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El maravilloso aparato circulatorio

El maravilloso aparato circulatorio

El maravilloso aparato circulatorio

IMAGINÉMONOS una red de cañerías tan compleja, que el líquido que fluye por ella transporta, sin problema alguno, nutrientes, agua, oxígeno y desechos. Además, las tuberías poseen la capacidad de repararse y multiplicarse según se necesite. ¡Vaya obra de ingeniería!

Pues nuestras “cañerías” van más allá. Amén de intervenir en la regulación de la temperatura corporal, conducen una asombrosa cantidad de hormonas, o mensajeros químicos, y potentes defensas contra las enfermedades. Todas son blandas y flexibles, lo que les permite amortiguar los golpes y adaptarse a los movimientos de las extremidades. No existe ingeniero en el mundo capaz de proyectar algo así; en cambio, el Creador ya lo concibió cuando formó las venas, las arterias y los capilares del organismo humano.

Sus principales componentes

El aparato circulatorio del hombre consta en realidad de dos sistemas que se complementan: el cardiovascular, compuesto del corazón, la sangre y los vasos sanguíneos, y el linfático, constituido por una red de conductos que drenan de los tejidos el exceso de un fluido llamado linfa y lo vierten en el torrente circulatorio. Si se juntaran los vasos sanguíneos de un adulto por los extremos, medirían 100.000 kilómetros, longitud suficiente para rodear la Tierra dos veces y media. Esta extensa red transporta la vivificante sangre (alrededor del ocho por ciento del peso del cuerpo) a los miles de millones de células.

Huelga decir que el corazón, del tamaño de un puño, es el motor del sistema cardiovascular. Como mínimo bombea a diario 9.500 litros de sangre a través de todo el organismo, lo que equivale a elevar una tonelada a 10 metros de altura cada veinticuatro horas.

El circuito del sistema cardiovascular

¿Cuál es su recorrido? Empecemos con la sangre desoxigenada que llega al corazón por dos grandes venas: la cava superior y la inferior (véase la ilustración), las cuales desembocan en la aurícula derecha, la primera cavidad del corazón. Acto seguido, es impulsada al ventrículo derecho —cavidad más musculosa que la primera—, desde donde fluye a los pulmones a través del tronco pulmonar y las dos arterias en que luego se divide (las únicas que transportan sangre desoxigenada, pues esta es la función de las venas).

Ya en los pulmones, la sangre desprende anhídrido carbónico y absorbe oxígeno, tras lo cual corre en dirección a la aurícula izquierda por las cuatro venas pulmonares (las únicas que transportan sangre rica en oxígeno). Después pasa al ventrículo izquierdo —la cavidad más potente del corazón—, que bombea la sangre oxigenada a todo el cuerpo a través de la aorta. Primero se contraen las dos aurículas, y entonces los ventrículos, secuencia que constituye el ciclo cardíaco. Cuatro válvulas se encargan de asegurar que la sangre fluya en un solo sentido.

El ventrículo izquierdo —el más musculoso de los dos— es seis veces más potente que el derecho, puesto que ha de bombear sangre a todas las partes del cuerpo. La fuerza de cada impulso cardíaco causaría con facilidad aneurismas (dilataciones locales en las arterias) o incluso derrames cerebrales potencialmente mortíferos, si no fuera por el ingenioso mecanismo que modera los golpes de presión.

Las arterias elásticas

Las arterias elásticas, es decir, la aorta —la mayor arteria— y sus ramas principales, son de grueso calibre, lo que permite el flujo libre de la sangre. Además, tienen robustas paredes musculares entramadas con una serie de capas concéntricas de elastina, una proteína elástica. Cuando el ventrículo izquierdo impulsa la sangre a estas arterias, se expanden, atenuando así la elevada presión, y entonces conducen la sangre al siguiente grupo de arterias: las musculares o distribuidoras, que también poseen elastina. Gracias a estas funciones, la presión del flujo sanguíneo es constante al llegar a los delicados capilares. *

El diámetro de las arterias distribuidoras mide entre un centímetro y 0,3 milímetros. Al dilatarse o contraerse por orden de unas fibras nerviosas especiales, estos vasos contribuyen a regular el flujo sanguíneo, lo que hace que el aparato circulatorio sea muy dinámico. En caso de un traumatismo, por ejemplo, los sensores de presión en las capas arteriales envían una señal al cerebro, que, a su vez, ordena a las arterias indicadas que reduzcan el fluido sanguíneo a las partes del organismo menos importantes, como la piel, y lo desvíen a los órganos vitales. “Nuestras arterias ‘notan’ el paso de la sangre y reaccionan”, dice la revista New Scientist. No es extraño, pues, que se las haya calificado de “cañerías inteligentes”.

Para cuando la sangre abandona las arteriolas —las arterias más pequeñas—, mantiene una presión constante y baja, de unos 35 milímetros de mercurio, lo cual es imprescindible puesto que estas se ramifican en los capilares, los vasos de menor tamaño del organismo.

Una fila india de glóbulos rojos

Los capilares, de entre ocho y diez micras (milésimas partes de un milímetro) de diámetro, son tan finos que los hematíes discurren por ellos en fila india. A través de las paredes de estos conductos, constituidas por una sola capa de células, se transfieren los nutrientes (diluidos en el plasma o parte líquida de la sangre) y el oxígeno (transportado por los glóbulos rojos) a los tejidos próximos, al tiempo que se recogen el anhídrido carbónico y otros productos de desecho para su eliminación. Los capilares pueden regular el caudal de sangre que fluye por ellos con un esfínter (músculo diminuto en forma de lazo), en función de las necesidades del tejido circundante.

De las vénulas al corazón pasando por las venas

La red de capilares desemboca en las vénulas, conductos de entre ocho y 100 micras de diámetro que van confluyendo hasta formar venas por las que la sangre regresa al corazón. Para cuando esta llega a las venas, ya ha perdido casi toda la presión, por lo que las paredes venosas son más delgadas y pobres en elastina que las arteriales. En cambio, su calibre es mayor, lo que hace que el sistema venoso contenga por lo menos el 65% de la sangre del organismo.

Para compensar la poca presión, las venas recurren a una forma ingeniosa de impulsar la sangre al corazón. En primer lugar, están provistas de válvulas semilunares especiales para impedir que la gravedad provoque un reflujo sanguíneo. En segundo lugar, utilizan los músculos esqueléticos del cuerpo. Cuando, por ejemplo, los de las piernas se flexionan al andar, comprimen las venas cercanas, lo cual obliga a la sangre a circular a través de las válvulas hacia el corazón. Por último, la presión ejercida en el abdomen y el diafragma durante la respiración ayuda a que las venas vacíen su contenido en la aurícula derecha.

El sistema cardiovascular es tan eficaz que, incluso estando la persona en reposo, devuelve al corazón unos cinco litros de sangre por minuto. Caminar incrementa la cantidad a ocho litros, y en el caso de un corredor de maratón en forma, puede aumentar a 37 litros por minuto, siete veces más que en reposo.

En ocasiones, las válvulas venosas no cierran bien, sea por factores genéticos, obesidad, embarazo o porque la persona suele permanecer mucho tiempo de pie. Cuando no funcionan como es debido, se producen acumulaciones de sangre por debajo de ellas, lo que da lugar a dilataciones de los vasos sanguíneos, o varices. Asimismo, algunos esfuerzos, como los del parto y los de la defecación, aumentan la presión sobre la cavidad abdominal, lo que impide el retorno de la sangre de las venas del ano y del intestino grueso. Cuando esto sucede, pueden aparecer venas varicosas que reciben el nombre de hemorroides.

El sistema linfático

Durante los intercambios de nutrientes por materiales de desecho con los tejidos, los capilares recogen un poco menos de fluido del que entregan. Además se filtran a los tejidos ciertas proteínas importantes de la sangre. De ahí la necesidad del sistema linfático del organismo, pues recoge el exceso de linfa y lo reintegra al torrente circulatorio mediante una gran vena situada en la base del cuello y otra en el tórax.

Al igual que las arterias y las venas, los vasos linfáticos también se dividen en varios tipos. Los capilares linfáticos —los más pequeños— se encuentran al mismo nivel que los capilares sanguíneos. Como estos diminutos vasos son muy permeables, absorben el exceso de fluido y lo conducen a vasos colectores de mayor tamaño. Estos lo llevarán a los troncos linfáticos, los cuales convergen en los conductos que acabarán vaciando su contenido en las venas.

La linfa fluye en una sola dirección: hacia el corazón. Por tanto, los vasos linfáticos no forman un circuito como hace el sistema cardiovascular. La linfa recorre el sistema linfático valiéndose de la débil actuación muscular, de la pulsación de las arterias cercanas y del movimiento de las extremidades. Si un vaso sufre una oclusión, el líquido se acumula en la zona afectada, lo que da lugar a una hinchazón denominada edema.

Los agentes patógenos también utilizan los vasos del sistema linfático, razón por la que el Creador lo dotó de potentes defensas: los órganos linfoides. Entre estos figuran los ganglios —esparcidos por los conductos colectores—, el bazo, el timo, las amígdalas, el apéndice y las placas de Peyer (folículos linfáticos agregados), localizadas en el intestino delgado. Todos ellos producen y albergan linfocitos, células fundamentales del sistema inmunológico. Por tanto, un sistema linfático sano contribuye a la buena salud.

Aquí termina nuestro examen del aparato circulatorio. Aunque breve, nos ha dejado ver una obra maestra de ingeniería de asombrosa complejidad y eficacia que, además, cumple con sus interminables tareas en silencio y sin que nos demos cuenta, a menos que enferme. Así que, cuidemos el aparato circulatorio, y él cuidará de nosotros.

[Nota]

^ párr. 12 La presión arterial se mide en milímetros, y corresponde a la altura que esta hace subir una columna de mercurio. Se llama presión sistólica al máximo registrado, y diastólica, al mínimo (fases de contracción y dilatación del corazón respectivamente). Sus lecturas varían en virtud de la edad, el sexo, el cansancio, así como del estrés mental y físico. La presión tiende a ser más baja en las mujeres que en los hombres; también es menor en los niños, mientras que aumenta en las personas mayores. En un joven sano oscila entre 100 y 140 de sistólica, y entre 60 y 90 de diastólica, aunque existen ligeras discrepancias de opinión.

[Ilustraciones y recuadro de la página 26]

Cuidemos las arterias

La arteriosclerosis, o “endurecimiento de las arterias”, es una de las principales causas de muerte en muchos países. De los varios tipos que existen, el más común es la aterosclerosis, que se debe a la formación de placas de ateroma —depósitos grasos semejantes a copos de avena— en el interior de los conductos. Tales depósitos reducen su calibre, lo que aumenta la probabilidad de oclusión total, bien por la rotura de la placa en un momento crítico, por coágulos o por espasmos musculares de las paredes arteriales.

La acumulación de placas en las arterias coronarias, encargadas de irrigar el corazón, es especialmente peligrosa, pues impide que el músculo cardíaco reciba el aporte sanguíneo necesario. Uno de sus síntomas es la angina de pecho, caracterizada por un dolor sordo y opresivo en la región del corazón casi siempre precipitado por esfuerzos. Si una arteria coronaria queda obstruida por completo, dará lugar a un infarto y a la muerte de parte del músculo cardíaco. Si el infarto es muy extenso, puede producirse un paro cardíaco.

Entre los factores de riesgo de la aterosclerosis están el tabaquismo, el estrés emocional, la diabetes, la obesidad, la falta de ejercicio, la hipertensión, una dieta con alto contenido en grasas y la herencia genética.

[Ilustraciones]

Normal

Aterosclerosis moderada

Aterosclerosis casi total

[Ilustración]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Arteria coronaria

[Ilustraciones de las páginas 24 y 25]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

El sistema cardiovascular

PULMONES

CORAZÓN

Ventrículo izquierdo

ARTERIAS

ARTERIOLAS

CAPILARES

VÉNULAS

VENAS

CORAZÓN

Ventrículo derecho

Sangre oxigenada

Sangre desoxigenada

Del cuerpo

VENA CAVA SUPERIOR

AURÍCULA DERECHA

VENA CAVA INFERIOR

Del cuerpo

VENTRÍCULO DERECHO

válvulas

A los pulmones

ARTERIA PULMONAR

Del pulmón izquierdo

AURÍCULA IZQUIERDA

válvulas

VENTRÍCULO IZQUIERDO

AORTA

Al cuerpo

[Ilustraciones de la página 25]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Cómo late el corazón

1. Relajación

2. Contracción auricular

3. Contracción ventricular

[Ilustración de la página 25]

Las células de la sangre recorren 100.000 kilómetros de vasos sanguíneos

[Ilustración de la página 26]

Foto de capilares con glóbulos rojos en fila india

[Reconocimiento]

Lennart Nilsson