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Adopte medidas preventivas en el hogar

Adopte medidas preventivas en el hogar

Monique solo tenía 9 años cuando él comenzó a abusar de ella. Empezó espiándola mientras se desvestía; luego comenzó a ir a su cuarto por la noche y a tocarle sus partes íntimas. Si ella se resistía, él se ponía furioso. En una ocasión hasta la atacó con un martillo y la hizo caer rodando por un tramo de escaleras. “Nadie me creía”, recuerda Monique. Ni su propia madre. El que abusaba de Monique era su padrastro.

NO SON el desconocido misterioso ni el individuo solitario que acecha entre los arbustos quienes representan la mayor amenaza para los niños. Es, más bien, uno de los miembros de su propia familia. La inmensa mayoría de los abusos sexuales se producen dentro del hogar. Por consiguiente, ¿qué medidas preventivas pueden adoptarse para proteger el hogar de tales abusos?

En su libro Slaughter of the Innocents (Degollación de los inocentes), el historiador Dr. Sander J. Breiner examina los datos sobre el abuso deshonesto de menores en cinco sociedades antiguas: Egipto, China, Grecia, Roma e Israel. Su conclusión es que si bien en Israel hubo casos de abusos, no eran algo común en comparación con las otras cuatro civilizaciones. ¿Por qué? Porque a diferencia de sus vecinos, a los israelitas se les enseñó a respetar a las mujeres y a los niños. Este noble concepto lo aprendieron de las Santas Escrituras. Cuando los israelitas ponían en práctica la ley divina en su vida familiar, no se producían abusos de menores. Las familias contemporáneas necesitan estas normas limpias y prácticas más que nunca.

Leyes morales

¿Influyen las leyes de la Biblia en su familia? Por ejemplo, Levítico 18:6 dice: “No deben acercarse ustedes, ningún hombre de ustedes, a nadie que sea parienta carnal próxima de él para poner al descubierto desnudez. Yo soy Jehová”. Del mismo modo, la congregación cristiana moderna hace cumplir leyes severas sobre toda forma de abuso sexual. Cualquiera que abuse sexualmente de un niño corre el riesgo de ser expulsado, o echado fuera, de la congregación. * (1 Corintios 6:9, 10.)

Todas las familias deberían conocer y repasar estas leyes. Deuteronomio 6:6, 7 insta: “Y estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. Inculcar estas leyes en los hijos significa más que repetírselas de vez en cuando. Implica mantener conversaciones regulares con ellos procurando que todos participen. De  vez en cuando, tanto el padre como la madre deberían reafirmar las leyes de Dios sobre el incesto y explicar de nuevo las amorosas razones por las que se dieron.

Se pueden utilizar historias como la de Tamar y Amnón, dos hijos de David, para enseñar a los niños que en cuestiones sexuales existen límites que nadie, ni siquiera los parientes próximos, deben traspasar jamás. (Génesis 9:20-29; 2 Samuel 13:10-16.)

El respeto a estos principios se puede manifestar incluso en cómo se comparte la vivienda. En cierto país oriental se ha observado que muchos casos de incesto se producen en familias en las que los hijos duermen con los padres aun cuando no exista una necesidad económica que lo justifique. Del mismo modo, por lo general no es prudente que los hermanos de diferente sexo duerman en la misma cama o en la misma habitación cuando crecen, si es que es evitable. Incluso en los casos en que no hay mucho espacio para la familia, los padres deben decidir con sensatez dónde dormirá cada miembro de la familia.

La ley de Dios prohíbe la borrachera, e insinúa que puede conducir a la perversión. (Proverbios 23:29-33.) Según cierto estudio, entre el 60 y el 70% de las víctimas de incesto dijeron que el agresor, uno de sus padres, había estado bebiendo cuando empezó a abusar de ellas.

Un cabeza de familia amoroso

Los investigadores han hallado que los abusos deshonestos son más comunes en las familias con un esposo dominante. La opinión generalizada de que las mujeres solo existen para satisfacer las necesidades de los hombres no se encuentra en las Escrituras. Algunos hombres se valen de esta opinión no cristiana para justificar el hecho de que busquen en una hija lo que no pueden conseguir de su esposa. Este tipo de opresión puede provocar el desequilibrio emocional de las mujeres que se encuentran en dichas circunstancias. Muchas hasta pierden el impulso natural de proteger a sus hijos. (Compárese con Eclesiastés 7:7.) Por otro lado, cierto estudio descubrió que cuando padres adictos al trabajo se ausentaban de casa por mucho tiempo, a veces las madres abusaban de sus hijos.

¿Qué puede decirse de su familia? ¿Asume usted seriamente su papel de cabeza como marido, o lo delega en su esposa? (1 Corintios 11:3.) ¿Trata a su esposa con amor, honor y respeto? (Efesios 5:25; 1 Pedro 3:7.) ¿Toma en cuenta sus opiniones? (Génesis 21:12; Proverbios 31:26, 28.) ¿Y sus hijos? ¿Los considera como algo preciado? (Salmo 127:3.) ¿O los ve tan solo como cargas, algo de lo que se puede aprovechar libremente? (Compárese con 2 Corintios 12:14.) Para proteger su hogar de los  abusos deshonestos, debe librarlo de las tergiversadas opiniones no bíblicas respecto a los diferentes papeles de los miembros de la familia.

Refugio emocional

Una joven a la que llamaremos Sandi dice: “Toda mi familia estaba abocada al abuso sexual. Estaba aislada y cada uno se apartaba de los demás”. El aislamiento, la rigidez y la obsesión de obrar en secreto son actitudes malsanas no bíblicas que caracterizan a la familia en la que hay abusos sexuales. (Compárese con 2 Samuel 12:12; Proverbios 18:1; Filipenses 4:5.) Cree un ambiente hogareño que sea seguro emocionalmente para los niños. El hogar debería ser un lugar donde ellos se sientan fortalecidos, donde se sientan libres de abrir su corazón y hablar con franqueza.

Además, los niños tienen una gran necesidad de recibir expresiones físicas de cariño: que se les abrace, se les acaricie, se les tome de la mano y se juegue con ellos. No se vaya al extremo opuesto por temor al abuso sexual, y les niegue estas expresiones de cariño. Muestre a los niños que los aprecia con manifestaciones francas de afecto y alabanza. Sandi recuerda: “La opinión de mi madre era que no se debía encomiar a nadie por nada, pues se le subiría a la cabeza”. Sandi sufrió en silencio por lo menos diez años de abuso sexual. Los niños que no están convencidos de su valía y de que se les quiere pueden ser más vulnerables a la alabanza de un agresor, a su “afecto” o a sus amenazas de retirarles dicho afecto.

Los niños necesitan mucha atención amorosa

Un pederasta que abusó sexualmente de cientos de niños a lo largo de cuarenta años admitió que los muchachos que sentían una necesidad emocional de tener un amigo como él constituían las “mejores” víctimas. No cree tal necesidad en su hijo.

Rompa el ciclo del abuso

Mientras pasaba por una severa prueba, Job dijo: “Mi alma ciertamente siente asco para con mi vida. Ciertamente daré salida a mi preocupación acerca de mí mismo. ¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma!”. (Job 10:1.) Del mismo modo, muchos padres han descubierto que ayudándose a sí mismos pueden ayudar también a sus hijos. Un boletín titulado The Harvard Mental Health Letter comentó hace poco: “La firme desaprobación social de que los hombres manifiesten su dolor aparentemente perpetúa el ciclo del abuso”. Al parecer, los hombres que nunca llegan a expresar su dolor por haber sido objeto de abuso sexual tienen más probabilidades de perpetrar esos mismos abusos. El libro The Safe Child Book informa que la mayoría de los que abusan de niños fueron víctimas de abusos sexuales durante su infancia, pero nunca recibieron ayuda para recuperarse. Expresan su dolor y su ira abusando de otros niños. * (Véase también Job 7:11; 32:20.)

El peligro para los niños puede ser mayor cuando son las madres las que no han superado el trauma de los abusos sufridos en el pasado. Por ejemplo, los investigadores dicen que las mujeres que fueron víctimas de abusos sexuales en su infancia suelen casarse con hombres que abusan de niños. Además, si una mujer no ha superado lo que sufrió en el pasado, es comprensible que le resulte difícil hablar del tema con sus hijos. En el caso de que estos sufran abusos deshonestos, puede que a ella le resulte más difícil darse cuenta y tomar medidas positivas. Así pues, los hijos pagan un terrible precio por la inacción de la madre.

De este modo, la situación puede repetirse en una generación tras otra. Por supuesto, muchas personas que optan por no hablar de su doloroso pasado al parecer son capaces de arreglárselas bastante bien, y eso es encomiable. Pero en muchos casos el dolor es más profundo, y necesitan hacer un esfuerzo decidido —que incluye, de ser necesario, recurrir  a la ayuda de un profesional competente— para sanar las graves heridas que sufrieron de niños. Su objetivo es no sumirse en la autocompasión. Desean romper este degenerado y nocivo ciclo de abuso de menores que afecta a su familia. (Véase la revista ¡Despertad! del 8 de octubre de 1991, páginas 3-11.)

El fin de los abusos

Si toda esta información se aplica bien, puede contribuir mucho a reducir las posibilidades de que se produzca abuso de menores en su hogar. Recuerde, no obstante, que los que abusan de niños lo hacen en secreto, se aprovechan de la confianza y utilizan tácticas de adulto para aprovecharse de niños inocentes. Por eso es inevitable que algunos de ellos parezcan salir impunes de sus repugnantes crímenes.

Sin embargo, usted puede tener la seguridad de que Dios ve lo que hacen. (Job 34:22.) A menos que se arrepientan y cambien, él no olvidará su vil comportamiento. Al debido tiempo hará que se descubran sus hechos y exigirá justicia. (Compárese con Mateo 10:26.) Jehová Dios promete que llegará un tiempo en que tales traicioneros serán ‘arrancados de la Tierra’, y solo se permitirá que permanezcan en ella las personas mansas y bondadosas que aman a Dios y al prójimo. (Proverbios 2:22; Salmo 37:10, 11, 29; 2 Pedro 2:9-12.) Tenemos esta maravillosa esperanza de un nuevo mundo gracias al sacrificio rescatador de Jesucristo. (1 Timoteo 2:6.) Será entonces, y solo entonces, cuando los abusos acabarán para siempre.

Mientras tanto, tenemos que hacer todo lo posible por proteger a nuestros hijos. Son algo muy preciado. Casi todos los padres estarían dispuestos a arriesgar su propia seguridad para proteger a sus hijos. (Compárese con Juan 15:13.) Si no los protegemos, las consecuencias pueden ser horribles. Si lo hacemos, les estaremos dando un maravilloso regalo: una niñez llena de inocencia y libre de calamidad. Podrán sentirse igual que el salmista, quien escribió: “Ciertamente diré a Jehová: ‘Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré’”. (Salmo 91:2.)

^ párr. 6 Se comete abuso sexual de menores cuando alguien utiliza a un niño para satisfacer sus propios deseos sexuales. El abuso implica muchas veces lo que la Biblia denomina fornicación, o por·néi·a, que podría abarcar caricias de los órganos genitales y coito vaginal, oral o anal. Algunos actos abusivos, como acariciar los pechos, hacer proposiciones inmorales explícitas, enseñar a un niño materia pornográfica, voyeurismo y exhibicionismo, pueden equivaler a lo que la Biblia condena como “conducta relajada”. (Gálatas 5:19-21; véase la nota al pie de la página 30 de La Atalaya del 15 de julio de 1983.)

^ párr. 19 Es cierto que la mayoría de los que abusan de niños fueron víctimas de abuso sexual durante la niñez, pero esto no significa que el abuso convierta a los niños en agresores sexuales. Eso solo sucede en menos de una tercera parte de los casos.