HACIA finales del primer siglo, Jesucristo resucitado mostró de manera conmovedora un vivo interés por sus seguidores ungidos que aún permanecían en la Tierra. ¿Cómo? Haciendo que el anciano apóstol Juan escribiera cartas a ‘las siete congregaciones que estaban en el distrito de Asia’ (Rev 1:1-4), unas cartas llenas de consejo oportuno, ánimo y exhortación.

De la mayoría de las ciudades donde estaban estas congregaciones hoy solo quedan ruinas, ruinas que prueban que lo que se escribió está relacionado con lugares que existieron, situaciones verídicas y personajes de la vida real. Por otra parte, más interesante aún es que estos mensajes trataban de condiciones que existirían en el futuro dentro de la congregación cristiana.