Las víctimas inocentes del abuso de menores
“EN LA actualidad tengo casi cuarenta años —dice Margarita *—, y aunque tuve este problema hace más de treinta años, todavía sigue atormentándome. A veces me encolerizo, me siento culpable y surgen dificultades en mi matrimonio. Otras personas tratan de comprenderme, pero no pueden.” ¿Cuál es su problema? Fue víctima de abusos sexuales cuando era niña, y todavía sufre los efectos de aquella experiencia.
El caso de Margarita no es único. Las encuestas revelan que una cantidad alarmante de mujeres, así como de hombres, han sufrido ese tipo de maltratos. * De modo que los abusos sexuales contra menores no son en absoluto un acto aislado de conducta pervertida, sino un problema muy extendido, un problema que penetra en todos los grupos sociales, económicos, religiosos y raciales.
Afortunadamente, a la inmensa mayoría de los hombres y las mujeres ni siquiera se les ocurriría maltratar a un niño así. No obstante, existe una peligrosa minoría con esa morbosa inclinación. Y contrario a las ideas estereotipadas, pocos hombres que abusan sexualmente de menores son maniacos anormales con tendencias homicidas que merodean por los lugares donde juegan los niños. La mayoría han cultivado una convincente apariencia de normalidad. Satisfacen sus deseos pervertidos abusando de niñas indefensas, ingenuas y confiadas... por lo general, sus propias hijas. * Puede que las traten con bondad y ternura cuando están en público, pero en privado las someten a amenazas, violencia y formas de abuso sexual degradantes y humillantes.
Hay que reconocer que resulta difícil hacerse a la idea de que semejantes horrores puedan producirse en tantos hogares aparentemente respetables. Sin embargo, hasta en tiempos bíblicos se utilizaba a niños “para satisfacer un deseo sensual pasajero”. (Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura; compárese con Joel 3:3.) La Biblia predijo: “Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, [...] sin tener cariño natural, [...] sin autodominio, feroces, sin amor del bien”. Por consiguiente, no debería sorprendernos que hoy día estuviesen tan extendidos los abusos sexuales contra menores. (2 Timoteo 3:1-3; véase también el 2Ti 3 versículo 13.)
Puede que los abusos deshonestos de menores no dejen cicatrices físicas, y no a todos los adultos que sufrieron este tipo de abusos en su infancia se les ve angustiados. Pero, como dice un antiguo proverbio, “aun en la risa el corazón puede estar con dolor”. (Proverbios 14:13.) Sí, muchas de las víctimas padecen verdaderos traumas, tienen heridas emocionales profundas que todavía no han cicatrizado. Ahora bien, ¿por qué causan semejantes estragos los abusos deshonestos contra menores? ¿Por qué no se curan esas heridas simplemente con el paso del tiempo? La magnitud de este angustioso problema exige que dirijamos nuestra atención a él. Es cierto que puede resultar desagradable leer algunas de las cosas que se dicen a continuación, en especial si usted fue víctima de tales abusos durante la infancia. Pero tenga la seguridad de que hay esperanza, de que puede superar ese trauma.
^ párr. 2 Se han cambiado todos los nombres.
^ párr. 3 Como las definiciones de lo que constituye abuso sexual y los métodos de encuestar varían mucho, resulta casi imposible obtener datos exactos.
^ párr. 4 En el caso de la mayoría de las víctimas, son los padres biológicos o los padrastros quienes abusan de ellas; pero también pueden ser hermanos mayores, tíos, abuelos, adultos conocidos y extraños. Como la vasta mayoría de las víctimas son niñas, normalmente usaremos el género femenino para referirnos a ellas. De todas formas, la mayor parte de la información aquí presentada aplica a ambos sexos.