Usted tiene derecho a escoger
Usted tiene derecho a escoger
Un enfoque médico actual (llamado análisis riesgo/beneficio) está facilitando la cooperación entre médicos y pacientes con la mira de evitar el tratamiento con sangre. Los médicos pesan factores como los riesgos que presenta alguna droga o una intervención quirúrgica contra sus posibles beneficios. En tal análisis pueden participar también los pacientes.
Usemos un ejemplo que pudiera entender fácilmente gente de muchos lugares: el de una amigdalitis crónica. Usted probablemente iría a ver a un médico si tuviera este mal. Es posible que hasta consultara con dos, pues los peritos en la salud por lo general recomiendan obtener más de una opinión médica. Un médico quizás recomiende cirugía. Él le da una idea general de lo que eso significa: el tiempo en el hospital, cuánto va a doler, y los gastos. En cuanto a riesgos, le dice que no es común que se sangre mucho, y que es muy raro el que alguien muera por esas
operaciones. Pero el médico que le da otra opinión lo insta a aceptar tratamiento con antibióticos. Explica qué droga usará, las probabilidades de éxito, y los gastos. En cuanto a riesgos, dice que muy pocos pacientes ven su vida amenazada por una reacción a la droga.Puede que cada médico competente consultado haya pesado los riesgos y los beneficios, pero ahora le toca a usted considerar los riesgos y los posibles beneficios, así como otros factores que nadie conoce mejor que usted. (Nadie puede conocer mejor puntos como su fortaleza emocional o espiritual, la condición económica de su familia, los efectos en ella, y su propio punto de vista ético.) Entonces usted escoge. Puede que dé su consentimiento informado a uno de los tratamientos, pero que rechace el otro.
Usted haría lo mismo si fuera un hijo suyo quien tuviera la amigdalitis crónica. Los riesgos, beneficios y tratamientos se les describirían a ustedes, los padres amorosos a quienes más directamente afectaría lo que se hiciera, y quienes serán responsables de enfrentarse a los resultados. Después de considerar todo aspecto, pueden hacer una selección informada en este asunto relacionado con la salud y hasta la vida de su hijo o hija. Puede que consientan en una intervención quirúrgica, con sus riesgos. Otros padres quizás escogieran los antibióticos, con sus riesgos. Tal como los médicos difieren en su consejo, así los pacientes o padres difieren en opinión en cuanto a lo que sea mejor. Se comprende este rasgo del tomar decisiones informadas del tipo riesgo/beneficio.
¿Y qué se puede decir de usar sangre? Nadie que examina objetivamente los hechos puede negar que hay gran riesgo en las transfusiones sanguíneas. El Dr. Charles Huggins, director del servicio de transfusiones en el inmenso Hospital General de Massachusetts, señaló muy claramente esto: “Nunca ha encerrado menos riesgos la sangre. Pero inevitablemente hay que considerarla arriesgada. Es la sustancia más peligrosa que usamos en la medicina” (The Boston Globe Magazine, 4 de febrero de 1990).
Con buena razón se ha dado este aviso al personal médico: “Es necesario que reevaluemos también el aspecto de los riesgos en la relación beneficio/riesgo para las transfusiones de sangre y que busquemos otros tratamientos”. (Cursivas nuestras.) (Perioperative Red Cell Transfusion, conferencia de los Institutos Nacionales de Sanidad estadounidenses, 27-29 de junio de 1988.)
Puede que los médicos no concuerden en cuanto a los beneficios o los riesgos de usar sangre. Un médico quizás dé muchas transfusiones o esté convencido de que vale la pena el riesgo que representan. Otro quizás opine que los riesgos no están justificados, porque él ha tenido buenos resultados al dar atención médica sin sangre. Sin embargo, a fin de cuentas usted, el paciente o padre o madre, tiene que decidir. ¿Por qué usted? Porque todo esto se relaciona con el cuerpo, la vida, la ética y la profundamente importante relación suya o de su prole con Dios.
SE RECONOCE SU DERECHO
Hoy día, en muchos lugares el paciente tiene un derecho inviolable a decidir qué tratamiento aceptar. “La ley del consentimiento informado ha tenido como base dos principios: primero, que el paciente tiene derecho a recibir suficiente información como para seleccionar como persona informada entre los tratamientos que se recomiendan; y segundo, que el paciente tiene la opción de aceptar o rechazar la recomendación del médico. [...] A menos que a los pacientes se les vea como personas que tienen derecho a decir que no, así como a decir que sí, y hasta que sí con algunas condiciones, gran parte de la razón para el consentimiento *).
informado se evapora” (Informed Consent—Legal Theory and Clinical Practice [Consentimiento informado.—Teoría jurídica y práctica clínica], 1987Algunos pacientes han afrontado oposición cuando han tratado de ejercer su derecho. Esta oposición quizás haya venido de un amigo que se opone firmemente a una amigdalectomía o a los antibióticos. O puede que un médico se haya convencido de que el consejo que él da es el correcto. Puede que hasta algún ejecutivo de un hospital no haya concordado, por intereses jurídicos o financieros.
“Muchos ortopedistas optan por no operar a pacientes [que son Testigos] —dice el Dr. Carl L. Nelson en una revista sobre cirugía de los huesos y las articulaciones—. Nosotros creemos que el paciente tiene derecho a rechazar cualquier tipo de tratamiento médico. Si técnicamente es posible operar sin peligro mientras se excluye algún tratamiento particular, como el de una transfusión, entonces esa opción debe existir” (The Journal of Bone and Joint Surgery, marzo de 1986).
El paciente considerado no presiona al médico para que este use una terapia que el médico no domina bien. Sin embargo, como señaló el Dr. Nelson, muchos médicos realmente dedicados a su profesión pueden tratar al paciente con consideración a sus creencias. Un funcionario alemán dijo: “El médico no puede negarse a dar ayuda [...] por razonar que en el caso de un testigo de Jehová no tiene disponible toda la opción médica que quisiera. Todavía tiene el deber de ayudar, aunque tenga menos vías disponibles para ello” (Der Frauenarzt, mayo-junio de 1983). De manera similar, los hospitales no existen simplemente para ganar dinero, sino para servir a toda persona sin discriminación. El teólogo católico Richard J. Devine declara: “Aunque el hospital debe hacer todo otro esfuerzo por conservar la vida y la salud del paciente, debe asegurarse de que la atención médica no viole [la] conciencia [de este]. Además, debe evitar toda forma de coacción, desde la de engañar con promesas falsas al paciente hasta la de obtener una orden de tribunal para imponer a la fuerza una transfusión de sangre” (Health Progress, junio de 1989).
PREFERIBLE A LOS TRIBUNALES
Muchos concuerdan en que el tribunal no es el lugar donde deben ventilarse cuestiones médicas de índole personal. ¿Qué pensaría usted si, una vez que hubiera escogido que se le tratara con antibióticos, alguien fuera a un tribunal para que a la fuerza le impusieran una amigdalectomía? El deseo del médico pudiera ser darle lo que él considera la mejor atención, pero su deber no es buscar justificación jurídica para pisotear los derechos fundamentales de usted. Y puesto que la Biblia pone el abstenerse de sangre en el mismo nivel moral que el evitar la fornicación, el imponer por fuerza sangre a un cristiano equivaldría a imponerle relaciones sexuales a la fuerza: ultraje o violación. (Hechos 15:28, 29.)
Sin embargo, Informed Consent for Blood Transfusion (Consentimiento informado a la transfusión de sangre) (1989) informa que algunos tribunales se angustian tanto porque un paciente está dispuesto a aceptar cierto riesgo por sus derechos religiosos “que se inventan excepciones jurídicas —ficciones jurídicas, si se quiere— para permitir que se dé una transfusión”. Puede que traten de excusar su procedimiento diciendo que hay preñez envuelta en el caso o que hay
niños que necesitan su sustento. “Esas son ficciones jurídicas —dice el libro—. El adulto competente tiene derecho a rehusar tratamiento.”Algunos que insisten en dar una transfusión de sangre no saben que los Testigos no rechazan todo tratamiento. Rechazan un solo tipo de tratamiento, del cual hasta los peritos dicen que encierra mucho peligro. Por lo general un problema médico puede atenderse de varias maneras. Uno tiene un riesgo, otro tiene otro riesgo. ¿Puede un tribunal o un médico, adoptando un papel paternalista, saber qué riesgo tomar “para el beneficio de usted”? Es usted quien debe juzgar eso. Los testigos de Jehová adoptan la firme postura de que no quieren que otra persona decida por ellos; es su responsabilidad personal ante Dios.
Si un tribunal le impusiera por fuerza un tratamiento que usted aborrece, ¿cómo afectaría esto su conciencia y el elemento vital de su deseo de vivir? El Dr. Konrad Drebinger escribió: “Ciertamente sería una forma mal aconsejada de ambición médica la que llevaría a alguien a obligar a un paciente a aceptar determinado tratamiento en contra de su conciencia, de modo que se le trate físicamente pero se le dé un golpe mortal a su psique” (Der Praktische Arzt, julio de 1978).
ATENCIÓN AMOROSA A LOS NIÑOS
Principalmente los casos de tribunal relacionados con la sangre tienen que ver con niños. A veces, cuando unos padres amorosos han pedido respetuosamente atención médica sin sangre, algunos personales médicos han procurado apoyo de tribunal para administrar sangre. Por supuesto, los cristianos concuerdan con las leyes o la acción judicial para impedir abuso o descuido de menores. Puede que usted haya leído de casos en que algún padre o alguna madre trató brutalmente a su hijo o hija o le negó toda atención médica. ¡Qué trágico! Está claro que el Estado puede, y debe, intervenir para proteger al niño a quien se descuida. Con todo, es fácil ver cuán diferente es el caso cuando un padre amoroso o una madre amorosa solicita tratamiento médico de alta calidad sin el uso de sangre.
Estos casos de tribunal por lo general giran alrededor de algún niño que está en un hospital. ¿Cómo llegó allí el jovencito, y por qué? Casi siempre sucede que los padres preocupados llevaron allí a su hijo para que recibiera atención de calidad. Tal como Jesús estuvo interesado en los niños, los padres cristianos se interesan en sus hijos. La Biblia habla de ‘la madre que cría y acaricia a sus propios hijos’. Los testigos de Jehová aman profundamente a su prole. (1 Tesalonicenses 2:7; Mateo 7:11; 19:13-15.)
Naturalmente, todos los padres toman decisiones que afectan la seguridad y vida de sus hijos: ¿Usará la familia gas para calentar el hogar, o usará otro tipo de calefacción? ¿Llevarán consigo al niño en un viaje de larga distancia? ¿Puede el niño ir a nadar? Estos asuntos envuelven riesgos, hasta de vida o muerte. Pero la sociedad reconoce la discreción de los padres, de modo que se otorga a los padres la voz dominante en casi toda decisión que afecta a sus hijos.
En 1979 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dijo claramente: “El concepto de la familia que tiene la ley se basa en la suposición de que los padres poseen lo que al niño le falta en lo que se refiere a la madurez, la experiencia y la capacidad para juicio que se requieren para tomar las decisiones difíciles de la vida. [...] El hecho de que la decisión de un padre o una madre [en un asunto médico] envuelva riesgos no transfiere automáticamente la autoridad para tomar esa decisión de los padres a alguna agencia o a algún funcionario estatal” (Parham v. J.R.).
Aquel mismo año el Tribunal de Apelaciones de Nueva York dio este
fallo: “El factor más significativo en determinar si a un niño se le priva o no de atención médica adecuada [...] es el de si los padres han dado o no pasos aceptables de tratamiento médico para su hijo en vista de todas las circunstancias. Esta investigación no se puede hacer en términos de si el padre o la madre ha tomado una decisión ‘correcta’ o ‘incorrecta’, puesto que la condición actual de la práctica de la medicina, a pesar de sus grandes adelantos, rara vez permite conclusiones tan definitivas. Tampoco puede un tribunal adoptar el papel de sustituto de los padres” (In re Hofbauer).Recuerde el ejemplo de los padres que tenían que escoger entre cirugía y antibióticos. Cada tratamiento tendría sus propios riesgos. Los padres amorosos tienen la responsabilidad de pesar los riesgos, los beneficios y otros factores y entonces seleccionar. Con relación a esto, el Dr. Jon Samuels (Anesthesiology News, octubre de 1989) sugirió un repaso de Guides to the Judge in Medical Orders Affecting Children (Orientación para el juez sobre órdenes médicas que afectan a niños), que adoptó esta postura:
“El conocimiento médico no está lo suficientemente adelantado como para permitir que un médico prediga con razonable certeza que su paciente ha de vivir o morir [...] Si hay selección de procedimientos —por ejemplo, si el médico recomienda un procedimiento que tiene una probabilidad de éxito de un 80% pero que no tiene la aprobación de los padres, y los padres no objetan a un procedimiento que solo tiene una probabilidad de éxito de un 40%— el médico debe tomar el derrotero que desde el punto de vista médico es más arriesgado, pero al cual los padres no presentan objeción”.
En vista de los muchos riesgos mortíferos en el uso médico de la sangre que han salido a la luz, y de que hay otras formas eficaces de manejar los casos, ¿no pudiera ser que el evitar la sangre fuera hasta menos arriesgado?
Naturalmente, los cristianos consideran muchos factores si algún hijo suyo necesita cirugía. Toda operación, sea que en ella se use sangre o no, tiene sus riesgos. ¿Qué cirujano da garantías? Puede que los padres sepan que unos médicos hábiles han operado con éxito, sin usar sangre, a menores que son Testigos. Por eso, hasta cuando un médico o algún ejecutivo de un hospital prefiriera seguir otro proceder, ¿no sería razonable que esas personas, en vez de causar una batalla jurídica llena de tensiones y consumidora de tiempo, trataran los asuntos con los padres amorosos? O puede que los padres transfieran a su hijo a otro hospital donde el personal sea experimentado en tratar tales casos y esté dispuesto a hacer eso. De hecho, el manejo sin sangre probablemente sea atención de calidad, porque puede ayudar a la familia ‘a lograr metas válidas, tanto médicas como no médicas’, como hemos señalado antes.
[Nota]
^ párr. 10 Véase el artículo médico “Transfusiones de sangre: ¿De quién es la decisión? ¿La conciencia de quién debe respetarse?”, reimpreso en el Apéndice, páginas 30, 31.
[Ilustración y recuadro de la página 18]
ELIMINACIÓN DE PREOCUPACIONES JURÍDICAS
Puede que usted se pregunte: ‘¿Por qué se apresuran algunos médicos y hospitales a conseguir una orden de tribunal para imponer transfusiones de sangre?’. En algunos lugares una razón común es el temor a llevar responsabilidad civil.
No hay base para tal preocupación cuando los testigos de Jehová escogen atención médica sin sangre. Un médico del Colegio de Medicina Albert Einstein (E.U.A.) escribe: “La mayoría [de los Testigos] están dispuestos a firmar el formulario de la Asociación Médica Estadounidense que libra de responsabilidad civil a los médicos y los hospitales, y muchos llevan [una tarjeta de] ‘Aviso al personal médico’. Un formulario de ‘Rechazo a los productos sanguíneos’, debidamente firmado y fechado, es un convenio contractual y vigente desde el punto de vista jurídico”.—Anesthesiology News, octubre de 1989.
Sí; con espíritu de cooperación los testigos de Jehová ofrecen seguridad jurídica de que un médico o un hospital no incurrirá en responsabilidad civil al suministrar el tratamiento sin sangre que se le solicita. Siguiendo la recomendación de peritos médicos, cada Testigo lleva una tarjeta que es un Documento Médico. Esta se renueva anualmente y está firmada por el portador y por testigos, que con frecuencia son sus parientes más cercanos.
En marzo de 1990 el Tribunal Supremo de Ontario, Canadá, sostuvo una decisión que comentaba con aprobación acerca de tal documento: “La tarjeta es una declaración escrita de una postura válida que el portador de la tarjeta puede adoptar legítimamente al imponer una restricción escrita al contrato con el médico”. En Medicinsk Etik (1985), el profesor Daniel Andersen escribió: “Si hay una declaración escrita en la que el paciente diga en términos claros que es testigo de Jehová y no quiere sangre en ninguna circunstancia, el respeto a la autonomía del paciente exige que se respete ese deseo, tal como si se hubiera expresado oralmente”.
Los Testigos también firman formularios de consentimiento que provee el hospital. Uno que se usa en un hospital de Friburgo, Alemania, tiene un espacio donde el médico puede describir la información que ha dado al paciente sobre el tratamiento. Entonces, sobre la firma del médico y del paciente, este formulario añade: “Como miembro del cuerpo religioso de los testigos de Jehová, categóricamente rechazo el uso de sangre ajena o componentes de sangre durante mi operación. Estoy al tanto de que así el procedimiento planeado y necesario encierra mayor riesgo debido a complicaciones hemorrágicas. Después de recibir minuciosa explicación, particularmente en cuanto a ese riesgo, solicito que la operación necesaria se efectúe sin el uso de sangre o componentes sanguíneos ajenos”.—Herz Kreislauf, agosto de 1987.
En realidad la atención médica sin sangre puede significar menos riesgo. Pero el punto que se hace resaltar aquí es que con gusto los pacientes Testigos libran al personal médico de toda preocupación innecesaria, para que este pueda seguir adelante con lo que se ha comprometido a hacer, es decir, ayudar a la gente a recuperarse. Esta cooperación beneficia a todos, como mostró el Dr. Angelos A. Kambouris en “Operaciones abdominales de importancia en testigos de Jehová”:
“El acuerdo preoperatorio debe considerarse vigente por el cirujano, quien debe adherirse a lo concordado prescindiendo de lo que suceda durante la operación y después de esta. [Esto] orienta favorablemente a los pacientes hacia su tratamiento quirúrgico, y aparta la atención del cirujano de las preocupaciones jurídicas y filosóficas para que se concentre en las quirúrgicas y técnicas, lo que le permitirá desempeñar del mejor modo su profesión y proveer al paciente el servicio que le sea de mayor beneficio”.—The American Surgeon, junio de 1987.
[Recuadro de la página 19]
“El uso excesivo de la tecnología médica es un factor de importancia en el aumento actual de los gastos para el cuidado de la salud. [...] La transfusión de sangre es particularmente importante debido a su costo y a su elevado potencial de riesgo. Por consiguiente, la Comisión Conjunta Estadounidense sobre Reconocimiento de Hospitales la clasificó como ‘de mucho volumen, gran riesgo y sujeta a errores’.”—“Transfusion”, julio-agosto de 1989.
[Recuadro de la página 20]
Alemania: “El derecho de libre determinación del paciente va por encima del principio de dar ayuda y conservar la vida. Como resultado: ninguna transfusión de sangre contra la voluntad del paciente”.—“Herz Kreislauf”, agosto de 1987.
España: “La transfusión de sangre o productos derivados de ella a un paciente Testigo de Jehová, adulto, en plenas facultades mentales y contra su voluntad libremente expresada, posiblemente sea ilegal en el sentido de constituir una violación a los derechos básicos de la persona y, en nuestra opinión, es claramente antiética”.—“Revista Española de Cardiología”, septiembre-octubre de 1981.
Estados Unidos: “A la base de lo imprescindible del consentimiento del paciente está el concepto ético de la autonomía individual, que las decisiones sobre lo que haya de sucederle a uno debe tomarlas uno mismo. La razón jurídica para exigir consentimiento es que un acto médico ejecutado sin el consentimiento del paciente constituye agresión”.—“Informed Consent for Blood Transfusion” (Consentimiento informado a la transfusión de sangre), 1989.
[Recuadro de la página 21]
“He hallado que las familias [de los testigos de Jehová] son familias muy unidas y amorosas —informa el Dr. Lawrence S. Frankel—. Los hijos son educados, se interesan en los demás y son respetuosos. [...] Hasta puede que cumplan mejor con los dictados médicos, lo que pudiera representar un esfuerzo por demostrar que aceptan la intervención médica hasta el grado que sus creencias se lo permiten”.—Departamento de Pediatría, Hospital e Instituto para Tumores M. D. Anderson, Houston, E.U.A., 1985.
[Recuadro de la página 22]
“Temo que no sea poco común —comenta el Dr. James L. Fletcher, hijo— el que la arrogancia profesional suplante el buen juicio médico. Tratamientos considerados ‘los mejores de hoy’ se modifican o descartan mañana. ¿Quién es más peligroso?: ¿‘padres religiosos’, o un médico arrogante que está convencido de que su tratamiento es absolutamente vital?”—“Pediatrics”, octubre de 1988.