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Las alegrías y satisfacciones de la docencia

Las alegrías y satisfacciones de la docencia

Las alegrías y satisfacciones de la docencia

“¿Por qué sigo ejerciendo esta profesión? Aunque enseñar puede resultar difícil y agotador, me anima ver a los niños ansiosos por aprender y observar su progreso.”—Leemarys, maestra de Nueva York.

A PESAR de los desafíos, los inconvenientes y las desilusiones, millones de educadores de todo el mundo perseveran en su labor. ¿Qué ha incitado a miles de estudiantes a esforzarse y prepararse para ser profesores aunque saben que tal vez no reciban el debido reconocimiento? ¿Qué los impulsa a seguir adelante?

Una maestra rusa de nombre Inna comenta: “Es maravilloso ver a tus antiguos alumnos convertidos en adultos, y escucharles decir que lo que les enseñaste mereció la pena. Anima mucho que recuerden con cariño los años que pasaron contigo”.

Giuliano, mencionado en los artículos anteriores, señala: “Una de las mayores satisfacciones es saber que lograste despertar el interés de los alumnos por un determinado tema. Por ejemplo, un día, después de explicar en clase ciertos sucesos históricos, algunos estudiantes me dijeron: ‘¡No se detenga! ¡Cuéntenos más!’. Expresiones espontáneas como estas pueden iluminar una mañana gris, pues te das cuenta de que hiciste sentir a los chicos emociones nuevas. Es una sensación maravillosa ver el brillo de sus ojos cuando entienden algo”.

Elena, una maestra de Italia, dice: “Creo que la satisfacción normalmente radica en las pequeñas cosas de cada día, en los pequeños logros de los alumnos más bien que en resultados espectaculares, los cuales casi nunca se producen”.

Connie, una australiana de poco más de 30 años, observa: “Es muy gratificante recibir una carta de agradecimiento de un alumno con el que mantuviste una buena relación académica”.

Óscar, de Mendoza (Argentina), piensa lo mismo: “Cuando me encuentro con antiguos alumnos en la calle o en cualquier otro lugar y me expresan su agradecimiento por lo que les he enseñado, siento que todo esfuerzo vale la pena”. Ángel, de Madrid (España), comenta: “Para mí, que he dedicado parte de mi vida a esta maravillosa pero difícil profesión, la mayor satisfacción es, sin duda, ver a los jóvenes a los que he enseñado convertirse en hombres y mujeres de provecho gracias, en parte, a mi trabajo”.

Leemarys, citada al principio del artículo, opina: “Creo que los maestros somos una clase especial de personas. También hay que estar un poco loco para aceptar semejante responsabilidad, pero si puedes influir en la vida de tus alumnos —sea en diez niños o solo en uno—, cumpliste con tu labor, y no hay nada que te haga sentir mejor. Trabajas con ilusión”.

¿Les ha dado las gracias?

Sea usted padre o alumno, ¿le ha agradecido alguna vez a un profesor su tiempo, esfuerzo e interés? ¿Le ha enviado alguna nota o una carta? Arthur, de Nairobi (Kenia), hace un comentario pertinente: “Los maestros también necesitan encomio. El gobierno, los padres y los estudiantes deben apreciarlos muchísimo, tanto a ellos como a su trabajo”.

La escritora y educadora LouAnne Johnson señala: “Por cada carta que me llega con comentarios negativos sobre algún docente, recibo cientos de ellas con comentarios positivos, lo que confirma mi opinión de que hay muchos más buenos profesionales que malos”. Es curioso que numerosas personas contratan a un detective para “buscar a un ex profesor. La gente quiere hallar a sus maestros para darles las gracias”.

Los maestros ponen la base esencial sobre la que se fundamenta la educación de una persona. Hasta los mejores profesores de las universidades más prestigiosas están en deuda con los docentes que dedicaron tiempo y esfuerzo a fomentar y cultivar en ellos el deseo de educarse, aprender y comprender la realidad. Arthur, de Nairobi, dice: “Todos los altos funcionarios de sectores públicos y privados han sido alumnos en algún momento de su vida”.

Debemos estar muy agradecidos a esos hombres y mujeres que despertaron nuestra curiosidad, alimentaron nuestra mente y conmovieron nuestro corazón; hombres y mujeres que nos enseñaron a satisfacer nuestra sed de conocimiento y entendimiento.

Pero hemos de estar más agradecidos aún al Gran Educador, Jehová Dios, quien inspiró las palabras de Proverbios 2:1-6, que invitan a la reflexión: “Hijo mío, si recibes mis dichos y atesoras contigo mis propios mandamientos, de modo que con tu oído prestes atención a la sabiduría, para que inclines tu corazón al discernimiento; si, además, clamas por el entendimiento mismo y das tu voz por el discernimiento mismo, si sigues buscando esto como a la plata, y como a tesoros escondidos sigues en busca de ello, en tal caso entenderás el temor de Jehová, y hallarás el mismísimo conocimiento de Dios. Porque Jehová mismo da la sabiduría; procedentes de su boca hay conocimiento y discernimiento”.

Observe que la partícula condicional si aparece tres veces en el texto supracitado. Imagínese: si aceptamos el reto al que aluden estas palabras, podremos hallar “el mismísimo conocimiento de Dios”. Este es, sin duda, el conocimiento más valioso que existe.

[Recuadro de la página 13]

Una madre feliz

Un maestro de Nueva York recibió la siguiente carta:

“Quiero agradecerle de todo corazón lo que ha hecho por mis hijos. Con su cariño, bondad y habilidad han progresado muchísimo; estoy segura de que no lo habrían logrado sin su ayuda. Me ha hecho sentir muy orgullosa de ellos, algo que nunca olvidaré. Atentamente, S. B.”

¿Conoce a un profesor a quien dar ánimos?

[Ilustración de la página 12]

‘Es una sensación maravillosa ver el brillo de sus ojos porque han entendido algo.’—GIULIANO, DE ITALIA

[Ilustraciones de la página 13]

‘Es muy gratificante que un alumno se tome la molestia de escribirte una carta de agradecimiento.’—CONNIE, DE AUSTRALIA