Seguimos adelante tras una horrible tragedia
Seguimos adelante tras una horrible tragedia
RELATADO POR JAMES GIARRANO
Ser abuelos es una de las grandes alegrías de la vida. Vicki, mi esposa, y yo aguardábamos con impaciencia el nacimiento de nuestro primer nieto. Nuestra hija, Theresa, y Jonathan, su esposo, esperaban un bebé para principios de octubre de 2000. No podíamos siquiera imaginar la espeluznante tragedia que estábamos a punto de vivir.
EL SÁBADO 23 de septiembre, Vicki y yo, junto con nuestro hijo y su esposa, salimos de casa dispuestos a disfrutar de una semana de vacaciones con unos parientes en Carolina del Norte, en la cadena de islas y penínsulas arenosas denominada Outer Banks. Theresa y Jonathan habían decidido quedarse, pues ella se encontraba en el noveno mes de embarazo, y el trayecto de once horas desde nuestro hogar, en Ohio, era un viaje largo.
Quisimos aplazar las vacaciones, pero Theresa insistió en que fuéramos y nos aseguró que estaría bien. Además, el médico opinaba que el parto, previsto para dos semanas más tarde, no se adelantaría.
El miércoles 27 de septiembre de 2000 amaneció un día espléndido que me hizo pensar en la razón por la que desde hace varios años elegimos aquella zona para ir de vacaciones. No teníamos la menor idea de que la vida nos cambiaría radicalmente antes de que acabara el día.
“¡Theresa ha desaparecido!”
Por la noche me telefoneó mi hermano desde Ohio, quien, con voz indecisa y temblorosa, al final me dijo: “¡Theresa ha desaparecido!”. La policía había intervenido porque las circunstancias de su desaparición eran sospechosas. Cuando Jonathan regresó a casa aquella tarde, la puerta principal no estaba cerrada con llave, el desayuno de Theresa todavía estaba en la mesa, y la billetera, en su lugar acostumbrado. También le extrañó ver que sus zapatos, los únicos que podía usar en el noveno mes de embarazo, seguían junto a la puerta.
Sobre las nueve y media de la mañana, Jonathan había llamado a casa y Theresa le explicó que había telefoneado una mujer interesada en el automóvil que vendían y que iba a ir a verlo. Después de eso saldría a hacer unos recados. Jonathan volvió a telefonear al mediodía, pero no la encontró. Siguió llamando durante la tarde y tampoco obtuvo respuesta. Al llegar a casa, a las 4.15, no vio el automóvil. Telefoneó al hospital pensando que tal vez Theresa estaba de parto, pero tampoco se encontraba allí. Llamó a algunos familiares, pero nadie la había
visto. Desesperado, dio parte a la policía. Alrededor de las seis de la tarde, la policía halló el automóvil no muy lejos de su casa. Sin embargo, aún no había rastro de Theresa.En Carolina del Norte, la noticia nos había dejado aturdidos. Mi esposa y yo, junto con nuestro hijo y su mujer, hicimos el equipaje y emprendimos un largo y angustioso viaje de regreso a casa. Condujimos toda la noche y llegamos a Ohio a la mañana siguiente.
El caso empieza a aclararse
Entretanto, aquella misma noche, Jonathan, algunos parientes, amigos íntimos y otras personas se unieron a la policía en la búsqueda, la cual se prolongó durante cinco penosos días. Finalmente, el lunes 2 de octubre, el caso comenzó a aclararse. Para entonces, el rastreo de la llamada que había recibido Theresa el miércoles por la mañana, condujo a la policía hasta el teléfono celular de una mujer que vivía a unas manzanas de distancia.
La entrevista con la señora levantó las sospechas de los agentes, por lo que regresaron aquella misma tarde; pero cuando se dirigían a la puerta, oyeron un disparo. Al entrar en la casa, encontraron a la mujer muerta; se había suicidado. Para su sorpresa, hallaron en una habitación de la segunda planta a un recién nacido que, por increíble que parezca, dormía ajeno al alboroto.
No obstante, Theresa seguía sin aparecer. Durante las siguientes horas, la policía registró la propiedad en busca de alguna prueba de que ella hubiera estado allí. La búsqueda concluyó la madrugada del martes. En el garaje, enterrado a poca profundidad, descubrieron el cuerpo sin vida de Theresa. Según el juez de primera instancia, la dejaron inconsciente de un golpe, le dispararon por la espalda y a continuación le extrajeron el bebé. Al pensar en todo lo ocurrido, nos consuela en cierta medida saber que no sufrió, pues su muerte fue instantánea.
El pequeño fue trasladado al hospital, donde se comprobó que su estado de salud era perfecto; no tenía ni un arañazo. Se decretó la prueba del ADN, la cual confirmó que, efectivamente, se trataba de nuestro nieto. Jonathan le puso el nombre que él y Theresa habían elegido: Oscar Gavin. El jueves 5 de octubre, tras una breve estancia en el hospital, el bebé de casi 4 kilos de peso sintió el calor de los brazos de su padre. Aunque nos emocionó tener a nuestro nieto, no existen palabras que describan la tristeza que nos daba que Theresa no estuviera allí para abrazar a su hijo.
La reacción de la comunidad
Tanto a mi familia como a mí nos emocionaron las numerosas muestras de apoyo, incluso de desconocidos. Durante el tiempo que transcurrió sin que supiéramos el paradero de nuestra hija, cientos de voluntarios participaron en la búsqueda. Muchos donaron dinero, y otros recorrieron gran cantidad de kilómetros por la zona donde vivía Theresa, distribuyendo miles de hojas que habían impreso gratuitamente diversas tiendas de material de oficina a fin de anunciar la desaparición.
Cuando una hermana cristiana le contó nuestra situación al abogado para el que trabaja, este nos ofreció sus servicios. Aceptar su oferta resultó una auténtica bendición, pues nos ayudó a tratar con los medios de comunicación y a solucionar ciertos asuntos legales que surgieron. Además, nos recomendó dos investigadores privados que contribuyeron mucho en el caso. El sincero interés que mostraron por nosotros realmente nos llegó al corazón.
Tras recuperar a nuestro nieto, el apoyo se incrementó. Diversas tiendas enviaron comida y productos para el hogar. Numerosas personas donaron ropa, juguetes, pañales desechables y leche para lactantes. Recibimos mucho más de lo que Oscar podría utilizar, así que entregamos el sobrante a la sección de maternidad de un hospital de la ciudad. Como los medios de comunicación habían dado publicidad al suceso, nos llovieron miles de tarjetas y cartas, no solo de la comunidad, sino de todas partes del mundo.
El gran respaldo que recibimos se vio particularmente en el funeral de Theresa, celebrado el domingo 8 de octubre. Sabíamos que eran muchos
los que deseaban asistir, pero la respuesta superó las expectativas. Se decidió utilizar el auditorio de una escuela de enseñanza secundaria de la localidad, que llenaron a rebosar los más de mil cuatrocientos concurrentes. Acudieron familiares, amigos, policías, el alcalde y otras personas de la comunidad. Asimismo, estuvieron presentes los medios de comunicación, y las cadenas de televisión locales filmaron el discurso, que también fue retransmitido en directo por Internet. Además, a través de los altavoces que se instalaron, cientos de personas escucharon el funeral de pie en el vestíbulo y también frente a la escuela, soportando la fría lluvia bajo los paraguas. El discurso dio un extenso testimonio de nuestras creencias bíblicas.Después, cientos de personas esperaron con paciencia en fila para darnos el pésame. Pasamos casi tres horas abrazando a todos los que habían acudido y expresándoles nuestro agradecimiento por su presencia. A continuación, un hotel tuvo la gentileza de servir una comida a más de trescientas personas entre las que se encontraban familiares, amigos íntimos y algunos de los que habían participado en la recuperación de nuestro nieto.
Resulta imposible expresar nuestro sincero agradecimiento por toda la ayuda recibida, mayormente de personas que no conocíamos. Estamos más resueltos que nunca a participar activamente en el ministerio cristiano, pues existe mucha gente de buen corazón a la que queremos llevar las buenas nuevas del Reino de Dios (Mateo 24:14).
La reacción de la congregación
Desde el comienzo de esta terrible experiencia, los hermanos cristianos no dejaron de respaldarnos. Recibimos el continuo apoyo de nuestra propia congregación de los testigos de Jehová y de congregaciones cercanas.
Incluso antes de que llegáramos de Carolina del Norte, los ancianos de nuestra congregación ya habían ayudado a organizar la búsqueda de Theresa. Muchos hermanos tomaron días libres para unirse al rastreo. Hubo quienes dijeron a sus patronos que estaban dispuestos a que se los restaran del sueldo, pero en algunos casos se los concedieron sin descontárselos. Durante los días en que no se sabía el paradero de Theresa, algunos hermanos prepararon comida para los voluntarios, atendieron las llamadas y se ocuparon de que nuestra casa estuviera limpia y ordenada, y otros se quedaron con Jonathan para que no estuviera solo.
Unas seis semanas después del asesinato, mi esposa y mi yerno se vieron ante una tarea muy difícil: recoger las pertenencias de Theresa y vaciar la vivienda. Todo les recordaba a ella y lo mucho que la añoraban. Jonathan vio que no podría vivir en la casa que había compartido con su esposa, así que la puso en venta. Pero de nuevo, los hermanos vinieron a ayudarnos; empaquetaron artículos y hasta hicieron algunas reparaciones en la casa con el fin de dejarla lista para venderla.
Lo más importante de todo fue el apoyo emocional y espiritual que nos dispensaron. Nos telefoneaban y visitaban para animarnos, y muchos de ellos nos enviaron tarjetas y cartas conmovedoras. Este afectuoso apoyo no solo se nos brindó los primeros días, sino durante muchos meses.
Varios hermanos nos dijeron que contáramos con ellos cuando necesitáramos alguien con quien hablar, y hemos aceptado en más de una ocasión su amable ofrecimiento. ¡Consuela tanto poder expresar los sentimientos a amigos queridos en los que confiamos! Verdaderamente, se han cumplido en ellos las palabras del proverbio bíblico: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17; 18:24).
El impacto que ha tenido en nuestra familia
He de admitir que a nuestra familia no le ha sido fácil afrontar el asesinato de Theresa. La vida nos ha cambiado por completo. En ocasiones, su ausencia me produce rabia. Extraño sus abrazos y besos.
Mi esposa y mi hija estaban muy unidas, y no transcurría un día sin que conversaran. Pasaban horas y horas hablando del embarazo y preparando juntas el dormitorio del bebé.
Vicki expresa sus sentimientos con estas palabras: “Son muchas las cosas que añoro. Echo de menos predicar con ella e ir juntas de compras. Lo que más me duele es no verla con su bebé; eso me rompe el corazón. Sé lo mucho que amaba a Oscar cuando lo llevaba en su vientre. Ella sabía que sería un varón. Cuando le regalé una manta que había confeccionado para el pequeño, me envió la siguiente nota:
”‘Querida mamá:
”’Muchas gracias por esta preciosa manta, pues es evidente que dedicaste muchas horas a hacerla. Tan solo deseo expresarte de nuevo mi agradecimiento por toda la ayuda y el ánimo que me has dado en algunas de las etapas más difíciles de mi vida. Jamás lo olvidaré; te estaré eternamente agradecida. Dicen que con el paso de los años llega el momento en que una se da cuenta de que su mejor amiga es en realidad su madre. Todos los días le doy gracias a Jehová por no haber tardado mucho en percatarme de ello. Siempre te querré.’”
También fue doloroso ver por lo que pasó nuestro yerno. Mientras Oscar estaba en el hospital, Jonathan afrontó una de las tareas más difíciles. Como decidió vivir temporalmente con nosotros, tuvo que trasladar la habitación del bebé que había preparado con Theresa en su casa. Embaló el caballito mecedor, la cuna y los muñecos de peluche y los trajo a nuestro hogar.
Lo que nos permite seguir adelante
Cuando se pierde a un ser querido de forma tan trágica, surgen numerosas preguntas y emociones desconcertantes. Ha habido ocasiones en que yo mismo, como anciano de congregación, he tratado de consolar y ayudar a quienes se enfrentaban a ese tipo de preguntas y sentimientos. Pero cuando el que sufre es uno mismo, las emociones pueden nublar la mente.
Por ejemplo, yo había pedido a Jehová que cuidara de Theresa, en vista de su estado, durante la semana que estaríamos lejos. He de reconocer que, cuando fue asesinada, me pregunté por qué no se habían contestado mis oraciones. Yo sé que Jehová no garantiza protección milagrosa a cada uno de sus siervos, pero seguí pidiéndole que me diera entendimiento. Me ha consolado comprender que Jehová protege a su pueblo espiritualmente, es decir, nos suministra lo necesario para salvaguardar nuestra relación con él. Esa es la protección más importante, puesto que incide en nuestro futuro eterno. Jehová sí protegió a Theresa en ese sentido, pues era una fiel sierva suya cuando murió. Me tranquiliza saber que sus perspectivas de vida futura yacen en las amorosas manos de Dios.
Hay varios textos bíblicos que han sido de gran consuelo para mí. Algunos de los que me han ayudado a seguir adelante son:
“Va a haber resurrección así de justos como de injustos.” (Hechos 24:15.) Hace mucho tiempo que creo en la promesa bíblica de la resurrección en un paraíso terrestre, pero esta promesa es mucho más real ahora. Saber que volveré a abrazar a mi hija me ha dado las fuerzas necesarias para enfrentarme a cada nuevo día.
“Jehová [...] no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos ellos viven.” (Lucas 20:37, 38.) Resulta muy consolador saber que los muertos que serán resucitados en el futuro están “vivos” para Jehová. Así que, desde su punto de vista, nuestra querida Theresa vive.
Vicki quisiera mencionar algunos de los textos que le han sido particularmente fortalecedores:
“‘Es imposible que Dios mienta.’ (Hebreos 6:18; Tito 1:2.) Ya que Jehová no puede mentir, sé que cumplirá su promesa de levantar a los muertos.
”‘No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán [la] voz [de Jesús] y saldrán.’ (Juan 5:28, 29.) La expresión ‘tumbas conmemorativas’ indica que Theresa está en la memoria de Dios hasta que Él haga que su Hijo, Jesucristo, la devuelva a la vida. Sé que no puede estar en otro lugar más seguro que en la memoria perfecta de Jehová.
”‘En todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús.’ (Filipenses 4:6, 7.) Pido a Jehová sobre todo que me fortalezca con su espíritu. Cuando me siento muy angustiada, acudo a él y le digo: ‘Necesito más de tu espíritu’, y me ayuda a superar ese día. En ocasiones no puedo siquiera articular palabra, pero él me da las fuerzas para seguir adelante.”
Sin lugar a dudas, Jehová nos ha ayudado a enfrentarnos a esta horrible tragedia. Claro está, todavía lloramos la muerte de nuestra querida Theresa. No esperamos que desaparezca el dolor por completo hasta que la volvamos a abrazar en el nuevo mundo. Mientras tanto, estamos más resueltos que nunca a servir a Jehová fielmente. Jonathan está decidido a criar lo mejor posible a Oscar para que también le ame y le sirva, y Vicki y yo le ayudaremos en lo que esté en nuestra mano. Deseamos de todo corazón estar en el nuevo mundo de Dios para recibir a Theresa y mostrarle al hijo que nunca pudo tener en sus brazos.
[Ilustración de la página 19]
Nuestra hija, Theresa, escuchando los latidos del bebé
[Ilustraciones de las páginas 20 y 21]
Nos sentimos enormemente respaldados en el funeral
[Ilustración de la página 23]
Con Vicki, mi esposa, en la boda de Theresa
[Ilustración de la página 23]
Nuestro nieto Oscar