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Pacto

Pacto

Acuerdo entre dos o más personas para emprender cierta acción o abstenerse de llevarla a cabo; convenio; contrato. La palabra hebrea beríth, de etimología incierta, aparece unas 280 veces en las Escrituras Hebreas, y más de 80 de esos casos se dan en el Pentateuco de Moisés. Las tablillas cuneiformes encontradas en Qatna en 1927 (antigua ciudad cananea al SE. de Hamat) permiten comprobar que el significado primario del término hebreo es “pacto”, comparable al del vocablo legal moderno de “contrato”. “El contenido de dos de las [quince] tablillas es sencillo. La tablilla A contiene una lista de nombres [...]. La tablilla B, una lista de víveres [...]. Por lo tanto, la lista A es un compromiso por el que las personas mencionadas [...] acuerdan ponerse al servicio de otra o cumplir con determinadas obligaciones. La lista B, de la mano del mismo escriba, explicita la naturaleza del compromiso: los que suscriben el acuerdo recibirán a cambio de sus servicios una cantidad específica de víveres. [...] El concepto israelita de berit, ‘pacto’, fue un tema central en la teología yavista. Aquí aparece escrito este término por primera vez en un documento extrabíblico de tiempos antiguos, no posterior al primer tercio del siglo XIV a. C.” (Bulletin of the American Schools of Oriental Research, febrero de 1951, pág. 22.)

Algunas versiones de las Escrituras Griegas Cristianas traducen el término di·a·thḗ·kē por “pacto; alianza; testamento” (testamentum, Vg). Sin embargo, la Cyclopædia de M’Clintock y Strong (1891) comenta en el artículo “Pacto” que “no parece haber necesidad de introducir una nueva palabra [aparte de “pacto”] que transmita una idea nueva. Dado que la Sept[uaginta] tradujo de manera consecuente [beríth] término que nunca significa última voluntad o testamento, sino siempre pacto o acuerdo— por [di·a·thḗ·kē] en todo el A.T., puede suponerse que cuando los escritores neotestamentarios adoptaron ese término, intentaron comunicar a sus lectores (la mayoría de ellos familiarizados con el A.T. en griego) la misma idea. Además, en la mayoría de las ocasiones, el N.T. se refiere al mismo concepto denominado pacto (beríth) en el A.T. (véanse 2Co III, 14; Heb. VII, IX; Rev. XI, 19); si bien en el mismo contexto, la misma palabra y objeto se ha traducido del griego al [español, en la mayoría de las Biblias,] algunas veces ‘pacto’ [o ‘alianza’] y otras ‘testamento’ (Heb. VII, 22; VIII, 8-13; IX, 15)”. (Véase también NM, apéndice 7E, pág. 1585.)

El escritor de la carta a los Hebreos emplea repetidas veces el término di·a·thḗ·kē (Heb 7:22; 8:6, 8, 9, 10; 9:4, 15, 16, 17, 20) refiriéndose innegablemente a un pacto en el sentido hebreo antiguo, y hasta cita de Jeremías 31:31-34 y hace mención del “arca del pacto”. En los versículos supracitados de Jeremías, la Septuaginta traduce la antigua voz hebrea beríth (pacto) por di·a·thḗ·kē. Además, en Hebreos 9:20 se cita de Éxodo 24:6-8, donde sin lugar a dudas se habla de un pacto.

Aplicación de la palabra. Los pactos siempre incluían a dos o más partes. Podían ser unilaterales (en los que solo una de las partes tenía la responsabilidad de cumplir los términos) o bilaterales (en los que ambas partes tenían términos que cumplir). Además de los pactos en los que Dios es una de las partes, la Biblia registra la formulación de pactos entre hombres, tribus, naciones o grupos de personas. Quebrantar un pacto era un pecado grave. (Eze 17:11-20; Ro 1:31, 32.)

El término “pacto” se aplicaba a un decreto invariable, como el concerniente al pan de la proposición (Le 24:8) o a la creación de Dios gobernada por sus leyes, tales como la inalterable sucesión del día y la noche. (Jer 33:20.) También se usa figurativamente, como en la expresión ‘pacto con la Muerte’. (Isa 28:18.) Asimismo, Jehová habla de un pacto en relación con las bestias salvajes. (Os 2:18.) Al convenio matrimonial se le llama pacto. (Mal 2:14.) La expresión “dueños (amos) de un pacto” tiene el sentido de “confederados”, como en Génesis 14:13.

En realidad, cualquier promesa de Jehová es un pacto, pues su realización es segura, y se puede confiar plenamente en su cumplimiento. (Heb 6:18.) Un pacto está en vigor mientras sus términos estén vigentes y la obligación de cumplirlo descanse en una o ambas partes. Los resultados o las bendiciones que se derivan del pacto pueden continuar, incluso, eternamente.

Métodos de ratificar un pacto. A menudo se invocaba a Dios como testigo. (Gé 31:50; 1Sa 20:8; Eze 17:13, 19.) Se hacía un juramento. (Gé 31:53; 2Re 11:4; Sl 110:4; Heb 7:21.) Los hombres a veces disponían una señal o testimonio físico, como un regalo (Gé 21:30), una columna o majano (Gé 31:44-54) o el darle nombre a un lugar (Gé 21:31). En una ocasión Jehová se sirvió del arco iris. (Gé 9:12-16.) Un método era matar y cortar en trozos determinados animales, y luego cada uno de los que hacían el pacto pasaba entre los pedazos. Debido a esta costumbre se acuñó la locución hebrea ‘cortar un pacto’. (Gé 15:9-11, 17, 18, nota; Jer 34:18, nota, 19.) A veces una alianza iba acompañada de una fiesta. (Gé 26:28, 30.) En ciertas ocasiones se podía participar de una comida de comunión, como se hizo cuando se inauguró el pacto de la Ley. (Abd 7; Éx 24:5, 11.) El pactante de más entidad podía regalar al otro armas o alguna pieza de su indumentaria. (1Sa 18:3, 4.) En algunas naciones paganas las partes pactantes acostumbraban a beber cada uno sangre del otro, bien sola o mezclada con vino (en violación de la prohibición divina dada a toda persona en Génesis 9:4 y al pueblo de Israel bajo la Ley), y pronunciar las más duras maldiciones sobre el que se atreviese a quebrantar el pacto.

La Biblia emplea la expresión “pacto de sal” para indicar la permanencia e inmutabilidad de un pacto. (Nú 18:19; 2Cr 13:5; Le 2:13.) Entre los pueblos antiguos, comer sal juntos era una señal de amistad, e indicaba fidelidad y lealtad duraderas. Comer sal con los sacrificios de comunión simbolizaba lealtad perdurable.

Documentos escritos. “El dedo de Dios” escribió sobre piedra los Diez Mandamientos (Éx 31:18; 32:16); se dice que Jeremías redactó una escritura, la selló y tomó testigos (Jer 32:9-15); también se han hallado tablillas de arcilla de pueblos antiguos que recogen los términos de contratos convenidos en su día. Estas solían introducirse en sobres de arcilla que luego se cerraban.

La promesa edénica. Como se registra en Génesis 3:15, Jehová Dios declaró proféticamente su propósito en el jardín de Edén en presencia de Adán, Eva y la “serpiente”.

Con respecto a la identidad de los que estaban incluidos en esta promesa y profecía, la visión dada al apóstol Juan de Revelación 12:9 nos informa que la “serpiente” es Satanás el Diablo. La “descendencia” de la “mujer”, durante tanto tiempo esperada por los hombres justos, se identifica con la “descendencia” de Abrahán: Jesucristo. (Gál 3:16; Mt 1:1.) La serpiente tenía que magullar en el talón a la “descendencia”. Jesucristo fue muerto; sin embargo, esta herida no fue permanente, ya que Dios lo levantó de la muerte. Pero la “descendencia”, a su vez, tiene que magullar la cabeza de la serpiente, derrotándola permanentemente.

¿Quién es la “mujer” que interviene en este pacto? No puede ser Eva, pues ella se hizo enemiga de Dios. Para poder derrotar, ‘reducir a la nada’, a la criatura celestial Satanás el Diablo, la “descendencia” de la mujer también tendría que ser celestial, no humana. (Heb 2:14.) Aunque Jesús era Hijo de Dios, nació como hombre, pero cuando se bautizó, Dios lo reconoció como Su Hijo al enviar espíritu santo sobre él, y así Jesús se convirtió en el Hijo de Dios engendrado por espíritu. (Mt 3:13-17; Jn 3:3-5.) Más tarde, cuando se le resucitó, fue “hecho vivo en el espíritu”. (1Pe 3:18.) Entonces, ¿quién fue la “madre”, no ya del niño Jesús, sino del Hijo de Dios engendrado por espíritu? El apóstol Pablo explicó que tanto Abrahán como Sara, Isaac, Agar e Ismael configuraron un drama simbólico, en el que Isaac representó a todos aquellos cuya esperanza es celestial, entre quienes estaba el propio apóstol Pablo. De hecho, Pablo dijo que la “madre” de todos estos es “la Jerusalén de arriba”. Jesucristo los llamó sus “hermanos”, con lo que dio a entender que eran hijos de una misma madre. (Heb 2:11.) Sobre esta base se puede identificar a la “mujer” de Génesis 3:15 con “la Jerusalén de arriba”. (Gál 4:21-29.)

Los términos de la promesa implican que habría un lapso de tiempo, durante el cual la “serpiente” produciría una “descendencia” y surgiría una enemistad entre las dos ‘descendencias’. Ya han pasado unos seis mil años desde la declaración de la promesa. Justamente antes del reinado milenario de Cristo, se arrojará a la “serpiente” al abismo de inactividad, y después del fin de los mil años, se la aniquilará para siempre. (Rev 20:1-3, 7-10; Ro 16:20.)

Pacto con Noé. Jehová Dios hizo un pacto con Noé —quien representaba a su familia— en relación con el propósito de Jehová de salvaguardar la vida humana y animal y destruir el mundo inicuo de aquel día. (Gé 6:17-21; 2Pe 3:6.) Noé tuvo sus hijos cuando ya era mayor de quinientos años. (Gé 5:32.) Cuando Dios reveló su propósito a Noé, sus hijos eran adultos y se habían casado. Noé, por su parte, tenía que construir el arca e introducir en ella a su esposa, hijos y nueras, así como a los animales y también alimento. De esta forma, Jehová conservaría sobre la tierra alguna carne tanto de hombres como de animales. El que Noé cumpliese obedientemente los términos del pacto resultó en que Jehová conservase la vida humana y animal. El pacto se cumplió por completo en el año 2369 a. E.C., después del Diluvio, cuando tanto el hombre como los animales pudieron vivir otra vez sobre el suelo y reproducir su especie. (Gé 8:15-17.)

Pacto del arco iris. El pacto del arco iris se hizo entre Jehová Dios y toda carne —representada por Noé y su familia, así como por la especie animal— en las montañas de Ararat en 2369 a. E.C. Jehová declaró que nunca más volvería a aniquilar a toda carne por medio de un diluvio. El arco iris se dio entonces como señal del pacto, que durará mientras la humanidad viva sobre la tierra, es decir, eternamente. (Gé 9:8-17; Sl 37:29.)

Pacto con Abrahán. Al parecer, el pacto con Abrahán entró en vigor cuando Abrán (Abrahán) cruzó el Éufrates en camino a la tierra de Canaán. Cuatrocientos treinta años después, se hizo el pacto de la Ley. (Gál 3:17.) Cuando Abrahán vivía en Mesopotamia, en Ur de los caldeos, Jehová le dijo que viajase al país que le había de mostrar. (Hch 7:2, 3; Gé 11:31; 12:1-3.) Éxodo 12:40, 41 (LXX) dice que Israel salió de su esclavitud en Egipto al final de cuatrocientos treinta años de residir en aquel país y en la tierra de Canaán, “en este mismo día”. El día en el que se les liberó fue el 14 de Nisán de 1513 a. E.C., el día de la Pascua. (Éx 12:2, 6, 7.) Este hecho indicaría que Abrahán cruzó el Éufrates en camino a Canaán el 14 de Nisán del año 1943 a. E.C.; entonces empezó a regir el pacto abrahámico. Dios se le apareció de nuevo a Abrahán una vez que este viajó hasta Siquem, en Canaán, y le dio más detalles sobre la promesa, diciendo: “A tu descendencia voy a dar esta tierra”, relacionando, por lo tanto, este pacto con la promesa de Edén, y revelando que la “descendencia” tendría un desarrollo humano, es decir, que vendría a través de una línea de descendencia humana. (Gé 12:4-7.) Como se registra en Génesis 13:14-17; 15:18; 17:2-8, 19; y 22:15-18, Jehová revelaría más tarde detalles adicionales.

Las promesas del pacto pasaron a la estirpe de Abrahán por medio de Isaac (Gé 26:2-4) y de Jacob. (Gé 28:13-15; 35:11, 12.) El apóstol Pablo dice que Cristo (el principal) y aquellos que están en unión con él son la verdadera “descendencia”. (Gál 3:16, 28, 29.)

Dios reveló el propósito y las consecuencias del pacto abrahámico, pues dijo que la descendencia prometida vendría por medio de Abrahán, que esta descendencia poseería la puerta de sus enemigos, que la descendencia de Abrahán por medio de Isaac sería muy numerosa e incontable para el hombre de aquel tiempo, que el nombre de Abrahán sería engrandecido, que la descendencia poseería la Tierra Prometida y que todas las familias de la Tierra se bendecirían por medio de la descendencia. (Véanse los textos de Génesis citados anteriormente.) El cumplimiento literal de estos detalles tipificó el cumplimiento mucho mayor por medio de Cristo. Pablo añade más información en cuanto a la naturaleza simbólica y profética de los términos de este pacto cuando dice que Abrahán, Sara, Isaac, Agar e Ismael representaron un drama simbólico. (Gál 4:21-31.)

El pacto abrahámico es “un pacto hasta tiempo indefinido”. Sus términos exigen que se extienda hasta que se haya consumado la destrucción de todos los enemigos de Dios y la bendición de las familias de la tierra. (Gé 17:7; 1Co 15:23-26.)

Cuando Pablo comentó acerca del pacto abrahámico y el de la Ley, hizo referencia al principio que dice: “No hay mediador cuando se trata de una sola persona”, y añadió que “Dios es uno solo”. (Gál 3:20; véase MEDIADOR.) El pacto que Jehová hizo con Abrahán fue unilateral. Fue más bien una promesa, pues Jehová no le impuso condiciones de cumplimiento obligatorio que él tuviese que satisfacer a cambio de la realización de la promesa. (Gál 3:18.) Por consiguiente, no se requería un mediador. No obstante, el pacto de la Ley fue bilateral. Las partes integrantes fueron Jehová y la nación de Israel, y Moisés intervino como mediador. Los israelitas convinieron en los términos del pacto e hicieron una promesa sagrada de obedecer la Ley. (Éx 24:3-8.) Este pacto no invalidó el pacto abrahámico. (Gál 3:17, 19.)

Pacto de la circuncisión. El pacto de la circuncisión se hizo en el año 1919 a. E.C., cuando Abrahán tenía noventa y nueve años de edad. Jehová lo hizo con Abrahán y su descendencia natural. Todos los varones de la casa, entre ellos los esclavos, tenían la obligación de circuncidarse; todo el que se negara a hacerlo sería cortado de su pueblo. (Gé 17:9-14.) Más tarde, Dios declaró que el residente forastero que deseara comer la Pascua (y de este modo unirse a Israel como adorador de Jehová) debía circuncidar a los varones de su casa. (Éx 12:48, 49.) La circuncisión fue un sello de la justicia que Abrahán tuvo por fe mientras estaba en su estado incircunciso y fue una señal física de la relación de pacto con Jehová de los descendientes de Abrahán a través de Jacob. (Ro 4:11, 12.) Dios reconoció la circuncisión hasta el fin del pacto de la Ley, en el año 33 E.C. (Ro 2:25-28; 1Co 7:19; Hch 15.) Aunque la circuncisión física se realizaba bajo la Ley, Jehová mostró repetidas veces que a él le interesaba más su significado simbólico, pues aconsejó a Israel que ‘circuncidase el prepucio de sus corazones’. (Dt 10:16; Le 26:41; Jer 9:26; Hch 7:51.)

Pacto de la Ley. El pacto de la Ley entre Jehová y la nación del Israel natural se celebró el tercer mes después de salir de Egipto, en el año 1513 a. E.C. (Éx 19:1.) Fue un pacto nacional: aquel que nacía israelita natural estaba bajo el pacto de la Ley por nacimiento y de este modo se encontraba en esta relación especial con Jehová. La Ley estaba dispuesta de forma ordenada, como un código, con sus estatutos agrupados. Se transmitió a través de ángeles por mano de un mediador, Moisés, y se puso en vigor en el monte Sinaí por medio del sacrificio de animales (en sustitución del mediador, Moisés). (Gál 3:19; Heb 2:2; 9:16-20.) En aquel entonces Moisés roció la mitad de la sangre de los animales sacrificados sobre el altar, luego leyó el libro del pacto al pueblo, el cual estuvo de acuerdo en obedecer, y por último roció la sangre sobre el libro y sobre el pueblo. (Éx 24:3-8.) La ley contemplaba un sacerdocio de la familia de Aarón, qohatita de la tribu de Leví. (Nú 3:1-3, 10.) El sumo sacerdocio pasó de Aarón a sus descendientes, primero a Eleazar, luego a Finehás y así sucesivamente. (Nú 20:25-28; Jos 24:33; Jue 20:27, 28.)

Los términos del pacto de la Ley estipulaban que si los israelitas guardaban el pacto, serían un pueblo para el nombre de Jehová, un reino de sacerdotes y una nación santa, y tendrían su bendición (Éx 19:5, 6; Dt 28:1-14), en tanto que si violaban el pacto, serían malditos. (Dt 28:15-68.) Los propósitos del pacto eran: poner de manifiesto las transgresiones (Gál 3:19), conducir a los judíos a Cristo (Gál 3:24), servir de sombra de las buenas cosas por venir (Heb 10:1; Col 2:17), salvaguardar a los judíos de la religión falsa, pagana, y preservar la adoración verdadera de Jehová, así como proteger la línea de la descendencia prometida. Junto con el pacto abrahámico (Gál 3:17-19), el pacto de la Ley organizó a la nación-descendencia natural de Abrahán por medio de Isaac y Jacob.

El pacto de la Ley también extendió sus beneficios a otros que no eran del Israel natural, puesto que podían hacerse prosélitos, circuncidarse y así recibir muchos de los beneficios de la Ley. (Éx 12:48, 49.)

¿En qué sentido se quedó “anticuado” el pacto de la Ley?

Sin embargo, el pacto de la Ley quedó “anticuado” en cierto sentido cuando Dios anunció por medio del profeta Jeremías que haría un nuevo pacto. (Jer 31:31-34; Heb 8:13.) En 33 E.C. el pacto de la Ley quedó invalidado sobre la base de la muerte en sacrificio de Cristo en un madero de tormento (Col 2:14) y lo sustituyó el nuevo pacto. (Heb 7:12; 9:15; Hch 2:1-4.)

Pacto con la tribu de Leví. Jehová hizo un pacto con la tribu de Leví: tenía que ponerse aparte a toda la tribu para la organización del servicio del tabernáculo, que comprendía el sacerdocio. Esto sucedió en el desierto de Sinaí en el año 1512 a. E.C. (Éx 40:2, 12-16; Mal 2:4.) Aarón y sus hijos, de la familia de Qohat, serían los sacerdotes, mientras que las restantes familias levitas se encargarían de otros deberes, como erigir la tienda o desmontarla, y algunos más. (Nú 3:6-13; cap. 4.) Posteriormente, también sirvieron en el templo. (1Cr 23.) La ceremonia de instalación del sacerdocio se celebró durante los días 1 al 7 de Nisán de 1512 a. E.C., y ellos comenzaron a oficiar a partir del día 8 de Nisán. (Le 8, 9.) A los levitas no se les dio una herencia en la tierra, pero las otras tribus debían pagarles el diezmo, y tenían ciudades enclavadas en todo el territorio donde morar. (Nú 18:23, 24; Jos 21:41.) Debido al celo por la devoción exclusiva a Jehová que manifestó Finehás, Dios hizo con él un pacto de paz, un pacto para un sacerdocio por tiempo indefinido tanto para él como para su prole. (Nú 25:10-13.) El pacto del sacerdocio levítico continuó vigente hasta que finalizó el pacto de la Ley. (Heb 7:12.)

Pacto con Israel en Moab. Poco antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida, en el año 1473 a. E.C., Jehová hizo un pacto con el Israel natural en Moab (Dt 29:1; 1:3), donde Moisés repitió y explicó una gran parte de la Ley. El propósito de aquel pacto era fomentar la lealtad a Jehová, así como hacer ajustes y enunciar ciertas leyes necesarias para los israelitas, pues iban a abandonar una vida nómada para establecerse en la tierra. (Dt 5:1, 2, 32, 33; 6:1; compárese Le 17:3-5 con Dt 12:15, 21.) Este pacto terminó cuando se abolió el pacto de la Ley, pues era parte integrante de esta.

Pacto con el rey David. El pacto con David se hizo en algún momento de su reinado en Jerusalén (1070-1038 a. E.C.). Las dos partes del pacto fueron Jehová y David, como representante de su familia. (2Sa 7:11-16.) Los términos eran que un hijo de la línea de David poseería el trono para siempre y que este hijo edificaría una casa para el nombre de Jehová. El propósito de Dios con este pacto era dotar a los judíos de una dinastía real y darle a Jesús, como heredero de David, el derecho legal al trono de este, “el trono de Jehová” (1Cr 29:23; Lu 1:32), así como identificar a Jesús como el Mesías. (Eze 21:25-27; Mt 1:6-16; Lu 3:23-31.) Este pacto no trataba nada referente al sacerdocio; el sacerdocio levítico servía conjuntamente con los reyes de la línea de David; pero bajo la Ley, el sacerdocio y la gobernación estaban estrictamente separados. Puesto que Jehová reconoce esta gobernación y actúa a través de ella para siempre, el pacto tiene duración eterna. (Isa 9:7; 2Pe 1:11.)

Pacto para un sacerdocio a la manera de Melquisedec. Se habla de este pacto en el Salmo 110:4, y el escritor del libro bíblico de Hebreos lo aplica a Cristo en Hebreos 7:1-3, 15-17. Es un pacto que Jehová hace únicamente con Jesucristo. Parece que Jesús se refirió a este pacto cuando hizo el pacto para un Reino con sus seguidores. (Lu 22:29.) Por el juramento de Jehová, Jesucristo, Su hijo celestial, sería sacerdote a la manera de Melquisedec. Melquisedec era rey y sacerdote de Dios en la Tierra; Jesucristo no había de ocupar ambos puestos —rey y sumo sacerdote— en la Tierra, sino en el cielo. Después de su ascensión al cielo, se le instaló en su puesto permanentemente. (Heb 6:20; 7:26, 28; 8:1.) El pacto está en vigor eternamente, puesto que Jesús actuará bajo la dirección de Jehová como rey y sumo sacerdote para siempre. (Heb 7:3.)

Nuevo pacto. En el siglo VII a. E.C., Jehová profetizó mediante el profeta Jeremías que habría un nuevo pacto, y dijo que no sería como el pacto de la Ley, que Israel había quebrantado. (Jer 31:31-34.) La noche antes de morir, el 14 de Nisán del año 33 E.C., cuando Jesucristo instituyó la celebración de la Cena del Señor, anunció el nuevo pacto, que sería validado por su sacrificio. (Lu 22:20.) El día quincuagésimo desde su resurrección, diez días después de ascender a su Padre, derramó sobre sus discípulos reunidos en un aposento superior de Jerusalén el espíritu santo que había recibido de Jehová. (Hch 2:1-4, 17, 33; 2Co 3:6, 8, 9; Heb 2:3, 4.)

Las partes del nuevo pacto son, por una parte, Jehová, y, por otra, el “Israel de Dios”, es decir, los ungidos por espíritu en unión con Cristo, que forman su congregación o cuerpo. (Heb 8:10; 12:22-24; Gál 6:15, 16; 3:26-28; Ro 2:28, 29.) El nuevo pacto se pone en vigor mediante la sangre derramada de Jesucristo, el sacrificio de su vida humana, cuyo valor presentó ante Jehová después de ascender al cielo. (Mt 26:28.) Cuando Dios escoge a una persona para la llamada celestial (Heb 3:1), lo introduce en su pacto sobre la base del sacrificio de Cristo. (Sl 50:5; Heb 9:14, 15, 26.) Jesucristo es el mediador del nuevo pacto (Heb 8:6; 9:15) y el principal de la descendencia de Abrahán. (Gál 3:16.) Como Jesús es el mediador del nuevo pacto, ayuda a los que se encuentran en dicho pacto a convertirse en parte de la verdadera descendencia de Abrahán (Heb 2:16; Gál 3:29) al serles perdonados sus pecados. Jehová los declara justos. (Ro 5:1, 2; 8:33; Heb 10:16, 17.)

Estos hermanos de Cristo, ungidos y engendrados por espíritu, llegan a ser sacerdotes bajo el Sumo Sacerdote, y constituyen “un sacerdocio real”. (1Pe 2:9; Rev 5:9, 10; 20:6.) Efectúan un trabajo sacerdotal, un “servicio público” (Flp 2:17), y se les llama “ministros de un nuevo pacto”. (2Co 3:6.) Estos llamados deben seguir los pasos de Cristo con sumo cuidado y atención, fielmente, hasta que terminen sus vidas en la muerte. Luego Jehová los constituirá un reino de sacerdotes, haciéndolos partícipes de la naturaleza divina, y los recompensará con inmortalidad e incorrupción como coherederos en los cielos con Cristo. (1Pe 2:21; Ro 6:3, 4; 1Co 15:53; 1Pe 1:4; 2Pe 1:4.) El propósito del pacto es sacar un pueblo para el nombre de Jehová como parte de la “descendencia” de Abrahán. (Hch 15:14.) Este pueblo forma la “novia” de Cristo, el cuerpo de personas a las que introduce en un pacto para el Reino con el fin de que reinen con él. (Jn 3:29; 2Co 11:2; Rev 21:9; Lu 22:29; Rev 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) El propósito del nuevo pacto exige que este continúe en vigor hasta que todos los del “Israel de Dios” sean resucitados a inmortalidad en los cielos.

Los beneficios de ese propósito, una vez realizado, serán eternos, por lo que puede llamársele “un pacto eterno”. (Heb 13:20.)

Pacto de Jesús con sus seguidores. En la noche del 14 de Nisán de 33 E.C., después de celebrar la Cena del Señor, Jesús hizo este pacto con sus once apóstoles fieles y les prometió que se sentarían sobre tronos. (Lu 22:28-30; compárese con 2Ti 2:12.) Posteriormente mostró que esta promesa se extendería a todos los ‘vencedores’ ungidos por espíritu. (Rev 3:21; véase también Rev 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) En el día del Pentecostés inauguró este pacto con ellos ungiendo con espíritu santo a aquellos discípulos presentes en el aposento de arriba en Jerusalén. (Hch 2:1-4, 33.) Aquellos que se adhiriesen a él a través de pruebas y sufriesen su misma clase de muerte (Flp 3:10; Col 1:24), reinarían con él y compartirían su gobernación real. Este pacto entre Jesucristo y sus reyes asociados está en vigor eternamente. (Rev 22:5.)

Otros pactos. a) Josué y los principales de Israel pactan con los habitantes de la ciudad de Gabaón a fin de permitirles seguir con vida. A pesar de que los cananeos habían sido maldecidos y los israelitas tenían que destruirlos, se consideraba que un pacto imponía una obligación tan ineludible que se permitió a los gabaonitas permanecer vivos; la maldición se satisfizo haciéndolos leñadores y aguadores para la asamblea de Israel. (Jos 9:15, 16, 23-27.) b) Josué hace un pacto con Israel para servir a Jehová. (Jos 24:25, 26.) c) El pacto de los hombres de mayor edad de Galaad con Jefté en Mizpá para nombrarlo cabeza sobre los habitantes de Galaad si Jehová le daba la victoria sobre los ammonitas. (Jue 11:8-11.) d) El pacto entre Jonatán y David. (1Sa 18:3; 23:18.) e) Jehoiadá, el sacerdote, con los jefes de la guardia de corps caria y de los corredores. (2Re 11:4; 2Cr 23:1-3.) f) Israel pacta con Jehová para despedir a las esposas extranjeras. (Esd 10:3.) g) Jehová da a su siervo como pacto del pueblo o para el pueblo. (Isa 42:6; 49:8.) h) David hace un pacto en Hebrón con todos los ancianos de Israel. (1Cr 11:3.) i) Un pacto del pueblo, durante el reinado de Asá, para buscar a Jehová con todo el corazón y toda el alma. (2Cr 15:12.) j) Josías hace un pacto con Jehová para guardar sus mandamientos de acuerdo con la Ley. (2Cr 34:31.) k) Los “fanfarrones” que gobernaban Jerusalén creyeron equivocadamente que por haber hecho un “pacto con la Muerte” estaban seguros. (Isa 28:14, 15, 18.)