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“Esta vez quizás cambie”

“Esta vez quizás cambie”

“Esta vez quizás cambie”

ROXANA * es una atractiva señora llena de vitalidad que vive en América del Sur con su marido, un respetado cirujano, y sus cuatro hijos. “Mi esposo —señala— es un encanto con las mujeres y goza de las simpatías de los hombres.” Pero tiene su lado oculto, que desconocen hasta los amigos más íntimos del matrimonio: “En casa es un monstruo dominado por los celos”.

La ansiedad se trasluce en su rostro mientras prosigue con el relato: “Todo comenzó cuando llevábamos casados unas pocas semanas. Nos visitaron mis hermanos y mi madre, y disfrutamos mucho hablando y riéndonos juntos. Pero cuando se fueron, me arrojó con furia al sofá. Yo no podía creerlo”.

Por desgracia, la pesadilla apenas comenzaba, pues sufrió golpes durante años. Los abusos suelen seguir el mismo patrón: él la ataca, se deshace en disculpas, promete no hacerlo más, mejora por un tiempo y luego vuelve a las andadas. “Siempre me digo: ‘Esta vez quizás cambie’ —añade Roxana—. Aun si me voy de casa, acabo regresando a su lado.”

Ella teme que la violencia vaya a más. “Ha amenazado con matarnos a mí y a los niños y también con suicidarse —agrega—. En una ocasión llegó a ponerme unas tijeras al cuello. En otra me intimidó con una pistola, me apuntó a la oreja y apretó el gatillo. Menos mal que no tenía balas, pero casi me muero del susto.”

La tradición del silencio

Al igual que Roxana, millones de mujeres de todo el mundo sufren a manos de hombres violentos. * A menudo guardan silencio sobre el suplicio que padecen. Piensan que será inútil denunciar el abuso. A fin de cuentas, más de un maltratador ha negado las acusaciones con frases como “Mi esposa es muy nerviosa” o “Es algo exagerada”.

Es deplorable que buen número de mujeres vivan aterradas ante la posibilidad de que las ataquen en el lugar donde deberían sentirse más seguras: su propio hogar. Por desgracia, se suele compadecer más al agresor que a la víctima. Hay personas que se resisten a creer que un hombre que proyecta una imagen de perfecto ciudadano golpee a su cónyuge. Así ocurrió cuando una señora llamada Anita mencionó que su marido, muy respetado en la localidad, la atacaba. Ella relata: “Un amigo nuestro me dijo: ‘¿Cómo te atreves a acusar a un hombre tan bueno?’. Otro señaló que me lo habría buscado. Aun cuando fueron patentes sus agresiones, hubo amistades mías que comenzaron a evitarme. Creían que debería haber soportado la situación, pues ‘así son los hombres’”.

Como indica esta experiencia, muchos no logran comprender la triste realidad del maltrato conyugal. ¿Qué lleva a un hombre a tratar con tanta crueldad a la mujer que dice amar? ¿De qué ayuda disponen las víctimas de la violencia?

[Notas]

^ párr. 2 En esta serie de artículos se han cambiado algunos nombres.

^ párr. 7 Aunque muchas víctimas de la violencia doméstica son varones, los estudios indican que es más probable que las mujeres sufran agresiones mucho más graves, por lo que en estos artículos nos centramos en ellas.

[Ilustración y recuadro de la página 4]

La amplia gama de la violencia doméstica

La expresión violencia contra la mujer comprende “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”, según indica la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Entre otros aspectos, abarca “la violencia física, sexual y sicológica que se produzca en la familia y dentro de la comunidad en general, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer”.