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¿Está justificada en alguna ocasión la mentira?

¿Está justificada en alguna ocasión la mentira?

El punto de vista bíblico

¿Está justificada en alguna ocasión la mentira?

“Unas cuantas inexactitudes a veces ahorran un sinnúmero de explicaciones.”

ESTE comentario ilustra lo que opinan muchas personas sobre la mentira. Creen que no es inapropiada si no perjudica a nadie. Tal modo de razonar incluso ha recibido el nombre teórico de ética situacional, según la cual el único precepto que se debe obedecer es la llamada ley del amor. En otras palabras, explica la escritora Diane Komp, “si su motivación es buena y su corazón es recto, [entonces el] hecho de que haya mentido [...] no es nada del otro mundo”.

Esta forma de ver las cosas es común en el mundo actual. Los escándalos en los que se han visto implicados políticos prominentes y otros líderes mundiales que han mentido han sacudido a la sociedad. Muchas personas que se han dejado influir por esta tendencia ya no son tan estrictas en lo referente a decir la verdad. En algunos lugares, la mentira se ha convertido en la política oficial. Un vendedor dijo en son de queja: “Me pagan por mentir. Gano concursos de ventas y todos los años recibo críticas sumamente elogiosas si miento. [...] Parece que en todas partes esta es la clave de la preparación del vendedor minorista”. Muchos creen que las pequeñas mentiras piadosas no causarán verdadero daño a nadie. ¿Es eso cierto? ¿Hay ocasiones en que esté justificado que el cristiano diga una mentira?

La elevada norma bíblica

La Biblia condena rotundamente toda clase de mentiras. “[Dios destruirá] a los que hablan una mentira”, dijo el salmista (Salmo 5:6; véase Revelación [Apocalipsis] 22:15). En Proverbios 6:16-19 la Biblia enumera siete cosas que Jehová detesta. En esta lista se destacan “una lengua falsa” y “un testigo falso”. ¿Por qué? Porque Jehová odia el daño que ocasiona la falsedad. Esta es una de las razones por las que Jesús llamó a Satanás mentiroso y homicida. Sus falacias sumieron a la humanidad en la miseria y la muerte (Génesis 3:4, 5; Juan 8:44; Romanos 5:12).

La gravedad que tiene para Jehová la mentira se destaca por lo que les ocurrió a Ananías y Safira. Ellos mintieron deliberadamente a los apóstoles, por lo visto para dar la apariencia de ser más generosos de lo que en realidad eran. Su acción fue intencional y premeditada. Por eso el apóstol Pedro dijo a Ananías: “No has tratado con engaño a los hombres, sino a Dios”. Como resultado, ambos murieron a manos de Él (Hechos 5:1-10).

Años más tarde, el apóstol Pablo aconsejó a los cristianos: “No estén mintiéndose unos a otros” (Colosenses 3:9). Esta exhortación es de particular importancia en la congregación cristiana. Jesús dijo que el amor basado en principios sería el sello distintivo de sus seguidores verdaderos (Juan 13:34, 35). Ese amor sin hipocresía solo puede crecer y florecer en un ambiente donde hay completa honradez y confianza. Es difícil amar a una persona si no confiamos en que siempre nos dirá la verdad.

Aunque todas las mentiras son reprensibles, algunas son más graves. Por ejemplo, alguien pudiera mentir por vergüenza o temor. Otra persona quizás tenga el hábito de mentir maliciosamente con el propósito de causar daño a los demás. En vista de su motivación malévola, el que lo hace con intención representa un peligro para los demás, y se le expulsará de la congregación si no se arrepiente. Como no todas las mentiras son motivadas por la malicia, hay que tener cuidado de no condenar innecesariamente al que ha dicho una mentira y asegurarse de todos los factores implicados en el asunto. Se deben tomar en cuenta los motivos y las circunstancias atenuantes (Santiago 2:13).

“Cautelosos como serpientes”

Claro está, ser veraz no significa estar obligado a divulgar toda la información que pida cualquier persona. ‘No den lo santo a los perros, ni tiren sus perlas delante de los cerdos, para que nunca se vuelvan y los despedacen a ustedes’, advirtió Jesús, según Mateo 7:6. Por ejemplo, los malintencionados tal vez no tengan ningún derecho a saber ciertos asuntos. Los cristianos comprenden que viven en un mundo hostil. Por eso, Jesús aconsejó a sus discípulos que fueran “cautelosos como serpientes” mientras se mantenían “inocentes como palomas” (Mateo 10:16; Juan 15:19). Jesús no siempre reveló toda la verdad, especialmente cuando dicho proceder le hubiera causado daño innecesario a él o a sus discípulos. Sin embargo, aun en tales ocasiones, no mintió. Antes bien, optó por no decir nada, o desviar la conversación hacia otro tema (Mateo 15:1-6; 21:23-27; Juan 7:3-10).

Hombres y mujeres fieles mencionados en la Biblia, como Abrahán, Isaac, Rahab y David, también fueron discretos y cautelosos cuando trataban con posibles enemigos (Génesis 20:11-13; 26:9; Josué 2:1-6; 1 Samuel 21:10-14). La Biblia se refiere a todos ellos como adoradores fieles cuya vida se caracterizó por la obediencia. Por eso son dignos de imitar (Romanos 15:4; Hebreos 11:8-10, 20, 31, 32-39).

En ocasiones quizás parezca que decir una mentira sea la solución más fácil. Pero los cristianos de la actualidad hacen bien en imitar el ejemplo de Jesús y obrar en conformidad con su conciencia educada por la Biblia cuando afrontan situaciones muy difíciles (Hebreos 5:14).

La Biblia nos anima a ser veraces y honrados. Decir mentiras está mal, y debemos seguir el consejo bíblico: “Hable verdad cada uno de ustedes con su prójimo” (Efesios 4:25). De esta manera, mantendremos una conciencia limpia, promoveremos la paz y el amor en la congregación, y seguiremos honrando al “Dios de la verdad” (Salmo 31:5; Hebreos 13:18).

[Ilustración de la página 20]

Ananías y Safira perdieron la vida por mentir