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¿Qué origen tuvo la vida?

¿Qué origen tuvo la vida?

Capítulo 3

¿Qué origen tuvo la vida?

LA TIERRA rebosa de vida. Desde el gélido Ártico hasta la selva tropical amazónica, desde el desierto del Sahara hasta la región pantanosa de los Everglades, desde el oscuro suelo oceánico hasta los luminosos picos de las montañas, la vida se halla en abundancia. Y además, tiene el potencial de sorprendernos a cada instante.

Se encuentra en tipos, tamaños y cantidades que desbordan la imaginación. En nuestro planeta pululan un millón de especies de insectos. En las aguas que nos rodean nadan más de veinte mil especies de peces, algunos del tamaño de un grano de arroz y otros tan grandes como un camión. Por lo menos trescientas cincuenta mil especies de plantas, algunas de extraña apariencia y la mayoría de gran belleza, adornan la Tierra. Y más de nueve mil especies de aves vuelan por encima de nosotros. Estas criaturas, incluido el hombre, conforman el panorama y la sinfonía que llamamos vida.

Pero más sorprendente que la agradable variedad que nos rodea es la profunda unidad manifiesta. Los bioquímicos, que estudian la composición de los seres vivos, explican que toda la vida, desde la ameba hasta el hombre, depende de una sorprendente interacción: el trabajo de equipo entre los ácidos nucleicos (ADN y ARN) y las moléculas de proteínas. Los intrincados procesos en los que intervienen estas sustancias tienen lugar en prácticamente todas las células de nuestro cuerpo, así como también en las células de los colibríes, los leones y las ballenas. Esta uniforme interacción da lugar a un hermoso mosaico vital. ¿Cómo se produjo esta armónica organización de la vida? Es más, ¿qué origen tuvo la vida?

Posiblemente aceptemos que la vida no ha existido siempre sobre la Tierra. Tanto la ciencia como muchos libros religiosos concuerdan con esta idea. Ahora bien, sabemos que estas dos disciplinas —la ciencia y la religión— difieren en la forma de explicar cómo empezó la vida en la Tierra.

Millones de personas de todos los niveles de educación creen que un Creador inteligente, el Diseñador original, produjo la vida en la Tierra. En cambio, muchos científicos dicen que la vida surgió de materia inanimada, paso químico a paso químico, sencillamente por casualidad. ¿Es lo uno o es lo otro?

No debemos pensar que esta cuestión carece de relevancia para nosotros o que tiene poco que ver con el sentido de la vida. Como ya se ha dicho, una de las preguntas fundamentales que los hombres siempre han querido contestar es: ¿De dónde venimos?

La mayoría de los cursos científicos se centran en la adaptación y supervivencia de la vida, en vez de centrarse en la cuestión fundamental: el origen de la vida. Puede que hayamos notado que normalmente se intenta explicar el comienzo de la vida con generalizaciones como: “A lo largo de millones de años, la colisión fortuita de moléculas produjo de algún modo la vida”. Pero, ¿es satisfactoria esta explicación? Supondría que ante la presencia de energía solar, relámpagos o volcanes, la materia inanimada se puso en movimiento, se organizó y con el tiempo empezó a vivir, todo sin dirección. ¡Qué gran salto hubiera sido este! De materia inanimada a materia viva. ¿Pudo ocurrir así?

En la Edad Media no se hubiera presentado objeción a este planteamiento, pues entonces se creía en la generación espontánea, es decir, en que la vida podía surgir espontáneamente de materia inanimada. Finalmente, en el siglo XVII, el físico italiano Francesco Redi demostró que solo aparecían gusanos en la carne putrefacta cuando las moscas habían desovado en ella. No se formaban gusanos si las moscas no tenían acceso a la carne. Aunque los insectos del tamaño de las moscas no surgieran por sí mismos, ¿qué podía decirse de los microbios que seguían apareciendo en el alimento, estuviera cubierto o no? Aunque experimentos posteriores demostraron que los microbios tampoco se formaban espontáneamente, la controversia se mantuvo. Hasta que llegó Louis Pasteur.

Mucha gente recuerda los estudios de Pasteur sobre la fermentación y las enfermedades infecciosas. También son conocidos los experimentos que realizó para determinar si la vida microscópica podía surgir por sí misma. Pasteur demostró que si el agua se esterilizaba y se protegía de la contaminación ni siquiera se formaban en ella bacterias diminutas. En 1864 anunció: “Nunca se recobrará la doctrina de la generación espontánea del golpe mortal que le ha infligido este sencillo experimento”. Y así fue. Ningún experimento ha sido capaz de producir vida de materia inanimada.

¿Cómo, entonces, llegó a existir la vida en la Tierra? El intento moderno de contestar esta pregunta puede situarse en los años veinte de este siglo, en la obra del bioquímico ruso Alexandr I. Oparin. Él y otros científicos posteriores han ofrecido lo que podría denominarse el guión de un drama en tres actos de lo que se supone que ha ocurrido en el escenario del planeta Tierra. El primer acto representa a los elementos terrestres, o materia prima, transformándose en grupos de moléculas. Luego viene el salto a las macromoléculas. Y el último acto de este drama representa el salto a la primera célula viva. ¿Pero sucedió en realidad así?

Es fundamental para este drama explicar que la atmósfera primitiva de la Tierra era muy diferente de lo que es hoy. Una teoría sostiene que no había prácticamente oxígeno libre y que tres elementos, el nitrógeno, el hidrógeno y el carbono, formaron amoníaco y metano. Luego, cuando los rayos y la luz ultravioleta golpearon la atmósfera compuesta de estos gases y vapor de agua, se formaron azúcares y aminoácidos. No debe olvidarse, de todos modos, que se está hablando de una teoría.

Según este drama teórico, las moléculas pasaron a los océanos u otras masas de agua. Con el tiempo, los azúcares, ácidos y otros compuestos se concentraron en un “caldo prebiótico” en el que los aminoácidos, por ejemplo, se combinaron para formar proteínas. Extendiendo esta progresión teórica, otros compuestos llamados nucleótidos formaron cadenas y se convirtieron en un ácido nucleico, como el ADN. Todo ello preparó supuestamente el escenario para el acto final del drama molecular.

Podría decirse que este último acto, que no está documentado, es una historia de amor. Las moléculas de proteína y las moléculas de ADN se encuentran por casualidad, se reconocen unas a otras y se abrazan. Finalmente, antes de que baje el telón, nace la primera célula viva. Si usted estuviera viendo este drama, quizá se preguntara: “¿Es esto realidad, o ficción? ¿Pudo originarse de este modo la vida en la Tierra?”.

¿Génesis en el laboratorio?

A principios de los años cincuenta los científicos se dispusieron a comprobar la teoría de Alexandr Oparin. Era un hecho incuestionado que la vida procedía solo de la vida. Ahora bien, los científicos teorizaron que si las condiciones del pasado hubieran sido diferentes, la vida podría haber surgido lentamente de la no vida. ¿Era demostrable esta teoría? En el laboratorio de Harold Urey, el científico Stanley L. Miller tomó hidrógeno, amoníaco, metano y vapor de agua (suponiendo que esta era la composición de la atmósfera primigenia), los selló en un matraz en cuyo fondo había agua hirviendo (como si fuera el océano), y sometió la mezcla a descargas eléctricas (a modo de rayos). Al cabo de una semana se detectaron rastros de una sustancia viscosa y rojiza. Al analizarla, Miller descubrió que contenía muchos aminoácidos: los componentes de las proteínas. Posiblemente sepa de este experimento, pues se ha incluido por años en los libros de texto y en cursos escolares como explicación del origen de la vida en la Tierra. Pero ¿lo explica?

Hoy se cuestiona seriamente la validez del experimento de Miller (véase “Clásico, pero cuestionable”, páginas 36, 37). No obstante, este éxito aparente condujo a la realización de otros experimentos que hasta produjeron componentes que se hallan en los ácidos nucleicos (ADN o ARN). Especialistas en la materia (los llamados científicos sobre el origen de la vida) se sintieron optimistas, pues aparentemente habían reproducido el primer acto del drama molecular. Y parecía que iban a seguir las versiones de laboratorio de los restantes dos actos. Un catedrático de Química dijo: “La explicación del origen de una estructura viva primitiva mediante mecanismos evolutivos está muy próxima”. Y un escritor sobre temas científicos observó: “Los entendidos no tardaron en pronosticar que los científicos, igual que el Dr. Frankenstein de Mary Shelley, pronto crearían organismos vivos en sus laboratorios, y se podría desentrañar el origen de la vida con todo lujo de detalle”. Muchos pensaron que el misterio del origen espontáneo de la vida se había resuelto (véase “Dextrógiros, levógiros”, página 38).

Las opiniones cambian, las incógnitas permanecen

Sin embargo, desde entonces el optimismo se ha desvanecido. Han transcurrido algunas décadas y los secretos de la vida se nos siguen escapando. Unos cuarenta años después de su experimento, el profesor Miller dijo a Investigación y Ciencia: “El problema del origen de la vida ha resultado más complicado de lo que yo y muchos suponíamos”. Otros científicos comparten este cambio de opinión. Por ejemplo, el profesor de Biología Dean H. Kenyon fue coautor en 1969 del libro Biochemical Predestination (Predestinación bioquímica), aunque más tarde llegó a la conclusión de que es “fundamentalmente inviable que la materia y la energía inasistidas se organicen por sí mismas en sistemas vivos”.

De hecho, los experimentos de laboratorio corroboran la afirmación de Kenyon de que hay “un defecto fundamental en todas las teorías en boga sobre los orígenes químicos de la vida”. Después de que Miller y otros científicos sintetizaron aminoácidos, los hombres de ciencia se dispusieron a formar proteínas y ADN, ambos necesarios para la existencia de la vida en la Tierra. Tras miles de experimentos en condiciones llamadas prebióticas, ¿cuál ha sido el resultado? El libro The Mystery of Life’s Origin: Reassessing Current Theories (El misterio del origen de la vida: Nuevo examen de las teorías actuales) observa: “Existe un gran contraste entre el considerable éxito en la síntesis de aminoácidos y el fracaso sistemático en la síntesis de proteínas y ADN”. El resultado de estos últimos intentos ha sido un “fracaso constante”.

Siendo realistas, hay que admitir que no solo es un misterio cómo llegaron a existir las primeras moléculas de proteína y ácidos nucleicos (ADN o ARN), sino también su interacción. “Es el trabajo conjunto de las dos moléculas lo que hace posible la vida en la Tierra”, dice The New Encyclopædia Britannica. Ahora bien, la enciclopedia explica que la manera en que llegó a producirse esta colaboración todavía es “un problema fundamental y no resuelto sobre el origen de la vida”. Sin duda.

El apéndice A, “Trabajo de equipo en pro de la vida” (páginas 45-48), repasa algunos detalles básicos del fascinante trabajo de equipo entre las proteínas y los ácidos nucleicos en nuestras células. El mero hecho de poder adentrarnos en el mundo de las células corporales suscita admiración por el trabajo de los científicos que lo han hecho posible. Nos ha permitido entender procesos extraordinariamente complejos de los que pocos de nosotros somos siquiera conscientes, pero que tienen lugar en cada momento de nuestra vida. Sin embargo, desde otro punto de vista, la impresionante complejidad y precisión que los caracteriza nos hacen retornar a la pregunta: ¿Cómo llegaron a existir?

Los científicos sobre el origen de la vida no han cesado de formular escenarios plausibles para el drama del origen de la vida. No obstante, los nuevos guiones no están resultando convincentes (véase el apéndice B, “¿Del ‘mundo del ARN’, o de otro mundo?”, página 48). Por ejemplo, Klaus Dose, del Instituto de Bioquímica de Maguncia (Alemania), observó: “Por el momento todos los estudios sobre las principales teorías y experimentos en ese campo terminan bien en un punto muerto, o bien en un reconocimiento de ignorancia”.

Ni siquiera en la Conferencia Internacional sobre el Origen de la Vida, celebrada en 1996, se ofreció ninguna solución. Por el contrario, la revista Science informó que los casi trescientos científicos reunidos “lucharon sin éxito por resolver el enigma de cómo surgieron por primera vez las moléculas [de ADN y ARN] y cómo evolucionaron hasta convertirse en células con capacidad de reproducción”.

Se ha requerido inteligencia y una educación superior para estudiar y empezar a explicarse lo que ocurre en nuestras células a nivel molecular. Por tanto, ¿es razonable pensar que estos complicados procesos tuvieron lugar primero en un “caldo prebiótico”, sin dirección, espontáneamente y por azar? ¿O hubo algo más implicado?

¿Por qué los enigmas?

Hoy se puede hacer una retrospección de medio siglo de especulación y miles de intentos de probar que la vida se originó por sí sola. Sería difícil que quien la hiciera no concordara con el premio Nobel Francis Crick. Hablando de las teorías sobre el origen de la vida, Crick dijo que hay “demasiada especulación en torno a muy pocos hechos”. Es por tanto comprensible que algunos científicos que examinan los hechos lleguen a la conclusión de que la vida es demasiado compleja como para haberse producido por casualidad incluso en un laboratorio organizado, y mucho menos en un ambiente incontrolado.

Si la ciencia avanzada no es capaz de probar que la vida pudo surgir por sí misma, ¿por qué siguen defendiendo estas teorías algunos científicos? Hace unas décadas, el catedrático J. D. Bernal ofreció algunas respuestas en el libro The Origin of Life: “Al aplicar los cánones estrictos del método científico a este tema [la generación espontánea de la vida], es posible demostrar de manera efectiva en varios lugares de la explicación cómo no pudo haber surgido la vida; la improbabilidad es demasiado alta, la posibilidad [...], demasiado pequeña”. Y añadió: “La vida se encuentra aquí en la Tierra con toda su multiplicidad de formas y actividades, y lamentablemente hay que forzar los argumentos para explicar su existencia”. El panorama no ha mejorado desde entonces.

Analicemos el mensaje subyacente de este razonamiento. Equivale a decir: “Es científicamente correcto afirmar que la vida no pudo surgir por sí sola. Pero la aparición espontánea de la vida es la única posibilidad que puede contemplarse. De modo que es necesario forzar los argumentos para apoyar la hipótesis de que la vida surgió espontáneamente”. ¿Se siente cómodo con esta lógica? ¿No requiere este razonamiento “forzar” mucho los hechos?

Hay, sin embargo, científicos respetados y conocedores de la materia que no ven la necesidad de forzar los hechos para que encajen con una determinada filosofía sobre el origen de la vida. Por el contrario, permiten que los hechos los conduzcan a la conclusión razonable. ¿Qué hechos y a qué conclusión?

Información e inteligencia

El profesor Maciej Giertych, renombrado genetista del Instituto de Dendrología de la Academia Polaca de Ciencias, respondió lo siguiente en una entrevista para un documental:

“Somos ahora conscientes de la impresionante cantidad de información contenida en los genes. La ciencia no es capaz de explicar cómo puede surgir espontáneamente esta información. Se requiere una inteligencia; no puede producirse mediante sucesos fortuitos. La mezcla de letras no produce palabras.” Y añadió: “Por ejemplo, el complejísimo sistema replicativo del ADN, el ARN y las proteínas en la célula debe haber sido perfecto desde el mismo principio. De no haber sido así, no existirían organismos vivos. La única explicación lógica es que esta inmensa cantidad de información proceda de una inteligencia”.

Cuanto más aprendemos acerca de las maravillas de la vida, más lógico es concordar con esa conclusión: el origen de la vida requiere una fuente inteligente. ¿Qué fuente?

Como se ha dicho anteriormente, millones de personas educadas piensan que una inteligencia superior, un diseñador, debe haber producido la vida en la Tierra. Después de examinar objetivamente el tema, han aceptado que aun en esta era científica, es razonable coincidir con el poeta bíblico que hace mucho tiempo dijo sobre Dios: “Porque contigo está la fuente de la vida” (Salmo 36:9).

Sea que hayamos llegado a una firme conclusión sobre este tema o no, dirijamos la atención a algunas maravillas de las que depende nuestra existencia. Nos resultará gratificante y puede esclarecer en gran manera este tema que afecta a nuestra vida.

[Recuadro de la página 30]

¿Cuánto azar en el azar?

“El azar, y solo el azar, lo hizo todo, desde el caldo primitivo hasta el hombre”, dijo el premio Nobel Christian de Duve hablando del origen de la vida. Pero ¿es el azar una explicación razonable del origen de la vida?

¿Qué es el azar? Aunque algunas personas relacionan el término con el cálculo de probabilidades, llamado también “la ciencia del azar”, muchos científicos emplean el concepto en un sentido vago como sustitutivo del término más preciso “causa”, especialmente cuando esta es desconocida.

“Personificar el ‘azar’ como si habláramos de un agente causal —dice el biofísico Donald M. MacKay— es cambiar injustificadamente de un concepto científico a uno mitológico cuasirreligioso.” Del mismo modo, Robert C. Sproul señala: “Al llamar a la causa desconocida ‘azar’ por tanto tiempo, la gente empieza a olvidar que se hizo una sustitución. [...] La suposición de que ‘azar es igual a causa desconocida’ ha llegado a significar para muchos que ‘azar es igual a causa’”.

El premio Nobel Jacques L. Monod es uno de los que utiliza el razonamiento de “azar es igual a causa”. Escribe: “El puro azar, el único azar, libertad absoluta pero ciega, [se halla] en la raíz misma del prodigioso edificio de la evolución”. Luego añade: “El hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar”. Observe que dice: ‘POR azar’. Monod hace lo que muchos otros científicos: elevar el azar al rango de principio creativo. Se presenta el azar como el causante de la existencia de la vida en la Tierra.

Puesto que azar se define como “casualidad o supuesta causa a la que se atribuyen los sucesos no debidos a una necesidad natural o a la intervención humana” o aquellos “cuya causa real se desconoce”, si alguien dice que la vida apareció por azar, en realidad está diciendo que surgió por un poder causal desconocido. ¿Podría ser entonces que se estuviera usando el término “Azar” con mayúscula como voz sinónima de “Creador”?

[Recuadro de la página 35]

“[La bacteria más pequeña] es mucho más semejante al ser humano que a las mezclas químicas de Stanley Miller, porque ya posee estas propiedades sistemáticas. De modo que pasar de una bacteria a un ser humano es un salto menor que pasar de una mezcla de aminoácidos a esa bacteria.” —Lynn Margulis, catedrática de Biología.

[Recuadro de las páginas 36 y 37]

Clásico, pero cuestionable

Se suele citar el experimento de Stanley Miller, realizado en 1953, como prueba de que pudo haber ocurrido la generación espontánea en tiempos primitivos. Sin embargo, la validez de esta tesis descansa en la suposición de que la atmósfera primigenia de la Tierra era “reductora”, es decir, que solo contenía una mínima cantidad de oxígeno libre (no combinado químicamente). ¿Por qué?

El libro The Mystery of Life’s Origin: Reassessing Current Theories explica que si hubiera habido mucho oxígeno libre, ‘ninguno de los aminoácidos siquiera habría podido formarse, y si por casualidad lo hubieran hecho, se habrían descompuesto rápidamente’. * ¿Qué solidez tenía la suposición de Miller acerca de la atmósfera primitiva?

En un artículo clásico publicado dos años después de su experimento, Miller escribió: “Estas ideas son por supuesto especulación, pues no sabemos si la Tierra tenía una atmósfera reductora cuando se formó. [...] Aún no se han encontrado pruebas directas” (Journal of the American Chemical Society, 12 de mayo de 1955).

¿Se encontraron esas pruebas posteriormente? Unos veinticinco años más tarde, el escritor de artículos científicos Robert C. Cowen informó: “Los científicos tienen que reformular algunas de sus hipótesis. [...] Poco se ha encontrado que pruebe la idea de una atmósfera rica en hidrógeno y muy reductora, y algunas pruebas demuestran lo contrario” (Technology Review, abril de 1981).

¿Y desde entonces? En 1991, John Horgan escribió en Investigación y Ciencia: “Durante los últimos diez años han crecido las dudas sobre las hipótesis de Urey y Miller acerca de la atmósfera. Experimentos de laboratorio y reconstrucciones computerizadas de la atmósfera [...] sugieren que las radiaciones ultravioletas procedentes del Sol, hoy frenadas gracias al ozono atmosférico, habrían destruido las moléculas hidrogenadas de la atmósfera. [...] Una atmósfera así [de dióxido de carbono y nitrógeno] no habría sido la más conveniente para la síntesis de aminoácidos y otros precursores de la vida”.

¿Por qué, entonces, se defiende aún que la atmósfera primitiva de la Tierra era reductora, es decir, contenía muy poco oxígeno? En Molecular Evolution and the Origin of Life (Evolución molecular y el origen de la vida), Sidney W. Fox y Klaus Dose contestan: La atmósfera debió tener poco oxígeno porque “los experimentos de laboratorio muestran que la evolución química [...] hubiera sido prácticamente inviable con oxígeno” y también porque compuestos como los aminoácidos “no son estables por mucho tiempo en la presencia de oxígeno”.

¿No es este un razonamiento cíclico? Se dice que la atmósfera primitiva era reductora porque de otro modo no hubiera tenido lugar la generación espontánea de la vida. Pero lo cierto es que no hay ninguna seguridad de que haya sido reductora.

Otro factor que no debe pasarse por alto: si la mezcla de gases representa la atmósfera, las descargas eléctricas imitan a los rayos y el agua hirviendo hace las veces de océano, ¿a quién o qué representa el científico que prepara y realiza el experimento?

[Nota]

^ párr. 50 El oxígeno es muy reactivo. Por ejemplo, se combina con el hierro para formar óxido, o con el hidrógeno para formar agua. Si hubiera habido mucho oxígeno libre en la atmósfera cuando se estaban sintetizando los aminoácidos, este se habría combinado rápidamente con las moléculas orgánicas y las habría descompuesto tan pronto como se formaban.

[Recuadro de la página 38]

Dextrógiros, levógiros

Tal como hay guantes para la mano derecha y para la izquierda, los aminoácidos también pueden ser dextrógiros (desvían hacia la derecha el plano de polarización de la luz) o levógiros (desvían hacia la izquierda dicho plano). De los aproximadamente cien aminoácidos conocidos, solo veinte se hallan presentes en las proteínas, y todos son levógiros. Cuando los científicos producen aminoácidos en el laboratorio imitando lo que piensan que posiblemente ocurrió en el caldo prebiótico, se encuentran con un número igual de moléculas “dextrógiras” y “levógiras”. “Esta distribución al 50% —dice The New York Times— no es característica de la vida, que depende solo de aminoácidos levógiros.” Por qué están hechos los seres vivos solo de aminoácidos levógiros es “un gran misterio”. Incluso los aminoácidos que se han hallado en los meteoritos “son mayoritariamente levógiros”. El doctor Jeffrey L. Bada, que estudia la problemática del origen de la vida, dijo que “alguna influencia extraterrestre debió contribuir a determinar la orientación de los aminoácidos biológicos”.

[Recuadro de la página 40]

“Estos experimentos [...] se presentan como prueba de una síntesis abiótica cuando en realidad los ha concebido y producido el muy inteligente y biótico ser humano para defender ideas con las que está muy comprometido.” (Origin and Development of Living Systems [Origen y desarrollo de los sistemas vivos].)

[Recuadro de la página 41]

“Un acto intelectual deliberado”

El astrónomo británico sir Fred Hoyle ha invertido décadas en el estudio del universo y la vida que hay en él, e incluso ha propugnado la idea de que esta llegó a la Tierra procedente del espacio exterior. En una conferencia que pronunció en el Instituto de Tecnología de California habló del orden de los aminoácidos en las proteínas.

“El gran problema de la biología —dijo Hoyle— no es tanto el hecho obvio de que la proteína se compone de una cadena de aminoácidos unidos de cierta manera, sino que el orden preciso de estos dota a la cadena de notables propiedades [...]. Si los aminoácidos se unieran al azar, se darían un gran número de ordenaciones que no tendrían ninguna utilidad para la célula viva. Cuando pensamos que una enzima típica está formada por una cadena de unos doscientos enlaces y que hay veinte posibilidades para cada enlace, es fácil concluir que el número de ordenaciones inútiles es enorme, mayor que el número de átomos de todas las galaxias visibles con los mayores telescopios. Esto en el caso de tan solo una enzima, y hay más de dos mil, que en su mayoría cumplen propósitos muy diferentes. Por tanto, ¿cómo llegó la situación a ser lo que ahora vemos que es?”

Hoyle añadió: “Más bien que aceptar la probabilidad fantásticamente pequeña de que las fuerzas ciegas de la naturaleza hubieran producido la vida, parece mejor suponer que su origen se deba a un acto intelectual deliberado”.

[Recuadro de la página 44]

El profesor Michael J. Behe dijo: “Para quien no se siente obligado a limitar su búsqueda a causas no inteligentes, la conclusión más lógica es que muchos de los sistemas bioquímicos fueron diseñados. No los diseñaron las leyes de la naturaleza, ni el azar y la necesidad, sino que fueron planeados. [...] La vida en la Tierra en su nivel más fundamental, en sus componentes más básicos, es el producto de actividad inteligente”.

[Ilustración de la página 42]

Un simple vistazo al complejo mundo e intrincadas funciones de cada una de las células del cuerpo suscita la pregunta: ¿Cómo se produjo todo esto?

Membrana celular

Controla lo que entra en la célula y sale de ella

Núcleo

Centro de control de la célula

Cromosomas

Contienen el ADN, el plan maestro genético

Ribosomas

Lugar donde se elaboran las proteínas

Nucleolo

Lugar donde se forman los ribosomas

Mitocondria

Centro de producción de las moléculas que suministran energía a la célula

[Ilustración de la página 33]

Muchos científicos reconocen hoy que las complejas moléculas fundamentales para la vida no pudieron haberse generado espontáneamente en un caldo prebiótico