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Armas pequeñas, problemas grandes

Armas pequeñas, problemas grandes

Armas pequeñas, problemas grandes

DURANTE décadas, las conversaciones sobre el control de armamentos se centraron en los arsenales nucleares. No es de extrañar, pues una bomba nuclear es capaz de destruir una ciudad entera. Sin embargo, a diferencia de las armas más pequeñas, las sumamente poderosas armas nucleares no se han utilizado con fines bélicos en más de cincuenta años.

El respetado historiador militar John Keegan escribe: “Desde el 9 de agosto de 1945, las armas nucleares no han matado a nadie. Los cincuenta millones de personas que han muerto en guerras desde esa fecha lo han hecho en su mayor parte por efecto de armas baratas de producción en serie y munición de pequeño calibre, que cuestan poco más que las radios de transistores y las pilas secas que han inundado el mundo durante el mismo período. Como las armas baratas han segado pocas vidas en el mundo desarrollado, salvo en localidades concretas en las que florece el tráfico de drogas y el terrorismo político, la población de los Estados ricos ha tardado mucho en percatarse de la atrocidad y las secuelas que esta difusión ha acarreado”.

Nadie sabe exactamente cuántas armas pequeñas y ligeras están en circulación, pero los expertos calculan que hay unos quinientos millones de armas de fuego de tipo militar. Además, los ciudadanos poseen decenas de millones de rifles y pistolas. Por otra parte, se fabrican y se venden nuevas unidades anualmente.

Las armas preferidas

¿Por qué se han convertido las armas pequeñas en la opción preferida en los últimos años? En parte, por la relación existente entre los conflictos y la pobreza. La mayoría de las guerras libradas en la década de 1990 ocurrieron en países tan pobres que no pueden comprar armamento avanzado. Pero las armas pequeñas y ligeras son menos costosas. Por ejemplo, con 50.000.000 de dólares —valor aproximado de un avión de caza moderno— se puede equipar a un ejército con 200.000 fusiles de asalto.

A veces, las armas pequeñas y ligeras se adquieren por un precio mucho menor. Cuando los militares realizan reducción de personal y armamento, terminan regalando decenas de millones de armas, y cuando termina un conflicto, las envían a otro. En algunos países hay tantos rifles de asalto que se venden a solo 6 dólares o se truecan por una cabra, una gallina o una bolsa de ropa de segunda mano.

Además del bajo costo y la gran accesibilidad de las armas pequeñas, hay otras razones por las que son tan populares. En primer lugar, son letales, pues un rifle de tiro rápido dispara centenares de veces por minuto. Además, son de fácil manejo, mantenimiento y uso. Un niño de 10 años puede aprender a desarmar y montar un rifle típico. También se le puede enseñar enseguida a apuntar y disparar con él a una multitud de personas.

Tales armas asimismo gozan de aceptación por su resistencia y durabilidad. Hay rifles como el AK-47 y el M16, que se utilizaron en la guerra de Vietnam y aún se emplean en combates de la actualidad. Y algunos de los fusiles que se usan en África se emplearon en la primera guerra mundial. Por otro lado, son fáciles de transportar y ocultar. Basta con un caballo para llevar una docena de rifles a un grupo paramilitar en una densa selva o en una remota montaña, y con una recua de caballos para hacer llegar suficientes fusiles a un ejército pequeño.

Armas, drogas y diamantes

El tráfico internacional de armas de fuego es un fenómeno complejo. Grandes cargamentos de fusiles se envían legalmente de un país a otro. Al finalizar la Guerra Fría, se redujeron los ejércitos de Oriente y Occidente, y los gobiernos regalaron o vendieron el equipo sobrante a amigos y aliados. Una escritora del Instituto de Investigaciones para la Paz, de Oslo (Noruega), informó de que desde 1995, Estados Unidos ha donado más de trescientos mil rifles, pistolas, ametralladoras y lanzagranadas. Hay quien razona que es más barato regalar las armas que desmantelarlas o guardarlas bajo vigilancia. Algunos analistas calculan que todos los años cruzan legalmente las fronteras nacionales armas pequeñas y ligeras por valor de 3.000 millones de dólares.

No obstante, el comercio ilegal tal vez sea mucho mayor. Por lo general, el mercado negro ofrece el armamento por un precio. En algunos países africanos, los paramilitares han adquirido armas pequeñas y ligeras —valoradas en centenares de millones de dólares—, no con dinero, sino con diamantes sustraídos de las minas. The New York Times comentó: “Cuando los gobiernos son corruptos, los rebeldes actúan sin misericordia y es fácil atravesar las fronteras [...]. Las relumbrantes piedras generan trabajos forzados, asesinatos, cuerpos desmembrados, multitudes sin hogar y derrumbes económicos”. Resulta irónico que la gema que compra fusiles de asalto termine vendiéndose muy cara en una lujosa joyería como símbolo de amor eterno.

Las armas también están vinculadas al narcotráfico. No es raro que las organizaciones criminales las pasen de contrabando por la misma ruta que las drogas, pero en la dirección contraria. Se han convertido en moneda de cambio para obtener drogas.

Qué ocurre con las armas cuando termina la guerra

Cuando acaban los combates, las armas suelen caer en manos de criminales. Notemos lo que ocurrió en un país del sur de África donde la violencia fue primero política y luego delictiva. Las luchas políticas segaron la vida de unas diez mil personas en tan solo tres años. Después del conflicto aumentaron las agresiones criminales. Así, en la “guerra de los taxis”, que surgió por la competencia entre los taxistas, se contrataba a maleantes para que dispararan a los pasajeros y taxistas de las compañías rivales. Los rifles de tipo militar se fueron generalizando en los asaltos y otros delitos. En un año reciente hubo 11.000 homicidios con armas de fuego, la segunda tasa más alta de las naciones que no están en guerra.

El temor y la inseguridad crecen al saber que los criminales peligrosos están armados. En muchos países en desarrollo, las casas de los ricos parecen fortalezas, rodeadas de muros, vallas electrificadas y vigilantes día y noche. Los residentes de las naciones desarrolladas también toman precauciones. Lo mismo sucede incluso en lugares donde no han sufrido una guerra civil.

Sea que haya guerra o “paz”, las armas de fuego contribuyen a la inestabilidad de cualquier país. Nadie puede medir todos sus efectos mortíferos, ni el total de muertos, heridos, dolientes y vidas destrozadas. Pero sí sabemos que el mundo está plagado de armas, y que su número sigue aumentando. También son cada vez más las voces que se alzan reclamando una solución. Pero ¿qué puede hacerse y, de hecho, qué se hará? Examinaremos estas preguntas en el siguiente artículo.

[Ilustración y recuadro de la página 7]

Un ex combatiente se siente “bastante estúpido”

Un soldado adolescente que luchó en la guerra que produjo la multitud de refugiados mencionada en el primer artículo, de repente se encontró sin ocupación ni dinero en la ciudad que ayudó a conquistar. Dijo con amargura que vio al hijo de su líder en una llamativa motocicleta, y a anteriores jefes militares luchando por el poder y compitiendo para que los respetaran. “Cuando pienso en los cinco años que pasé en la selva matando gente y recibiendo tiros, creo que fui bastante estúpido —dice el soldado—. Estuvimos dando nuestra vida por gente que mañana mismo no se acordarán [de] cómo consiguieron lo que son.”

[Reconocimiento]

PORTADA y pág. 7: soldado adolescente: Nanzer/Sipa Press

[Ilustración y recuadro de la página 8]

“No hay donde esconderse”

Aunque el fusil de asalto moderno es letal, tiene limitaciones. No dispara más que balas, ni puede matar a quien se esconde tras un muro o barricada resistente. Si el soldado es presa del pánico, tal vez no dispare con precisión. En circunstancias ideales, el tiro es certero solo hasta un máximo de 460 metros.

El ejército estadounidense tiene una solución a tales “problemas”: el nuevo y avanzado fusil multifuncional OICW (Arma de Combate Individual Antiobjetivos, por sus siglas inglesas). Es suficientemente liviano para que lo maneje un soldado, y no solo dispara balas, sino también granadas de 20 milímetros. Además, se distingue por ser capaz de matar a quien se esconde detrás de las barricadas. El soldado solo tiene que apuntarlo a un objetivo situado justo sobre el enemigo o a su lado. El arma realiza mediciones automáticamente y programa un pequeño fusible electrónico en la granada para que estalle a la distancia precisa y esparza metralla muy destructiva que puede perforar objetos blindados. “Sus características singulares harán posible que los disparos de las tropas estadounidenses den la vuelta a las esquinas, por decirlo así”, comentó un vocero de la compañía fabricante. El fusil es eficaz hasta en la oscuridad, pues tiene visor de rayos infrarrojos.

Los fabricantes se jactan de que “no hay donde esconderse” de esta arma, pues, según dicen, es cinco veces más letal que un rifle M16 y tiene el doble de alcance que el lanzagranadas M203. Para los soldados ya no será preocupante la mala puntería, pues bastará con mirar por el visor y apretar el gatillo para lanzar granadas o ráfagas de balas. Si la fabricación del OICW progresa conforme a los planes, la primera unidad militar lo recibirá en el año 2007.

Sin embargo, los críticos plantean las siguientes preguntas: ¿Cómo utilizarán el fusil los soldados cuando patrullen vecindarios atestados donde los combatientes enemigos se encuentren junto a civiles inocentes? ¿Qué ocurrirá cuando se venda a militares de otros países, que quizás los utilicen contra su propio pueblo? Y ¿qué sucederá cuando caiga en manos de terroristas y criminales?

[Reconocimiento]

Alliant Techsystems

[Ilustraciones de la página 6]

Las armas pequeñas y ligeras suelen intercambiarse por diamantes y drogas