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La jirafa: alta, elegante y de largas extremidades

La jirafa: alta, elegante y de largas extremidades

La jirafa: alta, elegante y de largas extremidades

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN KENIA

RAYABA el alba, y las grises peñas graníticas estaban frías y húmedas. Con una taza de té caliente en la mano nos apostamos entre aquellas grandes rocas para observar la estepa africana. * Vimos premiada nuestra paciencia cuando, a la tenue luz de la aurora, divisamos una manada de jirafas —altas, elegantes y de largas extremidades— que cruzaron amblando la llanura. Parecían marchar a cámara lenta, con gráciles zancadas y balanceando sus grandes y curvos cuellos como mástiles al viento. Aquel hermosísimo espectáculo nos dejó casi sin aliento.

Indiferentes ante nuestra presencia, se encaminaron en tropel a una arboleda de lozanas acacias y dirigieron el cuello hacia sus altas y espinosas ramas. Con su larga lengua, los mansos gigantes arrancaron delicadamente pequeñas hojas verdes. Allí, lejos del suelo, metieron la cabeza entre los nidos de una colonia de tejedores y empezaron a comer con tranquilidad. La intrusión de aquellos cuellilargos suscitó acaloradas protestas de parte de las aves. Sobresaltado por la ruidosa reprimenda, el rebaño se mudó a otros árboles en silencio y sin perder la dignidad.

Grácil y veloz

A quien haya visto una de estas criaturas asomando el cuello por encima del recinto de un zoológico pudiera resultarle difícil imaginar la belleza y la gracia que tiene cuando corre libre en su hábitat: la llanura africana. Sus movimientos son gráciles y ondulantes. Cuando galopa por los extensos pastizales, ofrece un aspecto delicado, casi frágil, y da la impresión de ir a tropezar con el menor obstáculo y caerse. Pero no es así, pues corre ágilmente (el macho, que alcanza los 1.300 kilos, lo hace a casi 60 kilómetros por hora) y con toda estabilidad.

Este fascinante animal vive tan solo en África. Da gusto contemplarlo por su naturaleza mansa y apacible. Cabría decir que, con sus orejas largas y estrechas y sus dos cuernecillos rematados con borlas aterciopeladas de pelo negro, tiene un rostro original, sí, lleno de encanto. Largas pestañas rizadas resguardan sus ojazos negros y, cuando mira a la distancia desde su altura privilegiada, su cara transmite una imagen de inocencia y curiosidad.

En la antigüedad se estimaba a este rumiante por su belleza y su carácter tímido, callado y pacífico. Era común regalar ejemplares jóvenes a gobernantes y reyes como símbolo de paz y buena voluntad entre naciones. En África aún se ve dibujado en descoloridas pinturas rupestres.

Extraordinaria altura

La jirafa es el más alto de los animales. De las pezuñas a los cuernos, los machos llegan a medir más de cinco metros y medio. En los antiguos jeroglíficos egipcios se representaba con este mamífero el verbo “predecir” o “pronosticar”, en alusión a su formidable altura y a su agudeza visual.

Cuando se halla en grupos heterogéneos que incluyen cebras, avestruces, impalas y otros habitantes de las llanuras africanas, la jirafa constituye una auténtica atalaya, pues su altura y penetrante visión le permiten avistar con tiempo los peligros que se avecinan. De ahí que su elevada presencia infunda cierta seguridad a las demás criaturas.

Prodigioso diseño

Gracias a su soberbia estructura puede ramonear en la parte superior de árboles muy altos, muy por encima del punto que alcanzan los demás animales, con la excepción tal vez del elefante. El singular diseño de su labio superior prensil y de su lengua flexible hace posible que arranque suavemente las hojas de ramas que están llenas de púas y espinas muy agudas.

Llega a consumir 34 kilos diarios de vegetación. Aunque ingiere plantas muy diversas, prefiere las acacias espinosas esparcidas por las planicies africanas. Para obtener comida, estira la lengua, que en el macho llega a los 42 centímetros. La flexibilidad de su cuello le permite girar la cabeza y ladearla en ángulos asombrosos cuando maniobra con destreza entre las ramas altas.

Sin embargo, beber no le resulta tan fácil como alcanzar objetos altos. En los abrevaderos tiene que abrir lentamente las patas delanteras, doblar ambas rodillas para llegar al agua y, en esta postura tan desgarbada, alargar el cuello al máximo. Afortunadamente, no necesita hacerlo a menudo, pues suele obtener bastante líquido de las jugosas hojas que consume.

Tiene el cuello y las ijadas adornadas con una hermosa red de finas líneas blancas entrecruzadas que forman diseños de celosía o dibujos semejantes a hojas. Los colores son muy variados —rubio, castaño rojizo e incluso negro— y se oscurecen con la edad.

La vida familiar

La jirafa es un animal gregario, que anda en manadas de entre 2 y 50 individuos. Tiene una gestación de entre cuatrocientos veinte y cuatrocientos sesenta y ocho días. La cría, que mide unos dos metros, literalmente cae de cabeza desde más de dos metros de altura al nacer. Pero no se lastima, y en cuestión de quince minutos se incorpora temblorosa y lista para mamar. Al cabo de dos o tres semanas comienza instintivamente a mordisquear brotes tiernos de ramas de acacia y enseguida obtiene la fuerza precisa para ir al paso con las grandes zancadas de su madre.

La cría es una magnífica réplica en miniatura de los padres. Aunque para los suyos sea pequeña, supera en talla a la mayoría de las personas. Da gusto verla, despreocupada y llena de curiosidad, bajo la atenta mirada de su imponente madre.

En la temporada de partos se deja a los menores en grupos de cría, donde pasan el día entero descansando, jugando y contemplando lo que sucede a su alrededor. Crecen con suma rapidez. En seis meses llegan a aumentar un metro y pueden duplicar su altura en un año. En solo una semana tal vez incrementen su talla en 23 centímetros. Cada madre protege con celo a su cría, pues aunque le permite apartarse un poco de ella, se vale de su magnífica visión para vigilarla.

Con su tamaño, agilidad, velocidad y visión, casi no tiene más enemigos naturales que los leones. Pero es el hombre quien ha cazado y matado en grandes cantidades a esta bella criatura. A causa de su preciosa piel, su sabrosa carne y los largos pelos negros de su cola, a los que se han atribuido poderes mágicos, este pacífico animal ha sufrido una implacable persecución que ha puesto en peligro su futuro. Antes medraba en muchas regiones de África, pero ahora solo se encuentra a salvo —relativamente— en los parques y reservas naturales donde goza de protección.

En los safaris fotográficos aún podemos emocionarnos al observar a este mamífero de largo cuello mientras corre en libertad por las amplias estepas, ramonea en las acacias espinosas o mira a la distancia con su característico estilo. Esta espléndida criatura, con su peculiar y hermosa forma y manso temperamento, es sin duda un prodigio del diseño, una muestra más del genio creativo y personalidad singular de Jehová, el Dios todopoderoso (Salmo 104:24).

[Nota]

^ párr. 3 Los montecillos rocosos habituales en las planicies africanas se denominan kopjes.

[Ilustración y recuadro de la página 18]

UNA MARAVILLA DE CUELLO LARGO

Uno no puede menos que pensar que la extraña forma corporal de la jirafa y su enorme tamaño deberían de causarle más de un problema. Dada su altura y la longitud de su cuello, la regulación del flujo sanguíneo por todas las partes del cuerpo parece una imposibilidad. Por ejemplo, cabría esperar que al bajar la cabeza se le inundara el cerebro ante la avalancha de sangre atraída por la fuerza de la gravedad, y que al subirla le regresara rápidamente al corazón, causándole un desmayo. Pero no sucede así. ¿Por qué razón?

El sistema circulatorio de la jirafa es un prodigio del diseño, adaptado ingeniosamente a las singularidades de su forma y tamaño. Tiene un corazón formidable que palpita con fuerza, pues ha de bombear sangre al cerebro, situado a veces tres o tres metros y medio más alto. Con unos 170 latidos por minuto, las gruesas paredes del musculoso corazón producen una presión sistólica casi tres veces mayor que la del hombre. Para soportar adecuadamente tanta fuerza es preciso que sean grandes tanto la arteria carótida, que lleva sangre al cerebro, como la vena yugular, que la devuelve al corazón. Y ambos vasos lo son, pues miden más de dos centímetros y medio de diámetro, y están reforzados con un tejido elástico y fuerte que les aporta flexibilidad y resistencia.

La jirafa dispone de unas válvulas en la yugular que impiden que el cerebro reciba una avalancha de sangre cuando baja la cabeza. Además, la enorme carótida desemboca en la base del cerebro en un mecanismo tan magistral que recibe el nombre de retículo admirable. Allí el gran caudal de sangre que va al cerebro al bajar la cabeza disminuye su velocidad, pues se encauza por una peculiar red de pequeños vasos que regulan la presión arterial y evitan que el cerebro reciba una acometida excesiva. El retículo admirable se expande cuando baja la cabeza y se contrae si esta sube, contrarrestando así la reducción significativa de la presión arterial y reduciendo el peligro de desmayarse.

El cuello de la jirafa también está preparado de forma portentosa. Los científicos se sorprendieron al descubrir que, pese a ser tan largo, contiene el mismo número de vértebras que el de un ratón o el de casi todos los demás mamíferos. Se diferencia, sin embargo, en que estas son alargadas y siguen una disposición especial de bolas insertadas en concavidades, la cual le proporciona gran flexibilidad. Así, este gigante puede doblar y girar el cuello para acicalar todo su cuerpo o elevarlo con delicadeza para alimentarse de las ramas más altas de los árboles.