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Armas silenciosas: ¿constituyen una amenaza verdadera?

Armas silenciosas: ¿constituyen una amenaza verdadera?

Armas silenciosas: ¿constituyen una amenaza verdadera?

LA TÁCTICA de matar gente en tiempos de guerra contagiándoles una enfermedad no es nueva. En la Europa oriental del siglo XIV se catapultaron cadáveres de víctimas de la peste bubónica por encima de las murallas de una ciudad sitiada. En otra ocasión, cuatrocientos años más tarde, unos oficiales británicos entregaron deliberadamente mantas infectadas de viruela a los indios norteamericanos que estaban entablando negociaciones de paz durante la guerra francesa e india. Aquella acción provocó una epidemia que contribuyó a la rendición de los indios. Sin embargo, no se descubrió que los microbios producen enfermedades infecciosas hasta finales del siglo XIX, hallazgo que abrió nuevas y espantosas posibilidades de utilizar la enfermedad como arma.

Cierto, el progreso en el campo de la medicina y la ciencia también ha conducido al descubrimiento de fármacos y vacunas que han resultado muy útiles para tratar y prevenir enfermedades. No obstante, pese a dichos adelantos, las enfermedades infecciosas continúan siendo un temible enemigo que mata a más de diecisiete millones de personas todos los años: unas cincuenta mil por día. ¡Qué paradoja!: mientras que hombres y mujeres brillantes han dedicado su vida a conquistar las enfermedades del ser humano, otras personas de igual calibre han centrado su fervor en conquistar a seres humanos por medio de la enfermedad.

Tentativas de proscribir las armas biológicas

Por más de veinticinco años, Estados Unidos, la ex Unión Soviética y varias otras naciones trabajaron con afán por desarrollar armas biológicas. Pero en 1972 se decidió prohibir ese tipo de armamento. Aun así, ciertos países continuaron en secreto con sus labores de investigación hasta el punto de acumular grandes cantidades de agentes biológicos letales y crear además los medios para lanzarlos contra sus objetivos.

¿Qué condujo a la proscripción oficial de tales armas? Según el pensar que existía a principios de la década de 1970, los agentes biológicos, si bien altamente letales, no son prácticos en el campo de batalla. Por un lado, su efecto no es inmediato, los síntomas tardan cierto tiempo en aparecer; por otro, su eficacia varía según las fluctuaciones del viento y del estado del tiempo. Además, las naciones se dieron cuenta de que si una de ellas atacaba a otra con armas biológicas, esta probablemente contraatacaría con su propio arsenal biológico o nuclear. Por último, el hecho de utilizar adrede organismos vivos para incapacitar o matar al prójimo provocaba repulsión moral a muchas personas.

Pero no parece que ninguna de estas razones vaya a disuadir a los que están ciegos de odio y dispuestos a obrar al margen de las normas morales tradicionales. Las armas biológicas poseen un inmenso atractivo para quienes deseen provocar una matanza indiscriminada. Pueden fabricarse y utilizarse en secreto. La identidad del agresor puede mantenerse oculta y, en caso de conocerse, no resulta fácil tomar represalias contra una red terrorista que tiene células en muchos países. Además, un ataque biológico silencioso, invisible, de acción lenta y letal provocaría tal grado de terror que, por sí solo, ya desestabilizaría a la población. Los atentados contra los cultivos o el ganado ocasionarían escasez de alimentos y una verdadera crisis económica.

Otro incentivo es el costo relativamente bajo del desarrollo de armas biológicas. Un estudio realizado para calcular lo que costaría utilizar diversos tipos de armamento para matar a civiles indefensos en una extensión de un kilómetro cuadrado indicó que con armas convencionales costaría 2.000 dólares; con armas nucleares, 800; con gases neurotóxicos, 600, y con armas biológicas, solo un dólar.

Obstáculos tecnológicos para los terroristas

En las noticias se dice que algunos grupos terroristas han hecho experimentos con armas biológicas. Sin embargo, existe una gran diferencia entre experimentar con armas biológicas y lanzar un ataque eficaz con ellas.

Para lograr sus objetivos, el terrorista —o la organización terrorista— tiene que superar enormes problemas técnicos. En primer lugar, ha de obtener una cepa suficientemente mortífera del germen patógeno. En segundo lugar, tiene que saber la manera correcta y segura de manipularlo y almacenarlo. En tercer lugar, debe saber producirlo en grandes cantidades. Es cierto que pequeñas cantidades de microorganismos son lo bastante letales como para arrasar un campo de cultivo, una manada de animales o la población de una ciudad, siempre y cuando alcancen de lleno al objetivo. Sin embargo, no es fácil que los agentes biológicos sobrevivan fuera del laboratorio. En realidad, apenas una fracción de ellos alcanzaría el objetivo planeado, por lo que se necesitarían cantidades inmensamente mayores para lanzar un ataque catastrófico.

Y eso no es todo. El terrorista debe saber cómo mantener vivo y activo el agente patógeno mientras lo transporta desde el lugar donde lo guardaba hasta el lugar donde lo va a liberar. Por último, ha de saber cómo dispersarlo con eficacia, lo que implica asegurarse de que las partículas sean del tamaño adecuado, que se extiendan por una zona geográfica lo bastante amplia y que su concentración sea la necesaria para conseguir una infección en masa. A un equipo estadounidense de investigadores especializados en el campo de la guerra biológica les tomó más de diez años producir un sistema confiable de diseminación. Cuando los microorganismos se dispersan en la atmósfera, la luz solar y la variación de temperaturas a la que quedan expuestos pueden matarlos. Por lo tanto, para convertir un agente biológico en arma hace falta conocer a fondo cómo reacciona en el aire.

En vista de la multitud de obstáculos técnicos implicados, no es de extrañar que haya habido pocos atentados terroristas con armas biológicas. Además, el número de víctimas mortales de tales atentados es reducido. Recientemente, unas cartas contaminadas con ántrax mataron a cinco personas en Estados Unidos. Trágico, es cierto, pero se habrían producido más víctimas con un pequeño explosivo o hasta con una pistola. Los investigadores calculan que desde 1975, en el 96% de los atentados perpetrados en el mundo con armas químicas o biológicas fallecieron o sufrieron daños un máximo de tres personas.

Reconociendo lo difícil que sería tener éxito en un atentado biológico, el British American Security Information Council dijo: “Aunque los gobiernos reciben muchas amenazas de terrorismo químico y biológico, la mayoría de los analistas creen que las situaciones catastróficas con un gran número de víctimas, si bien posibles, son muy improbables”. De todas formas, aun cuando no haya muchas probabilidades de que se produzca un ataque de ese tipo, las consecuencias serían terribles.

Las malas noticias

Hasta aquí nos hemos limitado a las buenas noticias: el hecho de que tanto las dificultades técnicas como la historia indican que no es probable que se produzcan ataques biológicos catastróficos. Las malas noticias son, en pocas palabras, que la historia no es una guía segura del futuro. Aunque la mayoría de los atentados del pasado han fallado, los del futuro pudieran tener éxito.

Existe inquietud, pues cada vez hay más terroristas decididos a cometer una matanza humana colectiva. Los grupos terroristas no solo cuentan con tecnología cada vez más perfeccionada, sino que sus recursos económicos y técnicos son equiparables a los de algunos gobiernos.

No parece que los expertos teman que las naciones entreguen armas biológicas a grupos terroristas. Un analista comentó: “Los gobiernos, por despiadados, ambiciosos y extremistas que sean, se negarán a ceder armas no convencionales a grupos terroristas sobre los que no pueden ejercer pleno control; tal vez se vean tentados a utilizarlas ellos mismos en un primer ataque, pero es más probable que las empleen para intimidar que para una verdadera guerra”. Lo que en realidad preocupa a los expertos es que con ofertas lucrativas se consiga que científicos especializados trabajen para grupos terroristas.

Enfermedades programadas

Los adelantos en el campo de la biotecnología son también motivo de preocupación. Los científicos ya conocen la manera de modificar agentes patógenos existentes a fin de hacerlos extraordinariamente letales y al mismo tiempo más fáciles de manejar. Mediante ingeniería genética pueden alterar microorganismos inocuos para que produzcan toxinas, manipularlos para que eludan los métodos de detección habituales o hacerlos resistentes a los antibióticos, las vacunas normales y el tratamiento. Ciertos científicos que desertaron de la ex Unión Soviética, por ejemplo, dijeron haber producido un tipo de peste resistente a dieciséis antibióticos.

Se teme que con los futuros avances en el campo de la biotecnología y la ingeniería genética aumenten las opciones. Los científicos son capaces de volver a barajar las cartas genéticas para rediseñar o crear una multitud de armas biológicas más mortíferas y resistentes, así como más fáciles de producir y de utilizar. Podrían adaptarlas de manera que sus efectos fueran más predecibles y manejables, y programar los agentes patógenos para que murieran al cabo de un número predeterminado de divisiones celulares, de modo que mataran y luego desaparecieran.

También cabe la posibilidad de que en el futuro se inventen armas sofisticadas que resulten indetectables. Por ejemplo, armas altamente especializadas que inhiban el sistema inmunológico en sí, de manera que las víctimas, en lugar de contraer una enfermedad concreta, sean propensas a muchas infecciones. Si apareciese un virus letal como ese, semejante al del sida, ¿quién sabría si se trata de una mutación natural, o si es producto de la manipulación genética llevada a cabo en un laboratorio enemigo?

Los adelantos tecnológicos han cambiado el pensar de los militares. Un oficial naval de Estados Unidos escribió: “Los diseñadores de armas no han hecho más que empezar en lo que tiene que ver con explorar el potencial de la revolución biotecnológica. El hecho de saber que lo que se ha conseguido hasta ahora no es nada en comparación con lo que puede fabricarse es preocupante”.

[Recuadro de la página 6]

¿En qué consiste la guerra biológica?

La expresión guerra biológica alude a la propagación deliberada de enfermedades entre seres humanos, animales o plantas. El medio para conseguirlo es infectar con microorganismos vivos al blanco del ataque. Los agentes patógenos se multiplican (algunos producen toxinas), y con el tiempo aparecen claramente los síntomas de la enfermedad. Algunas armas biológicas incapacitan a las víctimas, otras las matan. También las hay para atacar y destruir cosechas.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]

HOJA INFORMATIVA SOBRE LAS ARMAS BIOLÓGICAS

Ántrax. Enfermedad infecciosa causada por una bacteria que forma esporas (también recibe los nombres de ántrax maligno y carbunco). Los primeros síntomas tras la inhalación de las esporas se asemejan a los del resfriado común. Al cabo de unos días aparecen graves problemas respiratorios, y la víctima entra en estado de choque. Este tipo de ántrax suele ser mortal.

En las personas que han estado expuestas al ántrax, la infección puede prevenirse con antibióticos. El tratamiento temprano es esencial; la demora reduce las posibilidades de supervivencia.

La propagación directa de persona a persona es sumamente improbable, por no decir imposible.

En la segunda mitad del siglo XX, varios países, entre ellos Estados Unidos y la ex Unión Soviética, produjeron ántrax para utilizarlo como arma. La cantidad de naciones que se sospecha que mantienen programas para el desarrollo de estas armas aumentó de diez en 1989 a diecisiete en 1995. No se sabe a ciencia cierta cuántos de esos países están produciendo ántrax. Según una evaluación del gobierno de Estados Unidos, la dispersión de 100 kilos de ántrax en aerosol sobre una ciudad importante podría ser tan mortífera como una bomba de hidrógeno.

Botulismo. Enfermedad caracterizada por parálisis muscular progresiva, cuya causa es una bacteria que produce toxinas. Los principales síntomas del botulismo alimentario son visión doble o borrosa, párpados caídos, dificultades para hablar y tragar, y sequedad de boca. La debilidad muscular comienza en los hombros y va descendiendo por el resto del cuerpo. La parálisis de los músculos respiratorios puede ocasionar la muerte. El botulismo no se propaga de una persona a otra.

La pronta administración de una antitoxina reduce la intensidad de los síntomas y la probabilidad de muerte.

La toxina del botulismo se cuenta entre las armas biológicas predilectas no solo por ser una de las sustancias más tóxicas que se conocen, sino también porque es relativamente fácil de producir y transportar. Además, las personas infectadas necesitan recibir cuidados intensivos durante bastante tiempo. Se sospecha que varios países la están desarrollando para su arsenal biológico.

Peste. Enfermedad muy infecciosa causada por una bacteria. Los primeros síntomas de la letal peste neumónica son fiebre, dolor de cabeza, debilidad y tos. A continuación se produce un choque séptico y, a menos que se administren antibióticos cuanto antes, la muerte es casi inevitable.

La enfermedad se transmite de persona a persona a través de gotitas de saliva.

En el siglo XIV, la peste mató en cinco años a unos trece millones de seres humanos en la China y a entre veinte y treinta millones en Europa.

Durante las décadas de 1950 y 1960, tanto Estados Unidos como la ex Unión Soviética desarrollaron técnicas para propagar la peste neumónica. Se cree que miles de científicos han contribuido a convertir esta enfermedad en un arma biológica.

Viruela. Enfermedad muy infecciosa provocada por un virus. Algunos de los primeros síntomas son fiebre alta, fatiga y dolores de cabeza y de espalda. Después aparecen dolorosas ampollas que se llenan de pus. Un tercio de las víctimas muere.

La viruela fue totalmente erradicada en 1977, aunque la vacunación habitual contra ella ya había cesado a mediados de la década de 1970. Se desconoce si las personas vacunadas antes de entonces todavía poseen cierto grado de inmunidad o no. No existe tratamiento de probada eficacia contra esta enfermedad.

La viruela se transmite de persona a persona a través de gotitas de saliva infectada. La ropa de cama y las prendas de vestir contaminadas también pueden propagar el virus.

En 1980, la Unión Soviética emprendió un exitoso programa para producir grandes cantidades de virus de la viruela y adaptarlos para su lanzamiento mediante misiles balísticos intercontinentales. También trató de desarrollar cepas de viruela que fueran más virulentas y contagiosas.

[Ilustración]

Bacteria y espora esférica del ántrax

[Reconocimientos]

Fuentes: U.S. Centers for Disease Control and Prevention, Johns Hopkins Center for Civilian Biodefense Studies.

Víctima del ántrax: CDC, Atlanta, Ga.; bacteria del ántrax: ©Dr. Gary Gaugler, Photo Researchers; bacteria del botulismo: CDC/Courtesy of Larry Stauffer, Oregon State Public Health Laboratory

Bacteria de la peste: Copyright Dennis Kunkel Microscopy, Inc.; virus de la viruela: ©Meckes, Gelderblom, Eye of Science, Photo Researchers; víctima de la viruela: CDC/NIP/Barbara Rice

[Ilustración de la página 7]

Recientemente, unas cartas contaminadas con ántrax sembraron el pánico

[Reconocimiento]

AP Photo/Axel Seidemann

[Ilustración de la página 7]

Bombas aéreas (químicas y biológicas) destruidas después de la guerra del Golfo

[Reconocimiento]

AP Photo/MOD