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Testigos hasta la parte más distante de la Tierra

Testigos hasta la parte más distante de la Tierra

Capítulo 22

Parte 3: Testigos hasta la parte más distante de la Tierra

Las páginas 444 a 461 contienen un informe mundial de la predicación del mensaje del Reino desde 1935 hasta 1945. El año 1935 es muy significativo por ser el año en que se identificó a la gran muchedumbre de Revelación 7:9. En relación con el recogimiento de este grupo, los testigos de Jehová llegaron a entender que la Biblia les asignaba un trabajo de una magnitud sin precedentes. ¿Cómo les fue cuando estalló la II Guerra Mundial y la mayoría de los países o los proscribieron a ellos o proscribieron sus publicaciones bíblicas?

DURANTE los años treinta, el objetivo de los testigos de Jehová al participar en el ministerio era llevar el mensaje del Reino a cuantas personas fuera posible. Si se mostraba un interés excepcional, algunos se quedaban gran parte de la noche explicando las verdades bíblicas y contestando preguntas para satisfacer a los que tenían hambre espiritual. Pero en la mayoría de los casos los Testigos se limitaban a hacer presentaciones breves que despertaran el interés del amo de casa, y dejaban que las publicaciones o los discursos bíblicos públicos hicieran el resto. Su obra consistía en informar a las personas, en sembrar semillas de la verdad del Reino.

Gran empeño en llevar las buenas nuevas a muchas personas

La obra se hacía con sentido de urgencia. Un ejemplo de ello fue Armando Menazzi, de Córdoba (Argentina), quien actuó con decisión en cuanto leyó la clara exposición de la verdad bíblica en los folletos Infierno y ¿Dónde están los muertos?, a principios de los años treinta. (Sal. 145:20; Ecl. 9:5; Hech. 24:15.) Impresionado por lo que aprendió, y estimulado por el celo de Nicolás Argyrós, vendió su taller de reparación de automóviles para dedicarse a predicar la verdad como precursor. Después, a principios de los años cuarenta animó a los Testigos de Córdoba a comprar un autobús viejo e instalar camas en él a fin de que algunos grupos de diez publicadores o más pudieran utilizarlo para hacer giras de predicación de una o dos semanas, o hasta de tres meses. Cuando se planeaban estos viajes, se daba la oportunidad de participar en ellos a diferentes hermanos y hermanas de la congregación. A cada miembro del grupo se le asignaba un trabajo: limpiar, cocinar, o pescar y cazar para conseguir alimento. En diez provincias argentinas al menos, este celoso grupo abarcó ciudades y pueblos predicando de casa en casa y llegó a las estancias dispersas.

En el campo australiano se manifestó un espíritu similar. Se dio un gran testimonio en las ciudades costeras densamente habitadas. Sin embargo, los Testigos procuraron llegar también a la gente que vivía en zonas remotas. Así, el 31 de marzo de 1936 Arthur Willis y Bill Newlands emprendieron un viaje de 19.710 kilómetros en total para llegar a los habitantes de los ranchos de ganado vacuno y ovino esparcidos por el interior del país. Hicieron la mayor parte de su recorrido por caminos abruptos a través del desierto sin árboles, con un calor sofocante y enfrentándose a fuertes tormentas de arena. Pese a todo, perseveraron. A los que mostraban interés les ponían una grabación de un discurso bíblico y les dejaban información impresa. John E. (Ted) Sewell les acompañó en viajes posteriores hasta que se ofreció para servir en el sudeste asiático.

El territorio que supervisaba la sucursal de la Sociedad en Australia se extendía mucho más allá de los límites del país. Abarcaba China y archipiélagos y naciones situados entre Tahití, al este, y Birmania (hoy Myanmar), al oeste, una franja de 13.700 kilómetros de longitud. Este territorio comprendía lugares como Hong Kong, Indochina (hoy Camboya, Laos y Vietnam), las Indias Orientales Holandesas (que incluían islas como Sumatra, Java y Borneo), Nueva Zelanda, Siam (hoy Tailandia) y Malaya. Con frecuencia sucedía que el superintendente de la sucursal, el escocés Alexander MacGillivray, llamaba a un joven y celoso precursor a su oficina y, mostrándole un mapa del territorio de la sucursal, le preguntaba: ‘¿Te gustaría ser misionero?’. A continuación señalaba una zona en la que se había predicado poco, si acaso se había predicado, y le preguntaba: ‘¿Qué te parecería iniciar la obra en este territorio?’.

A principios de la década de los treinta, algunos de aquellos precursores ya habían efectuado un gran trabajo en las Indias Orientales Holandesas (ahora Indonesia) y en Singapur. En 1935, el neozelandés Frank Dewar fue con un grupo de ellos a bordo del Lightbearer hasta Singapur. Justo antes de que la embarcación siguiera hacia la costa noroccidental de Malaya, el capitán Eric Ewins le dijo: “Bueno, Frank, aquí estamos. No podemos llevarte más lejos. Dijiste que querías ir a Siam, ¿no? Pues, ¡adelante!”. Sin embargo, Frank casi se había olvidado de Siam. Había disfrutado mucho sirviendo con el grupo de la barca. A partir de entonces se las tenía que arreglar solo.

Se detuvo en Kuala Lumpur hasta que logró conseguir suficiente dinero para continuar el viaje, pero mientras estaba allí tuvo un accidente de tráfico: un camión lo golpeó, lanzándolo de su bicicleta. Cuando se recuperó, con apenas cinco dólares en el bolsillo, tomó el tren de Singapur a Bangkok. Sin embargo, Frank confiaba en que Jehová podía proveer, así que siguió con la obra. En 1931 Claude Goodman había predicado en Bangkok por un corto período de tiempo; pero cuando Frank llegó, en julio de 1936, no había allí ningún Testigo para recibirle. Durante los años siguientes, no obstante, tuvo algunos ayudantes: los alemanes Willy Unglaube, Hans Thomas y Kurt Gruber, y el australiano Ted Sewell. Distribuyeron muchas publicaciones, aunque principalmente en inglés, chino y japonés.

Cuando uno de ellos envió una carta a la sede mundial de la Sociedad en la que decía que los hermanos necesitaban publicaciones en tai, pero que no tenían traductor, el hermano Rutherford contestó: “Yo no estoy en Tailandia, pero usted sí. Tenga fe en Jehová, trabaje diligentemente y encontrará un traductor”. Y así fue. Chomchai Inthaphan, anterior directora de la Escuela Presbiteriana para Niñas de Chiang Mai, abrazó la verdad y en 1941 empezó a traducir publicaciones bíblicas al tai.

Cuando Frank Dewar llevaba una semana predicando en Bangkok, Frank Rice, que había iniciado la obra del Reino en Java (hoy parte de Indonesia), pasó por allí de camino a su nueva asignación en lo que entonces era la Indochina Francesa. Tal como había hecho en su territorio anterior, predicó a los anglohablantes mientras aprendía la lengua nativa. Después de abarcar Saigón (actualmente la Ciudad de Ho Chi Minh), empezó a dar clases de inglés para poder comprarse un automóvil viejo que le sirviera para predicar por el norte del país. No tenía sus miras puestas en una vida cómoda, sino en los intereses del Reino. (Heb. 13:5.) Con el automóvil que compró viajó hasta Hanoi, predicando a su paso por ciudades, pueblos y casas aisladas.

Publicidad denodada

Con objeto de despertar interés en el mensaje del Reino y de hacer que la gente viera la necesidad de actuar con urgencia, los Testigos de muchos países utilizaban medios que llamaran la atención. En 1936, los Testigos de Glasgow (Escocia) empezaron a anunciar los discursos de las asambleas mediante pancartas que se colocaban sobre sí y hojas sueltas que distribuían en los centros comerciales. Dos años después, en una asamblea celebrada en Londres (Inglaterra) en 1938, se incorporó otra característica llamativa. Nathan H. Knorr y Albert D. Schroeder, que servirían juntos posteriormente como miembros del Cuerpo Gobernante, encabezaron una marcha de casi mil Testigos a lo largo del céntrico distrito comercial londinense. La mitad de los participantes en la marcha llevaba puesta una pancarta que anunciaba el discurso público “Enfréntense a los hechos”, que J. F. Rutherford iba a pronunciar en el Royal Albert Hall. Los demás Testigos, situados alternativamente entre los anteriores, llevaban carteles en las manos en los que se leía: “La religión es un lazo y un fraude”. (En aquel entonces entendían por “religión” toda forma de adoración que no estuviera en armonía con la Palabra de Dios, la Biblia.) Para neutralizar la reacción hostil de algunas personas, en otra marcha que se hizo aquella misma semana intercalaron entre los anteriores carteles, otros que decían: “Sirva a Dios y a Cristo el Rey”. Esta actividad no resultaba fácil para muchos testigos de Jehová, pero la consideraban un modo más de servir a Jehová, otra prueba de su lealtad a él.

La publicidad denodada que los testigos de Jehová daban a su mensaje no complacía a todo el mundo. El clero de Australia y Nueva Zelanda presionó a los directores de las emisoras de radio para que suspendieran todos los programas que presentaban los testigos de Jehová. En abril de 1938, cuando el hermano Rutherford iba camino de Australia para presentar un discurso por radio, ciertos funcionarios que actuaron bajo presión anularon el acuerdo al que se había llegado para que él utilizara el Ayuntamiento de Sydney y hablara por radio desde allí. Los hermanos alquilaron enseguida el Sydney Sports Grounds, y como resultado de la publicidad que la prensa dio a la oposición a la visita del hermano Rutherford, un mayor número de personas acudió a escuchar su discurso. En otras ocasiones en que se negó a los Testigos el uso de la radio, estos respondieron dando amplia publicidad a las reuniones en las que se reproducían con gramófonos los discursos del hermano Rutherford.

En Bélgica, el clero enviaba a niños para que lanzaran piedras a los Testigos, y los sacerdotes iban personalmente a las casas para recoger la información impresa que se había distribuido. Pero a algunas personas les gustaba lo que estaban aprendiendo de los testigos de Jehová, y a menudo les decían a estos: “Denme varios folletos; ¡cuando el cura venga, yo le puedo dar uno para satisfacerlo y guardar los demás para leerlos!”.

No obstante, durante los años subsiguientes se incrementó la oposición a los testigos de Jehová y al mensaje que proclamaban.

Se predica en Europa durante la guerra a pesar de la persecución

Por no renegar de su fe ni dejar de predicar, miles de testigos de Jehová alemanes, austriacos, belgas, franceses y holandeses fueron encarcelados o enviados a campos de concentración nazis, donde recibieron un trato brutal. Los que todavía disfrutaban de libertad efectuaban su ministerio con cautela. Solían predicar solo con la Biblia y ofrecían otras publicaciones únicamente cuando volvían a visitar a los que estaban interesados. Para evitar que los arrestaran, llamaban a una puerta en un edificio de apartamentos y luego se iban a otro edificio, o llamaban a una sola puerta en una calle y a continuación a otra puerta en otra calle. No se retraían en absoluto de dar testimonio.

El 12 de diciembre de 1936, solo algunos meses después de que la Gestapo arrestara a miles de Testigos y a gente interesada por todo el país en un intento de paralizar su obra, los Testigos, a su vez, llevaron a cabo una campaña. Con la velocidad del rayo metieron en los buzones de correos y por debajo de las puertas de casas de toda Alemania decenas de miles de resoluciones impresas que denunciaban el trato cruel que estaban recibiendo sus hermanos cristianos. Una hora después del inicio de la distribución, la policía se movilizó para intentar atrapar a los distribuidores, pero solo detuvieron a una docena por todo el país.

La policía no entendía cómo se podía haber efectuado tal campaña después de todo lo que había hecho el gobierno nazi para detener la obra de los Testigos. Además, empezó a sentir miedo del pueblo. ¿Por qué? Porque cuando la policía y otros oficiales uniformados fueron a las casas y preguntaron a la gente si habían recibido aquella hoja, la mayor parte dijo que no. En realidad la gran mayoría no la había recibido. Solo se habían dejado ejemplares en dos o tres casas de cada edificio. Pero la policía no lo sabía. Dio por sentado que se habían dejado en todas las casas.

Durante los meses que siguieron, los oficiales nazis negaron rotundamente los cargos que se les imputaban en aquella resolución impresa. Por consiguiente, el 20 de junio de 1937 los Testigos que continuaban en libertad distribuyeron otro mensaje, una carta abierta que contenía todo tipo de detalles sobre la persecución y en la que figuraban nombres de oficiales, así como fechas y lugares. Grande fue la consternación de la Gestapo ante aquella denuncia y ante la habilidad con que los Testigos habían realizado la distribución.

La familia Kusserow, de Bad Lippspringe (Alemania), demostró también en numerosas ocasiones aquella misma determinación de dar testimonio. Un ejemplo de ello fue lo que ocurrió cuando el régimen nazi ejecutó públicamente a Wilhelm Kusserow en Münster por negarse a transigir en su fe. Hilda, la madre de Wilhelm, fue de inmediato a la prisión y apremió a los funcionarios para que le entregaran el cuerpo. Hilda dijo a su familia: “Daremos un gran testimonio a los que lo conocieron”. En el funeral, el padre de Wilhelm, Franz, hizo una oración en la que expresó su fe en las provisiones amorosas de Jehová. Ante la sepultura, Karl-Heinz, hermano de Wilhelm, pronunció unas palabras de consuelo tomadas de la Biblia. Por todo esto se les castigó, pero lo más importante para ellos era honrar a Jehová hablando de su nombre y su Reino.

Cuando empeoraron las condiciones en los Países Bajos a causa de la guerra, los Testigos del país reorganizaron las reuniones por cautela. Empezaron a reunirse en casas privadas en grupos de solo diez personas o menos. Cambiaban frecuentemente los lugares de reunión. Cada Testigo asistía solo a su grupo y ninguno divulgaba la dirección del estudio, ni siquiera a amigos de confianza. En aquellos momentos de la historia en que poblaciones enteras se veían forzadas a abandonar sus hogares con motivo de la guerra, los testigos de Jehová sabían que la gente necesitaba recibir con urgencia el mensaje consolador que solo se halla en la Palabra de Dios, de modo que lo daban a conocer intrépidamente. Sin embargo, una carta de la sucursal recordó a los hermanos que Jesús había ejercido cautela en varias ocasiones en que se había enfrentado con opositores. (Mat. 10:16; 22:15-22.) Así que, a partir de entonces, cuando se encontraban con alguien hostil, anotaban cuidadosamente la dirección para tomar precauciones especiales la próxima vez que se trabajara en aquel territorio.

En Grecia, la población sufrió muchas penalidades durante la ocupación alemana. Los testigos de Jehová, no obstante, recibieron peores tratos como resultado de las calumnias del clero de la Iglesia Ortodoxa Griega, que instaba a la policía y a los tribunales a tomar medidas contra ellos. A muchos Testigos los encarcelaron o los expulsaron de sus ciudades y deportaron a pueblos remotos, o bien los recluyeron en prisiones de islas áridas donde las condiciones eran muy duras. Pese a todo, ellos siguieron predicando. (Compárese con Hechos 8:1, 4.) Solían hablar con la gente en los parques y jardines públicos; se sentaban junto a alguien en un banco y empezaban a hablarle del Reino de Dios. A los que mostraban mucho interés, les prestaban una valiosa publicación bíblica. La publicación se devolvía después y se utilizaba vez tras vez. Muchos amantes de la verdad aceptaron agradecidos la ayuda que les dieron los Testigos, e incluso empezaron a proclamar las buenas nuevas junto con ellos, aunque esto les acarreó una feroz persecución.

Un factor que contribuyó notablemente a que los Testigos tuvieran valor y perseveraran fue el fortalecimiento que derivaron del alimento espiritual. A pesar de que en algunas partes de Europa casi se agotaron durante la guerra los suministros de publicaciones para distribuir a otras personas, los Testigos consiguieron que circulara entre ellos información de estudio, preparada por la Sociedad con el fin de fortalecer la fe de los testigos de Jehová de todo el mundo. Arriesgando la vida, August Kraft, Peter Gölles, Ludwig Cyranek, Therese Schreiber y muchos más reprodujeron y distribuyeron información de estudio que entraba clandestinamente en Austria procedente de Checoslovaquia, Italia y Suiza. En los Países Bajos, fue un amable guardia de prisión el que le consiguió una Biblia a Arthur Winkler. Las refrescantes aguas de la verdad bíblica contenidas en La Atalaya penetraron incluso en los campos de concentración alemanes y circularon entre los Testigos que estaban allí encerrados, pese a todas las precauciones que tomó el enemigo.

La reclusión en prisiones y campos de concentración no impidió que los testigos de Jehová siguieran predicando. Estando encarcelado en Roma, el apóstol Pablo escribió: “Estoy sufriendo el mal hasta el punto de cadenas de prisión [...]. Sin embargo, la palabra de Dios no está encadenada”. (2 Tim. 2:9.) Durante la II Guerra Mundial ocurrió lo mismo en el caso de los testigos de Jehová europeos. Los guardias se fijaban en su conducta; algunos hacían preguntas, y unos cuantos se hicieron creyentes, aunque ese paso suponía la pérdida de su propia libertad. Muchos de los presos que estaban con los Testigos provenían de lugares donde apenas se habían predicado las buenas nuevas, como Rusia. Algunos de estos llegaron a ser testigos de Jehová y al terminar la guerra regresaron a su país de origen con el deseo intenso de difundir el mensaje del Reino.

La persecución despiadada y los efectos de la guerra total no impidieron que, tal como se había predicho, la gente acudiera a la gran casa espiritual de Jehová para adorarle. (Isa. 2:2-4.) De 1938 a 1945 la mayoría de los países europeos registraron aumentos importantes en la cantidad de personas que participaron públicamente en tal adoración por medio de proclamar el Reino de Dios. En Finlandia, Francia, Gran Bretaña y Suiza los Testigos aumentaron en un 100% aproximadamente. En Grecia la cantidad de proclamadores se multiplicó casi por siete y en los Países Bajos, por doce. A finales de 1945, de Alemania y Rumania todavía no se tenían datos, y solo habían llegado informes incompletos de varios países más.

La obra fuera de Europa durante la guerra

También en el Oriente los testigos de Jehová experimentaron muchas dificultades durante la guerra. En Japón y Corea muchos fueron arrestados, apaleados y torturados por abogar a favor del Reino de Dios en vez de adorar al emperador japonés. Con el tiempo perdieron completamente la comunicación con los Testigos de otros países. Muchos de ellos solo tuvieron la oportunidad de dar testimonio durante los interrogatorios o ante los tribunales. Cuando terminó la guerra, el ministerio público de los testigos de Jehová en estos países casi había cesado.

Cuando Filipinas entró en la guerra, los Testigos del país sufrieron tanto a manos de los japoneses como de las fuerzas de resistencia debido a que no apoyaban a ninguno de los dos bandos. Muchos abandonaron sus casas para que no los prendieran. Pero al ir trasladándose de un lugar a otro predicaron y prestaron publicaciones mientras las tuvieron; posteriormente utilizaron solo la Biblia. Cuando el frente de batalla retrocedió, prepararon incluso varios barcos para el transporte de grupos grandes de Testigos a islas donde se había predicado poco o no se había predicado nada.

En Birmania (hoy Myanmar), no fue la invasión japonesa, sino la presión que el clero anglicano, metodista, católico y bautista estadounidense ejerció en las autoridades coloniales, lo que llevó a que se proscribieran las publicaciones de los testigos de Jehová en mayo de 1941. Dos Testigos que trabajaban en la oficina de telégrafos vieron un telegrama que les alertó de lo que se avecinaba, así que los hermanos sacaron inmediatamente las publicaciones del almacén de la Sociedad para que no fueran confiscadas e hicieron lo posible por mandar una buena parte de ellas por tierra a China.

En aquel entonces el gobierno de Estados Unidos estaba transportando en camiones por la “ruta de Birmania” una gran cantidad de material bélico destinado a apoyar al gobierno nacionalista chino. Los hermanos trataron de reservar espacio en uno de aquellos camiones, pero se les negó. Los intentos de conseguir un vehículo en Singapur también fracasaron. No obstante, Mick Engel, el hermano que estaba al cargo del almacén de literatura de la Sociedad en Rangún (ahora Yangon), solicitó permiso a un oficial estadounidense de alto rango para transportar las publicaciones en camiones del ejército y lo obtuvo.

Con todo, cuando Fred Paton y Hector Oates le preguntaron al oficial que iba a dirigir el convoy hasta China qué espacio podían ocupar, a este casi le dio un ataque. “¿Qué? —gritó—. ¿Cómo puedo darles espacio valioso en mis camiones para sus miserables tratados cuando no tengo absolutamente ningún lugar para materiales militares y médicos que se necesitan con urgencia y que están pudriéndose aquí al descubierto?” Fred sacó calmadamente la carta de autorización de su maletín, se la mostró y le indicó que si pasaba por alto las órdenes de los oficiales de Rangún podía verse en apuros. El oficial no solo tomó medidas para transportar dos toneladas de libros, sino que puso además una furgoneta, con conductor y suministros incluidos, a disposición de los hermanos. Estos se marcharon entonces con su precioso cargamento en dirección nordeste por la peligrosa carretera de montaña hacia China. Predicaron en Pao-shan y luego en Chungking (Pahsien). Durante todo el año que pasaron en China, distribuyeron miles de tratados y publicaciones que hablaban del Reino de Jehová. Entre aquellos a quienes dieron testimonio personalmente estuvo Chiang Kai-shek, el presidente del gobierno nacionalista chino.

Mientras tanto, en Birmania se intensificaron los bombardeos, y todos los Testigos, a excepción de tres, salieron del país, la mayoría en dirección a la India. La actividad de los tres que permanecieron quedó forzosamente limitada. No obstante, siguieron predicando informalmente, y sus esfuerzos produjeron fruto después de la guerra.

A los testigos de Jehová de Norteamérica también se les presentaron grandes obstáculos durante la guerra. Los numerosos ataques de chusmas y la aplicación anticonstitucional de leyes en algunos lugares dificultaron mucho la predicación. Miles de hermanos fueron encarcelados por declararse neutrales como cristianos, lo cual, sin embargo, no frenó el ministerio de casa en casa de los Testigos. Además, a partir de febrero de 1940 fue común verlos en las calles de las zonas comerciales ofreciendo La Atalaya y Consolación (hoy ¡Despertad!). Los Testigos se volvieron más celosos incluso. Pese a sufrir una de las persecuciones más intensas jamás experimentadas en aquella parte del mundo, de 1938 a 1945 los Testigos de Estados Unidos y Canadá aumentaron a más del doble y triplicaron el tiempo que dedicaban a su ministerio público.

En muchos países que se identificaban con la Commonwealth británica (en Norteamérica, África, Asia e islas del Caribe y el Pacífico) se proscribió oficialmente a los testigos de Jehová o sus publicaciones. Uno de tales países fue Australia. Un anuncio oficial publicado en ese país el 17 de enero de 1941 por orden del gobernador general prohibía a los testigos de Jehová reunirse para adorar y hacer circular sus publicaciones o siquiera tenerlas en su poder. Los hermanos recurrieron rápidamente contra aquella proscripción ante los tribunales, ya que la ley del país lo permitía. Pero tuvieron que pasar más de dos años para que el juez Starke, del Tribunal Supremo, declarara que el reglamento en que se basaba la proscripción era “arbitrario, caprichoso y opresivo”. El Tribunal Supremo en pleno revocó la proscripción. ¿Qué hicieron los testigos de Jehová mientras tanto?

A imitación de los apóstoles de Jesucristo, ‘obedecieron a Dios como gobernante más bien que a los hombres’. (Hech. 4:19, 20; 5:29.) No dejaron de predicar. Pese a los numerosos obstáculos, organizaron incluso una asamblea en Hargrave Park, cerca de Sydney, para los días 25 al 29 de diciembre de 1941. El gobierno se negó a conceder transporte por ferrocarril a algunos hermanos, de modo que un grupo de Australia Occidental instaló en sus vehículos unidades que se alimentaban con carbón y producían gas (que les servía de combustible), y emprendió un viaje a campo traviesa de catorce días de duración, la mitad de ellos por la inhóspita llanura de Nullarbor. Llegaron sin problemas y disfrutaron del programa junto con los otros 6.000 asambleístas. Al año siguiente se celebró otra asamblea, pero esta vez los hermanos se reunieron en grupos más pequeños en 150 puntos distintos de siete ciudades grandes de todo el país, y los discursantes viajaron rápidamente de un lugar a otro.

Cuando empeoraron las condiciones en Europa en 1939, algunos ministros precursores de los testigos de Jehová se ofrecieron para servir en otros campos. (Compárese con Mateo 10:23; Hechos 8:4.) Se envió a tres precursores alemanes de Suiza a Shanghai (China). Unos cuantos precursores fueron a América del Sur. Entre los que se mandó a Brasil estuvieron Otto Estelmann, que había estado visitando y ayudando a las congregaciones de Checoslovaquia, y Erich Kattner, que había servido en la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Praga. Su nueva asignación no era nada fácil. Descubrieron que en algunas zonas agrícolas, los Testigos se levantaban temprano y predicaban hasta las 7.00 de la mañana y más tarde reemprendían el servicio del campo hasta el anochecer. El hermano Kattner recuerda que, cuando se desplazaba de un lugar a otro, a menudo dormía al aire libre con su bolsa de predicación por almohada. (Compárese con Mateo 8:20.)

Tanto al hermano Estelmann como al hermano Kattner los había perseguido la policía secreta nazi en Europa. ¿Se vieron libres de la persecución al mudarse a Brasil? Todo lo contrario; solo un año después de su llegada los arrestaron y los tuvieron durante mucho tiempo bajo arresto domiciliario y en la cárcel a instigación de funcionarios que al parecer simpatizaban con los nazis. Los Testigos también afrontaron con frecuencia la oposición del clero católico, pero persistieron en la obra que Dios les había encomendado. Se esforzaron constantemente por llegar a ciudades de Brasil donde no se había predicado aún el mensaje del Reino.

Un análisis de la situación mundial muestra que los gobiernos de la mayoría de los países donde había testigos de Jehová proscribieron la organización o sus publicaciones durante la II Guerra Mundial. Aunque en 1938 los Testigos habían predicado en 117 países, durante los años de la guerra (1939-1945) en más de sesenta de estos países se proscribió su organización o sus publicaciones, o se expulsó a sus ministros. Hasta en los lugares donde no se les proscribió tuvieron que enfrentarse a ataques de chusmas y se les arrestó en numerosas ocasiones. Pese a todo, la predicación de las buenas nuevas no se detuvo.

Empieza a recogerse la gran muchedumbre en Latinoamérica

En febrero de 1943, en plena guerra, la Sociedad Watch Tower, pensando en la obra que debía hacerse durante la posguerra, inauguró la Escuela de Galaad en el estado de Nueva York con el fin de preparar misioneros para el servicio en el extranjero. Antes de finalizar ese año, doce de estos misioneros ya habían empezado a servir en Cuba, país que resultó ser muy productivo.

Ya en 1910 habían llegado algunas semillas de la verdad bíblica a Cuba. C. T. Russell había pronunciado un discurso en el país en 1913. J. F. Rutherford había hablado por la radio en La Habana en 1932, y la información se había retransmitido en español. Pero el crecimiento fue lento. En aquel tiempo había mucho analfabetismo y mucho prejuicio religioso en Cuba. Las primeras muestras de interés se vieron principalmente entre la población de habla inglesa procedente de Jamaica y otros lugares. En 1936 había solo 40 proclamadores del Reino en Cuba. Sin embargo, las semillas de la verdad del Reino que se habían plantado y regado comenzaron entonces a producir más fruto.

En 1934 se habían bautizado los primeros cubanos, y otros lo habían hecho poco después. A partir de 1940 se empezaron a emitir programas de radio diariamente, lo cual, aunado a la predicación denodada en las calles, aumentó la eficacia del ministerio de casa en casa. Incluso antes de la llegada de los misioneros de Galaad en 1943, ya habían abrazado las buenas nuevas 950 personas y las estaban predicando, aunque no todas lo hacían con regularidad. Durante los dos años siguientes las cifras aumentaron más deprisa aún. En 1945 Cuba contaba con 1.894 testigos de Jehová. Aunque casi todos provenían de una religión que enseñaba que todos los feligreses fieles irían al cielo, la gran mayoría de los que se hicieron testigos de Jehová aceptaron con entusiasmo la esperanza de vivir eternamente en un paraíso restaurado en la Tierra. (Gén. 1:28; 2:15; Sal. 37:9, 29; Rev. 21:3, 4.) Tan solo el 1,4% de todos ellos afirmaban ser hermanos de Cristo ungidos por espíritu.

La central mundial de la Sociedad ayudó al campo latinoamericano de otra forma. A principios de 1944, N. H. Knorr, F. W. Franz, W. E. Van Amburgh y M. G. Henschel estuvieron diez días en Cuba fortaleciendo espiritualmente a los hermanos. Durante ese tiempo se celebró una asamblea en La Habana, y se trazaron las líneas generales de una mejor coordinación de la obra de predicar. En aquel viaje los hermanos Knorr y Henschel también visitaron Costa Rica, Guatemala y México para ayudar a los testigos de Jehová de aquellos países.

En 1945 y 1946 N. H. Knorr y F. W. Franz hicieron giras que les permitieron hablar y trabajar con los Testigos de veinticuatro países comprendidos entre México y el punto más meridional de Sudamérica, así como en el Caribe. Pasaron un total de cinco meses en toda aquella zona, dando ayuda amorosa y guía. En algunos lugares se reunieron con solo un grupito de personas interesadas. A fin de que se celebraran reuniones y se participara en el servicio del campo regularmente, ayudaron a organizar las primeras congregaciones de Lima (Perú) y Caracas (Venezuela). En los lugares donde ya se celebraban reuniones asistieron a estas y, en algunas ocasiones, dieron consejo sobre cómo conseguir que las reuniones resultaran más prácticas para la evangelización.

En los lugares donde fue posible, pronunciaron discursos bíblicos. Los Testigos dieron gran publicidad a los discursos mediante pancartas que llevaron puestas y hojas sueltas que distribuyeron por las calles. En Brasil, como resultado de toda esta publicidad, asistieron 765 personas a la asamblea de São Paulo, para regocijo de los 394 Testigos del país. En Chile, donde había 83 proclamadores del Reino, acudieron 340 personas a escuchar el discurso que se había anunciado de forma tan especial, mientras que en las dos asambleas celebradas en Costa Rica hubo un total de 849 asistentes, para gran alegría de los 253 Testigos del país. Estas reuniones dieron a los Testigos la oportunidad de disfrutar de compañerismo con sus hermanos.

El objetivo de los representantes de la central, sin embargo, no era simplemente celebrar asambleas memorables. Durante estas giras recalcaron mucho la importancia de volver a visitar a los que se interesaban y conducir estudios bíblicos con ellos. Para que aquellas personas se convirtieran en verdaderos discípulos necesitaban instrucción constante de la Palabra de Dios. El resultado de poner en práctica estas directrices fue que el número de estudios bíblicos creció rápidamente en toda la zona.

Mientras los hermanos Knorr y Franz hacían estas giras de servicio, más misioneros de Galaad llegaban a sus asignaciones. A finales de 1944 ya había algunos en Costa Rica, México y Puerto Rico. En 1945 llegaron otros misioneros a Barbados, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras Británica (hoy Belice), Jamaica, Nicaragua, Panamá y Uruguay para ayudar a organizar mejor la predicación. Cuando los primeros dos misioneros llegaron a la República Dominicana, en 1945, eran los únicos Testigos en aquel país. Los efectos del ministerio de los primeros misioneros se sintieron enseguida. Trinidad Paniagua dijo respecto a los primeros misioneros enviados a Guatemala: “Esto era exactamente lo que necesitábamos, maestros de la Palabra de Dios que nos ayudaran a entender cómo efectuar la obra”.

Así pues, se estaban poniendo las bases de una futura expansión en esta parte del campo mundial. A finales de 1945 había 3.394 proclamadores del Reino en las islas del Caribe, 3.276 en México, 404 en Centroamérica y 1.042 en Sudamérica. Durante los siete años anteriores, un período muy turbulento de la historia mundial, se había producido un aumento de un 386%. Pero aquello era solo el principio. El crecimiento de proporciones verdaderamente extraordinarias estaba por venir. La Biblia había predicho que se reuniría “una gran muchedumbre [...] de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” para adorar a Jehová antes de la gran tribulación. (Rev. 7:9, 10, 14.)

Cuando empezó la II Guerra Mundial en 1939, solo había 72.475 testigos de Jehová activos en 115 países (si se les cuenta según las divisiones nacionales de principios de los años noventa). A pesar de la persecución intensa que experimentaron por toda la Tierra, al terminar la guerra habían aumentado a más del doble. El informe de 1945 indicó que había 156.299 Testigos activos en los 107 países de los que ha sido posible conseguir informes. No obstante, para aquel entonces el mensaje del Reino ya había llegado en realidad a 163 países.

De 1936 a 1945 se dio un testimonio extraordinario. Durante aquel turbulento decenio, estos celosos testigos de Jehová dedicaron un total de 212.069.285 horas a proclamar al mundo que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad. También distribuyeron 343.054.579 libros, folletos y revistas que dieron a conocer a la gente la base bíblica para tal confianza. A fin de ayudar a las personas que manifestaban verdadero interés, en 1945 condujeron un promedio de 104.814 estudios bíblicos gratuitos en las casas.

[Comentario en la página 455]

Aunque tuvieron que huir a causa de la guerra, siguieron predicando

[Recuadro/Fotografías en las páginas 451-453]

Se negaron a dejar de predicar aunque estaban en prisión

Aquí aparecen solo unos cuantos de los miles que sufrieron a causa de su fe en prisiones y campos de concentración durante la II Guerra Mundial

1. Adrian Thompson (Nueva Zelanda). Encarcelado en 1941 en Australia; solicitó la exención del servicio militar pero se la denegaron cuando Australia proscribió a los testigos de Jehová. Al salir de la prisión fortaleció a las congregaciones, en calidad de superintendente de circuito, para que efectuaran su ministerio público. Fue misionero y el primer superintendente viajante del Japón de la posguerra; continuó predicando con celo hasta su muerte en 1976.

2. Alois Moser (Austria). Estuvo en siete prisiones y campos de concentración. En 1992, a los 92 años de edad, todavía es Testigo activo.

3. Franz Wohlfahrt (Austria). La ejecución de su padre y su hermano no le desanimó. Estuvo cinco años en el campo de concentración de Rollwald (Alemania). En 1992 continúa predicando a los 70 años de edad.

4. Thomas Jones (Canadá). Encarcelado en 1944 y recluido posteriormente en dos campos de trabajo. En 1977, después de treinta y cuatro años de servicio de tiempo completo, fue nombrado miembro del Comité de Sucursal que supervisa la predicación en todo Canadá.

5. Maria Hombach (Alemania). Fue detenida en varias ocasiones; estuvo incomunicada tres años y medio. A riesgo de su vida, actuó de correo para suministrar publicaciones bíblicas a sus compañeros Testigos. En 1992, a sus 90 años, sigue sirviendo fielmente en la familia de Betel.

6. Max y Konrad Franke (Alemania). Padre e hijo, ambos recluidos en la cárcel repetidas veces y durante muchos años. (La esposa de Konrad, Gertrud, también estuvo presa.) Todos sirvieron a Jehová con celo y lealtad, y Konrad fue uno de los que llevó la delantera en la reorganización de la obra de predicar de los Testigos en la Alemania de la posguerra.

7. A. Pryce Hughes (Inglaterra). Sentenciado a cumplir dos condenas en la prisión londinense de Wormwood Scrubs; también lo habían encarcelado durante la I Guerra Mundial por causa de su fe. Estuvo a la vanguardia de la predicación del Reino en Gran Bretaña hasta su muerte en 1978.

8. Adolphe y Emma Arnold, con su hija Simone (Francia). Cuando Adolphe fue enviado a prisión, Emma y Simone siguieron predicando y a la vez distribuyendo publicaciones a otros Testigos. A Emma también la encarcelaron y, como no cesaba de predicar a otros presos, la dejaron incomunicada. Simone fue enviada a un reformatorio. Los tres continuaron siendo Testigos celosos.

9. Ernst e Hildegard Seliger (Alemania). Entre los dos pasaron más de cuarenta años en prisiones y campos de concentración a causa de su fe. Hasta en la prisión siguieron dando a conocer las verdades bíblicas a otros. Cuando recuperaron la libertad, se dedicaron por completo a predicar las buenas nuevas. El hermano Seliger murió leal a Dios en 1985; la hermana Seliger, en 1992.

10. Carl Johnson (Estados Unidos). A los dos años de su bautismo, lo encarcelaron junto con otros centenares de Testigos en Ashland (Kentucky). Ha servido de precursor y de superintendente de circuito; en 1992 sigue llevando la delantera en el ministerio del campo en calidad de anciano.

11. August Peters (Alemania). Lo separaron de su esposa y sus cuatro hijos y lo metieron en prisión una temporada entre 1936 y 1937, y luego de 1937 a 1945. Cuando recuperó la libertad, no disminuyó su actividad en el ministerio, sino que la aumentó emprendiendo el servicio de tiempo completo. En 1992, a sus 99 años de edad, continúa sirviendo en la familia de Betel y ha visto aumentar el número de testigos de Jehová en Alemania hasta alcanzar la cifra de 163.095.

12. Gertrud Ott (Alemania). Encarcelada primero en Lodz (Polonia), luego en el campo de concentración de Auschwitz y posteriormente en los de Gross-Rosen y Bergen-Belsen (Alemania). Al fin de la guerra sirvió de misionera celosamente en Indonesia, Irán y Luxemburgo.

13. Katsuo Miura (Japón). Cuando llevaba siete años preso en Hiroshima, una gran parte de la prisión donde se hallaba fue destruida por la bomba atómica que arrasó la ciudad. Sin embargo, los médicos no le descubrieron ningún daño que se pudiera atribuir a la radiación. Dedicó los últimos años de su vida al servicio de precursor.

14. Martin y Gertrud Poetzinger (Alemania). Unos cuantos meses después de casarse, los arrestaron y los tuvieron separados durante nueve años. A Martin lo enviaron a Dachau y a Mauthausen; a Gertrud, a Ravensbrück. Pese al trato brutal que recibieron, su fe no flaqueó. Al salir de prisión se dedicaron de lleno al servicio de Jehová. Él sirvió de superintendente viajante por toda Alemania durante veintinueve años; luego fue nombrado miembro del Cuerpo Gobernante y sirvió como tal hasta su muerte en 1988. En 1992, Gertrud sigue siendo una evangelizadora celosa.

15. Jizo y Matsue Ishii (Japón). Cuando llevaban diez años distribuyendo publicaciones bíblicas por todo Japón, los encarcelaron. Aunque la obra de los testigos de Jehová fue desarticulada en ese país durante la guerra, al terminar esta el hermano y la hermana Ishii de nuevo predicaron celosamente. Para 1992 Matsue Ishii había visto aumentar la cantidad de Testigos activos en Japón a más de 171.000.

16. Victor Bruch (Luxemburgo). Estuvo recluido en Buchenwald, Lublin, Auschwitz y Ravensbrück. A sus 90 años de edad sigue activo como anciano de los testigos de Jehová.

17. Karl Schurstein (Alemania). Fue superintendente viajante antes de que Hitler subiera al poder. Estuvo preso ocho años y finalmente murió a manos de las SS en Dachau en 1944. Incluso dentro del campo de concentración siguió fortaleciendo a otros espiritualmente.

18. Kim Bong-nyu (Corea). Estuvo en prisión seis años. A los 72 años de edad continúa hablando a otros sobre el Reino de Dios.

19. Pamfil Albu (Rumania). Tras recibir un trato brutal, lo encerraron en un campo de trabajo de Yugoslavia durante dos años y medio. Al terminar la guerra lo recluyeron otras dos veces por un total de doce años. No dejó de hablar del propósito de Dios. Antes de su muerte ayudó a miles de rumanos a servir con la organización mundial de los testigos de Jehová.

20. Wilhelm Scheider (Polonia). Estuvo preso en campos de concentración nazis de 1939 a 1945 y en cárceles comunistas de 1950 a 1956 y de 1960 a 1964. Hasta su muerte en 1971, dedicó todas sus energías a proclamar el Reino de Dios.

21. Harald y Elsa Abt (Polonia). Durante la guerra y después de esta, Harald pasó catorce años en prisiones y campos de concentración por causa de su fe, pero aun allí siguió predicando. A Elsa la separaron de su niña y la tuvieron presa en seis diferentes campos de concentración de Polonia, Alemania y Austria. A pesar de que incluso después de la guerra los testigos de Jehová estuvieron proscritos en Polonia durante cuarenta años, todos continuaron sirviendo a Jehová con celo.

22. Ádám Szinger (Hungría). Lo sometieron a juicio seis veces y finalmente lo sentenciaron a veintitrés años de cárcel, de los cuales cumplió ocho y medio en prisiones y campos de trabajo. Una vez libre, sirvió de superintendente viajante por un total de treinta años. A sus 69 años de edad, continúa siendo un leal anciano de congregación.

23. Joseph Dos Santos (Filipinas). Antes de su detención en 1942, había dedicado doce años a proclamar de tiempo completo el mensaje del Reino. Reactivó la obra de los testigos de Jehová en las Filipinas después de la guerra, y continuó en el servicio de precursor hasta su muerte en 1983.

24. Rudolph Sunal (Estados Unidos). Recluido en la prisión de Mill Point (Virginia Occidental). Al salir de la prisión se dedicó de tiempo completo —como precursor, miembro de la familia de Betel y superintendente de circuito— a difundir el conocimiento del Reino de Dios. En 1992 continúa sirviendo de precursor, a los 78 años de edad.

25. Martin Magyarosi (Rumania). Desde la prisión donde estuvo de 1942 a 1944 siguió dirigiendo la predicación de las buenas nuevas en Transilvania. Al salir de la prisión, viajó mucho para animar a sus compañeros Testigos en la predicación, y él mismo fue un Testigo denodado. Lo volvieron a arrestar en 1950 y murió, leal a Jehová, en 1953 en un campo de trabajo.

26. R. Arthur Winkler (Alemania y los Países Bajos). Lo encerraron primero en el campo de concentración de Esterwegen, donde siguió predicando. Posteriormente, en los Países Bajos, la Gestapo le dio una paliza que lo dejó irreconocible, y por último lo enviaron a Sachsenhausen. Fue un Testigo leal y celoso hasta su muerte en 1972.

27. Park Ock-hi (Corea). Estuvo tres años recluida en la prisión de Sodaemun (Seúl), donde la sometieron a torturas indescriptibles. En 1992, a los 91 años de edad, sigue predicando celosamente como precursora especial.

[Mapa/Fotografía en la página 446]

Alexander MacGillivray, superintendente de la sucursal australiana, ayudó a planear viajes de predicación a muchos países e islas

[Mapa]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

AUSTRALIA

NUEVA ZELANDA

TAHITÍ

TONGA

FIJI

NUEVA GUINEA

JAVA

BORNEO

SUMATRA

BIRMANIA

HONG KONG

MALAYA

SINGAPUR

SIAM

INDOCHINA

CHINA

OCÉANO PACÍFICO

Los nombres de los lugares son los que se usaban en los años treinta

[Mapa/Fotografías en la página 460]

A finales de 1945, en dieciocho países de esta parte del mundo ya habían empezado a servir misioneros de la Escuela de Galaad

Charles y Lorene Eisenhower

Cuba

John y Adda Parker

Guatemala

Emil Van Daalen

Puerto Rico

Olaf Olson

Colombia

Don Burt

Costa Rica

Gladys Wilson

El Salvador

Hazel Burford

Panamá

Louise Stubbs

Chile

[Mapa]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

BARBADOS

BELICE

BOLIVIA

BRASIL

CHILE

COLOMBIA

COSTA RICA

CUBA

REPÚBLICA DOMINICANA

EL SALVADOR

GUATEMALA

HAITÍ

JAMAICA

MÉXICO

NICARAGUA

PANAMÁ

PUERTO RICO

URUGUAY

[Fotografía en la página 444]

Algunos repartidores distribuyeron muchas cajas de publicaciones; los amos de casa recibieron numerosos sermones bíblicos en cada libro

[Fotografía en la página 445]

Armando Menazzi (delante, en el centro) y un feliz grupo de hermanos que le acompañaron en una gira de predicación en su “casa de precursores sobre ruedas”

[Fotografía en la página 445]

Arthur Willis, Ted Sewell y Bill Newlands llevaron el mensaje del Reino al interior de Australia

[Fotografía en la página 447]

Cuando Frank Dewar (que aparece aquí junto a su esposa y sus dos hijas) llegó a Tailandia en 1936 era el único precursor; en 1992 todavía era precursor especial

[Fotografía en la página 447]

Chomchai Inthaphan, empleó sus dotes de traductora para hacer llegar al pueblo tai las buenas nuevas que contiene la Biblia

[Fotografía en la página 448]

En Alemania, los testigos de Jehová dieron amplia difusión a esta carta abierta en 1937, aunque su adoración estaba oficialmente proscrita

[Fotografía en la página 449]

La familia de Franz e Hilda Kusserow, todos fieles testigos de Jehová, aunque toda la familia (salvo un hijo que había muerto en un accidente) estuvo encerrada en campos de concentración, prisiones o reformatorios a causa de su fe

[Fotografías en la página 450]

Hermanos austriacos y alemanes que arriesgaron la vida para reproducir o distribuir valiosa información para estudio bíblico, tal como la que aparece en el fondo

Therese Schreiber

Peter Gölles

Elfriede Löhr

Albert Wandres

August Kraft

Ilse Unterdörfer

[Fotografía en la página 454]

Grupo de Testigos en una asamblea de Shanghai (China) en 1936; nueve de ellos se bautizaron en aquella ocasión

[Fotografía en la página 456]

Pese a estar proscrita su adoración, estos Testigos celebraron una asamblea en Hargrave Park, cerca de Sydney (Australia) en 1941

[Fotografía en la página 458]

Testigos cubanos en una asamblea celebrada en Cienfuegos en 1939

[Fotografía en la página 459]

N. H. Knorr (a la izquierda) en la asamblea de São Paulo de 1945, junto a Erich Kattner, quien le sirvió de intérprete