INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
El Imperio griego
CIERTOS acontecimientos asombrosos de la historia de Grecia cumplieron las profecías bíblicas. No parecía que Grecia pudiera aspirar a la gobernación mundial, pues su pueblo se hallaba dividido en tribus y ciudades-estado independientes.
No obstante, la profecía bíblica registrada en el siglo VI a. E.C. señalaba que habría un cambio sorprendente. En esta profecía primero se simbolizó a Grecia con un leopardo alado y después con un macho cabrío que tenía un gran cuerno, y se predijo de manera inequívoca que Grecia derribaría a la potencia mundial medopersa. Reveló además que el poder de este “cuerno conspicuo” sería quebrado y que en su lugar surgirían otros cuatro. (Da 7:6; 8:5-8, 20-22; 11:3, 4.)
Ese “cuerno conspicuo” resultó ser Alejandro Magno, quien desde el año 334 a. E.C. condujo a victoria tras victoria al pequeño y disciplinado ejército griego. Con gran rapidez conquistó Asia Menor, Siria, Palestina, Egipto y todo el Imperio medopersa, hasta llegar a la India. Pero Alejandro murió a los pocos años y en relativamente poco tiempo su imperio se dividió entre cuatro de sus generales.
En contraste con la vida corta del Imperio griego, su influencia fue duradera. Antes de morir, Alejandro había introducido la lengua y cultura griegas en todo rincón de sus dominios. El griego común llegó a ser la lengua de intercambio para muchos grupos nacionales, y eso contribuyó tiempo después a la rápida difusión del cristianismo por toda la región del Mediterráneo.
En el año 323 a. E.C. Alejandro contrajo fiebre palúdica y murió a los treinta y dos años de edad. Para alrededor de 301 a. E.C. cuatro de sus generales se habían hecho con el poder: Tolomeo Lago gobernaba en Egipto y Palestina; Seleuco Nicátor, en Mesopotamia y Siria; Lisímaco, en Tracia y Asia Menor, y Casandro, en Grecia y Macedonia (Da 7:6; 8:8; 11:4)