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Austria

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LOS Alpes austriacos rezuman música. Austria, renombrada por las sublimes composiciones musicales de Haydn, Mozart, Schubert, los Strauss y otros, también es famosa por su belleza natural. Bosques densos, lagos cristalinos y vastos valles separan muchas de sus nevadas cumbres alpinas, que se alzan majestuosamente hacia el cielo hasta alcanzar alturas de incluso 3.797 metros. Según se avanza hacia el este, las montañas se transforman gradualmente en onduladas colinas y fértiles llanuras. La belleza de estos impresionantes parajes se ha visto resaltada por la hermosura espiritual de la verdad bíblica, que hizo su aparición en Austria a comienzos de siglo. Y desde entonces, las elevadas cúspides y los verdes valles austriacos resuenan con “canciones que enaltecen a Dios”, Jehová. (Sal. 149:6.)

Durante siglos, Austria formó parte del Sacro Imperio Romano Germánico. Más tarde, constituyó junto con Hungría el Imperio Austro-Húngaro. Por lo tanto, no es sorprendente que el 98% de la población hable alemán y que entre los grupos étnicos estén los magiares (húngaros), croatas y eslovenos. En los tiempos en que Viena era la capital de un vasto imperio, así como en los períodos que siguieron a las guerras mundiales, grandes cantidades de personas fueron a vivir a esta animada ciudad que reposa a la ribera del Danubio. Así, en la actualidad residen en Viena más del 20% de los aproximadamente 7.575.000 habitantes de Austria.

El catolicismo romano fue por siglos la religión oficial de Austria, de acuerdo con los dictados de los monarcas de la casa de los Habsburgo. Aún hoy, el 84% de la población profesa ser católica romana, y existe un concordato entre el gobierno austriaco y el Vaticano que garantiza el apoyo económico del gobierno a la iglesia católica. Otro 6% se considera protestante. No obstante, estas cifras no muestran la verdadera actitud de la gente hacia la religión, ya que la devoción a las instituciones religiosas ha decaído enormemente. Muchos se retraen de romper abiertamente los lazos que los unen a las religiones tradicionales, pues al austriaco de término medio le preocupa el qué dirán.

Se ha requerido mucho esfuerzo y la bendición del espíritu de Jehová para hallar a las personas que temen a Dios y enseñarles los caminos de Jehová. Como resultado, en la actualidad Austria cuenta con más de 17.700 personas que han demostrado que lo que más les preocupa es qué dirá Dios. Estos componen las 246 congregaciones de los testigos de Jehová.

Los primeros intentos de testificar

La vida religiosa de Austria a comienzos del siglo XX bailaba principalmente al son que tocara la iglesia católica romana. Aunque los protestantes poseían ciertos derechos, derechos concedidos en el llamado Edicto de Tolerancia, emitido en 1781, a las demás personas no se les permitía practicar su religión, a no ser que lo hicieran en privado. Pese a ello, Charles Taze Russell, el primer presidente de la Sociedad Watch Tower, decidió visitar Viena en 1911 para dirigir su atención, en primer lugar, a la población judía.

Llegó en tren a Viena, donde se había alquilado el gran salón de actos del Hotel Continental para el día 22 de marzo. Su discurso, preparado especialmente para atraer a los judíos sinceros, iba a ser “El sionismo en la profecía”. ¿Cuál sería la reacción de la población judía local a sus explicaciones sobre la profecía bíblica? Un rabino judío había enviado desde Nueva York un largo cablegrama en el que tergiversaba los hechos, y así predisponía a los judíos en contra de los Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová. Por ello, aunque el auditorio estaba abarrotado cuando el hermano Russell subió a la plataforma, pronto se dio cuenta de que aproximadamente una tercera parte de los presentes estaban resueltos a impedir que hablara.

Más tarde, Russell informó: “Desde el mismo comienzo de nuestra disertación, gritaron y vociferaron desde todas partes del auditorio, y algunos de ellos parecían estar poseídos por demonios. [...] Nos esforzamos por decir unas pocas palabras para disipar sus temores, pero no sirvió de nada. [...] Varios de ellos parecían estar deseosos de echarnos mano, pero los más sensatos acordonaron la zona donde estábamos y así formaron una especie de barricada alrededor de nosotros. No teníamos miedo; no obstante, los que conocían mejor a nuestros adversarios parecían temer bastante por nosotros. Viendo que no íbamos a conseguir nada, saludamos sonrientes con la mano, indicando que abandonábamos el intento, y dejamos la plataforma. Los mismos judíos que nos habían protegido nos abrieron camino, mantuvieron alejados a los adversarios y nos condujeron hasta la salida del salón de actos. [...] Al día siguiente se presentaron unos quince de ellos para hacer más preguntas sobre el plan divino”.

Para beneficio de los que buscaban sinceramente la verdad, se publicó el texto íntegro del discurso de Russell en el periódico Neues Wiener Journal.

Aquella no había sido la primera visita del hermano Russell a Viena. Veinte años antes, en 1891, había pasado por Viena en un viaje que le llevó desde Dresde (Alemania) hasta Kishinev (Rusia). En un comentario sobre la situación, tal como la vio en aquel tiempo, el hermano Russell escribió en Zion’s Watch Tower de noviembre de 1891: “No vimos ninguna buena perspectiva ni disposición para la verdad en Rusia, [...] nada que nos hiciera concebir esperanzas de alguna cosecha en Italia, Turquía, Austria o Alemania”.

A pesar de todo, se hizo un nuevo intento por ayudar a por lo menos algunas de las personas del lugar. A comienzos de 1914 se pidió a Maxwell G. Friend (apellidado por entonces Freschel, de padres judíos) que se trasladara desde la casa Betel de Alemania hasta Austria-Hungría para difundir la buenas nuevas del Reino mesiánico entre los judíos. En Viena comenzó un estudio bíblico de casa con dos suscriptores de la revista Zion’s Watch Tower. Él informó: “Los judíos raras veces respondían a las buenas nuevas, pues nos confundían con misioneros de la cristiandad. No sentían ningún cariño hacia la cristiandad debido a que durante muchos siglos los habían expulsado de un país tras otro y asesinado despiadadamente mediante el fuego y la espada”.

Solo unos meses después estallaba la primera guerra mundial. ¿Pondría aquello fin a todos los esfuerzos por compartir las buenas nuevas con el pueblo austriaco?

Comienza la cosecha posbélica

En medio de los horrores de la guerra mundial, había personas que pensaban y hablaban sobre asuntos espirituales. Aunque joven, Johann Brotzge era profundamente religioso. Como parte de su trabajo en la ciudad de Dornbirn, entregaba carbón a un hombre llamado Degenhart, que estaba a cargo del horno. A principios del otoño de 1917, Degenhart inició con este joven una conversación acerca del Reino de Dios una vez que fue a llevarle carbón. Poco después de esto, Johann fue reclutado para hacer el servicio militar. ¿Arraigarían las semillas de la verdad que había oído?

Tras haber experimentado los horrores de la guerra, Johann volvió a su hogar. Aquellas palabras acerca del Reino de Dios le habían causado una honda impresión, y aún bullían en su mente. Trató de encontrar a Degenhart, pero, lamentablemente, había muerto durante su ausencia. Sin embargo, en la primavera de 1919 Johann Brotzge conoció a Otto Mathis y Xaver Klien, quien para entonces era Estudiante de la Biblia. Fue Otto quien le facilitó las publicaciones bíblicas que por tanto tiempo había ansiado. Aquellos fueron los primeros Estudiantes de la Biblia en la zona oeste de Austria.

A unos seiscientos ochenta kilómetros de distancia, en el extremo oriental del país, la verdad penetró en otro corazón receptivo. Durante los años 1919 y 1920, un joven llamado Johannes Ehm trabajaba enseñando música en el pueblo de Deutsch Wagram, en la llanura de Marchfeld. Un matrimonio amigo suyo alquiló una habitación a un ingeniero alemán. La pareja le dijo a Johannes que el ingeniero, un tal señor Goller, hablaba de cosas totalmente nuevas e insólitas. Decía que el fin del mundo estaba cerca, que no existía el fuego del infierno y que la mayoría de los creyentes no iría al cielo, sino que, más bien, viviría en la Tierra algún día. No solo eso, sino que afirmaba que todo eso podía probarlo con la Biblia. “¿Te gustaría asistir a esa consideración?”, preguntó la pareja al joven maestro de música. Fue en aquella consideración donde Johannes vio una Biblia por primera vez en su vida. Más tarde, dijo: “Goller irradiaba serenidad, y contestó sosegadamente a todas mis preguntas... que no eran pocas”. Poco después, Johannes pidió los seis tomos de Estudios de las Escrituras, escritos por C. T. Russell, y se puso a estudiarlos ávidamente.

Mientras tanto, en Klagenfurt, en el sur de Austria, un joven contable llamado Franz Ganster trabó amistad por correo con un hombre llamado Egg, que residía en Suiza. Su correspondencia no se limitaba simplemente a intercambiar sellos y postales. Egg ya era Estudiante de la Biblia, y fue por medio de él que nuestro joven contable austriaco oyó el mensaje bíblico. Ganster pidió todas las publicaciones de la Watch Tower que había entonces disponibles en Suiza; se las entregó personalmente un tonelero llamado Leopold König cuando regresó a Austria desde Suiza en 1921. Más adelante veremos las repercusiones de todo aquello.

Más o menos para ese tiempo, un Estudiante de la Biblia alemán dejó un folleto a un matrimonio que vivía en Linz, en la parte septentrional del país. El folleto se titulaba Millones que ahora viven no morirán jamás. Después de leerlo, se lo prestaron a un amigo suyo, un granjero llamado Simón Riedler, y le dijeron: “Está escrito en un estilo sensacionalista”. Así que Simón Riedler le echó una ojeada con ciertos prejuicios. “Seguramente no son más que tonterías”, se dijo.

Sin embargo, lo leyó una segunda vez, y después, una tercera. ¿Llegaría a apreciar finalmente las gemas de la verdad que se hallaban en este folleto? Sí, y hasta el punto de sentirse avergonzado por la parcialidad con que lo había juzgado en un principio.

Puesto que deseaba investigar el mensaje más cabalmente, Simón escribió a la dirección de Viena que se suministraba al final del folleto. ¡Por cuánto tiempo había deseado tener una Biblia! De esta manera se puso en comunicación con Leopold König, el tonelero que había vuelto de Suiza y que ahora servía de repartidor. Cuando el hermano König envió a aquel granjero una Biblia de Lutero de tamaño de bolsillo, difícilmente podía imaginarse el enorme gozo que esta iba a producir. ¡Simón Riedler tenía por fin su propia Biblia! Junto con ella, leía Zion’s Watch Tower y Food for Thinking Christians (Alimento para cristianos pensadores). Sus familiares y vecinos se burlaron de él tanto como pudieron. Pero Simón Riedler había hallado la verdad; eso era todo lo que le importaba. Como él mismo dijo más tarde: “Mi corazón estaba rebosante, y la verdad fluía de mis labios”.

Se presta atención a un discurso memorable

A finales del otoño de 1921, en el espacioso Sofiensäle de la pintoresca ciudad de Viena se presentó una conferencia con un tema cautivador: “Millones que ahora viven no morirán jamás”. La reacción al mensaje fue muy diferente de la que el hermano Russell había encontrado hacía diez años.

Concerniente a aquella reunión, un informe explicó: “El mensaje tuvo un gran impacto. El anuncio causó bastante expectación y dio lugar a muchos comentarios en las calles aun antes de que comenzara la reunión. Mucho antes de que diera comienzo la conferencia, la sala ya estaba atestada y las puertas se habían cerrado. Hubo que despedir a centenares de personas. La muchedumbre escuchó con intensa atención el maravilloso mensaje acerca del establecimiento del Reino de Dios y la consoladora promesa bíblica de que millones que ahora viven no tendrán que morir”. Aquella noche se distribuyeron 2.100 folletos Millones, y 1.200 personas dieron su dirección para que se les pudiera visitar.

Hans Ronovsky fue una de las personas a quienes aquel discurso afectó profundamente. Él no había estado presente en el Sofiensäle, pero unas semanas más tarde, mientras paseaba por una de las calles comerciales de Viena, le llamó la atención un cartel que anunciaba la misma conferencia, que esta vez iba a presentarse en el Konzerthaus. Asistió, no para disfrutar de un vals de Strauss o un concierto de Mozart, sino para escuchar la encantadora melodía de las verdades bíblicas. Lo que oyó resultó ser un punto de viraje en su vida.

Actividad en las provincias

Ahora se dirigió la atención a otras poblaciones del país. Un día Franz Ganster recibió una postal de Viena. Debía alquilar el auditorio más grande que pudiera encontrar en Klagenfurt para que el hermano Emil Wetzel, enviado desde Dresde (Alemania) para superentender la obra en Austria, presentase una conferencia. “Pues bien, ese pudiera ser el salón del Hotel Sandwirt”, pensó Ganster, y salió en seguida a buscar al dueño del hotel.

“Yo le recomendaría —le dijo el gerente del hotel— que se colocasen unas cuantas sillas y mesas en el salón para que parezca más lleno, ya que seguramente no se presentarán muchas personas.”

Ganster replicó con resolución: “La orden que tengo es de alquilar el salón únicamente con asientos”.

Ahora bien, ¿quién iba a distribuir las muchas invitaciones para la conferencia? Ganster tuvo una idea. Aunque no era más que un obrero, contrató a dos hombres para que distribuyeran tres mil invitaciones por la ciudad. Como demostró más tarde el número de asistentes, evidentemente hicieron un buen trabajo. El gerente del hotel calculó que hubo unas dos mil personas presentes para el discurso. Y no solo estaba atestada la planta baja, sino también la galería o anfiteatro.

Entre los asistentes se hallaba Richard Heide, un estudiante de veinte años de edad. Cuando vio el cartel que anunciaba el discurso “Millones que ahora viven no morirán jamás”, dijo a su padre: “Papá, no me importa lo que diga la gente, pero voy a oír ese discurso. Quiero saber si esto es solo un cuento o hay algo de verdad en ello”. De manera que asistió, y tanto su padre como su hermana Therese decidieron acompañarle.

Después del discurso, muchos de los que asistieron dejaron su dirección y pidieron literatura. Para hacerse cargo de los pedidos, Franz Ganster encargó un abastecimiento abundante de Estudios de las Escrituras. Recibió tantos, que su patrona se preguntaba dónde metería todos los paquetes. Su habitación estaba hasta los topes de libros, desde el suelo hasta el techo, y apenas le quedaba sitio para él.

El señor Heide, impresionado por la conferencia, también pidió los siete tomos de Estudios de las Escrituras, que rápidamente devoró. No mucho tiempo después, se celebraban reuniones en su apartamento, donde con frecuencia se apiñaban hasta treinta personas en la sala de estar.

También en Graz, desde la primavera de 1922 se celebraban reuniones. Además, se presentaban discursos en otros pueblos de las provincias. De manera que la obra de Jehová aumentaba en intensidad en las provincias.

¡Qué celoso grupito formaban estos predicadores de Klagenfurt! Y eso que ni siquiera se habían bautizado aún. No fue sino hasta el 5 de julio de 1922 que hubo un bautismo en Viena; después, la semana siguiente se llevó a cabo un bautismo en la provincia de Carintia, donde los primeros frutos del territorio fueron sumergidos en las aguas del bello lago Wörther See. Entre ellos se encontraban Franz Ganster, el señor y la señora Heide (los padres), sus dos hijos —Richard y Therese— y un tal señor Kopatsch, quien más tarde llegó a ser bien conocido por su celo y franqueza de expresión.

Entre tanto, en Viena sucedió algo que dio lugar a animadas conversaciones, no solo entre el pueblo de Dios, sino también entre otras personas.

Una tumultuosa reunión en Viena

En 1922, cuando visitaba varias oficinas sucursales, el hermano Rutherford, el segundo presidente de la Sociedad Watch Tower, hizo una visita a Viena del 30 de mayo al 1 de junio. Se decidió que presentara una conferencia en el amplio Katharinenhalle. ¿Se le recibiría más favorablemente que cuando el hermano Russell intentó hablar en Viena once años atrás?

Cuando el hermano Rutherford y su intérprete, el hermano Conrad Binkele (de Suiza), subieron a la plataforma, todo espacio disponible en el auditorio, incluyendo los pasillos, estaba atestado de gente. Algunos hasta se sentaron en la plataforma, directamente delante del orador. Otros todavía estaban tratando de entrar. Sin embargo, entre los millares de asistentes, había algunos centenares que no habían venido a escuchar tranquilamente el discurso, sino, más bien, a interrumpirlo. Los opositores al mensaje bíblico habían situado a sus hombres por toda la sala, en particular hacia la parte de atrás.

Durante los primeros cuarenta minutos de la conferencia todo fue bien. De todas maneras, se había avisado al hermano Rutherford de que habría un intento de interrumpir la reunión. De modo que lo primero que hizo fue bosquejar los puntos principales de su discurso, con la intención de desarrollarlos más tarde. Pero tan pronto como terminó de explicar las ideas principales, estalló un tumulto. Unos doscientos o trescientos alborotadores comenzaron a vociferar y patalear como si de toros salvajes se tratase. Hombres y mujeres jóvenes saltaban sobre las sillas y señalaban en todas direcciones. En un momento, estos alborotadores interrumpieron por completo la conferencia.

El hermano Rutherford trató de apelar al auditorio para que se calmara y se comportara con propiedad, pero fue en vano. De nuevo trató de dirigirse a los asistentes por medio de su intérprete, y les dijo: “Deseo efectuar una votación ante el público para ver cuántos quieren terminar de oír esta conferencia”. La mayor parte de los presentes levantaron la mano afirmativamente. Pero los alborotadores manifestaron ruidosamente su desaprobación. Entonces, el hermano Rutherford dijo con voz firme: “Los que no deseen escuchar, tengan la bondad de salir inmediatamente del salón y dejar escuchar a las personas que así lo desean”.

Ante eso, se desató por completo la ira de los alborotadores. Los cabecillas del disturbio se abrieron paso a la fuerza por los pasillos. Cuando llegaron a menos de cinco metros de la plataforma, los alborotadores comenzaron a cantar “La Internacional”. Fue una acción tan histérica la suya, que parecía que estaban poseídos por demonios.

Entonces llegó el director de la sala y exigió que el orador desalojara inmediatamente la plataforma. El hermano Rutherford confiaba en que aquello no pasaría a mayores y que la policía impondría el orden, de manera que él podría continuar con la conferencia. Pero no fue así. El director de la sala apagó algunas luces, pero los opositores volvieron a encenderlas. Aún más alarmados, el director y dos o tres de sus ayudantes corrieron a la tarima del orador, agarraron al hermano Rutherford por el brazo y lo llevaron a la parte de atrás, fuera de la vista del auditorio.

Cuando la chusma llegó hasta la plataforma, todavía estaban cantando, y algunos de ellos gritaban: “¿Dónde está? ¿Dónde está? ¡Nuestra bandera es roja!”. Como no pudieron hallar al hermano Rutherford, la chusma apostó vigilantes en las salidas. Pero evidentemente pasaron por alto una puerta que había en la parte de atrás de la plataforma. Dicha puerta, por lo general cerrada con llave y atrancada, fue abierta inmediatamente. El hermano Rutherford y el hermano Arthur Goux, que había venido con él desde Nueva York, salieron apresuradamente por ella, tras lo cual en seguida volvieron a cerrarla y a echarle el cerrojo.

El periódico Neues Wiener Journal informó: “Escándalo en una conferencia bíblica: comunistas disuelven la reunión”.

Emil Wetzel, quien por entonces superentendía la obra de la Sociedad en Austria, escribió más tarde que durante los primeros seis meses de su asignación, casi todas nuestras reuniones públicas terminaban siendo desbaratadas. Por otra parte, existían muchas personas que sentían hambre de la verdad, y se procuró que recibieran el cuidado espiritual que necesitaban. Para facilitar ese cuidado, en 1923 la Sociedad abrió su primera oficina en Austria, en el número 12 de Pouthongasse, de Viena.

“De ningún modo te dejaré”

En 1924 se celebró por primera vez en Viena una asamblea general de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Al año siguiente, cuando volvió a celebrarse una asamblea en Viena, Johannes Schindler, de Dresde, figuraba entre los delegados. Ese fue un punto de viraje en su vida. ¿Por qué? Uno de los discursos culminó con la llamada: “¿A quién le gustaría servir de misionero auxiliar en Austria?”. (Hoy lo llamaríamos precursor.) Entre los seis hermanos que respondieron en aquel mismo momento, se encontraba Johannes Schindler.

Lo primero que hizo fue volver a Dresde para notificar a su patrono que dejaba el trabajo. En aquel tiempo, trabajaba de óptico de precisión en la prestigiosa empresa Ernemann-Zeiss-Ikon. Pero, ¿cómo iba el hermano Schindler a cuidar de sus necesidades materiales sin aquel trabajo? Se le permitiría usar para fines personales una parte del dinero que recibiera por las publicaciones. Sin embargo, en Austria era ilegal vender libros de casa en casa, y se interpretaba que aquella ley aplicaba a nuestra obra. Lo único que se podía hacer era decir bondadosamente al amo de casa: “Si desea contribuir algo para apoyar esta obra misional, siéntase libre de hacerlo”. Se requería una completa confianza en Jehová para que alguien aceptara esta asignación bajo aquellas circunstancias. Pero, ¿no había prometido Jehová a sus siervos: “De ningún modo te dejaré y de ningún modo te desampararé”? (Heb. 13:5.)

A la edad de veinticuatro años, el hermano Schindler ya tenía dos años de experiencia como proclamador de las buenas nuevas en su país natal: Alemania. Ahora, el 17 de octubre de 1925, con 100 marcos alemanes en el bolsillo, iba a Austria para comenzar su asignación en la ciudad de Wels y sus alrededores.

Trataba de vivir lo más económicamente posible. No obstante, ya durante el primer mes tuvo que recurrir a sus ahorros. Al cabo de tres meses, sus fondos se habían agotado por completo. De allí en adelante, su fe y confianza en Jehová verdaderamente fueron sometidas a prueba. Y Jehová cuidó de sus necesidades, pero a Su propio modo.

Por ejemplo: un sábado por la noche, después de que el hermano Schindler pagara con todo el dinero que le quedaba la habitación en la que él y su compañero de precursorado iban a pasar la noche, comenzó a pensar en el día siguiente. Tanto él como su compañero se dirigieron a su Padre celestial en oración. Lo primero que hizo el hermano Schindler el domingo por la mañana fue ir a la oficina de correos, que los domingos solo abría una hora, para ver si había correspondencia. ¡Qué sorpresa se llevó cuando le entregaron un paquete! ¿Su contenido? Quinientos folletos y una carta explicativa que decía que le enviaban los folletos sin cargo alguno.

Acababa de terminar el culto en la iglesia local, y los hombres, fieles a su costumbre, se reunieron en las tabernas para disfrutar de sus bebidas dominicales y jugar a las cartas. El hermano Schindler abordó al tabernero, le ofreció un folleto y le preguntó si también podía hablar con los clientes sentados a las mesas; el tabernero le concedió permiso.

El hermano Schindler se acercó a una mesa, puso un folleto delante de cada uno de los hombres que estaban sentados alrededor de ella y dijo: “Millones que ahora viven no morirán jamás. Pronto se cumplirá esta profecía de las Sagradas Escrituras. No vendemos estos folletos, pero si alguien desea contribuir algo para nuestra actividad misional, es libre de hacerlo”. Tan pronto como uno de los hombres depositó algunas monedas sobre la mesa, otros sacaron sus monederos e hicieron lo mismo. Así que el hermano Schindler fue de mesa en mesa distribuyendo los folletos sin temor.

Había más tabernas en aquel pueblo. En menos de una hora y media dejó vacía su cartera de predicación. Una vez más, el hermano Schindler y su compañero tenían el dinero que necesitaban para comprar comida y pagar su alojamiento. Con confianza en Jehová, esperaban anhelantes el siguiente día.

Hasta el día de su muerte, el 23 de diciembre de 1986, Johannes Schindler permaneció en las filas de los precursores, sirviendo por entonces en la República Federal de Alemania.

Los funerales atraen la atención

El mismo año que el hermano Schindler comenzó a servir de precursor en Austria, se envió al hermano Georg Gertz desde Alemania a la oficina sucursal de Viena. En las ciudades más importantes del país se ganó la reputación de ser un excelente orador.

Cuando falleció el hermano Heide, de Klagenfurt, el hermano Gertz recibió la asignación de presentar el discurso de funeral. El hermano Heide había sido muy conocido debido a su celosa participación en la predicación. Valiéndose de un listín de teléfonos, enviaba ejemplares gratuitos de las revistas y varios tratados, como Eclesiásticos denunciados y La caída de Babilonia, a todo rincón de Carintia. Una vez clasificados los sobres según su destino, sus hijos le ayudaban a llevar los envíos en una cesta de la lavandería hasta la oficina de correos. En muchas ocasiones, el hermano Heide recibía cartas de personas interesadas de varias ciudades y aldeas de Carintia, y si podía visitarlas personalmente, lo hacía.

Así que cuando el hermano Heide murió, no sorprendió el que muchas personas se interesaran en el funeral. La población rural de Austria da mucha importancia a los funerales. Por un lado, pueden hablar de ellos en términos elogiosos, pero por otro, puede que los reprueben categóricamente. Pues bien, unas dos mil personas asistieron a este funeral, el primero que se celebraba en Austria para un testigo de Jehová. Y puesto que a los austriacos les encanta hablar de funerales, este siguió siendo objeto de comentarios diez años después.

Comienzos pequeños, esfuerzo persistente

En la actualidad hay dieciséis congregaciones en Linz y sus alrededores, en Austria Superior. Pero fue de un modo muy gradual que la verdad bíblica arraigó en esta provincia. En sentido religioso, era una fortaleza de la iglesia católica, por lo que proclamar el mensaje del Reino en este territorio no era una tarea fácil.

Simón Riedler, aquel humilde granjero, hablaba entusiásticamente a otras personas del lugar acerca de las preciosas verdades bíblicas que había aprendido. Hacia 1930, el hermano Nasl, de Múnich (Alemania), vino en su ayuda, y entre los dos encontraron algunas personas interesadas. El hermano Riedler presentaba discursos a aquel grupo, o les leía de las publicaciones de la Sociedad. Generalmente asistían a estas reuniones entre treinta y treinta y cinco personas. Sin embargo, debido a la oposición, el interés se enfrió, e informes tan tardíos como los de 1940 muestran que solo había una hermana leal en Linz.

Al oeste, en la ciudad de Feldkirch, cerca de la frontera con Liechtenstein, un agente de aduanas llamado Wilhelm Coreth ya estaba testificando a sus compañeros de trabajo en el año 1922. Agathe Thaler y su madre, quienes por entonces vivían en la aldea de Lauterach, oyeron las buenas nuevas. Se organizó una reunión en casa de los padres de Agathe en presencia del sacerdote local. Acudieron entre veinte y veinticinco personas. El sacerdote no fue capaz de refutar con la Biblia ni uno solo de los argumentos que se presentaron. ¿Cuál fue el resultado? La familia entera aceptó la verdad. En 1925 la ciudad de Dornbirn pasó a ser el lugar donde se celebraban las reuniones, y venían hermanos de la cercana Suiza para dar discursos. Johann Brotzge, que había oído la verdad por primera vez allá en 1917, también había progresado hasta el punto de poder presentar discursos.

El progreso realizado por todo el país se reflejó en la concurrencia a la Conmemoración. En 1926 Viena informó 312 asistentes; Graz, 43; Klagenfurt, 26, y otros lugares, un total de 52.

Aquel mismo año, la superintendencia de la obra del Reino en Austria fue transferida a la oficina sucursal de Alemania. A fin de suministrar la supervisión local que se necesitaba, se envió a Austria a un hermano capacitado.

Adelanto a pesar de la oposición

En aquellos días la obra de predicar se llevaba a cabo en medio de condiciones difíciles. Los que compartían con otros las buenas nuevas del Reino de Dios, especialmente en las zonas rurales, no tardaban mucho en conocer a la policía.

Cierto día, un grupo de hermanos alquiló un autobús para predicar en algunas aldeas de la región de Waldviertel, una zona rural que está al norte de Viena. Cuando llegaron, ya les estaban esperando. Al entrar en la aldea, se encontraron de frente con una muchedumbre de aldeanos hostiles incitados por el sacerdote local. Entre la multitud había hombres con cascos de acero y rifles: pertenecían a las llamadas Heimwehren, milicias civiles apoyadas por algunos policías rurales. En cuanto los hermanos bajaron del autobús, los asaltaron y arrebataron todas las publicaciones que llevaban.

Ni que decir tiene que después de este incidente, cuando los hermanos predicaban en zonas rurales, bajaban del autobús a las afueras de las aldeas y daban un rodeo para entrar. Sin embargo, los enemigos de la verdad no tardaron en adaptarse a los nuevos métodos de los hermanos. Algunos lugares estaban totalmente bajo el dominio del clero, y la policía estaba muy dispuesta a cooperar con el clero en tomar acción contra los hermanos.

Las hostilidades a las que los hermanos tenían que encararse abarcaban toda faceta de la vida, y ni siquiera la misma muerte les ponía término. El señor y la señora Geisberger, que residían cerca de la pequeña ciudad de Schärding, aceptaron la verdad y renunciaron a la iglesia católica en 1923. Debido a esto, al poco tiempo la hermana Geisberger perdió su empleo de profesora de costura. Después, cuando su esposo murió, el sacerdote del pueblo trató de impedir que se celebrara el funeral del hermano Geisberger en el cementerio local. Por supuesto, legalmente, a nadie se le podía denegar un entierro. Así que los hermanos llevaron el asunto al comisionado del distrito. ¿Qué se podía hacer para enterrar a este hombre que creía en la Biblia y se había esforzado por vivir en armonía con ella? El sepelio solo podría celebrarse en la sección del cementerio reservada para los que se hubiesen suicidado. Por lo menos se permitió que el hermano Wetzel, de Viena, diera el discurso de funeral.

Perseguidos por ser cristianos

Las Escrituras no ocultan el hecho de que, en este mundo, el ser cristiano acarrea dificultades. Jesucristo dijo a sus seguidores: “Tengan presente la palabra que les dije: El esclavo no es mayor que su amo. Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán [...]. Mas todas estas cosas las harán contra ustedes por causa de mi nombre, porque ellos no conocen al que me ha enviado”. (Juan 15:20, 21.) Esta resultó ser la experiencia de los que se esforzaron por andar en las pisadas de Jesucristo durante ese período en Austria. A veces, como Jesús había advertido, la oposición vino de parte de parientes cercanos. (Mat. 10:32-39.) Pero esto no hizo que los hermanos austriacos dejaran de declararse firmemente del lado del Reino de Dios.

Beatrice Lojda era portavoz del Movimiento Socialista, y se había presentado a las elecciones para el Nationalrat (Consejo Nacional, o cámara baja del Parlamento). Una de sus amigas, de nombre Bretschneider, a quien conocía de sus actividades políticas, se había hecho testigo de Jehová y, naturalmente, le habló acerca del Reino de Dios. Invitó a Beatrice a escuchar una conferencia en el Hotel Continental, de Viena. Este era el mismo hotel en el que el hermano Russell había intentado sin éxito presentar un discurso allá en el año 1911. Beatrice no creía en Dios, y en un principio rechazó la invitación, diciendo: “¡Dios tendría que venir a mí primero y presentarse!”. Pero como quería agradar a su amiga, asistió al discurso. A pesar de sus ideas, ni siquiera durante el discurso pudo contenerse de decirle varias veces a la hermana Bretschneider: “¡Esto es la verdad! ¡Esto es la verdad!”.

En poco tiempo Beatrice se apartó de la vida política, en armonía con las palabras de Jesús a sus discípulos: “Ustedes no son parte del mundo”. (Juan 15:19.) Desde el mismo principio se le presentaron dificultades. Su marido la amenazó con divorciarse de ella a no ser que ‘recuperara el sentido’, como él decía. Pero ella se mantuvo firme en la fe y continuó así hasta su muerte.

Franz Monfreda, de Salzburgo, había sido un católico muy devoto, pero la verdad le llegó al corazón. Después de abandonar la iglesia católica el 12 de marzo de 1927, dedicó su vida a Jehová Dios. Esta acción no agradó en absoluto a su familia, por lo que le llovieron críticas y oposición. La situación llegó hasta tal extremo, que perdió su casa y su negocio. Su fe pasó por pruebas difíciles, pues tardó bastante tiempo en encontrar otro trabajo. Pero permaneció fiel a Jehová. ¿Qué dice él de aquella época? “Hoy me siento feliz por haber superado aquel período y haberme adherido a la verdad. El brazo de Jehová nunca ha resultado ser demasiado corto.” (Compárese con Isaías 59:1.)

Solo había una bicicleta

Los hermanos de la zona de Riedlingsdorf, en la provincia de Burgenland, mostraban un celo extraordinario en la obra del Señor. Su territorio era muy extenso, y apenas existían medios de transporte. Poseer una motocicleta, no digamos un automóvil, era algo imposible para ellos. Muchos ni siquiera tenían una bicicleta. De modo que algunos hermanos emplearon el siguiente método en el servicio del campo:

Un hermano comenzaba a caminar, y predicaba en las casas que encontraba. Un segundo hermano se adelantaba con su bicicleta hasta llegar a un punto prefijado, y la dejaba allí. Entonces continuaba su actividad a pie. Cuando el primer hermano llegaba al punto donde se había dejado la bicicleta, la conducía hasta el siguiente lugar previamente acordado. Si esta bicicleta hubiera tenido un cuentakilómetros, seguro que hubiese registrado una enorme cantidad de kilómetros recorridos en la proclamación del Reino.

Puesto que los hermanos solo disponían del domingo para participar en el servicio del campo, usaban el tiempo a cabalidad. A veces salían de casa a las tres de la mañana y volvían ya entrada la noche. Su ministerio se caracterizaba por su servicio de toda alma.

La lucha por los derechos legales

A medida que se extendía la obra de evangelizar, no era infrecuente que se convocara a los hermanos para que comparecieran ante los funcionarios locales por motivo de su predicación. Siempre que podían hacerlo, ellos eran sus propios defensores. En algunos casos, se les prestó asistencia legal. Pero las medidas legales no siempre los favorecieron.

No obstante, inscribir legalmente la sucursal local de la Sociedad Watch Tower resultó una tarea mucho más complicada que la de eludir veredictos desfavorables. Sencillamente, aún no era posible obtener reconocimiento legal como religión organizada. Los hermanos intentaron por lo menos inscribirse como asociación, pero las autoridades objetaron con este razonamiento: “Su intención es formar una organización religiosa, y una organización de tal índole no puede ser constituida bajo la legislación austriaca”.

Los hermanos interpusieron un recurso ante el Tribunal Constitucional, quejándose de que se les negaba su derecho legal a formar una asociación. La reacción inmediata del Tribunal Constitucional de Austria fue desestimar la apelación el 7 de diciembre de 1929. A continuación, los hermanos intentaron inscribir una asociación para la distribución de Biblias y publicaciones bíblicas, sin cometido alguno de carácter religioso. Esta solicitud no se denegó. De manera que el 24 de mayo de 1930 se constituyó una asociación local que serviría a los hermanos de instrumento legal.

El reconocimiento legal de la Wachtturm-Gesellschaft no significó de ninguna manera el fin de los impedimentos con los que los hermanos tenían que contender. Pero los siervos de Jehová se adhirieron a su responsabilidad bíblica. Reconocían que también debía darse testimonio a las autoridades. (Mar. 13:11.)

Nuevas congregaciones y una asistencia mayor

Con el fin de no suscitar muchas controversias, los hermanos decidieron dejar de celebrar asambleas grandes. Únicamente el Foto-Drama de la Creación, que se presentó en Viena por primera vez en 1922, se proyectaría también en ciudades más pequeñas de las provincias.

A pesar de ello, en algunos lugares la asistencia a las reuniones de congregación era considerable. Así sucedía en la ciudad de Leoben, donde Eduard Payer participaba en el servicio de tiempo completo. Antes de su llegada, nadie había oído hablar de los Estudiantes de la Biblia. Pero él predicó con gran celo, y en poco tiempo unas doscientas personas habían empezado a asistir a las reuniones. Para 1932 servía en Graz, la capital de la provincia de Estiria. Allí también varios centenares de personas habían empezado a asistir a las reuniones. Entre los presentes se hallaba un antiguo integrante de la legión extranjera francesa, Leopold Pitteroff, quien algún tiempo después sería enviado a un campo de concentración, pero aun allí mantuvo su integridad. La cantidad de grupos de estudio de la Biblia (o clases, como se las llamaba entonces) que se habían organizado en Austria ya había aumentado a treinta.

Arrecia la oposición

El cambio que tuvo lugar inmediatamente después en la escena política fue muy bien recibido por el clero, nuestros más acérrimos opositores. El doctor Engelbert Dollfuss, socialcristiano, asumía las funciones de canciller federal el 20 de mayo de 1932, y recibió un telegrama de felicitación del cardenal Pacelli, el secretario de Estado del Vaticano. Durante el tiempo en que el doctor Dollfuss se mantuvo en el poder, se restringieron marcadamente las libertades civiles. Aprovechándose hábilmente de una situación de emergencia ocurrida en 1933, disolvió el Parlamento. Entonces, con todos los hilos políticos ya en su mano, estableció lo que denominó “el primer gobierno católico ejemplar de Europa”. En círculos clericales se describía a Dollfuss como el estadista católico ideal.

En medio de estas circunstancias, ¿sería una sorpresa que se intentara prohibir nuestras reuniones cristianas? Tal prohibición se llevó a efecto poco después en Graz, donde centenares de personas asistían a las reuniones. Los hermanos no se dejaron intimidar. Presentaron inmediatamente una apelación, algo que no se les podía impedir, pues no habían infringido ninguna ley. Sin embargo, las autoridades retiraron los permisos de residencia de algunos precursores y así les obligaron a marchar de la ciudad. Prácticamente todas las semanas se presentaban acusaciones falsas contra los hermanos. Una publicación católica solicitó al gobierno que detuviese nuestra obra cristiana, lo que revelaba claramente quién estaba detrás de estas acciones.

Justo en el momento oportuno, la organización de Jehová suministró ayuda edificante. Aunque al hermano Rutherford se le hizo imposible venir en 1933 como había planeado, envió a N. H. Knorr y M. C. Harbeck, quienes se reunieron con los hermanos en el Wimberger’s Etablissement, en Viena. Aquella reunión contribuyó en gran manera a fortalecer a los hermanos.

Censura y confiscación de publicaciones

En armonía con la profecía bíblica que declara que el regir humano ha de ser reemplazado por el Reino celestial de Dios, nuestras publicaciones destacaban con toda claridad los tristes resultados de la gobernación del hombre. (Dan. 2:44; 7:13, 14, 27.) Semejantes afirmaciones ofendieron a las autoridades gubernamentales, pues se sentían aludidas por esas declaraciones. Como resultado, a principios de los años treinta, hubo una serie de confiscaciones de nuestras publicaciones.

Durante 1933 y 1934, los funcionarios públicos citaban a los hermanos casi todas las semanas para presentarles toda clase de objeciones. En muchas ocasiones, los funcionarios exigían que ciertos párrafos de las publicaciones se hicieran ilegibles. Para estar absolutamente seguros de que todos los párrafos en cuestión realmente se suprimían, apostaron un policía en la misma oficina de la Sociedad. Algunos días, el trabajo se alargaba por mucho tiempo, a veces hasta la medianoche. Y puesto que hasta el ojo de la ley se cansa en ocasiones, algunos pasajes de las publicaciones permanecieron legibles después de todo.

Restricciones a causa de la inestabilidad política

Las disensiones entre los diversos partidos políticos se intensificaron ostensiblemente. El Schutzbund socialdemócrata (las fuerzas armadas del partido socialista) pasó a la resistencia. La oposición de la clase obrera fue aplastada brutalmente en febrero de 1934. Se proscribió el partido socialdemócrata, a lo que siguieron mayores restricciones de las libertades individuales.

Como si de la proclamación del inicio de una nueva era se tratara, Austria aprobó una nueva Constitución en mayo de 1934. Sus palabras de introducción se asemejaban a un credo religioso: “En el nombre de Dios, el Todopoderoso, de quien todas las leyes se originan, con la presente declaración el pueblo austriaco se acoge a esta Constitución para su permanente estado federal cristianogermánico”. Pero en la vecina Alemania, Hitler, también católico, pero adepto a una ideología política diferente, ya se había afianzado en el poder. Y en julio, un apoyador del partido nacionalsocialista de Hitler asesinó al doctor Dollfuss, el canciller austriaco.

Los meses subsiguientes, bajo el gobierno encabezado por el canciller Kurt Schuschnigg, no trajeron alivio alguno a los que verdaderamente trataban de servir a “Dios, el Todopoderoso”. Todavía se les confiscaban las publicaciones bíblicas, y siguieron teniendo que comparecer ante los tribunales. En muchos casos también se prohibió la celebración pública de reuniones bíblicas.

Las autoridades disuelven la asociación local

Finalmente, mediante un decreto emitido el 10 de septiembre de 1934, el comisionado federal de Seguridad de Viena disolvió la Wachtturm-Gesellschaft, la asociación legal utilizada por los testigos de Jehová. Sin embargo, después de que los hermanos interpusieron recurso, el decreto fue revocado por la oficina del canciller federal en su capacidad de órgano ejecutivo al cargo de la seguridad pública.

Pero los funcionarios que estaban especialmente deseosos de acabar con nuestra obra no se cruzaron de brazos. El 17 de junio y el 17 de julio de 1935, se volvió a decretar, en esta ocasión por el administrador federal de Seguridad, que la “Wachtturm-Gesellschaft, sucursal de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract de Brooklyn (Nueva York)”, quedaba disuelta. Los hermanos intentaron nuevamente apelar contra este decreto, pero esta vez, infructuosamente.

El Reino en primer lugar a pesar de los obstáculos

Los hermanos continuaron predicando de casa en casa, aunque con cautela. A pesar de su cuidado, a menudo se les arrestaba y sentenciaba a prisión, o bien a pagar una multa. Aun cuando la cárcel podía significar varias semanas de detención, lo preferían antes que pagar una multa, porque pensaban en las oportunidades que esto les brindaba de dar testimonio.

Fue en aquella época turbulenta y de inseguridad económica, cuando Leopold Engleitner comenzó el servicio de tiempo completo. En enero de 1934 se mudó a su asignación de territorio en la Alta Estiria, donde apenas se había dado testimonio hasta aquella fecha.

El nacionalsocialismo ya ejercía una influencia dominante en aquella región. Como resultado de ello, en algunos lugares se había declarado la ley marcial. Eso era lo que sucedía en Schladming, que a causa de los disturbios provocados por los nazis había sido ocupado por una milicia civil. En vista de la seriedad de la situación, el hermano Engleitner solo llevaba una pequeña cantidad de literatura en los bolsillos de su chaqueta para no atraer la atención. Siempre comenzaba a trabajar los pueblos desde las afueras, y ofrecía las publicaciones únicamente a las personas en quienes creía que podía confiar.

Cierto día lo arrestaron, y, debido a la situación política que imperaba, le preguntaron en la comisaría si llevaba algún arma encima. Nuestro hermano replicó que sí, metió la mano en su bolsillo y sacó de él una Biblia que colocó sobre la mesa. (Efe. 6:17.) Cuando a los oficiales se les pasó la risa, lo dejaron marchar.

Al clero, no obstante, le perturbaba la labor de este siervo de Jehová. Siempre que comenzaba a predicar en una de las aldeas más grandes, los clérigos se encargaban de que todos los habitantes estuviesen informados, incluyendo la policía. El hermano Engleitner sufrió un arresto tras otro. Poco después empezaron a imponerle sentencias de cárcel. Al principio solo era por cuarenta y ocho horas cada vez, pero las sentencias se fueron haciendo progresivamente más largas. Finalmente, tuvo que seguir con su actividad en otro lugar.

En su nuevo territorio, un valle remoto de una región montañosa, se cercioró de no pasar por alto ninguna de las casas. Incluso cuando no había nadie en casa, les dejaba algo para leer.

En cierta ocasión, un labrador, al ser el primero en llegar a casa, se fijó en el tratado y lo leyó con atención. Interesado, pidió que le enviaran más publicaciones y, con el tiempo, llegó a ser un hermano fiel. Pero no fue sino hasta treinta y dos años más tarde que conoció inesperadamente al hermano Engleitner en una asamblea de distrito.

¿Qué hacían allí?

Un incidente ocurrido en la aldea de Riedlingsdorf describe con claridad el clima de tensión que existía. Se había programado un funeral en aquella aldea, y el hermano Ronovsky, de Viena, iba a presentar el discurso. En aquel tiempo, los funerales suponían la única oportunidad disponible de testificar a un grupo grande. Sin embargo, cuando nuestro hermano se aproximó a la fosa, se sorprendió ante lo inusitado de la escena. Frente a él formaban cincuenta hombres, de la policía y de la milicia civil, que, con sus cascos de acero puestos y los rifles bajo el brazo, parecían dispuestos a entrar en acción. Había unas cien personas presentes, incluyendo al sacerdote local. El hermano Ronovsky intentó presentar lo mejor que pudo un testimonio acerca de Jehová Dios, su Hijo y la esperanza de la resurrección. Pero, ¿qué hacían allí aquellos hombres armados?

No fue sino hasta más tarde que el hermano Ronovsky se enteró de la razón de aquel incidente que tan nervioso le había puesto. Los hermanos de aquella aldea le contaron después que sus explicaciones bíblicas sorprendieron a los miembros de la policía y de la milicia civil, pues el sacerdote local había esparcido el rumor de que los Testigos eran comunistas que trataban de derribar el gobierno.

Restringen las reuniones

Desde 1935 en adelante, las reuniones no pudieron seguir celebrándose en público. Todo los estudios de La Atalaya habían sido prohibidos, incluso en casas particulares. En algunas ocasiones, las autoridades sostenían que se hacía peligrar la seguridad pública, y en otras, que la población católica se sentía agraviada a causa de las reuniones. Pero el mandato de la Palabra de Dios era: ‘No abandonen el reunirse’. (Heb. 10:25.)

Los hermanos continuaron reuniéndose, aunque solamente en casas particulares y en grupos reducidos de ocho o diez personas. El lugar de reunión se cambiaba constantemente. De esta manera no atraían atención indebida. En sus reuniones consideraban las Escrituras con la ayuda de La Atalaya y otras publicaciones, como El Arpa de Dios, Creación, Profecía, Gobierno y Luz. Y, también, cuando había grabaciones de discursos bíblicos disponibles, las escuchaban. A pesar de la proscripción gubernamental, el pueblo de Dios siguió aumentando en número constantemente.

Aun cuando se requería esfuerzo sincero, los hermanos no dejaron de asociarse regularmente con sus compañeros de creencia. Puesto que Viena no está lejos de la ciudad checoslovaca de Bratislava, o Presburgo, los hermanos alquilaban un autobús cada dos fines de semana con el propósito de viajar de Viena a Bratislava para celebrar el estudio de La Atalaya. El 9 de junio de 1935, algunos hermanos austriacos asistieron a la asamblea de distrito que se celebró en Maribor (Yugoslavia), y en 1936 fueron a la asamblea de Lucerna (Suiza). En Austria, sin embargo, continuaba acumulándose la tensión.

Preparativos en espera de la persecución

Los informes procedentes de Alemania permitían entrever lo que nuestros hermanos estaban aguantando, y eso estremecía a los publicadores austriacos. Oraban a Jehová en busca de la fortaleza necesaria para soportar semejante dolor y sufrimiento si fuese necesario, y para permanecer fieles. Pero la situación aún no había llegado hasta ese extremo.

En el verano de 1937 se instó a todos los que pudieran a asistir a una asamblea que iba a celebrarse en Praga (Checoslovaquia). A fin de dar cabida a todos los que se apuntaron para hacer el viaje desde Viena hasta Praga, hicieron falta tres autobuses. Era un viaje de un día entero. Sin embargo, no todos pudieron pagar el viaje en autobús. El hermano Engleitner y otros cinco hermanos de Bad Ischl y los alrededores recorrieron los 360 kilómetros en bicicleta.

Todos los que asistieron a la asamblea creían que con toda probabilidad esta sería la última reunión grande que disfrutarían en libertad. Los temas de los discursos sirvieron muy bien para preparar a los hermanos para el período crítico que iba a sobrevenirles. Durante esta asamblea se señaló repetidas veces que los hermanos se estaban aproximando rápidamente a un tiempo de pruebas severas. Se les fortaleció con instrucciones específicas concernientes a su conducta bajo persecución. Para evitar poner en peligro a otros en caso de que se registrasen algunos hogares, también se les advirtió que no tuviesen lista alguna con nombres de compañeros Testigos. (Mat. 10:16.) Se señaló al aguante firme de los hermanos de Alemania como un excelente ejemplo que seguir. Se instó a los asambleístas a aguantar fiel y obedientemente, confiando plenamente en Jehová, sin importar lo que pudiera suceder. (Pro. 3:5, 6.)

Y de esta manera la asamblea llegó a su fin. Con el corazón embargado por la tristeza, cantaron: “Dios esté contigo hasta que nos volvamos a reunir”, y se despidieron de sus hermanos y de la hospitalaria ciudad de Praga. Muchas lágrimas se derramaron al partir, pues nuestros hermanos ahora comprendían la razón por la que se les había exhortado a asistir a aquella asamblea.

Las tropas alemanas traspasan la frontera

Todo parecía indicar que en poco tiempo las tropas alemanas invadirían Austria. Algunas personas confiaban ciegamente en un resurgimiento económico tan pronto como Alemania se anexionase Austria. Pero los que no concordaban con la ideología de Hitler temían las posibles represalias. En cuanto a los hermanos, ellos sabían que inevitablemente se presentarían situaciones que pondrían a prueba su lealtad a Jehová. Tal como se había temido, las tropas de Hitler se pusieron en marcha y cruzaron la frontera austriaca el 12 de marzo de 1938.

Como una semana antes, en previsión de lo que estaba a punto de acontecer, se vendió la propiedad de la Sociedad en Viena, y el hermano responsable y su esposa dejaron Austria y se fueron a Suiza. Cuando los hermanos de Austria se enteraron, se preguntaron: ‘¿Qué significa todo esto?’. ‘¿Cómo va a continuar la obra?’ ‘¿De dónde vamos a conseguir el alimento espiritual?’

Al hermano August Kraft (también conocido por Kraftzig), que había trabajado en la oficina de la Sociedad, también se le dio la oportunidad de marchar de Austria. Pero él dijo: “Prefiero quedarme con las ovejas”. Amorosamente él las estimuló, fortaleció y cuidó. ¡Qué agradecidas estaban por este hermano y pastor temeroso de Dios que las cuidaba tiernamente aun a pesar de que su nombre ya estaba en la lista de personas perseguidas por la Gestapo alemana! Se mantuvo activo, visitando a los hermanos de Innsbruck, Klagenfurt y otros lugares del país. Con gran cautela, visitaba los hogares de los hermanos ya adentrada la noche y se iba temprano a la mañana siguiente.

Exigencias del nuevo régimen

El 10 de abril fue un día lleno de tensión. El pueblo austriaco debía votar si concordaba con la anexión de Austria a Alemania. No obstante, esta cuestión ya se había decidido con mucho tiempo de antelación. Nadie podía pasar por alto el insistente llamamiento al público que aparecía por todas partes en carteles que decían: “Su SÍ para Hitler”.

¿Qué hicieron los hermanos? Ellos sabían que, sin importar cómo actuaran, los comités electorales tenían medios de hallar cuál había sido la decisión de cada votante. El día del referéndum, Johann Viereckl, de Viena, se fue al bosque por la mañana temprano y no volvió hasta bien avanzada la noche protegido por la oscuridad. Según le explicaron más tarde sus vecinos, los oficiales del comité electoral habían llamado a su puerta cinco veces. Sin que mediara ningún acuerdo previo, otros hermanos hicieron exactamente lo mismo que Johann para mantener su neutralidad. Sin embargo, ahora los hermanos tenían una cosa muy clara: los nuevos gobernantes no les perdían de vista.

Para expresar solidaridad con el nuevo régimen, se le exigía a la gente que decorara sus ventanas con la bandera que llevaba la esvástica. En la pequeña ciudad de Knittelfeld, la hermana Altenbuchner vivía en un apartamento que daba a la calle. Los representantes locales del régimen la abordaron repetidas veces, exigiéndole que colocara la esvástica en sus ventanas. Dejaron claro que si se negaba, segaría la animosidad de todos sus vecinos. Parecía que se encaraba a la hostilidad de todos. Aún así, por razones de conciencia, decidió que no colocaría la bandera ¿Las consecuencias? Recibió una orden judicial de desalojar su apartamento que daba a la calle y mudarse a uno que se le asignó en el interior del edificio, donde no se exigía colgar banderas en las ventanas. Una solución que jamás se habría imaginado.

Se satisface la necesidad de alimento espiritual

Por algún tiempo después de que Hitler ocupara Austria, los hermanos consiguieron celebrar pequeñas reuniones en Viena, aunque lo hicieron muy discretamente. En cada distrito de Viena había un hermano al cargo del cuidado espiritual de los grupos de estudio.

Al principio el hermano Kraft iba a Vorarlberg a buscar los ejemplares de La Atalaya que los hermanos suizos pasaban de contrabando a través de la frontera. En camino a Viena, hacía una parada en Innsbruck para ponerse en contacto con los hermanos Defner y Setz, que se llevaban algunas copias para la zona del Tirol. El hermano Setz guardaba este tesoro espiritual bajo la leña que tenía apilada detrás de su casa. Dicho así, parece muy sencillo. Pero no hay que olvidar que la Gestapo y sus informadores estaban en todas partes.

Hermanas valerosas satisfacen una necesidad primordial

El hermano Kraft organizó todo rápidamente para que los hermanos continuaran recibiendo el alimento espiritual cuando a él lo arrestasen. Algunas hermanas valerosas se ofrecieron gustosamente para trabajar en la distribución del alimento espiritual. Therese Schreiber, de Viena, era una de ellas. El hermano Kraft le enseñó a mimeografiar La Atalaya con una máquina sencilla.

La actividad clandestina consumía mucho del tiempo de Therese, pero ella encontró un trabajo seglar de media jornada que le permitía cubrir sus gastos y los de su madre. Ella procuraba obrar con prudencia. Un buen número de hermanos ya habían sido arrestados. Puesto que su madre estaba gravemente enferma del corazón, ¿cómo podría salir adelante si la arrestaban a ella? Therese la tranquilizaba, asegurándole continuamente que Jehová nunca la dejaría en la estacada.

Otras hermanas valerosas también estaban preparadas para atender los intereses de Jehová de cualquier modo que fuera necesario. La hermana Stadtegger, de Wels, se ofreció para viajar a la parte occidental del país a fin de entregar ayudas para el estudio de la Biblia a los hermanos del Tirol. Continuó haciéndolo hasta que cayó en manos de la Gestapo. Sin mediar procedimiento legal alguno, fue enviada al campo de concentración de Ravensbrück. Nunca volvió. Algún tiempo después, su marido también fue encarcelado.

¿Estaba Satanás saliendo triunfante?

En mayo de 1939, después de visitar nuevamente a los hermanos y fortalecerlos, el hermano Kraft solo disfrutó de una corta estancia en su modesto hogar de Viena antes de que la Gestapo asestase un golpe despiadado. Fue arrestado el 25 de mayo. Las puertas de la maquinaria de exterminio del campo de concentración de Mauthausen se abrieron, y allí se extinguió su vida. Una profunda tristeza embargó el corazón de los hermanos cuando oyeron de su muerte. Se le recuerda cariñosamente por su sobresaliente amor a Jehová y a sus hermanos.

¿Habían salido triunfantes Satanás y sus secuaces al arrestar y encarcelar a estos siervos de Dios y dar muerte a algunos de ellos? ¡Al contrario! Como se muestra en el caso de Job, Satanás sostiene que las personas solo sirven a Jehová si las circunstancias se les presentan favorables. Por lo tanto, todos los testigos que demostraron su fidelidad bajo penalidades se sumaron al cúmulo de evidencia de que el Diablo es un terrible mentiroso y de que Jehová es el Dios verdadero, a quien amaban con todo su corazón. Jehová recompensará abundantemente a quienes le han servido con tanta lealtad. (Job 1:6-12; 2:1-5; Sant. 5:11.)

Dos tipos de bolsas de comida

El hermano al que ahora se le confió la dirección de la obra de predicar no trabajaba en la oficina de la Sociedad, sino que era el propietario de una pequeña verdulería de la que se mantenían él y su esposa. Su nombre era Peter Gölles. “Sin ningún tipo de instrucciones de organización”, como él decía, se le pidió que, hasta donde fuese posible, mantuviese la actividad del pueblo de Dios en marcha bajo aquellas circunstancias opresivas.

Puesto que el hermano Kraft ya no estaba con ellos, el hermano Gölles se encargó de que las ayudas para el estudio de la Biblia se copiasen y distribuyesen por todo el país. Por la noche trabajaba secretamente en fríos sótanos, y durante el día se presentaba en su tienda de comestibles. No era seguro utilizar el correo, de manera que las publicaciones se entregaban mediante mensajeros. Las contribuciones no eran suficientes para cubrir los gastos de transporte, por lo que el hermano Gölles lo ponía de su propio bolsillo. Puesto que los clientes solían recibir las verduras y otros comestibles que compraban en bolsas de papel, cuando algunas personas seleccionadas salían de la tienda con bolsas de papel que contenían algo un tanto diferente, no llamaban la atención. Por algún tiempo, así fue como los mensajeros y los hermanos de Viena pudieron obtener el alimento espiritual de la tienda del hermano Gölles.

Llega ayuda para el hermano responsable

A partir de 1938, se fue haciendo cada vez más difícil mantener contactos con Suiza y los Países Bajos, aunque solo fuese para introducir algunos ejemplares de La Atalaya en el país. Se interrumpieron muchos contactos debido a los arrestos, y a veces fue necesario hacer recorridos en tren de hasta más de una semana de duración para obtener el alimento espiritual de otros países. El hermano Gölles intentó obtener provisiones espirituales vía Presburgo (Checoslovaquia), haciendo que la hermana Kattner trajese las publicaciones desde allí. Pero poco después también fue cortada esta ruta.

Fue en aquellos momentos cuando se presentó en escena Ernst Bojanowski. Procedía de Alemania, pero ya había estado en contacto con hermanos de Austria. Bojanowski se ofreció a colaborar con el hermano Gölles y trabajó con la hermana Schreiber mimeografiando ayudas para el estudio de la Biblia. Bojanowski parecía ser un hombre valiente con gran iniciativa. También viajaba para entregar publicaciones. En tres ocasiones llegó a bautizar a nuevos hermanos y hermanas.

Otra ayuda fue el mimeógrafo que se instaló en el sótano de la casa de un jardinero vienés. Se requería mucho trabajo para usarlo porque había que desenterrarlo de su escondite cada vez. No obstante, nadie llegó a saber lo que se estaba haciendo, porque el dueño de la propiedad había emigrado, y la única persona que se quedó para atender la casa fue el jardinero, y este era hermano.

Otros Testigos prestaban su colaboración en la parte occidental del país, cerca de la frontera italiana. La hermana Gelmi ampliaba diapositivas de los artículos de La Atalaya que Narciso Riet introducía a través de la frontera con Italia. Entonces ella preparaba las matrices para el mimeógrafo, y las copias, una vez terminadas, se llevaban a un lugar en lo alto de una montaña. Desde allí se procedía a su distribución. La hermana Tammerl, de Innsbruck, y las hermanas Entacher (madre e hija), de Schwaz, colaboraban en la distribución de ayudas para el estudio de la Biblia a sus compañeros de creencia. Se daban cuenta de lo que podía ocurrirles si se les detenía, y estaban preparadas para enfrentarse a ello si fuese necesario.

En manos del enemigo

De repente, se desató una nueva oleada de arrestos, especialmente entre septiembre y octubre de 1939. Entre los Testigos circuló el rumor de que un hermano había divulgado algunos nombres a las autoridades. Uno puede leer por sí mismo los detalles en documentos de la Gestapo actualmente disponibles para su consulta. El informe de la Gestapo de Viena, fechado el 2 de noviembre de 1939 dice:

“Kuderna, mencionado en el informe diario del 31 de octubre de 1939, ha declarado que la actividad ilegal de la I.B.V. [Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia] sigue llevándose a cabo hasta el momento presente. Entonces pasó a revelar los nombres de los hermanos más prominentes de la I.B.V. en casi todos los distritos de Viena.”

Johann Kuderna había sido un compañero de creencia desde 1924. Por razones hoy desconocidas, parece que facilitó las cosas a los enemigos sin proponérselo.

La obra sufrió un nuevo revés cuando el código secreto que empleaban las hermanas para la distribución de las revistas también cayó en manos de las autoridades. Ahora les era fácil entender lo que quería decir la frase “veinte ejemplares para ‘Resi’”... el nombre de la hermana Schreiber era Therese y la llamaban Resi para abreviar. La hermana Schreiber fue detenida y enviada al campo de concentración de Ravensbrück sin haber sido juzgada. Y ¿qué fue de su madre? Había muerto dos meses antes.

Testificación valerosa ante el tribunal

Transcurrido algún tiempo, la hermana Schreiber fue llevada nuevamente a Viena desde el campo de concentración. ¿Qué pretendían hacer con ella? Pronto iba a averiguarlo. Durante el proceso celebrado en la Audiencia Provincial de Viena, ella vio sobre la mesa varias revistas La Atalaya en las que aparecía el nombre de Hitler. Habían sido publicadas clandestinamente. La hermana Schreiber supuso que conocían su implicación tanto en la reproducción como en la distribución de las revistas.

“¿Hizo usted estas copias?”, le preguntó el juez enfáticamente. Ya con anterioridad a su detención la hermana Schreiber había orado a Jehová para que pusiera las palabras adecuadas en su boca, a fin de poder dar un testimonio que lo honrase a Él. Ella asumió la responsabilidad, respondiendo con entereza: “Sí, lo hice”.

La hermana Schreiber era una mujer físicamente agraciada y de modales distinguidos. El juez, obviamente impresionado, quiso absolverla. Pero la Gestapo la mantuvo bajo custodia y la envió de nuevo al campo de concentración. Un traslado posterior a un campo de trabajos forzados le salvó la vida, aunque tuvo que soportar cinco años y medio de detención.

Se siguen mimeografiando publicaciones

Esa fue una época difícil para el hermano Gölles pues, uno tras otro, iban arrestando a sus leales colaboradores. Él se esforzaba al máximo por continuar distribuyendo el alimento espiritual. Pero, ¿quién le iba a ayudar? Se acordó de una hermana que unos meses antes le había abordado y le había dicho: “Hermano Gölles, quisiera hacer algo para la obra del Señor”. Se trataba de Hansi Hron (actualmente, Buchner), que se había bautizado en 1931. Ella había pasado algunos años en el extranjero, y había regresado a Austria en un momento crítico. Estaba plenamente dispuesta a asumir la difícil misión de servir de mensajera.

Ludwig Cyranek también ofreció su ayuda. Ya había cumplido una sentencia de dos años de prisión en Alemania. Tan pronto como fue puesto en libertad, reemprendió la actividad clandestina y puso su experiencia al servicio de los hermanos de Viena. Tomó parte en la arriesgada tarea de reproducir La Atalaya.

Pero, ¿se habría divulgado también la ubicación del mimeógrafo? No estando seguros de la respuesta, los hermanos primero trasladaron la máquina a un lugar, y después, a otro. El hermano Cyranek preparaba las matrices, mientras que el hermano Joseph Schön, de Praga, y la hermana Anna Voll, de Viena, le dictaban el texto, y Ernst Bojanowski, junto con otro hermano, hacía las copias mimeografiadas. La hermana Hansi Hron las recogía en un lugar diferente para distribuirlas entre los hermanos.

Nuevamente hubo que cambiar el emplazamiento del mimeógrafo, y el hermano Schön encontró en una casa de campo un lugar donde esconderlo. Allí, él y otro hermano mimeografiaban las revistas. Una vez completada esa tarea teocrática, el hermano Schön entregaba las ayudas para el estudio de la Biblia a los hermanos. Cierto día, en uno de los lugares de entrega, se le invitó a quedarse y charlar un poco. Fue un error. Poco después fue arrestado.

La hermana Hron aprendió de esta triste experiencia. Ella tomó por costumbre hacer sus entregas rápidamente y entonces se ponía de nuevo en camino. Unos seis meses después también fue arrestada. Pero había realizado su deseo sincero de “hacer algo para la obra del Señor”.

Con el paso del tiempo, los hermanos se hicieron más sagaces a la hora de ocultar la literatura y la ubicación de sus grupos de estudio. De esta manera, cuando la policía registraba sus hogares por sorpresa, nunca encontraba ninguna publicación. En algunos lugares los hermanos iban a las montañas o a los bosques para celebrar sus reuniones. Cuando el maíz estaba lo suficientemente crecido, se reunían en pequeños grupos en medio de los campos, entre las hileras de los tallos, donde no podían ser avistados desde la carretera. ¡Y qué apropiados eran los artículos de estudio de La Atalaya!, artículos como “Nación fiel” y “Aguante en la verdad”. Era verdaderamente “alimento al tiempo apropiado”. (Mat. 24:45.)

El enemigo busca el mimeógrafo

Los funcionarios públicos se disponían a asestar un nuevo golpe. Querían arrestar a tantos testigos de Jehová como fuera posible, pero también intentaban desesperadamente encontrar la multicopista que se usaba para hacer copias de La Atalaya.

Los archivos de la Gestapo que se han podido consultar contienen una orden emitida el 8 de junio de 1940, que dice: “Por orden de la RSHA [oficina principal de seguridad del estado alemán], Berlín, el 12 de junio de 1940 todos los miembros del I.B.V., así como todas las personas que trabajan para este movimiento y todas las personas a las que se les conozca como Estudiantes de la Biblia, deberán ser puestas bajo custodia. [...] Las mujeres también están incluidas. [...] Esta medida de la policía estatal abarca todo el territorio del estado alemán y deberá ejecutarse repentinamente el día 12 de junio de 1940. Deberán registrarse las casas al mismo tiempo que se efectúan arrestos, y deberá incautarse todo lo relacionado con el movimiento de los Estudiantes de la Biblia”.

Este ataque enemigo se llevó a cabo de manera tan fulminante que resulta imposible reconstruir los detalles. Pero sabemos que en una sola redada se arrestó a 44 hermanos y hermanas, incluyendo a la mensajera Hansi Hron.

Sin embargo, la evidencia muestra que el enemigo estaba resuelto a hacer más que solo detener personas. Esto lo atestigua un veredicto de la audiencia de Viena fechado el 28 de enero de 1941. Dice: “Solo después de investigaciones detalladas se hizo posible encontrar el lugar donde se efectuaba la impresión. Se descubrió el escondite, y se encontró y requisó la multicopista, junto con la máquina de escribir y otros artículos”. La maliciosa satisfacción de los enemigos del pueblo de Jehová queda claramente reflejada en esas palabras.

¿Transigió?

Más tarde, durante el interrogatorio de la hermana Hron, el oficial que la interrogaba descontinuó las preguntas y salió de la habitación. Durante su ausencia, los ojos de la hermana Hron repararon en el expediente sobre el interrogatorio de Ernst Bojanowski. Lo que leyó fue como una sacudida. Contenía tantos nombres de hermanos y tantos otros detalles que no pudo por menos que sospechar que Bojanowski había colaborado con las autoridades.

¿Había colocado el oficial aquellos papeles allí deliberadamente, tratando de desalentar a la hermana e inducirla a divulgar más información? El expediente del interrogatorio de Bojanowski fue conservado durante la guerra. Algunas partes parecen una historia de la obra de los testigos de Jehová en Austria entre 1938 y enero de 1940. No sorprende entonces que se esparciera el rumor entre los hermanos: “¡Nos han traicionado!”.

Con el fin de encargarse de ciertas actividades espirituales clandestinamente, Bojanowski fue a Alemania en diciembre de 1939. Tanto él como Ana Voll fueron arrestados en Dresde. Un artículo aparecido en el órgano oficial del régimen nazi, Völkischer Beobachter, del 21 de marzo de 1941, amplió los detalles. Decía:

“Dresde, 20 de marzo. El tribunal especial de Dresde sentenció a muerte [...] a Ludwig Cyranek [...] por socavar la moral de los poderes militares, por su participación en una asociación opuesta al servicio militar y por violación de la proscripción que pesa sobre la Asociación Internacional de Estudiantes Sinceros de la Biblia [...]. Ernst Bojanowski, de Berlín, fue sentenciado por los mismos delitos a doce años de prisión y privación de derechos civiles por diez años.”

Ludwig Cyranek era aquel hermano fiel que se había ofrecido valientemente para continuar trabajando clandestinamente después de haber cumplido una pena de dos años de prisión. ¿Y Bojanowski? ¿Se le golpeó brutalmente? ¿Estaba tan preocupado por su propia seguridad que divulgó información acerca de sus hermanos? ¿Se falseó el expediente parcialmente? No lo sabemos, pero, según los hermanos de Alemania, Bojanowski estuvo muy poco tiempo encarcelado.

Jóvenes, pero leales

Los documentos oficiales que se conservan de la época nazi no lo revelan todo, pero dan testimonio de la integridad inquebrantable a Jehová por parte de muchos. Auguste Hirschmann (actualmente, Bender), cuyos padres también estaban en la verdad, era una joven de diecisiete años cuando fue interrogada por la Gestapo. Su firmeza la refleja este informe de octubre de 1941:

“Sus padres la educaron en las doctrinas de los I.B.V. y hasta este día profesa ser testigo de Jehová. La persona mencionada estudió la Biblia repetidas veces con sus padres, para que, como ella misma admite, aquello ‘fortaleciese su fe y lealtad’ y adquiriese la fuerza necesaria para adherirse a las doctrinas enseñadas por los I.B.V. [...] Hirschmann se niega a dar información alguna sobre personas de su misma convicción. Debe ser calificada de incorregible.”

Elisabeth Holec, una frágil y enfermiza joven de dieciocho años de edad, también demostró una actitud firme y denodada por la verdad. En el expediente de su interrogatorio, fechado el 17 de diciembre de 1941, los oficiales solo pudieron decir: “Elisabeth Holec continúa adhiriéndose a las ideas de los I.B.V. y reconoce haberse congregado con personas de las mismas creencias. Se niega, sin embargo, a dar información sobre otros Estudiantes de la Biblia y declara que eso sería traición, algo que no se practica en la ‘Organización’”. Junto con su madre fue llevada al campo de concentración de Ravensbrück, donde murió.

Pero volvamos ahora a 1939, un año después de que las tropas de Hitler invadieran Austria.

Arrestos en la noche de la Conmemoración

La Conmemoración del 4 de abril de 1939 resultó ser un día de pruebas severas para muchos hermanos. Hicieron los preparativos necesarios, repasaron una vez más los puntos principales del discurso y dispusieron los emblemas. Pero ellos no eran los únicos que estaban haciendo preparativos.

En Bad Ischl se reunieron cinco personas en el apartamento de Franz Rothauer para celebrar la Conmemoración. El motivo de la reunión era rememorar la trascendencia de la muerte de Jesucristo en el desarrollo del propósito de Jehová. Sabían bien que Jesús había soportado, con integridad inquebrantable, pruebas severas que culminaron con su muerte.

El hermano Engleitner se había preparado concienzudamente para presentar el discurso al pequeño grupo reunido, pero no llevaba ningún bosquejo. Sin embargo, apenas había empezado a hablar, cuando alguien golpeó violentamente la ventana. El amo de casa abrió la puerta, y cinco hombres entraron precipitadamente en la habitación donde se hallaban los hermanos. Dos eran miembros de la temida Gestapo, y los otros tres eran de las SS (miembros de la policía militarizada del partido nazi). Se ordenó a los hermanos que pusieran las manos en alto y las mantuvieran así hasta que se terminara de cachearles. Los hombres revolvieron todo el apartamento y se enfurecieron al no encontrar ninguna publicación de la Watch Tower.

Propusieron a los hermanos que se declararan miembros de una secta religiosa dispuesta a atenerse a las órdenes del Führer (Adolf Hitler) y que no querían tener relación alguna con los testigos de Jehová. Como es lógico, ninguno de los hermanos quiso hacerlo. Por lo tanto, todos ellos fueron arrestados. Al único que se le permitió volver a casa fue al hermano Engleitner, pero fue detenido después. Los demás hermanos fueron llevados inmediatamente a la cárcel de Linz, la capital de la provincia. Allí se encontraron con muchos otros Testigos que habían sido arrestados aquella noche. Poco después, los hermanos fueron transportados al campo de concentración de Dachau, y a las hermanas se las envió a Ravensbrück.

Alois Moser, Josef Buchner y otros hermanos de Braunau y sus alrededores tuvieron experiencias parecidas aquella noche. También se les arrestó durante la celebración de la Conmemoración. Años más tarde el hermano Buchner todavía recordaba el discurso con el que el comandante del campo, Grünewald, recibió a los hermanos a su llegada a Dachau: “Y ahora, Estudiantes de la Biblia, van a ser ‘almacenados vivos’ en Dachau. Y aquí en este campo se pudrirán. No saldrán de aquí; su salida será por la chimenea”. Con eso quería decir que sus restos serían incinerados en el crematorio.

Sí, ahora les tocaba a ellos encararse a la muerte a manos de los enemigos de la adoración verdadera de la misma manera que lo hizo aquel cuya muerte se habían reunido para conmemorar. Aguantaron seis años de sufrimientos en los campos de concentración antes de ser finalmente liberados.

Una posición de neutralidad cristiana

Siglos atrás, el profeta Isaías había escrito: “En la parte final de los días tiene que suceder que [...] muchos pueblos ciertamente irán y dirán: ‘Vengan, y subamos a la montaña de Jehová, a la casa del Dios de Jacob’ [...]. Y él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra”. (Isa. 2:2-4.) Contrario a esto, el régimen nazi exigía que todos los varones declarados útiles para el ejército fueran adiestrados en el arte de la guerra. ¿Qué harían los testigos de Jehová de Austria?

Poco después de que los nazis ocuparan Austria, el gobierno emitió una orden que requería que todos los que habían hecho el servicio militar durante la primera guerra mundial participaran en tres días de ejercicios de instrucción militar. Por lo tanto, se notificó a Johann Rainer que debía presentarse en el cuartel de Innsbruck.

¡Qué espectáculo! Ochocientos hombres en posición de firmes estaban a punto de prestar el juramento militar. Delante de todos ellos, el hermano Rainer se negó a hacerlo. Sin más dilación, fue llevado a una habitación para ser interrogado. Al salir, vio al capellán, llamado Klotz, vestido con su uniforme de militar, con un gran crucifijo que le pendía del cuello y muchas medallas en el pecho que le fueron concedidas durante la primera guerra mundial. Tras saludar con un “Heil Hitler!”, el clérigo abordó al oficial para darle su opinión sobre el hermano Rainer.

Algún tiempo después, el hermano Rainer fue conducido de nuevo ante varios oficiales para seguir interrogándole. Uno de los oficiales dijo que lo que el sacerdote y el hermano Rainer les habían contado no concordaba. El hermano Rainer contestó que en el capítulo 23 de Mateo podían leer lo que Jesús dijo acerca de semejantes líderes religiosos, a saber, que eran hipócritas. Otro oficial se puso de su parte. “¡Ese hombre tiene razón!”, dijo. No obstante, el hermano Rainer fue encerrado, y su caso remitido a la Audiencia Provincial. Llegado ese momento, la propietaria del negocio de venta de alimentos al por mayor en el que trabajaba Rainer se puso en contacto con el jefe de policía, quejándose de que no tenía a nadie que hiciera el trabajo del hermano Rainer. De manera que se le permitió volver con su familia y seguir en su empleo.

En más de una ocasión, parientes y patronos influyentes intervinieron a favor de los hermanos, aun no siendo Testigos, frecuentemente debido a que tenían en alta estima la honradez y el trabajo diligente de los hermanos. Pero no a todos les fue tan bien.

Los inútiles esfuerzos de los oficiales nazis

Casi un año después de que los ejércitos de Hitler invadieran Austria, Hubert Mattischek continuaba esforzándose en la obra de predicar. Pero en marzo de 1939, un automóvil se detuvo junto a su casa y de él se apearon dos oficiales de la Gestapo. El hermano Mattischek no tenía que adivinar a quién iban a visitar. Él se encontraba sereno y tranquilo.

“Tenemos que registrar la casa en busca de publicaciones proscritas”, dijo uno de ellos. El hermano Mattischek ya había tomado la precaución de distribuir la mayor parte de las publicaciones, y el resto lo tenía almacenado en un lugar seguro fuera de la casa. De manera que al terminar la búsqueda, los oficiales estaban contrariados.

“¿Qué va a hacer cuando le llamen próximamente para hacer el servicio militar?”, le preguntó uno de ellos.

El hermano Mattischek contestó sin vacilar: “Me negaré a prestar juramento o a hacer cualquier otra cosa que esté relacionada con la guerra”.

Ante eso, el segundo oficial le preguntó: “¿Está usted al tanto de las consecuencias?”.

El hermano replicó: “He sido consciente de ellas por mucho tiempo”. Acto seguido fue arrestado.

Unas semanas después el hermano Mattischek se vio en un vagón de ganado, junto con otros hermanos, dirigiéndose al campo de concentración de Dachau. En total, el hermano Mattischek aguantó tres diferentes campos de concentración antes de que se le abrieran las puertas a la libertad.

Cuando los hermanos llegaban al campo de concentración de Mauthausen, el célebre comandante Spatzenegger les daba la bienvenida con las palabras: “Ningún gitano y ningún Estudiante de la Biblia saldrá vivo de aquí”. Muchos, efectivamente, perdieron la vida en aquel campo.

Muchas veces, a los hermanos se les hicieron ofrecimientos que les hubieran permitido escapar de aquella maquinaria para matar. Por ejemplo: una mañana temprano, mientras estaban en el campo de concentración de Mauthausen, se les ordenó a Hubert Mattischek y a su hermano Willi que se presentaran en la puerta del campo. Como se puede comprender, a medida que caminaban hacia la entrada, sentían una enorme tensión nerviosa. Se les llevó ante el comandante del campo, Ziereis, quien estaba rodeado de un grupo de dirigentes de alto rango del partido y algunos hombres de las SS. El Gauleiter (título de los jefes regionales del partido) de Austria Superior, August Eigruber, también estaba presente.

Ziereis tomó la palabra, y volviéndose a nuestros hermanos, les dijo: “El Gauleiter, aquí a mi lado, quisiera enviarles de vuelta a ustedes dos a su casa en seguida. Lo único que tienen que hacer es firmar un papel, preparado especialmente para los testigos de Jehová, y les ahorrará años de sufrimiento”.

Hubo un momento de silencio y perplejidad entre los oficiales cuando oyeron a los hermanos contestar resueltamente: “No tenemos la intención de ser desleales a Jehová Dios ni a nuestras creencias”.

El comandante Ziereis se dirigió a los hombres allí presentes y les dijo: “¿No se lo advertí?”. Evidentemente habían estado hablando antes acerca de la tenacidad de los testigos de Jehová.

Adiestramiento para el servicio social obligatorio

Franz Wohlfahrt fue reclutado para hacer el servicio social obligatorio del Reich (alemán). Pero cuando llegó al campo de adiestramiento, se dio cuenta de que el propósito de esta instrucción también era suministrar adiestramiento premilitar. Rehusó vestir el uniforme. Cierto día, trescientos jóvenes y cerca de un centenar de oficiales de menor y mayor graduación formaron en el patio donde se pasaba revista, y se le ordenó a Franz Wohlfahrt que marchase con la mano alzada, en posición de saludo hitleriano, al tiempo que rendía tributo a la bandera que llevaba la esvástica. No obstante, él tuvo presente lo que habían hecho los tres jóvenes hebreos cuando se les ordenó inclinarse ante la imagen que Nabucodonosor había erigido en la antigua Babilonia. (Dan. 3:1-30.) ¡Qué fortaleza le dio aquello! Siguió su fiel ejemplo.

Pocos días después, el doctor Almendinger, un alto oficial de Berlín, intentó personalmente hacer cambiar de opinión al joven hermano. “No te das cuenta de todo lo que vas a pasar”, le dijo el doctor Almendinger durante la conversación.

“¡Claro que me doy cuenta! —contestó nuestro joven hermano, que para entonces tenía veinte años—. ¡Hace solo unas semanas decapitaron a mi padre por la misma razón!” El doctor Almendinger se dio por vencido. Finalmente, Franz fue sentenciado a cinco años de prisión en el campo de Rollwald, en Alemania.

Ejecutados por su neutralidad cristiana

Cierto día de septiembre de 1939, se esparció un inquietante rumor por Salzburgo, una ciudad situada al pie de las montañas. Un sentimiento de intranquilidad se apoderó de la gente, incluso de aquellos que esperaban grandes beneficios del régimen de Hitler. ¿Qué se estaba susurrando a los oídos de la gente? Se corrió la voz de que dos hombres habían sido fusilados en el acuartelamiento de Glanegg, cerca de Salzburgo.

Lo que al principio no parecía ser más que un rumor resultó ser la cruda realidad. Los hombres, Johann Pichler y Josef Wegscheider, dos de nuestros hermanos, habían sido ejecutados por un destacamento militar debido a que rehusaron efectuar el servicio militar. Pero la ejecución no se llevó a cabo con la normalidad que esperaban los oficiales que estaban al mando. Los dos hermanos declararon que no era necesario vendarles los ojos, aunque se hizo de todas maneras. Entonces, cuando se dio la orden, los soldados se negaron a disparar. No fue sino hasta después de que se advirtiera enérgicamente a los soldados que se encararían a medidas disciplinarias si desobedecían y de que se les diera la orden por segunda vez, que los soldados fusilaron a aquellos hombres inocentes. Pero eso no fue todo.

Durante su proceso en Salzburgo, el juez y sus auxiliares intentaron convencer a los acusados de que cambiaran de opinión. Este juez hizo comparecer ante el tribunal a las respectivas esposas de los hermanos, con la confianza de que su presencia influiría en ellos y les haría ceder. Por el contrario, una de las mujeres se dirigió a ellos con palabras de estímulo, y les dijo: “La vida de ustedes está en manos de Dios”. Aquello impresionó tanto al juez que, ostensiblemente agitado, dio un puñetazo sobre la mesa y gritó: “¡Estas personas no son criminales ni traidores, son un conjunto de creyentes cuya cantidad no se limita a dos o tres, sino que se eleva a cientos y hasta a miles!”. Pese a ello, la ley exigía la sentencia de muerte.

El día antes de la ejecución, los hermanos Pichler y Wegscheider fueron visitados en su celda, y hubo un nuevo intento de persuadirles a cambiar de idea. Cuando se les preguntó cuál era su última voluntad, expresaron el deseo de tener una Biblia. El juez mismo se la entregó en persona. Estuvo observándolos en su celda hasta la medianoche; después, se fue, y dijo: “En su última hora los dos hombres estuvieron en unión con su Dios; ¡son verdaderos santos!”.

Consumada la ejecución, los dos féretros fueron entregados a los familiares para que celebraran el funeral en privado. Unas trescientas personas asistieron al acto, celebrado, por supuesto, bajo la más estricta vigilancia policial. Se prohibió entonar cánticos, y la oración fue interrumpida por los improperios de un oficial de la Gestapo a quien le pareció demasiado larga. La Gestapo también había prohibido emplear el nombre Jehová. Pero eso no impidió que cuando bajaban los féretros, un hermano exclamase: “¡Hasta que nos reunamos de nuevo en el Reino de Jehová!”.

Después que los sucesos relacionados con esta ejecución se hicieron públicos en Salzburgo, todas las demás ejecuciones fueron transferidas a Berlin-Plötzensee (Alemania).

Palabras de fe desde las celdas de los condenados a muerte

El 6 de enero de 1940, Franz Reiter, de treinta y seis años, escribió a su madre desde el centro penitenciario de Berlin-Plötzensee: “Estoy plenamente convencido de que mi manera de actuar es la correcta. Mientras esté aquí, aún puedo cambiar de idea, pero para Jehová eso sería deslealtad. Todos los que estamos aquí deseamos permanecer fieles a Dios, para su honra”.

Mencionó a “todos los que estamos aquí” porque había otros cinco hermanos de lugares cercanos a su localidad que, como él, se encaraban a la muerte en la guillotina. Su carta continuaba con estas palabras:

“Si con el conocimiento que tengo, hubiese prestado el juramento [militar], habría cometido un pecado por el que merecería la muerte. Eso hubiese sido nefasto para mí. No tendría resurrección. Pero me apego a lo que dijo Cristo: ‘El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará’. Hoy, mi querida madre, y todos mis hermanos y hermanas, me han comunicado la sentencia; no se alarmen, he sido sentenciado a muerte. Seré ejecutado mañana por la mañana. Dios me da fortaleza, al igual que siempre lo hizo con todos los verdaderos cristianos del pasado. El apóstol escribe: ‘Todo nacido de Dios no peca’. Lo mismo me aplica a mí. Te lo he probado, y has podido darte cuenta de ello. Querida madre, no dejes que esto te apesadumbre. Sería provechoso para todos ustedes que llegaran a conocer mejor las Santas Escrituras. Si permanecen firmes hasta la muerte, nos volveremos a ver en la resurrección. [...]

”Tu Franz.

”Hasta que volvamos a encontrarnos.”

Algunos recibieron cartas parecidas de sus cónyuges. La hermana Endstrasser, de Graz, era todavía una joven esposa cuando el cartero le entregó una carta con fecha del 15 de diciembre de 1939. Solo piense por un momento cómo debió sentirse ella mientras leía:

“Querida Erna:

”Ha ocurrido tal como yo lo he decidido [...]. No llores, porque hemos llegado a ser un espectáculo teatral al mundo, y a los ángeles, y a los hombres. (1 Cor. 4:9.) Saludos de nuevo y besos en espíritu.

”Tu Dati.

”Te veré de nuevo en el Reino.”

Cartas como estas, que mostraban tanta fe, animaban a los que todavía disfrutaban de libertad a mantenerse fieles. Ellos, a su vez, trataban de animar a sus hermanos en prisión, a pesar del peligro que podía suponer para ellos mismos.

Por ejemplo: una carta que Franz Zeiner recibió mientras estuvo encarcelado en Berlín incluía la siguiente exhortación: “Continúa firme en la fe porque Jesucristo nos ayudará, y también lo hará nuestro magnífico Padre celestial [...]”. Como se podía esperar, esta carta había sido leída por el censor. Franz Zeiner fue ejecutado el 20 de julio de 1940. Pero, ¿qué fue de Wilhelm Blaschek, quien escribió esa carta estimulando a Franz a permanecer firme en la fe? Fue hallado y arrestado, y el 11 de agosto de 1941 se le sentenció a cuatro años de trabajos forzados en una penitenciaría, acusado de ‘socavar la moral del ejército’.

Separados de sus hijos

Las pruebas a las que otros se enfrentaban tenían que ver con sus hijos. Debido a que les enseñaban las creencias de los testigos de Jehová, basadas en la Biblia, Richard Heide y Johann Obweger fueron llamados a comparecer ante el presidente de la Audiencia Territorial de St. Veit/Glan.

Después, el hermano Heide recibió una orden judicial que dictaminaba que debía quitársele la custodia de su hijo. Según la orden judicial, “es peligroso dejarlo [a su hijo Gerhard] al cuidado de su padre, ya que él es Estudiante de la Biblia y le prohíbe hacer el saludo hitleriano y cantar himnos patrióticos”.

Gerhard fue puesto al cuidado de otra persona, y a su padre solo se le permitió verlo muy de vez en cuando. Después, él y todos sus compañeros de clase fueron enviados a un campamento para niños que había en Lienz, en el Tirol oriental, donde él se quedó hasta que terminó la guerra en 1945. Pero Gerhard no olvidó lo que sus padres le habían enseñado. ¡Ha sido precursor por más de treinta y ocho años!

Joven, pero leal

¿Y qué sucedió con la hija de Johann Obweger? Hermine apenas tenía once años cuando fue arrancada de sus padres y enviada a un reformatorio. Pero sus padres habían aprovechado bien las oportunidades que habían tenido para inculcar la verdad en su hija.

Los enemigos de la verdad no pudieron quebrantar la lealtad de Hermine a Jehová. Sus arduos esfuerzos por obligarla a cantar una canción patriótica o a decir el saludo “Heil Hitler!” no tuvieron éxito. Ella se negó resueltamente a transigir de manera alguna. Cierto día un profesor intentó obligarla a llevar la chaqueta del uniforme de la Liga de Muchachas Alemanas. Pero pese al empeño que pusieron las personas responsables por ponerle a la fuerza la chaqueta, no consiguieron pasar las mangas más allá de los codos, así que desistieron del intento.

Pese a la desaprobación de las autoridades escolares, a los padres todavía se les permitía visitar a su hija. Como es natural, empleaban estas oportunidades para animarla a permanecer firme en la fe. Otra cosa que también animaba a Hermine era la lealtad de su hermano Hans. Ella sabía que había estado en prisión y que más tarde había sido trasladado a un campo de concentración por haberse negado a hacer el servicio militar. También sabía que estaba aguantando lealmente. Sin embargo, otro de sus hermanos se alistó en el ejército. Los directores de la escuela utilizaron astutamente este argumento con el fin de quebrantar su lealtad. Pero no contaban con la fuerte determinación de Hermine. Su denodada respuesta fue: “Yo no sigo a mi hermano. Sigo a Cristo Jesús”.

En vista de que no estaba dispuesta a transigir, y con la intención de poner fin a las visitas de su padres, las autoridades enviaron a la niña a un convento de Múnich (Alemania). Sin embargo, en mayo de 1944 se le permitió ir a casa unos días. Fue una enorme sorpresa para sus padres. Pero las autoridades no se imaginaban lo que iba a ocurrir. Durante su estancia allí, Hermine fue bautizada, y el hermano Ganster, aún en libertad para servir a los hermanos, dio el discurso de bautismo. Esto infundió en Hermine mayor fortaleza para permanecer leal a Jehová durante el tiempo que quedaba hasta la caída definitiva del régimen nazi.

¡Cuidado! Espías y confidentes

Debido al constante acecho de informadores en todas las localidades —sobre todo por parte de los vigilantes de bloques de casas y otros que trabajaban para la Gestapo—, las actividades espirituales de los hermanos fueron haciéndose cada vez más difíciles. Cierto día, Johann Viereckl quería visitar a Peter Gölles, quien por entonces superentendía la obra de predicar en Austria. En lugar de ir directamente a la tienda del hermano Gölles, el hermano Viereckl se detuvo en una casa que había junto a la tienda para pedir información a una señora de negocios que parecía haber estado interesada en la verdad y que conocía al hermano Gölles. Le preguntó cómo estaba Peter Gölles y si lo habían detenido. Sin embargo, ella no quiso darle información. Más bien, le dijo que cruzara la calle y fuera a una floristería. Allí podría obtener la información que buscaba.

Esto levantó las sospechas del hermano Viereckl, de manera que en vez de ir a la tienda, volvió a casa. Poco después se enteró de que la Gestapo había estado esperando en la floristería para detener a cualquiera que intentara verse con el hermano Gölles. No mucho después, la tienda fue cerrada, porque el hermano Gölles y su esposa fueron puestos bajo custodia el 12 de junio de 1940.

Un juicio poco corriente

El hermano Gölles fue acusado de dirigir la obra de los testigos de Jehová en Austria. Tras meses de confinamiento, se le hizo comparecer ante un juez conocido por dictar sentencias de muerte y que calificaba a los Estudiantes de la Biblia de ser un tumor en el organismo del pueblo alemán. El fiscal pidió la pena de muerte. Una vez que el hermano Gölles hubo contestado bíblicamente a las acusaciones y su abogado defensor presentado su defensa, se suspendió el juicio. Antes de que se reanudara el proceso, la situación tomó un cariz sorprendente.

Por la mañana temprano, el hermano Gölles oyó abrirse la puerta de su celda. Uno de los guardas de la prisión le hizo señas para que lo siguiera y lo llevó a una habitación cerrada. ¿Quién estaba esperándolo allí? El juez. Había venido solo.

“Quiero que sepa —comenzó el juez— que al hablar en privado con un acusado, estoy violando gravemente el juramento que presté al tomar el cargo, pero lo hago porque desde el juicio no logro descansar ni conciliar el sueño. Me consideraría a mí mismo un asesino si lo sentenciase a muerte.”

Hubo un silencio absoluto en la habitación. Fue el hermano Gölles quien finalmente lo rompió. “Es Satanás el causante de estas circunstancias —dijo—. Él es el verdadero asesino. Y usted, usted es solo la persona que dicta la sentencia de acuerdo con los hechos que se presentan ante el tribunal.” La atmósfera de tensión se relajó.

“Trataré de maniobrar el proceso de manera que no pierda usted su vida”, prometió el juez. Entonces añadió algo que pudo haber tenido graves consecuencias para él: “Sinceramente, no quiero que usted me vea como demandante a favor del Estado, lo que quiero es ayudarle a escapar de las garras de la muerte”. Entonces, el juez puso una mano sobre el hombro del hermano y con la otra le estrechó la mano.

Tras su reanudación, el proceso tomó un rumbo más imparcial. El juez temblaba todo el tiempo. El tribunal no aceptó la demanda de la acusación en la que se pedía la pena de muerte, sino que, en su lugar, sentenció a Peter Gölles a diez años de confinamiento penitenciario, y excluyó la posibilidad de conmutar la pena. Durante los siguientes tres años y medio, estuvo incomunicado en la penitenciaría de Stein (Austria Inferior).

Un siervo humilde

Las autoridades reconocieron que Peter Gölles, un hombre sencillo que estaba plenamente dedicado a Jehová, había desempeñado un papel importante en la organización clandestina de la obra. Algunos expedientes conservados entre los documentos de la Gestapo lo constatan. Por su descripción, uno podría imaginarse a un líder dinámico y de gran carácter. ¡Todo lo contrario! Era un hombre modesto a quien nunca le gustó ser el centro de la atención. Cuando terminó el régimen nazi en 1945, colaboró en reorganizar la obra en Austria y después se ocupó en desempeñar servicios de menos prominencia. Durante algunos años trabajó en el Betel de Viena haciendo paquetes de libros para envíos. Gracias a su disposición bondadosa y amigable, él y su infatigable esposa, Helene, que se mantuvo a su lado todo el tiempo, fueron una fuente de estímulo para los hermanos, no solo bajo persecución, sino también más tarde, en el tiempo de la posguerra.

El hermano Gölles sirvió fielmente hasta su muerte el 2 de septiembre de 1975. No profesaba pertenecer al resto de coherederos con Cristo, pero demostró profundo aprecio por “el esclavo fiel y discreto” y cooperó con él para cuidar de la obra en Austria durante tiempos muy difíciles. (Mat. 24:45.)

Distribución del escaso “alimento”

Durante los últimos años de la guerra, la obra de los testigos de Jehová quedó prácticamente paralizada en la mayor parte de Austria. Los hermanos de varias localidades solo podían reunirse ocasionalmente. Se requería enorme cautela.

Sin embargo, parece que en Klagenfurt la actividad teocrática continuaba mejor que en ningún otro lugar. El hermano Ganster entregaba a Peter Vajvoda las publicaciones que recibía, y este copiaba los números de La Atalaya. En cierta ocasión, el hermano Ganster, con algunos números de La Atalaya ocultos entre su ropa se fue andando desde Klagenfurt hasta Krumpendorf (a unos siete kilómetros de distancia), con el fin de visitar a la familia Platzer y a la hermana Wanderer. Pero, ¿quién iba casualmente caminando en la misma dirección? Un oficial de la Gestapo... el mismo que solía interrogarle. Pero este no sospechó nada, así que anduvieron juntos. Sin embargo, no se engañe, para el hermano Ganster no fue nada fácil hacerlo.

En Viena, el trabajo de hacer copias de La Atalaya se descontinuó cuando el hermano Gölles fue arrestado. Pero los hermanos continuaron recibiendo alimento espiritual esporádicamente por medio de un hermano de Suiza cuyo trabajo seglar requería que viajara a Viena. Con la debida cautela, traía consigo ejemplares de La Atalaya. Cuando un hermano recibía una de esas revistas, no se le permitía quedársela. Puesto que no había otros ejemplares para los demás hermanos, la leía inmediatamente y entonces la pasaba a otro hermano que fuese confiable, aunque no lo hacía personalmente, sino ocultando la revista en una cesta de la compra o alguna otra cosa. De este modo, esas preciosas publicaciones seguían pasando de mano en mano. Ese alimento espiritual fue de gran importancia para los hermanos bajo aquellas circunstancias difíciles.

Algunos se echan atrás

A fin de quebrantar la resistencia de los hermanos y presionarles para que firmaran una declaración en la que negaran toda conexión con los testigos de Jehová, la Gestapo aseguraba que muchos hermanos ya habían firmado y habían sido puestos en libertad. Se trataba de una enorme exageración.

La Gestapo prometía que todos los que firmaran serían soltados y así se librarían de años de sufrimiento. Lo que en realidad querían decir era que cambiarían el sufrimiento físico por años con la conciencia atormentada. Evidentemente, el punto en cuestión era si se mantendrían leales a Jehová y a su organización o no. La inmensa mayoría de los hermanos se mantuvieron íntegros sin la menor vacilación. No obstante, hubo algunos que firmaron. Pero no todos los que lo hicieron fueron realmente puestos en libertad; por lo general, se les vigilaba constantemente.

Un día, Agnes Hötzl se encontró en Viena con un matrimonio que había estado en un campo de concentración por causa de la verdad. Sin embargo, ella no estaba al tanto de las circunstancias en que habían sido liberados. Rebosando de alegría, fue a saludarles. Sin pronunciar palabra, pasaron de largo como si se tratara de una perfecta desconocida. Entonces se dio cuenta de lo que había ocurrido. En otra ocasión se hallaba junto a la entrada de una fábrica que había cerca de su casa. No podía dar crédito a sus ojos: ¡del pecho de alguien que ella creía un hermano, pendía una esvástica! También él pasó de largo, actuando temerosamente como si no la conociese. Fueron golpes duros para los que se mantuvieron fieles, pero no ahogaron su amor leal a Jehová y al resto de los hermanos que permanecieron íntegros.

Aguantan suplicios en los campos de concentración

En 1939, Alois Moser, de Braunau, y Josef Buchner, de Ranshofen, junto con otros 142 hermanos, fueron trasladados del campo de concentración de Dachau al de Mauthausen, en Austria Superior. Cuando llegaron a Mauthausen, alrededor de la medianoche, y salieron de los vagones de transporte de ganado del ferrocarril, se les dijo: “Mauthausen no es un sanatorio como Dachau. Vamos a acabar con todos ustedes”. Se calcula que entre agosto de 1939 y mayo de 1945, un total de 206.000 personas fueron encarceladas allí y, según los registros, murieron 35.270.

Durante los primeros tres años, todos los hermanos sin excepción fueron obligados a realizar duro trabajo físico en la cantera. En invierno el clima era extremadamente frío. Cientos de prisioneros murieron literalmente de frío en la cantera. Cuando los prisioneros volvían al campo por la noche, cada uno tenía que transportar una piedra grande mientras subía los 186 escalones de “las escaleras de la muerte” que conducían al campo. El comandante Spatzenegger decretó que las piedras de menos de diez kilogramos eran demasiado ligeras. Él hacía cargar piedras de cuarenta kilogramos o más a los prisioneros, muchos de los cuales se desplomaban completamente agotados. Con frecuencia, los que caían al suelo eran asesinados en el acto.

Con el tiempo, los hermanos Moser y Buchner fueron asignados a tirar del trineo en el que se depositaban los cuerpos desnudos de los que habían muerto en diversos lugares del campo de concentración. Los cadáveres eran identificados mediante una etiqueta atada al dedo gordo del pie que llevaba el nombre y el número del prisionero. Esta asignación les llevó a los barracones donde estaban principalmente los prisioneros aquejados de diarrea. Para su abatimiento, fue allí donde encontraron a August Kraft. Toda aquella miseria y la penosa situación en la que se hallaban hizo que los dos hermanos rompieran a llorar. Pero el hermano Kraft estaba pensando, más bien, en las bendiciones que había recibido de la mano de Jehová, y dijo: “¡Doy gracias a Jehová por todo!”. Al día siguiente, el hermano Kraft también yacía tendido sobre el trineo, después de haber persistido hasta el final tras la meta del “premio de la llamada hacia arriba”. (Fili. 3:14.)

Amorosamente, los hermanos estaban pendientes del bienestar mutuo. Cuando algunos se hallaban muy débiles, otros les daban algunas cucharadas adicionales de sus exiguas raciones de comida para ayudarles a recobrar las fuerzas que necesitaban.

Actividad teocrática en el interior de los campos

La actividad teocrática continuaba en el interior mismo de los campos, aunque con extrema prudencia. Se daba testimonio, se conducían estudios bíblicos y algunas reuniones, y unas pocas personas fueron bautizadas.

Franz Desch fue trasladado de Mauthausen al relativamente cercano campo de concentración de Gusen. Allí pudo estudiar la Biblia con un oficial de las SS. ¿Cuánto progreso se logró? ¡Imagínese el enorme gozo que ambos tuvieron cuando años después se encontraron en una asamblea y pudieron saludarse como hermanos!

Se traían nuevos prisioneros de muchos diferentes países. A fin de compartir la verdad del Reino con ellos, los hermanos empleaban tarjetas de testimonio escritas en sus idiomas. Como a los prisioneros se les permitía recibir correspondencia, cuando los guardias de las SS entraban inesperadamente en los barracones, no se daban cuenta de que no era su correspondencia lo que los hombres estaban leyendo.

En el campo de Gusen, el hermano Karl Krause estaba encargado de un taller de cerrajería. ¡Y qué cerrajería tan particular era aquella! No solo se hacían y reparaban cerraduras, también fueron bautizados allí secretamente cinco polacos en una pila de madera hecha especialmente para ese propósito.

A fin de mantenerse espiritualmente fuertes, los hermanos se reunían por la noche en pequeños grupos y consideraban textos bíblicos. De vez en cuando se hacían con una Biblia. Entonces la dividían en partes, que pasaban de uno a otro. Tumbados debajo de sus camas, leían durante el poco tiempo libre que tenían.

Los hermanos incluso consiguieron celebrar la Cena del Señor. Pudieron obtener los emblemas y se reunieron mientras todos los demás dormían. Los aseos y retretes de Gusen estaban ubicados entre los barracones, a una distancia de aproximadamente seis metros. En uno de esos aseos y a la luz de una vela, celebraron la Conmemoración. Gracias a la amorosa protección de Jehová, todo salió bien.

Un registro de fidelidad

Podrían relatarse muchas más experiencias sobre la fidelidad de los hermanos austriacos durante el régimen nazi. Las que se han relatado aquí se exponen únicamente como ejemplo de las tribulaciones que aguantaron y la inquebrantable lealtad que mostraron.

Antes de que las tropas de Hitler entraran en Austria, había 549 publicadores en el país. En total, 445 fueron encarcelados por diversos períodos. De estos, entre 1938 y 1945 fueron ejecutados 48, incluyendo algunas hermanas. Otros 13 murieron apaleados, en cámaras de gas o víctimas de perversos experimentos médicos. Y por lo menos 81 murieron en prisiones y campos de concentración debido a enfermedades o agotamiento.

Es obligado citar cifras cuando se habla de las víctimas de aquella aciaga época. Pero son mucho más que cifras frías. Cada una de las víctimas era un hermano o hermana cristiano, además de ser un esposo o esposa, padre o madre, hijo o hija. Ellos han sumado su testimonio al registro recopilado a través de miles de años por testigos fieles de Jehová de cómo el amor a Jehová mueve a sus siervos fieles incluso a entregar su vida, si es necesario, para probar su lealtad a Él como Dios y Soberano.

¿Qué hacemos primero?

La guerra y la dominación nazi de Austria llegaron a su fin en la primavera de 1945. Pronto empezaron a regresar nuestros hermanos y hermanas de los campos de concentración. Ahora, su deseo prioritario era asociarse con los demás hermanos. Aunque requirió un enorme esfuerzo hacer las gestiones necesarias para volver a celebrar las reuniones, el 21 de julio de 1945 hubo 27 asistentes en la primera reunión organizada de la posguerra que se celebró en Klagenfurt. Para el otoño, también se celebraban reuniones en Viena.

Los hermanos fieles procedieron a reorganizar la obra. En Vorarlberg, la provincia más occidental de Austria, varios hermanos se reunieron con Franz Zürcher, Georg Gertz y David Wiedenmann, todos ellos de la oficina sucursal de Berna (Suiza), y discutieron juntos las medidas que debían tomarse para reanudar las reuniones de congregación y la obra de predicar. Los hermanos austriacos que acudieron a la reunión fueron Peter Gölles, Felix Defner, Leopold Pitteroff y Franz Ganster. A pesar de los padecimientos de los años de la guerra, empezó a manifestarse el fruto del Reino. Los 549 publicadores activos en 1937 aumentaron hasta llegar a la cifra de 730 proclamadores del Reino para finales del año de servicio de 1946.

A su regreso de la prisión, Peter Gölles fue el primer superintendente de la sucursal de Austria después de la guerra. Su apartamento de Viena, en el número 58 de Florianigasse, sirvió de oficina sucursal. Después, desde abril de 1947 en adelante, el trabajo de oficina se llevó a cabo en el edificio de una anterior escuela, que había quedado seriamente deteriorado por los bombardeos. Allí los hermanos mimeografiaron La Atalaya y también unos cuatro mil folletos. Therese Schreiber, encarcelada por su colaboración en el mimeografiado de publicaciones bíblicas, se había incorporado de nuevo al trabajo, y participaba en la tarea de hacer copias de las publicaciones. Los hermanos de Klagenfurt llegaron a mimeografiar todo el libro Hijos y encuadernarlo en cubierta dura. El papel y la tinta escaseaban y eran difíciles de obtener, pero, con la ayuda de Jehová, los hermanos se las arreglaron para conseguir lo que necesitaban.

El año 1947 proporcionó a los hermanos la oportunidad de celebrar su primera asamblea de la posguerra. Duró cuatro días. La asistencia de 1.700 personas puede parecer pequeña cuando se compara con las asambleas que se celebran ahora, pero en aquel entonces, para los hermanos de Austria era una gran multitud, y fue evidencia de que había enormes posibilidades de aumento.

Unos días después, en aquel mismo mes, el sábado día 21 de junio se dio otro paso importante relacionado con la reorganización. Siete hermanos se reunieron en una escuela para volver a poner en funcionamiento la asociación local de la “Wachtturm-Gesellschaft, Zweigstelle der Watch Tower Bible & Tract Society, Brooklyn, N.Y.”. De este modo se volvía a disponer de un instrumento legal para la publicación de información bíblica.

Y ahora... ¡Siberia!

Hasta mayo de 1955, Austria estuvo ocupada por los ejércitos aliados (E.U.A., Francia, Gran Bretaña y la U.R.S.S.) y dividida en cuatro zonas de ocupación. La aldea de Deutsch Wagram, donde vivía el hermano Franz Malina, se hallaba en la zona soviética. Él sabía hablar ruso, y testificaba de modo muy franco a los militares; incluso condujo estudios bíblicos con algunos de ellos. También obtenía publicaciones bíblicas en ruso y las distribuía entre los soldados.

Sus actividades no pasaron inadvertidas. A comienzos de 1948 dos hombres que simpatizaron con él le advirtieron: “Franz, sal de aquí; quieren detenerte. Han encontrado publicaciones tuyas en manos de rusos”. Pero el hermano Malina no huyó. Decidió quedarse con su esposa enferma y sus hijos. No pasó mucho tiempo, sin embargo, antes de que lo detuvieran. Estuvo ocho días bajo arresto en la comandancia soviética local, y posteriormente fue trasladado al cuartel general soviético. Durante las seis semanas que se le retuvo allí, predicó denodadamente a soldados y oficiales por igual, y les habló acerca del Reino de Jehová. Finalmente, fue sentenciado a diez años de trabajos forzados bajo la acusación, para entonces ya familiar, de ‘socavar la moral del ejército’, y lo deportaron a la lejana Siberia.

Por fin llegó al vasto territorio que se extiende detrás de los montes Urales. Una vez allí, pasó de un campo a otro, mayormente a pie. Era imposible evadirse. En casi todos los campos encontró a hermanos de diversos lugares de la Unión Soviética. Como es natural, cada vez que llegaba a un nuevo campo, tenía que buscarlos. Cuando por fin encontraba a los hermanos, lo sometían a prueba para comprobar si realmente era testigo de Jehová. Lo hacían por medio de preguntas como: “¿Cómo está la familia de Jonadab?”, y: “¿Quién es el presidente de la Sociedad Watch Tower?”.

Una vez convencidos de que verdaderamente era un hermano, lo ayudaban amorosamente a aguantar la dura y anormal vida en los campos. Debido a su edad, lo llamaban “papá”. En el transcurso de cinco años, llegó a conocer treinta campos. Entonces, en 1953 se le concedió un indulto y regresó a casa. Entre tanto, su esposa había muerto, y su hija mayor había asumido el papel de madre. ¿Se sintió el hermano Malina desalentado o destrozado? Al contrario, solo unos días después ya estaba de nuevo predicando las buenas nuevas de casa en casa. Continuó participando en esta obra hasta su muerte en 1964.

Los precursores colaboran en la cosecha

En los años posteriores a la segunda guerra mundial, la obra del pueblo de Jehová en Austria ha disfrutado de mucha expansión. Una importante aportación a este crecimiento la han hecho celosos precursores regulares, especiales y misioneros.

Entre aquellos trabajadores celosos figuran Hans Rothensteiner y su esposa. Menos de un año después de que se les hablara por primera vez de la verdad, comenzaron el precursorado. En 1955 fueron nombrados precursores especiales. Una de sus asignaciones fue los alrededores de Kaprun, en una región alpina. Hans relata una experiencia que tuvieron en aquel territorio:

“Con nuestros corazones llenos de aprecio, emprendimos la tarea de buscar a las ovejas del Señor. Y así fue como encontramos en Walchen a una familia que ya había recibido algunas publicaciones. Inmediatamente se empezó un estudio con toda la familia; también invitaron a algunos amigos suyos para que se reunieran con nosotros. En algunas ocasiones había hasta doce personas presentes. El estudio progresó muy bien, tan bien que en poco tiempo las familias decidieron dejar la Iglesia. Sin embargo, para hacerlo, necesitaban su partida de bautismo. De modo que Lois, una de estas personas de buen corazón, fue a la rectoría para pedir las partidas de todos ellos. Puesto que había muchos niños en estas familias, necesitaban un total de diecisiete partidas.” La conversación que Lois tuvo con el clérigo de la localidad fue más o menos como sigue:

Lois: Buenos días. Necesito unas cuantas partidas de bautismo.

Sacerdote: ¿Qué quiere decir con eso de “unas cuantas”, y para qué las quiere?

Lois: Es que queremos dejar la Iglesia.

Sacerdote: ¿Ah, sí? ¿Y cuántas partidas necesita?

Lois: Lo he apuntado en alguna parte. Ah, sí, aquí está; solo necesito diecisiete.

Sacerdote: ¿Cómo? ¿Pero qué rayos ha sucedido para que tantos quieran dejar la Iglesia?

Lois: Es que hemos estudiado la Biblia. En realidad, eso es todo. Verá, usted nos ha enseñado muchas cosas que no son verdad en absoluto, cosas que Jesús nunca dijo y que tampoco se encuentran en la Biblia.

La conversación se prolongó durante un tiempo, y finalmente Lois se fue sin las partidas. No obstante, algún tiempo después hubo una charla con el clérigo en presencia de Hans. Al término de la discusión, Lois le dijo al sacerdote: “Bien, usted no ha podido probar absolutamente nada, así que ahora saque las partidas de bautismo, pero dése un poco de prisa, por favor”. El clérigo no tuvo otra opción.

Actualmente hay una congregación de 90 publicadores en esta localidad alpina.

En 1978, 626 hermanos de todo el país estaban disfrutando de las bendiciones del precursorado, entre ellos, 278 precursores auxiliares. Pero en abril de 1988, la cantidad había aumentado a 1.925, de los que 1.102 eran precursores auxiliares.

Organización de la sucursal

El 1 de agosto de 1965, Lowell L. Turner, graduado recientemente del curso especial de diez meses de la Escuela de Galaad en el que se dio especial atención a asuntos de organización, fue nombrado superintendente de sucursal. Tras casi diez años en su asignación, el hermano Turner dejó Austria en julio de 1975 para hacerse cargo de su nueva asignación en Luxemburgo. Desde enero de 1976, un comité compuesto de varios hermanos se ha encargado de la sucursal de Austria.

Se amplían las instalaciones de la sucursal

Las oficinas sucursales de la Sociedad que hay por todo el mundo han tenido que ampliar sus instalaciones para atender las necesidades de la cantidad siempre creciente de alabadores de Jehová. ¿Ha sido diferente en Austria? Por supuesto que no.

Con el tiempo, el edificio que se compró en 1957, ubicado en una de las zonas ajardinadas de Viena, se hizo demasiado pequeño para servir de oficina sucursal. De modo que durante los años 1970 y 1971 se amplió a fin de disponer de más espacio para el departamento de envíos y para un Salón del Reino. Pero solo unos años después, resultó evidente la necesidad de una mayor expansión. La mano de Jehová se hizo sentir cuando uno de los vecinos ofreció vender su terreno. En 1983, con la construcción de los nuevos edificios ya empezada, se le ofreció a la sucursal otro solar contiguo. Cuando en el verano de 1987 se dedicaron las nuevas instalaciones, se pudo disponer de 5.000 metros cuadrados adicionales, una extensión más de cuatro veces mayor que la ocupada anteriormente. ¿Hacía falta todo aquello en realidad? Desde que se compró el edificio anterior, el número de Testigos a los que se atendía desde esta oficina ya se había triplicado, y los hermanos de la sucursal trabajaban apiñados en el poco espacio que había.

Antes de la finalización de las obras, hubo que efectuar muchas modificaciones en los planos para satisfacer las demandas de los vecinos. Esto exigió mucho trabajo adicional. Sin embargo, la sucursal reconoce: “Al final, casi todos los cambios que tuvimos que hacer resultaron para nuestro beneficio. En muchos casos, los hermanos tuvieron que admitir: ‘Está mejor ahora que como lo habíamos planeado’”.

Territorio plurilingüe

No todas las personas que viven en Austria son oriundas del país. Y no todos los que viven aquí se desenvuelven con fluidez en alemán, el idioma principal de Austria. Hay muchos trabajadores de Yugoslavia y Turquía. Desde comienzos de los años setenta, la sucursal se ha esforzado por llegar a estos trabajadores extranjeros con el mensaje de la Biblia. Las semillas cayeron en terreno fértil, y pronto se hizo posible establecer grupos de estudio.

En la actualidad, nueve congregaciones celebran sus reuniones únicamente en serbocroata (uno de los principales idiomas de Yugoslavia). También hay grupos en turco, español, polaco, japonés, inglés y árabe. El hermano Letonja, que sirve en el Betel de Viena con su esposa y cuya carrera teocrática comenzó hace más de cincuenta años, dice lo siguiente acerca de la obra que se efectúa entre los trabajadores extranjeros:

“En 1971 fui asignado a participar en la predicación de las buenas nuevas junto con los cinco hermanos que predicaban a los trabajadores procedentes de Yugoslavia. Con ese fin aprendí a hablar serbocroata. Ahora, en 1988, hay más de trescientos veinte publicadores de habla serbocroata en la ciudad de Viena y sus alrededores. Uno verdaderamente disfruta cuando trabaja con estos hermanos. Su vida gira en torno a su familia. Su celo por la verdad es contagioso, y se animan los unos a los otros. No son pocos los que predican durante todo el día hasta la noche. A pesar de sus difíciles condiciones laborales, un número considerable participa con regularidad en el precursorado auxiliar. Sus entusiásticas conversaciones giran mayormente alrededor de la verdad.

”También hay entre ellos un número considerable de raza gitana, para quienes la congregación es algo así como su hogar. De una sola familia gitana ya se han bautizado por lo menos veinticinco miembros, y más de diecinueve parientes están interesados en la verdad. Es una verdadera bendición trabajar junto con estos hermanos.”

Anfitriones de las asambleas

Durante los difíciles tiempos pasados, los hermanos austriacos frecuentemente cruzábamos la frontera para asistir a reuniones de congregación y a asambleas grandes. Todavía recordamos la amorosa hospitalidad que nos extendieron los hermanos de los lugares adonde fuimos. Ahora, somos nosotros los que tenemos la oportunidad de ser anfitriones.

Así ha sido desde 1965, cuando 1.200 hermanos griegos vinieron a la asamblea de distrito de Viena. Les reservamos un ala del edificio donde celebrábamos la asamblea, y pudieron disfrutar de todo el programa en griego.

Después, en 1967, 889 hermanos de Yugoslavia asistieron a la asamblea de distrito de Klagenfurt, en el sur de Austria. Ellos también pudieron disfrutar del programa en su propio idioma. Al año siguiente, aumentó la cantidad de personas procedentes de Yugoslavia. En 1968 la asistencia a las sesiones preparadas para ellos en la asamblea de Villach fue de 2.319.

En nuestras asambleas de distrito de 1978 también tuvimos el privilegio de presentar el programa en húngaro. Ya que viven en Austria varios ancianos cuyo idioma natal es el húngaro, no fue demasiado difícil asignar las diferentes intervenciones. No obstante, semanas antes del comienzo de este programa, los hermanos responsables de la organización de la asamblea se preguntaban: “¿Podrán salir de su país los hermanos de Hungría para asistir a la asamblea?”. ¡Qué emocionante fue ver una concurrencia al programa en húngaro de más de cuatrocientas personas! Desde entonces, nuestras asambleas de distrito de Viena casi siempre se han celebrado también en húngaro. En 1986, para regocijo de todos, la asistencia a esas sesiones ascendió a 1.781. Pero, ¿podríamos extender hospitalidad a más personas?

¿Y los hermanos de Polonia?

El tema de la asamblea de distrito de 1980 era “Amor Divino”. ¿Y qué podría realzar mejor esta cualidad que la presencia en Viena de 1.883 hermanos y hermanas de Polonia para escuchar el programa en su propio idioma? Una gran tienda de campaña albergó a la representación polaca, mientras que se reservaron dos salas para las sesiones en húngaro y croata. Para el programa en alemán se alquiló un estadio en el mismo lugar.

El auxiliar del presidente de la asamblea sugirió: “¿Qué les parecería si el domingo los hermanos que asisten a las sesiones en los demás idiomas también vinieran al estadio para cantar juntos el cántico de conclusión?”. La administración de la asamblea acogió la idea con entusiasmo.

¡Imagínese qué espectáculo al concluir la asamblea! En un lado del estadio estaban los cinco mil delegados austriacos; delante de ellos, el bien cuidado césped del terreno de juego. Se hizo un anuncio, y entonces las gradas del otro lado del estadio comenzaron a llenarse. Agrupados según sus idiomas, los hermanos entraron y se quedaron de pie: yugoslavos, húngaros y polacos. Y entonces, cuando se dio la señal en los cuatro idiomas, casi ocho mil voces se unieron en un canto de alabanza: “Gracias, Jehová”.

Después del cántico, el hermano que había presentado los comentarios de conclusión dijo a los hermanos polacos: “Si la próxima vez son ustedes más que los que estamos en el programa de habla alemana, les dejaremos el estadio”. Una vez terminado el programa, los hermanos permanecieron juntos durante un buen rato. Resultó ser una asamblea conmovedora, y fue motivo de conversación para los hermanos de ambos lados de la frontera por mucho tiempo. Rebosante de felicidad, la oficina sucursal escribió posteriormente al Cuerpo Gobernante:

“Fue una experiencia para vivirla. Qué demostración tan palpable del poder unificador del espíritu de Jehová y de su ‘Amor Divino’. Aun mucho después de terminar el cántico, los hermanos seguían diciéndose adiós con la mano. Nadie quería marcharse. Un hermano expresó el sentir de muchos de los presentes cuando dijo: ‘Esta ha sido mi décima asamblea de distrito. Sin embargo, nunca he vivido nada semejante: tanta cordialidad, sinceridad y cariño con un espíritu de unidad como este. Hubiera querido extender mis brazos y abrazarlos a todos, y en sentido espiritual, eso es lo que he hecho’.”

Al año siguiente, 1981, cuando se completaban los preparativos para la asamblea de distrito “Lealtad al Reino”, una cosa quedaba clara: esta vez, dejaríamos el estadio a los más de cinco mil hermanos que vendrían de Polonia. Y de nuevo, los hermanos de Viena y sus inmediaciones demostraron ser anfitriones muy generosos.

Además, hubo otro aspecto que enriqueció la asamblea: los hermanos Theodore Jaracz y Daniel Sydlik, del Cuerpo Gobernante, vinieron a Viena. ¡Qué excelente ocasión para que se asociaran con hermanos de Hungría y Polonia! Sus animadores discursos y el contacto personal amigable y cálido que tuvieron con los hermanos de todos los grupos lingüísticos fueron muy apreciados. En su intervención, el hermano Sydlik habló acerca del discípulo cristiano Bernabé. Los hermanos escucharon absortos. Apenas empezó a hablar, el discursante y la concurrencia eran “un solo corazón y alma”, como expresa un dicho austriaco.

Desde 1982 nuestros hermanos polacos han podido celebrar sus propias asambleas, pero los hermanos de Austria continúan acogiendo a los hermanos húngaros.

Adelante hacia el futuro

En Austria, las cosas normalmente “se toman con calma”, como suele decirse. Pero eso no sucede con la proclamación de las buenas nuevas del Reino de Dios. No ha habido aumentos sensacionales, pero la cantidad de alabadores de Jehová ha crecido constantemente. Allá por la década de los cincuenta, un superintendente de distrito animaba a los hermanos, y les decía: “No debería sorprendernos que algún día llegara a haber en Austria 10.000 publicadores”. Era una bonita perspectiva. Pero Austria es un país pequeño, solo tiene siete millones y medio de habitantes. Para aquel tiempo, no había más de 5.000 publicadores en todo el país. Sin embargo, en 1971 rebasamos la cantidad de 10.000 publicadores, y actualmente la multitud de alabadores de Jehová que hay en esta nación asciende a más de 17.000.

Austria es una tierra famosa por sus montañas y su música. Sin embargo, para una muchedumbre siempre creciente, “la montaña de la casa de Jehová” —la posición ensalzada de la adoración verdadera— es la de mayor importancia en sus vidas. Y el sonido más melodioso que puede oírse en esta tierra viene de los 17.705 publicadores que toman parte en cantar la “canción nueva”, una canción que enaltece el Reino de Jehová. (Isa. 2:2; Sal. 98:1, 4-6.)

[Recuadro y mapa de las páginas 72 y 73]

Datos de Austria:

Capital: Viena

Idioma oficial: alemán

Religión mayoritaria: catolicismo romano

Población: 7.575.700

Publicadores: 17.705

Precursores: 1.398

Congregaciones: 246

Asistencia a la Conmemoración: 30.216

Oficina sucursal: Viena

[Mapa]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

AUSTRIA

Lago Constanza (Boden See)

Dornbirn

VORARLBERG

Innsbruck

TIROL

Alpes Orientales

SALZBURGO

Bad Ischl

Salzburgo

AUSTRIA SUPERIOR

Linz

Mauthausen

Río Danubio

Viena

AUSTRIA INFERIOR

Lago Neusiedl

BURGENLAND

ESTIRIA

Knittelfeld

Graz

CARINTIA

Klagenfurt

SUIZA

REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA

CHECOSLOVAQUIA

HUNGRÍA

YUGOSLAVIA

ITALIA

[Ilustración a toda plana de la página 66]

[Ilustraciones de la página 69]

Hotel Continental (Viena), donde C. T. Russell intentó presentar una conferencia el 22 de marzo de 1911

[Reconocimiento]

Archivo Pictórico de la Biblioteca Nacional de Austria

[Ilustraciones de la página 74]

Simón Riedler (a la izquierda) y Franz Ganster oyeron la verdad por primera vez en 1921

[Ilustraciones de la página 79]

J. F. Rutherford presentó una conferencia en el Katharinenhalle, de Viena, en 1922

[Reconocimiento]

Archivo Pictórico de la Biblioteca Nacional de Austria

[Ilustraciones de la página 81]

Programa para la primera asamblea de los Estudiantes de la Biblia celebrada en Viena, en 1924. La siguiente asamblea sería un punto de viraje para Johannes Schindler

[Ilustración de la página 83]

Año 1924. La familia Heide estuvo entre los primeros testigos austriacos

[Ilustración de la página 87]

Emil Wetzel superentendió la obra en Austria entre 1922 y 1926

[Ilustración de la página 95]

Leopold Engleitner, encarcelado en 1934 por predicar

[Ilustración de la página 99]

August Kraft, arrestado por los nazis el 25 de mayo de 1939. Último comentario del documento de la Gestapo sobre Kraft

[Reconocimiento]

DOW, Viena (Austria)

[Ilustraciones de la página 108]

Therese Schreiber, a la izquierda, hacía las copias mimeografiadas de las publicaciones, y Hansi Hron (Buchner) era mensajera. Las dos fueron arrestadas

[Ilustración de la página 109]

Los documentos de la Gestapo revelan un amplio conocimiento de la organización clandestina que hacía copias de las publicaciones

[Reconocimiento]

DOW, Viena (Austria)

[Ilustraciones de la página 115]

Alois Moser, a la izquierda, estuvo en siete diferentes prisiones y campos de concentración; Johann Rainer rehusó prestar el juramento militar; Franz Wohlfahrt mantuvo integridad pese a que su padre y su hermano fueron ejecutados

[Ilustraciones de la página 117]

Entrada del campo de concentración de Gusen. Testigos supervivientes de Mauthausen/Gusen, 1945

[Reconocimiento]

DOW, Viena (Austria)

[Ilustraciones de la página 120]

Josef Wegscheider (a la izquierda) y Johann Pichler fueron fusilados el 26 de septiembre de 1939 cerca de Salzburgo

[Ilustraciones de la página 124]

Hermine Obweger, a la izquierda, fue arrebatada de sus padres a la edad de once años. Auguste Hirschmann (actualmente, Bender) solo tenía diecisiete años cuando hizo frente a la Gestapo

[Ilustraciones de la página 126]

Peter Gölles fue detenido el 12 de junio de 1940. Se le sentenció en este juzgado y se le encarceló en esta galería

[Ilustración de la página 137]

Franz Malina, preso durante cinco años en los campos de trabajo siberianos

[Ilustración de la página 140]

Lowell L. Turner, superintendente de la sucursal de 1965 a 1975, y su esposa, Margot

[Ilustración de la página 141]

Oficina sucursal y hogar Betel, 1957

[Ilustración de la página 142]

La sucursal después de su ampliación, 1987