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Testigos hasta la parte más distante de la Tierra

Testigos hasta la parte más distante de la Tierra

Capítulo 22

Parte 4: Testigos hasta la parte más distante de la Tierra

Aún no había terminado la II Guerra Mundial, cuando los testigos de Jehová hicieron planes para aumentar su actividad en la posguerra. El informe de las páginas 462 a 501 revela detalles fascinantes de lo que ocurrió de 1945 a 1975, período en que crecieron en número, llegaron a muchos más países y predicaron y enseñaron la Palabra de Dios de forma más concienzuda que nunca antes.

EL MENSAJE del Reino ya había llegado de una forma u otra a la mayoría de las islas de las Antillas para 1945. Pero se tenía que predicar más cabalmente. Los misioneros preparados en la Escuela de Galaad desempeñarían un papel importante en esta labor.

Los misioneros intensifican la predicación en las Antillas

Para 1960 estos misioneros habían servido en veintisiete islas o archipiélagos del Caribe. En la mitad de estos lugares no había ninguna congregación de testigos de Jehová cuando llegaron los misioneros. Estos empezaron a conducir estudios bíblicos en los hogares de los que manifestaron interés, y organizaron reuniones regulares. Donde ya había congregaciones dieron instrucción valiosa a los publicadores del lugar. El resultado fue una mejora en la calidad de las reuniones y una mayor eficacia en el ministerio.

En Trinidad, los primeros Estudiantes de la Biblia habían estado predicando desde antes de la I Guerra Mundial, pero con la llegada de los misioneros de Galaad en 1946 se dio un gran impulso a la obra de dirigir estudios bíblicos con personas interesadas. En Jamaica se estaban predicando las buenas nuevas desde hacía casi medio siglo y ya había un millar de Testigos cuando llegó el primer misionero; pero a estos les alegró recibir ayuda para hablar con las personas que tenían más cultura y que vivían principalmente en el área suburbana de la capital. En Aruba, por otra parte, se había predicado mucho a los anglohablantes, así que los misioneros dirigieron la atención a la población nativa. Todos tenían que escuchar las buenas nuevas.

Para dar a gente de todas las islas de esta parte de la Tierra la oportunidad de saber del Reino de Dios, en 1948 la Sociedad Watch Tower equipó una goleta de 18 metros de eslora llamada Sibia para que sirviera de hogar misional flotante. A la tripulación se le encargó llevar el mensaje del Reino a toda isla de las Antillas donde no se estuvieran predicando las buenas nuevas todavía. El capitán era Gust Maki, y le acompañaban Stanley Carter, Ronald Parkin y Arthur Worsley. Empezaron por las islas exteriores del archipiélago de las Bahamas y continuaron hacia el sudeste pasando por las Islas de Sotavento y las de Barlovento. ¿Qué efecto tuvieron sus visitas? En San Martín, un hombre de negocios les dijo: “La gente nunca hablaba de la Biblia, pero desde que ustedes llegaron todo el mundo habla de la Biblia”. Más adelante reemplazaron el Sibia por una embarcación mayor, la Light (Luz). También hubo cambios en la tripulación. Al cabo de diez años, estos barcos ya habían cumplido con su cometido, y proclamadores de las buenas nuevas continuaban el trabajo desde tierra.

Se predica primero en las grandes ciudades

En muchas zonas de América Central y del Sur, al igual que en las Antillas, había personas que ya tenían algunas publicaciones de la Sociedad Watch Tower antes de que llegaran los misioneros de la Escuela de Galaad. No obstante, se necesitaba una mejor organización a fin de llevar las buenas nuevas a todas las personas y ayudar a las que eran sinceras a ser verdaderos discípulos.

En 1945, al concluir la segunda guerra mundial, había cientos de testigos de Jehová en Argentina y Brasil; unos tres mil en México; unas cuantas congregaciones muy pequeñas en Chile, la Guayana Holandesa (hoy Surinam), la Guayana Inglesa (hoy Guyana), Paraguay y Uruguay; y unos pocos publicadores en Colombia, Guatemala y Venezuela. Pero en Bolivia, Ecuador, El Salvador, Honduras y Nicaragua la obra de los testigos de Jehová no arraigó hasta la llegada de los misioneros preparados en la Escuela de Galaad.

Al principio los misioneros concentraron principalmente sus esfuerzos en los núcleos de población más importantes. Es digno de mención que en el siglo primero el apóstol Pablo efectuó gran parte de su predicación en las ciudades situadas en las principales rutas de viaje de Asia Menor y Grecia. En una de las ciudades más prominentes de la antigua Grecia, Corinto, Pablo pasó dieciocho meses enseñando la Palabra de Dios. (Hech. 18:1-11.) Y en Éfeso, encrucijada de rutas de viaje y comercio del mundo antiguo, estuvo proclamando el Reino de Dios durante más de dos años. (Hech. 19:8-10; 20:31.)

De forma similar, cuando Edward Michalec y Harold Morris, misioneros graduados de la Escuela de Galaad, llegaron a Bolivia en 1945, no buscaron el lugar que tuviera el clima más agradable. Más bien, se dirigieron a La Paz, la capital del país, situada en los Andes a una altitud de casi 3.700 metros. A los recién llegados les resulta muy fatigoso subir las empinadas calles a esta altura; por lo general el corazón les late como un pesado martillo. Pero los misioneros encontraron muchas personas a quienes les interesaba el mensaje bíblico. Con frecuencia la gente les decía: “Soy católico, apostólico y romano; pero no me gustan los curas”. En solo dos meses, los dos misioneros empezaron 41 estudios bíblicos en los hogares.

Durante la década siguiente llegaron más misioneros y aumentó la cantidad de Testigos en el país, así que se dio atención a otras ciudades bolivianas, como Cochabamba, Oruro, Santa Cruz, Sucre, Potosí y Tarija. Más adelante se podrían atender otras ciudades más pequeñas y pueblos, así como las zonas rurales.

También en Colombia los misioneros empezaron a organizar la predicación en la capital del país, Bogotá, en 1945, y al año siguiente la iniciaron en la ciudad costera de Barranquilla. Más tarde, dirigieron progresivamente la atención a Cartagena, Santa Marta, Cali y Medellín. Predicando primero en las ciudades principales se llegaba a más personas en menos tiempo. Con la ayuda de los que aprendían la verdad en los centros urbanos, el mensaje se transmitía enseguida a las zonas circundantes.

Cuando en una ciudad se mostraba muy poco interés, se trasladaba a los misioneros a otros lugares. Por ejemplo, en Cuenca, ciudad ecuatoriana donde reinaba el fanatismo religioso, Carl Dochow estuvo predicando tres años a mediados de los años cincuenta sin que ni una sola persona tuviera el valor de declararse de parte de la verdad, así que fue trasladado a Machala, donde vivían personas tolerantes y libres de prejuicios. Unos diez años después, sin embargo, se dio otra oportunidad a los habitantes de Cuenca. En esta ocasión su actitud fue distinta y se vencieron los obstáculos. Para 1992, en Cuenca y sus alrededores, más de mil doscientas personas eran ya testigos de Jehová y estaban organizados en veinticinco congregaciones.

Búsqueda paciente de personas mansas como ovejas

Se ha necesitado mucha paciencia para encontrar a las personas que realmente son mansas como ovejas. A fin de localizarlas en Surinam, los testigos de Jehová han predicado a amerindios, chinos, indonesios, judíos, libaneses, descendientes de colonos holandeses y a tribus de la jungla compuestas de negros bush descendientes de esclavos cimarrones. Entre todos ellos se ha hallado a centenares que ansiaban conocer la verdad. Algunos han tenido que romper vínculos muy fuertes con el animismo y el espiritismo. Una de tales personas fue Paitu, un hechicero que tomó a pecho el mensaje de la Biblia y tiró al río todos sus ídolos, amuletos y pociones. (Compárese con Deuteronomio 7:25; 18:9-14; Hechos 19:19, 20.) En 1975 se dedicó a Jehová, el Dios verdadero.

Una cantidad considerable de la población de Perú vive en pueblecitos dispersos por los Andes y por la jungla que rodea la cabecera del Amazonas. ¿Cómo se llegaría a ellos? En 1971, una familia de Testigos estadounidenses fue a Perú a visitar a su hijo, Joe Leydig, que servía allí de misionero. Cuando vieron la gran cantidad de poblados que había escondidos por los valles entre las montañas, decidieron hacer algo por estas personas. Contribuyeron para que se enviara a aquella zona un pequeño vehículo habitable al principio y luego dos más, así como motocicletas ligeras, con las que se pudieron realizar muchas expediciones para predicar en aquellas zonas remotas.

A pesar de todo el empeño que se puso, en muchos lugares parecía que el mensaje bíblico solo interesaba a unos pocos. No es difícil imaginarse cómo se sintió el grupo de seis jóvenes misioneros que había en Barquisimeto (Venezuela) a principios de los años cincuenta cuando, después de estar todo un año predicando diligentemente, apenas vieron progreso. La mayoría de la gente, pese a ser muy amigable, estaba muy influenciada por las supersticiones y creía que era un pecado leer siquiera un texto de la Biblia. A cualquiera que mostraba interés le desanimaban pronto sus familiares o vecinos. (Mat. 13:19-21.) No obstante, los misioneros siguieron haciendo sus visitas de casa en casa confiando en que tenía que haber personas mansas como ovejas en Barquisimeto y en que Jehová las recogería al debido tiempo. Ciertamente fue conmovedor para Penny Gavette cuando, un día, una señora de cabello canoso, después de escucharla, le dijo:

“Señorita, desde que era pequeña he esperado siempre que alguien viniera a mi puerta para explicarme lo que usted acaba de decirme. Cuando era joven limpiaba la casa del cura, y en su biblioteca él tenía una Biblia. Yo sabía que estaba prohibido leerla, pero tenía tanta curiosidad por saber la razón que, un día, con cuidado de que nadie me viera, me la llevé a casa y me puse a leerla a escondidas. Lo que leí me convenció de que la Iglesia Católica no nos había enseñado la verdad y de que, por tanto, no era la religión verdadera. No me atreví a decirle nada a nadie, pero estaba segura de que algún día vendrían a nuestra ciudad los que enseñan la religión verdadera. Cuando llegó la religión protestante, al principio creí que tenían que ser ellos, pero pronto descubrí que enseñaban muchas de las falsedades que también enseñaba la Iglesia Católica. Sin embargo, lo que usted me acaba de decir es lo que leí en aquella Biblia hace tantos años”. Aceptó entusiasmada estudiar la Biblia y llegó a ser testigo de Jehová. A pesar de la oposición de su familia, sirvió a Jehová fielmente hasta su muerte.

Reunir a las personas mansas como ovejas en congregaciones y prepararlas para participar en el servicio de Jehová era una labor ardua. Por ejemplo, en Argentina, Rosendo Ojeda viajaba con regularidad unos 60 kilómetros desde General San Martín (Chaco) hasta el hogar de un señor interesado que se llamaba Alejandro Sozoñiuk, para conducir una reunión. El recorrido, que realizaba parte en bicicleta y parte a pie, a veces con el agua hasta las axilas, muchas veces le tomaba diez horas. Durante cinco años estuvo haciendo aquel viaje una vez al mes, y siempre se quedaba una semana para predicar en el lugar. ¿Valió la pena? Él está convencido de que sí, pues el resultado fue que se formó una congregación de felices adoradores de Jehová.

Fomento de una educación que resulta en vida

En México, los testigos de Jehová llevaron a cabo su obra con arreglo a las leyes que regulaban las organizaciones culturales del país. La meta de los Testigos no era simplemente celebrar reuniones en las que se pronunciaran discursos. Ellos querían que la gente fuera como aquellos bereanos de los días del apóstol Pablo que pudieron ‘examinar con cuidado las Escrituras diariamente para comprobar si las cosas que les estaban enseñando eran así’. (Hech. 17:11.) Para alcanzar este objetivo, en México, al igual que en muchos países más, a menudo se ha tenido que dar ayuda especial a las personas que no han asistido a la escuela, pero que quieren leer por sí mismas la Palabra inspirada de Dios.

Las clases de alfabetización que han conducido los testigos de Jehová en México han ayudado a decenas de miles de personas a aprender a leer y escribir. La Secretaría de Educación Pública de México valora mucho esta labor. En 1974 el subdirector de una de sus dependencias, la Dirección General de Educación para Adultos, escribió a La Torre del Vigía de México, asociación civil de los testigos de Jehová, una carta que decía: “Aprovecho la oportunidad de felicitarlos calurosamente [...], por la encomiable colaboración que año [tras] año viene prestando esa Asociación en beneficio de nuestro pueblo”.

La educación que dan los Testigos prepara a las personas para vivir eternamente como súbditos del Reino de Dios y a la vez les ayuda a mejorar su vida familiar ahora. Un juez de El Salto (estado de Durango) que había celebrado varios casamientos de testigos de Jehová comentó en 1952: “Pretendemos ser muy buenos ciudadanos y patriotas pero los testigos de Jehová hacen que nos sintamos avergonzados de nosotros mismos. Ellos son un ejemplo para nosotros porque no permiten que una persona soltera sea parte de su organización si está viviendo consensualmente y no legaliza su relación. Y ustedes, católicos, casi todos llevan vidas inmorales y no legalizan sus matrimonios”.

Este programa educativo también ayuda a las personas a vivir juntas en paz y a amarse unas a otras en lugar de odiarse y matarse. Un Testigo que empezó a predicar en Venado (estado de Guanajuato), se dio cuenta de que toda la gente iba armada con fusiles y pistolas. Enemistades ancestrales habían llevado al exterminio de familias enteras. No obstante, la educación bíblica produjo grandes cambios en aquella gente. Muchos vendieron sus fusiles para comprarse Biblias. En poco tiempo, más de ciento cincuenta personas de aquella zona se hicieron testigos de Jehová. ‘Batieron sus espadas en rejas de arado’ en sentido figurado y emprendieron las sendas de la paz. (Miq. 4:3.)

Muchos mexicanos piadosos han tomado a pecho lo que los testigos de Jehová les han enseñado de la Palabra de Dios. Como consecuencia, los pocos miles de publicadores que había en México al terminar la II Guerra Mundial no tardaron en convertirse en 10.000, y luego aumentaron a 20.000, 40.000, 80.000 y más, a medida que los Testigos mostraban a las personas cómo aplicar el consejo de la Palabra de Dios y cómo enseñarlo a otros.

Se reúnen en asambleas pese a circunstancias adversas

Sin embargo, al aumentar el número de testigos de Jehová, estos vieron que en un país tras otro tenían que vencer grandes obstáculos para celebrar las asambleas en que se impartía educación cristiana. En Argentina, el gobierno las prohibió en 1950. No obstante, los hermanos obedecieron a Dios y no dejaron de predicar ni de reunirse. Se celebraron asambleas, aunque la forma de organizarlas fue más complicada.

Por ejemplo, a finales de 1953 los hermanos Knorr y Henschel fueron a Argentina para servir en una asamblea a escala nacional. El hermano Knorr entró en el país por el oeste, mientras que el hermano Henschel empezó sus visitas por el sur. Hablaron ante diferentes grupos de personas reunidas, según el lugar, en estancias, en un huerto de árboles frutales, junto a un arroyo de montaña para después tener una comida campestre y en casas privadas. Para ir de ciertos grupos a otros tuvieron que cubrir largas distancias. Al llegar a Buenos Aires, cada uno de ellos tuvo parte en el programa en nueve diferentes puntos un día y en once casas al día siguiente. Entre los dos dirigieron la palabra a 56 grupos, con una asistencia total de 2.505 personas. Fue un itinerario agotador, pero ambos se alegraron de servir a sus hermanos de aquel modo.

En 1955 los Testigos de Colombia alquilaron una sala de Barranquilla para una asamblea. Pero el alcalde y el gobernador intervinieron, presionados por el obispo, y se canceló el contrato. Los hermanos recibieron aviso el día antes del comienzo de la asamblea, así que decidieron celebrarla en el edificio de la sucursal de la Sociedad. Sin embargo, cuando estaba comenzando la primera sesión de la tarde entraron policías armados en el local con órdenes de disolver la reunión. Los hermanos persistieron. A la mañana siguiente apelaron al alcalde y recibieron disculpas de parte de su secretario. El último día de aquella asamblea, cuyo tema era “Reino Triunfante”, casi mil personas abarrotaron la propiedad de la Sociedad. A pesar de las circunstancias, los hermanos se fortalecieron con consejo espiritual oportuno.

Sirven donde hay mayor necesidad

El campo era inmenso, y la necesidad de trabajadores era grande en Latinoamérica, así como en muchos otros lugares. En las asambleas que se celebraron por todo el mundo en 1957 se animó a los testigos de Jehová maduros a que pensaran en mudarse, individualmente o como familia, a zonas de mayor necesidad para hacerse residentes y efectuar su ministerio en aquellos lugares. Posteriormente se dio estímulo similar de diversos modos. Se trataba de una invitación muy parecida a la que Dios extendió al apóstol Pablo mediante una visión en la que un hombre le decía: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. (Hech. 16:9, 10.) ¿Cuál fue la respuesta a la invitación en tiempos modernos? Los siervos de Jehová se ofrecieron de buena gana. (Sal. 110:3.)

Una familia que tenga niños pequeños precisa tener mucha fe para abandonar su casa, su empleo y a sus parientes y desplazarse a un ambiente completamente nuevo. El traslado posiblemente implique adaptarse a un nivel de vida muy diferente y, en algunos casos, aprender un nuevo idioma. A pesar de todo, miles de Testigos, individualmente o como familia, se han mudado a otros lugares a fin de ayudar a otras personas a que conozcan las provisiones amorosas de Jehová para tener vida eterna.

Varios testigos de Jehová respondieron con presteza y se trasladaron a otros lugares a finales de los años cincuenta; también hubo algunos que se mudaron en los sesenta y otros en los setenta. Y el desplazamiento de Testigos a zonas de más necesidad continúa hasta el día de hoy.

¿De qué países procedían y proceden estos hermanos? Una gran cantidad de ellos de Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda; un número también importante de Alemania, Francia y Gran Bretaña, y otros de Austria, Bélgica, la República de Corea, Dinamarca, España, Finlandia, Italia, Japón, Noruega, Suecia y Suiza, entre otros. Al aumentar el número de testigos de Jehová en Argentina, Brasil, México y otros países latinoamericanos, de estos lugares también salieron trabajadores dispuestos a servir en otros países donde hay gran necesidad de ayuda. En África, asimismo, predicadores celosos se han trasladado de un país a otro para ayudar a dar testimonio.

¿A qué lugares se han mudado? A países tales como Afganistán, Malaysia y Senegal, y a islas como Reunión y Santa Lucía. Unos mil Testigos se trasladaron a Irlanda, donde sirvieron por períodos de diversa duración. Una cantidad considerable fue a Islandia, pese a los largos y oscuros inviernos de ese país, y algunos se quedaron allí. Estos se convirtieron en pilares de la congregación y ayudaron con amor a los nuevos. La ayuda ha sido de gran valor sobre todo en América Central y del Sur. Más de mil Testigos se mudaron a Colombia, más de ochocientos setenta a Ecuador y más de ciento diez a El Salvador.

Harold y Anne Zimmerman estuvieron entre los que se trasladaron. Ya habían sido misioneros, a la vez que maestros, en Etiopía. No obstante, cuando en el año 1959 ultimaban los preparativos para mudarse de Estados Unidos a Colombia a fin de difundir el mensaje del Reino en este país, estaban criando a cuatro niños de edades comprendidas entre los 5 meses y los 5 años. Primero se marchó Harold para buscar trabajo. Cuando llegó al país, las noticias locales le causaron una gran preocupación. Colombia estaba en guerra civil, aunque no declarada oficialmente, y había matanzas en el interior del país. ‘¿De veras quiero traer aquí a mi familia para vivir en estas condiciones?’, se preguntó. Trató de recordar algún ejemplo o principio de la Biblia que le sirviera de guía, y le vino a la mente el relato de los espías cobardes que regresaron al campamento israelita con un mal informe sobre la Tierra Prometida. (Núm. 13:25–14:4, 11.) Sus dudas se disiparon; ¡no quería ser como ellos! Enseguida realizó las gestiones necesarias para traer a su familia. Cuando por fin encontró trabajo, sus fondos se habían reducido a solo tres dólares, pero no pasaron necesidades. La cantidad de tiempo que tuvo que dedicar a trabajar para mantener a su familia varió a lo largo de los años, pero se esforzó siempre por poner los intereses del Reino en primer lugar. Cuando llegaron a Colombia había unos mil cuatrocientos Testigos en el país. ¡Qué aumento tan increíble han presenciado desde entonces!

Para servir donde hay más necesidad de ayuda no siempre es necesario ir a otro país. Miles de Testigos, individualmente o como familia, se han mudado a otras zonas de su propio país. Una familia del estado de Bahía (Brasil), se trasladó a la ciudad de Prado, donde no había Testigos. A pesar de las objeciones que les presentó el clero, vivieron y trabajaron en esa ciudad y en sus alrededores por tres años. Los Testigos compraron el edificio abandonado de una iglesia y lo transformaron en un Salón del Reino. Al poco tiempo ya había más de cien Testigos activos en aquella zona. Y aquello fue solo el principio.

Un número en continuo aumento de amadores de la justicia están respondiendo en Latinoamérica a la invitación del Salmo 148: ‘¡Alaben a Jah! Alaben a Jehová desde la tierra, grupos nacionales todos’ (vv. Sl 148:1, 7-11). Para 1975 había adoradores de Jehová en todos los países latinoamericanos. El informe de ese año mostró que en México servían a Jehová 80.481 personas organizadas en 2.998 congregaciones. En América Central, otras 24.703 personas que formaban 462 congregaciones hablaban sobre la gobernación real de Jehová. Y en Sudamérica había 206.457 adoradores públicos de Jehová en 3.620 congregaciones.

Se llega a las islas del Pacífico

Mientras en Sudamérica se experimentaba un aumento tan rápido, los testigos de Jehová también dirigían su atención a las islas del Pacífico. Entre Australia y América hay cientos de islas dispersas, muchas de ellas de muy poca extensión. En algunas viven solo unas cuantas familias; en otras, decenas de miles de personas. A principios de los años cincuenta, la Sociedad Watch Tower no pudo enviar misioneros a muchas de estas islas debido a los prejuicios de las autoridades. Sin embargo, los habitantes de aquellas islas también tenían que oír hablar de Jehová y su Reino, lo cual está en armonía con la profecía de Isaías 42:10-13, que dice: “Canten a Jehová una canción nueva, su alabanza desde la extremidad de la tierra, [...] en las islas anuncien hasta su alabanza”. Así pues, en una asamblea celebrada en Sydney (Australia) en 1951 se invitó a los precursores y a los superintendentes de circuito que estuvieran interesados en difundir el mensaje del Reino por las islas a reunirse con el hermano Knorr. En aquella ocasión unos treinta hermanos se ofrecieron para iniciar la predicación en las islas tropicales.

Entre ellos estuvieron Tom y Rowena Kitto, quienes se marcharon enseguida a Papua, donde no había entonces ningún Testigo. Predicaron primero a los europeos de Port Moresby y poco después empezaron a reunirse por las tardes en Hanuabada, la “Aldea Grande”, con un grupo de treinta a cuarenta papúes que ansiaban conocer la verdad espiritual. Por medio de estos se supo de las reuniones en otros pueblos. Al poco tiempo la gente de Kerema envió una delegación para pedir que se condujera un estudio bíblico con ellos. Poco después llegó también un jefe de Haima suplicando: “¡Vengan, por favor, y enséñenle a mi gente acerca de la verdad!”. Así se fue propagando la verdad.

Otra pareja, John y Ellen Hubler, fueron a Nueva Caledonia para iniciar la obra. Llegaron en 1954 con visados de turista que eran válidos solo por un mes. Pero John consiguió trabajo, y así obtuvieron una prórroga. Más adelante llegaron más Testigos, 31 en total. Al principio efectuaron su ministerio en zonas aisladas para no llamar demasiado la atención. Después empezaron a predicar en la capital, Nouméa. Se formó una congregación. En 1959, un miembro de Acción Católica obtuvo un puesto clave en el gobierno y se dejaron de renovar visados para los Testigos. Los Hublers tuvieron que marcharse. Las autoridades prohibieron las publicaciones de la Watch Tower. A pesar de todo, las buenas nuevas del Reino se habían arraigado, y los Testigos siguieron aumentando.

Durante las visitas breves de los testigos de Jehová a Tahití muchas personas se habían interesado en la obra. Pero en 1957 no había ningún Testigo local, la obra estaba proscrita y no se permitía la entrada a los misioneros de la Watch Tower. Sin embargo, Agnes Schenck, una ciudadana de Tahití que vivía entonces en Estados Unidos, se había hecho testigo de Jehová. Agnes se enteró de que se necesitaban proclamadores del Reino en Tahití, de modo que ella, su esposo y su hijo partieron de California rumbo a la isla en mayo de 1958. Poco tiempo después otras dos familias les siguieron, aunque solo pudieron conseguir visados de turista de tres meses de validez. Al año siguiente se formó una congregación en Papeete. Y en 1960 el gobierno dio reconocimiento oficial a una asociación de testigos de Jehová formada en la isla.

Con el fin de difundir el mensaje del Reino en Niue, dos misioneras que regresaban a su asignación se detuvieron en la isla para visitar a un familiar. El mes que pasaron en la isla fue muy productivo, pues muchas personas mostraron interés; pero cuando llegó el siguiente barco que viajaba entre las islas las hermanas tuvieron que marcharse. Poco después un fijiano llamado Seremaia Raibe consiguió un contrato de trabajo en el Departamento de Obras Públicas de Niue, y dedicó todo su tiempo libre a predicar. No obstante, la presión del clero hizo que pocos meses después le cancelaran su permiso de residencia, y en septiembre de 1961 la Asamblea Legislativa decidió no autorizar la entrada en el país a ningún otro testigo de Jehová. Con todo, las buenas nuevas se siguieron predicando en Niue. ¿Cómo? Los Testigos de la isla, a pesar de ser bastante nuevos, continuaron sirviendo a Jehová. Por otra parte, el gobierno ya había contratado a su servicio a William Lovini, un nativo de Niue que vivía en Nueva Zelanda. ¿Por qué deseaba William regresar a Niue? Porque se había hecho testigo de Jehová y quería servir donde se necesitaba su ayuda. Para 1964 ya había 34 Testigos en la isla.

En 1973, David Wolfgramm, ciudadano de Tonga, vivía cómodamente en su casa de Nueva Zelanda con su esposa y ocho hijos. Sin embargo, los Wolfgramm lo dejaron todo y se mudaron a Tonga para promover los intereses del Reino. Una vez en el archipiélago, predicaron también en las islas más lejanas, unas treinta de las cuales están habitadas.

Para llegar a las islas se ha invertido mucho tiempo, energías y dinero. Pero los testigos de Jehová consideran preciosa la vida de su semejante y no escatiman esfuerzos para ayudarles a beneficiarse de las provisiones amorosas de Jehová para la vida eterna en su nuevo mundo.

Una familia australiana que había vendido su granja y se había trasladado a una isla del Pacífico explicó así cómo se sentía: “El oír a estos isleños decir que han llegado a conocer a Jehová, el oírlos llamar a nuestros hijos sus hijos, esto debido al amor que les tienen por causa de la verdad, el ver aumentar el interés en el Reino así como también la concurrencia a las reuniones, el oír a esta gente amable decir: ‘Mis hijos se casarán sólo en el Señor’, y esto después de haber estado asociada esta gente con tradiciones de muchos siglos y casamientos al estilo oriental, el verlos limpiar y arreglar sus enredos maritales, [...] el verlos estudiar al mismo tiempo que cuidan su ganado al lado del camino, después de labor agotadora en los arrozales, el saber que en la bodega local y en otros sitios hablan acerca del mal de la idolatría, de la belleza del nombre de Jehová, el que los llame hermano y hermana una anciana madre india y pida acompañarlos para decirle a la gente acerca del Dios verdadero [...]. Todo esto en conjunto suma a una recompensa inapreciable por haber dado el paso que dimos cuando contestamos la llamada de Oceanía”.

Sin embargo, estos habitantes del Pacífico no eran los únicos que estaban recibiendo atención. A partir de 1964, algunos precursores filipinos de experiencia recibieron la asignación de ir a ayudar a misioneros celosos que ya estaban sirviendo en la República de Corea, Hong Kong, Indonesia, Laos, Malaysia, Tailandia, Taiwan y Vietnam.

Hacen frente a la presión de la familia y de la comunidad

La familia y la comunidad no siempre consideran que el que uno de sus miembros se haga testigo de Jehová sea un asunto de decisión personal. (Mat. 10:34-36; 1 Ped. 4:4.)

La mayoría de los que se han hecho testigos de Jehová en Hong Kong son jóvenes. Estos jóvenes han soportado una tremenda presión en un sistema que da prioridad a la educación superior y a los empleos bien remunerados. Los padres ven a sus hijos como una inversión que les garantiza una vida cómoda en sus últimos años. Por esta razón, cuando los padres de un joven de Kwun Tong se dieron cuenta de que el que su hijo estudiara la Biblia, asistiera a las reuniones y saliera a predicar iban a ser obstáculos para ganar dinero, se le opusieron enconadamente. En cierta ocasión su padre salió corriendo detrás de él con una cuchilla de carnicero; su madre le escupió en público. Durante meses fue objeto de maltrato verbal casi sin interrupción. En una ocasión preguntó a sus padres: “¿No me criaron por amor?”. La respuesta de ellos fue: “¡No, por dinero!”. El joven, no obstante, siguió poniendo su adoración a Jehová en primer lugar; aun así, cuando dejó su casa continuó también ayudando económicamente a sus padres en la medida de sus posibilidades, pues sabía que de este modo estaría complaciendo a Jehová. (Mat. 15:3-9; 19:19.)

En comunidades muy unidas, no es solo la familia inmediata la que suele presentar fuerte oposición. Un ejemplo de ello es la experiencia de Fuaiupolu Pele, de Samoa Occidental. Para los samoanos era inconcebible que uno de ellos rechazara las costumbres y la religión de sus antepasados; así pues, Pele sabía que le iban a pedir cuentas. Estudió mucho y oró intensamente a Jehová. El jefe principal de la familia lo citó para una reunión en Faleasiu, y al llegar se encontró con seis jefes, tres oradores, diez pastores, dos maestros de teología, el jefe principal que presidía y hombres y mujeres de edad avanzada de la familia. Entre todos maldijeron y condenaron a Pele y a otro miembro de la familia que se interesaba en el mensaje de los testigos de Jehová. Comenzó un debate que se prolongó hasta las 4.00 de la madrugada. A algunos de los presentes les irritó el que Pele utilizara la Biblia, y le gritaron: “¡Pon a un lado esa Biblia! ¡Deja esa Biblia!”. Pero finalmente el jefe principal dijo con voz débil: “Ganaste, Pele”. Él contestó: “Perdóneme, señor, pero yo no gané. Esta noche ustedes han oído el mensaje del Reino. Mi esperanza sincera es que le presten atención”.

Cuando el clero presenta oposición fuerte

Los misioneros de la cristiandad habían llegado a las islas del Pacífico en el siglo XIX. Su llegada había sido tranquila en muchos lugares, pero en otros había estado respaldada por fuerzas militares. En algunas zonas se habían repartido las islas entre sí mediante un “pacto de caballeros”. Pero había habido también guerras religiosas, en las que católicos y protestantes habían luchado por ganar el control. Estos “pastores” religiosos, los clérigos, se valieron de todo medio a su alcance para mantener a los testigos de Jehová fuera de lo que consideraban sus dominios. A veces presionaban a los funcionarios para que expulsaran a los Testigos de ciertas islas. Otras veces se tomaban la justicia por su mano.

En la aldea de Vunabal, situada en la isla de Nueva Bretaña, un grupo de la tribu sulka estaba muy interesado en la verdad bíblica. Un domingo de 1959 John Davison estaba conduciendo un estudio bíblico con ellos cuando un grupo de católicos dirigidos por un catequista entró en tropel en la casa e interrumpió el estudio con sus gritos e insultos. El hermano los denunció a la policía de Kokopo.

En lugar de abandonar a las ovejas, los Testigos regresaron a la semana siguiente para seguir ayudando espiritualmente a las personas apreciativas de Vunabal. Allí estaba también el sacerdote católico, a pesar de que la gente del pueblo no lo había invitado, junto con cientos de feligreses suyos de otra tribu. Instigados por el sacerdote, los católicos maldijeron a los Testigos, les escupieron, los amenazaron con el puño y destrozaron las Biblias de los aldeanos, mientras el sacerdote se quedaba de brazos cruzados y sonriendo. Los policías que trataban de controlar la situación estaban conmocionados. Muchos de los aldeanos también se asustaron. No obstante, al menos uno de los aldeanos tuvo el valor de declararse a favor de lo que sabía que era la verdad. Otros centenares de personas de esa isla han hecho lo mismo desde entonces.

Sin embargo, no todos los maestros religiosos fueron hostiles con los testigos de Jehová. Shem Irofa’alu, que vivía en las Islas Salomón, se sentía responsable ante los que lo consideraban su guía religioso. Cuando leyó el libro de la Sociedad Watch Tower titulado De paraíso perdido a paraíso recobrado, se dio cuenta de que lo habían engañado. Tanto él como los maestros religiosos que estaban bajo su jurisdicción escucharon conversaciones de los Testigos con otras personas, hicieron preguntas y buscaron los textos en la Biblia. Poco después concordaron en hacerse testigos de Jehová, así que convirtieron las iglesias de sus veintiocho aldeas en Salones del Reino.

Un torrente de aguas de la verdad en África

Particularmente a principios de la década de los veinte se puso gran empeño en que gente de todo el continente africano tuviera la oportunidad de conocer a Jehová, el Dios verdadero, y beneficiarse de sus provisiones amorosas. Al terminar la segunda guerra mundial había testigos de Jehová activos en catorce países africanos. El mensaje del Reino había llegado a otros catorce, pero en ninguno de ellos había Testigos que informaran su actividad en 1945. Durante los treinta años siguientes, hasta 1975, las buenas nuevas se predicaron en otros diecinueve países africanos. En casi todos estos países, así como en las islas circundantes, se empezaron a formar congregaciones: unas cuantas en algunos países, más de mil en Zambia y casi dos mil en Nigeria. ¿Cómo aconteció todo esto?

El mensaje del Reino avanzó como un torrente de agua impetuoso. Por lo general el agua discurre por el cauce de un río, aunque a veces se desborde, inundando el terreno cercano; y si algún obstáculo se interpone en su trayectoria, cambia de curso o se acumula hasta rebasar con gran presión el obstáculo.

Por medio de los cauces establecidos en su organización, la Sociedad Watch Tower asignó a ministros de tiempo completo —precursores, precursores especiales y misioneros— a países en los que se había predicado poco o no se había predicado. Allá donde fueron, estos ministros invitaron a la gente a ‘tomar gratis el agua de la vida’. (Rev. 22:17.) En el norte de África, por ejemplo, cuatro precursores especiales franceses extendieron tal invitación a los habitantes de Argelia en 1952. Al poco tiempo, una adivina aceptó la verdad, entendió que debía dejar su oficio para agradar a Jehová, y empezó a predicar a sus anteriores clientes. (Deu. 18:10-12.) Los precursores utilizaron con eficacia el libro “Sea Dios veraz” para ayudar a las personas sinceras a ver la diferencia entre la Santa Biblia y la tradición religiosa. El libro consiguió liberar a tantas personas de las prácticas religiosas falsas, que un sacerdote lo mostró desde el púlpito y lanzó maldiciones tanto contra el libro como contra los que lo estaban distribuyendo y los que lo estaban leyendo.

En 1954 se expulsó a un misionero de la España católica por enseñar la Biblia sin el permiso del clero; de modo que al año siguiente él y su compañero, que era precursor, empezaron a predicar en Marruecos. Poco después se unió a ellos una familia de cinco, todos testigos de Jehová, que había sido expulsada de Túnez. En este país se había producido un gran revuelo porque una pareja judía había aceptado a Jesús como el Mesías y enseguida había empezado a difundir su nueva creencia. En 1962, algunos precursores de Ghana, situado más hacia el sur, fueron destinados a Malí. Posteriormente se pidió a precursores franceses que servían en Argelia que fueran también a Malí a ayudar. Muchos de los que después se hicieron Testigos en ese país emprendieron, a su vez, el servicio de tiempo completo. En 1966 ocho precursores especiales de Nigeria fueron asignados a Níger, un país escasamente poblado que comprende parte del desierto del Sahara. Burundi tuvo la oportunidad de escuchar el mensaje del Reino en 1963 cuando llegaron al país dos precursores especiales procedentes de Rhodesia del Norte (hoy Zambia), seguidos de cuatro misioneros preparados en la Escuela de Galaad.

A principios de los años cincuenta había también misioneros en Etiopía. El gobierno etíope les exigió que abrieran una misión permanente y dieran instrucción escolar, lo cual hicieron. Pero ellos, además, enseñaban la Biblia, y en poco tiempo hubo un flujo constante de personas en el hogar misional, pues cada día venía gente nueva a pedir que alguien les ayudara a entender la Biblia. Durante las tres décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, 39 países del continente africano se beneficiaron de la ayuda de aquellos misioneros de Galaad.

Las aguas de la verdad también estaban desbordándose y llegando a lugares espiritualmente áridos mediante los testigos de Jehová que estaban en contacto con otras personas en su trabajo seglar. Un ejemplo de ello fue una pareja de Testigos egipcios que tuvieron que trasladarse a Libia en 1950 por motivos de trabajo y aprovecharon su tiempo libre para predicar celosamente. Aquel mismo año, un Testigo que era comerciante de lana se mudó, junto con su familia, de Egipto a Jartum (Sudán). Él adoptó la costumbre de predicar a los clientes antes de negociar con ellos. Uno de los primeros Testigos que hubo en Senegal (entonces parte de África Occidental Francesa), llegó al país en 1951 para trabajar de representante de una compañía. Este hermano también valoraba las responsabilidades que tenía por ser testigo del Altísimo. En 1959, un Testigo que fue por razones de trabajo a Fort Lamy (hoy N’Djamena, en el actual Chad), se valió de la oportunidad para difundir el mensaje del Reino en esa tierra. En los países limítrofes de Níger había comerciantes que eran testigos de Jehová; así pues, mientras los precursores especiales que llegaron al país desde 1966 en adelante se dedicaban a la obra, estos comerciantes también predicaban a la gente de Níger con la que negociaban. Y dos proclamadoras del Reino que acompañaron a sus esposos cuando estos fueron a trabajar a Mauritania en 1966 aprovecharon la ocasión para predicar en aquella zona.

La gente que se sintió refrescada por “el agua de la vida” la compartió con otros. Por ejemplo, una persona que había asistido a algunas reuniones, pero que no era testigo de Jehová, se trasladó en 1947 de Camerún a Ubangui-Chari (hoy República Centroafricana). Una vez allí, se enteró de que en Bangui había un hombre que estaba muy interesado en la Biblia, de manera que tuvo la amabilidad de ponerse en contacto con la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Suiza para que le enviaran un libro a este. Cuando el hombre en cuestión, Etienne Nkounkou, lo recibió, le entusiasmó el sano alimento espiritual que contenía y empezó a leer fragmentos del libro cada semana a un grupo de personas que también estaban interesadas. Estas personas se pusieron en comunicación con la central mundial de la Sociedad. Al aumentar su conocimiento, aquel grupo de estudio se convirtió en un grupo de predicadores también. Aunque el gobierno, presionado por el clero, prohibió las publicaciones de la Watch Tower, estos nuevos Testigos siguieron predicando con la Biblia solamente. A la gente de la República Centroafricana le encanta oír hablar de la Biblia, así que para 1957, cuando se anuló la ley que prohibía algunas publicaciones de la Sociedad, ya había más de quinientos Testigos en el país.

Surgen obstáculos

Cuando algún obstáculo se interponía en el curso del agua que da vida, esta lo rebasaba rápidamente de algún modo. Ayité Sessi, un precursor de Dahomey (hoy Benín), empezó a predicar en Togo en 1949, pero al poco tiempo el gobierno le obligó a marcharse. No obstante, al año siguiente Akakpo Agbetor, un ex boxeador originario de Togo, regresó a su tierra natal junto con su hermano. Por ser natural del país, pudo predicar con bastante libertad e incluso celebrar reuniones. Aunque los precursores asignados a Fernando Poo (actualmente parte de Guinea Ecuatorial) alrededor de 1950 fueron expulsados poco después de su llegada debido a la intolerancia religiosa, más adelante otros Testigos consiguieron contratos de trabajo que les permitieron vivir en aquella zona. Y, por supuesto, en armonía con el mandato de Jesús, también predicaron. (Mar. 13:10.)

En 1959, Emmanuel Mama, superintendente de circuito de Ghana, fue asignado a Alto Volta (ahora llamado Burkina Faso) por unas cuantas semanas, y pudo dar un gran testimonio en Uagadugu, la capital. Pero no vivía ningún Testigo en el país. Cuatro años después, siete Testigos originarios de Togo, Dahomey (hoy Benín) y Congo se mudaron a Uagadugu y buscaron trabajo para poder servir en esta zona. A los pocos meses se les unieron varios precursores especiales de Ghana. Sin embargo, en 1964, cuando los Testigos no llevaban allí ni siquiera un año, como consecuencia de la presión del clero sobre los funcionarios, los arrestaron, los retuvieron en prisión trece días y luego los expulsaron del país. ¿Habían servido de algo sus esfuerzos? Emmanuel Johnson, residente en el país, había aprendido dónde hallar la verdad bíblica. Continuó estudiando con los testigos de Jehová por correo y se bautizó en 1969. Sí, la obra del Reino se había establecido en un país más.

Cuando se solicitaron los visados para que misioneros educados en Galaad pudieran servir en Costa de Marfil (ahora conocido como Côte d’Ivoire), los funcionarios franceses se negaron a concederlos. Por consiguiente, en 1950 se envió a Alfred Shooter, de Costa de Oro (hoy Ghana), a la capital de Costa de Marfil para servir de precursor. En cuanto se instaló, su esposa se reunió con él, y unos cuantos meses más tarde llegó un matrimonio de misioneros, Gabriel y Florence Paterson. Con el tiempo surgieron problemas. Un día les confiscaron las publicaciones porque no tenían la aprobación del gobierno, y los multaron. Pero los hermanos vieron luego los libros expuestos a la venta en el mercado, así que los compraron e hicieron buen uso de ellos.

Mientras tanto, estos hermanos visitaron muchas oficinas del gobierno en un intento de obtener visados permanentes. El señor Houphouët-Boigny, quien después llegó a ser presidente de Costa de Marfil, ofreció su ayuda. “La verdad —observó— no tiene estorbos. Es como un río poderoso; si uno trata de represarlo, fluye por encima de la represa.” Cuando un sacerdote católico y un ministro metodista trataron de entrometerse, Ouezzin Coulibaly, diputado del gobierno, dijo: “Yo represento a la gente de este país. Nosotros somos la gente, y a nosotros nos gustan los testigos de Jehová y por eso queremos que se queden aquí en este país”.

Discípulos con un buen entendimiento

Cuando dio instrucciones de ‘hacer discípulos de gente de todas las naciones’, Jesús mandó también que los que se hicieran discípulos —los que creyeran en las enseñanzas de Cristo y las aplicaran— debían bautizarse. (Mat. 28:19, 20.) En armonía con esto, en las asambleas de circuito y de distrito periódicas de los testigos de Jehová se pueden bautizar los nuevos discípulos. El número de bautizados en alguna ocasión en particular puede ser relativamente bajo. Sin embargo, en una asamblea celebrada en Nigeria en 1970 se bautizaron 3.775 nuevos Testigos. De cualquier forma, lo importante no es la cantidad.

En 1956 se observó que algunos que se habían bautizado en Costa de Oro no habían edificado su fe sobre un fundamento sólido, de modo que se tomaron medidas para someter a examen a los que pensaban bautizarse. Se encargó a los superintendentes de congregación de Costa de Oro la tarea de examinar personalmente a cada uno de los que querían bautizarse para comprobar que tuvieran un buen conocimiento de las verdades bíblicas básicas, que estuvieran viviendo en armonía con las normas bíblicas y que entendieran claramente cuáles son las obligaciones de un testigo de Jehová dedicado y bautizado. Con el tiempo se puso en vigor un procedimiento similar en todo el mundo. En 1967 apareció en el libro “Tu palabra es una lámpara para mi pie” un bosquejo detallado que debía utilizarse al repasar las enseñanzas bíblicas básicas con los que planeaban bautizarse. Tras años de experiencia, en 1983 se publicó una versión refinada de aquel bosquejo en el libro Organizados para efectuar nuestro ministerio.

No obstante, ¿se tuvieron en cuenta las necesidades de las personas de educación académica limitada, o de analfabetos?

Hacen frente al problema del analfabetismo

En 1957 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura calculó que aproximadamente el 44% de la población mundial mayor de 15 años de edad no sabía leer ni escribir. Según informes de la época, en 42 países de África, 2 de América, 28 de Asia y 4 de Oceanía, el 75% de los adultos eran analfabetos. Sin embargo, a estos también se les tenía que dar la oportunidad de aprender la ley de Dios a fin de prepararse para ser súbditos de su Reino. Aunque muchas de estas personas tenían una mente despierta y recordaban gran parte de lo que oían, no podían leer la preciosa Palabra de Dios por sí mismas ni podían usar las publicaciones para el estudio de la Biblia.

Durante años, algunos Testigos habían prestado ayuda personal a quienes querían aprender a leer. Sin embargo, en 1949 y 1950 se empezaron a impartir clases de alfabetización en las congregaciones de los testigos de Jehová de muchos países africanos. Por lo general se daban en los Salones del Reino, y en algunos lugares se invitaba a toda la gente del pueblo a beneficiarse del programa.

Si en un país el gobierno patrocinaba un programa de alfabetización, los testigos de Jehová cooperaban gustosamente con este. En muchos lugares, sin embargo, los Testigos tuvieron que elaborar y usar su propio manual de instrucciones. Decenas de miles de personas, entre ellas miles de mujeres y gente mayor, han aprendido a leer y a escribir mediante estas clases de los testigos de Jehová. Gracias al modo como está concebido este curso, no solo han aprendido a leer y a escribir, sino que a la vez se han familiarizado con las verdades básicas de la Santa Palabra de Dios, lo cual ha contribuido a que estén capacitados para participar en la obra de hacer discípulos que mandó Jesús. El deseo de cumplir bien con esta comisión ha motivado a muchos a esforzarse sinceramente por aprender a leer.

En Dahomey (hoy Benín, África occidental), un amo de casa se negó a escuchar a un Testigo nuevo porque este no sabía leer. El Testigo se resolvió en aquel momento a superar el problema. Empezó a asistir a las clases para aprender a leer y se aplicó mucho. Seis semanas más tarde, visitó al mismo amo de casa; el hombre se sorprendió tanto de escuchar a esta persona, que tan poco tiempo atrás era analfabeta, leer de la Palabra de Dios, que él también se interesó en lo que el Testigo le estaba enseñando. Algunos que han aprendido a leer y a escribir en estas clases con el tiempo hasta han enseñado en muchas congregaciones como superintendentes viajantes. Este fue el caso del nigeriano Ezekiel Ovbiagele.

Enseñanza mediante películas y diapositivas

Con el fin de ayudar a los interesados en la Biblia a apreciar la magnitud de la organización visible de Jehová, en 1954 se produjo una película. Este filme, La Sociedad del Nuevo Mundo en acción, también contribuyó a acabar con los prejuicios de comunidad.

En lo que es ahora Zambia, se necesitaba a menudo un generador portátil para proyectar la película. Una lona blanca extendida entre dos árboles servía de pantalla. En la provincia de Barotse el jefe supremo vio la película junto con su familia, es decir, la familia real, y entonces quiso que la viera también el público en general. El resultado de esto fue que al anochecer del día siguiente la vieron 2.500 personas. La asistencia total a las proyecciones de la película en Zambia a lo largo de un período de diecisiete años sobrepasó el millón de personas. A la gente le encantaba la cinta. Desde la vecina Tanganica (hoy parte de Tanzania), se informó que al acabar la proyección los espectadores empezaron a gritar: “Ndaka, ndaka” (Gracias, gracias).

A la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción le siguieron otras tituladas La felicidad de la Sociedad del Nuevo Mundo, Proclamando “buenas nuevas eternas” alrededor del mundo, Dios no puede mentir y Heritage (Herencia). Se han proyectado también programas de diapositivas con comentarios hablados sobre lo útil que es la Biblia para nuestros días, el origen pagano de las doctrinas y prácticas de la cristiandad, y el significado de las condiciones mundiales a la luz de la profecía bíblica, así como programas de diapositivas sobre los testigos de Jehová como organización, con una visita a su central mundial, las emocionantes asambleas en países donde estaban antes proscritos y un análisis de su historia moderna. Todas estas proyecciones han ayudado a las personas a darse cuenta de que Jehová tiene verdaderamente un pueblo en la Tierra y de que la Biblia es Su Palabra inspirada.

Se identifica a las verdaderas ovejas

En algunos países había personas que por el simple hecho de tener ciertas publicaciones de la Watch Tower afirmaban ser testigos de Jehová o usaban el nombre Watch Tower. Pero, ¿habían cambiado sus creencias y su modo de vivir para ajustarse a las normas bíblicas? Cuando recibieran instrucciones necesarias, ¿demostrarían ser auténticas ovejas que prestaran atención a la voz del Amo, Jesucristo? (Juan 10:4, 5.)

La sucursal de la Sociedad Watch Tower en Sudáfrica recibió en 1954 una carta sorprendente de un grupo de africanos presos en el penal Baía dos Tigres, situado en el sur de Angola. El autor de la carta, João Mancoca, explicaba: “El grupo de testigos de Jehová en Angola se compone de 1.000 miembros. El líder de estos es Simão Gonçalves Toco”. ¿Quién era Toco? ¿Eran sus seguidores testigos de Jehová auténticos?

Se hicieron planes para que John Cooke, un misionero que hablaba portugués, visitara Angola. Después de una larga entrevista con un funcionario del gobierno colonial, el hermano Cooke consiguió permiso para visitar a Mancoca. Por medio de este supo que en los años cuarenta, cuando Toco era miembro de una misión bautista del Congo Belga (hoy Zaire), había obtenido algunas publicaciones de la Watch Tower y había explicado a sus compañeros más allegados lo que había aprendido de estas. Sin embargo, el grupo recibió después la influencia de espiritistas, y finalmente Toco dejó de usar las publicaciones de la Watch Tower y la Biblia por completo. En lugar de eso, acudió por guía a médium espiritistas. El gobierno repatrió a sus seguidores a Angola y posteriormente fueron dispersados por este país.

Mancoca, que había sido uno de los compañeros de Toco, trató de convencer a otros para que dejaran de practicar el espiritismo y se adhirieran a la Biblia. A algunos de los seguidores de Toco no les gustó su postura y presentaron cargos falsos contra él ante las autoridades portuguesas, a consecuencia de lo cual Mancoca y los que pensaban como él fueron recluidos en un penal. Desde este lugar se comunicó con la Sociedad Watch Tower y obtuvo más publicaciones bíblicas. Mancoca era un hombre humilde y espiritual que estaba profundamente interesado en colaborar con la organización mediante la cual había aprendido la verdad. Después de hablar de las verdades bíblicas con este grupo durante muchas horas, el hermano Cooke no tuvo la más mínima duda de que João Mancoca era, efectivamente, una oveja del Señor. Durante muchos años y hasta el día de hoy el hermano Mancoca lo ha demostrado en las circunstancias más difíciles.

El hermano Cooke se entrevistó también con Toco y algunos de sus seguidores. Sin embargo, con excepción de unos cuantos, ninguno demostró tener las cualidades de oveja propias de los seguidores de Cristo. Por lo tanto, en aquel entonces no había 1.000 testigos de Jehová en Angola, sino solo unos veinticinco.

Mientras tanto, en el Congo Belga (hoy Zaire) se había producido otro caso de confusión de identidad con un movimiento político-religioso llamado Kitawala que a veces utilizaba también el nombre Watch Tower. En las casas de algunos de sus miembros se encontraron publicaciones de los testigos de Jehová que habían obtenido por correo. Pero las creencias y prácticas del Kitawala (entre ellas el racismo, las actividades subversivas con el fin de provocar cambios políticos y sociales y la inmoralidad sexual en el nombre de la religión) no representaban de ningún modo las de los testigos de Jehová. No obstante, se publicaron reportajes que trataban de relacionar a la Sociedad Watch Tower de los testigos de Jehová con el Kitawala.

Los testigos de Jehová intentaron repetidas veces enviar a supervisores preparados al país, pero las autoridades belgas nunca autorizaron su entrada, para regocijo de los grupos católicos y protestantes. Desde 1949 en particular, se tomaron medidas represivas crueles contra los que estudiaban la Biblia con la ayuda de las publicaciones de la Watch Tower en el Congo Belga. Pero uno de los fieles Testigos congoleños explicó cuál fue el resultado: “Somos como un saco de maíz africano. A donde nos lleven, la Palabra se irá derramando grano a grano hasta que lleguen las lluvias; y entonces nos verán crecer por todas partes”. Y así fue en efecto, pues a pesar de lo difícil que era la situación, de 1949 a 1960 la cantidad de testigos de Jehová que informaron actividad aumentó de 48 a 1.528.

Las autoridades se dieron cuenta poco a poco de la gran diferencia que había entre el Kitawala y los testigos de Jehová. Estos consiguieron cierta libertad para reunirse en asambleas, y miembros del gobierno a menudo hacían comentarios sobre su buena conducta y orden. Cuando había manifestaciones violentas en pro de la independencia política, la gente sabía que los testigos de Jehová no estaban implicados. En 1961, un Testigo que era un supervisor capacitado, el belga Ernest Heuse, hijo, logró entrar finalmente en el país. Con diligencia y gran esfuerzo, se pudo ayudar progresivamente a los hermanos a poner sus congregaciones y sus vidas personales en plena armonía con la Palabra de Dios. Tenían que aprender muchas cosas, y para ello se requería gran paciencia.

El Kitawala envió a los hermanos largas listas de miembros del movimiento de varias regiones que querían que se les reconociera como testigos de Jehová, creyendo que así ganarían prestigio. El hermano Heuse decidió, por prudencia, mandar a hermanos capacitados a estas regiones para averiguar de qué clase de personas se trataba. En lugar de aceptar a grupos grandes, los hermanos condujeron estudios bíblicos con las personas individualmente.

Con el tiempo se manifestó quiénes eran las verdaderas ovejas, los que realmente consideraban a Jesucristo su Pastor. Apareció una gran cantidad de ellas, quienes, a su vez, enseñaron a otros. A través de los años llegaron del extranjero muchos misioneros de la Watch Tower para trabajar con estas personas, impartirles un conocimiento más exacto de la Palabra de Dios y darles la preparación necesaria. Para 1975 había 17.477 testigos de Jehová en Zaire, organizados en 526 congregaciones, que predicaban y enseñaban la Palabra de Dios.

Se liberan del poder del fetichismo

Al oeste de Nigeria se extiende el país de Benín (antes conocido como Dahomey), cuya población está dividida en 60 etnias que hablan unos 50 idiomas y dialectos. Al igual que en gran parte de África, la religión tradicional es el animismo, que está en relación estrecha con la adoración de antepasados. En este ambiente religioso la gente vive sumida en la superstición y el temor. Muchos de los que se declaran cristianos también practican el animismo.

De finales de los años veinte a los años cuarenta, algunos testigos de Jehová nigerianos diseminaron muchas semillas de la verdad bíblica en Dahomey en las visitas que realizaban de vez en cuando para distribuir publicaciones bíblicas. Muchas de estas semillas solo necesitaban un poco de riego para brotar y fructificar. Nouru Akintoundé, nativo de Dahomey que vivía en Nigeria, les dio la atención que requerían cuando regresó a Dahomey en 1948 para servir de precursor. A los cuatro meses, 300 personas ya habían respondido a la verdad y participaban también en el ministerio del campo. Tal respuesta fue superior a lo que se creía posible.

Toda esta actividad levantó enseguida un revuelo no solo entre el clero de la cristiandad, sino también entre los animistas. Algún tiempo después que la secretaria del convento fetichista de Porto-Novo se interesó en la verdad, el jefe fetichista proclamó que esta moriría en siete días. No obstante, la que fue secretaria del convento dijo con firmeza: “Si es el fetiche quien ha hecho a Jehová, moriré; pero si Jehová es el Dios supremo, entonces él vencerá al fetiche”. (Compárese con Deuteronomio 4:35; Juan 17:3.) Para que se cumpliera su predicción, en la noche del sexto día el jefe fetichista realizó todo tipo de sortilegios, tras lo cual anunció que la anterior secretaria del convento había muerto. Grande fue, sin embargo, la consternación de los adoradores del fetiche cuando al día siguiente la vieron aparecer llena de vida en el mercado de Cotonou. Más tarde, un hermano alquiló un automóvil y la paseó en él por Porto-Novo para que todos vieran por sí mismos que estaba viva. A raíz de este episodio, muchos fetichistas más adoptaron una actitud firme a favor de la verdad. (Compárese con Jeremías 10:5.)

A consecuencia de la fuerte presión religiosa, al poco tiempo se prohibieron las publicaciones de la Watch Tower en Dahomey. No obstante, los Testigos obedecieron a Jehová Dios y siguieron predicando, a menudo con la Biblia tan solo. En algunas ocasiones iban por las casas haciéndose pasar por vendedores ambulantes de toda clase de artículos. Si la conversación iba bien, dirigían la atención a la Biblia y a veces hasta sacaban de un bolsillo interior grande de su ropa una valiosa publicación bíblica.

Cuando la policía les causaba muchos problemas en las ciudades, predicaban en las zonas rurales. (Compárese con Mateo 10:23.) Y cuando los metían en la cárcel, seguían predicando allí mismo. En 1955, los Testigos que estaban presos encontraron al menos dieciocho personas interesadas entre los reclusos y los funcionarios de prisión de Abomey.

Diez años después del regreso del precursor dahomeyano a su tierra natal para predicar, 1.426 personas participaban en el ministerio, a pesar de que la obra estaba bajo proscripción oficial.

Más obreros participan en la siega

Era obvio que por toda África había muchas personas que ansiaban conocer la verdad. La mies era mucha, pero los obreros eran pocos. Por lo tanto, fue estimulador para los hermanos ver cómo el Amo de la mies, Jesucristo, respondía a sus peticiones de más obreros para ayudar en la siega espiritual. (Mat. 9:37, 38.)

En la década de los treinta, algunos precursores viajantes habían dejado muchas publicaciones en manos de los kenianos, pero habían vuelto a visitar a muy pocos de ellos. No obstante, en 1949 Mary Whittington, junto con sus tres niños, emigró de Gran Bretaña a Nairobi, ciudad donde trabajaba su esposo. La hermana Whittington llevaba apenas un año bautizada, pero tenía espíritu de precursor. Aunque no sabía si había más Testigos en Kenia, empezó a ayudar a la gente de este enorme territorio a aprender la verdad. No se arredró ante ningún obstáculo. Hubo también otros Testigos —de Australia, Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Sudáfrica, Suecia y Zambia— que se trasladaron a Kenia para dar a conocer la esperanza del Reino.

Además, se envió a matrimonios de misioneros para ayudar en la siega. Al principio los hombres se vieron obligados a trabajar seglarmente a fin de permanecer en el país, de manera que el tiempo del que disponían para el ministerio era limitado. Pero sus esposas estaban libres para servir de precursoras. Con el tiempo llegaron a Kenia más de cien misioneros preparados en Galaad. Poco antes de que el país alcanzara la independencia, con el consiguiente fin de la segregación impuesta por el gobierno colonial británico, los Testigos europeos estudiaron swahili y ampliaron su actividad rápidamente para llegar a los africanos nativos. La cantidad de Testigos en esta parte del campo mundial creció deprisa.

En 1972, Botsuana también recibió ayuda en la siega espiritual cuando Testigos de Gran Bretaña, Kenia y Sudáfrica se mudaron a sus ciudades principales. Tres años después llegaron asimismo misioneros preparados en Galaad. La mayor parte de la población, sin embargo, vive dispersa en pueblos de las zonas rurales. Con el fin de llegar a estas personas, los Testigos de Sudáfrica han viajado a través de la región desértica conocida como el Kalahari. Han predicado a los jefes, los maestros y con frecuencia a grupos de diez o veinte oyentes apreciativos de comunidades aisladas. Un anciano les dijo: “¿Han venido desde tan lejos para hablarnos acerca de estas cosas? Es muy amable de su parte, muy amable”.

“Brown el de la Biblia” había dado enérgicos discursos bíblicos en Liberia durante los años veinte, pero encontró mucha oposición. La siega espiritual no progresó realmente en el país hasta la llegada de los misioneros preparados en la Escuela de Galaad. El primero que llegó fue Harry Behannan, en 1946. En años sucesivos muchos más participaron en la siega. Algunos liberianos nativos se fueron incorporando a la obra, y para 1975 ya había más de mil alabadores de Jehová.

“Brown el de la Biblia” había predicado aún más en Nigeria. Esta nación estaba dividida en numerosos reinos, ciudades estado y sistemas sociales y su población hablaba más de doscientos cincuenta idiomas y dialectos. La religión era otro factor divisivo más. Con poco tacto, pero con poderosos argumentos bíblicos, los primeros Testigos que hubo en Nigeria denunciaron al clero y sus enseñanzas falsas. Cuando se proscribieron sus publicaciones durante la II Guerra Mundial, los hermanos siguieron predicando solo con la Biblia. La gente que amaba la verdad respondió con aprecio. Dejaron de asistir a sus iglesias y luego abandonaron la práctica de la poligamia, así como sus talismanes, los cuales habían tolerado las iglesias. En 1950, había 8.370 testigos de Jehová proclamando el Reino en Nigeria. Para 1970 esa cantidad se había multiplicado por más de diez.

En Rhodesia del Sur (hoy conocida por Zimbabue), hubo que vencer muchos impedimentos legales para dar ayuda espiritual a los que manifestaban interés. Desde mediados de los años veinte los hermanos estaban intentando obtener reconocimiento legal. En 1932 se ordenó a los precursores sudafricanos que dejaran el país, y se les dijo arbitrariamente que no había posibilidad de apelar. De todas maneras, ellos apelaron. Hubo que responder en los tribunales a la acusación de que las publicaciones de la Watch Tower eran sediciosas. A principios de la década de los cuarenta algunos hermanos fueron encarcelados por distribuir publicaciones que hablaban de la Biblia. Hasta 1966 no se reconoció oficialmente en Zimbabue a los testigos de Jehová como organización religiosa. Por más de cuarenta años se había llevado a cabo la siega espiritual en circunstancias muy difíciles, pero trabajadores valientes habían ayudado a más de once mil personas a hacerse siervos de Jehová Dios.

Se da testimonio a gobernantes y reyes

Jesús sabía que sus discípulos se encontrarían con oposición en su ministerio. Les dijo que los entregarían a “tribunales locales” e incluso los llevarían ante “gobernadores y reyes”, lo cual resultaría en “un testimonio a ellos y a las naciones”. (Mat. 10:17, 18.) Los testigos de Jehová han experimentado exactamente lo que Jesús predijo y, en armonía con sus palabras, han procurado aprovechar esas ocasiones para dar testimonio.

Algunos funcionarios se han retraído de hacer el bien a los seguidores de Cristo por temor. (Juan 12:42, 43.) Llewelyn Phillips lo comprobó personalmente en 1948, cuando se entrevistó en privado con varios funcionarios del Congo Belga para interceder a favor de los Testigos del país, a quienes se estaba persiguiendo. Explicó a estos hombres las creencias y las actividades de los testigos de Jehová. Sin embargo, durante la entrevista que tuvo con el gobernador general, este le preguntó pensativo: “Y si le ayudo, ¿qué pasará conmigo?”. Él sabía que la Iglesia Católica Romana ejercía gran influencia en aquel país.

Al rey Sobhuza II, jefe supremo de la nación suazi, en cambio, no le preocupaba demasiado la opinión del clero. Había hablado muchas veces con los testigos de Jehová, tenía un buen número de sus publicaciones, y simpatizaba con ellos. El “Viernes Santo” de todos los años invitaba a los clérigos africanos al pueblo donde residía. Les permitía expresarse, pero también cedía la palabra a un testigo de Jehová. En 1956 el Testigo habló sobre la doctrina de la inmortalidad del alma y los títulos honoríficos de los dirigentes religiosos. Cuando concluyó, el jefe supremo preguntó a los clérigos: “¿Son ciertas estas cosas que dicen los testigos de Jehová, o son falsas? Si son falsas, expliquen por qué”. No pudieron refutar ninguna. En una ocasión el jefe incluso prorrumpió en carcajadas al ver la consternación del clero ante lo que había dicho un Testigo.

Con frecuencia se encargaba a la policía que pidiera explicaciones a los Testigos por sus actividades. Los Testigos de la congregación de Tánger (Marruecos) viajaban con regularidad a Ceuta, puerto marítimo de la costa marroquí bajo dominio español. En 1967 la policía detuvo a unos Testigos y los sometió a un interrogatorio de dos horas durante el cual estos dieron un magnífico testimonio. En un momento dado, dos inspectores les preguntaron si los Testigos creían en la “Virgen María”. Cuando los hermanos les explicaron que los Evangelios muestran que María tuvo otros hijos después de haber dado a luz a Jesús siendo aún virgen, y que estos eran medio hermanos de Jesús, los policías se quedaron boquiabiertos y les dijeron que la Biblia no podía decir eso. Cuando los hermanos le mostraron Juan 7:3-5 a uno de los policías, este miró detenidamente el pasaje bíblico sin pronunciar una sola palabra. Entonces el otro dijo: “Denme esa Biblia. ¡Yo les explicaré el texto!”. El primer policía replicó: “No te molestes. Está más que claro”. Les hicieron muchas preguntas más, que los Testigos respondieron en un ambiente cordial. Tras este incidente, las autoridades apenas causaron molestias a los Testigos que predicaban en aquel lugar.

Ha habido gobernantes prominentes que han llegado a conocer bien a los testigos de Jehová y su ministerio. Algunos consideran que la obra de los Testigos es de verdadero beneficio para la gente. A finales de 1959, cuando estaba próxima la independencia de Nigeria, el Dr. Nnamdi Azikiwe, el gobernador general, requirió la presencia de W. R. Brown como representante de los testigos de Jehová. Él explicó a su consejo de ministros: “Si todas las sectas religiosas fueran como los testigos de Jehová, no tendríamos asesinatos, robos, delitos, presos ni bombas atómicas. Las puertas no se cerrarían con llave día tras día”.

En África se estaba efectuando una gran siega espiritual. En 1975, 312.754 Testigos predicaron las buenas nuevas en 44 países del continente africano. En nueve de estos países, menos de 50 personas se habían pronunciado a favor de la verdad bíblica y participaban en la evangelización. Pero los Testigos consideran preciosa la vida de toda persona. En diecinueve de los países mencionados, la cantidad de testigos de Jehová que participaban en el ministerio de casa en casa ascendió a miles. En algunas zonas se informaron aumentos espectaculares. En Angola, por ejemplo, de 1970 a 1975 el número de Testigos aumentó de 355 a 3.055. En Nigeria, en 1975 hubo 112.164 testigos de Jehová. Estos no eran simplemente personas a quienes les gustara leer las publicaciones de la Watch Tower o que asistieran de vez en cuando a las reuniones de algún Salón del Reino. Todos eran proclamadores activos del Reino de Dios.

El Oriente produce alabadores de Jehová

En las Filipinas, como en muchos otros lugares, la actividad de los testigos de Jehová creció rápidamente al terminar la II Guerra Mundial. Tras ser liberado de la prisión el 13 de marzo de 1945, Joseph Dos Santos se puso en contacto de inmediato con la oficina de la Sociedad Watch Tower en Nueva York. Quería obtener toda la información para el estudio de la Biblia y las instrucciones de organización que no habían llegado a los hermanos filipinos durante la guerra. Luego visitó a las congregaciones para unificarlas y fortalecerlas. Aquel mismo año se celebró una asamblea nacional en Lingayen (provincia de Pangasinán), donde se explicó cómo enseñar a las personas que tenían hambre de la verdad mediante estudios bíblicos en los hogares. Durante los años subsiguientes se coordinaron esfuerzos para traducir más información a las lenguas locales —tagalo, iloko y cebuano— y publicarla. Se estaban sentando las bases para la expansión, y esta no tardó en producirse.

Diez años después del fin de la guerra, la cantidad de Testigos en las Filipinas había aumentado de unos 2.000 a más de 24.000. Otros veinte años más tarde ya había más de 78.000 alabadores de Jehová en el archipiélago.

Uno de los primeros países orientales a los que se envió a misioneros de la Escuela de Galaad fue China. Harold King y Stanley Jones llegaron a Shanghai en 1947; Lew Ti Himm, en 1949. Los tres precursores alemanes que habían iniciado la obra en China en 1939 estuvieron presentes para recibirlos. En este país la mayoría de la gente era budista, por lo que resultaba difícil entablar una conversación bíblica con ellos. Dentro de sus casas tenían capillas y altares. Para ahuyentar a los malos espíritus colocaban espejos encima de las puertas. Tiras de papel rojo con dichos de buena suerte y figuras espantosas de dioses budistas adornaban las entradas. No obstante, se estaban efectuando grandes cambios en China. El gobierno comunista obligaba a todos los habitantes del país a estudiar ‘los pensamientos de Mao Tse-tung’. Al terminar la jornada laboral, tenían que asistir a largas sesiones en las que se explicaba la doctrina comunista. En este entorno, nuestros hermanos se mantenían ocupados predicando las buenas nuevas del Reino de Dios.

Muchos de los que aceptaban estudiar con los testigos de Jehová habían tenido algún contacto previo con la Biblia mediante las iglesias de la cristiandad. Tal fue el caso de Nancy Yuen, ama de casa y miembro activo de su iglesia, que agradeció lo que los Testigos le mostraron en la Biblia. Nancy empezó enseguida a predicar celosamente de casa en casa y a conducir estudios bíblicos. Otras personas a quienes se predicó eran de genuinos antecedentes chinos y budistas y no conocían la Biblia. En 1956 se alcanzó un máximo de 57 publicadores. Sin embargo, ese mismo año metieron en la cárcel a Nancy Yuen después de haber sido arrestada seis veces por predicar. A otros hermanos también los detuvieron o los obligaron a salir del país. Stanley Jones y Harold King fueron encarcelados el 14 de octubre de 1958. Pasaron dos años antes de que los sometieran a juicio, tiempo durante el cual los interrogaron una y otra vez. Cuando por fin los juzgaron, en 1960, recibieron largas condenas de prisión. Así pues, en octubre de 1958 la actividad pública de los testigos de Jehová en China quedó interrumpida por la fuerza. Pero su predicación nunca cesó del todo. Hasta en las prisiones y los campos de trabajo había modos de dar testimonio. ¿Se continuaría la obra en este inmenso país más adelante? A su debido tiempo se sabría.

Mientras tanto, ¿qué estaba ocurriendo en Japón? Antes de la segunda guerra mundial solo habían predicado en este país unos cien testigos de Jehová. Cuando se tomaron medidas represivas brutales contra ellos durante la guerra, muchos transigieron. Aunque unos cuantos se mantuvieron íntegros, la predicación pública organizada cesó. No obstante, la proclamación del Reino de Jehová se reactivó en el país cuando Don Haslett, misionero de Galaad, llegó a Tokio en enero de 1949. Dos meses después su esposa, Mabel, pudo reunirse con él. En el campo japonés había muchas personas que tenían hambre de la verdad. El emperador había renunciado a su divinidad. El sintoísmo, el budismo, el catolicismo y el kyodan (formado por varios grupos protestantes japoneses) habían perdido prestigio a los ojos de la gente por involucrarse en la guerra, que Japón había perdido.

Trece misioneros de la Escuela de Galaad predicaban en Japón a finales de 1949. Tras ellos fueron llegando otros, hasta sobrepasar la cifra de ciento sesenta. Había muy pocas publicaciones para ofrecer. Algunos misioneros hablaban el japonés antiguo de Hawai, pero tuvieron que aprender el japonés actual. Los demás solo habían adquirido unas nociones del idioma, así que tuvieron que consultar constantemente sus diccionarios japonés-inglés hasta conseguir un mejor conocimiento del nuevo idioma. Las familias Ishii y Miura, que no habían abandonado su fe durante los años de la guerra, se pusieron enseguida en contacto con la organización y reanudaron su participación en el ministerio público.

Progresivamente se abrieron hogares misionales en Kobe, Nagoya, Osaka, Yokohama, Kyoto y Sendai. De 1949 a 1957 el principal objetivo fue establecer la obra del Reino en las ciudades más importantes de la isla principal de Japón. Luego los predicadores empezaron a pasar a otras ciudades. El campo era inmenso. Era obvio que se iban a necesitar muchos ministros precursores para dar un testimonio completo en todo Japón. Cuando se recalcó esta necesidad, muchos voluntarios respondieron, y el resultado de los esfuerzos coordinados de estos ministros tan trabajadores fue extraordinario. El fruto de la primera década fue 1.390 alabadores de Jehová. Para mediados de los setenta había 33.480 celosos alabadores de Jehová por todo Japón, y la siega proseguía a un ritmo cada vez mayor.

En 1949, el mismo año en el que Don Haslett llegó a Japón, la obra del Reino recibió también un gran impulso en la República de Corea. Durante la guerra mundial este país había estado bajo dominio japonés y los Testigos habían sido cruelmente perseguidos. Después de la guerra se formó un grupo pequeño de personas que se reunían para estudiar, pero no establecieron contacto con la organización internacional hasta que Choi Young-won vio en 1948 un artículo sobre los testigos de Jehová en el periódico del ejército estadounidense Stars and Stripes. Al año siguiente se formó una congregación de doce publicadores en Seúl. Más avanzado el año, llegaron los primeros misioneros de la Escuela de Galaad, Don y Earlene Steele. Siete meses más tarde entraron en el país otros seis misioneros.

Estaban obteniendo resultados excelentes: un promedio de veinte estudios bíblicos cada uno y asistencias a las reuniones de hasta 336 personas. Entonces estalló la guerra de Corea. Cuando solo hacía algo más de tres meses que había llegado el último grupo de misioneros, todos fueron evacuados a Japón. Pasó más de un año antes de que Don Steele pudiera regresar a Seúl, y otro año antes de que Earlene pudiera reunirse con él. Entretanto, los hermanos coreanos se habían mantenido firmes y habían predicado con celo, aunque muchos habían perdido sus casas y vivían como refugiados. Una vez concluida la guerra, se procuró suministrar más publicaciones en coreano. La obra cobró ímpetu con la celebración de asambleas y la llegada de más misioneros. Para 1975 había 32.693 testigos de Jehová en la República de Corea —casi tantos como en Japón— y el potencial de crecimiento era magnífico, pues se conducían más de treinta y dos mil estudios bíblicos en las casas.

¿Cuál era la situación en Europa?

Al terminar la II Guerra Mundial, los testigos de Jehová europeos no obtuvieron libertad total que les permitiera llevar a cabo su obra de educación bíblica sin oposición. En algunos lugares, las autoridades los respetaron por su postura firme durante la guerra. Pero en otros, los siguieron persiguiendo debido a la existencia de corrientes poderosas de nacionalismo y oposición religiosa.

Entre los Testigos de Bélgica se hallaban algunos que habían venido de Alemania para predicar las buenas nuevas. La Gestapo los había acosado como bestias salvajes porque se negaron a apoyar el régimen nazi. Pero al terminar la guerra las autoridades belgas acusaron de ser nazis a algunos de estos mismos Testigos, los encarcelaron y luego los echaron del país. Pese a todo, la cifra de Testigos activos en el ministerio del campo en Bélgica se multiplicó por más de tres durante los cinco años que siguieron a la guerra.

¿Quién estaba tras la persecución en muchos casos? La Iglesia Católica Romana. Donde tenía suficiente poder, luchaba implacablemente para acabar con los testigos de Jehová.

Como sabían que en el Occidente muchos temían al comunismo, en 1948 el clero católico de la ciudad irlandesa de Cork instigó a la gente a oponerse a los testigos de Jehová, a quienes calificaba constantemente de “diablos comunistas”. Como consecuencia, en una ocasión en la que Fred Metcalfe estaba participando en el ministerio del campo, una chusma le dio puñetazos y patadas y le esparció sus publicaciones bíblicas por la calle. Afortunadamente, un policía se presentó entonces y dispersó a la chusma. A pesar de la persecución, los Testigos perseveraron. No todos los irlandeses aprobaban la violencia. Hasta algunos que habían participado en actos violentos después lo lamentaron. La mayoría de los católicos irlandeses no habían visto nunca una Biblia. Sin embargo, con paciencia y bondad se ayudó a algunos de ellos a asirse de la verdad libertadora. (Juan 8:32.)

Aunque en 1946 solo había unos cien Testigos en Italia, tres años después había 64 congregaciones, pequeñas pero trabajadoras. El clero católico estaba preocupado. Como no podía refutar las verdades bíblicas que los testigos de Jehová predicaban, el clero presionó al gobierno para que acabara con ellos, lo que llevó a que en 1949 se expulsara del país a los misioneros de los Testigos.

El clero católico italiano intentó varias veces interrumpir o impedir que se celebraran las asambleas de los Testigos de Italia. En 1948 envió a varios individuos a una asamblea que se estaba celebrando en Sulmona para que la interrumpieran haciendo preguntas impertinentes. En Milán presionaron al jefe de la policía para que cancelara el permiso concedido a los Testigos para celebrar una asamblea en el Teatro dell’Arte en 1950. Y en 1951 consiguieron que la policía cancelara otro permiso, esta vez en Cerignola. Pero en 1957, cuando la policía ordenó que se suspendiera una asamblea de los Testigos en Milán, la prensa italiana protestó, y se plantearon preguntas en el Parlamento. El semanario romano Il Mondo del 30 de julio de 1957 afirmó sin ambages que se había tomado aquella medida “para satisfacer al arzobispo”, Giovanni Battista Montini, quien más adelante llegó a ser el papa Paulo VI. De todos era sabido que durante siglos la Iglesia Católica había prohibido que se distribuyera la Biblia en los idiomas que hablaba el público en general. Pero los testigos de Jehová siguieron mostrando a los católicos sinceros lo que dice esta, para que lo vieran por sí mismos. La diferencia entre la Biblia y el dogma de la Iglesia era obvia. Miles de católicos dejaron la Iglesia Católica, pese a los esfuerzos intensos del clero por evitarlo. Para 1975 había 51.248 testigos de Jehová en Italia, todos ellos evangelizadores activos, y seguían multiplicándose con rapidez.

A partir de 1946 se fue restableciendo paulatinamente la actividad organizada de los testigos de Jehová en la España católica, y, como era de esperar, también en este país el clero presionó a las autoridades seglares para que paralizaran su obra. Les interrumpieron reuniones de congregación. Expulsaron del país a varios misioneros. Por el simple hecho de tener una Biblia o publicaciones bíblicas en su poder, arrestaban a los Testigos. Con frecuencia los retenían hasta tres días en cárceles mugrientas, los ponían en libertad y de nuevo los detenían, interrogaban y encarcelaban. Muchos cumplieron condenas de uno o más meses de prisión. Los sacerdotes instaron a las autoridades a localizar a toda persona que estuviera estudiando la Biblia con los testigos de Jehová. Aun después de aprobarse la Ley de Libertad Religiosa en 1967, los cambios se produjeron con lentitud. No obstante, cuando en 1970 finalmente se reconoció de forma oficial en España a los testigos de Jehová, su número ya superaba los once mil. Y cinco años más tarde había más de treinta mil Testigos, todos evangelizadores activos.

¿Qué sucedía entretanto en Portugal? También allí se ordenó a los misioneros salir del país. A instancias del clero católico, la policía registró las casas de los testigos de Jehová, confiscó sus publicaciones e interrumpió sus reuniones. En enero de 1963 el jefe de la Policía de Seguridad Pública de Caldas da Rainha incluso emitió una orden escrita que les prohibía ‘ejercer sus actividades de lectura bíblica’. Pero los Testigos no dejaron de servir a Dios. Para 1974, año en que se les reconoció oficialmente en el país, superaban la cifra de trece mil.

En otras partes de Europa las autoridades obstaculizaron la predicación de las buenas nuevas al catalogar de actividad comercial sujeta a leyes mercantiles la distribución de publicaciones bíblicas. En varios cantones suizos se aplicaron las ordenanzas de venta ambulante a la actividad de los testigos de Jehová de distribuir publicaciones por una contribución voluntaria. Los Testigos fueron detenidos y procesados en muchas ocasiones por llevar a cabo su obra. Algunos tribunales, no obstante, dictaminaron que la actividad de los testigos de Jehová no podía considerarse propiamente venta ambulante. Esta fue la decisión del Tribunal Supremo del cantón de Vaud, por ejemplo, en 1953. Mientras tanto, en Dinamarca se intentó limitar las horas en que los Testigos podían ofrecer publicaciones, restringiéndolas al horario autorizado por las leyes para los comercios. También en esta cuestión los hermanos tuvieron que defender sus derechos en los tribunales. Pese a los obstáculos, los testigos de Jehová siguieron proclamando que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad.

Otra cuestión que afectaba a los testigos de Jehová de Europa, así como a los de otras partes de la Tierra, era su postura de neutralidad cristiana. Puesto que su conciencia cristiana no les permitía involucrarse en las luchas entre diferentes facciones de este mundo, en muchos países los encarcelaron. (Isa. 2:2-4.) Muchos jóvenes vieron así interrumpido su ministerio regular de casa en casa. No obstante, esto tuvo también un efecto positivo, pues se dio un testimonio intenso a abogados, jueces, oficiales militares y guardas de prisión. Incluso estando presos los Testigos se las arreglaban para predicar, aunque en algunas de las cárceles, como la de Santa Catalina, situada en Cádiz (España), recibían un trato brutal. Los Testigos recluidos en este lugar utilizaban parte de su tiempo para dar testimonio por correo. En Suecia, por otra parte, se dio mucha publicidad a cómo se trataban los casos relacionados con la neutralidad de los testigos de Jehová. Así pues, por muchos diferentes medios se dio a conocer a la gente que Jehová tiene testigos en la Tierra y que estos se adhieren firmemente a los principios bíblicos.

Hubo otro factor que contribuyó a que se conociera extensamente a los Testigos, factor que, además, tuvo un efecto poderoso y fortalecedor en su evangelización.

Asambleas que contribuyeron a dar testimonio

Cuando los testigos de Jehová celebraron una asamblea internacional en París (Francia) en 1955, la televisión transmitió imágenes del acontecimiento a toda la nación. En 1969 se celebró cerca de París otra asamblea en la que se evidenció que el ministerio de los Testigos había producido fruto. Se bautizaron en aquella ocasión 3.619 personas, alrededor del 10% del promedio de asistencia. El popular vespertino parisiense France-Soir del 6 de agosto de 1969 dijo: “Lo que preocupa al clero de otras religiones no es el medio espectacular de distribución de publicaciones que usan los testigos de Jehová, sino, más bien, el que hagan conversos. Todo testigo de Jehová tiene la obligación de dar testimonio o proclamar su fe por medio de usar la Biblia de casa en casa”.

Durante un período de tres semanas de aquel mismo verano de 1969 se celebraron otras cuatro grandes asambleas internacionales en las ciudades europeas de Londres, Copenhague, Roma y Núremberg. En la asamblea de Núremberg hubo 150.645 asistentes de 78 países. Además de aviones y barcos, se necesitaron unos 20.000 automóviles, 250 autobuses y 40 trenes especiales para transportar a todas aquellas personas a la asamblea.

Las asambleas no solo fortalecieron y prepararon a los testigos de Jehová para su ministerio, sino que también permitieron que el público viera por sí mismo qué clase de personas son los testigos de Jehová. Cuando se programó una asamblea internacional en Dublín (Irlanda) en 1965, el clero ejerció una fuerte presión para que se cancelaran todos los preparativos. Pero la asamblea se celebró, y muchos dublineses alojaron a asambleístas. ¿Con qué efecto? “No se nos ha dicho la verdad acerca de ustedes —comentaron algunas amas de casa después de la asamblea—. Los sacerdotes nos han mentido, pero ahora que les conocemos, estaremos contentos de tenerles aquí otra vez.”

Cuando la gente habla otro idioma

En las últimas décadas los testigos de Jehová europeos se han enfrentado al desafío especial de comunicarse con gente de otras nacionalidades. Una gran cantidad de personas se ha trasladado de un país a otro en busca de empleo. Algunas ciudades europeas se han convertido en sede de importantes organismos internacionales cuyo personal no siempre habla el idioma local.

Es cierto que en algunos lugares existe pluralidad de idiomas desde hace siglos. En la India, por ejemplo, se hablan catorce lenguas principales y alrededor de mil idiomas y dialectos minoritarios; y en Papua Nueva Guinea, más de setecientos. Pero en Luxemburgo, fue particularmente durante las pasadas décadas de los sesenta y setenta cuando los Testigos se encontraron con esta situación, al producirse una inmigración de personas de más de treinta naciones diferentes, y posteriormente de por lo menos otras setenta nacionalidades. Suecia informa que ha pasado de ser un país donde casi todo el mundo hablaba el mismo idioma a ser una sociedad donde se hablan 100 lenguas distintas. ¿Cómo han hecho frente a esta situación los testigos de Jehová?

Al principio, frecuentemente se limitaban a tratar de averiguar cuál era el idioma del amo de casa para entonces tratar de conseguir publicaciones que este pudiera leer. En Dinamarca, se grabaron casetes para que los turcos sinceros escucharan el mensaje en su propio idioma. Suiza tenía un buen número de trabajadores italianos y españoles. El modo como Rudolf Wiederkehr ayudó a unos trabajadores extranjeros es representativo de cómo se daba tal ayuda. Él intentó dar testimonio a un italiano, pero ninguno de los dos conocía bien el idioma del otro. ¿Qué se podía hacer? Nuestro hermano le dejó una revista La Atalaya en italiano. Pese al problema del idioma, el hermano Wiederkehr regresó y comenzó un estudio bíblico con el hombre, su esposa y su hijo de 12 años. El hermano utilizaba su libro en alemán durante el estudio, pero para la familia obtuvo libros en italiano. Cuando les faltaban las palabras, se valían de ademanes. A veces el joven, que estaba aprendiendo alemán en la escuela, les servía de intérprete. Toda la familia abrazó la verdad y rápidamente empezó a darla a conocer a otras personas.

Sin embargo, literalmente millones de trabajadores de España, Grecia, Italia, Portugal, Turquía y Yugoslavia se estaban mudando a Alemania y a otros países. A todos ellos se les podía ayudar espiritualmente de manera más eficaz en su propio idioma. Algunos Testigos de los países que acogieron a los trabajadores empezaron de inmediato a aprender los idiomas de estos. La sucursal de Alemania hasta programó clases para enseñar turco. Se invitó a Testigos de otros países que conocían un idioma en particular a trasladarse a lugares donde había una necesidad urgente de alguien que hablara esa lengua.

Algunos trabajadores extranjeros no habían hablado nunca con los testigos de Jehová y tenían verdadera hambre espiritual. Estas personas agradecieron el esfuerzo que se hizo por ayudarlas. Se formaron muchas congregaciones de idiomas extranjeros. Andando el tiempo, algunos de estos trabajadores extranjeros regresaron a sus países de origen para proseguir el ministerio en zonas donde no se había dado todavía un testimonio completo acerca del Reino de Dios.

Una siega abundante pese a los obstáculos

Los testigos de Jehová utilizan los mismos métodos de predicación por toda la Tierra. En Norteamérica llevan más de un siglo evangelizando dinámicamente. Así pues, no sorprende que hayan tenido una abundante siega espiritual. En 1975 había 624.097 testigos de Jehová activos en los Estados Unidos continentales y en Canadá. Pero esto no significa que la predicación no topara con oposición en Norteamérica.

Aunque para 1945 el gobierno canadiense había levantado la proscripción decretada contra los testigos de Jehová y sus sociedades legales, los beneficios de tal decisión no se sintieron de inmediato en la provincia de Quebec. En septiembre de 1945 chusmas de católicos atacaron a los testigos de Jehová de Châteauguay y Lachine. Detuvieron a Testigos y los acusaron de sedición porque las publicaciones que distribuían criticaban a la Iglesia Católica Romana. A otros los encarcelaron por distribuir publicaciones bíblicas que no tenían la aprobación del jefe de la policía. Para 1947 había 1.700 casos pendientes contra los Testigos en los tribunales de Quebec.

Mientras se procuraba por todos los medios que los tribunales revisaran algunos casos de prueba, se dio instrucciones a los Testigos de que predicaran el evangelio verbalmente utilizando solo la Biblia; de ser posible, se recomendaba usar la versión católica Douay. Ministros de tiempo completo de otras partes de Canadá se ofrecieron para aprender francés y se mudaron a Quebec para participar en la difusión de la adoración verdadera en la ciudad.

Muchos católicos sinceros invitaban a los Testigos a entrar en sus hogares y les hacían preguntas, aunque con frecuencia les decían: ‘Soy católico y no pienso cambiar’. Pero al ver por sí mismos lo que dice la Biblia, decenas de miles cambiaron por amor a la verdad y el deseo de agradar a Dios.

También en Estados Unidos se tuvo que luchar en los tribunales para hacer constar el derecho de los testigos de Jehová a predicar públicamente y de casa en casa. De 1937 a 1953 se llevaron 59 de tales casos al Tribunal Supremo, ubicado en Washington, D.C.

Se atienden los territorios no asignados

El objetivo de los testigos de Jehová no es simplemente participar un poco en la predicación de las buenas nuevas, sino llevar el mensaje del Reino a cuantas personas sea posible. Con ese fin, el Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová ha delegado en cada sucursal la responsabilidad de atender un sector específico del campo mundial. Cuando se forman congregaciones en el territorio de una sucursal, cada una de ellas recibe una parte de ese territorio para que predique en él. La congregación divide entonces el área en secciones que se pueden asignar a un grupo de ministros o a un solo ministro de la congregación, quienes se esfuerzan por predicar a todo amo de casa con regularidad. Pero ¿qué ocurre con las zonas que todavía no se hayan asignado a ninguna congregación?

En 1951 se elaboró una lista de todos los condados de Estados Unidos para determinar cuáles no estaban recibiendo visitas periódicas de los testigos de Jehová. En aquel entonces, en casi el 50% de los condados o no se estaba predicando o solo se estaba cubriendo parte del territorio. Se hicieron planes para que los Testigos efectuaran su ministerio en estas zonas durante los meses estivales o en otras temporadas convenientes, con miras a formar congregaciones. Cuando no había nadie en casa, los Testigos dejaban a veces un mensaje impreso junto con alguna publicación bíblica. Conducían los estudios bíblicos por correo. Posteriormente se enviaba a precursores especiales a tales territorios para atender a las personas interesadas.

Esta actividad no se limitó a la década de los cincuenta. En países de todo el mundo donde se predica en las ciudades principales pero todavía queda territorio sin asignar, se sigue haciendo un gran esfuerzo para llegar a la gente con la cual no se establece contacto regularmente. En los años setenta, alrededor del 20% de los habitantes de Alaska vivía en pueblos remotos. A muchos de ellos era más fácil encontrarlos en sus casas en invierno, cuando prácticamente no salen a pescar. Sin embargo, en esa época resulta peligroso volar debido a las fuertes ventiscas y a las formaciones de hielo. No obstante, los esquimales, los indios y los aleutianos tenían que recibir la oportunidad de aprender sobre la provisión de vida eterna bajo el Reino de Dios. A fin de llegar a ellos, un grupo de once Testigos voló en aviones pequeños a unos doscientos pueblos esparcidos por un área de 844.000 kilómetros cuadrados en un período de dos años. Estos viajes se financiaron con las contribuciones voluntarias de los Testigos de Alaska.

Además de estas giras de predicación, se ha animado a Testigos maduros a pensar en mudarse a zonas de su propio país donde haya mayor necesidad de proclamadores del Reino. Miles han respondido. Entre los estadounidenses que lo han hecho figuran Eugene y Delia Shuster, que dejaron Illinois en 1958 para servir en Hope (Arkansas). Llevan en ese lugar más de tres décadas, tiempo durante el cual han localizado a personas que han mostrado interés, las han organizado en una congregación y las han ayudado a alcanzar la madurez cristiana.

En 1957 el superintendente de circuito de Alexander B. Green animó a este y a su esposa a dejar Dayton (Ohio) e irse a servir a Misisipí. Al principio los asignaron a Jackson, y dos años después a Clarksdale. Posteriormente el hermano Green sirvió en otras cinco poblaciones. En todos estos lugares había congregaciones pequeñas que necesitaban ayuda. Se ganó el sustento trabajando de portero, jardinero, barnizador de muebles, mecánico de automóviles, etcétera. No obstante, dedicaba la mayor parte de sus energías a predicar las buenas nuevas. Ayudó a los Testigos de aquellos lugares a crecer espiritualmente, predicó junto con ellos a la gente del territorio, y en varios casos les ayudó a construir un Salón del Reino antes de trasladarse a otro lugar.

En 1967, cuando Gerald Cain, que vivía en el oeste de Estados Unidos, se hizo Testigo, tanto él como su familia entendieron que la obra de evangelizar era muy urgente. Aun antes de que ninguno de ellos se bautizara, ya estaban pensando en servir donde más se les necesitara. Trabajaron durante cuatro años con la congregación de Needles (California), cuyo territorio abarcaba partes de tres estados del oeste de Estados Unidos. Cuando tuvieron que mudarse por razones de salud, volvieron a escoger un lugar donde se necesitaba mucha ayuda, y convirtieron parte de su casa en un Salón del Reino. Los Cain han hecho otros traslados después, pero siempre han procurado establecerse en los lugares donde podían ser de mayor ayuda en la predicación.

Al multiplicarse el número de congregaciones, en algunas zonas ha habido gran necesidad de ancianos capacitados. Con el fin de satisfacer esta demanda, miles de ancianos se han ofrecido para desplazarse periódicamente (y a sus expensas) a congregaciones que están fuera de su comunidad. Hacen el viaje tres, cuatro, cinco o más veces a la semana para participar en las reuniones de la congregación y en el ministerio del campo, así como para pastorear el rebaño. Esto ha sucedido no solo en Estados Unidos, sino en El Salvador, España, Japón, los Países Bajos y muchos otros países. En algunos casos los ancianos y sus familias han cambiado de domicilio para satisfacer esta necesidad.

¿Cuáles han sido los resultados? Examine el caso de un país. Cuando en 1951 se anunció por primera vez el proyecto de trabajar en territorio no asignado, en Estados Unidos había unas tres mil congregaciones, con un promedio de 45 publicadores por congregación. Para 1975 había 7.117 congregaciones, y el promedio de Testigos activos que se asociaba con cada congregación había aumentado a casi ochenta.

De 1945 a 1975 el testimonio que se dio acerca del nombre y el Reino de Jehová fue mucho mayor que nunca antes.

El número de Testigos en todo el mundo había crecido de 156.299 en 1945 a 2.179.256 en 1975. Todos predicaban públicamente el Reino de Dios.

En 1975 los testigos de Jehová estaban activos en 212 países (contados según se dividía el mapa a principios de los años noventa). En los Estados Unidos continentales y en Canadá, 624.097 Testigos efectuaban su ministerio. En Europa, sin incluir lo que entonces era la Unión Soviética, había otros 614.826. África estaba escuchando el mensaje bíblico de la verdad mediante los 312.754 Testigos que participaban en la obra en ese continente. México, Centroamérica y Sudamérica contaban con 311.641 Testigos; Asia, con 161.598; Australia y las numerosas islas de todo el planeta, con 131.707.

Durante los treinta años anteriores a 1975, los testigos de Jehová dedicaron 4.635.265.939 horas a la predicación y enseñanza públicas. Además, dejaron 3.914.971.158 libros, folletos y revistas a personas interesadas para que comprendieran cómo beneficiarse del propósito amoroso de Jehová. En armonía con el mandato de Jesús de hacer discípulos, hicieron 1.788.147.329 revisitas, y en 1975 condujeron un promedio de 1.411.256 estudios bíblicos gratuitos en las casas con personas solas y con familias.

Para 1975 la predicación de las buenas nuevas se había extendido a 225 países. En ese año florecían congregaciones de celosos Testigos en más de 80 países a los que para 1945 habían llegado las buenas nuevas pero todavía no había ninguna congregación. Algunos de estos lugares fueron la República de Corea, con 470 congregaciones; España, con 513; Zaire, con 526; Japón, con 787; e Italia, con 1.031.

En el período de 1945 a 1975 la gran mayoría de los que se hicieron testigos de Jehová no se consideraban ungidos con el espíritu de Dios, con vida celestial en perspectiva. En la primavera de 1935, el 93% de los que participaban en el ministerio del campo tomó los emblemas en la Cena del Señor. (Más avanzado el año se entendió que la “gran muchedumbre” de Revelación 7:9 se componía de personas que vivirían para siempre en la Tierra.) Para 1945 la cantidad de Testigos cuya esperanza era vivir en un paraíso terrestre había aumentado hasta el punto de constituir el 86% de los predicadores de las buenas nuevas. Para 1975, menos del 0,5% de la organización mundial de los testigos de Jehová afirmaban ser cristianos ungidos por espíritu. A pesar de estar dispersos por unos 115 países en aquel tiempo, estos ungidos continuaban sirviendo como un cuerpo unido bajo Jesucristo.

[Comentario en la página 463]

“Desde que ustedes llegaron todo el mundo habla de la Biblia”

[Comentario en la página 466]

“Lo que usted me acaba de decir es lo que leí en aquella Biblia hace tantos años”

[Comentario en la página 470]

Miles se mudaron a lugares dentro de su propio país donde se necesitaban más Testigos

[Comentario en la página 472]

‘Una recompensa inapreciable’

[Comentario en la página 475]

Testigos capacitados fueron enviados a países donde había una necesidad especial de ayuda

[Comentario en la página 486]

Con poderosos argumentos bíblicos, los primeros Testigos que hubo en Nigeria denunciaron al clero y sus enseñanzas falsas

[Comentario en la página 497]

Cuando les faltaban las palabras, se valían de ademanes

[Comentario en la página 499]

¿Cuál era el objetivo? Llevar el mensaje del Reino a cuantas personas fuera posible

[Mapa/Fotografía en la página 489]

Se hizo un gran esfuerzo por llevar las buenas nuevas del Reino de Jehová a la gente de China

Desde Chefu se enviaron miles de cartas, tratados y libros entre 1891 y 1900

C. T. Russell discursó en Shanghai y visitó 15 ciudades y pueblos en 1912

Entre 1912 y 1918, repartidores viajaron por la costa y el interior de China y distribuyeron muchas publicaciones

Repartidores japoneses sirvieron aquí en 1930 y 1931

En los años treinta se radiaron programas en chino desde Shanghai, Pekín y Tientsin; como resultado, se recibieron de muchas partes de China cartas en las que se pedían publicaciones

Precursores australianos y europeos predicaron en Shanghai, Pekín, Tientsin, Tsingtao, Pei-tai-ho, Chefu, Weihaiwei, Cantón, Swatow, Amoy, Foochow, Hankow y Nanking durante los años treinta y cuarenta. Otros llegaron por la “ruta de Birmania” y predicaron en Pao-shan, Chungking y Chengtu. Precursores locales sirvieron en Shensi y Ningpo

[Fotografía]

Misioneros preparados en Galaad, como Stanley Jones (izquierda) y Harold King (derecha), sirvieron aquí de 1947 a 1958, junto con otros celosos Testigos chinos

[Mapa]

CHINA

[Mapa/Fotografías en la página 462]

El “Sibia” sirvió de hogar misional flotante en las Antillas

G. Maki

S. Carter

R. Parkin

A. Worsley

[Mapa]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

BAHAMAS

ISLAS DE SOTAVENTO

ISLAS VÍRGENES (E.U.A.)

ISLAS VÍRGENES (BRIT.)

ISLAS DE BARLOVENTO

[Mapa en la página 477]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

En África, las vivificantes aguas de la verdad fluyeron en muchas direcciones, rebasando fronteras nacionales

EGIPTO

SENEGAL

KENIA

SUDÁFRICA

GHANA

KENIA

MALAUI

NIGERIA

SIERRA LEONA

ZAMBIA

[Fotografías en la página 464]

A llegar a Bolivia, los misioneros Edward Michalec (izquierda) y Harold Morris (derecha) predicaron primero en La Paz

[Fotografía en la página 465]

El barco “El Refugio”, construido por Testigos peruanos, se utilizó para llevar el mensaje del Reino a la gente que vivía en las riberas del alto Amazonas

[Fotografía en la página 467]

Las clases de alfabetización que han dado los Testigos en México han hecho posible que decenas de miles de personas lean la Palabra de Dios

[Fotografía en la página 468]

El hermano Knorr (delante, a la derecha) se reunió con Testigos en asambleas pequeñas celebradas en estancias y en las montañas de Argentina cuando se les prohibió reunirse abiertamente

[Fotografía en la página 469]

Entre los miles de Testigos que se trasladaron a otros países para servir donde podrían ser más útiles estuvieron familias tales como la de Harold y Anne Zimmerman con sus cuatro niños (Colombia)

[Fotografía en la página 471]

Cuando se pidieron voluntarios, Tom y Rowena Kitto se trasladaron a Papua para enseñar la verdad bíblica

[Fotografía en la página 471]

John y Ellen Hubler, seguidos de otros 31 Testigos, se mudaron a Nueva Caledonia. Antes de que tuvieran que marcharse, se formó una congregación sólida en la isla

[Fotografía en la página 473]

Fuaiupolu Pele, de Samoa Occidental, se enfrentó de joven a fuerte oposición de parte de su familia y la comunidad cuando decidió hacerse testigo de Jehová

[Fotografía en la página 474]

Cuando Shem Irofa’alu y sus compañeros se convencieron de que lo que enseñan los testigos de Jehová es la verdad, convirtieron las iglesias de veintiocho aldeas de las Islas Salomón en Salones del Reino

[Fotografía en la página 476]

Para poder predicar en Etiopía a principios de los años cincuenta, se exigió a los Testigos que abrieran una misión y dieran instrucción escolar

[Fotografía en la página 478]

Cuando a Gabriel Paterson (abajo) lo amenazaron con expulsarlo del país, un funcionario prominente lo tranquilizó con estas palabras: ‘La verdad es como un río poderoso; si uno trata de represarlo, fluye por encima de la represa’

[Fotografías en la página 479]

En una asamblea celebrada en Nigeria en 1970 se bautizaron 3.775 nuevos Testigos; se tomaron medidas para verificar que todos reunían los requisitos

[Fotografías en la página 481]

La proyección de películas (en África y en todo el mundo) dio al público una idea de la magnitud de la organización visible de Jehová

[Fotografía en la página 482]

João Mancoca (que aquí aparece junto a su esposa, Mary) ha servido lealmente a Jehová por décadas en circunstancias muy difíciles

[Fotografía en la página 483]

En 1961, Ernest Heuse, hijo, pudo entrar en Zaire (entonces llamado Congo) junto con su familia para ayudar a dar instrucción espiritual a los que verdaderamente querían servir a Jehová

[Fotografía en la página 485]

Aunque solo llevaba un año bautizada y no sabía si había más Testigos en Kenia, Mary Whittington empezó a ayudar a la gente a conocer la verdad

[Fotografía en la página 487]

Mary Nisbet (delante, en el centro) entre sus hijos Robert y George, que fueron precursores en África oriental en los años treinta, y (detrás) su hijo William junto a su esposa, Muriel, quienes sirvieron en África oriental de 1956 a 1973

[Fotografías en la página 488]

En una asamblea celebrada en las Filipinas en 1945, se explicó cómo enseñar mediante estudios bíblicos en los hogares

[Fotografías en la página 490]

Don y Mabel Haslett, los primeros misioneros que llegaron a Japón después de la guerra, predicando por las calles

[Fotografía en la página 491]

Lloyd Barry (derecha) sirvió veinticinco años en Japón, primero de misionero y después de superintendente de sucursal

[Fotografía en la página 491]

Don y Earlene Steele, los primeros de los muchos misioneros que sirvieron en la República de Corea

[Fotografía en la página 492]

Años atrás, Fred Metcalfe fue atacado por chusmas en varias ocasiones mientras predicaba con la Biblia en Irlanda; pero miles de irlandeses se hicieron testigos de Jehová cuando se decidieron a escuchar

[Fotografía en la página 493]

Pese a la oposición del clero, hubo miles de asistentes a las asambleas organizadas por los Testigos en Italia (Roma, 1969)

[Fotografía en la página 494]

En tiempos de proscripción, a menudo se celebraban las reuniones de congregación a modo de comida campestre, como se muestra en esta fotografía tomada en Portugal

[Fotografías en la página 495]

Los Testigos encarcelados en Cádiz (España) siguieron predicando mediante cartas

[Fotografías en la página 496]

Las asambleas grandes permitieron que el público viera y escuchara por sí mismo qué clase de personas son los Testigos

París (Francia), 1955

Núremberg (Alemania), 1955

[Fotografías en la página 498]

Los testigos de Jehová luxemburgueses han tenido que utilizar publicaciones en cien idiomas por lo menos para comunicar las buenas nuevas a todos los habitantes de su país