Los siglos no pasan por el teatro de Epidauro
Los siglos no pasan por el teatro de Epidauro
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN GRECIA
¿ES USTED amante del teatro? ¿Le gusta reírse a carcajadas en las comedias? ¿Considera que ver un drama profundo, una obra que le conmueve y ayuda a conocer la naturaleza del ser humano, contribuye a elevar su espíritu o su educación? Si así es, seguramente le interesará Epidauro, pues guarda estrecha relación con los inicios del arte dramático en la Grecia de antaño.
Pausanias, geógrafo griego del siglo II de nuestra era, escribió que Epidauro ‘alberga el teatro más admirable de la antigüedad. Los romanos erigieron otros que lo superan en majestad y magnificencia, pero ¿qué arquitecto podría competir con la belleza y armonía de este?’.
El mejor conservado
Situada a unos 60 kilómetros al sur de la ciudad helena de Corinto se halla la pequeña localidad de Epidauro, que hace veinticinco siglos fue un importante centro comercial y religioso.
Centurias más tarde, los campos, olivares y suaves colinas no ofrecían indicio alguno de que se hubiese alzado allí un gran teatro. Pero Panagís Kavadías, eminente arqueólogo griego del siglo XIX, tenía la convicción de que aquellos montes atesoraban un secreto. La descripción de Pausanias antes citada le había despertado la curiosidad. Confiaba en que bajo aquel paisaje tan común hallaría un espléndido auditorio. Y así sucedió en la primavera de 1881.
Tras seis años de fatigosas labores, las excavaciones de Kavadías sacaron a la luz una edificación imponente y casi intacta. Según los arqueólogos, se remontaba al año 330 antes de la era común y era obra de Policleto
el Joven, insigne escultor y arquitecto de la vecina ciudad de Argos. Un colega suyo de nuestros días, Mános Perrákis, expone la opinión general de los entendidos al indicar que es “el teatro griego más famoso y mejor conservado”.El hallazgo de este recinto reviste importancia arqueológica y arquitectónica. Mientras que la mayoría de los teatros de otros tiempos fueron destruidos parcialmente o reconstruidos, los siglos no han pasado por el de Epidauro, ya que estuvo resguardado por más de seis metros de tierra.
Al visitante actual le resulta fácil distinguir los elementos esenciales de la estructura. La orquesta, círculo plano donde danzaba y cantaba el coro, está rodeada de una franja estrecha de mármol, tiene el suelo de tierra apisonada y presenta un altar en el centro. Tras la orquesta se halla la escena, sección de la que solo quedan los cimientos. Al principio, los actores se situaban en la orquesta, cuyo decorado estaba formado por paneles pintados que iban instalados en prismas triangulares giratorios colocados en el perímetro. Más tarde, los intérpretes dejaron la orquesta para uso del coro y pasaron a la propia escena, a cuyos muros se trasladaron los decorados.
En sus comienzos, el auditorio de Epidauro tenía un aforo de 6.000 espectadores. En el siglo II antes de nuestra era se amplió la parte superior para añadirle veintiuna filas de gradas, aumentando su capacidad a más de trece mil localidades. Los asientos de la primera fila, reservados para los dignatarios, se distinguían por ser de piedra rojiza y tener respaldo.
Prodigiosa acústica
El teatro de Epidauro es célebre por su espléndida acústica. “El ruido más leve —un resoplido o el desgarro de un papel— se oye con claridad hasta en la última fila”, dice S. E. E. Iakovídis, profesor de arqueología.
A muchos turistas les gusta situarse en el medio de la orquesta del monumento y declamar, cantar o hasta susurrar para que los escuchen sus amistades desde los extremos superiores. Quedan asombrados de la soberbia propagación del sonido por todo el enorme auditorio.
La excepcional acústica se atribuye a la forma semicircular del recinto, lo que nos recuerda que Jesús presentó sermones ante las multitudes en anfiteatros naturales —muchas veces laderas de colinas— con el objeto de que todos le oyeran con claridad (Mateo 5:1, 2; 13:1, 2).
Además, la considerable inclinación de las gradas reduce la distancia entre el escenario y las últimas hileras, con lo que las ondas sonoras apenas han perdido fuerza cuando llegan a estas.
También propicia la extraordinaria acústica la separación adecuada entre una fila y otra, lo que permite que se difunda el sonido por todas partes con prácticamente el mismo volumen y claridad. Otros factores son la excelente reflexión del sonido al dar contra la dura y consistente superficie de la orquesta y las gradas, la buena calidad del mármol utilizado, el entorno silencioso y la brisa que fluye de continuo de la orquesta a la concurrencia.
Centro dramático
Gracias a la meticulosidad y maestría con que los griegos levantaban teatros como este, el público veía y escuchaba los dramas sin dificultad. Tales representaciones tuvieron su origen en fiestas de la fecundidad que celebraban
la siega y la vendimia, así como en ciertas ideas sobre la muerte y la renovación de la vida. Eran festivales orgiásticos en honor de Dioniso, el dios del vino y la fertilidad. Aquellos actos no solo alababan a esta y otras divinidades míticas, sino que con frecuencia contaban una historia. De este modo surgieron tres géneros principales de relatos: la tragedia, la comedia y la sátira. Los gobernantes de las ciudades, conscientes de la popularidad de estas obras, las respaldaban a fin de acrecentar su poderío.Con el paso de los años fue disminuyendo la influencia de los cultos dionisíacos en los dramas, y los espectáculos orgiásticos perdieron protagonismo. En busca de nuevos temas para sus obras, los célebres dramaturgos del siglo V antes de nuestra era, como Esquilo, Sófocles y Eurípides, recurrieron a la historia y la mitología de Grecia. La popularidad de este arte se extendió por doquier con creciente intensidad, lo que creó la necesidad de grandes locales, como el de Epidauro. Había que edificarlos con gran precisión, pues el público tenía que escuchar todo lo que se decía en las representaciones, que solían incluir sutiles juegos de palabras e ingeniosos duelos dialécticos.
Para las funciones hacía falta un coro (de diez a quince integrantes, por lo general) y actores (nunca podían hablar más de tres personajes en una misma escena). Los intérpretes recibían el nombre de hy·po·kri·tái (“los que responden [al coro]”), término que acabó adquiriendo el sentido metafórico de farsantes, simuladores. De ahí que este se aplique en el Evangelio según Mateo a los embaucadores escribas y fariseos de la época de Jesús (Mateo 23:13).
Epidauro y los dramas clásicos en la actualidad
La escenificación de los clásicos ha resurgido en Epidauro así como en toda Grecia. Hasta comienzos del siglo XX, las antiguas obras griegas, y en particular las tragedias, eran meramente objeto de estudio académico. Pero a partir de 1932, con la institución del Teatro Nacional de Grecia, se han traducido al griego moderno muchas piezas de los dramaturgos clásicos.
Desde 1954 se lleva a cabo todos los años el festival dramático epidauriano. El monumental auditorio acoge cada verano a muchas compañías de la farándula, tanto griegas como extranjeras, para que infundan vida a los antiguos textos. Miles de turistas y aficionados acuden a la cita para asistir a la representación de obras de hace casi dos mil quinientos años.
La próxima vez que visite Grecia, está invitado a acercarse a Epidauro. Cuando vea su imponente teatro, quizás coincida con Pausanias: ‘¿Qué arquitecto podría competir con su belleza y armonía?’
[Recuadro de la página 13]
El teatro y los primeros cristianos
“Hemos llegado a ser un espectáculo teatral al mundo, tanto a ángeles como a hombres”, escribió el apóstol Pablo a los cristianos corintios, que vivían cerca de Epidauro (1 Corintios 4:9; Hebreos 10:33). Se refería al hecho de que, al estar sometidos al descrédito y la persecución, los cristianos se hallaban, por así decirlo, expuestos ante un auditorio universal. En la época de Pablo, las representaciones dramáticas eran diversiones muy populares. No obstante, a los cristianos primitivos se les previno contra la inmoralidad y el salvajismo, que solían aparecer en los escenarios de aquel tiempo (Efesios 5:3-5). A los propios cristianos se los llevó a veces a la fuerza a los teatros y circos del Imperio romano para que —en ocasiones hasta enfrentándolos a las fieras— entretuvieran al populacho.
[Ilustraciones de la página 12]
Sófocles
Esquilo
Eurípides
[Reconocimiento]
Dramaturgos griegos: Musei Capitolini (Roma)
[Reconocimiento de la página 11]
Por gentileza de GNTO