Ir al contenido

Ir al índice

Los retos de la Alemania reunificada

Los retos de la Alemania reunificada

Los retos de la Alemania reunificada

De nuestro corresponsal en Alemania

“CUANDO mis padres y yo cruzamos en automóvil la frontera de Alemania oriental y entramos en Berlín occidental, había multitudes jubilosas saludando con la mano desde los puentes sobre la autopista —recuerda Ronny—. Paseamos un rato por la avenida comercial Ku’damm, donde la gente nos invitó a beber algo al darse cuenta de que veníamos del Este. Todo el mundo estaba eufórico.” Era el 10 de noviembre de 1989, un día después de la apertura del muro de Berlín.

El espíritu festivo trascendió la ciudad de Berlín e inundó tanto la Alemania oriental como la occidental, hasta entonces dos naciones separadas. La Wende, es decir, el cambio o la revolución pacífica que condujo al colapso del Estado totalitario de Alemania del Este, tomó por sorpresa a casi todos. Años después, muchos todavía dicen que la Wende ha sido el acontecimiento más feliz de las últimas cinco décadas. Desde luego, la euforia ha cedido el paso a la realidad, por lo que es oportuno que nos preguntemos: “¿Cómo ha cambiado la vida desde la Wende? ¿Aprendemos alguna lección de lo ocurrido?”.

Adiós a la Guerra Fría

La mayoría de los alemanes piensa que la caída del muro de Berlín ha sido un enorme alivio. De acuerdo con fuentes bien informadas, casi mil personas fallecieron en la mortífera frontera entre el Este y el Oeste. En octubre de 1990, las dos Alemanias volvieron a ser un solo Estado, la República Federal Alemana, con cerca de 80.000.000 de habitantes. Así dejó de existir la República Democrática Alemana (RDA), conocida como Alemania oriental, a los cuarenta y un años de su formación; su anterior territorio se divide ahora en seis estados, a los que se conoce como los nuevos estados federales.

El mundo contempló atónito cómo la Wende precipitaba el desmoronamiento del bloque comunista, la disolución de la alianza defensiva del Pacto de Varsovia y el fin de la Guerra Fría. Por último, las tropas de las superpotencias enemigas, que se habían vigilado mutuamente desde ambos lados de la línea intergermánica durante casi cuarenta años, abandonaron el suelo alemán. Todos estos acontecimientos tuvieron lugar sin que hubiera un solo disparo.

Después de la reunificación se sucedieron en toda Alemania cambios espectaculares —más drásticos de lo que muchos esperaban— que han repercutido, sobre todo, en el estilo de vida de los nuevos estados federales.

Libertad al fin

El mayor anhelo de los alemanes orientales era que la Wende les trajera libertad, deseo nada sorprendente en vista del férreo control al que los sometía el Estado totalitario. Antes les era difícil o hasta imposible conseguir un visado para cruzar la frontera entre las dos Alemanias. La situación cambió en un abrir y cerrar de ojos, al grado que una mujer exclamó: “¡Imagínate, podemos ir a América!”. Muchas personas aún se sienten agradecidas por haberse vuelto a reunir con sus familiares y amigos del otro lado de la frontera.

La libertad no solo permitió que los ciudadanos orientales cruzaran al oeste, sino también que los occidentales viajaran al este, por lo que volvieron a dibujarse en el mapa, por decirlo así, los atractivos turísticos de los nuevos estados federales. Los turistas pueden, por ejemplo, visitar Wittenberg, población donde Martín Lutero inició la Reforma, origen del protestantismo. O Meissen, ciudad famosa por su porcelana artesanal, así como Weimar, que en su época fue el hogar de dos de los más ilustres escritores alemanes: Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich von Schiller. Esta población fue declarada en 1999 capital cultural de Europa, convirtiéndose así en la primera localidad del anterior bloque comunista de naciones en recibir tal distinción.

¿Qué cabe decir de la libertad de expresión? Ahora, los habitantes de los nuevos estados federales hablan con franqueza, sin temor a que los escuche la Stasi (Seguridad del Estado), y el hombre de la calle se alegra de poder elegir a voluntad sus programas de televisión y lecturas. Matthias recuerda: “Cuando estaba en la escuela, nos confiscaban las publicaciones occidentales que hubiéramos conseguido”.

¿Y el derecho a la libertad de culto? La anterior RDA reprimía la religiosidad, por lo que 2 de cada 3 ciudadanos no pertenecían a ninguna confesión. En la Alemania reunificada, este derecho lleva reconocido ya más de diez años, el período más largo desde que Hitler tomó medidas drásticas contra la religión en 1933. Ahora bien, tal libertad no significa que la religión sea popular; de hecho, las iglesias principales lamentan desde hace mucho su pérdida constante de influencia, tendencia que la Wende aceleró. Por otro lado, los testigos de Jehová, a quienes el régimen totalitario proscribió y persiguió, han ampliado sus actividades. En los últimos diez años, los Testigos de los nuevos estados federales han edificado 123 Salones del Reino y dos Salones de Asambleas.

En dichos estados, la construcción de todo tipo de edificios ha cobrado un enorme impulso. Por ejemplo, Berlín vive una modernización colosal desde que volvió a ser la capital de la nación. Además, se está mejorando toda la infraestructura de los nuevos estados federales, lo que implica cuantiosos desembolsos en carreteras y vías férreas. Se ha logrado, en medida significativa, purificar el aire y adecuar los servicios médicos y sociales a la normativa occidental. En su mayoría, los residentes de estos estados concuerdan en que hoy día disfrutan de mejor calidad de vida.

“Eran buenos tiempos”

Aun así, hay quienes evocan con nostalgia los días anteriores a la Wende. “Eran buenos tiempos”, comenta una señora. Pero ¿qué puede tener de bueno una dictadura? Algunos opinan que la vida era predecible y segura. Muchos añoran los fuertes lazos que unían a amigos y vecinos, la sensación de contar siempre con la ayuda y el apoyo de los demás. De acuerdo con el Instituto de Sondeo de Opinión Allensbach, “las dictaduras brindan al ciudadano un sentimiento de superioridad moral y de seguridad”, por lo que, al desaparecer el gobierno totalitario de la RDA, se desvaneció el sentido de solidaridad.

Otro ejemplo: en la década de 1980, los precios de los servicios y de los artículos de consumo básicos se mantenían bajos, y además todos tenían empleo. “Un panecillo, que antes costaba cinco pfennig, ahora es por lo menos diez veces más caro”, se queja Brigitte. Miles de empresas estatales se vieron obligadas a cerrar en el momento que empezó la libre competencia en el mercado, con lo que vino el desempleo. En lo que era Alemania oriental existe el doble de desocupados que en el lado occidental.

Hasta la fecha, la reunificación ha costado alrededor de 800.000 millones de dólares, y todavía queda mucho por hacer. ¿Quién paga las cuentas? Se cubren en parte mediante un impuesto especial. Así que la Wende no solo ha tocado el corazón de los alemanes, sino también su bolsillo. ¿Ha valido la pena el sacrificio? ¿Ha sido una buena inversión? La mayoría juzga que la reunificación ha sido positiva, que ha valido la pena y que constituye un logro que les enorgullece.

¿Cuál es la lección?

La Wende ha dejado claro que no es posible complacer a todo el mundo cambiando de una forma de gobierno a otra. Muchas personas, incluso quienes consideran que la reunificación ha compensado los sacrificios, han descubierto que la vida competitiva en las sociedades capitalistas puede ser tan decepcionante como en los regímenes totalitarios. Es obvio que todos deseamos libertad y prosperidad, pero cuando el precio es frialdad e indiferencia, la felicidad podría ser efímera.

Un reciente informe de la ciudad de Dessau, localizada en la anterior Alemania del Este, indica: “Diez años han transcurrido desde la unificación; miles de millones de dólares se han gastado para que la región olvide su tormentoso pasado”. Con todo, los resultados obtenidos no tienen contentos a muchos.

El Instituto Allensbach señala que la esperanza de buena parte de la población es que “entre la economía de mercado y la economía planificada exista una tercera vía” que permita sacar adelante a la sociedad humana. Los testigos de Jehová comparten esa esperanza.

Estos cristianos están convencidos de que ningún sistema político ni económico creado por los hombres satisfará jamás las necesidades de la humanidad, y de que tal objetivo solo lo conseguirá el Reino mesiánico del Creador. La Biblia señala que, dentro de poco, ese gobierno celestial establecerá un régimen justo en toda la Tierra, unirá a todas las naciones del planeta y hará que, no solo el pueblo alemán, sino todo el mundo viva en paz con su semejante. ¡Qué bendición resultará ser el Reino! (Daniel 2:44.)

[Ilustración y mapa de la página 23]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Bonn

Berlín

Wittenberg

Weimar

[Ilustración de la página 24]

La caída del muro de Berlín y la eliminación de la frontera fueron recibidas con un respiro de alivio generalizado

[Reconocimiento]

Foto: Landesarchiv Berlin

[Ilustración de la página 24]

El control Checkpoint Charlie, símbolo berlinés de la Guerra Fría, antes y después

[Reconocimiento]

Foto: Landesarchiv Berlin

[Ilustración de la página 25]

Berlín vive en plena modernización desde que volvió a ser la capital de la nación

[Ilustración de la página 25]

Los testigos de Jehová han edificado hasta la fecha 123 Salones del Reino en los nuevos estados federales