Ir al contenido

Ir al índice

¿Qué puede aprenderse del Creador en un libro?

¿Qué puede aprenderse del Creador en un libro?

Capítulo 7

¿Qué puede aprenderse del Creador en un libro?

SUELE reconocerse que un libro interesante y educativo es de gran valor. La Biblia es esa clase de libro. En ella hallamos historias reales apasionantes en las que se ponen de relieve elevados valores morales. También hallamos vívidas ilustraciones de importantes verdades. Uno de los escritores, conocido por su sabiduría, dijo que “procuró hallar las palabras deleitables y la escritura de palabras correctas de verdad” (Eclesiastés 12:10).

El libro que se conoce como “La Biblia” es, de hecho, una colección de 66 libros menores escritos en el transcurso de más de mil quinientos años. Moisés redactó los cinco primeros libros entre 1513 y 1473 a.E.C., empezando con Génesis. Juan, uno de los apóstoles de Jesús, fue el último escritor bíblico. Redactó una biografía de Jesús (el Evangelio de Juan), así como unas cartas más breves y el libro de Revelación (Apocalipsis), con el que concluyen la mayoría de las versiones de la Biblia.

Unos cuarenta hombres participaron en la escritura de la Biblia durante los mil quinientos años que transcurrieron entre la época de Moisés y la de Juan. Eran hombres devotos y sinceros interesados en difundir el conocimiento del Creador. Sus escritos nos permiten conocer la personalidad de Dios y nos enseñan lo que se requiere para agradarle. La Biblia también nos ayuda a entender por qué abunda la maldad y cómo se le pondrá fin. Los escritores bíblicos hablaron del tiempo en que la humanidad vivirá directamente bajo la gobernación de Dios, y describieron en parte las emocionantes condiciones de las que podremos disfrutar entonces (Salmo 37:10, 11; Isaías 2:2-4; 65:17-25; Revelación 21:3-5).

Sabemos que mucha gente rechaza la Biblia pensando que solo es un libro antiguo de sabiduría humana. Sin embargo, millones de personas están convencidas de que Dios es su verdadero Autor, es decir, que guió el pensamiento de sus escritores (2 Pedro 1:20, 21). Pero ¿cómo podemos determinar que lo que estos hombres escribieron dimanaba realmente de Dios?

Pues bien, hay varias razones que llevan a esa conclusión. Muchas personas pensadoras han analizado estas razones y han concluido que la Biblia es más que un simple libro humano, es decir, que procede de una fuente sobrehumana. A modo de ejemplo, examinemos una de estas razones que, a su vez, nos ayudará a conocer mejor al Creador de nuestro universo, la fuente de la vida humana.

Predicciones que se realizaron

Bastantes escritores bíblicos incluyeron en sus libros profecías, aunque en ningún caso se arrogaron la facultad de conocer el futuro, sino que siempre atribuyeron el mérito al Creador. Por ejemplo, Isaías dijo que Dios era “Aquel que declara desde el principio el final” (Isaías 1:1; 42:8, 9; 46:8-11). La capacidad de predecir sucesos con décadas e incluso siglos de antelación singulariza al Dios de Isaías, y lo distingue de los ídolos que la gente del pasado y del presente ha adorado. La profecía es una prueba convincente de que la Biblia no es producto de la sabiduría humana. Veamos cómo confirma el libro de Isaías lo antedicho.

Una confrontación del contenido de Isaías con los datos históricos muestra que este libro se escribió sobre el año 732 a.E.C. Isaías profetizó calamidades para los habitantes de Jerusalén y Judá por ser culpables de derramamiento de sangre e idolatría. Predijo que la tierra sería devastada; Jerusalén y su templo, destruidos, y los sobrevivientes, llevados cautivos a Babilonia. Pero Isaías también vaticinó que Dios no olvidaría a la nación cautiva. El libro predijo que un rey extranjero llamado Ciro conquistaría Babilonia y liberaría a los judíos para que regresaran a su tierra natal. Isaías también escribió que Dios era “Aquel que dice de Ciro: ‘Es mi pastor, y todo aquello en que me deleito él lo llevará a cabo por completo’; aun en mi decir de Jerusalén: ‘Será reedificada’, y del templo: ‘Te será colocado tu fundamento’” (Isaías 2:8; 24:1; 39:5-7; 43:14; 44:24-28; 45:1).

En los tiempos de Isaías, el siglo VIII a.E.C., tales predicciones pudieron parecer increíbles. En aquella época Babilonia no era siquiera una potencia militar importante. Estaba sometida a la verdadera potencia mundial de la época, a saber, el Imperio asirio. Igualmente extraña sería la idea de que un pueblo conquistado al que se había llevado al exilio a un país distante fuera liberado y reclamara su tierra. “¿Quién ha oído cosa como esta?”, escribió Isaías (Isaías 66:8).

Sin embargo, ¿cuál era el panorama dos siglos más tarde? Lo que les sucedió a los judíos demostró que la profecía de Isaías se cumplió en todo detalle. Babilonia se hizo poderosa y destruyó Jerusalén. El nombre del rey persa (Ciro), su conquista subsiguiente de Babilonia y la repatriación de los judíos son hechos históricos reconocidos. Estos detalles profetizados se cumplieron con tal exactitud, que en el siglo XIX hubo críticos que afirmaron que el libro de Isaías estaba falsificado. Su argumento era: ‘Es posible que Isaías escribiera los primeros capítulos, pero un escritor posterior del tiempo del rey Ciro compuso el resto del libro de modo que pareciera ser una profecía’. Cualquiera puede desautorizar la profecía bíblica, pero ¿qué dicen los hechos?

¿Verdaderas predicciones?

Las predicciones del libro de Isaías no se limitan a los sucesos relacionados con Ciro y los judíos exiliados. Isaías también predijo cómo terminaría Babilonia, y su libro incluye muchos detalles sobre la venida del Mesías o Libertador, como los sufrimientos que padecería y su posterior glorificación. ¿Puede saberse si estos vaticinios se escribieron con mucho tiempo de antelación, de modo que puedan calificarse de profecías que tendrían un cumplimiento futuro?

Veamos. Isaías escribió sobre el fin que le esperaba a Babilonia. Predijo: “Babilonia, la decoración de reinos, la hermosura del orgullo de los caldeos, tiene que llegar a ser como cuando Dios derribó a Sodoma y Gomorra. Nunca será habitada, ni residirá por generación tras generación” (Isaías 13:19, 20; capítulo 47). ¿Qué sucedió en realidad?

Babilonia dependía desde hacía tiempo de un complejo sistema de irrigación de presas y canales construido entre los ríos Tigris y Éufrates. Parece ser que sobre el año 140 a.E.C., durante la destructiva conquista parta, este sistema se dañó y quedó prácticamente inservible. ¿Cuáles fueron las consecuencias? The Encyclopedia Americana explica: “El suelo se saturó de sales minerales y se formó una costra de álcali sobre la superficie que imposibilitó la agricultura”. Unos doscientos años más tarde, Babilonia era todavía una ciudad populosa, pero no lo fue por mucho tiempo más (compárese con 1 Pedro 5:13). En el siglo III E.C., el historiador Dión Casio (c. 150-235 E.C.) dijo que cierto personaje no encontró en Babilonia más que “montones de piedras y ruinas” (LXVIII, 30). Es digno de mención que para ese tiempo hacía siglos que Isaías había muerto y que su libro completo estaba en circulación. Y si alguien visita Babilonia en la actualidad, solo encontrará ruinas de la otrora gloriosa ciudad. Aunque otras metrópolis antiguas como Roma, Jerusalén y Atenas han sobrevivido hasta nuestro día, Babilonia yace desolada, deshabitada, en ruinas: tal como Isaías vaticinó. La predicción se cumplió.

Ahora centrémonos en lo que Isaías dice sobre el esperado Mesías. Según Isaías 52:13, este siervo especial de Dios ocuparía con el tiempo un ‘puesto alto y sería ensalzado en gran manera’. Sin embargo, el siguiente capítulo (Isaías 53) profetizó que antes de su ensalzamiento, el Mesías pasaría por una experiencia de signo sorprendentemente distinto. Es posible que le asombren los detalles de las predicciones de ese capítulo, reconocido como una profecía mesiánica.

En él leemos que el Mesías sería despreciado por sus coterráneos. Seguro de que así ocurriría, Isaías escribió como si ya hubiera sucedido: “Fue despreciado y fue evitado por los hombres” (Isa 53 versículo 3). Este maltrato estaría totalmente injustificado, pues el Mesías sería un hombre caritativo. “Nuestras enfermedades fueron las que él mismo llevó”, es como alude Isaías a los actos de curación del Mesías (Isa 53 versículo 4). Pese a ello, al Mesías se le juzgaría y condenaría injustamente, mas él permanecería en silencio ante sus acusadores (Isa 53 versículos 7, 8). Permitiría que lo entregaran para ser ejecutado junto a delincuentes; durante su ejecución se traspasaría su cuerpo (Isa 53 versículos 5, 12). A pesar de morir como un transgresor, se le enterraría como a un rico (Isa 53 versículo 9). Isaías también apunta una y otra vez que la injusta muerte del Mesías tendría un valor expiatorio y cubriría los pecados de otros seres humanos (Isa 53 versículos 5, 8, 11, 12).

Todo ello se realizó. Los relatos que escribieron contemporáneos de Jesús (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) confirman que las predicciones de Isaías se cumplieron. Algunos sucesos tuvieron lugar después de la muerte de Jesús, de modo que él no pudo haberlos manipulado (Mateo 8:16, 17; 26:67; 27:14, 39-44, 57-60; Juan 19:1, 34). A lo largo de los siglos, el cumplimiento total de la profecía mesiánica de Jesús ha tenido un fuerte impacto en los lectores sinceros de la Biblia, incluso en algunos que con anterioridad rechazaban a Jesús. El hebraísta William Urwick dice: “Muchos judíos, al poner por escrito la razón de su conversión al cristianismo, reconocieron que fue el examen detenido de este capítulo [Isaías 53] lo que sacudió su fe en sus anteriores maestros [rabinos] y credo” (The Servant of Jehovah). *

Urwick escribió estas palabras a finales del siglo XIX, cuando había quienes dudaban de que el capítulo 53 de Isaías se hubiera escrito siglos antes del nacimiento de Jesús. Sin embargo, los descubrimientos posteriores han eliminado prácticamente cualquier asomo de duda. Un pastor beduino descubrió en 1947, cerca del mar Muerto, un antiguo rollo del libro de Isaías completo. Los paleógrafos dataron el rollo entre los años 125 y 100 a.E.C. Pero en 1990, un análisis con carbono 14 del mismo rollo arrojó una fecha entre 202 y 107 a.E.C. De modo que este famoso rollo de Isaías era ya bastante antiguo cuando Jesús nació. ¿Qué descubrimos al compararlo con las Biblias modernas?

En Jerusalén pueden verse actualmente fragmentos de los Rollos del mar Muerto. El arqueólogo Yigael Yadin explica en una grabación: “No pasaron más de quinientos o seiscientos años entre la pronunciación de las palabras de Isaías y la copia de este rollo en el siglo II a.E.C. Es sorprendente que, a pesar de sus dos mil años de antigüedad, el rollo original del museo sea tan parecido a la Biblia actual, tanto en su versión hebrea como en las traducciones que se hicieron del original”.

Este hecho debería conformar nuestra opinión al respecto. ¿En qué sentido? Pues bien, debería desmentir la afirmación de que el libro de Isaías se escribió después de los acontecimientos que vaticina. Hoy tenemos prueba científica de que una copia de los escritos de Isaías se hizo más de cien años antes del nacimiento de Jesús y mucho antes de que Babilonia quedara desolada. En consecuencia, ¿cómo puede dudarse de que el libro de Isaías predijera lo que le sucedería finalmente a Babilonia y los injustos sufrimientos, la clase de muerte y el trato que recibió el Mesías? Por tanto, los hechos históricos eliminan la base para dudar de que Isaías predijera con exactitud el cautiverio del pueblo judío y su liberación de Babilonia. Tales predicciones cumplidas constituyen tan solo una de las abundantes pruebas de que el verdadero Autor de la Biblia es el Creador y de que la Biblia es “inspirada de Dios” (2 Timoteo 3:16).

Hay muchas otras indicaciones de la inspiración divina de la Biblia. Entre ellas se cuentan su exactitud cuando hace referencia a temas de astronomía, geología y medicina; la armonía interna de los libros que la componen, escritos por decenas de hombres a lo largo de muchos siglos; su concordancia con numerosos hechos históricos y arqueológicos, y su código moral, mucho más elevado que los que poseían los pueblos vecinos de la época y cuya clara superioridad sobre todo otro cuerpo de leyes todavía se reconoce. Estas y otras indicaciones han convencido a un sinnúmero de personas reflexivas y sinceras de que la Biblia es indudablemente un libro de procedencia divina. *

También podemos derivar de ello algunas conclusiones válidas sobre el Creador, que nos ayudan a apreciar sus cualidades. ¿No da testimonio el que pueda prever el futuro que su percepción es muy superior a la humana? El hombre no sabe lo que ocurrirá en el futuro distante, ni puede controlarlo, pero el Creador sí puede hacerlo. Puede tanto prever el futuro como dirigir los acontecimientos para que se cumpla su voluntad. Es propio, por tanto, que Isaías diga del Creador que es “Aquel que declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho; Aquel que dice: ‘Mi propio consejo subsistirá, y todo lo que es mi deleite haré’” (Isaías 46:10; 55:11).

Cómo conocer mejor al Autor de la Biblia

Conocemos a nuestros semejantes conversando con ellos y viendo cómo reaccionan ante diferentes circunstancias. Así nos familiarizamos con otros seres humanos, pero ¿cómo conocer al Creador? No podemos hablar directamente con él. Sin embargo, como hemos visto, Dios se revela en la Biblia, tanto por sus palabras como por sus hechos. Además, ese libro único nos invita directamente a cultivar una relación con el Creador. Dice: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 2:23; 4:8).

¿Cuál es el primer paso para ello? Si queremos ser amigos de alguien, lo primero que hacemos es conocer su nombre. Pues bien, ¿cuál es el nombre del Creador, y qué revela ese nombre acerca de él?

La sección hebrea de la Biblia (a la que suele llamarse el Antiguo Testamento) pone en nuestro conocimiento el nombre singular del Creador. En los antiguos manuscritos se representa por medio de cuatro consonantes hebreas que pueden transliterarse por YHWH o JHVH. El nombre del Creador aparece en dicha sección unas siete mil veces, muchas más que los títulos Dios o Señor. Los lectores de la Biblia hebrea usaron por muchos siglos ese nombre personal. Pero, con el transcurso del tiempo, muchos judíos desarrollaron un temor supersticioso de pronunciar el nombre divino, de modo que se perdió su pronunciación exacta.

“La pronunciación original se perdió con el tiempo; las tentativas modernas de recuperarla se basan en conjeturas”, dice un comentario judío sobre Éxodo. Es cierto que no podemos saber con seguridad cómo pronunciaba Moisés el nombre divino, que hallamos en Éxodo 3:16 y 6:3. No obstante, ¿quién hoy en día se sentiría obligado a pronunciar y entonar los nombres de Moisés y de Jesús como lo hacían sus contemporáneos? Sin embargo, no evitamos referirnos a ellos por sus nombres Moisés y Jesús. En lugar, pues, de preocuparnos excesivamente por cómo pronunciaba el nombre de Dios un pueblo antiguo que hablaba otro idioma, ¿por qué no utilizar la pronunciación que se ha generalizado en nuestro idioma? En español, se ha usado por más de cuatrocientos años la grafía “Jehová”, y por lo general sigue aceptándose como el nombre del Creador.

Pero más importante que la pronunciación del nombre divino es su significado. El nombre hebreo es una forma causativa del verbo ha·wáh, que significa “llegar a ser” o “resultar ser” (Génesis 27:29; Proverbios 3:26). La obra The Oxford Companion to the Bible da la siguiente traducción: “‘él hace’ o ‘hará que sea’”. De modo que puede decirse que el nombre personal del Creador significa literalmente “Él Hace que Llegue a Ser”. Observe que el nombre no pone el acento en la actuación del Creador en el pasado remoto como lo hace la expresión “Primera Causa”. ¿Por qué no?

Porque el nombre divino está relacionado con lo que el Creador tiene el propósito de hacer. Básicamente, el verbo hebreo tiene solo dos estados, y el nombre del Creador está en el que “denota acciones [...] en desarrollo”, que “no expresa solo la continuación de una acción [...] sino el desarrollo desde su principio hacia su terminación” (A Short Account of the Hebrew Tenses). En efecto, Jehová revela con su nombre que es un Dios activo y con propósito, quien, mediante una actuación progresiva, llega a ser el Cumplidor de promesas. Para muchos es gratificante y confortante saber que el Creador siempre lleva sus propósitos a feliz término.

Su propósito, nuestro propósito

Aunque el nombre de Dios refleja propósito, a muchas personas les resulta difícil ver propósito en su propia existencia. Observan a la humanidad pasar de una crisis a otra: guerras, desastres naturales, epidemias, pobreza y delincuencia. Aun los pocos privilegiados que se libran de estas calamidades suelen admitir que tienen dudas sobre el futuro y el sentido de la vida.

La Biblia dice lo siguiente: “La creación fue sometida a frustración, no por su propia elección, sino por la voluntad de Aquel que la sometió, con la esperanza de que también ella misma será liberada [...] e introducida en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:20, 21, Nueva Versión Internacional, 1985). El relato de Génesis muestra que en un tiempo el ser humano estaba en paz con su Creador. Posteriormente, debido a su mala conducta, Dios lo sujetó con justicia a una situación que, en un sentido, produjo frustración. Veamos cómo se desarrolló esta, qué nos enseña en cuanto al Creador y qué podemos esperar en el futuro.

Según ese relato histórico, que ha probado su veracidad en muchos aspectos, los primeros seres humanos fueron Adán y Eva. El documento muestra que no se les dejó andando a tientas, sin propósito ni instrucciones sobre la voluntad de Dios. El Creador dio a la humanidad instrucciones útiles, tal como cualquier padre humano amoroso y considerado lo haría para su prole. Les dijo: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28).

De modo que los primeros seres humanos tenían un propósito útil en la vida. Debían cuidar del medio ambiente y llenar la Tierra con una descendencia responsable (compárese con Isaías 11:9). Nadie está justificado para culpar al Creador por el presente estado de nuestro contaminado planeta, como si él hubiera dado al hombre excusa para explotar y arruinar la Tierra. La expresión “sojúzguenla” no era una licencia para la explotación. Implicaba cultivar y cuidar la Tierra, cuya administración se le confió (Génesis 2:15). Además, tendría un futuro ilimitado en el que llevar a cabo esa importante comisión. La perspectiva de no morir nunca armoniza con el hecho de que la capacidad del cerebro humano es muy superior a la necesaria para una vida de 70, 80 o incluso 100 años. El cerebro está concebido para poder utilizarse indefinidamente.

Jehová Dios, como productor y director de su creación, dio al hombre un margen de flexibilidad para llevar a cabo Su propósito en cuanto a la Tierra y la humanidad. No fue demasiado exigente ni restrictivo. Por ejemplo, dio a Adán una comisión que haría las delicias de todo zoólogo: estudiar a los animales y ponerles nombre. Cuando Adán conoció sus características, les dio nombres, muchos de ellos de naturaleza descriptiva (Génesis 2:19). Este es tan solo un ejemplo de cómo podía el hombre usar su talento y aptitudes según el propósito de Dios.

Es fácil entender que el sabio Creador de todo el universo podía controlar sin dificultad cualquier situación que se produjera en la Tierra, aun si el hombre optaba por un proceder insensato o perjudicial. El relato histórico nos dice que Dios le dio un solo mandamiento restrictivo a Adán: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás” (Génesis 2:16, 17).

Ese mandato requería que la humanidad reconociera el derecho que tiene Dios a ser obedecido. El ser humano, desde el tiempo de Adán hasta nuestros días, ha tenido que aceptar la ley de la gravedad y vivir en armonía con ella; sería una insensatez, y muy perjudicial, obrar de otro modo. Entonces, ¿por qué negarse a vivir en armonía con otra ley o mandamiento del buen Creador? Este expresó con claridad cuáles serían las consecuencias de rechazar su ley, pero dio opción a Adán y Eva de obedecerle voluntariamente. No es difícil ver en el relato de la historia primitiva del hombre que el Creador le permite libertad de elección. Sin embargo, quiere que sus criaturas sean totalmente felices, lo cual es el resultado natural de vivir según sus justas leyes.

En un capítulo anterior aprendimos que el Creador produjo criaturas inteligentes invisibles: criaturas espirituales. La historia del principio del hombre revela que uno de estos espíritus se obsesionó con la idea de usurpar a Dios su posición (compárese con Ezequiel 28:13-15). Abusó del libre albedrío que Dios concede a sus criaturas y condujo a los primeros seres humanos a lo que podríamos llamar una rebelión manifiesta. La primera pareja escogió la independencia de la gobernación divina mediante un acto desafiante de desobediencia directa: comer del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo”. Pero más que eso, su proceder puso de manifiesto que aceptaron la idea de que el Creador retenía algo bueno de sus criaturas. Era como si Adán y Eva exigieran decidir por sí mismos lo que era bueno y lo que era malo, sin importar lo que su Creador dijera al respecto.

Sería muy irrazonable que tanto hombres como mujeres decidieran actuar de manera contraria a la ley de la gravedad porque no les gustara. Igualmente irracional fue que Adán y Eva rechazaran las normas morales de su Creador. El hombre debió entender que quebrantar la ley básica de Dios que requería obediencia le acarrearía graves consecuencias, del mismo modo que pasar por alto la ley de la gravedad redunda en perjuicio para quien se atreve a hacerlo.

La historia nos muestra que Jehová tomó entonces las medidas pertinentes. El “día” en que Adán y Eva rechazaron la voluntad del Creador, empezaron a deteriorarse física y mentalmente hasta que les alcanzó la muerte, tal como Dios les había advertido (compárese con 2 Pedro 3:8). Esto pone de manifiesto otro aspecto de la personalidad del Creador: la justicia. Él es un Dios que no deja pasar por debilidad la desobediencia flagrante. Tiene normas sabias y justas y las mantiene.

En concordancia con sus sobresalientes cualidades, no puso fin de inmediato a la vida humana. ¿Por qué? Por consideración a la prole de Adán y Eva, que ni siquiera había sido concebida todavía y que no era directamente responsable del pecado de sus progenitores. El interés de Dios por la vida que aún no se había concebido nos dice mucho de cómo es el Creador. No es un juez implacable e insensible. Por el contrario, es justo, está dispuesto a dar a todos una oportunidad y respeta la santidad de la vida humana.

Esto no quiere decir que las generaciones humanas subsiguientes iban a disfrutar de las mismas circunstancias placenteras que la primera pareja. Cuando el Creador permitió que Adán tuviera descendencia, “la creación fue sometida a frustración”. Pero no era una frustración definitiva y desesperanzada. Recordemos que Romanos 8:20, 21 también dice que el Creador le dio “la esperanza de que también ella misma [sería] liberada”. Merece la pena aprender más acerca de esta esperanza.

¿Podemos hallarlo?

Al enemigo que promovió la rebelión de la primera pareja se le llama en la Biblia Satanás el Diablo, que significa “Resistidor” y “Calumniador”. Cuando Dios pronunció la sentencia contra este principal instigador de la rebelión, calificándolo de enemigo, colocó a su vez el fundamento para que los futuros seres humanos tuvieran esperanza. Dios dijo: “Pondré enemistad entre ti [Satanás] y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón” (Génesis 3:15). Obviamente, el lenguaje de este texto es figurado o representativo. ¿Qué significa el que se dijera que tenía que venir una “descendencia”?

Otras partes de la Biblia esclarecen este interesante versículo. Muestran que está relacionado con el que Jehová haga honor a su nombre y ‘llegue a ser’ lo que se necesita a fin de cumplir su propósito para el hombre en la Tierra. Para ello, utilizó a una nación en particular, y la historia de Su relación con esta antigua nación constituye una parte substancial de la Biblia. Repasemos brevemente esta importante historia y aprendamos más acerca de las cualidades del Creador. Sin duda, podemos aprender mucho sobre él al examinar más a fondo el libro que proporcionó a la humanidad, la Biblia.

[Notas]

^ párr. 19 Compárese con Hechos 8:26-38, donde se cita Isaías 53:7, 8.

^ párr. 23 El folleto Un libro para todo el mundo y el libro La Biblia... ¿la Palabra de Dios, o palabra del hombre?, editados por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., contienen un análisis más detallado del origen de la Biblia.

[Ilustración de la página 107]

Siglos después de predecirlo la Biblia, la poderosa Babilonia terminó en ruinas y así permanece hasta nuestro día

[Ilustraciones de la página 110]

Este rollo de Isaías, copiado en el siglo segundo antes de la era común, se encontró en una cueva cerca del mar Muerto. En él se predijeron en detalle sucesos que ocurrieron cientos de años más tarde

[Ilustración de la página 115]

Esta carta escrita en hebreo antiguo en un fragmento de cerámica se desenterró en Lakís. El nombre de Dios (véanse las flechas) aparece dos veces, lo que muestra que el nombre del Creador era de conocimiento público y uso generalizado

[Ilustración de la página 117]

Isaac Newton formuló la ley de la gravedad. Las leyes del Creador son razonables, y su cumplimiento redunda en nuestro beneficio