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¿Tan nociva es?

¿Tan nociva es?

¿Tan nociva es?

COMO hemos visto, Internet ha facilitado el acceso a la pornografía a adultos y menores por igual. ¿Debe ser esto motivo de preocupación? ¿Es verdaderamente nociva la pornografía?

Muchos piensan que un contacto superficial con el cibersexo no puede perjudicar. Sin embargo, los hechos muestran lo contrario. Pongamos por ejemplo el caso de una pareja que parecía tener un matrimonio ideal. Disfrutaban de seguridad económica y les encantaba viajar. Sus amigos los consideraban una pareja muy unida y cariñosa, y lo eran en muchos sentidos.

Los problemas surgieron tan pronto como el esposo empezó a contemplar pornografía. Su esposa escribió, preocupada, al conocido consultorio sentimental de un periódico. Explicó: “Cuando [mi esposo] comenzó a pasar mucho tiempo frente a la computadora a altas horas de la noche y en la madrugada, me dijo que estaba ‘buscando información’. Un día entré inesperadamente en el cuarto y lo sorprendí mirando [escenas eróticas] [...]. Me aclaró que era por pura curiosidad. Cuando me fijé mejor en lo que estaba viendo, me dieron náuseas. Él se sintió avergonzado y me prometió que no lo haría más. Yo le creí; siempre ha sido un hombre de palabra, respetable”.

Al igual que este hombre, muchos se inician en el sexo virtual por curiosidad. A fin de no ser descubiertos, se conectan muy entrada la noche o de madrugada. Si los sorprenden, por lo general intentan excusarse con mentiras, como hizo este señor. ¿Puede alegarse justificadamente que es inofensivo un “pasatiempo” que lleva a un “hombre de palabra” a levantarse a escondidas durante la noche y a mentir a sus seres queridos?

La afición al cibersexo puede desembocar en graves problemas personales y familiares. Algunos han reconocido que ha impedido que desarrollen relaciones estrechas con otras personas. Mientras se entregan a su pasión por la pornografía, no quieren gente a su alrededor. Tienden a fantasear con lo que ven, y la fantasía no prepara a la persona para cultivar relaciones fuertes ni para desenvolverse en el mundo real. ¿Puede un pasatiempo que aleja al individuo de aquellos que más lo quieren ser verdaderamente inocuo?

En algunos casos, los que contemplan o leen material pornográfico tienen dificultades incluso para disfrutar de relaciones sexuales normales con su cónyuge. Para entender la razón, recordemos el propósito original de Dios para los casados. Él dotó a los esposos con la capacidad de dar expresión gozosa a su amor mutuo mediante las relaciones sexuales honorables. Proverbios 5:18, 19 muestra que estas debían ser placenteras: “Regocíjate con la esposa de tu juventud [...]. Que sus propios pechos te embriaguen a todo tiempo. Con su amor estés en un éxtasis constantemente”.

Observemos que el amor tenía que ser la base de las relaciones sexuales. ¿Está cultivando una cálida relación de amor e intimidad la persona que ve imágenes pornográficas? No, está satisfaciendo sus deseos sexuales, y en la mayoría de los casos, a solas. El hombre casado que se entretiene con el cibersexo puede empezar a considerar a su esposa como un mero objeto, alguien destinado exclusivamente a complacerle a él, actitud que dista mucho del trato digno y honroso que el Creador deseaba que los hombres dieran a las mujeres (1 Pedro 3:7). ¿Puede considerarse deseable una actividad que afecta a los aspectos más íntimos del matrimonio?

Además, lo que se pretendía que fuera una acción ocasional puede convertirse en una adicción duradera. Una escritora señala: “Tal como los toxicómanos necesitan drogas cada vez más fuertes para alcanzar un estado de euforia, los consumidores de pornografía deben vivir una experiencia cada vez más intensa para alcanzar los mismos sentimientos eufóricos que antes”.

Aparentemente, esto fue lo que le sucedió al esposo antes mencionado. Una noche, varios meses después de haber prometido que dejaría de acceder a sitios pornográficos, su esposa regresó a casa y lo encontró sentado frente a la computadora. Por la reacción de él, supo que algo pasaba. “Se mostró muy nervioso y contrariado —escribió ella—. Miré la pantalla y, en efecto, había estado viendo imágenes increíblemente obscenas. Me dijo que cuando prometió no volver a hacerlo fue sincero, pero que no había podido dejarlo.”

En vista del daño que puede causar la pornografía y de lo accesible que es, hay razones para preocuparse. ¿Cómo puede el lector protegerse a sí mismo y proteger a sus hijos? En el artículo final de esta serie se tratará esta cuestión.

[Ilustración de la página 6]

La pornografía es perjudicial