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El lenguaje de la fauna: los secretos de la comunicación animal

El lenguaje de la fauna: los secretos de la comunicación animal

El lenguaje de la fauna: los secretos de la comunicación animal

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN KENIA

UNO de los dones más valiosos que ha recibido el ser humano es, sin duda, la facultad de comunicarse, de intercambiar información esencial, sea verbalmente o por otros métodos, como los gestos. De hecho, la libertad de expresión es una cuestión que ha provocado muchos debates en todo el mundo. De ahí que algunos afirmen que la comunicación es dominio exclusivo del género humano.

No obstante, se ha comprobado que los animales intercambian información de maneras tan complejas que a muchos nos dejan perplejos. Puede decirse que “hablan”, pero no con palabras, sino mediante señales visuales como menear la cola, sacudir las orejas o batir las alas. Otra forma de comunicación se produce mediante sonidos como el ladrido, el rugido, el gruñido o el canto de un ave. Algunos de estos “lenguajes” se perciben con facilidad, pero otros requieren mucha investigación científica para detectarse.

Los depredadores

A mediados de julio, en el extenso Parque Nacional del Serengeti (Tanzania), miles y miles de ñus se dirigen al norte, a la Reserva de Caza de Masai Mara (Kenia) en busca de mejores pastos. Durante esta migración anual, las llanuras retumban con el sonido de sus pezuñas. Pero les acechan peligros a lo largo del camino: leones, guepardos, hienas, leopardos y otros depredadores, como los innumerables cocodrilos que encontrarán cuando crucen el río Mara. Ahora bien, ¿cómo logran protegerse?

A fin de confundir al enemigo, el ñu corre un corto trecho a toda velocidad y entonces se gira para hacerle frente, sacudiendo sin cesar la cabeza de un lado a otro y dando extraños saltos, que le confieren una apariencia un tanto ridícula. Hasta el predador más frío se detendrá asombrado al ver su desgarbada danza. Si continúa acercándose, el ñu repetirá la actuación, logrando a veces que el intruso, totalmente confundido, abandone la caza. Con esa torpe danza, el ñu se ha ganado el cuestionable honor de ser considerado el payaso de las llanuras.

El impala, un pariente del ñu de menor tamaño, se distingue por sus enormes saltos. Esta facultad, que para muchos es signo de elegancia y velocidad, también le sirve en momentos críticos para que los predadores no puedan atraparlo por las patas. Con sus saltos, de hasta nueve metros de longitud, comunica un claro mensaje: “Persígueme si puedes”. Pocos depredadores están dispuestos a hacerlo solo para capturar al esquivo impala.

A la hora de comer

En estado salvaje, muchos depredadores tienen que desarrollar sus dotes de caza para convertirse en buenos cazadores. Las crías deben prestar mucha atención cuando los padres les enseñan sus técnicas. En un santuario fáunico de África se observó a una hembra de guepardo llamada Saba dando importantes lecciones de supervivencia a sus cachorros. Tras acechar por más de una hora a una gacela de Thomson que estaba pastando, se abalanzó sobre ella de un gran salto y la atrapó por el cuello oprimiéndola, pero sin matarla. Poco después, Saba dejó caer al aturdido animal delante de los cachorros, los cuales, aunque parezca extraño, se mostraron reacios a lanzarse sobre él. Sabían por qué les había traído su madre una presa viva: para que aprendieran a matar una gacela. Cada vez que el desventurado animal trataba de levantarse para huir, los cachorros, sobreexcitados, lo derribaban. Exhausta, la gacela abandonó su lucha por sobrevivir. Observando la escena desde lejos, Saba aprobaba la actuación de sus crías.

Algunos animales son especialistas en hacer el máximo ruido posible cuando buscan alimento. Una manada de hienas manchadas gruñe, resopla y “ríe” mientras corre tras su presa. Una vez muerto el animal, se valen de su infame “risa” para invitar a otras hienas al festín. Pero la caza no es el único medio de conseguir comida. En su hábitat se comportan como verdaderos piratas, pues utilizan todo tipo de métodos para acosar a otros depredadores a fin de quitarles su presa. Hasta ha habido casos en los que han ahuyentado a leones que estaban comiendo. ¿Cómo lo consiguen? A fin de molestarlos, las escandalosas hienas se ponen histéricas y, si no les hacen caso, se agitan más y su atrevimiento aumenta. Cuando los leones ven turbada su paz, suelen abandonar la presa y alejarse del lugar.

Las abejas realizan un complicado ritual para buscar alimento. Una serie de complejos estudios científicos han revelado que la abeja melífera comunica a los demás miembros de la colmena el lugar, el tipo y hasta la calidad del alimento encontrado. Al regresar a la colmena, lleva muestras de néctar y polen a las demás abejas y, mediante una danza en la que describe una sucesión de círculos en forma de ocho, no solo es capaz de dirigir a las demás a la fuente de alimento, sino también de indicarles la distancia a la que se encuentra. ¡Cuidado! Esa abeja que vuela alrededor de usted pudiera estar recopilando datos importantes para llevarlos a la colmena. Tal vez haya confundido el olor de su perfume con el alimento que busca para la siguiente comida.

Para mantenerse en contacto

Pocos sonidos son tan espectaculares como el rugido de un león en el silencio de la noche. Se han propuesto varias razones para este tipo de comunicación. El poderoso rugido de un macho advierte de su presencia en el territorio; quien penetre en él sabe a lo que se arriesga. No obstante, como es un felino gregario, también ruge para mantenerse en contacto con el resto de la manada. En este caso, el rugido suele ser más suave, menos autoritario. Cierta noche se oyó rugir a un león cada quince minutos hasta que otro de su familia le respondió a lo lejos. Siguieron “hablando” durante quince minutos más hasta que finalmente se encontraron. Entonces cesaron los rugidos.

La comunicación sonora no solo fomenta las buenas relaciones, sino que también permite protegerse de las inclemencias del tiempo. La gallina emite diferentes sonidos para transmitir distintos mensajes a sus polluelos. El más inconfundible es uno largo y bajo que hace al anochecer, cuando se prepara para dormir. Los dispersos polluelos, al oírlo, se reúnen enseguida bajo las alas de su madre para pasar la noche (Mateo 23:37).

Al buscar pareja

¿Se ha detenido usted alguna vez al oír la melodía de unos pájaros cantores? ¿No le dejan fascinado? Pero ¿sabía que su intención no es precisamente la de entretenerle a usted? Sus cantos tienen por objeto transmitir mensajes importantes. Aunque a veces los utilizan para delimitar su territorio, mayormente tienen el fin de atraer una pareja. Tan pronto como el macho y la hembra se encuentran, “el canto se reduce en un 90%”, dice The New Book of Knowledge.

Pero a veces no basta con cantar bien para ganarse a la compañera. Algunas hembras no se dejan conquistar a menos que el macho pague previamente una “dote”. Por ejemplo, antes de proseguir con el cortejo, el tejedor debe demostrar que sabe construir nidos. Los machos de otras especies han de probar que son capaces de mantener a los suyos, y para ello alimentan literalmente a la hembra.

Con sus complejas maneras de comunicarse, los animales no solo satisfacen sus necesidades físicas sino que también reducen las luchas entre ellos y promueven la paz en su entorno. Pese a la intensa investigación que se efectúa en este campo, todavía queda mucho que aprender sobre el “lenguaje de los animales”. Tal vez no lleguemos a comprenderlo del todo, pero no hay duda de que es una maravilla que da alabanza a quien lo originó: Jehová Dios.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 18 y 19]

El “sonido silencioso” de los elefantes

Durante una calurosa tarde en el extenso Parque Nacional de Amboseli (Kenia), parece que nada perturba a la gran manada de elefantes. Pero por todas partes se percibe el “lenguaje de los elefantes”: desde “ronroneos” sordos de baja frecuencia hasta los barritos, bramidos, berridos, rugidos y resoplidos de alta frecuencia. Algunas llamadas contienen sonidos de frecuencias que están por debajo del límite de audición del oído humano y, sin embargo, son tan potentes que un elefante es capaz de oírlos a varios kilómetros de distancia.

Los expertos en conducta animal siguen sin entender los complejos métodos que tienen los elefantes para comunicar mensajes importantes. Joyce Poole, quien ha dedicado más de veinte años al estudio de la comunicación entre los elefantes africanos, ha llegado a la conclusión de que estos enormes mamíferos, famosos por sus codiciados colmillos, manifiestan sentimientos que se observan en muy pocos animales. “Al contemplar el sorprendente comportamiento de los elefantes cuando saludan a miembros de su familia o de su grupo íntimo, [o] cuando nace un nuevo miembro de la familia, [...] da la impresión de que sienten emociones intensas que podrían describirse muy bien con expresiones como gozo, felicidad, amor, sentimientos de amistad, euforia, diversión, placer, compasión, alivio y respeto”, afirma la citada investigadora.

Cuando se reúnen tras largos períodos de separación, se forma un verdadero alboroto: corren unos hacia otros con la cabeza levantada y las orejas dobladas y ondeando al viento. A veces hasta se ha visto a un elefante introducir su trompa en la boca de otro. Estos saludos parecen aportarles un gran júbilo; es como si dijeran: “¡Qué alegría me da verte!”. Tales vínculos afectivos favorecen la cohesión entre ellos, lo cual es fundamental para su supervivencia.

Los elefantes también parecen tener sentido del humor. Poole dice haber visto a elefantes curvar suavemente la boca a modo de sonrisa y menear la cabeza como si se estuvieran divirtiendo. En cierta ocasión comenzó a jugar con unos elefantes, los cuales actuaron de manera totalmente ridícula durante quince minutos. Dos años más tarde, algunos de estos parecieron “sonreírle” de nuevo, tal vez porque recordaban haber jugado con ella. Los elefantes no solo se divierten jugando, sino también imitando sonidos. Cuando realizaba uno de sus trabajos de investigación, Poole oyó un sonido que era distinto de las llamadas normales. Al analizarlo, se llegó a la conclusión de que los elefantes estaban imitando el ruido de los camiones que pasaban por las inmediaciones. Y, por lo visto, lo hacían por diversión. Es como si aprovecharan cualquier excusa para alborotarse.

Se ha hablado mucho de cómo parecen lamentarse los elefantes cuando a un miembro de su familia le acaece una calamidad. Poole observó una vez a una hembra montando guardia durante tres días ante su cría, que había nacido muerta, y explicó que sus “expresiones faciales” parecían “las de una persona deprimida y acongojada: la cabeza y las orejas gachas, y la boca curvada hacia abajo”.

Quienes matan elefantes por el marfil no piensan en el “trauma psicológico” de los huérfanos que tal vez han presenciado la matanza de sus madres. Estas crías pasan los primeros días en un orfanato de animales tratando de superar su “pena”. Un cuidador dijo que los había oído “gritar” por la mañana. A veces aún se observan secuelas varios años después de la muerte de la madre. Poole dice que los elefantes pueden detectar en sus sufrimientos la presencia de la mano del hombre. Esperamos con anhelo el día en que el ser humano viva en paz con los animales (Isaías 11:6-9).

[Ilustración de las páginas 16 y 17]

Alcatraces de El Cabo saludándose

[Ilustración de la página 17]

El ñu ejecuta una desgarbada danza para confundir al enemigo

[Ilustración de la página 17]

La infame “risa” de la hiena

[Reconocimiento]

© Joe McDonald

[Ilustración de la página 18]

La danza de la abeja melífera