó muchos textos bíblicos, que usaba después en la predicación.

A James Gordon, por su parte, se le conocía en las aldeas cercanas a Bomba por predicar a todo el que encontraba. En una mano llevaba un estuche de caoba lleno de publicaciones, y en la otra, un aparato de reproducción de sonido. Todos los domingos, antes del amanecer, remaba río arriba en su piragua (hecha de un tronco ahuecado) y luego recorría a pie muchos kilómetros predicando a la gente. Al anochecer se le veía volver agotado a su casa. Después de cenar dirigía un estudio bíblico a sus seis hijos hasta que ya no le quedaban fuerzas ni para sostener el libro.

En aquel tiempo, la esposa del hermano Gordon todavía no era Testigo. De hecho, un día aprovechó su ausencia para quemarle muchas de sus publicaciones bíblicas. Cuando James regresó y vio lo que ella había hecho, mantuvo la calma. Se limitó a decirle con voz firme: “¡Ni se te ocurra volver a hacerlo!”. A sus hijos les impactó mucho su autodominio porque sabían que aquello había sido un gran golpe para él.

ATRAÍDOS POR EL ESPÍRITU DE JEHOVÁ

Un domingo por la mañana, James le predicó a una devota mujer anglicana llamada Derrine Lightburn. Como la voz de James de por sí era queda, ella no alcanzó a escucharle todo y no sabía de lo que le estaba hablando. Sin embargo, se quedó con el libro El Arpa de Dios. Tiempo después, mientras Derrine estaba en la ciudad de Belice visitando a su tía, Alphonsena Robateau, un hombre llegó a la puerta de la cerca y les pidió permiso para entrar al patio.

“Se parece mucho al señor que me dejó aquel libro tan bonito que te mencioné”, le dijo Derrine a su tía.

Pero resultó que no era James Gordon, sino James Hyatt. Este les puso una grabación en su aparato de reproducción de sonido y le dejó a Alphonsena el libro El Arpa de Dios. Aunque ella estaba muy involucrada en la política junto con su hermana, Octabelle Flowers, ambas habían estado buscando la verdad. Por eso, cuando Alphonsena le empezó a contar a Octabelle lo que había escuchado aquel día, le dijo: “¿Sabes? Vino un hombre a hablarnos del Reino de Dios, y creo que eso es lo que estábamos buscando”. Octabelle se propuso estar presente en la siguiente visita del hermano y, finalmente, Alphonsena, Octabelle y Derrine abrazaron la verdad y se bautizaron en 1941.

La madre de Alphonsena y de Octabelle había fallecido recientemente, y su hija menor, Amybelle Allen, estaba tan afligida que le pidió a Dios que la dejara morir y que se la llevara también al cielo. Octabelle la invitó a escuchar la conferencia “¿Dónde están los muertos?”. Amybelle aceptó la invitación, y de ahí en adelante no dejó de asistir a las reuniones.

“Bastaba con que aquellas personas leyeran las publicaciones y asistieran a las reuniones para que el espíritu de Jehová influyera en ellas y las atrajera a la verdad —comenta Olga Knight, hija de Derrine—. Les emocionaba tanto lo que aprendían que enseguida se lo contaban a los demás.”

Por ejemplo, el padre de Olga, Herman Lightburn, aceptó el mensaje tras haber leído el libro Hijos mientras estuvo en el hospital. Estaba tan entusiasmado por lo que iba aprendiendo, que todos los viernes alquilaba un camión para llevar al grupo de publicadores a predicar a las poblaciones cercanas. También predicó por toda el área rural de Black Creek, donde tenía una granja.

“Mis padres predicaban a lo largo del río Belice —recuerda Olga—, y la gente llegaba con sus faroles por las noches para escucharlos. Cuando estábamos de vacaciones en la granja, mis padres, mi tía Amybelle, mi prima Molly Tillet y yo salíamos todas las mañanas en fila india hacia Crooked Tree montados en los caballos de mi padre. Una vez allí, mientras los caballos pastaban, dirigíamos estudios bíblicos a las personas interesadas. Y algunas de aquellas familias entraron en la verdad.”

El primer grupo de publicadores se bautizó en 1941 en las aguas caribeñas de la ciudad de Belice. Uno de ellos fue George Longsworth, quien sirvió de precursor desde entonces hasta 1967, cuando falleció a la edad de 87 años. George se centró mayormente en el interior del país, donde recorrió kilómetros y kilómetros montado a caballo predicando en pueblos y aldeas vírgenes. A los nuevos les animaba mucho ver su constante celo en el ministerio y su asidua asistencia a las reuniones. Jehová se valió plenamente de aquellos fieles y celosos siervos suyos para atraer a su organización a las personas sinceras.

LLEGAN LOS PRIMEROS MISIONEROS

El 5 de octubre de 1945 llegaron dos graduados de la primera clase de Galaad: Elmer Ihrig y Charles Heyen. Pero el día anterior, un huracán había azotado una región ubicada a 160 kilómetros (100 millas) al sur de la ciudad de Belice. Como los 16 kilómetros (10 millas) de carretera entre el aeropuerto y la ciudad estaban inundados, los dos misioneros fueron transportados en grandes camiones del ejército. Thaddius Hodgeson colocó delante de su casa unos bloques de cemento y cajas de madera para que cuando llegaran los dos hermanos pudieran entrar sin mojarse los pies.

Los hermanos de Belice esperaban con ansia la llegada de los primeros misioneros. A fin de conocerlos, James Gordon, León Requeña y Rafael Medina estuvieron dispuestos a viajar desde el norte del país hasta la ciudad de Belice, un trayecto nada fácil en aquel entonces. “No había carretera alguna que conectara el norte con la ciudad de Belice —explica Ismael Medina, nieto de Rafael—. Solo había ‘picados’, senderos llenos de baches por los que transitaban carros tirados por mulas. Como en todo el trayecto no había casas, dormían donde les alcanzaba la noche, a pesar de las serpientes. Tan pronto como conocieron a los misioneros y recibieron instrucciones y publicaciones, los tres regresaron a pie por el mismo camino. Fueron días enteros de viaje.”

James Hyatt presentó públicamente a los dos misioneros en Mule Park de la forma más inusual. Empezó con un discurso en el que atacaba duramente al clero por sus enseñanzas falsas, y algunos de los presentes, ofendidos, se pusieron a lanzar improperios. Cuando terminó su discurso, James señaló sin más a los dos misioneros y exclamó: “¡Aquí les entrego a estos dos!”. Eso fue todo lo que dijo.

Era evidente que aquellos primeros Testigos amaban a Jehová y las verdades de la Biblia, y odiaban las enseñanzas falsas. Pero también era obvio que los misioneros, con su valiosa experiencia, podrían ayudar a los entusiastas publicadores a ser más eficaces en su ministerio.

Los dos misioneros comenzaron su predicación en la ciudad de Belice, que en aquel tiempo tenía 26.700 habitantes. Estaba construida sobre un terraplén, con lo que simplemente se consiguió que quedara a unos 30 centímetros (un pie) sobre el nivel del mar, y por eso no tenía un buen drenaje. Además, la zona era calurosa y húmeda. Aunque las casas no contaban con agua corriente, en casi cada patio había un gran tanque de madera para recoger el agua de lluvia durante la estación lluviosa. Pero a veces diluviaba sin piedad, como en 1931, cuando un huracán destruyó la ciudad y mató a más de dos mil personas.

LA OBRA PROGRESA PESE A LAS RESTRICCIONES

Si bien la actividad de los testigos de Jehová en Belice nunca estuvo proscrita, el gobierno sí prohibió nuestras publicaciones por un tiempo durante la II Guerra Mundial. No obstante, poco antes de la llegada de los misioneros, se levantaron las restricciones.

Ahora bien, en La Atalaya del 1 de agosto de 1947 se publicó lo siguiente sobre la actividad de aquellos dos misioneros: “En el interior [del país] un sacerdote católico romano todavía trata de que se imponga la prohibición en contra de la literatura recibida por correo. El [clero] católico romano resiente la presencia de estos dos misioneros de los testigos de Jehová; y un sacerdote americano [de origen] irlandés [...] se indignó de que el gobierno de la colonia británica los permitiera en el país. [...] Los dos [misioneros] le recordaron al sacerdote que él mismo pretendía ser un americano, y [este se esfumó avergonzado cuando le demostraron con datos] de las prisiones americanas que el sistema católico romano no era verdadero guardián de la moral [...] de la gente de los Estados Unidos”.

En 1944, siete publicadores informaron su actividad, y esos fueron los primeros datos exactos que se recibieron de Belice. A fin de ser más eficaces en su ministerio, los publicadores empezaron a utilizar tarjetas de testimonio cuando iban de casa en casa. Al año de haber llegado los misioneros, ya había dieciséis publicadores.

En 1946 visitaron el país Nathan H. Knorr y Frederick W. Franz, de la sede mundial, y establecieron una sucursal. El hermano Knorr pronunció un discurso sobre asuntos de organización y explicó la necesidad de utilizar los formularios pertinentes para los informes del servicio del campo. El hermano Franz animó a la congregación a mostrar misericordia a los demás llevándoles el mensaje del Reino. Otro día de esa misma semana, el hermano Knorr habló ante un auditorio de 102 personas, entre quienes había muchos simpatizantes. Tras explicar por qué estos últimos debían alegrarse de estar con el pueblo de Jehová, los invitó a estudiar la Biblia regularmente con los Testigos.

Ese mismo año llegaron Charles y Annie Ruth Parrish junto con Cordis y Mildred Sorrell. En 1948 se les unieron tanto Truman Brubaker como Charles y Florence Homolka. En vista del gran trabajo que había por delante, fueron muy bien acogidos.

MUCHO TRABAJO QUE HACER

‘En aquel entonces solo había una pequeña congregación, y ninguna en las afueras —escribió Elmer Ihrig—. Solía ir a estos lugares y quedarme unas dos semanas, sembrando la semilla mediante libros, suscripciones y discursos.’ Durante su primer año en Belice, Charles Heyen viajaba en camión hasta Orange Walk para predicar y animar a los hermanos a que celebraran reuniones con regularidad.

La única manera de llegar a las ciudades del sur era por barco. Elmer y Charles viajaron en la embarcación Heron H para llegar a las ciudades costeras de Stann Creek (ahora Dangriga) y Punta Gorda, lugares donde vivían la mayoría de los garífunas. Su objetivo era dar comienzo a la predicación allí. En aquel entonces, llegar a Punta Gorda desde la ciudad de Belice tomaba treinta horas. Elmer hizo ese viaje y pronunció un discurso público ante unas veinte personas en el vestíbulo del hotel donde se hospedó.

Olga Knight, por otra parte, recuerda que cuando su familia iba al pueblo rural de Crooked Tree, donde su padre conducía reuniones en la ribera arbolada del río, Elmer los acompañaba. Los hermanos de Belice apreciaban mucho la humildad y el arduo trabajo de los misioneros.

En 1948 ya había un promedio de 38 publicadores, y se habían formado cuatro congregaciones fuera de la ciudad de Belice. Esas congregaciones estaban constituidas por puñados de publicadores que vivían en comunidades rurales, como la familia Lightburn, de Black Creek; la familia Gordon, de Bomba; las familias Humes y Aldana, de Santana, y los hermanos Requeña y Medina, de Orange Walk. Los misioneros y los precursores especiales se centraron en la ciudad de Belice, como les habían sugerido. Su esforzada labor se vio bendecida, pues una cantidad cada vez mayor de personas sinceras llegaron a servir a Jehová.

La siguiente visita del hermano Knorr, que tuvo lugar en diciembre de 1949, fue muy oportuna y fortalecedora. Una noche estuvo hablando en el hogar misional sobre los retos a los que se enfrentan los misioneros. Por ejemplo, había muchos publicadores nuevos que deseaban servir a Jehová pero no veían la necesidad de dedicar su vida a él y bautizarse. El hermano Knorr recordó a los misioneros que debían tener paciencia y aguante, y amar a las personas del territorio. Además los encomió por todo lo que habían logrado.

SE DENIEGA LA ENTRADA DE MÁS MISIONEROS

Para 1957, los hermanos notaban que el gobierno controlaba mucho las actividades de los testigos de Jehová en Belice. Por ejemplo, cuando se presentó una de las películas de la organización en Orange Walk, un policía preguntó a los hermanos de la sucursal a qué hora habían llegado al pueblo y a qué hora se marcharían. Les dijo que necesitaba saberlo para notificárselo al jefe de policía, y añadió que, con un fin parecido, se había enviado a un policía vestido de civil a una asamblea reciente.

Entre 1951 y 1957, otros diez misioneros recibieron permiso para entrar en el país. Pero, de pronto, en junio de 1957, la sucursal recibió una carta de la central de policía e inmigración que decía: “El gobierno de Honduras Británica [ahora Belice] ha decidido que a partir de este momento no se permitirá la entrada de más ministros extranjeros de su Sociedad”. Los hermanos solicitaron una cita con el gobernador para averiguar por qué se había tomado esa decisión, pero no se la concedieron.

Aunque a otras religiones también se les denegaba la entrada de nuevos misioneros a Belice, sí podían reemplazar a los que se marchaban. Pero cuando los testigos de Jehová necesitaron reemplazar a dos misioneros, no se les otorgó el permiso. En 1960, los hermanos escribieron a las autoridades de Belice y de Gran Bretaña indicando que no estaban pidiendo permiso para recibir nuevos misioneros, sino tan solo para reemplazar a los que tuvieron que marcharse.

La respuesta fue tajante: “El gobernador en consejo ha decidido no permitir la entrada a Honduras Británica de más misioneros de la Watch Tower Bible and Tract Society”.

Cuando los hermanos solicitaron una entrevista, les dijeron: “El gobernador en consejo decidió en 1957 que no iba a permitir la entrada a Honduras Británica de más misioneros de su Sociedad; y en estas circunstancias, Su Excelencia opina que para él no tiene ningún sentido tratar este asunto con ustedes”. Parecía que los hermanos se encontraban en un callejón sin salida.

Finalmente, tras casi cinco años de reiteradas peticiones, en octubre de 1961, la sucursal recibió una carta de la Administración de Belice que decía: “Debo informarles que el gobierno de Honduras Británica ha analizado sus últimas peticiones y ha decidido que, por el momento, permitirá la entrada al país de más misioneros extranjeros para reemplazar a los que ya están aquí”. Así fue como en 1962 consiguieron entrar al país Martin y Alice Thompson, de Jamaica, en calidad de misioneros.

EXENTOS DE TRABAS

Era obvio que los adversarios religiosos habían tratado de frenar nuestra obra, pero ¿lo consiguieron? El informe del año de servicio 1957 reflejó un máximo de 176 publicadores en siete congregaciones. Belice tenía en ese entonces 75.000 habitantes, con lo que la proporción de publicadores era de 1 por cada 400 personas. En el informe del año de servicio 1961 constaban 236 publicadores, lo que suponía un 34% de aumento y una proporción de 1 publicador por cada 383 personas. Esas cifras eran prueba del cumplimiento de la siguiente promesa de Jehová: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito, y sea cual sea la lengua que se levante contra ti en el juicio, la condenarás” (Isa. 54:17). La predicación continuó sin trabas.

Muchas personas que estudiaban la Biblia vivían con su pareja sin estar legalmente casadas, y algunas cambiaban a menudo de pareja. No obstante, tan pronto como aprendían las elevadas normas de Jehová, muchos estuvieron dispuestos a hacer grandes sacrificios económicos y de otro tipo para estar debidamente casados. Hubo quienes ya tenían más de 80 años de edad cuando legalizaron su matrimonio.

SURGE LA NECESIDAD DE UN SALÓN DEL REINO PROPIO

En diciembre de 1949, los hermanos pagaron por adelantado el uso del salón Liberty Hall en la ciudad de Belice para presentar una serie de cuatro discursos en enero de 1950. Un día antes de que se presentara el último discurso, se anunció por la radio que al día siguiente se celebraría en ese salón el funeral de alguien importante. Aunque los hermanos recurrieron varias veces a los dueños del local, un grupo de personas entraron e interrumpieron el discurso especial con sus ruidosos preparativos para el funeral. Los hermanos finalmente tuvieron que pedir a la policía que interviniera. Era obvio que necesitaban un Salón del Reino propio. Además, las salas disponibles se utilizaban como clubes y salones de baile, y los alquileres eran muy altos.

“El domingo pasado por la noche tuvimos una asistencia de 174 para el Estudio de La Atalaya —contó Donald Snider, el superintendente de la sucursal en aquel entonces—. La sala no puede acomodar, ni con mucho, a tantas personas, por lo que no pocos tienen que quedarse de pie. Al estar tan abarrotada, el calor es inaguantable.” Y eso no era todo, la sucursal y el hogar misional tuvieron que trasladarse varias veces a diversos locales alquilados.

En septiembre de 1958 se empezó a construir un edificio de dos plantas. La planta baja albergaba la pequeña sucursal y un hogar misional, y todo el nivel superior, un auditorio. La construcción concluyó en 1959, con lo que la congregación de la ciudad de Belice por fin tenía su propio Salón del Reino.

CRECIMIENTO EN EL CAMPO ESPAÑOL

Uno de los campos en los que más crecimiento espiritual ha habido en Belice ha sido el de habla hispana. En 1949 había lugares donde se hablaba español, pero ninguno de los misioneros sabía ese idioma. No obstante, posteriormente se enviaron algunos que sí hablaban español, como el hermano Leslie Pitcher, que llegó en 1955. Su asignación fue Benque Viejo, ciudad con población de habla hispana situada en el oeste de Belice, cerca de la frontera con Guatemala. ¡Qué sorpresa la suya cuando, al llegar, algunas personas ya lo estaban esperando! ¿Cómo era posible?

Aproximadamente un año antes, en la ciudad guatemalteca de San Benito, más al oeste, Natalia Contreras había aprendido la verdad y se bautizó. Cruzó la frontera para predicar en Belice a unos familiares que vivían en Benque Viejo. Uno de ellos, Serviliano Contreras, puso mucha atención a lo que explicaba Natalia, Biblia en mano, sobre la adoración de ídolos, y aceptó la verdad. Fue un Testigo fiel hasta el día de su muerte, en 1998, a los 101 años de edad. Muchos de sus hijos y nietos son Testigos. En aquellos días, el territorio del grupito de publicadores de Benque Viejo se extendía por el otro lado de la frontera con Guatemala hasta la ciudad de Melchor de Mencos, donde celebraban reuniones. Con el tiempo se llegó a formar una congregación en Melchor de Mencos. Hasta el día de hoy, la congregación beliceña de Benque Viejo se caracteriza por el celo que manifiesta.

Volviendo a los primeros años de la obra, ya en 1956 se presentaban en español algunas partes del programa de las asambleas de circuito y distrito. Pero la primera asamblea de circuito completa en español se celebró en febrero de 1968, en el Salón del Reino de Orange Walk. Asistieron 85 personas y se bautizaron cuatro.

Algunos Testigos de habla hispana, como Marcelo Dominguez, Rafael Medina, y Dionisio y Catalina Tek, asistían fielmente a las reuniones y asambleas que se celebraban en inglés, pese a su limitado conocimiento de esa lengua. Por fin, en octubre de 1964 se formó una congregación de habla hispana en Orange Walk, compuesta de veinte publicadores procedentes de la congregación inglesa.

Durante la década de 1980, muchas personas entraron en Belice huyendo de las guerras civiles que se libraban en El Salvador y Guatemala. Entre ellas hubo varias familias cristianas de habla hispana con miembros que eran ancianos, siervos ministeriales y precursores. Tanto ellos como algunos misioneros bilingües de otros países hispanos contribuyeron significativamente al crecimiento de la obra en este idioma.

“LOS CRISTIANOS VERDADEROS PREDICAN DE CASA EN CASA”

Cierto día, dos desconocidas llamaron a la puerta de Margarita Salazar, que vivía en Orange Walk, y le preguntaron: “¿Conoce a una testigo de Jehová llamada Margarita Salazar?”. Eran Teófila Mai —joven de 23 años— y su madre, procedentes de August Pine Ridge, un pueblo situado a 34 kilómetros (21 millas) al suroeste de Orange Walk. ¿Por qué buscaban a Margarita?

Teófila explica: “Aproximadamente un año antes, mi bebé de nueve meses estaba muy enfermo. Así que lo llevé al otro lado de la frontera, al pueblo de Botes, para consagrarlo a Clara de Asís, más conocida como santa Clara virgen. El viaje lo hice en el asiento delantero de un camión. El conductor, que vivía en nuestra zona, me empezó a dar testimonio. Al preguntarme por qué llevaba a mi bebé a Botes, me dijo que la Biblia no aprueba la veneración de imágenes. Eso me llamó mucho la atención. Con el tiempo, aquel señor me enseñó muchas verdades bíblicas que había aprendido de los testigos de Jehová.

”En otro viaje —continúa Teófila—, el conductor del camión me dijo que los cristianos verdaderos predican de casa en casa. Me explicó que los testigos de Jehová lo hacían y que leían a la gente textos como Sofonías 1:14 y 2:2, 3. Así que, con mi bebé en un brazo y mi otro hijito de la mano, me fui de casa en casa en August Pine Ridge, y les leía a mis vecinos esos versículos. Más adelante, el señor me sugirió que, si realmente quería saber la verdad, tenía que estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Me habló del matrimonio Salazar y me dio su dirección en Orange Walk. Como yo nunca había estado en Orange Walk, le pedí a mi madre que me acompañara.”

Margarita Salazar recuerda la mañana en que Teófila y su madre la visitaron. “Me hicieron muchas preguntas de la Biblia —explica—, y tuvimos una larga conversación. Querían saber si era cierto que los testigos de Jehová ayudan a la gente a entender la Palabra de Dios, sin importar lo lejos que tengan que viajar para hacerlo. Les respondí que sí, y les prometí que cada dos semanas iríamos a su pueblo para darles clases de la Biblia.”

Cuando Margarita y Ramón, su esposo, llegaron a August Pine Ridge, Teófila tenía reunidos para el estudio a seis familiares adultos. Más adelante, los precursores de Orange Walk empezaron a acompañar regularmente al matrimonio Salazar en su viaje de 34 kilómetros (21 millas) por un camino estrecho, sin pavimentar y lleno de baches. Mientras ellos predicaban, Teófila y su familia estudiaban la Biblia con los Salazar. Amybelle Allen solía quedarse a dormir en el pueblo para poder conducir estudios bíblicos. Teófila se bautizó en 1972, a los cinco meses de haber empezado a estudiar la Biblia. En 1980 se formó una congregación en August Pine Ridge, y con el paso de los años, 37 miembros de la familia de Teófila han abrazado la verdad.

CAMPAÑAS DE PREDICACIÓN POR LA PLUVISELVA

Aunque la ciudad de Belice y las poblaciones más grandes del país se abarcaban a fondo, el territorio rural no se cubría con regularidad. Algunos de los primeros misioneros habían viajado en barco a las ciudades del sur, pero con el tiempo se construyó una carretera que unía los distritos sureños de Stann Creek y Toledo con el resto del país. Así que a principios de 1971, la sucursal dispuso que cada año se realizaran campañas de predicación por la pluviselva, localmente llamadas bush trips, para llevar el mensaje a los mayas kekchíes y mopanes de las partes más aisladas de la selva.

Los publicadores, tanto hermanos como hermanas, usaban vehículos alquilados y piraguas para poder visitar pueblos y ciudades desde Dangriga hasta Punta Gorda y llegar todavía más al sur, como al pueblo de Barranco, cerca de la frontera con Guatemala. En algunos viajes iba un grupo en una camioneta y de dos a cuatro motociclistas. Cada noche la pasaban en un pueblo diferente, y de día, mientras el grupo predicaba en el pueblo, una o dos parejas de motociclistas se dirigían por senderos hacia las granjas más apartadas.

En el área de Punta Gorda, los varones caminaban de aldea en aldea con sus mochilas. Antes de predicar a los aldeanos, a menudo tenían que hablar con el alcalde en el cabildo, el lugar donde se reunían los ancianos del pueblo.

“En una aldea —cuenta el misionero Reiner Thompson—, los hermanos llegaron cuando los hombres estaban reunidos en el cabildo hablando sobre cómo cosecharían el maíz. Al finalizar su reunión, pidieron a los hermanos —que estaban cansados y hambrientos— que les cantaran un cántico del Reino.” El hermano Thompson agrega que, aunque no llevaban cancionero, “cantaron con toda el alma, y a los hombres les fascinó”. Con el tiempo se formaron congregaciones en Mango Creek y después en San Antonio, una de las poblaciones mayas más grandes.

“A veces caminábamos de un pueblo a otro por las noches para cumplir con nuestro programa —comenta Santiago Sosa—. Nos acostumbramos a andar en fila india por el centro del camino en vez de por las orillas, pues en los arbustos había serpientes. También nos acostumbramos a beber de los bejucos de agua cuando se nos terminaba el agua.”

De vez en cuando el grupo se dividía en grupitos de dos o cuatro para predicar en distintas partes del pueblo y, al atardecer, todos los hermanos se juntaban de nuevo. Solían quedarse dos preparando la comida. “En ocasiones era un desastre —recuerda Santiago riéndose—, pues algunos no sabían cocinar. Me acuerdo que un día miré la comida y pregunté: ‘¿Y esto qué es?’. El cocinero me contestó: ‘No sé, pero es comida’. Como ni él mismo sabía lo que era, creímos que convendría dárselo a probar primero a un perro hambriento que andaba por allí. Pero ni él se lo quiso comer.”

KEKCHÍES ACEPTAN LA VERDAD

Rodolfo y Ofelia Cocom se trasladaron de la ciudad de Corozal a Crique Sarco, un aislado pueblo kekchí en el sur del país. Ofelia se crió en este pueblo, al que los Testigos solo iban durante las campañas anuales de predicación por la pluviselva. Cuando ella tenía unos 14 años, halló bajo un naranjo el libro La verdad que lleva a vida eterna. Al leerlo, le entraron ganas de aprender más. Pero no pudo hacerlo hasta que, ya casada y viviendo en Corozal, ella y su esposo empezaron a estudiar la Biblia con Marcial y Manuela Kay, ambos precursores especiales.

En 1981, cuando los Cocom llegaron a Crique Sarco, Rodolfo se desplazó a Punta Gorda para contactar con los Testigos. El recorrido tomaba por lo menos seis horas, viajando a pie y en barco, tanto por río como por mar. Allí conoció a un precursor llamado Donald Niebrugge, quien se ofreció a darle a él y a su esposa un estudio bíblico por correspondencia. No obstante, había un problema: Crique Sarco no tenía oficina de correos.

Donald comenta: “Pregunté en la oficina de correos de Punta Gorda cómo podía enviar correspondencia a Crique Sarco, y me dijeron que el sacerdote iba a ese pueblo una vez a la semana”. Así que, durante unos seis meses, el sacerdote llevaba y traía las cartas del estudio bíblico sin saber que estaba sirviendo de cartero para los testigos de Jehová.

“Cuando el sacerdote se enteró de qué trataban nuestras cartas —dice Donald—, se molestó mucho y ya no quiso llevarlas más.”

Durante aquellos seis meses, Donald había hecho varios viajes a Crique Sarco para visitar a los Cocom. En la siguiente campaña de predicación, Rodolfo empezó a participar en el servicio del campo. Donald cuenta: “Nos lo llevamos por cuatro días para predicar en diversas aldeas. La compañía de los hermanos en aquella campaña le ayudó mucho a progresar”.

“Ofelia y yo salíamos a predicar en nuestro pueblo —explica Rodolfo—, éramos los únicos que lo hacíamos. Aunque mi suegra se oponía mucho, las personas que estudiaban conmigo enfrentaban más oposición que nosotros. A algunos les negaban las medicinas, los víveres y la ropa que se donaban al pueblo. Mi esposa y yo nos dimos cuenta de que si nos quedábamos en Crique Sarco, no creceríamos espiritualmente. Como queríamos seguir estudiando y veíamos la necesidad de asistir a las reuniones, nos trasladamos a Punta Gorda. Allí progresamos, y en 1985 nos bautizamos.” Actualmente, los Cocom pertenecen a la congregación de Ladyville, donde Rodolfo es siervo ministerial.

CAMPAÑAS DE PREDICACIÓN POR EL MAR

Todos los años se organizaban campañas para predicar en los cayos y las poblaciones del litoral. En aquel tiempo había pueblos a los que no se podía llegar por tierra, como Hopkins, Seine Bight, Placencia, Punta Negra y Monkey River Town. Durante la temporada baja de la pesca de langostas, Polito Bevens emprendió un viaje de dos semanas en su embarcación con dos precursores y dos misioneros para predicar de norte a sur en todas las poblaciones.

Donald Niebrugge, quien solía participar en las campañas anuales de predicación por la pluviselva y por el mar, recuerda gratamente la ocasión en que le pidieron a Ambroncio Hernandez que los llevara en su barco de vela para realizar una campaña por el mar. Tras esa experiencia, Ambroncio, al que apodaban con cariño Bocho, empezó a estudiar la Biblia.

“Al año siguiente, cuatro de nosotros hicimos planes para llevar a cabo una campaña de dos semanas por toda la costa —comenta Donald—, pero para entonces Bocho había vendido su barco. Así que nos habló de otro pescador, quien estuvo dispuesto a llevarnos junto con su socio y con Bocho. Y ahí estábamos nosotros, dos parejas de precursores especiales viajando con tres pescadores. Cabe decir que en aquella campaña, Bocho comenzó a participar en el servicio del campo. En Placencia, como había muchos yates amarrados en el puerto, nos pusimos a predicar de yate en yate. El pescador y su socio cooperaron mucho con nosotros durante aquellas dos semanas. En cierta ocasión, cuando regresamos después de un día entero de predicación en un pueblo, los dos hombres habían comprado pollo y nos habían preparado la comida en una hornilla de queroseno.” Un año después, para la siguiente campaña por el mar, Bocho ya estaba bautizado. Actualmente lleva dieciocho años de anciano en la ciudad de Belice.

SE PREDICA EN TERRITORIOS NO ASIGNADOS

En el sur de Belice se encuentra el distrito de Toledo, de relieve ondulante, cubierto por densas selvas y salpicado de aldeas mayas (mopanes y kekchíes) con sus características casas de techo de palma y piso de tierra. La mayoría de los aldeanos llevan una vida bastante dura. Realizan las faenas del campo con simples azadones, y durante las épocas de sequía tienen que acarrear a pie el agua que necesitan para regar los campos de cultivo de maíz, frijoles y cacao. Muchas mujeres tejen cestas y hacen los tradicionales bordados kekchíes para las tiendas de recuerdos del país. En cuanto a los jóvenes, cada vez son más los que se van de las aldeas para estudiar o trabajar en otras zonas más pobladas.

En 1995, Frank y Alice Cardoza fueron invitados a servir de precursores especiales temporeros durante abril y mayo para ayudar a distribuir en el distrito de Toledo el tratado Noticias del Reino número 34, titulado “¿Por qué hay tantos problemas en la vida?”. Frank recuerda: “Yo ya había participado en una campaña de predicación por esa zona, y me había dado cuenta de que para ayudar a los mayas a conocer las buenas nuevas, lo mejor era que alguien se mudara allí. En esa ocasión, la sucursal me recomendó que alquilara una vivienda en San Antonio, organizara un grupo de estudio de la Biblia y pronunciara la conferencia especial. Debíamos distribuir el tratado Noticias del Reino tanto en San Antonio como en otras ocho aldeas”.

El matrimonio Cardoza atendía semanalmente un grupo de estudio en su vivienda alquilada —un sótano de una sola habitación—, y a las pocas semanas ya asistían de tres a cuatro familias. Aquellas personas interesadas también acompañaban a los Cardoza en su vieja camioneta hasta Punta Gorda —un viaje de una hora por un sendero de tierra lleno de baches— para asistir a la Escuela del Ministerio Teocrático y la Reunión de Servicio. El primer mes, Frank pronunció la conferencia especial en San Antonio. Jesús Ich, uno de los que asistieron por primera vez, estuvo muy atento al discurso. Como pertenecía a la Iglesia del Nazareno, lo que más le sorprendió fue saber que el origen de la doctrina del infierno es totalmente pagano y que el infierno del que habla la Biblia es la sepultura adonde va toda la humanidad. Al concluir la reunión, llevó a un lado a Frank y le hizo un montón de preguntas sobre el tema. Empezó a estudiar la Biblia, y un año después se bautizó.

Al concluir su asignación de dos meses como precursores especiales temporeros, los Cardoza tuvieron que tomar una decisión importante. “Habíamos empezado muchos estudios —recuerda Frank—, más de los que podíamos atender. Ni el corazón ni la conciencia nos permitían regresar a la cómoda casa que teníamos en Ladyville. Pero si decidíamos quedarnos en San Antonio, podíamos alquilar los altos de la casa donde estábamos en lugar del sótano, y así vivir más a gusto. Yo instalaría un pequeño lavamanos y una canaleta para recoger el agua de lluvia. Con el tiempo hasta podríamos tener electricidad y un inodoro con cisterna. Oramos a Jehová para que nos dirigiera, seguros de que con su bendición se podría formar una congregación en esa zona. Finalmente escribimos a la sucursal para informarles que nos gustaría quedarnos en San Antonio como precursores regulares.”

Enseguida se hizo obvio que Jehová estaba bendiciendo la decisión de los Cardoza. En noviembre, tan solo seis meses después, celebraron la primera Reunión Pública en su vivienda. Y en abril del año siguiente empezaron a celebrar en San Antonio la Escuela del Ministerio Teocrático y la Reunión de Servicio. ¡Qué contentos estaban ahora los miembros de aquel grupito! Ya no tenían que viajar cada semana 65 kilómetros (40 millas) de ida y vuelta hasta Punta Gorda.

“SUS AMENAZAS NO IBAN A DETENERME”

El grupo de estudiantes sinceros de la Biblia de San Antonio pronto empezó a progresar, y su amor por la verdad era realmente conmovedor. “En estas aldeas —explica Frank—, la gente es muy tímida, sobre todo las mujeres, que por tradición son sumisas al padre y al esposo. No acostumbran a hablar con desconocidos. Por eso les costaba mucho participar en el ministerio de casa en casa.”

Priscilian Sho, que para entonces tenía 20 años, era una publicadora no bautizada que deseaba de corazón predicar a sus vecinos. En cierta ocasión, Priscilian estaba haciendo revisitas con una de sus cuñadas, Amalia Sho, cuando, de pronto, se vieron ante un grave problema.

Priscilian recuerda: “No le había dicho a mi padre que iba a salir a predicar porque me lo había prohibido y yo le tenía miedo. Aquel domingo por la mañana, durante el ministerio, vi a mi padre delante de la iglesia bautista a la que asistía. Al principio, Amalia y yo nos agachamos entre la hierba para que no nos viera. Pero entonces le dije: ‘¿Sabes qué? Jehová nos está viendo. Debemos sentir temor de desagradar a Jehová, no a mi padre’”.

Aunque él se puso muy furioso, Priscilian sabía que todavía le esperaba algo mucho más difícil, pues su padre se oponía con violencia a que ella se hiciera testigo de Jehová. Estuvo orando mucho al respecto hasta el día antes de la asamblea en la que iba a bautizarse. Entonces se armó de valor y le dijo a su padre:

—Mañana voy a ir a la ciudad de Belice.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó él.

—Me voy a bautizar —respondió Priscilian—. Voy a hacer lo que Jehová desea que haga. Yo te quiero mucho, pero también tengo que amar a Jehová.

—¿Vas a bautizarte? —replicó airadamente.

—Así es —contestó Priscilian—. Hechos 5:29 dice que tengo que obedecer a Dios más bien que al hombre.

Él se marchó airado. Priscilian recuerda: “No me sentí segura hasta que me subí al camión, lista para marcharme a la asamblea. No sabía lo que mi padre me iba a hacer cuando regresara de la asamblea, pero lo que sí sabía era que para entonces ya me habría bautizado. Así que aunque me matara, yo habría hecho lo correcto”.

Si bien el padre de Priscilian no le hizo daño cuando volvió a casa, posteriormente la amenazó de muerte. “Pero se dio cuenta de que sus amenazas no iban a detenerme —añade Priscilian—, y desde entonces se ha ablandado bastante.”

DE ACÉRRIMO OPOSITOR A CRISTIANO FIEL

El celoso grupo recién formado en San Antonio continuaba progresando. De repente, sin embargo, los Cardoza recibieron una carta del ayuntamiento local en la que se les ordenaba salir del pueblo. Poco antes, tras haber pagado una tarifa de solicitud, Frank había obtenido el permiso del ayuntamiento para quedarse. Pero ahora, un hombre importante del pueblo estaba decidido a que los Cardoza fueran echados de allí. En una de las reuniones del ayuntamiento, tres estudiantes de Frank hablaron en su favor. Luego intervino el señor que alquilaba la casa al matrimonio Cardoza y dijo a los miembros del ayuntamiento que, si los desalojaban, el alquiler se lo cobraría a ellos. A continuación, Frank presentó una carta del Departamento de Catastro, la cual señalaba que al inquilino de una propiedad privada no se le podía echar. Finalmente, el ayuntamiento concedió a los Cardoza el permiso para quedarse.

El hombre interesado en que se echara a los Cardoza, Basilio Ah, era un ex alcalde que aún tenía mucha influencia política y se valía de ella para atacar por cualquier medio a los Testigos de la localidad. Cuando el grupito de hermanos quiso conseguir una propiedad para construir un Salón del Reino, les advirtió que jamás construirían un salón en San Antonio. A pesar de eso, los hermanos adquirieron un terreno y edificaron un Salón del Reino que, si bien era sencillo, también se veía bonito. La dedicación se celebró en diciembre de 1998 y, aunque parezca increíble, Basilio estaba entre los invitados. ¿Qué había sucedido?

Dos de los hijos de Basilio eran casados y tenían problemas familiares. Aunque él había pedido dos veces en su iglesia que les dieran ayuda, nunca la recibieron. Pero después sus hijos comenzaron a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. La esposa de Basilio, María, notó que estaban cambiando para bien y que su vida familiar estaba mejorando. Así que ella también pidió un estudio bíblico con los Testigos.

“Yo de veras quería conocer a Jehová —comenta María—, y le dije a mi esposo que deberíamos ir al Salón del Reino para saber más de Dios.” Pero a Basilio no le fue fácil, pues tenía que desarraigar de él la fuerte aversión que sentía por los Testigos y, en particular, por Frank Cardoza, al que se refería como “el extranjero ese”. No obstante, los cambios positivos que estaban haciendo sus hijos al aplicar los principios bíblicos le impresionaron tanto que decidió conocer por sí mismo a los Testigos. Tras unas cuantas conversaciones aceptó un estudio bíblico. ¿Y quién se lo iba a dirigir? Ni más ni menos que “el extranjero ese”, sí, Frank Cardoza.

“Había sido católico por sesenta años y solía ofrecer incienso a las imágenes de la iglesia —recuerda Basilio—. Sin embargo, lo que ahora estaba aprendiendo de Jehová se encontraba en su propio libro, la Biblia, y eso cambió mi forma de pensar. Me avergüenza la manera en que traté a Frank Cardoza, quien hoy es mi hermano. Reconozco que obré mal, pero es que defendía con fervor las cosas que, según yo pensaba, eran lo mejor para mi pueblo y mi religión. Finalmente abandoné las tradiciones mayas relacionadas con la curación espiritista —tan común en nuestros pueblos— y renuncié a mi participación en los movimientos políticos mayas.” En la actualidad, Basilio y María Ah son publicadores bautizados que sirven felices a Jehová.

Los siervos de Dios son conocidos por su amor, gozo y celo. Hay zonas aisladas en Belice donde, para predicar, muchos publicadores caminan tres horas o más subiendo y bajando cerros empinados, y no se pierden las reuniones. En cierta ocasión, por citar un caso, Andrea Ich tenía participación como ayudante en un discurso de la Escuela del Ministerio Teocrático. Ese día, ella y sus hijos habían caminado alrededor de cuatro kilómetros (dos o tres millas) por la selva para recolectar aguacates. Terminó con veintitrés picaduras de avispa. Con todo y eso, regresó a su casa, cocinó para su familia, fue a la reunión y cumplió con la asignación. Aunque su rostro estaba hinchadísimo, reflejaba felicidad. Es muy animador ver a nuestros queridos hermanos mayas que, pese a haber viajado todo un día en camión o autobús para asistir a una asamblea, irradian dicha por adorar unidos al único Dios verdadero, Jehová.

VARIOS HURACANES AZOTAN BELICE

Durante los pasados ciento quince años, Belice ha experimentado 51 huracanes y tormentas tropicales. Y desde 1930 ha habido doce huracanes que, o bien azotaron directamente al país, o bien pasaron lo bastante cerca como para causar graves daños y pérdidas de vidas. Uno de los más devastadores fue el huracán Hattie, que llegó la mañana del 31 de octubre de 1961, con ráfagas de hasta 300 kilómetros por hora (200 millas) y una marejada ciclónica que ocasionó cientos de muertes. La ciudad de Belice, a tan solo 30 centímetros (un pie) sobre el nivel del mar, quedó cubierta por una capa de lodo de 30 centímetros. La sucursal indicó lo siguiente en un informe: “Ningún hermano [de la ciudad de Belice] presenta heridas graves, pero en el caso de la mayoría, sus casas han quedado considerablemente dañadas o destruidas. Además, han perdido toda su ropa.

”Se están limpiando las calles con excavadoras, y grandes incendios consumen los restos de las casas. Aquí, en el hogar [misional], el agua llegó a más de medio metro (dos pies) del suelo, lo cual causó muchos daños. Afuera, las aguas alcanzaron una altura de tres metros (nueve pies), [...] pero lo bueno es que el hogar misional se construyó por encima del nivel de la calle. [...] Se pueden comprar muy pocos víveres [...], y se siguen desenterrando cuerpos.”

Diez días más tarde, la sucursal informó: “Las cosas [en Dangriga] están peor que aquí [en la ciudad de Belice]. La gente se ve obligada a trabajar ocho horas diarias para conseguir cupones con los que comprar lo necesario. El ejército lo controla todo, y el dinero no sirve de nada”. Dos chicos que eran publicadores activos murieron, y su padre se rompió las piernas cuando la casa se les derrumbó. Uno de los muchachos tenía doce años y siempre predicaba a sus maestros.

El ojo del huracán pasó entre la ciudad de Belice y Dangriga, donde la mayoría de los hermanos perdieron parcial o totalmente sus hogares y pertenencias. En los días subsiguientes, el gobernador promulgó ciertas restricciones, impuso un toque de queda y solicitó al ejército británico que hiciera cumplir tales medidas y disparara a los saqueadores. A los hombres, mujeres y niños que desobedecieran el toque de queda, se les encerraba en jaulas durante la noche.

A pesar de todo el caos, las reuniones de congregación y el ministerio del campo se reanudaron tan pronto como se pudo. La situación era difícil: mucha gente estaba refugiada en albergues, y afuera todo estaba inundado y lleno de lodo. No obstante, las personas necesitaban el mensaje consolador de las buenas nuevas del Reino, y los siervos de Jehová estuvieron dispuestos a llevárselo sin escatimar esfuerzos.

Las condiciones de vida eran muy malas, pero el amor y la generosidad de los Testigos de otros países levantaron el ánimo de nuestros hermanos beliceños. Llegaron veinticinco cajas de ropa y otros artículos de parte de varias sucursales, que se distribuyeron entre los Testigos y también entre muchos vecinos. Como el edificio que albergaba la sucursal y el Salón del Reino fue uno de los pocos que resistieron el embate del huracán, el gobierno solicitó el salón para alojar a los damnificados, y los hermanos accedieron de inmediato. *

“SEÑORA PRATT, ¿PODRÍA ORAR POR NOSOTROS?”

En octubre de 2000, el huracán Keith azotó a la población del cayo Ambergris —llamado también isla de San Pedro— con lluvias torrenciales y vientos de 205 kilómetros (125 millas) por hora que duraron tres días. En Ladyville, ubicada a 16 kilómetros (10 millas) al norte de la ciudad de Belice, cayeron en tres días 800 milímetros (32 pulgadas) de lluvia. Debido a las inundaciones, 42 hermanos se refugiaron en el Salón de Asambleas. Además, la tormenta destruyó casi todas las casas del cayo Caulker. Los cayos Ambergris y Caulker se quedaron varias semanas sin servicios de electricidad, agua y teléfono, y sus 57 publicadores perdieron todos o casi todos sus bienes. Ambos cayos, junto con los distritos de Belice, Orange Walk y Corozal, fueron declarados zona de desastre por el primer ministro. A fin de detener el saqueo, se impuso un toque de queda en las áreas afectadas.

Cecilia Pratt, una precursora especial que servía en el cayo Caulker, hizo caso de las advertencias de huracán y preparó una bolsa por si surgía la necesidad de buscar refugio. Ese mismo día acababa de recoger los informes de servicio de doce hermanas del cayo, y tenía planes de salir en el barco de la tarde para entregarlos a la sucursal. Con cuidado, envolvió en plástico los informes y los guardó en su bolsa de emergencia. Tal como se lo temían, ella y algunas de las hermanas tuvieron que refugiarse por la noche en una escuela hecha de hormigón, y las demás, en el centro social del cayo.

“El viento arrancó el techo de cinc de la primera aula en que estuvimos —cuenta Cecilia—, y todos nos vimos obligados a recoger nuestras cosas y correr hacia otra aula. Aunque el edificio era de hormigón, daba la sensación de que el viento lo sacudía. Cuando miramos hacia fuera, parecía que estábamos en medio del mar, pues no se veía el suelo. Nosotras nos mantuvimos juntas, orando intensamente. Éramos cuarenta personas de distintas religiones en el aula y todas estábamos aterradas. Hubo quienes hasta le atribuían a Dios lo que estaba pasando. Un predicador laico católico se me acercó y me dijo: ‘Señora Pratt, ¿podría orar por nosotros?’. Le respondí que, por ser mujer y no tener con qué cubrirme la cabeza, no podía hacerlo. Él me contestó: ‘Pues yo tengo una gorra’. No estaba segura de si estaría bien que hiciera una oración pública, pero deseaba dejar claro que Jehová no había mandado el huracán. Así que me puse a orar con las hermanas, procurando que todos me oyeran. Cuando terminé, al unísono dijeron ‘amén’, y sorprendentemente el viento se apaciguó. Y es que, en ese momento, el ojo del huracán estaba sobre nosotros. El predicador reconoció: ‘Fue una magnífica oración. Su Dios es el Dios verdadero’. Después de eso, no querían que ninguna de nosotras cinco saliéramos del refugio, y hasta nos dieron comida y café durante los siguientes tres días.

”Sin embargo, como yo estaba preocupada por las demás hermanas, salí a buscarlas a la mañana siguiente, cuando el viento había amainado. Se veían árboles caídos y destrozos dondequiera. El viento arrastró algunas casas hasta por 10 ó 15 metros (40 ó 50 pies). Primero fui al centro social, donde encontré a dos hermanas con sus hijas. Otra hermana, que había perdido su casa, también estaba sana y salva.”

La sucursal tuvo problemas para recopilar los informes de servicio de las congregaciones afectadas por la tormenta. Pero los del cayo Caulker fueron los primeros en llegar: Cecilia los había guardado en su bolsa de emergencia y se los entregó personalmente a los representantes de la sucursal que fueron a averiguar si las hermanas estaban bien.

Durante las siguientes semanas, los Testigos damnificados que vivían en los cayos recibieron provisiones de socorro y la ayuda de voluntarios para limpiar y reparar sus hogares. En el cayo Ambergris, también se restauró el Salón del Reino.

Merle Richert, un hermano del equipo de socorro del cayo Caulker, comenta: “Cuando llegamos, levantamos viviendas provisionales y organizamos la distribución de suministros. Al día siguiente empezamos a reparar las casas de los publicadores. Y el domingo por la mañana, todos salimos al servicio del campo. Luego acondicionamos el patio de una hermana como lugar de reunión: hicimos bancas y convertimos el viejo tocón de un cocotero en un atril. Ajustamos el horario de reunión para no interferir con el toque de queda de las 8.00 de la noche, y la asistencia para el discurso público y el Estudio de La Atalaya fue de cuarenta y tres”.

ENSEÑADOS POR JEHOVÁ EN LAS ASAMBLEAS

A fines de la década de 1960 se consiguió una carpa para celebrar asambleas en diversos lugares del país. No obstante, tomaba mucho tiempo montar aquellos “salones de asambleas”. Santiago Sosa explica: “Comenzábamos a principios de semana levantando la carpa, acarreando bancas del Salón del Reino y pidiendo prestadas sillas e incluso utensilios de cocina, pues en aquel tiempo servíamos comida en las asambleas. Cocinar y dejar todo preparado a menudo implicaba trabajar la noche entera. Pero a veces pasaba que, ya teniendo las cosas listas, soplaba un ventarrón durante la noche y lo tiraba todo. Al día siguiente teníamos que empezar de nuevo, pero nadie se quejaba”.

Jeanne Thompson recuerda una asamblea celebrada en una comunidad rural entre la ciudad de Belice y Orange Walk. Los hermanos tuvieron que desmontar el terreno junto al Salón de Reino para poder instalar la carpa y colocar las bancas. “Estuvo lloviendo durante toda la asamblea de distrito —comenta Jeanne—, y se inundó el área donde estaba la carpa. Así que tuvimos que sentarnos con los pies apoyados sobre la banca de enfrente. Poco nos imaginábamos que los alrededores estaban infestados de serpientes de coral. Gracias a la lluvia permanecimos bajo la carpa sin alejarnos del Salón del Reino. Habría sido muy arriesgado caminar por los matorrales.”

En la década de los setenta se empezaron a celebrar asambleas en Bird’s Isle, una islita tropical a unos 120 metros (400 pies) del extremo sureste de la ciudad de Belice. El propietario había construido un auditorio con techo de palma para fines recreativos que contaba con electricidad, agua y servicios sanitarios. Los hermanos hicieron un puente de madera para llegar a la isla, lo que facilitó el acceso a este tranquilo lugar en el cual se celebraron muchas asambleas.

En marzo de 1983, el gobierno arrendó un terreno en Ladyville para un Salón de Asambleas. Al principio, los hermanos levantaron una construcción provisional donde celebrar asambleas de circuito y de distrito, así como reuniones especiales. Pero más adelante, en 1988, se compró en Guatemala un edificio prefabricado de acero que se usaría como un Salón de Asambleas permanente en aquel mismo terreno de Ladyville.

PROGRESO EN EL CAMPO CHINO

Desde los años veinte se han establecido inmigrantes chinos en Belice, y a muchos les gusta leer nuestras publicaciones en su idioma. Por ejemplo, Roberta Gonzalez cuenta: “Quería predicarle a una amigable señora taiwanesa que era dueña de una panadería, pero sabía que a ella no le interesaba mucho la religión y que siempre andaba muy ajetreada. Estando un día en su negocio, le dejé el libro Los jóvenes preguntan en chino, pues sabía que era madre de dos adolescentes, y le dije que me gustaría que me diera su opinión después de leerlo. A los pocos días pasé con mi auto frente a su panadería y la vi haciéndome señas frenéticamente. Cuando me detuve, me dijo muy emocionada que había estado esperando que regresara. Comentó que la mayoría de los adolescentes taiwaneses empezaban a tener problemas al llegar a Belice, así que a todos ellos les hacía falta leer ese libro. Le pidió a su hijo que averiguara cuántas familias taiwanesas con adolescentes había en la ciudad, y me encargó dieciséis libros para regalárselos”.

En octubre de 2000, la sucursal organizó un curso de tres meses para aprender mandarín. Se invitó a los precursores y publicadores que desearan ayudar a las comunidades chinas de su territorio. Como resultado, se formó un grupo chino —apoyado por varios precursores— que con el tiempo llegó a ser congregación. A pesar de la fuerte oposición, algunos han respondido a las buenas nuevas y al amor de la congregación.

Monje Chen, por ejemplo, aceptó un estudio bíblico en 2006. Al principio, a su familia no le molestó, pero no tardaron en burlarse de él y ponerse en su contra. De pronto, vendieron todo lo que tenían, incluida la tienda que Monje administraba, y le dieron una hora para que renunciara a su nueva religión y se mudara con ellos a otro país. Como él se negó, se marcharon y lo dejaron sin nada. Monje se fue a vivir con un hermano en la fe y siguió estudiando la Biblia y asistiendo regularmente a las reuniones. “Cultivé una relación estrecha con Jehová —recuerda Monje—, y él me cuidó. Estudiar las Escrituras y meditar en ellas, así como el ánimo de los hermanos, me han ayudado mucho.”

Monje se bautizó en noviembre de 2008, y la actitud de su familia ha ido mejorando al ver los cambios en su conducta y forma de hablar. “La obediencia a Jehová no me hizo pobre —admite—, sino muy feliz. Jehová no me abandonó. Al contrario, me acogió en su pueblo, una amorosa y unida hermandad.”

LA SUCURSAL DE MÉXICO EMPIEZA A SUPERVISAR LA OBRA

Tras analizar detenidamente con los comités de sucursal de Belice y México cómo se podría atender mejor la obra del Reino en Belice, el Cuerpo Gobernante decidió que el país pasaría a estar bajo la supervisión de la sucursal de México. Dicha decisión entró en vigor el 1 de enero de 2001, y los resultados han sido muy positivos para los hermanos.

Desde entonces, la sucursal de México ha supervisado la construcción de varios Salones del Reino en Belice. El 16 de marzo de 2002 se dedicó un modesto Salón del Reino doble en la ciudad de Belice. Al día siguiente se presentó un programa de dedicación para el hermoso hogar misional y el Salón de Asambleas remodelado de Ladyville. Entre los asistentes estuvieron muchos hermanos que habían servido fielmente a Jehová por cinco o seis décadas. El discurso de dedicación lo pronunció Gerrit Lösch, del Cuerpo Gobernante. Desde que se formó un Grupo de Construcción de Salones del Reino, ya se han edificado veinte salones en todo el país.

En 2007 viajaron a Belice 325 precursores de México con el fin de abarcar territorios poco predicados. Su celo avivó el espíritu evangelizador de los hermanos locales. Tanto es así que hubo un aumento notable de precursores.

A diferencia de los líderes religiosos, que rezan todos los años para que Dios proteja a Belice de los huracanes, los testigos de Jehová recibieron instrucciones sobre un plan de emergencia antes de que comenzara la temporada de huracanes de 2007. En agosto de ese año, el país fue azotado por el huracán Dean, de categoría cinco. ¡Cuánto agradecieron los Testigos aquellas instrucciones! Todos los que estaban en peligro fueron evacuados y llevados a casas de hermanos situadas en zonas de menor riesgo. Tras el huracán, Testigos de todo el país ayudaron a reparar hogares y Salones del Reino, y hasta una estación de radio local los elogió por su ejemplo digno de imitar.

SE REÚNE A GENTE DE TODAS LAS NACIONES

Gracias a la bendición de Jehová, ya hay más de 1.800 publicadores en Belice, una proporción de 1 por cada 149 habitantes. Y en vista de que 1 de cada 39 beliceños asistió a la Conmemoración de 2009, las posibilidades de crecimiento son muy prometedoras.

Por más de ochenta años se ha ido formando en Belice un hermoso mosaico de personas espirituales unidas por el “lenguaje puro”, es decir, la verdad acerca de Dios y sus propósitos. “Hombro a hombro” con sus hermanos de todo el mundo, los Testigos de Belice siguen dando un testimonio público para la honra de Jehová, nuestro amoroso Dios (Sof. 3:9).

[Notas]

^ párr. 7 Aunque Belice se llamaba Honduras Británica hasta 1973, nos referiremos a ese país con el nombre de Belice a menos que el contexto exija lo contrario.

^ párr. 123 A causa de este huracán, la capital se trasladó de la ciudad de Belice a Belmopán, ciudad ubicada en el interior del país.

[Comentario de la página 224]

“El conductor del camión me dijo que los cristianos verdaderos predican de casa en casa”

[Comentario de la página 234]

“Debemos sentir temor de desagradar a Jehová, no a mi padre”

[Recuadro de la página 208]

Información general

Territorio

La mitad sur está compuesta por una llanura costera baja que se eleva hacia los montes Maya. En los bosques habitan jaguares, pumas, monos aulladores, pecaríes, iguanas, cocodrilos y hasta 60 especies de serpientes, como la punta de lanza (llamada localmente barba amarilla), que es muy venenosa. Hay casi seiscientas especies de aves, entre las que figuran el guacamayo escarlata (en peligro de extinción) y el hermoso tucán de pico multicolor. La variopinta vida marina abarca desde corales, esponjas y peces loro hasta manatíes, barracudas y tiburones ballena.

Población

Consta de mayas (kekchíes, mopanes y yucatecos), criollos (provenientes de la mezcla de africanos y europeos), mestizos (mezcla de españoles y mayas), garífunas —o garinagu, como ellos se autodenominan— (mezcla de africanos e indios caribes), indios orientales, libaneses, chinos y europeos, incluidos menonitas alemanes y holandeses.

Idioma

El inglés es la lengua oficial, pero también se habla criollo de Belice, español, garífuna, kekchí, maya, alemán y mandarín.

Recursos económicos

La mayor parte de la población se dedica al cultivo y la exportación de la caña de azúcar y frutas tropicales. La pesca y el turismo también constituyen una fuente de ingresos para muchos.

Alimentación

La diversidad de culturas contribuye a la variada y sabrosa cocina beliceña. Un plato tradicional consiste en arroz y frijoles hervidos juntos en leche de coco, y suele servirse con plátano maduro frito y carne de pollo, res o pescado (frita o guisada). Además abunda el marisco, que es delicioso y muy popular.

Clima

Por estar situado en la costa caribeña de Centroamérica, Belice tiene un clima subtropical, cálido y húmedo, y es vulnerable a los huracanes.

[Ilustración y recuadro de la página 215]

Los garífunas responden a la verdad

BEVERLY ANN FLORES

AÑO DE NACIMIENTO 1961

AÑO DE BAUTISMO 1993

OTROS DATOS Testigo de Jehová garífuna que ayuda a los miembros de su etnia a aprender de Jehová.

▪ EL PUEBLO garífuna se remonta a principios del siglo XVII, época en la que los esclavos africanos y los indios caribes que habitaban en la zona se casaron entre sí. Para referirse a sí mismos como colectividad, los garífunas utilizan el término garinagu (plural de garífuna en su lengua materna). Su idioma, el garífuna, es una lengua arahuaca con elementos del francés y el suajili.

La religión que practican es una mezcla de tradiciones africanas y amerindias, con una gran influencia católica. El dugu, por ejemplo, es una ceremonia ritual para apaciguar a los antepasados ofreciéndoles comida y bebida. “Mi madre no creía en el dugu —comenta Beverly—. No podía concebir que Dios estuviera de acuerdo con que enterraran toda aquella comida. Ella solía decir: ‘¡La comida es para que se la coma la gente! Y si los difuntos son seres queridos, ¿por qué regresarían para hacerle daño a uno?’.”

Beverly pasa a explicar lo que sucedió cuando aprendió la verdad. “Siendo garífuna, me sentí impelida a ir a Dangriga para predicar a mi gente. Sabía que la mayoría de los garinagu aceptarían mejor a alguien de su propia etnia. Muchas personas se detienen y me escuchan cuando hablo en garífuna, y varios han empezado a asistir a las reuniones de la congregación. Se han dado cuenta de que pueden romper con las tradiciones antibíblicas sin el peligro de que los malos espíritus les den muerte.”

[Ilustración y recuadro de la página 218]

Jehová siempre nos cuidó

LILLY MILLER

AÑO DE NACIMIENTO 1928

AÑO DE BAUTISMO 1960

OTROS DATOS Crió sola a seis hijos y lleva cuarenta y siete años en el servicio de tiempo completo.

▪ “EN 1959, Amybelle Allen me habló de la Biblia —dice Lilly con su dulce voz—. En la iglesia nos habían advertido sobre esos ‘falsos profetas’ que iban de puerta en puerta. Pero yo acepté estudiar, aunque utilizando solo la Biblia. Al poco tiempo abracé la verdad y al año siguiente me bauticé.

”Al principio me costaba mucho predicar. Me temblaban tanto las manos que apenas podía sostener la Biblia. No obstante, al igual que Jeremías, mi deseo de enseñar al prójimo lo que estaba aprendiendo era ‘como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos’ que me impulsaba a hablar, me escucharan o no.” (Jer. 20:9.)

¿Cómo se las arregló Lilly para criar a sus seis hijos y hacer al mismo tiempo el precursorado? “Le oré a Jehová, y él me ayudó —comenta—. Tres días a la semana me levantaba a las tres y media de la mañana para hacer panecillos. Mis hijas y yo los cocíamos en un horno de leña, y la gente hacía fila para comprarlos conforme los íbamos sacando. Cuando los habíamos vendido todos, mis hijos se iban a la escuela, y yo me iba a predicar. Jehová siempre nos cuidó.”

Lilly ha servido de precursora en Corozal desde 1969 y ha ayudado a 69 personas a dar el paso del bautismo. Además, su hijo mayor y dos de sus hijas son ministros de tiempo completo.

[Ilustración y recuadro de las páginas 227 y 228]

Una campaña de predicación por la pluviselva

“En marzo de 1991, veintitrés hermanos y hermanas de todo el país nos reunimos en Punta Gorda para participar en una campaña de predicación de diez días en la espesura del bosque lluvioso —cuenta Martha Simons—. Además de ropa, mantas y hamacas, cargamos con publicaciones en inglés, español y kekchí. Y entre los alimentos, llevamos doscientos journey cakes [una especie de panecillos].

”A la mañana siguiente, aunque el mar estaba picado, emprendimos el viaje en una piragua hecha de un tronco de ceiba ahuecado. Una vez que llegamos a la población de Crique Sarco, descargamos nuestras cosas y montamos el campamento. Mientras los hermanos colocaban las hamacas, las hermanas cocinamos uno de nuestros platos favoritos: boilup de rabo de cerdo, un guisado que lleva yuca (mandioca), ñame, plátano verde, coco, huevo cocido y, por supuesto, rabo de cerdo. Se corrió la voz de que habíamos llegado, y no tardaron en desfilar por allí los aldeanos kekchíes para saludarnos. De esa manera pudimos predicar a todo el pueblo en dos horas. Aquella noche, los hermanos durmieron en las hamacas debajo de la estación de policía, que estaba construida sobre pilotes, y las hermanas dormimos en el cabildo, un lugar con techo de palma donde se reunían los ancianos del pueblo.

”Al otro día nos subimos de nuevo a la embarcación y viajamos río arriba. Las enmarañadas raíces de algunos manglares por los que pasamos nos ofrecían un escenario un tanto sombrío y tenebroso. Media hora después desembarcamos y caminamos hora y media más por el bosque hasta la población de Sundaywood. Los habitantes eran de baja estatura, de piel morena aceitunada y de cabello negro y lacio. La mayoría de ellos andaban descalzos, y las mujeres vestían faldas típicas y llevaban adornos de cuentas. Respecto a las casas, los techos eran de paja, los pisos de tierra, y adentro no había divisiones ni muebles, sino únicamente hamacas. A un lado del grupo de viviendas había un fogón comunitario para cocinar.

”Las personas eran muy amigables y mostraban mucho interés por el mensaje. Lo que más les llamaba la atención es que tuviéramos publicaciones en kekchí y que les leyéramos textos de una Biblia en ese idioma.

”Tras una noche de descanso, nos despertamos con los sonidos de gallos, aves del bosque y monos aulladores. Después de un desayuno sustancioso, fuimos a visitar a quienes el día anterior habían mostrado interés. Comenzamos varios estudios bíblicos y los animamos a todos a que siguieran estudiando por su cuenta hasta que volviéramos el próximo año. Nuestra jornada fue muy similar durante los siguientes días, cuando seguimos adentrándonos en el bosque hasta llegar a las aldeas más remotas.

”Al final de diez emocionantes días nos pusimos a recordar los largos trayectos que recorrimos, todas las aldeas que visitamos y la gente que conocimos. Le pedimos a Jehová en oración que cuidara las semillas de la verdad que habíamos plantado hasta que regresáramos al año siguiente. Terminamos exhaustos y con los pies adoloridos; pero nuestro corazón rebosaba de gratitud a Jehová por la dicha de haber participado ese año en la campaña de predicación por la pluviselva.”

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 235 y 236]

Unos mayas que aman a Jehová

JORGE Y NICOLAS SHO (CON SU HERMANA, PRISCILIAN)

AÑOS DE NACIMIENTO 1969 y 1971

AÑO DE BAUTISMO 1997

OTROS DATOS La cultura maya fomenta respeto y obediencia absoluta a los padres, aunque los hijos sean adultos casados.

▪ CUANDO Nicolas y Jorge conocieron a Jehová y llegaron a amarlo, su padre les prohibió rotundamente participar en las actividades cristianas.

“Le expliqué a mi padre que todo lo que estaba aprendiendo eran cosas buenas —cuenta Nicolas—, pero él era miembro de la Iglesia Bautista y no concordaba conmigo. Dejé mi estudio de la Biblia unas cuantas veces con tal de no hacerlo sentir mal. Sin embargo, también sabía que al emborracharme con mi padre no estaba dando un buen ejemplo a mis hijos. Eso hacía sufrir mucho a mi familia. De hecho, mi esposa y mis hijos ni siquiera sonreían.

”Cuando empecé a ser constante en mi estudio de la Biblia y la asistencia a las reuniones cristianas, la verdad bíblica me ayudó a abandonar los malos hábitos. Me puse a trabajar con empeño para mantener a los míos, y todo lo que ganaba era para ellos. Ahora somos una familia muy activa en el servicio de Jehová, y la felicidad y la alegría reinan en nuestro hogar.”

El caso de Jorge era muy similar. Los fines de semana nunca estaba en casa. Además, sus borracheras y su lenguaje soez eran fuente de problemas para su familia. No obstante, gracias al estudio de la Biblia, su conducta mejoró significativamente.

“Mientras más progresaba —recuerda Jorge—, más se oponía mi padre. Nos llamaba falsos profetas y varias veces hasta nos amenazó con su machete. El hermano Cardoza, con quien estudiábamos la Biblia, ya había tratado de prepararnos con mucha antelación. ‘¿Y si su padre los echara del terreno de la familia?’, nos preguntó. ‘Mi padre me quiere mucho —le contesté—, y él nunca haría eso.’ Pero, por desgracia, eso fue precisamente lo que hizo.

”Con todo —prosigue Jorge—, me encantaba lo que aprendía. Mi vida estaba mejorando y mi nueva personalidad cristiana ayudaba a mi familia. Nos respetábamos mutuamente y nos sentíamos felices juntos. En la actualidad derivo mucho gozo de la predicación y, gracias a Jehová, soy precursor regular.”

[Ilustración]

Frank Cardoza, quien le predicó a Jorge

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 238 y 239]

El gozo de servir donde hay más necesidad

Trasladarse a un país donde hay más necesidad de proclamadores del Reino no es una decisión fácil. Pero permanecer año tras año en un territorio extranjero es aún más difícil: exige gran esfuerzo y abnegación. Muchos de nuestros hermanos se han enfrentado con entusiasmo y fortaleza a los desafíos que esto implica.

Por ejemplo, en 1989, Arthur y Roberta Gonzalez se mudaron de Estados Unidos a Belice con Dalton, su hijito de tres años. “Lo más difícil —admite Roberta— fue dejar un trabajo estable y bien pagado para ir a un país donde hay tanto desempleo.”

“Así es —confirma Arthur—, uno tiene que confiar en Jehová. Cuando leo el relato bíblico de Abrahán, cómo dejó su casa, sus familiares y la vida que él conocía, no puedo menos que sentir admiración. Pero Jehová lo cuidó muy bien. A nosotros, algo que nos costó bastante fue aprender criollo de Belice. Con todo, confiamos en Jehová, y él nos cuidó.”

Frank y Alice Cardoza salieron de California en 1991 para servir de precursores en Belice. “Leer el libro de Hechos me despertó el deseo de ser misionero —comenta Frank—. Pero como teníamos cuatro hijos, sabía que nunca podríamos ir a la Escuela de Galaad. Así que cuando nuestra hija menor terminó sus estudios, vimos la oportunidad de trasladarnos a otro país. Y cuando leímos en La Atalaya un artículo sobre Belice, tomamos la decisión de mudarnos allí.”

“Concordé en intentarlo por tres años —señala Alice—. Pero ya llevamos dieciocho años aquí, y me encanta.”

“Amamos a la gente y nos encanta trabajar —agrega Frank—, así que se nos hace fácil crear vínculos con los que aman a Jehová. Iniciar más estudios de los que podemos atender y ver cómo responden las personas a la verdad ha hecho que estos años sean los mejores de nuestra vida. No cambiaríamos este privilegio ni por todo el oro del mundo.”

En 1988, Carl y Martha Simons se trasladaron de Texas hacia Belice con sus dos hijos. “Cuando nos mudamos, los niños tenían 8 y 10 años —comenta Martha—. Pasábamos días enteros predicando con la congregación en las aldeas del bosque. También trabajamos juntos en la construcción del Salón de Asambleas. Y además, siempre se quedaban muchos hermanos en nuestra casa durante las asambleas. Nos alegra que nuestros hijos se criaran aquí, pues eso les dio la oportunidad de tener compañerismo con precursores especiales y misioneros. Claro, pasamos épocas en que nos dieron ganas de subirnos a un avión e irnos, como cuando no teníamos ni agua corriente ni electricidad ni pilas ni teléfono. Pero si tuviéramos que repetirlo, a pesar de los altibajos, lo volveríamos a hacer. Sin lugar a dudas, servir donde hay más necesidad ha enriquecido nuestra vida.”

[Ilustraciones]

De izquierda a derecha: Dalton, Roberta, Arthur y la madre de este, Martha Gonzalez

Alice y Frank Cardoza

Carl y Martha Simons

[Recuadro de la página 250]

“¡Nosotros sí tenemos a alguien que nos cuida!”

ALEJANDRO Y REBECCA (BECKY) LACAYO

AÑOS DE NACIMIENTO 1950 y 1949

AÑOS DE BAUTISMO 1966 y 1959

OTROS DATOS Tras graduarse de Galaad en 1972, sirvieron en El Salvador, Belice, Nicaragua, México y Honduras. Y aunque ahora sirven en la obra de circuito en Estados Unidos, nunca han olvidado su participación en las labores de socorro realizadas en Belice.

▪ “NOS encontramos en medio del huracán Keith —escribió Becky el lunes 2 de octubre de 2000—. Ha estado lloviendo sin parar desde hace dos días y medio.”

Al día siguiente, cuando cesaron el viento y la lluvia, Alejandro y un precursor especial llamado Donald Niebrugge pudieron llevar provisiones al cayo Ambergris. Junto con otros dos ancianos locales visitaron a todos los publicadores de las dos congregaciones para ver cómo estaban.

“El miércoles —recuerda Becky—, hermanos de diversas partes del país acarrearon víveres, agua y ropa a la sucursal para los hermanos de las islas. Al poco rato, el vestíbulo y la biblioteca estaban repletos de suministros.”

Mientras tanto, Alejandro y otros tres hermanos llevaron provisiones al cayo Caulker, oraron con el grupo de cristianos que vivían allí y les dieron el ánimo que tanto necesitaban. Todos, Testigos y no Testigos, estaban profundamente conmovidos por el amor y el interés de los hermanos. “Llevo años dando donativos a mi iglesia —se quejó una mujer—, y nadie ha venido a verme.”

“Miren a los demás —dijo una hermana con lágrimas en los ojos—, y ahora mírennos a nosotros. ¡Nosotros sí tenemos a alguien que nos cuida!”

[Ilustraciones y tabla de las páginas 244 y 245]

Datos históricos: Belice

1923 James Gordon predica en Bomba.

1930

1933 Freida Johnson predica en la ciudad de Belice.

1934 Thaddius Hodgeson dirige reuniones en su panadería.

1940

1941 Se bautizan los primeros publicadores de la ciudad de Belice.

1945 Llegan los primeros misioneros.

1946 Se establece una sucursal.

1950

1957 Se deniega la entrada de más misioneros al país.

1959 Construcción de un edificio para la sucursal, el hogar misional y un Salón del Reino.

1960

1961 Se vuelve a autorizar la entrada de misioneros al país.

1961 El huracán Hattie devasta Belice.

1971 Por primera vez se celebran asambleas en Bird’s Isle.

1980

1988 Construcción de un Salón de Asambleas en Ladyville.

1990

2000

2000 El huracán Keith azota Belice.

2001 Belice pasa a estar bajo la supervisión de la sucursal de México.

2002 Se dedican un Salón del Reino doble (izquierda), un hogar misional y el Salón de Asambleas remodelado.

2010

[Ilustración]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

1.800

1.200

400

1930 1940 1950 1960 1980 1990 2000 2010

[Ilustración]

Barco cargado de hermanos que van a una asamblea

[Mapas de la página 209]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

MÉXICO

GUATEMALA

Melchor de Mencos

MAR CARIBE

BELICE

Cayo Ambergris

San Pedro

Cayo Caulker

DISTRITO DE COROZAL

Corozal

DISTRITO DE ORANGE WALK

Orange Walk

August Pine Ridge

DISTRITO DE BELICE

Bomba

Santana

Crooked Tree

Black Creek

Ladyville

Belice

DISTRITO DE CAYO

BELMOPÁN

Benque Viejo

DISTRITO DE STANN CREEK

Valle de Stann Creek

Dangriga

Hopkins

Seine Bight

DISTRITO DE TOLEDO

Mango Creek

Placencia

Monkey River Town

Punta Negra

San Antonio

Punta Gorda

Sundaywood

Barranco

Crique Sarco

Río Belice

MONTES MAYA

[Ilustración a toda plana de la página 200]

[Ilustración de la página 206]

Alphonsena Robateau y Amybelle Allen junto a tres precursores especiales

[Ilustración de la página 207]

Herman y Derrine Lightburn con su hijo Stephen

[Ilustración de la página 210]

Grupo de Testigos junto a un carrito con equipo de sonido en la ciudad de Belice (década de 1940); 1, Thaddius Hodgeson; 2, George Longsworth

[Ilustración de la página 213]

Elmer Ihrig amplió su ministerio hasta las afueras de la ciudad de Belice

[Ilustración de la página 214]

Charles Heyen animaba a los hermanos a que celebraran reuniones con regularidad

[Ilustración de la página 221]

Edificio en la ciudad de Belice que albergaba la sucursal, un hogar misional y un Salón del Reino

[Ilustración de la página 223]

En el Salón del Reino de Orange Walk se celebró la primera asamblea de circuito completa en español (1968)

[Ilustración de la página 229]

Los precursores especiales Marcial y Manuela Kay

[Ilustración de la página 230]

Típica aldea maya (distrito de Toledo)

[Ilustración de la página 240]

María y Basilio Ah

[Ilustración de la página 246]

Cecilia Pratt

[Ilustración de la página 249]

Bajo una carpa en una asamblea de circuito (Punta Gorda, década de 1960)

[Ilustración de la página 251]

Becky y Alejandro Lacayo

[Ilustraciones de las páginas 252 y 253]

Este edificio prefabricado de acero llegó a ser un Salón de Asambleas (derecha)

El Salón de Asambleas remodelado

[Ilustración de la página 254]

Hermanos en la construcción del Salón del Reino doble de la ciudad de Belice