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Bolivia

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SITUADO en el corazón de América del Sur, Bolivia es un país de atractivos naturales impresionantes. Las cumbres andinas sobrepasan los 7.000 metros de altura. El lago Titicaca, que se halla a una altitud superior a los 3.800 metros sobre el nivel del mar, es el cuerpo de agua navegable más alto del mundo. Hacia el este se hallan desfiladeros montañosos y también las vastas praderas y los bosques de las tierras bajas.

El altiplano es una extensa meseta situada al oeste del país. Flanqueado por dos cordilleras, se encuentra a una altitud media de 3.800 metros. La temperatura en el altiplano es fría y el terreno es rocoso y con muy poca vegetación. Aunque es una tierra aparentemente inhóspita, viven en ella la majestuosa llama, la alpaca, el enorme cóndor y una población numerosa de personas. De hecho, dos tercios de la población del país, compuesta de unos 6.400.000 habitantes, vive en el altiplano. Otros viven en los valles y en la cálida y húmeda tierra de los llanos que se encuentran al norte y al este del país.

LA LUCHA POR EL PODER Y LA RIQUEZA

Hacia mediados del siglo XV, los incas invadieron la altiplanicie boliviana, sojuzgándola, e impusieron una nueva cultura. Con el cambio de siglo, los españoles les arrebataron a los incas el control. Conquistadores españoles en busca de riquezas hallaron en Bolivia fabulosos depósitos de plata y oro. Impusieron sobre los nativos trabajos forzados e importaron esclavos de África para la explotación de los yacimientos de plata hallados en Potosí. Hacia la mitad del siglo XVII, Potosí se convirtió en la ciudad más grande de las Américas, con una población que rebasaba los 150.000 habitantes.

Los españoles trajeron consigo la religión católica. A muchos se les impuso esta religión por la fuerza y fue un medio de controlar a la gente. Sin embargo, la nueva religión toleró y asimiló muchas de las prácticas y creencias de los incas, quienes adoraban al Sol, la Luna y la “madre tierra”, a la que llamaban Pacha Mama.

La lucha por librarse de la dominación foránea culminó, en las primeras décadas del siglo XIX, con la consecución de la independencia. Simón Bolívar fue aclamado como el “Libertador” y se le dio al país su nombre. Desde entonces se han producido muchos cambios de gobierno.

Estos antecedentes ya habían condicionado notablemente la reacción de la gente para cuando el mensaje de las buenas nuevas del Reino entró en el país.

LA VERDAD BÍBLICA LLEGA A BOLIVIA

Ministros precursores de los testigos de Jehová habían efectuado alguna predicación en Bolivia. Pero en octubre de 1945, la obra de la proclamación del Reino se puso en marcha de una manera más sistemática. Fue en aquel año cuando Eduardo Michalec y Harold Morris, graduados de la tercera promoción de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, desembarcaron de un pequeño avión bimotor en Bolivia. Acababan de llegar al aeropuerto civil más alto del mundo, situado a una altitud de unos 4.100 metros. El Sol parecía tener un brillo extraordinario y el cielo mostraba un azul intenso. Al bajar del avión, inmediatamente sintieron el efecto de un aire enrarecido y frío, ya que a esa altitud es más difícil absorber suficiente oxígeno.

Según bajaban del aeropuerto en autobús hacia la ciudad, no salían de su asombro ante la impresionante vista que ofrecía La Paz, metida en una amplia garganta a unos 460 metros abajo. La ciudad parecía estar cubierta de lentejuelas plateadas: miles de tejados de hojalata que reflejaban la luz solar. La Paz, era un laberinto de estrechas callejuelas y callejones tortuosos, salpicada de esbeltos eucaliptos que habían sido plantados en grupos. Esta era su asignación misional.

Según bajaban por la serpenteante y estrecha carretera, pasaron junto a otros autobuses repletos a rebosar y en los que iban algunas personas, por la parte de afuera, sujetándose a las puertas delantera y trasera del autobús. Cuando se fijaron detenidamente en la gente, vieron que eran de tez morena, ojos oscuros y pelo negro como el azabache. Los hombres iban vestidos con ropa muy raída y gorros de lana puntiagudos con orejeras. Las mujeres llevaban el típico sombrero de hongo, chales de punto y muchas faldas anchas. Algunas iban con un manto rayado de vivos colores atado al cuello, en el que llevaban un niño colocado a la espalda. En los mercados podía verse a una cholita (nativa de La Paz con su traje típico) sentada en una banqueta en medio de una montaña de frutas y verduras. Hacia el centro de la ciudad, la fisonomía urbana se transformaba, dejando atrás las pequeñas casas de adobe para dar paso a casas de estilo colonial y modernos hoteles. Como magnífico telón de fondo a la distancia: el gigantesco monte Illimani con su cima coronada de nieve.

PORTADORES DE UN VALIOSO REGALO

Los recién llegados no estaban en Bolivia con el fin de hacer turismo. Tampoco eran como los avariciosos aventureros y conquistadores del pasado. En lugar de haber venido para llevarse cuanto pudiesen, estos hombres traían a Bolivia un regalo, un tesoro de mucho más valor que la plata y el oro: la verdad de la Palabra de Dios. (Pro. 8:10, 11.)

Durante los días siguientes a su llegada, procuraron obtener los documentos de residencia y un lugar donde vivir. Al principio, no era fácil ir de un lugar a otro en esta ciudad montañosa ubicada a una altitud de 3.700 metros. Casi sin aliento y con el corazón queriéndoseles salir del pecho, luchaban por comunicarse con la gente valiéndose del poco español que sabían. Por entonces, les era imposible prever todo lo que el futuro les iba a deparar.

Un 85% de la población adulta era analfabeta. Dos de los idiomas hablados en el país, el aimará y el quechua, no tenían forma escrita. Miles no podían expresarse en español, aunque estaban aprendiéndolo. El recelo hacia el extranjero estaba profundamente arraigado. Viajar era peligroso. Las condiciones de pobreza esclavizaban a un gran número de personas a jornadas laborales de doce a catorce horas. El alcoholismo y la adicción a la hoja de coca, cuyo cultivo está legalmente permitido aquí, había socavado la fibra moral de muchos. El matrimonio consensual estaba generalizado. Los habitantes, predominantemente católicos, estaban impregnados del misticismo pagano. Sin embargo, con el transcurso del tiempo y la ayuda del espíritu de Jehová y su organización, cada uno de esos obstáculos sería superado.

RESPUESTA APRECIATIVA A LA ENSEÑANZA BÍBLICA

Equipados con un fonógrafo para poner mensajes bíblicos grabados en español y con sus carteras llenas de literatura, los misioneros comenzaron a testificar en su nuevo territorio. Subir por calles empinadas en una ciudad de gran altitud como esta requería esfuerzo, pero la mayoría de la gente escuchaba el mensaje grabado. Muchos se quedaban la literatura. Y aunque algunos eran católicos devotos, no era infrecuente oír decir: “Yo soy católico, apostólico y romano, pero no me gustan los curas”. En solo dos meses los misioneros ya estaban conduciendo 41 estudios bíblicos de casa.

Uno de los primeros en aceptar la verdad en Bolivia fue un contable de voz aterciopelada llamado Carlos Arraya. Su nombre figuraba en la lista de suscriptores a La Atalaya que les habían entregado a los misioneros antes de salir para Bolivia. A pesar del conocimiento limitado del español que tenían los misioneros, él estudió la Biblia con ellos, agradecido por su esfuerzo. Su progreso espiritual fue paulatino pero consecuente y en noviembre de 1953 fue bautizado en símbolo de su dedicación a Jehová Dios. Más tarde, como superintendente de congregación, efectuó una gran labor a fin de fortalecer a sus compañeros Testigos en La Paz. Y aunque en la actualidad ha tenido que limitar su actividad debido a su vista deficiente y a su edad avanzada, su amor por Jehová permanece firme.

CONFIANZA EN JEHOVÁ EN MEDIO DE LA VIOLENCIA

Siete meses después de la llegada de los primeros misioneros vinieron cuatro más. El grupo estaba compuesto por Alden Seeyle y su esposa María, Betty Jackson, hermana de María, y Elizabet Hollins.

La segunda guerra mundial había terminado justamente el año anterior y Bolivia atravesaba por un período de inestabilidad política. El temor a un resurgimiento del nazismo en Sudamérica y las rivalidades políticas desembocaron en manifestaciones callejeras violentas y asesinatos. El presidente de la nación fue asesinado y su cuerpo colgado de una farola frente al palacio presidencial.

El hermano Michalec recuerda que no era infrecuente encontrar en las aceras charcos de sangre. Él explica: “¡Un día, desde una posición estratégica, vi a un tanque meterse en el césped de una gran casa, apuntar y disparar justo al centro de la misma! Concluí que en aquella casa había alguien que no era muy apreciado”. Elizabet Hollins, quien más tarde se casó con Ed Michalec, recuerda lo siguiente: “A veces era imposible hasta salir de casa. Un día de septiembre, cuando iba pasando en autobús por la plaza principal, vi a tres hombres jóvenes que habían sido colgados de sendos palos. Nunca antes había visto nada igual, por lo que dejé escapar un pequeño grito. A esto, una mujer me dijo: ‘Si no le gusta lo que ve no mire’”. Estos acontecimientos grabaron en nuestros hermanos la necesidad de confiar firmemente en Jehová, quien los estaba protegiendo durante aquel peligroso período. (2 Cró. 16:9.)

En medio de aquella turbulencia, la Palabra de la verdad estaba arraigándose en corazones humildes. Por consiguiente, en septiembre de 1946 la Sociedad Watch Tower Bible and Tract estableció en La Paz una sucursal para encargarse de los intereses del Reino en Bolivia. Se alquiló un apartamento en el que se estableció una oficina y que además sirvió de hogar misional. Algunos meses más tarde, cuando se constituyó la primera congregación de Bolivia, el apartamento también fue usado como lugar de reunión. Era un comienzo modesto.

UN VIAJE DE ESPANTO A LAS YUNGAS

Por aquellas fechas, los hermanos Michalec y Morris planearon un viaje a las yungas, una región forestal al norte de La Paz salpicada de pequeñas aldeas en los valles bajos. Estaban interesados en iniciar la obra de la predicación del Reino en aquel lugar. Cuando subieron, junto a otros pasajeros, a la parte de atrás de la camioneta, no sospechaban ni por asomo el espantoso viaje que les esperaba.

Habiendo subido a una altura de unos 4.600 metros, la camioneta empezó un rápido y serpenteante descenso, cubriendo centenares de metros en un trecho muy corto. La carretera, que daba la impresión de ser muy estrecha para el ancho de la camioneta, había sido cortada en las escarpadas laderas de las montañas. No tenía vallas protectoras y en muchos lugares se abría a los lados de la carretera un acantilado casi perpendicular, ¡con más de 300 metros de profundidad! El hermano Michalec explica el viaje en estos términos: “El conductor enfiló la camioneta pendiente abajo a toda marcha hacia una curva muy cerrada. Casi sin disminuir de velocidad, giró bruscamente el volante al llegar a la curva, completando así la arriesgada maniobra, ¡sin saber si en dirección contraria venía otro vehículo!” Ambos hermanos no querían ni pensar en lo que pudo haber ocurrido de haber aparecido otro vehículo en dirección contraria.

En una fuerte pendiente el conductor frenó en seco súbitamente para no atropellar a un gran cóndor que, con sus alas extendidas, ocupaba todo el ancho de la carretera. En algunos lugares, la pendiente de la montaña era tan perpendicular que la carretera había tenido que ser cortada casi a modo de túnel. Cuando la camioneta pasaba por estos trechos, los pasajeros tenían que agacharse para esquivar las puntas de las rocas salientes. Y cuando atravesaban una caída de aguas los que iban en la parte de atrás quedaban empapados.

La experiencia de viajar por las montañas andinas hizo pensar a ambos hermanos que, una vez que se establecieran congregaciones en las yungas, los superintendentes viajantes que las visitaran habrían de tener mucho amor y un gran interés por los hermanos.

Al llegar a su punto de destino, los dos hermanos pudieron colocar mucha literatura con la gente de aquel lugar, que eran personas muy amigables, plantando así muchas semillas de la verdad bíblica. En los años venideros estas semillas contribuirían al crecimiento de congregaciones florecientes.

VISITAS A OTRAS GRANDES CIUDADES

Poco después de regresar a La Paz, el hermano Michalec salió hacia Cochabamba, la segunda ciudad más grande del país. Esta vez fue solo y en un camión cargado de naranjas. Con mucho tiento se subió a la carga del camión, sobre la lona que cubría la fruta, y cuidadosamente se extendió cuan largo era —un metro ochenta— para distribuir su peso lo más uniformemente posible con el fin de no estropear la fruta. El camión se dirigió rumbo al sur por una carretera polvorienta y llena de baches. Después de serpentear carretera abajo a través de las montañas durante toda la noche, llegaron al delicioso valle templado de Cochabamba. La ciudad, con sus palmeras y casas de estilo moderno, tenía un aspecto muy agradable, en contraste con el árido altiplano.

El clima moderado de Cochabamba debió atraer a muchos sacerdotes y monjas de otros países, quienes han ejercido en la gente un control férreo. Aunque un número estimable de personas se mostraron escépticas cuando el hermano Michalec les habló, él pudo ver evidencia de la dirección de Jehová. Visitó a un coronel retirado del ejército, que leía nuestras publicaciones y parecía entusiasmado por la verdad. Al día siguiente, ambos fueron en bicicleta visitando a varias personas con quienes este coronel había hablado de la Biblia. Una de estas fue Carlos Saavedra, un maestro de escuela que mostró un interés genuino y a quien se le dejó literatura para que él y su familia la leyera.

Después de una semana, el hermano Michalec tomó un viejo tren de pasajeros con dirección a Oruro, que en aquel tiempo era la tercera ciudad más grande del país. Se hallaba en un lugar desértico y frío del altiplano, y era un centro ferroviario para el servicio de las zonas mineras de cercanías. Aunque los alrededores eran tristes, la gente por lo general era humilde y amistosa. Sin embargo, por aquel entonces el hermano Michalec sabía muy poco de cierto rito demoníaco que esclavizaba a muchas de aquellas humildes personas.

Entre las personas con quienes se habló en este primer viaje a Oruro, se hallaba Raimundo Vázquez, minero del estaño, quien más tarde sirvió como superintendente de congregación por muchos años. En ese mismo año, en una visita posterior, se empezó un estudio bíblico con una mujer joven llamada Sofía Reynaga (ahora Sofía Flores). Ella empezó muy pronto a compartir las verdades de la Biblia con otros y no tardó en bautizarse. Aunque fue un comienzo pequeño, en 1947 se formó una congregación en Oruro. En enero del siguiente año se estableció otra congregación en Cochabamba.

No obstante, no todos progresaron de igual manera. Sofía Reynaga se casó con un hombre que no era Testigo y cayó en la inactividad por unos diez años. Pero, con el tiempo, otro Testigo empezó un estudio bíblico con ella. Recibió la ayuda que necesitaba a fin de que la verdad penetrara profundamente en su corazón. Durante los últimos veinte años ha sido una proclamadora activa del Reino y una fuente de ánimo para los más nuevos en la congregación. Volviendo a Cochabamba, ha de decirse respecto al coronel retirado del ejército, que ayudó a otros, pero él mismo no llegó a ser un testigo bautizado hasta las postrimerías de la década de los setenta. Por otra parte, Carlos Saavedra y su esposa se iniciaron pronto en el servicio del campo. Su casa se convirtió en el Salón del Reino y el propio hermano Saavedra sirvió de superintendente de congregación. La mayor parte de sus hijos han llegado a ser Testigos, y familias enteras de una segunda y tercera generación de proclamadores de la verdad aún recuerdan sus primeros estudios con Carlos. Murió en 1983, después de treinta y seis años de servicio fiel.

LIBERADOS DEL CONTROL DEMONÍACO

Por siglos, aun antes de la llegada de los sacerdotes católicos, los mineros en Bolivia han creído que las minas se hallan bajo el control de un amo que habita en el mundo subterráneo, a quien ellos llaman el tío. La Iglesia Católica, incapaz de desarraigar esta creencia, la ha asimilado e incluso la promueve. El tío se convirtió en la personificación del Diablo y, como medida de protección, a los mineros se les enseñó a implorar la ayuda de la “Virgen”. El ambiente propio de la mina contribuye a mantener la superstición.

Aunque la entrada de la mina esté cubierta por carámbanos de hielo, el calor interior de estas cavernas húmedas puede ascender a 50° C. (120° Fahrenheit). Los mineros trabajan con herramienta pesada en agujeros húmedos y malsanos que carecen de oxígeno suficiente y están repletos de polvo y gases tóxicos. Los dientes del minero tienen un tinte verdinegro que delata su adicción a la hoja de la coca, la cual mastican con el fin de mitigar los dolores del hambre y sentirse con más energía. Estas condiciones angustiosas, junto con su concepto pagano del infierno, han abonado el camino para la adoración del Diablo.

Prácticamente cada mina tiene un pequeño nicho a la entrada donde se halla la imagen de el tío. A este ídolo, cuya figura tiene cuernos y rabo, se le hacen generosas ofrendas de alcohol, cigarrillos y hoja de coca. Con estas ofrendas se pretende persuadir al Diablo para que proteja a los mineros de morir en las profundidades de la mina.

Antes y durante la fiesta anual en la que se representa la danza del Diablo, se gastan grandes sumas de dinero —con frecuencia los menos solventes— en la preparación de trajes elaborados, hojas de coca y alcohol. Los danzantes del Diablo ocupan las calles y culminan su rito en la iglesia católica del Socavón (la iglesia de las Minas). Allí rinden homenaje a la “Virgen”, cantando: “Venimos desde el infierno a invocar tu bendición, todos tus hijos del Diablo, Madrecita del pozo de la mina”. El sacerdote católico canta una misa especial a favor de estos “hijos del Diablo”. En el transcurso de los días que dura la fiesta, el caos se generaliza mientras muchedumbres de hombres y mujeres borrachos, cubiertos de lodo, confeti y harina, arrojan agua, cantan desafinando y pelean entre sí. En palabras del apóstol Pedro, esto se convierte en “un bajo sumidero de disolución”. (1 Ped. 4:4.)

A medida que los testigos de Jehová predicaron en Oruro y en los centros mineros, hallaron a muchas personas de buen corazón disgustadas con estas supersticiones y las prácticas irreverentes a que conducían. Les regocijó oír acerca del propósito de Dios de hacer de la Tierra un paraíso en el que prevalecerá la rectitud. Movió su aprecio el saber que la Palabra de Dios dice: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial [o Satanás]?”. (2 Cor. 6:14, 15.) Para muchos ha supuesto una lucha el librarse de supersticiones profundamente arraigadas, de la adicción a la coca y al tabaco, y del uso excesivo de bebidas alcohólicas. Pero a medida que se les ha ayudado a conseguir libertad espiritual, se han sentido como el salmista que escribió: “[Jehová] ni ha despreciado ni mirado con asco la aflicción del afligido; y no ha ocultado de él su rostro, y cuando clamó a él por auxilio oyó”. (Sal. 22:24.)

PREDICA CON DENUEDO A TODA PERSONA

En 1949 ya había en Oruro 13 publicadores celosos. Entre ellos se hallaba un fornido libanés llamado Seleme Wakin. Testificaba abiertamente a compañeros de negocio, clientes que acudían a su tienda y a toda otra persona que le escuchara. Un día inició una conversación amistosa con un cura que se hallaba en su tienda. Seleme preguntó: “Señor cura [como acostumbraba a llamarlo], ¿por qué es que hay imágenes en la iglesia cuando la misma Biblia católica las prohíbe?”. El cura contestó: “Bueno, solo la gente ignorante de la montaña, que no sabe leer ni escribir, las adora. La gente educada e inteligente no les rinde adoración. Las tienen como recordatorio de la adoración a Dios”. En ese instante entró una señora bien vestida, de una familia prominente del lugar. Dirigiéndose a ella, Seleme le preguntó: “Señora, ¿qué piensa usted de las imágenes? ¿Las usa únicamente para acordarse de Dios o les rinde adoración?”. Haciendo un ademán categórico, contestó tajantemente: “¡Yo las adoro!”.

Después de vender su tienda, Seleme se trasladó a La Paz con el fin de dedicarse más plenamente al servicio de tiempo completo como precursor. En una ocasión cargó una maleta con libros y se dirigió a un acuartelamiento militar. Colocó una buena cantidad de libros con los soldados y ellos le invitaron a comer. También invitaron a un cura. No había transcurrido mucho tiempo cuando los soldados habían promovido una animada conversación entre los dos. La diferencia de conocimiento bíblico entre ambos era muy ostensible y la comida terminó con una ronda de aplausos por parte de los soldados en honor a Seleme.

Frecuentemente Seleme predicó a altos oficiales y les colocó literatura bíblica. Hasta consiguió que el presidente de Bolivia le diera audiencia y pudo testificarle abiertamente, testimonio que fue escuchado favorablemente.

LA PRIMERA VISITA DEL PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD

En Marzo de 1949, N. H. Knorr, que era por entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, hizo su primera visita a Bolivia con M. G. Henschel, su secretario. Con ese motivo se celebró una asamblea en La Paz. El discurso principal dio comienzo con algunos comentarios del hermano Knorr y el resto del mismo fue presentado por el hermano Michalec. Hubo una concurrencia final de 56 personas. Y algunos llegaron incluso ¡media hora después de que todo el mundo se hubiese marchado! Nuestros visitantes comprobaron por sí mismos lo que significa la hora boliviana, una manera jocosa de referirse a la costumbre, ya crónica, que tiene la gente de llegar tarde. Sin embargo, a pesar de que ese es el hábito local, los testigos de Jehová bolivianos siempre comienzan sus reuniones a tiempo, al igual que nuestros hermanos cristianos por todo el mundo.

Terminada la asamblea, se impartió abundante consejo amoroso a fin de ayudar a organizar y ensanchar la obra del Reino en Bolivia. Se enviarían más misioneros y, además, se recomendó que la sucursal y el Salón del Reino fuesen trasladados a una ubicación más céntrica. Cuando esto se llevó a cabo, la concurrencia a las reuniones aumentó en gran manera, y el número de los que participaban en el ministerio del campo subió a más de veinte publicadores. Ahora, la atención se centró en la cuarta ciudad más grande del país.

SE CONCENTRA LA ATENCIÓN EN SANTA CRUZ

Santa Cruz de la Sierra, ubicada en los llanos orientales, estaba prácticamente aislada del resto del país. El acceso por tierra solo era posible a través de una polvorienta carretera y, durante la época de las lluvias, el viaje a Santa Cruz desde Cochabamba podía durar un mes. Cuando se enviaron a Bolivia nuevos misioneros —entre quienes estaban Juan y Ester Hansler—, algunos fueron asignados a Santa Cruz.

En la región subtropical de los llanos se cultiva la palma totai, la papaya, los cítricos y el toborochi, árbol de aspecto exótico por su tronco barrigudo (también llamado palo borracho). Las calles eran caminos de polvo y barro. Las continuas corrientes de aire levantaban el polvo, echándolo a la cara y hasta en la comida. Sin embargo, lo más interesante de Santa Cruz era la gente misma.

Mientras que el habitante del altiplano era, por lo general, reservado, serio y algo escéptico para con los desconocidos, los de Santa Cruz eran más joviales, despreocupados y extravertidos. Aun su música ruidosa y alegre difería notablemente de las tonadillas más melancólicas propias de la montaña. Se perdían muchas noches de sueño cuando la banda de música tocaba en una fiesta hasta la madrugada.

Cuando los misioneros testificaban de casa en casa, la gente solía invitarlos a pasar y les escuchaban por media hora o tal vez más. No obstante, pese a su carácter amistoso, muchos no se interesaban en las condiciones mundiales y estaban bastante conformes con su modo de vida. La inmoralidad sexual era algo muy común. Y el cambiarse de religión le hubiera expuesto a uno al ridículo ante una larga serie de familiares. Sin embargo, tres años más tarde fue posible establecer una pequeña congregación y, con el tiempo, había diez publicadores informando. Pero parecía que por entonces Santa Cruz no daría mucho más fruto. Por consiguiente, cuando la hermana Hansler quedó encinta, se cerró el hogar misional.

Los Hansler decidieron permanecer en Bolivia. Esto significaba para ellos tener que vivir en condiciones primitivas y sacrificar comodidades. Pero han disfrutado de la bendición de tener cuatro hijos saludables, todos los cuales han llegado a ser siervos de Jehová y están en el servicio de tiempo completo o han participado de ese privilegio. Juan y Ester disfrutan ahora de servir de nuevo como precursores especiales en su asignación original, Santa Cruz.

UN PERÍODO DE REVOLUCIÓN

Durante los primeros cinco años en Bolivia los misioneros se habían habituado a continuos levantamientos políticos. Sin embargo, en 1952, se desencadenó un alzamiento popular contra el gobierno que llegó a convertirse en una de las revoluciones más aterradoras en la historia del país. En toda la ciudad de La Paz se escuchaban disparos de rifles, metralletas y, de cuando en cuando, explosiones de dinamita. Desde lo alto de un desfiladero que quedaba muy por encima de la ciudad se disparaba fuego de mortero, cuyos proyectiles caían en hogares próximos. Las ambulancias recorrían de un lado a otro la ciudad recogiendo de las calles heridos y muertos. El fuego de artillería y el bombardeo duró tres días.

Precisamente durante esos días se estaban haciendo los preparativos para la Conmemoración de la Cena del Señor. Los misioneros en La Paz no podían concebir que se pudiese andar por las calles bajo aquellas circunstancias, de modo que se dispusieron a celebrar la Conmemoración solos. ¡Cuán sorprendidos quedaron cuando algunos empezaron a presentarse a esta sagrada reunión habiendo tenido que arriesgar sus vidas esquivando las balas del tiroteo callejero!

LA VERDAD MOTIVA A UNA PERSONA DE BUEN CORAZÓN

En 1953, mientras un misionero se esforzaba por testificarle en español a una señora, un joven curioso, de nombre Walter Martínez, se acercó a escuchar. El misionero le pidió que le leyera, por favor, a la señora “el propósito de La Atalaya”. Él consintió en hacerlo y la señora se quedó con las revistas. Luego, después de conversar un poco más con Walter, este aceptó un estudio bíblico. Esa misma semana se le condujeron tres estudios y el domingo asistió a la reunión de la congregación.

Dos semanas después, durante la visita del superintendente de circuito a la congregación de Oruro, Walter escuchó la invitación que se les extendió a todos para participar en el servicio del campo. El término “campo” le hizo pensar que se trataba de una comida en el campo. “De modo que —recuerda Walter— fui el primero en llegar al Salón del Reino, listo para ir de campo.” Cuando los demás llegaron, le pareció extraño que nadie trajera su comida sino que, más bien fueran al mostrador de literatura para equiparse con libros y revistas. Por no ser diferente de los demás, él fue y obtuvo dos libros y veinte revistas. De lo que se haría con aquello no tenía ni idea. Al ver que el grupo se encaminaba hacia el mercado Walter se sintió aterrado. “¡Oh no! —pensó—, van a cantar en el mercado como lo hacen los evangélicos los domingos por la mañana.” Procuró, sin conseguirlo, quedarse rezagado con la idea de escabullirse inadvertidamente. ¡Qué suspiro de alivio dio cuando vio que el grupo pasaba de largo junto al mercado! Ahora se enteraría de lo que significaba la expresión “servicio del campo”.

Al llegar al territorio, el superintendente de circuito le dijo a Walter: “Voy a salir contigo”. Poco después, el propio Walter estaba haciendo presentaciones animadas y colocó toda su literatura esa mañana. A partir de entonces progresó rápidamente, se bautizó y, con el tiempo, emprendió el servicio de tiempo completo con entusiasmo. Más tarde, Walter y Jaime Valdivia tuvieron el privilegio de ser los primeros bolivianos que asistieron a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, después de lo cual ambos sirvieron como superintendentes viajantes en Bolivia.

ESCÁNDALO CATÓLICO EN SUCRE

Aunque La Paz es la sede del gobierno boliviano, Sucre es la capital jurídica. En esta región se hallan los tarabuco, un pueblo cuyos hombres usan un gorro que recuerda el casco que solían llevar los conquistadores españoles. Debido a su menor altitud y clima agradable, Sucre se conviritió, casi desde sus comienzos, en un santuario para los inmigrantes católicos que trabajaban en Potosí. La ciudad ve con orgullo el hecho de tener el porcentaje de iglesias por habitante más alto del país.

El antecedente católico de la ciudad ha influido profundamente en la reacción de la gente al mensaje del Reino. Los sacerdotes previnieron a su “rebaño” de que no escucharan a los Testigos, y se adoctrinó a los niños católicos para que hostigaran a los misioneros cuando estos predicaran de casa en casa.

Con el fin de promover la obra del Reino en Sucre, se programó una asamblea de circuito que se celebraría en 1955. Se pusieron carteles por las tiendas anunciando el discurso público. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha, los carteles empezaron a desaparecer. Los dueños de los establecimientos dijeron que “jóvenes testigos” habían ido a retirar los carteles diciendo que la asamblea había sido cancelada. Naturalmente, fueron jóvenes católicos simulando ser Testigos quienes lo hicieron. Los sacerdotes intentaron que el dueño del hotel donde se iba a celebrar la asamblea rescindiera el contrato. Pero él rechazó la intimidación.

Cuando la asamblea iba a dar comienzo, un grupo de jóvenes de la escuela católica Sagrado Corazón rodearon el hotel y empezaron a gritar y arrojar piedras. Después que la policía los dispersó, se restauró la calma temporalmente. El último día de asamblea se presentaron en el lugar, curas, mujeres de Acción Católica y estudiantes enfurecidos. En lo alto de la iglesia que quedaba enfrente, habían colocado un potente altavoz por el que instaban a todos los católicos a proteger a la Iglesia y a la “Virgen” de la “herejía protestante”. Como había mucha gente pacífica entre la muchedumbre, los hermanos aprovecharon la oportunidad para testificarles. Sin embargo, con la llegada del encolerizado obispo de Sucre la tensión del ambiente aumentó.

El alcalde y el prefecto de la ciudad ya estaban en el lugar, de modo que previnieron al obispo de que si ocurría cualquier cosa, él sería el responsable. Cuando se hubo tranquilizado, le permitieron entrar a la sala. Vinieron más policías. Mientras tanto, se estaba presentando el discurso principal de la asamblea. El orador ya estaba terminando, cuando un cura, poniéndose de pie, pidió la palabra. El presidente de la asamblea, el hermano Michalec, se acercó hasta donde él estaba y le indicó que sus preguntas serían escuchadas después de terminado el programa. El prefecto y el alcalde le indicaron a uno de los curas que estaban teniendo una conducta vergonzosa, y le dijeron: “Es hora de que se marchen”. “¿A quién se refiere usted —inquirió ásperamente el cura—, a ellos o a nosotros?” “¡A USTEDES!”, respondió el prefecto. Ante esa respuesta, tanto el obispo como los sacerdotes y sus apoyadores se marcharon, con lo que terminó el escándalo.

El prefecto y el alcalde pidieron disculpas a los hermanos, asegurándoles que acciones como las de esos fanáticos no eran representativas del sentimiento de la población de Sucre. Con el transcurso de los años, la mayoría de los funcionarios bolivianos han seguido manifestando una actitud imparcial hacia la obra de los testigos de Jehová. Los hermanos de Sucre estaban convencidos de que, así como Jehová había protegido al apóstol Pablo en la antigua Éfeso de una chusma religiosa instigada en contra suya y de sus compañeros, en esta ocasión Jehová les había protegido a ellos por medio de estos funcionarios. (Hech. 19:35-41.)

A pesar de este desenlace favorable, la asistencia a las reuniones en Sucre bajó temporalmente y la gente parecía tener temor de escuchar a los Testigos. Se decidió entonces concentrar la atención en Potosí.

POTOSÍ MUESTRA APRECIO POR LAS RIQUEZAS VERDADERAS

Potosí, que figuradamente se usa para significar “riqueza extraordinaria” o “dineral”, ya no era la gran metrópoli que había sido allá por el siglo XVII. Gran parte de la plata había sido extraída y solo quedaban exiguos vestigios del pasado esplendor de la ciudad.

A una impresionante altitud de 3.960 metros, los misioneros trabajaban recorriendo las lomas de Potosí y colocando mucha literatura con la amistosa gente del lugar. La respuesta fue notable, pues solo en cinco años ya había una congregación de 40 publicadores.

En 1956, Ricardo Holman, uno de los misioneros, comenzó un estudio con la familia Ibieta, entre quienes estaba el pequeño Marco, que por entonces tenía ocho años de edad. La familia progresó bien por un tiempo y llegaron a ser publicadores activos. Sin embargo, en 1959 abandonaron la congregación por causas desconocidas. No obstante, el joven Marco nunca olvidaría el celo del hermano Holman, que puntualmente se había presentado siempre al estudio aun en noches frías y lluviosas. Años más tarde, Marco y su hermano menor comenzaron en La Paz a estudiar de nuevo la Biblia. A este respecto, él dice: “Mi amor por la organización de Jehová, que había permanecido latente, comenzó a resurgir y a florecer a medida que adquiría conocimiento exacto de la Biblia. Los gratos recuerdos de nuestros años de asociación con la congregación de Potosí fueron para mí un gran incentivo para tomar la verdad seriamente. Cuando en 1970 reanudamos nuestro estudio, estaba a punto de entrar en la universidad. Pero ahora no había nada que pudiera reemplazar mi ardiente deseo de estudiar la Biblia”. Marco llegó a ser precursor y, con el tiempo, miembro de la familia Betel en La Paz, donde ahora sirve como miembro del Comité de la Sucursal.

LOS TESTIGOS BOLIVIANOS ABREN NUEVOS CAMPOS

Particularmente a partir del 1956, un número mayor de testigos bolivianos devotos emprendieron el servicio de tiempo completo como precursores, ayudando así a abrir nuevos campos. La mayoría de estos hermanos podían hablar en quechua, lo que les permitía llegar a miles de personas que aún no habían escuchado las buenas nuevas. Entre estos celosos trabajadores, se hallaban Walter Martínez, Jaime Valdivia y Jaime Barrery. Más tarde, junto a otros hermanos, se les unieron Joaquín Copa y Antonio Zamudio. El esfuerzo estrenuo de estos primeros precursores resultó en que se establecieran congregaciones en Uyuni, Atocha y otros centros mineros. Ellos ayudaron a muchas familias mineras, salineras y campesinas a romper con la superstición religiosa para que llegasen a ser siervos leales de Jehová.

El espíritu de abnegación de estos precursores fue ejemplar. He aquí un ejemplo que lo ilustra: una pareja de precursores especiales le pidió al superintendente de circuito que les explicara algo que ellos no eran capaces de entender. Mostrándole un puñado de talones bancarios, le preguntaron: “¿Esto para qué es?”. La Sociedad envía a los precursores especiales mensualmente una pequeña asignación para ayudarles en sus gastos de manutención, ya que, en vista del tiempo que ellos dedican a predicar, por lo general no tienen tiempo para hacer trabajo seglar. Pero esta pareja estaba sencillamente agradecida por el privilegio de servir en esa capacidad.

LA VERDAD DEL REINO LLEGA A LA REGIÓN TROPICAL DE BENI

Allá en 1952, algunos proclamadores del Reino visitaron la vasta región septentrional de Beni. En esta región abundan los caimanes y las tortugas gigantes. Junto a las condiciones míseras de quienes viven en chozas de barro, contrastan notablemente los prósperos ranchos ganaderos con avionetas privadas. El clero católico se ha hecho notorio por favorecer al rico y, a menudo, por ser ellos mismos poseedores de riquezas, aparte de que muchos de ellos son reconocidamente inmorales. Como consecuencia, los habitantes de Beni son, prácticamente, católicos ateos. Pero hay excepciones conmovedoras.

En una pequeña aldea, el jefe de la policía manifestó gran interés cuando los Testigos que visitaban la zona le explicaron la naturaleza de su trabajo. Hasta se ofreció a ayudarles en la distribución de la literatura bíblica. Según llegaban los campesinos a la aldea se acercaban a la comisaría con el fin de ver lo que estaba ocurriendo y allí se encontraban con el jefe de la policía que les ofrecía publicaciones bíblicas. Un hombre tomó treinta revistas para distribuirlas entre sus vecinos. Mientras tanto, los misioneros se hallaban muy ocupados predicando de casa en casa.

En 1957, fueron asignados misioneros a las dos ciudades principales de la zona, Trinidad y Riberalta. Hallaron que en una mayoría de casos resultaba difícil convencer a la gente de que la Biblia no era meramente un libro hecho por el hombre, con un código moral imposible de cumplir. No obstante, Felicia Chinchilla llegó a abrazar la verdad y, después, cuando los misioneros fueron trasladados, ella continuó su servicio fiel. Antes de morir, su preocupación principal era el que sus hijos llegaran a ser adoradores de Jehová. Les pidió a los precursores especiales del lugar si podían adoptar a las niñas. Aunque ellos no podían hacerse cargo de esa responsabilidad, le prometieron que harían todo lo posible por ayudarlas espiritualmente. Una de aquellas niñas es ahora, junto con su esposo, precursora especial.

UNA ÉPOCA DE PRUEBAS SEVERAS

Con el transcurso del tiempo, los hermanos habían pasado a través de numerosas pruebas. Pero la primera parte de la década de los sesenta fue una época en la que cada uno tuvo que demostrar la calidad de su fe. Había mucha tensión política en el país y las actividades patrióticas estaban a la orden del día. Había algunos que no entendían claramente el principio de la neutralidad cristiana y lo que implicaba el evitar la idolatría. (Mat. 22:21; 1 Juan 5:21; Dan. 3:16-18.) A partir de La Atalaya del 1 de mayo de 1963, los hermanos fueron fortalecidos por medio de una consideración detallada del punto de vista bíblico acerca de la actitud del cristiano hacia “las autoridades superiores” y la cuestión de la sujeción relativa. (Rom. 13:1-7.) Aquella información fue verdadero alimento espiritual “a su debido tiempo”. (Mat. 24:45.) No obstante, algunos se retrajeron por temor a perder su empleo o que a sus hijos se les expulsara de la escuela. Pero la mayoría, aunque fue víctima de abusos, demostró que su fe era firme y, por su comportamiento, mantuvo su conciencia limpia ante Dios.

Al año siguiente, 1963, se presentaron más pruebas y se les siguió acrisolando. Hubo que expulsar a diecisiete personas, casi el mismo número de expulsados que en los dieciséis años anteriores. Algunos de los expulsados habían estado asociados por muchos años y eran muy conocidos. Hubo a quienes se les hizo difícil aceptar esta medida judicial. Pero en las cosas sagradas no puede haber parcialidad, y, por consiguiente, estos acontecimientos pusieron a prueba la lealtad de algunas personas a Jehová y a su organización visible. (Pro. 24:23.)

Ese mismo año, se descubrió que una misionera había cometido inmoralidad en un pueblo cerca de Santa Cruz. Y aunque el caso recibió la debida atención judicial, la gente del lugar adoptó una actitud antagónica hacia los testigos de Jehová. Se hizo prácticamente imposible predicar en el pueblo, de modo que se decidió trasladar a los precursores a otras zonas. Hasta el día de hoy no ha podido establecerse una congregación en dicho pueblo, aunque últimamente ha habido quienes han mostrado interés.

A pesar de estas pruebas, durante 1963 Bolivia superó la cantidad de 500 publicadores del Reino. El año finalizó con la visita del hermano Henschel. Poco antes de su visita, hallándose en Liberia, en el África occidental, el hermano Henschel había pasado por una dura prueba de neutralidad cristiana. Los testigos bolivianos se sintieron profundamente conmovidos a medida que él les fortaleció con el relato de aquella experiencia con la que él realzó la importancia de ser valerosos y firmes.

EL RECONOCIMIENTO LEGAL Y UNA NUEVA SUCURSAL

Durante la visita del hermano Henschel, se estudió la posibilidad de construir una nueva sucursal. Primero había que conseguir que se reconociese legalmente a la Sociedad Watch Tower Bible and Tract, objetivo que se alcanzó después de un año de tedioso papeleo. Luego hubo que buscar un terreno, tarea harto difícil en una ciudad atestada y rodeada de escarpadas montañas. Finalmente, en 1965, durante la visita del hermano Knorr, se dispuso la compra de una propiedad ubicada en la zona residencial de La Paz, muy próxima al centro de la ciudad. Dos años más tarde, cuando terminaron las obras, las instalaciones incluían un amplio Salón del Reino y alojamiento para catorce misioneros. Este excelente edificio, con sus nuevas dependencias, fue para los testigos bolivianos una prueba adicional del interés genuino de la organización de Jehová en la obra del Reino en Bolivia.

A través de los años, ha habido diferentes hermanos —todos ellos cualificados— coordinando el trabajo de la sucursal en Bolivia. Eduardo Michalec, uno de los primeros misioneros, sirvió en esa capacidad durante diez años. Luego vinieron los hermanos J. R. Dickey, Harold Morris, Don Anders, Chester Krochmal, J. F. Millar y Alden Seeyle, todos los cuales han asumido la responsabilidad de la superintendencia de la sucursal durante períodos de tiempo de variada duración. Todos se ofrecieron de buena gana y aportaron una valiosa contribución para el adelanto de la obra del Reino. En 1966, mientras se construían las nuevas dependencias, J. D. Rose, que acababa de graduarse en Galaad, fue nombrado superintendente de sucursal.

UN ARDID FRUSTRADO

Por aquel tiempo Santa Cruz sufría las convulsiones de un cambio que harían de ella la segunda ciudad más importante de la nación. Se habían descubierto yacimientos de gas y petróleo. La carretera que comunicaba con Cochabamba había sido pavimentada y miles de personas se mudaron a lo que, hasta entonces, había sido una comunidad muy unida, compuesta de unas cuantas familias grandes. Hubo un crecimiento veloz en la congregación de los testigos de Jehová de Santa Cruz, de modo que para 1966 había más de cincuenta publicadores participando en el servicio del Reino. Acababan de llegar a la ciudad nuevos misioneros cuando, inesperadamente, el superintendente de la congregación fue llamado para ser interrogado por cierto funcionario.

La habitación estaba llena de personas desconocidas para el hermano, las cuales resultaron ser periodistas. En su presencia, el funcionario le interrogó respecto a su trabajo seglar, trabajo que —él afirmaba— era ilegal. El hermano le aseguró que bajo ningún concepto podía considerarse ilegal su trabajo. Explicó, además, que ya había abandonado su trabajo seglar, con el fin de emprender al mes siguiente el servicio de tiempo completo como predicador. El funcionario adujo que él también era “creyente” pero que el hermano había cometido “grandes errores”. Después de confiscar la documentación personal, tanto del hermano como de su esposa, el funcionario disolvió la reunión.

El superintendente de la congregación y otro hermano, que era su compañero de trabajo, comprendieron que había ciertas empresas locales preocupadas por la competencia comercial que suponía su presencia allí. Por haber escuchado estas quejas, el funcionario, un fanático adherente de los Adventistas del Séptimo Día, tramó el ardid de involucrar a los testigos de Jehová. ¿Cuál sería el desenlace?

A la mañana siguiente, al leer los periódicos, ¡nuestro hermano no daba crédito a sus ojos! En los cuatro periódicos de la ciudad, los titulares de la primera página daban cuenta del asunto. Uno, publicaba su nombre a grandes letras y decía que ¡un desfalcador internacional había sido detenido en Santa Cruz! En otro periódico, el referido funcionario manchaba el nombre de los testigos de Jehová, afirmando: “Testigo de Jehová alterna el culto de su secta con negocios ilícitos”. Al día siguiente aparecieron nuevos titulares en la primera página con contenido semejante. En esta ocasión se dijo además que se había “descubierto” que nuestro hermano había sido “consejero” de un presidente boliviano, previamente depuesto, que ahora se hallaba en el exilio ¡y a quien se le consideraba un enemigo! Simultáneamente, las emisoras de radio transmitían la misma noticia. Esta publicidad difamatoria persistió por semanas y meses.

Como no había base legal para proceder contra nuestros hermanos, era evidente que el funcionario estaba valiéndose de esta campaña publicitaria para excitar la opinión pública y provocar la intervención de la policía. Esperando que ocurriese lo peor, los hermanos se habían preparado para un eventual arresto por parte de la policía. Pero nunca vino. Tampoco hubo quién presentara cargos ante el tribunal. Cuando los Testigos iban de casa en casa, la gente seguía escuchándolos y los estudios bíblicos iban en aumento. Parecía como si estuviesen ciegos a lo que los periódicos decían y sordos a lo que se hablaba por la radio. Con el tiempo, ese funcionario fue cesado de su puesto.

En el transcurso de esta enojosa situación, se asignó a los hermanos de la localidad presentar en una asamblea próxima el drama bíblico de “Jeremías”, en el que, de una manera vívida, se relataba la persecución que aquel fiel profeta de Dios había tenido que sobrellevar. La emoción que supuso para ellos el ensayar y grabar este drama les ayudó a olvidarse de los oscuros nubarrones de tormenta que les amenazaban.

Aunque el superintendente de congregación mostró falta de equilibrio bajo el gran peso de la presión que le sobrevino, algún tiempo después calificó para emprender el servicio de tiempo completo, tal como él lo había planeado. Él y el otro hermano implicado aún son precursores y superintendentes en Bolivia, después de casi veinte años del frustrado ardid por parte del prejuiciado funcionario.

UN RÁPIDO CRECIMIENTO EN SANTA CRUZ

Aunque la congregación de Santa Cruz sufrió una disminución temporal, el daño no fue de carácter permanente. Animados por los misioneros, los Testigos de la localidad trabajaron más duro que nunca. Como ocurrió en el caso de la congregación cristiana del primer siglo después que terminó la campaña de persecución desatada por Saulo, los hermanos de Santa Cruz también ‘entraron en un período de paz, edificándose y multiplicándose’. (Hech. 9:31.) En poco tiempo su lugar de reunión estuvo repleto y la gente tenía que escuchar a través de las ventanas. Se construyó un nuevo Salón del Reino con capacidad para 150 personas. Dos años después fue preciso ensancharlo. Se dividió la congregación y hubo que erigir otro gran Salón en el otro extremo de la ciudad. En la actualidad hay en Santa Cruz once congregaciones con un total aproximado de ochocientos publicadores que celosamente proclaman el Reino de Jehová. También se estaban experimentando emocionantes aumentos en La Paz, Cochabamba, Oruro y en los centros mineros.

UNA FIRME DETERMINACIÓN A FAVOR DE LA VERDAD TRAE BUENOS RESULTADOS

Ignacia de Torres, de Santa Cruz, escuchó a su hermana, de la ciudad de La Paz, cuando esta compartió las verdades de la Biblia con ella. Aunque la respuesta de Ignacia fue tibia, la semilla de la verdad comenzó a crecer. En 1963, una misionera le empezó un estudio bíblico. Pero su esposo, un alto y fornido policía, se opuso duramente. Cuando le daba un arrebato de ira disparaba su pistola al aire, mientras Ignacia y sus hijos corrían a esconderse.

Un día, él llegó cuando otra misionera, Pamela Moseley, conducía el estudio con Ignacia. A Pamela le retumbaban los oídos cuando él vociferaba órdenes tajantes a las que no había otra respuesta que salir de allí a toda prisa. Pero Pamela no se daba por vencida. Un día que él se quedó con el fin de sorprender a la misionera cuando llegara, Ignacia le dijo llanamente que si le prohibía estudiar en casa, lo haría en el Salón del Reino. “¿Y no te parece que es mucho mejor que lo haga aquí?”, preguntó Ignacia. Con esto, cesó la oposición.

Ignacia continuó desarrollando su amor por Jehová y por sus hermanos cristianos. A menudo, se valía de su preparación como enfermera para ayudar a los hermanos que lo necesitaran. Sin embargo, más importante aún era su celosa actividad por ayudar a otros a librarse de la esclavitud religiosa. En imitación de su ejemplo de devoción, tres de sus hijos también llegaron a ser Testigos. Después de años de oraciones fervientes, una de sus esperanzas más acariciadas se hizo realidad. Su esposo, que había estado tan ferozmente opuesto, empezó a investigar la verdad y, en enero de 1984, después de diez años de estudiar la Biblia y de muchos cambios en su personalidad, él también se bautizó.

SE MANTIENE LA VERDAD INTACHABLE

Como también ocurrió en el primer siglo, la imperfección y debilidades humanas pueden incidir en el comportamiento de los cristianos, aun entre aquellos que se hallan en puestos de responsabilidad. (Hech. 15:36-40; Gál. 2:11-14.) En consecuencia, durante la década de los sesenta, hubo algunos hermanos que comenzaron a criticar al representante de la Sociedad en la sucursal y a otros hermanos muy allegados a él. Un superintendente viajante que era muy conocido en el país, simpatizó con los quejumbrosos y hasta aportó sus propias críticas. Este hermano opinaba que el promover reuniones sociales durante sus visitas a las congregaciones contribuiría a unir más a los hermanos. Sin embargo, esta práctica a menudo desembocaba en grandes fiestas en las que se bebía en exceso. Esta situación se convirtió en una piedra de tropiezo para quienes habían tenido que luchar duro a fin de vencer el alcoholismo. Algunas personas recién interesadas dejaron de estudiar la Biblia a causa de lo que veían que ocurría. Hubo unos pocos que trataron de justificar su conducta amparándose en lo que otros hacían, por lo que, más tarde, tuvieron que ser disciplinados debido a beber con exceso.

Otro hermano que se hallaba en la obra del circuito, y había hecho mucho por ayudar a otros, comenzó a dar mal ejemplo al envolverse en cuestiones de negocios. Mientras servía como superintendente de circuito, pospuso responsabilidades espirituales vitales por dar prioridad a asuntos de negocio personales.

Durante un tiempo, parecía que quienes tenían que rectificar las cosas eran incapaces de hacerlo con un espíritu de apacibilidad y gobierno de sí mismos. Pero, finalmente, después de algunos años, se aplicaron medidas correctivas. (Gál. 6:1; Sant. 3:17.) También fue motivo de gran gozo el que algunos de los que habían tenido dificultades a nivel espiritual se esforzaron por recobrar una buena relación con Jehová.

NUEVOS EDIFICIOS PARA LA ADORACIÓN VERDADERA

En 1969, había en Bolivia 869 publicadores y 24 congregaciones. Sin embargo, la mayoría de los Salones del Reino se hallaban en locales alquilados de aspecto triste. En una localidad, la congregación se reunía en un patio parcialmente cubierto de un hogar privado. Los inconvenientes surgían cuando llovía. La congregación de Trinidad fue la primera en construir un Salón del Reino propio, con la ayuda de un préstamo de la Sociedad. Muchas más siguieron el ejemplo: La Paz, Potosí, Oruro, Santa Cruz, Cochabamba, Tarija y Sucre.

El Salón del Reino de Chorolque es, sin duda alguna, uno de los Salones a mayor altura en el mundo. En esta localidad, la explotación minera del estaño es la base de la economía para unos cuantos miles de habitantes. Debido al aire enrarecido se ve a mucha gente con los labios y rostros morados. Un número importante de estas familias mineras ha respondido a la verdad. Su Salón del Reino, construido en un terreno donado por la compañía minera, se halla a una altitud de ¡4.800 m!

JEHOVÁ PROVEE ESCAPE

El mensaje del Reino estaba extendiéndose hasta las partes más remotas del país. Ni siquiera los habitantes en las aldeas de las extensas salinas de El Salar, dejaron de oír el mensaje de las buenas nuevas. Pero el recibimiento no siempre fue amistoso. Lo que ocurrió en 1970 en Coquesa, donde vive el hermano Toribio Cruz, demuestra cómo Jehová ayuda a sus siervos en tales circunstancias.

El superintendente de distrito y su esposa, junto con el superintendente de circuito y una pareja de misioneros, hicieron una visita a Coquesa. El único boliviano en el grupo era el superintendente de circuito. En un lugar como Coquesa, donde se ve a los extranjeros con mucho recelo, la presencia del grupo ocasionó gran conmoción. La ya tensa situación empeoró cuando el hermano misionero, queriendo hacer una broma, hizo un comentario desafortunado. Desgraciadamente su comentario no se interpretó como una broma y, en poco tiempo, todo el pueblo se congregó en la escuela de la localidad para decidir qué acción tomar contra los extranjeros. Percibiendo el peligro, el hermano Martínez, superintendente de circuito, recomendó marchar inmediatamente. Sin embargo, otros miembros del grupo decidieron pasar la noche en el lugar para ver el curso que tomarían los acontecimientos.

Al día siguiente, vino un mensajero e informó a los hermanos: “El pueblo quiere escucharles, de modo que vengan, por favor, a la plaza e instrúyannos”. Al llegar a la plaza, se percataron que tres de sus lados estaban bloqueados. Sospechando que se trataba de una encerrona, el superintendente de distrito echó a correr hacia su automóvil, instando a los demás a que le siguieran. La chusma prendió a Toribio mientras que los demás intentaban escapar. En la furiosa persecución, lograron apoderarse de la bufanda del hermano Martínez y cortar en la cara al hermano misionero. Cuando llegaron al auto se metieron como pudieron y salieron disparados, mientras la muchedumbre apedreaba el auto.

Sin embargo, Toribio estaba en poder de la chusma. Le golpearon tan salvajemente que él pensó que no saldría vivo de allí. Pero, finalmente, pudo deshacerse de los que le habían apresado y echó a correr. La chusma corrió tras él e iba pisándole los talones, cuando Toribio llegó a una corriente de aguas caudalosas y profundas; muy ancha —pensó— para cruzarla de un salto. Pero no tenía otra alternativa. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, saltó. Para su propio asombro, ¡lo había logrado! Cuando la chusma llegó a la orilla, solo pudieron contemplar estupefactos cómo Toribio se les escapaba, desapareciendo de la vista al otro lado de la corriente.

Cubierto de heridas y con escasas ropas, Toribio tuvo que pasar la helada noche al amparo de una montaña próxima. Pero, aparentemente, su increíble salto había convencido a aquella gente de que su Dios le había ayudado. En lugar de quemar su casa, como habían hecho en el pasado, la dejaron intacta. Él pudo regresar al pueblo y vivir sin ser molestado más, y ahora es el superintendente presidente de la congregación de aquel lugar.

SE ROMPE EL MALEFICIO DEL LAGO

El lago Titicaca se halla a una altitud de 3.810 m. En algunos lugares alcanza los 270 m. de profundidad. Surcando sus aguas pueden verse las totoras, lanchas hechas a base de una especie de enea o espadaña, y que sirvieron de modelo para la embarcación hecha con cañas de papiro en la que Thor Heyerdahl cruzó el océano Atlántico. Pero este lago encierra mucho más de lo que se ve a simple vista.

Desde tiempos antiguos, el lago Titicaca ha sido un centro de misticismo. ¿Qué efecto tendrían las verdades de la Biblia en la gente de esa región?

En 1966, cierto hombre se deshizo del libro “La verdad os hará libres” y su cuñado lo recogió y lo llevó a casa. Aunque sus conocimientos del idioma español eran limitados, debido a que su lengua nativa era el aimará, él notó que el libro tenía información sobre Jehová Dios. Reconoció que ese nombre se hallaba en la Biblia, pero no se explicaba nada sobre él en las iglesias. De cuando en cuando solía bajar a La Paz para obtener más literatura. Su relación con Jehová comenzó a desarrollarse y él compartía con sus vecinos lo que estaba aprendiendo. Con el tiempo se bautizó y más tarde llegó a ser precursor. Otros vecinos del lago también empezaron a abrazar la adoración verdadera. Sin embargo, la mayoría de los habitantes de la zona no sabían leer y solo hablaban aimará. Los hermanos que visitaban la zona se dieron cuenta de que algunos no se habían despojado de ciertos objetos religiosos que solían emplear antes de llegar a ser Testigos. Pero cuando se les dio consejo bíblico sobre este asunto en su lengua nativa, rápidamente lo tomaron a pecho. (Hech. 19:19, 20; Deu. 7:25, 26.) De rincones escondidos comenzaron a sacar toda clase de artículos a fin de destruirlos: trajes costosos que usaban en las danzas paganas, amuletos de la buena suerte que solían emplearse para hacer que la tierra y el ganado fuesen fructíferos, reliquias familiares que habían sido usadas para hacer ofrendas a dioses falsos, cruces y literatura religiosa falsa. Una hermana de edad avanzada había estado postrada en cama hasta que su hija quemó todos los amuletos paganos, después de lo cual, según se informó, mejoró y a partir de entonces nunca se perdió una reunión de congregación.

UN GRAN AUMENTO EN EL ALTO

En 1945, cuando los primeros misioneros aterrizaron en El Alto, lugar donde se halla el aeropuerto de La Paz, solo había allí unas pocas casas de adobe. Pero durante la década de los sesenta, debido al crecimiento urbano de La Paz, la ciudad no tenía hacia donde ensancharse, de modo que comenzó a desarrollarse en El Alto, una comunidad satélite. Por entonces, Hugo Fernández y su hermano, dos jóvenes de El Alto, comenzaron a asistir a las reuniones en La Paz. Al regresar a casa, tenían que escalar una escarpada garganta en la oscuridad de la noche, un arriesgado recorrido que les tomaba dos horas. Pero ellos continuaron viniendo.

Con el tiempo, pudo celebrarse un programa completo de reuniones en El Alto. Hugo dedicaba mañanas enteras cada semana a prepararse para las reuniones. Era un trabajo duro para él, pero contribuía enormemente a su desarrollo espiritual. Poco después de su bautismo le expresó al superintendente de circuito su deseo de ser precursor. “¿Por qué no empiezas ahora mismo?”, dijo el superintendente. Hugo pensaba que debía trabajar unos seis meses más haciendo zapatos. El superintendente de circuito le preguntó: “¿Cuántos zapatos puedes hacer en seis meses?”, y añadió: “¿Cuántas vidas estarán esperando ser salvadas?”. Hugo pensó en ello seriamente. Para el 1 de agosto ya era precursor especial. Él ha visto el grupo de El Alto multiplicarse muchas veces, pues de aquel pequeño grupo han salido cuatro congregaciones de alabadores de Jehová.

EL INTERÉS AMOROSO IMPELE A LOS SUPERINTENDENTES VIAJANTES

Cuando en 1946 los hermanos Michalec y Morris hicieron su primer y peligroso viaje a las yungas, experimentaron lo que significaba viajar en Bolivia. Actualmente, hay congregaciones que se hallan en zonas de más difícil acceso. Superintendentes viajantes abnegados, junto con sus esposas, se han gastado hasta el límite por llegar a congregaciones y grupos en los lugares más remotos. Sus viajes a menudo implican cambios drásticos de altitud. En muchos casos, solo se puede llegar a algunos lugares a pie y algunos de estos abnegados hermanos han tenido que andar hasta 200 Km. Hermanos como Nahín Escalera, Wallace Liverance, Mark Pefferman, y sus respectivas esposas, han tenido una participación destacada en esta actividad altruista.

Para ilustrar todo cuanto esto implica, consideremos una experiencia que tuvo el hermano Hugo Fernández, que, por entonces, era superintendente de circuito. Las lluvias habían convertido las carreteras en un lodazal resbaladizo. Con su motocicleta cargada hasta más no poder, recorrió unos 140 Km. en ocho horas. Al llegar a un río crecido, cuyo cauce tenía muchos metros de ancho, tuvo que detenerse. Se acercaba la noche. Era impensable permanecer a la intemperie toda la noche bajo una lluvia torrencial. Por otra parte, parecía imposible atravesar el río. Oró a Jehová, y entonces decidió que intentaría cruzarlo. Cubrió el motor con un plástico y se lanzó. “Habiendo entrado en el río con toda la carga que llevaba —relató él— tuve que hacer un gran esfuerzo para controlar el manillar a través de la corriente caudalosa y fría. El agua me salpicaba en la cara impidiéndome la visibilidad, y hasta llegué a pensar que el agua me cubría la cabeza. ¡Pero antes de que me diera cuenta ya estaba en la otra orilla!” Poco después, un automóvil que iba en dirección contraria intentó cruzar y se quedó atascado a la mitad. Cuán agradecido estaba Hugo a Jehová, que para él había sido su Proveedor de escape en aquella precaria situación. (Sal. 18:1, 2.) Pudo llegar sin contratiempo a la siguiente congregación. Desde 1977, el hermano Fernández ha servido como miembro del Comité de la Sucursal en Bolivia.

UNA MEMORABLE VISITA DEL HERMANO F. W. FRANZ

La visita a Bolivia en 1974 del actual presidente de la Sociedad Watch Tower, F. W. Franz, se recuerda con gran cariño en el país. El hermano Franz vino acompañado por dos misioneros de la primera clase de Galaad y otros tres miembros de la familia Betel de Brooklyn, todos los cuales, a instancias suyas, tuvieron parte en el programa. En este grupo se hallaba una hermana que había servido de misionera en Bolivia por más de nueve años y estaba muy agradecida de visitar nuevamente su “asignación extranjera”.

Se celebró una reunión especial en el Teatro al Aire Libre de La Paz, a la que hubo una gran concurrencia procedente de muchos lugares del país. En esta, el hermano Franz, presentó un magistral discurso basado en el Salmo 91. Al comenzar cayó un fuerte aguacero, pero, sin embargo, la mayor parte del auditorio permaneció en sus asientos durante las dos horas de programa. Algunos se preguntaban cómo era posible que el hermano Franz mantuviera secos su Biblia y sus apuntes. Pero al reparar más detenidamente, se dieron cuenta de que él estaba presentando el discurso —en el que intercalaba extensas citas de la Biblia— no solo en español, sino totalmente de memoria.

Los hermanos quedaron profundamente impresionados por el amor, sencillez y humildad del hermano Franz, así como de su disposición a permanecer hasta tarde en la noche dando respuesta a sus preguntas bíblicas.

UN COMITÉ DE LA SUCURSAL SE ENCARGA DE LA SUPERINTENDENCIA

Cuando se dispuso que un comité, en lugar de una sola persona, asumiera la superintendencia de la sucursal, los asuntos espirituales pudieron ser administrados desde un punto de vista más equilibrado y abarcador. En 1977, Eldon Deane, que había servido por muchos años en el servicio de tiempo completo en Argentina, fue enviado a Bolivia por el Cuerpo Gobernante en calidad de coordinador. Junto con los hermanos Hugo Fernández, Marco Ibieta y Walter Meynberg, quien ha servido en el Betel de La Paz por casi veinte años, comparte las responsabilidades propias del Comité de la Sucursal. Es evidente que esta medida de la organización tiene la bendición de Jehová.

SACERDOTES HUYEN DE “BABILONIA” PARA ACERCARSE A DIOS

Las ‘aguas de Babilonia’ se han venido secando a un ritmo acelerado. Sin lugar a dudas, la gente está retirándole su apoyo a la religión falsa. (Rev. 16:12.) Un ejemplo de esto fue el caso de un sacerdote jesuita. Después de estudiar la Biblia con los Testigos en Cochabamba, Julio Iniesta dedicó su vida a Jehová en su país de origen, España. *

Desde su niñez, Hugo Durán, nativo de Vallegrande, había experimentado una profunda necesidad de acercarse a Dios. Pensó que la mejor manera de hacerlo era profesando el sacerdocio católico. Pero después de haber dedicado diez años de preparación para el sacerdocio, se sentía más lejos de Dios que nunca antes. Él dijo: “En un seminario es imposible llegar a un encuentro personal con Dios. Siendo que prevalece el concepto ‘Dios está muerto’, él es un ser innominado, sin personalidad ni interés por el hombre. Principalmente, aprendíamos a memorizar una infinidad de ritos, de los cuales, en conjunto, no se podía extraer una simple gota de agua dadora de vida para satisfacer nuestra sed. En una ocasión, cuando nuestro seminario estaba necesitado de dinero, los curas alquilaron a una cantante para montar un espectáculo con el fin de recaudar fondos. Se nos había enseñado que incluso el mirar a una mujer era pecaminoso, de modo que nos estaban haciendo ‘pecar’ al traer a una mujer con el fin de recaudar fondos, acción con la cual demostraban su verdadera hipocresía”.

Finalmente, Hugo abandonó el seminario y se casó con una exmonja. Él continuó orando para de alguna manera hallar a Dios. Por aquel entonces, un Testigo llamó a su puerta en Santa Cruz y después de varias conversaciones se inició un estudio de la Biblia. Ahora Hugo empezó a aprender quién verdaderamente es Dios. En lugar de una deidad innominada y desinteresada, su nombre es Jehová, un Padre amoroso que se preocupa por las necesidades vitales de sus siervos. (Sal. 83:18; Luc. 11:2-4; Fili. 4:6.) Aunque al principio hubo aspectos de la verdad que a Hugo le resultaban difíciles, oró constantemente a Dios hasta que por fin llegó a convencerse. Desde su bautismo en 1973, ha ayudado a muchas personas a acercarse a Dios, y actualmente sirve como amoroso anciano cristiano en una congregación.

SE PROPORCIONA AYUDA A TRAVÉS DE LA ORGANIZACIÓN DE JEHOVÁ

Gracias al poder de la Palabra de Dios, en muchas ocasiones se han podido evitar las consecuencias desastrosas que pudieran resultar de un proceder autodestructivo. Pero en el caso de Carlos, un joven joyero de Santa Cruz, leer la Biblia por sí solo no fue suficiente. Él necesitaba ayuda de la organización de Jehová.

Frecuentemente llegaba a casa inconsciente, cargado a la espalda de un compinche de borracheras, mientras su familia le observaba impotente y sumida en llanto. Pasando el tiempo, los Testigos hablaron con su esposa, quien halló en las Escrituras consuelo y la esperanza de que la Biblia también podría ayudar a Carlos. Aunque Carlos sabía que su problema era grave, tenía el convencimiento de que los Testigos no tenían la solución. Cuando se sentía impulsado a beber, se esforzaba por pensar en su familia o se iba a la iglesia católica a rezar. Hasta trató de leer la Biblia, pero como le disgustaba el nombre Jehová lo sustituía por “Dios”. Todos estos esfuerzos fueron inútiles.

Su esposa y su hermano, que ya estaban estudiando con los testigos de Jehová, intentaron hablarle acerca de la Biblia, pero él los rechazó con insultos y desaires. A pesar de lo desesperanzada que parecía la situación, su esposa siguió orando para que se le presentara una oportunidad de ayudar a Carlos. Un día, en una reunión familiar, le preguntaron a Carlos si le importaría acompañarlos al Salón del Reino. Por no ser descortés, él accedió, pero con la intención de no entrar en el Salón. No obstante, al llegar, su esposa dijo: “Ya que estamos aquí, ¿por qué no entras un minuto?”. Aunque muy renuentemente, Carlos accedió. Estuvo presente durante las dos horas que duró la reunión, y aunque había entendido muy poco, le impresionó el hecho de que todo cuanto se dijo había sido respaldado con la Biblia. Esa semana asistió a dos reuniones más, y al llegar el domingo había decidido estudiar la Biblia en serio.

Sin embargo, el problema de la bebida no se superó de la noche a la mañana. Durante los siguientes ocho meses continuó bebiendo y, con cierta frecuencia, perdía su estudio bíblico y las reuniones. El hermano que le conducía el estudio procuró grabar en su corazón la importancia de poner en práctica lo que estaba aprendiendo, de acuerdo con el consejo en Lucas 6:46, que dice: “¿Por qué, pues, me llaman ‘¡Señor! ¡Señor!’ pero no hacen las cosas que digo?”. Pero ¿cómo podría él dominar el ansia por el alcohol? Otro hermano le recomendó que, cuando sintiera el impulso de beber, orara fervientemente a Jehová en ese preciso instante. Carlos lo puso en práctica y ¡dio resultado! Su familia, en un tiempo destrozada, comenzó a estar más unida a medida que todos crecían espiritualmente. Su situación económica mejoró tanto, que él pudo establecer su propia joyería. Tanto Carlos como su esposa y dos de sus hijos se han bautizado. Precisamente esos dos hijos son ahora precursores y Carlos es un superintendente cristiano. ¡Qué excelentes resultados se consiguen al aceptar con aprecio la ayuda que Jehová provee a través de su organización para que nos beneficiemos de su Palabra!

LA PALABRA DE DIOS ABLANDA LOS CORAZONES EN TARIJA

Aunque los habitantes de Tarija son de disposición tranquila y pacífica, esta región ha resultado ser, en sentido espiritual, un ‘terreno duro’. La gente de esta zona meridional de Bolivia se halla muy acomodada a sus costumbres tradicionales. Pero hacia 1978, funcionaba en Tarija una congregación de treinta publicadores. Sin embargo, tal vez debido a la actitud criticona por parte de algunos que en el pasado habían llevado la delantera, muchos tenían un sentimiento de incapacidad. De aquellos que habían llegado a ser proclamadores del mensaje del Reino en fechas más recientes, algunos se habían hecho inactivos. No obstante, por medio de animarlos, se había logrado que quince publicadores llegasen a ser de nuevo testigos activos de Jehová. La gente de la localidad también mostró una actitud más receptiva, a medida que los propios Testigos se mostraban más amigables y menos polémicos.

Por medio de camionetas en las que primero fueron veinte, luego treinta, cuarenta y hasta cincuenta publicadores, los hermanos trabajaron el territorio rural, teniendo que atravesar las carreteras pedregosas de las montañas. En muy pocos años, se ha podido llegar por primera vez con el mensaje de las buenas nuevas a unas treinta y cinco aldeas dispersas por esta región montañosa. Muchos chapacos (tarijeños de la montaña) han escuchado atentamente a los Testigos explicarles la verdad con la ayuda de Mi libro de historias bíblicas y sus hermosas ilustraciones. Estas excursiones evangelizadoras han ayudado a los hermanos a estar mucho más íntimamente unidos. En tan solo cuatro años se ha sobrepasado el doble de publicadores. Ahora hay dos congregaciones florecientes que se mantienen ocupadas en hallar a más personas de buen corazón.

¿“ESTÁN ARANDO EL MAR”?

Hace muchos años, un prominente boliviano auguró a los primeros Testigos que su obra sería en vano. Queriendo darle un tono de sentencia a su escepticismo, dijo: “Ustedes están arando el mar”. Lo que él no podía comprender era el poder de la Palabra de Dios, el funcionamiento del espíritu de Jehová y la determinación amorosa de sus Testigos.

Es cierto que ha sido un verdadero desafío el hacer Testigos estables en un país como este en el que, al comienzo, solo un 15% sabía leer. Pero los testigos de Jehová han enseñado a cientos de personas a leer y escribir, a fin de que pudieran leer personalmente la Palabra de Dios. Es un verdadero gozo ver ahora a ancianos, que en un tiempo eran analfabetos, presentar discursos en asambleas y explicaciones de asuntos espirituales profundos.

El pequeño grupo que se reunía en La Paz allá en el 1946 se ha convertido en veinte congregaciones. En lugar de haber una sola familia ocupada en la adoración verdadera en Cochabamba, ahora hay seis congregaciones. Hay tres en Oruro y dos en Potosí. En toda Bolivia hay más de 85 congregaciones de alabadores de Jehová. A pesar de la inflación galopante, huelgas que paralizan la actividad laboral del país y un clima muy inestable, el año de servicio de 1985 fue testigo de nuevos máximos en el número de publicadores, uno tras otro, hasta alcanzar la cantidad de 4.207 en abril. También en este mismo mes hubo un total de 1.005 hermanos ocupados en los varios rasgos del servicio de tiempo completo, ¡un 24% del número total de publicadores! El potencial de crecimiento en la cantidad de alabadores de Jehová es aún mayor, como lo indica la concurrencia de 17.169 personas a la Conmemoración de la Cena del Señor, y esto a pesar de la lluvia torrencial. Por medio de trabajo de cultivo paciente, el campo boliviano ha demostrado ser fructífero.

Como mineros resueltos en busca de metales preciosos, los testigos de Jehová se han valido de todo medio posible para encontrar a personas de corazón inclinado a la justicia. Han viajado por diversos medios: bicicleta, motocicleta, lancha, canoa, camioneta, avión, caballo, burro y, especialmente, a pie, a fin de llegar a las poblaciones más remotas con el mensaje del Reino. Durante las últimas cuatro décadas más de 180 misioneros han participado en esta obra.

A medida que los testigos de Jehová en Bolivia intensifican su testificación durante los últimos días de este viejo sistema de cosas, continúan depositando su confianza en Jehová. Al tener presente lo que Jehová ha hecho por ellos, se sienten identificados con las palabras del salmista, que escribió: “Muchas cosas has hecho tú mismo, oh Jehová Dios mío, aun tus maravillosas obras y tus pensamientos para con nosotros; no hay nadie que pueda ser comparado a ti. Si me inclinara a informar y a hablar de ellos, han llegado a ser más numerosos de lo que yo pueda relatar”. (Sal. 40:5.)

[Nota]

^ párr. 134 Véase La Atalaya, 1 de mayo de 1983, págs. 10-15.

[Ilustraciones y mapa de la página 71]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

BOLIVIA

RIBERALTA

TRINIDAD

Lago Titicaca

LA PAZ

COCHABAMBA

SANTA CRUZ

ORURO

VALLEGRANDE

SUCRE

COQUESA

POTOSÍ

UYUNI

ATOCHA

CHOROLQUE

TARIJA

PERÚ

CHILE

ARGENTINA

PARAGUAY

BRAZIL

[Ilustración de la página 74]

Eduardo y Elisabet Michalec han disfrutado de un ministerio fructífero en Bolivia durante los últimos 40 años

[Ilustración de la página 80]

Harold Morris (centro), uno de los primeros misioneros en Bolivia, junto a N. H. Knorr y M. G. Henschel en 1949

[Ilustración de la página 82]

Juan y Ester Hansler (a la derecha), con sus cuatro hijos, en el Salón del Reino de Santa Cruz dando la bienvenida

[Ilustración de la página 95]

La sucursal de La Paz

[Ilustraciones de la página 100]

La misionera Charlotte Tomaschafsky (a la derecha), testificando a una familia aimará junto al lago Titicaca. Las lanchas totora son parte del paisaje habitual del lago

[Ilustración de la página 107]

Los miembros del Comité de la Sucursal han estado en conjunto un total de 90 años en el servicio de tiempo completo. (De izquierda a derecha: Eldon Deane, Walter Meynberg, Marco Ibieta, Hugo Fernández)