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Las esculturas móviles de Namibia

Las esculturas móviles de Namibia

Las esculturas móviles de Namibia

De nuestro corresponsal en Sudáfrica

EL ESTILO del artista se halla en evolución constante y, con todo, logra un efecto agradable. El medio es la arena; el escultor, el viento, que modela las móviles dunas con formas muy diversas. Entre estas, la más conocida tal vez sea la de media luna, que presenta una inclinación gradual en barlovento y más pendiente y corta en sotavento. Aunque el filo de la cresta parezca agudo como una cuchilla, basta una torpe patada para embotarlo.

El desierto de Namib, en África suroccidental, es idóneo para observar estas obras cambiantes, pues sus dunas, que sobrepasan los 400 metros, figuran entre las más altas del mundo. Este desierto, que se adentra hasta 160 kilómetros de la costa atlántica y se extiende por unos 1.900 kilómetros, no se halla, sin embargo, entre los mayores del mundo.

Colaboran otros autores

El viento no es el único artífice de esta remota galería. Al examinar de cerca las dunas, se distinguen diseños característicos de otros virtuosos. Por ejemplo, la arena tal vez luzca una larga, delicada y zigzagueante cadena. Con paciencia es posible ver en plena labor a sus forjadores, los escarabajos, que la forman de noche con sus huellas. No muy lejos de allí hay una fila simétrica de agujeritos; en realidad son también pisadas, pero de una musaraña de trompa que marchó saltando hasta su destino. Enseguida se nota que la apartada sala de exposiciones, en apariencia yerma, rebosa de vida.

Al norte, bordeando el litoral de Skeleton Coast, se exhiben las producciones de otros maestros del desierto que tratan la arena con rudeza y dejan todo revuelto cuando realizan sus creaciones. ¡Atención! Ahí vienen, avanzando sobre las dunas, evidentemente encantados con su trabajo. Las enormes criaturas bajan por la duna a una velocidad asombrosa, arrojando arena en todas las direcciones. No contentos con correr, también se deslizan, formando surcos con las patas traseras. Se dirigen a un abrevadero cercano, en donde se zambullen y retozan como chiquillos juguetones. Son artistas de seis toneladas, son elefantes africanos.

Otro artista excéntrico, de conducta peculiar, pero menos tosca, es la víbora bufadora de Peringuey. Sus movimientos característicos —suaves ondulaciones laterales— imprimen en la arena un diseño que evoca una sucesión de bastones torcidos. Pero la pista desaparece de súbito, y no se ve a la serpiente por ningún lado. ¿Adónde habrá ido? Observando con cuidado, se distinguirán entre la arena sus ojos rasgados, que miran con fijeza al intruso. El resto del cuerpo está cubierto por la arena, camuflaje con el que aguarda paciente la llegada de la comida, por lo general algún lagarto que vaya de paso.

En la arena hay otras marcas de dudoso gusto estético: las anchas rodadas de triciclos motorizados, ideales para el terreno. En efecto, el hombre también deja su huella.

Artista temperamental

El tiempo no da para mencionar los rinocerontes, leones, jirafas, chacales y muchos más colaboradores que dejan su impronta en la arena y que pueden observarse en el Parque Natural de Skeleton Coast, entre otros lugares.

Pero el genio magistral es el viento, quien decide la decoración general de la muestra y modifica a su antojo la forma de las piezas. Se pasa el día entero haciendo cambios. Quien vuelva a visitar este museo dentro de un año notará que, en ese lapso, algunas dunas se habrán desplazado hasta 30 metros. Todo el mérito es de los vientos de Namibia.

[Mapa de la página 27]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

ÁFRICA

NAMIBIA

[Ilustración de la página 26]

Musaraña de trompa

[Reconocimiento de la página 26]

Des y Jen Bartlett