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Argentina

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Argentina

NO ES difícil hallar a la Argentina en un mapa de las Américas. Comparte con su vecino del oeste, Chile, la distinción de ser uno de los dos países americanos que más hacia el sur se extienden en dirección a la Antártida. Se extiende por unos 3.694 kilómetros (cerca de 2.300 millas) de norte a sur, y dentro de sus límites encierra una notable variedad de clima, topografía y vegetación.

Las praderas, llamadas pampas, dominan el centro de la Argentina. Fue aquí que los gauchos desplegaron por mucho tiempo su pericia como jinetes mientras atendían los vastos hatos de ganado bovino. En el lejano noroeste hay terreno elevado de meseta desértica. Al nordeste, donde los visitantes quedan sin aliento ante la grandeza de las cataratas del Iguazú, hay selva húmeda. Hacia el sur se pasa por las tierras bajas de Entre Ríos (es decir, entre los ríos Paraná y Uruguay) y se llega al fértil terreno ondulado en que hay haciendas. Y al sur de las pampas la tierra árida llamada Patagonia se extiende desde el río Colorado hasta el estrecho de Magallanes, una región que ha resultado muy conveniente para la cría de ovejas.

Hacia el norte por la cordillera se encuentran muchos lagos. Aquí, también, está San Carlos de Bariloche, centro de la región que ha sido llamada “la Suiza de la América del Sur.” Más al norte está Mendoza y su provincia vecina de San Juan, la tierra de frutas y vino de la Argentina.

Un país como éste con toda su belleza variada, podía atraer y atrajo, a una multitud de inmigrantes de muchos países de Europa; tanto, que para 1970 la Argentina había llegado a ser el hogar de 23.364.431 personas. De una población tan floreciente Jehová Dios no retraería, y no retrajo, su proclamación de paz, las buenas nuevas de su reino por Cristo Jesús. En 1924 Sus noticias de las buenas cosas que habrían de venir comenzaron a ser predicadas en este vasto territorio nacional.

PRINCIPIOS PEQUEÑOS

Juan Muñiz, un cristiano leal y Testigo activo, tuvo mucho que ver con esos comienzos y estuvo estrechamente identificado con los intereses del Reino en la Argentina hasta el mismo día de su muerte, el 10 de septiembre de 1967. Durante esos cuarenta y tres años dedicó su tiempo, energías y recursos al esparcimiento de la adoración verdadera. Según su propio relato (vea La Atalaya de 1965, páginas 476-479), originalmente adquirió aprecio de la verdad bíblica en Filadelfia, Pensilvania, EE. UU., donde tenía una tienda. Eso fue en 1916. El año siguiente comenzó a declarar las “buenas nuevas” y fue bautizado. En 1920 vendió su negocio para poder dedicar todo su tiempo a predicar.

J. F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, le pidió que fuera a España y atendiera la predicación allí. Debido a que la policía lo seguía continuamente, no pudo lograr mucho en España, de modo que el hermano Rutherford lo asignó en 1924 a atender la obra del Reino en la Argentina. Ya había en la Argentina un hombre que había recibido literatura desde los Estados Unidos, de modo que el hermano Muñiz se puso en comunicación con él y logró que él comenzara a efectuar la obra del Reino en el territorio de Misiones bien al norte. (Vea el mapa en la página 49.) Este hombre era el hermano Kammerman.

Ya había una gran población de habla alemana en el país. Esto impulsó al hermano Muñiz a pedir al presidente Rutherford la ayuda de hermanos que pudieran hablar alemán. Por eso fue que en 1925 fue asignado Carlos Ott, precursor alemán.

El hermano Eduardo Adamson, quien por muchos años trabajó al lado del hermano Muñiz en el ministerio del campo y en la sucursal de la Sociedad Watch Tower, se expresa en cuanto al excelente ejemplo que pusieron los hermanos Muñiz y Ott en su devoción inmutable a Jehová. También relata lo siguiente: “Puesto que el hermano Muñiz no recibía ayuda de nadie, pero necesitaba ayuda financiera, escribió a la Sociedad en Brooklyn solicitando ayuda y le fue debidamente enviada por cable. Esta sería su última solicitud de ayuda, puesto que estaba resuelto a arreglárselas sin ayuda financiera desde fuera del país. Cumplió con su resolución, aunque eso quiso decir trabajar muchas horas de noche reparando relojes pulsera, relojes y máquinas de coser.”

El Gran Buenos Aires en aquel tiempo tenía menos de 2.000.000 de habitantes. Este era lógicamente el lugar desde donde había de comenzar la actividad organizada, formando un centro desde el cual la obra del reino se extendiera a las partes más remotas del país, así como al Uruguay, el Paraguay y Chile. El hermano Ott nos dice cómo se hacía la obra: “Nos levantábamos a las cuatro de la mañana y visitábamos las casas calle por calle, colocando tratados debajo de las puertas, particularmente el tratado ¿Dónde están los muertos? Más tarde durante el mismo día visitábamos los mismos hogares con publicaciones como El Foto-Drama de la Creación, Plan Divino de las Edades, El Arpa de Dios, y el folleto ¿Pueden los vivos hablar con los muertos?, este último especialmente apropiado debido al predominio del espiritismo en Buenos Aires.”

Los tratados se entregaban a la gente que asistía a las reuniones de los varios cultos evangélicos mientras salían de sus respectivos lugares de reunión. El hermano Ott recuerda que “uno de aquellos predicadores protestantes salió y le dijo al hermano Muñiz que él no tenía derecho a estar allí... pues él y su iglesia habían estado allí primero. El hermano Muñiz replicó: ‘¡Bueno, en ese caso, los católicos estuvieron aquí antes de ustedes; y los indios estuvieron aquí antes de los católicos! ¡De manera que ustedes tampoco tienen derecho!’” Como resultado de aquella obra con los tratados un grupo evangélico llegó a ser un grupo de verdaderos Estudiantes de la Biblia, muchos de los cuales resultaron ser siervos fieles de Jehová en los años del futuro.

Otro medio de alcanzar al público era la radio, y antes de 1928 el hermano Muñiz estuvo usando este medio. La oficina de Brooklyn suministraba la información, y más tarde Luz y Verdad, la edición en español de The Golden Age (ahora Awake! en inglés y ¡Despertad! en español), publicaba material especialmente adaptado para ser leído por la radio. Se usaron además grabaciones de los discursos del hermano Rutherford. En los años treinta se utilizaron emisoras de Buenos Aires, Bahía Blanca y Córdoba, y por medio de las transmisiones se atrajo a muchas personas a la organización. Pero a principios de los años cuarenta el hermano Muñiz le escribió a la emisora que no continuaríamos con este método de predicación debido a la censura. Sucedió que había un sacerdote en la oficina de los censores.

PREDICANDO A TODA CLASE DE PERSONA

En 1925 el hermano Ott comenzó a predicar a la población de habla alemana. Visitaba las escuelas alemanas y obtenía las direcciones de las familias alemanas. Muchas de aquellas personas llegaron a apreciar las verdades bíblicas debido a la actividad de él. “En dos meses,” informa él, “obtuve unas 300 direcciones; coloqué mucha literatura y muchas suscripciones a la edición alemana de Luz y Verdad. Hasta muchos judíos de habla alemana tomaron literatura.” Algunos alemanes ya habían aprendido acerca de los propósitos de Jehová antes de venir a la Argentina, y algunos de éstos fueron activados o reactivados cuando los visitaron el hermano Muñiz o el hermano Ott entre ellos Carlos Schwalm, de la Prusia Oriental, y los Krugers, de la Unión Sudafricana; otros dos alemanes que aprendieron el mensaje del Reino aquí en la Argentina fueron los hermanos Ricardo Traub y Paul Hinderlich.

Debido a los antecedentes europeos de tantas personas de la población de la Argentina siempre ha habido una actitud de amistad para con los que vienen de otros países. Por supuesto, aquellos primeros publicadores del Reino sí se encontraron con algunos católicos muy fanáticos... pues la Argentina afirma ser 88 por ciento católica. Pero el hermano Ott informa: “Aunque este es un país católico, los clérigos no han sido tenidos siempre en alta estima. Recuerdo que durante la presidencia de Alvear (presidente del Partido Radical, 1922-1928), los niños que jugaban en las calles de Buenos Aires gritaban ‘¡Toca madera!’ cuando veían a un sacerdote. Esta era su manera de decir que un sacerdote traía mala suerte, y que para tener buena suerte uno debería tocar madera.”

El hermano Ott también explicó por qué había tanta complacencia entre la gente de este país: “Los argentinos no habían sufrido la terrible Guerra Mundial, y por eso podían fácilmente pensar y decir que esas calamidades nunca podían pasarles a ellos. Durante la guerra civil española el comentario general aquí era: ‘Que se maten los españoles unos a otros... ¡no es asunto nuestro!’ Estaban seguros de que nunca serían testigos de un sufrimiento como aquél.”

Con la excepción de algún interés que halló el hermano Muñiz en Paraná, Santa Fe y Rosario en su viaje de regreso desde el Paraguay en 1925, y la obra del hermano Kammerman en la provincia de Misiones, la predicación y la distribución de literatura estuvieron concentradas en Buenos Aires y los pueblos limítrofes. Allí se estableció la sucursal en 1926 con el hermano Muñiz como siervo de la sucursal.

En 1929 el hermano Muñiz envió al hermano Traub a atender la obra del Reino en Chile. De camino a esta asignación el hermano Traub se detuvo por poco tiempo en Mendoza y efectuó alguna predicación. Así fue que la familia de Herman Seegelken supo acerca de la esperanza del Reino. Parece que por mucho tiempo Herman había estado al tanto de la hipocresía que existía tanto en la Iglesia Católica como en las protestantes, de modo que con gusto aceptó el mensaje del Reino. Como resultado de esto, sus ocho hijos recibieron un buen fundamento de conocimiento bíblico. El tío de ellos, Lucidio Quintana, quien tantas veces había dicho que los Seegelkens estaban locos debido a su nueva religión, más tarde aceptó también aquella religión “loca.” Fue superintendente de la congregación y ministro precursor por muchos años, sirviendo fielmente hasta cuando murió. Así el grupo de Mendoza comenzó con los Seegelkens, los Truneckas, y unos cuantos más.

La década de los años veinte estaba por terminar y se había formado el núcleo de la organización teocrática. Según la información que tenemos a la mano, había un precursor regular en el país en 1925 y se colocaron 2.681 ejemplares de la literatura. Para 1928 había tres precursores y treinta y un publicadores de congregación que informaban actividad. Ahora estaba por abrirse un gran campo de actividad, mucho más allá de la ciudad cosmopolita de Buenos Aires... ¡un territorio de 2.776.655 kilómetros cuadrados (unas 1.073.226 millas cuadradas), el segundo país en tamaño en el continente sudamericano!

DE PRECURSORES POR LA RUTA DEL FERROCARRIL

A pesar de lo vasto del territorio y lo reducido del número de trabajadores, desde años antes se había colocado un fundamento que resultaría valioso en la expansión de la obra, particularmente en los años treinta. Este fundamento consistía en haberse tendido vías de ferrocarril sobre una red de más de 40.000 kilómetros (24.860 millas), dando a la Argentina el más completo abarcamiento de territorio por ferrocarril en la América latina. Allá tan remotamente como en 1857 el primer tren había operado en una línea corta desde Buenos Aires, y en los años que siguieron la red ferrocarrilera creció constantemente. Estas líneas ferrocarrileras cumplieron un propósito triple para nuestros hermanos; a saber, como transportación para ellos mismos, como línea de suministro para mantenerlos abastecidos de literatura, y como territorio, como podremos ver. Los años treinta resultarían ser excitantes años de expansión teocrática.

El hermano Adamson lo explica de este modo: “El trabajo de precursor se hizo de manera peculiar en aquellos primeros años de la obra. Debido al arreglo geográfico y comercial del país, la mayoría de los ferrocarriles se extendían desde Buenos Aires a todas las diferentes partes del país. Por eso, los territorios de los precursores seguían estas líneas ferrocarrileras, habiendo en aquel tiempo pocos otros medios de comunicación. A los precursores se les asignaban largas secciones de las líneas, y tenían que trabajar todos los pueblos y ciudades de aquella sección, o, quizás, la línea entera, terminando a veces a muchos centenares de kilómetros desde el punto de comienzo de su obra. Viajaban en coches de segunda clase con bancos duros de madera, si había dinero disponible, o en vagones de plataforma de los trenes de carga, llevando todas sus pertenencias con ellos: una caja de literatura, una maleta con la ropa, y quizás una bicicleta.

“No les tocaba una vida fácil, y por eso los pensamientos de nuestro corazón estaban con ellos, y muchos de los hermanos hacían lo más que podían para ayudarlos financieramente y con ropa. Nunca olvidaré lo que sentimos cuando uno de estos precursores fue asesinado en la ciudad de Santa Rosa, en la provincia de La Pampa. El hermano Rossi le había predicado a un hombre que entonces se excusó y entró en su casa como para buscar algún dinero para contribuirlo por la literatura. Salió con una pistola. El hermano Rossi trató de escaparse, pero fue herido en la espalda.”

Una suscripción para la revista Luz y Verdad en alemán colocada por el hermano Ott significó gozo para José Reindl. Él leyó que el libro Luz estaba disponible en alemán. “Y así fue que me comuniqué originalmente con la Sociedad en la Argentina,” dice el hermano Reindl. “Fui a la casa del hermano Muñiz en el 1653 de la calle Bonpland para conseguir el libro,” continúa el hermano Reindl. “Me invitó a las reuniones, y en 1930 llegué a ser testigo de Jehová. Viví con el hermano Muñiz después que salí de mi hogar. Participé en el servicio ministerial por primera vez, y, cuando se celebró el siguiente Memorial, me bauticé. A principios de 1933 fui enviado a Mendoza como repartidor o distribuidor de tiempo cabal del mensaje del Reino y para ayudar al grupo de personas interesadas en la verdad que el hermano Traub había formado mientras se dirigía a Chile. Entre los publicadores a quienes el hermano Traub había llevado consigo al servicio ministerial estaba María Rosa Seegelken; tenía dieciocho años de edad en aquel tiempo. Dos años más tarde nos casamos, y el día siguiente ella se unió a mí en el servicio de repartidor.”

El hermano Reindl recuerda vívidamente aquella asignación de precursor de 1935: “La Sociedad nos asignó la línea ferrocarrilera occidental que empezaba en San Rafael, provincia de Mendoza, y terminaba en Suipacha, provincia de Buenos Aires. La línea se extendía por más de 1.000 kilómetros (más de 620 millas) en línea recta a través de la sección del centro de la Argentina, y abarcaba pueblecitos hasta La Pampa. Era la primera vez que se había efectuado predicación alguna en aquella zona; la gente ni siquiera sabía lo que era una Biblia, de modo que no fue trabajo fácil. Nosotros éramos ministros de tiempo cabal, precursores especiales en todo sentido, pero en aquel tiempo no se nos daban mesadas y teníamos que vivir con el dinero que recibíamos por la literatura que colocábamos. Pero nos alegrábamos de participar en la expansión de la obra en aquellos lugares donde ahora se han establecido excelentes congregaciones. Nos tomó un año entero trabajar toda esta línea del ferrocarril.

“Recuerdo que trabajamos una hacienda en el centro del país y allí un toro nos hizo correr, pero le colocamos un libro a una pareja casada. Muchos años después tuvimos el placer de ver a esta pareja, y la hermana dijo: ‘No se acuerdan de nosotros, ¿verdad?’ Entonces recordamos que ésta era la pareja que había vivido allí en el campo lejos del pueblecito de Mercedes, Buenos Aires. Ahora son publicadores, y el gozo de verlos nos convenció de que había valido la pena soportar aquel primer año de nuestra asignación de precursores. No, no había sido fácil llegar a un pueblo, sin tener dónde dormir ni qué comer. ¡Y cuántas veces nos vimos obligados a dormir en el suelo de la estación o en un cobertizo con solo unos papeles de colchón y frazada! Pero nosotros, como hombre joven de veintitrés años y esposa de veinte, aprendimos a pasarla con lo que teníamos; continuamos sirviendo como precursores aun ahora cuando entramos en los sesenta años.

“La obra era principalmente de sembrar, con el propósito de abarcar cada pueblo cabalmente con literatura, y entonces tomar el tren hasta el siguiente pueblo o la siguiente parada. Recuerdo una ocasión en que no habíamos podido colocar mucha literatura; era una población pequeña y la gente mostraba mucho prejuicio. Había una estación de tren, una comisaría de la policía, una tienda de toda clase de artículos, un corral de cabras y unas cuantas casas. ¡No teníamos suficiente dinero para seguir hasta la siguiente parada! Jehová no nos abandonó; ¡un hombre de buen corazón que estaba vendiendo los boletos, al ver que no teníamos suficiente dinero para pagar los boletos, nos dio los boletos de todos modos! Al llegar al pueblo siguiente, Alberdi, a medianoche, no teníamos dónde dormir, ni dinero, y no habíamos comido nada; entonces comenzó una granizada... ¡ciertamente aquél no era un cuadro muy alentador! Pasamos la noche en un cobertizo, esperando la mañana para empezar a testificar de manera que pudiéramos colocar alguna literatura y por eso tener algo que comer. No era fácil hacer las colocaciones, porque estábamos en la década de los años treinta, y en algunas partes de la Argentina había mucha pobreza.”

Habiendo llegado al “fin de su camino,” literalmente, en Buenos Aires, los Reindls regresaron a Mendoza. El hermano Trunecka había dirigido el grupo durante la ausencia del hermano Reindl, y la familia Seegelken había continuado contribuyendo al crecimiento. Mary Seegelken recuerda “el estudio de La Atalaya que duraba dos horas y también el chocolate caliente y las galletitas que se servían después de cada reunión en el hogar de los Truneckas.” Añade: “¡Según mi madre, yo salí a predicar, por decirlo así, antes de haber nacido! En 1932 mi madre y otros de Mendoza fueron a predicar en Luján de Cuyo, un pueblo a unos dieciocho kilómetros, poco más de once millas, de Mendoza. Caminaron muchísimo aquel día y mi madre regresó bastante cansada... ¡después de todo, ella no estaba sola, porque me llevaba a mí, y pocos meses después nací! Recuerdo que diecinueve años más tarde yo caminé por esta misma carretera a Luján de Cuyo para conducir un estudio con una señora y su hija, las cuales son ministras fieles hasta este día.”

Algún tiempo después del regreso de los Reindls a Mendoza, la hermana Reindl dio a luz un hijo. El hermano Reindl nos dice con placer que “nuestro hijo Jorge fue criado en la verdad, sirvió como precursor, siervo de circuito, y ahora que nos ha hecho abuelos, es superintendente en una de las congregaciones del Gran Buenos Aires.” Tres meses después del nacimiento de Jorge, los Reindls fueron asignados a San Juan, una provincia que linda con Mendoza. El niño se puso muy enfermo, y los médicos dijeron que se le tendría que alimentar con solo leche de burro. La hermana Reindl recuerda lo siguiente: “Pronto alguien vino a nuestra puerta queriendo vender una burra... ¡esto fue como la respuesta a una oración!” Desde San Juan más tarde viajaron a La Rioja y Catamarca; se sembró alguna semilla, pero la obra resultó casi imposible debido a la interferencia frecuente de la policía. Mientras estaban en Catamarca, el grupo del hermano Armando Menazzi, desde Córdoba, pasó por allí de camino al norte. La Sociedad ahora asignó a los Reindls a Santa Fe. Aquí encontraron a la familia de Ángel Castagnola y comenzaron un estudio con ésta. El hermano Reindl nos dice lo que aconteció después: “De Santa Fe fuimos a Paraná. Pero sencillamente no podíamos vivir con lo que colocábamos... necesitábamos ropa y nuestro hijito necesitaba alimento y cuidado apropiado. Por eso, apenados, regresamos a Mendoza, dejando el servicio de precursor por cuatro años.”

UN TESTIMONIO A GRIEGOS Y OTROS

A principios de 1930, un griego llegó a apreciar el mensaje bíblico... Nicolás Argyrós. Él nos cuenta acerca de su gozo y de cómo contó a otros lo que aprendió: “En enero de 1930 recibí tres folletos, Prosperidad Segura, El Amigo de la Gente y Libertad para las Gentes, escritos por J. F. Rutherford. Esta era la primera vez que había leído literatura que me parecía ‘la Verdad.’ En la cubierta trasera de los folletos había una lista de libros y folletos, así que los pedí. Veintinueve días después llegó la literatura. Lo primero que leí fue el folleto Infierno—¿Qué es? ¿Quién está en él? ¿Pueden salir de él? Busqué por todo el folleto para ver a los pecadores quemándose, que era lo común en otros libros religiosos, pero no hallé nada de esto. ¡Imagínese mi sorpresa cuando supe que el infierno de fuego era una mentira religiosa inventada para asustar a la gente tal como me había asustado a mí cuando solo tenía quince años de edad! Yo estaba solo cuidando ovejas, ¡y en un sueño el Diablo corrió tras de mí con una horquilla, tal como lo describe la religión falsa! Me desperté temblando. Los argumentos que presentaban los folletos eran razonables y convincentes. Inmediatamente solicité más literatura.

“Para aquel mismo tiempo noté en un periódico griego publicado en Buenos Aires un anuncio que mencionaba clases de la Biblia los domingos a las 3:30 de la tarde; la dirección que se daba era 1653 calle Bonpland. A las tres de la tarde el domingo siguiente estuve en la esquina esperando y, cuando vi entrar a otros, entré y los saludé a todos en griego, pues pensaba que la reunión era en griego. Nadie me devolvió el saludo, pero el que dirigía la reunión (un estudio del libro Plan Divino de las Edades) me sonrió al pasar cerca. Me senté en la última fila; otro hombre se sentó al lado mío. No entendí ni cinco por ciento de lo que se dijo. Todo lo que tenía era el periódico griego con el aviso en él. Cuando la reunión terminó y el hombre que estaba a mi lado descubrió que yo también era griego, me dio su dirección.” El hermano Argyrós dice que compró una Biblia griega aquella misma noche, y después de eso fue a la casa de su amigo griego cada noche. “Él estaba bien versado en la Biblia, y con la Palabra de Dios derribó todas mis creencias ortodoxas griegas. ¡A los sacerdotes, a quienes yo había estimado tanto, los llamaba ‘hijos de Satanás,’ diciendo que formaban parte de la alianza inmunda! Volví a leer el folleto Infierno, y ¿Dónde están los muertos? En la tercera visita a la casa de mi compatriota quedé convencido de que yo iba por el camino correcto. Le pregunté qué podía hacer para obtener el buen agrado de Jehová. Me dijo que saliera y predicara a otros lo que había aprendido de la literatura.” El hermano Argyrós prestó atención a aquel buen consejo sin pérdida de tiempo.

Recuerda lo siguiente: “El domingo siguiente comencé a predicar en Berisso, provincia de Buenos Aires. Allí vivían muchos griegos, y durante nuestras visitas obtuvimos 600 direcciones de otros griegos suministradas por un empleado de un banco donde aquellos griegos depositaban su dinero. Los hermanos de los Estados Unidos nos estimularon a organizar una reunión de habla griega, de modo que alquilamos un salón en la calle Malabia y estas reuniones continuaron por un año. A veces llegaban a reunirse veinte personas. De los Estados Unidos recibimos 1.000 libros y folletos, de modo que comencé a visitar a todas las personas cuya dirección había obtenido. Visité a todos los griegos que vivían en la zona de Buenos Aires, así como a los que vivían en Montevideo, Uruguay.” Pero él nos dice que no estaba contento con “hacer tan poco”; todavía tenía que llegar a algunas direcciones en Rosario y Santa Fe; desde allí planeaba abordar un barco de carga para su isla nativa en Grecia, donde pensaba que tendría mayor campo para predicar las buenas nuevas.

En Santa Fe, el hermano Argyrós encontró al hermano Félix Remón, quien había llegado a ser publicador activo del Reino en Buenos Aires y después fue enviado a la zona de Rosario-Santa Fe por el hermano Muñiz. Unas quince personas se reunían en el taller de carpintería del hermano Castagnola en aquel tiempo. El hermano Remón invitó al hermano Argyrós a alojarse con él, con el arreglo de que cocinarían por turnos semanales. Mientras el hermano Remón estaba afuera predicando, el hermano Argyrós trabajaba como fotógrafo. ¡Esto nunca satisfaría al que tuviera un verdadero espíritu de misionero! “Me sentía incómodo,” dice él, “y quería salir a predicar, pero lo único que sabía decir en español al ofrecer los libros era que hablaban acerca del reino de Dios. Todavía esperaba la oportunidad de partir para Grecia, pero a medida que los días pasaron mi español comenzó a mejorar. De noche le contaba mis experiencias al hermano Remón, y él me enseñaba los textos que debía usar en cada oración; esto fue una gran ayuda, de modo que finalmente decidí en contra de irme a Grecia.”

La decisión del hermano Argyrós de permanecer en la Argentina habría de tener efectos trascendentales en la expansión de las buenas nuevas en la mitad septentrional de la Argentina. Desde 1932 en adelante los viajes que haría sembrando la semilla de la verdad bíblica habrían de abarcar catorce de las veintidós provincias que componen la República de la Argentina. Unámonos a él ahora y compartamos algunos de los gozos y privaciones de su ministerio.

“En 1932 llegué a Córdoba y alquilé una pieza en la calle Salta. Desde allí comencé a trabajar la ciudad; la trabajé completamente dos veces en los dos años que estuve allí. Los que manifestaban interés pedían toda la nueva literatura, y algunos me visitaban en casa, entre éstos un juez, C. de los Ríos. Él venía y pasaba muchas horas conmigo y yo contestaba sus preguntas, usando la Biblia griega como mi diccionario porque no tenía un diccionario griego-español. Hablé a Natalio Dessilani y Armando Menazzi, que estuvieron entre los primeros publicadores de aquel lugar; Armando Menazzi más tarde fue precursor. En aquel tiempo pensábamos que el Armagedón estaba por estallar y por eso yo hacía todo lo que podía por colocar literatura en todas partes. Había quienes decían, como todavía algunos dicen hoy: ‘¿Por qué colocar literatura cuando la gente no le presta ninguna atención?’ Pero el hermano Rutherford dijo: ‘¡Ustedes coloquen la literatura y dejen los resultados en las manos de Jehová!’

“Había veinte cajas de literatura a la mano; tomé diez de ellas y partí hacia Tucumán. Allí, después de algún tiempo, me atacó el paludismo. No tenía dinero para ir a un doctor. Tan pronto como pude, partí para Catamarca y La Rioja, trabajando las ciudades capitales y algunos pueblos. Los informes en aquellos días eran de 200, 220 y 240 horas al mes; lo más que informé fue en abril de 1933... ese mes informé 300 horas de actividad.

“Entonces seguí adelante a San Juan, donde hallé mucho interés; el que más interés mostró fue José Cercós. La mañana que lo encontré me sentía tan deprimido que pensaba irme a casa. Pero al seguir caminando recordé las palabras de Revelación 21:8, y no quise ser acusado de ser cobarde. Entonces José Cercós vino caminando hacia mí; lo detuve y le ofrecí el libro Gobierno con el folleto ¿Qué cosa es la verdad? dentro. Él era metodista y dijo: ‘¿Qué voy a aprender de este folleto? ¡He estado leyendo la Biblia por veinte años!’ Cité 1 Tesalonicenses 5:21 y él tomó el folleto. Aquella misma noche vino a mi pieza a decirme que el folleto le había interesado mucho, y tomó los libros El Arpa de Dios, y Vindicación, y algunas revistas. Mientras estuve en San Juan vino a mi casa cada noche. Poco tiempo antes que yo hablara con él, el ministro de su iglesia se había ido a Mendoza a casarse, y cuando regresó a San Juan un grupo especial recibió la comisión de hacer una colecta para un regalo de bodas. Cuando llegaron a la tienda de comestibles de Cercós, él declaró firme y enfáticamente: ‘¡Cercós no va a dar otro centavo a hombres que montan la bestia!’ (Vea Revelación 17:3.) ¡Imagínese lo sorprendidos que quedaron los de la delegación al oír estas palabras de labios de uno que poco tiempo antes había estado entre los miembros más celosos de la iglesia!”

CRUZANDO Y RECRUZANDO A LA ARGENTINA CON LAS BUENAS NUEVAS

El seguir los viajes del hermano Argyrós mientras cruzaba y recruzaba el territorio que él mismo se había asignado es aprender bien el mapa del norte de la Argentina. Partiendo de San Juan, pasó un mes con el grupo de Mendoza, entonces pasó a San Luis y Villa Mercedes, donde predicó a las familias de Juan Balcarce y Estrada... más tarde, Ofelia Estrada había de ser la primera hermana de la Argentina que asistió a la Escuela de Galaad. Después de trabajar otros pueblos en la provincia de San Luis, el hermano Argyrós llegó a San Rafael, Mendoza. Volviéndose hacia el sur a la provincia de La Pampa, declara que en Intendente Alvear halló la literatura de la Sociedad; el hermano Leonardo Vandefeldi, precursor holandés, había pasado por aquella sección. Por eso nuestro viajero dio la vuelta y tomó el tren de regreso a la provincia de Córdoba, y desde allí pasó adelante a ciudades de la provincia de Santa Fe. Dante Dobboletta tenía un negocio en Las Rosas, Santa Fe, y un día un empleado le dijo que un ‘hombre de la Biblia’ había estado allí; inmediatamente envió a alguien a la calle a buscar al hermano Argyrós y hacer que volviera a la tienda porque deseaba más información como la que había hallado en unos folletos que ya había obtenido. El hermano Dobboletta más tarde se hizo precursor y ahora sirve con su esposa en la obra de circuito. Terminando su obra en la provincia de Santa Fe, el hermano Argyrós cruzó el río Paraná, continuando hacia el norte por la provincia de Entre Ríos a la capital de Corrientes y entonces a Resistencia, Chaco. En Villa Ángela, Chaco, le predicó a un hombre llamado Juan Murillo; para gran sorpresa del hermano Argyrós, el nombre de este hombre estuvo en la lista de los precursores cuatro meses después.

El hermano Argyrós relata sobre su feliz encuentro en Charata, Chaco, con el hermano Menazzi y los hermanos procedentes de Córdoba: “Venían en su autobús en camino a Formosa. Cruzamos el río Bermejo en balsa, y entonces trabajamos la ciudad de Formosa. El grupo regresó a Córdoba mientras yo viajaba al noroeste hasta Yacuiba, Bolivia. Al regresar hacia el sur, pasé por las provincias de Jujuy y Salta, entonces crucé hacia el sudeste a Roque Sáenz Peña, Chaco. Por el camino trabajé no solo los pueblos, sino también pequeños poblados en todas estas provincias.” Entonces al sur de nuevo a la provincia de Santa Fe donde las ciudades de Rafaela, Casilda, Firmat y Venado Tuerto recibieron su atención.

La adaptabilidad del hermano Argyrós y su anuencia a soportar lo que viniera, su sacrificio personal... todo por las buenas nuevas: esto sobresale cuando repasamos sus recuerdos de sus cuarenta años de servicio de precursor.

“Durante mis viajes encontré muchas dificultades: Al llegar de noche a pueblos donde no había luces, era cosa rara hallar alojamiento; el problema de acostumbrarme al idioma; y la falta de fondos. En los primeros años de mi servicio de precursor pude mantenerme con dinero que había ahorrado de mi trabajo seglar. Por eso, durante aquellos primeros años vestía bien, ¡y cuando entraba en los pueblos los niños corrían a decir a sus madres que el doctor había venido! Cuando llegaba a la puerta, las mujeres abrían tímidamente, pero después de escuchar el mensaje su timidez desaparecía. Más tarde, durante unos diez años de testificar en pueblos rurales, usé bombachas, la indumentaria típica de los hombres de las zonas rurales, y vi que se me aceptaba más rápidamente.

“A veces personas que me llegaban a conocer por primera vez me invitaban a pasar la noche en su hogar. En otras ocasiones dormía al aire libre, una vez en una selva llena de espinos... no los vi por lo oscuro que estaba el lugar. Pero Jehová me recompensó al día siguiente. Estuve testificando en un pueblecito, y en la tarde encontré a un matrimonio que escuchó el mensaje y me invitó a regresar a aquel lugar para pasar la noche allí. Cuando terminé de testificar regresé. Después de la cena ellos invitaron a unos vecinos para que escucharan este extraño mensaje de los testigos de Jehová. Hablé con ellos hasta cerca de la medianoche. Entonces la señora de la casa me llevó a mi habitación; ¡tenía una cama con frazadas recamadas! Cuando me levanté la mañana siguiente la señora que me hospedó dijo: ‘Mi esposo y yo estábamos preocupados pensando que no podría dormir bien en una cama extraña.’ Le aseguré que ciertamente había dormido muy bien. Estaba pensando: ‘Si solo supiera dónde había dormido dos noches antes!’

“¡Una noche dormí con un burro! Fue en un pueblecito con una sola casa de huéspedes pequeña y una sola habitación para alquilar, y ésta estaba ocupada. Era una noche lluviosa cuando era deseable estar bajo abrigo. Por eso le dije al hombre que aquella noche no era buena noche para pasarla a la intemperie; replicó que el único lugar que tenía era el granero donde tenía los animales, y me llevó allí. Me preparó un lecho a un lado; al otro lado estaba la burra madre y su burrito... la división estaba hecha por tablas para apartar de los animales el forraje. Bueno, ¡dormí como un rey! Al día siguiente tenía que partir a las seis de la mañana para San Cristóbal. No necesité reloj despertador: ¡mi ‘anfitrión,’ el burro, empezó a rebuznar! ¡Las dificultades pueden ser tan deleitables!”

Pero hubo experiencias que no fueron tan deleitables: “Al llegar temprano a Eusebia, pregunté si había una casa de huéspedes; se me dijo que había una, de modo que continué en la obra, trabajando el pueblo. Cuando estuve listo para comer y descansar descubrí que la casa de huéspedes estaba cerrada. No me quedaba más recurso que pasar la noche bajo las estrellas. Era el principio del otoño, pero no hacía frío, y salí a poca distancia del pueblo y me acosté. No, no comí nada, pero no tenía hambre. Mi estómago estaba bien entrenado; podía comer a cualquier hora, o, si no comía nada, no me molestaba. Ese es un hábito que formé en Tucumán en 1935. Por tres meses corridos durante la cosecha de la caña de azúcar salía temprano por la mañana, y muchas veces regresaba tarde en la noche sin haber comido nada entre medio. Cuando me acosté allí en Eusebia, me acosaron mosquitos de todas clases. Corté una rama, pensando que los podría espantar, ¡pero mientras más ondeaba la rama, más me atacaban! Decidí caminar a la estación del tren, pensando que hallaría abierta la sala de espera; a pesar de que frecuentemente pasaban trenes, estaba cerrada. Entonces hallé un lienzo grande que se usaba para secar grano; con esto me cubrí y pasé el resto de la noche.”

Es verdad que el ferrocarril fue gran ayuda para los primeros precursores, pero hubo tiempos en que hubo que emplear medios de viaje más primitivos. El hermano Argyrós nos puede hablar de ellos: “La caminata más larga que di fue desde Villa Valeria, Córdoba, a Cañada Verde, una distancia de unos setenta y cinco kilómetros, o cerca de cuarenta y siete millas; partí a la una de la tarde y llegué el día siguiente a las tres de la tarde. Otra caminata inolvidable fue desde Laprida a Loreto en la provincia de Santiago del Estero... una distancia de treinta y cinco kilómetros. Era día de carnaval, y partí más o menos a las doce del día y llegué como a las once aquella noche. En esta ruta no hay ni agua ni poblados. Tenía sed; había llovido y se habían formado charcos de agua a lo largo del camino, pero el agua estaba caliente debido al Sol abrasador, de modo que no podía beberla. Aquí hay bosques de quebrachos que son tan densos que si uno entra no puede ver la luz del día. Por lo tanto, salí del camino y entré en la zona boscosa esperando hallar un charco de agua en la sombra. Cuando vi uno me acerqué alegre a él, ¡pero al acercarme vi que un cocodrilo había llegado antes que yo! Cuando el cocodrilo se dio cuenta de que yo estaba presente, se fue, agitando el agua mientras se iba. Volví al camino y continué caminando. Unos kilómetros después me encontré con un santiagueño que atendía una manada de cabras. Al ver que tenía un barril de agua le pedí un trago, ¡y el buen hombre me dejó beber toda el agua que quisiera! Cuando terminé de beber, se presentó con una lata grande llena de higos chumbos; me los puso delante y me dijo que comiera todos los que quisiera. Cuando me sentí satisfecho, le regalé unos folletos, y entonces seguí mi camino.”

Extensa fue la obra de sembrar que hizo el hermano Argyrós y grande fue su empresa... ¿y qué entrenamiento había tenido? Como dice él: “Nadie me trajo la verdad, nadie me revisitó ni me presentó un sermón. Lo que quiero decir es que soy algo así como un publicador que se hizo a sí mismo.”

EXPERIENCIAS TEMPRANAS DE PRECURSORES

Para aproximadamente el mismo tiempo que el hermano Argyrós comenzó su predicación en el sector septentrional del país, un polaco, Juan Rebacz, se hizo Testigo, y en 1932 comenzó a servir de precursor junto con otro hermano polaco, Pablo Pawlosek. El hermano Rebacz nos da alguna excelente información en cuanto a cómo él y sus compañeros efectuaron la obra en aquel tiempo en la parte meridional de la Argentina.

Después de algún entrenamiento preliminar testificando de casa en casa en el Gran Buenos Aires, el hermano Rebacz nos cuenta lo que sucedió: “El hermano Muñiz me asignó a trabajar con los hermanos Onésimo Gavrov y Pablo Pawlosek, que ya estaban en la provincia de Río Negro. Nosotros tres tuvimos mucho gozo y buen éxito en la obra, gracias a Jehová. Poco tiempo después el hermano Basilio Miedziak se nos unió, y recibimos instrucciones de ir por rutas diferentes, en grupos de dos. Los hermanos Gavrov y Miedziak tomaron la ruta costanera entre Bahía Blanca y Mar del Plata, mientras que el hermano Pawlosek y yo tomamos la ruta de tierra adentro vía Tres Arroyos a Mar del Plata. Tuvimos excelentes resultados; recuerdo que en algunos meses colocábamos hasta 600 ejemplares de la literatura. Comenzábamos temprano en la mañana en las zonas rurales, y cuando la gente se levantaba para comenzar la actividad del día, ¡allí estábamos nosotros para empezar la nuestra!

“El hermano Pawlosek y yo éramos buenos compañeros y disfrutábamos muchísimo de nuestro ministerio. Llegamos a Mar del Plata en mayo de 1934, y desde allí íbamos por tren a otros pueblos, regresando a pie, cada uno por una carretera diferente. Siempre llevábamos mucha literatura, y por lo general la colocábamos toda. En aquel tiempo no había mucha dificultad con las autoridades; a veces nos llevaban ante ellas debido a acusaciones falsas hechas por clérigos en el sentido de que éramos agentes secretos para los comunistas. Al investigar, la policía descubría que esto no era cierto, y nos dejaba libres inmediatamente.”

Más tarde en 1934, el hermano Rebacz fue asignado a efectuar la obra en el interior del Paraguay. Debido a dificultades que encontró allí durante la guerra del Chaco (una disputa fronteriza entre el Paraguay y Bolivia), volvió a la Argentina por algún tiempo, concentrando su obra en la zona de Corrientes-Resistencia. Tan pronto como terminó la guerra, volvió a su actividad en el Paraguay. Varios años más tarde, habiendo sido afectada adversamente su salud por el clima tropical del Paraguay, regresó a la Argentina, comenzando su obra en el sector nordeste. Su relato se da a continuación:

“Comencé a trabajar en Posadas, Misiones, entonces Corrientes y otras importantes ciudades en las provincias de Corrientes y Entre Ríos, llegando a Paraná a fines de 1938; seguí adelante a ciudades del interior de la provincia de Entre Ríos que nunca antes habían sido trabajadas. Los resultados fueron buenos y la obra siguió adelante pacíficamente. Pero entonces estalló la segunda guerra mundial, y el clero y la Acción Católica me acusaban de ser comunista. En casi todas las ciudades fui llevado a la comisaría de la policía varias veces. En Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, fui arrestado varias veces, y finalmente echado del pueblo. La hermana Fanny Plouchou, quien vivía allí, continuó trabajando la parte que no había sido trabajada todavía. Después de esto recibí como asignación la ruta desde San Pedro, Buenos Aires, hasta Santiago del Estero. Cuando llegué hasta Rafaela, provincia de Santa Fe, enfermé gravemente y los médicos me dijeron que necesitaría mucho tratamiento. El arreglo que se hizo fue recibir este tratamiento en Concepción del Uruguay, ¡de modo que volví y me establecí en la misma ciudad de la cual había sido echado unos meses antes!”

Nuestro interés regresa ahora al centro de la Argentina y a la importante ciudad comercial y cultural de Córdoba, cuya universidad es la segunda entre las de mayor antigüedad en el hemisferio meridional. También es un renombrado baluarte del catolicismo, pues se le llama la ‘Roma’ de la Argentina. La actividad del hermano Argyrós estimuló el interés de Armando Menazzi y Natalio Dessilani. El hermano Menazzi tuvo mucho que ver con la expansión de la obra en la parte septentrional del país, mientras que el hermano Dessilani continuó diciendo las buenas nuevas en la zona de Córdoba. Regresemos a 1932-1933 y oigamos sus relatos.

Armando Menazzi era de una familia muy católica, pero estaba descubriendo que los ‘pastores del rebaño’ eran falsos. Él tenía su propio bien equipado taller mecánico de automóviles cuando leyó sus primeros folletos, Infierno—¿Qué es? y ¿Dónde están los muertos? El dueño de la tienda de comestibles de la esquina, Natalio Dessilani, ya había leído alguna de la literatura, y había escrito pidiendo más. Ambos hombres decidieron que lo que habían leído estaba de acuerdo con la Palabra de Dios, de modo que escribieron pidiendo más Biblias y literatura. Debido a este pedido, el hermano Muñiz vino personalmente para ver lo que estaba sucediendo. El primer discurso se presentó en la oficina del taller del hermano Menazzi, con ocho personas presentes.

El celo y la convicción del hermano Argyrós inspiraron al hermano Menazzi a vender su taller y dedicar su tiempo al servicio de precursor. El hermano Dessilani también vendió su tienda de alimentos... pero no antes que unos burladores hubiesen escrito en la puerta: ‘La Tienda del Profeta.’ Buscó empleo en otro lugar, porque él también deseaba más tiempo para dedicarlo a la predicación. El hermano Menazzi nos dice que, con el dinero de la venta del negocio más la venta de otra propiedad, “pude pagar por tiempo en la radio para unos discursos que el hermano Muñiz nos envió. También alquilé un pequeño apartamiento y allí empezamos a celebrar las primeras reuniones.” El hermano Dessilani despertó el interés de uno de sus compañeros de empleo, Horacio Sabatini, quien, a su vez, habló con su hermano, Arístides, y toda su familia. El hermano Dessilani nos cuenta lo siguiente sobre la revisita a esta familia: “Inmediatamente comenzaron con un diluvio de preguntas, y para contestarlas todas el hermano Menazzi y yo permanecimos unas cuatro horas con ellos aquella noche. Al fin quedaron convencidos de que habían hallado el ‘Camino’ verdadero. Varios días después ofrecieron su casa para las reuniones, y esto era en el mismo centro de la ciudad.” En 1938, el hermano de Natalio Dessilani, Emilio, habló a un compañero de trabajo, Alfredo Torcigliani. Él asistió a un discurso presentado por el hermano Muñiz y quedó convencido por la aplicación que se dio del Padrenuestro.

MOTORIZANDO LAS ACTIVIDADES DEL REINO

Estos hermanos deseaban una rápida expansión de la proclamación del Reino, y para los años cuarenta sus esfuerzos fueron motorizados. El hermano Horacio Sabatini ayudó a comprar un automóvil viejo que el hermano Menazzi pudo reparar; más tarde compraron un Chevrolet pequeño, y con los dos autos testificaron en los pueblos saliendo desde Córdoba. Para ahorrar gasolina, el coche grande remolcaba al pequeño al territorio, y el hermano Menazzi dice que tenían un sistema de campanas entre los dos autos como señales para comenzar y detenerse. “Más tarde,” relata el hermano Menazzi, “vendimos los coches y compramos un autobús viejo. Con la ayuda de los hermanos, lo arreglamos de tal manera que los asientos podían ser convertidos en seis camas adentro, y sobre el techo teníamos cuatro camas plegables bajo una cobertura. De este modo diez publicadores podían viajar con un lugar donde vivir.” Esto dio principio a una vigorosa obra de dar expansión a las buenas nuevas en la Argentina septentrional.

Al principio los viajes duraron una semana, entonces quince días, después por un mes a la vez. Después de cada viaje el autobús regresaba a Córdoba para un examen y reparación, mientras los hermanos se preparaban para el siguiente viaje, y diferentes hermanos y hermanas recibían la oportunidad de hacer este viaje. ¡El viaje final duró tres meses y fue verdaderamente una odisea! En total, hasta que el autobús fue vendido en 1944, el hermano Menazzi y el grupo de Córdoba visitaron unas diez o más provincias, testificando de casa en casa en las ciudades, y visitando haciendas y poblaciones dispersas en las zonas rurales. El proceder en cada pueblo o ciudad era el mismo, como nos informa el hermano Menazzi: “Primero íbamos a la comisaría local de la policía y les informábamos nuestra misión y les hacíamos firmar un cuaderno como prueba del hecho de que yo había comparecido ante ellos. Esto ayudaría a evitar discusiones más tarde con la policía que tratara de intervenir; y, en cada pueblo, el jefe de la policía veía que la policía de los pueblos vecinos había otorgado permiso, por decirlo así, y por eso se nos permitía trabajar.” En estos viajes se colocó mucha literatura en manos de la gente, pero él añade que “era una obra de informar a la gente, sembrando la semilla, porque solo a veces regresábamos a visitar a alguien que mostraba interés excepcional.”

La vida en el autobús y las experiencias de que disfrutaron forman un capítulo inolvidable en la vida de los hermanos que componían este grupo. El hermano Menazzi nos da una descripción animada: “Estábamos bien organizados y, tal como en una colmena, cada uno tenía su trabajo asignado... uno cocinaba, otros limpiaban, otros atendían las camas y otros iban de compras. Testificábamos hasta casi de noche, y a veces teníamos que buscar a los publicadores con el reflector del autobús. Estacionábamos el autobús en algún lugar aislado, preferiblemente al lado del cementerio donde nadie nos molestaría. De noche, después de tener nuestra cena y poner todo en orden, contábamos nuestras experiencias... ¡cansados, pero felices! Éramos, o aprendimos a ser, económicos y a comer de todo.” El hermano Torcigliani nos dice lo que ese menú de todo incluía: “Cazábamos y pescábamos para comer —todo iba a tener a la olla— ranas, conejos monteses, chuñas, palomas, cotorras, codornices, vizcachas, liebres, armadillos y tortugas de tierra de las cuales hacíamos sopa. Y cambiábamos literatura por cabras, pollos, gallos, cerditos, huevos, vegetales, plátanos y toda clase de frutas. ¡Como se puede ver, nunca pasábamos hambre!”

Durante el tiempo en que el hermano Menazzi estaba ausente de Córdoba, el hermano Natalio Dessilani continuaba trabajando en la ciudad con un grupo de publicadores que seguía creciendo. “Para 1944 la congregación había crecido a tal punto que ya no había lugar en nuestro salón en el pueblo, pero no teníamos otro lugar adonde ir. El hermano Menazzi le habló a una tía de él que favorecía la obra, y ella donó un terreno que tenía en la calle Roma. Ahora decidimos vender el autobús —la escasez de gasolina de aquel tiempo quería decir que no podíamos usarlo mucho— y usaríamos el dinero para construir el Salón del Reino que tanto necesitábamos.”

SE ESPARCE LA VERDAD DESDE SAN JUAN

La semilla sembrada por el hermano Argyrós en San Juan en 1936 también estaba llevando fruto. El hermano José Cercós y unos cuantos más estaban compartiendo activamente con otros el mensaje. En 1940 el hermano Cercós se comunicó con la familia Rodríguez, a quienes habían predicado previamente los Reindls. Les colocó el libro Hijos y les hizo una revisita con un fonógrafo para tocarles algunos discos que les dieron más testimonio. Hubo muy buenos resultados. Salvador Rodríguez nos dirá precisamente lo que sucedió: “Aquella noche José Cercós pasó dos horas o más con nosotros. Mi padre había estado leyendo la Biblia por unos diez años, pero sin explicación alguna, de modo que aceptó las verdades del Reino inmediatamente y con gran gozo. El hermano le dijo que para ser testigo de Jehová tendría que dejar de fumar, y librarse de todas aquellas ‘ridículas muñecas,’ como llamó las imágenes católicas que tenía mi madre. Al momento mi padre se quitó el cigarro de la boca, y, junto con los que tenía en el bolsillo, los desbarató en presencia del hermano. El domingo siguiente, mi padre fue al salón con algunos de los hijos mayores, y al regresar recogió todas las imágenes, las apiló en el patio, y entonces les prendió fuego a todas... ¡sin prestar atención alguna a las desesperadas súplicas de mi madre, que le decía que Dios lo iba a castigar por lo que estaba haciendo!

“La semana siguiente se hizo el anuncio que tenía que ver con el servicio, de modo que, en el día designado, mi padre, mi hermano mayor y yo estuvimos en el lugar media hora antes de la hora que se había anunciado. Nunca habíamos visto cómo se testificaba, de modo que cada uno de nosotros fue con otro publicador a la primera puerta. En la segunda puerta se nos pidió que diéramos el testimonio. Todo lo que pudimos hacer fue repetir algunas de las expresiones que acababa de usar el publicador en la primera puerta, tales como: ‘Le hemos traído el mensaje de las buenas nuevas del Reino,’ y entonces presentar los folletos.

“Pronto nuestra madre se interesó, y aunque no sabía leer, escuchaba muy atentamente y repetía lo que oía. Pronto estuvo hablando a personas que mostraban interés con las cuales nosotros los hijos podíamos conducir estudios. En menos de dos meses los siete de nosotros estábamos publicando con regularidad. Fuimos bautizados en 1941 cuando el hermano Muñiz nos visitó; dos meses después, cuando el hermano Trunecka vino de Mendoza, unos quince fueron bautizados en una poza de nuestra hacienda. En aquellos días los publicadores que no se podían expresar con facilidad usaban una tarjeta de testimonio impresa, y por lo general trabajábamos territorio rural donde las personas eran más abordables.

“En el campo donde no existían límites de territorio, tomábamos un departamento (condado) a la vez y tratábamos de trabajarlo cabalmente, saliendo temprano y regresando a San Juan al anochecer. A la hora de la comida cambiábamos literatura por un plato de comida.”

Nuestro hermano recuerda la ocasión en que él y su hermano tenían un territorio en las montañas. Cierto día su padre les dijo que se levantaran y desayunaran; después caminaron treinta manzanas hasta la estación del tren, ¡solo para enterarse de que faltaban cuatro horas todavía para la llegada del tren, puesto que era solo la una de la mañana! Cuando al fin llegó el tren, y los muchachos llegaron a la parada indicada, todavía estaba oscuro; y tenían que caminar once kilómetros, o unas siete millas, para llegar a su territorio. “Terminamos de testificar en aquel pueblo antes del mediodía, de modo que seguimos al siguiente, a nueve kilómetros de distancia y caminando cerro arriba. Terminamos este pueblo también; ahora teníamos que caminar veinte kilómetros para volver a la estación del tren... ¡pero habíamos aligerado nuestra carga, pues habíamos colocado veinte libros y ochenta folletos! Llegamos a la estación precisamente cuando se discernía la luz del tren que llegaba; eran las nueve de la noche. Dos horas más tarde llegamos a San Juan; ¡qué gozosos nos sentíamos al caminar las treinta manzanas hasta casa!”

En 1944 un terremoto derribó la ciudad de San Juan; en aquel tiempo había unos treinta publicadores allí, pero ninguno resultó herido. El día siguiente hermanos procedentes de Mendoza vinieron con abastecimientos. El hermano Rodríguez nos cuenta de la testificación después del terremoto: “Algunas de las personas nos dijeron que nosotros teníamos la culpa por el terremoto y nos echaron. Otras escucharon atentamente y dijeron: ‘¡Qué verdaderas son las enseñanzas bíblicas de ustedes!’ Como resultado de esto, muchos aceptaron la verdad y se hicieron publicadores. En este tiempo nos reuníamos en un saloncito que los hermanos habían construido.”

La fe y el celo de los primeros publicadores eran un ejemplo constante para todos, y el hermano Rodríguez comenta lo siguiente acerca del hermano Cercós a los ochenta y un años de edad: “Continuó trabajando como precursor, caminando hasta sesenta manzanas para entregar sus revistas. Mantenía un promedio de más de setenta horas al mes y conducía siete estudios. Y fue al regresar a casa de uno de aquellos estudios que resbaló y cayó en la acera, rompiéndose la cadera. Esto lo dejó inválido y lloró porque no podía atender sus estudios y revisitas. Pero se consolaba cuando lo visitábamos y le contábamos acerca de nuestra actividad en el territorio.”

TESTIFICANDO HASTA EL SUR LEJANO

Mientras tanto, ¿qué sucedía en el Sur? Los hermanos Gavrov y Miedziak viajaban en aquella zona... nuestra información indica que habían llegado tan al sur como a Tierra del Fuego, entonces al norte a través de la Patagonia a la provincia de Río Negro. Y, también en los años treinta, Carlos Firnkorn en Colonia Sarmiento, provincia de Chubut, se había hecho Testigo y había vendido su rancho de ovejas para pasar más tiempo predicando a otros. En este caso se podía decir que fue asunto de dejar una clase de ovejas para atender a otra clase... ¡una clase más importante de ‘oveja’!

En 1934, Francisco Callejo, empleado de ferrocarril, que vivía en Allen, provincia de Río Negro, conoció por primera vez a los publicadores del Reino. Recuerda que “un hombre que llevaba una valija pequeña vino a la estación a preguntar acerca del tamaño del pueblo, y así por el estilo.” La hoja impresa que este hombre dejó, junto con algunos folletos que quedaron en manos de algunos de sus amigos, impresionó mucho a Francisco Callejo, porque él había leído muchísimo, siempre buscando conocimiento que satisficiera su anhelo de conocer la verdad bíblica. Cuando terminó de leer los folletos La Crisis, ¿Dónde están los muertos?, Llaves del Cielo, Cielo y Purgatorio, Se Aproxima la Guerra Universal y otros, junto con la Biblia, quedó convencido de que su búsqueda había sido recompensada. Inmediatamente quiso compartir su conocimiento con otros, pero no se comunicó con los Testigos sino hasta el año siguiente cuando fue transferido a Ingeniero Huergo. “Allí conocí a un zapatero polaco, Pablo Teisar, que era suscriptor de La Atalaya; él me dio la dirección del hermano Muñiz. Inmediatamente escribí solicitando la suscripción a ambas revistas, la Biblia y los libros El Arpa de Dios, Liberación, Gobierno y Profecía.

“Las revistas decían tanto acerca de la actividad y las experiencias de publicadores en tantas partes de la Tierra que sentí y entendí la necesidad de participar activamente.” Escribió al hermano Muñiz expresando este deseo; la respuesta fue que los mismos hermanos que habían visitado la provincia en 1934, los hermanos Gavrov y Miedziak, estaban por visitarla de nuevo. El hermano Callejo describe lo que pensó y sintió entonces: “Esperé su llegada con intenso anhelo, y cuando no vinieron, escribí de nuevo repitiendo que tenía el deseo de participar en la predicación. La respuesta fue que los hermanos estaban ahora en el valle de Río Negro y que pronto llegarían. Fui a la casa del zapatero polaco cada día, porque sabía que irían allí primero. Me sentía muy triste y engañado por lo mucho que parecía que se tardaban. Finalmente fui a visitar a Pedro Teisar cierta mañana, ¡y allí estaban! ¡Qué grande fue mi gozo al estar con ellos al fin! Los llevé a mi hogar y me suministraron más literatura y brevemente me dijeron cómo hablarle a la gente y ofrecer los libros y folletos.” Eso fue en el año 1936.

Este breve ‘entrenamiento’ fue suficiente; en su primer día libre del trabajo el hermano Callejo comenzó a publicar las buenas nuevas. Aunque halló personas completamente hostiles al mensaje del Reino, su celo no decayó, y él continuó ‘aflojando el terreno duro’ para expansión futura. Cuando colocaba el abastecimiento de literatura que tenía, informaba esto a la oficina de Buenos Aires y solicitaba más. Nos dice cómo utilizó su trabajo seglar para dar adelanto a los intereses del Reino en las provincias de Río Negro y Neuquén: “Fui transferido a Cervantes, Río Negro; prediqué allí, y en mi día libre fui en el tren local a General Roca. Coloqué mi primera suscripción a un agricultor, Antonio Vicente Inestal, en Mainque, y él llegó a ser el primer publicador como resultado de mi predicación.

“En 1939 fui transferido a Neuquén, donde vivo hasta este día. Y aquí comencé a servir en el tren; como resultado de esto aproveché parte de mis largas estadías en cada ciudad para testificar. De esta manera pude trabajar la zona desde Choele Choel hasta Zapala (que es el punto de división)... una extensión de unos 400 kilómetros. Y desde Neuquén trabajé el territorio de Cipolletti, Allen y hasta el Dique de Riego (represa de riego de la zona), abarcando así a Cinco Saltos y Barda del Medio. Hice todo esto en mis días libres cada semana y durante mis vacaciones anuales. Para el año 1941 nos estábamos reuniendo para estudiar en Neuquén, y también asistían personas interesadas de Cipolletti. Más tarde, el hermano Carlos Firnkorn, que había estado trabajando en Chubut, fue asignado a Neuquén, y esto fue una gran ayuda.”

¡Sí, la actividad verdaderamente iba aumentando! Demos un vistazo al informe de 1938: 128 publicadores de las buenas nuevas y 4 congregaciones; los publicadores dedicaron 44.712 horas, colocaron 131.375 ejemplares de literatura y obtuvieron 238 suscripciones. Hicieron 375 revisitas, y un total de 138 personas asistieron al Memorial.

La obra de sembrar estaba alcanzando hasta los mismos límites de la Argentina, y sobre este suelo habría futura expansión en la forma de congregaciones, circuitos y distritos.

En 1942, dos jóvenes de descendencia galesa, Gwaenydd Hughes y Ieuan Davies, conocieron la verdad en la provincia de Chubut. Ambos venían de familias que leían la Biblia y que pertenecían a la Iglesia Evangélica Galesa Independiente. Gwaenydd Hughes recuerda que en los años treinta alguien le había ofrecido literatura, y en 1938 su padre había obtenido una suscripción a La Atalaya (entonces La Torre del Vigía) de un hombre llamado Firnkorn en Sarmiento, Chubut... y se decía que este hombre ‘había vendido sus ovejas y se había ido a predicar una nueva religión.’ La ciudad de Sarmiento está a más de 400 kilómetros, o alrededor de 250 millas, al sur de Rawson, pero en 1942 el hermano Muñiz le escribió al hermano Firnkorn dándole instrucciones de ir a Rawson por unas semanas. Así fue que, en las palabras del hermano Hughes, “Firnkorn vino a mí a comprar leche. Predicaba el fin del mundo. Me ofreció entonces alguna literatura... esto me hizo pensar que era solo un vendedor de libros, pero acepté el libro Enemigos. Lo leí cabalmente en tres noches, y recuerdo que cuando terminé estaba completamente convencido de que ésta era la explicación correcta de la Biblia. Ahora tenía que buscar a Firnkorn. Él estaba viviendo en una pequeña choza en el lado ‘malo’ del pueblo en la ciudad vecina de Trelew. Me ofreció La Atalaya; esto me confundió porque había una publicación adventista llamada El Atalaya. Pero el hermano Firnkorn me aseguró que La Atalaya no era una publicación adventista.”

Cerca, el hermano Basilio Miedziak había pasado distribuyendo literatura en Comodoro Rivadavia, Trelew, Guiman y zonas circundantes. Ieuan Davies comenta: “Este precursor trabajaba como un toro suelto; es decir, visitaba cada casa que veía en el camino. Le colocó siete folletos a un granjero que era vecino de nosotros, un galés como él. Este no estaba interesado en los folletos, de modo que me los dio en agradecimiento del hecho de que yo le había ayudado a ordeñar sus vacas un domingo por la mañana cuando había dormido demasiado y no quería llegar tarde a la iglesia porque era diácono. Cuando llegué a casa y me di cuenta de que éstos eran folletos religiosos, no me entusiasmé mucho con ellos, pero si empecé a leer Salud y Vida. Nuestra Biblia estaba en galés, de modo que conseguí prestada una Biblia en español para asegurarme de que lo que los folletos decían era exactamente lo que estaba en la Biblia. Pronto me di cuenta de que ésta era la verdad y mi hambre espiritual fue mayor que cuando empecé. Los folletos anunciaban ciertos libros, dando las direcciones de la Sociedad en los Estados Unidos y en México, de modo que hice un pedido de libros a México. Pasaron aproximadamente dos meses antes de que recibiera los libros, puesto que mi solicitud había sido pasada a la oficina de Buenos Aires. Ahora que supe que había testigos de Jehová en Buenos Aires, pedí otros cinco libros, y me suscribí a La Atalaya.”

El hermano Muñiz envió el nombre de Ieuan Davies al hermano Firnkorn, y Gwaenydd Hughes ofreció ayudar a localizar a esta persona interesada, puesto que había muchos Davies en aquella zona. Al enterarse de que el hermano Firnkorn conducía reuniones en Trelew, el joven Davies concordó en acompañar a su amigo, Hughes, el domingo siguiente. Describe esto: “Al llegar al lugar de reunión encontramos que era una choza pequeña que estaba por desplomarse... y creo que sí se desplomó cuando vino la siguiente tormenta. Tanto Hughes como yo estábamos vestidos con la mejor indumentaria que teníamos —traje completo, camisa blanca, corbata, y así por el estilo— pero cuando entramos hallamos a todo el mundo vestido a la manera típica del campo y hasta el hermano que conducía no estaba vestido en armonía con la ocasión. Esto sí me sorprendió, pero no enfrió mi entusiasmo. Después de varias reuniones, el hermano dijo que estaría ausente y que uno de nosotros debería conducir las reuniones durante su ausencia. Hughes fue seleccionado para esto por ser el mayor de los dos.”

OPORTUNIDADES PARA HOMBRES JÓVENES

Más tarde en aquel año el hermano Muñiz tuvo que detenerse por algún tiempo en Trelew de regreso desde Comodoro Rivadavia, y puesto que oyó que allí había interés, aprovechó su tiempo de permanencia allí para pronunciar un discurso. “Teníamos tanto interés que extendió su permanencia allí otros tres días, pronunciando discursos de dos o tres horas cada noche,” dice el hermano Hughes. “Estos discursos me interesaban tanto que, aunque podía oír a mi caballo mordiendo el bocado y tratando de escaparse, no podía perderme ni una sola palabra del discurso bíblico... ¡prefería perder el caballo! Así, cuando el discurso terminó me encontré sin caballo... era la medianoche y no había tiempo para buscarlo. En los días siguientes tuve que trabajar, y de noche no quise perderme los discursos... por eso, sencillamente di por perdido el caballo.” El hermano Hughes añade que el caballo sí se presentó varios días después.

Al regresar a Buenos Aires, el hermano Muñiz escribió algo por este estilo al hermano Firnkorn: ‘Si este joven Davies no es el que está manteniendo a su familia y si desea, puede venir a la sucursal, pues se necesitan jóvenes como él.’ Por eso, el día final de diciembre de 1942 Ieuan Davies viajó a Buenos Aires; fue bautizado en febrero de 1943.

Gwaenydd Hughes también estaba ocupado arreglando sus asuntos para poder dedicarse exclusivamente a la obra. Al mismo tiempo, estaba leyendo todas las publicaciones de la Sociedad. Para marzo de 1943 estaba listo para partir. Nos dice: “Fui a Bahía Blanca, donde el hermano Schwalm conducía un grupo, y allí me bauticé. El hermano Schwalm partió para Buenos Aires y yo fui puesto a cargo de la obra. Temblaba de temor, y lo único que podía pensar era: ‘los trabajadores en verdad deben ser pocos si tienen que usarme a mí,’ pero estaba dispuesto a ser utilizado. Otro precursor vino a hacerme compañía, y, usando a Bahía Blanca como centro de actividades, trabajábamos los pueblos de la provincia de La Pampa, así como el sur de la provincia de Buenos Aires, incluso algunas colonias judías.

“Hacia el fin de 1943 el hermano Muñiz vino a Bahía Blanca y me habló acerca de ir a Paraguay para encargarme de la obra allí. Puesto que no dije nada, más tarde dijo: ‘Usted no me ha contestado todavía,’ a lo cual respondí: ‘¿Qué se supone que diga? ¡No hay que decir que estoy dispuesto a servir dondequiera que se me envíe!’” El hermano Davies fue enviado desde Buenos Aires para atender al grupo de Bahía Blanca, y tiene gratas memorias de su reunión con el hermano Hughes: “La noche que llegué a Bahía Blanca, Hughes y yo no dormimos en absoluto; pasamos toda la noche repasando todo lo que había sucedido en tan corto período de tiempo, y dimos gracias a Dios por habernos rescatado de este viejo sistema de cosas.”

La obra de sembrar de los años veinte y treinta abarcó las grandes distancias de territorio argentino con centenares de miles de ejemplares de literatura, para no mencionar un número incalculable de folletos. Muchas eran las personas interesadas que habían obtenido literatura y estaban compartiendo su conocimiento con otros, pero al principio sin comunicación con la organización de sucursal de la Sociedad.

Allá en el centro de la actividad, Buenos Aires, el grupito crecía constantemente. Como podría esperarse, con la expansión vinieron cambios, así como las dificultades que acompañan al crecimiento. Un estímulo para la obra en la Argentina fue la visita, en 1932, del hermano Roberto Montero, quien servía en México. El hermano Rutherford lo envió para presentar la campaña con la nueva revista Luz y Verdad (ahora ¡Despertad!). Se obtuvieron muchas suscripciones, pues la revista era muy interesante y de poco costo. Y, para el tiempo de la visita del hermano Montero, la Sociedad compró una casa en el número 4556 de la calle Cramer que serviría de oficina sucursal y depósito de literatura. Este edificio continuó sirviendo como el hogar Betel hasta que en 1940 se compró la propiedad actual de Honduras 5646. Puesto que la oficina sucursal estaba entonces en las afueras de la ciudad y era de difícil acceso para muchos de los hermanos, el hermano Miguel Razquin envió a su esposa, Juanita, a buscar un lugar de reuniones más centralmente ubicado; el salón que se decidió obtener estaba en el 1544 de la calle Fitzroy, a dos manzanas solamente de la sucursal actual.

Para acomodar al grupo que crecía, el dueño de la casa pronto tuvo que derribar una división y abrir otro cuarto para las reuniones. De nuevo la hermana Razquin fue a buscar un lugar, al insistir su esposo, que estaba inválido. Se halló una casa vacante que había sido usada para un negocio de venta de vino al por mayor y el dueño estuvo dispuesto a vender, adquiriendo la casa de la calle Cramer como parte del pago junto con 27.000 pesos que se pagarían durante un período extendido al siete por ciento de interés (fue pagado en menos de dos años). El hermano Muñiz pensaba que la propiedad era demasiado cara, pero el hermano Razquin, según dice su esposa, “era un vasco terco, y convenció al hermano Muñiz de que la propiedad de la calle Honduras era más apropiada para nuestras necesidades... estaba ubicada en un lugar más céntrico, cerca de la oficina de correos, y así por el estilo. En 1940 se firmó la escritura de venta aquí en la mesa de mi comedor.”

Los hermanos derribaron la sección vieja de almacenaje que había sido usada para almacenar vino, y bajo la dirección de un contratista de afuera, el nuevo edificio fue erigido. Este salón mide 10 metros por 20 (aproximadamente 33 por 66 pies) y 350 personas caben cómodamente en él. Se usó como Salón del Reino hasta 1950; más tarde fue usado para oficinas, imprenta, despacho y almacén de literatura. En 1941 se construyó una pequeña habitación en el techo para el hermano Muñiz, pagando los materiales y el trabajo los hermanos Razquin, Schwalm y Martonfi. A pesar de las extensiones modernas que se le hicieron a la sucursal, esta habitación todavía permanece.

Las primeras ‘dificultades’ en el desarrollo de la obra en la Argentina vinieron a principios de los años treinta: se manifestaron choques de personalidad y adoración de criaturas. Cuando se adoptó el ‘nuevo nombre’ de testigos de Jehová y se puso a un lado el sistema de ‘anciano electivo,’ algunos se apartaron y dejaron la organización. En una ocasión se recogieron firmas para solicitar del hermano Rutherford que removiera de siervo de sucursal al hermano Muñiz. Algunos que habían firmado regresaron después, reconociendo los nombramientos de la organización teocrática. Los grupos de Mendoza y Rosario tuvieron reveses similares en ocasiones diferentes.

De nuevo se manifestó inquietud a principios de los años cuarenta, pero esta vez fue diferente... era una inquietud debida al deseo de que hubiera más progreso y una distribución de responsabilidades. El hermano Adamson recuerda aquellos momentos de tensión: “El hermano Schwalm, que entonces era miembro de Betel, le habló al hermano Muñiz con la solicitud que se hiciera un esfuerzo por reorganizar la congregación de Buenos Aires para que se diera mejor atención a la obra. El hermano Muñiz no entendió al principio el espíritu que había detrás de esta acción, y pensó que era rebelión. Por lo tanto pidió a todos los hermanos que permanecieran en el lugar después del estudio de La Atalaya e hizo que yo subiera a la plataforma con cuaderno y pluma para poner por escrito todo lo que se considerara.” Con el tiempo la gran zona atendida por la congregación de Buenos Aires fue dividida en siete diferentes secciones, y cada sección tendría un hermano que dirigiría la obra en aquel territorio.

Podemos ver, pues, cómo se estaba haciendo la obra para los años cuarenta: hermanos y hermanas firmes y celosos iban hasta las partes más distantes de la Argentina, concentrando sus esfuerzos en la colocación de literatura bíblica, mientras que otras personas aisladas escribían a la sucursal para obtener literatura para distribuirla en las zonas donde vivían. En las ciudades donde había una congregación o grupo establecido, se testificaba con regularidad, principalmente ofreciendo libros y folletos, y usando la tarjeta de testimonio. El fonógrafo se usaba en algunas ciudades en la obra de revisitas, pero no en la testificación de casa en casa. Desde 1942 en adelante se recibió el Informador, que indicaba las campañas y la literatura que se usaría.

De los precursores, publicadores aislados y los que estaban asociados con las pocas congregaciones llegaban informes a la oficina de Buenos Aires. El hermano Muñiz preparaba una lista con los nombres de cada una de estas personas, dónde estaban trabajando, y lo que cada una había hecho durante el mes, y esta hoja se enviaba a todos.

Desde su llegada a la Argentina en adelante, el hermano Muñiz pronunció discursos bíblicos en Buenos Aires y en otras ciudades donde se hallaba interés, así como en países vecinos bajo su cuidado. El estudio de La Atalaya se introdujo en tiempos tempranos y duraba dos horas o más. Irma Albricot describe aquellos primeros estudios: “Con una semana de adelanto el hermano Muñiz asignaba uno o dos párrafos a cada hermano para que cada uno preparara una pregunta para el párrafo asignado; entonces, antes del estudio, las preguntas se colocaban en el atril del discursante, alguien las ponía en orden numérico, y entonces el hermano Muñiz las leía —si podía entender la escritura (en aquel tiempo nadie tenía máquina de escribir)— y miembros del auditorio podían ofrecer respuestas voluntariamente. Se buscaban y leían todos los textos bíblicos, así como textos que añadía el hermano Muñiz, y así continuaba el estudio, sin tiempo fijo, hasta que terminaba.” A las reuniones de los domingos en Buenos Aires asistían hermanos y personas interesadas de la zona del Gran Buenos Aires. Una noche de la semana, por lo general el martes, los hermanos nombrados asistían a la zona exterior asignada a cada uno, y aquí se celebraba un estudio de libro de congregación.

Los jueves se celebraba otra reunión semanal en Buenos Aires y se llamaba “del comentario,” refiriéndose al comentario para cada día alistado en el Yearbook (Anuario). El hermano Muñiz presidía en esta reunión, traduciendo del inglés del Yearbook el texto del día, los comentarios y algunas experiencias, además de dar sus propios comentarios.

PRIMERA ASAMBLEA GENERAL

Si los dos décadas desde 1924 hasta 1944 habían visto mucha obra de sembrar, la última porción de los cuarenta traería aumentos todavía mayores. Esto exigiría mejor organización de la obra. Muchos hermanos se daban cuenta de esto y sentían una necesidad... pero, ¿qué habrían de hacer? El hermano Ott recuerda que él y el hermano Schwalm a menudo comentaban mientras trabajaban juntos en la sucursal: “El hermano Knorr viaja a todas partes... ¿por qué no lo envían a la Argentina alguna vez?”

La tan anhelaba visita vino en 1945, y junto con ella cambios que colocaron el fundamento para verdadera organización y expansión teocrática. Los hermanos Knorr y Franz aterrizaron en Buenos Aires el 28 de febrero de 1945, viniendo desde Chile en su primera gira de América del Sur. En aquel tiempo había 19 compañías o congregaciones en el país y 320 publicadores. The Watchtower del 15 de abril de 1945 da algunos datos sobre la ocasión:

“El sábado 3 de marzo marcó el principio de la primera asamblea general de los testigos de Jehová en la Argentina. Unas 395 personas estuvieron presentes al tiempo de la conferencia de bienvenida por el siervo de la sucursal. Luego fueron presentados los hermanos norteamericanos, y el hermano Knorr subió a la plataforma entre aplausos. El auditorio representaba el fruto de unos veinte años de actividad de los testigos de Jehová aquí, comenzando desde un principio pequeñísimo. Pareció ser sumamente apropiado pronunciar a la asamblea un discurso que tratara directamente de servicio y organización, y eso fue lo que hizo el hermano Knorr, por medio de su compañero intérprete el hermano Franz. Hacia el principio, cuando pidió que levantaran la mano las presentes que habían sido católicos romanos antes de dedicarse a Jehová Dios, levantaron la mano casi todos los presentes.

“El hermano Knorr entonces dio énfasis a la importancia del estudio semanal de La Atalaya en las congregaciones, y entonces de la reunión semanal de servicio de por lo menos una hora de duración, a una hora conveniente para la mayoría de los hermanos. Cuando se les pidió, todos los delegados levantaron la mano indicando de esa manera su deseo de que tal reunión de servicio, arreglada correctamente y haciendo uso de un cuadro del servicio mensual y de demostraciones por publicadores aptos y de otras consideraciones relativas al servicio, se estableciera en sus congregaciones respectivas. Recibieron con espíritu de aprecio la amonestación del hermano Knorr, que dio con frecuencia, de que la posición clave en la congregación es la de ser un publicador en el campo, y que cada uno de ellos y todos ellos tenían la responsabilidad de servir como tal. Fueron conmovidos profundamente por la exhortación a hacer revisitas y comenzar estudios con los libros. Recibieron con aplauso entusiástico el anuncio de que la Sociedad había publicado en español un libro nuevo, ‘La Verdad Os Hará Libres.’

“Las sesiones de la noche se iniciaron con la presentación del tema: ‘Buscad primeramente el Reino,’ en español, por dos hermanos argentinos. Después de esto el hermano Knorr y su intérprete tomaron la palabra, esta vez para hablar particularmente a favor del servicio de precursor en esta parte de la América del Sur. Los requisitos para los precursores regulares y para los publicadores especiales se presentaron con claridad y a todos los interesados en entrar en estos ramos del servicio se les extendió la invitación de reunirse con el hermano Knorr después de disuelta la sesión.

“El domingo 4 de marzo a las ocho de la mañana se pronunció un discurso acerca del bautismo, y después de eso ocho candidatos para el bautismo fueron sumergidos en agua. Luego los sucesos acontecieron en sucesión rápida. A las nueve de la mañana todos los siervos en concurrencia, a saber, cincuenta y cinco, se reunieron en sesión especial con el hermano Knorr, y él consumió más de dos horas contestando sus preguntas relativas al servicio en el campo y los estudios de La Atalaya y de libros. Inmediatamente después de eso los hermanos de habla alemana se congregaron, y el nuevo ‘siervo para los hermanos’ (ahora ‘siervo de circuito’) les dirigió la palabra, especialmente para beneficio de unos cuantos delegados que solo entendían alemán y que por eso no estaban recibiendo provecho directo de las sesiones en español. Estas personas amadas se regocijaron al enterarse en su propia lengua, de algo de lo que se había dicho hasta entonces en la asamblea.

“No se había anunciado ninguna reunión pública para el domingo por la tarde. La Argentina está bajo la declaración de un estado de sitio, y por esto no se permite una reunión de esta índole. Sin embargo, muchas personas interesadas se presentaron para la reunión de la tarde, y la concurrencia subió a 476. Por dos horas se sentaron y escucharon atentamente al dar el hermano Knorr, interpretado por el hermano Franz, el mensaje sobre ‘La soberanía universal de Jehová vindicada.’ Un mapa en la pared, dibujado especialmente, les ayudó a representarse el discurso más vivamente en la mente. . . . El discurso condujo dramáticamente al anuncio del nuevo folleto en español La religión siega el torbellino, y con esto los hermanos se regocijaron en gran manera.

“La mayor parte de los hermanos tuvieron el privilegio de quedarse para las últimas sesiones de la asamblea, que comenzaron a las siete de la noche. Primero hubo una presentación en español, sobre el tema: ‘La fiesta de las bodas del Rey.’ . . . Entonces el hermano Knorr volvió a tomar la palabra con uno de los hermanos jóvenes locales de intérprete. Entonces le contó a los reunidos acerca de las asambleas y sus privilegios de ministerio en su viaje hasta aquel momento. . . . El corazón de los hermanos rebosó de gozo cuando les dio a conocer que un Informador argentino especial comenzaría a publicarse mensualmente y el recién asignado ‘siervo para los hermanos’ comenzaría a rendir servicio a todas las congregaciones; y también que pronto se introduciría en todas las congregaciones el Curso en el Ministerio Teocrático, en español.

“Un cántico fervoroso de gracias a Jehová mediante Cristo Jesús, y luego una oración, terminó la asamblea, cerca de las diez de la noche. En verdad los hermanos sintieron que había sido bueno para ellos el haber asistido a esta asamblea general.”

Lo mucho que los hermanos argentinos se habían “regocijado por la provisión espiritual, especialmente en la forma de instrucciones prácticas para el servicio,” lo podemos apreciar por sus propias expresiones:

“Me llené de curiosidad,” recuerda Francisco Álvarez. “¿Qué era una asamblea? ¿Qué se diría? Por supuesto, yo tenía alguna idea, pues había visto la fotografía que colgaba en la pared del Salón del Reino en la que se mostraba una asamblea que se había celebrado en el año 1928 en los Estados Unidos, y se podía ver al hermano Rutherford y también al entonces joven hermano Knorr que pronto nos visitaría. Esta primera asamblea es algo que hasta ahora no puedo olvidar aunque solo tenía dieciséis años de edad en aquel entonces. La asamblea reafirmó mi fe y celo en cuanto a la adoración de Jehová, y mi certeza absoluta de que Él está usando a este pueblo, sus testigos.”

“En esta ocasión llegué a conocer la organización y conocí a hermanos de muchas partes del país,” escribe Francisco Callejo. “No pude obtener permiso del trabajo, pero salí de todos modos. Hasta ahora solo había leído acerca de las asambleas; ¡ahora que tenía la oportunidad de asistir a una era inconcebible que no fuera! Por eso, después de nueve años de testificar como publicador aislado, pude aprender de primera mano cómo funciona la organización, y mientras estuve en esta asamblea me bauticé.”

Irma Albricot no puede olvidar el discurso del hermano Knorr acerca del servicio de precursor: “Hasta aquel tiempo, cuando se hablaba acerca de ser precursor sólo nos imaginábamos a hermanos varones maduros yendo con sus maletas a zonas hostiles. El hermano Knorr nos ayudó a ver por qué más hermanos y hermanas jóvenes deberían responder a la llamada y poner su mira en recibir mayor entrenamiento en la Escuela de Galaad. Su discurso movió a acción a varios de nosotros, y el 1 de abril comenzamos nuestra nueva obra.” Se puede añadir que Irma Albricot más tarde asistió a Galaad, y hasta este día continúa en el servicio de tiempo cabal con su esposo, Mario Segal, siervo de circuito.

MEJORAS EN EL MINISTERIO

El hermano Ott nos dice que “el hermano Knorr enfáticamente indicó que el estudio de La Atalaya debería durar una sola hora. Los hermanos Muñiz y Menazzi estaban firmemente convencidos de que esto era imposible.” Pero el hermano Davies informa: “Cuando regresé a Bahía Blanca puse en práctica las sugerencias del hermano Knorr y vi que tenía razón: la lección de La Atalaya se puede estudiar en una sola hora, leyendo los párrafos también.”

Los resultados ciertamente fueron trascendentales, y un hermano lo resume de este modo: “A pesar del hecho de que muchos no tenían un punto de vista optimista, fue excitante ver progreso espiritual inmediatamente. Había mayor participación en las reuniones, más comentarios, había más animación... ¡era diferente! Ahora que mi corazón no se me salía cuando me atrevía a contestar una pregunta, sentía más confianza; ahora todos estaban contestando y nuestro progreso se manifestó en muchos aspectos: mejor vocabulario, mejor pronunciación, más conocimiento, y, lo que más felices nos hacía, saber que nuestras alabanzas a Jehová Dios habrían de ser de la mejor clase, como él merece.”

Otra cosa nueva que se necesitaba mucho era la Escuela del Ministerio Teocrático y el hermano Ott se entusiasmó mucho en cuanto a las posibilidades. Sin embargo, el hermano Muñiz no opinaba lo mismo. “Dijo que cuando él entró en la organización ninguna de estas cosas existía,” recuerda el hermano Ott, “de modo que la escuela no era para él. Dijo que yo podía dar comienzo a la escuela si quería. Hice esto, y más tarde le di al hermano Muñiz una asignación para un discurso de siete minutos. ‘¿Qué puedo decir en solo siete minutos?’ preguntó. Sí aceptó la asignación, pero inútil es decir que se pasó del tiempo asignado.”

Otro resultado feliz de aquella visita de 1945 por el hermano Knorr lo describe uno que vivió la experiencia, Gwaenydd Hughes: “Regresé a la Argentina desde el Paraguay para la visita del hermano Knorr, y como pensé que sería una visita corta, dejé todas mis pertenencias en Asunción. ¡Poco me imaginaba lo que me esperaba y las grandes bendiciones que recibiría! Cierto día el hermano Knorr me llamó a un lado privadamente y me preguntó si quería ir a Galaad y me pidió que lo pensara. ¿Qué habría de decir yo? El lenguaje no sería problema, porque yo conocía bien el inglés; pero el curso de Galaad... no sabía nada en cuanto a eso. Cuando insistió en que diera una respuesta, dije que no sabía qué decir, puesto que no sabía nada en cuanto a lo que envolvía el curso de Galaad, pero que estaba dispuesto a ir si él pensaba que yo satisfacía los requisitos. Recuerdo la expresión del hermano Knorr: ‘Venga, entonces.’ Más tarde añadió: ‘Si usted va a Galaad, lo necesitan aquí en la Argentina.’ ‘Pero, ¿qué hay de la obra en el Paraguay?’ pregunté. La respuesta del hermano Knorr fue: ‘¡El Señor se encargará de eso!’

“El mismísimo mes siguiente después de la visita del hermano Knorr, el 12 de abril, la hermana Ofelia Estrada y yo viajábamos hacia los Estados Unidos... éramos los primeros argentinos que asistirían a la Escuela de Galaad, y estuvimos entre los primeros estudiantes extranjeros que asistieron.”

En ese tiempo el hermano José Bahner, quien había venido de Alemania, servía como el primer “siervo para los hermanos” (ahora “siervo de circuito”) en la Argentina. Antes de eso él y su esposa, junto con el hermano y la hermana Niklash, habían sido precursores en la zona de Santa Fe Rosario y Paraná. La visita del hermano Knorr había revolucionado la obra y esto significaba reorganización en las congregaciones, nuevos formularios de servicio y nuevas instrucciones, la obra de enseñar a los hermanos y ayudarlos amorosamente a ajustarse a la organización en su marcha adelante sería el papel que se esperaría del “siervo para los hermanos.” Es lamentable el hecho de que éste no fue siempre el papel que desempeñó el hermano que acababa de ser nombrado.

El hermano Armando Menazzi, quien había tenido tanto que ver con la publicación de las buenas nuevas en el norte de la Argentina, recuerda esta experiencia triste y desanimadora: “Mi esposa y yo fuimos asignados como precursores especiales en Córdoba. Para este tiempo, un hermano en la fe, José Bahner, vino a Córdoba; era hábil y estaba al día con las nuevas reglas y reglamentos de los cuales yo no sabía nada. Por eso, poco a poco me echó a un lado y me hizo perder mis privilegios en la dirección de la obra en Córdoba, haciendo difícil para mí continuar como precursor especial en Córdoba, señalándome como el responsable por no haber aplicado las nuevas instrucciones y así por el estilo. Ahora comenzó un período muy crítico en mi vida: Habiendo dado todo lo que tenía para el progreso de la obra, y ahora sintiendo que estaba fuera del cuadro, me sentí agobiado mentalmente y sufrí de desvelo. Después de varios días y noches sin dormir, estuve delirante y fui enviado a un sanatorio donde me sometieron a tratamientos de electrochoque. Satanás aprovechó la oportunidad para zarandearme como a trigo, pero dos días más tarde comencé a sentirme mejor, y de nuevo me sentí impulsado a seguir adelante. Después que nació nuestra primera hija, partimos para territorio no asignado en San Francisco, Córdoba.” La declaración del hermano Menazzi de que ‘Satanás aprovechó la oportunidad’ tiene el testimonio de otros hermanos de la zona de Córdoba que mencionan que hubo un atentado manifiesto de parte de los demonios por desbaratar la unidad y el progreso de la congregación.

El hermano Knorr había sugerido que la congregación que existía en Buenos Aires fuera dividida, con la certidumbre de que esto haría posible llegar a más personas con la predicación, y, al mismo tiempo, se ayudaría y se instruiría eficazmente a los que mostraran interés. Esto se hizo, formando nuevas congregaciones de los grupos que previamente se habían reunido como grupos de estudio de libro de mediados de semana. Pronto la congregación de Córdoba también fue dividida por primera vez, y cada división fue un escalón a aumentos todavía mayores. Las cifras muestran ocho congregaciones en 1940, y cincuenta y ocho congregaciones para 1950.

El hecho de que muchos hermanos tomaron a pechos la invitación del hermano Knorr de emprender el servicio de precursor lo muestran estas cifras: En 1940 había veinte precursores en todo el país; para 1950 este número había aumentado a setenta y cuatro... trece precursores especiales y sesenta y un precursores regulares o generales. El hermano Rodolfo Bock nos dice lo siguiente: “Mi esposa y yo estábamos resueltos a ser precursores y comenzamos a arreglar nuestros asuntos para ello. En octubre de 1945 entregué mi renuncia en mi trabajo seglar. El administrador, hijo del dueño de la fábrica, me dijo que no era práctico abandonar mi empleo; me recordó el progreso que yo había logrado y habló de adelanto y promociones en el futuro. Pero cuando vio que mi decisión estaba hecha fue muy amigable y dijo que a todos les había agradado mi conducta y trabajo durante aquellos diez años, y que si no me iba bien en mi nueva actividad debería recordar que las puertas de la fábrica siempre estarían abiertas para mí. Todo el personal de la oficina fue junto a comprarme un regalo, y para mostrar mi aprecio regalé a cada uno un ejemplar del libro ‘La Verdad Os Hará Libre.’ Todos lo aceptaron con gusto.”

Se dio más énfasis a la obra de revisitas y estudios bíblicos. El instrumento principal que se usó en esta actividad fue “La Verdad Os Hará Libres” con el folleto de preguntas. Un precursor escribe: “Los estudios con esta publicación duraban por lo menos un año si se conducían con regularidad. Creencias falsas como la inmortalidad del alma, el infierno de fuego y la trinidad estaban fuertemente atrincheradas en la mente de la mayoría de la gente y se necesitaba mucha prudencia y paciencia para hacer que entendieran y aceptaran la verdad. A medida que aumentaron nuestros estudios bíblicos de casa, la concurrencia al Salón del Reino también aumentó, y poco a poco el número de publicadores también. El poner en un horario todos nuestros estudios requería esfuerzo, y algunos tenían que ser conducidos tarde en la noche.”

Otra actividad en que participaban los hermanos era la obra con las revistas en las calles. El hermano Álvarez nos dice que en “las calles y avenidas importantes de la ciudad de Buenos Aires, y en otras ciudades donde había congregaciones, La Atalaya y Consolación (más tarde ¡Despertad!) le llegaron a ser bien conocidas al público argentino, y muchas personas llegaron a conocer la verdad por medio de esta actividad. Me gustaba efectuar este servicio en las avenidas del centro comercial cuando no tenía trabajo seglar; allí me identificaban ex-compañeros de escuela a quienes no había visto desde nuestros días escolares y a quienes tenían la excelente oportunidad de dar un testimonio acerca de la verdad de la Palabra de Dios.” La hermana Mary Seegelken nos cuenta una experiencia desde Mendoza: “Trabajábamos en las calles con las revistas, no solo en la calle principal de Mendoza, la avenida San Martín, sino también en la plaza de Godoy Cruz donde muchas personas iban a pasear los domingos por la tarde. Mi hermana Elba y yo acostumbrábamos pararnos cerca. Cierto día un joven maestro de escuela vino a nosotras y dijo: ‘¡Pobrecitas, estas dos rubias vendiendo revistas!’ Tomó las dos revistas, y hoy día este ex-maestro de escuela, el hermano Pedro Maza, es siervo de distrito y tuvo el privilegio de asistir al curso de diez meses de Galaad.” La obra con las revistas en las calles tuvo que ser descontinuada en 1950 cuando la obra de los testigos de Jehová fue proscrita.

AYUDAS PARA UN MINISTERIO PRODUCTIVO

Como resultado del establecimiento del Curso en el Ministerio Teocrático, más hermanos preparaban y pronunciaban discursos públicos; sus impresiones nos interesan: “Algo que estimuló mucho la asistencia a las reuniones fue el arreglo para celebrar reuniones públicas usando los bosquejos que la Sociedad suministraba sobre asuntos pertinentes,” escribe el hermano Bock. “Me vi obligado a participar en este arreglo de discursos públicos puesto que era siervo de congregación en Rosario y no habríamos de esperar la visita del siervo de circuito para comenzar nuestra campaña de reuniones públicas. Así que aprendimos a pronunciar discursos públicos; yo empecé primero y entonces el hermano Niklash hizo lo mismo. Nos sentimos muy agradablemente satisfechos por este privilegio adicional de servicio, y especialmente cuando notamos el aprecio de parte de los hermanos y las personas que se interesaban. La asistencia al Salón del Reino aumentó notablemente. Más tarde, de acuerdo con el consejo de la Sociedad, pronunciamos discursos en todas partes, en los hogares de los hermanos donde era posible; así muchas más personas podían asistir a los discursos en diferentes partes de esta gran ciudad. Anunciábamos estos discursos con hojas sueltas.” Para la mayoría de los hermanos el pronunciar un discurso público era realmente una prueba crucial, y más de uno “esperaba que nadie viniera aquel día crítico, cuando estuve de pie, más blanco que la nieve, detrás del atril del discursante.” Otro hermano recuerda lo siguiente: “Yo había tenido poca educación académica, de modo que, cuando tuve mi primer discurso de una hora, de camino al salón iba con la esperanza de que un autobús me arrollara... ¡así de grande era el temor que tenía! Pero desde entonces he pronunciado muchos discursos, y cada vez mejorando. Sin esfuerzo, nada se gana.”

A fines de 1946 el hermano Hughes regresó de los Estados Unidos. Después de una visita inicial al Paraguay, representando al hermano Knorr, comenzó su obra de circuito en la parte septentrional de la Argentina. Ahora se hicieron arreglos para asambleas de circuito, la primera de las cuales se celebró en mayo de 1947 en Córdoba, sirviendo de siervo de distrito en la asamblea el hermano Muñiz. En junio se celebró una asamblea en el sur, en Bahía Blanca; aquí el hermano Hughes sirvió de siervo de distrito. En esta asamblea el hermano Hughes efectuó su primer bautismo, y en la misma piscina en que él mismo había sido bautizado solo cuatro años antes. “Fue después de la asamblea de Bahía Blanca,” relata el hermano Hughes, “que visité mi hogar en Chubut por primera vez desde que salí de allí cuatro años y medio antes. Se me invitó a pronunciar un discurso en la iglesia galesa, y lo pronuncié en galés. Es lamentable que, a pesar del trabajo que hicieron los primeros precursores y muchos otros desde entonces, la obra no ha hallado suelo fértil entre los galeses. Recuerdo que ofrecí alguna de la literatura de la Sociedad a uno de mis parientes galeses; exclamó: ‘¡Pero yo creía que esta religión ya no existía... yo creía que se había acabado en 1914!’”

Aquellas primeras asambleas de circuito tenían el aspecto de asambleas nacionales, puesto que venían hermanos de todas partes de la Argentina. Irma Albricot explica: “En aquel tiempo el ferrocarril hacía un descuento considerable para grupos de más de diez personas, de modo que más de una vez llenábamos de hermanos uno o dos coches completos. Eliminábamos la monotonía en el viaje con cánticos y experiencias, de manera que la asamblea en realidad comenzaba en el tren. Cuando llegábamos a la ciudad de asamblea, un hermano estaba esperando el tren con una lista de direcciones de hoteles, precios, y así por el estilo, y escogíamos lo que podíamos pagar. Entonces cada uno, o en grupos pequeños, hacíamos arreglos para comer durante los días de la asamblea, puesto que no había arreglos para cafetería.”

El programa de asambleas de circuito continuó; se planearon asambleas para ciudad tras ciudad. Cada asamblea fue algo celebrado por primera vez en la ciudad donde se celebró, y los hermanos por todas partes respondieron con gozo y entusiasmo rebosante. Mary Seegelken da sus comentarios sobre la primera asamblea de Mendoza: “Trabajamos intensamente en el departamento de alojamiento, puesto que vendrían hermanos de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y otras provincias. Precisamente pocos días antes de que comenzara la asamblea hubo una huelga de autobuses, de modo que tuvimos que caminar hasta que hallamos alojamiento para todos. Dimos las gracias a Jehová porque hallamos un hotel nuevo, que todavía no había sido inaugurado, y el dueño nos dio precios razonables, de modo que nuestro problema quedó resuelto. Esta asamblea fue un verdadero gozo.”

En octubre de 1948 seis graduados de Galaad llegaron a Buenos Aires: Charles y Lorene Eisenhower, Viola Eisenhower, Helen Nichols, Helen Wilson y Roberta Miller. Cinco eran graduados de la primera clase de Galaad y todos habían servido de misioneros en Cuba antes de ser asignados a la Argentina. La mayoría de estos misioneros todavía están en el servicio de tiempo cabal en la Argentina.

Buenos Aires, visto según lo vio Helen Nichols recién llegada como misionera, nos interesa: “Desde el día que llegamos pudimos ver que esta asignación sería diferente. ¡Cómo me impresionaron los bebés bonitos, gruesos y de mejillas rosadas vestidos de pie a cabeza con lana abrigadora! No pasó mucho tiempo antes que notáramos que los obreros que trabajaban en las calles o en construcción se detenían para preparar su comida del mediodía al lado de la calle. Bistec asado sobre fuego de carbón, una hogaza de pan francés y una botella de vino componían la comida. Todo el mundo parecía tener suficiente alimento, suficiente ropa y la diversión que quisiera. Esta nota de prosperidad hizo que me diera cuenta de que tendríamos que estar alerta para convencer a la gente de la importancia del mensaje del Reino... habría que mostrarles que las bendiciones del Reino eran mayores que todo lo que ya tuvieran o conocieran.” Los misioneros también descubrieron que la “hora de la siesta” generalmente se extiende hasta las tres de la tarde, y la cena se sirve entre las nueve y las diez de la noche, de modo que esto exigió ajustar su horario al de los amos de casa.

LA ASAMBLEA DE 1949

En abril de 1949 el hermano Knorr y el hermano Henschel visitaron la Argentina y se hicieron arreglos para celebrar una asamblea en un excelente salón, Les Ambassadeurs. Poco antes del comienzo de la asamblea, la sucursal recibió información de que el permiso de la policía para celebrar la asamblea había sido revocado. La cuestión fue llevada a un prominente abogado, quien, a su vez, fue a ver a la policía. Le dijeron que fuera al Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos. La policía les dijo a los hermanos que podían celebrar su asamblea en su propio salón donde durante la semana y el domingo celebraban reuniones regulares. En ninguna ocasión en los ocho años durante los cuales se había usado el salón en la calle Honduras habían tenido los hermanos dificultad alguna. Allí comenzó la asamblea la noche del viernes 8 de abril, con una concurrencia de 672 personas. El sábado por la mañana se celebró un bautismo, bautizándose 76 candidatos en el río La Plata. Para el domingo por la tarde había unas 1.200 personas presentes; el salón estaba atestado hasta el desborde, el patio estaba lleno hasta la entrada, y había centenares sobre la terraza. Había altavoces funcionando para beneficio de todo el auditorio. El hermano Knorr comenzó su discurso programado: “Es más tarde de lo que usted cree,” con el hermano Hughes como intérprete. A las 4:40 de la tarde un policía y un hombre en ropa de ciudadano común se abrieron paso a través de la muchedumbre hasta la plataforma y dijeron que la conferencia tenía que cesar inmediatamente; pronto había una docena de policías fuera del edificio, y otros treinta que llegaron en un vehículo policíaco abierto. ¡Traían las pistolas desenfundadas y llevaban bombas lacrimógenas! Unos 200 de los hermanos, incluso los hermanos Knorr, Hughes y Muñiz fueron llevados a la comisaría de policía. Helen Nichols dice: “Esta era mi primera vez en la cárcel, ¡y también la primera vez del hermano Knorr!” La mayoría de los hermanos fueron llevados a la comisaría en el vehículo policíaco, treinta a la vez.

Finalmente la policía se dio cuenta de que esto sin duda sería una tarea sin fin; además, el vehículo policíaco se quedó sin gasolina. En vista de esto los demás hermanos fueron mantenidos dentro del salón, bajo guardia policíaca. Los que fueron llevados a la comisaría policíaca fueron mantenidos en un patio grande donde se les obligó a mantenerse de pie por horas. ¡Era un lugar frío y húmedo, y muchos no habían comido nada desde el mediodía, mientras que algunos no habían comido desde el desayuno! Después que todos habían sido anotados en un registro y tratado según la rutina acostumbrada, finalmente los pusieron en libertad temprano en la mañana del lunes. Ni el abogado ni los hermanos recibieron jamás respuesta satisfactoria en cuanto a por qué fue detenida la reunión, pero un detalle muy interesante resalta. El jefe de la policía que llevó al hermano Muñiz a la comisaría se detuvo, de camino, en la iglesia católica. Dijo que quería ir a ver al padre. Diez minutos después regresó y llevó al hermano Muñiz a la comisaría para registrar su nombre allí.

El hermano Henschel estaba al otro lado de la calle del Salón del Reino tomando fotografías cuando la dificultad comenzó, y por eso pudo calcular lo que estaba sucediendo. Más tarde habló por teléfono con el hermano Knorr y recibió instrucciones de seguir adelante a Asunción, Paraguay, el día siguiente, según se había programado, si el hermano Knorr no era soltado a tiempo. Cuando el hermano Knorr llegó al hotel, el hermano Henschel estaba durmiendo; cuando se levantó y abrió la puerta le preguntó al hermano Knorr cómo iban las cosas. El hermano Knorr respondió: “Es más tarde de lo que tú crees.” Eran las cinco de la mañana. Solo había suficiente tiempo para hacer la maleta, tomar algún desayuno y bajar al puerto de hidroplanos desde donde él y el hermano Henschel, junto con el hermano Hughes, partieron por avión a la hora fija para el viaje al Paraguay.

Pero, ¿por qué esta interferencia en la asamblea de Buenos Aires y en varias de las asambleas de circuito? Después de muchos meses de esfuerzo la Torre del Vigía había sido reconocida por el gobierno como organización religiosa allí en 1948. Se elegían miembros para esta organización legal, de la cual el hermano Muñiz era presidente. En 1946 el gobierno de Perón, bajo la influencia de la Iglesia Católica Romana, había formado un departamento de cultos o religión dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores. El propósito era exigir que todos los grupos religiosos excepto la Iglesia Católica fueran registrados. El Congreso no aprobó aquella medida en aquel tiempo. No obstante, en 1949 el proyecto fue presentado de nuevo, y debido a la presión de influencias católicas fue aceptado. Ahora se exigía que todas las religiones se registraran ante el Departamento de Cultos del Ministerio de Relaciones Exteriores. Entonces fue que los publicadores del Reino empezaron a encontrar dificultades.

Finalmente la obra de los testigos de Jehová fue proscrita oficialmente en agosto de 1950. Citando de la Resolución 351 del decreto del Ministerio, se declara que la razón es que “la organización [de los testigos de Jehová] está en contra de los principios declarados en la carta magna, al difundir doctrinas contrarias a las Fuerzas Armadas y al respeto que se debe a los símbolos nacionales.” Vez tras vez los testigos de Jehová por medio de su representante dentro del país han solicitado reconocimiento para predicar libremente las buenas nuevas del Reino, según lo garantiza la constitución argentina, pero hasta ahora no han tenido buen éxito.

Las prohibiciones, proscripciones y la persecución no son cosa nueva para los siervos de Jehová. La manera en que se han vencido estos obstáculos y en que se ha efectuado la obra en la Argentina bajo estas condiciones forma un capítulo importante e interesante en el desarrollo de la obra aquí. Precisamente antes de la proscripción de la obra, quince hermanos argentinos partieron para la asamblea internacional de Nueva York; mientras estaban allí, oyeron las noticias de que la obra había sido proscrita oficialmente. ¿Cómo testificarían en la Argentina y cuál sería la verdadera condición de la obra cuando regresaran? El hermano Hughes fue un delegado a aquella asamblea y él nos narra su experiencia personal.

PREDICANDO A PESAR DE LOS PROBLEMAS

“Mientras estaba en Nueva York, el hermano Knorr me nombró siervo de sucursal para la Argentina. Sin embargo, al regresar a Buenos Aires se me hizo necesario buscar la sucursal. Ah, sí, la propiedad en el 5646 de Honduras todavía estaba allí; puesto que estaba en el nombre del hermano Muñiz, no había problema. Pero los registros y todo lo que compone una oficina sucursal estaban esparcidos acá y allí en los hogares de los hermanos. Por un tiempo se hizo necesario que un hermano viajara por todo el país al fin de cada mes para conseguir los informes de cada congregación o grupo; otros hermanos venían personalmente a Buenos Aires a traer sus informes. Entonces, después de compilar el informe, el siervo de sucursal u otra persona viajaba al Uruguay para enviar el informe a Brooklyn. ¡Imagínese la tarea que era compilar el informe de cada mes!”

La década de 1940 a 1950 había sido emocionante, con crecimiento y cosas nuevas en la estructura teocrática. ¡Qué gozosos se sintieron los hermanos al ver los resultados según se dieron en el informe anual para 1950: ¡58 congregaciones, 13 precursores especiales, 61 precursores regulares y 1.218 publicadores de congregación! Debido a que se hacía difícil la importación de literatura, solo se colocaron 60.870 libros y folletos, pero se hicieron 112.693 revisitas y condujeron 973 estudios bíblicos de casa. La obra con las revistas era fructífera, y se habían obtenido 3.495 nuevas suscripciones y colocado 153.320 ejemplares individuales de las revistas. En el Memorial de aquel año hubo una concurrencia de 1.747 personas; y durante el año se habían pronunciado 979 discursos públicos.

Lo que principalmente interesaba a los hermanos era: ¿continuaría creciendo la obra bajo la proscripción? Una cosa a favor nuestro era que aunque trabajábamos en medio de condiciones de restricción, las revistas y otra literatura entraban en el país por correo a los hogares de diferentes hermanos. Preguntémosle al hermano Hughes cómo le fue a la obra bajo la proscripción. “Un hecho sobresaliente subsiste: la proscripción oficial de la obra resultó en la mayor bendición para la expansión de ésta. Los grupos pequeños, o centros de servicio, florecieron y se hicieron fuertes, y esto colocó la base para la formación de muchísimas congregaciones más tarde.”

La Sociedad vio que era necesario que los siervos de circuito hicieran más visitas a todas las congregaciones del país, con el propósito de instruir a los hermanos en la manera de efectuar la obra. El hermano Eisenhower, quien servía de siervo de circuito en la parte septentrional del país desde 1949 en adelante, nos cuenta sobre su visita a la congregación de Rosario. Aquí se demostró cómo se podía efectuar la predicación sin presentar la revista La Atalaya o literatura de la Sociedad. El hermano Eisenhower y su esposa fueron de casa en casa con los publicadores individualmente. Usaron sólo la Biblia, leyendo tres o cuatro textos bíblicos en la forma de un sermón. Se enseñó a los siervos de la congregación y a otros publicadores cómo había de hacerse esto, y ellos, a su vez, pudieron enseñar a otros. El hermano Eisenhower nos dice que “cuando hallábamos personas que querían saber más de Dios y Su reino y el nuevo sistema de cosas, anotábamos su nombre y dirección y hacíamos arreglos para regresar y llevarles literatura bíblica y al mismo tiempo comenzar un estudio bíblico.” En solo dos semanas el hermano Eisenhower trabajó su circuito, visitando todas las congregaciones. Informa que los hermanos se entusiasmaron mucho con la nueva manera de llevar las buenas nuevas del Reino.

Las reuniones se conducían en grupos de seis, ocho, diez o doce personas. El siervo de circuito visitaba a estos grupos, pasando tres días en cada uno: domingo, lunes y martes en un grupo; de jueves hasta sábado inclusive en otro. De este modo pronunciaba su discurso de servicio en cada grupo y también, cuando era posible, pronunciaba un discurso público. La obra progresó y se organizaron grupos nuevos y más grandes.

En enero de 1951 el hermano Rogelio Del Pino, con su esposa Dora, fue asignado a la obra de siervo de circuito. El hermano Del Pino recuerda sus visitas a las diferentes congregaciones dentro de la Capital Federal y las zonas circundantes: “Era una obra interesante y se efectuaba con sabiduría y valor. Aunque no sufríamos una persecución intensa, sin embargo estábamos bajo proscripción y no disfrutábamos de libertad completa. Siempre nos manteníamos al tanto de este hecho, y ello guiaba nuestra actividad y movimientos. La sucursal suministraba consejo y sugerencias exactos que, cuando se seguían fielmente, evitaban que nos metiéramos en dificultades más serias y mantenían la obra enérgica y viva. Cuando vino mayor libertad, salimos bien organizados y la obra no había sufrido a gran grado. Ejercíamos cautela, pero las ‘ovejas’ jamás eran abandonadas. La sucursal siempre nos mantuvo abastecidos con las últimas instrucciones, y el siervo de circuito efectuaba su obra de visitar y alimentar a las congregaciones de la misma manera que lo hace hoy. Solo una cosa era diferente: los lugares donde se celebraban estas reuniones. Era una sala pequeña, un comedor o una cocina... nunca teníamos suficientes asientos para todos, aunque nos sentábamos en las camas, o sobre una mesa, o sobre una máquina de coser. ¡Grande era la responsabilidad de los conductores de estos grupos!”

En cuanto a la responsabilidad de conducir uno de aquellos grupos, el hermano Fernando Fanín, quien abrazó la verdad en Córdoba en 1947, nos da un vistazo de cerca: “En estos grupos pequeños se podía dar atención personal a los hermanos y personas interesadas a mayor grado del que se pudiera haber dado si fueran una congregación grande. Este cuidado y asociación constantes resultaban en un espíritu de familia entre nosotros y esto estimulaba el crecimiento espiritual. Además, los de nosotros que estábamos asignados a atender estos grupos teníamos la oportunidad de crecer espiritualmente, puesto que teníamos la responsabilidad de conducir las reuniones y efectuar la obra de cada siervo, tal como si hubiésemos sido superintendentes de una congregación. Conducíamos el estudio de La Atalaya, servíamos de siervo de escuela y conducíamos la reunión de servicio.” Podemos comprender cómo estos grupitos estaban estrechamente enlazados para el celoso adelanto de la obra.

Puesto que era imposible congregarnos en reuniones de tipo más grande, tales como asambleas de circuito o distrito, se organizaron reuniones pequeñas en el país, muchas veces allá en los bosques. El hermano Eisenhower cuenta que los siervos de congregación, los siervos auxiliares de congregación y los siervos de estudios bíblicos, junto con los conductores de estudio de libro, eran invitados a estas asambleas de un solo día. “Era como una comida campestre o una reunión de familia, y resultaban muy provechosas y útiles para los hermanos en cuanto a hacer que la obra siguiera adelante en el país.”

Helen Wilson, una del grupo de misioneros que servía en Buenos Aires en aquellos años, nos habla de su gozo: “Mi compañera, Helen Nichols, y yo fuimos invitadas a una de estas asambleas de un solo día, puesto que éramos conductoras de estudio temporales. ¡Cuánto disfrutamos de ella! Fue muy animador conocer a otros hermanos que no eran los de nuestro grupito. Muchas veces no apreciamos las asambleas tanto cuando se pueden celebrar con toda libertad. El arreglo de cafetería era diferente del de cualquier asamblea a la que hubiera asistido: la comida consistía en un cordero entero empalado a un ángulo y asado sobre las brasas ardientes. Cuando el asado estaba listo, todos nos reuníamos alrededor, y cada uno se servía del mismo tajo de madera y de los grandes platos de ensalada... todo lo teníamos en común.”

Hasta en estas reuniones más pequeñas a veces se encontraba dificultad. En Córdoba se hicieron arreglos para tener una reunión en la finca de uno de los hermanos. La policía llegó a saberlo, y vino y disolvió la reunión, llevando a los hermanos Natalio Dessilani, Ermelindo Goffi y Charles Eisenhower a la comisaría local de la policía y reteniéndolos allí por veinticuatro horas. Después de eso se les dejó en libertad con la advertencia de que no celebraran más reuniones ilegales.

A veces surge la pregunta en cuanto a cómo podían aceptar el mensaje y comenzar a predicarlo las personas nuevas y carentes de madurez, sabiendo que la policía podría detenerlas. No obstante, casi todos los que se asociaban eran valerosos en el servicio y de ninguna manera temían lo que les pudiera pasar. Un publicador joven dijo que había aceptado el mensaje del Reino porque sabía que tendría que pelear. Con el tiempo este hermano, Amado Ceirano, llegó a ser precursor, entonces siervo de circuito y siervo de distrito. El hermano Fanín relata lo siguiente en cuanto a llevar a una persona recientemente interesada en la obra de casa en casa por primera vez: “Visitamos un hogar donde vivía un diputado del partido gobernante. Escuchó y nos invitó a entrar. Yo me alegré porque pensé que quizás estaba interesado. Pero una vez que estuvimos adentro dijo que deberíamos prepararnos para ir a prisión porque él había preparado una medida de ley para presentarla al Congreso con el objetivo de que los testigos de Jehová fueran exterminados, y que esa medida pronto sería aprobada. Habiendo dicho esto, trató de telefonear a la policía, mientras yo saqué la Biblia y le leí Daniel 2:44 y Salmo 2. Por estar tan agitado no marcó el número correcto y no se pudo comunicar con la policía. Después de leer los textos, le dije a la publicadora: ‘¡Vámonos de aquí!’ ¿Cómo respondería mi joven compañera a todo esto? Me sorprendió mucho ver que cuando llegamos a la siguiente puerta ella siguió adelante sin asomo de temor y tocó el timbre. Poco después de eso Myriam Ossman dedicó su vida a Jehová y entró en las filas de los publicadores de tiempo cabal.”

LA ARGENTINA DISFRUTA DE UNA ASAMBLEA POR TODO EL PAÍS

Estas eran las condiciones bajo las cuales trabajaban los hermanos en la Argentina cuando el hermano Knorr les hizo su siguiente visita, en diciembre de 1953. Mientras cruzaba en avión la cordillera de los Andes desde Santiago, Chile, a Mendoza, Argentina, muchos de los hermanos de Mendoza estaban ya en el lugar de asamblea. Desde allí pudieron ver el avión que venía de Chile mientras descendía desde las cumbres de los Andes y desaparecía de la vista hacia el aeropuerto de Mendoza. El hermano Eisenhower, ahora siervo de la sucursal, y su esposa recibieron al hermano Knorr y juntos viajaron al huerto de frutas de la familia Giandinotto. Todavía había tiempo antes del discurso programado, de modo que el hermano Giondinotto invitó al hermano Knorr y a otras al huerto de cerezos... allí había reservado una rama completa que estaba llena a más no poder de grandes cerezas rojas y amarillas. Rodeados por emparrados de uva y árboles frutales... ¡qué lugar ideal para el discurso del hermano Knorr! Después del discurso disfrutaron de una comida que incluía aceitunas maduras y verdes y muchas frutas, todo cultivado en el lugar que pertenecía a este hermano. Entonces vino el viaje de regreso a la ciudad, para pasar la noche en el hogar de los Seegelkens; durante este mismo tiempo dos de los hijos de los Seegelkens, German y Mary, eran estudiantes en la clase veintidós de Galaad.

Si el primer día de esta gira fue hermoso y digno de ser recordado, los días que siguieron no lo fueron menos. The Watchtower nos da el relato de primera mano: “Después de una noche de descanso y de despertar a las cinco de la mañana, un grupo de cinco estuvo listo para ir por taxímetro a otra asamblea a 178 kilómetros al norte de Mendoza a lo largo de las colinas al pie de la cordillera, San Juan. El grupo pasó por la ciudad y se dirigió a las montañas, entrando en un valle angosto con elevadas y dentadas colinas rocosas a ambos lados de la carretera. Allí, justamente detrás de esta primera fila de montañas, el humo que ascendía en espiral al pie de las montañas indicaba el lugar arreglado de antemano para la jira. El arroyo veloz en las cercanías producía un sonido alegre, dando la bienvenida a todos. . . . y la muchedumbre que venía comenzó a saludar a todos con un caluroso apretón de manos. El grupo se reunió inmediatamente en un lugar llano cerca del arroyo y se empezó el discurso, suministrando los árboles un techo sobre una multitud de 135 hermanos. Fue bastante pasado el mediodía cuando se puso fin a la reunión con oración. Era tiempo de comer y pronto se estaba disfrutando del asado.

“Brasas ardientes y el chirrido de res asándose... ¡qué aroma! Esto es típico de la Argentina y el gaucho medra con este alimento. ¡Cualquiera pudiera! . . . el asador llama: ‘¡Está lista!’ Eso quiere decir que no hay que perder los minutos, porque la carne está exactamente como debe estar para comerse.

“Con tenedores los enormes trozos de carne se llevaron de las parrillas a la ‘mesa’ de metal a corta distancia de allí. ¡No hay que preocuparse por platos! . . . es muy delicioso y divertido comer el asado con los dedos, como acostumbran hacerlo los argentinos. Hay un solo tenedor para todos en el gran platón de lata que contiene una ensalada mixta de cebollas, lechuga y tomates. Hace maravillosa combinación con la carne.”

Ahora el viaje de regreso a Mendoza, después de una despedida personal a cada uno. La mañana siguiente los tres viajeros, el hermano Knorr y el hermano y la hermana Eisenhower tuvieron que levantarse temprano, porque habían de volar a Córdoba, a una distancia de 700 kilómetros. Se habían hecho arreglos para que el hermano Martín Barrena, de Buenos Aires, los encontrara en este lugar y los llevara en auto de lugar en lugar por el resto de su largo viaje. En Córdoba hermanos de cuatro congregaciones habían hecho arreglos para una reunión fuera del pueblo en la finca de la familia Goffi. Se pasaron dos horas y media dando consejo. No había dónde sentarse, de modo que todos permanecieron de pie. Después los hermanos aquí tuvieron muchas preguntas, y algunos que podían hablar algún inglés pudieron conversar con el hermano Knorr. Los hermanos no querían dejar ir a los visitantes, pero finalmente vino la despedida y el auto partió de allí para el viaje de tres horas a San Francisco.

Al acercarse el automóvil al lugar de la reunión, todo estaba muy callado... solo un hermano estaba sentado en la acera esperando la llegada de los visitantes para mostrarles el lugar de la reunión. Adentro, unas treinta y cinco personas esperaban para oír al hermano Knorr. Aquella noche los viajeros durmieron en Santa Fe; la mañana siguiente cruzaron el río Paraná por lancha, entonces fueron directamente al lugar de reunión. Al regresar más tarde a Santa Fe, el hermano Knorr visitó cuatro grupos en esta ciudad... esto significó pasar rápidamente de un lugar a otro. Entonces desde Santa Fe a Rosario, donde un grupo fue visitado en las horas de la noche. El día siguiente otros cuatro grupos de Rosario fueron visitados.

Después del mediodía el grupo que viajaba en auto se dirigió a ciudad Evita (Cañada de Gómez). Aquí se encontraron con el siervo de congregación, como se hacía en todo el camino, para que él dirigiera a los visitantes al lugar de la reunión. Esta vez fue a unos seis kilómetros del pueblo en la finca de un hermano. Había tres congregaciones presentes, y los hermanos verdaderamente habían hecho de aquel día un día de jira. Cuando se divisó el auto, los hermanos recibieron notificación. Para cuando los visitantes llegaron todos estaban sentados en el patio donde se había levantado una plataforma y se había colgado el texto del año. Había manojos de flores por todas partes. El hermano Knorr comentó que “todos estos hermanos por toda la ruta en todas partes del país habían viajado grandes distancias y habían faltado a su trabajo a mediados de semana solo para poder congregarse con sus hermanos de la misma fe preciosa y recibir buenas palabras de uno de los siervos de Jehová. El decir cómo ellos se sintieron y cómo se sintió el hermano Knorr sería difícil de expresar en forma escrita. Pero el amor se expresa. Aquí el amor estaba en acción.” Aunque no hubo tiempo para comer con los hermanos, los visitantes recibieron un enorme bizcocho y un pollo asado para llevarlo con ellos. Al irse ellos, los hermanos locales estaban cantando cánticos teocráticos con acompañamiento de acordeón.

The Watchtower describe la siguiente parada, en Bell Ville, en el hogar de una de las hermanas en las afueras del pueblo. “. . . . habían preparado un lugar al lado de la casa. Donde los árboles y arbustos no suministraban suficiente cubierta, se habían colgado frazadas y telas para no llamar la atención de los que pasaran por el lugar. Aquí hubo setenta y cinco personas de tres congregaciones.”

A la 1:40 de la mañana el grupo llegó a su siguiente parada, Río Cuarto. A las nueve de la mañana había de presentarse el discurso en un lugar retirado en una pequeña finca. El hermano Knorr pronunció un discurso muy firme y enfático acerca del servicio. Unos treinta publicadores y cuatro precursores de esta congregación habían causado división entre los hermanos y no estaban reconociendo a la congregación actual y sin embargo venían y solicitaban literatura y territorio. El hermano Knorr contestó preguntas en cuanto al procedimiento correcto de expulsar a los que causaban división. Fue sorprendente ver lo organizado que estaba este grupo de modo que los infieles no descubrieron el lugar de la reunión. El siervo de congregación les había indicado cierto lugar en las afueras del pueblo donde un hermano estaría esperando y allí él les diría el lugar exacto. De ese modo las personas a quienes no se quería en la reunión no pudieron infiltrarse.

No había tiempo que perder y por eso los hermanos tomaron consigo algunas frutas para el viaje de seis horas a Pergamino donde dos grupos se habían reunido para el discurso del hermano Knorr. Entonces siguieron adelante a la última parada antes de Buenos Aires, la ciudad de Salto. Los hermanos aquí habían escrito de antemano solicitando que los viajeros permanecieran para comer después del discurso del hermano Knorr. Por lo tanto, al llegar los visitantes vieron dos corderos estirados en varillas de hierro en posición oblicua. Se necesitaban tres horas de cocinar lento de esta manera. El hermano Knorr sirvió el alimento espiritual por más de una hora, y entonces se pusieron las mesas. Los hermanos se alegraron mucho de que no hubiera llovido, porque si hubiera caído un aguacero hubiera sido imposible viajar por el camino enlodado. ¡Después que los hermanos partieron, vino un chubasco!

El hermano Knorr y el hermano y la hermana Eisenhower, junto con el hermano que conducía el automóvil, el hermano Barrena, llegaron a Buenos Aires a las dos de la mañana. Durante todos estos días de viaje —unos 2.400 kilómetros— se habían adherido a un horario muy rígido, visitando, en total, a diecinueve grupos y hablando a 1.232 personas en solo seis días. ¡Cuánto apreciaron su privilegio de servicio y la manera en que los hermanos habían seguido las instrucciones fielmente! Y apreciaban el excelente servicio que había rendido el hermano Barrena, llevándolos en su auto.

Cuando el hermano Knorr entró en la Argentina desde el oeste, el hermano Milton Henschel vino desde el norte, de Paraguay. En Buenos Aires recogió a su compañero de viaje, el hermano Hughes, y juntos volaron los más de 1.000 kilómetros hacia el sur a Neuquén, situada bajo el paralelo 38 en el rico valle frutal de Río Negro. Allí, en la hacienda de uno de los hermanos, unos 115 asociados de cuatro congregaciones de aquella zona se habían reunido. Para estos hermanos semiaislados éste era el más grande acontecimiento de su historia.

Directamente al este de Neuquén en la costa del Atlántico se halla la ciudad de Bahía Blanca, y el tren local se detiene en cada pueblo en el camino en su viaje de un día. En muchos de estos pueblos los hermanos esperaban para saludar a los viajeros. La mañana siguiente el hermano Henschel habló a dos grupos en Bahía Blanca. Uno de los hermanos locales que era dueño de un automóvil ofreció sus servicios, y así comenzó un viaje de 1.245 kilómetros por auto. Viajando hacia el norte por la costa del Atlántico, la siguiente parada fue el famoso lugar de veraneo, Mar del Plata. Debido a que partieron tarde de Bahía Blanca, los hermanos se preguntaban si el grupo de Mar del Plata todavía estaría esperando por ellos. Estaban esperando, y después de las diez de la noche fueron recompensados con el discurso que por tanto tiempo habían esperado por un representante especial de la organización de Jehová.

Al amanecer el día siguiente, nuestros hermanos visitaron a Balcarce, donde veintidós hermanos se reunieron en una finca cerca de la ciudad. El siguiente lugar en la ruta fue Tandil, donde un hermano precursor había formado una pequeña congregación. En una casita a la orilla del pueblo, unas treinta y tres personas se reunieron para el discurso. Tarde en la noche llegaron a Buenos Aires los hermanos viajeros.

Las siguientes congregaciones que habían de ser visitadas estaban situadas alrededor de la Capital Federal: Eva Perón (ahora La Plata; muchas ciudades habían cambiado de nombre durante el régimen de Perón, pero volvieron a sus nombres anteriores después de la revolución de 1955), Berisso, Ensenada y Bernal. El 25 de diciembre el hermano Knorr y el hermano Henschel estaban en Buenos Aires. No había reuniones de congregación fijadas para este día, pero en la noche todos los graduados de Galaad en Buenos Aires se reunieron en el hogar misional para una comida y una consideración de asuntos.

Comenzando el día siguiente, se dedicaron tres días a visitar grupos de Buenos Aires. Cada grupo recibió un programa completo de dos horas: primero, el hermano Knorr, con su intérprete, hablaba por unos cuarenta minutos; cuando concluía, presentaba al hermano Henschel, quien leía un discurso de cuarenta minutos en español; entonces se presentaba al hermano Hughes, y él pronunciaba un discurso en español sobre la organización teocrática. Se había hecho un horario muy exacto, y funcionó a perfección. Cuando los hermanos llegaban a un apartamento o a una casita al borde del pueblo, o entraban en un patio, o cocina, o sala, todo el mundo estaba sentado, esperándolos ansiosamente con rostros iluminados por sonrisas. ¡Tenían grandes deseos de aplaudir... pero no se atrevían a atraer atención al lugar de las reuniones! Un día se celebraron nueve de esas reuniones de dos horas, y el día siguiente, el domingo, once grupos fueron visitados.

En esta visita a la Argentina el hermano Knorr habló a un total de 43 grupos, con una concurrencia de 2.053. El hermano Henschel había hablado a los mismos grupos en Buenos Aires, además de otras 13 congregaciones al sur y oeste, con una concurrencia de 452, de modo que hubo un total combinado de 2.505 personas para esta muy diferente clase de arreglo de asamblea. ¡No fue sin razón que The Watchtower del 1 de mayo de 1954 intituló su narración de los viajes del hermano Knorr “Celebrando una Asamblea del Nuevo Mundo por toda la nación en la Argentina”!

SIERVOS DE CIRCUITO CONTRIBUYEN A LA EXPANSIÓN

La obra de circuito continuó haciendo una espléndida contribución a la actividad aumentada en las congregaciones y grupos aislados. El hermano Del Pino describe vívidamente los obstáculos y gozos de este servicio: “Nuestra obra con los hermanos no fue siempre la de explicar el significado de alguna profecía bíblica y su cumplimiento; a veces tenía que ver con muchos aspectos de la vida diaria... imponer orden en la vida del hogar, los hijos y un ‘anejo’ decente. Era cuestión de organizar los archivos de la congregación, explicar su uso... solo para regresar un año o más después y hallar que nada se había hecho. De modo que empezábamos todo de nuevo. Lo mismo era cierto en cuanto a instrucciones sobre el servicio del campo y las reuniones; lo importante era no desanimarse, y usar lo que estuviera disponible, lo que hubiera a la mano. ¡Cuánto nos regocijamos hoy cuando observamos a estos mismos hermanos ocupando puestos de siervo y llevando mucha responsabilidad dentro de la organización de Dios y haciéndolo con aptitud y aprecio!

“Cuando visitábamos grupitos aislados y congregaciones de unos cuantos publicadores, y en lugares donde la obra era bien conocida, hacíamos arreglos para visitar otros poblados cercanos. Esto significaba levantarnos temprano, a veces a las tres de la mañana, para esperar un colectivo o autobús pequeño que solo pasaba a esta hora temprana y regresaba al ponerse el Sol. Durante la temporada fría todos estábamos temblando. Al llegar a nuestro destino más o menos a las cinco de la mañana, salíamos del colectivo antes de llegar al pueblo, porque la policía investigaba a los pasajeros en la parada e interrogaba a los que no eran conocidos en la comunidad. Siempre recordábamos que la obra estaba proscrita. Tan pronto como los gallos empezaban a cantar y podíamos ver algún movimiento de la gente, o que las luces se encendían, comenzábamos a visitar los hogares con las buenas y tempranas nuevas del Reino. Siempre trabajábamos la porción rural hasta el mediodía, llegando al centro alrededor de la comisaría de la policía mientras éstos estuvieran comiendo. Nos deteníamos por algún tiempo, comíamos los emparedados que habíamos traído y entonces continuábamos hasta que venía el colectivo para el viaje de regreso a casa.

“La actividad de circuito en la provincia de Chaco también le dará una idea de lo que envolvía nuestra obra de hacer discípulos. El calor intenso, la escasez de transportación de aquellos años, la falta de agua muchas veces, y las montañas de polvo en los caminos hacían que las visitas fueran difíciles y agotadoras. Muchas veces teníamos que usar bicicletas para viajar distancias largas y cansadoras, y puesto que la mayoría de los hermanos eran más jóvenes y estaban más acostumbrados a usar bicicletas, a nosotros se nos hacía difícil llevar el mismo paso que ellos llevaban en aquellos caminos y sendas tortuosas. Muchas veces regresábamos de noche a través de sendas estrechas en que crecían malas hierbas y abrojos, y si uno se apartaba un poco del camino estrecho salía con la ropa rasgada y la piel herida. Al llegar a casa descubríamos los arañazos en nuestro cuerpo. Hoy recordamos aquellos días y cómo Jehová bendecía a sus siervos celosos. Hoy en Chaco, a lo largo de aquellas carreteras y caminos, hay grupos y congregaciones que alaban a Jehová.

“Otro aspecto interesante de la obra en la provincia de Chaco era pronunciar discursos públicos en los campamentos de cortar madera, que no se deben confundir con los campos madereros de América del Norte. Estos campamentos están situados en el corazón de unos alrededores parecidos a selva y están compuestos de cabañas en precaria condición y chozas donde viven los leñadores. Algunos levantan tiendas modestas o cuelgan una hamaca, y así es como viven. Visitábamos estos campamentos para invitarlos a un discurso bíblico gratis en cierto día y a cierta hora... por supuesto, siempre era después de las horas del trabajo, al anochecer. Esto les daba tiempo para volver a casa del trabajo, y beber unos cuantos mates (yerba mate, la bebida nacional de la Argentina). El viaje desde el hogar de un hermano donde nos alojábamos era otra experiencia: llevábamos una linterna de queroseno para la reunión nocturna y, andando a veces en fila como los indios, pasando verjas de alambre de púas que dividían las parcelas... rara vez regresaba alguno de nosotros ileso de la aventura; nuestras camisas y cuerpos indicaban que habíamos pasado cerca del alambre de púas. Pero esto no era el único obstáculo. A esta hora de la tarde las culebras salían y se estiraban perezosamente a lo largo del camino; cometer el error de pisar una podría ser mortífero. Nuestra llegada al lugar de la reunión era singular... no había ceremonia aquí, solo unos cuantos saludos, unos cuantos apretones de mano con aquellas manos gastadas por el tiempo y el trabajo, entonces buscar un árbol en el cual colgar la linterna. No había atril para discursante ni plataforma ni ventilador eléctrico. Cada uno se sentaba donde quería, en el suelo o en cuclillas, o sobre una caja o inclinado contra un árbol. El error que cometí yo una vez fue pararme bajo la linterna de queroseno para tener mejor luz: fui visitado por centenares de insectos que estaban interesados, no en mí, sino en la luz. Era maravilloso observar que mientras hablábamos, aquellos rostros, tostados hasta parecer cuero por el sol y los elementos y reflejando muchísimo cansancio, todavía podían formar una sonrisa de felicidad al aprender acerca del prometido nuevo orden de cosas. El discurso terminaba, y después de saludar a todos de nuevo, caminábamos de regreso a casa bajo un cielo estrellado, regocijándonos por haber tenido parte en cumplir el mandato de Jesús: ‘Vayan y hagan discípulos.’

“La provincia de Misiones también presentaba un reto al siervo de circuito. Cuando Dora mi esposa y yo visitamos aquel lugar, había pocas carreteras y menos medios de transportación. Frecuentemente viajábamos en los pequeños, pero rápidos, autobuses que servían en esta zona; íbamos colina abajo aquí y entonces subíamos con dificultad la siguiente colina para descender después a una nueva profundidad. Nos sorprendía una súbita tempestad de lluvia —un telón de agua que caía a torrentes, haciendo imposible la visibilidad y llevándose al autobús de un lado al otro de la resbalosa carretera— solo la experiencia del conductor evitaba un serio accidente. Súbitamente el autobús se detenía al lado de una zanja y se oía la orden inequívoca: ‘¡Todos los hombres pueden salir a empujar!’ No se le preguntaba a uno si estaba vestido para la ocasión. Inmediatamente los pasajeros se quitaban los zapatos, se arrollaban los extremos de los pantalones y empujaban con toda su fuerza mientras las mujeres, los niños y los paquetes permanecían abordo. Sí, el siervo de circuito también empujaba. Al llegar a su destino no estaba muy limpio, pero en esta parte del país el barro rojo es cosa muy común; es parte de la vida de las personas y por eso no les preocupan sus manchas. Era consolador pensar que nosotros mismos somos del mismo material... tierra.”

La provincia septentrional de Misiones es una selva intrincada y virgen, pero también hay vida humana allí, y es necesario alcanzar a estas personas con el mensaje del Reino. El hermano Del Pino nos cuenta sobre una visita a esta zona y la congregación en 25 de mayo: “Los hermanos aquí viven en el campo, y a poca distancia comienza la selva misma... es como una tierra de nadie. Escapados de persecución política y otros que por sus propias razones desean huir cruzan desde el Paraguay y el Brasil para esconderse aquí. Es un sencillo asunto de entrar en la selva, derribar unos cuantos árboles, hacer un claro y armar un cobertizo primitivo. Un paraguayo y su esposa y tres hijos habían ido allí a vivir, y con la ayuda de los hermanos era ahora publicador del Reino. Mi visita a aquella zona tenía un propósito especial: habría de pronunciar el discurso de bautismo y entonces bautizar a este nuevo publicador. El conocimiento de la verdad acerca de los propósitos de Dios no le vino fácilmente a este hermano. Desde la primera visita que los hermanos le hicieron, hizo arreglos para asistir a las reuniones de congregación; para esto tenía que cruzar la umbrosa selva, a pesar del tiempo inclemente, y afrontar el peligro de animales salvajes y culebras.

“El circuito al sur presentaba otras experiencias y un panorama diferente. Como en el Norte, las distancias son grandes y el viaje agotador. A menudo el viaje de más de veintiocho horas por ferrocarril desde Buenos Aires hasta el fin de la línea, San Antonio del Oeste, es solo el principio. Entonces hay que esperar para pasar a colectivos para el largo viaje a través del desierto árido, a través de la Patagonia. Pero el sonido del mensaje del Reino se está escuchando a través de la Patagonia y las personas de cualidades de oveja están oyendo la voz del Pastor Excelente; en la ciudad de Comodoro Rivadavia, donde había solo cinco publicadores unos años atrás, ahora hay dos fuertes congregaciones con más de 150 publicadores, y éstos han construido un excelente y espacioso Salón del Reino.”

En el año 1953 los siervos de circuito argentinos abarcaron en sus viajes un total de 33.261 kilómetros, o unas 20.672 millas. Esa atención amorosa y sacrificio personal de parte de los siervos de circuito y sus esposas fue muy apreciado por los hermanos y contribuyó mucho a unir los esfuerzos que se hacían y a estimular la expansión. Para los hermanos que vivían en congregaciones y grupos aislados lejanos, la visita del siervo de circuito cada cuatro meses era una muestra alentadora del interés de la Sociedad en ellos y en la obra que estaban haciendo, y mantenía a los publicadores al día en cuanto a la manera más eficaz de predicar las buenas nuevas del Reino.

VAN FORMÁNDOSE CONGREGACIONES

Por la provincia de Salta, bien al noroeste, el hermano Argyrós había pasado a fines de los años treinta y el grupo de Córdoba que viajaba en autobús testificó allí de nuevo en los años cuarenta. El hermano Eisenhower visitó a Salta como siervo de circuito en 1950. La primera persona de la localidad que fue bautizada fue la hermana Louisa Anachurí, y se bautizó en 1955. Para 1957 más de veinte personas asistían a las reuniones.

A unos 330 kilómetros al sur de Salta, al pie de verdes colinas con abundante vegetación y rodeadas por campos de caña de azúcar, se encuentra Tucumán. El hermano Argyrós y el grupo de Córdoba encabezado por el hermano Menazzi habían distribuido literatura en aquella zona. En 1947 la hermana Lunkenheimer, con sus dos hijos, Hatto y Ortwin, vinieron a Tucumán desde La Plata, Buenos Aires. Se comenzó un estudio en la casa de María Ester Aldazabal y su madre, y estas dos fueron las primeras residentes de la localidad que fueron bautizadas. La verdadera organización de la congregación de Tucumán comenzó con la llegada del hermano y la hermana Reindl en 1954. Para este tiempo había solo ocho publicadores. El hermano Reindl especialmente recuerda a dos de ellos: “Una pareja alemana, los Kaselowskis, habían venido a vivir cerca de un hijo casado, que no era Testigo, en Tucumán. Eran los padres de un muchacho que había mantenido su integridad hasta la muerte bajo el régimen de Hitler, y yo tuve el placer de leer la carta que él envió a sus padres antes de ser muerto, en la cual les decía que cuando ellos recibieran la carta estaría muerto, pero que no deberían sentirse tristes, porque ‘mamá y papá, ¡estaremos juntos de nuevo!’ A pesar de que no hablaban mucho español, esta fiel pareja sí testificó y distribuyó mucha literatura mientras vivieron en aquella zona.” La primera asamblea de circuito se celebró en Tucumán en 1957; unas setenta personas asistieron de todas las provincias del noroeste. ¡Hoy una sola de las unidades de Tucumán tiene esa cantidad de publicadores!

Dejando atrás la región verde de Tucumán, la carretera continúa hacia el sur a través de la árida región desértica que caracteriza a Santiago del Estero. Aquí, también, la predicación por el hermano Argyrós y por el hermano Menazzi y su grupo había sembrado la semilla. Pero en 1954, al ser asignados el hermano Fernando Fanín y su esposa como precursores especiales en Santiago del Estero, comenzó la verdadera organización. El hermano Fanín describe lo que encontraron, así como sus impresiones: “Había un grupito que se reunía con un hermano (Demetrio Cevilán) que se había asociado con los hermanos en Rosario, Santa Fe. En total, éramos cinco o seis que nos reuníamos. Además de encontrar gente muy hospitalaria, encontramos un calor extremadamente intenso en el verano. Mi esposa y yo predicábamos a personas que estaban sentadas a la entrada de sus casas a hora tan temprana como las siete de la mañana, mientras otros miembros de la familia todavía estaban durmiendo en el patio, con los colchones colocados directamente sobre el piso. A las diez de la mañana nos íbamos a casa para preparar el almuerzo. Después de una larga siesta comenzábamos nuestra actividad de la tarde después de las cuatro de la tarde, continuando hasta las nueve o las diez de la noche. El problema principal que había que vencer en este territorio no era la colocación de la literatura ni el hallar personas interesadas que desearan estudiar. El problema era lograr que las personas que mostraban interés abandonaran sus tradiciones religiosas, mezcladas con costumbres y ritos folklóricos, así como sus prácticas inmorales, y progresaran a la madurez.”

Publicadores y precursores celosos continuaron su predicación en partes remotas e inaccesibles del país. Uno de esos publicadores fue Rosendo Ojeda, quien originalmente oyó el mensaje del Reino en 1951 cuando el hermano Eisenhower visitó su hogar. Él nos dice lo siguiente acerca de su testificación en los años cincuenta: “Imagínese que usted viene conmigo en un viaje que tuve que dar muchas veces. Estamos en General San Martín, Chaco, antiguamente llamado El Zapallar, y tenemos que ir por bicicleta a Kilómetro 213, en la provincia de Formosa... una distancia de unos sesenta kilómetros. Prepárese para caminar a pie parte de estos kilómetros y recuerde que durante la mayor parte del tiempo no veremos vehículos de clase alguna, ni siquiera tirados por caballos, puesto que algunas de estas zonas están inundadas a un nivel que sobrepasa la parte superior de los postes a los lados del camino. Esto se debe a las lluvias continuas y al desborde del río Colorado. Hay algunos lugares donde solo se puede continuar andando con el agua llegándole a uno a las axilas. Al llegar a esos lugares, primero cruzaremos con nuestras bicicletas, llevándolas elevadas sobre la cabeza. Después de depositarlas en un lugar seco, regresaremos para conseguir las cajas de literatura y nuestra ropa, puesto que llevamos con nosotros suficiente equipo para una semana. Es verdad que en medio de estas circunstancias el cuerpo se cansa físicamente, y a veces uno no se siente con ganas de seguir adelante. Pero nadie puede negar que bien profundamente dentro de uno, en su mente y su corazón, hay un sentimiento extraño, pero maravilloso, de felicidad, y un gozo refrescante. ¿Y de dónde viene este sentimiento? ¿Del lodo parecido a engrudo que se le pega a uno de modo que uno casi no puede caminar? ¿Del calor sofocante que a 40 grados centígrados lo quema a uno desde arriba? ¿O podría ser de la escena majestuosa que lo rodea a uno... los pájaros y los patos que pasan en bandadas, los gigantescos quebrachos y algarrobos que nos cobijan desde el lado de la carretera? Es cierto que todas estas cosas nos hacen pensar en la obra de Jehová y apreciar su creación, como Pablo dice en Romanos 1:20. Pero, sobre todo, apreciamos la energía dinámica con la cual nuestro Creador impulsa y mueve a Sus siervos.

“Hasta ahora hemos caminado por unas diez horas en medio de estas condiciones. ¡Mire! Allá a la distancia se pueden ver las primeras casas del pueblo. Ahora el Sol va escondiéndose detrás del horizonte, dejando un cuadro aun más hermoso ante nuestros ojos. Pero estamos un poco cansados, ¿verdad? No se preocupe, estamos llegando a la casa de una persona que ha mostrado interés, el señor Alejandro Sozoñiuk. ¿Y ahora qué? ¿Descansaremos? ¡No, todavía no! Tenemos solo tiempo para bañarnos y comer un poco, pues, recuerde, tenemos una reunión hasta las once de la noche. Esta misma noche una persona recientemente interesada exclama: ‘¡Sencillamente no lo puedo creer! ¡Que alguien venga desde tan lejos como General San Martín para conducir una reunión!’ Esta misma persona es a quien conocemos ahora como el hermano Carballo; hoy él, también, entiende por qué un testigo de Jehová va a dondequiera si es con el propósito de alimentar a las ‘ovejas.’

“Este viaje y muchos otros fueron repetidos una vez al mes durante un período de cinco años. Pero surge la pregunta: ¿Fue en vano? La respuesta: un ¡NO! enfático. Hoy, después de unos quince años, hay una congregación floreciente con veintiséis felices alabadores de Jehová. Si uno quisiera visitar a estos hermanos, ya no tendría que ir caminando con el agua hasta las axilas; ahora hay carreteras pavimentadas y se puede hacer el viaje en automóvil en una hora. El superintendente de la congregación es el hermano Sozoñiuk.”

“Era conmovedor ver los esfuerzos que hacían los hermanos para llegar a las reuniones,” escribe un siervo de circuito. “Cruzaban las islas que en la mayoría de los casos estaban inundadas con agua que llegaba hasta las rodillas o más alto, y donde las elevadas y frondosas copas de los árboles, al unirse, cerraban el paso de la mayor parte de la luz del día, y producían oscuridad total de noche. Al llegar al lugar de reunión, los hermanos cambiaban la ropa mojada por ropa seca que habían traído enliada y cargada bien arriba sobre el agua. Cuando la reunión terminaba volvían a ponerse la ropa mojada para la caminata de varios kilómetros de regreso a sus hogares. Era muy animador ver a los recién interesados haciendo lo mismo, viniendo junto con los publicadores a las reuniones. Con el tiempo la congregación obtuvo una lancha y un hermano comenzaba a viajar a la una de la tarde para recoger a los hermanos en las diferentes islas y traerlos a la reunión que se celebraba a las cuatro de la tarde. Cuando la reunión terminaba, los hermanos eran devueltos a sus hogares; el hermano terminaba su servicio de transportación para las once o doce de la noche.”

El que primero testificó en las islas fue un hermano húngaro, Alejandro Beckfy; más tarde lo acompañaron Carlos Ortner y la familia de José Schemmel. El hijo de los Schemmels, Nicolás José, entró en las filas de los precursores, y más tarde sirvió como siervo de circuito y de distrito; después del curso de diez meses en Galaad, el hermano Schemmel y su esposa, la anterior Mary Seegelken, fueron llamados a servir en la sucursal de Buenos Aires.

La mención de las islas de la zona del Delta del río Paraná hace recordar las dos ocasiones en que se enviaron abastecimientos de socorro —alimentos, ropa, dinero, y así por el estilo— a nuestros hermanos que fueron víctimas de las inundaciones de esta zona y en partes de Chaco, Formosa y Corrientes. Tan abundante fue la demostración de amor de parte de los hermanos de las congregaciones de Buenos Aires, Rosario y Córdoba que el depósito de literatura de la sucursal estuvo lleno a más no poder de objetos donados, y las víctimas de las inundaciones le informaron a la Sociedad que por favor no enviara más... ¡sus necesidades habían sido más que satisfechas! Una de estas ocasiones fue en abril y mayo de 1959 cuando se contribuyeron miles de kilos de alimento y ropa. A un solo lugar se enviaron 1.260 kilos de suministros. Los hermanos que recibieron esta ayuda dijeron: ‘¡Qué unidad!’ ‘¡Qué amor dentro de la sociedad del nuevo orden!’

El hermano Ojeda recuerda otra ocasión más en que se recibió socorro: “En 1965 el pueblo de General San Martín tuvo una dura experiencia. Fue azotado por un violento tornado que derribó muchas casas bien construidas, dejando marcado por destrucción un paso de 200 metros de ancho que cruzaba la ciudad diagonalmente. La iglesia católica sufrió considerable daño, tanto que el santo patrón de la ciudad, San Antonio, quedó al aire libre. Esto hizo que muchos católicos preguntaran: ‘Si este templo es de Dios, ¿por qué permitió que pasara esto?’ Nuestro Salón del Reino también fue destruido, puesto que estaba ubicado en el paso del tornado. Pero como nosotros sabemos que Jehová no mora en templos construidos por manos humanas, la adoración verdadera de Jehová continuó tal como continuaba antes del tornado. Pronto recibimos ayuda de nuestros hermanos de otros lugares y construimos un salón nuevo.”

MISIONEROS EN BUENOS AIRES

Desde la llegada de los primeros seis misioneros extranjeros en 1948, en los años que siguieron hubo un pequeño fluir de graduados de Galaad al país; algunos de éstos eran ministros de tiempo cabal de la Argentina, mientras que otros vinieron de otros países. Al principio su obra se concentró en Buenos Aires, donde se estableció el primer hogar misional; más tarde se formó un hogar misional en Rosario.

Mary Seegelken, de regreso de Galaad y asignada a una de las congregaciones de Buenos Aires, nos cuenta una de sus experiencias sobresalientes: “Revivifiqué un estudio de una joven a quien Viola Eisenhower había visitado. Puesto que la familia de Sara Bujdud mostraba oposición, yo iba a la fábrica donde ella trabajaba, y juntas íbamos a la plaza a estudiar. A medida que progresó en conocimiento, cambió de empleo para tener más tiempo para estudiar y predicar. Aunque había cumplido su mayoría de edad, no tenía libertad para hacer lo que quería... así de estrictas son muchas familias árabes. Sara no le dijo a la familia que había cambiado de empleo; trabajaba medio día, y tenía la otra parte del día libre para dedicarla al servicio. Por muchos meses llevé conmigo una cartera para libros extra a nuestro lugar de reunión y entonces la traía de vuelta al hogar misional aquella noche. Para que ella asistiera a las reuniones, a veces yo tenía que comprar entradas para el cine, y cuando iba a buscar a Sara le mostraba las entradas a su madre. ¡Asistíamos a la reunión, y después íbamos al cine! De este modo Sara tuvo tiempo para hacerse firme en la fe. Entonces cierto día dejó su hogar para servir como precursora especial. Más tarde me dijo que la familia había llorado como si ella se hubiera muerto, por lo grave que consideraban el cambio desde la religión musulmana a la verdadera fe cristiana. Sara ha sido precursora especial ya por unos catorce años; allí en 1957 ella y su compañera tuvieron el privilegio de trabajar en La Rioja, donde ayudaron a organizar una congregación.”

En 1954 Sophie Soviak, de la segunda clase de Galaad, y Edith Morgan, de la cuarta clase, llegaron a Buenos Aires, junto con el hermano Eduardo Adamson y su esposa y su hijito, Eduardito. Los Adamson acababan de completar el curso de Galaad y regresaban a su nativa Argentina. Las hermanas Soviak y Morgan nos dan la impresión que les causó su nueva asignación: “Al entrar en el edificio de la estación terminal, de cierto modo nos sentimos como en un ambiente acostumbrado; el ambiente era frío y silencioso, y las paredes estaban cubiertas con cuadros del presidente Perón y su esposa, Eva. Habíamos estado trabajando por varios años en la República Dominicana bajo la dictadura de Trujillo, de modo que ahora nos dimos cuenta de que simplemente habíamos cambiado un estado policíaco por otro. Pero puesto que estábamos acostumbradas a trabajar bajo proscripción, podíamos erguir la cabeza y afrontar lo que viniera.”

Estas dos misioneras fueron asignadas a trabajar con una congregación que estaba en el centro de la ciudad, y vivieron en un pequeño apartamento en el mismo sector. Pronto cada una fue asignada a encargarse de uno de los grupitos de servicio que funcionaban como una pequeña congregación. La hermana Morgan tiene gratos recuerdos de su obra con el grupo: “Había varias hermanas españolas de edad avanzada que siempre estaban esperando en la esquina para predicar de casa en casa. Una tenía muy mala vista, pero se las arreglaba para ver el número de la casa y apuntarlo cuando hacía colocaciones de literatura. Otra tenía las piernas enfermas y no podía subir las escaleras, pero con la ayuda de las personas más jóvenes trabajábamos el territorio y hallábamos a los dignos. Recuerdo la tarde de un verano muy caluroso. Cuando llegó la hora en que el grupo había de reunirse, pensé para mí misma que con seguridad nadie vendría. Pero fui a la esquina solo para asegurarme. Allí estaban las tres hermanas ancianitas esperándome. ¡Qué animador fue estar con ellas y ver su celo!”

Las hermanas nos dicen que “era interesante trabajar en Buenos Aires entre personas de muchas diferentes nacionalidades, y de clase bien educada.” Un problema era conseguir el permiso del conserje o portero de los edificios grandes de apartamentos. A veces negaba la entrada, de modo que había que esperar hasta que se iba para trabajar el edificio. La hermana Soviak nos dice que fue en una de esas ocasiones, cuando el conserje no estaba en el edificio que halló a una señora que mostró algún interés. “En la revisita, el conserje me vio entrar en el edificio, de modo que me siguió en el ascensor de servicio. La señora a quien yo visité se dio cuenta de que si no me invitaba a entrar me sacarían del edificio, de modo que me invitó a entrar, para bendición de ella. Al debido tiempo ella y su esposo y dos hijas llegaron a ser Testigos dedicados.”

Había muchos edificios sin ascensores, y aquello era una prueba para el amor de uno. ¿Cuántas veces debía uno revisitar para hallar a la persona en la casa, especialmente si la literatura se había colocado a varios pisos de altura? Bien recuerda la hermana Soviak una de aquellas visitas: “Perdí cuenta de las veces que volví a visitar en el caso de la colocación de unas revistas. ‘Yo viajo mucho, así que quizás no me encuentre en casa,’ me había advertido ella. Cierto día sí la encontré, con su maleta en la mano precisamente al regresar de un viaje. Le coloqué un libro de estudio. Me dijo que era católica y que tenía tíos que eran obispos. Después de unas diez visitas más, la encontré de nuevo. No solo había leído el libro, sino que se puso a decirme todas las cosas maravillosas que había aprendido... de manera que me di cuenta de que toda mi paciencia y mis subidas de escaleras no había sido en vano. Dijo que no iba a viajar más, de modo que hice arreglos para tener un estudio con ella. Al tiempo fijo subí solícita las escaleras, ¡solo para descubrir que no estaba allí! Traté de comunicarme con ella llamándola por teléfono, pero no tuve buen éxito. Pensé que algo tenía que haber sucedido, de modo que cierta mañana bien temprano la llamé de nuevo. Esta vez una voz cansada respondió; ella había estado atendiendo a su madre en el hospital y había venido a casa a bañarse y cambiarse de ropa. Dijo que había orado que yo no perdiera la paciencia, sino que volviera. Después de la muerte de su madre tuvimos unos maravillosos estudios juntas y en poco tiempo Elena Rubio llegó a ser una celosa alabadora dedicada de Jehová y muy diligente en hacer revisitas... una lección aprendida de su propia experiencia.”

PELÍCULAS DE LA SOCIEDAD DESPIERTAN INTERÉS

Otro rasgo sobresaliente que tuvo mucho que ver con el adelanto de la obra en la Argentina fue la exhibición de la película de la Sociedad “La Sociedad del Nuevo Mundo en Acción” y otras dos películas más tarde. El hermano Eisenhower y el hermano Adamson comentaron varias veces en cuanto a las muchas cosas que uno aprende a hacer en la organización de Jehová. Así, cuando la película fue traída al país en 1954, se compró un proyector y los hermanos Adamson y Eisenhower exhibían la película en Buenos Aires cada noche libre de la semana. Vino el tiempo en que la película fue entregada al siervo de distrito y él la exhibía en sus asambleas y en las congregaciones que visitaba en su ruta. El hermano Del Pino nos cuenta algunas muy interesantes experiencias que tuvo trabajando con la película:

“Fui por tren desde la ciudad de Roque Sáenz Peña, Chaco, a visitar un pueblecito donde había varios publicadores y algunas personas interesadas; el nombre del lugar era Pampa del Infierno, y lo que me pasó antes de llegar verdaderamente adornó el nombre con más significado. Apenas había partido el tren cuando azotó una tremenda tempestad de lluvia con truenos ensordecedores. Las perspectivas no eran muy animadoras: nunca había estado allí antes y no había una congregación. A menudo me había preguntado qué haría si me llegara a encontrar en aquellas circunstancias. Dios tenía la respuesta. Entré en el coche comedor, y un caballero alemán se sentó a mi mesa. Como fácilmente se comprende, conversamos, y me enteré de que este hombre era el administrador de una fábrica que produce el famoso producto de curtir pieles Extracto de Quebracho. El pequeño poblado que habría de visitar dependía principalmente de esta fábrica. Cuando le dije el propósito de mi visita y el nombre de la persona que se suponía que estuviera esperándome en la estación del tren cuando llegara a las tres de la mañana, me dijo que lo más probable sería que esta persona no estaría allí para recibirme, porque era empleado de la fábrica y estaría trabajando en el turno de la noche. Al notar mi preocupación, me aseguró que no tenía que preocuparme y que él me pondría en el cuarto de huéspedes del establecimiento, el mismo cuarto ocupado por el gobernador cuando visitaba esta zona. Así, a pesar de la tormenta y del hecho de que nadie vino a recibirme a aquella hora, fui muy cómodamente alojado en una excelente pieza y un empleado vino a preguntar si deseaba algo de beber. Al día siguiente el administrador le informó al hermano que yo había llegado, y ofreció el espacioso salón de la fábrica para la exhibición de la película. También ordenó a la central eléctrica que mantuviera una corriente eléctrica firme para mejor exhibición. Una agencia de publicidad local que tenía altavoces ubicados estratégicamente por todo el pueblo anunció la exhibición de la película y que sería gratis. De nuevo se cumplieron las palabras de Jesús: ‘Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.’”

El hermano Eldon Deane, quien más tarde sirvió de siervo de distrito, nos cuenta de su gozo al exhibir una de las películas de la Sociedad en Almafuerte, Misiones: “Nuestra obra con los hermanos en el servicio aquel día quiso decir caminar todo el día entre la belleza escénica de colinas ondulantes, pasando por las plantaciones de plátano... y durante todo el día predicamos en solo ocho hogares debido a que las distancias que había entre las casas eran grandes y a que en cada visita la gente humilde nos escuchaba por veinte o treinta minutos. Pensé: ¿Quién vendrá a ver la película esta noche? Con seguridad solo un puñado de personas. Pero aquella noche los campesinos vinieron de toda dirección en toda clase de vehículo imaginable. ¡Hubo unas 160 personas presentes... mientras que la congregación local solo tenía de quince a veinte publicadores! Durante la exhibición hacían tanto ruido que pensé: ‘¡Qué grupo más desordenado tengo aquí!’ Pero pronto comprendí que muchas de las personas del auditorio nunca habían visto un barco, un edificio alto o aviones enormes. Las películas hicieron una excelente impresión en la mente de ellos al mostrarles cómo se hace la obra y hasta qué grado.”

TIEMPOS DE DIFICULTAD

Mientras tanto la inquietud política iba haciéndose más intensa, las condiciones eran muy inciertas, y cundían rumores de una revolución. En septiembre de 1955 cayó el gobierno de Perón. Los siervos de Jehová como grupo usaron sabiduría práctica y el espíritu de una mente sana y no se expusieron innecesariamente a peligro de bombardeos, peleas en las calles, y así por el estilo. Y, como cristianos observadores de la ley, respetaron la imposición de toques de queda, apagones y otras restricciones. La hermana Helen Nichols vivía en el hogar misional fuera del sector del centro comercial; ella relata que cuando estallaron las dificultades más temprano en el año con la intención de derribar el régimen, “no podíamos salir de noche a hacer revisitas ni a conducir estudios de libro. Desde el techo podíamos oír la pelea que se efectuaba al borde mismo de la ciudad, a cinco o diez cuadras de distancia. Durante el día salíamos a testificar y cuando veíamos a un policía en la calle yo me dirigía a él y le decía por qué nuestro grupo de cinco o seis iba de casa en casa. Al oír eso él sabía que no teníamos nada que ver con la revolución, y por eso no se nos molestaba.

“Helen Wilson y yo teníamos todos nuestros documentos en buena condición para ir a la asamblea de Dallas, Texas, aquel año. Entonces vino el primer intento de revolución, y antes del tiempo para el viaje tuvimos que obtener Certificados de Buena Conducta de la Policía Federal para probar que no estábamos conectadas en absoluto con el levantamiento. Asistimos a la asamblea y estuvimos de regreso en nuestra asignación misional antes que la revolución triunfante de septiembre de 1955 produjera un cambio de gobierno.”

El hermano Ciruelos Martín, quien se había hecho Testigo en 1941, fue el único entre nosotros que resultó herido debido a la revolución. Él atendía una gran casa de apartamentos en Buenos Aires, y dos veces fue herido por metralla cuando unas bombas dieron en la calle. Nos dice: “Me llevaron al Hospital Alemán y estuve inconsciente por dos días. Aquí mi esposa tuvo que presentar una fuerte batalla contra la transfusión de sangre... a pesar de otros miembros de la familia que insistían y ofrecieron donar sangre.”

Con el cambio en el gobierno, la pregunta importante que había en la mente de los hermanos era: “¿Podremos tener asambleas y reunirnos en los Salones del Reino?” ¡Cómo esperaban los hermanos ese tiempo! “En 1956 decidimos tratar de celebrar de nuevo nuestras asambleas de circuito,” recuerda el hermano Eisenhower. “La primera asamblea la celebramos en La Plata, provincia de Buenos Aires; el rasgo más sobresaliente de la asamblea fue cuando cantamos todos juntos un cántico del Reino... el cántico era ‘Alégrense, naciones, con Su pueblo,’ y muchos de los hermanos no pudieron terminar de cantar la canción debido a la emoción que sentían. La asamblea adelantó muy bien y terminó con completo buen éxito. Esto nos estimuló a organizar asambleas en otras partes del país, lo cual hicimos.

“A fines del mismo año el hermano Milton Henschel nos visitó desde la oficina del presidente y el hermano Grant Miller, del Uruguay, sirvió de nuevo en la Argentina de siervo de zona. Se organizó una asamblea nacional más grande en la Sociedad Rural en el centro de Buenos Aires. Esta fue una de nuestras mayores asambleas, con una concurrencia de más de 5.000 personas.” La asamblea comenzó muy bien el primer día, y el segundo y tercer día también fluyeron muy agradablemente. El domingo por la mañana, cuando los hermanos Eisenhower y Adamson llegaron al lugar de la asamblea, hallaron las puertas cerradas y a la policía vigilando el lugar. Esto se debió al sacerdote católico que tenía su iglesia directamente enfrente; había ejercido influencia en el departamento de la policía para que ésta actuara.

El hermano Eisenhower continúa el relato: “Lo único que podía hacerse era ir al departamento de la policía y ver si querían abrir el lugar de la asamblea de modo que pudiéramos terminarla. Sucede que en aquel tiempo un funcionario del departamento central de la policía había sido visitado por los Testigos, y era muy bondadoso y considerado. Había oído acerca de la obra de los testigos de Jehová en otras secciones del país. Preguntó si teníamos algo por escrito mostrando que teníamos permiso para celebrar la reunión. Le dijimos: ‘Sí, lo tenemos; el permiso municipal.’ Por eso, cuando habló a sus superiores, les dijo que se estaban dando órdenes para permitir que la asamblea continuara, pero que la policía debería quedarse en el lugar y escuchar el programa. Los discursos que se presentaron en aquel tiempo eran sobre el tema del Matrimonio, de modo que la policía estuvo allí un rato y entonces volvió al cuartel; desde allí fueron enviados a sus comisarías locales de sus precintos y la asamblea terminó sin más interferencia.”

EXPANSIÓN EN LA SUCURSAL

El año de 1956 fue un año de expansión en la oficina de la sucursal, también, cuando vimos que era necesario imprimir nuestro propio Ministerio del Reino y formularios de servicio para el país. Obtuvimos permiso de la Sociedad para comprar una pequeña prensa vertical y comenzamos a imprimir... pero no sin dificultad. El hermano Eisenhower nos dice que él y el hermano Adamson trabajaban en la sucursal durante el día, y de noche trabajaban en la imprenta hasta las dos o tres de la mañana debido a que al hermano que estaba asignado a la prensa se le hacía imposible mantenerse al paso con el trabajo. Por supuesto, la impresión se hacía con mucho gozo, aunque tanto el hermano Eisenhower como el hermano Adamson estaban aprendiendo entonces a imprimir.

En marzo de 1958 el hermano Eldon Deane llegó a la Argentina con otros tres graduados de Galaad. El hermano Albert Schroeder registrador de Galaad, le había dicho al hermano Deane antes de su graduación que el hermano Knorr quería saber si él estaba dispuesto a aceptar una asignación en la imprenta de la sucursal de Buenos Aires. El hermano Deane nos dice que esto fue una sacudida para él, porque había solicitado entrar en Galaad con la mira de rendir servicio misional, no para vivir una vida “de institución.” Pero ahora confiesa: “He llegado a tener cierta preferencia por la vida de Betel.” El relato del hermano Deane acerca de su obra en la imprenta nos da una percepción muy humana y vívida de lo que estaba implicado: “La imprenta en la Argentina no había estado funcionando por mucho tiempo cuando llegué. ¡Me enteré de que uno de los hermanos que había sido asignado a ella sencillamente se levantó y se fue cierto día, y no volvió más! El siervo de distrito, el hermano German Seegelken, había sido llamado a principios de aquel año, pero estaba deseoso de volver al distrito.

“Llegué en aquellos momentos, habiendo tenido un prolongado entrenamiento de dos semanas completas en la imprenta de remiendos o impresos pequeños en Brooklyn. La prensa era nueva; mientras nosotros la manteníamos limpia y brillante, ella nos mantenía con ceño ensombrecido. Con el tiempo aprendimos que mucha de la dificultad estaba en nosotros... sencillamente no entendíamos cabalmente cómo operar la prensa. Cuando imprimíamos el Ministerio del Reino, las líneas entre las columnas se levantaban y, o cortaban el papel, o imprimían demasiado negro. Todo eso fue finalmente resuelto con más experiencia... pero no sin que primero hubiéramos deseado que los norteamericanos o los rusos hubieran usado el metal de la prensa para hacer el aparato que enviaron al espacio sideral. El hermano Seegelken me había dicho que a veces se había acostado con lágrimas en los ojos por haber tenido que pelear con la prensa todo el día. Eso me pareció difícil de creer; pero no por mucho tiempo. Más de una vez me acosté con los ojos húmedos debido a eso.

“Entonces teníamos a ‘Big Bertha.’ Esta era la guillotina de cortar papel que teníamos... la primera. Si mi memoria no me engaña, tenía una fecha de manufactura de algún tiempo a principios de este siglo. Me recordaba del otro tipo de guillotina —la que cortaba cabezas— ¡y era francesa! Era una máquina grande, manejada a mano. Tenía un volante de un metro o más de diámetro, y cuando cortábamos una medida de papel de 500 hojas le dábamos vuelta al volante con toda nuestra fuerza para que la hoja pasara todo el montón de papel... ¡o casi todo! ¡Qué difícil era seguir cortando el papel de modo que saliera cuadrado! Un día dándole vuelta a aquel enorme volante hacía que uno durmiera profundamente aquella noche... es decir, si no tenía pesadillas. Debido al cambio de operadores y debido a la falta de experiencia, se había acumulado el trabajo retrasado en la imprenta. Con el tiempo comenzamos a coordinarnos en nuestro trabajo, pensando que tarde o temprano nos pondríamos al día. Pero es difícil mantenerse al día con el trabajo en Betel, considerando las nuevas asignaciones, el aumento en la obra, y así por el estilo. Esto significa que tenemos una vida muy ocupada, y también hace extremadamente difícil el que uno se aburra.

“Allá en 1958 imprimíamos unos 5.000 Ministerios del Reino. Aquello parecía una enorme cantidad entonces, pero ahora imprimimos muchas veces más que eso: 25.000 Ministerios del Reino para la Argentina, y 20.000 para Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Además, la Argentina imprime formularios de servicio y cartas, y así por el estilo, para los cuatro países que acabamos de mencionar. ‘Big Bertha’ ya no está en Betel... ha sido retirada. Una guillotina moderna la ha reemplazado. La pequeña prensa vertical todavía trabaja fielmente y se usa en la mayoría de los casos para imprimir hojas sueltas. Al lado de ella tenemos una prensa de platina más grande, automática, hecha en Italia. También tenemos nuestra propia linotipia.”

En estrecha relación con la imprenta está el departamento de envío, donde el hermano Carlos Ott sirvió desde 1940 en adelante. En los primeros años nuestra obra incluía el envío de literatura a puntos dentro del país así como atender suscripciones para la Argentina, el Uruguay, el Paraguay y Chile. “La sucursal no tenía ningún vehículo en aquel tiempo,” explica el hermano Ott: “Por muchos años hice mis viajes diarios a la subestación postal con paquetes de literatura y revistas utilizando un triciclo hecho en casa. Aun después que la sucursal compró un vehículo motorizado, continué usando mi triciclo hasta 1960, cuando debido a una operación por hernia, no pude usarlo más.” El hermano Ott tiene ahora más de ochenta años, pero a diferentes horas del día y la noche se le encuentra leyendo su Biblia en alemán o en español. Su mente no se ha embotado con relación a la luz del entendimiento en cuanto a la Biblia; se mantiene al día, como lo indican sus comentarios regulares en la adoración matutina en Betel y en el estudio semanal de La Atalaya, y en las reuniones de congregación... ciertamente un excelente ejemplo para los miembros más jóvenes de la familia de Betel y para todos. ¡La Palabra de Dios es verdaderamente parte de él!

En el año 1957 llegaron seis misioneros asignados a la ciudad occidental de Mendoza: Gordon y Lillian Kammerud, Ruth Holien, Ethel Tischhauser y Mary Helmbrecht, todos los cuales habían estado rindiendo servicio de misioneros en Puerto Rico. Un mes más tarde se les unió otra misionera procedente de la Escuela de Galaad, Kathryn Hyams.

Pudiera mencionarse que la Sociedad inició un nuevo método de aprender el lenguaje que se hablaba en las asignaciones, y los graduados de la clase veintinueve de Galaad fueron los primeros que se beneficiaron de este curso. Es verdad que Galaad había suministrado varias horas de estudio del lenguaje por semana, “pero,” dice la hermana Hyams, “el nuevo método era verdaderamente acelerado. Debíamos estudiar el lenguaje once horas al día durante el primer mes en nuestras asignaciones, y cinco horas al día el segundo mes, dedicando el resto del tiempo cada día a la obra de casa en casa y a otra actividad ministerial. Recuerdo que cuando el hermano Henschel nos explicó el curso de estudio antes de que partiéramos de Galaad mencionó que con once horas de estudio del lenguaje al día estaríamos comiendo, durmiendo y soñando en el lenguaje del país. Pensé que estaba exagerando un poco como nota chistosa; pero después de dos semanas de estudiar español con mi instructor, el hermano Kammerud, realmente estuve soñando en español. Lo malo era que el español de mis sueños era siempre muy superior al que usaba cuando estaba despierta.”

Como en el caso de los misioneros que vinieron a la Argentina en años anteriores, a estos misioneros se les asignó a trabajar con las congregaciones existentes y a edificarlas. ¡Y qué hermosa asignación tuvo este grupo! Nada más escuche la descripción que da de ella una misionera: “Las calles flanqueadas de árboles de Mendoza son muy agradablemente refrescantes y la ciudad está inmaculadamente limpia. El orgullo especial de las amas de casa es hacer brillar las aceras de baldosas frente a sus casas. Entre la acerca y el borde hay un canal estrecho... un paso para el agua que hace posible tener árboles en una zona donde casi no hay precipitación. Y la gente recoge agua del canal y moja con ella las calles. Mendoza tiene el tono de una ciudad moderna y activa, con ciudadanos industriosos y bien educados. Cuando personas de esta clase se dedican a Jehová Dios, muestran esta misma industriosidad en el ministerio cristiano.”

Puesto que el número de misioneros que sirve en la Argentina es tan pequeño, al considerársele con relación a la vastedad del país, muchos publicadores y siervos de circuito nunca los habían visto. El hermano Ernesto Ots, el siervo de circuito para la zona de Mendoza, era uno de éstos. Nunca había servido en una congregación en que hubiera misioneros, de modo que no sabía exactamente qué hacer. Concluyó que puesto que éstos tenían entrenamiento de Galaad además de años de experiencia en el servicio, no deberían necesitar la reunión del siervo de circuito con los precursores. El hermano Kammerud le aseguró que los misioneros no eran “super” precursores, y que el hermano Ots debería conducir la reunión de los precursores con ellos de la manera normal prescrita por la Sociedad.

LUCHANDO POR EL RECONOCIMIENTO LEGAL

Había grandes expectativas al acercarse el fin del año civil de 1957. En diciembre había de celebrarse otra asamblea nacional en Buenos Aires y se había firmado un contrato para usar el salón Les Ambassadeurs. Muchos fueron los delegados que llegaron al lugar de la asamblea temprano aquel día. ¡Imagínese su desilusión cuando al mediodía encontraron el salón de la asamblea cerrado por la policía! Muchos hermanos habían viajado largas distancias y a gran costo personal, pero esta experiencia solo sirvió para estimularlos a mayor actividad. Se dieron cuenta de que aunque las condiciones eran más favorables para la obra, nunca deberían mostrarse demasiados confiados ni dar las cosas por sentado.

En esta ocasión a cuatro de nuestros hermanos los detuvo la policía, se les impuso multa, se les dictó una sentencia suspendida de un año. Pero ¿por qué? Se les acusó de celebrar una reunión ilegal porque no habían obtenido el debido permiso de la policía. Pero esto no era cierto. La solicitud de permiso para nuestra asamblea había sido entregada el 20 de noviembre de 1957. Puesto que el cierre de la asamblea y la detención de los hermanos era una violación franca de la estipulación de libertad de cultos y asambleas de la constitución argentina, el caso fue apelado al tribunal. Fue una verdadera ocasión de gozo cuando el 14 de marzo de 1958 el juez dio su fallo. Los hermanos fueron puestos en libertad y exonerados de culpa, y ocho artículos del Edicto Sobre Reuniones Públicas fueron pronunciados ilegales. Esta fue la primera victoria para el pueblo de Jehová en los tribunales de la Argentina y recibió amplia publicidad en muchos de los grandes diarios.

En 1958 hubo un cambio en el gobierno y parecía que podríamos obtener mayor libertad. Con la autorización del hermano Knorr decidimos hacer un esfuerzo concentrado para obtener el reconocimiento legal que necesitábamos. Se preparó una carta especial dando un resumen de la actividad de los testigos de Jehová así como la formación del Ministerio de Cultos y cómo nuestro estado legal había sido quitado en 1950 bajo la Resolución 351. Una copia de esta carta de siete páginas fue enviada a todos los legisladores, directores de periódicos y diputados, así como a los jueces, de la Argentina. Como resultado de esto la sucursal recibió unos excelentes comentarios y algunos de los representantes del gobierno dijeron que querían ayudar. Pero siempre estaba la Iglesia Católica en el fondo ejerciendo su influencia.

El año siguiente hubo la resolución de hacer solicitud al gobierno en la forma de una petición de libertad religiosa. Nuestros hermanos de Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay ayudaron en esta obra, y, en total, obtuvimos 322.636 firmas. Recibidas todas las peticiones, las hojas fueron puestas juntas en paquetes y el hermano Adamson, el hermano Eisenhower y el hermano Guillermo Fernández las metieron en la camioneta que la sucursal tenía en aquel tiempo y las entregaron en la casa del gobierno. El hermano Eisenhower nos dice: “En aquel tiempo habíamos solicitado una audiencia con el presidente Arturo Frondizi. Se nos rehusó y las peticiones nunca recibieron una respuesta oficial. Se nos continuó negando el reconocimiento legal como organización religiosa.”

El paso siguiente era que los hermanos de todas partes de la Tierra le escribieran al gobierno argentino para censurar la falta de libertad de adoración y pedir que se concediera libertad religiosa a los testigos de Jehová. La respuesta de los hermanos fue maravillosa. Los hermanos argentinos escribieron más de 2.500 cartas a funcionarios gubernamentales y diputados, y un funcionario gubernamental indicó que habían recibido más de 7.000 cartas de todas partes del mundo.

El hermano Eisenhower cuenta de sus visitas al secretario del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cultos en varias ocasiones: “Solicitamos que considerara nuestro caso, puesto que la constitución argentina garantiza la libertad de cultos. En una de estas ocasiones nos llevó a un lugar donde había varios anaqueles llenos de estos millares de cartas que habían venido de todas partes del mundo pidiendo libertad religiosa para los testigos de Jehová en la Argentina. Este individuo comentó que ‘era imposible abrir y leer todas las cartas, pero que estaba verdaderamente sorprendido de que alguien escribiera de lugar tan lejano como las islas Viti acerca de libertad de cultos en la Argentina.’ Aunque el punto de vista del gobierno permaneció negativo, pues la respuesta fue el decreto 416, en 1959, que sostuvo el decreto anterior 351, de 1950, se dio un excelente testimonio a los que estaban en el poder en la Argentina.”

LOS MISIONEROS SE MUEVEN A CAMPOS MÁS LEJANOS

El año 1958 fue notable también debido a otros dos sobresalientes acontecimientos que contribuyeron al adelanto de la obra del Reino en la Argentina, cada uno a su propio modo. Hubo la asamblea internacional en Nueva York, a la cual tuvieron el privilegio de ir noventa y cuatro hermanos y hermanas de este país, y de la cual regresaron cargados de refrigerio espiritual para compartirlo con los que no pudieron asistir. Entonces hubo la asignación de algunos de nuestros misioneros, que hasta ahora han servido en la zona metropolitana de Buenos Aires, a pueblos y ciudades lejanos en el país. Allí serían una gran ayuda para fortalecer las congregaciones y ayudar a los publicadores nuevos a mejorar su ministerio.

De sus primeras impresiones en su nueva asignación en Villa María, Córdoba, Sophie Soviak escribe: “En el centro de Buenos Aires muchos ni siquiera sabían quiénes eran sus vecinos, pero allí todo el mundo parecía conocer los asuntos de los demás. Parecían sospechar de nosotros y vigilaban todo paso que dábamos. Cuando la gente nos veía venir, entraban en la casa y no respondían cuando estábamos a la puerta. Necesitamos meses para derribar el prejuicio de modo que la gente por lo menos escuchara.” La hermana Morgan añade esto: “Entre las misioneras y los publicadores locales trabajábamos el territorio rápidamente. Puesto que no había transportación urbana, Sophie y yo compramos una bicicleta con motor. De ese modo podíamos ir a nuestro territorio de las afueras y hacer nuestras revisitas. Íbamos al territorio por la mañana, encadenábamos la bicicleta a un árbol, entonces regresábamos y viajábamos en ella a casa al mediodía. Cada día hacía mucho viento, y a veces para el mediodía había tanto polvo volando que se nos hacía difícil usar la Biblia y presentar la literatura a las puertas. La gente era bastamente indiferente al mensaje. Muchos habían sido peronistas firmes además de católicos. Pero después que la Iglesia usó su influencia para sacar a Perón, la mayoría de la gente no le tenía mucho amor a la Iglesia. Muchos solo iban a la iglesia durante la Semana Santa o a la procesión de la Virgen. A veces la gente enviaba a unos niños para que corrieran delante de nosotros y advirtieran a todas las amas de casa que nos acercábamos. A veces cambiábamos a otra calle, regresando otro día a la calle anterior. A pesar de estas condiciones se sembró alguna semilla y algunas personas sí se pusieron de parte de la verdad.”

Las misioneras asignadas a Salta, las hermanas Wilson y Hyams, llegaron allí después de un viaje de cuarenta horas por tren. Las misioneras iniciaron su trabajo en el corazón de la zona residencial del centro de la ciudad y animaron a los publicadores a trabajar el centro del pueblo también. “Por supuesto,” relata una de las hermanas, “nos encontramos con algunas personas muy atadas a su tradición. La tradición religiosa y la posición social están inseparablemente enlazadas en Salta. Las familias antiguas que pueden señalar que su nombre de familia se remonta al tiempo de la conquista española se enorgullecen de usar varios apellidos para impresionar con su genealogía, junto con la jactancia de que por lo menos un miembro de la familia es cura o monja.

“Mientras trabajábamos el territorio de la alta sociedad vivíamos en una habitación trasera en un viejo edificio de oficinas que estaba al cuidado de una hermana. Nuestra habitación tenía techo de paja, paredes de adobe enlucidas y un piso de ladrillos... creo que había estado allí desde los días de la colonia. Cocinábamos en una cocina de queroseno de un mechero, nos lavábamos en una palangana esmaltada, y para todas nuestras actividades por lo general teníamos cuatro ojos observándonos silenciosamente... las dos criaturitas de la hermana Ahmed tenían una curiosidad interminable en cuanto a lo que las dos misioneras hacían, sin importar la hora que fuera del día o de la noche. Finalmente hallamos un apartamento cómodo.”

Helen Wilson recuerda afectuosamente haber trabajado pueblos no asignados desde Salta: “Muchas veces salíamos de casa antes del amanecer para tomar el tren hacia el pueblecito adonde íbamos a trabajar, y a veces nos llevábamos el almuerzo y pasábamos todo el día allá. En otras ocasiones íbamos por autobús a una aldehuela y, cuando terminábamos de trabajarla, caminábamos de regreso al pueblo, testificando a las familias esparcidas que vivían en la ruta. El trueque de literatura por productos era algo que los publicadores locales nunca habían hecho. ¡Cómo se reían al principio cuando las misioneras se presentaban con huevos frescos en sus bolsas de libros, o con un saco de compras hecho de cuerdas lleno de calabazas y otros vegetales! Pronto los publicadores aprendieron a hacer el trueque también.”

Entre la clase más pobre rigen otras tradiciones. Salta es la cuna del misachico, una procesión de pobres que vienen desde los cerros cargando la estatua de una virgen rodeada de flores en algo parecido a una camilla cargada sobre los hombros de dos o cuatro personas. Miembros de la procesión golpean un tambor de cuero parecido a una pandereta, tocan un violín, hacen sonar una quena (flauta de bambú) y otro instrumento parecido a una corneta de monte, mientras los otros campesinos salmodian. A medida que el grupito adelanta lentamente, niños y otras personas salen para dar una ofrenda de unas cuantas monedas a la “virgen.” Más tarde las ofrendas frecuentemente son “consumidas” al ser cambiadas por vino.

Otras procesiones son mucho más elaboradas y están bajo el auspicio de las iglesias locales. Cada iglesia tiene su santo patrón, y, en el aniversario de éste, se celebran servicios especiales en la forma de una novena. El día final la estatua del santo patrón es sacada de la iglesia, llevada por el pueblo con una larga procesión de adoradores antes de ser devuelta a su altar o nicho en la iglesia. En estas ocasiones se canta un bien conocido himno a la “virgen”; incluye estas palabras: “. . . los cielos, la tierra y Jehová mismo . . . te adoran . . .” Al testificar en las provincias del norte donde la mención del nombre de Jehová suena extraña y nueva para muchos católicos, los publicadores y las misioneras a menudo llaman atención al hecho de que el nombre del Dios verdadero se usa en esta canción.

Desde su llegada a Salta en septiembre de 1958 hasta su asignación a Tucumán unos tres años después, las misioneras se regocijaron al ver que la congregación creció de veintiséis a setenta y un publicadores. Salta ahora tiene dos congregaciones, cada una con su propio Salón del Reino construido por hermanos de la localidad.

El ser asignadas a trabajar en Tucumán, la quinta ciudad entre las más grandes de la Argentina, con una población de más de 300.000 personas, fue un gran cambio. Este es el hogar de la industria argentina del azúcar, y hay muchos ingenios situados cerca de la ciudad. También es la sede de una de las importantes universidades nacionales. El clima es cálido y húmedo. El territorio abarca a profesores y estudiantes bien educados de la universidad, dueños de industrias y casas comerciales, así como a pobres obreros de los ingenios y cortadores de caña. Tucumán también tiene fama como el “Jardín de la República.”

La hermana Wilson escribe lo siguiente acerca de esta asignación misional: “A pesar de que Tucumán es una ciudad grande, la gente por lo general no está de prisa y escucha el mensaje. Es fácil comenzar estudios. Pero hay problemas: la falta general de formalidad y organización en el hogar y en la vida personal, lo cual les hace difícil aceptar responsabilidad.” Como en muchas partes del Norte, aunque se profesa la religión católica, hay muchas personas envueltas en prácticas espiritistas. Creen que se pueden obtener favores especiales de los espíritus de los muertos, sin importar la clase de persona que haya sido el individuo antes de la muerte. La práctica de decir la buenaventura y otras relacionadas florecen mientras ricos y pobres, educados y analfabetos, buscan la solución a problemas financieros o familiares, o quieren asegurarse buen éxito en una aventura amorosa u obtener calificación favorable en un examen escolar. Hay el juego de azar en todas sus formas, lotería, carreras de caballo, peleas de gallos, casino, rifas, jugar el número; y esto está estrechamente relacionado con el espiritismo debido a las creencias supersticiosas conectadas con ciertos números “de buena suerte” o con “corazonadas.” Personas solteras que viven juntas sin haberse casado, hombres casados que tienen una o más mujeres además de la esposa, homosexuales, y muchas otras evidencias de falta de educación bíblica, son comunes.

Así, el colocar literatura y comenzar estudios bíblicos, ayudando a los que muestran interés a separarse de la religión falsa, es solo el principio del servicio del misionero. Muchas prácticas no cristianas tan preponderantes en este sistema de cosas tienen que ser abandonadas. Pero el esfuerzo diligente en el ministerio y en enseñar principios bíblicos ha producido aumento. En la actualidad Tucumán tiene dos congregaciones, con un total de más de 150 publicadores.

La actividad misional verdaderamente ha contribuido mucho a la expansión de la obra del reino en la Argentina. Es como lo describió un siervo de distrito: “El conocimiento bíblico adquirido a través de años de estudio, el entrenamiento ministerial especial recibido en Galaad, y años de trabajar en relación estrecha con la organización visible de Jehová, colocan al misionero en una posición singular para ayudar a los publicadores locales a mejorar la calidad de su trabajo, mientras les da una vista más amplia de la organización de Jehová, y la necesidad de mostrar absoluta lealtad a ésta.”

Un siervo de circuito halló que el horario y el programa de trabajo del hogar misional servían de modelo para los publicadores y especialmente los precursores, pues suministran mejor organización en el hogar y permiten participación más plena en el servicio del Reino. También mencionó que los misioneros al haber dejado casa y familia, aceptando una asignación en un país extranjero que tenía un idioma y costumbres diferentes, y entonces fielmente haberse apegado a esa asignación y haberla hecho su hogar, ponen excelente ejemplo a otros que piensan entrar en el servicio de precursor o de precursor especial, o asistir a la Escuela de Galaad con el servicio misional en mira.

PREPARÁNDOSE PARA MAYOR ACTIVIDAD

El adelanto y expansión de la obra dentro de la jurisdicción de la sucursal argentina recibió estímulo frecuente de las visitas del hermano Knorr y el hermano Henschel, como ya hemos visto. En diciembre de 1959 estos dos hermanos visitaron de nuevo a la Argentina y se celebraron dos asambleas; una en Córdoba, la otra en Buenos Aires. Esta visita ayudó a la organización de la obra dentro del país y también dio comienzo al programa de edificación en la sucursal de Buenos Aires. El hermano Knorr había preparado un conjunto temporal o tentativo de planes para una nueva central de sucursal que más tarde fue ajustado para cumplir con el código municipal de construcciones. Cuando estos planes fueron finalmente autorizados por la municipalidad de Buenos Aires y por el hermano Knorr, comenzó el trabajo en el nuevo edificio. Eso fue en octubre de 1961. Para octubre del año siguiente estaba listo para ser ocupado.

Cuando comenzó el trabajo en la nueva sucursal, esto significó que todo tuvo que ser mudado a lo que eran las zonas de almacenaje y despacho del edificio de 1940; la casa en Honduras 5646 tenía que ser derribada. El hermano Eisenhower describe el arreglo: “Las oficinas fueron mudadas a una parte de la zona de almacenaje; otra parte fue dividida en dormitorios; al mismo tiempo la prensa funcionaba en otra parte. Cuando uno se levantaba para preparar el desayuno, no se necesitaba ninguna campana para llamar a la familia; nos guiaba el aroma del alimento que se estaba preparando al extremo posterior del mismo salón. ¡Llamábamos el hogar que ocupábamos ‘Villa Cartón’ y verdaderamente fue una experiencia inolvidable vivir allí! Casi el único problema que surgió en aquel tiempo fue el de tener que oír las diferentes tonadas de ronquidos, y a veces uno no podía dormir.

“¡Cuánto nos alegramos cuando el nuevo edificio quedó terminado! Significó mucho más espacio para la oficina, el departamento de envío, así como habitaciones para la familia. Y, una vez que el edificio estuvo completo, la Escuela del Ministerio del Reino fue mudada a la central de la sucursal. Fue una bendición poder tener a los superintendentes de congregación con nosotros y ellos, en cambio, pudieron ayudarnos a efectuar el trabajo en la sucursal.”

La Escuela del Ministerio del Reino para la Argentina fue iniciada en el año 1961, y por el primer año funcionó en uno de los Salones del Reino en el centro de Buenos Aires. El alojamiento para los hermanos que asistieron al curso de un mes fue amorosamente suministrado en muchos hogares de los hermanos. A los estudiantes se les asignó a trabajar con diferentes congregaciones de Buenos Aires, y así muchos compartieron su compañerismo. La primera clase estuvo compuesta de siervos de distrito y circuito así como de siervos de congregación de muchos años de servicio. De estas primeras clases se hicieron asignaciones para algunos futuros siervos de circuito. El hermano Rogelio Del Pino había sido llamado de su servicio en la obra de distrito y, junto con hermanos de otros doce países de la América latina, había recibido entrenamiento especial por un mes en Galaad, South Lansing, Nueva York, en preparación para el servicio de instructor de la Escuela del Ministerio del Reino. También sirvió en el Uruguay en esta capacidad. No hay duda de que la escuela ha cumplido un papel muy importante en entrenar y capacitar a los siervos dentro de la organización de Jehová.

Había pasado una década de trabajo bajo proscripción; los años sesenta ya prometían mayor expansión de la obra del Reino en la Argentina. Los hermanos se habían preguntado qué efecto tendría la proscripción en la obra. Que el informe para el año de servicio de 1960 hable por sí mismo: 205 congregaciones con un máximo de 7.204 publicadores, incluso 227 precursores regulares y 155 precursores especiales, informaron un total de 1.327.294 horas. Se habían colocado 128.126 libros y folletos, 1.116.751 revistas; se habían obtenido 14.766 suscripciones. Nuestros hermanos hicieron 588.443 revisitas y condujeron un promedio de 6.600 estudios bíblicos de casa. El Memorial en aquel año tuvo una concurrencia de 13.937 personas; además se pronunciaron 5.443 discursos públicos. Verdaderamente la proscripción no había estorbado la expansión de la actividad de predicar en este país.

Además de la introducción de la Escuela del Ministerio del Reino, se suministró entrenamiento y ayuda especial para la Argentina comenzando en 1960. En aquel año el hermano Eisenhower fue nombrado siervo de zona para la parte meridional de la América del Sur: Chile, Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil. En 1963 rindió servicio en estas sucursales y entonces tuvo el privilegio de asistir al curso de diez meses de Galaad. Esta responsabilidad añadida que se le asignó al hermano Eisenhower ha significado a su vez, que se ha colocado más responsabilidad sobre los hermanos locales. El hermano Eisenhower menciona que “esto ha resultado muy provechoso, porque ahora tenemos en el país hermanos bien entrenados que están capacitados para atender la actividad.

“En 1961 uno de nuestros hermanos argentinos, Edgar Iribar fue invitado a recibir entrenamiento especial en Galaad. Al regresar sirvió por algún tiempo en la sucursal y en obra de traducción. Luego, en 1962, otros dos argentinos, el hermano Ortwin Lunkenheimer y el hermano Nicolás Schemmel, también asistieron al curso de diez meses de Galaad.”

Las asambleas de distrito continuaron desempeñando un papel de importancia en mejorar el personal de la organización predicadora en este país. ¡Pero nos esperaban más y mayores sorpresas! En 1966 el hermano Knorr hizo una visita relámpago a las sucursales de América del Sur, incluso a la Argentina, para organizar asambleas internacionales para la América latina que comenzarían a fines de 1966 y continuarían en las primeras semanas de 1967. Durante la corta visita del hermano Knorr, el hermano Eisenhower le dijo que esperaba que nunca tuviera que edificar más. El hermano Knorr contestó: “¡Hombre, ustedes solo han levantado un edificio; nosotros estamos construyendo siempre!” El hermano Eisenhower continúa la historia: “Para cuando terminó la visita breve del hermano Knorr él había decidido que deberíamos añadir un nuevo piso a nuestro edificio actual de la sucursal, lo cual nos daría otros seis cuartos dormitorios, y llevaría el total de dormitorios a dieciocho. La obra comenzó casi inmediatamente, y para el fin de 1966 nuestro edificio de sucursal actual de cuatro pisos estaba completo, junto con la añadidura de un cuarto en el techo para la Escuela del Ministerio del Reino. Esto ha resultado muy provechoso, no solo para los hermanos que vienen a participar en la escuela, sino también para el aumento de la familia de la sucursal, que ahora tiene veintidós miembros.”

A medida que la obra crecía y se manifestaban aumentos constantes, se comprende que el hermano Muñiz sintiera gran satisfacción. Vivió no solo hasta ver estos edificios, sino también hasta que se pasó de la marca de 13.000 en el número de publicadores. Como modo de expresar su gozo y compartirlo con los miembros de la familia de Betel, era su costumbre dar una cena especial para la familia cada vez que se alcanzaba otro máximo de 1.000 publicadores. El menú lo planeaba y preparaba el hermano Muñiz y siempre incluía platos especiales y costosos. Estos eran verdaderamente banquetes, y el hermano Muñiz pagaba por todo con su propio dinero. En cada una de estas cenas especiales había una mesita mantenida aparte con frutas y otros alimentos que no se usaban o comían como parte de la comida; el hermano Muñiz explicaba que esto representaba la abundancia que había en la organización de Jehová.

¡AL FIN, UNA ASAMBLEA INTERNACIONAL!

Ciudades grandes de los Estados Unidos y Europa han sido la escena frecuente de asambleas internacionales del pueblo que lleva el nombre de Jehová. Muchos de nuestros hermanos argentinos han vencido el obstáculo de la gran distancia y los elevados costos de viaje para ser parte de las felices muchedumbres que se han congregado en estas inolvidables fiestas espirituales. Pero, ¡cuán a menudo hicieron ellos y los grandes números de hermanos que quedaron atrás en aquellas ocasiones la pregunta: “¿Por qué no prepara la Sociedad asambleas internacionales en la América latina?” “¿Cuándo nos visitarán hermanos de otros países a nosotros?”

¡Qué expresiones de gozo y emoción fluyeron de los labios de los hermanos argentinos cuando supieron que al fin se realizaría su acariciada esperanza! Buenos Aires sería el eslabón más meridional en una cadena de asambleas latinoamericanas que estarían programadas para fines de 1966 y comienzos de 1967. Más de 400 hermanos de otros países de las Américas y Europa compusieron la delegación internacional; unos venían por Santiago, Chile, otros venían directamente de La Paz, Bolivia, mientras que algunos habrían de detenerse en Asunción, Paraguay, antes de converger en Buenos Aires. ¡Inolvidables fueron aquellos días de compañerismo cristiano, desde el 11 hasta el 15 de enero, inclusive, de 1967!

Inolvidable, también, fue el privilegio especial de que seis de nuestros “hermanos de más edad” nos visitaran desde la central de la Sociedad en Brooklyn: los hermanos Knorr, Franz, Suiter, Henschel, Larson y Couch... nombres que la gran mayoría de los hermanos argentinos solo habían leído en el Anuario.

Lo significativo de tener a estos hermanos con nosotros fue descrito apropiadamente por la hermana Lira Berrueta, que ha servido como misionera en la Argentina desde 1950. La hermana Berrueta es sudamericana por nacimiento, y en el programa especial en inglés presentado en la asamblea de Buenos Aires para los delegados del extranjero hizo el siguiente comentario al auditorio: “En la reunión de misioneros de 1958 en Nueva York, el hermano Franz comentó acerca del discurso de la asamblea basado en Isaías 8:18, y dijo: ‘Bueno, todos ustedes pueden volver a sus asignaciones y decir a los hermanos que han visto al resto. Los del resto son para señales y maravillas, como lo fueron los hijos de Isaías en su tiempo.’ En aquel tiempo pensé: ‘¡Cómo quisiera que todos nuestros hermanos allí en la América del Sur pudieran ver al resto y sentirse como nos sentimos nosotros en esta ocasión histórica!’

“Ahora este deseo se ha hecho realidad en esta maravillosa asamblea. Cuando estaba animando a los publicadores a asistir a esta asamblea, me referí a las palabras del hermano Franz y les dije: ‘¡No pueden faltar a esta asamblea, porque cuando venga el nuevo orden ustedes, también, podrán decir a las nuevas generaciones que han visto a la parte más representativa del resto!’ Estamos muy agradecidos por esta asamblea, por la presencia de todos ustedes.”

Una parte muy sobresaliente del programa en inglés fue oír al hermano Juan Muñiz, el que, con la ayuda de Jehová, organizó la predicación en este país y otros países sudamericanos hace unos cuarenta y tres años. Muy apropiadamente, fue el primer orador presentado por el siervo de la sucursal, el hermano Charles Eisenhower. Y, apropiadamente o no, el hermano Muñiz cumplió con su reputación de excederse del tiempo asignado. El hermano Eisenhower recuerda las palabras del hermano Muñiz: “¿Cómo puedo decir en quince minutos lo que debería decir en tres o cuatro horas? ¿Cómo puedo condensar todo lo que quiero decir? ¡Eso de hablar por solo quince minutos no es para mí!”

Miembros de la familia de Betel y otros que lo conocieron bien aprecian el excelente ejemplo que puso el hermano Muñiz, no solo en cuanto a enseñar la Biblia, sino también al ser un estudiante de la Palabra de Dios durante toda su vida. Por algunos años antes de su muerte atendió la sala de recibo en la sucursal de Buenos Aires. Cuando otros asuntos no exigían su atención, era una vista muy común hallarlo allí detrás del escritorio leyendo la Biblia. No sabemos cuántas veces la había leído de principio a fin. Pero una cosa es segura: aun en su edad avanzada nunca dejó de alimentarse con abundantes porciones diarias de la verdad de Dios. Su fe firme en esa Palabra está bien ilustrada por un incidente que recuerda el hermano Adamson: “Cierta mañana de 1942 leí en el Herald de Buenos Aires que J. F. Rutherford había muerto. Era un artículo breve, pero fue una verdadera sacudida para nosotros. ¿Qué sucedería? De nuevo la actitud del hermano Muñiz fue decididamente una ayuda. ‘El hermano Rutherford no nos dijo que fuéramos y predicáramos, ¿verdad? Esa es instrucción de Jehová por medio de Su Palabra. Entonces, vamos a seguir haciendo lo que se nos dijo que hiciéramos y Jehová se encargará de los asuntos en su organización,’ fue el comentario inspirador de fe del hermano Muñiz.”

Según el programa de aquel sábado 14 de enero por la mañana, grupos de seis u ocho misioneros ocuparían la plataforma a la vez, y cada uno diría algo acerca del tema único: “Los gozos del servicio misional.” Entre las presentaciones de estos grupos, cada uno de los seis representantes especiales que vinieron de la central de la Sociedad habló. Apropiadamente, las primeras expresiones de misioneros fueron presentadas por tres hermanas, todas graduadas de la primera clase de Galaad. El hermano Knorr comentó más tarde sobre las experiencias de ellas al hablar a la reunión. Le recordó al auditorio que estas primeras misioneras y otras habían tenido el gozo de ser ‘madres’ para siervos de congregación, siervos de circuito, siervos de distrito y otros graduados de Galaad. Al hermano Knorr también le causó risa el hecho de que las misioneras estuvieran tan nerviosas porque tenían que hablar en inglés.

Si los misioneros se sintieron animados por la presencia de los directores de la Sociedad, ¿cómo se sintieron los directores? Uno de ellos dijo: “Ustedes los misioneros nos han dado algo y nos sentimos animados y edificados por haber tenido el privilegio de estar con ustedes.” Otro de los directores, dirigiéndose a los viajeros que habían venido de otros países, dijo: “La parte más importante de su gira no ha sido visitar a países nuevos y diferentes, viendo obras majestuosas de la creación de Jehová, y viendo interesantes lugares de importancia histórica. La parte más importante ha sido visitar a los misioneros, escuchar sus experiencias y ver su gozo al servir a Jehová por muchos años en estos países. Esperamos que ustedes vayan a casa y animen a sus hijos e hijas a aspirar al servicio misional, y que animen a los publicadores allí en sus congregaciones a arreglar sus asuntos para ir donde hay mayor necesidad de ayuda en otros países.”

Los graduados de Galaad también recuerdan mucho su reunión especial y cena con el hermano Knorr y algunos de los directores de la Sociedad en aquella ocasión. Era una noche clara y calmante de verano cuando el grupo feliz de misioneros de todas partes de la Argentina, junto con miembros de la familia de Betel de Buenos Aires, se reunió en la terraza del hogar Betel el viernes por la noche. Después de una deliciosa comida el hermano Knorr estaba hablando al grupo. Hasta este punto el ambiente había sido de conversación ligera. Entonces el hermano Knorr miró su reloj; la hora indicaba que era después de las doce de la noche; estábamos en otro día. La voz que nos hablaba adquirió un tono serio, y hubo momentos en que se podía notar que al hermano Knorr se le hacía difícil controlar sus emociones y continuar. Había sido precisamente veinticinco años antes, el 13 de enero de 1942, que él había sido nombrado presidente de la Sociedad. Repasó con nosotros el deseo profundo que siempre había tenido, desde sus días como siervo de la fábrica en Brooklyn, de ver que salieran misioneros a todas partes de la tierra habitada. Aunque le mencionó esto al hermano Rutherford, se le dijo que no quedaba suficiente tiempo para tal obra. Pero hace veinticinco años, cuando el hermano Knorr llegó a ser presidente, presentó la propuesta de una escuela misional a la junta de directores, varios de los cuales estaban presentes con nosotros aquella noche, y recibió su aprobación. Pronto la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower era una realidad. Cuando los graduados de aquella primera clase y otras clases de las primeras fueron enviados a sus asignaciones extranjeras, el hermano Knorr pasó muchas noches preocupado y sin dormir, preguntándose, con oración, cómo les iría a estos amados hermanos y hermanas. Ahora, veinticinco años más tarde, parecía muy apropiado que el hermano Knorr estuviera con los misioneros. Lo bien que les había ido era manifiesto: aquí en la Argentina cuatro de aquella primera clase de Galaad todavía sirven fielmente.

Además de la asamblea principal en Buenos Aires, otra asamblea se celebró simultáneamente en la ciudad de Córdoba, en el interior, y los hermanos de Brooklyn fueron presentados en el programa de allí también. ¡Imagínese el gozo de todos, tanto del publicador nativo como del visitante extranjero, al enterarse de que un total de 15.238 personas habían asistido a las dos asambleas, unos 11.000 tan solo en Buenos Aires! Un total de 692 habían simbolizado su dedicación. Estas cifras alcanzan mayor significado cuando uno se da cuenta de que solamente veinte años antes, en 1947, solo había 679 publicadores en toda la Argentina... una cifra que ni siquiera igualaba el número de los que se bautizaron en esta asamblea. Este año de 1967, 13.317 publicadores habían participado en el servicio del campo.

Se había programado un horario muy interesante para los delegados visitantes, incluso giras a muchos de los sitios históricos de esta metrópoli donde se comenzó la predicación del Reino en la Argentina. Se habían hecho arreglos especiales para que los viajeros disfrutaran de un asado típico en el campo. Autobuses, con un misionero asignado a cada uno como guía, recogieron a los hermanos en su hotel para el agradable viaje a un rancho-restaurante en el campo. El ambiente rústico, además de la vista de cerca del asado en preparación —enormes emparrillados bajos sobre brasas y cubiertos con una buena selección de chorizos y largas lonjas de costillas de res, además de mitades completas de res atravesadas con varas de hierro, con un extremo hundido en la tierra, y el otro sosteniendo la carne a un ángulo sobre las brasas— dieron a los hermanos la oportunidad de “gustar” de lo mejor de la vida de campamento en la Argentina. ¡Pero esto no fue todo! Al terminar el almuerzo, grupos folklóricos de músicos y bailarines de la Argentina y el Paraguay en indumentaria típica presentaron interesantes exhibiciones de su talento.

Demasiado pronto los hermanos visitantes siguieron viajando asambleas en el Uruguay y Brasil, pero no sin dejar en sus manos argentinos una impresión duradera de interés genuino y el amor cristiano que no conoce límites nacionales. El que ellas asambleas ciertamente habían tenido efecto favorable en nuestros publicadores se desprende claramente del hecho de que el año de servicio de 1966-1967 resultó ser el mejor hasta entonces en la historia de la obra del Reino en la Argentina.

MÁS EXPANSIÓN DE LA SUCURSAL

En diciembre de 1968 el hermano Knorr y su esposa hicieron una visita de dos días a la Argentina durante un viaje por la América del Sur. Fue en esta ocasión que el hermano Knorr y el hermano Eisenhower consideraron que era necesario que hubiera expansión en la sucursal de la Argentina, “de modo que investigamos propiedades adjuntas para ver si sería posible obtener algo,” relata el hermano Eisenhower. “Después de hablar con los vecinos, pudimos comprar un terreno excelente que conectaba con nuestra propiedad del momento por la parte de atrás y llegaba hasta la calle siguiente. Este terreno mide 9 metros por 51 (aproximadamente 30 pies por 164 pies). La firma de las escrituras sobre la nueva propiedad se efectuó hacia fines de 1969. A principios de 1970 se trazaron planes para el nuevo edificio. Esos fueron aprobados por la municipalidad y también por el hermano Knorr. Esto nos dio otros 740 metros cuadrados de espacio; el piso bajo para envío, almacenamiento y también sala de recibo; el segundo piso para oficinas, y tres dormitorios en el tercer piso.

“Se determinó que en todo caso posible los hermanos construirían. Nos pusimos en comunicación con el contratista que había erigido nuestros edificios de la calle Honduras y él estuvo dispuesto a trazar los planes, presentarlos al gobierno municipal y conseguir los necesarios permisos para construcción. Esto se hizo en octubre de 1970, e inmediatamente se comenzó la demolición de los edificios. Nos alegró haber tenido hermanos trabajando en el edificio durante la semana, algunos recibiendo paga de la Sociedad, puesto que tenían familias que atender; otros, incluso precursores especiales, vinieron y contribuyeron su ayuda, alojándose en la sucursal de la Sociedad. Se hicieron arreglos para actividad especial en los fines de semana cuando hermanos de las congregaciones de Buenos Aires y sus alrededores podían contribuir su labor a la obra de construcción. Grande fue el entusiasmo de parte de los hermanos. Tanto hermanas como hermanos prestaron su ayuda. Era sobresaliente ver el celo de nuestros hermanos en su deseo de ver que la expansión de la obra continuara aquí en la Argentina.

“Un rasgo gozoso de esta actividad de fin de semana era la comida del mediodía. Esto generalmente sería un asado argentino. Todos comíamos juntos (80, 90, ó 100 ó más) en las largas mesas de tablones levantadas para la ocasión en la zona de almacenamiento de nuestro edificio o arriba en el nuevo edificio que se iba construyendo. Después del almuerzo, por corto tiempo un hermano o una hermana que podía tocar la guitarra o algún otro instrumento suministraba la música mientras otros del grupo frecuentemente estaban juntos. Así la música, tanto de la variedad nativa como de cánticos del Reino, suministraba esparcimiento para los hermanos y prestaba entusiasmo a la ocasión. Un domingo 114 hermanos y hermanas estuvieron presentes trabajando en el edificio.”

Por lo general en la Argentina el trabajo en los edificios se extiende a tal grado que lo que se planea hacer en un solo año comúnmente necesita dos años para completarse. El hermano Eisenhower nos asegura que “esto no ha sido así en cuanto a nuestro edificio. Estábamos organizados de tal manera que una vez que la gente que preparó el cimiento de cemento terminó, nuestros hermanos entraron en acción y comenzamos a levantar las paredes. En solo seis meses nos satisfizo ver completado el nuevo edificio. Lo ocupamos durante agosto de 1971. Tanto la obra de pintarlo como las instalaciones eléctricas y la plomería se había completado. Toda esta actividad ha significado trabajo de fines de semana para varios hermanos de la familia de Betel, pero se ha hecho gozosamente porque sabemos lo que el nuevo edificio significará para la obra en la Argentina. Una gran parte del dinero para este nuevo edificio ha sido contribuido por los hermanos, y otros han hecho préstamos sin interés. Damos gracias a Jehová por la manera en que ha movido a Su pueblo a dar de tan buena gana.”

El informe de 1971 muestra la necesidad de un lugar agrandado para servir mejor a los hermanos en el campo: un máximo de 20.750 publicadores informó, incluso 408 precursores especiales y 1.019 precursores regulares; la literatura colocada alcanzó el total de 466.301, además de 3.698.032 revistas y 29.865 nuevas suscripciones; se hicieron 2.253.005 revisitas y se condujeron 21.177 estudios bíblicos. Evidentemente se necesitó mucho tiempo para toda esta actividad, y nuestros hermanos informaron 4.215.406 horas. Al Memorial asistieron 45.337 personas, y durante el año se pronunciaron 15.341 discursos públicos.

Además de la actividad en el campo, el siervo de sucursal informa: “Nuestras prensas funcionan todo el día imprimiendo para Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y la Argentina. Pronto tendremos que dar expansión a la imprenta también, añadiendo una nueva prensa a nuestro actual equipo de impresión.”

Otra señal muy patente de la expansión del Reino aquí en la Argentina es la construcción de muchos excelentes Salones del Reino. Frecuentemente los hermanos han donado solares para esos edificios, o una parte de un hogar ha sido entregada para darle nueva forma como Salón del Reino. En otros casos personas que han mostrado interés han sentido el deseo de ayudar a los hermanos a tener lugares apropiados donde reunirse.

COMPARTIENDO CON OTROS NUESTRAS BENDICIONES

La organización del pueblo de Jehová en la Argentina ha tenido el feliz privilegio de no solo recibir ayudantes en la forma de misioneros devotos, sino también compartir la consecuente prosperidad con otras sucursales. Allá en el año 1965, en una visita que hizo el hermano Eisenhower a Chile como siervo de zona, se comprendió que se necesitaban más hermanos capacitados en aquel país, de modo que a la central de la Sociedad se le recomendó transferir a algunos de nuestros hermanos argentinos a Chile. Esto fue aprobado y el hermano Ernesto Ots y su esposa fueron a Chile a servir en la obra de circuito. Más tarde los hermanos Pedro Lovato y Fernando Fanín, ambos graduados de Galaad, y sus esposas, fueron asignados a Chile. Además, en 1966, un graduado de Galaad argentino, Raúl Vázquez, y su esposa, fueron asignados a España como misioneros.

Para 1970 se comprendió que se necesitaba más ayuda en el Paraguay, así que la oficina del presidente autorizó el envío de diez precursores especiales desde Argentina para ayudar a nuestros hermanos allí. Estos hermanos están haciendo una excelente obra en cuanto a hallar y ayudar a los interesados en ese país, de modo que la sucursal paraguaya nos ha pedido que les enviemos otros seis precursores especiales.

Otra sucursal vecina, Bolivia, solicitó diez precursores especiales de la Argentina; tres ya están trabajando allí y otros dos están de camino. Por eso para el fin del año podremos completar la cuota de precursores especiales solicitada para Bolivia y Paraguay. Al hermano Eisenhower le complace decir que “los hermanos argentinos se sienten muy felices por poder ir a otros países a ayudar en la predicación, ayudando a las personas sinceras a librarse de Babilonia la Grande.”

Uno de los instrumentos que ha contribuido a llevar a muchas más personas a asociación activa con la organización de Jehová es el libro La verdad que lleva a vida eterna. “Hemos recibido y enviado desde la sucursal 490.611 de estos libros,” nos dice el hermano Eisenhower, “y la mayoría de éstos han sido colocados en las manos de la gente. Este maravilloso instrumento, llamado por muchos ‘la bomba azul,’ ha ayudado inconmensurablemente a llevar a la gente las buenas nuevas del Reino. Y por medio de estudios bíblicos regulares conducidos con esta publicación, se ha ahondado por sonido la genuina verdad bíblica en el corazón de miles de personas, y como resultado de ello han llegado a amar a Jehová con el deseo de servirle.”

Según el hermano Eisenhower, “nuestros hermanos que están cumpliendo términos de tres años en prisiones militares por mantenerse en su posición de neutralidad en cuanto a envolverse en las cosas de este mundo y el servicio militar están dando otro excelente testimonio. En la actualidad hay unos treinta y cinco hermanos cumpliendo sentencias y se regocijan de haber tenido la oportunidad de dar testimonio y ser un testimonio a los oficiales militares.”

Al repasar, pues, la obra que han hecho durante los pasados cuarenta y siete años nuestros hermanos y la organización teocrática que ahora funciona, no hay duda de que Jehová ha bendecido abundantemente la obra de las manos de Sus siervos fieles que mantienen integridad. Especialmente quisiéramos mencionar a los muchos graduados de Galaad que han servido aquí... tanto hermanos y hermanas argentinos nativos como otros que han sido asignados a trabajar en la Argentina. Muchos de estos fieles todavía están ocupados en el ministerio de tiempo cabal aquí y en otros países. Otros, debido a mala salud, o al trabajo de tiempo cabal de ser padres y cumplir otras obligaciones bíblicas, se han ido. Nos sentimos como Pablo cuando habla acerca de los hombres fieles de la antigüedad en el capítulo 11 de Hebreos, y ‘nos falta tiempo para hablar acerca de las actividades de todos que han servido en la Argentina.’

Mirando el mapa de la Argentina, ahora podemos apreciar en retrospección que lo que había parecido una obra enorme y casi un desafío formidable para aquel puñadito de siervos dedicados a principios de los años veinte ahora es una realidad viva. Pase sus ojos de nuevo de norte a sur al darse cuenta de que esparcidos por todas las veintidós provincias y la Capital Federal, desde los alcances más septentrionales hasta la punta más meridional de la América del Sur en el territorio de Tierra del Fuego, se encuentran 361 congregaciones y 110 grupos aislados testigos de Jehová. Trabajando celosamente con éstos hay más de 400 precursores especiales, sin mencionar a los siervos de circuito y distrito. De nuevo en esta década nuestros precursores están trabajando a lo largo de las líneas del ferrocarril en tres provincias del Norte: Salta, Formosa y Chaco. Pero esta es completamente diferente... esta vez nuestros hermanos están yendo simplemente a colocar literatura; ¡regresan para conducir estudios con los interesados y traer más personas de cualidad de oveja a la congregación de Jehová!

Sí, adondequiera que uno fuera en la Argentina hoy, encontraría a los testigos cristianos de Jehová esparciendo sostén y gozo espiritual mientras siguen activamente el mandato de Jesús registrando en Hechos, capítulo 1, versículo 8: “. . . serán testigos mí . . . hasta la parte más lejana de la tierra.”

[Mapa de la página 49]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

ARGENTINA con las PROVINCIAS EN ROJO y las CIUDADES EN NEGRO

BOLIVIA

PARAGUAY

JUJUY

SALTA

FORMOSA

CHACO

CATAMARCA

TUCUMÁN

SANTIAGO DEL ESTERO

Resistencia

MISIONES

LA RIOJA

CÓRDOBA

SANTA FE

CORRIENTES

BRASIL

SAN JUAN

SAN LUIS

ENTRE RÍOS

Rosario

URUGUAY

Mendoza

CHILE

MENDOZA

LA PAMPA

BUENOS AIRES

Buenos Aires

La Plata

Bahía Blanca

Mar del Plata

NEUQUÉN

RÍO NEGRO

CHUBUT

Rawson

Océano Atlántico

SANTA CRUZ

Río Gallegos

TIERRA DEL FUEGO

Ushuaia