Ir al contenido

Ir al índice

“Buscando primero el Reino”

“Buscando primero el Reino”

Capítulo 18

“Buscando primero el Reino”

EL TEMA principal de la Biblia es la santificación del nombre de Jehová mediante el Reino. Jesucristo enseñó a sus seguidores a buscar primero el Reino, poniéndolo por encima de todo otro interés en la vida. ¿Por qué?

A menudo La Atalaya ha explicado que, por ser el Creador, Jehová es el Soberano Universal. Merece que sus criaturas lo tengan en la más alta estima. (Rev. 4:11.) No obstante, en los albores de la historia humana uno de los hijos celestiales o espirituales de Dios, quien se hizo a sí mismo Satanás el Diablo, desafió insolentemente la soberanía de Jehová. (Gén. 3:1-5.) Además, Satanás imputó motivos egoístas a todos los que servían a Jehová. (Job 1:9-11; 2:4, 5; Rev. 12:10.) Así se perturbó la paz del universo.

Por décadas las publicaciones de la Watch Tower han indicado que Jehová ha hecho provisión para resolver estas cuestiones de una manera que ensalce no solo Su imponente poder, sino también la grandeza de su sabiduría, justicia y amor. Una parte esencial de esta provisión es el Reino Mesiánico de Dios. Este da a la humanidad plena oportunidad de aprender los caminos de la justicia. También mediante él se destruirá a los inicuos, se vindicará la soberanía de Jehová y se cumplirá el propósito divino de hacer de la Tierra un paraíso habitado por personas que realmente amen a Dios, se amen unas a otras y sean bendecidas con vida en perfección.

Debido a la importancia de ese gobierno, Jesús dio el siguiente consejo a sus seguidores: “Sigan, pues, buscando primero el reino”. (Mat. 6:10, 33.) Los testigos de Jehová de nuestros tiempos han dado prueba abundante de que se esfuerzan por prestar atención a ese consejo.

Renuncian a todo por el Reino

En una fecha temprana, los Estudiantes de la Biblia hicieron un estudio de lo que significaba buscar primero el Reino. Analizaron la parábola de Jesús en la que comparó el Reino a una perla tan valiosa que cierto hombre “vendió todas las cosas que tenía, y la compró”. (Mat. 13:45, 46.) Reflexionaron sobre el significado del consejo que dio Jesús a un joven gobernante rico de que vendiera todas sus posesiones, las distribuyera entre los pobres y le siguiera. (Mar. 10:17-30.) * Se dieron cuenta de que tenían que dar prioridad al Reino, empleando con gusto su vida, aptitudes y recursos como prueba de que eran dignos de participar en el Reino de Dios. Las demás cosas de la vida tenían que pasar a un segundo plano.

Charles Taze Russell tomó a pecho ese consejo. Vendió su próspero negocio de ropa de caballero, fue dejando poco a poco los negocios y usó luego todos sus bienes materiales para dar a la gente ayuda espiritual. (Compárese con Mateo 6:19-21.) Esto no lo hizo por solo unos años. Hasta su misma muerte utilizó todos sus recursos —su capacidad mental, su salud física y sus posesiones materiales— para enseñar a otros el importante mensaje del Reino del Mesías. En el funeral de Russell, Joseph F. Rutherford, uno de sus colaboradores, dijo: “Charles Taze Russell fue leal a Dios, leal a Cristo Jesús, leal a la causa del Reino del Mesías”.

En abril de 1881 (cuando solo unos centenares de personas asistían a las reuniones de los Estudiantes de la Biblia) la Watch Tower publicó un artículo titulado “Se solicitan 1.000 predicadores”. Este invitaba a hombres y mujeres que no tuvieran personas que dependieran de ellos a emprender la obra de evangelizadores que repartieran publicaciones bíblicas. Empleando el lenguaje de la parábola de Jesús en Mateo 20:1-16, la Watch Tower preguntó: “¿Quién tiene el deseo ardiente de ir a trabajar en la Viña, y ha estado orando que el Señor abra el camino?”. Se instó a los que pudieran dedicar por lo menos la mitad de su tiempo exclusivamente a la obra del Señor a solicitar aquel servicio. Para ayudarles a cubrir los gastos de transporte, comida, ropa y alojamiento, la Sociedad Zion’s Watch Tower Tract puso en manos de los primeros repartidores literatura bíblica que podían distribuir, mencionó la modesta contribución que podían solicitar por esta e indicó a los repartidores que podían quedarse con una parte de los fondos que recibían. ¿Quiénes respondieron a aquella invitación y emprendieron el servicio de repartidor?

Para 1885 unos trescientos repartidores trabajaban con la Sociedad. En 1914, la cantidad pasó por fin de los mil predicadores. No era un trabajo fácil. Después de visitar los hogares de cuatro pueblos pequeños y de hallar a solo tres o cuatro personas que mostraron algún interés, un repartidor escribió: “Tengo que reconocer que me sentí solo al viajar hasta tan lejos, hablar con tantas personas y hallar tan poco interés en el plan de Dios y en su Iglesia. Ayúdenme con sus oraciones, de modo que pueda presentar la verdad de manera apropiada y sin temor, y no cansarme de hacer el bien”.

Se ofrecieron de buena gana

Aquellos repartidores eran auténticos pioneros. Penetraron en los lugares más recónditos del país en un tiempo en que el transporte era muy rudimentario y las carreteras eran, en su mayoría, poco más que surcos producidos por las carretas. En Nueva Zelanda la hermana Early trabajó de ese modo. Comenzó mucho antes de la I Guerra Mundial y dedicó treinta y cuatro años al servicio de tiempo completo hasta su muerte en 1943. Cubrió gran parte del país en bicicleta. Siguió usando su bicicleta para apoyarse y llevar los libros cuando predicaba en el territorio de negocios de Christchurch, aun cuando no podía montar en ella por encontrarse paralizada a causa de la artritis. Podía subir escaleras, pero su incapacidad física la obligaba a bajarlas caminando hacia atrás. No obstante, mientras le quedaron fuerzas las usó en servir a Jehová.

Aquellos Estudiantes de la Biblia no emprendieron la obra de repartidor porque estuvieran seguros de sí mismos. Algunos eran muy tímidos, pero amaban a Jehová. Antes de testificar en territorios de negocios, una de aquellas hermanas pedía a todos los Estudiantes de la Biblia de su zona que oraran por ella. Con el tiempo, al adquirir experiencia, se entusiasmó con el servicio.

Cuando Malinda Keefer habló con el hermano Russell en 1907 sobre su deseo de empezar a servir de tiempo completo, le dijo que le parecía que antes tenía que aprender más. De hecho, solo llevaba un año leyendo las publicaciones de los Estudiantes de la Biblia. La respuesta del hermano Russell fue: “Si quieres esperar hasta que lo [sepas] todo, jamás comenzarás; [...] aprenderás a medida que hagas el trabajo”. Ella empezó sin demora, en Ohio (Estados Unidos). A menudo recordaba el texto de Salmo 110:3: “Tu pueblo se ofrecerá de buena gana”. Por los siguientes setenta y seis años eso fue precisamente lo que hizo. * Comenzó mientras era soltera. Luego, ya casada, disfrutó del servicio durante quince años. Pero después de la muerte de su esposo siguió sirviendo, con la ayuda de Jehová. En retrospectiva, dijo: “¡Cuán agradecida estoy de que me ofrecí de buena gana como precursora cuando [era] joven y siempre puse los intereses del Reino en primer lugar!”.

Al principio, cuando se celebraban las asambleas generales se preparaban reuniones especiales para beneficio de los repartidores. En ellas se contestaban preguntas, se preparaba a los más nuevos y se daba ánimo a todos.

Desde 1919 en adelante hubo muchos más siervos de Jehová que apreciaron tanto el Reino de Dios que lo hicieron el centro de su vida. Algunos pudieron poner a un lado sus intereses seglares y dedicarse de lleno al ministerio.

Atención a sus necesidades materiales

¿Cómo se suplían sus necesidades materiales? Anna Petersen (después Rømer), evangelizadora de tiempo completo en Dinamarca, recordó: “Recibíamos alguna ayuda para los gastos diarios de las publicaciones que colocábamos[;] y no necesitábamos mucho. Si se nos presentaban gastos grandes, nos las arreglábamos de algún modo. Las hermanas nos daban ropa —trajes o abrigos—, y nos la poníamos enseguida, de modo que vestíamos bien. Y durante algunos inviernos yo trabajaba un par de meses en alguna oficina. [...] Compraba cuando había ventas especiales, y así conseguía la ropa que necesitaba para todo el año. Todo salía bien. Nunca pasamos necesidad”. Lo que más les importaba a los repartidores no eran las posesiones materiales. Su amor a Jehová y Sus caminos era como un fuego que ardía dentro de ellos, y sencillamente tenían que expresarlo.

Para alojarse solían alquilar una habitación pequeña mientras visitaban a las personas de determinada zona. Unos utilizaban una casa remolque, nada lujosa, donde podían comer y dormir. Otros dormían en tiendas de campaña mientras viajaban de un lugar a otro. En algunos lugares los hermanos organizaban “campamentos de precursores”. A veces los Testigos de la zona les facilitaban un hogar, y se asignaba a alguien para que lo supervisara. Los precursores de aquella zona podían alojarse allí y contribuir para los gastos.

Aquellos trabajadores de tiempo completo no permitían que la falta de dinero impidiera que personas mansas como ovejas obtuvieran literatura bíblica. A menudo los precursores trocaban las publicaciones por papas, mantequilla, huevos, fruta fresca o enlatada, pollos, jabón o cualquier otra cosa. No se enriquecían; más bien, ayudaban a la gente sincera a recibir el mensaje del Reino, mientras obtenían lo que necesitaban en sentido físico para seguir en el ministerio. Confiaban en la promesa de Jesús de que si ‘buscaban primero el reino y la justicia de Dios’, entonces se les suministrarían el alimento y el albergue necesarios. (Mat. 6:33.)

Dispuestos a servir donde se les necesitara

El deseo sincero de cumplir con la labor que Jesús había asignado a sus discípulos llevó a los predicadores de tiempo completo a nuevos territorios, e incluso a otros países. En 1931, cuando se invitó a Frank Rice a dejar Australia y empezar a predicar las buenas nuevas en Java (ahora parte de Indonesia), contaba con diez años de experiencia en el ministerio de tiempo completo. No obstante, en Java tendría que adaptarse a nuevas costumbres y aprender nuevos idiomas. Podía predicar en inglés en las tiendas y en las oficinas, pero también quiso testificar a los que no supieran esta lengua. Estudió mucho, y en tres meses aprendió suficiente holandés como para predicar de casa en casa. Después estudió malayo.

Frank solo tenía 26 años cuando viajó a Java, y trabajó solo la mayor parte de los seis años que pasó allí y en Sumatra. (A finales de 1931, Clem Deschamp y Bill Hunter llegaron de Australia para ayudarle a efectuar la obra. Estos emprendieron una gira de predicación en el interior, mientras Frank predicaba en la capital de Java y sus alrededores. Más tarde, Clem y Bill también recibieron asignaciones que los separaron.) No había reuniones de congregación a las que Frank pudiera asistir. A veces se sentía solo, y en más de una ocasión tuvo que luchar contra la idea de renunciar a su obra allí y regresar a Australia. Pero siguió trabajando. ¿Cómo le fue posible? El alimento espiritual publicado en The Watch Tower le fortaleció. En 1937 aceptó una asignación en Indochina, donde sobrevivió con dificultad a las violentas revueltas que ocurrieron allí después de la II Guerra Mundial. Todavía mantenía su espíritu de servicio en los años setenta cuando escribió una carta en la que expresaba su gozo porque toda su familia servía a Jehová y porque tanto él como su esposa estaban de nuevo preparándose para trasladarse a un lugar de Australia donde se necesitaba ayuda.

‘Confían en Jehová con todo su corazón’

Claude Goodman estuvo resuelto a ‘confiar en Jehová con todo su corazón, y a no apoyarse en su propio entendimiento’, de modo que escogió el servicio de repartidor como evangelizador cristiano en vez de trabajar y ganar dinero. (Pro. 3:5, 6.) Junto con Ronald Tippin, quien le había ayudado a aprender la verdad, fue repartidor en Inglaterra durante poco más de un año. Luego, en 1929, los dos se ofrecieron para ir a la India. * ¡Qué desafío representaba aquello!

En los años siguientes viajaron no solo a pie y en trenes de pasajeros y autobuses, sino también en trenes de carga, en carretas tiradas por bueyes, sobre camellos, en sampanes, en cochecillos tirados por hombres y a veces hasta en aviones y trenes particulares. En ocasiones tendían sus petates en salas de espera de estaciones de ferrocarril, en algún establo para ganado, en la hierba de la selva o en el suelo de estiércol de vaca de alguna choza, pero en otras ocasiones durmieron en hoteles de lujo y en el palacio de un rajá. Como el apóstol Pablo, aprendieron el secreto de estar contentos, fuera que carecieran de provisiones o que las tuvieran en abundancia. (Fili. 4:12, 13.) Por lo general no tenían muchas cosas de valor material, pero nunca les faltó lo que realmente necesitaban. Experimentaron personalmente el cumplimiento de la promesa de Jesús de que si buscaban primero el Reino y la justicia de Dios se les proveería lo que necesitaran para la vida.

Contrajeron el dengue, la malaria y la tifoidea, pero sus compañeros Testigos los cuidaron amorosamente. Tuvieron que servir entre la miseria de ciudades como Calcuta y testificar en las plantaciones de té de las montañas de Ceilán (ahora llamada Sri Lanka). Para satisfacer las necesidades espirituales de la gente ofrecían publicaciones, ponían grabaciones hechas en la lengua vernácula y presentaban discursos. Cuando la obra creció, Claude también aprendió a manejar una prensa y a atender otros trabajos en las sucursales de la Sociedad.

Al cumplir 87 años podía recordar una vida rica de experiencias en el servicio de Jehová en Inglaterra, India, Paquistán, Ceilán, Birmania (hoy Myanmar), Malaya, Tailandia y Australia. Mantuvo el Reino en primer lugar en su vida mientras fue un joven soltero y cuando estuvo casado y tuvo familia. Menos de dos años después de su bautismo emprendió el servicio de tiempo completo, y lo consideró su carrera durante el resto de su vida.

El poder de Dios se perfecciona en la debilidad

Ben Brickell fue otro de aquellos Testigos celosos que, como otras personas, tuvo necesidades y enfermó. Su fe era sobresaliente. En 1930 empezó a servir de repartidor en Nueva Zelanda, y allí testificó en territorios que no se predicarían de nuevo hasta décadas después. Dos años más tarde, en Australia, emprendió una gira de predicación de cinco meses por la zona desértica, donde nunca se había testificado. Sobre su bicicleta cargaba mantas, ropa y alimentos, y llevaba libros para distribuir. Aunque otros hombres habían muerto al intentar viajar por aquella región, él no se retrajo, pues confiaba en Jehová. Luego sirvió en Malaysia, donde una afección cardíaca le presentó problemas serios. Pero no desistió. Tras de un período de recuperación, siguió predicando de tiempo completo en Australia. Unos diez años después, una enfermedad grave le obligó a internarse en un hospital, y cuando se le dio de alta el médico le dijo que “estaba incapacitado en un 85%”. No podía siquiera ir de compras sin tener que detenerse varias veces a descansar en la calle.

Sin embargo, Ben Brickell estaba decidido a continuar, y lo hacía, descansando cuando tenía la necesidad. En poco tiempo estuvo testificando en el accidentado interior australiano. Hizo lo que pudo para atender su salud, pero el servicio a Jehová fue lo más importante para él hasta que murió treinta años después, cuando tenía 65 años. * Reconocía que el poder de Jehová podía compensar su debilidad. En la asamblea de Melbourne de 1969 sirvió en un departamento de precursores, y llevaba una tarjeta en la solapa que decía: “Si desea información sobre el servicio de precursor, pregúnteme”. (Compárese con 2 Corintios 12:7-10.)

Se predica en pueblos de la selva y en campamentos mineros de las montañas

El celo por el servicio de Jehová no solo impulsó a hombres, sino también a mujeres a predicar en territorios a los que no habían llegado las buenas nuevas. Freida Johnson, de la clase ungida, era de poca estatura y tenía unos cincuenta años de edad cuando predicaba sola en zonas de América Central, visitando a caballo lugares como la costa norte de Honduras. Se requería fe para trabajar sola en aquella región, yendo de unas plantaciones de banana a otras, y a los pueblos de La Ceiba, Tela y Trujillo, además de solitarias aldeas caribeñas más lejanas. Predicó allí en 1930 y 1931, de nuevo en 1934, y en 1940 y 1941, distribuyendo miles de ejemplares de publicaciones que daban a conocer la verdad bíblica.

En aquellos años otra celosa trabajadora comenzó su ministerio de tiempo completo. Esta fue la alemana Kathe Palm. Lo que le impulsó a participar en esa obra fue la asamblea de Columbus (Ohio), en 1931, en la cual los Estudiantes de la Biblia adoptaron el nombre de testigos de Jehová. En aquella ocasión decidió buscar primero el Reino, y en 1992, a la edad de 89 años, aún lo seguía haciendo.

Comenzó su servicio de precursora en la ciudad de Nueva York. Luego se trasladó a Dakota del Sur, donde tuvo una compañera por unos meses, pero después siguió sola en la obra, viajando a caballo. Cuando se le invitó a servir en Colombia (América del Sur), aceptó inmediatamente y llegó a ese país a finales de 1934. De nuevo tuvo una compañera por algún tiempo, pero después tuvo que continuar sola. Esto no la disuadió de seguir en su obra.

Un matrimonio la invitó a servir con ellos en Chile. Aquel era otro territorio inmenso, que se extendía 4.265 kilómetros a lo largo de la costa oeste sudamericana. Después de predicar en los edificios de oficinas de la capital, viajó a zonas distantes del norte del país. Testificó de casa en casa en todos los campamentos mineros y en los poblados —grandes o pequeños— establecidos por las compañías mineras para sus empleados. Los mineros de las montañas andinas se sorprendían de la visita de una mujer que viajaba sola, pero ella estaba decidida a hablar a toda la gente de su zona asignada. Luego se mudó al sur, donde había estancias o ranchos de ovejas de unas 100.000 hectáreas. La gente de aquellos lugares era amigable y hospitalaria, y la invitaba a la mesa a las horas de las comidas. Jehová cuidó de ella de esa manera y de otras, de modo que no le faltó el sustento físico.

La predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios ha llenado su vida. * Evocando sus años de servicio, dijo: “He tenido una vida muy remuneradora. Todos los años, cuando asisto a una asamblea del pueblo de Jehová, me llena de alegría y satisfacción ver que tantas personas con quienes estudié la Biblia publican las buenas nuevas y ayudan a otros a venir al agua de la vida”. Ha tenido el gozo de ver aumentar la cantidad de alabadores de Jehová en Chile de unos cincuenta a más de 44.000.

“¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”

Martin Poetzinger, de Alemania, se bautizó después de escuchar un discurso basado en la invitación de Jehová a participar en Su servicio según Isaías 6:8, y en la respuesta positiva del profeta: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”. Dos años más tarde, en 1930, emprendió el ministerio de tiempo completo en Baviera. * Poco tiempo después los funcionarios locales prohibieron la predicación de los Testigos, clausuraron los lugares donde se reunían y confiscaron sus publicaciones. La Gestapo era una amenaza constante. Sin embargo, aquellos sucesos de 1933 no pusieron fin al ministerio del hermano Poetzinger.

Se le invitó a servir en Bulgaria. Allí se usaban tarjetas de testimonio en búlgaro para presentar las publicaciones bíblicas. Pero había mucha gente que no sabía leer. De modo que el hermano Poetzinger estudió el idioma local, que usa el alfabeto cirílico. Cuando una familia aceptaba publicaciones, a menudo los hijos tenían que leérselas a los padres.

Durante la mayor parte del primer año el hermano Poetzinger trabajó solo, y escribió: “En la Conmemoración yo mismo presenté el discurso, hice la oración y concluí la reunión”. En 1934 todos los extranjeros fueron expulsados del país, de modo que se fue a Hungría. Allí tuvo que aprender otro idioma para poder compartir con otros las buenas nuevas. De Hungría pasó a los países conocidos entonces como Checoslovaquia y Yugoslavia.

Tuvo muchas experiencias agradables mientras, con una carga de publicaciones en la espalda, buscaba por los campos y los pueblos a la gente que amaba la verdad; experimentó el cuidado de Jehová cuando gente hospitalaria le ofrecía comida y donde pasar la noche; hablaba con aquellos que venían a su hospedaje para aprender más del mensaje consolador del Reino hasta muy entrada la noche.

Su fe se vio sometida también a pruebas difíciles. Mientras servía en un país extranjero y se hallaba sin dinero, enfermó gravemente. Ningún médico quería atenderle. Pero Jehová le proveyó lo necesario. ¿De qué manera? Al fin pudo comunicarse con el especialista más experimentado del hospital de la zona donde se hallaba. Este hombre, que creía firmemente en la Biblia, atendió al hermano Poetzinger como habría atendido a su propio hijo, y no le cobró. El médico quedó impresionado por el espíritu de abnegación de este joven, que se evidenciaba en su obra, y aceptó como regalo un juego de libros de la Sociedad.

Cuatro meses después de casarse, el hermano Poetzinger tuvo que enfrentarse a otra prueba severa. Fue arrestado en diciembre de 1936 y pasó primero a un campo de concentración y luego a otro, mientras su esposa fue recluida en otro campo. Estuvieron nueve años sin verse. Jehová no impidió aquella cruel persecución, pero sí fortaleció a Martin y a su esposa Gertrud, así como a otros miles, para que la aguantaran.

Cuando el hermano Poetzinger y su esposa fueron puestos en libertad, disfrutó de muchos años de servicio como superintendente viajante en Alemania. Estuvo en las emocionantes asambleas de la posguerra celebradas en Núremberg, en el mismo estadio donde Hitler había presenciado sus desfiles militares. Pero entonces el terreno estaba lleno de una muchedumbre de apoyadores leales del Reino de Dios. Asistió a las inolvidables asambleas celebradas en el Estadio Yanqui de Nueva York. Disfrutó a plenitud de la instrucción que recibió en la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. Y en 1977 llegó a formar parte del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová. El mejor modo de expresar su actitud hasta su muerte en 1988, es con las palabras: ‘Esto es lo único que hago: buscar primero el Reino’.

Aprenden lo que realmente significa

Evidentemente el espíritu de abnegación no es nada nuevo entre los testigos de Jehová. Cuando se publicó el primer tomo de La Aurora del Milenio en 1886, se trató sin reservas el asunto de la consagración (o, como diríamos hoy, la dedicación). Mediante las Escrituras se indicó que los cristianos verdaderos lo “consagran” todo a Dios; eso incluye sus aptitudes, sus posesiones materiales y su vida. Así los cristianos llegan a ser mayordomos de lo que se ha “consagrado” a Dios y, como mayordomos, tienen que dar cuenta a Dios y no a los hombres.

Cada vez más Estudiantes de la Biblia daban todo de sí mismos al servicio de Dios. Usaban a plenitud sus aptitudes, sus posesiones y su energía vital en hacer Su voluntad. Por otra parte, lo más importante para algunos era cultivar lo que llamaban un carácter cristiano que les permitiera participar con Cristo en el Reino.

Aunque el hermano Russell había indicado a menudo la responsabilidad de todo cristiano verdadero de testificar a otros acerca del Reino de Dios, se dio más énfasis a este punto después de la I Guerra Mundial. Un ejemplo sobresaliente de esto fue el artículo “Carácter o pacto, ¿cuál?”, en The Watch Tower del 1 de mayo de 1926. En él se analizaron sin rodeos los efectos perjudiciales de lo que se llamaba desarrollo del carácter, y luego se enfatizó la importancia de cumplir nuestras obligaciones con Dios mediante obras.

Anteriormente The Watch Tower del 1 de julio de 1920 había examinado la gran profecía de Jesús sobre ‘la señal de su venida y del fin del mundo’. (Mat. 24:3, VA.) Esta destacó la predicación que tenía que efectuarse en cumplimiento de Mateo 24:14, e identificó de este modo el mensaje que había que proclamar: “Las buenas nuevas mencionadas aquí tienen que ver con el fin del viejo orden de cosas y el establecimiento del reino del Mesías”. Explicó que, cuando se analiza el momento en que Jesús hizo esta declaración y se relaciona con otros rasgos de la señal, se llega a la conclusión de que esa obra tiene que efectuarse “entre el tiempo de la gran guerra mundial [I Guerra Mundial] y el tiempo de la ‘gran tribulación’ que mencionó el Maestro en Mateo 24:21, 22”. Se trataba de una obra urgente. ¿Quiénes la efectuarían?

Estaba claro que la responsabilidad recaía en los miembros de “la iglesia”, la verdadera congregación cristiana. Sin embargo, en 1932, La Torre del Vigía de noviembre (en inglés 1 de agosto), aconsejó a estos que animaran a los de la “clase Jonadab” a participar con ellos en la obra, en armonía con el espíritu de Revelación 22:17. La clase Jonadab —que espera vivir eternamente en el Paraíso terrestre— respondió a la invitación, y muchos lo hicieron con gran celo.

Se ha recalcado mucho lo vital que es esta obra; por ejemplo, The Watch Tower de 1921 declaró: “Es tan importante participar en el servicio del Señor como asistir a las reuniones”. En 1922 señaló: “Cada uno debe ser un predicador del evangelio”. En 1949 dijo: “Jehová ha hecho que la predicación sea la obra más importante que pueda hacer cualquiera de nosotros en este mundo”. Con frecuencia se ha citado lo que expresó el apóstol Pablo en 1 Corintios 9:16: “Necesidad me está impuesta. Realmente, ¡ay de mí si no declarara las buenas nuevas!”. Este texto bíblico se ha aplicado a todo testigo de Jehová.

¿Cuántos predican? ¿Hasta qué grado? ¿Por qué?

¿Se estaba obligando a alguien a participar en aquella obra? “No —contestó The Watch Tower en el número del 1 de agosto de 1919—, no se obliga a nadie. Es un servicio totalmente voluntario, que se efectúa por amor al Señor y a su causa justa. Jehová no recluta a nadie por la fuerza.” Con relación a lo que motiva dicho servicio, The Watch Tower del 1 de septiembre de 1922 dijo también: “La persona que está realmente agradecida y que aprecia lo que Dios ha hecho por ella querrá hacer algo en respuesta; y cuanto más aprecie la bondad que Dios le ha mostrado, más amor le tendrá; y cuanto más amor le tenga, mayor será su deseo de servirle”. Se explicó que el amor a Dios se muestra guardando sus mandamientos, y uno de esos mandamientos es predicar las noticias gozosas del Reino de Dios. (Isa. 61:1, 2; 1 Juan 5:3.)

Los que han emprendido esta actividad no lo han hecho movidos por ideas ambiciosas mundanas. Se les ha dicho con franqueza que al ir de casa en casa u ofrecer publicaciones en la esquina de una calle se les llamará ‘insensatos, débiles, inferiores’; serán “despreciados, perseguidos”, y se les considerará “de poco valor desde el punto de vista mundano”. Pero saben que a Jesús y a sus primeros discípulos se les trató de manera similar. (Juan 15:18-20; 1 Cor. 1:18-31.)

¿Creen los testigos de Jehová que de alguna manera se están ganando la salvación por el hecho de predicar? ¡En absoluto! El libro Unidos en la adoración del único Dios verdadero, que desde 1983 se ha usado para ayudar a los estudiantes de la Biblia a adelantar hacia la madurez cristiana, trata este asunto. Declara: “El sacrificio de Jesús también nos ha presentado la oportunidad de alcanzar vida eterna [...]. Esto no es una recompensa que nos ganemos. Sin importar cuánto hagamos en el servicio de Jehová, nunca podemos edificar tal mérito que Dios nos deba la vida. La vida eterna es ‘el don que Dios da [...] por Cristo Jesús nuestro Señor’ (Rom. 6:23; Efe. 2:8-10). No obstante, si tenemos fe en ese don y aprecio por el modo como fue hecho posible, manifestaremos esto. Por discernir lo maravillosamente que Jehová ha utilizado a Jesús para el logro de Su voluntad y lo vital que es el que todos nosotros sigamos cuidadosamente los pasos de Jesús, haremos del ministerio cristiano una de las cosas más importantes de nuestra vida”.

¿Se puede decir que todos los testigos de Jehová son proclamadores del Reino de Dios? Sí. Esto es lo que significa ser testigo de Jehová. Hace más de medio siglo, algunos creían que no era necesario que participaran en el servicio del campo, públicamente y de casa en casa. Sin embargo, hoy ningún testigo de Jehová se considera exento de este servicio debido a la posición que ocupe en la congregación a la que pertenece o en la organización mundial. Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, todos participan. Lo ven como un privilegio precioso, un servicio sagrado. Muchos lo hacen a pesar de estar seriamente incapacitados. Y los que ni siquiera pueden ir de casa en casa a causa de su salud buscan otras maneras de llegar a las personas para darles testimonio.

En el pasado, a veces se permitía que los nuevos participaran en el servicio del campo demasiado pronto. Pero en décadas recientes se ha enfatizado más el que la persona debe estar capacitada antes de que se la invite a predicar. ¿Qué significa eso? No se trata de que tengan que saber explicar cuanto contiene la Biblia. Pero, como explica el libro Organizados para efectuar nuestro ministerio, deben conocer y creer las enseñanzas fundamentales de la Biblia. Además, tienen que llevar vidas limpias que armonicen con las normas bíblicas. Cada uno debe tener el deseo sincero de ser testigo de Jehová.

No se espera que todos los testigos de Jehová pasen la misma cantidad de tiempo predicando. Las circunstancias individuales varían. Hay otros factores como la edad, la salud, las responsabilidades de familia y el grado de aprecio que la persona tenga. Esto siempre se ha tomado en cuenta. Recibió énfasis en La Atalaya del 1 de junio de 1951, donde se explicó lo que era la “tierra buena” de la parábola del sembrador, una ilustración de Jesús que se encuentra en Lucas 8:4-15. El Curso de la Escuela del Ministerio del Reino, preparado para los ancianos en 1972, analizó el requisito de ‘amar a Jehová con toda el alma’ y explicó que “lo que es vital no es la cantidad que uno hace con relación a lo que otra persona hace, sino hacer lo que uno puede”. (Mar. 14:6-8.) Sin embargo, además de instar a cada uno a analizarse honradamente, también mostró que dicho amor significa “que toda fibra de la existencia de uno está envuelta en servir amorosamente a Dios; no queda exceptuada ninguna función, capacidad o deseo de la vida”. Todas nuestras facultades —nuestra alma completa— tienen que emplearse en hacer la voluntad de Dios. Ese libro de texto recalcaba que “Dios no requiere meramente participación, sino servicio de toda alma”. (Mar. 12:30.)

Desgraciadamente, los humanos imperfectos tienden a irse a los extremos y dan mucha importancia a un asunto mientras descuidan otro. Eso hizo que en 1906 el hermano Russell diera la advertencia de que la abnegación no significa sacrificar a otros. Tampoco significa desatender las necesidades de la esposa, los hijos o los padres de edad avanzada con el fin de tener libertad para predicar a otras personas. Desde entonces, en las publicaciones de la Watch Tower han aparecido recordatorios similares en varias ocasiones.

Poco a poco, con la ayuda de la Palabra de Dios, la entera organización ha tratado de lograr el equilibrio cristiano, es decir, mostrar celo por el servicio a Dios y a la vez dar la debida atención a todo lo que implica ser cristiano verdadero. Aunque el “desarrollo del carácter” se basaba en un entendimiento erróneo, La Atalaya ha mostrado que la importancia del fruto del espíritu y de la conducta cristiana no se pueden minimizar. En 1942 La Atalaya dijo con franqueza que ‘algunos habían concluido imprudentemente que con tal de que predicaran de casa en casa podrían proceder como les dictaran sus apetitos y no recibir ningún castigo. Uno debe recordar que no basta con tan solo salir a predicar’. (1 Cor. 9:27.)

Poner las cosas en orden de importancia

Los testigos de Jehová han comprendido que ‘buscar primero el Reino y la justicia de Dios’ envuelve poner las cosas en el debido orden de importancia en la vida. Incluye situar el estudio personal de la Palabra de Dios y la asistencia regular a las reuniones de congregación en el debido lugar en la vida y no anteponer otros intereses a estas cosas. Supone tomar decisiones que reflejen un deseo genuino de conformarse a las normas del Reino de Dios como se dan en la Biblia. Eso incluye basar en los principios bíblicos las decisiones que tengan que ver con la vida de familia, la recreación, la educación, el empleo, los negocios y las relaciones con el prójimo.

Buscar primero el Reino implica mucho más que solo hablar a otros sobre el propósito de Dios cada mes. Significa poner los intereses del Reino en el primer lugar en cualquier aspecto de la vida, a la vez que se atienden adecuadamente otras obligaciones bíblicas.

Los fieles testigos de Jehová promueven de muchas maneras los intereses del Reino.

El privilegio de servir en Betel

Algunos son miembros de la familia mundial de Betel. Esta se compone de ministros de tiempo completo que se han ofrecido voluntariamente para hacer lo que se les asigne en lo relacionado con la preparación y publicación de literatura bíblica, trabajos de oficina y todo otro servicio necesario para tales labores. No es un trabajo que les dé prominencia ni bienes materiales. Su deseo es honrar a Jehová, y están contentos con las provisiones que reciben: alimento, vivienda y un reembolso módico para sus gastos personales. Debido al modo de vivir de la familia de Betel, los gobiernos (como el de Estados Unidos) ven a los miembros de esta como una orden religiosa que ha hecho un voto de pobreza. Es un gozo para los que están en Betel usar su vida a plenitud en el servicio de Jehová y hacer trabajo que beneficia a muchos de sus hermanos cristianos y a muchas personas recién interesadas en la verdad, a veces a nivel internacional. Al igual que otros testigos de Jehová, también participan regularmente en el ministerio del campo.

La primera familia de Betel (o familia de la Casa Bíblica, como entonces se la conocía) estuvo en Allegheny (Pensilvania). En 1896 constaba de doce miembros. Para 1992 esta familia tenía más de 12.900 miembros que servían en 99 países. Además, cuando no ha habido alojamiento suficiente en los edificios de la Sociedad, otros centenares de voluntarios han viajado diariamente desde su propio hogar a los hogares Betel y a las fábricas para ayudar con el trabajo. Estos han considerado un privilegio participar en la obra que se efectúa en Betel. Según surge la necesidad, otros miles de Testigos prescinden de su empleo seglar y otras actividades por algún tiempo para ayudar a construir imprentas y otros edificios que la Sociedad utiliza en la obra de la predicación mundial de las buenas nuevas del Reino de Dios.

Muchos miembros de la familia internacional de Betel han hecho de este servicio la carrera de su vida. Frederick W. Franz, quien en 1977 llegó a ser el cuarto presidente de la Sociedad Watch Tower, para aquel tiempo había sido miembro de la familia de Betel de Nueva York durante cincuenta y siete años, y continuó en el servicio de Betel por otros quince años, hasta su muerte en 1992. En 1911 Heinrich Dwenger comenzó su servicio en el Betel de Alemania, y después, sirvió humildemente dondequiera que se le asignó; en 1983, el año en que murió, aún disfrutaba de su servicio como miembro de la familia de Betel de Thun (Suiza). George Phillips, de Escocia, aceptó una asignación en la sucursal sudafricana en 1924 (cuando esta supervisaba la predicación desde Ciudad del Cabo hasta Kenia), y siguió sirviendo en Sudáfrica hasta su muerte en 1982 (para entonces había siete sucursales de la Sociedad y unos 160.000 Testigos activos en aquella zona). Algunas hermanas cristianas como Kathryn Bogard, Grace DeCecca, Irma Friend, Alice Berner y Mary Hannan dedicaron su vida también al servicio de Betel hasta su muerte. Como ellas, muchos otros miembros de la familia de Betel han disfrutado de este servicio por diez, treinta, cincuenta, setenta años y más. *

Superintendentes viajantes abnegados

Por todo el mundo hay unos 3.900 superintendentes de circuito y de distrito que, junto con sus esposas, también sirven dondequiera que se les necesite, por lo general en su propio país. Muchos han dejado atrás un hogar y ahora viajan semanalmente o con intervalos de algunas semanas para servir a las congregaciones que se les han asignado. No reciben salario, pero agradecen el alimento y el hospedaje que se les ofrece donde sirven, junto con una provisión modesta para sus gastos personales. En 1992 servían en Estados Unidos 499 superintendentes de circuito y de distrito cuyo promedio de edad era de 54 años, y algunos de ellos habían servido en calidad de superintendentes viajantes por treinta, cuarenta años o más. En algunos países estos superintendentes viajan en automóvil. En el océano Pacífico el territorio requiere a menudo que usen aviones y barcos comerciales. En muchos lugares los superintendentes de circuito viajan a caballo o caminan para llegar a congregaciones muy distantes.

El importante papel de los precursores

Puede que el Cuerpo Gobernante envíe precursores especiales a lugares donde no hay Testigos a fin de dar comienzo a la predicación de las buenas nuevas, o a ciertas zonas donde se necesite ayuda especial. Son evangelizadores de tiempo completo que dedican mensualmente por lo menos ciento cuarenta horas al ministerio del campo. Están dispuestos a servir donde se les necesite, sea en su país o, en algunos casos, en países vecinos. Puesto que su servicio les deja poco o ningún tiempo para efectuar trabajo seglar que les permita mantenerse, se les provee un pequeño reembolso para gastos de alojamiento y otras necesidades. En 1992 había más de 14.500 precursores especiales en diferentes lugares de la Tierra.

Los primeros precursores especiales que fueron asignados en 1937, llevaron la delantera en la presentación en las puertas de discursos bíblicos grabados que les sirvieran de base para conversaciones bíblicas en sus revisitas. Hacían esto en las ciudades grandes donde ya había congregaciones. Años después se empezó a enviar a los precursores especiales a otros lugares, particularmente a zonas donde no había congregaciones, o si las había, necesitaban mucha ayuda. Como resultado de su eficiente labor se formaron centenares de congregaciones nuevas.

En vez de abarcar un territorio y luego pasar al siguiente, predicaban varias veces en el mismo sector, visitaban de nuevo a todo el que se interesaba, y conducían estudios bíblicos. Luego organizaban reuniones a las cuales podían asistir los que hubieran mostrado interés. De ese modo, durante su primera semana en una nueva asignación de Lesoto, en el África austral, un precursor especial invitó a una reunión a todo aquel a quien habló, para que vieran cómo conducían los testigos de Jehová la Escuela del Ministerio Teocrático. Él y su familia presentaron todas las asignaciones. Entonces invitó a los presentes al Estudio de La Atalaya. Unas treinta personas siguieron asistiendo al Estudio de La Atalaya después de satisfacer su curiosidad inicial, y el promedio de asistencia a la escuela fue de veinte personas. En países donde los misioneros graduados de Galaad contribuyeron en buena medida a organizar la predicación, se notó a veces un progreso más rápido cuando algunos Testigos nativos llegaron a ser precursores especiales, pues estos a menudo trabajaban con más eficacia entre la gente del lugar.

Además de estos trabajadores celosos, hay otros centenares de miles de testigos de Jehová que también promueven diligentemente los intereses del Reino. Entre estos hay jóvenes y mayores, hombres y mujeres, personas casadas y solteras. Mensualmente los precursores regulares dedican, como mínimo, noventa horas al ministerio del campo, y los precursores auxiliares por lo menos sesenta horas. Ellos mismos deciden dónde predicar. La mayoría trabaja con congregaciones establecidas; otros se trasladan a zonas aisladas. Trabajan seglarmente para costear sus necesidades, o puede que su familia les ayude y provea lo que necesiten. Durante 1992, más de 914.500 Testigos participaron en ese servicio como precursores regulares o auxiliares al menos durante parte del año.

Escuelas con propósitos especiales

A fin de equipar a los voluntarios para ciertos tipos de servicio, se ha provisto instrucción especial. Por ejemplo, desde 1943 la Escuela de Galaad ha preparado para la obra misional a miles de ministros con experiencia que, después de su graduación, han sido enviados a todas partes de la Tierra. En 1987 empezó la Escuela de Entrenamiento Ministerial para satisfacer necesidades especiales, entre ellas el atender debidamente las congregaciones y otras responsabilidades. El poner en funcionamiento la escuela en diversos lugares les ahorra a los estudiantes viajar a un lugar central y tener que aprender otro idioma para beneficiarse de la instrucción. Se invita a esta escuela a ancianos o siervos ministeriales que han probado que realmente buscan primero el Reino. Muchos de ellos han estado dispuestos a servir en países extranjeros. Su espíritu es como el del profeta Isaías, quien dijo: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”. (Isa. 6:8.)

Con el propósito de mejorar la eficacia de los que ya eran precursores regulares y especiales, en 1977 dio comienzo la Escuela del Servicio de Precursor. Se organizó una escuela en todos los circuitos del mundo donde fue posible. Se invitó a todos los precursores a beneficiarse del curso de dos semanas. Desde entonces, los precursores que han completado su primer año de servicio como tales han recibido la misma preparación. Para 1992, tan solo en Estados Unidos se habían beneficiado de esta escuela más de 100.000 precursores, es decir, más de 10.000 anualmente. En Japón, otros 55.000 habían recibido la misma preparación; en México, 38.000; en Brasil, 25.000, y en Italia, 25.000. Además de este curso, los precursores disfrutan regularmente de una reunión especial con el superintendente de circuito durante sus visitas semestrales a la congregación, y una sesión especial de instrucción con los superintendentes de circuito y de distrito para el tiempo de la asamblea de circuito anual. Esto hace que los que sirven como precursores en el inmenso ejército de proclamadores del Reino no solo sean trabajadores dispuestos, sino también ministros bien preparados.

Servicio donde se necesita más ayuda

Miles de testigos de Jehová —algunos precursores, otros no— se han ofrecido para servir no solo en la comunidad donde viven, sino también en otros lugares donde se necesita mucho la ayuda de proclamadores de las buenas nuevas. Cada año, miles de ellos se trasladan a lugares distantes durante semanas o meses, según lo permitan sus circunstancias, para testificar a la gente que no recibe con regularidad las visitas de los testigos de Jehová. Miles se han mudado a otras zonas para ayudar por más tiempo. Entre estos hay matrimonios o familias que tienen hijos. Algunos no se han mudado muy lejos, pero han hecho esto varias veces a través de los años. Muchos Testigos celosos hasta se han trasladado al extranjero, algunos por unos años, otros de forma permanente. Aceptan trabajo seglar que les permita mantenerse, y ellos mismos costean su mudanza. Su único deseo es difundir al mayor grado posible el mensaje del Reino.

A veces sucede que un cabeza de familia que no es Testigo se muda con su familia debido a su empleo. Sin embargo, los miembros de la familia que son Testigos pudieran ver en esto una oportunidad de esparcir el mensaje del Reino. Eso sucedió en el caso de dos Testigos estadounidenses que a finales de los años setenta se hallaban en la selva de Surinam en un campamento de una compañía de construcción. Dos veces a la semana se levantaban a las cuatro de la mañana, hacían un incómodo viaje de una hora en el autobús de la compañía hasta el pueblo, y pasaban el día entero predicando. En poco tiempo estuvieron conduciendo semanalmente treinta estudios bíblicos con gente que tenía hambre de la verdad. Hoy hay una congregación en ese remoto lugar de la selva tropical.

Se aprovechan las oportunidades para testificar

Por supuesto, no todos los testigos de Jehová se trasladan a otros países, ni siquiera a otras ciudades, para efectuar su ministerio. Puede que las circunstancias no les permitan ser precursores. Con todo, tienen muy presente el consejo bíblico de hacer “todo esfuerzo solícito” y de siempre tener “mucho que hacer en la obra del Señor”. (2 Ped. 1:5-8; 1 Cor. 15:58.) Muestran que buscan primero el Reino cuando anteponen los intereses de ese gobierno celestial a su trabajo seglar y a la recreación. Los que tienen el corazón lleno de aprecio por el Reino participan regularmente en el ministerio del campo al grado que lo permiten sus circunstancias, y muchos otros hacen cambios en su vida a fin de tener mayor participación. Además, siempre están alerta para aprovechar cualquier oportunidad para hablar del Reino.

Por ejemplo: John Furgala, dueño de una ferretería en Guayaquil (Ecuador), puso una atractiva muestra de publicaciones bíblicas en su tienda. Mientras su ayudante atendía a los clientes, John les daba testimonio.

En Nigeria, un Testigo celoso que es contratista de trabajos de electricidad decidió también aprovechar su situación para dar testimonio. Puesto que tenía su propio negocio, podía organizar su horario de actividades. Todas las mañanas, antes de empezar a trabajar, reunía a su esposa, sus hijos, sus empleados y aprendices para analizar el texto bíblico del día y experiencias tomadas del Anuario de los testigos de Jehová. A principios de año regalaba a sus clientes un calendario de la Sociedad Watch Tower y dos revistas. Como resultado, algunos de sus empleados y clientes adoran a Jehová hoy como lo hace él.

Son muchos los testigos de Jehová que tienen ese mismo espíritu. Sin importar qué sea lo que hagan, siempre buscan oportunidades para dar a conocer a otros las buenas nuevas.

Un gran ejército de felices evangelizadores de tiempo completo

El transcurso de los años no ha apagado el celo de los testigos de Jehová en la predicación de las buenas nuevas. A pesar de que algunos amos de casa les han dicho rotundamente que no les interesa el mensaje, son muchas las personas que agradecen que los Testigos les ayuden a entender la Biblia. El pueblo de Jehová está resuelto a seguir predicando hasta que Él mismo indique con claridad que la obra se ha completado.

En vez de aflojar el paso, la entera asociación mundial de los testigos de Jehová ha intensificado su predicación. En 1982 el informe mundial mostró que habían dedicado 384.856.662 horas al ministerio del campo. Diez años después (en 1992) dedicaron 1.024.910.434 horas a esta actividad. ¿A qué se debió tal incremento?

Es cierto que la cantidad de testigos de Jehová había aumentado. Pero el incremento en la cantidad de publicadores no fue a la par con el de horas. Durante ese mismo período, mientras que la cantidad de Testigos aumentó en un 80%, la cantidad de precursores creció un 250%. Como promedio mensual, de cada siete testigos de Jehová del mundo, uno participaba en alguna forma de predicación de tiempo completo.

¿Quiénes participaban en ese servicio? Tome el ejemplo de las hermanas de la República de Corea, muchas de las cuales son amas de casa. No todas pueden ser precursoras regulares a causa de las responsabilidades familiares, pero muchas de ellas aprovechan las largas vacaciones invernales de sus hijos para ser precursoras auxiliares. Como resultado, en enero de 1990 el 53% del total de los Testigos coreanos participó en alguna de las diferentes ramas del servicio de tiempo completo.

En los primeros años de la obra en las Filipinas, el celoso espíritu de precursor de los Testigos filipinos les permitió llevar el mensaje del Reino a los centenares de islas del archipiélago. Desde entonces, ese celo se ha hecho más patente. En 1992, un promedio mensual de 22.205 publicadores servían de precursores en el ministerio del campo. Entre estos había muchos jóvenes que optaron por ‘acordarse de su Creador’ y emplear su vigor juvenil en Su servicio. (Ecl. 12:1.) Después de ser precursor durante diez años, uno de estos dijo: “He aprendido a ser paciente, a llevar una vida sencilla, a confiar en Jehová y a ser humilde. Es cierto que también he experimentado dificultades y me he sentido desanimado, pero esos momentos no se pueden comparar con las bendiciones de ser precursor”.

Durante abril y mayo de 1989 La Atalaya presentó una serie de artículos en los que se desenmascaró a Babilonia la Grande, es decir, la religión falsa en sus diferentes formas por todo el mundo. Los artículos se publicaron simultáneamente en 39 idiomas y recibieron amplia distribución. En Japón, donde la cantidad de Testigos precursores pasa a menudo del 40%, hubo un nuevo máximo de 41.055 precursores auxiliares que colaboró en la obra en el mes de abril. Setenta y tres de los 77 publicadores bautizados de la congregación Otsuka, de la ciudad de Takatsuki (prefectura de Osaka), participaron en alguna forma del servicio de precursor aquel mes. El 8 de abril, día escogido para que todos los publicadores japoneses participaran en distribuir el mensaje vital, centenares de congregaciones, como la congregación Ushioda, de Yokohama, organizaron actividad en el campo desde las 7.00 de la mañana hasta las 8.00 de la noche, a fin de llevar este mensaje a la mayor cantidad de personas de aquella zona.

Al igual que en otros lugares, los testigos de Jehová de México trabajan para mantenerse. Sin embargo, todos los meses de 1992, un promedio de 50.095 testigos de Jehová planificaron su horario para servir de precursores con el fin de ayudar a los que tienen hambre de la verdad a aprender acerca del Reino de Dios. En algunas familias, la cooperación de todos sus miembros contribuyó a que toda la familia —o por lo menos algunos miembros de ella— pudieran tomar parte en ese servicio. Los testigos de Jehová de México disfrutan de un ministerio fructífero. En 1992 conducían con regularidad 502.017 estudios bíblicos en los hogares, fuera con personas solas o con familias.

Los ancianos que sirven en las congregaciones de los testigos de Jehová tienen responsabilidades de peso. La mayoría de los ancianos de Nigeria son padres de familia, como en muchos otros lugares. No obstante, además de prepararse para conducir las reuniones de la congregación o tomar parte en ellas, así como pastorear el rebaño de Dios, algunos son precursores. Pero ¿cómo logran esto? Dos factores importantes que a menudo contribuyen a este fin son: programar bien el uso del tiempo y tener buena cooperación de la familia.

Es obvio que por todo el mundo los testigos de Jehová han tomado a pecho el consejo de Jesús de ‘seguir buscando primero el reino’. (Mat. 6:33.) El trabajo que realizan es una prueba sincera de su amor a Jehová y de aprecio por su soberanía. Como el salmista David, dicen: “Te ensalzaré, oh mi Dios el Rey, y ciertamente bendeciré tu nombre hasta tiempo indefinido, aun para siempre”. (Sal. 145:1.)

[Notas a pie de página]

^ párr. 8 Watch Tower del 15 de agosto de 1906, páginas 267-271.

^ párr. 15 Véase La Atalaya del 1 de julio de 1967, páginas 412-415.

^ párr. 26 Véase The Watchtower del 15 de diciembre de 1973, páginas 760-765.

^ párr. 32 Véase La Atalaya del 15 de febrero de 1974, páginas 120-124.

^ párr. 38 The Watchtower del 15 de diciembre de 1963, páginas 764-766.

^ párr. 40 Véanse La Atalaya del 1 de junio de 1970, páginas 345-348, y del 15 de septiembre de 1988, página 31.

^ párr. 70 Véanse La Atalaya del 1 de mayo de 1987, páginas 22-30; The Watchtower del 1 de abril de 1964, páginas 212-215; La Atalaya del 15 de agosto de 1957, páginas 488-496; 15 de agosto de 1972, páginas 507-510; 15 de agosto de 1961, páginas 508-511; 1 de noviembre de 1968, páginas 666-669; 1 de septiembre de 1968, páginas 520-524; 1 de noviembre de 1960, páginas 664-668.

[Comentario en la página 292]

Más énfasis a la responsabilidad de testificar

[Comentario en la página 293]

Ven el servicio de casa en casa como un privilegio precioso

[Comentario en la página 294]

Entienden lo que es servicio de toda alma

[Comentario en la página 295]

Lo que realmente significa ‘buscar primero el reino’

[Comentario en la página 301]

Los Testigos celosos anteponen los intereses del Reino al trabajo seglar y a la recreación

[Recuadro/Fotografía en la página 288]

“¿Dónde están los nueve?”

En la Conmemoración de la muerte de Cristo, en 1928, se dio a todos los presentes un tratado titulado “¿Dónde están los nueve?”. El análisis que este hacía de Lucas 17:11-19 llegó al corazón de Claude Goodman y le impulsó a participar en la obra de repartidor, o precursor, y a perseverar en ese servicio.

[Fotografías en las páginas 296 y 297]

Servicio de Betel

En 1992 había 12.974 personas en el servicio de Betel en 99 países

[Fotografías]

El estudio personal es importante para los miembros de la familia de Betel

España

En todos los hogares Betel el día comienza con el análisis de un texto bíblico

Finlandia

Al igual que los testigos de Jehová de todas partes, los miembros de la familia de Betel participan en el servicio del campo

Suiza

Los lunes por la noche la familia de Betel estudia “La Atalaya”

Italia

El trabajo es variado, pero todo se hace en apoyo de la proclamación del Reino de Dios

Francia

Papua Nueva Guinea

Estados Unidos

Alemania

Filipinas

México

Gran Bretaña

Nigeria

Japón

Brasil

Países Bajos

Sudáfrica

[Recuadro/Fotografías en la página 298]

Algunos que sirvieron mucho tiempo en Betel

Heinrich Dwenger: Alemania (unos quince años entre 1911 y 1933), Hungría (1933-1935), Checoslovaquia (1936-1939) y luego Suiza (1939-1983)

F. W. Franz: Estados Unidos (1920-1992)

George Phillips: Sudáfrica (1924-1966, 1976-1982)

Las hermanas carnales Kathryn Bogard y Grace DeCecca, de Estados Unidos; entre ambas dedicaron ciento treinta y seis años de servicio en Betel

[Gráfico en la página 303]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Aumentan los precursores

Precursores

Publicadores

Porcentaje de aumento desde 1982

250%

200%

150%

100%

50%

1982 1984 1986 1988 1990 1992

[Fotografía en la página 284]

La hermana Early viajó por gran parte de Nueva Zelanda en bicicleta para llevar a otros el mensaje del Reino

[Fotografía en la página 285]

Durante setenta y seis años, primero soltera, después casada y luego viuda, Malinda Keefer se dedicó al ministerio de tiempo completo

[Fotografías en la página 286]

Vehículos habitables sencillos proveían alojamiento a algunos de los primeros precursores que se trasladaban de un lugar a otro

Canadá

India

[Fotografía en la página 287]

Frank Rice (de pie a la derecha), Clem Deschamp (sentado delante de Frank; Jean, la esposa de Clem, está junto a ellos), y un grupo en Java, entre ellos otros Testigos y personas interesadas en su obra

[Fotografía en la página 288]

Al dedicar su vida al ministerio de tiempo completo Claude Goodman llegó a servir en la India y en otros siete países

[Fotografía en la página 289]

Cuando Ben Brickell gozaba de buena salud, la empleaba en el servicio de Jehová; los graves problemas de salud que tuvo en la vejez no le hicieron abandonar el servicio

[Fotografía en la página 290]

Kathe Palm testificó en toda clase de territorio, desde los edificios de oficinas de las grandes ciudades hasta los distantes campos mineros y los ranchos de ovejas de Chile

[Fotografía en la página 291]

La resolución de Martin y Gertrud Poetzinger se expresa bien en las palabras: ‘Esto es lo único que hago: buscar primero el Reino’

[Fotografía en la página 300]

La Escuela del Servicio de Precursor (como esta de Japón) ha provisto preparación especial para decenas de miles de trabajadores celosos