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Perú

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La Tierra de los Incas. Eso es el Perú, antiguo dominio del imperio inca. En la actualidad es el hogar de unos 17.000.000 de personas, entre ellas los indios quechuas, cuyos antepasados fundaron la altamente desarrollada civilización inca de hace más de siete siglos.

De cada cien peruanos de hoy día, aproximadamente 46 son indígenas, ya sea de los quechuas o de los aimaraes. En su mayor parte, lo restante de la población consta de descendientes de la mezcla de indios y blancos. De hecho, la imponente cordillera de los Andes, que divide al país en una árida región costeña al oeste y una lujuriante y calurosa selva al este, ha tenido mucho que ver con las agrupaciones étnicas de los habitantes del Perú. En las zonas de la selva hay docenas de tribus indígenas que tienen costumbres e idiomas muy diferentes de las de los indígenas del altiplano, que viven en las encumbradas alturas de los Andes. En la región del litoral del Pacífico, que se extiende por 2.300 kilómetros, se encuentra la mayoría de los residentes de descendencia española del Perú, y no son pocos los de ellos que se han mezclado con los habitantes originales del país.

Al norte del Perú se encuentran el Ecuador y Colombia. Hacia el este están los países de Brasil y Bolivia, y al sur está Chile.

Fue a este país del Perú, la antigua Tierra de los Incas, que llegó en el siglo dieciséis E.C. el conquistador español Francisco Pizarro. Entre sus compañeros de viaje, en el año 1535, había sacerdotes y frailes de España. Para que la religión católica, recién introducida, arraigara, a los sacerdotes les pareció conveniente adoptar muchas tradiciones, costumbres, e ideas de los indios. La iglesia católica del Perú jamás ha desarraigado totalmente las antiguas prácticas de los descendientes de los adoradores incas del Sol. Por lo tanto, el espiritismo, el animismo y la adoración de los muertos han sido ligeramente cubiertos con un revestimiento de catolicismo, y el Perú del día moderno es un país de religión fusionada. Pero por todos los cerros, montes y valles de esta antigua Tierra de los Incas, la luz espiritual ha estado resplandeciendo. (Sal. 43:3) ¿Cómo comenzó este importante desenvolvimiento?

COMIENZA A RESPLANDECER LA LUZ ESPIRITUAL

Durante los años treinta de este siglo, testigos de Jehová viajantes pasaron por el Perú, y dejaron literatura bíblica aquí y allá en manos de la gente. También, Testigos de otros países amorosamente enviaron publicaciones cristianas a parientes suyos en este país y los instaron a examinar la Palabra de Dios. Con el tiempo, alguna de esta literatura llegó a parar a librerías de libros de segunda mano en Lima, la capital.

Fue en una de estas tiendas, en 1938, que Víctor Lura encontró un libro intitulado “El Arpa de Dios.” ¡Aquel libro cautivó su atención! El Sr. Lura reflexionó: “¿Será posible que Dios tenga un arpa? De hecho, ¿qué clase de arpa sería ésa?” Compró el libro por un precio insignificante y no perdió tiempo en “devorar” su contenido. Cual bella melodía que se tocara en un arpa de diez cuerdas, el libro recién adquirido trajo gozo a su lector a la vez que le aclaró diez enseñanzas fundamentales de las Sagradas Escrituras. ¡Qué mucho diferían estas enseñanzas de la doctrina católica y de su propia creencia pentecostés!

Al poco tiempo el Sr. Lura regresó a la librería, y la registró minuciosamente en busca de más publicaciones de la Sociedad Watch Tower. Encontró algunas. En aquel tiempo, él era el conserje del lugar de reuniones local pentecostés. Con el transcurso de los meses, el Sr. Lura se sintió movido a copiar extractos de estos apreciados libros que exponían la falsedad de la evolución y el espiritismo. Movido por celo, hizo que estas porciones se imprimieran en forma de hojas sueltas y sufragó el costo él mismo. Estos impresos llegaron a las manos de muchos residentes de Lima y de la cercana ciudad del Callao. Durante este período, el Sr. Lura conoció a Lastenia Casana, una joven que también asistía a las reuniones pentecosteses. Se casaron en 1939, y juntos escudriñaron las profecías bíblicas que tan claramente se trazaban en las publicaciones cristianas que ambos apreciaban grandemente.

Un día de 1943, Víctor se apresuró al hogar con noticias electrizantes. “Hay una testigo de Jehová en la ciudad,” dijo excitadamente a su esposa. Freida Johnson, una proclamadora del Reino que trabajaba de tiempo completo y viajaba sola por la costa oeste de sudamérica, había parado en Lima. Ella había estado testificándole a una evangélica, y la señora le había ofrecido bondadosamente a la hermana Johnson alojamiento en su hogar cerca de la cima de un gran cerro a orillas de la ciudad. La casa carecía de facilidades de alcantarillado y agua, y por paredes solo tenía esteras de paja. Pero aquello era suficiente. Nuestra intrépida precursora, a pesar de que tenía unos sesenta años, se bañaba en el río Rímac junto con los residentes locales.

Sin demora, Víctor Lura fue a conocer a la hermana Johnson. ¡Al fin se habían puesto en comunicación con el propio pueblo de Jehová! Se hicieron arreglos para tener una reunión aquella mismísima noche, y se invitó a amigos y vecinos. Aquella primera reunión no tuvo mucho éxito. La mayoría de los presentes eran pentecosteses, y no le permitían decir mucho a la hermana Johnson, pues siempre la interrumpían con sus frases religiosas favoritas. Por eso, la invitación para la reunión que se celebraría la noche siguiente se extendió solamente a los que habían manifestado verdadero interés en la verdad de la Biblia. En aquella reunión, la hermana Johnson dio un testimonio conciso y directo y repetidas veces hizo referencia al establecimiento del reino de Dios en los cielos en el año 1914. Un número de oyentes se convenció. Entre ellos estuvieron Pedro Garay y Víctor Romero.

La hermana Johnson permaneció en Lima por cuatro días, testificando y estimulando a las personas recién interesadas en la verdad. Como complemento de su comisión cristiana, ella envió el nombre y la dirección de estas personas a las oficinas centrales de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, Nueva York. Entonces partió para Huancayo, en el centro del Perú, y después se dirigió hacia el sur. Posteriormente, los Testigos peruanos se enteraron de que la hermana Johnson había muerto para 1945 en medio de un ataque de malaria o paludismo en Medellín, Colombia.

Víctor Lura, Pedro Garay y Víctor Romero reunieron 20 dólares y enviaron esta suma a la Sociedad Watch Tower de Brooklyn. Tenían grandes deseos de recibir información acerca de lo que podían hacer para esparcir las “buenas nuevas.” Justamente un mes después llegó literatura, junto con un fonógrafo y grabaciones de discursos bíblicos en español. A veces llegaban cartas e instrucciones. Aunque estas comunicaciones llegaban en inglés, Víctor Romero sabía este idioma y las traducía. Así, en 1943 y 1944 la luz espiritual estaba comenzando a esparcirse en la antigua Tierra de los Incas.

LA COMUNICACIÓN EDIFICA LA ESPIRITUALIDAD

En una de sus cartas a la Sociedad, Víctor Lura preguntó si la Sociedad podría enviar ayuda a Lima. La emocionante respuesta fue que de hecho se estaba preparando a misioneros para que fueran como testigos “hasta la parte más lejana de la tierra.” (Hech. 1:8) Así que se encendió la esperanza de que con el tiempo llegarían al Perú misioneros entrenados en la Escuela Bíblica de Galaad de la Sociedad Watch Tower. De hecho, el 10 de junio de 1944 el presidente de la Sociedad Watch Tower, N. H. Knorr, había llamado a su oficina a siete misioneros y les había dicho que su asignación sería el Perú.

Algo muy significativo sucedería antes de que llegaran aquellos misioneros. El pequeño grupo de Lima se enteró de que los hermanos N. H. Knorr y F. W. Franz los visitarían y de que llegarían el 26 de febrero de 1945. ¡Qué gozo de corazón hubo ante la idea de establecer comunicación con la organización de Jehová por medio de la asociación con estos hermanos!

Por fin llegó el día por tanto tiempo esperado. En el aeropuerto de Lima hubo cinco gozosos hermanos y personas interesadas en la verdad haciendo señales vigorosamente con La Atalaya mientras el avión, rugiendo, terminaba su aterrizaje. Pronto hubo un intercambio de entusiásticos saludos, mientras visitantes y peruanos pensaban con gozo en la reunión que se celebraría en el hogar de Víctor Lura.

Aquella noche, ocho rostros expectantes estuvieron vueltos hacia el conferenciante, el hermano Knorr, a medida que él delineó las grandes responsabilidades que descansaban sobre los que deseaban servir a Jehová Dios. Primeramente, era necesario celebrar reuniones cristianas con regularidad. Se mencionó el problema de traer misioneros al Perú. Esto no sería fácil, pues el país tenía relaciones de concordato con el Vaticano. Además, el presidente del Perú había dispuesto que, con la excepción del catolicismo romano, a ninguna organización se le permitiría celebrar servicios religiosos en público. ¿Cuál era el castigo por desobedecer tal disposición? De dos a 30 días de prisión y una multa de dos a 50 soles, o cualquiera de estos dos castigos. ¿Pero qué pensaban los oyentes del hermano Knorr acerca de todo esto? Eran intrépidos y estaban determinados a esparcir el mensaje del Reino de casa en casa. Fue con ese espíritu que se disolvió la reunión.

Después de un viaje hacia el sur, los visitantes regresaron a Lima el 26 de marzo. Dieciocho personas se apiñaron en el lugar de reunión aquella noche; cuatro de ellas eran los dos viajantes de Brooklyn y los hermanos Albert Mann y Jack Powers, graduados de Galaad que se habían detenido brevemente en Lima antes de proseguir en dirección a sus asignaciones hacia el sur. Con el hermano Franz como su intérprete del inglés al español, el hermano Knorr destacó la importancia de hacer revisitas. También habló sobre la posibilidad de organizar una congregación local de testigos de Jehová. ¿Deseaban esto aquellas personas que recientemente habían mostrado interés en la verdad de la Biblia? ¡Seguro que sí! También, algunos de los presentes expresaron su deseo de ser bautizados en símbolo de su “consagración,” o dedicación a Jehová. Se hicieron arreglos para que los hermanos Mann y Powers regresaran la noche siguiente para otra reunión y también para que regresaran la noche después de aquélla para celebrar la Conmemoración o Memorial de la muerte de Cristo. Aquella ocasión proveyó la oportunidad para el primer bautismo cristiano en el Perú. Tres personas simbolizaron entonces su dedicación a Dios, y una de ellas fue Pedro Garay.

LOS MISIONEROS PRESTAN AYUDA

El gobierno había rehusado la entrada a misioneros de los Testigos. Sin embargo, en octubre de 1945 la Sociedad hizo arreglos para que dos graduados de Galaad de Bolivia se pusieran en contacto con el Departamento de Asuntos Exteriores con el propósito de averiguar qué era lo que impedía que dieran los visados a nuestros misioneros. Por indagaciones se enteraron de que si llegaban al país como turistas, y entonces pagaban 25 dólares por persona, con el tiempo los misioneros podían recibir sus visados para permanecer aquí. Así que, después de mucha correspondencia y muchos esfuerzos, finalmente ocho misioneros llegaron al Perú el 20 de octubre de 1946. En aquel grupo original estaban Walter y Christine Akin y Nellena y Verda Pool, quienes dedicarían décadas aquí a ayudar a las personas semejantes a ovejas.

Así, para fines de 1946 había aquí... ocho entusiásticos misioneros. ¿Ahora qué? Ante ellos se extendía un territorio que acababa de hacérseles disponible. ‘La puerta grande que conduce a la actividad se había abierto de par en par para ellos.’ (1 Cor. 16:9) Tenían que llegar a conocer a fondo un nuevo idioma. Pero había que hacer las cosas una por una. Aunque no sabían español, buscaron y encontraron alojamiento en un hotel, a pesar de la escasez de tal alojamiento. Las cuatro muchachas solteras se apiñaron en una habitación, una habitación que no tenía ni cerradura ni barras en la puerta. Ejerciendo cautela en alrededores extraños, aquella noche ellas tomaron la precaución de amontonar todos los muebles contra la puerta antes de irse a dormir.

El buscar casa sin conocer el idioma ni el valor de la moneda se les hizo una gran tarea. Durante su segunda semana en el Perú, los misioneros encontraron una casa de alquiler, pero resultó ser muy cara; y un mes después alquilaron otra casa. Las hermanas llevaron su propio equipaje y pocas posesiones, mientras que el hermano Akin llevó las cosas pesadas en taxi. Pero, por lo menos, se estaban estableciendo.

La primera reunión de los misioneros con las personas interesadas en la Biblia que vivían en Rímac demostró que estos “nuevos” necesitaban mucha ayuda. Por lo tanto, se invitó a las familias Lura y Garay a asistir a las reuniones que se celebraban en el nuevo hogar misional. En la primera reunión de congregación que se celebró allí, estuvieron presentes con los misioneros solamente cuatro peruanos.

Durante aquellas primeras semanas, cuando los misioneros dieron mucho testimonio informal, se les hizo evidente que tenían que aprender rápidamente el idioma del Perú. Por lo tanto, se decidió que el grupo tomara un curso de dos meses de español en el Instituto Cultural Peruano-Norteamericano. Cada cual pagó por su curso. Ahora tenían que prepararse para sus estudios y hablar más el español. Combinaron sus esfuerzos para aplicarse a mejorar su vocabulario. Mientras iban y venían de las clases, pronunciaban trabajosamente los nombres de las calles y las palabras que aparecían en los diferentes rótulos y avisos y un misionero corregía a otro. Pero estaban progresando, y esto les deleitaba.

Para muchos misioneros que han recibido entrenamiento en Galaad y han sido asignados al Perú, el aprender español ha sido una “aventura,” y se han usado diferentes métodos de enseñanza. Por ejemplo, hubo un tiempo en que a estos recién llegados se les daba instrucción intensiva por dos meses a partir de su llegada. Durante el primer mes, por once horas al día, ellos mismos se “empapaban” virtualmente de español. Para el segundo mes, dedicaban la mitad de su tiempo a estudiar el idioma en el hogar y la otra mitad a usar este conocimiento en el servicio del campo. Desde luego, los nuevos misioneros que estaban aprendiendo español siempre podían beneficiarse de escuchar a sus hermanos “mayores” hablar en este idioma cuando se sentaban juntos a la mesa de la cocina del hogar misional y tomaban a sorbos unas tazas de café.

Indiscutiblemente, el mejor entrenamiento en el lenguaje se recibía en el servicio del campo. En la “tarjeta de testimonio,” que se usó años atrás en la obra de predicar el Reino, había un excelente testimonio impreso en español, y podía pedírsele al amo de casa que leyera esta tarjeta. Sin embargo, los nuevos misioneros también aprendían presentaciones cortas que podían recitar, como una cotorra. Por lo tanto, ¿cómo salían a veces las cosas en los hogares que ellos visitaban? Edna Waterfall, una de las últimas misioneras que llegó al Perú, confiesa:

“Nunca me olvidaré del primer hogar en el cual tuve que dar el testimonio por mi propia cuenta. Jehová me dio la fortaleza para hacerlo. . . . Me entró un sudor frío. La criada me preguntó qué deseaba, y pregunté por la señora de la casa. . . . En silencio oré a Jehová por ayuda, la criada salió de nuevo y me condujo a la sala. Salió una anciana, sonrió bondadosamente, y se sentó para escuchar lo que yo le diría. Me turbé mientras daba el sermón que me había aprendido de memoria, le mostré la tarjeta de testimonio, y le ofrecí el libro “El Reino se ha acercado” en español. Ella tomó el libro, e hice arreglos para conducir un estudio bíblico. Pero allí se terminó mi español. Mientras permanecía allí sentada y me preguntaba cómo podría salir de aquella situación de manera apropiada, creo que ella se dio cuenta de mi situación. Sonrió, y entonces dijo, en inglés correcto: ‘Está bien, todo esto es excelente. Estudiaré con usted; y lo haremos todo en español para que eso la ayude a aprender el idioma.’ Turbada, le dije: ‘¿Sabe usted inglés? ¿Y me ha permitido hacer todo esto en mi español tan flojo?’ ‘Fue bueno para usted,’ contestó la señora. Efectivamente lo fue, y tuvimos un estudio maravilloso.”

BUEN COMIENZO EN LIMA

El 5 de diciembre de 1946 los misioneros hicieron una oración de alabanza a Jehová cuando recibieron notificación oficial de que podían quedarse en el Perú como residentes no inmigrantes. ¡Oh, aquello era excelente! Fue entonces cuando comenzó la obra normal de testificar de casa en casa. Los misioneros se deleitaron, pues ahora podían usar todo su tiempo y energías en declarar las “buenas nuevas.”

El grupo original de ocho misioneros dividió a Lima en ocho territorios. Al hermano y la hermana Akin les tocó trabajar la sección llamada Lince, que resultó ser un territorio muy productivo. ¿Cómo podría la hermana Akin olvidarse jamás de la testificación que hizo en su primera puerta allí? Ella presentó su tarjeta de testimonio a la señora de la casa, leyó uno o dos versículos de la Biblia en español, y mencionó la contribución que se recibía por la literatura. La señora pareció estar interesada en la verdad, dijo algo rápido en español, y comenzó a empujar a la hermana Akin calle abajo. Se detuvieron frente a una sastrería. La señora señaló a su sortija de matrimonio y la hermana Akin comprendió que la señora quería que le hablara a su esposo, el sastre. ¡Imagínese la sorpresa de nuestra hermana cuando vio que en el taller había, no un solo sastre, sino cinco! Hizo una oración a Jehová desde su corazón, y valerosamente testificó y ofreció el libro “La verdad os hará libres.” Los cinco hombres trataron de conversar con la hermana Akin, y finalmente el dueño señaló a la sortija de matrimonio de ella. Aquello quería decir: Regrese con su esposo. Bueno, esto resultó en un estudio bíblico y algunas “cartas de recomendación,” que con el tiempo llegaron a ser compañeros en el servicio de Jehová. (2 Cor. 3:1-3) Años después los Akins podían señalar a sus “cartas” que habían resultado de aquel primer estudio bíblico en Lima. Más tarde Luis y Adriana Sánchez llegaron a ser precursores regulares. Con el tiempo, otro de los cinco sastres, Flavio Ramos, llegó a ser precursor especial en Lima. Más adelante, un joven que aceptó el libro que le ofreció la hermana Akin en aquella sastrería llegó a ser precursor especial y sirvió en las alturas de los Andes.

A medida que nuestra obra se fue esparciendo en la ciudad capital, llegó hasta Barrios Altos, el sector más antiguo de la ciudad colonial de Lima. Allí se colocaron muchos de nuestros libros en manos de las personas en uno de los grandes pasillos o “interiores.” Cuando los Testigos regresaron para continuar con su obra, de una de las casas salió un hombre en busca de Nellena Pool. Él había aceptado el libro “La verdad os hará libres” de la compañera de ésta, Lastenia Lura, una semana antes y lo había leído todo. El hombre tenía una larga lista de preguntas, y con el tiempo recibió las respuestas. Antes de que pasara mucho tiempo, este hombre —Leopoldo Sánchez— estaba asistiendo a las reuniones cristianas y participando en el servicio del campo. Se bautizó en enero de 1948, y cuatro años después llegó a ser el primero de entre los hermanos locales del Perú en ser nombrado precursor especial.

HACIA EL INTERIOR

A mediados de 1947 unas veinte personas asistían a las reuniones cristianas en Lima. ¿Pero qué hay de otras partes del país? Bueno, fue en junio de 1947 que por primera vez los misioneros se aventuraron a salir de la capital y dirigirse hacia el interior del Perú. La familia Garay, que se asociaba con el pueblo de Dios desde 1943, tenía propiedad en Huancayo. Aquella ciudad, en lo alto de los Andes y a unas 12 horas por tren desde la capital, estaba en territorio típicamente indio. ¿Cuál era el idioma principal? El quechua... antiguo lenguaje de los incas.

La hermana María Garay estaba testificando diligentemente en Huancayo y estaba encontrando a personas interesadas en la verdad de la Biblia allí. Ella usaba la tarjeta de testimonio, y, en lugar de una cartera, llevaba colgando del hombro una de nuestras bolsas para revistas. No, la hermana Garay no estaba participando en la obra con las revistas en la calle. Esto no se permitía en el Perú. La ley del país prohibía a cualquier religión, excepto a la religión del Estado, la católica romana, el participar en todo tipo de actividades religiosas en las calles. Esto se definiría como proselitismo. Además, mientras que en casi todo el mundo los testigos de Jehová hablan de sí mismos en el sentido de que “colocan” literatura en las manos de las personas por una contribución nominal, en el Perú se nos considera oficialmente como “vendedores de libros.” Por lo tanto, consideran que estamos “vendiendo” Biblias de casa en casa, algo que la ley permite.

De todos modos, la hermana Garay estaba ocupada en el servicio de Dios, a pesar de que no le estaba yendo muy bien. Los sacerdotes la seguían de casa en casa y confiscaban la literatura que ella dejaba en manos de la gente. Aquellos clérigos también incitaban a jovencitos del vecindario a arrojar piedras a la hermana y gritarle “hereje,” o “protestante.” Sin embargo, en Huancayo había resplandecido suficiente interés en la verdad bíblica como para asegurar que aquel lugar sería visitado por los Testigos que servían de misioneros en Lima.

Ciertamente el viaje de ascenso y descenso hasta Huancayo es una experiencia singular. El tren va serpenteando hacia arriba hasta casi 4.800 metros antes de empezar el largo descenso hacia el valle y la ciudad de Huancayo, situados a una altura de alrededor de 3.340 metros. La falta de suficiente oxígeno afecta a muchos viajeros y les causa terribles dolores de cabeza, vértigo o hasta desmayos y vómitos.

Al llegar, los misioneros tuvieron una gozosa reunión con la hermana Garay. Le ofrecieron ayuda y consejo, se estableció una congregación del pueblo de Dios, y, al final del año de servicio de 1948, cinco publicadores del Reino estaban informando servicio del campo en Huancayo.

DISEMINANDO LA VERDAD CON LAS REVISTAS

Para fines de la década de los años cuarenta el uso aumentado de La Atalaya y ¡Despertad! estaba abriendo el camino para que muchas personas nuevas se asociaran con el pueblo de Jehová en el Perú. En aquel tiempo, cerca de 1948, a cada proclamador del Reino que servía de tiempo completo se le enviaban siete ejemplares gratis de cada número. La distribución estaba aumentando, pero no todos los hermanos llevaban las revistas a las personas. Esto dio como resultado que las revistas empezaran a acumularse. Entonces unos misioneros tuvieron una idea... ‘¿Por qué no apartamos un día como día especial y salimos a llevar a otras personas estas revistas?’ Pronto algunos misioneros de la zona de Rímac, en Lima, estuvieron usando las revistas en su obra de testificar cada sábado. Al observar el éxito que tenían en esta actividad, otros se unieron a ellos. Por lo tanto, antes de que pasara mucho tiempo los Testigos locales estuvieron participando diligentemente en presentar sencillamente nuestras revistas a las personas a sus puertas cada sábado. Y, al poco tiempo, se estaban pidiendo más y más revistas para esta obra productiva.

Más adelante, cuando el hermano Knorr vino al Perú, estaba muy interesado en saber por qué en Lima se estaban distribuyendo muchas más revistas que en muchos otros lugares. ¿Cuál era la razón? ¡Los hermanos y hermanas las estaban usando cada sábado en la obra de revistas en grupo! ¿Fue entonces que surgió la idea de tener un “día de revistas” regular? Aquí en el Perú no estamos seguros de ello, pero puede haber sido así. De todas formas, se desarrollaron muchas rutas de revistas y se comenzaron muchos estudios bíblicos como resultado de las colocaciones de revistas.

SE ESTABLECE LA SUCURSAL

La excitación creció temprano en 1949 cuando nos enteramos de que N. H. Knorr y su secretario, M. G. Henschel, nos visitarían. En consecuencia, el 5 de marzo unos 50 hermanos y personas interesadas en la verdad saludaron a los viajeros a su llegada al aeropuerto de Lima. La visita coincidió con una asamblea que se celebró en el Salón del Reino de la casa misionera en el número 256 de la calle Ramón Dagnino. Nos deleitamos al ver a 224 personas presentes para el discurso público del hermano Knorr: “¡Es más tarde de lo que usted piensa!” Durante esta visita, un grupo grande de Testigos fue a una de las playas, donde 20 personas se bautizaron.

Pero a los hermanos peruanos les esperaba una sorpresa. Un poco más tarde el hermano Knorr deleitó a los misioneros al explicarles una de las razones principales de su visita. ¿Cuál era ésta? La Sociedad Watch Tower iba a establecer una oficina sucursal en el Perú. Uno de los misioneros fue nombrado para que fuera el primer superintendente de la sucursal.

Comenzando en octubre de 1950, la nueva sucursal sufrió ciertos trastornos. El superintendente de sucursal original fue reemplazado y estas responsabilidades las asumió Robert Hoyt, un graduado de la decimoquinta clase de Galaad. Nuestra obra en Lima se estaba expandiendo rápidamente, por lo cual, al terminar el año, se estableció un nuevo hogar misional en la zona de San Isidro, en la capital. También, la oficina y hogar misional de la sucursal se trasladó a un nuevo lugar, en el Pasaje Velarde, más al centro de Lima. Inmediatamente, el hermano Hoyt comenzó a organizar bien la sucursal y prepararse para el duro trabajo que había que hacer.

HACIA LAS PROVINCIAS

Ahora que se había organizado la nueva sucursal, nuestras actividades se estaban expandiendo. Por ejemplo, se estaban preparando discursos públicos que se presentaban en diferentes lugares. Aun así, desconcertaba la imaginación la gran cantidad de trabajo que había que hacer en este país que entonces tenía una población de más de 7.000.000 de personas. ¡Cuán sinceramente oraban los hermanos para que el “Amo de la mies” enviara más trabajadores! (Mat. 9:37, 38) Pronto llegaría la respuesta. Veintiún nuevos misioneros de Galaad de la clase decimotercera estaban de camino hacia el Perú. Llegaron en los meses de diciembre de 1949 y enero de 1950. Seis fueron enviados a Trujillo. Otros siete se destinaron a la gran ciudad meridional de Arequipa. Y se estableció un hogar misional para ocho trabajadores en el Callao, el mayor puerto marítimo del Perú, situado a trece kilómetros al oeste de Lima.

Como sucede en muchas ciudades portuarias, el Callao tenía un alto índice de delincuencia e inmoralidad. Sin embargo, las actividades de predicar el Reino resultaron fructíferas allí. De hecho, se encontró a algunos individuos con quienes Víctor Lura había hablado años antes cuando habían estado distribuyendo tratados en aquella ciudad portuaria. Antes de que pasara mucho tiempo, algunos residentes del Callao estaban asistiendo a las reuniones cristianas. Entre ellos estuvieron Arturo Guzmán y su esposa, y también Manuel Calderón, Víctor Céspedes y la familia de Carlos Vega. Actualmente, seis vigorosas congregaciones con un total de 367 proclamadores del Reino están declarando “las buenas nuevas” en el Callao.

Arequipa resultó ser ‘un hueso duro de roer.’ Por años a este pueblo se le ha conocido como el “Pequeño Vaticano,” pues su población está empapada de tradiciones y costumbres católicas. El nuevo hogar misional allí se convirtió en el centro de reuniones y actividades de la congregación. El progreso fue lento, aunque se encontró a personas con interés en la Biblia después de una búsqueda diligente de casa en casa. No obstante, en una ocasión las cosas resultaron al revés... una persona interesada en la Biblia estaba buscando la verdad. Un joven, Eliseo Balboa, espió a un “gringo” que estaba sentado solo en el parque leyendo un libro. ¿Por qué había venido aquel extranjero al Perú? El Sr. Balboa quiso saber la respuesta. El hermano, Horace Criss, explicó que era cristiano, ministro. Esto le sonó extraño al Sr. Balboa, pues todos los ministros que él conocía usaban túnicas largas y negras. Así comenzó un testimonio al joven Balboa, y esto resultó en un estudio bíblico.

Después de solo unos cuantos estudios, el Sr. Balboa se fue de Arequipa en busca de trabajo seglar. Con el tiempo, fue a Callao, donde continuó preguntando por los testigos de Jehová y sus lugares de reunión. Finalmente se encontró con la hermana Charlotte Barron, que estaba distribuyendo revistas de puesto en puesto en el mercado. El Sr. Balboa obtuvo la dirección de la sucursal por medio de ella, y asistió a algunas reuniones cristianas. Entonces su búsqueda de trabajo seglar lo alejó una vez más, en esta ocasión a un campo minero de vanadio en Jumasha, en las alturas de los Andes. Sin embargo, se mantuvo en contacto por medio de correspondencia con la sucursal. También, a pesar de que el viaje a aquel lugar era difícil y largo, Robert Hoyt visitó al Sr. Balboa. Esto fortaleció espiritualmente al joven y también presentó la oportunidad de ayudarlo en la obra de testificar, la cual efectuó por sí solo de allí en adelante. Más tarde, cuando regresó a Arequipa, el hermano Balboa recibió suficiente ayuda espiritual de parte de los misioneros como para capacitarse para entrar en la obra de tiempo completo.

Arriba al norte en Trujillo, el misionero Harvey Conrow encontró a la señora Encarnación Leiva, que desplegaba cualidades de “oveja” cristiana. Con el tiempo ella absorbió la verdad de la Biblia, pero solamente de oído, pues no podía leer ni escribir. Sin embargo, aunque en aquella época tenía 51 años de edad, era una mujer de determinación, y obtuvo un libro que le ayudara a entender las letras y cómo agruparlas en palabras. Con la ayuda de su hija, pronto pudo leer y escribir, y se convirtió en una capacitada proclamadora del Reino en Trujillo. Más adelante ella confesó que, sin la verdad como incentivo, nunca hubiera intentado aprender a leer y escribir. La hermana Leiva murió en el año 1967, una capacitada y fiel testigo de Jehová.

La Asamblea “Aumento de la Teocracia” celebrada desde el 30 de julio hasta el 6 de agosto de 1950 en el famoso Estadio Yankee de la ciudad de Nueva York despertó agitación aquí en el Perú. Doce misioneros hicieron el viaje a ella, acompañados por tres publicadores locales. Los humildes y amorosos Testigos peruanos que quedaron atrás pensaron que jamás volverían a ver a los misioneros de nuevo. ¡Sin embargo, no fue así! Todos regresaron a sus asignaciones.

MALEANTES EN CHOSICA

En 1950, Emil y Clara Müller se mudaron de Suiza a Chosica, una ciudad del interior localizada a una hora por automóvil al este de Lima. Más tarde, el precursor Leopoldo Sánchez se puso en comunicación con ellos mientras testificaba en este pueblo, donde el hermano Müller trabajaba en la planta hidroeléctrica. Más tarde aún, en julio de 1955, la precursora especial Betty Myers comenzó a servir en Chosica.

Un día la hermana Myers tocó a la puerta de una señora que resultó ser una católica fanática y amiga íntima del sacerdote local. A la señora la enfureció el que una testigo de Jehová hubiera tocado a su puerta. Poco se habían alejado calle abajo la hermana Myers y la joven precursora que la acompañaba, cuando la enfurecida señora las acosó con una pandilla de jóvenes, unos maleantes.

¿Qué se creían las dos Testigos que estaban haciendo en el vecindario católico?, quería saber la chusma. Desde luego, ¡estaban efectuando una buena obra cristiana y tenían todo derecho a hacerla contestó la hermana Myers! El cura pronto se presentó en la escena. Demandó que las dos Testigos se fueran de inmediato. Pero la joven hermana precursora, que anteriormente había sido la novia católica de aquel mismísimo cura, le pidió que le mostrara dónde decía la Biblia que ella no debería estar predicando las “buenas nuevas.” Ahora le llegó al cura el turno para enfurecerse. Después de todo, ella había puesto en aprietos delante de todos aquellos jóvenes maleantes al que había sido su novio.

La situación era casi cómica, pero lo que vino después no lo fue. Cuando las dos hermanas se volvieron y comenzaron a alejarse calle abajo, los muchachos comenzaron a lanzarles pelotas de barro en las cuales había piedras pequeñas mezcladas. Les arrojaron pelotas hasta que las dos cristianas quedaron completamente cubiertas de barro. Una piedra le hizo un corte a la joven hermana precursora en la oreja, y la herida sangró profusamente. Finalmente, un anciano negro —que era un ferviente católico— llamó a los jóvenes al jardín de su patio y los hizo sentir avergonzados por su conducta.

La hermana Myers fue directamente al cuartel de la policía, denunció el incidente, y solicitó protección. Como resultado de esto, un policía vestido de paisano fue asignado a acompañar a las hermanas en su obra. Después de esto algunos de los muchachos trataron de repetir el hostigamiento por medio de arrojarles piedras. Pero el policía vestido de paisano les echó mano, tomó sus nombres, y ‘dio órdenes terminantes’ a sus familiares en cuanto a lo que había sucedido. Aquello detuvo la acción de chusmas en Chosica.

NUEVO ARREGLO PARA MISIONEROS

Misioneros entrenados en Galaad continuaron llegando al Perú en cantidades considerables en los primeros años de la década de los cincuenta. Por ejemplo, a fines de 1952 habían llegado 46 misioneros a este país. De esta cantidad, 20 se habían marchado, algunos por no estar satisfechos con la vida misional. Pero 26 permanecieron activos en el campo peruano.

En el año 1952 se hizo un arreglo diferente para los misioneros que venían al Perú. Ya no se les podría traer como instructores, como se había hecho en el pasado. Tenían que venir al país como turistas. Una vez que habían entrado en el Perú, se matriculaban en la Universidad de San Marcos, la más antigua del hemisferio occidental. Estudiaban el idioma y, con esta base, podían solicitar un permiso de residencia permanente como estudiantes. Solamente cuando recibían su carnet permanente, o los papeles oficiales, podían efectuar sus actividades de misioneros tal como las efectuaban los otros graduados de Galaad. Ese arreglo fue muy eficaz y duró por unos cuatro años.

‘Y ENTONCES, ¿A LA CHINA’?

Temprano en 1953 nuestra atención se enfocó en la Asamblea “Sociedad del Nuevo Mundo,” que se celebraría en la ciudad de Nueva York, del 19 al 26 de julio. Vuelos fletados llevaron a 20 misioneros y algunos Testigos peruanos, junto con unos 18 hermanos de Bolivia, a la ciudad de la asamblea. Poco después de aquella asamblea remuneradora en sentido espiritual más misioneros llegaron al Perú. Pero fue al mismísimo fin de 1953 que los proclamadores del Reino de este país disfrutaron de un edificante acontecimiento especial.

En diciembre de 1953, los hermanos N. H. Knorr y M. G. Henschel visitaron el Perú. Después de dedicar días a buscar un local, encontramos un lugar de reuniones sumamente apto para aquella ocasión en Pueblo Libre, un sector residencial de Lima.

Particularmente memorable fue un comentario que hizo el hermano Knorr durante su discurso final en la asamblea. ¿Por qué estaban los misioneros en el Perú? El hermano Knorr indicó que estaban en este país para ayudar a los hermanos peruanos a obtener la madurez necesaria para poder alcanzar y asumir diferentes responsabilidades en la congregación del pueblo de Dios. Una vez que esto se consiguiera, dijo él, los misioneros estarían libres para trabajar en otros territorios. “Y entonces,” dijo él, a la vez que echaba una mirada alrededor, “¡enviaremos a los misioneros a la China!” Desde luego, aquello no ocurrió. Sin embargo, el hermano Knorr expresó en términos claros los privilegios y responsabilidades de los misioneros en el Perú.

Desde luego, teníamos mucho que hacer entre las mismas personas del Perú. En armonía con esto, un rasgo de nuestra obra que se puso en acción en 1953 y a la cual se dio énfasis con más vigor durante 1954 fue el dar atención a territorios que no habían sido asignados. Las congregaciones de Lima y el Callao se dispersaron por todos los distritos de las cercanías en un intento por declarar las “buenas nuevas.” Los Testigos del Callao fueron a lugares tan distantes como Cañete y Chincha Alta, mientras que los de Lima se dirigieron hacia Puente Piedra, Ancón y Huaral.

TIEMPO DE FORTALECIMIENTO ESPIRITUAL

Aparte de los 26 misioneros que servían en el Perú en el año 1952, había 260 publicadores del Reino asociados con las siete congregaciones que funcionaban en aquel tiempo. Había dos congregaciones en Lima, así como una en el Callao, Arequipa, Trujillo, Chosica y Huancayo respectivamente. Tres años después, en 1955, el promedio de publicadores en el Perú era de 460, con un máximo de 563 publicadores.

Con el aumento continuo durante este período general, se hizo necesario dar atención al fortalecimiento espiritual de los cristianos peruanos. Para empezar, hubo que dar consideración a la crianza o educación de los hijos, por medio de no permitir que se contaminaran con las enseñanzas religiosas falsas. La ley requiere que la religión nacional católica se enseñe en todas las escuelas. Sin embargo, los no católicos pueden hacer una solicitud y recibir exención de esta instrucción religiosa. Por lo tanto, fue necesario preparar cartas al efecto de que cierta persona era testigo de Jehová y estaba recibiendo entrenamiento religioso adecuado de otras fuentes. Aquellas cartas se sometían a las autoridades escolares y el Ministerio de Educación consideraba estas solicitudes antes de que se concediera la exención. Ha sido a partir de aquel tiempo en particular que los Testigos peruanos han usado este método para no exponer a sus hijos de edad escolar a las enseñanzas y prácticas falsas de Babilonia la Grande.

También se hizo necesario dar gran énfasis a la necesidad de limpieza moral. Algunos peruanos han vivido con una, dos o tres mujeres a la vez, y quizás hayan tenido hijos de cada mujer. En otros casos, puede que un hombre y una mujer hayan vivido juntos en un hogar respetable y tengan hijos, pero nunca hayan legalizado su unión. Por lo tanto, hubo que hacer algunas decisiones serias en un esfuerzo por asegurar que el matrimonio recibiera la honra que bíblicamente debe recibir. (Heb. 13:4) Aunque las circunstancias individuales han sido diversas, parece que basta con decir que actualmente una buena cantidad de cristianos peruanos tiene la profunda satisfacción de saber que han resuelto sus problemas morales de manera que armoniza con la devoción correcta.

EL DESAFÍO DE LA OBRA DE CIRCUITO

Allá en 1953 el entero país del Perú formaba un solo circuito. Cuando Sidney Fraser llegó a ser superintendente de sucursal en aquel año, Robert Hoyt comenzó a servir en el campo de superintendente de circuito. Era un verdadero desafío el viajar por todo el país para visitar las siete congregaciones y varios grupos aislados que manifestaban interés en la verdad bíblica.

Durante un viaje inolvidable, el hermano Hoyt tuvo que sentarse por casi 20 horas en la parte posterior de un camión sobre el cargamento de pescado seco que llevaban a la sierra. El alojamiento en hoteles de la sierra siempre dejaba mucho que desear. Allí se preferían habitaciones para más de una persona. En una misma habitación había muchas camas disponibles para cualquier hombre o mujer que llegara por casualidad y necesitara un lugar donde dormir. El hermano Hoyt hizo buen uso de la cadena y el candado que generalmente llevaba consigo, pues ató la maleta a la cabecera de una cama y salió a buscar un cuarto de baño o su equivalente. ¡Al regresar, encontró una mujer en su cama! Ella había decidido que dormiría allí. Puesto que no había otra cama disponible, esto planteaba un problema. ¡Pero la evidencia de prioridad estaba encadenada a la cabecera de la cama! Felizmente el administrador del hotel pudo arreglar las cosas de modo que nuestro superintendente de circuito obtuviera la cama y disfrutara de una muy necesitada noche de descanso.

Naturalmente, a medida que Jehová hizo que prosperaran nuestras actividades cristianas, los circuitos aumentaron en número, y se programaron más asambleas de circuito. En una de estas asambleas, que se celebró en el sector de Surquillo, Lima, entre los asistentes había un dentista cuya esposa se oponía enconadamente. Cuando él llegó, fue muy obvio que estaba en zapatillas. ¿Qué había pasado? “Bueno,” dijo él, “mi esposa me escondió los zapatos para evitar que viniera. ¡Pero aquí estoy!” Sí, puede haber una gran cantidad de grandes o pequeños obstáculos que haya que vencer, ¡pero qué importante es el que permanezcamos firmes en la verdad!

LAS PELÍCULAS AYUDAN A MUCHOS

Un nuevo rasgo de nuestra obra principió en el Perú durante 1954... empezamos a usar películas para ayudar espiritualmente a las personas. La primera de estas películas producidas por la Sociedad Watch Tower se intituló “La Sociedad del Nuevo Mundo en Acción.” ¡Qué impresión causó en los espectadores! Centenares de personas se congregaron para ver esta película que suministró una clara percepción de las actividades de los testigos de Jehová.

Uno de los lugares en que se mostró esta película fue una sala de trabajadores en Casapalca, un pueblo minero de los Andes, situado a la altura de 4.600 metros. La sala estaba al lado de una planta hidroeléctrica, y, en consecuencia, el voltaje era muy alto. Aunque el proyector fue ajustado a la velocidad más lenta, la película tendía a ir a una velocidad mayor de la que podía mantener el lector del manuscrito. Añada a esto la atmósfera enrarecida a esa altura, cosa que dificulta el respirar. Como usted puede imaginarse, en algunos sitios se quedaron fuera algunas explicaciones. Sin embargo, todos los presentes disfrutaron de la presentación.

Durante la presentación de una película en una asamblea de circuito en el Callao, en septiembre de 1954, todo marchó bien durante la proyección del primer rollo. Pero durante la proyección del segundo, la bobina compensadora dejó de funcionar. En cuanto a la película, ¡seguía pasando muy bien por la máquina! Finalmente, cuando nos dimos cuenta del mal funcionamiento, había una pila de película por todo el suelo. Sí, hubo que esperar unos minutos hasta que los hermanos la enrollaron a mano. Por el resto de la exhibición, hubo que darle vueltas a mano al carrete de rebobinaje, pero la exhibición continuó.

En los últimos años se exhibió por todo el Perú la película de la Sociedad: “Proclamando ‘Buenas Nuevas Eternas’ Alrededor del Mundo,” y ciertamente le propinó un poderoso golpe a Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa. En Toquepala, se exhibió a un auditorio de 3.251 personas. Como sería de esperarse, cierto sacerdote había hecho lo máximo posible para impedir que la película se exhibiera. Al no poder lograrlo, entró subrepticiamente en la sala ya oscurecida después de haber comenzado la proyección de la película, obviamente porque tenía curiosidad. Bueno, la película terminó, se encendieron las luces, y allí estaba el cura a la vista de todos. Corrido, el cura se levantó y salió de la sala, moviéndose infantilmente como en baile burlón y cantando en voz alta: “Babilonia la Grande ha caído. Babilonia la Grande ha caído.” Había muchos católicos presentes, y éstos observaron a su cura hacerse un espectáculo ‘babilónico.’

SE FACILITA LA ENTRADA DE MISIONEROS

Allá en 1955, todos los misioneros que venían al Perú todavía entraban al país como turistas e iban a la Universidad de San Marcos mientras procuraban obtener los papeles de residencia. Sin embargo, mientras testificaba de puerta en puerta en Lince al poco tiempo de haber llegado al país, la misionera Lucille Rapraeger visitó el hogar de un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores. Él reconoció que ella estaba trabajando de misionera y, desde luego, obtuvo su nombre.

Algunos días después, Nellena y Verda Pool, así como la hermana Rapraeger, se encontraron con un abogado a quien Nellena había dejado alguna literatura. Él la llamó aparte, y le dijo: “Nellena, una de sus misioneras está en un aprieto.” ¿Qué quiso decir? Bueno, mientras estaba en la Oficina de Relaciones Exteriores, este abogado había notado que la solicitud de la hermana Rapraeger para papeles de permanencia estaba en un escritorio, lista para ser rechazada. Evidentemente éste era el resultado de la visita que ella había hecho al hogar del funcionario del Ministerio. Las hermanas inmediatamente informaron a la sucursal de la Sociedad.

Este abogado, que ya había mostrado interés en los testigos de Jehová, pudo usar su influencia para resolver este problema. La misionera permaneció en el Perú. Por medio de los servicios de este abogado, se logró traer a otros misioneros al país... pero ahora como misioneros, no como estudiantes universitarios. Desde aquel tiempo en adelante la Sociedad pudo conseguir los visados para los misioneros que eran asignados a este país.

CRISTIANOS NEUTRALES VALEROSOS

Los cristianos peruanos, jóvenes y adultos, se han enfrentado a pruebas relacionadas con Dios y el estado. Por ejemplo, de acuerdo con la ley, todos los varones que alcanzan los 19 años de edad tienen que registrarse y cumplir con dos años de servicio militar. Esto planteó problemas para ciertos precursores especiales que fueron enviados a testificar en Cuzco, Arequipa y otros lugares del interior allá en 1956, pues muchos de ellos eran jóvenes de 19 y 20 años de edad.

De hecho, en el Perú muchos hermanos trataron de hacer constar que eran objetores de conciencia y/o ministros, pero las autoridades reconocían solamente a los clérigos católicos como ministros religiosos. Por lo tanto, no han sido pocos los casos en que jóvenes Testigos que trataron de obtener reconocimiento como ministros recibieron golpes, fueron arrojados en sucias cárceles y sometidos a toda clase de abuso por razón de su posición de neutralidad cristiana. (Miq. 4:2, 3; Sant. 1:27) En este país, nunca ha habido un arreglo de exención del servicio militar para individuos que objetan a ‘aprender el arte de la guerra.’

El mantener la neutralidad cristiana es cosa por la cual también se preocupan los padres devotos y sus hijos. En el Perú, los niños escolares tienen que tomar un curso de entrenamiento premilitar. No hay arreglos de exención, y, al final del período de clases, el que no haya tomado el curso no aprueba el año escolar. En estos casos el alumno no puede continuar adelante hasta obtener su diploma. Aunque se pueden hacer muchas cosas para ayudar a los niños a adquirir su educación de otra forma, ha habido quienes han transigido y han permitido que sus jóvenes ‘aprendan el arte de la guerra.’

Sin embargo, para resolver este problema, una congregación de Chimbote preguntó si podía organizar una clase en el Salón del Reino y usar voluntarios de entre los hermanos para enseñar a los niños diferentes asignaturas. Esto ha surtido efecto, especialmente puesto que también se estimula a participar en alguna actividad cristiana después de los estudios regulares de la escuela.

Pero esto no significa que los padres y los niños afrontan solamente problemas menores al mantener la neutralidad cristiana, evitar la idolatría y atribuir la salvación a Jehová. (Éxo. 20:4-6; Sal. 3:8) Por ejemplo, durante 1970, en el pueblo minero de Toquepala, 10 niños Testigos fueron expulsados de la escuela por no saludar la bandera y cantar el himno nacional. En otros casos aislados, las autoridades han llamado ante ellas a ciertos niños cristianos para que expliquen por qué no toman parte en estas ceremonias.—Mar. 13:9; 1 Ped. 3:15.

Por razón de nuestra posición de neutralidad cristiana, nos hemos enfrentado a una variedad de problemas a través de los años. Por ejemplo, en 1975 tuvimos que cambiar el lugar de asamblea, pasándolo de la ciudad universitaria de Trujillo a otro pueblo, debido a una ola de patriotismo que había surgido por el hecho de que un joven Testigo de edad escolar no participó en cantar el himno nacional ni saludar la bandera. Las autoridades locales rehusaron reconocer nuestra posición de neutralidad, y los periódicos del Perú septentrional presentaron titulares como: “Los testigos de Jehová rehúsan honrar los emblemas nacionales.” Algunos artículos nos acusaron falsamente de “lavar el cerebro” de la gente por medio de un “curso de estudios de seis meses” durante el cual supuestamente enseñábamos doctrinas que no estaban en armonía con los intereses de la nación.

En Lima, la ciudad capital, un sacerdote católico predicó ese mismo tipo de mensaje en la radio dos veces al día por una semana. Sin embargo, lo que dijo realmente resultó en buen testimonio para la verdad. Él declaró clara y concisamente lo que creemos, pero entonces divagó torpemente al tratar de refutar nuestro punto de vista bíblico en cuanto al año 1914 y la doctrina de la Trinidad.

En paralelo con la publicidad adversa, el gobierno decretó que en enero de 1976 todos los hombres y mujeres de 18 años de edad tenían que registrarse para servicio militar obligatorio. Desde luego, el pueblo de Jehová cumplió con la ley por medio de registrarse. Puesto que eran tantos los jóvenes Testigos que eran precursores regulares, se les suministró una carta certificada que daba testimonio del hecho de que habían escogido la vocación de ser predicadores de la Palabra de Dios. De lo que se sabe, todos estos precursores optaron por preparar un fichero sobre su vida dedicada al servicio de Jehová y presentar este material junto con una solicitud de exención del servicio militar sobre la base de que eran predicadores. En años anteriores, un manual que consideraba las leyes militares había estipulado exención para miembros del clero o legos sin ninguna especificación en cuanto a religión. Ahora, sin embargo, se había añadido algo nuevo, y toda solicitud para exención tenía que ser firmada y aprobada por el arzobispo de la Iglesia Católica, la religión que reconoce el Estado. Sin embargo, nuestros hermanos presentaron sus archivos de documentos y la solicitud de exención cuando se registraron. Aunque las autoridades no aceptaron algunos de estos ficheros por no tener el sello de aprobación, sí aceptaron otros. Y, cuando se publicó la primera lista en enero de 1976, se notó que por lo menos algunos hermanos recibieron exención debido a sus actividades religiosas.

COSAS VISTAS POR PRIMERA VEZ EN ASAMBLEAS

Ahora que hemos completado nuestra historia de los cristianos observadores de neutralidad en este país, regresemos a los años finales de la década de los cincuenta.

El año 1957 comenzó con una visita muy bien planeada de Milton G. Henschel, miembro de la oficina central mundial de la Sociedad en Brooklyn. Testigos de todo el Perú se reunieron para la asamblea que se había fijado de modo que coincidiera con esta provechosa visita. El primer día asistieron solamente 389 personas. Pero para el discurso principal del domingo la asistencia fue de 1.044 personas. ¡Qué gozo fue ver a más de 1.000 personas presentes en una asamblea por primera vez en este país!

En 1958 se disfrutó de otra cosa vista por primera vez con relación a una asamblea. Aquel año por primera vez se celebró una asamblea de distrito en Iquitos... a orillas del Amazonas, en el mismo corazón de la selva. En aquella región ecuatorial la lluvia era imposible de pronosticar, y abundante. Fue bastante paradójico escuchar a un hermano hablar de El Cantar de los Cantares y decir: ‘Ven, querida mía, pues la estación lluviosa misma ha pasado, el aguacero mismo ha terminado, se ha ido,’ mientras que el fino techo del salón de asamblea amplificaba el sonido del fuerte aguacero torrencial en aquel momento.—Cant. de Cant. 2:10, 11.

Hubo que ejercer cuidado al escoger un lugar para el bautismo durante aquella asamblea. Aunque el pez carnívoro piraña no se encuentra con frecuencia en el Amazonas, no podíamos estar seguros de eso con relación a los ríos y arroyos del interior. Sin embargo, felizmente el bautismo se celebró sin ninguna desgracia.

ASAMBLEAS A PESAR DE DIFICULTADES

La Asamblea Internacional Voluntad Divina de los Testigos de Jehová que se celebró en la ciudad de Nueva York durante el verano de 1958 causó conmoción en todo el Perú. Muchos Testigos habían ahorrado fondos para hacer el viaje, y, cuando llegó el tiempo, 82 delegados asistieron. Al tiempo de partir, fue muy conmovedor el ver a unos 350 hermanos en el mirador del aeropuerto y oírlos cantar canciones del Reino.

Hacia fines de 1958 se habían hecho arreglos para celebrar una asamblea de distrito el enero próximo en el estadio de fútbol de Lima. Pero el entonces director de Gobierno, un ferviente católico, decidió clausurar nuestra asamblea, aunque no tomó acción hasta el mismísimo día en que ésta había de comenzar. Ya todo el equipo se había transportado al estadio, los grupos que trabajaban en la cafetería estaban preparando la comida del mediodía, y se estaban haciendo los preparativos para las reuniones de la tarde cuando un camión lleno de policías se detuvo en el estadio y sus ocupantes comenzaron a sacarnos de allí. Los esfuerzos por hablar con el director de Gobierno fueron en vano.

Hubo que trasladar la asamblea a los dos Salones del Reino más grandes de Lima, y fue necesario que los conferenciantes presentaran sus discursos en ambos lugares. Sin embargo, tuvimos una buena asamblea y las dificultades solo sirvieron para fortalecer a los hermanos para pruebas futuras.

Nos gustaría mencionar el discurso de la asamblea de 1958 “Sirviendo donde hay gran necesidad en ultramar.” Este discurso mostró que en muchos países se necesitaban más proclamadores del Reino. Con el tiempo, varios individuos y varias familias que se interesaban en ensanchar su servicio se mudaron a este país. De hecho, entre los primeros que llegaron al Perú estuvo Eileen Sobie, quien vino del Canadá en fecha tan temprana como la de septiembre de 1957. Pero vinieron más hermanos y hermanas. Por varias razones, muchos han tenido que marcharse, pero podemos decir que todos han contribuido a la edificación de la fe de nuestros hermanos y hermanas peruanos.

INSCRIPCIÓN LEGAL

Mientras el superintendente de la sucursal asistía a la asamblea de Nueva York en 1958, se le dijo que al regresar al Perú inscribiera legalmente a la Sociedad Watch Tower Bible and Tract de Pensilvania. Esta inscripción sería necesaria, entre otras cosas, para tener propiedades.

Por consiguiente, la Sociedad fue debidamente inscrita el 29 de abril de 1959. De allí en adelante todas las propiedades que compraban las congregaciones o donaban los hermanos para edificar Salones del Reino se han registrado a nombre de la Sociedad.

CLÉRIGOS FOMENTAN OPOSICIÓN

Por supuesto, también hemos tenido serios problemas y nuestra fe ha sido sometida a pruebas. A veces nos hemos topado con franca oposición, hasta violencia de chusmas. Por ejemplo, considere lo que les ocurrió a las misioneras Frances y Elizabeth Good en Moyobamba, un pueblo en la selva remota. La única manera de llegar allí era por avión, y, por estar tan aislado, el pueblo era extremadamente religioso. Los curas españoles dominaban a las personas con mano dura y habían infundido en la gente el sentimiento de que le ‘vendrían calamidades a cualquiera que se atreviera a hablar contra las imágenes de Iglesia.’

Casi tan pronto como nuestras hermanas misioneras llegaron a Moyobamba, comenzaron a testificar de casa en casa y a invitar a las personas a venir a las reuniones cristianas que se habían establecido recientemente en el pueblo. Habían invitado solamente a unas pocas personas de corazón honrado cuando comenzaron a aparecer hojas sueltas en las calles. ¿Qué decían? “Hay dos elementos peligrosos en Moyobamba... dos mujeres que no creen en el infierno ni en nuestras imágenes. No les escuchen; no acepten su literatura. Traígannos cualquier literatura que hayan recibido de ellas y nosotros nos encargaremos de ella.”

Casi inmediatamente las dos misioneras fueron el objeto de una campaña de odio instigada por el clero. Durante una reunión cristiana, una chusma de alrededor de 50 hombres y niños dirigidos por tres curas arremetieron contra el Salón del Reino de un solo compartimiento construido de adobes. Las hermanas habían asegurado las cerraduras de la puerta y ésta resistió los golpes de los opositores. Pero, entre otras cosas, la chusma arrojó estiércol de vaca por todo el exterior de las paredes. Los alborotosos también amenazaron con daño físico a las dos misioneras si no se iban del pueblo.

El día siguiente nuestras hermanas fueron al alcalde del pueblo y le explicaron lo que había ocurrido. Él quedó pasmado de asombro, y se formuló una carta de protesta al prefecto del Departamento. A las hermanas se les prometió que las protegerían, pero las amenazas y el hostigamiento continuaron.

Los curas prometieron un libro de historietas cómicas a cada niño que trajera una de nuestras publicaciones a la escuela de la parroquia. Mucho tiempo después, el prefecto envió desde Lima a un policía para que permaneciera a la puerta del Salón del Reino mientras se celebraban las reuniones cristianas. Los opositores habían perdido la batalla, pues la asistencia llegó hasta 26 personas para las reuniones que se celebraron durante las visitas del superintendente de circuito, y dos personas de cualidades de oveja fueron bautizadas a pesar de la oposición que el clero instigó en Moyobamba.

Considere ahora, por favor, otro ejemplo de oposición clerical frustrada. En noviembre de 1959, Reginald e Irene Wallwork dieron comienzo a la obra de predicar el Reino en Ayacucho. Más tarde, se unieron a ellos Merle Laurens y Phyllis Wepener. Poco tiempo después que la gente comenzó a conocer a estos cristianos como testigos de Jehová, los curas empezaron a agitar oposición. Hicieron esto sutilmente. Fueron a las autoridades políticas y ejercieron presión para que se echara de aquel pueblo a los misioneros. Por consiguiente, un día el hermano Wallwork fue llamado a la oficina de investigaciones. Allí lo acosaron con muchas preguntas, pero también le mostraron una petición firmada por nueve sacerdotes y el prefecto. Este documento se había enviado a Lima, y por lo tanto se había ordenado una investigación. Esto podría ser serio.

El hermano Wallwork refutó inmediatamente todas las mentiras que habían dicho los sacerdotes. También explicó que recientemente él había hablado con el prefecto y había visto que era un hombre razonable, muy interesado en la Biblia. Entonces, ¿qué había sucedido? Bueno, alguien de la oficina del prefecto se puso a trabajar en combinación con los curas. Aquel individuo había puesto la petición entre otros papeles para que el prefecto firmara el documento sin realmente darse cuenta de su verdadero significado. Todo esto se le informó a la sucursal de la Sociedad y, puesto que nuestra obra era bien conocida en Lima, todo el ardid “fracasó” sin que hubiera mayores dificultades.

Desde luego, los curas no se alegraron de la conclusión de todo este asunto. Cada vez que pasaban por la casa misional con los ídolos religiosos durante las procesiones, nunca dejaban de detenerse, mirar hacia arriba en dirección al balcón de la casa y mascullar algún conjuro contra todos los que vivían allí.

TIEMPO PARA EXPANSIÓN

La obra de declarar las “buenas nuevas” estaba progresando excelentemente en el Perú cuando el hermano N. H. Knorr nos visitó en diciembre de 1959. Había planes de celebrar una asamblea en relación con su visita. Sin embargo, precisamente un año atrás nos habían echado del lugar de asamblea que habíamos escogido. Por eso, para evitar que aquello se repitiera, iniciamos un proceso de hábeas corpus contra el director de Gobierno. Al encararse a éste, él indicó que no había sido responsable de lo que nos había pasado el año anterior, y hasta se proclamó amigo de los testigos de Jehová. Así que tuvimos una excelente asamblea en el Estadio “U,” adonde asistieron más de 2.000 personas para escuchar el discurso principal. Eso era casi el doble del número de publicadores del Reino que había en este país. Incidentalmente, nosotros dejamos pendiente el proceso de hábeas corpus, aunque todavía está en los archivos del Palacio de Justicia de Lima.

Durante la visita del hermano Knorr, Bent Pedersen fue nombrado superintendente de la sucursal. Pero la expansión de la obra fue el asunto de mayor importancia en la agenda de nuestro visitante. Se consideró la edificación de una nueva sucursal con un hogar misional en Lima.

La construcción comenzó en Miraflores el junio siguiente. La Sociedad había adquirido dos solares que abarcaban un área de 738 metros cuadrados. Allí se erigió una bella oficina sucursal de dos plantas con un hogar misional. En la primera planta se encontraban la oficina y el almacén, un largo vestíbulo y un Salón del Reino con 200 asientos. En la segunda planta había alojamiento para 12 misioneros o miembros de la familia de Betel. El nuevo edificio verdaderamente era un “hogar” en todo el sentido de la palabra. La obra de construcción terminó en octubre de 1961, y el nuevo edificio fue dedicado el 21 de aquel mes.

Debe mencionarse que, debido a responsabilidades personales, el hermano Pedersen tuvo que dejar el campo misional y regresar a los Estados Unidos con su esposa. Por lo tanto, en abril de 1961 el hermano Don Burt fue nombrado superintendente de sucursal del Perú.

DESASTRE EN ICA

Los discípulos de Jesucristo tienen la marca identificadora del amor. (Juan 13:34, 35) ¡Esto se manifestó con suma claridad en marzo de 1963, cuando un desastre azotó el pueblo de Ica, que está a 270 kilómetros al sudeste de Lima! Debido a errores que cometieron los que controlaban las compuertas del río, ocurrió una inundación del pueblo y muchas viñas. Las aguas barrieron con el Salón del Reino local, así como con muchos hogares, incluso los de algunos Testigos.

Sin embargo, el amor cristiano entró en acción. Por todo el Perú los testigos de Jehová actuaron como si todos fueran una sola persona. Rápidamente establecieron un fondo de auxilio y también enviaron dos toneladas de ropa y alimento a sus compañeros de creencia que habían sido afectados en Ica. Sí, los siervos de Dios realmente se interesan unos en otros.

SUPERANDO LOS PROBLEMAS DE CONSTRUCCIÓN DE SALONES DEL REINO

Además del amor que se tienen unos a otros, los del pueblo de Jehová manifiestan otros rasgos piadosos que con frecuencia contribuyen al éxito de sus esfuerzos. Esto se ilustra por lo que sucedió en Trujillo a mediados de 1960. Debido al rápido crecimiento de la congregación, no se podía acomodar a todos en el Salón del Reino y se necesitaba un nuevo Salón del Reino. Felizmente, Jehová abrió el camino para que los hermanos obtuvieran una porción de terreno y un préstamo que les pemitiría construir un Salón del Reino.

Poco tiempo después se vio a los Testigos locales ocupados cargando ladrillos e instalando cargamentos de hierro y trabajando duro en el lugar de construcción. ¡Hasta las hermanas se hicieron muy aptas en mezclar cemento “a mano,” pues no tenían mezcladora de cemento!

Hubo muchos obstáculos. Por ejemplo, el hermano que fue asignado a completar toda documentación pertinente vio que necesitaba que un ingeniero le firmara los planos. Bueno, un ingeniero pedía 110 dólares por firmar; otro, 150... precios que los hermanos no podían pagar. Sin embargo, el problema se resolvió de una manera poco usual.

Un día el hermano que se encargaba de la documentación hacía fila en un banco cuando un hombre llegó y se metió delante de él. El hermano se molestó, pero ejerció el fruto cristiano de dominio de sí mismo y no dijo nada. Aquel mismo día alguien hizo la sugerencia de que el hermano hablara con cierto ingeniero para obtener la firma que se necesitaba en los planos. Bueno, aquel ingeniero resultó ser el mismo individuo que se había metido delante de nuestro hermano en la fila del banco. El hombre fue muy amigable, dijo que le gustaba ayudar las buenas obras, prontamente firmó los papeles y pidió solamente 11 dólares como paga. Ciertamente el desplegar cualidades cristianas puede ser remunerador. Actualmente el Salón del Reino de Trujillo se yergue como un testimonio silencioso a las excelentes características y arduo trabajo de los cristianos de esa vecindad.

OTRA “PRIMERA VEZ” RELACIONADA CON UNA ASAMBLEA

Nuestra primera asamblea internacional de gran tamaño se celebró en Lima del 4 al 8 de enero de 1967. Emocionó mucho a los hermanos peruanos el hecho de que entre los delegados estuvieran muchos compañeros de creencia procedentes de otros países, así como algunos directores de la Sociedad. Hubo casi 500 Testigos de diferentes países, y su presencia ciertamente edificó a sus hermanos y hermanas peruanos.

El hermano F. W. Franz dio el discurso principal a un auditorio de 5.940 concurrentes el sábado por la noche. Pero el grupo más grande de personas que hasta entonces se había reunido para una asamblea en el Perú se reunió el día siguiente para escuchar el discurso del hermano Knorr. Aquel auditorio alcanzó el número de 6.925 personas. Aquello era una asistencia excelente, pues en 1967 el número máximo de publicadores del Reino en el Perú llegó solamente a la cifra de 2.810 personas.

En 1969, 51 misioneros, superintendentes de circuito y otras personas del Perú se beneficiaron de arreglos hechos por la Sociedad para ayudarles económicamente para que pudieran viajar a asambleas que se celebrarían en el extranjero. Esto ciertamente fue apreciado, y los delegados regresaron con riquezas espirituales para compartirlas con sus compañeros de creencia de este país. Sin embargo, tuvimos nuestra Asamblea de Distrito “Paz en la Tierra” en Lima en enero de 1970. ¡Qué deleite fue el tener una concurrencia máxima de 7.414 personas en aquella reunión! El aumento en la actividad ciertamente había dado fruto para fines de los años sesenta, pues para la Conmemoración de la muerte de Jesucristo en 1969 la asistencia alcanzó la cifra de 13.751 personas.

Habíamos entrado en los años setenta, y la obra de declarar las “buenas nuevas” iba marchando bien en esta antigua Tierra de los Incas. Pero, ¿qué nos esperaba en los meses y años del futuro?

¡LOS TERREMOTOS!

Uno de los peores desastres de la historia del Perú azotó el domingo 31 de mayo de 1970 a las 3:30 de la tarde. Con sus sacudidas, un gigantesco terremoto literalmente aplanó aldeas y pueblos de los Andes y zonas del litoral. Muchos de entre el pueblo de Jehová fueron afectados por esto, y los Salones del Reino de Chimbote, Casma, Huarás, Trujillo y otros lugares recibieron daño o fueron destruidos por completo.

Las noticias sobre el terremoto se esparcieron como relámpago por todas partes del mundo. Con rapidez casi igual, el pueblo de Jehová entró en acción. Ciertamente fue alentador ver su respuesta. Cristianos del Perú y otros países inmediatamente acudieron en ayuda de sus hermanos afectados. De la oficina central de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn vinieron 25.000 dólares para la obra de auxilio y reconstrucción, así como 15 toneladas de ropa. Los mismos hermanos peruanos contribuyeron 3.091 dólares, y de otras partes del mundo llegaron 2.084. Las congregaciones de Lima proveyeron siete toneladas de ropa. Más adelante, con el tiempo se fueron proveyendo fondos para reconstruir tres Salones del Reino en Chimbote, uno en Huarás y los salones de Máncora y Sullana, que recibieron daños en terremotos subsecuentes.

Aunque el terremoto más importante azotó un domingo por la tarde, las carreteras no fueron abiertas al tráfico sino hasta tarde en la noche del martes siguiente, y había mucha especulación por la radio en cuanto a si se permitiría que los autos privados las usaran. Sin arredrarse, los hermanos cargaron cuatro furgonetas y un camión de 10 toneladas y se dirigieron hacia la zona del desastre a la una de la mañana del miércoles.

El primer pueblo al cual llegaron fue Casma, que entonces tenía una congregación de 20 publicadores. La mayor parte de los edificios de Casma eran estructuras de adobe que habían sido derrumbadas y convertidas en una pila de polvo sofocante y escombros. Hasta el hospital del pueblo, a pesar de haber sido construido con acero reforzado, se había desplomado. Desafortunadamente, un hermano que estaba confinado a una silla de ruedas no pudo escapar, y murió en el desastre. Los abastecimientos destinados a distribuirse entre los hermanos se dejaron al cuidado de un precursor especial.

Entonces los hermanos siguieron hacia Chimbote, que tenía una población que se calculaba en unos 200.000 habitantes. Unos 300 Testigos se asociaban en las tres congregaciones de aquella ciudad. Todos los hogares habían sido destruidos y los Salones del Reino habían sido convertidos en ruinas. Sin embargo, los hermanos habían despejado los escombros del piso de cemento de un salón, habían erigido paredes de esteras de paja y celebrado allí su estudio de libro de congregación semanal el martes por la noche. El primer suministro de auxilio consistente en alimentos, agua potable, mantas, ropa y cosas por el estilo llegó la mañana siguiente.

Pero, ¿cómo estaban los Testigos en Huarás y Carás, en lo alto de la cordillera de los Andes? Según los informes de la radio, estos pueblos habían sido casi barridos de la existencia, ya fuera por el terremoto o por una gigantesca avalancha de fango que ocurrió cuando una porción de la montaña de Huascarán se precipitó en un lago cercano. Aunque aviones y helicópteros habían estado dejando caer abastecimientos a las zonas afectadas, pasaron ocho días antes de que se anunciara por radio que la carretera estaba transitable. Inmediatamente, unos hermanos equiparon dos vehículos con abastecimientos y se dirigieron a Huarás donde había una congregación de 20 publicadores y dos precursores especiales.

Había demoras y peligros en la carretera. Finalmente, sin embargo, temprano el miércoles por la mañana los hermanos llegaron a Huarás, a una altura de alrededor de 3.000 metros. La gente había levantado pequeños campamentos por toda la ciudad y fue una gran tarea el localizar a los hermanos y hermanas. Sin embargo, finalmente se les encontró a las 5 de la tarde en cobertizos que habían hecho de ramas de árboles de eucalipto. ¡Qué gozo fue el verlos! ¡Y cuánto se alegraron ellos de recibir los abastecimientos, entre los cuales había alimentos, medicinas y estufas de queroseno que les ayudarían a mantenerse calientes durante las noches, que eran extremadamente frías!

Solo dos personas que se asociaban con la congregación de Huarás recibieron lesiones, pero ningún Testigo murió allí en el desastre. A una hermana lesionada la sacaron por helicóptero y la llevaron a Lima para que recibiera atención médica. Y un hermano joven que había estado enterrado debajo de los escombros de adobe, pero que había sido desenterrado con solo la mandíbula rota, acompañó a los hermanos a Lima cuando éstos hicieron su viaje de regreso.

HACIA CARÁS

Solo fue algún tiempo después cuando pudimos llegar hasta el pueblo de Carás, donde había un grupo aislado de siete hermanos. Una avalancha de fango había cubierto por completo dos pueblos entre Huarás y Carás e interrumpido todo el tránsito por tierra.

Alrededor del 1 de julio de 1970 solicitamos permiso para internarnos en los montes a través de Huarás y hacia Carás. Sin embargo, resultó que nuestro horario indicaba un viaje montaña arriba cuando de hecho el tránsito estaba supuesto a bajar de la montaña. No obstante, el hermano que había sido asignado a obtener el permiso descubrió que había conducido un estudio bíblico con el señor que se encargaba de los permisos. Finalmente sucedió que aquel funcionario le dio al hermano permiso para una caravana de cinco automóviles y escribió en el documento que se diera prioridad máxima a la caravana de los testigos de Jehová. Aunque nuestros hermanos fueron detenidos en tres ocasiones, en cada caso se les permitió continuar adelante.

Después de una parada en Huarás, cuatro de los cinco automóviles se dirigieron hacia Carás. Pasaron sin dificultades a través de la primera avalancha de fango... la que había afectado al pueblo de Ranrahirca. Los ingenieros habían construido una carretera provisional que cruzaba sobre el fango. Mientras los hermanos se preguntaban qué harían después, un capitán de la Guardia Civil se acercó al automóvil y preguntó si podían darle transportación hasta Yungay, el próximo pueblo que había sido cubierto por el fango. Todos convinieron en hacer aquello.

Había enormes rocas y pedrejones esparcidos por todas partes. En cierto punto, los automóviles tuvieron que descender a un río recién formado que fluía con gran rapidez. Tres de ellos lograron cruzarlo, pero uno de los automóviles tuvo que regresar.

En Yungay, el otro pueblo que había sido cubierto, el olor no era muy agradable, pues había muchos cadáveres a la vista cerca del borde de la avalancha de barro. Partiendo de Yungay, los hermanos y el capitán continuaron el viaje hacia Carás. Cruzaron hasta donde pudieron por el terreno que habían preparado los trabajadores de la carretera. Entonces empezaron a cruzar la desolación sin caminos. Todo marchó bien hasta que dieron en un lugar blando y las dos ruedas traseras se hundieron hasta el eje. Todos salieron del automóvil. El capitán llamó a unas 20 personas de la cuadrilla de trabajadores de la carretera y éstas, aunque el terreno no mostraba gran firmeza, empujaron el automóvil hasta que lo sacaron. Desde allí hasta Carás no fue muy difícil el viaje.

Carás estaba en la senda de la avalancha de fango que había seguido el curso del río, pero la avalancha se había desviado precisamente antes de llegar al pueblo. Aunque el terremoto había causado daño a la mayoría de las casas de adobe, en términos generales la gente había podido salvar sus posesiones personales. Nuestros hermanos se hallaban muy bien, aunque sumamente necesitados de alimento y medicina. Les dejamos tiendas de campaña, alimentos, mantas y linternas.

Los hermanos de Carás nos acompañaron a Yungay. Cuando los hermanos comenzaron a echarse sobre la espalda suministros adicionales para llevarlos a Carás, el capitán de la policía que nos había acompañado detuvo un camión y le dijo al conductor: “Escuche, lleve estas cosas y a estas personas hasta donde usted llegue.” Así que nuestros hermanos y la pesada carga fueron transportados por lo menos por tres cuartas partes del camino a través de la avalancha de fango de Yungay. Desde allí, el viaje fue comparativamente fácil para ellos. Incidentalmente, todo esto ocurrió mientras no se permitía ningún tráfico en aquella zona. Así que los testigos de Jehová fueron los primeros que llegaron en automóvil a Carás.

En las semanas subsiguientes nuestros compañeros de creencia de las zonas devastadas fueron fortalecidos adicionalmente por medio de las visitas de sus hermanos espirituales de otras partes del Perú. De hecho, para sorpresa de los residentes de la ciudad, durante aquel período se celebró una asamblea de circuito en Chimbote. Aquella reunión les mostró que los que componen el pueblo de Jehová se interesan unos por otros.

Durante toda esta crisis fue sobresaliente la evidencia de la mano guiadora de Jehová, tan manifiesta en la dirección que recibió su pueblo. Los hermanos y hermanas de las zonas afectadas ciertamente apreciaron profundamente la ayuda y generosidad de sus compañeros en la adoración de Dios. Por supuesto, damos reconocimiento especial a Jehová por el desenlace de los asuntos durante aquel tiempo de desastre, y le estamos profundamente agradecidos por su dirección y ayuda, que no faltaron.

LLEGANDO A TERRITORIO VIRGEN

El 9 de abril de 1971 la asistencia total para la Cena del Señor en el Perú fue de 18.397 personas. Aquel año tuvimos un máximo de publicadores del Reino de 5.384 personas, o un publicador por cada 2.600 habitantes. Por lo tanto, todavía teníamos mucho que hacer en el servicio de Dios. De hecho, aunque había necesidad de más testificación en las zonas urbanas, por mucho tiempo nos habíamos preguntado cómo abarcaríamos nuestro vasto territorio rural. Había valle tras valle bien poblado entre las montañas de la escabrosa cordillera de los Andes... un gran territorio que estaba sin tocar.

Es cierto que precursores especiales y unos pocos hermanos que servían donde había mayor necesidad de ayuda habían hecho algún trabajo en estos territorios. Por ejemplo, el precursor especial Alfredo Díaz y otros 16 acompañantes habían hecho un viaje de testificación de 20 días al Perú septentrional. Habían colocado centenares de publicaciones en manos de la gente y encontrado a muchos individuos de corazón honrado y sincero. ¡Pero había mucho más que hacer por todo el país!

Felizmente, la mano de Jehová nunca se acorta. En consecuencia, en mayo de 1971 sucedió algo que condujo a mejor trabajo con relación al territorio que no habíamos tocado. Un matrimonio que estaba visitando a su hijo en el Perú también se preguntaba cómo se podría llegar con el mensaje del Reino a todos los habitantes aislados de este país. Al regresar a su hogar en los Estados Unidos, hicieron arreglos para enviar a su hijo un “carro-casa” de motor para que lo usara en los Andes. También enviaron dos motocicletas con el mismo propósito.

Con este desenvolvimiento, un nuevo campo de actividad se estaba abriendo. El misionero Joe Leydig y tres precursores especiales, (uno de los cuales hablaba el dialecto nativo, quechua,) fueron asignados a usar este “carro-casa.” Lo llamaron la “Casa Luz.” Los cuatro hermanos también usaron un yip marca Land Rover que consiguieron en la localidad.

Los cuatro proclamadores del Reino de tiempo completo comenzaron esta asignación el 21 de mayo de 1972. ¿Cuál era su asignación? El valle de Urubamba, que en un tiempo fue sagrado para los incas. Está localizado en las alturas de la montaña entre las ciudades de Cuzco y Machu Picchu, la última fortaleza inca.

ESFUERZOS SOLÍCITOS TRAEN BUENOS RESULTADOS

En tres meses y medio de predicación por todo el valle, los cuatro hermanos colocaron 5.042 libros y 9.146 revistas en manos de la gente. Para cubrir eficazmente los sectores rurales, nuestros hermanos se levantaban a las cinco de la mañana y testificaban a los granjeros que iban de camino a sus siembras. Las aldeas a orillas de los caminos se abarcaban rápidamente. ¿Pero qué tal de las que estaban trepadas en las faldas de las montañas y rodeadas de terrazas y ruinas antiguas? El llegar a aquellas aldeas requería de los hermanos subir a pie por senderos, mientras llevaban la carga de abultadas bolsas de libros.

Trabajar los sectores remotos que están aislados debido a los numerosos macizos montañosos y valles casi inaccesibles requería paciencia y determinación. En ocasiones las bicicletas eran muy prácticas para esto. Por ejemplo, con dificultad dos de los precursores usaron bicicletas para llegar hasta el pueblo de Lares. Llegaron allí con los maletines llenos de publicaciones y algunas cajas de literatura amarradas a las bicicletas. Fue un día maravilloso el que se dedicó a testificar en el pueblo. Aquella noche, varias personas interesadas se reunieron para oír un discurso bíblico. Así que aquel viaje, también, fue remunerador.

“EL ARCA” Y “EL ESCORPIÓN”

Hasta ahora se había usado la Casa Luz principalmente en la parte meridional del Perú. ¿Pero qué había de los sectores del centro y del norte? Bueno, fue posible obtener el armazón de un camión y construir un nuevo “carro-casa,” suficientemente fuerte como para hacer frente a los rigores de las carreteras y sendas rurales. Puesto que este vehículo era oblongo y semejante a una caja, se le llamó “El Arca.” Ese nombre también puede haber sido apropiado debido a que, con frecuencia, los cinco precursores especiales que usaban el vehículo traían ovejas vivas, gallinas, conejillos de India, pavos y patos que recibían a cambio de literatura que colocaban en manos de la gente.

Además de “El Arca,” que se puso en servicio en 1973, se hizo disponible un tercer vehículo que podía ser usado en lo que podríamos llamar expediciones de testificación. Se le llamó “El Escorpión,” un nombre que se escogió teniendo presente el lenguaje figurado de Revelación 9:3-5.

Así que se ha llegado a todos los sectores del Perú —norte, centro y sur— por medio del duro trabajo que han hecho los proclamadores del Reino de tiempo completo en cubrir los territorios sin asignar en este país. Se han colocado miles de libros, folletos, tratados y revistas en manos de los indígenas que hablan quechua y aimará y español. Adondequiera que nuestras tres unidades móviles han ido —ya sea a la selva o arriba a los pueblos mineros a alturas de 4.900 metros— se ha logrado algo excelente. En 1978, la Casa Luz todavía estaba trabajando en territorio sin asignar y llevando el mensaje del Reino a algunas zonas remotas del Perú.

ESPARCIENDO LA VERDAD EN LA SELVA AMAZÓNICA

¡Pero espere! Había una sección del país a la cual los “carros-casa” no podían llegar... la vasta selva del nordeste del Perú. En su mayor parte, también era territorio sin asignar. ¿Qué se había de hacer con aquella zona?

La región amazónica está compuesta de miles y miles de kilómetros cuadrados de intrincada selva atravesada en toda dirección por ríos grandes y pequeños. A lo largo de las orillas de los ríos hay centenares de pequeñas “chacras,” o fincas, y hay aldeas por todas partes. Se dice que en el territorio amazónico viven alrededor de 37 diferentes tribus indias. Algunas de éstas han recibido muy poca influencia de la llamada civilización, mientras que otras han sido atraídas a la manera moderna de vivir. ¿Cómo podríamos esparcir la verdad a estas personas aisladas en la selva?

En 1973, Cesar Chávez, Manuel Molina y Américo Matsuda se reunieron para hablar acerca de construir una embarcación y usarla para testificar a lo largo de las riberas de los ríos de la selva. Al poco tiempo comenzó la construcción de la nave en el pueblo portuario del Callao, con el misionero Walter Akin a cargo de la construcción. Cuando la barca fue terminada, fue dividida en dos partes. Estas secciones se transportaron al pueblo de Pucallpa, donde se les unió de nuevo. La barca de 15 toneladas se echó a las aguas del río Ucayali y se le llamó El Refugio.

Uno de los primeros poblados en los cuales se trabajó fue Nuevo San Juan, donde viven unas 500 personas en hogares con techumbre de paja y sin paredes. Cuando los hermanos llegaron, los aldeanos (la mayoría de ellos protestantes) estaban seguros de que podrían convertir a los recién llegados a su religión. Pero en poco tiempo sucedió lo contrario. Los precursores comenzaron muchos estudios bíblicos en los hogares, y pronto, hubo un promedio de 23 personas asistiendo a los discursos y reuniones que se habían organizado en aquella aldehuela.

Los precursores efectuaron lo que podíamos llamar un ‘trueque extraño’ entre los nativos de las tribus shipibo y conibo. ¡Trocaron idiomas! Sí, los hombres de las tribus enseñarían su dialecto a los precursores, quienes, en cambio, les enseñarían a ellos español, junto con las verdades de la Biblia.

El pueblo de Contamana, entre Pucallpa e Iquitos, estaba lleno de personas que se interesaban en la verdad bíblica. Día y noche, personas interesadas en la Biblia buscaban a los precursores para hacerles preguntas bíblicas y conseguir literatura. Se colocaron como “pan caliente” ejemplares del libro Tu juventud... aprovechándola de la mejor manera. Fue posible establecer estudios bíblicos entre muchos de los 10.000 habitantes de Contamana, y con el tiempo hubo reuniones de congregación.

PELIGROS EN EL RÍO

Además de las dificultades generales de la vida en la selva, los miembros de la tripulación del Refugio se enfrentaron a otros peligros. Tal como el apóstol Pablo experimentó “peligros de ríos,” estos precursores hallaron que el Ucayali es un río traicionero de corrientes rápidas.—2 Cor. 11:26.

A las 3 de la mañana del miércoles 10 de agosto de 1977, súbitamente estallaron vientos huracanados sobre aquella zona, y causaron una inundación repentina. Rápidamente aumentó el volumen del agua y el río se levantó en agitadas olas. Puesto que el agua subió, las sogas que ataban al Refugio se soltaron de sus estacas, y esto requirió que los miembros de la tripulación que servían de vigilantes desembarcaran y trataran de asegurarlas. Pero en poco tiempo el viento arremetedor esparció todas las sogas y la barca quedó a la deriva. Los otros miembros de la tripulación, que habían estado durmiendo durante todo este tiempo, se despertaron y trataron de poner en marcha el motor para poder luchar contra la corriente enfurecida. Sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano, y la tripulación tuvo que observar en impotencia mientras el agua golpeaba la nave contra la empinada ribera del río.

En aquel mismo momento, una gran sección de la orilla, minada por las aguas en precipitación, cayó al río. Esto hizo que el bote se inclinara hacia estribor con los hermanos atrapados dentro. Afortunadamente, una de las puertas corredizas estaba abierta. Aunque esto hizo que el bote se hundiera más rápidamente, proveyó una apertura para que los precursores se abrieran paso hacia fuera de la embarcación. ¡Todos salieron! En la densa oscuridad de la noche, los hermanos nadaron a salvo hasta la orilla. Sí, toda su literatura, ropa, utensilios de cocina, carteras o maletines y efectos personales se habían perdido en las fauces del río devorador. Pero allí estaban ellos... ¡vivos! Una ferviente oración de gracias se elevó a Jehová por la protección que suministró.

Temprano al amanecer, los hermanos pudieron ver su barca; aparentemente uno de los extremos estaba siendo sostenido por una gran burbuja de aire en la proa. La nave flotaba suavemente en las aguas, que entonces estaban calmadas, pero no había tiempo que perder. A las siete de la mañana, con cables y dos tractores que bondadosamente prestaron unas personas del pueblo, la barca fue arrastrada hasta la orilla. Más tarde aquel día, una enorme grúa flotante que pertenecía a una compañía de petróleo pudo enderezar la barca de 15 toneladas y ponerla a flote de nuevo. ¡Gracias a Jehová de nuevo, esta vez por abrir el camino para recobrar el hogar flotante tan rápidamente!

A medida que las noticias de este percance llegaron a los hermanos de todo el Perú, llegaron contribuciones y abastecimientos en abundancia. Por consiguiente, fue posible equipar a los precursores para más servicio a lo largo de las orillas de la cuenca del Amazonas.

CONTINÚA LA EXPANSIÓN

Mientras tanto, el aumento de actividad del pueblo de Jehová por todo el Perú nos impresionó con la necesidad de ampliar las instalaciones y servicios de la sucursal. La asistencia al Memorial o Conmemoración de la muerte de Jesucristo para 1972 alcanzó la cifra de 19.772 personas. Por eso, no fue una sorpresa el que durante una corta visita de los hermanos N. H. Knorr y M. H. Larson se hicieran arreglos para comprar una porción de terreno que estaba vacía al lado del edificio de la sucursal.

Los trabajos de ampliación de la sucursal comenzaron en marzo de 1973. Los hermanos apoyaron bien el proyecto y, a pesar de la aumentante escasez de materiales de construcción, la nueva estructura fue adquiriendo forma rápidamente. En la primera planta había un espacioso Salón del Reino con cómoda cabida para 300 personas. En el segundo piso había alojamiento para los misioneros asignados a trabajar en las congregaciones cercanas. El hermano Knorr dedicó el anexo de la sucursal el 19 de enero de 1974 y en aquella ocasión habló a un feliz auditorio de 456 testigos de Jehová.

Durante el mismo mes se celebró en Lima la Asamblea Internacional “Victoria Divina.” Aquella reunión ciertamente fue significativa a los ojos de los que habían visto el desenvolvimiento nuestra obra en este país a través de los años. Entre las 19.738 personas presentes (la más grande asistencia a una asamblea hasta aquel tiempo) había delegados del Canadá, los Estados Unidos y Europa. Se habían hecho arreglos para tener interesantes programas en inglés y giras para los visitantes. Coloridos bailes folklóricos complementaron las informativas presentaciones históricas. De hecho, aquella asamblea fue un deleite para los delegados del extranjero al igual que para los cristianos peruanos.

Con el aumento constante, la mayor parte de los lugares resultaron demasiado pequeños para nuestras asambleas. Además, no podíamos usar la mayoría de los estadios deportivos, pues las reuniones religiosas estaban prohibidas en ellos. Así que los circuitos de Lima nombraron un comité y en poco tiempo se obtuvo un sitio ideal para lugar de asambleas en una zona no desarrollada que se llama Campoy, precisamente a 20 minutos por automóvil del centro de la ciudad capital. Entusiásticos trabajadores voluntarios se esforzaron hasta que se preparó un excelente lugar de asamblea con las instalaciones y servicios esenciales en aquel ambiente tranquilo y pacífico. El lugar estuvo listo a tiempo para las dos asambleas de distrito de 1976 a las cuales hubo una concurrencia total de 18.914 personas. Como un año después, durante la visita de A. D. Schroeder, miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová, se celebró la dedicación del terreno de asamblea y las diferentes estructuras. En aquella ocasión hubo 14.353 personas presentes en representación de las 96 congregaciones de la gran Lima y ciudades cercanas.

En 1977, aquí en el Perú nos impresionó el amor e interés del Cuerpo Gobernante, pues durante aquel año no disfrutamos de solo una visita de miembros del Cuerpo Gobernante, sino de dos. El hermano Grant Suiter, junto con su esposa, Edith, pasó seis días, que transcurrieron rápidamente, en la sucursal. El hermano Suiter también habló a una muchedumbre de 15.056 personas en el lugar de asambleas de Campoy.

CONTINUAMOS ‘RESPLANDECIENDO COMO ILUMINADORES’

El año 1978 resultó ser uno de intensa labor para el pueblo de Jehová en el Perú. Nuestras cuatro Asambleas de Distrito “Trabajadores Gozosos” reunieron un total de 28.063 asistentes, y 636 personas se bautizaron en símbolo de su dedicación a Jehová Dios en aquellas reuniones. Ahora tenemos 12.925 proclamadores del Reino esparciendo luz espiritual y verdad en esta antigua Tierra de los Incas.

¡Cuán agradecidos estamos a Jehová por las muchas provisiones espirituales que nos ha brindado a través de los años! Por ejemplo, no solamente nos hemos beneficiado de la obra misional de hermanos y hermanas que fueron enviados aquí después de ser entrenados en la Escuela de Galaad, sino que algunos Testigos peruanos han recibido ese mismo entrenamiento. La Escuela del Ministerio del Reino ha sido de mucho beneficio, desde que comenzó aquí en el año de 1962. Y, ¡cuánto agradecemos la actual Escuela del Servicio de Precursor! Todas estas escuelas tan beneficiosas, junto con las muchas otras ricas provisiones espirituales que ha hecho nuestro amoroso Padre celestial, nos capacitan para continuar sirviendo como eficaces portadores de la luz.

Así que, con confianza en Jehová, los cristianos peruanos miran hacia el futuro. Estamos resueltos a continuar en el servicio del Reino, ya sea en los encumbrados Andes, a lo largo de las tortuosas sendas de la selva, o en cualquier otro lugar de nuestro vasto territorio. De hecho, ¡qué deleitados estamos de servir fielmente con nuestros compañeros de creencia de toda la Tierra mientras ‘resplandecemos como iluminadores en el mundo’!—Fili. 2:15.

[Mapa de la página 176]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

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