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Pruebas y zarandeos desde el interior

Pruebas y zarandeos desde el interior

Capítulo 28

Pruebas y zarandeos desde el interior

DURANTE el desarrollo y crecimiento de la actual organización de los testigos de Jehová se han presentado muchas situaciones que han sometido a pruebas severas la fe de algunas personas. Tal como los procedimientos de trillar y aventar sirven para separar el trigo del tamo, de igual manera estas situaciones han servido para identificar a los cristianos verdaderos. (Compárese con Lucas 3:17.) Los que se han asociado con la organización han tenido que mostrar lo que encerraban en el corazón. ¿Servían sencillamente para obtener alguna ventaja personal? ¿Eran simplemente seguidores de algún hombre imperfecto?, ¿o eran personas humildes, deseosas de conocer y hacer la voluntad de Dios, completas en su devoción a Jehová? (Compárese con 2 Crónicas 16:9.)

Los seguidores de Jesucristo del siglo primero vieron también su fe sometida a pruebas. Jesús les dijo que si se mantenían fieles tendrían parte con él en su Reino. (Mat. 5:3, 10; 7:21; 18:3; 19:28.) Pero no les dijo cuándo serían premiados de ese modo. Al encararse con la apatía del público, e incluso con su hostilidad hacia la predicación, ¿seguirían poniendo lealmente los intereses del Reino en primer lugar en la vida? No todos lo hicieron. (2 Tim. 4:10.)

El modo de enseñar de Jesús mismo significó una prueba para algunos. Los fariseos tropezaron cuando él rechazó rotundamente las tradiciones de ellos. (Mat. 15:1-14.) Hasta muchos que afirmaban ser discípulos de Jesús se ofendieron por su forma de enseñar. En una ocasión en que trató la importancia de ejercer fe en el valor de su propia carne y sangre, que ofrecería en sacrificio, muchos expresaron su disgusto por el lenguaje figurativo que empleó. Sin esperar explicaciones, “se fueron a las cosas de atrás, y ya no andaban con él”. (Juan 6:48-66.)

Pero no todos se apartaron. Como explicó Simón Pedro: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres el Santo de Dios”. (Juan 6:67-69.) Habían visto y escuchado lo suficiente como para convencerse de que Jesús era aquel a quien Dios estaba utilizando para poner de manifiesto la verdad en cuanto a Sí mismo y Su propósito. (Juan 1:14; 14:6.) Sin embargo, su fe siguió siendo sometida a prueba.

Después de su muerte y resurrección, Jesús empleó a los apóstoles y a otros hombres como pastores de la congregación. Estos eran hombres imperfectos, y a veces sus imperfecciones resultaban ser pruebas para los que los rodeaban. (Compárese con Hechos 15:36-41; Gálatas 2:11-14.) Por otra parte, hubo individuos que empezaron a admirar a cristianos prominentes de forma desproporcionada, y que dijeron: “Yo pertenezco a Pablo”, mientras otros decían: ‘Yo pertenezco a Apolos’. (1 Cor. 3:4.) Todos tenían que cuidarse para no perder de vista lo que implicaba ser seguidor de Jesucristo.

El apóstol Pablo predijo otros problemas graves, y explicó que aun desde dentro de la congregación cristiana ‘se levantarían hombres que hablarían cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí’. (Hech. 20:29, 30.) Y el apóstol Pedro advirtió que habría maestros falsos entre los siervos de Dios que tratarían de explotar a otros valiéndose de “palabras fingidas”. (2 Ped. 2:1-3.) Era obvio que su fe y su lealtad se verían sometidas a pruebas intensas.

De modo que las pruebas y los zarandeos que son parte de la historia moderna de los testigos de Jehová no les han llegado por sorpresa. Pero lo que sí ha sorprendido a muchos es enterarse de quiénes tropezaron y por qué.

¿Apreciaban realmente el rescate?

A comienzos de los años setenta del siglo XIX, el hermano Russell y sus colaboradores aumentaron en conocimiento y aprecio de los propósitos de Dios. Fue un tiempo de estímulo espiritual para ellos. Pero luego, en 1878, su fe y su lealtad a la Palabra de Dios fueron puestas a prueba de una manera severa. Se cuestionó el valor expiatorio de la carne y la sangre de Jesús, la misma enseñanza que hizo tropezar a muchos de sus discípulos en el siglo primero.

Solo dos años antes, en 1876, C. T. Russell se había asociado con N. H. Barbour, de Rochester (Nueva York). Sus respectivos grupos de estudio también se habían unido. Russell había provisto los fondos para reanudar la impresión de la revista de Barbour, Herald of the Morning (El Heraldo de la Mañana), con Barbour como director y Russell como su auxiliar y corredactor. También habían publicado juntos un libro titulado Three Worlds, and the Harvest of This World (Tres mundos, y la siega de este mundo).

Entonces ocurrió algo desconcertante. Para el número de agosto de 1878 de la revista Herald of the Morning, Barbour escribió un artículo en el que restaba importancia a textos como 1 Pedro 3:18 e Isaías 53:5, 6, además de Hebreos 9:22, y decía que la idea de que Cristo hubiera muerto para expiar nuestros pecados era detestable. Russell escribió después: “Para nosotros fue una dolorosa sorpresa el que el Sr. Barbour [...] escribiera para la revista Herald un artículo que negaba la doctrina de la expiación y que la muerte de Cristo fuera el precio de rescate de Adán y su raza, diciendo que la muerte de Cristo no tenía más mérito como pago por la pena incurrida por los pecados del hombre de lo que el pasar un alfiler a través del cuerpo de una mosca, causándole sufrimiento y muerte, podía ser considerado por un padre terrestre como pago justo por la mala conducta de su hijo”. *

Este era un asunto de suma importancia. ¿Se apegaría con lealtad el hermano Russell a lo que la Biblia decía con claridad respecto a lo que Dios había provisto para la salvación de la humanidad? ¿O sucumbiría, víctima de la filosofía de los hombres? Aunque en aquel tiempo Russell solo tenía 26 años, y Barbour era un hombre mucho mayor, valerosamente Russell escribió en el siguiente número de la revista Herald un artículo en el que defendía con firmeza el valor expiatorio de la sangre de Cristo, al que denominó “una de las enseñanzas más importantes de la palabra de Dios”.

A continuación, invitó a J. H. Paton, el otro corredactor de la revista Herald, a escribir un artículo en apoyo de la fe en la sangre de Cristo como la base para la expiación del pecado. Paton escribió el artículo, y se publicó en el número de diciembre. Después de varios intentos inútiles de razonar con Barbour sobre aquel asunto, utilizando las Escrituras, Russell cesó de asociarse con él y retiró su apoyo financiero de la revista. En julio de 1879 Russell empezó a publicar una nueva revista —Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence— que desde su mismo comienzo abogó especialmente por el rescate. Pero con eso no acabaron los problemas.

Dos años después, Paton, que entonces servía de representante viajante de la Watch Tower, también empezó a desviarse, y después publicó un libro (su segunda obra, titulada Day Dawn [Día de la Aurora]) en el que rechazaba la creencia de que Adán hubiera caído en el pecado y que, por consiguiente, se necesitara un redentor. Llegó a la conclusión de que el Señor mismo era un hombre imperfecto que por su vida simplemente mostró a otros cómo crucificar las inclinaciones pecaminosas. En 1881, A. D. Jones, otro colaborador, comenzó su propia publicación (Zion’s Day Star [La Estrella Diurna de Sión]) con un estilo parecido al de la revista Watch Tower, pero con la idea de presentar rasgos más sencillos del propósito de Dios. Al principio todo pareció funcionar bien. No obstante, en el transcurso de un año el periódico de Jones había repudiado el sacrificio expiatorio de Cristo, y para el segundo año había rechazado el resto de la Biblia. ¿Qué les había ocurrido a aquellos hombres? Habían dejado que teorías personales y la fascinación de filosofías populares de los hombres los apartaran de la Palabra de Dios. (Compárese con Colosenses 2:8.) El periódico de A. D. Jones siguió publicándose por poco tiempo y luego cesó de circular. J. H. Paton decidió publicar una revista en la que presentaba el Evangelio según lo entendía él, pero era de circulación muy limitada.

El hermano Russell estaba muy preocupado por el efecto que todo esto estaba teniendo en los lectores de la Watch Tower. Se dio cuenta de que ponía a prueba la fe de todos. Sabía que algunos pensaban que lo que lo impulsaba a criticar las enseñanzas antibíblicas era un espíritu de rivalidad. Pero el hermano Russell no buscaba personas que le siguieran. Escribió lo siguiente con relación a lo que estaba ocurriendo: “El propósito de esta prueba y de este zarandeo es, al parecer, seleccionar a todos los que tienen un corazón desinteresado, que están consagrados plenamente y sin reserva al Señor, que anhelan que se haga la voluntad del Señor, y cuya confianza en Su sabiduría, en Su camino y en Su Palabra es tan grande, que no permiten que se les aparte de la Palabra de Dios, ya sea por la sofistería de otros o por planes e ideas propios”.

¿Utilizaba Dios un conducto visible?

Por supuesto, hay muchas organizaciones religiosas, y una gran cantidad de sus maestros emplean hasta cierto grado la Biblia. ¿Estaba Dios utilizando a Charles Taze Russell en particular? Si así era, ¿cesó Dios de tener un conducto visible una vez que murió el hermano Russell? Estas fueron cuestiones de mucha importancia que dieron lugar a más pruebas y zarandeos.

Ciertamente no se esperaría que Dios utilizara a C. T. Russell si este no se apegaba lealmente a la Palabra de Dios. (Jer. 23:28; 2 Tim. 3:16, 17.) Dios no utilizaría a un hombre que por temor se abstuviera de predicar lo que veía claramente expresado en las Escrituras. (Eze. 2:6-8.) Tampoco utilizaría a alguien que se aprovechara de su conocimiento de las Escrituras para conseguir gloria para sí mismo. (Juan 5:44.) Por lo tanto, ¿qué muestran los hechos?

A medida que los testigos de Jehová repasan hoy la obra de Charles Taze Russell, las cosas que enseñó, sus razones para enseñarlas y el resultado de todo ello, no dudan de que Dios, en realidad, lo utilizó de manera especial y en un tiempo significativo.

Esta opinión no se basa únicamente en la posición firme que el hermano Russell adoptó con relación al rescate. También toma en cuenta el hecho de que rechazó sin temor credos que contenían algunas de las creencias básicas de la cristiandad, pues estaban en completo desacuerdo con las Escrituras inspiradas. Entre estas estaban la doctrina de la Trinidad (cuyos orígenes se remontan a la antigua Babilonia y que no fue adoptada por los supuestos cristianos sino mucho después de que se terminara de escribir la Biblia), así como la enseñanza de que las almas humanas son inherentemente inmortales (creencia adoptada por personas a quienes impresionó la filosofía de Platón, que las hizo vulnerables a ideas como la del tormento eterno de las almas en un infierno de fuego). Muchos eruditos de la cristiandad también saben que la Biblia no enseña esas doctrinas, * pero por lo general eso no es lo que dicen sus predicadores desde los púlpitos. Por contraste, el hermano Russell emprendió una campaña intensa para dar a conocer lo que la Biblia realmente dice a toda persona dispuesta a escuchar.

Es digno de notar lo que el hermano Russell hizo con relación a otras verdades significativas que aprendió de la Palabra de Dios. Comprendió que Cristo volvería como gloriosa persona espiritual, invisible a los ojos humanos. En 1876 reconoció que el año 1914 marcaría el fin de los Tiempos de los Gentiles. (Luc. 21:24, Versión Autorizada.) Otros escriturarios también habían percibido algunas de estas cosas y habían abogado por ellas. Pero el hermano Russell empleó todos sus recursos para darles publicidad a nivel internacional como nunca lo había hecho otro individuo o grupo.

Instaba a otros a corroborar cuidadosamente lo que él publicaba con la Palabra inspirada de Dios para que quedaran satisfechos de que lo que estaban aprendiendo armonizaba plenamente con la Biblia. A alguien que escribió haciendo una pregunta, el hermano Russell contestó: “Si fue apropiado para los cristianos primitivos establecer la validez de lo que recibían de los apóstoles, quienes tenían y aseguraban tener la inspiración de Dios, de cuánta más importancia es que usted quede plenamente satisfecho de que estas enseñanzas se apegan estrechamente a las instrucciones dadas por los apóstoles y por el Señor, pues el autor de estas no afirma estar inspirado, sino que sencillamente tiene la guía del Señor como alguien a quien Él utiliza para alimentar [a] Su rebaño”.

El hermano Russell no se atribuía poder sobrenatural ni revelaciones divinas. Tampoco pidió que se le diera reconocimiento por lo que enseñaba. Era un estudiante excepcional de la Biblia. Pero explicó que su sobresaliente comprensión de las Escrituras se debía ‘al simple hecho de que había llegado el tiempo debido de Dios’. Dijo: “Si yo no hablara, y no se pudiera hallar a ningún otro portavoz, las piedras mismas clamarían”. Se refería a sí mismo como simplemente un dedo índice que señalaba lo que decía la Palabra de Dios.

Charles Taze Russell no deseaba gloria de parte de los humanos. Para reajustar el modo de pensar de cualquiera que tendiera a darle honra excesiva, escribió en 1896: “Hasta el grado en que, por la gracia de Dios, se nos ha utilizado en el ministerio del evangelio, no estaría de más repetir lo que ya hemos dicho con frecuencia en privado, y con anterioridad en estas columnas, a saber, que aunque agradecemos el amor, la comprensión, la confianza y la asociación con compañeros de servicio y con la entera casa de la fe, no deseamos que se nos dé honra ni reverencia, ni a nosotros mismos ni a lo que escribimos; tampoco deseamos que se nos llame Reverendo o Rabino, ni que se use nuestro nombre para designar a nadie”.

Al acercarse su muerte, no adoptó el parecer de que no había nada más que aprender, de que no quedaba más trabajo que hacer. A menudo había hablado de preparar el séptimo tomo de Studies in the Scriptures (Estudios de las Escrituras). Cuando se le preguntó poco antes de su muerte acerca de este tomo, le dijo a su compañero de viaje, Menta Sturgeon: “Otro lo puede escribir”. En su testamento expresó el deseo de que The Watch Tower siguiera publicándose bajo la dirección de un comité de hombres plenamente dedicados al Señor. Indicó que los que sirvieran como tales tenían que ser “completamente leales a las doctrinas de las Escrituras —en especial a la del Rescate— de que solo mediante fe en Cristo y obediencia a Su Palabra y al espíritu de esta se consigue la aprobación de Dios y la vida eterna”.

El hermano Russell se dio cuenta de que aún quedaba mucho trabajo por hacer respecto a predicar las buenas nuevas. En el transcurso de una sesión de preguntas y respuestas en Vancouver (C.B., Canadá), en 1915, se le preguntó cuándo podían esperar recibir su recompensa celestial los seguidores de Cristo ungidos por espíritu que aún vivían. Contestó: “No lo sé; pero hay una obra inmensa que efectuar. Y para llevarla a cabo se requerirán miles de hermanos y grandes cantidades de dinero. De dónde vendrá todo esto tampoco lo sé; solo el Señor lo sabe”. Luego, en 1916, poco antes de emprender la gira de discursos durante la cual murió, llamó a su oficina a A. H. Macmillan, un colaborador en la administración. En aquella ocasión dijo: “No puedo llevar a cabo la obra por más tiempo, y no obstante hay una obra grande que hacer”. Por tres horas explicó al hermano Macmillan, utilizando las Escrituras, la extensa obra de predicar que preveía para el futuro. A las objeciones del hermano Macmillan contestó: “Esta obra no es del hombre”.

Un cambio de administración resulta en pruebas

Muchos de los colaboradores del hermano Russell estaban firmemente convencidos de que el Señor controlaba la situación. Durante el funeral del hermano Russell, W. E. Van Amburgh dijo: “Dios ha utilizado a muchos siervos en el pasado, e indudablemente utilizará a muchos en el futuro. No estamos consagrados a un hombre, ni a la obra de un hombre, sino a hacer la voluntad de Dios, como Él nos la revelará por Su Palabra y por su guía providencial. Dios todavía está al timón”. El hermano Van Amburgh mantuvo esa convicción hasta su muerte.

Sin embargo, fue lamentable que algunos que afirmaban admirar a Russell no tuvieran un espíritu como el de Van Amburgh. Como resultado, el cambio de circunstancias ocurrido después de la muerte de Russell produjo pruebas y zarandeos. Hubo grupos apóstatas que se separaron, no solo en Estados Unidos, sino también en Belfast (Irlanda); en Copenhague (Dinamarca); en Vancouver y Victoria (Columbia Británica, Canadá), y en otros lugares. En Helsinki (Finlandia), algunos pensaron que con la muerte de Russell ya no había conducto alguno para recibir más luz espiritual. A instancias de algunos individuos prominentes, 164 personas de aquel lugar dejaron la organización. ¿Bendijo Dios aquel proceder? Por algún tiempo publicaron su propia revista y celebraron sus propias reuniones. Sin embargo, con el tiempo ese grupo de personas se dividió, se debilitó y desapareció; y muchos de ellos se alegraron de regresar a las reuniones de los Estudiantes de la Biblia. Sin embargo, no todos volvieron.

La muerte del hermano Russell y algunos sucesos posteriores le presentaron una prueba también a R. E. B. Nicholson, secretario de la sucursal de Australia, y le impulsaron a poner de manifiesto lo que había en su corazón. Después de la muerte de Russell, Nicholson escribió: “Por más de la cuarta parte de un siglo lo he amado, no solo por la obra que hacía, sino también por la hermosura de su carácter, me he regocijado con las verdades que dispensaba como ‘alimento al tiempo debido’ y con su consejo, admirando su naturaleza comprensiva, bondadosa y amorosa, sublimemente combinada con fortaleza y la firme resolución de hacer con valor cualquier cosa a fin de cumplir con lo que él consideraba la voluntad Divina o el cumplimiento de Su Palabra. [...] Le embarga a uno un sentido de soledad al darse cuenta de que ese vigoroso apoyo ya no vive”.

Nicholson no creía que Joseph F. Rutherford, el nuevo presidente de la Sociedad Watch Tower, fuera la clase de hombre que debía ocupar el puesto de superintendencia que había ocupado el hermano Russell. Comenzó a criticar abiertamente la franqueza con que la nueva información para el estudio de la Biblia desenmascaraba la religión falsa. Poco después se apartó de la organización, y se llevó consigo muchas de las cosas que pertenecían a la Sociedad (las cuales había registrado a su nombre) y a los discípulos de Melbourne, quienes, a su vez, tendían a admirarlo. ¿A qué se debió esto? Al parecer, Nicholson se había convertido en seguidor de un hombre; por eso, cuando aquel hombre murió, su rectitud y su celo en el servicio del Señor se enfriaron. Ninguno de los que se separaron en aquel tiempo prosperó espiritualmente. Sin embargo, merece notarse que Jane Nicholson, aunque débil físicamente, no desertó junto con su esposo. Ante todo estaba dedicada a Jehová Dios, y siguió sirviéndole de tiempo completo hasta su misma muerte en 1951.

Muchos percibieron que lo que estaba pasando en los años posteriores a la muerte del hermano Russell cumplía la voluntad del Señor. Un siervo de Jehová canadiense le escribió al hermano Rutherford a este respecto:

“Estimado hermano, no me malinterprete por escribirle como lo hago. Su temperamento y el de nuestro querido hermano Russell son tan diferentes como el día lo es de la noche. A muchos, lamentablemente a demasiados, les agradaba el hermano Russell por su personalidad, su temperamento, etc; y pocos, muy pocos, levantaron un dedo acusador contra él. Fueron muchos los que aceptaron la verdad solo porque él dijo que lo era. Entonces muchos empezaron a adorar al hombre [...]. Usted recuerda la ocasión en que el hermano Russell presentó en una asamblea un discurso muy directo sobre esta falla de muchos hermanos bienintencionados, basándolo en el relato de Juan y el ángel. (Revelación 22:8, 9.) Sabemos lo que ocurrió cuando él murió.

”Pero usted, hermano Rutherford, tiene un temperamento que no se parece en nada al del hermano Russell. Hasta su apariencia es diferente. No es culpa suya. Es algo que recibió al nacer, y no lo podía rechazar. [...] Desde que se le encargaron los asuntos de la SOCIEDAD, ha sido víctima de críticas inmerecidas y de las peores calumnias, todo esto de parte de hermanos. Sin embargo, a pesar de ello, usted ha seguido leal y dedicado al amado Señor y a su comisión, como se registra en Isaías 61:1-3. ¿Sabía el Señor lo que hacía cuando le encargó los asuntos? Seguro que sí. En el pasado todos tendíamos a adorar más a la criatura que al Creador. El Señor lo sabía. De modo que puso a cargo de los asuntos a una criatura con temperamento diferente, o más bien debería decir lo puso a cargo de la obra, la obra de la siega. El deseo de usted no es que lo adoren. Yo estoy al tanto de eso, pero lo que sí quiere es que todos los que tengan una fe tan preciosa disfruten de la luz que resplandece ahora sobre la senda de los justos, según el Señor ve apropiado que resplandezca. Y eso es lo que el Señor desea que se haga”.

Se identifica con claridad al “siervo fiel y prudente”

Muchos de los que quedaron fuera de la organización como resultado de las pruebas de entonces se aferraron a la idea de que una sola persona, Charles Taze Russell, era el “siervo fiel y prudente” predicho por Jesús en Mateo 24:45-47 (Valera 1904), el siervo que distribuiría el alimento espiritual a la casa de la fe. En particular después de la muerte de Russell, la propia revista The Watch Tower presentó durante varios años ese punto de vista. Puesto que el hermano Russell había desempeñado un papel tan importante, a los Estudiantes de la Biblia de aquel tiempo les pareció que así era en realidad. Él mismo no promovió tal idea, aunque sí reconoció que los argumentos que presentaban los que favorecían aquella opinión parecían razonables. * Sin embargo, enfatizó también que a quien el Señor utilizara en tal capacidad tenía que ser humilde y celoso en glorificar al Amo, y si la persona escogida por el Señor fallaba, él pondría a otra en su lugar.

Sin embargo, al hacerse aún más brillante la luz de la verdad después de la muerte del hermano Russell, y al extenderse cada vez más la predicación predicha por Jesús, quedó patente que el “siervo fiel y prudente” (Val 1904), o “esclavo fiel y discreto” (NM), no había desaparecido con la muerte del hermano Russell. En 1881, él mismo había expresado la opinión de que aquel “siervo” se componía de todo el cuerpo de cristianos fieles ungidos con espíritu. Lo veía como un siervo colectivo, una clase de personas que unidas hacían la voluntad de Dios. (Compárese con Isaías 43:10.) Esta comprensión fue reafirmada por los Estudiantes de la Biblia en 1927. Hoy los testigos de Jehová reconocen que el esclavo fiel y discreto emplea la revista La Atalaya y publicaciones semejantes para proveer el alimento espiritual. No aseguran que esta clase del esclavo sea infalible, pero la consideran el único conducto utilizado por el Señor durante los últimos días de este sistema de cosas.

Cuando el orgullo se interpuso

Sin embargo, hubo ocasiones en que personas que estaban en puestos de responsabilidad se vieron a sí mismas como el conducto de la luz espiritual, de modo que se opusieron a lo que la organización proveía. Hubo algunos que sencillamente cedieron al deseo de ejercer más influencia. Trataron de conseguir el apoyo de otros, o, como lo expresó el apóstol Pablo, de “arrastrar a los discípulos tras de sí”. (Hech. 20:29, 30.) Esto, por supuesto, puso a prueba los motivos y la estabilidad espiritual de aquellos a quienes trataban de atraer. Observe algunos ejemplos:

Los Estudiantes de la Biblia de Allegheny (Pensilvania) recibieron una carta especial en la cual se les invitaba a una reunión que se celebraría el 5 de abril de 1894. El hermano Russell y su esposa no fueron invitados, y por lo tanto no asistieron, pero alrededor de cuarenta personas fueron. La carta, firmada por E. Bryan, S. D. Rogers, J. B. Adamson y O. von Zech, decía que en la reunión se tratarían asuntos de “la mayor importancia para su bienestar”. Pero resultó ser un plan malicioso de aquellos conspiradores para envenenar la mente de otros divulgando lo que suponían que era un mal proceder en los negocios del hermano Russell (aunque los hechos mostraban lo contrario), alegar que Russell tenía demasiada autoridad (algo que procuraban para sí mismos), y quejarse de que él prefería el uso de la página impresa para difundir las buenas nuevas, y las reuniones de las clases bíblicas, en lugar de dar discursos solamente (en los cuales ellos pudieran exponer con más facilidad sus puntos de vista personales). Lo ocurrido afectó mucho a la congregación, y muchos tropezaron. Pero los que abandonaron la organización no se hicieron por ello personas más espirituales ni más celosas en la obra del Señor.

Más de veinte años después, poco antes de su muerte, el hermano Russell expresó su intención de enviar a Gran Bretaña a Paul S. L. Johnson, un orador muy capacitado, para fortalecer a los Estudiantes de la Biblia de ese país. Por respeto a la voluntad del hermano Russell, la Sociedad lo envió en noviembre de 1916. Sin embargo, al llegar a Gran Bretaña Johnson despidió a dos de los administradores de la Sociedad. Considerándose muy importante, afirmó en discursos y cartas que la obra que él efectuaba había sido prefigurada en las Escrituras por Esdras, Nehemías y Mardoqueo. Decía que era el mayordomo (o encargado) al que hizo referencia Jesús en su parábola registrada en Mateo 20:8. Trató de tomar control del dinero de la Sociedad, y entabló una demanda en el Tribunal Supremo de Londres para conseguir su propósito.

Al no lograrlo, regresó a Nueva York. Allí trató de obtener el apoyo de algunos que servían en la junta de directores de la Sociedad. Los que se dejaron persuadir y se pusieron de su parte, intentaron conseguir sus objetivos presentando una resolución para revocar los estatutos de la Sociedad que daban autoridad al presidente para dirigirla. Querían que la autoridad para tomar todas las decisiones residiera en ellos. El hermano Rutherford emprendió una acción legal para salvaguardar los intereses de la Sociedad, y se pidió a los que trataban de causar división que salieran del Hogar Betel. En la reunión anual de los accionistas de la Sociedad a principios del año siguiente, cuando se eligió la junta de directores y los directores principales para el año siguiente, los perturbadores sufrieron un rechazo abrumador. Algunos tal vez pensaban que estaban en lo correcto, pero la gran mayoría de sus hermanos espirituales mostró claramente que no concordaba con ellos. ¿Aceptarían aquella corrección?

Después de eso, P. S. L. Johnson se presentó en algunas reuniones de los Estudiantes de la Biblia y aparentó concordar con sus creencias y actividades. Pero después de conseguir la confianza de algunos sembraba semillas de dudas. Si alguien sugería separarse de la Sociedad, él, hipócritamente, se oponía a ello; proseguía con esa táctica hasta que la lealtad del grupo quedaba completamente socavada. Por medio de cartas y hasta de viajes personales procuró ejercer influencia en los hermanos, no solo en Estados Unidos, sino también en Canadá, Jamaica, Europa y Australia. ¿Logró lo que se proponía?

Puede que así lo creyera cuando la mayoría de los miembros de una congregación votó a favor de separarse de la Sociedad. Pero eran como ramas cortadas de un árbol, que permanecen verdes por un tiempo y luego se marchitan y mueren. En una asamblea celebrada por los opositores en 1918 surgieron diferencias y hubo una división. A esto siguieron más divisiones. Algunos continuaron funcionando por algún tiempo como sectas pequeñas con un guía al que admiraban. Ninguno se dedicó a la obra de predicar el Reino de Dios públicamente por toda la tierra habitada, que es la obra que Jesús asignó a sus seguidores.

Mientras sucedían estas cosas, los hermanos recordaban lo que está escrito en 1 Pedro 4:12: “Amados, no estén perplejos a causa del incendio entre ustedes, que les está sucediendo para prueba, como si algo extraño les sobreviniera”.

Las personas ya mencionadas no fueron las únicas que permitieron que el orgullo socavara su fe. A otras les ocurrió lo mismo, incluso a Alexandre Freytag, el encargado de la oficina de la Sociedad en Ginebra (Suiza). A él le agradaba atraerse la atención de otros, añadía sus propias ideas al traducir las publicaciones de la Sociedad al francés, y hasta utilizaba las instalaciones de la Sociedad para publicar su propia información. En Canadá estaba W. F. Salter, un administrador de la sucursal de la Sociedad que empezó a discrepar de las publicaciones de la Sociedad, dio a conocer que esperaba ser el próximo presidente de la Sociedad Watch Tower y, después de haber sido destituido, utilizó fraudulentamente el membrete de la Sociedad para ordenar a las congregaciones de Canadá y de otros lugares que estudiaran información que él personalmente había escrito. En Nigeria estuvo, entre otros, G. M. Ukoli, quien al principio mostró celo por la verdad, pero luego comenzó a verla como un medio de conseguir ganancia material y prominencia personal. Después, al no lograr lo que se proponía, se volvió contra los hermanos fieles y los criticó en la prensa pública. Y hubo otros.

Hasta en años recientes algunas personas en puestos prominentes de superintendencia tuvieron un espíritu similar.

Por supuesto, estas personas tenían libertad para escoger lo que deseaban creer. Pero cualquier persona que, en público o en privado, abogue por puntos de vista que difieran de lo que aparece en las publicaciones de una organización, y que actúe de esa manera mientras afirma representarla, causa división. ¿Cómo trataron los testigos de Jehová aquellas situaciones?

No emprendieron una campaña contra esas personas (aunque los que abandonaron la organización solían atacar sin escrúpulos a los que habían sido sus hermanos espirituales), ni trataron de causarles daño físico (práctica que usó la Iglesia Católica mediante la Inquisición). Más bien, siguieron el consejo inspirado del apóstol Pablo, quien escribió: “Vigilen a los que causan divisiones y ocasiones de tropiezo contrario a la enseñanza que ustedes han aprendido, y que los eviten. Porque hombres de esa clase no son esclavos de nuestro Señor Cristo, [...] con palabras melosas y habla lisonjera seducen los corazones de los cándidos”. (Rom. 16:17, 18.)

Otros que observaban lo que ocurría tuvieron también la oportunidad de mostrar lo que había en su corazón.

Puntos de vista doctrinales que requerían refinamiento

Los testigos de Jehová reconocen francamente que su comprensión del propósito de Dios ha experimentado muchos ajustes a través de los años. El hecho de que el conocimiento del propósito de Dios sea progresivo supone que sufrirá modificaciones. No es que el propósito de Dios cambie, sino que la iluminación que él concede de continuo a sus siervos requiere que ajusten su punto de vista.

Los Testigos indican con la Biblia que lo mismo ocurrió en el caso de los siervos fieles de Dios del pasado. Abrahán tuvo una relación estrecha con Jehová; pero cuando partió de Ur, aquel hombre de fe no sabía cuál era el país al que Dios lo guiaba, y por muchos años no supo con seguridad cómo cumpliría Dios su promesa de hacer de él una nación grande. (Gén. 12:1-3; 15:3; 17:15-21; Heb. 11:8.) Dios reveló muchas verdades a los profetas, pero hubo otras cosas que ellos no entendieron entonces. (Dan. 12:8, 9; 1 Ped. 1:10-12.) De igual manera, Jesús explicó muchos asuntos a sus apóstoles, pero hacia el fin de su vida terrestre les dijo que todavía tenían muchas cosas que aprender. (Juan 16:12.) Algunas de esas cosas, tales como el propósito de Dios de introducir gentiles en la congregación, no las comprendieron hasta que los apóstoles vieron lo que de hecho ocurría en cumplimiento de las profecías. (Hech. 11:1-18.)

Como era de esperar, ha sido una prueba para muchos desestimar puntos de vista que habían tenido muy arraigados. Además, no todos los ajustes de punto de vista han llegado con sencillez, en un solo paso. Debido a la imperfección, a veces existe la tendencia de pasar de un extremo a otro antes de llegar a comprender la postura correcta. Para ello se requiere tiempo. Algunos que son propensos a criticar han tropezado por este motivo. Observe un ejemplo:

Ya para 1880 las publicaciones de la Watch Tower analizaron varios detalles sobre el pacto abrahámico, el pacto de la Ley y el nuevo pacto. La cristiandad había olvidado la promesa de Dios de que todas las familias de la Tierra ciertamente se bendecirían mediante la descendencia de Abrahán. (Gén. 22:18.) Pero el hermano Russell estaba muy interesado en entender cómo haría Dios esto. Pensó que la descripción bíblica del Día de Expiación judío proveía indicaciones sobre cómo se cumpliría esto con relación al nuevo pacto. Algunos Estudiantes de la Biblia presentaron fuertes objeciones cuando, en 1907, se estudiaron de nuevo los mismos pactos, dando énfasis especial al papel que desempeñarían los coherederos de Cristo al hacer que la humanidad recibiera las bendiciones predichas en el pacto abrahámico.

En aquel tiempo había algunos obstáculos que impedían que los asuntos se comprendieran bien. Los Estudiantes de la Biblia no entendían aún correctamente la posición que entonces ocupaba el Israel natural con relación al propósito de Dios. Ese obstáculo no se eliminó hasta que la evidencia mostró sin lugar a dudas que, como pueblo, los judíos no estaban interesados en que Dios los empleara para cumplir su palabra profética. Otro obstáculo fue que los Estudiantes de la Biblia no podían identificar correctamente a la “gran muchedumbre” de Revelación 7:9, 10. La identidad de esta no se hizo patente sino hasta que la gran muchedumbre en efecto comenzó a manifestarse en cumplimiento de la profecía. Los que criticaron con severidad al hermano Russell tampoco comprendían estos asuntos.

Sin embargo, algunos que aseguraban ser hermanos cristianos levantaron la falsa acusación de que la revista The Watch Tower había negado que Jesús fuera el Mediador entre Dios y los hombres, que había repudiado el rescate y negado que se necesitara una expiación y hasta la realidad de esta. Nada de eso era verdad. Pero algunos de los que dijeron estas cosas eran individuos prominentes, y arrastraron tras de sí a algunos discípulos. Puede que hayan tenido razón en algunos de los detalles que enseñaron con relación al nuevo pacto, pero ¿bendijo el Señor lo que hacían? Algunos celebraron reuniones por algún tiempo, pero luego sus grupos fueron menguando poco a poco hasta desaparecer.

En cambio, los Estudiantes de la Biblia siguieron predicando las buenas nuevas, en armonía con el mandato que Jesús dio a sus discípulos. A la vez, siguieron estudiando la Palabra de Dios y esperando desenvolvimientos que ayudaran a tener una comprensión más clara. Finalmente, durante los años treinta se eliminaron los obstáculos principales que impedían tener un entendimiento claro de los pactos, y en The Watchtower y publicaciones afines aparecieron explicaciones aclaratorias sobre el tema. * ¡Qué gozo produjo esto a los que habían esperado pacientemente!

¿Se realizaron sus expectativas?

En ciertas ocasiones los Estudiantes de la Biblia abrigaron esperanzas y expectativas que les atrajeron la mofa de sus críticos. Sin embargo, todas aquellas esperanzas y expectativas estaban arraigadas en el vivo deseo de ver el cumplimiento de lo que estos celosos cristianos consideraban promesas infalibles de Dios.

Por su estudio de las Escrituras inspiradas sabían que Jehová había prometido bendiciones para todas las naciones de la Tierra mediante la descendencia de Abrahán. (Gén. 12:1-3; 22:15-18.) Vieron en la Palabra de Dios la promesa de que el Hijo del hombre gobernaría como Rey celestial sobre toda la Tierra, que un rebaño pequeño de fieles sería tomado de la Tierra para participar con él en su Reino y que estos gobernarían en calidad de reyes durante mil años. (Dan. 7:13, 14; Luc. 12:32; Rev. 5:9, 10; 14:1-5; 20:6.) Sabían que Jesús había prometido volver para llevarse a aquellos para quienes había preparado un lugar en el cielo. (Juan 14:1-3.) Conocían la promesa de que el Mesías también escogería a algunos de sus fieles antepasados para que fueran príncipes en toda la Tierra. (Sal. 45:16.) Sabían que las Escrituras predecían el fin del inicuo sistema de cosas y se daban cuenta de que dicho suceso estaba relacionado con la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso en Armagedón. (Mat. 24:3; Rev. 16:14, 16.) Les impresionaban mucho los pasajes que muestran que la Tierra fue creada para ser habitada siempre, que los que vivieran en ella habrían de tener verdadera paz y que todos los que ejercieran fe en el sacrificio humano perfecto de Jesús podrían gozar de vida en el Paraíso por toda la eternidad. (Isa. 2:4; 45:18; Luc. 23:42, 43; Juan 3:16.)

Era de esperar que desearan saber cuándo y cómo tendrían lugar tales sucesos. ¿Suministraban las Escrituras inspiradas alguna clave para ello?

Basándose en la cronología bíblica expuesta originalmente por el inglés Christopher Bowen, creían que en 1873 habían concluido seis mil años de historia humana, que a partir de entonces se hallaban en el séptimo período de mil años de la historia del hombre y que indudablemente estaba próxima la aurora del Milenio predicho. La serie de libros llamada Millennial Dawn (La Aurora del Milenio), más tarde denominada Studies in the Scriptures (Estudios de las Escrituras), escrita por C. T. Russell, señaló lo que estos hechos implicaban de acuerdo con lo que los Estudiantes de la Biblia entendían de las Escrituras.

Otro elemento que consideraban un posible indicador de tiempo era el que Dios hubiera instituido en el antiguo Israel la celebración de un Jubileo, un año de liberación, cada cincuenta años. El Jubileo tenía lugar cada siete septenios, y cada septenio concluía con un año sabático. Durante el año del Jubileo se ponía en libertad a los esclavos hebreos y se restituían a sus antiguos herederos las tierras que hubieran sido vendidas. (Lev. 25:8-10.) Los cálculos basados en este ciclo de años los llevaron a concluir que en el otoño de 1874 podría haber comenzado un Jubileo mayor para toda la Tierra, que aparentemente en ese año el Señor había vuelto y había comenzado su presencia invisible, y que habían llegado “los tiempos de la restitución de todas las cosas”. (Hech. 3:19-21, Cantera-Pabón.)

Así mismo, partiendo de la premisa de que los sucesos del siglo I podían tener su paralelo en sucesos relacionados de tiempos posteriores, concluyeron que si el bautismo y el ungimiento de Jesús en el otoño de 29 E.C. correspondían con el inicio de su presencia invisible en 1874, entonces el que él entrara cabalgando como Rey en Jerusalén en la primavera de 33 E.C. indicaría que Jesús asumiría el poder como Rey celestial en la primavera de 1878. * También creían que entonces recibirían su recompensa celestial. Al no realizarse esto, concluyeron que, puesto que los seguidores ungidos de Jesús habrían de gobernar con él en el Reino, en aquel tiempo había empezado la resurrección a la vida espiritual de los que ya dormían en la muerte. De igual modo razonaron que el que Dios dejara de mostrar favor especial al Israel natural en 36 E.C. podría indicar que en 1881 se cerraría la oportunidad especial de formar parte del Israel espiritual. *

En su discurso “Millones que ahora viven no morirán jamás”, pronunciado el 21 de marzo de 1920 en el “Hippodrome”, un teatro de la ciudad de Nueva York, el hermano J. F. Rutherford centró la atención en el año 1925. ¿Sobre qué base parecía significativo? Un folleto publicado aquel mismo año de 1920 indicó que si se calculaban 70 Jubileos completos desde la fecha en que, según se creía, Israel había entrado en la Tierra Prometida (en vez de contar desde después del último Jubileo típico anterior al destierro en Babilonia hasta el principio del año del Jubileo que concluye el ciclo quincuagésimo), se llegaría al año 1925. Tomando como base lo que decía el folleto, muchos creyeron que quizás los restantes del rebaño pequeño recibirían su recompensa celestial para 1925. También se relacionaba dicho año con la esperada resurrección de los siervos fieles de Dios de antes del cristianismo para que sirvieran en la Tierra como representantes principescos del Reino celestial. Si aquello realmente sucedía, querría decir que la humanidad habría entrado en una era en que cesaría el dominio de la muerte, y millones de personas que entonces estuvieran vivas podrían esperar permanecer en la Tierra sin morir jamás. ¡Qué feliz perspectiva! Aunque era una perspectiva equivocada, la comunicaron a otros con gran entusiasmo.

Más tarde, durante los años 1935 a 1944, un examen de toda la cronología bíblica puso de manifiesto que la mala traducción de Hechos 13:19, 20 de la Versión Autorizada * (con la que coinciden versiones españolas como la Reina-Valera), junto con otros factores, había desviado la cronología en más de un siglo. * Esta revelación hizo concebir la idea —unas veces expresada como una posibilidad y otras con mayor seguridad— de que, puesto que el séptimo milenio de la historia humana empezaría en 1975, los sucesos enlazados con el principio del Reinado Milenario de Cristo podrían empezar a realizarse ese año.

¿Resultaron correctas las creencias de los testigos de Jehová en estos asuntos? Los Testigos de ningún modo erraron al creer que Dios sin falta cumpliría lo que había prometido. Sin embargo, algunos de sus cálculos de tiempo y las expectativas relacionadas con estos ocasionaron serias decepciones.

Después de 1925 se registró un descenso espectacular en la asistencia a las reuniones en algunas congregaciones de Francia y Suiza. También en 1975 hubo desilusión cuando las expectativas sobre el comienzo del Milenio no se realizaron. Como resultado, algunos se apartaron de la organización. Otros fueron expulsados por tratar de subvertir la fe de sus compañeros. No cabe duda de que la desilusión en cuanto a la fecha fue un factor importante, pero en algunos casos la raíz del problema era más profunda. Ciertos individuos también arguyeron en contra de la necesidad de participar en el ministerio de casa en casa. Algunos no se conformaron con simplemente seguir su propio camino, sino que agredieron a la organización con la que se habían asociado y se valieron de la prensa y la televisión para exponer en público sus puntos de vista. No obstante, el número de desertores fue relativamente pequeño.

Si bien el resultado de estas pruebas fue un zarandeo y algunos desaparecieron como la paja cuando se avienta el trigo, otros permanecieron firmes. ¿Por qué? Jules Feller explicó respecto a su propia experiencia y la de otros en 1925: “Los que habían cifrado su confianza en Jehová permanecieron firmes y siguieron predicando”. Reconocieron que se había cometido un error, pero que la Palabra de Dios no había fallado en ningún aspecto, y que por lo tanto no había razón para dejar que su esperanza se nublara ni para aflojar el paso en la obra de dirigir a la gente al Reino de Dios como la única esperanza de la humanidad.

El hecho de que algunas expectativas no se hubieran realizado no significaba que la cronología bíblica careciera de valor. La profecía de Daniel referente a la aparición del Mesías 69 semanas de años después de “la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén” se cumplió en el momento preciso, en 29 E.C. * (Dan. 9:24-27.) La profecía bíblica también señalaba al año 1914.

1914: Las expectativas y la realidad

En 1876 C. T. Russell escribió el primero de muchos artículos en los que indicó que en el año 1914 acababan los Tiempos de los Gentiles a los que se refirió Jesucristo. (Luc. 21:24.) En el segundo tomo de Millennial Dawn, publicado en 1889, el hermano Russell expuso de manera lógica los argumentos que permitirían a los lectores ver la base bíblica de lo que se decía y constatarla ellos mismos. Por casi cuatro décadas hasta 1914, los Estudiantes de la Biblia distribuyeron millones de ejemplares de publicaciones que enfocaban la atención en el fin de los Tiempos de los Gentiles. Otras publicaciones religiosas reconocieron la cronología bíblica que señalaba al año 1914, pero ¿qué grupo, aparte de los Estudiantes de la Biblia, le dio publicidad internacional constante y vivió en conformidad con su convicción de que los Tiempos de los Gentiles terminarían aquel año?

A medida que se acercaba 1914, aumentaban las expectativas. ¿Qué traería consigo? En The Bible Students Monthly ([Mensuario de los Estudiantes de la Biblia], volumen VI, núm. 1, publicado a principios de 1914), el hermano Russell escribió: “Si la fecha y la cronología que tenemos son correctas, los Tiempos de los Gentiles terminarán este año, 1914. ¿Qué significará esto? No lo sabemos con seguridad. Esperamos que el reinado activo del Mesías comience para el tiempo en que expire el otorgamiento temporal de poder a los gentiles. Nuestra esperanza, falsa o verdadera, es que habrá prodigiosas manifestaciones de juicios divinos contra toda clase de injusticia, y que ello significará la disolución de muchas de las instituciones actuales, si no de todas”. El hermano Russell subrayó que no esperaba el “fin del mundo” en 1914 y que la Tierra permanece para siempre, pero que el orden de cosas actual, gobernado por Satanás, ha de desaparecer.

En su número del 15 de octubre de 1913 The Watch Tower había dicho: “Según los mejores cálculos cronológicos que podemos hacer, es aproximadamente en ese tiempo, bien octubre de 1914, o después. Sin dogmatismo, esperamos ciertos acontecimientos: 1) que terminen los Tiempos de los Gentiles —la supremacía de los gentiles en el mundo— y 2) que se inicie el Reinado del Mesías en el mundo”.

¿Cómo sucedería esto? A los Estudiantes de la Biblia les parecía razonable pensar que incluiría la glorificación de cualquiera que hubiera sido escogido por Dios para participar en el Reino celestial con Cristo y aún se hallara en la Tierra. Pero ¿cómo se sintieron cuando aquello no sucedió en 1914? The Watch Tower del 15 de abril de 1916 dijo: “Creemos que las fechas han resultado ser del todo correctas. Creemos que los Tiempos de los Gentiles han concluido”. No obstante, cándidamente agregó: “El Señor no dijo que toda la Iglesia sería glorificada para 1914. Simplemente lo dedujimos y, evidentemente, nos equivocamos”.

En este aspecto, se parecieron hasta cierto grado a los apóstoles de Jesús. Los apóstoles conocían las profecías acerca del Reino de Dios y supuestamente creían en ellas. Pero en varias ocasiones se equivocaron respecto a cómo y cuándo se cumplirían. Esto decepcionó a algunos. (Luc. 19:11; 24:19-24; Hech. 1:6.)

Cuando pasó octubre de 1914 sin que tuviera lugar el esperado cambio a la vida celestial, el hermano Russell sabía que habría un verdadero sondeo de corazones. En The Watch Tower del 1 de noviembre de 1914 escribió: “Recordemos que estamos en una época de pruebas. Los apóstoles vivieron en una época semejante en el intervalo entre la muerte de nuestro Señor y el Pentecostés. Después de su resurrección, nuestro Señor se apareció a sus discípulos unas cuantas veces, y luego ellos dejaron de verlo por muchos días. Entonces se desanimaron y dijeron: ‘No vale la pena esperar’. ‘Me voy a pescar’, dijo uno. ‘Iremos contigo’, respondieron otros dos. Estaban por ingresar en el negocio de la pesca y abandonar la obra de pescar hombres. Fue un período de pruebas para los discípulos. Y lo mismo sucede ahora. Si hay alguna razón que impulse a alguien a dejar al Señor y Su Verdad y a cesar de sacrificarse por Su Causa, entonces lo que suscitó el interés en el Señor no fue solamente el amor a Dios de corazón, sino otra cosa: probablemente la esperanza de que quedaba poco tiempo; la consagración fue solamente por cierto tiempo”.

Por lo visto, ese fue el caso de algunos. Sus pensamientos y sus deseos se habían concentrado principalmente en la perspectiva de ser cambiados a la vida celestial. Como aquello no sucedió cuando lo esperaban, se negaron a ver el significado de los asombrosos acontecimientos que tuvieron lugar en 1914. Perdieron de vista todas las preciosas verdades que habían aprendido de la Palabra de Dios y empezaron a ridiculizar a los que les habían ayudado a aprenderlas.

Con humildad, los Estudiantes de la Biblia volvieron a examinar las Escrituras para dejar que la Palabra de Dios reajustara su punto de vista. Su convicción de que los Tiempos de los Gentiles habían terminado en 1914 no cambió. Gradualmente entendieron mejor cómo había empezado el Reino Mesiánico: había sido establecido en el cielo al conferir Jehová autoridad a Jesucristo, su Hijo; además, para esto no había sido preciso aguardar hasta que se hubiera levantado a los coherederos de Jesús a la vida celestial, ya que estos serían glorificados junto a él más adelante. También comprendieron que para extender la influencia del Reino no había que resucitar primero a los fieles profetas de antaño, sino que el Rey utilizaría a cristianos leales que estuvieran vivos en este tiempo como sus representantes para ofrecer a personas de todas las naciones la oportunidad de vivir eternamente como súbditos terrestres del Reino.

Cuando este espléndido cuadro se abrió ante sus ojos, hubo más pruebas y zarandeos. Sin embargo, los que verdaderamente amaban a Jehová y se deleitaban en servirle agradecieron mucho los privilegios de servicio que se les presentaron. (Rev. 3:7, 8.)

Uno de estos fue A. H. Macmillan, quien más tarde escribió: “Aunque nuestras expectativas sobre el ser llevados al cielo no se cumplieron en 1914, ese año ciertamente vio el fin de los tiempos de los gentiles [...]. No estuvimos perturbados en particular por no haber tenido lugar todo como habíamos esperado, porque estábamos muy ocupados con la obra del Foto-Drama y con los problemas creados por la guerra”. El hermano Macmillan se mantuvo ocupado en el servicio de Jehová y tuvo la satisfacción de ver aumentar el número de proclamadores del Reino a más de un millón durante su vida.

Recordando sus experiencias durante los sesenta y seis años que llevaba en la organización, dijo: “He visto sobrevenir muchas pruebas severas a la organización y someterse a prueba la fe de los que están en ella. Con la ayuda del espíritu de Dios la organización sobrevivió y continuó floreciendo”. En cuanto a ajustes de entendimiento que tuvieran que hacerse, añadió: “Las verdades fundamentales que aprendimos de las Escrituras siguieron siendo las mismas. De modo que aprendí que debemos reconocer nuestros errores y continuar examinando la Palabra de Dios para conseguir más esclarecimiento. Sin importar los ajustes que tuviésemos que hacer de vez en cuando en nuestros puntos de vista, eso no cambiaría la provisión benigna del rescate [ni] la promesa de vida eterna de Dios”.

A lo largo de su vida, el hermano Macmillan vio que dos de las cuestiones que ponían a prueba la fe, a saber, el deseo de dar testimonio y el aprecio por la organización teocrática, revelaban lo que realmente había en el corazón de las personas. ¿De qué manera?

Cuestiones sobre el servicio del campo y la organización

A partir de su primer número, y cada vez con más énfasis, Zion’s Watch Tower instó a todos los cristianos verdaderos sin excepción a llevar a otros la verdad. Desde entonces, a menudo se estimuló a los lectores de la revista Watch Tower a apreciar su privilegio y responsabilidad de anunciar las buenas nuevas. Aunque muchos participaban a un grado limitado, eran relativamente pocos los que estaban a la vanguardia de la obra, haciendo visitas de casa en casa para dar a toda persona la oportunidad de oír el mensaje del Reino.

No obstante, a partir de 1919 la participación en el servicio del campo se destacó con más vigor. El hermano Rutherford hizo hincapié en ello enérgicamente en un discurso que pronunció en Cedar Point (Ohio) aquel año. A las congregaciones que pidieron que se las organizara para el servicio, la Sociedad les nombró un director de servicio como encargado de la obra. Este habría de llevar la delantera y asegurarse de que la congregación contara con los suministros necesarios.

En 1922 The Watch Tower publicó un artículo titulado “El servicio es esencial”. Este señaló la urgente necesidad de que la gente oyera las buenas nuevas del Reino, llamó la atención al mandato profético de Jesús en Mateo 24:14 y dijo a los ancianos de las congregaciones: “Que nadie crea que por ser anciano de la clase [congregación] todo su servicio consiste en predicar verbalmente. Si se le presentan oportunidades de ir a la gente y dejar en sus manos el mensaje impreso, debe considerarlo un gran privilegio, pues es una forma de predicar el evangelio que muchas veces resulta más eficaz que cualquier otra”. Entonces el artículo preguntó: “¿Puede alguien que esté verdaderamente consagrado al Señor justificar su indolencia en este tiempo?”

Algunos no quisieron hacer aquella obra. Pusieron toda clase de objeciones. No consideraban apropiado “vender libros”, aunque la obra no se hacía con propósito de lucro y los libros eran los mismos con los que ellos habían aprendido la verdad tocante al Reino de Dios. Cuando a partir de 1926 se empezó a fomentar la testificación de casa en casa con los libros los domingos, algunos objetaron, aunque el domingo era el día que muchas personas solían apartar para adorar a Dios. En el fondo, el problema era que pensaban que predicar de casa en casa era humillante. Sin embargo, la Biblia dice claramente que Jesús envió a sus discípulos a los hogares de la gente a predicar, y el apóstol Pablo predicó “públicamente y de casa en casa”. (Hech. 20:20; Mat. 10:5-14.)

A medida que se fue dando más importancia al servicio del campo, aquellos cuyo corazón no los incitaba a imitar a Jesús y sus apóstoles como testigos se fueron apartando de la organización. En la Congregación Skive, de Dinamarca, y en otras, solo quedaron más o menos la mitad de sus miembros. De las aproximadamente cien personas que se asociaban con la Congregación de Dublín (Irlanda), solo quedaron cuatro. Hubo pruebas y zarandeos similares en Estados Unidos, Canadá, Noruega y otros países. El resultado fue que se efectuó una limpieza de las congregaciones.

Los que verdaderamente querían imitar al Hijo de Dios respondieron de manera favorable al estímulo que venía de las Escrituras. No obstante, su buena disposición no hizo necesariamente que les resultara fácil empezar a ir de casa en casa. A algunos se les hizo difícil comenzar. Pero la predicación en grupo y las asambleas especiales de servicio les infundieron ánimo. Dos hermanas del norte de Jutlandia (Dinamarca) recordaron durante mucho tiempo su primer día en el servicio del campo. Se reunieron con el grupo, oyeron las instrucciones y partieron hacia el territorio; pero entonces empezaron a llorar. Dos hermanos, viendo lo que les sucedía, las invitaron a predicar con ellos. Enseguida desaparecieron las lágrimas. Después de experimentar lo que era el servicio del campo, la mayoría de los hermanos se llenaban de gozo y querían hacer más.

En 1932, The Watchtower presentó un artículo en dos partes titulado “La organización de Jehová” (en español salió en los números de diciembre de 1932 y enero de 1933). El artículo mostraba que el puesto de anciano por elección en las congregaciones era antibíblico. Se exhortó a las congregaciones a colocar en puestos de responsabilidad solamente a hombres que estuvieran activos en el servicio del campo, hombres que vivieran de acuerdo con la responsabilidad que entrañaba el nombre de testigos de Jehová. Estos hombres formarían un comité de servicio. Uno de ellos, propuesto por la congregación, era nombrado director de servicio por la Sociedad. En Belfast (Irlanda) este cambio provocó la salida de más personas cuyo deseo no era servir humildemente, sino tener prominencia personal.

Para comienzos de los años treinta la mayor parte de los que habían tratado de frenar el servicio del campo en Alemania habían abandonado las congregaciones. Unos cuantos más se alejaron por temor cuando en 1933 la obra fue proscrita en muchos estados alemanes. No obstante, hubo millares de hermanos que no perdieron su fe ante estas pruebas y mostraron que estaban dispuestos a predicar a pesar del peligro implicado.

La proclamación del Reino cobró gran ímpetu por toda la Tierra. El servicio del campo se convirtió en una parte importante de la vida de todo testigo de Jehová. Por ejemplo, la congregación de Oslo (Noruega) alquilaba autobuses los fines de semana para llevar a los publicadores a ciudades vecinas. Se reunían muy de mañana, llegaban al territorio cerca de las nueve o las diez, trabajaban con ahínco en el servicio del campo durante siete u ocho horas, y luego se juntaban de nuevo para regresar a casa en el autobús. Otros viajaban a las zonas rurales en bicicleta, con sus maletines y con cajas llenas de libros. Los testigos de Jehová efectuaban unidos la voluntad de Dios con felicidad y celo.

Cuando en 1938 se volvió a dar atención al nombramiento de hombres responsables en las congregaciones, * en la mayoría de los casos se aceptó la eliminación de todas las elecciones locales de siervos. Las congregaciones adoptaron gustosamente resoluciones en las que manifestaban su aprecio por la organización teocrática y pedían a “la Sociedad” (que para ellas significaba el resto ungido, o el esclavo fiel y discreto) que organizara a la congregación para el servicio y nombrara a todos los siervos. Desde entonces el Cuerpo Gobernante visible procedió a efectuar los nombramientos necesarios y a organizar las congregaciones para que llevaran a cabo una labor unida y fructífera. Solo unos cuantos grupos se negaron a aceptar el cambio y abandonaron la organización en aquel momento.

Dedicados únicamente a difundir el mensaje del Reino

Para que la organización continúe teniendo la aprobación de Jehová, debe dedicarse exclusivamente a hacer la obra que Su Palabra manda para este tiempo. Esa obra es la de predicar las buenas nuevas del Reino de Dios. (Mat. 24:14.) Sin embargo, ha habido ocasiones en que personas que colaboraban estrechamente con la organización también procuraron utilizarla para promover programas que tendían a desviar la atención de sus compañeros hacia otras actividades. El que se les corrigiera fue una prueba para ellos, especialmente cuando creían que habían actuado con motivos nobles.

Esto sucedió en Finlandia en 1915, cuando unos hermanos fundaron una cooperativa llamada Ararat y utilizaron las columnas de la edición finlandesa de The Watch Tower para animar a sus lectores a hacerse socios. El que inició esta empresa en Finlandia respondió humildemente cuando el hermano Russell le hizo ver que tanto él como sus socios se estaban “apartando de la importante obra del Evangelio”. No obstante, el orgullo impidió que otro hermano, que había estado activo en el servicio de Jehová por más de una década en Noruega, aceptara el mismo consejo.

Durante los años treinta surgió un problema bastante similar en Estados Unidos. Algunas congregaciones publicaban mensualmente sus propias hojas de instrucciones para el servicio, con recordatorios del Bulletin (Boletín) de la Sociedad, experiencias y el horario local de las salidas al servicio del campo. Una de aquellas hojas, publicada en Baltimore (Maryland), apoyaba con entusiasmo la actividad de predicar, pero a la vez servía para promover ciertas actividades comerciales. Al principio el hermano Rutherford aprobó tácitamente algunas de estas. Pero cuando se vieron las posibles consecuencias de envolverse en aquellas actividades, The Watchtower dijo que la Sociedad no las respaldaba. Para Anton Koerber fue una gran prueba, pues se había propuesto ayudar a los hermanos de esta manera. Sin embargo, con el tiempo volvió a emplear de lleno sus habilidades para promover la obra de predicar de los testigos de Jehová.

A principios de 1938 surgió un problema parecido en Australia, que se agravó durante la proscripción impuesta a la Sociedad (de enero de 1941 a junio de 1943). Con el fin de atender lo que entonces parecían ser necesidades legítimas, la sucursal de la Sociedad se envolvió en diversas actividades comerciales, incurriendo así en un gran error. La sucursal poseía varios aserraderos, más de veinte “haciendas del Reino”, una firma de ingeniería y una panadería, entre otras empresas. Dos imprentas comerciales continuaron imprimiendo secretamente las publicaciones de la Sociedad durante la proscripción. No obstante, el que los hermanos participaran en algunas de aquellas operaciones comerciales los llevó a violar la neutralidad cristiana, aunque el trabajo se efectuaba con el pretexto de proporcionar fondos a los precursores y ayudarles durante la proscripción. Sin embargo, a algunos les remordía mucho la conciencia. Aunque la mayoría permaneció en la organización, hubo un estancamiento general de la obra de proclamar el Reino. ¿Qué estaba impidiendo que recibieran la bendición de Jehová?

Al levantarse la proscripción en junio de 1943, los hermanos que estaban a cargo de la sucursal comprendieron que tenían que deshacerse de aquellas empresas y enfocar la atención en la importante obra de predicar el Reino. Lograron hacer esto en tres años, y la familia de Betel se redujo a un tamaño normal. Pero aún había que aclarar las cosas y así restaurar la confianza completa en la organización.

En 1947, Nathan H. Knorr, presidente de la Sociedad, y su secretario, M. G. Henschel, visitaron Australia específicamente para tratar esta situación. En un artículo al respecto, La Atalaya del 15 de octubre de 1947 (en inglés, 1 de junio) dijo lo siguiente sobre la actividad comercial que se había estado efectuando: “No era el trabajo seglar que hacían los hermanos todos los días para ganar su sostén [lo] que estaba implicado, sino que era el hecho de que la Sucursal de la Sociedad había conseguido diferentes clases de industrias y había llamado a publicadores de todas partes del país, especialmente precursores, para trabajar en estas industrias más bien que predicar el evangelio”. Estos hechos habían llevado incluso a una participación indirecta en actividades bélicas. El hermano Knorr habló francamente del asunto a los hermanos en las asambleas que se celebraron en las capitales de las provincias. En todas las asambleas se adoptó una resolución en la que los hermanos australianos reconocían su error y pedían a Jehová que les mostrara misericordia y les concediera perdón mediante Jesucristo. De modo que ha sido necesario estar vigilantes y superar diferentes pruebas para que la organización siga dedicándose exclusivamente a la difusión del mensaje del Reino de Dios.

Cuando los testigos de Jehová repasan su historia de tiempos modernos, ven prueba de que Jehová en verdad ha estado refinando a su pueblo. (Mal. 3:1-3.) Poco a poco se han ido eliminando actitudes, creencias y prácticas equivocadas, y con ellas también a cualquiera que haya decidido aferrarse a estas. Los que permanecen en su pueblo no son personas que estén dispuestas a transigir en cuanto a la verdad bíblica para acomodarse a la filosofía humana. No son seguidores de hombres, sino siervos devotos de Jehová Dios. Con gusto responden a la guía de la organización porque ven prueba inequívoca de que esta pertenece a Jehová. Se regocijan con la creciente luz de la verdad. (Pro. 4:18.) Personalmente consideran un magnífico privilegio ser testigos activos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios.

[Notas a pie de página]

^ párr. 13 Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence, suplemento de la edición del 25 de abril de 1894, páginas 102-104.

^ párr. 22 Con relación a la Trinidad, véanse la New Catholic Encyclopedia, tomo XIV, 1967, página 299; Dictionary of the Bible, de J. L. McKenzie, S.J., 1965, página 899 y Diccionario teológico del Nuevo Testamento, volumen II, página 40. En cuanto al alma, véanse la New Catholic Encyclopedia, tomo XIII, 1967, páginas 449, 450, 452, 454; The New Westminster Dictionary of the Bible, edición de H. S. Gehman, 1970, página 901; The Interpreter’s Bible, tomo I, 1952, página 230 y Peake’s Commentary on the Bible, edición de M. Black y H. H. Rowley, 1962, página 416.

^ párr. 38 Según el hermano Russell, su esposa, quien luego lo abandonó, fue la primera que le aplicó el texto de Mateo 24:45-47. Véanse los números del 15 de julio de 1906, página 215; 1 de marzo de 1896, página 47, y 15 de junio de 1896, páginas 139, 140 de la revista Watch Tower.

^ párr. 60 Vindication (Vindicación), tomo 2, páginas 258, 259, 268, 269; La Torre del Vigía, agosto de 1934, páginas 121-128; septiembre de 1934, páginas 131-138; septiembre de 1935, páginas 131-138.

^ párr. 67 La idea de que 1878 era un año significativo parecía reafirmarse en las palabras de Jeremías 16:18 (‘el doble de Jacob’, Reina Valera) y en los cálculos que indicaban que aparentemente habían transcurrido 1.845 años desde la muerte de Jacob hasta 33 E.C., año en que el Israel natural fue rechazado, y que el doble de esa cantidad abarcaría hasta 1878.

^ párr. 67 Ampliando aún más los paralelos, se decía que la desolación de Jerusalén en 70 E.C. (treinta y siete años después de que Jesús entrara cabalgando en Jerusalén y fuera aclamado como rey por sus discípulos) podía indicar que en 1915 (treinta y siete años después de 1878) culminaría el anarquismo que, según creían, Dios permitiría como medio de acabar con las instituciones existentes en el mundo. Esta fecha apareció en reimpresiones de Studies in the Scriptures. (Véase el tomo II, páginas 99-101, 171, 221, 232, 246, 247; compárese la reimpresión de 1914 con ediciones anteriores, como la edición de 1902 de Millennial Dawn.) A su parecer, este cálculo cuadraba bien con lo que se había publicado respecto a que 1914 sería el año que marcaría el fin de los Tiempos de los Gentiles.

^ párr. 69 Compárese, por ejemplo, con la Versión Moderna; véase también la nota sobre Hechos 13:20 en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (con referencias).

^ párr. 69 Véase “La verdad os hará libres”, capítulo 11; “El Reino se ha acercado”, páginas 171-175; también The Golden Age del 27 de marzo de 1935, páginas 391 y 412. A la luz de estas tablas corregidas de la cronología bíblica se pudo ver que las fechas de 1873 y 1878 y otras relacionadas que se habían calculado sobre la base de sucesos paralelos del siglo I se fundaban en equivocaciones.

^ párr. 97 Véase el capítulo 15: “Desarrollo estructural de la organización”.

[Comentario en la página 619]

Las pruebas y los zarandeos no han llegado por sorpresa

[Comentario en la página 621]

“No permiten que se les aparte de la Palabra de Dios”

[Comentario en la página 623]

“No deseamos que se nos dé honra ni reverencia, ni a nosotros mismos ni a lo que escribimos”

[Comentario en la página 624]

“Dios todavía está al timón”

[Comentario en la página 626]

El “siervo fiel y prudente” no había desaparecido al morir el hermano Russell

[Comentario en la página 627]

Un plan malicioso para envenenar la mente de otros

[Comentario en la página 628]

Algunos permitieron que el orgullo socavara su fe

[Comentario en la página 629]

‘Vigilen a los que causan divisiones, y evítenlos’

[Comentario en la página 630]

Algunos levantaron la falsa acusación de que la revista “The Watch Tower” había repudiado el rescate

[Comentario en la página 635]

“Simplemente lo dedujimos y, evidentemente, nos equivocamos”

[Comentario en la página 636]

Los que verdaderamente amaban a Jehová agradecieron los privilegios de servicio que se les presentaron

[Comentario en la página 638]

“¿Puede alguien que esté verdaderamente consagrado al Señor justificar su indolencia en este tiempo?”

[Comentario en la página 641]

Poco a poco se han ido eliminando actitudes, creencias y prácticas equivocadas

[Recuadro/Fotografía en la página 622]

W. E. Van Amburgh

En 1916, W. E. Van Amburgh dijo: “Esta gran obra mundial no es la obra de una sola persona. [...] Es la obra de Dios”. Aunque vio a otros apartarse, él siguió firme en su convicción hasta el mismo momento de su muerte en 1947, a la edad de 83 años.

[Recuadro/Fotografía en la página 633]

Jules Feller

En su juventud, Jules Feller vio cómo la fe de algunos fue sometida a pruebas severas. En Suiza hubo congregaciones que quedaron reducidas a la mitad, o hasta menos. Pero él escribió luego: “Los que habían cifrado su confianza en Jehová permanecieron firmes y siguieron predicando”. El hermano Feller se resolvió a hacer lo mismo y, como resultado, para 1992 había disfrutado de sesenta y ocho años de servicio en Betel.

[Recuadro/Fotografía en la página 634]

C. J. Woodworth

A cierta persona que abandonó el servicio de Jehová porque los seguidores ungidos de Jesucristo no fueron llevados al cielo en 1914, C. J. Woodworth escribió lo siguiente:

Hace veinte años usted y yo creíamos en el bautismo de infantes; en que el clero tenía el derecho divino de administrar dicho bautismo; que el bautismo era necesario para escapar del tormento eterno; que Dios es amor; que Dios creó y sigue creando a Su semejanza a miles de millones de seres que pasarán las incontables eras de la eternidad entre sofocantes emanaciones de azufre humeante y ardiente, suplicando en vano que se les dé una gota de agua que mitigue sus sufrimientos. [...]

Creíamos que el hombre sigue vivo después de morir; creíamos que Jesucristo no había muerto; que no podía morir; que nunca se ha pagado ni se pagará un Rescate; que Jehová Dios y Cristo Jesús, Su Hijo, son la misma persona; que Cristo era Su propio Padre; que Jesús era Su propio Hijo; que el Espíritu Santo es una persona; que uno más uno más uno equivalen a uno; que cuando Jesús colgaba de la cruz y dijo: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’, simplemente estaba hablando consigo mismo; que los reinos actuales forman parte del Reino de Cristo; que el Diablo, en vez de ejercer dominio sobre los reinos de esta Tierra, ha estado lejos, en un Infierno que nadie ha hallado. [...]

Alabo a Dios por el día que llegó la Verdad Actual a mi puerta. Era tan sana, tan refrescante a la mente y el corazón, que me apresuré a dejar el engaño y la charlatanería del pasado, y Dios me utilizó para también abrir los ojos de usted, que estaba ciego. Juntos nos regocijamos con la Verdad, y trabajamos lado a lado por quince años. El Señor le honró mucho como vocero Suyo; nunca conocí a nadie que pudiera demostrar de manera tan clara lo ridículo de las insensateces de Babilonia. En su carta usted pregunta: ‘¿Y ahora qué? ¡Ah! ahora viene lo triste del caso. Lo que ha sucedido es que usted ha permitido que su corazón se amargue contra aquel cuyas obras de amor y bendición desde lo Alto ha hecho posible que la Verdad llegue a nuestros corazones. Usted ha abandonado la organización y se ha llevado consigo a algunas ovejas. [...]

Puede que yo le parezca ridículo a usted porque no me fui al Cielo el 1 de octubre de 1914, pero usted no me parece ridículo a mí, ¡oh no!

En este momento en el que diez de las principales naciones de la Tierra se retuercen en su agonía, me parece que es particularmente inoportuno tratar de ridiculizar al hombre, al único hombre [Russell], que por cuarenta años ha enseñado que los Tiempos de los Gentiles terminarían en 1914.”

La fe del hermano Woodworth no tambaleó cuando los sucesos de 1914 no resultaron en lo que se esperaba. Sencillamente reconoció que les quedaban cosas por aprender. Debido a su confianza en el propósito de Dios, pasó nueve meses en prisión en 1918-1919. Más tarde fue redactor de las revistas “The Golden Age” (La Edad de Oro) y “Consolation” (Consolación). Permaneció firme en la fe y leal a la organización de Jehová hasta su muerte en 1951, a los 81 años de edad.

[Recuadro/Fotografía en la página 637]

A. H. Macmillan

“He visto la sabiduría de esperar pacientemente en Jehová para aclarar nuestro entendimiento de cosas bíblicas en vez de perturbarnos a causa de un nuevo pensamiento. A veces nuestras expectativas de cierta fecha eran mayores [de] lo que autorizaban las Escrituras. Cuando estas expectativas no se cumplieron, eso no cambió los propósitos de Dios.”

[Fotografías en la página 620]

Algo que puso a prueba la fe de muchos se relacionaba con reconocer el valor expiatorio del sacrificio de Jesús

[Fotografías en la página 625]

En el caso de algunos que admiraban a Russell, su modo de reaccionar ante la personalidad de Rutherford reveló a quién realmente servían

[Fotografías en la página 639]

Al darse más importancia al servicio del campo, muchos se apartaron de la congregación; otros mostraron más celo

“Watch Tower” del 15 de agosto de 1922

“Watch Tower” del 1 de abril de 1928

“Watch Tower” del 15 de junio de 1927

[Fotografías en la página 640]

Al comenzar a destacarse la organización teocrática, los que buscaban prominencia personal fueron quedando fuera