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Terranova

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A cierta distancia de la costa oriental del Canadá se encuentra, rodeada de mar, la isla de Terranova. Esta isla, la decimosexta en tamaño en el mundo, tiene menos de la mitad del tamaño del Reino Unido, y tiene una población de 530.000 habitantes. Terranova es magnífica con su belleza primitiva y fragosa, y su tortuosa costa de casi diez mil kilómetros de elevados peñascos, precipicios marcados por el azote de las tormentas y peligrosos rompientes. La población —principalmente pescadores, hacheros y cazadores de pieles en sus primeros días— son robustos descendientes de estirpe inglesa, escocesa e irlandesa. El arrancar un sustento del mar y del suelo rocoso fue una verdadera prueba de aguante y persistencia. Los terranovenses, aunque dominados por tanto tiempo por los clérigos de las diversas sectas de la cristiandad, en su mayoría tienen un espíritu fieramente independiente junto con un respeto a Dios y su Palabra escrita... ¡de seguro terreno apropiado donde los testigos de Jehová del día moderno pueden plantar el mensaje de la verdad!

Una fiel sierva de Jehová, Edith Mason, delicada mujer de cuarenta años de edad, se mantenía ocupada en el esparcimiento del mensaje del Reino en la provincia de Nueva Escocia en la tierra continental canadiense en el año 1914. Solo ciento cuarenta y cinco kilómetros la separaban de Terranova, y a menudo se halló pensando en cuanto a la gente de esta isla. ‘¡Ellos necesitan el mensaje, también! ¡Qué felices los haría!’ Habló a los hermanos locales acerca de llevar a aquel lugar el maravilloso Foto-Drama de la Creación. Estaba segura de que esta producción de diapositivas, películas y sonido que bosquejaba el propósito de Dios desde la creación hasta el fin del reinado de mil años de Cristo les sería provechosa a los terranovenses. Aunque no parecía que el tiempo fuera apropiado para aquel paso, ella siguió pensando en cuanto a aquel asunto.

Entonces, en una callada oración cierta noche, resolvió que iría a aquel lugar sola como precursora. Aquella resolución tendría resultados trascendentales. Jehová utilizaría a esta valerosa mujer para satisfacer a muchas personas de Terranova que tenían hambre de la verdad. Al principio ella no pudo encontrar a nadie que apreciara lo que ella decía. Pero, vez tras vez, cuando tenía unos pocos peniques para gastarlos, se halló atraída al lugar del capitán Gibbon en la Colina de Carter. Así es como ella cuenta la historia:

“Este antiguo capitán de goleta tenía una casa de huéspedes y se deleitaba en hablar con los hombres del norte cuando éstos llegaban al puerto. Muchos de los capitanes y comerciantes que venían a la capital desde los ‘puertos exteriores’ se alojaban en este lugar. Pronto descubrí que si iba a la casa de huéspedes del capitán Gibbon para la comida del medio día en los domingos, muchos de estos hombres . . . se reunían alrededor de su chimenea. Por lo general . . . había un ambiente pío, y por eso yo empezaba a hablarles acerca del Reino.” Dos de estos hombres, pescadores jóvenes de Cat Harbour o Lumsden, una aldehuela en la desolada costa del nordeste, eran Eli Parsons y Wesley Howell. Quedaron impresionados por lo que oyeron, aceptaron ejemplares de Estudios de las Escrituras y se los llevaron a sus lejanos hogares.

Sucedió que Wesley Howell era el lector lego de la iglesia metodista en el lado septentrional del poblado, y Edgar Gibbons, otro del grupo que obtuvo literatura de la hermana Mason, era el lector lego de la iglesia que había en el lado meridional. Ambos decidieron que ahora realmente tenían algo acerca de lo cual predicar. Pero cierto día el clérigo hizo una visita especial a la oficina de negocios de Wesley y dijo con amargura: ‘Puedes volver al púlpito, ¡pero deja tu nueva religión fuera de él!’ Wesley rehusó rotundamente. El enfurecido predicador replicó: ‘Tu familia te maldecirá por esto,’ y salió a fuertes trancos.

Para este mismo tiempo la presidenta del grupo de Damas Auxiliares Anglicanas oyó por casualidad la parte final de un discurso que pronunció el hermano A. H. Macmillan, de la central de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, Nueva York, sobre un tema que ella debería haber conocido a cabalidad, a saber, el Padrenuestro. Pocos días antes de la muerte de ella en diciembre de 1970, a la gran edad de noventa y un años, ella recordó aquella noche de mucho tiempo atrás: “El Orange Hall estaba completamente lleno, pero Wesley Howell se las arregló para hallarnos asientos. El hermano Macmillan estaba explicando el significado del Padrenuestro, y aunque yo había sido criada en un hogar estricto de la Iglesia de Inglaterra, nunca conocí su significado. Era como si hubiera estado toda mi vida en un oscuro calabozo y en aquellos pocos momentos el hermano Macmillan hubiera prendido la luz. Yo había reconocido la verdad con solo oír parte del último discurso.” Aquella anterior presidenta de las Damas Auxiliares Anglicanas llegó a ser la hermana Mary Goodyear.

ADQUIRIENDO UNA POSICIÓN ESTABLECIDA

Fue en aquel tiempo que el hermano Macmillan organizó la primera congregación del pueblo de Jehová en Cat Harbour (Lumsden), en el año 1916. El grupo que se reunía para estudiar la Biblia aumentó hasta más de una docena, y algunos de los que participaban daban para hacerlo caminatas sobre muchos kilómetros de playa arenosa y alrededor de la escabrosa costa, hasta cuando el tiempo era tempestuoso.

La hermana Mason, sola allá en la capital, St. John’s, todavía estaba haciendo planes y orando que el Foto-Drama pudiera ser llevado a Terranova, donde muchas personas todavía eran leales a la Biblia. Por medio de fondos suministrados por amigos del lugar donde anteriormente ella había sido repartidora de literatura, y con la ayuda de una donación que le hizo el presidente de la Sociedad Watch Tower, Charles T. Russell, de su propio bolsillo, finalmente ella hizo arreglos para que el hermano Black, de Nueva Escocia, llevara a aquel lugar las diapositivas y el equipo de proyección de la Sociedad. Así pues, el 5 de mayo de 1916 comenzó una exhibición del Foto-Drama por tres semanas en St. John’s. Tantos ciudadanos locales y pescadores y mercaderes que estaban de visita desde los puertos exteriores y desde Labrador vinieron a ver el Foto-Drama que nunca hubo suficiente espacio para las muchedumbres. En total, 10.825 personas lograron asistir a una u otra de las catorce noches de exhibición y quince de las tardes.

Después que los hermanos habían regresado a sus propias asignaciones en el Canadá u otros lugares, la hermana Mason decidió visitar el grupito de Lumsden. Aprovechó la oportunidad para edificar unos fuertes fundamentos para aquella pequeña congregación lejana. Un buen número de los que más tarde fueron publicadores activos obtuvieron por primera vez un aprecio de los propósitos de Dios en aquel tiempo.

A medida que pasaron los años, muchos diferentes hermanos visitaron a Lumsden para nutrir y fortalecer al grupo que crecía. Todos recuerdan la ocasión en que el hermano Clifford Roberts vino de visita desde el “continente.” Un hombre de edad avanzada de la población, que padecía del corazón, no podía dar la larga caminata a Orange Hall para oír el discurso público del visitante. Para sorpresa de todos, este caballero de edad avanzada hizo arreglos para usar el edificio de la iglesia local; y allí el hermano Roberts habló a un auditorio de varios centenares de personas. Mientras pronunciaba el discurso, fue interrumpido momentáneamente por un hombre que apareció en la parte posterior de la iglesia, gritando: “¡Este grupo me ha quitado la iglesia!” Cuando terminó el discurso, el hombre de edad avanzada mencionó que había esperado vivir suficiente tiempo para oír la verdad predicada en la iglesia; en aquel día se habían realizado sus esperanzas.

La hermana Josephene Parsons, de aquella zona, recuerda la visita que hizo en 1917 el hermano John Cutforth, uno de los “peregrinos,” como se conocía entonces a los representantes viajeros de la Sociedad. Ella ríe para sí cuando relata este divertido incidente: “Muchas veces nos preguntamos cómo debe haberse sentido John cuando preguntó en cuanto a una cama en la casa de huéspedes y se le dio esta respuesta: ‘No me parece que tenga una que sea lo suficientemente larga para usted.’ Pues, el hermano Cutforth medía casi dos metros de altura.”

¿Recuerda aquella predicción que hizo un clérigo de que la familia de Wesley Howell lo maldeciría por haberse apartado de las enseñanzas de la cristiandad? En vez de eso hubo una bendición. Hoy varios hijos, nietos y bisnietos de aquellos primeros creyentes de la verdad bíblica se encuentran en las filas de los precursores en Terranova.

En 1945 unos doce Testigos activos fueron organizados en una congregación en Lumsden Sur. Aquel mismo año la congregación Lumsden Norte convirtió el segundo piso de la “tienda Cooper” en un Salón del Reino. Entonces, en 1947, se construyó el primer Salón del Reino de Lumsden Sur. Más allá en la Playa Derecha (llamada así debido a que no tenía bahía) están las congregaciones de Musgrave Harbour y Aspen Cove. Estas se componen de prole literal, y mucha prole espiritual también de los Testigos originales de Cat Harbour o Lumsden.

PREDICANDO EN LOS DÍAS DEL PRINCIPIO

La actividad en la predicación de aquellos días del principio denota el amor, el valor y la tenacidad de los predicadores de las buenas nuevas. No había carreteras y solo había unos cuantos senderos estrechos. Durante los años treinta y los años cuarenta había que hacer muchos viajes por embarcación en aguas agitadas y condiciones de tiempo tormentosas. A menudo los Testigos se veían afligidos por mareos. Una de las hijas de Wesley Howell relata esta experiencia: “Después de un viaje de veinticuatro kilómetros en una embarcación a Wesleyville. caminábamos los ocho kilómetros hasta Templeman. Esto no era fácil, puesto que teníamos que transportarnos con dificultad sobre sendas rocosas, y era una lucha pasar por pantanos húmedos y acuosos, mientras llevábamos una maleta [de literatura] en una mano y un fonógrafo en la otra. Muchas veces colocábamos los fonógrafos en el suelo como cosa sólida sobre la cual pisar, y entonces luchábamos con nuestras maletas para empujar nuestros fatigados cuerpos sobre el pantano. . . . En muchas localidades nos seguían grupos de muchachitos que nos gritaban burlas mientras íbamos a los diferentes hogares a tocarles las conferencias. Uno de aquellos muchachos que anteriormente se mofaban llegó a ser un superintendente en Lumsden. Sus padres de edad avanzada, junto con su esposa y su familia, son testigos de Jehová. Dos de sus hijos están en el servicio de tiempo cabal.”

¿Qué habían estado haciendo la hermana Edith Mason y su compañera la hermana Whitmore desde la última vez que oímos de ellas? En 1918 el clero de la cristiandad se estaba aprovechando del fervor bélico para librarse de una vez para siempre según pensaban, de los pestíferos Estudiantes de la Biblia. Adquirimos alguna idea de los ridículos extremos a que llegaban cuando consideramos el informe que dan estas inofensivas misioneras de sus experiencias: “Terranova era el último punto del continente norteamericano y desde allí la Estación Transatlántica Marconi servía a las naciones aliadas en el Atlántico y en ultramar. Entonces alguien trató de matar al operador de la Marconi. Por varios meses nos habían llamado espías. A menudo a la hermana Whitmore y a mí se nos había acusado de ser agentes secretos alemanes, y [se nos acusaba] de llevar armas escondidas debajo del vestido. La gente era presa de sospechas y estaba llena de temor. Entonces el 1 de septiembre de 1918 nos deportaron como sospechosas en el caso de la Marconi.” Por supuesto, las hermanas eran completamente inocentes.

Durante los años 1919 a 1923 las congregaciones siguieron creciendo lentamente: un grupito en Port Union, cinco personas en St. John’s y el grupo de Lumsden. En la última zona se había llegado a tal punto que el clero ya no visitaba; se les había despojado de su rebaño. En 1924 la persistente hermana Mason volvió a St. John’s, esta vez resuelta a trabajar la isla entera usando el ferrocarril, llamado el “Newfie Bullet,” o las embarcaciones que visitaban los puertos exteriores de la isla.

Esta es su historia: “En el verano de 1924 y hasta dentro de 1925 viajé por mucho del país. A veces iba en las embarcaciones postales del gobierno, la Susa, la Prospect, la Clyde o la Portia. Siempre me daban terribles mareos. En otras ocasiones tomaba una goleta e iba de bahía en bahía. Me ponían en tierra a cualquier hora de la noche en algún lóbrego desembarcadero, con una solitaria bocina por compañía. Yo llevaba mis libros en barriles de harina y azúcar, y por eso a menudo pasaba la noche empaquetándolos de nuevo y poniéndolos en orden de modo que pudiera trabajar en toda la ensenada y seguir adelante a la próxima. . . . Muchas veces tenía que levantarme a las cuatro de la mañana para conseguir viaje en una embarcación.”

Con otra compañera, esta vez la hermana Ann Dowden, de Halifax, la hermana Mason trabajó durante el verano y el invierno de 1926, viajando en barco de vela por la costa de Terranova, predicando el Reino en toda oportunidad. Entonces, en 1926, dejó la isla por última vez. Muchos años después, con sus bondadosos ojos cegados por cataratas, expresó estos recuerdos: “La gente me ha preguntado por qué me gustaba tanto estar allí. Yo misma casi no sé. Supongo que vi el gozo de la gente cuyos ojos espirituales se habrían a la verdad. . . . Siempre sentí la mano de Jehová sobre mi obra, y me sentía muy feliz de tener una parte en la vindicación de su amado nombre.” ¡Muchas de las “semillas” que ella había sembrado llegaron a ser plantas saludables que desplegaban la gloria de Jehová!

REGRESA UN HIJO NATIVO

Era el 29 de agosto de 1929. ¿El lugar? Una aldehuela de pescadores en la punta más oriental de la península de Avalon que da al tempestuoso Atlántico. Uno de los hijos nativos de Bay de Verde, Jack Keats, acababa de regresar a su pueblo después de pasar algún tiempo en el “continente.” Para sorpresa de su familia y amigos, empezó a predicarles... creencias que ciertamente les eran extrañas a los oídos de aquellos habitantes de punto de vista conservador.

Felizmente, la familia de Jack Keats escuchó lo que él dijo y lo apreció. Entonces él empezó a testificar a su primo William, mejor conocido como “Billy Jim” Keats, un firme miembro de su iglesia, activo en la Logia Orange, miembro del coro y muy respetado hombre de familia. Billy Jim escuchó atentamente, pero no aceptó todo al momento. Deseaba prueba y eso fue lo que recibió. La tradición de un ‘infierno de fuego’ de su iglesia fue uno de los importantes temas que se consideraron. No era que él realmente quisiera creer en un lugar de tormentos sin fin. Pero, si aquello estaba equivocado, ¿qué se podía decir de su iglesia? ¿Dónde quedaba? Los puntos que consideraron llevaron a la verdad del asunto. Durante la ocupada temporada de pesca de 1930 Billy Jim no fue a la iglesia con regularidad. Aprovechaba la oportunidad para descansar. Ah, pero la verdadera razón era que su mente estaba siendo transformada. La semilla de la verdad había sido sembrada en terreno excelente. (Mar. 4:8, 20) Poco tiempo después de aquello, Billy Jim rompió todo lazo con Babilonia la Grande.

Mientras tanto, Isaac, hermano de Jack Keats, habiendo ya aceptado las enseñanzas del Reino, empezó a perder la salud. Antes de su muerte aclaró que no quería que ningún clérigo presidiera en su funeral y que no quería ser enterrado en el cementerio anglicano. La familia resolvió enterrarlo en una pequeña porción de terreno más arriba de la aldea. Esa decisión se atrajo la ira del clero y sus satélites. ¡Pues, ni siquiera era “terreno consagrado”! Además el párroco se negó rotundamente a dar un certificado de defunción. A pesar de todo ello, el hermano Earle, de St. John’s, condujo el servicio funeral, y los restos fueron enterrados en la porción de terreno ‘sin consagrar.’

El clérigo se quejó al Ministerio de Salud acerca del entierro en el campo abierto, con el pretexto de que se preocupaba en cuanto al bienestar de la comunidad local. Un miembro de la policía y un magistrado local se presentaron para investigar el asunto, pero se les dio un testimonio y se fueron convencidos de que todo estaba bien. Antes, el clérigo había dado pasos para hacer que a los hijos de todos los padres Testigos y de los que habían ayudado a efectuar el funeral en terreno ‘no consagrado’ se les prohibiera entrar en las escuelas, la mayoría de las cuales eran de organizaciones religiosas. Solo los hijos de padres que le presentaran excusas recibirían permiso para regresar y asistir a clase. Los hermanos llevaron el caso a la Junta de Educación de St. John’s y al clérigo se le ordenó que permitiera el regreso de todos los niños, y sin que le presentaran excusas. Los niños de los Testigos fueron evitados por sus compañeros de escuela, que también se burlaron de ellos, y el maestro les prestaba tan poca atención como la ley le permitía, pero el párroco había sufrido una gran caída desde su posición como jefe indisputable de la comunidad.

Jack Keats pronto dio mayor extensión a sus esfuerzos por predicar las buenas nuevas en muchas otras partes de Terranova, viajando a veces por coche tirado por caballo, o por tren o embarcación de pesca. Para seguir ‘pescando hombres’ a veces regresaba a la pesca de peces. (Mat. 4:19) En 1939 enfermó gravemente y tuvo que pasar casi dos años en un sanatorio de St. John’s, después de lo cual regresó a Deer Lake, donde estableció su hogar.

Más tarde, Billy Jim, el primo de Jack, siguió el trabajo donde Jack lo había dejado en la zona de Bay de Verde. Acompañado por su esposa, viajó por coche tirado por caballo, tocando discos con sermones basados en la Biblia en su fonógrafo para todo el que quisiera escuchar, y la mayoría de la gente sí escuchaba en aquellos días. No había hoteles ni restaurantes. Pero la gente era hospitalaria, y, cuando llegaba el tiempo de las comidas, los publicadores aceptaban la invitación generosa de participar de lo que los amos de casa tenían sobre la mesa. Al fin de un largo día de servicio en el campo, cuando la oscuridad daba al mar negrura de tinta, y la luz de las lámparas de aceite empezaba a brillar intermitentemente en las ventanas de estos hogares humildes, aceptaban la bondadosa oferta de: “Pongan su caballo en la granja y quédense un rato.” Entonces, mientras se brindaba al animal un lugar donde dormir aquella noche, Billy Jim y su esposa hablaban a sus anfitriones hasta las primeras horas de la mañana y entonces descansaban por un tiempo antes de empezar otro día de trabajo.

Otros además de Billy Jim y su esposa iban desarrollándose espiritualmente. ¿Cómo lo sabemos? Porque cierto día de verano de 1939, cuando un hermano de St. John’s llegó para conducir un bautismo, hubo seis personas emocionadas que se ofrecieron para bautizarse. Todas caminaron los cinco kilómetros por ásperas colinas hasta una charca, y allí dieron evidencia externa de que habían dedicado su vida a Dios. Entonces hubo muchos años de aguante y perseverancia en la obra del Reino frente a la indiferencia y apatía de la población de Bay de Verde. En 1965 dos precursores especiales fueron asignados para ayudar a la congregación, y como resultado de esto los publicadores recibieron entrenamiento y las reuniones llegaron a tener una base firme, con programas que los ayudaban a todos a mejorar su servicio del campo. En 1971 la congregación completó la edificación de un excelente Salón del Reino.

PREDICANDO LAS BUENAS NUEVAS POR EMBARCACIÓN

Todavía el territorio disponible en Terranova escasamente había sido tocado. Sus más de 108.700 kilómetros cuadrados tenían solo cinco comunidades con población de más de 5.000. Hasta la capital, St. John’s, no tenía más de 55.000 habitantes al fin de la II Guerra Mundial. Eso significaba que la mayor parte de la población vivía en centenares de pequeñas aldeas y poblados esparcidos a lo largo de los 9.000 kilómetros de costa en condición primitiva. Los Testigos llegaron a darse cuenta de que el mar era el modo más accesible de llegar a la gente.

Con el transcurso de los años la Sociedad Watch Tower suministró lo necesario para la compra de cuatro diferentes embarcaciones para que se usaran en esta obra. La primera de éstas, la “Morton,” era una nave costanera, de más de veinte metros de largo, de lustrosa y hermosa vista desde el muelle. F. J. Franske, a quien la Sociedad puso a cargo de la embarcación, nos cuenta la experiencia que compartió con otro hermano:

“Al principio de mayo en 1929, Jimmy James y yo fuimos enviados a Terranova desde el Canadá como operadores de la nave costanera ‘Morton,’ de la Sociedad . . . Hallamos que los terranovenses eran un pueblo afectuoso y amigable cuya hospitalidad es una cualidad sobresaliente. Y hasta cuando no concordaban con nosotros todavía oían lo que decíamos y nos trataban con cortesía. Una cosa que al principio nos dejó perplejos fue su costumbre de no venir a la puerta cuando tocábamos. A veces se sentaban al lado de la ventana y nos observaban mientras estábamos a su puerta, pero no venían a ella. . . . Parece que, debido al aislamiento, estas personas llegaron a estar tan relacionadas unas con otras por medio de casamientos que a nadie se le consideraba extraño y sencillamente entraban y salían uno de las casas de los otros como si fueran de la misma familia. . . . Parecía que cada familia tenía su trágica historia de personas amadas que habían salido a mar y no habían regresado. Visitamos a muchos de estos dolientes y los consolamos con la verdad clara de la Palabra Santa de Dios, la Biblia.”

La depresión económica había azotado fuertemente a Terranova. Muchos estaban en la pobreza. La pensión para las personas de edad avanzada era solo de 50 dólares al año. El noventa por ciento de la población se ocupaba en la pesca... trabajo duro por el cual se recibía muy poca recompensa. Un quintal (51 kilos) de pescado se vendía por 5 dólares y 50 centavos o menos. Las dificultades eran cosa tan segura como la muerte y los impuestos. La gente ofrecía, a cambio de literatura bíblica, ropa tejida en casa, guantes, calcetines, suéteres, artículos de piel de foca, pieles, adornos hechos de hueso de ballena y marfil, y pescado seco. Y, por supuesto, a algunos no les gustaba que la “Morton” apareciera en muchas ensenadas, particularmente al clero. Denigraban a los Testigos, llamándolos falsos profetas, prohibían a los feligreses leer la literatura de la Watch Tower o siquiera recibir a los Testigos en sus hogares. Podemos vivir de nuevo aquellas experiencias mientras leemos del diario del hermano Franske:

“Tratamos de trabajar Presque, Bonah, St. Kyrans y Paradise sin buen éxito. Todos estos lugares habían recibido una advertencia del ‘Padre,’ que no quería que le descompusieran su nido. La visita a las islas Flat compensó por todo esto. La entrada a la bahía es muy rocosa, y un pescador vino en su embarcación a nuestra nave y nos sirvió de piloto al entrar en la bahía. Hombres y mujeres subieron a la ‘Morton’ en muchedumbres. . . . Nunca antes nos habían dado una recepción como aquélla. Dejamos que oyeran alguna música y les pronunciamos un discurso y se quedaron con nosotros hasta la medianoche. Estas personas tenían hambre de la verdad. Al día siguiente nos cubrieron de flores. . . . Aunque eran pobres, colocamos en manos de ellos muchos libros, y contestamos muchas preguntas bíblicas.”

En la siguiente temporada, la de 1930, la “Morton” salió de nuevo, esta vez con un nuevo compañero para el hermano Franske... Philip Parsons, un pescador de Rose Blanche que estaba bien familiarizado con embarcaciones y con el viaje en medio de dificultades. Fue bueno que esto fuera así, porque se había decidido que viajáramos hacia el norte y trabajáramos todas las islas y la costa en las zonas de Notre Dame y White Bay. En junio un viaje como ése puede ser excitante. Las masas de hielo flotantes se ven en plena fuerza. Los “Growlers” (el nombre que dan los marinos a los gigantescos monumentos estructurales que vienen del Ártico) brillan como enormes castillos al sol. Pueden parecerse a cualquier cosa desde bloques flotantes cuadrados a apariciones parecidas a catedrales con altos chapiteles. Además, hay los campos aparentemente sin fin de hielo desprendido flotante que pueden hacer peligroso el viaje en una embarcación. Para evitar un aplastamiento, la tripulación de la “Morton” tenía que mantenerse ocupada con sus picas, echando a un lado los trozos de hielo mayores. Los peligros del viaje fueron ampliamente recompensados por el deleite de predicar el mensaje a gente que nunca antes lo había oído. Se colocaron miles de ejemplares de literatura.

CONTINÚA EL CRECIMIENTO

El grupo de la ciudad de St. John’s crecía numéricamente y tenía el beneficio de muchas visitas por representantes viajeros de la Sociedad. Por ejemplo, M. A. Howlett vino en 1927. Más tarde el hermano Cutforth estuvo allí. Los programas radiales de la Sociedad se escuchaban con regularidad a través de una estación de Nueva Escocia. Sin embargo, había poco verdadero denuedo en cuanto a la proclamación del mensaje del Reino. Parecía que en la congregación había un elemento que estaba estorbando el fluir del espíritu de Jehová. Con la aceptación del nombre “testigos de Jehová,” en 1931, se hizo claro que había una división. Algunos preferían el término blando de “Estudiantes de la Biblia.” Se las arreglaron para influir en la mayor parte de la congregación, de modo que solo unos cuantos se mantuvieron firmes y leales en apoyo de la obra mundial de la Sociedad Watch Tower. Los números del 15 de agosto y el 1 de septiembre de 1932 de La Atalaya en inglés, con sus artículos sobre “La organización de Jehová” sacudieron a los débiles que quedaban, y éstos se fueron. Algunos de los anteriores “ancianos electivos” de la congregación y los que después de eso se apegaron a ellos se hicieron prominentes en la sociedad local, y hasta llegaron a estar de buenas con el clero. Los pocos fieles ahora tenían la ventaja de que habían sido limpiados de toda la influencia de los temerosos e indiferentes.

Ahora volvemos la atención a la segunda entre las más grandes comunidades de Terranova, Corner Brook, en la costa occidental. La hermana Mason había estado allí en 1923, pero no se había hecho ningún esfuerzo verdadero por buscar a las personas de cualidades de oveja después de aquello. Entonces, en 1933 Earl Senior, un hermano dedicado de Terranova, estuvo trabajando con el Ministerio de Carreteras, y su empleo lo llevó a Corner Brook. Mientras estuvo allí comenzó a distribuir el folleto ¿Dónde están los muertos? Halló oídos que oían en un pequeño taller de ebanistería donde Alfred Johnson y Reuben Barnes trabajaban juntos. Aquel folleto fue todo lo que se necesitó para abrirles los ojos.

Pronto se había formado un nuevo grupo de estudio, y, más tarde, cuando Lloyd Steward fue enviado allí por la sucursal canadiense de la Sociedad, éste organizó una congregación pequeña con las familias Barnes y Johnson como núcleo. La pequeña Reta Johnson y el joven Gus Barnes participaron en aquellas primeras reuniones. Ambos más tarde llegarían a ser misioneros de la Escuela de Galaad y tendrían gran participación en el desarrollo de la actividad del Reino en Terranova.

Jack Keats se unió más tarde a las familias Barnes y Johnson en Corner Brook y se dio comienzo a una vigorosa campaña de predicar las buenas nuevas del Reino. No se pasó por alto ninguna oportunidad de predicar. En campamentos madereros, comunidades de pesca, entre los que transportaban los maderos por el río, en los trenes de la medianoche... dondequiera se tocaban los sermones en el fonógrafo y se consideraba la verdad bíblica. ¡El pueblo de Corner Brook, dominado por el clero, ciertamente se agitó!

De nuevo llegó a ser punto en disputa la cuestión del terreno consagrado para entierros. Una vez más la población local y el clero se escandalizaron cuando los hermanos procedieron a enterrar a sus muertos en su propio terreno ‘no consagrado.’ El alcance pleno de estos incidentes posiblemente no se aprecie plenamente hoy cuando los líderes religiosos y sus prácticas están bajo sospecha; pero en aquellos días la palabra del clérigo era ley y todo desafío a las tradiciones eclesiásticas establecidas era sacrilegio.

PENETRANDO EN LA CAPITAL

Mientras Corner Brook era escenario de estos acontecimientos, la sucursal de la Sociedad en el Canadá envió a una pareja muy devota a St. John’s para atender los intereses del Reino en Terranova. Eran Ray y Betty Gillespie. Se construyó un almacén de literatura y se comenzó a usar un automóvil equipado con altoparlantes por toda aquella zona, transmitiendo a grandes muchedumbres por todas partes la poderosa voz de J. F. Rutherford, que en aquel tiempo era presidente de la Sociedad Watch Tower. Se cuenta un interesante incidente acerca de aquellos emocionantes tiempos en que el clero agitado instigaba violencia contra los Testigos:

‘En cierta ocasión mientras el hermano Gillespie estaba tocando un disco desde el automóvil con altavoz en Bell Island, una muchedumbre empezó a arrojarle piedras. A cierto jovencito lo incitaron a lanzar algunas de las rocas. Fue la piedra de él la que golpeó la máquina y la detuvo. Aquella noche el muchacho se fue a casa triste, con dolor en el corazón. A través de los años aquel asunto siguió molestándolo con frecuencia. Cierto día, años más tarde, un precursor visitó a aquel joven, que ahora era un hombre crecido, y comenzó un estudio con él. Después del estudio él quiso librarse de la carga que llevaba confesando lo que le había afligido el corazón por tanto tiempo. Confesó su culpa y su dolor y pidió perdón. Aquel hombre más tarde llegó a ser Testigo.’

Los años treinta fueron un período difícil para el pueblo de Jehová en Terranova, y particularmente en St. John’s, donde con frecuencia el genio de la gente estallaba en ira, donde eran comunes las discusiones acaloradas a viva voz, el arrojar piedras y los desafíos a pelear. A este ambiente vinieron el hermano Ernest Ellis y su esposa, que habían experimentado violencia de chusmas en los Estados Unidos. Se enfrentaron a muchos desafíos. Por ejemplo, cierta mañana cuando el hermano Ellis trabajaba en el extremo oriental de la ciudad unas mujeres con sus familias, instigadas por los sacerdotes, lo atacaron y le arrancaron sus Biblias y libros. Ernest se mantuvo firme y no desistió hasta que consiguió comunicarse con la policía. Llevó aquel asunto al tribunal, donde un juez de mente imparcial reprendió severamente a las atacantes, para gran sorpresa de la ciudadanía. Sin temor alguno, el hermano Ellis regresó a aquella misma zona vez tras vez con el mensaje de paz y consuelo.

Mientras estuvo en St. John’s, Ernest tuvo un vecino con el cual se comunicaban hombres que llegaban de St. John’s desde un puerto exterior llamado Princeton. Después de visitar a Ernest, aquellos hombres regresaban a casa en Princeton como testigos de Jehová. El interés que se despertó en aquella parte de Terranova fue fuerte. Más tarde aquella zona produjo varios misioneros como graduados de la Escuela de Galaad.

El hermano Ellis también dio comienzo a los esfuerzos por obtener una carta constitucional local para la formación de la corporación llamada International Bible Students Association of Newfoundland Limited (Asociación Internacional de Estudiantes Bíblicos de Terranova en Comandita). Esto fue a principios de 1940.

Para este tiempo las autoridades locales no podían soportar más a Ernest Ellis. Dieron pasos para deportarlo como extranjero que predicaba una religión extranjera. Pero Ernest agitó a los hermanos, y súbitamente las autoridades se dieron frente a una vigorosa delegación de nativos de Terranova que mantuvieron su posición con buen éxito, de modo que Ernest permaneció en el país. Un número sorprendente de firmas a una petición a favor de él fue un factor poderoso en este resultado. Hasta algunos “enemigos” firmaron la petición porque admiraban el espíritu combatiente de este hombrecito. Más tarde, cuando amenazaba la II Guerra Mundial y parecía que otro intento por deportarlo tendría buen éxito, la Sociedad Watch Tower lo llamó de nuevo a los Estados Unidos, y los opositores nunca tuvieron la satisfacción de echarlo del país, como habían planeado.

La II Guerra Mundial vino en 1939. La llegada de La Atalaya por correo se hizo casi imposible debido a la intensa censura que se instituyó. Sin embargo, un soldado americano estacionado en Fort Pepperrell en las afueras de St. John’s se interesó en la verdad y se suscribió a las revistas. Su correo pasaba sin dificultad, de manera que los hermanos con el tiempo podían contar con su ejemplar. Compraron una máquina de mimeógrafo, y de esta manera pudieron suministrar copias a los cien suscriptores que había por toda Terranova. Pero las dificultades se multiplicaban. Por presión, a los celosos combatientes a favor de la justicia que no eran nativos de Terranova se les estaba obligando a salir, si no se les deportaba directamente. ¿Qué era de esperarse que sucediera después?

Allá en Corner Brook el joven Gus Barnes había crecido. Su padre, Reuben, siempre fue bondadoso, firme a favor de la verdad y dedicado al esparcimiento de las buenas nuevas. A menudo le hablaba a Gus en cuanto a las grandes cuestiones que estaban envueltas en la situación y lo necesario que era mantener estrechamente unidos todos los intereses en Terranova y establecer la organización sobre una base que abarcara todo el país. “Yo quisiera ser joven y poder hacer esa obra,” decía.

Por eso, fue un día de felicidad para el viejo Rueben cuando su hijo vino y le dijo que había decidido pasar el resto de su vida en el servicio de precursor. Aquel invierno Gus ahorró suficiente dinero para comprar su boleto de ferrocarril a St. John’s y reunir unos cuantos artículos como equipo. Habló de sus planes a otro joven de Pasadena, Terranova, y éste decidió acompañarlo. Por eso, en la primavera de 1940 Gus Barnes y Herbert Dawe llegaron a la capital, Gus con solo 5 dólares y 27 centavos en su bolsillo. Y durante los siguientes diez años, a pesar de problemas y dificultades, nunca fue más pobre que eso financieramente.

EN TIEMPOS DIFICULTOSOS

En el almacén de literatura los hermanos Barnes y Dawe conocieron a Dougal McCrae, un precursor canadiense que ya estaba para ser deportado. Él les dijo que el gobierno estaba por imponer una proscripción a toda la literatura de la Sociedad, y que por lo tanto el abastecimiento de grabaciones y libros que había en el almacén estaba en peligro de ser confiscado.

A los hermanos se les ocurrió un plan. Pusieron la mayor parte de la literatura y las grabaciones en la goleta del hermano Howell para enviar aquella carga a Lumsden. Más de lo mismo se envió a Princeton y otros lugares más pequeños. Cuando las autoridades sí vinieron contra el almacén, era demasiado tarde... los anaqueles estaban casi vacíos.

Mientras tanto, los hermanos Barnes y Dawe podían ver que durante la guerra lo mejor sería limitar sus actividades del Reino a los puertos exteriores distantes a lo largo de la costa inculta. ‘Yo no era marinero,’ admitió Gus Barnes, ‘porque no sabía nada acerca de las mareas y las tormentas, los mapas y el compás, los rompientes y los peligros del mar siempre turbulento.’

Tomó mucho ingenio y resolución el equipar y preparar de nuevo la embarcación de motor de nueve metros y medio de la Sociedad a la cual, con grandes esperanzas para el futuro, llamaron “Barca del Reino Núm. 1.” Los hermanos de Princeton fueron una excelente fuente de estímulo. Allí Bob Moss se unió a la tripulación, y ayudó a edificar en ellos confianza para la obra que estaban emprendiendo. Dice el hermano Barnes: ‘El mismo primer día de nuestro ministerio en el mar fue agitado, pues nuestra pequeña embarcación se metía en las olas de manera que daba miedo. El primer puerto que visitamos, Salvage, estaba poblado por apoyadores firmes de la Iglesia Anglicana. El resultado: pronto nos apedrearon y nos echaron de la bahía como espías alemanes. De hecho, alguien de la aldea envió a la policía la notificación de que estábamos tocando una grabación fonográfica intitulada “Hitler no puede perder.” Nos retiramos con toda gracia y nos pusimos a trabajar en otra ensenada más tranquila, aunque durante todo el día seguimos oyendo que la policía venía a buscarnos. Cuando desembarcamos, Bob y yo nos separamos; él fue en una dirección y yo en otra, con la idea de que nos encontraríamos más tarde aquel día.

‘Al fin, largas horas después del tiempo que yo esperaba, sí me encontré con él. Al dar la vuelta en un punto de una parte solitaria de la carretera, allí vi a Bob tocando una grabación para beneficio de un alto agente de la policía que le llevaba mucho en altura. La grabación había llegado al punto en el cual el hermano Rutherford estaba poniendo juntos a todos los que estarán del lado del Diablo en Armagedón. “Del lado del Diablo,” salió estentóreamente la poderosa voz, “en Armagedón estarán los ejércitos de las armadas de las naciones, el poder policíaco, el poder policíaco, el poder policíaco . . .” ¡y eso siguió repitiendo el disco en aquel punto! Bob enrojeció hasta ponerse como una remolacha, y, temiendo lo peor, yo me preguntaba si sería aconsejable que yo me fuera corriendo, cuando súbitamente, viendo lo chistoso de la situación el agente de la policía estalló en risa. De hecho, después de eso llegó a ser uno de nuestros buenos amigos.’

Continuando su historia, Gus Barnes pasó a decir: ‘Era un día de grandes oleajes cuando una tripulación nerviosa, asustada por el mar, se acercó a la peligrosa costa de Cat Harbour (ahora Lumsden) a la boca de Dead Man’s Bay. Ningún forastero podría jamás entrar en aquella tramposa ensenada, y por eso, mientras flotábamos allá afuera entre las rocas, ¡qué alivio fue ver una embarcación de pescadores que se nos acercaba! El cordial y gallardo pescador que nos dio la bienvenida era Elmore Howell, quien había de llegar a ser como un padre para nosotros en nuestros esfuerzos en los años que vendrían. Aquí en Lumsden los hermanos nos alimentaron, nos estimularon, reemplazaron parte de nuestro equipo gastado, pusieron suministros en nuestra embarcación y nos enviaron de camino a algunas de las bahías del norte. Mencionaron a la hermana Mason, al hermano Macmillan, así como a los hermanos Howell y Parsons que habían persistido en la verdad desde allá en 1915.’

Cuando vino el invierno, no fue práctico continuar usando la embarcación; lo único que se pudo hacer, pues, fue ir por los caminos con un trineo cargado de un fonógrafo, Biblias y literatura. Gus Barnes dice que hubo ocasiones en que colocó hasta 500 libros en un mes. Por otra parte, se levantaba contra ellos la acusación de que eran “espías.” En cierta ocasión por lo menos, eso quiso decir que tuvieron que dormir al aire libre, acurrucados sobre un trineo, observando el despliegue de luces boreales. Aquella noche que Gus pasó fuera “le dio un giro nuevo a la situación,” por decirlo así, porque el pueblo de la comunidad llegó a estar intensamente interesado en él y se convencieron de que no era ningún “espía alemán.”

En aquel tiempo las autoridades habían empezado a entrar por sorpresa en varios hogares de los Testigos donde esperaban apoderarse de literatura ‘proscrita.’ Pero los abastecimientos de literatura estaban escondidos con seguridad donde solo un puñado de personas podían llegar a ellos, y por eso era posible, de vez en cuando, el que las congregaciones y los precursores reemplazaran su existencia de literatura y siguieran adelante con la obra del Reino, usando solo la Biblia en la primera visita a los hogares.

A principios de la primavera de 1941 Gus Barnes y Bob Moss habían regresado a Princeton para pasar unas semanas preparando la embarcación para el viaje de otro verano. Aquello suministró oportunidad para ayudar al grupo de aquel lugar a organizarse bien para los estudios de La Atalaya y para un estudio semanal de libro con el libro Salvación. “Mientras estuve allí aquella primavera,” informa Gus, “muchas veces hablé con Ford y Bill Prince, dos muchachos que estaban extremadamente interesados en lo que hacíamos. No me daba cuenta entonces de que esos dos muchachos progresarían desde aquellas conversaciones que teníamos hasta llegar a ser precursores y más tarde estudiar en la Escuela de Galaad y ser enviados como misioneros.”

El segundo viaje de verano de la buena embarcación “Reino Núm. 1” fue excitante, para no decir mucho. En Lumsden, los hermanos Moss y Barnes se bautizaron, aunque ya habían estado predicando por varios años. Entonces pasaron a Lewisporte. Gus Barnes nos dice lo que sucedió: ‘El agua estaba penetrando por un agujero en la embarcación, de modo que entramos en una ensenada a varios kilómetros de Lewisporte. Decidimos arreglar allí el asunto del agua que entraba, y por eso temprano aquella mañana llevamos la literatura y los comestibles bosque adentro y los cubrimos con un impermeable que protegiera las cosas contra la lluvia. Pero la noticia de que estábamos allí se esparció rápidamente... “¡un barco extraño con altavoces en el techo, quizás espías alemanes!” De repente nos encontramos rodeados por un grupo de soldados del ejército canadiense. Estos nos remolcaron bajo guardia hasta Lewisporte, donde el pueblo entero salió a ver a estos muy peligrosos prisioneros. . . . Exigí ver al oficial encargado. Cuando se me negó esto, le dije al capitán que en vista del acuerdo entre las fuerzas militares canadienses y el estado independiente de Terranova sus hombres estaban interfiriéndose con ciudadanos no militares e intrusándose en la autoridad de la policía local. Entonces exigí que me llevaran a la policía de Terranova. Pronto convencimos a la policía y estuvimos de camino. Solo nos detuvimos un tiempo lo suficientemente largo para recoger la literatura que habíamos escondido, y entonces salimos hacia la lejana península al norte. Después de eso la policía y los funcionarios de la aduana nos insultaron a menudo, pero muchos de ellos ni siquiera tenían un ejemplar de la proscripción, de modo que no nos molestaron. Para el otoño estábamos de regreso en Corner Brook después de un emocionante verano en el cual habíamos colocado en manos de la gente miles de ejemplares de literatura.’

Para el fin de 1941, Gus Barnes y su compañero habían regresado a St. John’s, y vivían en el almacén y se esforzaban por edificar de nuevo lo que había llegado a ser un muy pequeño grupo de estudio. El materialismo y el temor habían enfriado los afectos de muchos. Hasta se decía: ‘Quizás la obra ha terminado.’ En el caso de algunos el deseo sin duda engendró el pensamiento. Entonces vinieron las noticias de la muerte del hermano Rutherford el 8 de enero de 1942. ¿Qué traería el futuro?

COMUNICÁNDOSE CON LA CENTRAL DE BROOKLYN

El hermano Barnes nos cuenta cómo los publicadores consiguieron la respuesta a aquella importante pregunta: ‘Jehová sabía lo que necesitábamos y casi como por un milagro el número de The Watchtower del 1 de febrero de 1942 vino a mis manos. Esto resultó ser precisamente lo que se necesitaba en aquel tiempo. Su artículo ‘Recogimiento final’ mostró que Jehová se proponía que se hiciera una gran “obra de pesca y caza.” Los hermanos de Terranova estaban familiarizados con la pesca y la caza literales, y esto los habilitó para la obra que había que hacer. Los hermanos sabían que había mucho trabajo por hacer, y estaban dispuestos a hacerlo, pero necesitaban ayuda e instrucciones de la Sociedad. Pero, ¿cómo, en vista de la censura y otras circunstancias de la proscripción?’

Ford Prince se ofreció de voluntario. Pronto fue empleado en una embarcación de pasajeros como marino mercante. No le arredraba el hecho de que hubiera submarinos alemanes hundiendo muchos barcos. Él sabía su misión. Los hermanos de Terranova necesitaban ayuda para conseguir una embarcación buena, en buen estado para navegar, literatura y otros materiales para el adelanto de la obra del Reino. En Brooklyn le explicó la situación a Milton Henschel, de la oficina del presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, y se le aseguró que todos los problemas serían atendidos inmediatamente.

Debido a los deberes que tenía en el barco, Ford no pudo quedarse para una comida, pero regresó el día siguiente. Y tal como lo esperaba, allí había un paquete para él con literatura y grabaciones fonográficas. Este fue solo el principio de muchos importantes viajes que hubo de hacer llevando preciosa carga para sus hermanos en su país. Por medio de una carta del hermano Knorr, Gus Barnes supo que se suministrarían fondos para la compra de una mejor embarcación. Por solo 600 dólares, el hermano Barnes compró un hermoso yate de casi trece metros de largo. Por eso, no pasó mucho tiempo antes que una nueva embarcación del Reino llamada “Hope” (Esperanza) fuera puesta a trabajar en el esparcimiento de las buenas nuevas.

Se planeaba trabajar la costa meridional desde Port-aux-Basques en adelante hasta Placentia Bay. En Burgeo, un puerto de entrada, los hombres de la aduana y la policía montada subieron a la “Hope.” Ellos estaban enterados de que la literatura estaba proscrita, y querían entrar en acción, pero vacilaron y decidieron esperar instrucciones desde St. John’s. Uno de los miembros de la tripulación de la “Hope” relata lo siguiente:

‘Aquella noche, cuando la neblina entró y la costa quedó envuelta en oscuridad decidimos aprovechar la oportunidad con nuestro pequeño bote de fondo plano y sacar toda nuestra literatura, grabaciones y equipo, con la idea de esconderlos en alguna ensenada solitaria. No habían apostado a nadie para vigilarnos. ¡Entonces sucedió una cosa sorprendente! Para la medianoche escuchamos el silbato del vapor de la costa que iba a echar anclas en una bahía envuelta en la niebla en las playas exteriores. Rápidamente sacamos nuestro compás y mapas y remamos a través de la niebla hasta que divisamos las luces de marcación de aquel vapor. Subimos por la escala de cuerda y caminamos por cubierta y nos las arreglamos para hablarle al sobrecargo y le dijimos que teníamos un envío que queríamos hacer. Él concordó en aceptarlo, y en poco tiempo vaciamos nuestra pequeña embarcación y todo nuestro equipo teocrático fue enviado unos ciento doce kilómetros costa abajo. Por la mañana los agentes estuvieron allí, como habíamos esperado, para llevarse todo lo que teníamos. ¡No encontraron nada! Tenían intenciones de mantenernos en el puerto indefinidamente, pero levantamos una protesta al gobierno y les vino la orden de que nos soltaran.

‘Varias semanas después llegamos al puerto al cual más o menos ciegamente habíamos enviado nuestra literatura. El mercader local, por curiosidad, había abierto una de las cajas y estaba disfrutando plenamente del libro Enemigos cuando llegamos. Sí, él nos suministró lo que necesitábamos para envolver la literatura y enviarla de nuevo a todas las personas interesadas cuyos nombres y direcciones habíamos anotado. Cuando aquella misma nave costanera volvió a subir por la costa, llevó centenares de libros y folletos en nítidos paquetes dirigidos a lugares tan distantes como Burgeo.

Entonces vino el otoño, con vientos fuertes y mares azotadores. La “Hope” estaba en la costa de la península de Burin, una de las puntas más al sur de Terranova. De camino a Epworth aconteció un incidente que logró mucho en cuanto a remover la mancha de “espías” y “contrabandistas” que se le había pegado a la “Hope” como percebes. Aquí está lo que escribió en el diario de navegación Gus Barnes: ‘Viajábamos sobre un mar tempestuoso en una costa sombría cuando oímos disparos de pistola procedentes de alguien que estaba en aprietos. Maniobrando, finalmente logramos hacer señales a la embarcación que iba a la deriva con trece personas a bordo, mayormente mujeres y niños. Se habían ido al garete y estaban en grave peligro de ser arrastrados a los terrores del océano invernal. Durante muchas horas habían estado clamando por ayuda. Pudimos revivificarlos, sirviéndoles bebidas calientes, y entonces los remolcamos a su puerto de Corbin. Allí el pueblo entero es católico, pero estas personas eran nuestros amigos ahora, y pudimos darles el mensaje del Reino.’

LIBERTAD PARA EXPANSIÓN

En marzo de 1945 fue removida la proscripción que se había impuesto a la importación y distribución de literatura publicada por la Sociedad Watch Tower. Aquel ciertamente fue un tiempo para gran expansión de los intereses del Reino en Terranova. Se le pidió a la central de Brooklyn un envío de 75.000 ejemplares de literatura. Además, se estableció una sucursal en lo que anteriormente había sido el almacén de literatura, graduados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower fueron asignados a servir en las ciudades principales, y se nombró superintendentes de distrito y circuito para que visitaran las congregaciones y organizaran edificantes asambleas semestrales. Así, la organización llegó a estar más firmemente entretejida.

Pronto se necesitó más espacio en la sucursal y se obtuvo un nuevo y más amplio local el 6 de junio de 1946, en 239 Pennywell Road, en St. John’s. Charles Clemons, uno de los misioneros que habían llegado recientemente, fue nombrado superintendente de sucursal. Se hicieron arreglos para que los misioneros se concentraran en las dos comunidades mayores, St. John’s y Corner Brook. La embarcación “Hope” continuó llevando el mensaje del Reino a las aldeas costaneras aisladas. Pero en el transcurso de los años empezó a haber carreteras que se entrecruzaban en la isla. Vinieron otras conveniencias, y la predicación por mar disminuyó en importancia. Casi todas las poblaciones, con la excepción de la costa meridional y la costa de Labrador, pronto pudieron ser alcanzadas por carreteras.

Allá en los años cuarenta, sin embargo, los superintendentes de circuito todavía experimentaban dificultades de viaje. George Stover, por ejemplo, nos cuenta de un viaje peligroso: ‘El viaje de regreso no fue fácil. El país estaba en las garras del invierno y durante la caminata de cincuenta y tres kilómetros la temperatura bajó a 29 bajo cero centígrados. Pasé la primera noche con unos hombres en un campamento maderero, y aproveché la oportunidad para hablarles. El día siguiente empecé la última porción de mi viaje. Comencé a cruzar un lago. Antes de llegar al otro lado, una tormenta sopló y cerró el camino de modo que no podía ver adónde iba. Puse mi maletín sobre la nieve, me senté en él y empecé a orar pidiendo dirección. Con confianza renovada levanté mi maletín y después de unos cuantos pasos vi huellas frescas en la nieve desde otra dirección del lago. Mi única esperanza era que esta senda me llevara en la dirección correcta. La oscuridad iba cayendo. Pronto no podría ver la senda. Entonces, al levantar la cabeza y mirar directamente delante, para mi gozo pude ver las luces del pueblo. ¡Cuánto agradecí a Jehová su cuidado y protección!’

En 1946 Gus Barnes y Ford Prince fueron invitados a la primera clase internacional de la escuela de entrenamiento misional de Galaad después de la guerra. Después de esto ambos regresaron a Terranova, el hermano Barnes para continuar en el servicio del circuito y el hermano Prince para superentender las operaciones de la “Hope.” Aquella nave todavía tuvo mucho que hacer a favor de los intereses del Reino antes que fuera removida de servicio en diciembre de 1955. Veintenas de personas aisladas habían sido alcanzadas durante sus años de actividad, y muchas de ellas mismas llegaron a ser activos publicadores del Reino y a estar en asociación en una de las cada vez más numerosas congregaciones.

El año de servicio de 1946-1947 resultó ser un año sobresaliente para los hermanos de Terranova. Ocho precursores y treinta y ocho publicadores colocaron un total de 25.000 ejemplares de literatura en manos de la gente. Pero el gozo coronador de 1947 fue la asamblea del verano, en la cual los hermanos Knorr y Henschel fueron los visitantes especialmente recibidos. Esta era la primera vez que un presidente de la Sociedad Watch Tower visitaba la isla. “Gobernador permanente de todas las naciones” fue el título de la ampliamente anunciada conferencia de aquella ocasión. El hermano Knorr mismo tuvo el gozo de participar en el anuncio cuando subió a la “Hope” y, con la ayuda de su equipo sonoro, hizo anuncios por toda la bahía de St. John’s acerca de la conferencia que se presentaría.

Charles y Eva Barney, mejor conocidos entre la gente de Terranova como Barney y Eva, fueron asignados como misioneros a la zona de Corner Brook... un territorio de concentración ampliamente esparcida. Al llegar, hallaron que el grupo original se había mudado a otro sitio, y solo quedaban dos familias interesadas. No se informaba ninguna actividad de predicar a la sucursal. Pero durante los siguientes seis años, cuando los misioneros estuvieron subiendo y bajando las colinas de la vecindad, hubo una gran transformación. Cuando los Barney partieron, había una congregación floreciente que alababa a Jehová en Corner Brook.

Walter y Grace Kienitz, otra pareja de misioneros que vino con el primer grupo asignado a Terranova en el otoño de 1945, ahora han pasado treinta años en la isla. En 1962 recibieron una asignación para trabajar en Argentia y poblados circunvecinos, donde mucho de su territorio exigía testificar al personal de la armada de los Estados Unidos estacionado allí. Una gran cantidad de esposas, particularmente, aceptaron el mensaje del Reino y entonces, tarde o temprano, regresaron a los Estados Unidos.

Para el año 1952 había 21 congregaciones, con 315 publicadores, ocupadas en el servicio en Terranova. En aquel año también, M. F. Latyn fue nombrado superintendente de sucursal.

Año tras año se establecieron nuevas congregaciones y éstas añadieron sus esfuerzos al esparcimiento del mensaje del Reino. En 1952 se formó una nueva congregación en Bonavista como resultado de las labores de los misioneros Bernard y Elizabeth Mahler, entrenados en Galaad. Otra congregación se formó en Joe Batt’s Arm en 1953; además se formaron congregaciones en Stephenville, Musgrave Harbour y Mount Pearl en 1955; en Port-aux-Basques y Epworth en 1957, como resultado de la actividad de graduados de Galaad; y una en Norris Point en 1958. Y en los años que siguieron se establecieron otras congregaciones en Lewisporte, Happy Valley, Bay Roberts y Weybridge. En la ciudad de St. John’s, también, grandes cosas habían estado sucediendo; la congregación había crecido tanto que en 1963 se formaron varios grupos.

El que algunas familias se hayan mudado a donde hay mayor necesidad de ayuda ha tenido buenos resultados en Terranova. Esto fue lo que llevó a la formación de una nueva congregación en Labrador City in 1964, a la formación de otra congregación en Carbonear en 1967, y a otra más en Shoal Harbour en 1968. Los esfuerzos diligentes de los precursores especiales produjeron otras nuevas congregaciones en Springdale y Baie Verte en 1969. La historia ha sido de progreso teocrático desde entonces.

El mirar al pasado y examinar el registro del pueblo de Jehová aquí en Terranova ciertamente hace que nuestro corazón rebose de gratitud a Jehová. Desde el tiempo en que el hermano Macmillan organizó la primera congregación en 1916, hasta el año 1974, los registros muestran que más de 3.600.000 ejemplares de literatura han sido distribuidos por todos los pueblos, aldeas y puertos exteriores, por toda Terranova. Más de tres millones de horas se han dedicado a esta obra. Para nutrir el interés, más de 1.000.000 de revisitas se han efectuado. ¿Con qué resultado? ¡Pues, tan solo durante los pasados veinticinco años, más de 1.180 personas han dedicado su vida a Dios y han simbolizado esto por bautismo en agua! Un punto máximo de 1.131 publicadores informaron actividad durante mayo de 1975. Sin embargo, muchos más están siendo atraídos a la organización de Dios, porque 2.041 asistieron a la celebración de la Cena del Señor el 27 de marzo de 1975.

La mano de Jehová se puede ver en la manera en que se ha alcanzado aquí a personas humildes que se encuentran en aislamiento, y ellas, en cambio, han predicado a otras. (Compare con Hechos 11:19-21) Las buenas nuevas han sido esparcidas a lugares remotos. Es estimulante darse cuenta de que nuestro Dios todavía se complace en usar a los hermanos de Terranova en su gran obra de la proclamación del Reino. ¡Y, en cambio, ellos se alegran de recibir tan maravilloso favor!