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La gran muchedumbre, ¿vivirá en el cielo, o en la Tierra?

La gran muchedumbre, ¿vivirá en el cielo, o en la Tierra?

Capítulo 12

La gran muchedumbre, ¿vivirá en el cielo, o en la Tierra?

A DIFERENCIA de los miembros de las religiones de la cristiandad, la mayoría de los testigos de Jehová no espera vivir eternamente en el cielo, sino en la Tierra. ¿A qué se debe esto?

No siempre fue así. Los cristianos del siglo primero esperaban que al debido tiempo gobernarían con Jesucristo como reyes celestiales. (Mat. 11:12; Luc. 22:28-30.) Sin embargo, Jesús les había dicho que los que heredarían el Reino serían solamente un “rebaño pequeño”. (Luc. 12:32.) ¿Quiénes lo formarían? ¿De cuántos se compondría? Más tarde llegaron a saber los detalles.

En el Pentecostés de 33 E.C. los primeros discípulos judíos de Jesús fueron ungidos con espíritu santo para ser coherederos con Cristo. En el año 36 E.C. la acción del espíritu de Dios hizo patente que gentiles incircuncisos participarían también de aquella herencia. (Hech. 15:7-9; Efe. 3:5, 6.) Transcurrieron otros sesenta años antes de que se le revelara al apóstol Juan que solo 144.000 personas serían tomadas de la Tierra para participar con Cristo en el Reino celestial. (Rev. 7:4-8; 14:1-3.)

Charles Taze Russell y sus colaboradores compartían esa esperanza, al igual que la mayoría de los testigos de Jehová hasta mediados de los años treinta. También sabían, por su estudio de las Escrituras, que la unción con espíritu santo no solo significaba que había personas que servirían como reyes y sacerdotes con Cristo en el cielo, sino que también tenían una labor especial que efectuar mientras estuvieran en la carne. (1 Ped. 1:3, 4; 2:9; Rev. 20:6.) ¿Qué obra era esa? Conocían muy bien Isaías 61:1, y a menudo citaban este texto, que dice: “El espíritu del Señor Soberano Jehová está sobre mí, por razón de que Jehová me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los mansos”.

¿Con qué propósito predican?

Aunque eran pocos, se esforzaban por llevar a cuantos podían la verdad sobre Dios y su propósito. Imprimían y distribuían mucha literatura bíblica, en la que anunciaban buenas nuevas sobre la salvación que venía de Dios mediante Cristo. Pero su objetivo no era convertir a todos a quienes predicaban. Entonces, ¿con qué propósito lo hacían? La revista Watch Tower de julio de 1889 explicó: “Somos sus representantes [los de Jehová] en la Tierra; hay que vindicar y honrar su nombre en presencia de sus enemigos y ante muchos de sus hijos extraviados; su glorioso plan tiene que darse a conocer en todas partes en oposición a todos los proyectos de sabiduría mundana que el hombre ha ideado y sigue ideando”.

Se prestó atención especial a los que afirmaban ser el pueblo del Señor, muchos de los cuales eran miembros de las iglesias de la cristiandad. ¿Con qué propósito se les predicaba? Como a menudo explicó el hermano Russell, lo que deseaban los primeros Estudiantes de la Biblia no era atraer a los miembros de las iglesias a otra organización, sino ayudar a aquellas personas a acercarse más al Señor como miembros de la única Iglesia verdadera. Sin embargo, los Estudiantes de la Biblia sabían que en obediencia a Revelación 18:4 aquellas personas tendrían que salirse de “Babilonia”, la cual, según ellos entendían, se manifestaba en la Iglesia nominal, es decir, las iglesias de la cristiandad con todas sus enseñanzas antibíblicas y sus divisiones sectarias. En el mismo primer número de la Watch Tower (julio de 1879), el hermano Russell declaró: “Entendemos que el propósito de la testificación actual es ‘sacar un pueblo para Su nombre’ —la Iglesia—, el cual al tiempo de la vuelta de Cristo se une a Él y recibe Su nombre. Rev. III, 12”.

Se daban cuenta de que en aquel tiempo a los cristianos verdaderos se les extendía un solo “llamamiento”. Era una invitación para ser miembros de la novia de Cristo, que finalmente se compondría de solo 144.000 escogidos. (Efe. 4:4; Rev. 14:1-5.) Procuraban incitar a todos los que afirmaban tener fe en el sacrificio de rescate de Cristo, fueran o no miembros de las iglesias, a apreciar “las preciosas y grandiosísimas promesas” de Dios. (2 Ped. 1:4; Efe. 1:18.) Se esforzaban por infundir en ellos celo para que se conformaran a los requisitos que tenían que satisfacer los miembros del rebaño pequeño de herederos del Reino. Con diligencia, el hermano Russell y sus colaboradores trataron de hacer disponible el ‘alimento espiritual al tiempo apropiado’ mediante las columnas de la revista Watch Tower y otras publicaciones basadas en la Biblia, con el fin de fortalecer espiritualmente a aquellos a quienes consideraban parte de ‘la casa de la fe’ (pues profesaban fe en el rescate). (Gál. 6:10; Mat. 24:45, 46.)

No obstante, veían que no todos los que afirmaban haberse ‘consagrado’ —o ‘haberse dado de lleno al Señor’, lo que entendían que esto significaba— seguían después en un derrotero de sacrificio voluntario, haciendo del servicio al Señor la ocupación principal de su vida. Sin embargo, según ellos explicaban, los cristianos consagrados habían concordado en abandonar de buena gana su naturaleza humana con la esperanza puesta en la herencia celestial; no podían retraerse; si no alcanzaban la vida en la esfera espiritual, les esperaba la muerte segunda. (Heb. 6:4-6; 10:26-29.) Pero muchos de los cristianos que aparentemente se habían consagrado tomaban el camino fácil, no mostraban verdadero celo por la causa del Señor ni eran abnegados. Sin embargo, al parecer no habían repudiado el rescate y llevaban vidas limpias hasta un grado razonable. ¿Qué les ocurriría a tales personas?

Por muchos años los Estudiantes de la Biblia creyeron que estas personas componían el grupo descrito en Revelación 7:9, 14, que menciona “una gran muchedumbre” que sale de la gran tribulación y está de pie “delante del trono” de Dios y delante del Cordero, Jesucristo. Concluyeron que, aunque estos evitaban llevar una vida abnegada, su fe afrontaría pruebas que terminarían en muerte durante un tiempo de tribulación después que se glorificara a los últimos miembros de la novia de Cristo. Creían que si estos de quienes se decía que componían la gran muchedumbre eran fieles entonces, se les resucitaría a la vida celestial, no para gobernar como reyes, sino para ocupar un lugar delante del trono. Razonaban que se les darían aquellas posiciones secundarias porque su amor al Señor no había sido lo bastante intenso y no habían dado muestras de suficiente celo. Pensaban que aquellas personas habían sido engendradas por el espíritu de Dios, pero habían sido negligentes en cuanto a obedecer a Dios, posiblemente por seguir adhiriéndose a las iglesias de la cristiandad.

También creían que tal vez —solo tal vez— a los “beneméritos de la antigüedad” que serían príncipes en la Tierra durante la era del milenio se les concedería de algún modo la vida celestial al fin de aquel tiempo. (Sal. 45:16.) Razonaban, además, que quizás les esperaba algo similar a los que se “consagraran” después que los 144.000 herederos del Reino hubieran sido escogidos, pero antes de que comenzara el tiempo de la restitución en la Tierra. Hasta cierto grado esto era un remanente de la enseñanza de la cristiandad de que todos los que fueran lo suficientemente buenos irían al cielo. Pero había una creencia bíblica que los Estudiantes de la Biblia atesoraban y que los distinguía de toda la cristiandad. ¿Cuál era?

Vida para siempre en perfección en la Tierra

Se dieron cuenta de que aunque una cantidad limitada de seres humanos recibiría vida celestial, habría muchos más que serían favorecidos con vida eterna en la Tierra, en condiciones como las que habían existido en el Paraíso de Edén. Jesús enseñó a sus seguidores a orar: “Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. También dijo: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra”. (Mat. 5:5; 6:10.)

En armonía con esto, una tabla * publicada como suplemento de la revista Watch Tower de julio-agosto de 1881 indicaba que muchos seres humanos obtendrían el favor de Dios durante el Reinado de Mil Años de Cristo y compondrían “el mundo de la humanidad elevado a la perfección humana y la vida”. Aquella tabla se empleó por muchos años como base para discursos ante grupos grandes y pequeños.

¿En qué condiciones viviría la gente en la Tierra durante aquella era milenaria? The Watch Tower del 1 de julio de 1912 explicó: “Antes de que el pecado entrara en el mundo, la provisión Divina para nuestros padres fue el Jardín de Edén. Mientras pensamos en esto, dejemos que la mente viaje al futuro bajo la guía de la Palabra de Dios; y en una visión mental contemplemos el Paraíso restaurado, no sencillamente un jardín, sino la Tierra entera embellecida, productiva, libre del pecado y habitada por gente feliz. Entonces recordamos la promesa inspirada que nos resulta tan familiar: ‘Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será mas; ni habrá mas pesar, ni clamor, ni dolor’, porque las cosas anteriores relacionadas con el pecado y la muerte habrán pasado, ¡y se habrán hecho nuevas todas las cosas!—Rev. 21:4, 5”.

¿Quiénes vivirían para siempre en la Tierra?

El hermano Russell no creyó en ningún momento que Dios estuviera ofreciendo a la humanidad una elección: vida celestial para los que la desearan y vida en una Tierra paradisíaca para los que la prefirieran. La revista Watch Tower del 15 de septiembre de 1905 señaló esto: “Nuestros sentimientos o aspiraciones no son los que determinan si tenemos el llamamiento. Si así fuera, eso querría decir que nuestro llamamiento procede de nosotros mismos. En cuanto a nuestro sacerdocio, el Apóstol declara: ‘Nadie toma para sí mismo esta honra, sino el que es llamado [por] Dios’, (Heb. 5:4); y donde se comprueba que Dios llama no es en nuestros sentimientos, sino en la propia Palabra de revelación de Dios”.

Los Estudiantes de la Biblia creían que la oportunidad de vivir en una Tierra paradisíaca restaurada se le daría a la gente después que todo el rebaño pequeño hubiera recibido su recompensa y se hubiera entrado plenamente en la era del milenio. Entendían que ese sería el tiempo de “la restitución de todas las cosas” al que se hacía referencia en Hechos 3:21 (VA). Incluso los muertos serían levantados entonces para que todos pudieran participar de esa provisión amorosa. Los hermanos imaginaban que a toda la humanidad (aparte de los que hubieran recibido la llamada celestial) se le daría entonces la oportunidad de escoger la vida. Entendían que aquel sería el tiempo en que Cristo, en su trono celestial, separaría a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras. (Mat. 25:31-46.) Los obedientes, fuera que hubieran nacido como judíos o como gentiles, resultarían ser las “otras ovejas” del Señor. (Juan 10:16.) *

Al terminar los Tiempos de los Gentiles, pensaron que el tiempo de la restitución estaba muy cerca; por eso, desde 1918 hasta 1925 proclamaron: “Millones que ahora viven no morirán jamás”. Sí, entendían que la gente que vivía entonces —la humanidad en general— tenía la oportunidad de sobrevivir hasta el mismo tiempo de la restitución, y que entonces se la educaría en los requisitos de Jehová para obtener la vida. Si eran obedientes, alcanzarían poco a poco la perfección humana. Si resultaban ser rebeldes, con el tiempo serían destruidos para siempre.

En aquellos primeros años los hermanos no se imaginaban que el mensaje del Reino se proclamaría tan extensamente ni por tantos años como se ha venido efectuando. Sin embargo, continuaron examinando las Escrituras y esforzándose por actuar según lo que estas indicaban que era la obra que Dios quería que hicieran.

Las “ovejas” a la derecha de Cristo

Un paso realmente importante para llegar a entender el propósito de Jehová giraba en torno a la parábola de Jesús registrada en Mateo 25:31-46 sobre las ovejas y las cabras. En esa parábola Jesús dijo: “Cuando el Hijo del hombre llegue en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre su glorioso trono. Y todas las naciones serán reunidas delante de él, y separará a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha, pero las cabras a su izquierda”. Como pasa a mostrar la parábola, las “ovejas” son las personas que ayudan a los “hermanos” de Cristo y hasta procuran socorrerlos cuando se les persigue o se les encarcela.

Durante mucho tiempo se había creído que esta parábola se cumpliría durante la era milenaria, en el tiempo de la restitución, y que el juicio final mencionado en la parábola era el que tendría lugar al fin del Milenio. Pero en 1923 J. F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, en un esclarecedor discurso que pronunció en Los Ángeles (California), planteó razones para ver este asunto desde otro ángulo. El texto del discurso se publicó más tarde aquel mismo año en el número del 15 de octubre de The Watch Tower.

Al analizar el tiempo en el que se cumpliría aquella parábola profética, el artículo mostró que Jesús la había hecho parte de su respuesta cuando se le solicitó una ‘señal de su presencia y de la conclusión del sistema de cosas’. (Mat. 24:3.) El artículo explicó por qué los “hermanos” a quienes se hace referencia en la parábola no podían ser los judíos de la era del Evangelio ni humanos que mostraran fe durante el período milenario de prueba y juicio, sino que tienen que ser los que heredan con Cristo el Reino celestial, por lo que la parábola tiene que cumplirse mientras algunos coherederos de Cristo aún están en la carne. (Compárese con Hebreos 2:10, 11.)

Las experiencias que tuvieron aquellos hermanos ungidos de Cristo cuando trataron de testificar al clero y a la gente común que se asociaba con las iglesias de la cristiandad también indicaban que la parábola profética de Jesús ya se estaba cumpliendo. ¿Cómo? La reacción de gran parte del clero y de miembros prominentes de sus iglesias era hostil; no era como un vaso de agua refrescante ni en sentido literal ni figurado; más bien, algunos instigaban a las chusmas a arrancar la ropa a los hermanos y golpearlos, o pedían a funcionarios gubernamentales que los encarcelaran. (Mat. 25:41-43.) En cambio, muchos miembros humildes de las iglesias recibían con gusto el mensaje del Reino, ofrecían refrigerio a los que les llevaban ese mensaje y hacían cuanto podían por ayudarles hasta cuando los ungidos se hallaban en prisión por predicar las buenas nuevas. (Mat. 25:34-36.)

Hasta donde podían ver los Estudiantes de la Biblia, aquellos a quienes Jesús llamó ovejas estaban todavía en las iglesias de la cristiandad. Llegaron a la conclusión de que estas eran personas que no afirmaban haberse consagrado al Señor, pero que respetaban mucho a Jesucristo y a su pueblo. Sin embargo, ¿podrían permanecer en las iglesias?

Se adopta una posición firme a favor de la adoración pura

Un estudio del libro bíblico del profeta Ezequiel suministró más luz a este respecto. En 1931 se publicó el primero de tres tomos de un comentario titulado Vindication (en español Vindicación, publicado en 1935). Este explicaba el significado de lo que Ezequiel escribió respecto a la furia de Jehová contra las antiguas Judá y Jerusalén apóstatas. Aunque los habitantes de Judá aseguraban que servían al Dios vivo y verdadero, adoptaron los ritos religiosos de las naciones circundantes, ofrecieron incienso a dioses inanimados y se hicieron inmorales al depositar su confianza en alianzas políticas, en vez de mostrar fe en Jehová. (Eze. 8:5-18; 16:26, 28, 29; 20:32.) En todo esto se comportaron exactamente como la cristiandad; en consecuencia, Jehová ejecutará su sentencia sobre la cristiandad tal como lo hizo en el caso de la Judá y la Jerusalén infieles. Sin embargo, el capítulo 9 de Ezequiel muestra que antes de la ejecución de la sentencia divina se marcaría a algunas personas con el fin de conservarlas vivas. ¿Quiénes son estas?

La profecía dice que los que recibieran la marca estarían ‘suspirando y gimiendo por todas las cosas detestables que se estarían haciendo’ en medio de la cristiandad, o la Jerusalén antitípica. (Eze. 9:4.) Está claro, pues, que no podían estar participando deliberadamente en aquellas cosas detestables. Por lo tanto, el primer tomo de Vindicación identificó a los que llevan la marca como personas que rehúsan ser parte de las organizaciones eclesiásticas de la cristiandad y que, de algún modo, se ponen firmemente de parte del Señor.

A esta información le siguió en 1932 un análisis del relato bíblico acerca de Jehú y Jonadab y sus implicaciones proféticas. Jehová comisionó a Jehú para que fuera rey del reino de diez tribus de Israel y ejecutara la sentencia de Jehová sobre la casa inicua de Acab y Jezabel. Cuando Jehú se encaminaba a Samaria para erradicar la adoración de Baal, Jehonadab (Jonadab), el hijo de Recab, salió a su encuentro. Jehú le preguntó: “¿Es tu corazón recto para conmigo?”, a lo que Jehonadab contestó: “Lo es”. Jehú le dijo: “Dame tu mano”, y cuando Jehonadab aceptó su invitación, lo subió a su carro. Luego Jehú le instó: “Ven conmigo, sí, y ve como no tolero rivalidad respecto a Jehová”. (2 Rey. 10:15-28.) Jehonadab, aunque no era israelita, concordaba con lo que Jehú estaba haciendo; sabía que Jehová, el Dios verdadero, debía recibir devoción exclusiva. (Éxo. 20:4, 5.) Siglos más tarde los descendientes de Jehonadab seguían demostrando un espíritu que tenía la aprobación de Jehová, por lo que Él prometió: “No será cortado de Jonadab hijo de Recab un hombre que siempre esté de pie delante de mí”. (Jer. 35:19.) Por lo tanto, surgió la pregunta: ¿Hay en la Tierra hoy personas que no sean israelitas espirituales con una herencia celestial, pero que sean como Jehonadab?

La Torre del Vigía de noviembre de 1932 explicó: “Jonadab representó o prefiguró la clase de gente que está en la tierra ahora [...] [que] no está en armonía con la organización de Satanás, se declara de parte de la justicia, y será preservada por el Señor durante el tiempo del Armagedón, protegiéndola durante la tribulación, y dándole vida eterna en la tierra. Estos constituyen la clase de ‘ovejas’ la cual favorece al pueblo ungido de Dios, porque sabe que los ungidos del Señor están haciendo la obra del Señor”. A los que manifestaban ese espíritu se les invitó a llevar el mensaje del Reino a otros tal como lo hacían los ungidos. (Rev. 22:17.)

Había algunos (aunque relativamente pocos entonces) que se asociaban con los testigos de Jehová y que se daban cuenta de que el espíritu de Dios no había engendrado en ellos la esperanza de vida celestial. Se les llegó a conocer como los Jonadab, porque, al igual que el Jonadab (Jehonadab) de la antigüedad, consideraban un honor identificarse con los siervos ungidos de Jehová, y para ellos era un gozo participar de los privilegios que les hacía disponibles la Palabra de Dios. Antes del Armagedón, ¿llegarían a ser muchas las personas que probablemente nunca morirían? ¿Sería posible que, tal como se había dicho, llegaran a contarse por millones?

¿Quiénes componen la “gran muchedumbre”?

Cuando se anunció que se estaba organizando una asamblea para los testigos de Jehová en Washington (D.C.) del 30 de mayo al 3 de junio de 1935, La Torre del Vigía dijo: “Anteriormente no muchos de los Jonadab [tuvieron] el privilegio de asistir a una convención, y la convención de Washington será un verdadero consuelo y beneficio para ellos”. Y así fue.

En aquella asamblea se dio atención especial al texto de Revelación 7:9, 10, que dice: “Después de estas cosas vi, y, ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos. Y siguen clamando con voz fuerte, y dicen: ‘La salvación se la debemos a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero’”. ¿Quiénes componen esta gran muchedumbre?

Por años, hasta 1935, no se había entendido que fueran las mismas ovejas que mencionó Jesús en la parábola de las ovejas y las cabras. Como ya se ha indicado, se pensaba que estas componían una clase celestial secundaria, secundaria porque no habían obedecido a Dios debidamente.

Sin embargo, este punto de vista hizo que surgieran preguntas que persistieron. A principios de 1935 se analizaron algunas de estas en la central de la Sociedad Watch Tower, durante la comida del mediodía. Algunos de los que expresaron su opinión sugirieron que la gran muchedumbre era una clase terrestre. Grant Suiter, quien más tarde fue miembro del Cuerpo Gobernante, recordó: “En un estudio celebrado en Betel, conducido por el hermano T. J. Sullivan, yo pregunté: ‘Puesto que la [gran muchedumbre] alcanza la vida eterna, ¿mantienen integridad los que componen ese grupo?’. Hubo muchos comentarios pero ninguna respuesta definitiva”. Pues bien, el viernes 31 de mayo de 1935, en la asamblea de Washington (D.C.), se dio una respuesta satisfactoria. El hermano Suiter estaba sentado en el palco, mirando hacia abajo a la muchedumbre, ¡y qué emocionado se sintió a medida que se pronunciaba el discurso!

Poco después de aquella asamblea, La Torre del Vigía de septiembre de 1935 publicó lo que se dijo en aquel discurso. Destacó que un factor importante para comprender correctamente este tema es reconocer que el propósito principal de Jehová no es la salvación de la humanidad, sino que se limpie de oprobio su propio nombre (o, como diríamos ahora, que se vindique su soberanía). De modo que Jehová aprueba a los que son íntegros; él no recompensa a los que concuerdan en hacer su voluntad pero luego causan oprobio a su nombre al transigir con la organización del Diablo. Se requiere fidelidad de todos los que hayan de recibir la aprobación de Dios.

En armonía con esto, La Torre del Vigía dijo: “Apocalipsis Rev 7:15 en realidad es la clave para la identificación de la grande muchedumbre. [...] Esta descripción en el Apocalipsis de la grande muchedumbre es que ‘están delante del trono de Dios, y le sirven públicamente’ [...]. Ven y entienden y obedecen las palabras de Jesús, el Cordero de Dios, diciéndoles: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y a él solamente servirás’; palabras que [se] aplican a toda criatura que Jehová aprueba”. (Mat. 4:10.) Por eso, lo que la Biblia dice sobre la gran compañía, o gran muchedumbre, no pudiera interpretarse correctamente como una “red de seguridad” para salvar a personas que dijeran que amaban a Dios pero que fueran indiferentes en cuanto a hacer su voluntad.

Entonces, ¿es la gran muchedumbre una clase celestial? La Torre del Vigía mostró que los términos que se empleaban en el texto no llevaban a tal conclusión. En cuanto a que estuvieran “delante del trono”, mostró que Mateo 25:31, 32 dice que todas las naciones serán reunidas delante del trono de Cristo, y sin embargo esas naciones están en la Tierra. No obstante, la gran muchedumbre está “de pie” delante del trono porque tiene la aprobación del que está sentado en él. (Compárese con Jeremías 35:19.)

Pero ¿dónde podría hallarse un grupo como ese, personas “de todas las naciones”, que no eran parte del Israel espiritual (descrito antes en Revelación 7:4-8), que ejercían fe en el rescate (que en sentido figurado habían lavado sus ropas largas en la sangre del Cordero), personas que aclamaban a Cristo como Rey (con ramas de palmera en las manos, como la muchedumbre que recibió a Jesús como Rey cuando entró en Jerusalén), que realmente se presentaban ante el trono de Jehová para servirle? ¿Habría semejante grupo de personas en la Tierra?

Al cumplir su propia palabra profética, Jehová mismo proveyó la respuesta. Webster Roe, quien estuvo en la asamblea de Washington, recordó que el hermano Rutherford, en un momento culminante de su discurso, preguntó: “¿Quisieran, por favor, ponerse de pie todos los que tienen la esperanza de vivir para siempre en la Tierra?”. Según el hermano Roe, “más de la mitad del auditorio se puso de pie”. En conformidad con aquel hecho, La Torre del Vigía de septiembre de 1935 declaró: “Ahora vemos una compañía que exactamente corresponde a la descripción dada en el Apocalipsis Rev cap. siete concerniente a la grande muchedumbre. Durante los últimos [...] años, y durante el tiempo [en que] ‘este evangelio del reino se predica como testimonio’, han venido grandes números [de personas] (y todavía siguen viniendo) que confiesan al Señor Jesús como su Salvador y a Jehová como su Dios, a [quien] adoran en espíritu y en verdad y gozosamente [...] sirven. También se les llama ‘los Jonadab’. Estos se bautizan en símbolo, así testificando que se [...] han declarado de parte de Jehová y sirven a él y [a] su Rey”.

En aquel tiempo se vio que la gran muchedumbre de Revelación 7:9, 10 se contaba entre las “otras ovejas” a las que se refirió Jesús (Juan 10:16); son los que van en ayuda de los “hermanos” de Cristo (Mat. 25:33-40); son las personas a quienes se marca para sobrevivir debido a que les horrorizan las cosas repugnantes que se hacen en la cristiandad y las evitan (Eze. 9:4); son como Jehonadab, quien se identificó públicamente con el siervo ungido de Jehová cuando este llevó a cabo la comisión que Dios le había dado (2 Rey. 10:15, 16). Los testigos de Jehová comprenden que estos son siervos leales de Dios que pasarán con vida a través del Armagedón con la perspectiva de vivir para siempre en una Tierra restaurada a la condición de Paraíso.

Una obra urgente que tiene que hacerse

El que entendieran estos pasajes bíblicos tuvo efectos de largo alcance en la obra de los siervos de Jehová. Se percataron de que no eran ellos quienes seleccionarían y reunirían a los miembros de la gran muchedumbre; no les correspondía decir a las personas si su esperanza era celestial o terrenal. El Señor dirigiría los asuntos conforme a su voluntad. Pero como testigos de Jehová tenían una responsabilidad de peso. Tenían que ser proclamadores de la Palabra de Dios y compartir las verdades que Él les permitía entender, para que la gente pudiera conocer las provisiones de Jehová y tuviera la oportunidad de responder a ellas con aprecio.

Además, reconocían que su labor era muy urgente. En una serie de artículos titulados “Congregando a la muchedumbre”, publicados en español en 1937, La Torre del Vigía explicaba: “Las Escrituras apoyan fuertemente la conclusión de que en el Armagedón Jehová destruirá a los pueblos de la tierra, salvando sólo a los que obedecen sus mandamientos de estar de parte de su organización. Anteriormente millones y millones de personas [fueron] a la tumba sin haber oído hablar de Dios y Cristo, y éstos al debido tiempo tienen que ser despertados de la muerte y [se les tiene que dar] un conocimiento de la verdad, para que escojan. Sin embargo la situación es diferente concerniente a la gente que ahora está en la tierra. [...] Los de la grande muchedumbre tienen que recibir este mensaje del evangelio antes del día de la batalla del gran día del Dios Todopoderoso, que es el Armagedón. Si no se da ahora el mensaje de la verdad a la grande muchedumbre, será demasiado tarde cuando haya comenzado la obra degolladora”. (Véanse 2 Reyes 10:25; Ezequiel 9:5-10; Sofonías 2:1-3; Mateo 24:21; 25:46.)

Como resultado de este entendimiento de las Escrituras, a los testigos de Jehová se les infundió celo renovado para testificar. Leo Kallio, quien más tarde fue superintendente viajante en Finlandia, dijo: “No recuerdo haber experimentado antes tanto gozo ni celo; tampoco recuerdo haber pedaleado tan rápido en mi bicicleta como en aquellos días, cuando me apresuraba a llevar a las personas que se interesaban en el mensaje las noticias de que, por la bondad inmerecida de Jehová, ahora se les ofrecía vida eterna en la Tierra”.

En los siguientes cinco años, a medida que aumentaba la cantidad de testigos de Jehová, la cifra de los que participaban de los emblemas en la Conmemoración anual de la muerte de Cristo fue disminuyendo. Con todo, la afluencia de la gran muchedumbre no fue tan rápida como había esperado el hermano Rutherford. En cierta ocasión hasta le mencionó a Fred Franz, quien con el tiempo llegó a ser el cuarto presidente de la Sociedad: “Parece que, después de todo, la ‘gran multitud’ no va a ser tan grande”. Pero desde entonces la cantidad de testigos de Jehová se ha multiplicado hasta alcanzar millones, mientras que en general la cantidad de los que esperan la herencia celestial ha seguido menguando.

Un solo rebaño bajo un solo Pastor

No existe rivalidad entre la clase ungida y la gran muchedumbre. Los que tienen la esperanza celestial no menosprecian a los que con anhelo esperan recibir vida eterna en un paraíso terrestre. Cada uno acepta con gratitud los privilegios que Dios le ha otorgado, sin concluir que de alguna manera su posición le hace ser mejor persona o de algún modo inferior a otros. (Mat. 11:11; 1 Cor. 4:7.) Como predijo Jesús, los dos grupos se han convertido realmente en “un solo rebaño”, y sirven bajo él, su “un solo pastor”. (Juan 10:16.)

Lo que sienten los hermanos ungidos de Cristo por sus compañeros de la gran muchedumbre se expresa bien en el libro Seguridad mundial bajo el “Príncipe de Paz”: “Desde la II Guerra Mundial el cumplimiento de la profecía de Jesús para ‘la conclusión del sistema de cosas’ se debe mayormente al papel que desempeña la ‘gran muchedumbre’ de ‘otras ovejas’. La iluminación que han impartido las lámparas encendidas del resto ha llevado luz a los ojos de sus corazones, y esto ha ayudado a los de este grupo a reflejar la luz a otras personas que todavía están en la oscuridad de este mundo. [...] Han llegado a ser compañeros inseparables del resto de la clase de la novia. [...] ¡Muchísimas gracias se den, por tanto, a la ‘gran muchedumbre’ internacional y de muchos idiomas por el gran papel que ha desempeñado en el cumplimiento de la profecía del Novio registrada en Mateo 24:14!”.

Sin embargo, a medida que los testigos de Jehová, incluso la gran muchedumbre, han proclamado unidamente las gloriosas noticias del Reino de Dios, el público los ha llegado a conocer por algo más que solo por su celosa testificación.

[Notas a pie de página]

^ párr. 16 Aquella tabla o “Mapa de las edades” se reprodujo en el libro El Plan Divino de las Edades.

^ párr. 20 Zion’s Watch Tower, 15 de marzo de 1905, páginas 88-91.

[Comentario en la página 159]

La mayoría de los testigos de Jehová espera vivir para siempre en la Tierra

[Comentario en la página 161]

Una creencia que los distingue de toda la cristiandad

[Comentario en la página 164]

Tiempo del cumplimiento de la parábola de las ovejas y las cabras

[Comentario en la página 165]

Se les llegó a conocer como los Jonadab

[Comentario en la página 166]

El 31 de mayo de 1935 se identificó claramente a la “gran muchedumbre”

[Comentario en la página 170]

¿Quién determina si la esperanza es celestial o terrenal?

[Recuadro en la página 160]

Tiempo para entender

Hace más de doscientos cincuenta años, sir Isaac Newton escribió algo interesante en cuanto a entender las profecías, como la de la “gran muchedumbre” de Revelación 7:9, 10. En sus “Observaciones sobre las profecías de Daniel, y el Apocalipsis de San Juan”, publicadas en 1733, dijo: “Estas profecías de Daniel y Juan no se entenderían hasta el tiempo del fin: pero entonces algunos profetizarían por sí mismos durante mucho tiempo en un estado de aflicción y duelo, y eso oscuramente, para convertir solo a unos pocos. [...] Luego, dice Daniel, muchos correrán de aquí para allá, y se aumentará el conocimiento. Pues el Evangelio tiene que predicarse en toda nación antes de la gran tribulación y el fin del mundo. La muchedumbre que lleva ramas de palmera en las manos, que sale de esta gran tribulación, no puede ser innumerable y sacada de todas las naciones, a menos que sea así por la predicación del Evangelio antes de que esta venga”.

[Recuadro/Fotografía en la página 168]

La Tierra, el hogar eterno del hombre

¿Cuál era el propósito original de Dios para la humanidad?

“Los bendijo Dios y les dijo Dios: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra’.” (Gén. 1:28.)

¿Ha cambiado el propósito de Dios respecto a la Tierra?

“Mi palabra [...] no volverá a mí sin resultados, sino que ciertamente hará aquello en que me he deleitado, y tendrá éxito seguro en aquello para lo cual la he enviado.” (Isa. 55:11.)

“Porque esto es lo que ha dicho Jehová, el Creador de los cielos, Él, el Dios verdadero, el Formador de la tierra y el Hacedor de ella, Él, Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada: ‘Yo soy Jehová, y no hay ningún otro’.” (Isa. 45:18.)

“Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra’.” (Mat. 6:9, 10.)

“Los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra. Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella.” (Sal. 37:9, 29.)

¿Qué condiciones habrá en la Tierra bajo el Reino de Dios?

“Hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en estos la justicia habrá de morar.” (2 Ped. 3:13.)

“No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra. Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.” (Miq. 4:3, 4.)

“Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.” (Isa. 65:21, 22.)

“Ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’.” (Isa. 33:24.)

“Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Rev. 21:3, 4; véase también Juan 3:16.)

“¿Quién no te temerá verdaderamente, Jehová, y glorificará tu nombre, porque solo tú eres leal? Porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, porque tus justos decretos han sido manifestados.” (Rev. 15:4.)

[Recuadro/Fotografía en la página 169]

Los que van al cielo

¿Cuántos humanos irán al cielo?

“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32.)

“Vi, y, ¡miren!, el Cordero [Jesucristo] de pie sobre el monte Sión [celestial], y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre. Y están cantando como si fuera una canción nueva delante del trono y delante de las cuatro criaturas vivientes y de los ancianos; y nadie pudo dominar aquella canción sino los ciento cuarenta y cuatro mil, que han sido comprados de la tierra.” (Rev. 14:1, 3.)

¿Son judíos todos los 144.000?

“No hay ni judío ni griego, no hay ni esclavo ni libre, no hay ni varón ni hembra; porque todos ustedes son una persona en unión con Cristo Jesús. Además, si pertenecen a Cristo, realmente son descendencia de Abrahán, herederos respecto a una promesa.” (Gál. 3:28, 29.)

“No es judío el que lo es por fuera, ni es la circuncisión la que está afuera en la carne. Más bien, es judío el que lo es por dentro, y su circuncisión es la del corazón por espíritu, y no por un código escrito.” (Rom. 2:28, 29.)

¿Por qué lleva Dios a algunos al cielo?

“Serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y reinarán con él por los mil años.” (Rev. 20:6.)

[Gráfico en la página 171]

Informe de la Conmemoración

Veinticinco años después, la asistencia a la Conmemoración era 100 veces mayor que la cantidad de los que participaban de los emblemas

[Gráfico ]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Participantes

Asistencia

1.500.000

1.250.000

1.000.000

750.000

500.000

250.000

1935 1940 1945 1950 1955 1960

[Fotografía en la página 167]

En la asamblea de Washington (D.C.), se bautizaron 840 personas