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Alaska

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LA NEVERA DE SEWARD fue lo que se llamó a Alaska en 1867, cuando los Estados Unidos compraron esta tierra a los rusos. El secretario de lo Interior de los Estados Unidos, William H. Seward, hizo los arreglos para la transacción, y los opositores también la llamaron la Locura de Seward. Estos comentarios poco halagüeños se debieron a que algunas personas creían, incorrectamente, que este rincón remoto de la Tierra siempre estaba cubierto de nieve y asolado por el frío, y que estaba envuelto en un manto de oscuridad total durante seis meses consecutivos. Aunque Alaska es una tierra donde se experimentan extremos, ofrece suficientes atractivos como para mover a sus residentes a considerar a su parte del planeta como un paraíso.

Es cierto que el hielo y la nieve definitivamente son parte del paisaje invernal de siete meses en el que se registran temperaturas que pueden descender a 62 grados Celsio (centígrado) bajo cero (-80 °F). Pero en Fairbanks, en ciertas ocasiones durante el verano, la temperatura ha ascendido hasta 38 grados Celsio (100 °F). Cuando el sol estival brilla por 20 horas al día, los nativos se llenan de más vigor y entusiasmo por desempeñar sus tareas diarias. Alaska, que se extiende por más de 1.525.000 kilómetros cuadrados (589.000 millas cuadradas) y abarca cuatro husos horarios, es el mayor estado de los Estados Unidos, pues tiene más del doble del tamaño de Tejas. A pesar de su afirmación de ser el más grande, pues mide aproximadamente la quinta parte del resto de la nación, es el estado menos habitado, con solo unos 425.000 habitantes. Encerrada en el regazo helado de numerosas montañas y glaciares se halla una gran porción del agua dulce del mundo, y dos millones de los muchos lagos de Alaska miden más de ocho hectáreas (20 acres). La sierra del monte San Elías tiene el mayor glaciar de este hemisferio, el Malaspina, una capa de hielo de 80 kilómetros (50 millas) de ancho.

Algunas personas, al describir esta tierra, han dicho que tiene “cinco caras”. La tundra sin árboles azotada por vientos constantes caracteriza a la cadena de las islas Aleutianas. La estrecha faja de tierra del sudeste es un denso bosque fluvial conocido particularmente por los enormes árboles picea de la variedad Sitka y la mucha pesca comercial. La región sur y central de Alaska, en la que están incluidos Anchorage, el Valle de Matanuska y la península de Kenai, alberga a la mayoría de la población del estado y disfruta de un clima moderado. Alrededor de Palmer en el valle de Matanuska hay verdes tierras de labrantío que pueden resultar en la producción de carne, leche, aves de corral y algunos vegetales. Coles que pesan más de 30 kilos (70 libras) y nabos de más de 14 kilos (30 libras) no son cosa rara aquí.

En Fairbanks, el “Corazón Dorado del Norte”, se va de un extremo al otro en las temperaturas... de lo más caluroso en el verano a algunas de las más frías en el invierno. Éste es el punto de partida a la húmeda tundra ártica. Y, por último, las regiones costaneras del norte y oeste salpicadas de aldeas de esquimales e indios; aquí el verano solamente suministra un leve alivio del frío extremo del invierno.

Se suman a las maravillas de este paraíso septentrional 13 volcanes activos, así como el majestuoso monte McKinley, que se eleva hasta las nubes a una altura de 6.194 metros (20.320 pies), como el monte más alto de América del Norte. La campiña abunda en vida silvestre, minerales, madera y petróleo. ¿Deberíamos sorprendernos, entonces, de que los habitantes de las islas Aleutianas llamaran a esta región Alyeska, que significa “la gran tierra”?

Es irónico el que esta tierra dotada de gran riqueza natural, “la Nevera de Seward”, le fuera comprada a Rusia en 1867 por solamente 7.200.000 dólares, ¡unos cinco centavos por hectárea (2 centavos por acre)! Los rusos habían procurado conseguir riquezas aquí mediante las pieles de los animales. En 1897 y 1898 acudieron cateadores en grandes cantidades aquí, buscando enriquecerse con oro por el sendero del Klondike. Más tarde, pescadores comerciales recorrieron regularmente los 53.000 kilómetros (33.000 millas) de costas navegables en pleamar en busca de la riqueza del mar. Ahora obreros petroleros perforan el suelo en busca del precioso oro negro (petróleo) que se halla en las entrañas de éste. Pero Alaska posee tesoros que son más valiosos que todos éstos.

LA RIQUEZA VERDADERA LLEGA A UNA TIERRA RICA

El resucitado Jesucristo dijo a sus discípulos que ellos serían testigos de él “hasta la parte más lejana de la tierra” (Hech. 1:8). Alaska, encaramada en la cima del globo terrestre, ciertamente califica como una de las ‘partes más lejanas de la tierra’. Tal como Alaska no ha cedido fácilmente sus recursos físicos, tampoco ha aceptado las riquezas de las buenas nuevas sin presentar resistencia. Se ha requerido la resolución de intrépidos y firmes siervos de Jehová, respaldados por Su espíritu santo, para que su obra arraigara en esta región hostil, inhóspita.

El capitán Beams, capitán de un barco ballenero, sembró las primeras semillas de la verdad por la costa en 1910. No se saben muchos detalles de su actividad, excepto que hablaba la verdad y colocaba literatura en manos de la gente en los varios puertos que visitaba.

En las postrimerías de la década de los veinte, Frank Day, un Testigo ungido procedente de Seattle, Washington, hizo un esfuerzo más concentrado por predicar la verdad en esta región. Cada verano, por más de 12 años, se abrió paso a través del territorio predicando y colocando literatura en manos de la gente. Para costear sus propios gastos, vendía gafas o espejuelos mientras viajaba de aldea en aldea; sin embargo, mantenía la predicación como lo de mayor importancia. Puesto que trabajaba solo, dependía muchísimo de la guía de Jehová.

La hermana Winnie Pearson, de Fairbanks, una ciudad en el interior, recuerda que se mudó a una casa en 1930 y que encontró en ella los Estudios de las Escrituras, que la gente del lugar había obtenido del hermano Day. Este hermano dejó una estela de buen trabajo que se extendía desde Ketchikan hasta Nome, una distancia de aproximadamente 1.900 kilómetros (1.200 millas). ¡No fue tarea pequeña, cuando se considera que él tenía que cubrir su territorio cojeando, pues tenía una pierna artificial!

En agosto de 1941 el hermano Day escribió a la oficina de la Sociedad en Brooklyn y recomendó que se formara una congregación en Anchorage. Recomendó que el hermano Karl Liebau llevara la delantera. En la parte de la solicitud que preguntaba cuántas otras personas habrían de predicar con el hermano Liebau, se escribió el número “uno”. Ese “uno” era el hermano O. P. Rees. Así, la primera congregación de la ciudad más grande de Alaska se compuso de dos siervos devotos.

En aquellos días no había carreteras que conectaran a la ciudad portuaria de Seward con Anchorage. El hermano Liebau decidió que había que testificar en las casas de ciertos ferroviarios a lo largo de la línea férrea que conectaba estas dos ciudades. Así que, ¡a pie se fue! Testificaba a un hombre o dos en cada una de estas casas, pernoctaba, y seguía su rumbo por los rieles del ferrocarril hasta la siguiente. Caminó toda la distancia de más de 160 kilómetros (100 millas), testificando por el camino. El hermano Liebau continuó fiel hasta su muerte en 1969.

Los esfuerzos por llevar la predicación más al interior en el despoblado silvestre de Alaska no siempre tuvieron éxito inmediato. Winnie Pearson recuerda la ocasión en que el hermano Day pasó por Fairbanks durante su último viaje a Alaska en 1942. Él cargó una canoa de víveres, literatura y su gran fonógrafo de madera con bocina saliente y se alejó de la orilla para emprender un agotador viaje por el río Yukón abajo. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se presentara en la casa de la hermana Pearson con la literatura empapada y un fonógrafo muy mojado. ¡Su canoa había zozobrado! Esto puso fin a sus viajes a Alaska.

LLEGA AYUDA DEL CANADÁ

Durante aquellos años, varios hermanos canadienses que trabajaban bajo la dirección de la sucursal de Toronto se ofrecieron como voluntarios para ayudar a efectuar la obra en el campo de Alaska. En un bote pesquero que la Sociedad había adquirido para usarlo en predicar las buenas nuevas, comenzaron a trabajar en las ciudades costeras de Juneau, Skagway, Hoonah y Sitka. Este grupo de cuatro, entre los cuales estaba el hermano Frank Franske, decidió avanzar más al norte. Entraron en mares turbulentos y, después de 26 horas de luchar contra el tiempo inclemente, se vieron obligados a regresar a Ketchikan. La desilusión que sintieron por haber tenido que regresar se calmó cuando dieron con la hermana Anna Hoguewood, que había comenzado a participar en el servicio del Reino en 1911. Ella continuó fiel hasta su muerte en Ketchikan en 1949 a la edad de 76 años.

Estos valerosos hermanos la pasaron muy bien distribuyendo literatura, según dijeron ellos, “por toneladas”. Lo que les atraía de los habitantes de Alaska era que, según la descripción que dio el hermano Franske, eran “el tipo de persona fuerte y lista para todo: pescadores, leñadores, cazadores de pieles y mineros; todos de naturaleza hospitalaria y generosa junto con un muy necesario buen sentido del humor”.

Tal como los primeros cateadores tuvieron que cerner muchísima grava para hallar las amarillas pepitas de oro, así estos primeros “cateadores” cristianos descubrieron que se necesitaría mucho esfuerzo para hallar a las pocas personas que fueran mansas como ovejas. En 1938 cinco publicadores informaban servicio del campo en Alaska. Esta cantidad aumentó a siete en 1942, pero en 1943 y 1944 volvió a bajar a dos o tres. Sin embargo, se había sembrado mucha semilla del Reino mediante la literatura bíblica; pero era obvio que había que hacer más para Alaska.

CUAL BÁLSAMO DE GALAAD

Tal como en tiempos bíblicos se utilizaba muy precioso y costoso bálsamo para sanar y curar, la organización de Jehová envió ocho hombres y mujeres como dones para que suministraran curación espiritual en el territorio de Alaska. (Compare con Jeremías 46:11.) No se descuidó a la pequeña población de aproximadamente 100.000 personas, ya que en 1944 se enviaron precursores adiestrados en Galaad para dar adelanto a los intereses del Reino.

A Juneau, la capital, se envió a Harold y Claudia Hoffman, Ralph Bachman y Chester Sieradski. John Errichetti y Gordon Rogers emprendieron su obra en Ketchikan, una de las muchas ciudades insulares cerca de la costa de la estrecha faja de territorio de Alaska que penetra en el Canadá. Las comunidades fronterizas más grandes, a saber, Anchorage y Fairbanks, serían atendidas por James E. Odham y Hermon Woodard. Más tarde, los hermanos Errichetti y Woodard formaron un equipo. Este grupo de dos, a los que los hermanos de Alaska afectuosamente llamaron “los muchachos”, había de influir mucho en el crecimiento futuro de la obra en Alaska.

Entonces, en 1945, otro graduado de Galaad, Charles Gauntt, llegó a Juneau para servir allí. En 1948 él se casó con la hermana Ada Anderson, también graduada de Galaad, y ambos continuaron sirviendo en Alaska hasta octubre de 1954. Los dos hijos de los Gauntt, Charles y Tom, se hallan ahora en la obra de tiempo completo, Charles en Chile y Tom en el Betel de Brooklyn. En 1946 otros cuatro misioneros se unieron al equipo que había enviado la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower.

UNA BIENVENIDA NO MUY CALUROSA

¿Cómo respondería usted si se le pidiera que fuera a Alaska a predicar? Sin duda experimentaría emociones contradictorias. Sin embargo, estos ocho intrépidos precursores se ofrecieron voluntariamente para esta asignación poco común. La mayoría de los misioneros que se han graduado de la Escuela de Galaad han tenido que enfrentarse al calor y la humedad de diversas partes de América Central y América del Sur y África. Pero esta asignación traería desafíos de otra índole. ¡Ellos viajaban hacia el norte! No esperaban una bienvenida cálida de aquel clima hostil. ¿Pondrían su confianza en Jehová para hacer frente a los rigores de su nueva asignación?

Cuando los dos hermanos misioneros llegaron a Anchorage, alquilaron un apartamento de una sola habitación por 35 dólares al mes. Era una habitación pequeñísima. El retrete estaba afuera y a la vuelta de la esquina. La única cañería existente era un grifo y un cubo cerca. Éste era su hogar misional y el punto focal desde el cual se exploraría el territorio. Desde esta base ellos llegarían a Talkeetna, Palmer y Seward, ¡un territorio fronterizo de unos 320 kilómetros (200 millas) de largo!

En Fairbanks, una casa flotante, una choza sobre maderos, servía de hogar misional. Este tipo de habitación, con muy poco aislamiento en las paredes, si alguno, no era la más ideal de las viviendas. Era común que al buscar una prenda de vestir en el armario los hermanos la hallaran congelada y pegada a la pared. Sin embargo, aquello no era ningún misterio, ¡pues afuera el termómetro estaba marcando 45 grados Celsio bajo cero (-50 °F)!

TESTIFICACIÓN “NOCTURNA” DURANTE EL DÍA

Los misioneros esperaban que haría frío en Alaska. Pero lo que no esperaban completamente, y que les fue difícil de aceptar, fue la falta de luz solar durante el invierno. El hermano Woodard recuerda aquel primer año: “Pasamos un largo invierno en Anchorage. Teníamos como tres horas de luz solar, y ‘lobreguez’ sería el mejor término para describir lo que tuvimos durante muchos días”.

En Fairbanks el problema era mayor, puesto que los días son más cortos aún durante el invierno. El ver al Sol salir casi a mitad de la mañana y ponerse pocas horas después puede tener efecto deprimente en el recién llegado a Alaska. La condición de niebla y hielo durante el invierno añade a la penumbra o lobreguez que reduce la visibilidad en las carreteras a solamente unos cuantos metros. A menudo estas sombrías condiciones invernales contribuyen a una lucha sicológica. En Fairbanks, para las once de la mañana uno puede esperar que la rutina diaria de predicar de casa en casa ya esté en progreso. Pero en diciembre apenas hay luz solar a esa hora. La gente solía continuar durmiendo hasta que salía el Sol, de modo que era cosa común el despertar a los amos de casa con la obra de casa en casa. Para poder predicar las buenas nuevas, los misioneros tenían que participar en testificación “nocturna” durante el día. Para evitar el “sacar a la gente de la cama”, los hermanos decidieron visitar las casas donde las luces estuvieran encendidas. Esto sí ayudó hasta cierto grado, pero era sorprendente la cantidad de personas a quienes todavía despertaban porque la gente simplemente no había apagado las luces la noche anterior. Sin arredrarse, los misioneros trataban de hacer lo que mejor podían en medio de aquella situación.

AL NORTE A PASAR EL INVIERNO

Pronto aprendieron que el invierno era en realidad el mejor tiempo para visitar a la gente. En aquellos años no se conseguían buenos lubricantes y combustibles para la maquinaria, de modo que los residentes simplemente guardaban sus automóviles durante el invierno, porque sencillamente se congelaban si los conducían. Esto resultaba en ventaja para los hermanos, pues mantenía a la mayoría de las personas dentro de sus hogares durante el invierno. Había muy pocos lugares adonde los amos de casa pudieran ir cuando terminaban las tareas fundamentales, y por lo general recibían bien a cualquier visitante que fuera lo suficientemente valiente como para ir a visitarlos. ¡Qué desafío era visitar a las personas cuando la temperatura era de 51 grados Celsio bajo cero (-60 °F)!

Considerando estos factores, los misioneros hallaron que la mejor estrategia para testificar era ir al norte durante el invierno y al sur durante el verano. Esto es lo contrario de lo que hacen las personas del hemisferio norte cuando están de vacaciones. Pero era muy práctico en lo relativo a diseminar el mensaje del Reino en Alaska. Nuestros hermanos podían conducir más estudios bíblicos con la gente, puesto que casi había un paro en lo que respecta a trabajo seglar durante los meses del invierno. En el territorio que atendían en el verano, el sudeste de Alaska, el llegar por bote a las aldeas remotas también presentaba sus desafíos.

“FIEBRE DE LA CABAÑA”

Otro problema que a menudo se encuentra en las regiones frías es el de la llamada “fiebre de la cabaña”. Los largos períodos de oscuridad y el frío extremo pueden obligar a uno a permanecer dentro de su casa casi continuamente. Esto afecta su disposición; hace que uno se ponga nervioso e irritable. La más mínima molestia o perturbación es grandísima para uno, y parece que las paredes lo quieren aplastar. Ciertos médicos que se especializan en el tratamiento de este mal han establecido clínicas con ese fin. Sin embargo, nuestros hermanos se ajustaron rápidamente a su asignación. Los dispuestos siervos de Jehová hallaron la mejor medicina para la “fiebre de la cabaña”... la satisfaciente actividad de ayudar a la gente a aprender acerca de la esperanza que se halla en la Palabra de Dios. El salir del hogar de uno para alegrar a otras personas es el mejor remedio.

UNA NOVIA VIENE A ALASKA

En 1947 el hermano James Odham consiguió trabajo seglar como preparación para casarse. Hizo arreglos para que su novia, Stella, viniera a Anchorage. Puesto que no había instalaciones de cañería en su primitivo “chalé de luna de miel”, el lugar que había sido hogar misional, el tomar un baño planteaba un desafío. Los Odham decidieron pedir de una casa comercial el envío de una bañera portátil revestida de goma. Calentaron el agua en la estufa y disfrutaron del lujo de tomar un baño en su diminuto, pero cálido, hogar. Pero ¿cómo habrían de deshacerse del agua de la bañera? ¡Afuera la temperatura estaba a 40 grados bajo cero (Celsio y Fahrenheit)! Puesto que la cabaña no tenía desaguadero, decidieron arrastrar la bañera hasta la puerta y simplemente arrojar el contenido afuera. Les aguardaba una sorpresa. ¡Tan pronto como el agua salió de la bañera se convirtió en hielo allí mismo en el umbral! Aquella pista de patinaje permaneció por el resto del invierno en la entrada de la casa, y cuando los visitantes llegaban el hermano Odham les advertía: “¡Tengan cuidado con el baño de mi esposa ahí!”. Ciertamente en aquellos días ayudaba mucho el tener un buen sentido del humor.

¡MÁS DE CINCO METROS DE LLUVIA!

El luchar con la nieve y con temperaturas bajo cero era una cosa. Pero a los recién llegados que estaban deseosos de diseminar las buenas nuevas en la parte sudeste del estado les aguardaba otra sorpresa. Jamás habían pensado en lo difícil que podía ser el tener que soportar simple lluvia cuando ésta cayera continuamente, día tras día sin cesar.

En 1944, antes de llegar a Alaska, el hermano Errichetti había conocido al fiel hermano Day, en Seattle, Washington. Con sonrisa de persona conocedora, el experimentado veterano de Alaska había dado al hermano Errichetti un impermeable de goma y la siguiente advertencia: “¡Lo vas a necesitar en Ketchikan!”. El hermano Errichetti se enteró del pleno significado de aquellas palabras cuando llegó a Ketchikan. Es difícil explicar cuán abrumadoras pueden ser las tormentas, las tempestades en que los vientos empujan el agua horizontalmente un día tras otro, semana tras semana.

En 1946 el hermano Vernor Davis y su esposa fueron asignados a Ketchikan. Cuando llegaron en aquel brillante día 13 de junio sonrieron al ver el Sol. Pero las lluvias no tardaron mucho en borrarles la sonrisa. Ellos expresan cómo tuvieron que enfrentarse a los elementos:

“Durante marzo, jamás hubo un tiempo en que dejara de llover por 20 minutos completos. ¿Por qué no se usaba el paraguas? Según la costumbre local, los hombres no se molestan en usar paraguas. Uno sencillamente tenía que ser resistente al agua. Por supuesto, usábamos impermeables, y a la puerta de una casa teníamos que tener cuidado para no inclinar la cabeza hacia el frente, para que el agua que hubiéramos recogido en el sombrero no cayera dentro de los portafolios donde llevábamos los libros. A menudo los cargábamos boca abajo. Después, cuando habíamos salido del agua, los volvíamos al derecho”.

Durante el primer año en que los misioneros estuvieron en Ketchikan cayeron 523 centímetros (206 pulgadas) de lluvia. ¡Eso es más de 5 metros (17 pies)! Esto sobrepasó el promedio anual de 381 centímetros (150 pulgadas) o 3,8 metros (12,5 pies). Tuvimos que regresar varias veces al día a nuestro hogar para ponernos ropa seca antes de continuar la predicación. Esta muestra de perseverancia debería hacer que pensáramos detenidamente en lo que hacemos antes de decidir que no vamos a salir al servicio del campo porque estén cayendo unas cuantas gotas de lluvia.

OTRO ESFUERZO MEDIANTE EMBARCACIÓN

Con el transcurso de los años, el uso de embarcaciones para predicar proveyó a los hermanos la oportunidad de llevar la predicación a personas que vivían en comunidades costaneras aisladas. Esto representaba muchos peligros en el mar y exigía de uno el estar constantemente alerta y ser navegante experimentado.

En el otoño de 1948 Ava (Nick) Nickles, un pescador de Ketchikan que mostraba interés en la verdad, ofreció transportar a los hermanos Errichetti y Woodard a las aldeas a las cuales todavía no se había llegado con la esperanza del Reino. En su bote pesquero de 12,8 metros (42 pies), el Irene D., alcanzaron muchos puertos. Un día, mientras trataban de cruzar un trecho de mar de unos 40 kilómetros (25 millas) de ancho, el motor se detuvo. El viento estaba azotando fuertemente, y se estaban levantando grandes olas. Al investigar, se halló que las baterías se habían soltado con las sacudidas, habían derramado ácido en la tapa del distribuidor y habían causado un corto circuito en el motor. Después, el resorte del arranque se rompió. El hermano Errichetti recuerda vívidamente aquella noche:

“Comenzamos a derivar de costado debido a la agitación del mar y el bote comenzó a recibir tremendos azotes. Perdimos el gobierno de la embarcación. Todos nos mareamos, pues el bote seguía a la deriva a dondequiera que el viento y la marea nos llevaban. ¡Comenzamos a flotar a la deriva como a las cuatro de la tarde, y para cuando el reflector del bote guardacosta nos encontró, estábamos a 26 kilómetros (16 millas) mar adentro! Nuestras oraciones habían ascendido hasta Jehová y él nos había ayudado”. Pero estos peligros en el mar no detuvieron a los hermanos; ellos continuaron testificando sin cesar.

Hoy día, a la edad de 93 años, el hermano Nickles se halla retirado de la pesca, pero no ha cesado de servir como pescador de hombres. Continúa testificando de casa en casa cada semana, según le es posible, y sirve como siervo ministerial en la Congregación de Ketchikan.

DESCUBRIMIENTO DE CORAZONES DE ORO

Uno puede imaginarse el gozo que experimentaban aquellos “cateadores” enviados por Jehová cuando hacían un “descubrimiento”. Estas personas de corazón humilde eran como tesoros de oro. Cuando se declaraban firmemente de parte del Reino Mesiánico de Jehová eran verdaderamente preciosas a la vista de Dios y de los hombres.

La aldehuela de Metlakatla está en la isla de Annette. Allí vive una reducida población de solo unos cuantos centenares de habitantes de la tribu india tsimshian. Una de estas personas era Minnie Booth. Ella poseía una personalidad hermosa; era bondadosa, afectuosa y de voz dulce. Con la ayuda de Jehová se desprendió de la influencia y la presión que ejercía sobre ella la tribu. Por muchos años se mantuvo firme como la única testigo de Jehová de su aldea. La hermana Booth no titubeaba en presentar la verdad a cualquier persona. Afortunadamente, un amigo de la familia Booth, Louis Fawcett, respondió bien a la predicación y continúa sirviendo fielmente hasta este día. Sin embargo, hasta el día de su muerte en 1971 la hermana Booth no tuvo ni un solo pariente que aceptara la verdad.

Pero hasta después de la muerte de la hermana Booth Jehová continuó bendiciendo la obra de ella, y años más tarde la semilla de la verdad germinó en el corazón de una de sus nietas, quien de nuevo llevó la verdad a los miembros de su familia en la aldea. Hoy hay una congregación de entre 15 a 20 Testigos felices en Metlakatla, y algunos miembros de la tribu tsimshian componen el núcleo de ese grupo. Resultados como éste ilustran que Jehová ha bendecido la actividad temprana de siervos fieles. ¡Imagínese el gozo que experimentará la hermana Booth cuando experimente la resurrección en la Tierra y reciba la bienvenida que le darán sus descendientes que finalmente se beneficiaron de sus obras de amor!

LA PRIMERA ASAMBLEA DE ALASKA

Probablemente Bea Buchanon, de Juneau, haya sido la persona que más se emocionó con todos los preparativos que se estaban efectuando para la primera asamblea de Alaska, en 1948, un hito o marcador en la obra de los misioneros. También fue un día especial en la vida de la hermana Buchanon, ya que ella se contaba entre los primeros que habían aceptado la verdad en Juneau y esperaba con anhelo el bautismo en agua. La hermana Buchanon recuerda lo siguiente: “A cinco de nosotros se nos bautizó en un estanque directamente enfrente del glaciar Mendenhall”. Sería difícil que ella olvidara la ocasión en que fue sumergida en las frías aguas glaciares. Los hermanos Nathan Knorr y Lyman Swingle se hallaron allí en aquella ocasión de felicidad, y la hermana Rose Hamilton recuerda esto: “El hermano Knorr se quitó el abrigo y cuidó de algunos niñitos mientras las madres se bautizaban. No pude menos que pensar en lo diferente que era esto de lo que hacían líderes religiosos que yo había conocido”. Hubo una asistencia total de 63 personas, incluso algunas que estaban de visita desde otros estados, y de esta manera los hermanos vieron el comienzo de una nueva era... la de asambleas celebradas dentro del territorio de Alaska.

Antes de esto, cualquiera que deseaba asistir a una asamblea tenía que hacer arreglos para viajar a uno de los 48 estados del sur, o al Canadá. Ahora podríamos disfrutar de asambleas en nuestro propio traspatio, por decirlo así. Pero todavía quedaban obstáculos, por las grandes distancias, el terreno accidentado, la falta de carreteras y las comunidades que se hallaban en islas remotas, todo lo cual implicaba mucho tiempo y dinero. Cuando una familia de cuatro miembros viajara a asambleas en Alaska durante buen tiempo, el padre tendría que poder gastar por lo menos 500 dólares por cada asamblea, en tan solo gastos de viaje. (Hoy día los gastos son aún mayores.) Por otro lado, si decidía ir por mar o en el sistema de transbordador, el costo sería un poco menor, pero requeriría varios días más de viaje. Entonces el cabeza de la familia tendría gastos adicionales por tener que perder más días de su trabajo seglar. La concurrencia de los hermanos a las asambleas son prueba de que las aprecian y de que están dispuestos a hacer los sacrificios. A través de los años la cantidad de los que se reúnen para las asambleas ha sido bastante mayor que el número de publicadores que se asocia con las congregaciones.

EL TERRITORIO DEL YUKÓN

El Territorio del Yukón, que pertenece al Canadá, se halla ahora bajo el cuidado de la sucursal de Alaska. Esta vasta sección de tierra norteña cubre una superficie de más de 518.000 kilómetros cuadrados (200.000 millas cuadradas), correspondiente a casi la tercera parte del tamaño de Alaska. Su población de menos de 25.000 habitantes se compone en su mayoría de anglicanos y católicos romanos. Las características geográficas del Yukón son semejantes a las del interior de Alaska; hay montañas coronadas de nieve y abundante fauna silvestre. El despertamiento espiritual que se ha experimentado en esta tierra vecina ha ido a la par con el que ha producido la actividad en Alaska.

En los años 1897 y 1898 prácticamente todo el mundo llegó a saber acerca del descubrimiento de oro a lo largo del río Yukón. En lo más recio de la fiebre del oro de aquel tiempo en Klondike, decenas de millares de personas vinieron en tropel al Territorio del Yukón. Algunos buscadores de oro trajeron consigo piezas de literatura bíblica de la Sociedad. Un abogado que había ido al norte durante aquella época dijo a los hermanos que un amigo personal de él, un hombre excelente, J. F. Rutherford, le había regalado alguna literatura.

Aparte de un caso aislado o dos en que se predicó informalmente, el territorio permaneció casi virgen hasta 1951, cuando la sucursal de Toronto envió precursores al Yukón. El hermano Allan Crich y su compañero, Joseph Hawryluk, recorrieron toda esta vasta y desolada región. El hermano Crich recuerda días que pasó en regiones aisladas en los que lo único que comió fue pescado seco y ciruelas.

Al recordar el pasado, el hermano Sid Drebitt piensa en el primer año de la Congregación de Whitehorse, el año en que él se bautizó en un estanque natural al aire libre cuando la temperatura era de 29 grados Celsio bajo cero (-20 °F). Entonces, sonriente, agrega que, sin embargo, él se sintió cálido y cómodo, puesto que aquel estanque era un manantial de aguas termales cerca de Whitehorse. Éste fue un acontecimiento importante en el Yukón, ya que se trató del primer bautismo en aquel territorio. Tanto la madre del hermano Drebitt, que había sido devota asistente a una iglesia, como su padre, que había sido conferenciante comunista, junto con su hermana, aceptaron la verdad y simbolizaron su dedicación a Jehová.

Los comentarios del hermano Drebitt revelan algunas de las presiones a que tenían que enfrentarse los hermanos: “Mientras yo trabajaba en las calles con las revistas, pandillas que pasaban cerca en automóviles solían echarme maldiciones, gritarme improperios y arrojarme objetos. Algunos hasta me amenazaban con darme una paliza si no me iba de la calle, pero me mantuve firme y permanecí fiel, y esto hizo que me sintiera más fuerte que nunca”.

¿Qué efecto tenía en ellos el aislamiento? El hermano Drebitt continúa: “En aquellos días veíamos al superintendente de circuito una sola vez al año. No había mucho servicio de autobús ni transportación de clase alguna, y por lo general el servicio aéreo era para asuntos militares. Así que teníamos que estudiar mucho y seguir dando adelanto a la obra nosotros mismos, puesto que la congregación más cercana se hallaba a 918 millas [1.477 kilómetros]. A veces el correo tardaba meses en llegar”. La soledad que resultaba de este aislamiento hacía necesario que desarrollaran una fuerte relación con Jehová.

A SERVIR DONDE SE NECESITABA

Alaska estaba a punto de recibir atención personal procedente de otro recurso de la organización de Jehová. La oportunidad de servir en lugares donde había mayor necesidad de predicadores abrió un camino de servicio a los precursores así como a los que no podían emprender la obra de tiempo completo. En 1959 varias familias y publicadores individuales respondieron a la invitación y se establecieron en Alaska. Ahora que se había abierto la senda para el progreso espiritual, estos alabadores devotos de Jehová proveerían la estabilidad necesaria y el adiestramiento continuo para los hermanos recién bautizados. Hasta este mismo día varias de estas familias continúan fortaleciendo a los hermanos en Alaska y han hecho de esta tierra su hogar.

ESTABLECIDA LA SUCURSAL

Con el principio de la década de los sesenta vino una disminución de importancia en el papel de los misioneros en Alaska y el Yukón. Se habían organizado grupos fuertes de hermanos y hermanas de firme orientación espiritual. En 1961 “el esclavo fiel y discreto” reconoció que era necesario establecer una unión más estrecha entre estos grupos que se hallaban bastante distanciados unos de otros. Una sucursal en Anchorage lograría esto. Se hicieron los arreglos pertinentes en la ocasión de la visita del hermano Milton Henschel, y en septiembre de 1961 llegó Andrew K. Wagner para emprender sus nuevos deberes de superintendente de la sucursal. El Territorio del Yukón, posesión canadiense, sería atendido por la sucursal de Alaska, y esto significaría que habría asambleas de circuito con sabor internacional cuando los hermanos y hermanas de los dos países se congregaran en asambleas. El hermano Tom Didur, superintendente de circuito procedente del Canadá, había servido en todo el norte de Alberta, Colombia Británica, el Yukón y el norte de Alaska por varios años. Bajo la nueva sucursal formada, su asignación se concentraría en Alaska y el Yukón.

En el informe que envió a la Sociedad, el hermano Wagner relata los beneficios inmediatos de que hubiera una sucursal en Alaska: “Gran parte del aumento que se ha experimentado este año [1962] ha venido como resultado de un mejor pastoreo que ha sido posible porque la sucursal local puede suministrar más estrecha superintendencia a la obra. También hay evidencia de mayor madurez por parte de muchas personas que se han sentido débiles debido al aislamiento”. Un superintendente declaró: “Hasta aquel tiempo, hasta cierto grado nos habíamos sentido como huérfanos, debido a la distancia que nos separaba de otras congregaciones y de la oficina central”.

Cuando el hermano Woodard partió de Alaska en 1963, solo quedó allí uno de los misioneros originales. En 1964 el hermano Knorr escribió al hermano Errichetti y lo invitó a pasar al Betel de Brooklyn, donde continúa sirviendo hasta este día. El hermano Errichetti, un hombre que se había apegado fielmente a su asignación, dijo: “Alaska fue mi asignación por 20 años y disfruté mucho de ella. El hermano Woodard y yo experimentamos algunos tiempos difíciles, pero Jehová, nuestro Dios amoroso, siempre nos ayudó a salir vencedores”. ¡Cuán ciertas son esas palabras! Estos dos hermanos desplegaron especialmente una sobresaliente ingeniosidad durante todos los años de su servicio en Alaska. Sabían casi todo cuando había que saber acerca de sacar su sustento de la tierra, y fueron siervos ideales respecto al territorio indómito e inhóspito de aquellos años. Se ganaron el respeto de la gente y contribuyeron mucho a estimular a los hermanos, que observaron el celo de ellos en la actividad del Reino a pesar de las dificultades. Estos dos hermanos ciertamente mostraron, por su servicio celoso, que estos últimos días no son tiempo para que uno lleve una vida a sus anchas.

CONSTRUCCIÓN DE SALONES DEL REINO

La permanencia de las congregaciones establecidas por los misioneros se manifestó ahora en los nuevos Salones del Reino que estaban surgiendo por todo Alaska. Después de un cobertizo para cabras en Fairbanks, una choza de estilo Quonset en Whitehorse y una cabaña en Kodiak, se presentó la esplendorosa nueva apariencia de lugares de reunión invitadores. ¡Estos Salones del Reino fueron prueba de que el pueblo de Jehová ahora estaba bien establecido en el país! Durante aquellos años de construir Salones del Reino, los hermanos que eran hábiles en oficios de construcción estuvieron especialmente ocupados. El hermano R. C. Daily, que se halló entre los que llegaron en aquel año (1959) a servir donde había mayor necesidad de ayuda, supervisó por lo menos ocho de estos proyectos. La culminación de este período fue la construcción de un muy atractivo edificio de sucursal en Anchorage, compuesto de oficina, apartamento y un Salón del Reino con cabida para 250 personas. Hoy hay 13 Salones del Reino en el territorio de la sucursal de Alaska.

ALASKA TIEMBLA

Durante aquellos años nuestros hermanos se esforzaban diligentemente por dar a la gente del territorio prueba de que estamos viviendo en los últimos días. Muchas veces los amos de casa manifestaban escepticismo y duda. De repente, las palabras de Jesús acerca de “terremotos en un lugar tras otro” impresionaron con vívido realismo a la gente de este país norteño (Mar. 13:8). ¡El 27 de marzo de 1964 Alaska fue sacudida como nunca antes! Un terremoto que, según algunos científicos, midió 8,6 en la escala de Richter azotó con la más fuerte sacudida que se había registrado en América del Norte. Movió más tierra que cualquier otro terremoto conocido. Grandes porciones de Anchorage, Seward, Cordova, Valdez y Kodiak fueron destruidas, y 115 nativos de Alaska murieron. Aunque el Salón del Reino de Kodiak fue transportado al mar, la propiedad de los hermanos experimentó poco daño. Después de aquel acontecimiento, a los residentes se les hizo fácil comprender la parte de la señal de Jesús que menciona los terremotos.

CAMBIO DE PERSONAL

Fue en aquel mismo año del terremoto cuando los hermanos se entristecieron al oír que el hermano Wagner había muerto. Su modo bondadoso y paternal de tratar con otros fue reemplazado en 1965 por el vigor y celo del hermano James A. Miller. El hermano Miller y su esposa continuaron en el servicio de tiempo completo hasta 1969, cuando empezaron a criar una familia. Entonces la Sociedad asignó al hermano P. Gerald Ronco para que sirviera en la sucursal, donde continúa sirviendo como coordinador del Comité de la Sucursal, apoyado por los otros dos miembros del Comité, Ralph Ring y Paul Thiessen.

El hermano Ronco y su esposa han desempeñado un papel excelente en la expansión de la obra del Reino en Alaska. Han servido allí por unos 14 años ya y han desplegado gran eficacia en ayudar a los nuevos. Por su esfuerzo combinado, 33 personas han entrado en la verdad. Sus vidas verdaderamente están envueltas con los que sirven a Jehová, y ellos despliegan gran interés en todos. Una cualidad sobresaliente del hermano Ronco es que siempre ha estado disponible a todo el que ha tenido algún problema. Ha pasado centenares de horas escuchando los problemas individuales y de congregación de los que lo han abordado. Tiene una personalidad muy afectuosa, alegre e invitadora que mueve a otros a acercarse a él y confiarle sus problemas.

VIAJES DE CIRCUITO

La ayuda constante que han dado los superintendentes viajantes ha contribuido mucho a edificar a los hermanos y a suministrar adiestramiento. Desde 1963 hasta 1979 el hermano Robert L. Hartman visitó fielmente a las congregaciones de Alaska y del Territorio del Yukón. El hermano Hartman comparte con nosotros estos recuerdos: “Cuando emprendí la obra de circuito en febrero de 1963, en Alaska y el Yukón había 428 publicadores esparcidos en diez congregaciones. El llegar mediante diversos medios de transportación a las congregaciones y a las personas aisladas presentaba un interesante desafío. Yo usaba el automóvil, el avión comercial de reacción, aeroplanos pequeños para viajes al interior, transbordadores y botes de pesca para visitar a nuestros hermanos y hermanas que necesitaban la edificación que les podía dar el superintendente de circuito”.

Él narra acerca de la hermana Alma Laughlin y su hijo adolescente, quienes eran los únicos Testigos en medio de la difícil población del pueblo maderero y pesquero de Wrangell. El visitar a esta hermana y su hijo exigía viaje costoso por avión pequeño o largas horas por transbordador, y a esto se añadía el alojarse en una vieja pensión. Él acompañaba a la hermana Laughlin y su hijo en la predicación de casa en casa, en revisitas y estudios bíblicos, todo lo cual se efectuaba a pie y a menudo bajo lluvia intensa. Pero tal como las congregaciones grandes necesitaban estas visitas, aquellos dos también las necesitaban. Él recuerda que en cierta visita partió por avión pequeño desde Sitka en dirección a Wrangell:

“A mitad de viaje, mientras a cada lado veíamos montañas escarpadas e islas y, debajo, el agua salada de la Ruta Interna, de repente nos topamos con una violenta tempestad de lluvia. El piloto dio una rápida vuelta completa y se dirigió de regreso a nuestro lugar de partida, y los fuertes vientos y la lluvia nos azotaron desde atrás. La vuelta que dimos fue tan abrupta que pudiéramos habernos asemejado a personajes de un drama de figuras animadas a quienes persiguiera un ‘monstruo’ en forma de tormenta. Pero los pilotos de vuelos al interior de Alaska no se rinden fácilmente. El piloto describió un círculo amplio hacia el oeste alrededor de varias islas y buscó un paso donde la tormenta no rabiara con tanta intensidad.

”Mientras seguíamos esta ruta indirecta, la tormenta nos obligó a volar cada vez más bajo y más cerca de la superficie del agua. Pero el piloto siguió adelante, volando a 200 pies [60 metros] sobre el agua. Cuando abrió la ventana de su lado para ver cuán cerca nos hallábamos de la playa montañesa a unas cuantas yardas de distancia, no pude evitar preguntarme si acaso llegaríamos a salvo a Wrangell. No pasó mucho tiempo antes de que, a través de la niebla al frente, con dificultad yo pudiera divisar tres figuras borrosas que esperaban al lado de un automóvil en la playa. La hermana Laughlin había alquilado el único taxímetro disponible para venir a esperar el avión en la pista de aterrizaje rural. Durante el resto de la semana anduvimos bajo la lluvia en nuestro servicio del campo, pero por lo menos estábamos seguros sobre tierra”.

El hermano Hartman continúa así su relato: “En aquel pueblecito todo el mundo estaba acostumbrado a ver a la hermana Laughlin haciendo sus visitas a pie en su obra docente bíblica. Ella continuó fiel, y vivió en este pueblo aislado por varios años hasta que su esposo finalmente los mudó a un lugar más cercano a una congregación. El que yo pudiera servir a hermanos y hermanas de tanta fidelidad por más de 16 años en Alaska fue un privilegio indescriptible para mí. Aunque viajé mucho más de 250.000 millas [400.000 kilómetros], muchas veces en medio de tormentas y con temperaturas que bajaban hasta 60 grados bajo cero Fahrenheit [-51 °C], para llegar a los hermanos del circuito, el hacerse uno copartícipe de fe e integridad como los de la hermana Laughlin es una de las mayores bendiciones de que se pudiera disfrutar. ¡Y qué placer el haber visto la cantidad de publicadores de las buenas nuevas ascender a más de 1.240 en 23 congregaciones para cuando partí de Alaska en 1979!”. Hoy el hermano Hartman continúa trabajando como superintendente viajante bajo la sucursal estadounidense.

SE LLEGA A TERRITORIO DISTANTE

Es un placer informar que con regularidad se testifica en 80 por 100 del Territorio del Yukón y el campo de actividad de Alaska. Puesto que más de la mitad de la población total de la sucursal reside en Anchorage y Fairbanks y el resto en un puñado de otros pueblos, las 26 congregaciones ahora formadas mantienen ante la gente el nombre de Jehová. La testificación no disminuye ni en el verano ni en el invierno. Cuando la temperatura baja de 45 grados bajo cero Celsio (-50 °F), la mayoría de los hermanos escriben cartas o conducen estudios bíblicos y hacen revisitas.

Los hermanos de Alaska no han olvidado al 20 por 100 de la población que vive en las aldeas que se hallan a gran distancia de los lugares principales, y se encargan de ver que se llegue a estas personas con el mensaje de la esperanza del Reino. Esto es muy difícil y costoso, puesto que no hay ningún sistema de carreteras que las conecte con las ciudades principales. En 1970 la sucursal dividió el territorio no asignado entre las congregaciones, y se pidió que se hicieran arreglos en la localidad para llegar a estas zonas remotas. En respuesta a esa solicitud, en septiembre de 1970 dos hermanas industriosas quisieron esforzarse por llegar a los habitantes aislados del interior de Alaska. Una de estas hermanas ya había servido de precursora en la aldea esquimal de Bethel. Las hermanas, con confianza en el conocimiento limitado del lenguaje esquimal de esta hermana, partieron en una embarcación comercial río Kuskokwim arriba. Por el camino, trocaban literatura por pescado fresco o seco. Al principio optaron por dormir en una tienda de campaña al aire libre, pero el frío las obligó a buscar abrigo en las casas.

Por su celoso esfuerzo, lograron testificar a más de 15 aldeas. Esto exigió que subieran río arriba por embarcación por una distancia de más de 800 kilómetros (500 millas). Colocaron mucha literatura en manos de la gente y dieron un excelente testimonio durante este viaje de más de 1.600 kilómetros (1.000 millas).

En 1973, una de estas hermanas y su esposo, equipados con sus sacos de dormir y su tienda de campaña, salieron para pasar tres semanas ofreciendo el mensaje del Reino a más esquimales. Muchos aldeanos los recibieron afectuosamente y compartieron con ellos su pescado seco, sopa de cabeza de pescado y sopa de pato. Estos esposos colocaron más de 500 revistas en manos de ellos y obtuvieron mucho más de 100 suscripciones. Tal celo es ejemplar, pero ¿de qué fuente vino el empuje que esta hermana desplegó? Su familia había aprendido la verdad de aquellos primeros misioneros.

Otro modo como se trató de llegar a las aldeas distantes fue por medio de aviones pequeños. Los hermanos sabían que el tiempo que mejor se prestaba para hallar en casa a la gente de las zonas retiradas era durante el invierno, cuando casi no se efectuaba pesca. No obstante, las tormentas invernales hacen que el volar sea peligroso. Uno de los pilotos de estos aviones explica lo siguiente:

“El área cerca de Nome y bordeando el mar de Bering es conocida por severas heladas y ‘blanqueos’. El ‘blanqueo’ es un enemigo temible, porque se puede presentar sin mucha advertencia, frecuentemente con una tenue neblina y entonces nieve. Pero en poco tiempo todo se pone blanco. El piloto tiene que esforzarse por tratar de ver las cosas a través de la nieve. Puede que se desoriente y no sepa distinguir entre dónde es arriba y dónde es abajo. Entonces se turba y, con toda facilidad, pudiera volar directamente contra una montaña o dirigirse derecho contra el suelo. En esta área se pierden más pilotos que en cualquier otro lugar de Alaska”. A pesar de estos peligros, durante un período de dos años los hermanos cubrieron unos 844.000 kilómetros cuadrados (326.000 millas cuadradas) de territorio y visitaron más de 200 aldeas.

Como ayuda para pagar los gastos de los 11 Testigos que entraron en el territorio del interior mediante tres aviones pequeños, ¡los hermanos locales donaron más de 14.000 dólares! ¡Qué generoso espíritu se desplegó en apoyo de la predicación de las buenas nuevas y en el esfuerzo por llegar a toda persona que estuviera deseosa de servir a Jehová!

Otro proyecto que se puso en vigor con el fin de llegar a todas partes de Alaska con la obra de hacer discípulos fue el arreglo de la sucursal de enviar por correo muestras de ¡Despertad! y La Atalaya. En un solo año la sucursal de los Estados Unidos envió en nombre de la sucursal de Alaska casi 18.000 revistas a las aldeas. Ya ha llegado a toda aldea el mensaje del Reino, por correo o por visitas personales.

A principios de 1983 la sucursal de Alaska emprendió de nuevo un proyecto extenso de testificar en las aldeas aisladas del interior. Hubo más de diez aviones particulares para efectuar el trabajo, y se hicieron planes para llegar a 63 aldeas con las buenas nuevas. ¡Qué excelente oportunidad para aprender acerca de la esperanza de la vida eterna bajo el Reino de Dios se presentó a más de 23.000 esquimales, indios y aleutianos! Puesto que el territorio de Alaska se extiende por aproximadamente 1.525.000 kilómetros cuadrados (589.000 millas cuadradas) de terreno, y la mayor parte de esta área no puede ser alcanzada por carreteras, el testificar en esas regiones no es tarea pequeña. Por ejemplo, ¡durante el mes de mayo de 1983 los hermanos volaron a 17 aldeas y viajaron más de 7.720 kilómetros (4.800 millas)!

Sin embargo, a través de los años los hermanos han descubierto que eran más productivos en hacer discípulos cuando concentraban sus esfuerzos en las ciudades y pueblos de población densa. Los nuevos que participan en la predicación aquí ya no tienen que enfrentarse a las condiciones primitivas de vida que tuvieron que aguantar los que trabajaron aquí en tiempos pasados. En vez de eso, ahora pueden disfrutar de los beneficios de un modo de vivir moderno, mientras efectúan su testificación.

UNA “GRANDE MUCHEDUMBRE” DE TODAS LAS NACIONES, TRIBUS, PUEBLOS

Nos da mucho regocijo el ver que por lo menos unos cuantos indios y esquimales nativos han respondido a la verdad. En armonía con Revelación 7:9, éstos vienen de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas... en Alaska y en el Yukón también. La población nativa se compone de personas apacibles y tranquilas. No tienen una personalidad complicada, y por lo general se contentan con las necesidades fundamentales de la vida. Aquí, como en otras partes de la Tierra, las iglesias de la cristiandad han producido miles de conversos atraídos por beneficios materiales. El clero permite que los esquimales y los indios, mientras abrazan un supuesto cristianismo, sigan apegados a supersticiones y costumbres que no están en armonía con la Palabra de Dios. En cuanto a la mayoría de las personas intensamente religiosas, la doctrina de “una vez salvo, siempre salvo” las ha llevado a estar satisfechas consigo mismas. Una gran cantidad de los demás residentes sencillamente han llegado a ser víctimas del alcohol y del abuso de las drogas y no se consideran miembros de ninguna religión. Pero ¡qué placer es ver a las varias tribus representadas entre nuestros hermanos y hermanas, y ver su genuino aprecio y celo por la verdad! ¡Qué evidencia del espíritu de Jehová, cuando a estas personas se les hace posible librarse de las costumbres tribuales!

No solo ha sucedido que nuestros hermanos han colocado mucha literatura en manos de la gente; el ejemplo del verdadero cristianismo de los testigos de Jehová ha contribuido mucho a ayudar a otras personas a venir a la organización de Dios. Recordamos el trabajo de aquellos precursores del principio que colocaban literatura “por toneladas” en manos de la gente, y comprendemos que los “caballos” simbólicos de Revelación 9:16-19 han penetrado en todo rincón de este vasto país. ¡Durante los pasados diez años, más de dos millones y medio de ejemplares de La Atalaya y ¡Despertad! han sido distribuidos aquí, y se han obtenido más de 14.000 suscripciones!

Desde el establecimiento de la sucursal de Alaska en 1961, la cantidad de alabadores ha aumentado a más de cuatro veces la cantidad original, hasta un máximo, en abril de 1983, de 1.574. A éstos atienden 26 congregaciones que están divididas en dos circuitos. Los 134 precursores regulares y auxiliares que hubo en febrero de 1983 representaron 9 por 100 del máximo total de publicadores. Se está dando un gran grito de alabanza a Jehová, pues hay una proporción de un publicador para cada 292 personas. ¡En 1983 tuvimos una concurrencia de 4.033 personas en la Conmemoración de la muerte de Cristo!

Todavía hay personas que viajan hacia el norte, a Alaska, con el deseo de realizar sus sueños de una vida mejor. Muchas personas quedan desilusionadas cuando este “gran país” no les da lo que esperan. ¡Pero otras sí han encontrado riquezas aquí! Han descubierto el paraíso espiritual que Jehová ha hecho, y que se encuentra entre su pueblo. Durante los pasados diez años, 1.017 personas se han dedicado a Jehová aquí en territorio bajo la sucursal de Alaska. Muchas de estas personas han regresado a sus hogares en los otros 48 estados hacia el sur, felices de poder compartir con su familia y sus amigos el caudal de bendiciones espirituales que han hallado.

Como otras personas que han hecho el viaje hacia el norte, el pueblo de Jehová busca tesoros, pero no el oro amarillo ni el oro negro que yacen debajo de la superficie del suelo. Han aprendido que la verdadera riqueza está en la vida de la gente. El profeta Ageo muestra que, para Jehová, las personas que emprenden la adoración verdadera son “las cosas deseables de todas las naciones”. Los hermanos que se hallan en este lejano rincón de la Tierra dan gracias a Jehová por el privilegio de atender a este valioso tesoro procedente de todas las naciones, y oran que muchas otras personas de esta tierra de Alaska y el Yukón vengan a llenar de gloria Su casa. (Ageo 2:7.)

[Fotografía en la página 132]

El hermano Knorr visita a los misioneros que servían en Alaska en 1948: (de izquierda a derecha) Mary Tetzlaff, Abe Tetzlaff, Hermon Woodard, Charles Gauntt, Ralph Bachman, James Odham, John Errichetti, Nathan Knorr, Stella Odham, Ada Gauntt, Lorraine Davis, Vernor Davis, Claudia Hoffman, Harold Hoffman

[Fotografía en la página 134]

Hermon Woodard y John Errichetti en Ketchikan; otros los llamaban afectuosamente “los muchachos”

[Fotografía en la página 141]

Ava (Nick) Nickles, pescador retirado de Ketchikan, continúa en la pesca de hombres a la edad de 93 años

[Fotografía en la página 142]

Primer bautismo en Alaska... ejecutado en 1948 frente al glaciar Mendenhall

[Fotografía en la página 147]

Edificio de la sucursal en Anchorage, con oficinas, apartamento y un Salón del Reino con cabida para 250 personas

[Fotografía en la página 148]

El primer superintendente de sucursal de Alaska, Andrew K. Wagner, y su esposa, Vera

[Fotografía en la página 150]

Gerald Ronco, actual coordinador de sucursal, y su esposa, Lucy

[Fotografía en la página 155]

Por más de 16 años Robert L. Hartman sirvió a los hermanos de Alaska como superintendente de circuito, y viajó extensamente en todo tipo de vehículo y en toda clase de tiempo

[Fotografía en la página 156]

Preparándose para trabajar en el interior mediante aeroplano

[Mapas en la página 131]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Alaska

Nome

Río Yukon

Río Kuskokwim

Bethel

Fairbanks

Monte McKinley

Talkeetna

Palmer

Anchorage

Valdez

Cordova

PENÍNSULA DE KENAI

Seward

GLACIAR MALASPINA

Cordillera San Elías

Skagway

GLACIAR MENDENHALL

Hoonah

Juneau

Sitka

Wrangell

Ketchikan

Metlakatla

ISLA ANNETTE

ISLA KODIAK

Kodiak

MAR DE BERING

ISLAS ALEUTIANAS

Territorio del Yukón

Whitehorse