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¿Cómo se financia la obra?

¿Cómo se financia la obra?

Capítulo 21

¿Cómo se financia la obra?

COMO es obvio, sostener la obra de los testigos de Jehová requiere dinero. La edificación y el mantenimiento de Salones del Reino y Salones de Asambleas, sucursales, fábricas y hogares Betel exige fondos. Asimismo, se producen gastos al editar y distribuir publicaciones para el estudio de la Biblia. ¿Cómo se financian todas estas actividades?

Individuos que se oponen a la obra de los testigos de Jehová han difundido conjeturas infundadas al respecto. Los hechos, sin embargo, respaldan la respuesta de los Testigos. ¿Qué respuesta? La mayor parte de la obra la realizan voluntarios, que no esperan ni desean compensación económica por sus servicios, y los gastos de organización se sufragan con donaciones voluntarias.

“Entrada gratis. No se hacen colectas”

Ya en el segundo número de la revista Watch Tower (La Torre del Vigía), en agosto de 1879, el hermano Russell dijo: “‘La Torre del Vigía de Sión’ tiene, según creemos, a JEHOVÁ como su apoyador, y mientras así sea nunca mendigará ni hará petición a los hombres por apoyo. Cuando Aquel que dice: ‘Todo el oro y la plata de las montañas son míos’, deje de proveer los fondos necesarios, entonces entenderemos que habrá llegado el tiempo de suspender la publicación”. En armonía con esta declaración, las publicaciones de los testigos de Jehová no solicitan dinero.

Con las reuniones de los Testigos ocurre lo mismo que con sus publicaciones. No hacen llamamientos emotivos para recaudar fondos en las congregaciones ni en las asambleas. No pasan el platillo; no reparten sobres para donaciones; no envían cartas a sus miembros pidiendo donativos; las congregaciones nunca recurren al bingo ni a las rifas para recaudar fondos. Ya en 1894, cuando la Sociedad Watch Tower envió oradores itinerantes, publicó este anuncio para beneficio de todos: “Entiéndase desde el principio que esta Sociedad no autoriza ni aprueba las colectas ni otras peticiones de dinero”.

Así, desde los comienzos de la historia moderna de los testigos de Jehová, las hojas sueltas y otros impresos que invitan al público a asistir a sus reuniones llevan el lema “Entrada gratis. No se hacen colectas”.

A partir de principios de 1914, los Estudiantes de la Biblia alquilaron teatros y otros auditorios para invitar al público al “Foto-Drama de la Creación”. Era una presentación en cuatro secciones, de ocho horas de duración, que constaba de diapositivas y películas sincronizadas con sonido. Tan solo en el primer año, millones de personas lo vieron en Norteamérica, Europa, Australia y Nueva Zelanda. Aunque algunos dueños de las salas cobraron por los asientos reservados, los Estudiantes de la Biblia nunca pidieron el pago de una entrada. Tampoco hicieron colectas.

Posteriormente, durante más de treinta años, la Sociedad Watch Tower dirigió la emisora de radio WBBR de la ciudad de Nueva York. Los testigos de Jehová también retransmitieron mediante centenares de otras emisoras programas de educación bíblica. No obstante, nunca se valieron de este medio para pedir dinero.

Entonces, ¿cómo obtienen las donaciones que financian su actividad?

Se financia la obra con donaciones voluntarias

La Biblia fija el modelo. La Ley mosaica estipulaba que algunas contribuciones eran voluntarias y otras obligatorias. El pago del diezmo pertenecía a esta última categoría. (Éxo. 25:2; 30:11-16; Núm. 15:17-21; 18:25-32.) Sin embargo, la Biblia también explica que Cristo cumplió la Ley y que Dios la abolió; los cristianos, por lo tanto, no están sujetos a sus reglas. No dan el diezmo ni están obligados a hacer una contribución específica en una fecha determinada. (Mat. 5:17; Rom. 7:6; Col. 2:13, 14.)

Se les anima, más bien, a cultivar un espíritu generoso y liberal que imite el maravilloso ejemplo del propio Jehová y de su Hijo Jesucristo. (2 Cor. 8:7, 9; 9:8-15; 1 Juan 3:16-18.) Por eso el apóstol Pablo escribió a la congregación cristiana de Corinto respecto a las dádivas: “Que cada uno haga tal como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre”. Cuando les informaron de cierta necesidad, se puso a “prueba lo genuino de su amor”, como explicó Pablo. También dijo: “Si primero está allí la prontitud, es especialmente acepto según lo que tiene la persona, no según lo que no tiene”. (2 Cor. 8:8, 12; 9:7.)

En vista de esto, es interesante el comentario de Tertuliano respecto a las reuniones de contemporáneos suyos (c. 155–después de 220 E.C.) que intentaban seguir el cristianismo. Escribió: “Aunque exista entre nosotros una caja común no se forma con una ‘suma honoraria’ puesta por los elegidos, como si la religión fuese sacada a subasta. Cada cual cotiza una módica cuota en día fijo del mes, cuando quiere y si quiere y si puede, porque a nadie se le obliga: espontáneamente contribuye”. (El Apologético XXXIX, 5, traducción de Germán Prado.) Sin embargo, en los siglos subsiguientes las iglesias de la cristiandad han empleado todo método imaginable para recaudar fondos con que financiar sus actividades.

Charles Taze Russell se negó a imitar a las iglesias. Escribió: “Opinamos que el dinero obtenido mendigando con tretas en el nombre del Señor es ofensivo, inaceptable a él y no confiere Su bendición ni a los donantes ni a la obra que con él se realice”.

En vez de tratar de congraciarse con los acaudalados, el hermano Russell dejó claro que, en armonía con las Escrituras, la mayoría del pueblo del Señor sería gente pobre en cuanto a bienes del mundo, pero rica en fe. (Mat. 19:23, 24; 1 Cor. 1:26-29; Sant. 2:5.) En lugar de hacer hincapié en la necesidad de dinero para difundir la verdad bíblica, destacó la importancia de cultivar el espíritu del amor, el deseo de dar y de ayudar al prójimo, particularmente dándole a conocer la verdad. A los que tenían dotes para los negocios y que decían que dedicándose principalmente a ellos tendrían más fondos para contribuir, les aconsejó limitar aquella actividad y dedicar su tiempo y energías a difundir la verdad. Esta es aún la postura del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová. *

En la práctica, ¿cuánto dinero dan las personas? Lo que donan es decisión personal. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que cuando los testigos de Jehová dan no piensan solo en posesiones materiales. En las asambleas de distrito de 1985-1986 analizaron el tema “Honremos a Jehová con nuestras cosas valiosas”. (Pro. 3:9.) Se destacó que estas cosas valiosas no solo abarcan las posesiones materiales, sino también los recursos físicos, mentales y espirituales.

En 1904 el hermano Russell explicó que el que se ha consagrado (o dedicado, como decimos en la actualidad) plenamente a Dios “ya ha dado todo lo que tiene al Señor”. Por lo tanto, debe “considerar que el Señor lo ha nombrado mayordomo de su propio tiempo, influencia, dinero, etc., y que cada uno debe procurar utilizar estos talentos al máximo de sus habilidades, para gloria del Amo”. Añadió que, guiado por la sabiduría de arriba, “a medida que su amor y celo por el Señor crezca día a día mediante el conocimiento de la Verdad y la obtención de su espíritu, se hallará dando cada vez más de su tiempo, de su influencia y de los medios de que dispone, para el servicio de la Verdad” (Studies in the Scriptures [Estudios de las Escrituras], “The New Creation” [La nueva creación], páginas 344, 345).

En aquellos primeros años la Sociedad Watch Tower tenía el llamado “Tower Tract Fund” (Fondo de Tratados de la Torre). ¿En qué consistía? Al dorso del papel de escritorio que a veces utilizaba el hermano Russell hallamos los siguientes detalles interesantes: “Este fondo consta de las ofrendas voluntarias de los que se han alimentado y fortalecido con el ‘alimento a su tiempo’ que las mencionadas publicaciones [distribuidas por la Sociedad Watch Tower], como instrumentos de Dios, ponen ahora ante los santos consagrados de todo el mundo.

”Este fondo se emplea constantemente para enviar gratis miles de ejemplares de ZION’S WATCH TOWER y OLD THEOLOGY TRACTS [Tratados de teología antigua], muy adecuados para nuevos lectores. También contribuye a la difusión de las ediciones en rústica de la serie LA AURORA, ayudando a los que están dispuestos a darles difusión: repartidores y otros. También provee un ‘fondo para los pobres’ mediante el cual cualquier hijo del Señor que, por edad, enfermedad u otra causa no pueda suscribirse a la revista WATCH TOWER, la reciba gratis, con la condición de que envíe al comienzo de cada año una carta o tarjeta postal donde mencione su deseo e incapacidad.

”A nadie se le pide nunca que contribuya para este fondo: todas las donaciones han de ser voluntarias. Recordamos a nuestros lectores las palabras del Apóstol (1 Cor. 16:1, 2) y las corroboramos diciendo que a los que puedan dar para difundir la verdad y lo hagan, es seguro que se les recompensará con favores espirituales.”

La proclamación de las buenas nuevas del Reino de Dios que realizan los testigos de Jehová por todo el mundo se sigue sosteniendo con donaciones voluntarias. Aparte de los Testigos, muchas personas que se interesan en esta obra cristiana, y que la agradecen, consideran un privilegio apoyarla con sus contribuciones voluntarias.

Financiación de los lugares de reunión

Todas las congregaciones de los testigos de Jehová tienen cajas de contribución donde pueden depositarse las donaciones que se deseen, cuando se quiera y si se puede. Esto se hace en privado, de forma que los demás no suelen saber lo que hace el donante. Queda entre él y Dios.

Aunque no hay que pagar salarios, cuesta dinero mantener un lugar para celebrar reuniones. A fin de satisfacer esta necesidad hay que informar a los miembros de la congregación. No obstante, hace más de setenta años The Watch Tower dejó bien sentado que no se suplicaría ni se pediría insistentemente que se ofrecieran contribuciones; más bien, bastaría con explicar la situación con claridad y honradez. En conformidad con este criterio, en las reuniones de congregación no se consideran con frecuencia asuntos económicos.

A veces, sin embargo, hay necesidades especiales. Quizás se planee reformar, ampliar o construir un Salón del Reino. Para calcular los fondos disponibles, los ancianos pueden pedir a los hermanos de la congregación que escriban en una hoja cuánto creen que podrán donar, o prestar por algunos años, para la construcción. Además, los ancianos pueden solicitar que o personas individualmente o familias escriban en una hoja cuánto estiman que podrán contribuir semanal o mensualmente, con la bendición de Jehová. No se pide que se firmen esas hojas. No son pagarés, pero permiten hacer planes razonables. (Luc. 14:28-30.)

La congregación de Tarma (Liberia) obtuvo los fondos necesarios de un modo algo diferente. Unos hermanos de aquel lugar cultivaron el arrozal de un Testigo mientras este dedicaba todo un año a talar árboles y serrar a mano las tablas, que al venderse proporcionaron fondos para la edificación. En Paramaribo (Surinam) bastó con que compraran los materiales, pues una Testigo donó su terreno para la construcción del Salón del Reino y solo pidió que trasladaran su casa a la parte trasera del terreno. Los precios exorbitantes de la propiedad dificultan a las congregaciones de Tokio (Japón) la obtención de solares donde construir sus Salones del Reino. Para resolver el problema, varias familias ofrecieron los terrenos donde se ubicaban sus casas. Solo pidieron que, una vez erigido el Salón del Reino donde estaba su hogar, les dieran un apartamento en la planta de arriba.

Al crecer y dividirse las congregaciones, los que residían en el mismo sector a menudo trataban de ayudarse mutuamente para adquirir Salones del Reino adecuados. Pero no bastaba con este espíritu desprendido. Los valores de los terrenos y de la construcción subieron vertiginosamente, y con frecuencia las congregaciones veían que no podían costearlos. ¿Qué se podía hacer?

En las Asambleas de Distrito “Unidad del Reino” de 1983, el Cuerpo Gobernante esbozó un plan que llevaría a la práctica el principio de 2 Corintios 8:14, 15, el cual estimula a los que tienen sobrante a darlo para compensar la carencia de otros, a fin de que “se efectúe una igualación”. Así, los que tienen poco no tendrán tan poco que vean frustrados sus esfuerzos por servir a Jehová.

Se invitó a las congregaciones a poner una caja con el rótulo “Contribuciones para el Fondo de la Sociedad para Salones del Reino”. Todo lo que se depositara en aquella caja se utilizaría exclusivamente con ese propósito. El dinero que se contribuyera por todo el país se facilitaría para compensar las carencias de las congregaciones que estuvieran muy necesitadas de un Salón del Reino pero que no pudieran conseguir el dinero según las condiciones estipuladas por los bancos. Tras un estudio minucioso para determinar dónde era más apremiante la necesidad, la Sociedad empezó a hacer disponible este dinero a las congregaciones que tenían que edificar, o conseguir de otro modo, nuevos Salones del Reino. Al irse recibiendo más contribuciones y abonándose los préstamos (en los países donde esto se podía hacer), se pudo ayudar a más congregaciones.

Este método de financiación entró en vigor primero en Estados Unidos y Canadá, y luego se extendió a más de treinta países de Europa, África, Latinoamérica y el Lejano Oriente. Para 1992, en tan solo ocho países se había facilitado dinero para la adquisición de 2.737 Salones del Reino, que acomodan a 3.840 congregaciones.

Hasta en países donde este sistema no estaba vigente, pero había congregaciones con gran necesidad de Salones del Reino que no podían financiar, el Cuerpo Gobernante procuró tomar otras medidas para que recibieran la ayuda precisa. Se ha efectuado una igualación, de modo que los que tenían poco no han tenido demasiado poco.

Se atiende a la ampliación de la sede mundial

El funcionamiento de la oficina central o sede mundial también requiere fondos. Tras la I Guerra Mundial, cuando la Sociedad Watch Tower Bible and Tract vio conveniente imprimir y encuadernar sus propios libros, recurrió a adquirir a nombre de particulares, que también fueran siervos de Jehová, la maquinaria que necesitaba. En vez de pagar ganancias a una compañía comercial por producir los libros, la Sociedad empleó esa cantidad mensualmente en ir saldando la deuda que contrajo con la compra del equipo. Cuando se empezaron a sentir los beneficios de esta medida, se redujo a alrededor de la mitad el costo de gran parte de las publicaciones que se ofrecían al público. Al actuar así no se pretendía enriquecer a la Sociedad Watch Tower, sino dar adelanto a la predicación de las buenas nuevas.

Al cabo de unos años quedó patente que la sede mundial precisaba mayores instalaciones para encargarse de la obra de predicar el Reino por todo el mundo. En varias ocasiones ha habido que ampliar los edificios al crecer la organización y cobrar ímpetu la obra de predicar. En vez de pedir a los bancos los fondos que se han necesitado para ampliar y equipar las oficinas de la sede mundial y las fábricas, además de las instalaciones que las apoyan en Nueva York y sus alrededores, la Sociedad ha explicado la necesidad a los hermanos. No lo ha hecho con frecuencia, sino solo doce veces en un período de más de sesenta y cinco años.

Nunca se ha importunado con solicitudes continuas y persistentes de dinero. A todo el que ha deseado hacer donaciones se le ha invitado a hacerlo. Si alguien ha preferido prestar fondos, se le ha garantizado que en caso de surgir necesidades inesperadas y urgentes se le devolverá lo prestado con solo pedirlo. La Sociedad ha actuado así para no causar dificultades a las personas o congregaciones que bondadosamente han cedido fondos. El apoyo dado por los testigos de Jehová con sus contribuciones le ha permitido siempre devolver todos los préstamos. No se dan por sentadas estas contribuciones enviadas a la Sociedad. Al grado posible se envían cartas de acuse de recibo y otras expresiones de gratitud.

La obra de la organización no se mantiene con las dádivas de un grupo de donantes adinerados. La mayoría de las contribuciones provienen de personas de ingresos moderados, muchas con muy pocos bienes de este mundo. Entre ellas hay niños que desean apoyar de este modo la obra del Reino. Todos estos donantes tienen el corazón lleno de gratitud por la bondad de Jehová y desean ayudar al prójimo a aprender de las benévolas provisiones divinas. (Compárese con Marcos 12:42-44.)

Cómo se financia la expansión de las sucursales

En vista de que la predicación del Reino ha adquirido mayores dimensiones en varias partes del mundo, ha habido que ampliar las sucursales de la organización. Estas ampliaciones se han llevado a cabo bajo la dirección del Cuerpo Gobernante.

Por ejemplo, tras revisar las recomendaciones de la sucursal alemana, en 1978 se dieron instrucciones de localizar un terreno adecuado y construir un nuevo complejo. ¿Podrían los Testigos alemanes costear los gastos? Se les dio la oportunidad. Cuando en 1984 quedaron terminadas las obras en Selters, población ubicada en el borde occidental del macizo montañoso de Taunus, la sucursal informó: “Decenas de miles de testigos de Jehová, ricos y pobres, jóvenes y viejos, han contribuido millones de dólares para el pago de las nuevas instalaciones. Gracias a su generosidad, se ha completado la edificación sin tener que pedir préstamos a instituciones mundanas ni endeudarnos”. Además, aproximadamente uno de cada siete Testigos de la República Federal de Alemania participó en la construcción de Selters/Taunus.

En otros países, la economía nacional o la situación económica de los testigos de Jehová ha dificultado o hasta impedido la construcción de las sucursales necesarias para supervisar la obra o de las fábricas para imprimir publicaciones bíblicas en los idiomas locales. A los Testigos del país se les ha dado la oportunidad de hacer lo que puedan. (2 Cor. 8:11, 12.) Sin embargo, no se permite que la falta de fondos en una nación estorbe la difusión del mensaje del Reino si hay recursos en otro lugar.

Así, aunque los Testigos del país hacen lo que pueden, en gran parte del mundo un porcentaje elevado de los fondos necesarios para edificar sucursales proviene de donaciones de testigos de Jehová extranjeros. Este fue el caso de los grandes complejos completados en las fechas que a continuación se indican: Sudáfrica (1987), Nigeria (1990) y las Filipinas (1991). Igualmente sucedió en Zambia, donde en 1992 aún se estaban construyendo instalaciones que se utilizarían para imprimir. Lo mismo ocurrió respecto a edificaciones de menor tamaño, como las de la India (1985); Chile (1986); Costa Rica, Ecuador, Guyana, Haití y Papua Nueva Guinea (1987); Ghana (1988) y Honduras (1989).

No obstante, los hermanos de algunos países se han sorprendido de lo que pueden lograr en el país si Jehová bendice su esfuerzo conjunto. A principios de los años ochenta, por ejemplo, la sucursal de España realizaba gestiones para conseguir instalaciones más amplias. Solicitó al Cuerpo Gobernante los fondos requeridos. Pero como se estaban realizando muchos gastos en otras actividades, no se pudo conceder la ayuda. Si se les daba la oportunidad, ¿lograrían los Testigos españoles, cuyos salarios eran relativamente bajos, proveer suficientes fondos para tal empresa?

Cuando se les explicó la situación, ofrecieron gustosos joyas, sortijas y pulseras para que se vendieran. Al preguntarle a una anciana si de veras deseaba donar la pesada pulsera de oro que había entregado, respondió: “Hermano, ¡será mucho más útil si se emplea para comprar un nuevo Betel que si la llevo en la muñeca!”. Una hermana mayor sacó de debajo del piso de su casa una buena cantidad de billetes viejos acumulados a lo largo de los años. Hubo matrimonios que contribuyeron el dinero que habían ahorrado para viajes. Algunos niños enviaron sus ahorros. Un joven donó para la construcción de la sucursal el dinero con que pensaba comprar una guitarra. Como los israelitas cuando construyeron el tabernáculo en el desierto, los Testigos españoles contribuyeron con generosidad y de buena gana todo lo necesario en sentido material. (Éxo. 35:4-9, 21, 22.) Luego se ofrecieron ellos mismos —de tiempo completo, en las vacaciones y en los fines de semana— para hacer el trabajo. De toda España acudieron miles de hermanos. Otros Testigos de Alemania, Suecia, Gran Bretaña, Grecia y Estados Unidos, por citar unos cuantos, les ayudaron a acabar lo que parecía una tarea imposible.

¿Se obtiene ganancia de las publicaciones?

En 1992 se editaban publicaciones bíblicas en la sede mundial y en 32 sucursales de varias partes del mundo. Estas publicaciones se enviaban en grandes cantidades para que las distribuyeran los testigos de Jehová. Pero ninguna de estas actividades era lucrativa. Con las decisiones respecto a los idiomas en que se imprimirían las publicaciones y los países adonde se enviarían, no se buscaba ganancia comercial, sino únicamente realizar la obra que Jesucristo encomendó a sus seguidores.

Ya en julio de 1879 el primer número de la Watch Tower publicó el anuncio de que las personas tan pobres que no pudieran pagar la suscripción (que costaba solo 50 centavos [E.U.A.] por año) podrían recibirla gratis con solo pedirla por escrito. El objetivo principal era ayudar a la gente a aprender acerca del grandioso propósito de Jehová.

Con ese fin, desde 1879 se ha distribuido gratis al público gran cantidad de publicaciones bíblicas. Desde 1881 en adelante se regalaron alrededor de 1.200.000 ejemplares de Food for Thinking Christians (Alimento para cristianos pensadores). Muchos tenían el formato de un libro de 162 páginas, y los demás el de un periódico. En los años siguientes se publicaron muchos tratados de diversos tamaños. La gran mayoría (literalmente centenares de millones de ejemplares) se repartieron gratis. El número de tratados y de otras publicaciones que se distribuía siguió creciendo. El informe de 1915 indicó que tan solo en ese año se imprimieron 50.000.000 de tratados en unos 30 idiomas para repartirlos gratis por todo el mundo. ¿De dónde procedía el dinero para todo esto? En gran parte, de las donaciones voluntarias enviadas al Fondo de Tratados de la Sociedad.

En las primeras décadas de la historia de la Sociedad también se ofrecían algunas publicaciones por una contribución, que se mantenía lo más baja posible. Entre tales publicaciones había libros encuadernados de 350 a 744 páginas. Cuando los repartidores (nombre que recibían los predicadores de tiempo completo) de la Sociedad las ofrecían al público, mencionaban la contribución sugerida. Sin embargo, no pretendían ganar dinero, sino hacer llegar a la gente las verdades esenciales de la Biblia. Querían que la gente leyera las publicaciones y se beneficiara de ellas.

Los repartidores regalaban gustosamente las publicaciones (haciendo ellos la contribución) si el amo de casa era muy pobre. Pero habían notado que muchos estaban más dispuestos a leerlas si habían dado una contribución por ellas, contribución que, por supuesto, se empleaba para imprimir más publicaciones. Sin embargo, el siguiente comentario del Bulletin (Boletín) del 1 de octubre de 1920 muestra que los Estudiantes de la Biblia no procuraban ganancia económica: “A los diez días de haber entregado el folleto [de 128 páginas], vuelva a visitar a los que mostraron interés para ver si lo han leído. Si no es así, pídales que se lo devuelvan y reintégreles el dinero. Explíqueles que no es un vendedor de libros, sino que su interés es dar este mensaje de consuelo y alegría a todo el mundo, y que si no están muy interesados en algo que les atañe tan directamente [...], desea dejar el libro a alguien a quien le interese”. Los testigos de Jehová no han seguido empleando este método, pues han visto que a veces otras personas de la familia toman las publicaciones y se benefician de ellas; sin embargo, este proceder del pasado destaca su verdadero objetivo.

Durante muchos años los Testigos denominaron “venta” a la distribución de publicaciones. Pero este término creaba cierta confusión, de modo que se fue abandonando a partir de 1929. El término no designaba adecuadamente la obra que efectuaban, pues esta no era comercial. Su objetivo no era ganar dinero. Su único motivo era predicar las buenas nuevas del Reino de Dios. Por ello, el Tribunal Supremo de Estados Unidos sostuvo en 1943 que no podía exigirse a los testigos de Jehová la obtención de una licencia de venta ambulante para que pudieran distribuir sus publicaciones. Posteriormente la judicatura canadiense citó y aprobó el razonamiento expuesto por el Tribunal Supremo estadounidense en esta decisión. *

En muchos países los testigos de Jehová han ofrecido regularmente sus publicaciones por una contribución sugerida. Esta ha sido tan baja, en comparación con los demás libros y revistas, que muchas personas han ofrecido contribuir más. Sin embargo, la organización ha hecho todo lo posible para mantener baja la contribución sugerida, de manera que la puedan dar los muchos millones de personas que, aunque no tienen muchos bienes materiales, agradecen recibir Biblias o publicaciones bíblicas. Aunque se haya sugerido una cantidad, no es para enriquecer a la organización de los testigos de Jehová.

Donde la ley clasifica como actividad comercial toda distribución de publicaciones bíblicas en la que el distribuidor sugiere una contribución por ellas, los testigos de Jehová las entregan con gusto a todo el que tiene verdadero interés y promete leerlas. El que desea hacer una donación para adelantar la obra de educación bíblica puede dar lo que guste. Este método se sigue en Japón, por ejemplo. En Suiza, hasta recientemente solo se podían aceptar contribuciones voluntarias hasta una determinada cantidad; si el amo de casa deseaba dar más, los Testigos se limitaban a devolverle el dinero, o le daban más publicaciones. No deseaban recaudar dinero, sino predicar las buenas nuevas del Reino de Dios.

En vista de los famosos escándalos financieros de ciertas religiones de la cristiandad, y de que cada vez más gobiernos clasificaban la actividad religiosa como comercio, los testigos de Jehová hicieron en 1990 algunos ajustes en su actividad para evitar malentendidos. El Cuerpo Gobernante dio instrucciones para que en Estados Unidos todas las publicaciones —Biblias, tratados, folletos, revistas y libros encuadernados que explican la Biblia— se entregaran al público con la única condición de que las leyeran, sin sugerir contribución alguna. La actividad de los testigos de Jehová no es en absoluto comercial, y esta medida los distinguió aún más de los grupos religiosos que comercializan la religión. Por supuesto, la mayoría de la gente sabe que imprimir las publicaciones cuesta dinero; por ello, si agradecen el servicio de los Testigos, quizás deseen colaborar con un donativo para la obra. A estas personas se les explica que la obra mundial de educación bíblica de los testigos de Jehová se sufraga con donaciones voluntarias. Las donaciones se aceptan con gusto, pero no se solicitan.

Los que participan en el ministerio del campo no lo hacen para lucrarse. Donan su tiempo y corren con los gastos de transporte. Si alguien tiene interés, quedan en regresar todas las semanas, sin cobrarle nada, para instruirle personalmente en la Biblia. Tan solo el amor a Dios y al semejante podría motivarlos a seguir en esta actividad, en la que a menudo encuentran indiferencia y franca oposición.

Los fondos recibidos en la sede mundial de los testigos de Jehová o en las sucursales no son para enriquecer a la organización ni a ninguna persona, sino para dar adelanto a la predicación de las buenas nuevas. Ya en 1922 The Watch Tower informó que, a causa de la situación económica de Europa, los libros que se imprimían allí para la Sociedad los pagaba principalmente la sucursal estadounidense y muchas veces se distribuían por una contribución inferior al costo real. Aunque los testigos de Jehová tienen hoy imprentas en muchas naciones, algunos países a los que se mandan publicaciones no pueden enviar fondos al extranjero para cubrir el costo. Las generosas donaciones de los testigos de Jehová de países que tienen suficientes recursos ayudan a compensar la carencia de las naciones en desventaja económica.

La Sociedad Watch Tower ha procurado siempre utilizar todos los recursos a su alcance para adelantar la predicación de las buenas nuevas. En 1915 Charles Taze Russell dijo en calidad de presidente de la Sociedad: “Nuestra Sociedad no ha procurado acumular riquezas terrenales, sino más bien ha sido una organización que ha gastado dinero. Todo lo que la divina providencia nos ha enviado sin pedirlo hemos procurado gastarlo con la mayor prudencia posible, en armonía con la Palabra y el Espíritu del Señor. Hace mucho tiempo anunciamos que cuando cesaran los fondos cesarían correspondientemente las actividades de la Sociedad; y que, de aumentar los fondos, aumentarían las actividades de la Sociedad”. La Sociedad ha continuado actuando de la misma manera.

Hasta el día de hoy la organización utiliza los fondos disponibles para enviar superintendentes viajantes a fortalecer las congregaciones y animarlas en su ministerio público. Sigue enviando misioneros y graduados de la Escuela de Entrenamiento Ministerial a países donde hay necesidad especial. También utiliza los fondos disponibles para enviar precursores especiales a regiones donde aún no se predica el mensaje del Reino o se predica poco. Como informó el Anuario de los testigos de Jehová para 1993, durante el año de servicio de 1992 se gastó la suma de 45.218.257,56 dólares (E.U.A.) en estas actividades.

Su servicio no es para obtener ganancia personal

Ninguno de los miembros del Cuerpo Gobernante, de los directores de sus agencias legales ni de las personas que se destacan en la organización recibe ganancia económica de la obra de los testigos de Jehová.

Un compañero de C. T. Russell, presidente de la Sociedad Watch Tower por más de treinta años, dijo de este: “A fin de determinar si su modo de actuar se ajustaba a las Escrituras, y también para demostrar su sinceridad, decidió poner a prueba la aprobación del Señor de esta manera: 1) dedicar su vida a la causa; 2) invertir su fortuna en la proclamación de la obra; 3) prohibir las colectas en todas las reuniones; 4) depender de contribuciones que no se hubieran pedido (totalmente voluntarias) para continuar la obra una vez agotada su fortuna”.

En vez de emplear la religión para hacerse rico, el hermano Russell gastó todos sus recursos en la obra del Señor. Después de su muerte se informó en The Watch Tower: “Dedicó toda su fortuna privada a la causa a que consagró su vida. Recibía la cantidad nominal de 11 dólares mensuales para gastos personales. Falleció sin dejar propiedad alguna”.

Con referencia a los que seguirían efectuando la obra de la Sociedad, el hermano Russell estipuló en su testamento: “En lo referente a compensación, estimo prudente mantener el proceder pasado de la Sociedad respecto a los salarios: que nadie reciba paga; tan solo que se cubran los gastos razonables de los que sirvan a la Sociedad o su obra del modo que sea”. Los que sirvieran en los hogares Betel, oficinas y fábricas de la Sociedad, así como sus representantes viajantes, recibirían únicamente la comida, el alojamiento y una pequeña cantidad para gastos, lo suficiente para las necesidades inmediatas, pero “no [habría] provisión [...] para acumular dinero”. Hoy se sigue la misma norma.

Todo el que es aceptado en el servicio especial de tiempo completo en la sede mundial de los testigos de Jehová hace un voto de pobreza, al igual que han hecho los miembros del Cuerpo Gobernante y los demás que componen la familia del Betel de Estados Unidos. Esto no significa que lleven una vida monótona y sin comodidades. Pero sí significa que comparten, sin parcialidad, las provisiones modestas de comida, alojamiento y reembolso en concepto de gastos que reciben todos los que trabajan en este servicio.

De este modo, la organización realiza su obra con completa dependencia de la ayuda que provee Dios. A los testigos de Jehová, una auténtica hermandad espiritual que se extiende por toda la Tierra, no se les obliga a dar, sino que gustosamente emplean sus recursos para realizar la obra que Jehová, su gran Padre celestial, les ha mandado hacer.

[Notas a pie de página]

^ párr. 17 Véase La Atalaya del 1 de diciembre de 1944, páginas 364, 365; 15 de diciembre de 1987, páginas 19, 20.

^ párr. 52 Murdock contra la Comunidad de Pensilvania, 319 U.S. 105 (1943); Odell contra Trepanier, 95 C.C.C. 241 (1949).

[Comentario en la página 340]

‘Esta Sociedad no autoriza ni aprueba las peticiones de dinero’

[Comentario en la página 342]

Se destaca principalmente el valor de dar a conocer la verdad al prójimo

[Comentario en la página 343]

Se explica la situación con claridad y honradez

[Comentario en la página 344]

Las congregaciones se ayudan entre sí para adquirir los Salones del Reino que necesitan

[Comentario en la página 345]

La mayoría de las contribuciones provienen de personas de ingresos moderados

[Comentario en la página 348]

Gran parte de las publicaciones se repartieron gratis. ¿Quién corre con los gastos?

[Comentario en la página 349]

Entregan con gusto las publicaciones a todo el que tiene verdadero interés y promete leerlas

[Comentario en la página 350]

¿Qué se hace con el dinero que se dona?

[Comentario en la página 351]

“Dedicó toda su fortuna privada a la causa a que consagró su vida”

[Recuadro en la página 341]

Dios no mendiga

“Aquel que dijo: ‘Si tuviere hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo, y cuanto él contiene. [...] No tomaré novillo de tu casa, ni machos de cabrío de tus apriscos: porque mía es toda fiera del bosque, y los ganados que pacen sobre mil colinas’ (Sal. 50:12, 9, 10), puede llevar a cabo su gran obra sin mendigar fondos ni al mundo ni a sus hijos. Tampoco obligará él a sus hijos a sacrificar cosa alguna en su servicio, ni aceptará nada de ellos salvo una ofrenda alegre y voluntaria.”—“Zion’s Watch Tower”, septiembre de 1886, página 6.

[Recuadro en la página 347]

Las donaciones no eran siempre de dinero

Los Testigos del extremo norte de Queensland prepararon y enviaron al solar de construcción de la Watch Tower en Sydney (Australia) cuatro camiones cargados de madera de primera calidad por un valor calculado entre 60.000 y 70.000 dólares australianos.

Cuando se estaba ampliando la fábrica de la Watch Tower de Elandsfontein (Sudáfrica), un hermano hindú telefoneó para que recogieran una donación de 500 sacos (de 50 kilos cada uno) de cemento, en un momento en que escaseaba este material en el país. Otros ofrecieron sus camiones para que la Sociedad los utilizara. Una hermana africana pagó a una compañía para que entregara 15 metros cúbicos de arena de construcción.

Cuando se estaba edificando la sucursal de Emmen (Países Bajos), se donaron enormes cantidades de herramientas y ropa de trabajo. Aunque una hermana estaba muy enferma, tejió un par de calcetines de lana para cada trabajador durante el período invernal.

Para la edificación de una nueva sucursal y posible imprenta en Lusaka (Zambia), se compraron materiales de construcción con fondos donados por Testigos de otros países. Los materiales y el equipo que no se podían obtener en el país se enviaron a Zambia en camiones como donación para la obra que se efectuaba en aquel país.

Un Testigo de Ecuador donó en 1977 un terreno de 34 hectáreas, donde se construyeron un Salón de Asambleas y un nuevo complejo de sucursal.

Los Testigos de Panamá abrieron sus hogares para hospedar a los trabajadores voluntarios; algunos dueños de autobuses se encargaron del transporte; otros ayudaron a preparar las 30.000 comidas que se sirvieron en el lugar de construcción.

Una congregación horneó 4.500 panecillos para los trabajadores de la construcción de Arboga (Suecia). Otras enviaron miel, fruta y mermelada. Aunque no era Testigo, un granjero que vivía cerca de las obras les dio dos toneladas de zanahorias.