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La Antártida, la última frontera

La Antártida, la última frontera

La Antártida, la última frontera

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN AUSTRALIA

EN ALGUNAS regiones de la Antártida puede hacer tanto frío que, según un escritor, “si dejamos caer una barra de acero, probablemente estalle como si fuera de vidrio, [...] y si sacamos un pez de un agujero practicado en el hielo, se congela totalmente en cinco segundos”. Dadas sus condiciones extremas y su belleza surrealista, despojada de todo ornamento —complementada a veces por los asombrosos espectáculos de la aurora austral—, la Antártida bien pudiera considerarse otro mundo.

Pero ciertamente es parte de este mundo. De hecho, se la ha comparado a un extenso laboratorio natural para el estudio de la Tierra y su atmósfera, así como de los cambios medioambientales que ocurren en nuestro planeta, incluidos los que se relacionan con las actividades del ser humano. Los estudios realizados a este respecto preocupan cada día más a los científicos, quienes han observado nuevos fenómenos inquietantes que indican que no todo va bien en las regiones del polo Sur. Pero veamos en primer lugar qué hace tan singular a la Antártida.

Para empezar, este continente —el más aislado del mundo— está lleno de contradicciones. Es hermosísimo y puro, pero muy inhóspito. Pese a ser el lugar más ventoso y frío del globo, es sumamente delicado y sensible. Aunque registra menos precipitaciones que los demás continentes, encierra en sus hielos el 70% del agua dulce del planeta. Su capa de hielo (de unos 2.200 metros de grosor medio) lo convierte en el continente más elevado (su altitud media es de 2.300 metros sobre el nivel del mar). Por su extensión es el quinto continente, pero no tiene ningún habitante permanente mayor que una mosca sin alas de poco más de un centímetro.

Casi una visita a Marte

Conforme nos adentramos en la Antártida, disminuyen las señales de vida, sobre todo al llegar a los valles desprovistos de hielo, o valles secos. Con una extensión de unos 3.000 kilómetros cuadrados, estos desiertos polares ocupan en su mayoría grandes altitudes de las cadenas Transantárticas, una serie de macizos que atraviesan el continente y superan en algunos puntos los 4.300 metros. Los ventarrones helados soplan por estos valles y barren rápidamente la nieve que haya podido caer. Para los científicos, estos valles son el equivalente terrestre más parecido a la superficie de Marte. Por ello, los consideraron lugares adecuados para probar el equipo espacial de la misión Viking que enviaron a Marte.

No obstante, hasta estos valles albergan vida. Dentro de las rocas porosas, en pequeñas bolsas de aire, habitan bacterias, algas y hongos excepcionalmente resistentes. Sobreviven con el menor rastro de humedad. Fuera de allí se halla el mundo surrealista de los ventifactos, rocas peladas cuyas extrañas formas y aspecto lustroso se deben a siglos y siglos de vientos implacables.

Recibe el nombre antes de ser descubierta

Las conjeturas sobre la existencia de una enorme masa continental al sur del planeta se remontan a la época de los antiguos filósofos griegos. Aristóteles, por ejemplo, postuló la necesidad de un continente austral que contrapesara las tierras conocidas del hemisferio norte. El libro Antarctica—Great Stories From the Frozen Continent (La Antártida: grandes relatos del continente helado) señala que “en vista de que el hemisferio norte está situado bajo la constelación de Árktos (la Osa Mayor), Aristóteles (384-322 a.C.) razonó que el territorio desconocido que existiese al sur debería ser Antarktikós, es decir, lo diametralmente opuesto”, o las antípodas. Por consiguiente, la Antártida goza de la distinción de haber recibido nombre unos dos mil años antes de su descubrimiento.

En 1772, el capitán James Cook (explorador británico) se hizo a la vela rumbo al sur en busca del hasta entonces hipotético continente meridional. Penetró en un mundo de islas azotadas por el viento y de grandes icebergs o, como los llamó él, “ínsulas de hielo”. “Algunas —escribió— tenían un perímetro de casi tres kilómetros y una altura de 20 metros; a pesar de todo, las olas del mar batían con tal violencia que lograban sobrepasarlas con mucho.” Lleno de resolución, Cook continuó hacia el sur, y el 17 de enero de 1773, su barco, el Resolution, y su acompañante, el Adventure, fueron las primeras embarcaciones de las que hay constancia que cruzaron el círculo polar antártico. Con férrea voluntad, Cook se abrió camino a través de la banquisa hasta quedar bloqueado. “No alcanzaba a ver nada en dirección sur más que hielo”, escribió en su diario de a bordo. De hecho, se hallaba a solo 120 kilómetros del suelo antártico cuando decidió regresar.

Así pues, ¿quién fue el primer ser humano en ver la Antártida? Sí, ¿quién puso pie en ella por primera vez? Hasta el día de hoy, nadie lo sabe con certeza. Bien pudieran haber sido balleneros o cazadores de focas, pues cuando Cook regresó a casa, los informes que dio acerca de la abundancia de focas, pingüinos y ballenas propiciaron una ansiosa carrera por llegar a esta región de la Tierra.

Hielo ensangrentado

Cook “se topó con lo que posiblemente fuera la mayor concentración de fauna del planeta, y fue el primero en anunciar al mundo su existencia”, escribió Alan Moorehead en su obra The Fatal Impact (El impacto mortífero). “Para los animales antárticos —añade Moorehead—, [aquello] supuso todo un holocausto.” El libro Antarctica—Great Stories From the Frozen Continent señala: “A finales del siglo XVIII, la caza de focas en el hemisferio sur había adquirido las características de la fiebre del oro. La insaciable demanda de pieles existente en China y Europa llevó enseguida a que se esquilmaran los lugares de caza [hasta entonces] conocidos, dejando a los cazadores con la desesperación de encontrar nuevos territorios que tuvieran colonias intactas”.

Una vez que los cazadores de focas arrasaron su fuente de ingresos, vinieron los balleneros a saquear los mares. “Nunca sabremos cuántas ballenas y focas mataron en el océano austral —escribe Moorehead—. ¿Serían diez millones o cincuenta millones? Las cifras pierden sentido, pues la matanza no se detuvo hasta que casi desapareció toda posible víctima.”

En la actualidad, sin embargo, las leyes internacionales protegen en su totalidad la flora y fauna antárticas. Además, la ausencia de predadores terrestres, unida a la abundancia de alimentos marinos, convierte la costa antártica en refugio veraniego de la fauna. Pero ya hay señales de un ataque más insidioso, que quizás logre eludir los acuerdos internacionales.

[Recuadro de la página 15]

POLOS OPUESTOS

A pesar de que el polo Norte y su hermano del sur tienen mucho en común, son dos “polos opuestos”, y no solo por la situación geográfica. Examinemos varias diferencias.

La región inmediata al polo Norte está constituida íntegramente por hielo y agua marina, mientras que el polo Sur se halla cerca del centro de un continente que es el quinto en extensión.

El polo Norte está rodeado por las tierras habitadas de Asia, Europa y Norteamérica, mientras que a la Antártida la circunda un vasto océano, el más tempestuoso del planeta.

En el círculo polar ártico viven decenas de miles de familias y millares de plantas y animales, pero a la Antártida ni un solo ser humano la considera su hogar, y sus únicas criaturas autóctonas son algas, bacterias, musgos, líquenes, dos especies de plantas florales y varias de insectos.

“A la Antártida se la ha llamado el continente oscilante —señala la Encyclopædia Britannica— porque cada año crecen y luego se repliegan sus hielos costeros.” En su punto máximo, la banquisa se adentra en el mar hasta 1.600 kilómetros. Esta expansión y contracción es seis veces más acusada que en la banquisa ártica, lo que implica una mayor influencia de la Antártida en el clima mundial.

[Mapa de la página 15]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

OCÉANO ATLÁNTICO

Paso de Drake

Isla de James Ross

OCÉANO ÍNDICO

Plataforma de hielo de Larsen

PENÍNSULA ANTÁRTICA

Plataforma de hielo de Ronne

Monte Vinson (la montaña más alta, con 4.897 metros)

Plataforma de hielo de Ross

Monte Erebus (volcán activo)

Polo Sur

CADENAS TRANSANTÁRTICAS

OCÉANO PACÍFICO

La temperatura más baja registrada en la Tierra se midió en la Antártida: -89,2 °C

0 500 km 500 millas

[Reconocimiento]

U.S. Geological Survey

[Ilustración de las páginas 16 y 17]

Unos pingüinos de cara marcada se reúnen sobre un iceberg azul poco común

[Reconocimiento]

© 2000 Mark J. Thomas/Dembinsky Photo Assoc., Inc.

[Ilustración de la página 17]

Ballena jorobada

[Ilustración de la página 17]

Elefantes marinos meridionales

[Ilustración de la página 17]

En el polo Sur

[Reconocimiento]

Foto: Commander John Bortniak, NOAA Corps

[Ilustración de la página 17]

Plataforma de hielo de Ross

[Reconocimiento]

Michael Van Woert, NOAA NESDIS, ORA