Ir al contenido

Ir al índice

Naciones

Naciones

En sentido amplio, una nación es un conjunto de personas unidas por lazos étnicos, que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común. Tal grupo nacional normalmente ocupa un territorio geográfico determinado y está sujeto a alguna forma de gobierno central. El Diccionario Teológico del Antiguo Testamento dice a este respecto: “En hebreo existe una tendencia a emplear [gohy] para designar a un pueblo bajo el aspecto político y territorial, de modo que su significado se acerca al de nuestro término ‘nación’. En cambio, [ʽam (pueblo)] insiste siempre en la consanguinidad como elemento de unión” (edición de G. J. Botterweck y H. Ringgren, vol. 1, col. 986). Los términos griegos é·thnos (nación) y la·ós (pueblo) se emplean de manera similar. En las Escrituras, las formas plurales de gohy y é·thnos por lo general se refieren a las naciones gentiles.

Origen. La primera mención de la formación de naciones diferenciadas procede de la época postdiluviana, de cuando se edificaba la Torre de Babel. Los que participaron en el proyecto estaban unidos en su oposición al propósito de Dios. El factor principal que facilitó la acción unida fue que “toda la tierra continuaba siendo de un solo lenguaje y de un solo conjunto de palabras”. (Gé 11:1-4.) De modo que Jehová confundió su lenguaje y así los ‘dispersó sobre toda la superficie de la tierra’. (Gé 11:5-9; MAPA, vol. 1, pág. 329.)

Debido a que estaban separados por barreras de comunicación, cada grupo lingüístico desarrolló su propia cultura, arte, costumbres, características y religión; cada uno tuvo su propia manera de hacer las cosas. (Le 18:3.) Al estar alejados de Dios, los diferentes pueblos se hicieron muchos ídolos de sus deidades míticas. (Dt 12:30; 2Re 17:29, 33.)

Hubo tres grandes ramas de estas naciones descendientes de los hijos y nietos de Jafet, Cam y Sem, los tres hijos de Noé. A aquellos hijos y nietos se les reconoció como los fundadores de las respectivas naciones llamadas por sus nombres. La lista del capítulo 10 de Génesis podría por ello considerarse como la tabla más antigua de naciones, setenta en total. Catorce eran jaféticas; treinta, camitas, y veintiséis, semitas. (Gé 10:1-8, 13-32; 1Cr 1:4-25.) Véase más información sobre estos grupos nacionales en el CUADRO, vol. 1, pág. 329, así como en los artículos que se han publicado sobre cada uno de los setenta descendientes de Noé.

Por supuesto, con el paso del tiempo se produjeron muchos cambios. Algunas naciones fueron absorbidas por naciones vecinas o desaparecieron completamente debido a enfermedad, guerra o debilidad, mientras que otras surgieron gracias a nuevas migraciones o a aumentos de población. El espíritu de nacionalismo en ocasiones llegó a ser muy fuerte en ciertos grupos, y este espíritu, junto con importantes victorias militares, dio a hombres ambiciosos el ímpetu necesario para forjar imperios mundiales a costa de las naciones más débiles.

Un padre de naciones. Dios le dijo a Abrán que dejara Ur y se mudara a una tierra que le mostraría, para ‘hacer de él una nación grande’. (Gé 12:1-4.) Más tarde Dios amplió su promesa al decir: “Ciertamente llegarás a ser padre de una muchedumbre de naciones. [...] Y ciertamente te haré fructífero en sumo grado, y de veras haré que llegues a ser naciones, y reyes saldrán de ti”. (Gé 17:1-6.) Esta promesa se cumplió. El hijo de Abrahán, Ismael, llegó a ser padre de “doce principales según sus clanes” (Gé 25:13-16; 17:20; 21:13, 18), y por medio de los seis hijos de Queturá, otras naciones descendieron de Abrahán. (Gé 25:1-4; 1Cr 1:28-33; Ro 4:16-18.) Finalmente, de Isaac descendieron los israelitas y los edomitas. (Gé 25:21-26.) En un sentido espiritual, de mayor alcance, Abrahán llegó a ser “padre de muchas naciones”, puesto que personas de muchos grupos nacionales, como los de la congregación cristiana de Roma, por su fe y obediencia podían considerarle padre de ellos, “el padre de todos los que tienen fe”. (Ro 4:11, 16-18; véase ISRAEL núm. 2.)

Cómo ve Jehová a las naciones. Por ser el Creador y el Soberano Universal, Dios tiene el derecho absoluto de determinar (si lo desea) los límites territoriales de las naciones, como hizo con Ammón, Edom e Israel. (Dt 2:17-22; 32:8; 2Cr 20:6, 7; Hch 17:26.) El Altísimo y Excelso sobre toda la Tierra no puede ser comparado en grandeza con las naciones de la humanidad. (Jer 10:6, 7.) De hecho, estas son a sus ojos como una gota de agua que cae de un cubo. (Isa 40:15, 17.) Por consiguiente, cuando las naciones se aíran y murmuran contra Jehová, como hicieron cuando dieron muerte a Jesús clavándolo a un madero de tormento, Jehová no puede menos que reírse, escarnecer, confundir y deshacer sus presuntuosas maquinaciones tramadas contra Él. (Sl 2:1, 2, 4, 5; 33:10; 59:8; Da 4:32b, 34, 35; Hch 4:24-28.)

Con todo, debido a la grandeza y poder superlativos de Jehová, nadie puede acusarle de tratar injustamente a los grupos nacionales. Sea que tenga tratos con una sola persona o con toda una nación, no hay diferencia en su trato, y jamás transige en la aplicación de sus justos principios. (Job 34:29.) Si una nación se arrepiente, como ocurrió con los ninivitas, Dios la bendice (Jon 3:5-10), pero si escoge seguir un mal proceder, la destruye, aunque esté en una relación de pacto con Él. (Jer 18:7-10.) Cuando se presenta una situación crucial, Jehová envía a sus profetas con un mensaje de advertencia (Jer 1:5, 10; Eze 2:3; 33:7), pues no trata a nadie con parcialidad, sea grande o pequeño. (Dt 10:17; 2Cr 19:7; Hch 10:34, 35.)

Por consiguiente, cuando naciones completas se resisten a reconocer y obedecer a Jehová o lo excluyen de su mente y de su corazón, Él ejecuta sus juicios sobre esas naciones (Sl 79:6; 110:6; 149:7-9), las entrega a la destrucción, las devuelve al Seol. (Sl 9:17; Isa 34:1, 2; Jer 10:25.) Empleando un lenguaje figurado, Jehová dice que las naciones serán entregadas a Su Hijo, el “Fiel y Verdadero, [...] La Palabra de Dios”, para que las haga añicos. (Sl 2:7-9; Rev 19:11-15; compárese con Rev 12:5.)

La nueva nación del Israel espiritual. Durante siglos Jehová Dios limitó su relación al Israel natural, de modo que envió a sus profetas una y otra vez para que el pueblo se volviera de su derrotero rebelde. Por último, envió a su Hijo, Cristo Jesús, pero la mayoría lo rechazó. Por lo tanto, Jesús dijo a los principales sacerdotes y fariseos incrédulos: “El reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca sus frutos”. (Mt 21:33-43.)

El apóstol Pedro identificó claramente a aquella “nación” como una nación compuesta de personas que habían aceptado a Cristo Jesús. (1Pe 2:4-10.) De hecho, Pedro aplicó a sus compañeros cristianos las mismas palabras que se habían dirigido al Israel natural: “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial’”. (1Pe 2:9; compárese con Éx 19:5, 6.) Todos ellos reconocían a Dios como Gobernante y a su Hijo, como Señor y Cristo. (Hch 2:34, 35; 5:32.) Poseían su ciudadanía en los cielos (Flp 3:20), y se les selló con el espíritu santo como prenda de su herencia celestial. (2Co 1:22; 5:5; Ef 1:13, 14.) Mientras que el Israel natural fue constituido en nación por medio del pacto de la Ley, la “nación santa” de cristianos engendrados por espíritu lo fue mediante el nuevo pacto. (Éx 19:5; Heb 8:6-13.) Por estas razones, era sumamente apropiado que se les llamara una “nación santa”.

Cuando el espíritu de Dios se derramó por primera vez sobre unos 120 discípulos de Jesús (todos judíos naturales) en el día de Pentecostés del año 33 E.C., quedó claro que Dios estaba teniendo tratos con una nueva nación espiritual. (Hch 1:4, 5, 15; 2:1-4; compárese con Ef 1:13, 14.) Más tarde, a partir del año 36 E.C., el privilegio de hacerse miembros de esa nueva nación se extendió a los gentiles incircuncisos, quienes también recibieron el espíritu de Dios. (Hch 10:24-48; Ef 2:11-20.)

Respecto a la predicación de las buenas nuevas a todas las naciones, véase BUENAS NUEVAS.

Gog y Magog. El libro bíblico de Revelación (20:7, 8) menciona que después del reinado milenario de Cristo, Satanás “saldrá a extraviar a aquellas naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog”. Al parecer, esas naciones serán el resultado de una rebelión organizada contra la administración de Cristo. (Véase GOG núm. 3.)