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Papúa Nueva Guinea

Papúa Nueva Guinea

Papúa Nueva Guinea

LA HISTORIA de esta escarpada isla tropical hunde sus raíces en el pasado remoto. Durante un largo período de tiempo, mares de gente se desplazaron por Asia en dirección sur buscando un nuevo hogar. En el extremo oriental del archipiélago malayo descubrieron Nueva Guinea, la segunda isla más grande del mundo. * Bordearon las húmedas costas y se establecieron en las grandes zonas pantanosas, los bosques espesos y hasta en las islas más alejadas de la isla principal. Algunos escalaron sus montañas para habitar las templadas tierras altas donde los suelos son fértiles y abundan los valles.

En vez de conformar una sola nación, los habitantes se dividían en más de mil tribus pequeñas y hablaban más de ochocientos idiomas. Dichas tribus, que a menudo guerreaban entre sí, tenían sus propias costumbres e indumentarias típicas. La mayoría vivían alejadas del resto del mundo, en territorios que defendían ferozmente. Muchos creían que más allá del horizonte existía un reino de demonios y espíritus de difuntos que influían en ellos para bien o para mal. La vida de la gente giraba en torno a apaciguarlos.

Físicamente, los isleños eran muy distintos, pero poseían un rasgo en común. Jorge de Meneses, oficial portugués que visitó la isla en 1526, hizo alusión a ese rasgo cuando la llamó Ilhas dos Papuas, que significa “lugar de la gente de pelo crespo”. Y el navegante español Íñigo Ortiz de Retes le dio el nombre de Nueva Guinea, pues los isleños le recordaban a los habitantes de Guinea, región de África occidental.

En el siglo XIX, las potencias europeas dividieron la isla en tres secciones. Los holandeses, quienes llegaron primero, reclamaron la mitad occidental, que actualmente es parte de Indonesia. Los británicos y los alemanes dividieron la mitad oriental: el sur llegó a ser Nueva Guinea Británica (después llamada Papúa), y el norte Nueva Guinea Alemana (más tarde llamada Nueva Guinea). Tras la I Guerra Mundial, Australia tomó el control de los territorios de Papúa y Nueva Guinea, los cuales se unieron en 1975 para formar la nación independiente de Papúa Nueva Guinea. *

En la actualidad, Papúa Nueva Guinea sigue adaptándose al mundo moderno. Algunos de sus habitantes residen en ciudades con todas las comodidades tecnológicas. Pese a ello, 4 de cada 5 personas viven en aldeas rurales, donde las cosas casi no han cambiado en cientos de años. Por ejemplo, todavía se paga el precio de la novia, se cree que poseer cerdos significa prosperidad, se practica ampliamente el espiritismo y se considera de suma importancia la lealtad a los clanes.

Sin embargo, desde hace varias décadas esta nación variopinta ha experimentado un cambio más importante, el cual ha abarcado a todos sus grupos étnicos y ha mejorado la vida de mucha gente sincera. Es una transformación espiritual que resulta de estudiar y aplicar las verdades de la Palabra de Dios, la Biblia (Rom. 12:2).

PRIMEROS PROCLAMADORES DE LAS BUENAS NUEVAS

La verdad bíblica llegó a Papúa Nueva Guinea en 1932 cuando un precursor británico de apellido Peck paró en la isla, pues iba rumbo a lo que ahora se conoce como Malasia. Sin perder el tiempo, pasó varias semanas predicando a los lugareños y les dejó cientos de publicaciones antes de partir a su asignación.

Tres años después, siete precursores arribaron a Port Moresby en la embarcación motorizada Lightbearer para repararle el motor. Durante el mes que estuvieron allí, predicaron celosamente por todo aquel lugar y los alrededores. Uno de ellos, llamado Frank Dewar, era un neozelandés de complexión fuerte que caminó hasta 50 kilómetros (30 millas) tierra adentro cargado de publicaciones bíblicas para dejárselas a las personas.

Algunas de esas publicaciones llegaron a las manos de Heni Heni Nioki, un hechicero de la tribu koiari. La semilla de la verdad bíblica llegó a su corazón, solo faltaba que algún testigo de Jehová volviera para regar lo que se había plantado (1 Cor. 3:6).

A finales de la década de 1930, otro precursor se dedicó a predicar por los principales pueblos de Papúa Nueva Guinea y las islas de Nueva Bretaña, Nueva Irlanda y Bougainville. Distribuyó muchas publicaciones bíblicas. Pero antes de que alguien pudiera dar continuidad a su trabajo, la zona se sumió en el caos debido a la II Guerra Mundial.

PREDICACIÓN EN LA “ALDEA GRANDE”

Pasaron doce años, y el 22 de septiembre de 1951, un australiano muy alto de 47 años llegó en avión a la húmeda y sofocante ciudad de Port Moresby. Se trataba de Tom Kitto, un Testigo que había respondido a la llamada para dar inicio a la predicación en las islas del Pacífico. Rowena, su esposa, llegó seis semanas después. Su territorio abarcaba toda Papúa Nueva Guinea.

Los Kitto no tardaron en darse cuenta de que la mayoría de los blancos que vivían en Port Moresby eran indiferentes al mensaje del Reino. Pero entonces conocieron al australiano Geoff Bucknell, quien había dejado la verdad cuando era joven. Geoff aceptó estudiar la Biblia y llegó a ser un fiel testigo de Jehová junto con su esposa, Irene.

Tom y Rowena se mudaron más tarde a Hanuabada, que en motu —el idioma vernáculo— significa “aldea grande”. Esta se extiende sobre el puerto de Port Moresby y tiene cientos de casas construidas encima de pilotes y conectadas por largos puentes de madera que llegan hasta la costa. Rowena escribe: “Las personas se reunían a nuestro alrededor para escuchar las buenas nuevas. Tenían tanto interés que debíamos regresar todas las tardes para dirigir estudios bíblicos. En dos meses solo faltamos dos ocasiones”. Y Tom añade: “La gente quedó fascinada con la esperanza de la resurrección y la vida en una Tierra paradisíaca. Cuando los misioneros de la cristiandad y la policía local ejercieron presión para que dejaran de estudiar, todos se mantuvieron firmes. La verdad se había arraigado en su corazón”.

Entre quienes se pusieron de parte de la verdad estaban Raho y Konio Rakatani, Oda Sioni, Geua Nioki y su esposo, Heni Heni, quien había obtenido publicaciones hacía dieciséis años cuando llegó la embarcación Lightbearer. Un grupo de casi treinta personas interesadas asistía a las reuniones que se celebraban en la casa de Heni Heni. “Los hombres se sentaban a un lado de la habitación, y las mujeres en el otro —recuerda Oda Sioni, quien entonces era un jovencito—. Las señoras vestían faldas de paja, no usaban blusa y llevaban coloridos bolsos de hilo donde cargaban a sus bebés. Tras amamantarlos, colgaban los bolsos de las vigas del techo y mecían suavemente a sus pequeños para que se quedaran dormidos.”

Tom Kitto dirigía esas reuniones con la ayuda de un intérprete. Como era de esperar, las cosas no siempre salían bien. Don Fielder, quien llegó a la isla en 1953, relata: “En una de las reuniones, Badu Heni, hermano de Heni Heni, sirvió de intérprete. Al principio parecía que Badu traducía sin problemas y hasta imitaba los ademanes de Tom. No obstante, luego nos confesó que no había entendido nada. Él solo estaba repitiendo las verdades que ya sabía y copiaba los gestos de Tom para que pareciera que el discurso iba bien”. A pesar de todo, el grupo creció rápidamente, y al poco tiempo se formó otro en la casa de Raho Rakatani, también en Hanuabada.

“VENGAN Y ENSÉÑENLE A MI GENTE”

Bobogi Naiori era un jefe de la tribu koiari y un destacado hechicero. A principios de 1952 visitó a Heni Heni —su wantok, o hermano de tribu— y se quedó a una de las reuniones bíblicas que se celebraban en su casa. Impresionado por lo que vio y oyó allí, Bobogi más tarde se acercó a Tom Kitto y le suplicó: “¡Por favor, vengan y enséñenle a mi gente la verdad!”.

Poco después, Tom y Rowena atravesaron unos 25 kilómetros (15 millas) de caminos lodosos en su vieja camioneta para llegar a la casa de Bobogi en Haima, una pequeña aldea en el norte de Port Moresby. Tom habló ante los aldeanos que estaban reunidos y Bobogi sirvió de intérprete. Cerca de treinta personas comenzaron a estudiar la Biblia.

Ese mismo mes, el grupo de Haima construyó un pequeño salón para las reuniones cristianas. “Era un armazón de madera con techo de paja y paredes de bambú trenzado que nos llegaban a la cintura —recuerda Elsie Horsburgh, quien llegó a asistir a las reuniones allí—. Lo único que decoraba su interior eran unos asientos de madera, una lámpara de queroseno y una pizarrita.” Esta modesta estructura fue el primer Salón del Reino de Papúa Nueva Guinea.

Bobogi también quería que sus wantoks de las montañas cercanas escucharan las buenas nuevas. Así que viajó con Tom por el camino escarpado que conducía a la meseta de Sogeri. Al poco tiempo, más de noventa personas de tres aldeas ya estudiaban la Biblia.

La obra de los Testigos no pasó inadvertida a las autoridades. En Ioadabu, un funcionario fue al lugar donde ellos se reunían para pedirles cuentas sobre quién los había autorizado para predicar en la aldea. La policía también interrogó a varias personas interesadas. Algunos pastores y propietarios de plantaciones incluso amenazaron con violencia a los hermanos.

Debido a la presión, algunos interesados se alejaron. Con todo y eso, un grupito se mantuvo firme. En 1954, trece estudiantes se bautizaron en el río Laloki, ubicado en Haima. Ese fue el primer bautismo en la historia de Papúa Nueva Guinea. Entre los bautizados estaba Bobogi, quien declaró: “Incluso si todos los koiari se rindieran, yo no lo haría porque sé que esta es la verdad”. Fiel a sus palabras, Bobogi sirvió de anciano en la congregación de Haima hasta su muerte en 1974.

REUNIONES INOLVIDABLES

En julio de 1955 llegó a Port Moresby el primer superintendente de circuito: John Cutforth, un misionero canadiense que servía en Australia. El trópico, el estilo de vida del lugar y su gente humilde inmediatamente lo cautivaron. Poco se imaginaba que serviría en Papúa Nueva Guinea por más de treinta y cinco años.

John llevó consigo la cinta La Sociedad del Nuevo Mundo en acción, un documental que mostraba cómo estamos organizados y cómo realizamos nuestras asambleas. Durante las tres semanas que estuvo en la isla, presentó la cinta catorce veces ante audiencias que fluctuaron entre algunos cientos y cerca de dos mil espectadores. Esto tuvo un gran impacto en la población, pues muchos nunca habían visto una película.

La visita del hermano Cutforth culminó con una asamblea de circuito de un día en Haima. “Cuando se pidió a los candidatos al bautismo que se pusieran de pie, ¡se levantaron setenta! —recuerda Tom Kitto—. Nos llenamos de gratitud cuando vimos a cuarenta hermanos y treinta hermanas haciendo fila en la selva a la orilla del río para simbolizar su dedicación a Jehová.”

El año siguiente, los hermanos se prepararon para la segunda asamblea de circuito en Haima. Bobogi, jefe de la aldea, era el responsable de que se prepararan las instalaciones y los alimentos para los asistentes. Tres días antes de la asamblea, John (Ted) Sewell, el nuevo superintendente de circuito que había llegado de Australia, se reunió con Bobogi para hablar de los preparativos.

—¿Está todo listo para la asamblea? —preguntó Ted, directo al grano.

—Todavía no hemos hecho nada —respondió Bobogi.

—Pero hoy es jueves, ¡y la asamblea es el domingo!— exclamó Ted.

—No se preocupe, hermano —dijo Bobogi—. El sábado lo haremos todo.

Ted se quedó atónito y regresó a Port Moresby convencido de que la asamblea sería un desastre.

Muy preocupado, el domingo volvió a Haima sin saber con lo que se encontraría. ¡Qué sorpresa se llevó! Bajo un gran árbol que había frente a una extensa área despejada pusieron un resistente atril de madera. Más allá en el terreno había unos hoyos rellenos de piedras calientes sobre las cuales se cocinaban cerdos, ualabíes, ciervos, palomas, pescados, ñames y batatas. Las teteras hervían sobre el fuego. La multitud de asistentes conversaba alegremente en la rudimentaria cafetería. Y allí, en medio de toda aquella actividad, se encontraba Bobogi, con tal serenidad que Ted no lo podía creer.

—¡Bobogi, dónde aprendiste a hacer todo esto? —preguntó Ted sorprendido.

—Ah, lo vi en la película que John Cutforth nos enseñó el año pasado —respondió Bobogi.

Más de cuatrocientas personas de ocho etnias asistieron a esta asamblea, y se bautizaron 73. Durante los años siguientes, todo el mundo recordaba esta ocasión como “la asamblea de Bobogi”.

PREDICACIÓN CON DIBUJOS

En 1957, John Cutforth se mudó permanentemente a Papúa Nueva Guinea para continuar allí como ministro viajante. Desde la primera vez que visitó la isla, estuvo cavilando sobre cuál sería la manera más efectiva de predicar las buenas nuevas a los isleños, quienes en su mayoría no sabían leer ni escribir. Ahora estaba listo para poner en práctica sus ideas.

Cuando John hablaba ante una congregación o un grupo aislado, primero escribía su nombre y el del intérprete en una pizarra. Entonces, señalando al cielo, les decía: “Dios. ¿Cómo se llama?”. Y en la parte superior de la pizarra escribía la respuesta de ellos: “Jehová”, así como “Salmo 83:18”. Más abajo, a la izquierda, ponía “Viejo mundo”, dibujaba con trazos muy simples dos hombres peleando, una persona llorando y una tumba, y escribía “Romanos 5:12”. A la derecha ponía “Nuevo mundo”, dibujaba dos hombres estrechándose las manos, un rostro sonriente y una tumba tachada, y escribía “Revelación 21:4”. Entonces presentaba un ameno discurso en el que explicaba los dibujos. Al terminar, pedía a algunos de los asistentes que pasaran al frente y repitieran la explicación. Una vez que entendían la lección, John les decía que copiaran los dibujos en un papel para que los usaran en el ministerio.

El “Discurso en dibujos número uno”, como se le llamaba, tuvo un gran impacto en la predicación en Papúa Nueva Guinea. Con el tiempo se prepararon otros más. “Pasábamos un montón de horas copiando estos discursos en libretas —recuerda Lena Davison, quien sirvió en el país por cuarenta y siete años—. Todos los estudiantes de la Biblia recibían una copia, que usaban para predicar.” Los niños hacían sus propios libros de dibujos y los coloreaban con mucho esmero.

En las reuniones de congregación se utilizaba un método similar. “Era muy común que durante la Reunión Pública y el Estudio de La Atalaya se hicieran dibujos en una pizarra, lo que ayudaba muchísimo a quienes no sabían leer”, explica Joyce Willis, una precursora canadiense que pasó más de cuarenta años en el país. Para las asambleas se hacían grandes dibujos sobre tela. “Tenían mucho éxito y grababan enseñanzas fundamentales en la mente de los asistentes —dice Mike Fisher, quien sirvió en la obra de circuito en Papúa Nueva Guinea—. Una buena cantidad de estos dibujos terminaron colgados en las casas de los publicadores que vivían en zonas aisladas, quienes se sentían orgullosos de utilizarlos para dar testimonio a sus visitantes.”

Décadas después, cuando disminuyó el analfabetismo y las publicaciones ilustradas llegaron a estar al alcance de más personas, los discursos en dibujos pasaron a la historia.

SE LLEGA A MÁS LUGARES

Hacia finales de los años cincuenta continuaban llegando a la isla proclamadores australianos deseosos de predicar. Además, muchas de las personas que habían aprendido la verdad en Port Moresby regresaban a sus aldeas y llevaban consigo el mensaje del Reino. De este modo, las buenas nuevas se esparcieron rápidamente por todo el país.

En 1957, David Walker, un hermano australiano de 26 años que vivía en Port Moresby, se enteró de que en la aldea vecina de Manu Manu y en la región de Gabadi había personas interesadas en la verdad. Renunció a su empleo, se hizo precursor especial y pasó un año predicando en la zona. Aunque durante ese tiempo fue el único publicador, más tarde otros hermanos dieron continuidad a su trabajo, y actualmente hay una congregación y un Salón del Reino en Manu Manu.

En aquella misma época, Don Fielder halló a varios pescadores interesados en la verdad mientras predicaba en el mercado de Koki, ubicado en Port Moresby. Los hombres venían de Hula, aldea costera a unos 100 kilómetros (60 millas) hacia el este. Como Don tenía una canoa nueva de doble casco que medía 8 metros (26 pies), viajó a Hula junto con Athol (Dap) Robson y algunas de las personas interesadas de la aldea para dar más ayuda a aquellos pescadores y sus familias. Estuvieron allí tres días y lograron establecer un grupito de estudio.

Poco después, Don se mudó a Hula en calidad de precursor especial. Se llevó a Shirley, su esposa, y a Debbie, su hija de dos años. “Hicimos una pequeña cabaña y comenzamos a predicar en las cinco aldeas de la zona —cuenta Don—. Caminábamos unos 12 kilómetros [8 millas] todos los días. Físicamente era agotador, pero espiritualmente era refrescante. Muchos comenzaron a estudiar la Biblia con nosotros, y en poco tiempo tuvimos ocho nuevos publicadores.”

La predicación de Don y Shirley provocó la ira del pastor de la Iglesia Unida, quien presionó al dueño de la propiedad donde vivían los Fielder para que los echara. “Cuando los habitantes de una aldea vecina lo supieron, se enojaron mucho porque no querían que nos fuéramos —dice Don—. Cerca de veinte personas nos ayudaron a mudar nuestra cabaña, con todo y cimientos, a un terreno de su aldea.”

El pastor, que seguía furioso, no se dio por vencido. Presionó a las autoridades de Port Moresby para que les prohibieran a los Fielder instalar su cabaña en cualquier terreno del distrito. “En lugar de dejar nuestra asignación de precursores —continúa Don—, le pedimos a Alf Green, un excelente carpintero, que construyera con la madera de la cabaña un cuartito sobre nuestra canoa. Anclábamos la canoa en un manglar cerca de la desembocadura de un río. Allí, entre enjambres de mosquitos y cocodrilos al acecho, vivimos por dos años y medio.” Cuando nació Vicki, su segunda hija, los Fielder volvieron a Port Moresby. Después sirvieron en la obra itinerante, y Don llegó a ser miembro del Comité de Sucursal.

MÁS PERSONAS ESCUCHAN EL MENSAJE

Para aquel tiempo, en Port Moresby, Lance y Daphne Gosson iniciaron estudios bíblicos con varios jóvenes de la aldea costera de Kerema, ubicada a unos 225 kilómetros (140 millas) al oeste. Cuando los jóvenes regresaron a su aldea para unas vacaciones, el hermano Gosson y Jim Chambliss fueron hasta allá a fin de visitarlos y se quedaron dos semanas predicando.

“Todos los habitantes de la aldea se juntaban para escucharnos —escribe Lance—. Un día, mientras les predicábamos, el pastor de la Sociedad Misionera de Londres llegó de repente y se puso a golpear a nuestro intérprete hasta que los demás pudieron detenerlo. Afirmó que nadie nos quería allí y nos ordenó que saliéramos de ‘su’ zona. Le dijimos a la gente que quienes desearan escucharnos vinieran con nosotros al otro lado de la aldea y que los demás se quedaran con él. Todos nos siguieron.

”A la mañana siguiente fuimos a ver al jefe de policía del distrito para informarle lo que había pasado. De camino encontramos a una señora muy enferma y le ofrecimos llevarla al hospital, pero tenía miedo de ir. Después de insistirle mucho, aceptó. Una vez que la dejamos con el doctor, fuimos a ver al jefe de policía, a quien no le agradó para nada nuestra visita. De hecho, nos acusó enfurecido de persuadir a la gente para que no aceptara atención médica. Justo en ese momento, el doctor pasó por allí y lo escuchó. Le explicó que acabábamos de convencer a una señora enferma para que fuera a consulta. El jefe de policía tuvo la gentileza de disculparse en el momento. Nos contó que el cura de la localidad acababa de visitarlo y le había hablado mal de nuestras creencias. A fin de evitarnos más problemas, hizo que dos policías armados nos escoltaran. ¡Qué extraño era que unos hombres con rifles nos acompañaran a nuestros estudios bíblicos!”

Al poco tiempo se asignó a dos jóvenes australianos, Jim Smith y Lionel Dingle, para que sirvieran de precursores especiales en Kerema. Enseguida comenzaron a aprender tairuma, la lengua nativa. “Pronunciábamos cada palabra en motu, y nuestros estudiantes nos las iban diciendo en tairuma; entonces las escribíamos —explica Jim—. De este modo fuimos aprendiendo palabras y nos memorizamos una sencilla presentación bíblica. Los aldeanos se sorprendían al oírnos hablar en su idioma, algo que ninguno de los blancos del distrito hacía. A los tres meses ya dirigíamos reuniones semanales en tairuma en ambos lados de la bahía de Kerema.”

Glenn Finlay, otro joven precursor de Australia, llegó a Kerema en sustitución de Jim y Lionel, y durante dieciocho meses predicó solo. Él cuenta: “Fue muy difícil para mí, y a veces me preguntaba si lo que estaba haciendo servía de algo. Pero entonces, una lección de humildad cambió mi punto de vista.

”Uno de mis estudiantes, llamado Hevoko, era un panadero bastante mayor que no sabía leer ni escribir. Como en el transcurso de algunos meses solo había podido captar unas cuantas verdades básicas, yo me preguntaba si valía la pena seguir enseñándole. Pero una mañana, casi llegando a su casa, oí una voz y me detuve a escuchar. Era Hevoko orando fervientemente a Jehová. Le estaba agradeciendo que le hubiera enseñado su nombre y la verdad del Reino. Esa oración sincera me hizo recordar que Jehová se fija en el corazón de las personas, no en su intelecto. Él reconoce a quienes lo aman de verdad.” (Juan 6:44.)

EL CULTO DE LOS CARGUEROS

En 1960, otros dos precursores especiales de Australia, Stephen Blundy y Allen Hosking, se establecieron en la aldea de Savaiviri, a unos 50 kilómetros (30 millas) al este de Kerema. Después de haber vivido tres meses en una tienda de campaña, se mudaron a una rudimentaria casita en una plantación de cocos rodeada por un gran pantano.

En Savaiviri predominaba el culto de los cargueros. ¿En qué consistía y cómo se originó? Durante la II Guerra Mundial, los isleños quedaron deslumbrados por las riquezas, o cargamentos, que llevaban los soldados extranjeros. Al acabar la guerra, los militares recogieron sus cosas y se fueron. Algunos aldeanos creían que las riquezas venían del mundo de los espíritus, pues las veían llegar del horizonte. Pensaban que sus ancestros se las habían enviado, pero que los soldados se estaban quedando con ellas. A fin de pedirles riquezas a los espíritus, comenzaron a efectuar ejercicios militares con armas de imitación y a construir embarcaderos con la esperanza de recibir un gran cargamento algún día.

Poco tiempo después de haberse mudado a Savaiviri, Stephen y Allen ya dirigían estudios de la Biblia a unos doscientos cincuenta miembros del culto de los cargueros. Incluso el líder y algunos de sus llamados doce apóstoles comenzaron a estudiar. “Muchos llegaron a ser Testigos —dice Stephen—. De hecho, el policía del gobierno local nos dijo que nuestra predicación jugó un papel importante en la desaparición del culto en Savaiviri.”

SE HACEN PUBLICACIONES BÍBLICAS

Aquellos primeros precursores inmediatamente se dieron cuenta de la importancia de traducir publicaciones bíblicas a las lenguas vernáculas. Pero ¿cómo podrían producir publicaciones para 820 grupos lingüísticos?

En 1954, Tom Kitto dio el primer paso cuando organizó a un grupo de hermanos para traducir al motu —el idioma de Port Moresby— un capítulo del libro “Sea Dios veraz”. * Más de doscientas copias mimeografiadas del capítulo titulado “La ‘tierra nueva’” se distribuyeron en forma de folleto y cautivaron a mucha gente de habla motu.

A medida que las buenas nuevas llegaban a más lugares, los precursores iban trabajando con empeño en la traducción de publicaciones a los idiomas nativos. Jim Smith cuenta: “Me di a la tarea de anotar nuevas palabras y expresiones en tairuma. Las recopilé minuciosamente hasta formar un diccionario que, junto con mis apuntes de gramática, usé para traducir los artículos de estudio de La Atalaya. A menudo me quedaba hasta avanzada la noche escribiendo a máquina los artículos para distribuirlos entre quienes iban a las reuniones. Más adelante traduje un tratado y un folleto al tairuma. Aquellas publicaciones ayudaron a muchas personas de Kerema a aprender la verdad”.

También se tradujeron publicaciones al hula y al toaripi. Puesto que parecía imposible imprimir publicaciones en todos los idiomas, los hermanos concentraron sus esfuerzos en las dos lenguas de contacto: el hiri motu y el tok pisin. El hiri motu es una forma simplificada del motu, y muchas personas lo hablaban a lo largo de la costa. “Pusimos mucho empeño en mejorar la forma escrita de esta lengua —dice Don Fielder—. La Atalaya y otras de nuestras publicaciones en hiri motu contribuyeron al desarrollo de la forma actual del idioma.” El tok pisin —una combinación de inglés, alemán, kuanúa y otros idiomas— se habla ampliamente en las tierras altas, en la costa y en las islas del norte de Papúa Nueva Guinea. Ahora bien, ¿cómo se inició la predicación en tan variado territorio?

LAS BUENAS NUEVAS LLEGAN AL NORTE

En junio de 1956, Ken y Rosina Frame, unos precursores recién casados, fueron los primeros Testigos en mudarse a Nueva Irlanda, una isla en el archipiélago de Bismarck, al noreste de Papúa Nueva Guinea. Ken era contador en una empresa comercial en Kavieng, la ciudad principal de la isla. “Estando todavía en Sydney —dice Ken—, nos habían aconsejado que primero nos diéramos a conocer y luego predicáramos. Rosina era una buena costurera, y no tardó en conseguir muchos clientes, a quienes les predicábamos de manera informal. Pronto, un grupito de personas interesadas comenzó a reunirse discretamente en nuestra casa una vez por semana.

”Dieciocho meses más tarde nos visitó John Cutforth, el superintendente de circuito, y nos preguntó si podía presentar la película La felicidad de la Sociedad del Nuevo Mundo. Hablé con el dueño del teatro, quien acordó presentar gratuitamente nuestra película. Parece que sus empleados la anunciaron, pues cuando llegamos al teatro, había tanta gente en la entrada que necesitamos la asistencia de la policía para que nos abriera paso. Más de doscientas treinta personas asistieron a la función, sin contar a las que estaban mirando por las ventanas abiertas. Después de esto pudimos predicar más abiertamente.”

En julio de 1957 se estableció una congregación en Rabaul (Nueva Bretaña), un hermoso puerto entre dos volcanes activos. La congregación de Rabaul se reunía en el patio trasero de la casa alquilada de unos precursores especiales. “Todas las noches llegaban a la casa más de cien personas para estudiar la Biblia —cuenta un precursor llamado Norman (Norm) Sharein—. Formábamos grupitos de veinte personas y les enseñábamos a la luz de una lámpara debajo de los árboles.”

En la primera asamblea de circuito que celebró la congregación se bautizaron siete asistentes en la playa. De estos, cinco emprendieron el precursorado al poco tiempo, pero la sucursal de Australia los asignaría adonde hacían más falta: a Madang.

En esta ciudad —ubicada en la costa noreste de Papúa Nueva Guinea—, los campos estaban listos para la siega (Juan 4:35). De hecho, el grupito de hermanos apenas podía dar abasto a tantas personas interesadas. Más adelante se abrió la oportunidad para enviar más precursores cuando Matthew Pope, precursor canadiense, llegó junto con su familia y compró una casa con varios cuartos en el patio trasero.

Ocho precursores procedentes de Rabaul se unieron a la predicación en el distrito de Madang. Uno de ellos, Tamul Marung, consiguió una bicicleta y se la llevó en un viaje que hizo en bote. Navegó 48 kilómetros (30 millas) por la costa en dirección norte para ir a Basken, su aldea natal, y predicar allí. Después regresó a Madang en su bicicleta para ir dando testimonio por el camino. Posteriormente volvió a Basken, formó una congregación y duró veinticinco años más en el precursorado. En el transcurso de ese tiempo se casó y llegó a ser padre de familia. Dicho sea de paso, su hija y su sobrina nieta sirvieron en Betel.

En Madang, mientras tanto, John y Lena Davison le predicaron a un maestro llamado Kalip Kanai, oriundo de Talidig, un poblado entre Basken y Madang. Al poco tiempo, John y Lena comenzaron a viajar a Talidig para dirigirles un estudio bíblico a Kalip y su familia. Esto suscitó la ira del inspector de la escuela, un hombre católico que ordenó a la policía que echara a Kalip y sus parientes de sus hogares. Sin hacer aspavientos, se marcharon a la aldea vecina de Bagildik, donde llegaron a formar una floreciente congregación. Con el tiempo construyeron un gran Salón del Reino que se usaba para celebrar asambleas de circuito y distrito. Actualmente, en el distrito de Madang hay siete congregaciones y dos grupos.

Mientras la obra progresaba en Madang, también cobraba éxito en Lae —ciudad costera situada a 210 kilómetros (130 millas) al sureste— gracias a la labor de Jim Baird y John y Magdalen Endor. “Casi todas las noches estudiábamos con grupos grandes en nuestro hogar —recuerda John—. En seis meses, diez estudiantes ya se habían unido a nosotros en la predicación.” A finales de 1958, más de mil doscientas personas se reunieron en el cine de Lae para ver la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción. Muchos de los asistentes eran trabajadores contratados, originarios de remotas poblaciones en las montañas, quienes después llevaron las buenas nuevas a su tierra.

En el interior de la isla también había proclamadores tenaces y muy productivos. Por ejemplo, en Wau, un celoso hermano llamado Jack Arifeae, muy alto y de cara redonda, estableció una floreciente congregación en su casa. Además, unos treinta miembros de la tribu kukukuku, la cual en un tiempo fue muy temida por sus costumbres caníbales, también estudiaron la Biblia y progresaron espiritualmente.

Mientras tanto, en la población vecina de Bulolo, la predicación de Wally y Joy Busbridge encolerizó a los miembros de la Misión Nuevas Tribus, que creían tener el control de la zona. Estos ejercieron presión sobre el jefe de Wally, quien le dio a nuestro hermano el siguiente ultimátum: “O dejas tu religión, o te buscas otro trabajo”. Los Busbridge se mudaron a Lae y continuaron predicando. Más tarde emprendieron el servicio de tiempo completo y trabajaron por años en la obra de ministros viajantes.

A Popondetta, pequeña ciudad al sureste de Lae, las buenas nuevas llegaron gracias a Jerome y Lavinia Hotota. Esta pareja vivía en Port Moresby, pero decidió regresar a su lugar de origen. Jerome era muy entusiasta y utilizaba las Escrituras de manera persuasiva, y Lavinia era una mujer cariñosa que mostraba verdadero interés por los demás. Como era de esperar, cuando los Hotota comenzaron a dar testimonio, el obispo anglicano y un gran grupo de seguidores fueron a su casa para exigirles que dejaran de predicar. Sin embargo, ellos no se amedrentaron. Más bien, continuaron predicando y formaron una congregación pequeña pero animosa.

Para 1963, las buenas nuevas habían llegado a Wewak, una ciudad en la lejana costa norte de Papúa Nueva Guinea. Karl Teynor y Otto Eberhardt, dos albañiles alemanes, trabajaban durante el día en el hospital y por las tardes y los fines de semana dirigían estudios de la Biblia con más de cien personas. Su predicación enfureció al sacerdote católico, quien reunió una turba que arrojó al mar las motocicletas de Karl y Otto. Entre los cómplices del sacerdote figuraba un influyente líder de varias aldeas, quien tenía un hijo que con el tiempo se hizo Testigo. Al ver los cambios que su hijo hizo, el hombre se ablandó y permitió que se predicara en las aldeas que estaban a su cargo.

SE ABRE UNA SUCURSAL

Mientras el clero trataba de detener la predicación, los Testigos hacían lo posible por “establecer legalmente las buenas nuevas” (Fili. 1:7). Como resultado, el 25 de mayo de 1960, el gobierno reconoció de manera oficial la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, una corporación legal que utilizan los Testigos en muchos países. Esto abrió las puertas para obtener terrenos del gobierno y así construir Salones del Reino y otras instalaciones necesarias para apoyar la obra.

Ese mismo año se abrió una sucursal de la Sociedad Watch Tower en el país, y John Cutforth fue designado como siervo de sucursal. Pero encontrar un sitio donde establecerla no fue sencillo, pues había muy pocos lugares disponibles. Entonces, ¿qué se hizo?

Pues bien, Jim y Florence Dobbins acababan de llegar a la isla. Durante la II Guerra Mundial, Jim había servido en la marina de Estados Unidos en Papúa Nueva Guinea. Posteriormente, él y Florence aprendieron la verdad y se pusieron la meta de ampliar su ministerio. Jim recuerda: “En 1958, un hermano de Port Moresby nos visitó en Ohio y aprovechó la ocasión para mostrarnos algunas diapositivas de la isla. Más tarde encontramos una que había dejado olvidada. Tenía una de las escenas más hermosas que habíamos visto. ‘Hay que enviársela por correo’, dijo mi esposa. ‘No, mejor se la llevamos en persona’, contesté”.

Un año después, Jim, Florence y sus dos hijas, Sherry y Deborah, se mudaron a una casita de cemento en Six Mile, en las afueras de Port Moresby. Cierto día, mientras Jim conversaba con John Cutforth, salió a relucir la cuestión de si ya se había conseguido un lugar adecuado para la sucursal.

—He buscado en todo Port Moresby, pero no hay ningún sitio disponible— se lamentó John.

—Bueno, ¿y qué tal si usan nuestra casa? —dijo Jim—. Podríamos dejarles las tres habitaciones de enfrente y nosotros nos vamos a la parte de atrás.

Pusieron manos a la obra, y el 1 de septiembre de 1960 la casa de la familia Dobbins quedó oficialmente registrada como la primera sucursal de Papúa Nueva Guinea.

INTENTAN PROSCRIBIR LA OBRA

Estos avances no fueron del agrado de los opositores. Desde 1960 en adelante, las iglesias de la cristiandad, los medios de comunicación y la Liga de Soldados Retirados y en Servicio Activo unieron sus fuerzas a fin de lanzar una campaña para desprestigiar y proscribir a los testigos de Jehová.

La situación se puso más candente cuando se distribuyó a algunos médicos, sacerdotes y funcionarios del gobierno un folleto que explicaba nuestra postura sobre las transfusiones de sangre. Como siempre, los líderes de la cristiandad fueron los primeros en reaccionar. El 30 de agosto de 1960 apareció en el periódico South Pacific Post el siguiente encabezado: “La ira de las iglesias ante la cuestión de la sangre”. Y en el artículo adjunto, los líderes religiosos afirmaban que la organización de los Testigos era “el anticristo [y] un enemigo de la Iglesia”.

En artículos posteriores se acusó a los Testigos de ser un grupo subversivo y que sus enseñanzas fomentaban el absentismo escolar, la evasión de impuestos, el culto de los cargueros y hasta la falta de higiene. Otros informes los incriminaban falsamente de valerse de un próximo eclipse solar para infundir miedo y “manipular las mentes ingenuas de los nativos”. Un editorial incluso los censuró por “vivir, comer y trabajar con los aldeanos”. El South Pacific Post los criticó por enseñar que “todos los hombres son iguales” y dijo que eran “más peligrosos que el comunismo”.

Finalmente, el 25 de marzo de 1962, la Liga de Soldados Retirados y en Servicio Activo pidió a las autoridades coloniales que proscribieran nuestra obra. No obstante, el gobierno australiano rechazó públicamente tal solicitud. “Esta noticia tuvo un efecto positivo en todo el país —comenta Don Fielder—. Las personas de mentalidad abierta se dieron cuenta de que las acusaciones de los opositores eran falsas.”

SE PREDICA EN LAS TIERRAS ALTAS

Ese mismo mes, Tom y Rowena Kitto dejaron Port Moresby para emprender un agotador viaje de varias semanas. Llevarían las buenas nuevas a un territorio virgen: las escarpadas montañas de Nueva Guinea.

Treinta años antes, unos buscadores de oro provenientes de Australia habían descubierto en las montañas una civilización totalmente alejada del resto del mundo. Los pobladores, que eran más o menos un millón, pensaron atemorizados que los blancos eran los espíritus de sus antepasados que habían muerto.

A los buscadores de oro les iban pisando los talones los misioneros de la cristiandad. Rowena cuenta: “Cuando estábamos por llegar, los religiosos les ordenaron a los aldeanos que no nos escucharan. Pero la advertencia logró el efecto contrario. La gente de las montañas, curiosa por naturaleza, nos estaba esperando ansiosamente”.

Los Kitto abrieron una pequeña tienda en Wabag, a 80 kilómetros (50 millas) al noroeste de la ciudad de Mount Hagen. “Los sacerdotes ordenaron a sus feligreses que no nos compraran ni vendieran nada; que ni siquiera nos hablaran —comenta Tom—. Incluso los presionaron para que exigieran la cancelación del contrato de arrendamiento del terreno donde vivíamos. Pero los aldeanos notaron que éramos diferentes a los blancos que ellos conocían. Nosotros los tratábamos bien. Muchas veces, nuestra amabilidad los conmovía tanto que hasta lloraban y nos decían que no nos fuéramos.”

LA PACIENCIA VALE LA PENA

Desde 1963 en adelante, un sinnúmero de Testigos extranjeros se mudaron a las montañas para esparcir las buenas nuevas. Al irse desplazando de este a oeste, abarcaron toda la región y establecieron muchos grupos y congregaciones.

En Goroka, en la provincia de Tierras Altas Orientales, una pequeña congregación se reunía en una casa particular. Luego tuvieron un modesto lugar de reunión hecho de maleza. Entonces, en 1967, construyeron un hermoso Salón del Reino con 40 sillas. George Coxsen, quien sirvió en las montañas durante diez años, recuerda: “Yo decía en son de broma: ‘De aquí al Armagedón quizás llenemos el salón’. Pero qué equivocado estaba. Al cabo de un año, la congregación tuvo que dividirse porque ya no cabía la gente”.

Más al este, cerca de Kainantu, Norm Sharein dirigía estudios bíblicos a unos cincuenta aldeanos que llegaban todos los días a su cabaña. Posteriormente, Berndt y Erna Andersson —una pareja de precursores— se encargaron de este grupo durante dos años y medio. Erna recuerda: “Aquellas personas casi nunca se bañaban, usaban poca ropa, no sabían leer ni escribir y estaban sumidas en el espiritismo. Aun así, con paciencia y amor, logramos que algunos de ellos memorizaran y explicaran ciento cincuenta textos bíblicos”.

Berndt y Erna se encariñaron con este grupo. “Cuando se supo que nos habían asignado a Kavieng, las mujeres me rodearon y comenzaron a llorar a lágrima viva —dice Erna—. Una a una se acercaban para acariciarme el rostro y los brazos mientras se deshacían en lágrimas. Tuve que retirarme a mi cabaña varias veces para llorar en lo que Berndt trataba de confortarlas, pero estaban inconsolables. Al momento de partir, una multitud bajó corriendo por la montaña detrás de nuestro vehículo, y las mujeres lloraban a mares. Todavía se me hace difícil explicar lo que sentí aquel día. ¡Cuánto anhelamos ver a estos queridos amigos en el nuevo mundo!” Otros precursores dieron continuidad al trabajo de Berndt y Erna, y con el tiempo llegó a haber una hermosa congregación en Kainantu.

ÉXITO EN LA SIEMBRA ESPIRITUAL

A principios de los años setenta, un grupito de Testigos se establecieron en Mount Hagen, a unos 130 kilómetros (80 millas) al oeste de Goroka. Esta ciudad era conocida por su enorme mercado, al que cada semana llegaban miles de aldeanos desde muy lejos. “Colocábamos cientos de publicaciones en el mercado”, recuerda Dorothy Wright, una intrépida precursora. Cuando la gente regresaba a sus aldeas remotas, llevaba consigo el mensaje del Reino adonde los publicadores no habían podido llegar.

Tiempo después, Jim Wright —quien era hijo de Dorothy— y Kerry Kay-Smith fueron asignados a Banz, un distrito al este de Mount Hagen ubicado en el pintoresco valle de Wahgi, donde hay plantaciones de té y café. Allí, estos dos precursores enfrentaron fuerte oposición de parte de las misiones de la Iglesia, que incitaban a los niños a arrojarles piedras y echarlos de sus aldeas. Cuando Kerry fue asignado a otro lugar, Jim se quedó solo. Él recuerda: “A menudo me quedaba despierto por las noches en mi chocita de paja y oraba diciendo: ‘Jehová, ¿qué hago aquí?’. Años más tarde recibí la respuesta”.

Jim continúa: “En 2007, estando ya en Australia, viajé a Banz para ir a una asamblea de distrito. Cerca de donde había estado mi vieja chocita de paja ahora se erigía un nuevo Salón del Reino que se convertía temporalmente en un Salón de Asambleas con capacidad para mil personas. Al acercarme a las instalaciones, un hermano corrió hacia mí, me agarró y comenzó a llorar sobre mi hombro. Cuando se calmó, me dijo que se llamaba Paul Tai y que su padre había estudiado la Biblia conmigo hacía treinta y seis años. Paul había leído los libros de su padre, llegó a aprender la verdad y ahora sirve como anciano.

”En una entrevista que me hicieron en la asamblea hablé sobre la persecución que enfrentamos cuando la obra estaba empezando en Banz. Casi nadie pudo contener las lágrimas. Después del programa, varios hermanos se me acercaron con los ojos llorosos para abrazarme y disculparse. Cuando eran niños, me habían echado de sus aldeas arrojándome piedras e insultándome. Entre ellos estaba también Mange Samgar, el pastor luterano que los había instigado y que ahora es anciano de congregación. ¡Qué asamblea tan memorable!”

GERMINAN SEMILLAS EN LUGARES REMOTOS

Aunque muchos habitantes de Papúa Nueva Guinea conocieron la verdad mediante un Testigo, algunos lo hicieron gracias a las semillas que fueron germinando en zonas aisladas (Ecl. 11:6). Por ejemplo, alrededor de 1970, la sucursal comenzó a recibir informes de servicio del campo de un desconocido que pertenecía a una congregación inexistente en una aldea no identificada cerca del lejano río Sepik. Así que la sucursal envió a un superintendente de circuito llamado Mike Fisher para que fuera a investigar.

Mike recuerda: “Para llegar a la aldea, tuve que viajar diez horas en una canoa motorizada cruzando riachuelos que serpenteaban entre la selva atestada de mosquitos. Cuando por fin llegué al atardecer, encontré a nuestro misterioso remitente: un hombre a quien años atrás se le había expulsado de una congregación en otra zona. El caso es que regresó a su aldea, se arrepintió de sus pecados y se puso a predicar. Para entonces ya había más de treinta personas que decían ser testigos de Jehová, algunas de las cuales reunían los requisitos para el bautismo. Al poco tiempo, aquel hombre fue readmitido, y el grupo obtuvo el reconocimiento oficial de la sucursal”.

En 1992, Daryl Bryon, otro superintendente de circuito, se enteró de que en una remota aldea en el interior de la isla supuestamente había personas interesadas en la verdad. “Para llegar a la aldea —explica Daryl—, recorrí 80 kilómetros (50 millas) en auto, caminé una hora y media por la densa selva, y luego remé río arriba durante otra hora. Para mi sorpresa, a orillas del río rodeado de imponentes montañas había una construcción nueva con un letrero que decía ‘Salón del Reino de los Testigos de Jehová’.

”Todos los domingos, unas veinticinco personas se reunían allí para estudiar el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. Ya que decían ser Testigos, les pregunté si masticaban nuez de areca. ‘¡Claro que no! —contestaron—. Dejamos de hacerlo hace un año, cuando conocimos la verdad.’ De más está decir lo feliz que me puse el día en que la sucursal me asignó aquel grupo como parte del circuito que yo visitaba.”

LLEGAN MÁS MISIONEROS

Durante las décadas de 1980 y 1990, la predicación en Papúa Nueva Guinea recibió el extraordinario apoyo de muchos misioneros egresados de Galaad, hermanos graduados de la Escuela de Entrenamiento Ministerial y precursores especiales de Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Filipinas, Finlandia, Inglaterra, Japón, Nueva Zelanda y Suecia, entre otros países. La bendición que suponía aquel apoyo se duplicó más tarde cuando algunos de esos celosos evangelizadores se casaron con personas que manifestaban el mismo espíritu.

Cuando llegaban al país, la mayoría de aquellos hermanos recibía un curso de tok pisin o de hiri motu durante dos o tres meses. Asistían a clases por la mañana, y por la tarde practicaban el idioma en la predicación. Esto hizo posible que, al cabo de pocos meses, muchos dirigieran estudios bíblicos productivos y presentaran discursos.

Aprender un nuevo idioma también les sirvió para desplegar paciencia y empatía a la hora de enseñar a quienes no sabían leer o escribir. Lograron que muchos aprendieran a leer suficientemente bien como para comprender su lectura de la Palabra de Dios (Isa. 50:4). A su vez, el número de publicadores aumentó de 2.000 en 1989 a 3.000 en 1998, un incremento del 50% en tan solo nueve años.

Aunque con el tiempo una buena cantidad de esos proclamadores se fueron del país por asuntos de salud y otras razones, dejaron una valiosa herencia. De hecho, aún se les recuerda con cariño por su fe y sus obras de amor (Heb. 6:10).

LAS CONSTRUCCIONES IMPULSAN LA OBRA

A medida que aumentaba la cantidad de publicadores, se hizo necesario construir más Salones del Reino y Salones de Asambleas y ampliar la sucursal. ¿Cómo se satisfizo dicha necesidad?

Antes de 1975, el Departamento de Catastro del gobierno solía apartar terrenos con fines religiosos. Las iglesias solicitaban las parcelas y presentaban su caso ante la Junta de Terrenos designada por el gobierno. A quien le concedían el solar no le cobraban nada, con la condición de que construyera dentro de un tiempo razonable.

En 1963, pese a la intensa oposición del clero de la cristiandad, la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia consiguió el contrato de arrendamiento de una propiedad con excelente ubicación en Port Moresby. Como estaba en una ladera, tenía una vista espectacular del azulado mar del Coral y del mercado de Koki. Allí se construyó un edificio de dos plantas que albergaría la sucursal y un Salón del Reino. Más tarde se obtuvieron concesiones de terrenos en Port Moresby para construir Salones del Reino en Sabama, Hohola, Gerehu y Gordon.

El terreno de Gordon, ubicado en un lugar estratégico cerca del centro, estaba destinado originalmente a la edificación de una catedral anglicana. “En la audiencia pública, sin embargo, el presidente de la Junta de Terrenos le dijo al pastor anglicano que a los miembros de la junta no les parecía bien que la Iglesia estuviera acaparando las tierras, pues solía utilizarlas con fines lucrativos —explica Ron Fynn, quien sirvió veinticinco años en el país—. El presidente añadió que le volverían a conceder terrenos a la Iglesia cuando comprobaran que les daba el uso debido a los que ya tenía.

”Acto seguido, el presidente se dirigió a mí y me preguntó qué terreno necesitábamos. Le dije que nuestra primera opción era el que estaba destinado a la catedral de Gordon. El pastor anglicano se levantó de un salto para objetar, pero el presidente le ordenó que se sentara. Terminé de presentar nuestro caso, y, para sorpresa de todos los presentes, nos concedieron el terreno.”

De modo que allí se construyó un edificio de cuatro plantas para la sucursal, además de un Salón del Reino. Las nuevas instalaciones de la sucursal se dedicaron el 12 de diciembre de 1987, y la propiedad de Koki se vendió. Entre los años 2005 y 2010 se agregaron un edificio residencial de cuatro plantas, un Salón del Reino y una oficina de traducción. Dicha extensión se dedicó el 29 de mayo de 2010.

Actualmente hay 89 Salones del Reino y otros lugares de reunión por todo el país. En muchas zonas rurales, todavía se emplea maleza para construir estos recintos, pero en las áreas urbanas ya se utilizan materiales modernos. Una gran cantidad de sus nuevos salones ha sido financiada mediante el programa de construcción para países con recursos limitados, que se implementó en Papúa Nueva Guinea en 1999.

LA OBRA CONTINÚA PESE A LAS PRUEBAS

Las diversas religiones existentes en Papúa Nueva Guinea tenían su propio territorio, y cada una había acordado mantenerse dentro de sus límites para no invadir el de las demás. Por supuesto, los testigos de Jehová le predican a todo el que quiera escuchar las buenas nuevas, sin importar dónde viva. Su determinación y la respuesta favorable de tantas personas a la verdad suscitaron la ira del clero.

Norm Sharein recuerda: “Entre las primeras personas que me visitaron cuando me mudé a la islita de Kurmalak (Nueva Bretaña del Oeste) estuvo un pastor anglicano que me dijo: ‘No tienes derecho a predicar en mi territorio. La gente de aquí ya es cristiana’.

”Pues bien, cierto día en que llovía a cántaros y el mar estaba picado, alcancé a ver que uno de mis estudiantes venía remando desesperadamente en su piragua. La verdad es que salir en plena tempestad ponía su vida en peligro. Cuando logró llegar a la playa, me dijo jadeando que se aproximaba una embarcación llena de católicos —encabezados por su catequista— que venían a darme una paliza. Como yo no tenía escapatoria, le pedí a Jehová que me diera sabiduría y fortaleza.

”Al llegar la embarcación, se bajaron unos quince hombres con las caras pintadas de rojo, señal de que me atacarían. En vez de esperarlos, me dirigí a su encuentro. Aunque había tenido mucho miedo, en ese momento dejé de sentirlo. A medida que me iba acercando, despotricaban contra mí con la intención de provocarme y tener motivos para pelear, pero me mantuve tranquilo.

”Otro de mis estudiantes, un señor de edad avanzada que era el dueño de la isla, estaba viendo todo. Con toda su buena fe, les dijo a los hombres: ‘Los testigos de Jehová no pelean. ¡Péguenle para que vean!’.

”‘¿Pero de qué lado está este señor?’, pensé, deseando que se callara.

”Pasé varios minutos hablando con ellos, tras lo cual les sugerí que se marcharan. Y como muestra de mi buena voluntad, extendí la mano derecha hacia el líder. Sorprendido, miró a los demás, quienes lo estaban observando. Entonces me estrechó la mano, la tensión se disipó y enseguida todos nos dimos la mano. ¡Qué alivio sentí cuando partieron! No pude menos que pensar en las palabras de Pablo a Timoteo cuando dijo: ‘El esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable para con todos, [...] manteniéndose reprimido bajo lo malo’.” (2 Tim. 2:24.)

Berndt Andersson recuerda que en una aldea de las montañas, el pastor luterano y una turba de 70 hombres procedentes de otra aldea pretendían echar a los Testigos y destruir su Salón del Reino. El grupo se llevó una sorpresa cuando Berndt fue a encontrarse con ellos en las afueras de la aldea. Él se dirigió al pastor y le preguntó por qué los luteranos, así como algunos misioneros de la cristiandad, llamaban a Dios Anutu. El pastor respondió que ese nombre estaba en las Escrituras, y Berndt le preguntó en qué parte lo decía. El hombre abrió su Biblia, pero como no encontraba el texto, Berndt le pidió que leyera Salmo 83:18. Hubo que ayudarlo a buscar el libro de los Salmos, y cuando por fin halló el versículo, lo leyó en voz alta. Al toparse con el nombre Jehová, cerró la Biblia y exclamó: “¡Eso es mentira!”. Pero ya era demasiado tarde para darse cuenta de que había rechazado su propia Biblia. Después de ese incidente, muchos de sus seguidores cambiaron su actitud hacia los Testigos.

En ocasiones, los opositores hasta quemaron algunos Salones del Reino. Uno de esos casos ocurrió en la aldea de Agi, ubicada en la provincia de Milne Bay. Entre los incendiarios estaba un hombre que en aquel momento se hallaba ebrio, pero que después se arrepintió sinceramente de lo que hizo. De hecho, con el tiempo se acercó a los hermanos, aceptó un estudio bíblico y se hizo precursor. Es más, se le ofreció vivir en la casa que está junto al salón reconstruido, así que llegó a ser el encargado de cuidar el mismo lugar que él había quemado.

Por fortuna, la persecución religiosa prácticamente ha quedado en el pasado. “Hemos entrado en un período de paz —explica Craig Speegle—. Pero ahora nos enfrentamos a otro problema: la violencia, a menudo causada por maleantes y ladrones conocidos como raskols. Por eso, al predicar en zonas peligrosas, los hermanos trabajan en grupos sin perderse de vista.”

“Algo que ayuda es identificarnos como Testigos”, comentan Adrian y Andrea Reilly, quienes sirven de misioneros. “Sea que uno vaya de compras o esté predicando, conviene llevar publicaciones —afirma Adrian—. Es cierto que esto no garantiza nuestra seguridad, pero sirve para que la gente vea que somos ministros de Jehová. En cierta ocasión, mi auto se descompuso en una zona peligrosa de Lae. Yo estaba solo, y al poco rato me vi rodeado por una banda de jóvenes con un aspecto intimidante. Gracias a una conversación bíblica que hacía poco habíamos tenido, dos de ellos me reconocieron. Como resultado, ambos intercedieron por mí. Para mi sorpresa, lejos de hacerme daño, todos empujaron mi carro casi medio kilómetro, lo que me faltaba para llegar al hogar misional. ¡Qué alivio!”

Otro día, una hermana estaba en el mercado cuando unos raskols con navajas le dijeron en voz baja: “Danos tu bolso”. Ella inmediatamente se lo dio, y los ladrones se echaron a correr. A los pocos minutos regresaron para pedirle perdón a la hermana y devolverle el bolso con todo su contenido. ¿Por qué? Porque cuando lo abrieron y vieron una Biblia y el libro Razonamiento, les remordió la conciencia.

FORMAS DE LLEGAR A LA GENTE

Elsie Thew, quien de 1958 a 1966 sirvió en Papúa Nueva Guinea junto con su esposo, Bill, dijo: “Íbamos adonde estuviera la gente: en las aldeas, en sus casas, en los huertos, en los mercados y en los caminos agrestes. Conversábamos con los pescadores en las playas y en las riberas de los ríos. Recién llegados al país solíamos llevar un mapa del mundo para enseñarle a la gente de las zonas más aisladas de dónde veníamos. Había que hacerlo porque a veces nos veían llegar en avión y, por estar tan alejados del mundo exterior, pensaban que habíamos caído del cielo. Así que les mostrábamos que sencillamente éramos de otro país dentro del mismo planeta”.

El bote y la canoa son los únicos medios para llegar a muchas de las aldeas esparcidas por las orillas de los ríos y las costas. Steve Blundy recuerda: “Daera Guba, originario de Hanuabada, en Port Moresby, era un hermano de edad avanzada experto en embarcaciones. Bajo su casa guardaba dos troncos ahuecados que se podían utilizar para construir un tipo de catamarán llamado puapua, así que mi compañero de precursorado y yo le conseguimos la madera necesaria para el armazón. La vela estaba hecha de lona. Así, con Daera como capitán y dos o tres hermanos de Hanuabada como tripulantes, viajamos unas cuantas veces a las aldeas costeras cerca de Port Moresby”.

A finales de los años sesenta, Berndt Andersson y su esposa sirvieron en Nueva Irlanda, una hermosa isla a unos 650 kilómetros (400 millas) al noreste de Papúa Nueva Guinea. Berndt escribe: “La gente llegaba de las islitas adyacentes para pedirnos que la visitáramos. Pero para eso necesitábamos un bote, lo cual nos parecía un sueño imposible en vista de nuestro módico reembolso mensual. Aunque teníamos algunas tablas guardadas en un cobertizo, no eran suficientes para hacer una embarcación. Así que oramos a Jehová. Cierto día, sin esperarlo, un hermano muy querido de Lae nos mandó 200 dólares para que pudiéramos visitar las islas vecinas. De modo que con ese dinero construimos un bote al que llamamos Pioneer (Precursor). Pero ahora nos faltaba el motor. El mismo hermano nos dio la cantidad necesaria para comprar un pequeño motor fuera de borda. Ahora sí estábamos listos para visitar aquellas pintorescas islas”.

Alrededor de 1990, Jim Davies —un superintendente de circuito— hizo planes con otros tres hermanos para predicar en un campamento de refugiados ubicado a la altura del río Fly, cerca de la frontera con Indonesia. Los hermanos les consiguieron hospedaje en casa de una mujer interesada en la verdad, cuyo esposo era el segundo al mando en el campamento. “Subir por el río Fly en una piragua con motor nos llevó casi dos horas —comenta Jim—. Como a las nueve de la mañana llegamos a un claro en la selva, donde vimos un camino de tierra que nos conduciría hasta nuestro lejano destino. Nos quedamos allí a esperar transporte.

”Por fin, a las cinco de la tarde apareció un vehículo. Subimos nuestras cosas y nos montamos. No habíamos recorrido ni 100 metros en el auto cuando se le rompió la dirección. Con total calma, el conductor dio con el problema, consiguió alambre para cercados y lo usó para amarrar las piezas sueltas debajo del vehículo. ‘Así no vamos a llegar muy lejos’, pensé. Pero estaba equivocado: el alambre aguantó el camino de cinco horas en un terreno donde todo el tiempo tuvimos que mantener la tracción en las cuatro ruedas. Muchas veces se atascó el vehículo en el lodo, y tuvimos que bajarnos a empujarlo. Llegamos a nuestro destino a las diez de la noche, enlodados y muertos de cansancio.

”Predicamos tres días en el campamento, que estaba disperso en una extensa área selvática, y dejamos todas las publicaciones que llevábamos. Nos encontramos con un hombre que estaba expulsado, y nos dijo que deseaba volver a Jehová. Más tarde recibimos la grata noticia de que había sido readmitido. Hoy día, su esposa y algunos de sus hijos también están en la verdad. Además, la señora que amablemente nos hospedó y su esposo ahora también son nuestros hermanos.”

LA OBRA DE CIRCUITO EN EL RÍO SEPIK

El río Sepik, con una longitud de más de 1.100 kilómetros (700 millas), parece una enorme culebra de color marrón que serpentea desde las montañas hasta el mar. Hay lugares en donde es tan ancho que se hace difícil ver de una ribera a la otra. Constituye una gran vía de tránsito muy utilizada por los hermanos, entre quienes se cuentan los superintendentes viajantes y sus esposas. Acompañemos a una pareja cuyo circuito abarca territorios ubicados a lo largo de esta imponente vía fluvial.

Warren Reynolds escribe: “Mi esposa, llamada Leann, y yo partimos al amanecer de la ciudad de Wewak en nuestro vehículo. En el portaequipaje de techo llevamos amarrado nuestro bote de aluminio de 3,5 metros (12 pies) de largo. Viajamos tres horas por tierra, la mayor parte del tiempo con la tracción en las cuatro ruedas. Al llegar a la ribera del Sepik, dejamos el vehículo estacionado por algunos días para navegar río arriba y visitar a unos treinta publicadores de cuatro aldeas ubicadas por donde pasan los afluentes del río.

”Con nuestro bote de fondo plano cargado de provisiones, encendemos el motor fuera de borda de 25 caballos de fuerza y emprendemos nuestro viaje por el río. Una hora después subimos hacia el río Yuat, afluente del Sepik, y navegamos otras dos horas para llegar a Biwat. Los hermanos de la aldea y sus estudiantes nos dan una cálida acogida. Algunos llevan nuestro bote a tierra y lo guardan en la casa de uno de ellos. Después de una sabrosa comida de plátanos y leche de coco, todos emprendemos un recorrido de dos horas en bicicleta por la selva pantanosa. Los publicadores, que van al frente, nos ayudan con nuestras provisiones. Finalmente llegamos a una aldea llamada Dimiri, donde saciamos nuestra sed con agua de coco y montamos nuestra cama con mosquitero en una casa de maleza construida sobre pilotes. Después de cenar ñames cocidos, nos vamos a dormir.

”En esta zona hay catorce publicadores repartidos en tres aldeas. Durante los siguientes días predicamos en cada una de ellas y encontramos mucha gente interesada. Tuvimos la dicha de ver que dos estudiantes de la Biblia legalizaran su matrimonio y se hicieran publicadores. Los demás hermanos ofrecieron una comida sencilla para la boda, compuesta de ñame, sagú, algunas hojas comestibles y dos pollos.

”¡Qué felicidad es ver que noventa y tres personas asistan al discurso público del domingo! Después de la reunión, con nuestras mochilas llenas y bajo el sol del mediodía, salimos de regreso a Biwat. Al llegar, dejamos las mochilas en la casa de un estudiante y nos vamos a predicar. Varios lugareños se quedan con publicaciones, y algunos aceptan un estudio bíblico. Ya de noche, en el hogar de un estudiante, nos sentamos a comer alrededor de una fogata cuyo humo aleja los mosquitos.

”Al día siguiente salimos temprano a buscar nuestro bote. Una vez en el río, partimos entre la neblina matinal fascinados por las aves que nos rodean y los peces que chapotean en el agua. Sobre balsas de bambú cargadas de víveres, familias que se dirigen a vender en el mercado se cruzan silenciosamente con nosotros.

”Cuando regresamos a nuestro vehículo, llenamos el tanque de gasolina del bote y nos reabastecemos de agua potable y otras provisiones. Entonces volvemos al río para visitar a los catorce publicadores de Kambot. Llegamos dos horas tarde y completamente empapados por un aguacero. De aquí viajamos río arriba en nuestro bote, esta vez lleno de publicadores, hacia una gran aldea que abarca ambas riberas del río. La gente nos escucha con atención hasta las últimas horas de la tarde. Al regreso hablamos con personas que están en sus embarcaderos flotantes de bambú. Como en la mañana nos habían visto navegar río arriba, nos esperan cuando volvemos. En esta zona tan aislada no se acostumbra usar dinero, así que, agradecidos por nuestra visita y los impresos que les dejamos, los habitantes nos ofrecen cocos, calabazas, bananas y pescado ahumado. Mientras el Sol se pone, ya nuevamente en Kambot, cocinamos estos alimentos.

”Al igual que todas las casas de Kambot, el lugar donde se hacen las reuniones está construido sobre pilotes. En la época de lluvias, cuando la zona se inunda por completo, la gente rema en sus canoas hasta las escaleras del lugar de reunión. Nuestra visita concluye con el discurso público, al que asisten setenta y dos personas, algunas de las cuales han tenido que caminar cinco horas para llegar.

”Cuando llegamos a nuestro vehículo, amarramos el bote al portaequipaje de techo y emprendemos el viaje de tres horas a casa. En el camino vamos recordando a nuestros hermanos que viven a lo largo del río Sepik. El esmero con que la organización se asegura de nutrirlos espiritualmente es evidencia del gran amor que Jehová les tiene. ¡Qué privilegiados somos de pertenecer a una hermandad tan maravillosa!”

LA LUCHA CONTRA LOS ESPÍRITUS INICUOS

Aunque un gran número de papúes dicen ser cristianos, muchos se aferran también a creencias tradicionales, como el culto a los antepasados y el miedo a los espíritus malignos. Desde hace algún tiempo, según cierta guía, “la magia negra y la brujería han resurgido con fuerza”. Por eso la gente dice a menudo que los hechiceros y los espíritus de los antepasados son los culpables de las enfermedades y la muerte.

En un mundo como ese, la verdad bíblica realmente liberta a las personas. Incluso algunos hechiceros han llegado a reconocer el poder de la Palabra de Dios, han abandonado sus prácticas y se han puesto de parte de la adoración verdadera. Veamos dos ejemplos.

Soare Maiga, un hombre muy temido por sus poderes, vivía en una aldea a unos 50 kilómetros (30 millas) de Port Moresby. Las creencias de los testigos de Jehová le llamaron la atención y comenzó a asistir a los estudios bíblicos en grupo. Al poco tiempo aceptó la verdad y cambió su vida. No obstante, cuando trataba de deshacerse de sus objetos relacionados con el espiritismo, misteriosamente aparecían otra vez. Pero Soare estaba resuelto a oponerse al Diablo, así que los metió en un saco junto con una gran piedra y los arrojó al mar frente a Port Moresby (Sant. 4:7). Entonces ya no volvieron a aparecer. Después de eso, este hombre valiente llegó a ser un celoso Testigo del Dios verdadero, Jehová.

Otro caso es el de Kora Leke, quien hacía curaciones mediante brujería y remedios a base de hierbas. No obstante, cuando empezó a estudiar la Biblia, tuvo que luchar para liberarse del espíritu que lo había ayudado a realizar sus trabajos de hechicería. Al igual que Soare, Kora se resolvió a cortar todo vínculo con los demonios, y lo logró gracias a la ayuda de Jehová. Con el tiempo se hizo precursor regular y llegó a ser precursor especial. Aunque por la edad avanzada sus piernas no le respondían muy bien, este hermano leal seguía predicando las buenas nuevas a sus vecinos.

¿Y cómo llegaba Kora a su lugar favorito de predicación? Los hermanos lo llevaban en una carretilla, la manera más práctica que tenían a su alcance. Después, un ingenioso hermano que servía en la sucursal le hizo una silla de ruedas usando la estructura de acero de una silla normal, unas ruedas de bicicleta y tela para el asiento. Gracias a su nuevo medio de transporte, al que sacó el máximo provecho, Kora pudo ser más independiente. ¡Cuánto deben regocijar el corazón de Jehová nuestros fieles hermanos mayores! Ciertamente son un ejemplo a seguir (Pro. 27:11).

ENSEÑAN A LA GENTE A LEER Y ESCRIBIR

Romanos 15:4 dice: “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción”. Sin duda, Dios desea que su pueblo esté bien instruido. Por tal razón, como ya se ha mencionado en este relato, los testigos de Jehová han trabajado con empeño en alfabetizar a la gente de Papúa Nueva Guinea.

Es cierto que aprender a leer y escribir no es fácil, especialmente para los mayores. Pero si el estudiante tiene un corazón dispuesto, tendrá éxito. Cabe mencionar que hasta las personas más humildes y con poca educación académica pueden beneficiarse del poderoso efecto de la Palabra de Dios.

Veamos el ejemplo de Save Nanpen, un joven que vivía cerca de la cabecera del río Sepik. Cuando se mudó a Lae, se enfrentó por primera vez a un estilo de vida influido por el mundo occidental. Pero allí también conoció a los testigos de Jehová, quienes le enseñaron la esperanza del Reino. Esta le llegó al corazón, empezó a asistir a las reuniones cristianas y al poco tiempo se hizo publicador. Sin embargo, no quería bautizarse. ¿Por qué razón? Porque le había prometido a Jehová que lo haría únicamente cuando pudiera leer la Biblia por sí mismo. De modo que se puso a estudiar con empeño hasta que alcanzó sus metas.

Aunque todavía hay mucho analfabetismo, se han establecido escuelas en distintas zonas de la isla. Los hijos de las familias Testigos asisten a esas escuelas, pero también se benefician de la buena educación que sus padres les dan y de la capacitación que reciben en las reuniones cristianas, como la Escuela del Ministerio Teocrático. Con razón se les considera alumnos ejemplares.

LA VERDAD BÍBLICA TRANSFORMA VIDAS

El apóstol Pablo escribió: “Las armas de nuestro guerrear no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas” (2 Cor. 10:4). A veces, un solo texto bíblico puede causar un profundo impacto en los lectores, como le sucedió a una mujer llamada Elfreda. Cuando alguien le mostró el nombre de Dios en su propia Biblia en lengua vedáu, consultó una enciclopedia donde corroboró lo que decían las Escrituras. “Los testigos de Jehová enseñan la verdad”, pensó. Ahora bien, su esposo, Armitage, no quería saber nada de los Testigos. Además de que fumaba y se emborrachaba, mascaba nuez de areca y tenía muy mal genio.

Después de que él se jubiló, se fueron de Lae para vivir en Alotau, dentro de la provincia de Milne Bay, donde no había Testigos. Mientras tanto, Elfreda se suscribió a las revistas La Atalaya y ¡Despertad! y comenzó a estudiar por correo con Kaylene Nilsen, una precursora. “Cada semana, Elfreda me enviaba sin falta sus respuestas”, comenta Kaylene.

Posteriormente, Geordie y Joanne Ryle, graduados de la Escuela de Galaad, fueron asignados a Milne Bay, así que aprovecharon para visitar a Elfreda a fin de animarla y predicar con ella. Respecto al esposo de Elfreda, Geordie recuerda: “Armitage me dijo que quería estudiar la Biblia conmigo. Debido a la reputación que tenía, yo dudaba de sus motivos. Pero al cabo de un mes de haber comenzado, descubrí que era sincero. Con el tiempo se bautizó, y después llegó a ser siervo ministerial”. Ahora, tres generaciones de su familia están en la verdad, y su nieto Kegawale Biyama, a quien se citó antes, es miembro del Comité de Sucursal en Port Moresby.

Mientras Don y Shirley Fielder servían de precursores en Hula, empezaron un estudio bíblico con Alogi Pala y su esposa, Renagi. “Alogi era ladrón y siempre estaba metido en peleas —cuenta Don—. Además, sufría una enfermedad tropical que le daba a su piel un aspecto muy desagradable, y una úlcera le había consumido parte de la boca. Él y su esposa mascaban nuez de areca, así que lo que se veía entre sus dientes ennegrecidos era algo de color rojo sangre. Lo cierto es que uno jamás se imaginaría que alguien como Alogi aceptaría la verdad. Aun así, los dos se interesaron en el mensaje y comenzaron a ir a las reuniones, donde discretamente se sentaban en la parte de atrás.

”En unos seis meses —continúa Don— fuimos viendo la impresionante transformación de Alogi; dejó de robar y abandonó las peleas físicas y verbales. Además, él y Renagi mejoraron en su aseo personal, empezaron a participar en las reuniones y pronto ya estaban predicando. De hecho, se cuentan entre los primeros publicadores de Hula.”

Abel Warak, que vivía en Nueva Irlanda, había perdido la sensibilidad en las manos y los pies debido a la lepra. Cuando oyó de la verdad por primera vez, casi no caminaba y no le importaba la vida. El mensaje bíblico, sin embargo, cambió su actitud y sus perspectivas por completo, lo cual le infundió ánimo y fuerzas renovadas. Incluso llegó a ser precursor. En el pasado, Abel había tenido la costumbre de pescar para complementar su alimentación, pero ya no podía caminar sobre los arrecifes porque tenía los pies entumecidos. Así que los hermanos le compraron unas botas de goma que le llegaban a las rodillas. Él, por su parte, aprendió a andar en bicicleta, lo cual le permitía desplazarse más lejos para predicar. A veces viajaba 100 kilómetros (60 millas) para hacer revisitas, y en una ocasión pedaleó 145 kilómetros (90 millas) a fin de llegar a la casa de un señor interesado e invitarlo a la Conmemoración.

Se han dado casos en los que el “conocimiento de Jehová” ha ayudado a individuos feroces a realizar grandes cambios (Isa. 11:6, 9). Por citar un ejemplo, en 1986, unas sesenta personas de dos aldeas cercanas a Banz asistieron a una asamblea de distrito en Lae y se sentaron en las primeras filas del auditorio. Estos habitantes de las montañas habían sido enemigos desde siempre y vivían en constantes luchas entre sí. Pero después de que unos precursores especiales les predicaron las buenas nuevas, decidieron vivir en paz. Experiencias como esta recuerdan las palabras registradas en Zacarías 4:6, donde dice: “‘No por una fuerza militar, ni por poder, sino por mi espíritu’, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Este es el mismo espíritu que mueve a muchas personas sinceras a amoldar su vida a las normas morales de la Biblia.

HONRAN EL DON DIVINO DEL MATRIMONIO

En muchos países, las costumbres locales así como las iglesias de la cristiandad suelen hacer caso omiso del punto de vista bíblico sobre el matrimonio (Mat. 19:5; Rom. 13:1). Y Papúa Nueva Guinea no es la excepción. Pero a fin de agradar a Jehová, muchas parejas que vivían juntas sin estar casadas o que practicaban la poligamia hicieron cambios significativos en sus vidas. Veamos el caso de Francis y su esposa, Christine.

Cuando Francis renunció al ejército, se separó de Christine. Ella volvió junto con sus dos hijas a su aldea en la isla Goodenough, ubicada en la provincia de Milne Bay. Él regresó a Mount Hagen, y con el tiempo se fue a vivir con otra mujer y sus hijos. Todos asistían a la Iglesia de las Asambleas de Dios. Entonces la pareja de Francis conoció a los testigos de Jehová y aceptó un estudio bíblico. Poco después, él también se interesó, y empezaron a asistir juntos a las reuniones.

Francis deseaba ser publicador, pero necesitaba resolver su situación familiar. Después de haber orado intensamente, habló con su compañera. Ella y sus hijos se mudaron a otra casa, y Francis fue a ver a Christine, de quien se había separado hacía seis años. Como era de esperarse, Christine y sus familiares estaban muy sorprendidos. Francis les explicó a todos con la Biblia su deseo de agradar a Jehová. Le pidió a su esposa que regresara a Mount Hagen con sus hijas para volver a ser una familia, y ella accedió. Nadie podía creer lo mucho que él había cambiado. De hecho, les dio una compensación económica a los parientes de su esposa por haber cuidado de ella y sus hijas durante los pasados seis años.

Cuando Christine regresó a Mount Hagen, comenzó a estudiar la Biblia y aprendió a leer. Además, dejó el tabaco y la nuez de areca. Hoy, ella y Francis son siervos dedicados de Jehová.

NIÑOS QUE HONRAN AL CREADOR

Muchos niños en Papúa Nueva Guinea han dado buen testimonio al dejarse guiar por su conciencia educada por la Biblia. Por ejemplo, a principios de 1966, una maestra de primaria les advirtió a siete hijos de Testigos que tenían que saludar la bandera durante las ceremonias que se celebrarían la semana siguiente. El momento llegó, y los siete niños rehusaron saludar la bandera frente a unos trescientos estudiantes. Como resultado, fueron expulsados de la escuela, a pesar de que los padres habían solicitado por escrito que se les eximiera de participar. Un anciano de la congregación apeló a las autoridades gubernamentales de Papúa Nueva Guinea y de Australia.

El 23 de marzo, el administrador australiano de Papúa Nueva Guinea telefoneó a las autoridades escolares y les ordenó que readmitieran a los niños de inmediato. La adoración verdadera había ganado una pequeña victoria legal. Hasta el día de hoy, el gobierno del país respeta el derecho de los estudiantes a no saludar la bandera por razones de conciencia.

Hay otras maneras en las que Jehová recibe alabanza “de los pequeñuelos y de los lactantes” (Mat. 21:16). Veamos el ejemplo de una niñita de las tierras altas llamada Naomi, cuyos padres, Joe y Helen, no eran Testigos. Cuando tenía tres años, vivió casi un año en Lae con su tía materna, una fiel sierva de Jehová. A menudo, ella llevaba a Naomi a la predicación en una especie de bolsa portabebés que se colgaba al hombro. Gracias a esto y a que le enseñaba las láminas de Mi libro de historias bíblicas, la niña se familiarizó con la esperanza del Reino.

Un día, viviendo ya con sus padres, Naomi salió de su casa con una de nuestras publicaciones, se paró frente a la puerta y tocó con fuerza. “Entra”, le ordenaron sus padres. La pequeña entró y les dijo: “Hola. Soy testigo de Jehová y vengo a hablarles de la Biblia”. Ellos se miraron con extrañeza, pero Naomi continuó: “La Biblia dice que vendrá un paraíso y que un rey que se llama Jesús nos va a gobernar. Jehová hizo todas las cosas”.

Joe y Helen se quedaron pasmados. “¿Qué van a pensar los vecinos? —le dijo Joe a su esposa—. No dejes que mañana se vuelva a salir.”

Al otro día, mientras sus padres estaban sentados fuera de la casa, Naomi comenzó a dar golpes en la pared de su habitación. “¡Ven acá!”, exclamó Joe. La niña salió y dijo: “Hola. Soy testigo de Jehová y vine a predicarles. La gente buena va a vivir para siempre en la Tierra. Pero la gente que se enoja y hace cosas malas no estará en el Paraíso”. Totalmente confundida, Helen se echó a llorar, y Joe se fue furioso a la cama.

Esa noche le entró curiosidad a Joe, comenzó a hojear su vieja Biblia y de casualidad encontró el nombre Jehová. A la mañana siguiente, en lugar de ir a trabajar, escribió una carta a los Testigos y manejó 40 kilómetros (25 millas) hasta Mount Hagen para dejarla en el Salón del Reino.

Los hermanos visitaron a los padres de Naomi y comenzaron a impartirles clases bíblicas. Este matrimonio llegó a bautizarse, y Helen tuvo la oportunidad de ayudar a otros estudiantes —tal como los Testigos la ayudaron a ella— a que aprendieran a leer. Todo esto fue posible gracias a las expresiones de alabanza a Jehová que salieron del corazón de una niñita.

SE ESFUERZAN POR ASISTIR A LAS REUNIONES

En algunos países, los hermanos tienen que lidiar con el tráfico y la contaminación de la calle o subirse a los atestados trenes subterráneos para ir a sus reuniones y asambleas. Pero en Papúa Nueva Guinea el problema es que el transporte y las carreteras son muy deficientes. Por eso muchas familias tienen que recorrer parte del viaje a pie, en canoa o de ambas formas. Hay publicadores, por ejemplo, que caminan con sus hijos más de 160 kilómetros (100 millas) a través de las resbalosas y accidentadas montañas para ir a la asamblea de distrito en Port Moresby. Siguen la ruta del famoso camino de Kokoda, testigo de numerosas batallas que tuvieron lugar en la II Guerra Mundial. En estos agotadores viajes, que duran una semana, van cargados de comida, utensilios de cocina, ropa y otros artículos necesarios para la asamblea.

Los Testigos de las distantes islas Nukumanu suelen viajar 800 kilómetros (500 millas) hacia el oeste para asistir a las asambleas de distrito en Rabaul. “Como el servicio de botes no es confiable —cuenta Jim Davies—, los hermanos a veces tienen que salir seis semanas antes para asegurarse de llegar a tiempo. El viaje de regreso también puede ser impredecible. Una vez, el único bote que los podía regresar a Nukumanu se desvió hacia Australia para que le hicieran unas reparaciones, y luego los dueños se quedaron sin dinero. Por tal razón, los hermanos tardaron seis meses en regresar a sus hogares. Claro, este fue un caso aislado, pero es común que los retrasos duren semanas. De modo que los publicadores muchas veces tienen que quedarse en casa de otros Testigos o familiares.”

EL MAGNÍFICO EJEMPLO DE LOS MISIONEROS

Uno de los retos a los que pudieran enfrentarse los misioneros es adaptarse a un nivel de vida inferior al que tenían en su país de origen. Con todo, muchos han demostrado que es posible lograrlo, y la gente del territorio a menudo valora los esfuerzos. Una mujer de Papúa Nueva Guinea dijo respecto a dos misioneras que la visitaban: “Aunque su piel es blanca, sus corazones son como los nuestros”.

Algunos misioneros sirven en la obra itinerante. A fin de visitar las congregaciones, a veces tienen que viajar en cualquier medio de transporte que haya. Este era el caso de Edgar Mangoma. Los circuitos que él atendía abarcaban el río Fly y el lago Murray. Él cuenta: “Las canoas que usaba para ir a las dos congregaciones del lago no siempre eran motorizadas. Ir de una congregación a otra en una canoa sin motor tomaba hasta ocho horas. Por lo regular, tres o cuatro hermanos estaban dispuestos a acompañarme sabiendo que, al dejarme, tendrían que remar de regreso. ¡Qué agradecido me siento con ellos!”.

Por su amor y humildad, entre otras cualidades, los misioneros han dado un magnífico testimonio. “Los aldeanos se impresionaban de ver que me quedaba en los hogares de las personas interesadas y que comía con ellas —escribió un superintendente de circuito—. De hecho, algunos me decían: ‘Su adoración a Dios es sincera. Nuestros pastores jamás se juntan con nosotros como lo hacen ustedes’.”

Y a las hermanas, ¿se les hizo difícil adaptarse a la vida en la isla? Ruth, la esposa de un superintendente viajante llamado David Boland, recuerda: “Durante los primeros meses me costó mucho trabajo. En incontables ocasiones sentí que no podía más. Pero me alegro de no haberme rendido, pues llegué a encariñarme con todos los hermanos. Mi esposo y yo pensábamos cada vez menos en nosotros mismos y cada vez más en los demás. De hecho, empezamos a experimentar una satisfacción sin igual. Aunque éramos pobres en sentido material, éramos ricos en sentido espiritual. Muchas veces vimos la bendición de Jehová, no solo en el adelanto de las buenas nuevas, sino en nuestra propia vida. En los momentos en que no tienes nada es cuando de veras te pones en las manos de Jehová y ves cómo te bendice”.

GUERRA CIVIL EN BOUGAINVILLE

En 1989, las brasas de un viejo movimiento separatista terminaron por arder al declararse una guerra civil. Durante los doce años del conflicto, unos 60.000 habitantes tuvieron que abandonar sus hogares y 15.000 murieron. Entre los que huyeron había muchos publicadores, la mayoría de los cuales se establecieron en otras partes del país.

Poco antes de marcharse de la isla, un precursor llamado Dan Ernest fue detenido por los soldados del Ejército Revolucionario de Bougainville, quienes lo llevaron a una gran bodega. Dan recuerda: “Allí había un general del ejército revolucionario que tenía un uniforme lleno de medallas y una espada a su costado.

—¿Eres Dan Ernest? —preguntó.

—Sí, soy yo —respondí.

—Me dijeron que eres un espía de las Fuerzas de Defensa de Papúa Nueva Guinea —declaró.

”Empecé a explicarle que los testigos de Jehová no nos involucramos en los conflictos de ningún país, pero me interrumpió y dijo: ‘¡Ya lo sabemos! Los hemos estado vigilando. Otras religiones apoyan a quien les parece que ganará. Ustedes son los únicos que se mantienen neutrales’. Y agregó: ‘Nuestra gente está desconcertada por la guerra y necesita su mensaje consolador. Nos gustaría que se quedaran en Bougainville y que siguieran predicando. Pero si tuvieran que irse, me aseguraré de que todas sus pertenencias estén a salvo’. Dos semanas después, cuando a mi esposa y a mí nos cambiaron a una nueva asignación en la isla de Manus, el general cumplió su palabra.”

La sucursal trabajó arduamente para mantenerse en contacto con los publicadores de la zona afectada y, pese al bloqueo naval, logró enviarles víveres, medicinas y publicaciones. Un superintendente de circuito informó: “Aunque por todas partes se ven los efectos de la guerra, los hermanos continúan predicando y celebrando las reuniones. Además, están dirigiendo muchos estudios bíblicos”.

Finalmente, en el año 2001, las partes en conflicto llegaron a un acuerdo de paz con el que Bougainville y las islas adyacentes se proclamaron región autónoma. En la actualidad, ningún Testigo vive en la isla de Bougainville, pero en la isla vecina de Buka hay una congregación de 39 publicadores.

UN VOLCÁN DESTRUYE RABAUL

El gran puerto de la ciudad de Rabaul es en realidad la caldera de un antiguo volcán. En septiembre de 1994, unas chimeneas activas ubicadas a lados opuestos del puerto hicieron erupción. Como consecuencia, la ciudad acabó devastada y la vida de la gente se transformó. El Salón del Reino y la casa misional adjunta quedaron destruidos, pero ni un solo Testigo murió. No obstante, un hermano que tenía problemas cardíacos falleció mientras huía de la erupción. Siguiendo un plan de evacuación que estuvo por años en el tablero de anuncios del Salón del Reino, todos los hermanos huyeron a las zonas convenidas, que estaban a kilómetros de distancia.

La sucursal tomó de inmediato las medidas necesarias para ayudar a los afectados y reunir suministros como ropa donada, mosquiteros, medicinas, gasolina y combustible diésel. Una congregación cercana envió arroz y taro. Las labores de socorro fueron tan exitosas que las autoridades locales y otras personas hicieron muchos comentarios positivos.

Al final, la Congregación Rabaul desapareció. Pero dos días después de las erupciones, cerca de setenta publicadores y sus hijos se reunieron en una escuela abandonada. Cuando los ancianos llegaron, los publicadores les preguntaron: “¿A qué hora va a comenzar el estudio de libro?”. En efecto, a pesar de las dificultades, los hermanos nunca dejaron de reunirse ni de predicar (Heb. 10:24, 25). La mayoría de los hermanos se unieron a grupos cercanos, y como resultado uno de estos llegó a convertirse en congregación.

A todas las iglesias que habían perdido sus propiedades, el gobierno de la provincia les prometió terrenos en la ciudad de Kokopo, a unos 24 kilómetros (15 millas) de Rabaul. Con el paso del tiempo, todas las religiones habían recibido sus terrenos, menos los Testigos. No obstante, cerca de siete años después del desastre, un hermano de África entró a trabajar en la concejalía de urbanismo. Al ver lo injustas que habían sido las autoridades con los hermanos, casi de inmediato consiguió una parcela adecuada en Kokopo y ayudó con los trámites de la solicitud, la cual fue aprobada. Un grupo voluntario de construcción ayudó a levantar un Salón del Reino y un hogar misional. Al final, lo que parecía ser una injusticia resultó ser una bendición. ¿En qué sentido? Los terrenos que se concedieron a las iglesias estaban en la parte alta de una colina empinada. Pero la propiedad de los hermanos tenía la ubicación ideal: el centro de la ciudad.

PROGRESOS EN LA TRADUCCIÓN

Timo Rajalehto, miembro del Comité de Sucursal y superintendente del Departamento de Traducción, comenta: “En un país con más de ochocientos idiomas es indispensable tener al menos una lengua común para que los habitantes puedan comunicarse entre sí. El tok pisin y el hiri motu, dos lenguas de contacto muy sencillas, resultan ideales para lograr ese objetivo. Es bastante fácil aprenderlas como segundo idioma, y sirven perfectamente para tratar asuntos cotidianos. Sin embargo, en dichas lenguas es difícil transmitir conceptos complejos, razón por la cual nuestros traductores batallan a menudo con ciertas expresiones.

”Por citar un ejemplo, descubrimos que en tok pisin no existe un término equivalente para la palabra principio. De modo que para transmitir la idea de que los principios nos dirigen por el rumbo adecuado en la vida, nuestros traductores crearon una nueva expresión uniendo las palabras dirigir y hablar. Los medios de comunicación comenzaron a usarla, y muchos hablantes la emplean ahora.”

En 1958 empezó a publicarse La Atalaya en motu, y en 1960, en tok pisin. Los artículos de estudio, impresos en hojas sueltas que después se engrapaban, se imprimían en Sydney (Australia) y de allí se enviaban a Port Moresby. En 1970, la cantidad de páginas por revista aumentó a veinticuatro, y su circulación superó los 3.500 ejemplares. En enero de 1972 se publicó por primera vez una edición de veinticuatro páginas de la revista ¡Despertad! en tok pisin. Actualmente, la sucursal prepara en este idioma una edición quincenal de La Atalaya y una trimestral de ¡Despertad!, y en hiri motu produce la edición mensual de estudio de La Atalaya y una trimestral para el público.

El hermano Rajalehto informa: “No hace mucho tradujimos algunos tratados a un buen número de idiomas como el enga, jiwaka, kuanúa, melpa y orocaiva. Alguien quizá se pregunte por qué los tradujimos si los hablantes de esas lenguas también entienden tok pisin o inglés, o incluso ambos. Pues lo hicimos porque queríamos ver su reacción al mensaje del Reino en su lengua materna. ¿Ayudó esto a despertar su interés en la verdad y a fomentar una actitud favorable hacia los Testigos?

”La respuesta es un rotundo sí. La gente ha hecho muchos comentarios positivos. Se han iniciado estudios bíblicos, y hasta algunas personas que antes se oponían han cambiado su postura hacia nosotros. Se ha comprobado que una publicación en la lengua materna causa un notable efecto en los hablantes.”

El Departamento de Traducción está formado por 31 integrantes, entre los cuales se cuentan los equipos que traducen al hiri motu y al tok pisin. A todos les emocionó estrenar sus nuevas oficinas de traducción en diciembre de 2009.

LA ESCUELA DEL SERVICIO DE PRECURSOR AYUDA A MUCHOS

La Escuela del Servicio de Precursor marca la vida de muchos siervos de Jehová, pues no solo los ayuda a crecer espiritualmente sino que los equipa para ser mejores precursores. Veamos lo que algunos de ellos han dicho después de asistir a este curso.

Lucy Koimb: “La escuela me ayudó a entender que una de las mejores cosas que puedo hacer en la vida es dedicarme al servicio de tiempo completo”.

Michael Karap: “Antes de ir a la escuela tenía muchas revisitas, pero ni un estudio. ¡Ahora sí tengo muchos estudios!”.

Ben Kuna: “La escuela me enseñó a imitar mejor la manera de pensar de Jehová”.

Siphon Popo: “¡En mi vida había estudiado tanto! Y aprendí a hacerlo sin apresurarme”.

Julie Kine: “La escuela me enseñó a ver las cosas materiales con equilibrio. La verdad es que no las necesitamos tanto como se nos hace creer”.

Dan Burks, miembro del Comité de Sucursal, comentó: “Cuanto más productivos son los precursores, más felices y entusiastas llegan a ser. Estamos seguros de que la Escuela del Servicio de Precursor seguirá ayudando a cientos de ellos en este país y, por consiguiente, los publicadores y la gente del territorio también se beneficiarán”.

CRECEN JUNTOS EN AMOR

Jesucristo dijo: “Todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). En Papúa Nueva Guinea, el amor cristiano ha unido a las personas pese a las desigualdades económicas y la gran variedad de idiomas, razas y culturas. Cuando las personas sinceras ven esta clase de amor, se sienten motivadas a decir: “Dios está con ustedes”.

Así se sintió Mange Samgar, el ex pastor luterano de Banz, ya mencionado en este relato. ¿Qué lo llevó a pensar así? Resulta que él era dueño de unos autobuses. Cierto día, le alquiló uno de sus vehículos a una congregación que iría a su asamblea de distrito en Lae. “Como sentía curiosidad por los Testigos, los acompañó durante el viaje —cuentan Steve y Kathryn Dawal, quienes estaban en el lugar de la asamblea cuando llegó el autobús—. A Mange le impresionó mucho el orden y la unidad entre gente de diferentes razas y tribus. Cuando volvió a su pueblo, con el autobús lleno de Testigos, ya estaba convencido de que había hallado la verdad. Posteriormente, él y su hijo llegaron a ser ancianos de congregación.”

La hermana Hoela Forova, una joven viuda que es precursora regular y cuida a su madre ya enviudada, necesitaba con urgencia reconstruir su casa. A duras penas había reunido dinero en dos ocasiones para que un familiar le comprara la madera necesaria; pero este ni se la compró ni le regresó el dinero. Consciente de su difícil situación, la congregación reconstruyó la casa en solo tres días, durante los cuales Hoela lloraba una y otra vez. ¿Por qué? Estaba sumamente conmovida por el amor de los hermanos. Lo que ellos hicieron dio un excelente testimonio. Un diácono incluso dijo: “Es increíble que estas personas, que no piden ni un centavo y andan por ahí cargando sus maletines, construyan una casa en tres días”.

El apóstol Juan escribió: “Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, sino en hecho y verdad” (1 Juan 3:18). Gracias a esta clase de amor, que se expresa de diversas maneras, la obra en Papúa Nueva Guinea sigue progresando. De hecho, los 3.672 publicadores dirigen 4.908 estudios bíblicos, y para la Conmemoración de la muerte de Cristo del año 2010 hubo una asistencia de 25.875 personas. Sin duda, Jehová continúa derramando su bendición (1 Cor. 3:6).

Hace unos setenta años, un puñado de valerosos hermanos y hermanas llegaron a esta increíble y misteriosa tierra para dar a conocer la verdad que liberta a los hombres (Juan 8:32). Durante las décadas siguientes, un sinnúmero de Testigos —extranjeros y locales— se unieron a la obra. Se enfrentaron a obstáculos aparentemente insuperables: densas junglas, pantanos infestados de mosquitos portadores de paludismo, pésimos caminos —si es que había alguno—, pobreza, enfrentamientos tribales, espiritismo por doquier y, en ocasiones, oposición de parte del clero y sus feligreses. También tuvieron que lidiar con el analfabetismo y enfrentar el desafío de predicar a miles de comunidades tribales que hablan más de ochocientos idiomas. Su desinteresada contribución a la obra del Reino la agradecen aquellos que llegaron después y continuaron el trabajo que ellos habían comenzado.

Los Testigos que hay en el país todavía se enfrentan a muchos de estos desafíos, pero con la ayuda de Jehová todo es posible (Mar. 10:27). Teniendo esto presente, nuestros hermanos papúes confían en que Jehová dejará que más personas que aman la justicia reciban “el cambio a un lenguaje puro, para que todos ellos invoquen el nombre de Jehová, para servirle hombro a hombro” (Sof. 3:9).

[Notas]

^ párr. 2 Groenlandia es la isla más grande del mundo. Australia se considera un continente, no una isla.

^ párr. 5 En este relato se utilizará el nombre Papúa Nueva Guinea en lugar de sus nombres anteriores.

^ párr. 66 Editado por los testigos de Jehová; agotado.

[Comentario de la página 88]

“¡Bobogi, dónde aprendiste a hacer todo esto?”

[Comentario de la página 100]

“Acordó presentar gratuitamente nuestra película”

[Comentario de la página 104]

“O dejas tu religión, o te buscas otro trabajo”

[Comentario de la página 124]

Cuando vieron lo que la hermana llevaba en el bolso, les remordió la conciencia

[Comentario de la página 149]

“Aunque su piel es blanca, sus corazones son como los nuestros”

[Ilustración y recuadro de la página 80]

Información general

Territorio

Papúa Nueva Guinea ocupa la mitad oriental de la isla de Nueva Guinea. El país comprende 151 islas, y es un poco más grande que el estado de California (EE.UU.). Escarpadas montañas cruzan el interior, y densas pluviselvas y pantanos bordean las costas.

Población

De los 6.700.000 habitantes, el 99% son papúes y melanesios; el resto son de origen polinesio, chino y europeo. La mayoría se consideran cristianos.

Idioma

Es el país con mayor diversidad lingüística del planeta, pues sus 820 idiomas constituyen el 12% del total mundial. Además de sus lenguas indígenas, gran parte de los habitantes hablan tok pisin, hiri motu o inglés.

Recursos económicos

Un 85% de la población se localiza en pequeñas aldeas y lleva un estilo de vida tradicional atendiendo sus huertos. En las tierras altas se cultiva café y té con fines comerciales. La producción minera y forestal, así como la de gas natural y petróleo, también sustentan la economía del país.

Alimentación

Entre sus productos principales se cuentan la batata (camote), el taro, el sagú, la mandioca (yuca) y la banana, la cual se come cruda o cocida. Las verduras, las frutas tropicales y la carne y el pescado enlatados también se consumen mucho. El cerdo se reserva para ocasiones especiales.

Clima

Hay dos estaciones: la temporada lluviosa y la no tan lluviosa. Como Papúa Nueva Guinea está cerca del ecuador, el clima es tropical en la costa, pero fresco en las tierras altas.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 83 y 84]

Logré vencer la timidez

ODA SIONI

AÑO DE NACIMIENTO 1939

AÑO DE BAUTISMO 1956

OTROS DATOS Fue el primer precursor originario de Papúa Nueva Guinea. Es precursor especial en la Congregación Hohola Motu, en Port Moresby.

▪ CUANDO mi hermana mayor vio a Tom y Rowena Kitto predicar por los puentes de madera de Hanuabada, me mandó ir a sus reuniones para que averiguara más sobre aquella “nueva religión”. En ese entonces, los hermanos se reunían en la casa de Heni Heni Nioki, un nativo que estudiaba la Biblia.

Por aquel tiempo yo tenía 13 años y era muy tímido. Así que cuando llegué a casa de Heni Heni y vi a unas cuarenta personas reunidas allí, me senté discretamente en la parte de atrás, con la barbilla entre las manos. Seguí asistiendo porque me gustó lo que escuché. Poco después, Heni Heni me pidió que interpretara los discursos de Tom Kitto del inglés al motu, el idioma que hablaba la mayoría de los presentes.

Pasados los años comencé a trabajar en un hospital de la zona con el objetivo de prepararme para ser médico. No obstante, un día me abordó John Cutforth y me dijo con bondad: “Si te haces doctor, podrás ayudar físicamente a las personas, pero si te haces ‘doctor espiritual’, podrás ayudarlas a obtener vida eterna”. Esa misma semana emprendí el precursorado.

Mi primera asignación fue Wau, ciudad en la que ya había estado y donde había encontrado a varias personas interesadas en la verdad. Allí, un hombre llamado Jack Arifeae me invitó a dar una plática en la iglesia luterana, y acepté. Escogí el tema de la ley divina sobre la sangre. Los seiscientos asistentes escuchaban con atención, pues muchos de ellos creían que si tomaban de la sangre de una persona, el espíritu de esta se apoderaría de sus cuerpos. El sacerdote, que estaba furioso, les ordenó que no me hicieran caso. Pero muchos aceptaron lo que oyeron y llegaron a progresar espiritualmente.

Más o menos un año después fui asignado a Manu Manu, a unos 50 kilómetros (30 millas) al noroeste de Port Moresby. Allí conocí a Tom Surau, un jefe local que me pidió que fuera a predicar a su aldea. Después de tres días de estar estudiando la Biblia conmigo, los lugareños decidieron hacer pedacitos la imagen de madera de la virgen María y los arrojaron a un río.

Las personas que vivían río abajo recogieron los restos de la imagen y se los llevaron a los curas de su aldea exclamando: “¡Han matado a la virgen!”. Dos sacerdotes me buscaron para reclamarme. Uno de ellos fue adonde yo estaba y me dio un puñetazo en la cara hiriéndome con su anillo. Cuando la gente salió a defenderme, los dos hombres se fueron corriendo.

Viajé a Port Moresby para que me cosieran la herida y de una vez presenté mi denuncia ante la policía. Aquellos religiosos fueron multados y se les apartó del sacerdocio. Yo volví a la aldea y contribuí a formar un grupo aislado. Está claro que solo con la ayuda de Jehová logré vencer la timidez.

[Ilustración]

Las primeras reuniones se celebraron en la casa de Heni Heni

[Recuadro de la página 86]

El sistema wantok

La palabra wantok, que en tok pisin significa “un habla”, tiene que ver con los fuertes lazos culturales que unen a personas del mismo idioma y grupo étnico, las cuales se llaman entre sí wantoks. Dicho vínculo conlleva tanto obligaciones como privilegios. Por ejemplo, se espera que un aldeano atienda las necesidades físicas de sus wantoks que hayan envejecido o que no tengan trabajo o no puedan realizarlo. Esto ayuda mucho en los lugares con poca asistencia social.

No obstante, este sistema también tiene sus desventajas. En el caso de los estudiantes de la Biblia que se ponen de parte de la verdad, a veces sufren el rechazo de la familia. Debido a eso, cuando pierden el trabajo o pasan necesidades por alguna otra razón, se refugian en Jehová (Sal. 27:10; Mat. 6:33). Kegawale Biyama, quien es miembro del Comité de Sucursal de Papúa Nueva Guinea, comenta: “El sistema wantok también puede exponer a los cristianos a un trato excesivo con familiares no Testigos, incluso con los que están expulsados. Y durante las elecciones políticas, a los hermanos que sean parientes de algún candidato se les presiona a menudo para que renuncien a su neutralidad cristiana”. Por supuesto, los siervos de Jehová no transigen.

[Ilustración y recuadro de la página 91]

Se ganó el corazón de muchos

Durante su servicio como misionero en Papúa Nueva Guinea, John Cutforth se ganó el corazón de muchos. Veamos lo que dicen sobre él algunos misioneros y otros hermanos con quienes sirvió (Pro. 27:2).

Erna Andersson: “John nos decía: ‘Un verdadero misionero se hace “toda cosa a gente de toda clase”. Si te dan un pedazo de tronco para que te sientes, siéntate en él; es lo mejor que tienen. Si te ofrecen una cama muy áspera, duerme en ella; la han hecho con cariño. Si te dan de comer cosas raras, cómetelas; han sido preparadas con amor’. John era un misionero abnegado, un excelente ejemplo a seguir”.

Awak Duvun: “Durante el dominio colonial, el hermano Cutforth no solo hizo a un lado el prejuicio racial, sino que lo eliminó por completo. Él solía decir que no existen diferencias entre negros y blancos. Amaba a todo el mundo por igual”.

Peter Linke: “Después de haber viajado casi todo el día, John llegó a nuestra casa, ubicada en Goroka. Aunque estaba polvoriento y cansado, al terminar de cenar dijo: ‘Hoy no he hecho nada por nadie’. Entonces, caminando con dificultad, salió de la casa y se adentró en la penumbra para visitar a una familia y animarla. Se desvivía por los demás. Todos lo queríamos mucho”.

Jim Dobbins: “Con John aprendimos a vivir y a enseñar con sencillez, a usar ilustraciones que todo el mundo comprendiera, como hizo Jesús. Así lográbamos que nos entendieran quienes no sabían leer ni escribir”.

[Ilustración y recuadro de la página 101]

“Nunca renunciaremos”

KALIP KANAI

AÑO DE NACIMIENTO 1922

AÑO DE BAUTISMO 1962

OTROS DATOS Una de las primeras personas de Madang que aceptó la verdad. Relatado por su hijo, Ulpep Kalip.

▪ MI PADRE era un hombre humilde y reflexivo. Ante un problema, escuchaba atentamente y analizaba el asunto antes de opinar.

Cuando yo tenía 15 años, me hospitalizaron en Madang porque un tiburón me arrancó parte de una pierna, justo debajo de la rodilla. En el hospital, mi padre conoció a John Davison, quien le dijo: “Jehová podrá darle a tu hijo una nueva pierna en el nuevo mundo”. Esto despertó el interés de mi padre, así que comenzó a estudiar la Biblia con entusiasmo y pronto llegó a tener una fe fuerte.

Como él y varios de nuestros parientes dejaron la Iglesia Católica, se instigó a la policía para que nos echara de nuestras casas. Las doce casas de la familia estaban rodeadas por hermosos jardines llenos de flores y tenían menos de un año de construidas. La policía arrojó antorchas sobre los techos de paja, los cuales ardieron enseguida. Aunque nos apresuramos a entrar para sacar nuestras pertenencias, las brasas y el humo nos obligaron a salir. Mientras el fuego lo consumía todo, nos echamos a llorar.

Sumidos en la tristeza, caminamos hasta la aldea vecina de Bagildik, donde su jefe bondadosamente nos permitió quedarnos en una cabañita de una habitación. Allí, mi padre nos dijo a todos que si a Jesús lo persiguieron, no nos extrañáramos de que nos sucediera lo mismo. Y añadió: “Pero nosotros nunca renunciaremos a nuestra fe”.

[Ilustración y recuadro de las páginas 107 y 108]

Se alegra por haberse equivocado de escuela

MICHAEL SAUNGA

AÑO DE NACIMIENTO 1936

AÑO DE BAUTISMO 1962

OTROS DATOS En septiembre de 1964 se hizo precursor especial. En todo el país es quien lleva más tiempo en esta faceta de servicio.

▪ ME MUDÉ a Rabaul en 1959 para continuar mis estudios académicos. Alguien me dijo que los Testigos tenían una escuela, así que, pensando que era un centro de formación profesional, fui a la casa del “profesor” Lance Gosson. Él me invitó al estudio de la Biblia que celebraban todos los miércoles. Pese al malentendido, acepté la invitación. De todo lo que aprendí, lo que más me gustó fue que el nombre de Dios es Jehová y que habrá “nuevos cielos y una nueva tierra” (2 Ped. 3:13). La mañana del 7 de julio de 1962 simbolicé mi dedicación a Jehová mediante el bautismo. Me alegro por haberme equivocado de escuela.

Ese mismo día asistí a una reunión para quienes querían ser precursores. John Cutforth, el superintendente de distrito, dirigió la reunión y recalcó que los campos estaban blancos para la siega y que se necesitaban más obreros (Mat. 9:37). Tan pronto como pude emprendí el servicio de precursor de vacaciones, como entonces se llamaba a los precursores auxiliares. En mayo de 1964 me hice precursor regular, y en septiembre precursor especial.

Recuerdo una ocasión en la que estaba predicando cerca de Rabaul. Un hombre tolai me pidió que le prestara mi Biblia para leer un versículo. Cuando se la di, la rompió en pedazos y la arrojó al suelo. En vez de enfurecerme, informé el asunto al comandante de la policía, quien de inmediato mandó arrestar al hombre. El comandante le dijo: “Estuvo muy mal lo que hiciste. Has roto la ley de Dios y la del gobierno. Si mañana no le compras una Biblia a este señor, irás a la cárcel”. Me dijeron que volviera al día siguiente a las diez de la mañana para buscar el dinero de la Biblia. Cuando llegué, allí estaba el dinero. Desde entonces, muchos tolai han aceptado la verdad.

En otra ocasión, un grupo de hermanos y yo fuimos a distribuir el impreso Noticias del Reino al oeste de Wewak. Ellos salieron antes que yo. Un líder de la aldea se enteró de lo que estaban haciendo los hermanos y fue a quitarle a la gente los tratados que habían recibido. Parece que alguien le avisó que yo iba rumbo a su aldea, pues salió a esperarme en pleno camino, con las manos en la cintura y sujetando los impresos. Cuando le pregunté si había algún problema, los puso frente a mí y dijo: “Aquí mando yo y no los quiero ver repartiendo estas cosas”.

Tomé los tratados. De pronto, los aldeanos nos habían rodeado, así que les pregunté si tenían que pedir permiso a las autoridades para trabajar en su jardín o ir a pescar.

—No —contestó una señora.

—¿Quieren leer los tratados? —añadí.

Como dijeron que sí, se los devolví sin que su líder interviniera. Después tuve que hablar en mi defensa ante unos veinte jefes de la aldea, pero afortunadamente todos, excepto dos, votaron a favor de la predicación.

[Ilustración y recuadro de la página 112]

“¿Te comieron el corazón?”

AIOKOWAN

AÑO DE NACIMIENTO 1940

AÑO DE BAUTISMO 1975

OTROS DATOS Una de las primeras personas de Enga que aprendió la verdad.

▪ CUANDO Tom y Rowena Kitto llegaron a Wabag, en la provincia de Enga, miembros de algunas iglesias comenzaron a esparcir cuentos falsos sobre ellos. Por ejemplo, decían que desenterraban a los muertos para comérselos. Esas historias me horrorizaban.

Un día, Tom le preguntó a mi padre si conocía a alguna joven que pudiera ayudar a su esposa con las tareas de la casa. Mi padre me señaló con el dedo, y aunque yo estaba aterrada, me obligó a aceptar el trabajo.

Tiempo después, Tom y Rowena me preguntaron: “¿Sabes lo que les sucede a las personas cuando mueren?”.

—Si son buenas, van al cielo —respondí.

—¿Leíste eso en la Biblia? —preguntaron.

—Nunca fui a la escuela, así que no sé leer —les dije.

Empezaron a enseñarme a leer, y poco a poco comencé a entender la verdad bíblica. Cuando me alejé de la Iglesia Católica, uno de los líderes me preguntó: “¿Por qué ya no vienes a la iglesia? ¿Qué te han hecho esos blancos? ¿Te comieron el corazón?”.

“Sí —respondí—, en cierto sentido mi corazón les pertenece, pues me han enseñado la verdad.”

[Ilustración y recuadro de la página 117]

“Te lo cambio por un pollo”

AWAIWA SARE

AÑO DE NACIMIENTO 1950

AÑO DE BAUTISMO 1993

OTROS DATOS Aprendió la verdad en un territorio aislado. Ahora es siervo ministerial en la Congregación Mundip.

▪ MIENTRAS estaba en casa de un amigo, vi el libro La verdad que lleva a vida eterna. Después de leer algunos capítulos, le pregunté si me lo podía dar. “Te lo cambio por un pollo”, me dijo.

Le di el pollo, me llevé el libro y lo leí con detenimiento. Enseguida empecé a hablar con otros sobre las maravillosas verdades que iba aprendiendo, pese a que unos líderes de la iglesia, que me mandaron llamar en dos ocasiones, me prohibieron predicar.

Poco después escribí a la sucursal para comunicarme con los testigos de Jehová. Me pusieron en contacto con Alfredo de Guzman, quien me invitó a una asamblea de distrito en Madang.

Fui a la asamblea barbudo y vestido con la ropa andrajosa que usaba en la selva. Sin embargo, todos fueron amables y me trataron con respeto. Lo que escuché durante el programa me conmovió hasta el punto de hacerme llorar. Al día siguiente volví, pero bien afeitado.

Después de la asamblea, Alfredo vino a mi aldea: un viaje de dos horas en camión y cinco a pie desde Madang. Mi familia y mis amigos le hicieron muchas preguntas, y él las contestó todas con la Biblia.

En la actualidad, la Congregación Mundip cuenta con veintitrés publicadores y una asistencia de más de sesenta personas.

[Ilustración y recuadro de las páginas 125 y 126]

“¿Tienes algo que decir a tu favor?”

MAKUI MAREG

AÑO DE NACIMIENTO 1954

AÑO DE BAUTISMO 1986

OTROS DATOS Por muchos años fue la única precursora en una isla donde no había más Testigos.

▪ EN 1980 fui a Madang, una ciudad que queda a seis horas en bote desde Bagabag, la isla donde yo vivía. Estando allá, un precursor me dio un tratado y me lo llevé a casa. Como me gustó lo que leí, escribí a la sucursal para pedir más información. Poco después recibí una carta de Badam Duvun, precursora de Madang, en la que me invitaba a una asamblea de distrito. Pasé dos semanas con ella, en las cuales comencé a estudiar la Biblia y a asistir a todas las reuniones en el Salón del Reino. Cuando regresé a casa, seguí estudiando por carta.

Al poco tiempo empecé a dirigir estudios bíblicos a doce familias de la isla. Celebrábamos regularmente las reuniones en la casa de mi tío, siguiendo el modelo que yo había visto en Madang. Esto provocó la ira de mi padre, quien era un importante miembro de la Iglesia Luterana. “Sé quién es Yahwé —exclamó en cierta ocasión—, pero no sé quién es ese Jehová.” Abrí mi Biblia en tok pisin y le mostré la nota de Éxodo 3:15, donde se habla sobre el nombre divino. Mi padre se quedó sin palabras.

En tres ocasiones me hizo comparecer ante los líderes de la Iglesia para defender mi fe. Una de esas reuniones tuvo lugar en la iglesia más grande de la isla, donde había más de cien personas y se respiraba un aire tenso. “¿Tienes algo que decir a tu favor?”, preguntó el presidente. “Solo quiero obedecer el mandato de Mateo 6:33 y poner el Reino de Dios en primer lugar”, respondí agarrando fuertemente mi Biblia. Mi padre se puso de pie de un salto. “¿Acaso pretendes enseñarnos algo?”, gritó furioso. Entonces, uno de mis tíos se levantó para golpearme, pero otro familiar lo detuvo enseguida. La reunión terminó en un caos, y al final me dejaron ir.

Mis problemas, sin embargo, no acabaron ahí. Por desgracia, una de las mujeres que asistía a nuestras reuniones perdió a su hijito que estaba enfermo, y algunos vecinos me echaron la culpa. Decían que eso había sucedido porque yo le había enseñado a ella una nueva religión. Mi padre, empuñando una barra de hierro, me echó de la casa. Huí a Madang con mi tía, Lamit Mareg, quien había aceptado la verdad. Poco después, nos bautizamos las dos.

Con el tiempo, mi padre enfermó de gravedad. De modo que lo llevé a mi casa, en Madang, para cuidarlo hasta su muerte. Durante ese período, su actitud hacia los Testigos cambió y, antes de morir, me pidió que volviera a Bagabag y le predicara a la gente de la isla. Finalmente, en 1987 regresé a mi tierra, donde mis familiares me hicieron el favor de construirme una casita. Fui la única Testigo de la zona por catorce años, doce de los cuales serví como precursora regular.

Más tarde regresé a Madang para continuar mi precursorado con Lamit. En 2009, seis habitantes de Bagabag viajaron hasta Madang para asistir a la Conmemoración. Nunca me casé, y me alegro de haber dedicado mi soltería a servir plenamente a Jehová.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 141 y 142]

Jehová mismo me acogió

DORAH NINGI

AÑO DE NACIMIENTO 1977

AÑO DE BAUTISMO 1998

OTROS DATOS Aprendió la verdad cuando era jovencita y fue rechazada por su familia. Sirvió un tiempo de precursora y ahora está en Betel.

▪ CUANDO tenía 17 años, me encontré un ejemplar del libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. Enseguida me di cuenta de que había hallado algo muy especial. Relacioné el libro con los testigos de Jehová porque cuando tenía cuatro años, dos Testigos me habían hablado de la promesa divina del Paraíso en la Tierra.

Poco después de haber encontrado el libro, mis padres adoptivos me dijeron que, como ellos ya tenían cinco hijos, volviera con mi familia al pueblo costero de Wewak. Al llegar, me quedé en casa de un tío paterno.

Deseosa de reunirme con los Testigos, averigüé dónde estaba el Salón del Reino. Aunque llegué justo cuando el hermano estaba anunciando el cántico final, una misionera estadounidense llamada Pam se ofreció a enseñarme de la Biblia. Me encantaba lo que iba aprendiendo, pero después de solo tres sesiones de estudio, tuve problemas con mi tío.

Un domingo, casi llegando a casa después de la reunión, vi que salía humo del patio. Mi tío estaba quemando todas mis cosas, entre ellas mis publicaciones bíblicas. Cuando me vio, gritó: “Si quieres ser de la religión de esa gente, que se encarguen de ti”. Como ya no me dejó vivir allí, no tuve más remedio que ir a la casa de mis padres biológicos, en una aldea que estaba a dos horas en auto desde Wewak.

Al acercarme a mi padre, les dijo a mis hermanos: “¿Quién es esta muchacha? Nosotros no la conocemos. La regalamos cuando tenía tres años”. Enseguida entendí que tampoco me quería en su casa. Así que me fui, y estuve viviendo donde podía.

Un par de años después, dos precursores especiales me encontraron en la aldea de mis padres. Les dije: “Por favor, díganle a Pam que, aunque no puedo verla, no he olvidado lo que me enseñó”. Al poco tiempo, ella y yo logramos encontrarnos en Wewak y reanudamos el estudio. Durante ese tiempo viví con tres familias, pero todas me echaron por juntarme con los Testigos. Al final, Pam me encontró alojamiento con una familia de Testigos en Wewak. En 1998 me bauticé y en septiembre de 1999 comencé el precursorado regular. En el año 2000 me invitaron a Betel, donde tengo el privilegio de trabajar con el equipo de traducción al tok pisin.

Mis parientes me dieron la espalda y eso me dolió muchísimo, pero he sido bendecida con otra familia: los hermanos de la congregación. Uno de mis textos favoritos es Salmo 27:10, que dice: “En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, aun Jehová mismo me acogería”.

[Ilustración]

Publicaciones en tok pisin

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 147 y 148]

Jehová es nuestro mejor maestro

JOHN TAVOISA

AÑO DE NACIMIENTO 1964

AÑO DE BAUTISMO 1979

OTROS DATOS De niño duró solo dos años en la escuela porque sufrió ataques por parte de sus maestros y compañeros de clase. Ahora es superintendente de circuito.

▪ NACÍ en la aldea de Govigovi, en la provincia de Milne Bay. Cuando yo tenía siete años, mi padre comenzó a estudiar la Biblia y me enseñó lo que estaba aprendiendo.

Por aquella época entré a la escuela pública. Cuando mis dos maestros —que eran anglicanos— se enteraron de que me reunía con los Testigos, empezaron a hostigarme. Mis compañeros de clase hicieron lo mismo y hasta me atacaron con palos. Por eso tuve que dejar la escuela después de solo dos años.

Cerca de un año más tarde, vi a uno de mis maestros en el mercado. “Eres un muchacho inteligente, y serías un excelente alumno —me dijo—. Pero por culpa de tu religión terminarás siendo el sirviente de tus compañeros.” Cuando se lo conté a mi padre, su respuesta me hizo sentir mejor. Él me aseguró: “Si el mundo no te va a educar, Jehová lo hará”.

Mi padre y un precursor especial me ayudaron a obtener la mejor educación de todas: el conocimiento que lleva a la vida eterna (Juan 17:3). Aunque mi lengua materna es el dawawa, ellos me enseñaron la verdad en hiri motu (que llegó a ser mi segunda lengua) y en tok pisin (mi tercera lengua). Me bauticé a los 15 años, y emprendí el precursorado dos años después.

En 1998 me invitaron a la Escuela de Entrenamiento Ministerial. Para aquel entonces sabía muy poco inglés. De modo que, a fin de prepararme para las clases, la sucursal me asignó a una congregación de habla inglesa en Port Moresby. Así que el inglés llegó a ser mi cuarta lengua.

En la graduación me asignaron a la congregación Alotau, en la provincia de Milne Bay. Seis meses después me llevé una grata y emocionante sorpresa: fui nombrado superintendente de circuito. Mi primer circuito abarcaba la isla de Manus, Nueva Bretaña, Nueva Irlanda y otras islas cercanas. En 2006 me casé con Judy, mi querida esposa, y fuimos precursores especiales por un año; luego nos asignaron a la obra de circuito.

Cuando visito las congregaciones, suelo decir a los jóvenes: “Jehová es nuestro mejor maestro. Dejen que él les enseñe para que estén verdaderamente preparados y tengan éxito en la vida”. Esta es, sin duda, una importante lección que aprendí.

[Ilustración]

Con Judy, mi esposa

[Ilustraciones y tabla de las páginas 156 y 157]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

DATOS HISTÓRICOS: Papúa Nueva Guinea

1930

1935 Llegan precursores a Port Moresby en la embarcación Lightbearer, propiedad de la Sociedad.

1940

1950

1951 Tom y Rowena Kitto llegan a Port Moresby.

1956 Se mudan precursores a Nueva Irlanda y Nueva Bretaña.

1957 John Cutforth crea los discursos en dibujos.

1960

1960 Queda registrada la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia.

1962 Tom y Rowena Kitto se mudan a las tierras altas de Nueva Guinea.

1965 Se construye una sucursal en Koki (Port Moresby).

1969 Se celebra en Haima (Papúa) la Asamblea Internacional “Paz en la Tierra”.

1970

1975 Papúa y Nueva Guinea se unen para formar el país de Papúa Nueva Guinea.

1977-1979 Turbas enfurecidas destruyen Salones del Reino de la provincia de Milne Bay.

1980

1987 Se dedica una nueva sucursal.

1989 Estalla la guerra civil en la isla de Bougainville.

1990

1991 La Atalaya se publica en tok pisin e hiri motu al mismo tiempo que la edición en inglés.

1994 Se forma un Comité de Enlace con los Hospitales.

1994 Erupciones volcánicas destruyen Rabaul (Nueva Bretaña).

1999 Se establece en la sucursal una Sección de Construcción de Salones del Reino.

2000

2002 Se construye un Salón de Asambleas en Gerehu (Port Moresby).

2010

2010 Se dedica la ampliación de la nueva sucursal.

2020

[Ilustraciones y tabla de la página 118]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

3.500

2.500

1.500

500

1955 1965 1975 1985 1995 2005

[Mapas de la página 81]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

PAPÚA NUEVA GUINEA

PORT MORESBY

Wewak

Río Sepik

Kambot

Dimiri

Biwat

Río Yuat

Wabag

Mount Hagen

Banz

Valle de Wahgi

TIERRAS ALTAS DE NUEVA GUINEA

Lago Murray

Río Fly

Basken

Talidig

Bagildik

Madang

Goroka

Kainantu

Lae

Bulolo

Wau

Kerema

Savaiviri

Golfo de Papúa

Popondetta

Camino de Kokoda

Hula

Agi

Govigovi

Alotau

MAR DEL CORAL

Isla de Manus

Archipiélago de Bismarck

MAR DE BISMARCK

Isla Bagabag

Nueva Bretaña

Rabaul

Kokopo

Isla Kurmalak

Nueva Irlanda

Kavieng

MAR DE SALOMÓN

Isla Goodenough

Isla de Buka

Isla Bougainville

Islas Nukumanu

Ecuador

Haima

Six Mile

Hanuabada

Puerto de Port Moresby

Mercado de Koki

Meseta de Sogeri

Ioadabu

[Ilustraciones a toda plana de la página 74]

[Ilustración de la página 77]

La embarcación Lightbearer

[Ilustración de la página 78]

Los primeros evangelizadores nativos, de izquierda a derecha: Bobogi Naiori, Heni Heni Nioki, Raho Rakatani y Oda Sioni

[Ilustración de la página 79]

La aldea Hanuabada y, al fondo, el centro de Port Moresby

[Ilustración de la página 82]

Shirley y Don Fielder antes de llegar a Papúa Nueva Guinea

[Ilustración de la página 85]

El primer Salón del Reino del país se ubicó en Haima (Port Moresby)

[Ilustración de la página 87]

John Cutforth

[Ilustración de la página 89]

Reproducción de un discurso en dibujos

[Ilustraciones de la página 90]

Derecha: John Cutforth enseñando a base de dibujos; abajo: hermano llevando una pizarra con dibujos para predicar en las aldeas rurales

[Ilustración de la página 92]

Alf Green, David Walker y Jim Smith

[Ilustraciones de la página 93]

Izquierda: Shirley, Debbie y Don Fielder; derecha: Don y su canoa

[Ilustración de la página 96]

Jim Smith y Glenn Finlay

[Ilustración de la página 97]

Stephen Blundy cruzando la bahía de Kerema

[Ilustración de la página 99]

Rosina y Ken Frame

[Ilustración de la página 102]

Matthew y Doris Pope

[Ilustraciones de la página 103]

El primer lugar de reunión en Lae fue la casa de Magdalen y John Endor

[Ilustración de la página 109]

Las tierras altas

[Ilustración de la página 110]

Tom y Rowena Kitto frente a su pequeña tienda y su casa en Wabag

[Ilustración de la página 113]

Erna y Berndt Andersson

[Ilustración de la página 114]

Kerry Kay-Smith y Jim Wright

[Ilustración de la página 115]

Mike Fisher en el río Sepik

[Ilustraciones de la página 123]

Unas personas incendiaron el Salón del Reino de Agi, pero después fue reconstruido y ampliado

[Ilustración de la página 127]

Elsie y Bill Thew

[Ilustración de la página 128]

Un puapua con las velas desplegadas

[Ilustración de la página 128]

La embarcación Pioneer, que Berndt Andersson construyó

[Ilustraciones de la página 131]

Viaje por el río Sepik

[Ilustraciones de las páginas 132 y 133]

Izquierda: el superintendente de circuito Warren Reynolds y Leann, su esposa, en una visita a la aldea de Biwat; arriba: discurso público que él presentó en la aldea de Dimiri

[Ilustración de la página 135]

Soare Maiga

[Ilustración de la página 135]

Kora Leke

[Ilustración de la página 136]

Save Nanpen

[Ilustración de la página 139]

Geordie y Joanne Ryle

[Ilustración de la página 145]

Algunos de estos niños fueron expulsados de la escuela por no saludar la bandera

[Ilustraciones de las páginas 152 y 153]

Izquierda: Rabaul y el volcán Tavurvur al fondo; abajo: el Salón del Reino de Rabaul que quedó destruido en 1994

[Ilustración de la página 155]

Personal del Departamento de Traducción (2010)

[Ilustraciones de la página 161]

Sucursal de Papúa Nueva Guinea

Comité de Sucursal: Dan Burks, Timo Rajalehto, Kegawale Biyama y Craig Speegle