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Pronto acabará el sufrimiento

Pronto acabará el sufrimiento

Pronto acabará el sufrimiento

En algún momento de su vida, es posible que usted se haya preguntado: “¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo?”. La humanidad lleva milenios padeciendo los terribles azotes de la guerra, la pobreza, los desastres, la delincuencia, las injusticias, las enfermedades y la muerte. Y en los pasados cien años, el sufrimiento ha sido mayor que nunca. ¿Acabará alguna vez todo esto?

La alentadora respuesta es que sí, y muy pronto. La Palabra de Dios, la Biblia, promete: “El inicuo [o malvado] ya no será [...]. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. ¿Por cuánto tiempo? La propia Biblia responde: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:10, 11, 29).

Cuando Dios elimine la maldad y el sufrimiento, la Tierra se transformará en un paraíso donde la gente podrá vivir feliz para siempre y con salud perfecta. La Biblia predice que Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor” (Revelación [Apocalipsis] 21:4).

En ese nuevo mundo, incluso se devolverá la vida a muchísimas personas que han muerto para que también disfruten de esas bendiciones. La Biblia promete: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15). Por esta razón, Jesucristo pudo dirigir estas palabras a un malhechor arrepentido que tuvo fe en él: “Estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:43).

¿Por qué comenzó el sufrimiento?

Si el propósito de Dios era que los seres humanos disfrutaran de un futuro tan magnífico, ¿por qué permitió que hubiera sufrimiento? ¿Y por qué ha dejado que continúe por tanto tiempo?

Cuando Dios creó a Adán y Eva, los hizo con un cuerpo y una mente perfectos. Además, los puso en un jardín paradisíaco y les dio un trabajo gratificante. Las Escrituras dicen: “Vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno” (Génesis 1:31). Si hubieran obedecido a su Creador, habrían tenido hijos perfectos, y toda la Tierra se habría convertido en un paraíso donde los seres humanos habrían vivido para siempre felices y en paz.

Dios otorgó a Adán y Eva un maravilloso don que forma parte de la naturaleza humana: el libre albedrío, es decir, la capacidad de tomar sus propias decisiones. Así que no eran robots. Sin embargo, para seguir siendo felices tenían que ejercer su libre albedrío con el propósito adecuado: obedecer las leyes divinas. Dios mismo dice: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar” (Isaías 48:17). El mal uso del libre albedrío tendría consecuencias catastróficas, pues los seres humanos no fueron creados para vivir de manera independiente de Dios. La Biblia señala: “Al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23).

Por desgracia, nuestros primeros padres creyeron que podían independizarse de Dios y seguir siendo felices. Pero al rechazar el gobierno de Dios perdieron el apoyo divino y, debido a ello, la perfección. Así comenzó su decadencia, de modo que terminaron envejeciendo y muriendo. Y nosotros, de acuerdo con las leyes de la genética, hemos heredado esa imperfección y la muerte (Romanos 5:12).

La principal cuestión: la soberanía

¿Por qué no destruyó Dios a Adán y Eva y volvió a empezar con otra pareja humana? Porque se había desafiado su soberanía universal, es decir, el derecho que tiene a gobernar. La cuestión era esta: ¿quién tiene derecho a gobernar, y quién gobierna como es debido? Por extensión, ¿le iría mejor al hombre si se independizaba de Dios? Al permitir tiempo para que los seres humanos siguieran con total libertad el rumbo que quisieran, Dios establecería de una vez para siempre si sería mejor para ellos que se sometieran a él o que se gobernaran por sí mismos. Ese plazo de tiempo tendría que ser lo bastante amplio como para que ensayaran toda clase de sistemas políticos, sociales, económicos y religiosos sin que Dios los guiara.

¿Cuál ha sido el resultado? Los miles de años de historia humana han sido testigos de sucesos terribles. De hecho, el siglo pasado fue el peor, con los millones de vidas segadas en el Holocausto y los cien millones de personas que murieron víctimas de las guerras. Y en la actualidad, el delito y la violencia están a la orden del día. El consumo de drogas ha alcanzado proporciones alarmantes. Las enfermedades de transmisión sexual no dejan de extenderse. El hambre y las enfermedades se cobran decenas de millones de vidas todos los años. Los valores familiares y morales se han derrumbado en todas partes. Está claro que ningún gobierno humano tiene la solución a estos problemas. Ninguno ha podido hacer nada contra la vejez, la enfermedad y la muerte.

La situación de la humanidad en nuestros días es justamente la que predijo la Biblia. La Palabra de Dios revela que estamos viviendo en “los últimos días” de este sistema de cosas, en unos tiempos que serían “críticos, difíciles de manejar”. Y se está cumpliendo al pie de la letra esta advertencia bíblica: “Los hombres inicuos e impostores avanzarán de mal en peor” (2 Timoteo 3:1-5, 13).

Pronto acabará el sufrimiento

Todas las pruebas indican que pronto se pondrá fin al desastroso intento de vivir de manera independiente de Dios. Se ha demostrado claramente que el gobierno humano alejado del Creador jamás puede tener éxito, y que solo el gobierno de Dios puede darnos paz, felicidad, salud perfecta y vida eterna. Por consiguiente, el tiempo en que Jehová ha tolerado la maldad y el sufrimiento está a punto de agotarse. Dios intervendrá pronto en los asuntos humanos y destruirá por completo este sistema de cosas tan malo.

Una profecía bíblica declara: “En los días de aquellos reyes [los gobiernos que hoy existen] el Dios del cielo establecerá un reino [en los cielos] que nunca será reducido a ruinas. Y el reino [...] triturará y pondrá fin a todos estos reinos [los gobiernos de la actualidad], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44). La vindicación de la soberanía de Jehová —es decir, de su derecho a gobernar— mediante su Reino celestial es la enseñanza más importante de la Biblia. Jesús predijo una parte esencial de la señal de “los últimos días” con estas palabras: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).

Cuando venga el fin, ¿quiénes sobrevivirán? La Biblia responde: “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella” (Proverbios 2:21, 22). Las personas rectas son las que aprenden cuál es la voluntad de Jehová y la llevan a cabo. Jesucristo dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). En efecto, “el mundo va pasando, [...] pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).

A menos que se indique lo contrario, las citas de la Biblia son de la versión en lenguaje moderno Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (con referencias).