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El Líbano y Siria

El Líbano y Siria

El Líbano y Siria

El suelo patrio de los fenicios marineros. La tierra de los famosos y majestuosos cedros de tiempos bíblicos. Ese era el Líbano de siglos pasados.

Hoy el Líbano es una pequeña república moderna que ocupa una faja de tierra a lo largo de la costa oriental del Mediterráneo. El país solo abarca unos 10.400 kilómetros cuadrados, pues tiene unos 190 kilómetros de largo y de 48 a 56 kilómetros de ancho. Este país litoral cuenta con la buena fortuna de tener bananeros o platanares, huertos de frutos agrios y varias otras cosechas semitropicales. Muy por arriba de esta escena llena de fruto que corre paralela con el Mediterráneo azul se elevan las impresionantes montañas del Líbano, cuya altitud máxima pasa de los 3.000 metros. Detrás de estas montañas yace el fértil Rift Valley o Valle de Hundimiento, y más allá de él las montañas del Antilíbano dominadas en su extremo meridional por el encumbrado monte Hermón.

El árabe es el idioma que se habla en las numerosas aldeas del Líbano situadas en las montañas y valles. También es el idioma que predomina en las ciudades, pero en ellas también se oye frecuentemente el francés e inglés, o algún otro idioma europeo.

En cuanto a las religiones, hay una variedad bastante extensa en el pequeño país del Líbano. La comunidad “cristiana” más grande es la de los católicos maronitas. La que sigue es la religión ortodoxa griega, y también hay varias organizaciones protestantes representadas en el país. Estos grupos “cristianos” constituyen un poco más de la mitad de la población de la nación, que asciende a 3.650.000. Los habitantes restantes son miembros de varias sectas musulmanas. Esto hace del Líbano el único país árabe que cuenta con una mayoría “cristiana.”

Por naturaleza los libaneses son muy amigables, y es fácil trabar una conversación con ellos. Siempre están dispuestos a hablar de los asuntos de la vida, hasta con personas que les son completamente desconocidas. De hecho, para ellos es muy natural hablar de religión.

Siria, que linda con el Líbano en el este y norte, es un país mucho más grande. Puesto que tiene unos 185.200 kilómetros cuadrados de superficie, es más de 17 veces más grande que el Líbano. Sin embargo, la mayor parte del país es un tremendo desierto. Por lo tanto, la mayoría de la población de Siria de unos 8.375.000 habitantes —casi el 90 por ciento de los cuales son musulmanes— viven relativamente cerca de la costa mediterránea y no muy lejos de las fronteras del Líbano. El idioma oficial del país es el árabe, y aproximadamente el 80 por ciento de la población lo habla.

LA VERDAD BÍBLICA LLEGA A TRÍPOLI

Muchos libaneses han emigrado a otros países en busca de su fortuna. Si sus negocios resultan prósperos, a menudo vuelven a su tierra natal y viven jubilados de lo que ganaron en el extranjero. Allá en 1921 cuando Michel Aboud, uno de estos libaneses prósperos, regresó, trajo consigo algo de mucho más valor que las riquezas materiales. Durante su estancia en los Estados Unidos de América, había llegado a ser un Estudiante de la Biblia, como se llamaba entonces a los testigos de Jehová. Aboud estaba muy deseoso de compartir su nuevo conocimiento bíblico con los libaneses sinceros.

Al regresar a su Trípoli natal en el norte del Líbano, Michel Aboud alquiló una casa al lado de la clínica de un médico. El Dr. Hanna Shammas, que ejercía su profesión de dentista en esa clínica, también había estado en los Estados Unidos y había vuelto al Líbano. Era el primer dentista de su clase en Trípoli y disfrutaba de una reputación muy respetada. También era un hombre religioso que frecuentemente recibía en su hogar a obispos y otros clérigos prominentes.

El hermano Aboud se familiarizó rápidamente con el Dr. Shammas, pues conversaba con él casi diariamente al pasar la clínica. Un tema de conversación notable tenía que ver con la doctrina de la Trinidad. Un día el dentista hizo pasar a un clérigo protestante y éste trató de probar que la Trinidad era una doctrina verdadera usando Juan 1:1 y dando énfasis a las palabras “la Palabra era Dios.” El hermano Aboud explicó que, según el texto en el griego original, debería rezar: “La Palabra era un dios.” Señaló que así también es como el texto reza en la traducción ortodoxa de la Biblia en árabe.

El clérigo no quiso creer esto y, aunque la consideración del asunto había continuado hasta más o menos las diez y media de la noche, se sugirió que fueran a la residencia del obispo de la iglesia ortodoxa y dieran una mirada a esta traducción ortodoxa de Juan 1:1. El clérigo protestante no quiso hacer eso, pero el Dr. Shammas insistió en ello. Hizo que le engancharan los caballos al carruaje y partieron en medio de la noche. Al obispo le sorprendió mucho que personas tan eminentes llamaran a su puerta a esa hora. No fue menos su sorpresa al saber que deseaban ver lo que su Biblia decía en Juan 1:1. Por supuesto lo que el hermano Aboud había explicado quedó probado, y el clérigo protestante fue reducido al silencio.

El Dr. Shammas se regocijó por la clarificación de este punto. Después de eso progresó rápidamente en su estudio de las Escrituras, y para 1922 se había unido al hermano Aboud en la fe verdadera. El que él se identificara como Estudiante de la Biblia causó bastante agitación. Más tarde se usó la clínica del hermano Shammas como el primer lugar de reuniones cristianas en Trípoli. Más o menos a este punto, Ibrahim Atiyeh, un bien conocido profesor en la escuela norteamericana para muchachos, se interesó en la verdad.

Había otro profesor local, que se llamaba Saba Boutary, cuya comunidad ortodoxa griega estaba animándolo a hacerse sacerdote. Rehusó hacerlo, pero continuó interesado en asuntos religiosos. Oyó hablar de Michel Aboud, lo localizó y obtuvo de él una ayuda para el estudio de la Biblia. Leyó el libro entero durante la noche y deseaba más literatura. Dentro de poco, el profesor Boutary estaba convencido de que había hallado la verdad. Se usó su hogar para el primerísimo Memorial o Conmemoración de la muerte de Cristo que jamás hubiesen celebrado en el Líbano los Estudiantes de la Biblia. Su esposa coció el pan sin levadura para esa celebración y habría de hacerlo muchas veces en los años siguientes.

OTROS ACEPTAN LA VERDAD

También se hizo mucho buen trabajo en esparcir las buenas nuevas fuera de Trípoli. La sección fértil del Koura, con sus colinas ondulantes cubiertas de lujuriantes olivos, demostró ser fructífera también en sentido espiritual. Allí el hermano Aboud visitó a Nicola Najjar, un viejo amigo y compañero de negocios, que vivía en la aldea de Bismazzin. Al principio Nicola se sorprendió al oír a su amigo hablar de la Biblia. Pero dentro de poco estaba participando con el hermano Aboud en predicar las buenas nuevas.

Otros residentes del distrito de Koura también aceptaron la verdad rápidamente. Entre éstos se cuentan Salim Karam de Aafasdik, Salim Jehha de Bismazzin, así como también Ibrahim Salem, Dib Shaw y Dib Andraws del cercano Bterram. Dentro de poco tiempo estos hermanos sinceros estaban contando a otros las cosas que habían aprendido de la Palabra de Dios.

NUEVO USO PARA UN SALÓN DE JUEGO

Era a principios de los años veinte. ¿Y cuál era el modo más común de viajar? A pie o en burrito. Cada domingo los pocos, pero celosos, testigos cristianos de Jehová viajaban a las varias aldeas para divulgar la verdad bíblica. Una de esas aldeas fue Amyūn.

En Amyūn los proclamadores del Reino hallaron un hombre de corazón sincero que se llamaba Abdullah Salem. Para ganarse la vida mantenía un salón de juego en una habitación superior de su casa. También prestaba dinero a los jugadores, cobrando un interés muy elevado, hasta el 100 por ciento por 70 días. Le prestó una suma grande de dinero a un sacerdote con un interés elevado, y pasó mucho tiempo sin que se pagara la deuda. Por fin el sacerdote le debía a Abdullah Salem cuatro veces la cantidad del préstamo original. Surgió un desacuerdo en cuanto a cómo debería ajustarse la cuenta, de modo que se llevó el asunto al tribunal.

Mientras estaba en progreso la vista del tribunal, Abdullah Salem llegó a conocer a los Estudiantes de la Biblia, quedó muy impresionado con el mensaje de ellos y progresó rápidamente en su estudio de la Biblia. Aunque el tribunal falló a favor de Abdullah Salem, este señor llevó consigo a un hermano cristiano y le dijo al clérigo que no esperaba cobrar la cantidad entera. También se le dijo al clérigo que podía pagar lo que él creyera que debiera pagar. No hay que decir que el sacerdote se asombró. El resultado final fue que el clérigo pagó cierta cantidad y se consideró resuelto el asunto.

En poco tiempo se convirtió el salón de juegos en un lugar de reunión para los Estudiantes de la Biblia, y se reunían allí unas 12 ó 15 personas. A veces el clero y diferentes personas fanáticas que se oponían al mensaje del Reino enviaban niños a hacer mucho ruido fuera de la casa a fin de molestar las reuniones cristianas. Como comentó Abdullah Salem: “Solíamos jugar aquí y hacer otras cosas faltas de honradez, y nadie venía para hacer ruidos o tratar de interrumpir lo que estábamos haciendo. Pero ahora que estudiamos la Biblia, la Palabra de Dios, vienen para molestarnos. ¡Qué extraño que hagan cosas semejantes personas que afirman ser cristianas!”

PERSEVERANCIA A PESAR DE DIFICULTADES

En aquellos días el distrito de Koura no tenía buenos caminos, y los que viajaban por las montañas a caballo o en burro tenían que enfrentarse a peligros. Aun así, los pocos fieles testigos de Jehová de esa zona perseveraron en declarar el mensaje del Reino. A menudo viajaban 24 ó 32 kilómetros, a veces bajo la lluvia y en mal tiempo, para asistir a una reunión cristiana o para llevar el mensaje de la verdad a otra aldea. Mtanous Daaboul recuerda haber ido a caballo unos 24 kilómetros junto con otras cuatro personas para asistir a la celebración del Memorial en una aldea vecina.

Durante aquellos primeros años se usaba la casa del hermano Daaboul como una especie de emisora. Tenían altavoces montados en el techo, y los hermanos pronunciaban discursos públicos que casi toda persona en la aldea podía oír. Muchos oían de buen gusto, pero otros estaban opuestos y le causaban problemas al hermano Daaboul.

Puesto que en aquel entonces la obra de testificar no estaba organizada como lo está hoy día, cada proclamador del Reino se valía de diferentes oportunidades para dar el testimonio. Por ejemplo, en una ocasión el hermano Salim Karam recibió una invitación a unas bodas en una aldea lejana. Durante la ceremonia se quedó esperando fuera de la iglesia con la intención de presentar nuestra literatura a la gente a medida que saliera. Mientras hacia esto, el obispo que había celebrado la ceremonia salió. Este le extendió la mano al hermano Karam para que la besara, como era la costumbre entre la gente religiosa. El hermano Karam tomó la mano y la estrechó firmemente a la vez que dijo: “¡Hola! ¿Cómo está usted?”

Puesto que no recibió la honra que esperaba, el obispo se puso a gritarle al hermano Karam y a maldecirlo. Hasta la muchedumbre que estaba reuniéndose trató de calmar al obispo. Cuando vio que la gente no lo apoyaba completamente, empezó a calmarse. El obispo también recordó que recientemente había recibido una contribución bastante grande del padre del hermano Karam. Así que, evidentemente no le pareció prudente ser severo con el hijo de un hombre que contribuía tan generosamente. Por fin se marchó, y el hermano Karam siguió distribuyendo la literatura bíblica. Como resultado del interés que este incidente estimuló, pronto quedó vacía la bolsa de libros de Karam.

¡UN VISITANTE DEL BETEL DE BROOKLYN!

En 1925 el pequeño grupo del pueblo de Dios en el norte del Líbano verdaderamente se excitó al saber que el hermano A. H. Macmillan del Betel de Brooklyn iba a visitar el Líbano. Cuando lo recibieron al desembarcar en Beirut, le preguntaron acerca de sus planes. Dijo que solo pasaría dos días con ellos, que pronunciaría un discurso en la Universidad Americana de Beirut y también uno en la universidad de Damasco en la Siria vecina. Pero el caso fue que la Universidad Americana —una escuela religiosa— rehusó permitir que el hermano Macmillan pronunciara un discurso allí. ¿Ahora qué haría?

Una delegación llegó de Trípoli en un viejo automóvil Ford y pidió que el hermano Macmillan fuera al distrito de Koura y pronunciara un discurso. Puesto que el hermano Macmillan no sabía si se le permitiría dar una conferencia en Damasco, dijo: “Bueno, iré con ustedes.”

De modo que caminaron en ese automóvil viejo los 90 kilómetros por caminos accidentados desde Beirut hasta el distrito de Koura. Allí los hermanos reunieron un auditorio de unas 200 personas de las aldeas alrededor de Amyūn. El hermano Macmillan pronunció el famoso discurso “Millones que ahora viven no morirán jamás,” y el hermano Ibrahim Atiyeh hizo la traducción. ¡Cuánto se regocijaron los hermanos al oír esta excelente conferencia y observar el interés que tantas personas manifestaron! Verdaderamente, esto sirvió de excelente estímulo para la obra del Reino en la parte norteña del Líbano.

Antes de la partida del hermano Macmillan, se celebró un bautismo. Entre los que se bautizaron estuvieron el Dr. Hanna Shammas y Salim Karam. El hermano Karam, de poca talla, era sensible al frío. De modo que llevaba puestas varias capas de ropa. Antes de ponerse la indumentaria que iba a usar para el bautismo, empezó a quitarse una por una las diferentes prendas que llevaba, y un montón de ropa bastante grande iba creciendo a su lado. El hermano Macmillan, al observar que el candidato para el bautismo iba haciéndose más y más delgado, comentó jocosamente: “Bueno, hermano, ¿cree usted que quedará algo que pueda bautizar?” Inmediatamente después del bautismo, el hermano Macmillan partió para Beirut y llegó justamente al momento que se estaba anunciando la salida del barco.

UN CASO DE IDENTIFICACIÓN ERRÓNEA

Durante los años veinte estaban activas bandas de revolucionarios. ¿Su objetivo? Efectuar la unión de Siria y el Líbano en un solo país. Una mañana al testificar en una aldea distante cerca de la frontera siriaca, los hermanos Karam, Aboud, Atiyeh, Boutary y Najib Fayad fueron detenidos por los gendarmes de la localidad. ¿Por qué? Porque se les tomó por revolucionarios. Las noticias de eso se divulgaron rápidamente, y la gente empezó a reunirse en el puesto de la gendarmería para ver quiénes habían sido arrestados. Siguieron llegando hasta que más de 200 personas estuvieron presentes.

Al ver que ésta era una excelente oportunidad para dar el testimonio, el hermano Ibrahim Atiyeh empezó a dirigir la palabra a la muchedumbre y a contestar sus preguntas. Los gendarmes se quedaron observando sin intervenir, y se dio un excelente testimonio. Por fin los hermanos fueron puestos en libertad, pero solo después de colocar alguna literatura cristiana con los gendarmes. De modo que este caso de identificación errónea resultó en una memorable experiencia del campo.

SE EXTIENDE LA OBRA

Una noche invernal de 1926 los hermanos Hanna Shammas e Ibrahim Atiyeh viajaron hacia el sur de Trípoli a lo largo de la costa mediterránea agitada por una tormenta hasta la aldea de pesca Anfa. Allí visitaron al hermano carnal de George Shakhashiri. (George, que actualmente tiene 88 años de edad, es miembro de la familia de Betel en Brooklyn.) En aquella ocasión dos jóvenes, Jiryis Awijan y Salim Demaa, participaron con gran entusiasmo en la consideración bíblica. Lograron rápido progreso espiritual. Dentro de pocos meses se celebraban reuniones cristianas los domingos en el hogar del hermano Awijan, a las cuales asistían personas de los pueblos circundantes.

Durante los años veinte llegó a ser costumbre de los hermanos libaneses reunirse en algún lugar un domingo de cada mes y pasar todo el día hablando de asuntos espirituales. Puesto que no tenían mucha literatura en la lengua árabe, el hermano Atiyeh, que estaba bien versado en inglés y árabe, traducía el material de The Watch Tower y de otras publicaciones. Se leían estos artículos durante la reunión mensual. Así se recibía el alimento espiritual al debido tiempo.—Mat. 24:45-47.

La gente que vivía en la aldea de Anfa era amigable. Por lo tanto, a veces era posible pronunciar conferencias allí. En una de estas ocasiones se iba a pronunciar la conferencia en una escuela local. La mayoría de la gente fue a la iglesia ese día, y el pastor les instó a que no asistieran al discurso público. Pero debido a la publicidad que él dio al discurso, casi todos los que habían ido a la iglesia fueron a oír la conferencia bíblica esa tarde. Después de eso muchos de los concurrentes siguieron asistiendo a las reuniones cristianas.

MEJOR ORGANIZADOS PARA EL SERVICIO

Durante los años veinte el pueblo de Jehová no estaba bien organizado en el Líbano en lo que tenía que ver con estudios bíblicos y actividades de predicación. No obstante, algunos individuos estaban aprendiendo la verdad. Estaban aceptándola y predicándola a otros. Verdaderamente, “estaba con ellos la mano de Jehová.”—Hech. 11:19-21.

Para el principio de los años treinta unas 10 personas asistían a las reuniones cristianas en la clínica del Dr. Shammas en Trípoli. Se usaban los domingos para salir al servicio del campo en los territorios más lejanos. Los hermanos penetraron en Siria hasta Damasco, y hasta fueron a Alepo en el norte, dando el testimonio en muchos lugares entre estas dos ciudades.

Durante los años treinta, lograron estar un poco mejor organizados. En 1936 Yousef Rahhal, un hermano libanés que había vivido por muchos años en los Estados Unidos, volvió de visita al Líbano. Hizo mucho para ayudar a los hermanos a organizarse para el servicio del campo, explicando cómo la obra debería llevarse a cabo y participando con ellos en la actividad de predicar para mostrarles cómo habría de hacerse. En la aldea de Amyūn, en el norte del Líbano, presentó un discurso a unos 20 hermanos en el cual explicó la necesidad de predicar de casa en casa. Inmediatamente después de ese discurso, los hermanos salieron en pares a predicar de casa en casa, aplicando lo que habían oído.

¡RESUENA LA VERDAD DEL REINO!

Aunque el hermano Rahhal tuvo que regresar a los Estados Unidos, volvió a visitar el Líbano en 1937. Trajo consigo equipo sonoro, discos fonográficos y un par de fonógrafos. ¡Pero el Líbano y Siria eran tan grandes y los testigos de Jehová tan pocos! De modo que el hermano Rahhal compró un automóvil Ford de 1931 y montó en él el equipo sonoro. Los hermanos hicieron muchos viajes con este equipo por todo el Líbano y Siria, llevando el mensaje del Reino a zonas remotas.

Los hermanos conducían el automóvil a una aldea y lo estacionaban en una colina. Después de una introducción breve, se presentaba un discurso bíblico grabado en disco. En esas zonas silenciosas el sonido pasaba por encima de las cumbres de las colinas y se podía oír a una distancia de varios kilómetros. La gente quedaba asombrada. De hecho, algunos se asustaban, pues, al oír la resonante voz de la grabación, creían que Dios les hablaba desde los cielos.

Después del primer disco, la gente se reunía alrededor del automóvil. Entonces se podía bajar un poco el sonido y se le presentaba una conferencia bíblica al grupo reunido. Después del discurso, se celebraba una sesión de preguntas y respuestas y se distribuía literatura a los reunidos. Así se sembró mucha semilla en zonas donde no era posible llegar frecuentemente con el mensaje del Reino.

Por supuesto, el clero frecuentemente se enfurecía con los Testigos porque venían a predicar a sus rebaños. Trataban de parar a los hermanos y espantarlos para que no volvieran. Najib Salem recuerda la siguiente experiencia que tuvo en la aldea siriaca de Baida:

“El sacerdote estaba almorzando enfrente de su casa cuando preparamos nuestro equipo sonoro a la orilla de la aldea. Cuando oyó el sonido del altavoz, dejó su comida en la mesa y tomando su bastón grande, fue corriendo por la muchedumbre que estaba reuniéndose alrededor del automóvil con equipo sonoro, airadamente blandió su bastón y los amenazó cual persona que había perdido el juicio. Cuando llegó al micrófono donde se daba el discurso gritó: ‘¡Paren! ¡Les mando que paren!’ Pero observamos que muchos de los aldeanos estaban poniéndose de parte de nosotros y no estaban dispuestos a hacer lo que el sacerdote deseaba. De modo que seguimos con la emisión. El sacerdote se puso tan violento que algunas personas lo levantaron y se lo llevaron de vuelta a su casa donde lo depositaron de nuevo a la mesa. A muchas personas les agradó oír el mensaje, pero muchos otros simplemente tuvieron gusto de ver una cosa tan insólita como un automóvil con equipo sonoro que pudiera hacer ruidos tan fuertes. En cualquier caso, recibieron el mensaje del reino de Dios.”

SE EXPERIMENTAN ALGUNOS PROBLEMAS

Cuando usaban el automóvil para la difusión del mensaje, los hermanos trabajaban como equipo: uno operaba el aparato sonoro y otros dos distribuían la literatura entre las muchedumbres que en las aldeas se reunían alrededor del automóvil. En uno de estos viajes los hermanos Rahhal, Najib Salem y Jiryis Awijan estaban trabajando juntos. En aquellos días no había caminos muy buenos, y cuando era preciso cruzar arroyos y ríos, rara vez había puentes. Los hermanos simplemente tenían que vadear el arroyo de la mejor manera posible.

En una ocasión, los tres hermanos entraron en un arroyo en su automóvil y, al llegar a la mitad del arroyo, descubrieron que el agua era más profunda de lo que habían pensado. De modo que se detuvo el motor. Era una sección silvestre y remota, y los tres estaban en el automóvil estancados en medio del río. Ahora ¿qué sería prudente hacer?

Los hermanos decidieron hacer cuanto pudieran para darse la apariencia de ser agricultores, puesto que estaban en una zona agrícola. Por lo tanto, se quitaron los anillos, corbatas y otras prendas que les dieran la apariencia de extranjeros prósperos. Luego el hermano Awijan salió del automóvil, vadeó el arroyo y logró llegar a una aldea situada en una colina a cierta distancia. Empapado y salpicado de lodo, habló con los aldeanos, explicándoles que el automóvil se había estancado en medio del río. ¿Podrían ayudarlos a sacarlo? Gustosamente. Llevando consigo sogas y otro equipo, se fueron con el hermano y dentro de poco habían sacado el automóvil del agua. Antes de partir, los hermanos pudieron testificarles un poco a los bondadosos aldeanos que los habían rescatado.

Experiencias de esta clase fueron muy comunes. Los hermanos siguieron usando el automóvil viejo, y aun viajaron hasta Alepo en Siria para esparcir el mensaje del Reino. Sin embargo, en el camino de regreso, la condición desvencijada de su automóvil llegó al colmo y cuando el vehículo los dejó estancados en un pueblito, decidieron venderlo y continuar su viaje por otros medios. Así se puso fin al servicio del Ford de 1931 que el hermano Rahhal había comprado. Pero no se puso fin a las dificultades de los hermanos.

Esa noche se detuvieron en un pueblito donde hallaron alojamiento en una casa vieja. A fin de llegar a la habitación que habían alquilado para la noche, tenían que subir una escalera de mano. Al ir subiendo, el hermano Rahhal cayó desde más o menos el traveseño undécimo y se rompió la pierna. Fue con dificultad que lograron transportarlo de nuevo a Trípoli, donde pasó dos meses reponiéndose. No obstante, los hermanos verdaderamente se alegraban de soportar cualquier cosa que fuera necesaria para difundir las buenas nuevas.

Más tarde se consiguieron otros automóviles que se usaron para llevar el mensaje del Reino por todo el territorio. Muchos domingos los hermanos salían de sus hogares en Trípoli a las tres o cuatro de la mañana y volvían tarde por la noche. ¡Pero cuánto se regocijaban! Pasaban muchas horas felices predicando las buenas nuevas a personas que nunca antes las habían oído.

LAS REUNIONES BÍBLICAS DE AQUELLOS DÍAS

Las reuniones cristianas que se celebraban durante los años treinta disfrutaban de buen orden, pero dejaban mucho que desear. En su mayor parte constaban de consideraciones, y cualquiera que deseara hablar podía hacer preguntas y comentarios. A veces los hermanos tenían las publicaciones de la Sociedad que estudiar, pero no siempre era posible conseguir literatura en árabe. De modo que alguien traducía un artículo del inglés y esto se leía y consideraba.

No se hacía nada para entrenar a los oradores; por lo tanto pocos estaban capacitados para dirigir la palabra a un auditorio. A pesar de eso, los hermanos hacían lo mejor posible. Se cita esto como ejemplo: En 1935 la abuela del hermano Jiryis Awijan murió en su pueblo natal de Anfa. Puesto que la familia quería que el hermano Awijan se encargara de los arreglos del entierro, y puesto que ninguno de ellos se oponía a un funeral de los Testigos, mandó un recado a un hermano capacitado de Trípoli, pidiendo que viniera a pronunciar el discurso funeral. Sin embargo, por alguna razón, el hermano no llegó.

Por lo tanto, el hermano Awijan, que nunca antes en toda su vida había pronunciado un discurso ante un auditorio, se puso de pie para pronunciar el sermón funeral. Huelga decir que para él ésta fue una experiencia dramática. Pero se encargó bien de la situación y le explicó al grupo congregado acerca de la muerte y la resurrección. El año siguiente, cuando su padre murió, el hermano Awijan hizo mucho mejor al pronunciar el discurso funeral.

Puesto que muy pocos hermanos estaban capacitados para pronunciar conferencias, se valían del fonógrafo. En vez de escuchar discursos públicos, varias familias se reunían en un hogar y tocaban en el fonógrafo grabaciones de discursos bíblicos. Después se consideraba lo que se había oído y a menudo se colocaba literatura con los que manifestaban interés.

UN EJEMPLO DE SERVICIO CELOSO

Personas celosas y entusiastas siguieron aprendiendo la verdad de Dios. Por ejemplo, en 1936 los Testigos llegaron al lugar de negocio de un joven que se llamaba Jamil Sfeir y le presentaron el mensaje. En poco tiempo estaba asociándose con el pueblo de Dios, pero se enfrentó a fuerte oposición. Su tío era un sacerdote maronita (católico).

El sacerdote, junto con otros miembros de la familia, trataron de usar presión para hacer que Jamil dejara de asociarse con los testigos de Jehová. Sus padres hasta le dijeron que si persistía en su actividad con los Testigos ya no lo considerarían hijo de ellos, lo tendrían por muerto. ¿Cómo respondió? Les dio el pésame por su hijo muerto. Poco después de eso, en abril de 1936, empezó a predicar las buenas nuevas de casa en casa. Esto provocó una controversia tan tremenda entre sus parientes que trataron de ponerlo en un manicomio, pero no lograron hacerlo.

Jamil entonces decidió volver a su aldea y compartir las buenas nuevas con sus amigos y parientes que vivían allí. Abarcó toda la aldea con el mensaje del Reino, y distribuyó una gran cantidad de literatura. Más tarde, el obispo, que tenía su sede en esa aldea, mandó al sacerdote que recogiera la literatura de la gente y la quemara. Algunas personas dieron sus publicaciones al sacerdote, pero otras dijeron que tenían la libertad de hacer lo que querían en sus propios hogares y rehusaron entregar la literatura. Esta evolución de la situación enfureció tanto al obispo que emitió un decreto de excomunión contra Jamil, y así le ahorró la molestia de dimitir de la iglesia. Todo esto sucedió antes que se bautizara el hermano Sfeir en 1937.

De vuelta en Beirut, Jamil Sfeir continuó predicando las buenas nuevas. Un día un botero y su hijo, quienes habían manifestado interés en la verdad bíblica, invitaron a Jamil a acompañarlos al pueblo cercano de Alay mientras visitaban a sus parientes. Jamil llevó consigo un fonógrafo, algunos discos y una cantidad de literatura. Disfrutaron de una noche muy agradable, pues el grupo escuchó atentamente los discursos grabados.

Un sacerdote de la familia Hadad estuvo presente y, sorprendentemente, estaba disfrutando del mensaje. Cuando terminaron los discos, colocó una media libra de oro sobre el fonógrafo. Pero Jamil le dijo: “El fonógrafo ni come ni bebe, de modo que no necesita contribuciones. Pero me daría mucho gusto darle a usted algunos libros por el dinero que ha contribuido.” El sacerdote convino en esto. Años después los nietos de este sacerdote llegaron a ser testigos de Jehová.

Más o menos a mediados de 1937 el hermano Sfeir llegó a ser precursor o predicador de tiempo completo. Pocos meses después, mientras predicaba en un edificio de apartamentos, se le invitó a entrar en un apartamento donde habló con un grupo de personas, entre ellas un sacerdote jesuita. La discusión se puso bastante acalorada y Jamil decidió que era tiempo de irse. Al salir de la puerta, el amo de casa le dio un fuerte empujón que lo hizo caer por la escalera y se rompió la pierna. El amo de casa volvió a entrar en su apartamento y dejó a Jamil echado en los escalones. Jamil se puso a gritar a la gente que iba pasando por la calle, unos dos pisos abajo. Sin embargo, el amo de casa, desde el balcón de su apartamento, le gritó a la gente que no le prestara ayuda puesto que el que clamaba era un loco.

Por fin pasó alguien que conocía personalmente al hermano Sfeir, y fue llevado a un hospital dirigido por sacerdotes y monjas. No fue sino hasta después de haberle reducido el hueso que se enteraron de que era testigo de Jehová. Entonces se pusieron a ridiculizarlo y amenazarlo, y también le dijeron que si abandonaba a los testigos de Jehová lo pondrían en una sala de primera clase sin cobrarle. Por supuesto, estas amenazas y la oferta no tuvieron efecto en él. Por fin lo expulsaron del hospital. Tuvo que ir a saltitos sobre un pie por el camino por unos 180 metros antes que pudiera conseguir un automóvil que lo llevara a casa.

El hermano Sfeir también se enfrentó a oposición sacerdotal en una ocasión posterior cuando estaba trabajando entre las aldeas en territorio libanés. Aunque esta zona era sólidamente católica maronita, la gente estaba dispuesta a oír el mensaje del Reino. Pero cuando los sacerdotes se enteraron de que él estaba allí, empezaron a causar dificultades, obligándolo a seguir trasladándose de una aldea a otra. De este modo se sembró mucha semilla del Reino en estos territorios.

A menudo la gente que vivía en estas zonas no tenía dinero contante. Por consiguiente, de vuelta a casa el hermano Sfeir llevaba muchos cereales, queso, huevos y otras cosas que había aceptado en cambio por la literatura. En estas zonas remotas había muchas bandas de ladrones que atacaban a la gente que viajaba por el camino. Sin embargo, ninguna de estas bandas jamás molestó al hermano Sfeir. De hecho, él acostumbraba predicarles. Uno de estos hombres —una persona tan feroz que hasta le temían los otros ladrones— escuchó el mensaje del Reino como si fuera niño.

HACIENDO CAMBIOS PARA AGRADAR A DIOS

Alrededor de 1937, en la pequeña aldea de Kfarhaboo, vivía un ortodoxo sincero que se llamaba Louis Yazbek. Oyó hablar de los testigos de Jehová, los buscó y los halló en la clínica del Dr. Shammas en Trípoli. Por supuesto, los Testigos gustosamente le dieron ayuda espiritual.

Es de interés que en una de las consideraciones surgió el asunto de fumar. Se le explicó a Louis que no era apropiado el que un siervo de Dios fumara. Louis, que progresaba rápidamente para hacerse Testigo, sacó de su bolsillo sus cigarillos y otros avíos de fumar, los botó por la ventana y nunca jamás volvió a fumar. Esto ilustra bien que las personas que aman a Jehová pueden hacer y hacen cambios en su vida a fin de agradar a su Padre celestial.

Por muchos años el hermano Louis Yazbek fue el único testigo de Jehová en la aldea de Kfarhaboo. Sin embargo, debido a la perseverancia y la ayuda de otros hermanos, se logró estimular interés en esa aldea. Hoy día hay una pequeña congregación celosa que da el testimonio en ese territorio, y el hermano Yazbek todavía se cuenta entre ella.

Durante 1937 el hermano Petros Lagakos, un americano griego que había servido celosamente en otros países del Oriente Medio, llegó al Líbano. Después de haber testificado en los pueblos siriacos de Eskandurun, Alepo, Antioquía y Latakia, él y su esposa fueron a Beirut, Líbano. Muchos griegos vivían allí, y el hermano y la hermana Lagakos predicaron entre ellos diligentemente.

Un día la hermana Lagakos llamó a la puerta de cierta Sra. Katina Nicolaidou, una dama muy celosa por las tradiciones de la iglesia ortodoxa. De hecho, al entrar en la casa, la hermana Lagakos observó que toda la pared estaba cubierta de imágenes y cuadros de santos religiosos y que enfrente de ellos ardía una pequeña lámpara de aceite. Era costumbre de esta señora arrodillarse y orar ante estos objetos todos los días.

Andando el tiempo, con la ayuda del matrimonio Lagakos, la Sra. Nicolaidou avanzó en conocimiento de las Escrituras. Dentro de poco llegó el tiempo en que tenía que decidir qué hacer con todos sus cuadros e imágenes religiosos. “Tal vez pudiera enviarlos a la iglesia,” razonó ella.

“No,” fue la respuesta que le dio el hermano Lagakos.

“Bueno,” respondió ella, “tengo muchas amigas religiosas; se los regalaré a mis amigas.”

Pero el hermano Lagakos dijo: “Eso tampoco sería correcto.”

“Bueno,” preguntó ella, “¿qué debo hacer con ellos?”

“Pues, debería tratarlos de la manera que la Palabra de Dios dice,” se le explicó. “Despedazarlos y deshacerse de ellos.”

Esta fue una decisión bastante importante para esta señora que había pasado tantos años orando ante sus objetos “santos.” Pero tomó esa decisión, y los cuadros e imágenes fueron despedazados, y así se les convirtió en combustible que se usaría para calentar el baño de la familia.—2 Rey. 18:1-5.

Cuando la Sra. Nicolaidou hizo el gran cambio en su vida y llegó a ser Testigo, la comunidad griega se determinó a arruinar el negocio de costura que ella tenía. Todos prometieron que jamás dejarían que ella les hiciera sus costuras, y cumplieron su palabra. Pero esta hermana nueva prosiguió intrépidamente y pronto tenía más clientes que antes. ¡Y también tenía una preciosa relación con Jehová Dios! Además, ella y su esposo criaron a sus hijas en la verdad.

ADELANTE DURANTE LOS AÑOS DE GUERRA

A principios de los años cuarenta el mundo estaba sumido en guerra. Las condiciones estaban trastornadas y nadie estaba seguro de lo que el futuro encerraba. No les fue fácil a los Testigos libaneses mantenerse en comunicación con las oficinas principales de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, Nueva York, y los materiales que se usan en predicar no eran cuantiosos en aquellos años. Muchos residentes del Líbano temían que Adolfo Hitler y su partido nazi se apoderaran del Oriente Medio. Por otra parte, algunos clérigos y otros individuos apoyaban abiertamente a Hitler y sus políticas. Hacían fuertes amenazas respecto a lo que les harían a los testigos de Jehová tan pronto como Hitler se apoderara del país. Pero, por supuesto, Hitler no ganó la guerra, y los testigos de Jehová continuaron predicando las buenas nuevas durante todos los años de la guerra.

Aunque el automóvil con equipo sonoro y el fonógrafo no se usaron tan extensamente durante aquellos años, los hermanos hicieron mapas y trabajaron sistemáticamente de casa en casa en las ciudades y aldeas a las cuales podían llegar. Además, a principios de los años cuarenta se celebraron pequeñas asambleas en Trípoli y cerca de allí. Estas fortalecieron espiritualmente a los hermanos. Por supuesto, fueron entristecidos cuando recibieron las noticias de la muerte del hermano J. F. Rutherford en 1942. Pero estaban resueltos a seguir predicando las buenas nuevas, puesto que sabían que el trabajo de la organización de Jehová no iba a parar.

El Líbano y Siria fueron territorios bajo mandato francés antes de la II Guerra Mundial. Después que Francia cayó en manos de los nazis en junio de 1940, las autoridades francesas radicadas en el Líbano decidieron ponerse de parte del régimen francés, que se llamaba el gobierno de Vichy, que había colaborado con Alemania. Por consiguiente, con el tiempo la ola de guerra pasó sobre el Líbano, y en 1941 se pelearon batallas entre las fuerzas de Vichy y las tropas británicas, australianas y otras. Beirut y algunos otros lugares sufrieron ataques aéreos y bombardeos. Por fin, las tropas británicas y australianas se apoderaron del Líbano. Sin embargo, a pesar de la guerra, los hermanos pudieron seguir predicando las buenas nuevas.

LA PREDICACIÓN CONTINÚA EN SIRIA

En Siria había cada vez menos libertad para predicar. Aun así, Jehová continuó bendiciendo a su pueblo allí. Durante 1942 se organizaron las reuniones cristianas sobre una base metódica en Damasco bajo la dirección de Adib Kafroony. Muchas veces los hermanos fueron arrestados y su literatura confiscada. Como de costumbre, los clérigos levantaban acusaciones falsas contra el pueblo de Jehová.

Por ejemplo, los clérigos acusaron falsamente a los testigos de Jehová de ser comunistas. No obstante, la obra de testificar se extendió a varias partes de Siria. Por ejemplo, los precursores Jamil Sfeir y el hermano y la hermana Lagakos pudieron trabajar todo Alepo. Andando el tiempo, se formó una pequeña congregación en la aldea de Amar El Hussan en el norte de Siria.

AYUDA DEL EXTRANJERO

Durante la II Guerra Mundial la comunicación con la central de la Sociedad en Brooklyn quedó casi completamente interrumpida. Por consiguiente, durante el año de servicio de 1945 solo un publicador del Reino había informado actividad en el campo en el Líbano. Sin embargo, para fines del año de servicio de 1946 se alcanzó el máximo de 72 publicadores. ¿Por qué un aumento tan repentino?

Se debió principalmente al hecho de que todo se organizó mejor, pues la verdad es que más de un predicador de las buenas nuevas había estado activo en 1945. Los primeros graduados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower que llegaron al Líbano, el hermano y la hermana Afif Farah, sirvieron de gran ayuda. El hermano Farah asistió a los hermanos a conducir reuniones que estuvieran más en armonía con los arreglos que existían en otros lugares, y también a organizar la obra del servicio del campo. Visitó a los publicadores esparcidos e hizo arreglos para que informaran con regularidad su actividad en la predicación.

En la primavera de 1947 ocurrió otro suceso que ayudó mucho la obra en el Líbano. Esta fue la visita del presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, y su secretario, M. G. Henschel. Durante su viaje alrededor del mundo llegaron al Líbano, donde los hermanos los esperaban con ansia. Centenares de personas asistieron a las asambleas que se celebraron durante la visita de estos dos hermanos, y como resultado de los discursos que pronunciaron fueron espiritualmente edificadas. Se hicieron arreglos para que el graduado de Galaad Afif Farah viajara a diferentes partes del Líbano y Siria para organizar grupos de Testigos en congregaciones. Así fue que, para fines del año de servicio de 1947, siete congregaciones funcionaban por toda Siria y el Líbano.

¿“SOLDADOS DE LA FE”?

Entre los que escucharon el discurso del hermano Knorr en Trípoli estuvieron cinco hermanos carnales. Algunos de ellos habían venido con cierto desgano porque, hasta recientemente, habían estado muy opuestos a los testigos de Jehová. Eran de la religión ortodoxa griega y de nacionalidad griega, aunque habían vivido toda su vida en el Líbano. Habían sido miembros de una sociedad religiosa ortodoxa de la localidad que se llamaba los “Soldados de la Fe,” que se había organizado con el propósito específico de oponerse a los testigos de Jehová.

El cabeza de esta sociedad religiosa era un sacerdote que se llamaba Stephen. Tenía fama de ser un hombre violento que siempre llevaba una pistola en la cintura, y se sabía que la había usado en varias ocasiones. Entre los más fervorosos apoyadores de esta sociedad religiosa se contaban los seis hermanos Stavro.

Esta sociedad planeó varios modos de oponerse a los testigos de Jehová. Algunos extremistas sugirieron amenazar a los Testigos con violencia y, si fuera necesario, matar a algunos de ellos a fin de asustar a los demás. Sin embargo, un miembro de la sociedad, un abogado, recomendó que sería mejor pelear contra los Testigos con sus propias armas. Puesto que los “Soldados de la Fe” eran miembros de la Iglesia Ortodoxa Griega y creían que tenían la religión verdadera, ¿por qué no estudiar la Biblia y probar que los testigos de Jehová estaban equivocados? Muchos convinieron en esto, entre ellos los hermanos Stavro.

Sin embargo, un día el hermano Michel Aboud entró en la sastrería de Costi Stavro y empezó a hablarle acerca de la Biblia. Stavro se sorprendió porque lo que oía era muy razonable y estaba en armonía con las Escrituras. El resultado del asunto fue que el hermano Aboud lo visitó repetidas veces y con el tiempo empezó un estudio bíblico con él. Esto airó mucho a los hermanos carnales de Costi. Siguieron discusiones enérgicas, sí, violentas, pues llegaron al extremo de arrojarse sillas unos a otros en la habitación. Pero Costi siguió estudiando.

Entonces los otros Stavros se reunieron con el sacerdote. Querían saber: ‘¿Cómo vamos a refutar a estos testigos de Jehová?’ El sacerdote les mostró Juan 1:1 y dijo que se podía usar este texto para probar que los Testigos estaban equivocados, puesto que no creían en la Trinidad. Cuando los Stavros se reunieron con el hermano Aboud descubrieron que su un solo texto distaba mucho de ser suficiente. Este hombre podía referirse a muchísimos textos bíblicos para apoyar lo que él decía, de modo que pasaron más tiempo escuchando que hablando. Dentro de unos cuantos meses otros cuatro de los hombres Stavros aceptaron la verdad de la Biblia según la enseñaban los testigos de Jehová.

El sacerdote quedó atónito. ¿Cómo era posible que se unieran al enemigo? Pronto el sacerdote se presentó en la casa de los Stavros y trató de disuadirlos. “Los testigos de Jehová son judíos,” dijo falsamente. “Ustedes son griegos, de modo que ciertamente tienen que seguir siendo ortodoxos. Ustedes son los pilares de nuestra comunidad ortodoxa griega.”

Estos enérgicos esfuerzos de parte del sacerdote parecían extraños. Pues antes, cuando los Stavros celebraban fiestas desenfrenadas, en las que no faltaba la bebida y cosas parecidas, el sacerdote nunca los había corregido. Ahora que habían empezado a estudiar la Biblia, estaba reprendiéndolos. De modo que le dijeron que había llegado demasiado tarde. Eran testigos de Jehová y tenían la intención de seguir siendo testigos de Jehová Dios.

Los hermanos Stavros siguieron progresando en conocimiento y con el tiempo su madre y hermana aceptaron la verdad. El menor de ellos llegó a ser precursor. Más tarde tuvo el privilegio de asistir a la Escuela Galaad y después servir en Siria, así como también en Bagdad, Irak y Teherán, Irán. Puesto que tuvo que partir de allí, continuó como misionero en el Líbano hasta que emprendió la obra de circuito. Dos de sus hermanos tuvieron el privilegio de servir de superintendentes de congregación.

SE ESTABLECE UNA OFICINA DE SUCURSAL

El hermano Afif Farah hizo un trabajo excelente en el Líbano, pero después de más o menos un año, se le hizo necesario por motivos personales partir del país. Sin embargo, dentro de poco la Sociedad envió otros misioneros al Líbano. En la primavera de 1949 llegaron los graduados de Galaad Don Tuttle y John Chimiklis. Se les asignó a Beirut, donde alquilaron una casa que se usaría como hogar misional en el sector Ras Beirut de la ciudad.

En septiembre de 1949 se abrió una oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower en Beirut, con Don Tuttle sirviendo de siervo de sucursal. Esta oficina se encargó de la obra de los testigos de Jehová en el Líbano, así como también en Siria y Jordania. Para el fin del año de servicio de 1949 había un máximo de 172 publicadores sirviendo en cinco congregaciones del Líbano. Siria tenía tres congregaciones con un máximo de 20 publicadores del Reino.

FELIZ LOGRO DE LOS NUEVOS MISIONEROS

Varios hermanos del Oriente Medio asistieron a la asamblea internacional que se celebró en el estadio Yanqui de la ciudad de Nueva York durante 1950. Al regresar trajeron consigo muchos puntos que les ayudaron en el servicio para la alabanza de Jehová. Sin embargo, más ayuda estaba por venir.

En enero de 1951 otros cuatro graduados de Galaad llegaron para hacer obra misional en Beirut, y en octubre llegaron más. Estos eran Keith y Joyce Chew, Olive Turner y Doreen Warburton, y Edna Stackhouse, junto con Anne y Gwen Beavor. Todos fueron asignados temporalmente a Trípoli.

La congregación de Trípoli todavía se reunía en la clínica del hermano Shammas, y de 30 a 50 personas asistían con regularidad. Puesto que las costumbres orientales todavía prevalecían en esa congregación, pocos hermanos iban a las reuniones acompañados de sus esposas e hijas. Las mujeres que sí asistían siempre tomaban los asientos posteriores, nunca se sentaban entre los hombres. Por supuesto, los misioneros ignoraban esta costumbre. De modo que el hermano y su esposa se sentaron hacia la parte delantera y las misioneras solteras tomaron cualquier asiento que podían hallar. No fue poca la conmoción que esto causó entre los hermanos.

Al considerar el asunto después de la reunión, el hermano misionero explicó bondadosamente que todos eran hermanos y hermanas. De modo que no veía por qué sería necesario segregarse. Ciertamente un hermano podía sentarse al lado de su esposa en cualquier lugar que deseara. Pues bien, en poco tiempo las esposas e hijas ya no se quedaban en casa esperando que regresara el cabeza de familia para preguntarle acerca de las reuniones. En vez de eso, ellas mismas asistían a las reuniones.

La misma costumbre oriental se extendía al servicio del campo. Rara vez iban de casa en casa las hermanas, si acaso iban, antes que llegaran los misioneros. Pero esas muchachas misioneras salían todos los días a llamar a las puertas, y dentro de poco estaban llevando consigo a las hermanas de la localidad. ¡Cuánto se regocijaban todas! Pronto los hermanos se sintieron muy felices al ver el progreso de sus esposas e hijas y al notar la maravillosa diferencia en el espíritu y actitud que regía en la casa.

ADELANTE A SIDÓN Y TIRO

Andando el tiempo fue posible hallar un lugar adecuado en Trípoli para un hogar misional con un Salón del Reino conectado. La concurrencia a las reuniones aumentó y pronto el Salón estuvo lleno. Con el tiempo, esa congregación llegó a ser cuatro congregaciones. Para el verano de 1953 tanto progreso se había logrado que parecía aconsejable mudar los misioneros a otro territorio. Dos misioneras fueron asignadas a la antigua Sidón.

Las colinas ondulantes y muchos huertos de naranja y limón hicieron de Sidón una asignación deleitable para las hermanas Olive Turner y Doreen Warburton. Efectuaban gran parte de su trabajo en la parte vieja de la ciudad, con sus calles cubiertas y entradas pequeñas. Esta era una buena sección en la cual trabajar en la estación de las lluvias porque podían andar por las calles sin tener que mojarse. Además, la gente se sorprendía de ver a dos muchachas inglesas yendo de un lugar a otro por estas calles pequeñas, llamando a las puertas y hablando con la gente acerca de la Palabra de Dios. El pueblo las trataba con respeto y las muchachas sentían mayor seguridad allí que la que siente la mayoría de la gente al andar por las calles de las ciudades occidentales hoy día.

Unos 40 kilómetros al sur de Sidón está el pueblito de Tiro. Aquí es donde reinó en un tiempo el rey Hiram. Tiro fue la dueña marítima del mundo antiguo, pues edificó ciudades comerciales tan lejanas como Cartago. Alejandro Magno conquistó a Tiro construyendo un puente de tierra hasta la ciudad, puesto que en aquel tiempo estaba situada en una isla a poca distancia de la costa. Hoy día el pequeño pueblo de Tiro está edificado sobre las ruinas de aquellas ciudades antiguas, parte de él justamente sobre la calzada elevada que Alejandro construyó. Fue a este pueblo que se envió a las hermanas Turner y Warburton a testificar entre la población que es principalmente musulmana. Condujeron estudios bíblicos, ayudaron a los musulmanes a aprender la verdad, y éstos progresaron bien. Más tarde, algunos de ellos llegaron a ser proclamadores del Reino con la congregación de Sidón.

En el camino entre Tiro y Sidón había campamentos grandes en los cuales refugiados palestinos habían estado viviendo desde la guerra árabe-israelí de 1948. Los refugiados vivían en condiciones muy difíciles, pero eran humildes y las hermanas misioneras podían andar entre ellos libremente. Algunos de ellos aceptaron estudios bíblicos, y dos familias se interesaron mucho en la verdad. Más tarde, se mudaron a las cercanías de Beirut y pudieron asociarse con las congregaciones cristianas de allí.

Las hermanas misioneras notaron con verdadero agrado la hospitalidad afectuosa que las personas en la parte meridional del Líbano despliegan a los extraños. No importa cuánto tiempo se quede el visitante, aunque sea un extraño, el amo de casa le brinda refrescos. Al conversar con uno estas personas le dicen quiénes son, qué clase de trabajo hacen, cuántos hijos tienen, cuánto pagan de alquiler por su casa y así por el estilo. Y nunca le preguntan al visitante cuál es su propósito. Simplemente le hacen sentirse bienvenido, teniendo presente que cuando esté listo para declarar el propósito de su visita lo hará. Entretanto se le trata como invitado bienvenido. De hecho, algunos árabes desérticos se adhieren a esta práctica a tal grado que si una persona pasa dos días y noches sin declarar su propósito eso es suficientemente pronto para preguntarle cortésmente que declare la razón de su visita. Por supuesto, nuestras hermanas misioneras nunca se quedaron tanto tiempo en ninguna casa. Y con gusto daban a conocer la importante razón por la cual estaban presentes.

A veces la gente solo se interesa en la visita de individuos tan agradables. No obstante, muchos aprendieron la verdad en Sidón y más tarde se mudaron a otros territorios y países donde continuaron sirviendo a Jehová. La pequeña congregación de Sidón todavía persiste con ánimo en la obra de declarar las buenas nuevas.

ADELANTE A DAMASCO EN SIRIA

Hacia el fin de diciembre de 1951 N. H. Knorr y M. G. Henschel volvieron a visitar a los Testigos libaneses. Durante ese año de servicio un máximo de 401 proclamadores del Reino informaron servicio del campo en el Líbano y 82 en Siria. Se obtuvo permiso para celebrar una reunión pública, y los hermanos se regocijaron al ver que 793 personas estuvieron presentes para oír el discurso público que el hermano Knorr pronunció en el salón grande de conferencias de la Universidad Americana de Beirut. ¡Qué maravillosa ocasión fue ésa!

Durante esta visita se decidió que sería oportuno enviar misioneros a Damasco en Siria. Se estableció un hogar misional y cuatro misioneros empezaron a testificar, procurando llamar la menor atención posible. La pequeña congregación de Damasco, que tenía de 10 a 12 publicadores, estaba reuniéndose en el hogar de Adib Kafroony. Pronto los misioneros mejoraron en su uso de la lengua árabe.

Solo pasaron unos cuantos meses antes que las autoridades notaran la obra de los misioneros y empezaran a hacer que se les siguiera. Poco después un oficial del Departamento de Seguridad llegó a la casa misional e informó a los hermanos que tendrían que partir del país dentro de 24 horas. Así, terminó el período breve de obra misional en Damasco. Sin embargo, los hermanos de esa ciudad continuaron su servicio de alabanza a Jehová, y más tarde recibieron la ayuda de precursores especiales de esa localidad.

En abril de 1952 el hermano Atif Naous, un precursor especial, fue asignado al pueblo siriaco de Homs. Unos cuantos hermanos celosos vivían allí, pero el territorio era grande y necesitaban ayuda. La experiencia de este hermano fue muy parecida a la que tuvieron los misioneros en Damasco. Después de solo dos meses el hermano Naous fue arrestado, puesto en prisión y detenido por 42 días bajo ley militar. Durante los primeros cinco días y noches, se le dio muy poca comida y tuvo que dormir en una banca de madera angosta en una celda que solo tenía una ventana con rejas y nada para impedir la entrada del frío. Si no hubiese sido por la compasión de un carcelero que con regularidad le daba su abrigo al hermano Naous a eso de la medianoche, le pudiera haber ido mucho peor. Como resultado del tratamiento que recibió, su salud fue afectada permanentemente. Pero todavía pudo continuar sirviendo a Jehová como precursor especial.

BENDICIONES A PESAR DE LA PERSECUCIÓN

Poco después de haber regresado de Damasco al Líbano, dos de los misioneros, un matrimonio, recibieron la asignación a Zahle, un pueblo en el Rift-Valley a unos 51 kilómetros al norte del histórico monte Hermón. Era un pueblo predominantemente católico, con una comunidad ortodoxa griega de buen tamaño y no muchos musulmanes. Los testigos de Jehová nunca habían establecido una congregación allí, pero se ayudó a los pocos publicadores del Reino que vivían en el pueblo a progresar en la verdad a medida que trabajaban con los misioneros. Se celebraban las reuniones con regularidad, estando presentes unas ocho o diez personas.

Se dio el testimonio a casi todo Zahle en unos seis meses. En la primavera, otras dos misioneras, Olive Turner y Doreen Warburton, se unieron a los que ya estaban en ese territorio. Para entonces el clero había agitado a la gente para que se opusiera a los testigos de Jehová. Puesto que no había otros extranjeros en el pueblo, los misioneros llamaban mucho la atención a medida que salían cada día al servicio del campo. El que les gritaran y se burlaran de ellos era experiencia cotidiana. Muchas veces les tiraban piedras, algunas de las cuales alcanzaban su objetivo. En una ocasión una piedra le derribó los lentes a una hermana, y hubo varias magulladuras y algunas cortaduras. Pero los misioneros lograron escapar daños graves y pudieron seguir visitando los hogares de la gente por dos años. Se formó una congregación pequeña y se celebraban las reuniones en el hogar misional, con una concurrencia de 10 a 15 personas cada semana.

Los misioneros hallaron que era necesario evitar las escuelas porque la iglesia las manejaba casi todas. Tanto los maestros como los clérigos de las escuelas incitaban a los niños a apedrear a los testigos de Jehová dondequiera que los hallaran. Si por casualidad los misioneros andaban cerca de la escuela durante el período de recreo, era ineludible que fueran el blanco de un bombardeo de piedras procedentes del campo de juegos.

La situación era muy parecida en las aldeas circundantes. En una ocasión las tres misioneras, acompañadas por tres hermanas de la localidad, estaban predicando en una aldea cercana. Después que hubiesen testificado por más o menos una hora, un ama de casa advirtió a dos de las hermanas que el sacerdote estaba organizando a los niños escolares para que las apedrearan. Para el tiempo que estas hermanas hallaron a las otras, el sacerdote había reunido a los niños y no era posible que las hermanas salieran por el camino de la manera usual. De modo que atravesaron los campos en su esfuerzo por evitar la chusma. Sin embargo, las persiguieron. Afortunadamente se encontraron con algunos hombres que estaban trabajando en los campos. Cuando las hermanas les pidieron ayuda, los hombres dijeron que detendrían a los niños. Pero a fin de hacerlo, tuvieron que arrojar piedras hasta a sus propios hijos a quienes el sacerdote había agitado a tal grado.

Al andar los misioneros por las calles de Zahle, la “rechifla” favorita llegó a ser Shuhoud Yahwah (“testigos de Jehová”). No obstante, los residentes habían aprendido quién es Jehová y se daban cuenta de que tenía testigos en esa aldea.

De paso, es interesante que años después en una asamblea cristiana en Beirut, un joven se acercó a los misioneros que habían servido en Zahle. Al presentarse dijo: ‘Es probable que ustedes no se acuerden de mí, pero yo me acuerdo de ustedes. Yo era uno de aquellos niños que solían tirarles piedras cuando estaban en Zahle.’ Este anterior musulmán se había hecho hermano cristiano de los misioneros, pues había dedicado su vida a Jehová Dios.

UN SACERDOTE Y SU CAMPANA

Principalmente en el verano, los proclamadores del Reino viajaban en autobús de Trípoli a varias aldeas aisladas. Acostumbraban salir temprano por la mañana los domingos, llevaban consigo su almuerzo y pasaban todo el día en el servicio del campo, volviendo a casa de noche, cansados pero muy felices. Cantaban canciones del Reino y se entretenían con juegos bíblicos a medida que el autobús los llevaba de ida y vuelta a estos territorios.

A veces era necesario emplear tácticas especiales en estas zonas. Los grupos entraban en una aldea que era especialmente difícil y planeaban regresar al autobús a cierta hora. Así era posible dar el testimonio rápidamente en las aldeas antes que el clero o alguna otra persona pudiera provocar dificultades a los publicadores. Se visitó una de esas aldeas al tiempo que se celebraba el funeral de un rico. Puesto que todos los clérigos de la aldea asistieron al funeral, los hermanos dieron el testimonio en toda la aldea mientras se celebraba aquella reunión. Para el tiempo que los sacerdotes volvieron a su negocio normal del día, los hermanos habían completado su trabajo de visitar todos los hogares y habían partido.

Sin embargo, en otra ocasión el sacerdote de una aldea se enteró de que los testigos de Jehová estaban en la zona y se puso a buscarlos. Para el tiempo que llegó a la casa donde el superintendente presidente estaba dando el testimonio estaba verdaderamente furioso. El sacerdote se puso a renegar y hablar palabrotas, dirigiendo sus observaciones principalmente a la gente que estaba escuchando al hermano. Estas personas trataron de calmar al sacerdote, pero no pudieron hacerlo. Por fin gritó que cualquiera que no se saliera de la casa inmediatamente sería expulsado de la iglesia. Solo salieron aproximadamente la mitad de los presentes. Ante eso, el sacerdote se puso aún más furioso. Corrió a la iglesia y empezó a sonar la campana. Ciertamente, pensó él, esto resultaría en que se reunieran todos los aldeanos. ¡Iba a darles a esos 30 testigos de Jehová una lección!

El autobús estaba estacionado en la plaza de la aldea y los publicadores empezaban a reunirse después de haber visitado todos los hogares. Cuando llegó el superintendente presidente, el sonido de la campana había reunido una muchedumbre bastante grande y el sacerdote todavía estaba sonándola con toda su furia. La gente seguía llegando y los publicadores se mezclaban entre ella, dando un testimonio. ¡Pues bien, ésta fue una oportunidad tan buena para predicar que el superintendente presidente se puso sobre una roca al lado del autobús, consiguió la atención de todos, y presentó un discurso público abreviado! A los aldeanos les pareció muy gracioso que su sacerdote todavía estuviera sonando la campana y reuniendo a la gente para que escuchara una conferencia pronunciada por un testigo de Jehová. Hasta pidieron perdón por la cólera de su sacerdote y su mala manera de hablar. De modo que la oposición afrentosa se había vuelto en una ocasión extraordinaria en que un sacerdote, sin darse cuenta de ello, usó la campana de su iglesia para llamar a la gente a escuchar un discurso cristiano sobre la Biblia.

PROSCRIPCIÓN DE LAS REVISTAS

Para 1955 el número máximo de proclamadores del Reino en el Líbano había ascendido a 501. Durante ese año un rasgo sobresaliente fue la distribución especial del folleto La cristiandad o el cristianismo... ¿cuál es “la luz del mundo”? Se tradujo este folleto al árabe y se imprimieron 10.000 ejemplares en el Líbano. ¡Qué excelente testimonio dio! Pero, por supuesto, agitó al clero y como resultado reanudaron sus esfuerzos contra la obra de predicar.

Cada año se colocaban miles de ejemplares de La Atalaya y ¡Despertad! en las manos de los libaneses. De hecho, durante 1956, los publicadores del Reino consiguieron 1.106 nuevas suscripciones. Muchas revistas llegaron a las manos de hombres de negocios que dejaban ejemplares de ellas en sus oficinas y salas de espera. ¡Pues, cada vez que un clérigo entraba en una oficina hallaba sobre la mesa un ejemplar de ¡Despertad! o La Atalaya! Esto no era del agrado de los clérigos.

Para el verano de 1956 el clero logró conseguir la proscripción de La Atalaya y ¡Despertad! en el Líbano. Esto privó a los Testigos del uso de estos excelentes instrumentos en su servicio del campo, pero se sintieron agradecidos porque el alimento espiritual que estas publicaciones traen siguió llegando a los hermanos y hermanas. Aún ahora las revistas están proscritas en el Líbano, a pesar de muchos esfuerzos para hacer que se quite la proscripción. No obstante, Jehová se encarga de que los Testigos reciban su alimento espiritual.

TIEMPO PARA ALGUNOS AJUSTES

Durante septiembre de 1955 el hermano y la hermana Lee Plummer llegaron al Líbano como graduados y misioneros de la Escuela de Galaad. En mayo del año siguiente se nombró al hermano Plummer superintendente de la sucursal. También se hicieron arreglos para reorganizar la obra de circuito y varios rasgos de nuestra actividad de predicar. Por ejemplo, los publicadores libaneses no habían usado la Biblia mucho en su servicio de casa en casa. Pero, por medio de los superintendentes de circuito, se animó a que se hiciera esto, y pronto los proclamadores del Reino por todo el país iban de casa en casa con la Biblia en la mano.

Durante el invierno de 1956-1957 los hermanos N. H. Knorr y F. W. Franz, junto con el superintendente de zona, Filip Hoffmann, visitaron el Líbano. Esta fue una excelente oportunidad para edificación espiritual. Se celebró una asamblea, y tanto el hermano Knorr como el hermano Franz ofrecieron excelente consejo y estímulo a todos los concurrentes.

Sin embargo, en 1958, muchas dificultades surgieron en el Líbano, y esto estorbó en gran manera las actividades teocráticas. A principios de la primavera se hicieron arreglos para celebrar una asamblea de circuito en Trípoli. Pero, estando en progreso las preparaciones, estalló una revolución. Con el tiempo había muchas zonas gobernadas por los revolucionarios, como ellos mismos se llamaban, los cuales dirigían su propia organización gubernamental pequeña independiente del gobierno federal. En estas zonas los hermanos se enfrentaron a muchas dificultades. Estos revolucionarios arrestaron a algunos de ellos. Por lo general éstos hombres soltaban a los hermanos cuando se enteraban de quiénes eran. Los testigos de Jehová habían llegado a ser bien conocidos como neutrales en lo que tiene que ver con asuntos políticos, y esto les sirvió de protección durante ese tiempo de dificultad.—Juan 15:19.

La gran Asamblea Internacional Voluntad Divina que los testigos de Jehová celebraron en la ciudad de Nueva York hizo notable el año 1958. En el Líbano, el aeropuerto del cual iban a partir los asambleístas estaba cercado de tropas gubernamentales y estaba sitiado. Sin embargo, a la hora de salida se normalizó el tráfico aéreo, y los misioneros y otros pudieron partir sin dificultad.

Los siervos de Jehová que permanecieron en el Líbano durante ese tiempo de dificultad tuvieron que hacer ajustes en su servicio del campo. Había una queda en casi todos los pueblos principales, y no se permitía que uno saliera salvo por unas cuantas horas por la tarde. Aun entonces, muchas veces había peligro debido al fuego de artillería y de bombas que estallaban en las zonas pobladas. Beirut, la capital, especialmente era un lugar turbulento del país, y se hizo intensa la lucha allí entre el gobierno y las fuerzas revolucionarias. Varios hermanos fueron heridos por balas perdidas, pero afortunadamente ni siquiera uno de ellos perdió la vida durante todo el asunto.

Por fin llegó la infantería de marina de los Estados Unidos para impedir el derrocamiento del gobierno. Esto ayudó mucho a tranquilizar la situación. Después de algunos meses, el gobierno y los revolucionarios arreglaron los asuntos entre sí de tal modo que ambas partes quedaron razonablemente satisfechas. De modo que la paz volvió al Líbano. Sin embargo, era una paz inestable.

No obstante, el pueblo de Jehová siguió predicando. De nuevo pudieron trabajar abiertamente de casa en casa, hablando del mensaje pacífico del Reino. La gente se mostró más dispuesta a escuchar que antes del tiempo de dificultad. Para noviembre de 1958 todos los misioneros habían vuelto al país, y de nuevo participaban felizmente en la obra de predicar el Reino con sus compañeros creyentes libaneses. Para 1960 un máximo de 608 testigos del Reino estaban sirviendo con 15 congregaciones en el Líbano.

MÁS PROGRESO EN EL LÍBANO

Allá en 1954, dos misioneras —Anne y Gwen Beavor— habían empezado a dar el testimonio en una comunidad de unos 60 a 80 mil armenios que vivían en Beirut. Por algún tiempo hicieron una obra excelente. Entonces, en el invierno de 1957-1958, una hermana armenia, Sona Haidostian, empezó a servir allí entre los armenios. Se logró buen progreso, y en febrero de 1959 se formó la primera congregación armenia en Beirut. Más tarde, los padres de Sona se unieron a ella, y la obra continuó avanzando. Para 1971 había dos congregaciones armenias.

El hermano Lee Plummer había estado sirviendo de superintendente de sucursal del Líbano desde mayo de 1956. Pero por razones personales se vio obligado a renunciar a este privilegio de servicio. De modo que en enero de 1962 el hermano Afif Fayad llegó a ser el superintendente de sucursal. Para ese tiempo había 17 congregaciones en el Líbano y dos en Siria. Pero en enero de 1965 el hermano Fayad ya no pudo encargarse de las responsabilidades de la sucursal. De modo que se asignó este privilegio de servicio a otro hermano, que recientemente había completado el curso de 10 meses en la Escuela de Galaad en los Estados Unidos.

ADELANTE A ALEPO EN SIRIA

En 1962 Sona Haidostian recibió una asignación a otro territorio armenio en Alepo, Siria. En ese tiempo había unos 100 publicadores del Reino en toda Siria. Sona tenía en Alepo algunos parientes carnales que no eran Testigos, y dentro de poco tiempo varios de éstos aceptaron el mensaje del Reino. El padre y la madre de la hermana Haidostian se unieron a ella en Alepo, y en 1966 se formó una congregación de 25 proclamadores del Reino. Para entonces el número de Testigos en Siria había aumentado a unos 120.

Los Haidostians permanecieron en Alepo como unidad misional por otros dos años e hicieron trabajo excelente. Sin embargo, Sona empezó a experimentar mala salud, y después de algún tiempo se determinó que tenía esclerosis múltiple o en placas. Por lo tanto la familia decidió regresar a los Estados Unidos.

Sin embargo, justamente unos cuantos días antes que la familia iba a partir de Siria, otra guerra árabe-israelí estalló en junio de 1967. Hacía algún tiempo que la policía de Alepo había estado observando a los hermanos, esto a instigación del clero que había hecho falsas acusaciones contra ellos. De modo que las autoridades llegaron a la casa de la familia Haidostian y los arrestaron a ellos junto con dos hermanos de la localidad. El hermano Haidostian tenía más de 70 años de edad y su esposa más de 65, y Sona estaba en muy mala salud. A pesar de eso, fueron puestos en prisión.

Por las primeras cuantas noches tuvieron que dormir en el suelo mismo. Después les dieron un par de frazadas, una para que durmieran sobre ella y la otra con que cubrirse. Los tuvieron en prisión por unos cinco meses, pero su experiencia no les causó infelicidad. Sona dijo que el médico le había informado que tenía que descansar a fin de progresar y vencer su enfermedad. En la prisión no podía hacer otra cosa. El hermano Haidostian comentó que al principio los suelos de piedra eran duros pero que se hicieron más suaves después de dormir sobre ellos varias semanas. La familia le dio un excelente ejemplo de fidelidad a la nueva congregación de Alepo.

Después de unos seis meses se llevaron a los Haidostians a Damasco. Allí experimentaron más interrogación. Después de un rato, se les dijo que iban a ser librados inmediatamente. Los llevaron a la frontera libanesa, sin haberles devuelto sus pasaportes y sin permitir que regresaran a su hogar en Alepo para recoger sus efectos personales. Pero fue una ocasión feliz cuando sus hermanos cristianos los recibieron en la frontera.

A través de los años, la libertad para llevar a cabo la predicación del Reino en Siria ha seguido limitada. Pero los hermanos no se han dado por vencidos. Han estado haciendo todo lo posible para compartir la verdad con otros, y personas recién interesadas siguen añadiéndose a la fe. A mediados de los años setenta se alcanzaron máximos de más de 200 publicadores del Reino en Siria.

MÁS PENALIDADES EN EL LÍBANO

En mayo de 1968 el hermano N. H. Knorr visitó el Líbano y habló a los superintendentes del país. Su excelente discurso los animó mucho, y se sintieron más resueltos que nunca a no olvidar la ley de Jehová, sino a seguir sirviendo a su Dios para siempre.

Temprano en los años setenta se desarrollaron penalidades puesto que se proscribieron todas las publicaciones de la Sociedad y se clausuraron todos los Salones del Reino del país. Pero la testificación informal siguió produciendo buenos resultados. Por consiguiente, para 1971 había 29 congregaciones y tres grupos aislados en el Líbano. ¡Entonces en los siguientes cinco años —de 1971 a 1975— otras 600 personas se bautizaron en el Líbano! ¡Ciertamente seguían hallándose personas de disposición de oveja! En marzo de 1975 se alcanzó un nuevo máximo de 1.882 proclamadores de las buenas nuevas, y éstos estaban organizados en 46 congregaciones.

PERSEVERANDO DURANTE LA GUERRA CIVIL

En abril de 1975 estalló un conflicto armado en un suburbio de Beirut. Siguió intensificándose por etapas hasta que el entero país se envolvió en guerra civil. La guerra siguió por casi dos años, y el número de víctimas ascendió con el tiempo a decenas de miles. Las casas, negocios y otra propiedad de muchos hermanos fueron destruidos, tres hermanos perdieron la vida, y no se sabe cuántos fueron lesionados.

Una Testigo estaba tendiendo la ropa que había lavado cuando el fuego de un franco tirador la mató. Y otro Testigo, que pasó por alto las advertencias de no salir de la casa donde se habían reunido los Testigos, fue muerto a tiros cuando regresó a su hogar. Otros Testigos fueron heridos por balas y granada fragmentaria, y uno por una bayoneta. Pero, agradecidamente, casos como éstos fueron asombrosamente raros.

Se ha sentido el aspecto religioso de la guerra a un grado tremendo, y éste posiblemente es el rasgo más aterrador de todo el conflicto. En zonas donde predominaban los musulmanes, personas que afirmaban ser cristianas fueron sacadas de sus hogares en medio de la noche, y en muchos casos nunca se les volvió a ver. Los musulmanes recibieron el mismo tratamiento de los que afirmaban ser cristianos. Pero se sabe que los testigos de Jehová son diferentes.

PACÍFICOS PARA CON TODOS

Los testigos de Jehová siempre se han esforzado por tratar a todos igualmente, prescindiendo de que sean cristianos nominales o musulmanes, pues aplican el consejo bíblico, a saber: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres.” (Rom. 12:18) En una ocasión los miembros de la Liga Católica Maronita visitaron a un Testigo y trataron de persuadirlo a él y a sus hijos a unirse a los vigilantes y contribuir 300 libras libanesas para municiones.

El Testigo les dijo: “No puedo participar en nada que tenga que ver con guerras. Y además la guerra de ustedes no es la de Dios. De hecho, Dios pronto pondrá fin a todos los hombres con sus armas e introducirá un sistema pacífico bajo el gobierno de Cristo.” Más tarde, cuando mejoraron las condiciones en la zona, el Testigo notó que por su posición firme y neutral se había granjeado el respeto de sus vecinos.

Esta posición neutral vez tras vez ha resultado en beneficio de los testigos de Jehová. Muchas veces el sencillo acto de poder probar que uno era Testigo resultaba en salvarle la vida. Un hermano presentó la tarjeta que siempre llevaba consigo en la que rehúsa transfusiones de sangre, y se le perdonó la vida. De modo parecido, otro hermano escapó de la ejecución cuando repitió un discurso estudiantil que había pronunciado poco antes en la Escuela Teocrática, logrando así convencer a un grupo de hombres preparados para ejecutarlo de que era Testigo. Hubo muchos casos en que la conducta cristiana de los testigos de Jehová les salvó la vida.

Un ejemplo más: una noche un Testigo se ofreció para llevar a casa en su automóvil a un compañero de trabajo musulmán. En camino, los detuvieron hombres armados que iban a matar al Testigo porque era cristiano. Pero su compañero musulmán rogó que le perdonaran la vida, explicando: “Este hombre es diferente de los otros que se hacen llamar cristianos. Es neutral. No se mete en la política.”

Cuando los hombres que tenían las armas de fuego rehusaron escuchar, el musulmán dijo: “Si no nos dejan en paz, tendrán que matarnos a los dos.” Debido a su súplica sincera, ambos fueron puestos en libertad.

Otro Testigo relata que no tenía alimentos en la casa, y porque había hombres armados por todas partes no se podía salir con seguridad. Pero entonces se presentó en su casa un muchacho musulmán de una aldea cercana. “Mis padres,” dijo él, “le envían este pan. Y si necesita cualquier otra cosa, díganoslo por favor. Estamos listos para conseguírselo.”

SE DIFUNDE LA REPUTACIÓN DE LOS TESTIGOS

Hacia el norte del país hay una aldea “cristiana” que está rodeada de aldeas musulmanas. Hay dos congregaciones de testigos de Jehová en esa aldea. Cuando los musulmanes atacaron la aldea y llegaron a la casa en que se habían reunido los Testigos, se les dijo a los hombres armados: “Somos testigos de Jehová. No tenemos armas y somos completamente neutrales. Aquí están nuestras casas, hagan con ellas lo que les parezca.” Esto sorprendió a los hombres armados y prometieron no causar daño.

En otra aldea, hasta el sacerdote católico se había armado con una ametralladora. Se ejerció tremenda presión sobre los Testigos con la mira de hacerlos abandonar su posición neutral y también armarse para el ataque que se esperaba. Porque rehusaron hacerlo, un líder derechista dijo: “¡Cuando esta guerra termine dirigiremos nuestra atención contra ustedes!” Pero, ¿qué sucedió cuando empezó el ataque el 20 de enero de 1976?

Los defensores regulares de la aldea huyeron. El sacerdote se deshizo de su arma y se escondió. Otros aldeanos que se habían armado trataron de ocultar sus armas; todavía otros tiraron las suyas. Un líder derechista trató de dar su arma de fuego a un Testigo, diciendo: “Se sabe que los testigos de Jehová no tienen armas.”

Además, muchas personas buscaron refugio en los hogares de los Testigos. ¡En un hogar que se usó así se reunieron más de 60 personas! Después que un Testigo dijo una oración en la que pidió la protección de Jehová, la hija de un líder político comentó: “Ahora me siento tranquila, porque Jehová es el Dios que puede proteger.” Aunque hombres armados entraron en la casa y hurtaron algunas cosas de valor, nadie recibió daño alguno.

En el hogar de otro Testigo se reunieron unas 50 personas. El superintendente presidente de los testigos de Jehová de esa localidad informa: “Oí a un vecino musulmán decir a los hombres armados: ‘No toquen esta casa. Son estudiantes de la Biblia, diferentes de los otros.’ Más tarde, sin embargo, aparecieron los guerrilleros. Pero yo había abierto todas las puertas a propósito. Así es que cuando llamaron contesté rápidamente, invitándolos a entrar. Hablé bondadosamente y sin vacilar, explicando que éramos testigos de Jehová. Al no hallar armas, se fueron.” Todas las casas en la vecindad fueron saqueadas menos ésta.

En la ciudad norteña de Trípoli los choques entre las facciones en pugna fueron extremadamente violentos. Centenares de tiendas y casas fueron saqueadas e incendiadas. Se les hizo especialmente peligroso a los cristianos salir de la casa, de modo que un vecino musulmán le dijo a un Testigo: “Esta gente no sabe que ustedes son testigos de Jehová. Así es que díganos lo que necesitan y nosotros se lo conseguiremos.”

FAMILIA DE LA CENTRAL EN PELIGRO

A principios de la guerra civil la central de la sucursal de los testigos de Jehová estaba situada en un sector musulmán de Beirut. Antes de mudarse de allí a un lugar más seguro fuera de la ciudad, la familia de la central pasó por unas experiencias pavorosas. El 6 de febrero de 1976 un miembro de la familia describió las condiciones como sigue:

“Por alrededor de un mes ni siquiera nos molestábamos en ir a la cama en nuestras habitaciones. Cuando era hora de dormir poníamos los colchones en la pequeña entrada, puesto que ésta era la habitación más segura de la casa. Todos nos acurrucábamos allí y dormíamos con la ropa puesta, ya que nunca sabíamos lo que podía suceder de noche. Cuando pasó esa fase de la lucha, los derechistas trataron de apoderarse de los edificios estratégicos en nuestro lado de la ciudad.

“Entonces vino la verdadera lucha en las calles, de calle en calle y de casa en casa. Parecía que los derechistas venían por la calle frente a nosotros y los izquierdistas por la trasera, así es que decidimos evacuar ese local. Sin embargo, no teníamos modo de salir completamente fuera de la zona, pero había casas más seguras, así es que fuimos al hogar de un Testigo a poco más de un kilómetro y medio calle arriba de donde estábamos. Permanecimos allí por dos semanas y entonces pudimos volver a casa.”

Una noche fue especialmente horripilante para la familia de la central. Fue la noche en que incendiaron el principal centro comercial de Beirut, y el sector alrededor de la casa de la sucursal también fue señalada para destrucción. A continuación están algunos detalles que los Testigos de la sucursal suministraron:

“Alrededor de las 10:30 de la noche nos hizo sobresaltar el estallido de fuego de ametralladoras enfrente mismo de la casa. Al mirar dos miembros de nuestra familia desde el pórtico, vieron a cinco o seis guerrilleros salir del hotel que está directamente frente de nosotros... entonces, repentinamente, una fuerte explosión. ¡Qué estruendo cuando siete pisos de ventanas de vidrio y puertas descendieron en añicos ante nosotros!

“Entonces incendiaron tienda tras tienda, y los guerrilleros en sus vehículos iban y venían enfrente de las tiendas añadiendo combustible a las llamas para asegurarse de que se quemaran. Disparaban a cualquiera que trataba de apagar los fuegos. El cielo nocturno estaba rojo por todas las llamas.

“Mientras observábamos los incendios desde uno de los dormitorios traseros, nos sacudió otra explosión. Corrimos hacia el frente de la casa y vimos que una bomba había estallado en una tienda de comestibles en nuestro edificio. ¡Se había incendiado nuestro propio edificio! Lo que más nos preocupaba era una habitación en la que se almacenaba gasolina en el edificio. Si el fuego la alcanzaba, probablemente derrumbaría nuestro edificio y también al que lindaba con el nuestro. Todos los vecinos de la calle cooperaron y pudimos apagar el fuego antes que hiciera mucho daño.”

REUNIONES Y PREDICACIÓN DE LOS CRISTIANOS

Durante toda la violencia se siguió atendiendo los intereses del Reino. Las congregaciones celebraban sus reuniones en grupos pequeños o grandes, según dictaban las condiciones en una zona en un tiempo específico. ¡Hasta se celebraban las asambleas de circuito y distrito! No era del todo insólito oír tiroteos cercanos y el estallido de granadas durante las reuniones. De vez en cuando el orador tenía que pausar por un rato hasta que el fragor de la batalla se calmara suficientemente para que pudiera hacerse oír.

Los hermanos siguieron dando el testimonio de casa en casa siempre que les fuera posible, y se siguió haciendo una extensa presentación informal de las buenas nuevas. Muchas personas respondieron favorablemente al mensaje, mientras que otras estaban tan preocupadas con simplemente mantenerse vivas y libres de daño que era difícil penetrar en sus pensamientos con la esperanza del Reino.

LA SITUACIÓN ACTUAL Y EL FUTURO

Han pasado cuatro años y medio desde que empezó la guerra civil, y las cuestiones todavía no se han resuelto. Hay un ejército árabe de pacificación en la mayor parte del Líbano y una fuerza de las Naciones Unidas en la parte meridional del país. En algunas partes del país todavía ocurren encuentros violentos y continuas barreras de fuego de artillería. En diciembre de 1978 todavía se oían los ecos del fuego de ametralladoras y el estallido de granadas a través de la zona donde está situada la oficina de la sucursal. Durante un período de 12 días en el otoño de 1978, la familia de la sucursal tuvo que ponerse a cubierto por ocho días en un refugio en la parte inferior del edificio mientras que unas 200 granadas y cohetes cayeron en la vecindad inmediata. La situación ha sido mucho peor para los hermanos que viven en otras zonas.

No se sabe de seguro cuál será el futuro político y social de esta tierra afligida. Pero sí se sabe de seguro que Jehová seguirá realizando la predicación de las buenas nuevas en el Líbano y Siria hasta que la “grande tribulación” introduzca el pacífico nuevo sistema de cosas de Dios. En sus oraciones los hermanos de estos países piden a Jehová que siga usándolos en esa obra hasta que quede terminada.

[Ilustración en la página 172]

El hermano Macmillan (centro), visitante de la oficina central de Brooklyn, bautizó a Salim Karam (izquierda) y a Hanna Shammus, un dentista de Trípoli

[Ilustración en la página 176]

Se llevó la verdad del Reino a zonas remotas por medio de este automóvil con equipo sonoro

[Ilustración en la página 204]

Durante un cese de fuego, Testigos andan por un suburbio de Beirut demolido por la guerra

[Mapas en la página 165]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

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