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Las desigualdades entre ricos y pobres aumentan

Las desigualdades entre ricos y pobres aumentan

Las desigualdades entre ricos y pobres aumentan

“En los últimos cinco decenios ha habido mayores progresos en la reducción de la pobreza en el mundo que en los pasados cinco siglos”, afirma la revista UNDP Today, editada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. “Desde 1960, los países en vías de desarrollo han conseguido que disminuya la mortalidad infantil en un 50% y la desnutrición en un tercio, y han elevado la escolarización en un 25%.” No obstante, esta misma publicación admite que, pese a tales avances, la miseria “sigue afectando a amplios sectores” del mundo.

Y, lo que es peor, aumentan las desigualdades en el seno de las sociedades y entre unas y otras. “En comparación con un año atrás, hay muchos más hambrientos y desnutridos”, indica Catherine Bertini, directora ejecutiva del Programa de Alimentación Mundial de la ONU. De hecho, en el mundo en vías de desarrollo hay 840 millones de habitantes que padecen hambre constantemente, más de 1.000 millones que no disponen de agua potable y casi 1.500 millones que malviven con menos de un dólar diario. Mary Robinson, Alta Comisionada para los Derechos Humanos, adscrita a la ONU, advierte que “corremos el riesgo de alcanzar un punto en el que el mundo no esté dividido en estados en desarrollo y estados desarrollados, sino en superdesarrollados y condenados a no desarrollarse”.

¿Cuánto le costaría a los 6.000 millones de habitantes del mundo reducir el abismo entre ricos y pobres? Menos de lo que cabría pensar. La ONU calcula que bastaría con dedicar cada año 9.000 millones de dólares más (1,50 dólares por persona) para que todos disfrutaran de saneamiento y agua potable, y 13.000 millones anuales más (unos 2,00 dólares por persona) para garantizarles la atención médica esencial y la alimentación. Son cifras elevadas, pero no tanto si se comparan con los gastos mundiales en otros campos. Por ejemplo, en un año reciente se gastaron en el mundo 435.000 millones (más de 70 dólares per cápita) en publicidad y 780.000 millones (130 dólares por persona) en el ejército. Es patente, pues, que la disminución de las desigualdades —entre quienes tienen posesiones y los que carecen de ellas— no es tanto cuestión de encontrar los fondos adecuados como de establecer el debido orden de prioridades.