Los “camiones” microscópicos de nuestro cuerpo
Los “camiones” microscópicos de nuestro cuerpo
CINCO días atrás, esta célula poseía un núcleo, pero lo ha expulsado tras un intenso período de vigorosas contracciones propias de la fase de maduración y multiplicación. Ahora es un reticulocito. ¿Qué es eso? Un glóbulo rojo en desarrollo que está listo para incorporarse al torrente sanguíneo. En dos o tres días más habrá madurado por completo.
Esa pequeña célula es comparable a un camión, que transporta su “carga” valiéndose de la hemoglobina, proteína portadora de oxígeno. Se calcula que, durante sus cuatro meses de vida, recorrerá unos 250 kilómetros por nuestro organismo. El cuerpo humano contiene unos diez mil millones de capilares (minúsculos vasos sanguíneos) que, unidos, medirían el doble que la circunferencia terrestre. Como vemos, hacen falta millones de millones de eritrocitos (glóbulos rojos maduros) para hacer llegar el oxígeno a todos los órganos.
Estos diminutos “camiones” casi siempre están en movimiento por el aparato circulatorio, variando la velocidad según las circunstancias. Por ejemplo, alcanzan un máximo de 1.200 milímetros por segundo en la “autopista” que parte del corazón: la arteria aorta. No obstante, al incorporarse a las “carreteras secundarias”, desaceleran poco a poco, hasta situarse a un promedio de 0,3 milímetros por segundo en los capilares terminales.
El origen de los glóbulos rojos
La médula ósea de un adulto sano produce todos los días la inmensa mayoría de los eritrocitos: por cada kilo de peso corporal elabora unos dos mil quinientos millones, además de 1.000 millones de granulocitos (glóbulos blancos) y 2.500 millones de plaquetas. De este modo compensa la pérdida diaria correspondiente, pues cada segundo mueren y son sustituidos millones de glóbulos rojos.
Para penetrar en la corriente sanguínea, el reticulocito se aproxima a la pared externa de pequeños vasos (sinusoides) de la médula ósea, pasa a presión por un pequeño orificio de migración y emerge en la sangre. La fabricación de hemoglobina durará unos tres días más, hasta que se convierta en un eritrocito.
Circulación mayor y circulación menor
La ciencia médica del siglo XVII estableció la existencia de dos tipos de circulación sanguínea. En la circulación mayor, los “camiones” microscópicos (glóbulos rojos) parten del corazón hacia los diferentes tejidos, donde entregan oxígeno y recogen los desechos (entre ellos dióxido de carbono). Este proceso se conoce como respiración interna. A continuación emprenden su regreso al corazón, donde toman la circulación menor, con destino a los pulmones. Una vez allí, descargan los desperdicios y recargan oxígeno; por consiguiente, la circulación menor permite intercambiar gases entre la sangre y el exterior.
Cuando no hay suficientes células
En ocasiones, el número de glóbulos rojos está por debajo de lo normal, carencia denominada anemia. Las causas son variadas, como: 1) defectos en la producción o la maduración de los glóbulos rojos, 2) eliminación de eritrocitos a paso acelerado y 3) hemorragias graves. También pudiera deberse a inflamaciones de tipo crónico y tumores.
Tanto el exceso como la deficiencia de hierro conllevan dificultades. La escasez impedirá que los glóbulos rojos maduren por completo, de modo que serán más pequeños y pálidos de lo normal, problema que se corrige muchas veces con tratamientos a base de hierro. En otras ocasiones, la concentración de hierro es demasiado elevada, tal vez porque los eritrocitos son frágiles y se rompen, liberando el metal en el torrente sanguíneo, lo que contamina gradualmente todos los órganos. De especial gravedad es que resulte afectado el corazón, pues casi siempre se desencadenará la muerte por insuficiencia cardíaca crónica.
Harían falta muchísimos volúmenes para explicar todo el trabajo que realizan los glóbulos rojos, pero con la reseña parcial que hemos presentado queda patente que su maravillosa complejidad exalta la sabiduría del Diseñador y Creador de la vida. De tan grandioso e inteligente Hacedor dijo lo siguiente uno de sus adoradores de la antigüedad: “Por él tenemos vida y nos movemos y existimos” (Hechos 17:28).